(Reflexiones "económicas" sobre el anteproyecto de código Penal) MAS DELITOS Y MAS PENAS Santos Pastor 1 El anteproyecto de código Penal que atrae estos días la atención de los ciudadanos a través de la animación de los medios de comunicación, contiene nuevas figuras delictivas y comporta, como rasgo general, mayores sanciones y nuevas formas de éstas, tales como los "arrestos de fin de semana" y las "multas por cuotas" diarias, semanales o mensuales. A modo de resumen, sostengo que, aunque a la reforma propuesta no le faltan elementos positivos, su eficacia será previsiblemente bastante inferior a la que se espera, debido a las limitaciones existentes en los restantes elementos del sistema jurídico penal, sobre los cuales apenas se viene actuando; además, creo que algunas propuestas subestiman los elevados costes y las limitaciones consustanciales a "remedios" por penales, reconsiderarse; finalmente, lo que su entiendo que adopción falta un los debiera adecuado análisis de los efectos previsibles de algunas de las reformas contempladas, con lo que no es improbable que los resultados efectivamente producidos por ellas sean contrarios a los que se intenta conseguir. La lógica de una política criminal de aumento de sanciones o de creación de nuevos tipos delictivos no es otra que la de disuadir las conductas ilícitas sancionables, aplicándose a quienes las cometen especial) para que no vuelvan a hacerlo (efecto preventivo y para que sirva a otros de ejemplo de lo que les pasaría si decidieran delinquir (efecto preventivo general) . Pero el efecto disuasorio de las normas penales depende no sólo del establecimiento de mayores penas, como gusta destacar a algunos juristas, sino de la probabilidad o certidumbre de su aplicación. Que una norma penal se aplique más o menos depende, para empezar, de lo bien o mal configurada que esté, de la eficacia policial en la detección de los delincuentes, de la eficacia de los procesos y de las personas involucradas en el enjuiciamiento de los acusados y de la eficacia del sistema penitenciario. Sabemos que, con relativa frecuencia, las normas no son claras, precisas o adecuadas, la policía detecta a pocos delincuentes de los muchos que delinquen (échese un vistazo a las encuestas de victimización), errores judiciales en los los procesos penales dan lugar a que algunos culpables no son castigados, o lo son insuficientemente, y algunos inocentes son condenados, y el sistema penitenciario tiene tantos huecos, algunos incluso físicos, que las penas finalmente cumplidas se parecen poco a las impuestas en las sentencias. Aun cuando el aumento de la disuasión puede producirse con mayores penas o con medidas que hagan mayor la probabilidad de su imposición, la preferencia por el primer instrumento, como sucede con reformas legislativas como la aquí comentada, tiene que ver en parte con su menor coste relativo. En otras palabras, a diferencia del aumento de las penas, conseguir que las normas se apliquen exige incurrir en importantes, en elevados costes. Unos son directos, como los destinados a policial, la fiscalia, sostener el aparato la judicatura, la defensa juridica y el sistema penitenciario. Aunque las estimaciones sobre su cuantia son defectuosas, es muy probable que el coste total de la deteccción, enjuiciamiento e internamiento en prisión supere los cuatro millones de pesetas por persona internada; sólo el gasto medio directo de internamiento superaba los dos millones de pesetas por cada uno de los 36.500 internos existentes en 1991 en todo el Estado. otros son costes indirectos, aunque no por ello menos importantes; tal es el caso de la pérdida social ocasionada por la inactividad de los condenados, la inducción de otros delitos asociados (corrupción policial, judicial o de otro tipo) y otros costes derivados del internamiento en prisión tales como el adiestramiento delictivo y la estigmatización social del delincuente, factores que afectarán a la reincidencia. Por sus elevados costes (en el sentido más ámplio del término) y por la frecuente pretendidos, producción de efectos contrarios a los los "remedios" penales son harto limitados y cada vez menos preferidos en las sociedades contemporáneas. Además, en muchas ocasiones inferior a se trata de un la de alternativas como instrumento de eficacia la adopción de sanciones administrativas, la potenciación de acciones civiles en lugar de las penales, la adecuada regulación administrativa y otras medidas, algunas de carácter netamente económico. Los reformadores no parecen ser conscientes de estos costes y de la inferioridad del tratamiento penal de algunas conductas, al crear algunos de los nuevos ilícitos penales o al modificar el tratamiento preexistente en casos como el de la violación de secretos industriales, publicidad engañosa, otros delitos los nuevos delitos societarios, las actividades contaminantes y económicos, como la estafa, el la algunos fraude a los acreedores o las subastas públicas manipuladas fraudulentamente. Los economistas vienen advirtiendo desde hace tiempo, y con más vigor desde la década de los sesenta (Coase dixit), relevancia económica algunas de regulaciones sobre la jurídicas, especialmente las relativas a la definición y protección de los derechos y a la garantía de los contratos. La adecuada protección penal de esos derechos es algo que se echaba de menos en nuestro sistema jurídico, pero no parece que la nueva redacción constituya el avance que necesitamos en esta materia; y sin embargo castiga penalmente conductas, como la de no reintegrar importes incorrectamente obtenidos de cajeros automáticos, cuyos efectos podrían ser contraproducentes para el tráfico comercial, cuando, además, pueden disciplinarse mejor por otras vías. La reforma propuesta contiene otras medidas cuyos efectos previsibles también pudieran ser contrarios a los pretendidos, como es el caso del tratamiento de los delitos de narcotráfico. Para empezar, mayores es sabido que en el caso de algunas drogas los costes sociales (fallecimientos por adulteración o sobredosis, destrucción familiar, gastos policiales, judiciales, penitenciarios, hospitalarios, de inactividad, etc) son provocados precisamente por la crirninalización de su venta y la represión de su compra, y que, en consecuencia, aquellos costes disminuirían notablemente en esos casos si dichas conductas se despenalizasen. Por otra parte, los hallazgos producidos en la investigación socioeconómica sobre los efectos de los aumentos de las penas desaconsejar en algunos políticas mercados represoras de en drogas algunos insisten eslabones en del mercado (especialmente en aquellos segmentos más competitivos). Sin embargo, el proyecto de código penal hace caso omiso de todo esto y abunda en una política de mayores sanciones. En realidad, la política española en materia de toxicomanías necesita todavía un adecuado marco analítico de referencia (de política de salud, por necesidad) y, por ello, da palos de ciego con demasiada frecuencia. Lejos de positivos. mí afirmar que esta reforma carece de elementos Además de los numerosos que seguramente existen y escapan a mi conocimiento, de la mejora que pueda acarrear en la ambigua, confusa o errónea textura de algunas normas del vigente código, y además de otros elementos positivos obvios, creo que la incorporación de nuevas penas es un de los activos de esta propuesta legislativa. La emisión de radiaciones o vibraciones, el establecimiento de vertederos clandestinos de residuos sólidos urbanos, la caza o pesca de especies protegidas, la construcción en suelo no urbanizable o la conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas son algunos de los delitos donde se propone la imposición de "multas por cuotas" diarias semanales o mensuales. Sus mínimos son, respectivamente, 300, 2.000 Y 10.000 pesetas, y sus máximos 30.000, 200.000 Y un millón, además de no poder sobrepasar los doce meses en ningún caso. Además de la extensión de su uso, la novedad consiste en que tales multas se expresan en unidades temporales, a fín de facilitar la equivalencia del sistema de penas. El debate sobre la superioridad de las penas pecuniarias frente a las de privación de libertad no es un debate nuevo. principio, las penas pecuniarias tienen en su haber, obligan a la sociedad a indirectos) incurrir en los costes En que no (directos e de internamiento de los condenados y proporcionan cierta compensación monetaria a la sociedad "dañada" por el delito, a la vez que pueden tener los mismos efectos disuasorios. si estas penas fueran judicialmente bien graduadas, en función de las condiciones económicas como se pretende, se avanzarla en la consecución de dos objetivos más, la reducción de la "disuasión excesiva" y la mejora de la equidad. Pero estas multas tienen en el debe que su modulación no es fácil ni pacifica, especialmente por una judicatura poco entrenada en estas lides, y que generalmente no hay coincidencia entre quienes son perjudicados directamente por los delitos y quienes se benef ician directamente de los ingresos obtenidos con su imposición. Por razones similares me parece interesante la innovación de los arrestos de fines de semana. En algunos delitos, como los de tráfico y consumo de bebidas alcohólicas, estas penas pueden ser una sanción adecuada, al apartar en los momentos de mayor riesgo a quiene cometieron aquellos delitos y pudieran reincidir. esos mismos y en otros, como el de establecer depósitos En o vertederos clandestinos, tiene también la ventaja de eliminar los costes que comporta el internamiento en prisión, hablamos anteriormente. de los que Pero, por lo que he dicho, valorando lo que de positivo tiene ya y pueda tener tras su paso por el Parlamento, no participo de la gran expectación que está levantando este proyecto legislativo. seguimos olvidando que en nuestro país la eficacia de la legislación penal está singularmente lastrada por un sistema judicial inapropiado, por la laxitud, en unas ocasiones, y perversión, en otras, del sistema penitenciario y por la todavía escasa eficacia policial. atención que se presta Es preocupante además a los costes -repito, la falta de no sólo ni fundamentalmente monetarios- de la reforma. E incluso aceptando que, a constancia de las demás circunstancias, mayores sanciones probablemente disuadan más que sanciones menores, entiendo que la mejora de la aplicación efectiva de las sanciones existentes mediante una mayor eficacia en el uso de los medios disponibles ofrece un gran margen de mejora social desaprovechado hasta el presente. Finalmente, se sigue echando en falta una adecuada fundamentación de algunas de sus medidas; un análisis teórico y empírico más fino y cuidadoso de los efectos producidos -aquí y fuera de aquí- por medidas similares aconsejaría otro contenido un algunos casos. Pero para ese viaje no bastan, en realidad son inútiles, las alforjas de la dogmática jurídico-penal y la mera intuición. 1. Santos Pastor es catedrático de economía de la Universidad Carlos III de Madrid y doctor en derecho.