Número 156 Julio 2016 El maestro de nuestro fundador Salvadme Reina Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP: Discípulo y “alter ego” del Dr. Plinio Cuarenta años de convivencia con su maestro, modelo y guía hacen de Mons. João Scognamiglio Clá Dias, EP, la voz más autorizada para hablar de la actuación, virtudes y pensamiento de Plinio Corrêa de Oliveira. E l 15 de agosto de 1939, solemnidad de la Asunción de la Virgen María al Cielo, nacía en São Paulo, Brasil, João Scognamiglio Clá Dias. Rezando por la noche entreveía una silueta Cuando llegó a la adolescencia se afligió al constatar cuánta gente se dejaba esclavizar por el egoísmo y actuaba buscando tan sólo sus propios intereses. Pero una voz nacida de la fe le decía en su interior: “Tiene que haber en el mundo un hombre íntegramente bueno y desinteresado. Está en mi camino y algún día me encontraré con él”. Por eso todas las noches se arrodillaba a los pies de la cama y, con lágrimas en los ojos, rezaba varias avemarías pidiendo conocer cuanto antes a ese varón, cuya silueta, por singular favor del Cielo, ya entreveía. Desde el primer encuentro con el Dr. Plinio su mentalidad se funde con la de su maestro. Inmediatamente toma la resolución de abandonarlo todo para servir a Dios en la persona de este hombre. “Nadie me ha dado tantas y tan grandes alegrías” Al participar, en alto grado, del don de sabiduría del Dr. Plinio —tan característico de su espiri2 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 tualidad—, se convertiría en su discípulo por antonomasia. El comportamiento siempre impecable del joven João, la osadía y la fidelidad que marcaban sus acciones llevarían al Dr. Plinio a calificarlo de “bastón de mi vejez”, “auxiliar de oro”, “instrumento bendecido”. “Manda la justicia que lo diga: nadie me ha dado tantas y tan grandes alegrías cuanto usted”, escribía Dr. Plinio en cierta ocasión. Un fuerte, íntimo y singular vínculo sobrenatural se estableció entre discípulo y maestro. Éste, más que un seguidor o un simple hijo espiritual, lo consideraba su alter ego — su “otro yo”. La devoción a Dña. Lucilia También le marcaría profundamente su vida la bondadosísima madre del Dr. Plinio, Lucilia Ribeiro dos Santos Corrêa de Oliveira, cuya biografía escribiría él mismo y sería publicada en el 2013 por la Libreria Editrice Vaticana en cuatro idiomas: portugués, inglés, español e italiano. Para Mons. João, ella fue el “ángel de la guarda” que le ayudaría a comprender mejor la infinita misericordia del Sagrado Corazón de Jesús. ² SumariO Salvadme Reina Periódico de la Asociación Cultural Salvadme Reina de Fátima El maestro de nuestro fundador (Editorial) . . . . . . . . . . . . 4 Parte IV - Víctima expiatoria – La gracia de Genazzano El primer encuentro ...................... 38 Año XIV, número 156, Julio 2016 Director Responsable: D. Eduardo Caballero Baza, EP Consejo de Redacción: Hno. Guy de Ridder, EP, Hna. Juliane Campos, EP, D. Luis Alberto Blanco, EP, Hna. Mariana Morazzani, EP, Severiano Antonio de Oliveira Administración: C/ Cinca, 17 28002 – Madrid R.N.A., Nº 164.671 Dep. Legal: M-40.836- 1999 Tel. sede operativa 902 199 044 Fax: 902 199 046 www.salvadmereina.org correo@salvadmereina.org Con la Colaboración de la Asociación Internacional Privada de Fieles de Derecho Pontificio ........................ 8 Parte I - Inocencia, el inicio de la sabiduría – El florecimiento de la vida mística en un niño inocente ...................... Parte V - Plenitud: “He combatido el buen combate” – Los frutos de un holocausto ...................... 44 10 ¡Plinio Corrêa de Oliveira está vivo! Parte II - Juventud: la sabiduría puesta a prueba – Una adolescencia marcada por la lucha ...................... 24 ...................... 50 Heraldos del Evangelio www.heraldos.org Montaje: Equipo de artes gráficas de los Heraldos del Evangelio Imprime: Biblos Impresores, S.L. - Madrid “Mi Inmaculado Corazón triunfará” Parte III - Se configura la misión – La voz de Cristo para el siglo XX ...................... 32 ...................... Los artículos de esta revista podrán ser reproducidos, indicando su fuente y enviando una copia a la redacción. El contenido de los artículos es responsabilidad de los respectivos autores. Julio 2016 · Heraldos del Evangelio 3 52 El maestro Editorial de nuestro fundador 156 Número 6 Julio 201 tro El maes ndador fu o tr de nues Salvadme Reina El Dr. Plinio, el 11/12/1994, revestido del hábito característico del “cœtus fidelium” que, bajo la égida de Mons. João, dio origen a los Heraldos del Evangelio Foto: Sergio Miyazaki Acaban de ser publicados los dos primeros volúmenes, de un total de cinco, de la colección “El don de sabiduría en la mente, vida y obra de Plinio Corrêa de Oliveira”, autoría de Mons. João Scognamiglio Clá Días, EP. La importancia de esta colección, por una parte, reside en el papel providencial desempeñado por ese destacado líder católico brasileño, un alma dotada de elevadísimos dones místicos y un fogoso apóstol, penetrado hasta lo más íntimo de su ser por la sabiduría de Dios; por otra parte, su valor estriba en la autoridad del escritor, discípulo fervoroso, seguidor incondicional y observador atentísimo del Dr. Plinio. El 7 de julio de 2016 se cumplen sesenta años del primer encuentro entre Plinio Corrêa de Oliveira y un joven de dieciséis años, llamado João. Las maravillas acaecidas durante ese largo período pueden resumirse en estas palabras: la riqueza de la gracia que habitaba en el corazón del maestro, el fulgor de la luz que portaba, C oncluido el Concilio de Nicea,1 parecía que la unidad de la Iglesia había sido restaurada y que se había desterrado la herejía arriana. Sin embargo, mientras que desde los púlpitos se proclamaba el misterio de la divinidad de Cristo, la falsa doctrina las llamas de amor y de celo por la gloria de Dios y la de la Iglesia que lo consumían, asumieron por entero la mentalidad, la persona y la vida de aquel muchacho. En gratitud a esos sesenta años de unión mística y a los inestimables tesoros de sabiduría y de gracia recibidos, Mons. Scognamiglio dedica a su amado padre, modelo y guía, una valiosa colección sobre su profética figura. La revista “Heraldos del Evangelio” se asocia con regocijo a la difusión de ese oportuno estudio que representa una inigualable contribución a la comprensión de la propia persona y de la mentalidad de Mons. João S. Clá Días, fundador de los Heraldos del Evangelio, y de las características esenciales del carisma de esta asociación internacional de derecho pontificio. Para introducir a nuestro lector en la intención del autor, nada mejor que citar, con pequeñas adaptaciones, las palabras iniciales de su obra: continuaba difundiéndose a puerta cerrada. San Atanasio, Patriarca de Alejandría, intentaba convertir a los desertores, pero éstos permanecían inconmovibles. Por todo Occidente y gran parte de Oriente los arrianos ganaban fuerza; parecía que el mundo cedía al error. En el desierto, no obstante, San Antón había visto místicamente la divinidad del Señor. Era un vivo testimonio de esa verdad de fe. Entonces San Atanasio ordenó que fueran a buscarlo y la misma noche en que llegó a la ciudad de Alejandría numerosos cristianos y he- rejes se reunieron en la basílica para verlo. El nonagenario ermitaño, que con su mera presencia imponía respeto, se sentó cerca del altar. A continuación el Patriarca tomó la palabra y glorificó la naturaleza divina del Redentor. De pronto, se escuchó entre la multitud una voz de protesta. San Antón se asombró con aquella indecorosa interrupción Mario Sh ino da y pidió que le tradujeran lo que había oído, pues no entendía el grieCasi cuarenta años de convivencia en go. “El Señor era tan sólo un homuna atmósfera de unión de almas y bre, creado por Dios y sujeto a la comunicación de espíritu, hacen del autor muerte y a la transición”, le dijeron. el más autorizado testigo San Antón se levantó y exclamó: Mons. João saluda al Dr. Plinio “¡Yo lo vi!”. Un estremecimiento en la década de 1980 recorrió las naves del templo. “¡Él lo ha visto! ¡Ha visto la divinidad del que le condujo a recorrer una fulSeñor!”, decían los fieles de rodillas. gurante carrera política y hacerse Más que la bella y lógica doctrina conocido en todo el país. Más tarexpuesta en el concilio, la imponente de fundó un movimiento para luvoz de ese hombre, a quien la verdad char por los ideales de la Iglesia, rede la naturaleza divina de Cristo se hauniendo en torno suyo a numerosos bía convertido casi en una evidencia en discípulos, por quienes se esforzó en virtud de una visión sobrenatural, fue transmitirles una sólida formación el golpe más grande que recibió la hedoctrinaria, así como el espíritu que rejía. He aquí el ejemplo del valor de lo animaba. Plinio Corrêa de Oliveiun testimonio vivo. Ahora bien, mutara falleció el 3 de octubre de 1995, tis mutandis, hay que decir que el prea causa de una terrible enfermedad. sente trabajo ha nacido también del Sin embargo, teniendo en cuentestimonio de su autor. ta que todo hombre tiene una determinada misión que cumplir en La figura de función del desarrollo de la HistoPlinio Corrêa de Oliveira ria, más que detenernos en el análisis de hechos concretos de la vida Plinio Corrêa de Oliveira nadel Dr. Plinio, ésta merece ser conció en São Paulo, Brasil, el 13 de disiderada desde la perspectiva de ese ciembre de 1908. Hijo del Dr. João designio de Dios, a fin de comprenPaulo Corrêa de Oliveira, abogado der su persona y su obra. procedente de una ilustre familia de De hecho, la humanidad viene sienPernambuco, y de Dña. Lucilia Rido corroída por una amplia crisis, estabeiro dos Santos Corrêa de Oliveira, blecida en Occidente a lo largo de los oriunda de la tradicional aristocraúltimos cinco siglos, designada por el cia paulista, Plinio pasó su infancia y Dr. Plinio con el nombre de Revoluadolescencia en el sereno ambiente ción.2 Ese proceso de disgregación tofamiliar, dentro de la apacible sociedad de la São Paulo de otrora. tal, impulsado por la exacerbación de Durante su juventud se destacó las pasiones del orgullo y de la sensuacomo indiscutible líder católico, lo lidad, pretendió instaurar en todo el mundo el igualitarismo metafísico; para ello trató de eliminar cualquier vestigio del orden cristiano, sagrado y jerárquico, sublevándose contra el trono del Todopoderoso e implantando en la faz de la tierra el reino de Satanás. No obstante, cuando la Revolución parecía que estaba a punto de alcanzar el auge de su expansión y planeaba levantar el estandarte de la victoria, Dios hizo que surgiera un varón, hijo de la Iglesia y elegido de la Virgen, para que desempeñara un papel que hasta ese momento no se había manifestado en la Historia. ¿Y quién era ese hombre? Un varón que nació y se desarrolló a la luz de la inocencia de su madre, Dña. Lucilia, y brilló por su virginidad e integridad moral. Un varón llamado a reflejar en sí virtudes armónicas aparentemente opuestas: por un lado, extraordinaria grandeza y majestad imponente, las cuales causaban miedo a los orgullosos; por otro, una bondad acogedora, penetrante y llena de bienquerencia, que atraía... Un varón dotado de un carisma de discernimiento de los espíritus sin igual, una visión histórica con respecto a toda la opinión pública que penetra en los individuos, las naciones, los pueblos. Un varón que, a la manera de un árbol que brota de la roca misma, creció entre persecuciones, incomprensiones e ingratitudes. Un varón de fe, que defendió, desde las filas del laicado, el honor, la santidad y la infalibilidad de la Iglesia como nadie lo había hecho en su época. Un varón que, a solas, divisó la situación en que se hallaba la humanidad, discernió el mal que se extendía y se levantó contra toda su generación y las siguientes. Con la fuerza de su conJulio 2016 · Heraldos del Evangelio 5 vicción desafió el consenso de su tiempo, contuvo la corriente y destrozó la Revolución, para que, sobre sus escombros, se edificara el Reino de María,3 prometido por la Santísima Virgen en Fátima. En esa intención ofreció su propia vida, si la Providencia así lo dispusiera, y fue llevado tras haber soportado mil y un sufrimientos enfrentados con la gallardía de un caballero y la resolución de un verdadero mártir. El porqué de esta obra Ya ha habido muchos que emprendieron la tarea de publicar escritos dedicados a la figura de Plinio Corrêa de Oliveira, y también existen numerosas referencias a su persona y a su actuación en varios autores. En unos encontramos una concepción parcial de su abarcadora personalidad, en otros vemos que tratan de deformar su imagen presentándola desde un prisma distorsionado o irreal. Pero ante todo ninguno ofrece una visión correcta que muestre a ese varón impar desde el único punto de vista por el cual realmente merece ser considerado, es decir, el del designio de Dios sobre él. Ahora bien, nadie parece ser el más indicado ni poseer una voz más acreditada para tal responsabilidad que el autor de esta obra. En octubre de 2010, para la obtención del grado de doctor en Teología por la Universidad Ponti1 Celebrado en el 325, en la pequeña localidad de Nicea, en Bitinia, dentro de la actual Turquía, el concilio condenó la herejía de Arrio, el cual, en una supuesta defensa de la unidad absoluta de Dios, negaba la divinidad del Verbo, afirmando que éste era una criatura del Padre. Su falsa doctrina despertó la simpatía de muchísimos, que se negaban a aceptar el misterio de la Santísima Trinidad, y se extendió rápidamente por el mundo cristiano de aquella época. No obstante, la consecuencia más nociva de los errores ficia Bolivariana de Medellín, Colombia, ya había defendido sus tesis sobre el mismo tema, que fue calificada por el tribunal examinador con la máxima nota, summa cum laude. La colección en cinco volúmenes es una versión ampliada de dicho trabajo, mediante la cual se ha querido facilitar al gran público la comprensión de ese hombre que atravesó el siglo XX de punta a punta y que marcó de forma indeleble los siglos venideros. “¡Yo lo vi!”, bien puede exclamar el autor. En resumen, los casi cuarenta años de convivencia con el Dr. Plinio, en una atmósfera de unión de almas y comunicación de espíritu, hacen de él un testigo, y el más autorizado, para pronunciarse sobre la vida, la actuación, las virtudes y el pensamiento de su maestro. Pero a propósito de un varón que llegó a afirmar de sí mismo que “ya no soy yo quien vivo, sino que es la Iglesia Católica la que vive en mí”,4 nada mejor que recurrir a la sapiencial enseñanza de esa Iglesia, que amó hasta la última fibra de su ser, para explicarlo con mayor profundidad. Un libro vivo Cuando el autor inició sus estudios teológicos con los maestros de Salamanca, todos ellos hijos de Santo Domingo, tuvo desde el principio de Arrio se centraba en que al rechazar el admitir la divinidad del Hijo se desmoronaba el misterio de la Redención, pues si Jesucristo no era Dios su sangre derramada en la cruz no podría haber quitado el pecado del mundo. Gracias a Osio, obispo de Córdoba, y a San Alejandro, Patriarca de Alejandría, fue convocado el concilio, al que asistieron trescientos obispos, los legados del Papa San Silvestre y San Atanasio, por entonces arcediano de Alejandría y verdadero motor de la lucha contra el arrianismo. El triun- 6 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 un movimiento de alma de intensa admiración por el modo de exponer la teología, tan característico del carisma dominico. Las verdades más sublimes, los problemas más complicados, las cuestiones morales más difíciles, todo era presentado con una rutilante claridad, de forma viva y accesible. Entre las variadas y atrayentes cuestiones, le llamó especialmente la atención un punto: la acción del Espíritu Santo en las almas y su papel en la santificación. El autor ya se había dedicado al tema de la gracia, esa misteriosa, pero cuán real, participación en la vida divina. Sin embargo, no conocía a fondo la posibilidad de que el hombre fuera asumido, iluminado y guiado por Dios hasta el punto de actuar como Él mismo, bajo su inspiración directa, por medio de los siete dones del Espíritu Santo. De éstos los maestros dominicos, fieles a las enseñanzas de Santo Tomás, indicaban como el más elevado el de la sabiduría, al poseer una función arquitectónica con relación a los demás, siendo considerado, en consecuencia, el pináculo del organismo espiritual infundido en el alma con el Bautismo, formado por virtudes y dones.5 Aparte de esto, en el transcurso de esos estudios, comprendió con toda nitidez que lo que la mística enseñaba sobre el papel de los dones del Espíritu fo de la ortodoxia en el concilio fue sellado, por una parte, con la elaboración de un Credo o Símbolo en el que se proclamaba al Hijo consustancial al Padre y, por otra, con el destierro inmediato de Arrio y sus seguidores. 2 Por Revolución el Dr. Plinio entendía el movimiento que desde hace cinco siglos viene demoliendo a la cristiandad y cuyos momentos de apogeo fueron las grandes cuatro crisis del Occidente cristiano: el protestantismo, la Revolución france- sa, el comunismo y la rebelión anarquista de la Sorbona en 1968. Sus agentes impulsores son el orgullo y la sensualidad. De la exacerbación de esas dos pasiones resulta la tendencia a abolir toda legítima desigualdad y todo freno moral. A su vez, denominaba a la reacción contraria a ese movimiento de subversión como Contra-Revolución. Estas tesis están expuestas en su ensayo Revolución y Contra-Revolución (cf. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Revolução e Contra-Revolução. Reproducción El objetivo de la obra, compuesta de cinco volúmenes, es el de ofrecer una descripción minuciosa de las mociones del Espíritu Santo en el alma del Dr. Plinio a través de los ojos de Mons. João Scognamiglio Clá Días, EP, observador atento y sistemático de todas sus acciones Santo en la santificación del alma se aplicaba completamente a lo que había tenido ocasión de comprobar, día a día, en el Dr. Plinio. A partir de ese instante la teología dejaba de estar restringida al campo de lo teórico para hacerse viva y personificada en un varón virtuoso. Y su verdadero libro de teología pasó a ser el Dr. Plinio. La sabiduría viva en el siglo XX El propósito de la obra es el de ofrecer una descripción minuciosa de las mociones del Espíritu Santo en el alma del Dr. Plinio, principalmente mediante el don de sabiduría, a través de los ojos del autor, observador atento y sistemático de todas sus acciones durante los largos años que pasó a su lado. 5.ª ed. São Paulo: Retornarei, 2002), publicado por primera vez en la revista mensual de cultura Catolicismo en abril de 1959. 3 Para el Dr. Plinio, el Reino de María es la era histórica prevista por San Luis María Grignion de Montfort en su obra Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen, y más tarde por Ella misma en sus apariciones a los pastorcitos de Fátima: “¡Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará!”. La esperanza de ese reino era para el Dr. Plinio una certeza y El autor se acuerda con profunda emoción del día 15 de marzo de 2005 cuando se encontraba en la Basílica de San Pedro, en el altar de la Cátedra con seis candelabros encendidos, profesando en latín su fe. Con una mano sobre la Sagrada Escritura, se vio obligado a contener las lágrimas, especialmente mientras proclamaba en voz alta: “En el ejercicio del ministerio que me ha sido confiado en nombre de la Iglesia, conservaré íntegro el depósito de la fe y lo transmitiré y explicaré fielmente”.6 Ese momento jamás será olvidado y constituirá para él un punto de referencia por toda la eternidad. Pues bien, mientras su pluma se desliza sobre el papel para redactar estas líneas, nuevamente la mano iz- constituyó uno de los principales objetivos de su apostolado y de toda su existencia. 4 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 7/6/1978. 5 “Si comparamos ahora el don de sabiduría con los demás dones, veremos que desempeña respecto a ellos una función arquitectónica, en constante sinergia con ellos y con todas las virtudes. El don de sabiduría contempla y dirige todo el movimiento de nuestra vida espiritual en el reverberar del misterio quierda del autor se halla sobre las Escrituras y le brota del fondo de su alma esa declaración, con el mismo espíritu, seriedad y conciencia que el anterior juramento. Desde esa perspectiva, dice el autor: Confieso que conviví, a lo largo de cuarenta años y muy de cerca, con Plinio Corrêa de Oliveira; todas las transcripciones de sus palabras corresponden a la realidad de sus expresiones durante ese período, ya que poseo el archivo de sus conferencias, charlas y conversaciones, además de sus escritos. Le pido a la Santísima Trinidad, por intercesión de la Virgen María, Madre del Buen Consejo de Genazzano, que acepte la obra para beneficio de las almas y gloria de la Santa Iglesia. ² de Dios” (PHILIPON, OP, Marie-Michel. Les dons du Saint-Esprit. París: Desclée de Brouwer, 1964, p. 229); “El don encargado de llevar a su última perfección la virtud de la caridad es el de sabiduría. Siendo la caridad la más perfecta y excelente de todas las virtudes, ya se comprende que el don de sabiduría será, a su vez, el más perfecto y excelente de todos los dones. [...] Los demás dones perciben, juzgan o actúan sobre cosas distintas de Dios. El don de sabiduría, en cambio, recae primaria y princi- palísimamente sobre el mismo Dios, del que nos da un conocimiento sabroso y experimental, que llena al alma de indecible suavidad y dulzura” (ROYO MARÍN, OP, Antonio. El gran desconocido. El Espíritu Santo y sus dones. 2.ª ed. Madrid: BAC, 2004, pp. 190-191). 6 CONGREGACIÓN PARA LA DOCTRINA DE LA FE. Professio fidei et Iusiurandum fidelitatis in suscipiendo officio nomine Ecclesiae exercendo. AAS 81 (1989), 104-106. Julio 2016 · Heraldos del Evangelio 7 El primer encuentro Al ver su figura revestida de hábito y al contemplar su fisonomía, el autor se acordó de las visiones preparatorias que tuvo: ¡Era la realización de lo que la Virgen le había prometido! E l autor tuvo la dicha de conocer al Dr. Plinio el primer día de la novena de Nuestra Señora del Carmen, en el año de 1956. No obstante, ciertos antecedentes habían preparado tal acontecimiento. Por aquellos años el autor, aún adolescente, vivía una auténtica tragedia interior al percibir la degradación de la sociedad. Por diferentes circunstancias, desde niño se sentía abandonado en una tierra de bandidos, donde necesitaba estar en continua alerta, porque le podría sobrevenir cualquier desgracia. Pensaba que el mundo estaba completamente carente de justicia, no había ley ni castigo suficientes para poner fin a tantos horrores como se cometían. Además, deseaba enormemente encontrar a una persona buena y desinteresada. No era posible que el universo se sustentara sin alguien así. Estaba absolutamente seguro, por una acción de la gracia, de que tendría que existir un hombre que fuera perfecto, justo, grandioso, capaz de cambiar la faz de la tierra, en torno al cual hubiera un grupo de personas. Una figura llena de majestad y fuerza Esas impresiones venían reforzadas por determinados fenómenos sobrenaturales. Cuando el autor 8 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 se acostaba por la noche no conseguía conciliar el sueño a causa de esa perplejidad. Entonces retiraba el cobertor y se arrodillaba a los pies de la cama, pues no tenía costumbre de hacerlo en el suelo. Se agarraba las manos y rezaba avemarías durante un largo período, contándolas con los dedos, y pedía encontrar a ese hombre bueno, que era su “tierra prometida”. En varias ocasiones, mientras estaba haciendo esto, el autor veía la silueta de una persona corpulenta, revestida con un hábito y una capa ocre claro, con mucha majestad y fuerza, pero en la que no distinguía sus rasgos fisonómicos; ese varón se le representaba como el hombre al que esperaba. Su emoción era tanta que las lágrimas le corrían por sus mejillas. Durante dos años esta visión se repetía casi todas las noches... Cambio de todos sus hábitos Debido a un cambio de colegio y otras razones familiares, el autor perdió de vista a todos sus amigos. Al verse aislado, se resolvió a fundar una sociedad para sacar de la corrupción y del vicio a los jóvenes, y ponerlos en el camino recto. Se inscribió en el Colegio Estatal Presidente Roosevelt y fue alumno de un discípulo del Dr. Plinio que impartía Historia en ese centro de enseñanza. Un día dicho pro- El Dr. Plinio con el hábito de la Orden Tercera del Carmen en la época en que Mons. João lo conoció fesor preguntó si había alguien que dudaba de la existencia del infierno y seis alumnos levantaron la mano; les dijo que después de la clase lo buscaran para que oyeran la demostración. El autor, con ganas de conocerla, los acompañó. Les expuso la prueba clásica de que el castigo es proporcional a la ofensa y ésta proporcional al ofendido. Si el ofendido es infinito, el castigo también tendría que ser infinito. El autor exultaba con la respuesta y enseguida pensó llamar al profesor para que formara parte de su futura asociación... Pero fue éste el que le invitó a su casa para conversar. El día señalado, en lugar de tratar sobre la sociedad, el profesor dio una charla acerca del protestantismo y las monstruosidades de Lutero, basada en el libro A Igreja, a Reforma e a Civilização, del P. Leonel Franca, SJ. El autor salió impresionado con la exposición y concluyó que la Iglesia Católica era la solución para todos los problemas, deseando ponerla así en el centro de su vida. Recibió una gracia fulgurante con relación a la Esposa Mística de Cristo, y en trega que haría después con relación al Dr. Plinio ya se hallaba en germen en esa primera mirada. Tras el acto, el autor salió de la iglesia a la par que los demás fieles, a fin de esperar al profesor. El Dr. Plinio se arregló deprisa y bajó las escaleras exteriores del convento anexo a la basílica, mientras el autor lo seguía con la mirada, diciendo para sí mismo: “Ah, allí va”. Al contrario de lo que esperaba, el Dr. Plinio se dirigió hacia donde él se hallaba y pensó que pasaría de largo sin decirle nada, pues estaba seguro de que no le conocía; cuando en“¡Este es el hombre!” tonces, para su sorpresa, le saludó: —¿Tú eres João? El 7 de julio de 1956 el autor —Sí, soy yo mismo. acompañó al profesor a la basílica —Yo soy Plinio Corrêa de Oliveira. del Carmen y, como éste tenía una La conversación discurrió sofunción en la ceremonia, se quedó bre diferentes temas y, una solo, sentado en uno de los vez concluida, el Dr. Plinio se bancos de atrás. De repente, despidió con un sonoro “¡Salsuenan la campanita de la save María!”. Entre tanto se iba cristía y la campana de la igledistanciando, el autor lo consia: eran las ocho de la tarde. templaba encantado. El coro de los religiosos canDespués de ese inolvidata el himno Flos Carmeli, en ble encuentro, el autor entró una composición acompañaa formar parte del grupo del da por instrumentos que llena Dr. Plinio y se realizó, de heel templo de armonías. Todos cho, aquello a lo que aspirase levantan, y el autor, tomaba. Fue, por tanto, un día fedo por la gracia, exclama conlicísimo, a partir del cual se sigo: “¡Estoy en el Cielo!”. estableció una relación mísEntonces se acerca un cortica, superior a la propia contejo compuesto por dos covivencia, por la cual el autor lumnas, que entra desde el se entregó por completo, confondo de la iglesia; eran doce vencido de haber encontrado personas revestidas del hábito al hombre que estaba buscandel Carmen y de la capa. Ese do. Fue el mayor “flash” de su puñado de hombres extasiavida, un “flash” permanente y ron al autor, que pensó: “Aquí vivo hasta el momento en que está el conjunto que buscaba”. escribe estas líneas. Todas las Pero su arrebato llegó al augracias posteriores en el sentige cuando vio, a continuación do de comprenderlo en cuande la sexta pareja, a uno que to profeta, varón de la diestra venía solo, en el centro, cude María Santísima y hombriendo el espacio de las dos fiEl Dr. Plinio bajó las escaleras exteriores del bre providencial sólo fueron las. Enseguida le llamó la atenconvento anexo a la basílica, mientras el autor el desarrollo de esa riquísima ción un detalle a primera vista: lo seguía con la mirada semilla inicial, puesta por la mientras que los demás llevaFachada de la basílica del Carmen, São Paulo Providencia en su alma. ² ban la capa cerrada y casi no se les veía el escapulario, en aquel varón corpulento su capa iba abierta del todo, mostrando el pecho fuerte de un hombre con autoridad. ¡Era el Dr. Plinio! Al ver su figura revestida de hábito y al contemplar su fisonomía, el autor se acordó de las visiones preparatorias que tuvo: ¡Era la realización de lo que la Virgen le había prometido! Recibió, finalmente, una gracia mística extraordinaria, que en el lenguaje interno del grupo de los discípulos del Dr. Plinio sería llamada de “flash”, y en su alma sólo hubo una exclamación: “¡Este es el hombre bueno que estaba buscando! ¡A él quería conocer, a él estoy llamado a seguir y a darme en feudo!”. El autor puede poner la mano sobre los Evangelios y afirmar que toda la en- João Paulo Rodrigues ella pensó durante toda la noche. Al día siguiente buscó a un sacerdote, se confesó, asistió a Misa y comulgó, costumbre que mantuvo diariamente desde aquella fecha hasta hoy. Aprendió, a su vez, el Rosario y empezó a rezarlo ese mismo día. En fin, ¡cambió todos sus hábitos! Dos meses después el profesor le invitó a que asistiera a la novena de Nuestra Señora del Carmen, en la cual participarían él y algunos amigos suyos. Es allí donde tendría lugar el primer encuentro con el Dr. Plinio. Julio 2016 · Heraldos del Evangelio 9 Parte I – Inocencia, el inicio de la sabiduría El florecimiento de la vida mística en un niño inocente Oyendo las narraciones de su madre, Plinio construyó para sí una noción del alma del Señor. Y enseguida fue llevado a descubrir en la Iglesia el desdoblamiento de todas las maravillas contenidas en el Sagrado Corazón de Jesús. ¿Qué le llevaba al Dr. Plinio a recordar todos los movimientos de la gracia en su interior? E l reto de describir por completo y en todos sus riquísimos pormenores la figura luminosa del Dr. Plinio no es una tarea sencilla, como él mismo le confesó al autor. “Me acuerdo de todos los movimientos de la gracia en mi alma” Era la tarde de un sábado de diciembre de 1967. El Dr. Plinio se encontraba descansando en el sofá del despacho de su residencia, pues había sido sometido a una operación en un pie al verse afectado de una grave crisis de diabetes. Todos sus amigos y allegados ya se habían marchado, excepto dos que aún permanecían en la habitación contigua: el médico que lo asistía los fines de semana y el autor, que hacía las veces de secretario para atenderlo en cualquier necesidad que se presentara. Ambos conversaban largo y tendido a propósito de las cosas que le habían pasado al Dr. Plinio los últimos días. De repente, suena la campanilla: el Dr. Plinio les estaba llamando. Cuando entraron, fijó sobre ellos su mirada llena de discernimiento de los espíritus y, al percibir por el impondera- 10 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 ble que la conversación estaba siendo muy bendecida, les hizo una pregunta, incluso antes de pedirles lo que estaba necesitando: —¿De qué estaban hablando ahí afuera? Como la oportunidad se presentaba muy apropiada le dijeron: —Sobre un asunto bastante precioso, como son los acontecimientos de la semana con usted, y estábamos deseando proponerle lo siguiente: ya que, según el pronóstico de los médicos, su convalecencia se va a prolongar unos dos o tres meses, ¿no querría usted aprovechar los períodos libres para dictar su historia? Estamos aquí a su disposición y podríamos turnarnos: una vez toma nota uno, después el otro... Sonrió respondiendo: —¡Oh, no se hagan ilusiones! Eso sería interminable, porque me acuerdo de los mínimos movimientos de la acción de la gracia en mi alma desde los primeros destellos del uso de razón. Y, por tanto, si tuviera que escribirlo todo, daría para llenar más de cien volúmenes. ¿Qué le llevaba a recordar todos los movimientos de la gracia en su interior desde que to- En este sentido, su propio testimonio es de un interés muy alto, ya que muestra la intensidad y la fuerza con la que Dios actuaba en su corazón. Inocencia rutilante El Dr. Plinio en los brazos de su madre, Dña. Lucilia mó conciencia de sí? Era un varón de fidelidad privilegiada, que vivía constantemente vuelto hacia Dios y cultivaba las gracias recibidas con un empeño y un ahínco incomparables. Por este motivo, el autor desea destacar en su obra los aspectos más profundos y admirables de la persona de Plinio Corrêa de Oliveira a la luz de la vida divina que inhabitaba su alma y la hacía refulgente y grandiosa. El despuntar de una vida impregnada de mística La experiencia mística floreció en Plinio poco después de su nacimiento. A partir del despuntar del uso de razón, incluso antes de los seis meses de edad, ya estaba encendido en él el espíritu de admiración, de embeleso y de veneración, siempre receptivo a todas las bellezas puestas por Dios en el orden de la naturaleza y de la gracia. Desde su más tierna infancia, brillaba en él la candidez de la inocencia y un sorprendente don de discernimiento de los espíritus, por el cual analizaba, lleno de penetración sobrenatural, la realidad que lo rodeaba. Los que ven la primera fotografía de Plinio, en los brazos de su madre, Dña. Lucilia, enseguida notan, además de la inocencia propia del bebé, la mirada analítica, lúcida y contemplativa de un niño que ya tiene desconfianzas y percepciones. “Hasta donde yo puedo acordarme, de pequeño era muy analítico, es decir, asumir las cosas y pensar sobre ellas: ‘Son buenas, son malas según la moral, ¿pero son ontológicamente apetecibles o no?’. Una aptitud para el análisis muy viva. Por ejemplo, en la fotografía en los brazos de mi madre, [...] me parece ver ya en aquel niño una propensión así: no permitir que las cosas se presenten hacinadas y promiscuas, mal diferenciadas. Una enorme tendencia para distinguir, para después saborear o rechazar, analizar o aprobar”.1 Más tarde, en el segundo retrato de Plinio, a los dos años de edad, lo encontramos sentado en una pequeña silla y, no obstante, está como si fuera un señor o un emperador en un tronito, con grandeza, ¡gobernando ya! Ese dominio y ese modo de ser digno fluían del elevado pensamiento que poseía. “En una fotografía mía ya más mayorcito, sentado en una miniatura de silla de persona importante, percibo que ya el análisis dio unos pasos, y algunas cosas ya están juzgadas... Estoy aprendiendo a desconfiar vivamente, conforme el caso, aunque también sabiendo confiar. Me parece que hasta en esa edad existe buena rectitud: es un niño que está pensando poco o nada en sí mismo, más bien se preocupa por saber cómo son las cosas. Ese espíritu de análisis establece, pues, el desprendimiento de sí mismo”.2 Desde su más tierna infancia, brillaba en él la candidez de la inocencia y un sorprendente don de discernimiento de los espíritus Visión paradisíaca del orden del universo Conviene señalar la predestinación de ese hombre: desde niño la Providencia fue preparando y beneficiando su propia naturaleza humana; puso en él un equilibrio entre sentidos, vitalidad y primer impulso del alma con la finalidad de llevarlo al cumplimiento perfecto de su misión, que era la de tener una visión completa, perfecta, acabada e íntegra del orden del universo, y amar ese orden como reflejo de la grandeza de Dios. En realidad, esos primeros principios puestos en el alma de todo niño le fueron dados a Plinio de forJulio 2016 · Heraldos del Evangelio 11 Ese dominio y ese modo de ser digno fluían del elevado pensamiento que poseía el universo tanto en lo que respecta al ma rica, sólida y excelente, llevándomundo sobrenatural como al nalo a tener con relación a todo una tural. comprensión algo así como paradisíaca. Un alma de brillo Consideremos aún uno áureo-plateado de sus recuerdos, en el que se hace patente cóPero ¿qué sentía al mo Plinio tenía una noanalizar su propia alma ción implícita, infunsiendo un niño? Todida por la gracia, de memos un relato que la existencia de un constituye una veruniverso muy supedadera confesión rior al que vemos, sobre su discerniel cual no es más miento aplicado a que un reflejo de sí mismo, y que aquel. es suficiente para Dirigiendo mostrar cómo era su mirada hacia un hombre proviciertos ambiendencial y místico, tes percibía que sofavorecido por dobre éstos dominaba nes especialísimos: una acción sobrenatu“En virtud de mi inoral, que venía del mundo cencia tenía un estado de de los ángeles: “Tenía una espíritu por el cual a veces Plinio a los 2 años de edad índole de espíritu por la consideraba mi propia alcual las cosas sublimes me ma y percibía en ella una atraían mucho al alma. Mirándolas, analizándoespecie de brillo áureo-plateado que hacía que calas y admirándolas, queriéndolas muy bien, iba si sintiera el aroma de mí mismo y de todo lo que insensiblemente conformando mi alma a aquel tenía de resplandeciente, de brillante, de recto y mundo ideal. Este modo de actuar interior se de puro. A esto le seguía la idea de que esas cosas aplicaba a todo lo que me parecía ser de una bonque admiraba y me deleitaba poseer, existían en dad, una justicia, una fuerza y una excelencia exotro lugar de un modo mucho más intenso, como traordinarias. Todo lo que estaba en esta categoen su potencia mater. Era como si existiera un arría de seres, ya fueran materiales, ya espirituales, chi-alter ego mío atrayentísimo, aunque inmensa e como los ángeles, que yo pudiera imaginar, todo infinitamente distante, pero entrañado dentro de me parecía que constituía un mundo que sobremí y que jugueteaba con mi alma como un homvolaba por encima del nuestro, un mundo hacia bre podría juguetear con una piedra preciosa. Teel cual debería volverme con toda mi fuerza, para nía la impresión de que ese alter ego se complacía modelarme por esas sublimidades”.3 en intensificar ora tal actitud, ora tal otra en mi alma y contemplarla”.5 ¿Cómo era ese conocimiento del pequeño Plinio? ¿En qué consistía su contemplación? Tan alComo afirmará luego, ese alter ego, más ta visión tiene su causa en el “gran desconocido”, que ser él mismo, e infinitamente superior, era el Espíritu Santo, que actúa mediante sus dones: Dios. Por así decirlo, Él trabajaba y enriquecía “El don de sabiduría —sustenta el P. Philipon en su alma a fin de volverla aún más parecida conuna de sus brillantes definiciones— es la mirada sigo y, de ese modo, poder entrar en diálogo y suprema de Dios comunicada por la gracia a una complacerse en la relación con alguien semesimple criatura. Su papel contemplativo y apostójante a Él. Algo similar a la convivencia de Dios lico se extiende a toda la actividad del cristiano. A con Adán cuando paseaba al atardecer en el palos ojos del alma, esclarecida por el don de sabiraíso (cf. Gn 3, 8).6 4 duría, todo se hace luminoso”. Así pues, el punto de partida de la vida espiritual de Plinio, en su infancia, correspondía al Se diría que ésta es una sintética descripción auge alcanzado por otros al término de su camide cómo el Dr. Plinio, desde su infancia, veía 12 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 no. ¿Por qué? Porque, aunque todavía no lo estuviera explícito por ser muy pequeño, el gran papel que desempeñaría y también la trayectoria de casi 87 años que tendría que aguantar, exigían de él, desde el comienzo, algo colosal. Contemplando la inocencia de su madre Como hemos visto, en el Dr. Plinio ya estaba presente, en su más tierna edad, un don que conservó hasta el último instante de su existencia: el discernimiento de los espíritus. El autor recuerda que una vez le preguntó cuándo había florecido en su alma ese discernimiento de los espíritus, y con toda naturalidad y modestia le respondió: —No me acuerdo del momento en el que me diera cuenta que poseía ese don; cuando desperté para el uso de razón, ya raciocinaba con el auxilio del discernimiento de los espíritus. —¿Y usted en quién aplicó por primera vez ese discernimiento? —La primera persona de la que guardo conciencia de haber analizado fue mi madre. Recuerdo que al mirarla veía su alma y pensaba: “¡Qué buena es! ¡Qué bondad, qué equilibrio, qué bienquerencia! ¡Cómo me quiere profundamente, con entero desapego!”. De esta afirmación concluimos que, por una gracia inmensa, al fijar sus ojos en ella, vio más su espíritu que su propia fisonomía. Y en otra ocasión declararía: “Las primeras gracias que recuerdo haber recibido fueron de una gran sensibilidad con relación a mi madre. Ella me impresionaba mucho más por lo que yo percibía de su alma que por sus palabras. Su presencia ejercía en mí un efecto profundo. Incluso estando lejos de mi madre, sabía lo que quería o no quería, y me desagradaba contrariar su voluntad”.7 Dña. Lucilia fue el parámetro, los rieles, la “Tabla de la Ley” que lo sustentó en la vida espiritual: desde muy chico entendió, sin conocer aún la palabra santidad, que debía caminar rumbo hacia ésta, teniendo por modelo a su madre. Asegura el Dr. Plinio: “Me pasé toda la vida analizándola, sorbiéndola y, tanto como posible, haciéndome semejante a ella. Lo mucho que ella fue nutrimento para mi inocencia primigenia, no sé ni cómo decirlo, pero intento así expresar mi respeto sin nombre, mi veneración y mi agradecimiento”.8 Testimonio de esto fue el elogio que le brindó nada más exhaló su último suspiro: “Estudié su hermosa alma con una atención continua y por eso mismo me gustaba. Hasta tal punto que si ella no fuera mi madre, sino la madre de otro, me gustaría de la misma manera, y buscaría algún pretexto para irme a vivir con ella. Mi madre me enseñó a amar a Nuestro Señor Jesucristo, me enseñó a amar a la Santa Iglesia Católica”.9 El punto de partida de la vida espiritual de Plinio correspondía al auge alcanzado por otros al término de su camino. ¿Por qué? El pequeño Plinio desde los 4 años de edad hasta su Primera Comunión, con 10 años Julio 2016 · Heraldos del Evangelio 13 Plinio no tardó en hacer una correlación entre lo que había visto por el discernimiento de los espíritus en el alma de Dña. Lucilia y todo lo que místicamente sentía de divino en la Iglesia Fotografía de Dña. Lucilia sacada en 1912, en París Podemos concluir que Dios, en su infinita sabiduría, preparó con antelación el florecimiento de la tan elevada vocación del Dr. Plinio, dándole a Dña. Lucilia por madre. Pero el discernimiento del Dr. Plinio, siempre en busca de las más altas causas, estaba preparado para descubrir la fuente de donde dimanaba la virtud, la suavidad y la pureza de su madre. Encuentro místico con Jesucristo y su Iglesia En efecto, Plinio no tardó en hacer una correlación entre lo que había visto por el discernimiento de los espíritus en el alma de Dña. Lucilia y todo lo que místicamente sentía de divino en la Iglesia, a medida que la fue conociendo. Inundado de entrañable, fuerte y plenísimo amor, en determinado momento concluyó: “¡Mi madre es fruto de la Iglesia!”. Para que entendamos mejor esa percepción mística es indispensable evocar algunos de sus recuerdos más remotos sobre la atmósfera de sacralidad y elevación que él notaba en el santuario del Sagrado Corazón de Jesús, en São Paulo, el cual frecuentaba desde pequeño. Con su don de reversibilidad, uno de los desdoblamientos de 14 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 la sabiduría en su alma, aquel niño puro, sereno y reflexivo, iba descubriendo maravillado la relación entre la Iglesia y su propia madre: “A lo largo de varios domingos, iba haciendo la conexión entre la iglesia y el órgano, y después con mi madre que estaba a mi lado. Veía a mi madre rezando, tenía la proximidad física con ella y decía: ‘Ella y la Iglesia tienen tal o cual reversibilidad: el edificio material, las actitudes del sacerdote en el altar, sus ornamentos... ¡Yo diría que todo eso está también en el alma de mi madre!’ ”.10 Sin embargo, las inspiraciones de la gracia llevarían esa percepción todavía más lejos. Su experiencia sobrenatural, a la manera de un contacto directo con la Santa Iglesia Católica Apostólica Romana, le tocó de tal modo su sensibilidad que el pequeño Plinio llegaba a considerarla como una persona. Una figura mística que creó para explicarles a los demás lo que pasaba en el fondo de su corazón: “Lo que voy a decir es naturalmente el Espíritu Santo, pero cuando se es pequeño no se diferencia bien: tenía la idea de que la Iglesia era una institución viva, con un espíritu propio, [...] andando y reaccionando como si fuera una persona a lo largo de la Historia, con todas las misericordias de una madre, las paciencias de una madre, las dignidades de una madre, el savoir faire de una madre, los recursos de una madre; ¡es una Iglesia Madre! [...]. La madre más acogedora, más íntima, más bondadosa, más ‘perdonante’ que se pueda imaginar; pero también la reina más digna de alabanza que se pueda imaginar, y la guerrera virginal, a la Santa Juana de Arco, capaz de todas las victorias, sin perder la delicadeza femenina, con efectiva fuerza, aventajando a todos los mariscales, inspiradora de todos los héroes”.11 Así, concibió una idea sublime y altísima de la Iglesia, como pináculo y modelo de toda la Creación: “En la iglesia del Sagrado Corazón de Jesús había algo arquetípico más o menos disperso en el aire, de lo cual estoy seguro de que era una gracia. Es decir, todo lo que yo veía allí era arquetipo y ‘arquetipizado’ ”.12 De hecho, Dios le concedió copiosas gracias a Plinio a fin de favorecer en él el sentido de las “arquetipias”, muy vinculado a su extraordinaria vocación, mediante el cual su espíritu propendía, continuamente, a la operación psicológica de ver, más allá de la realidad sensible, las imágenes más perfectas de todas las cosas. Y no podía dejar de descubrir en la cima de la Iglesia al Arquetipo de todos los arquetipos. En efecto, la gracia de los sacramentos, el heroísmo de los mártires y de los santos, la rectitud de la doctrina, el fulgor de la liturgia, y todos los demás esplendores del Cuerpo Místico, están concentrados en su divina cabeza. De ella desbordan sus miembros, adornando a la Iglesia de luz, vida y grandeza. Discerniendo la mentalidad del Sagrado Corazón de Jesús Dándose cuenta de la infinita superioridad del Corazón de Jesús, al analizar una sencilla imagen suya conservada en el dormitorio de Dña. Lucilia, Plinio pudo contemplar la fuente de la cual brotaba la institución nacida del costado traspasado del divino Crucificado. Era, de hecho, una imagen muy bonita, piadosa y tocante, ante la cual Plinio recibió su primer impulso para la oración, por diligencia de Dña. Lucilia. Las madres, en general, hacen que sus hijos reconozcan a sus padres, y es normal que de los labios de un niño que está desarrollándose surjan las palabras papá o mamá antes que cualquier otra. Dña. Lucilia, en cambio, no actuó así: instruyó a sus dos hijos, Plinio y su hermana Rosée, a distinguir en primer lugar al Sagrado Corazón de Jesús. Al preguntarles “¿Dónde está Jesús?”, inmediatamente miraban a la imagen y la señalaban con el dedo. “En presencia de Nuestro Señor Jesucristo, ¿qué sentía mi alma, teniendo la información que de Él puede tener un niño? ¿Cuál era esa primera cognición, y cómo era ese primer acto de adoración?”.13 “Me acuerdo de mí mismo [...] diciendo: ‘Al final, ¿cómo es Él?’. [...] Y maravillado, creyendo que aquella imagen atendía a mis aspiraciones y correspondía a todo lo que yo consideraba como bueno y justo, y más aún: ¡trazaba horizontes y aspectos nuevos, con una elevación extraordinaria! No sólo lo que se refería a la cosa en sí misma, sino tratándome a mí paradigmáticamente como yo quería ser tratado. Es decir, la mirada de aquella imagen que se posaba en mí era la mirada por excelencia, de la cual me gustaría que todas las miradas participasen. Y Aquel era, con toda la realidad, mi Dios, Jesucristo, Hijo de María, que nació en Belén!”.14 Plinio a los 10 años de edad Acostumbrado a analizar a las almas y constituir una idea sobre las mentalidades, empezaba a imaginar cómo serían los actos practicados por la Persona que discernía con impresionante acuidad: “De modo instintivo examinaba su fisonomía, largamente, atentamente, meditadamente... cuanto podía caber en la cabeza de un niño. [...] E intentaba preguntarme si los episodios de su vida se ajustaban a aquello que yo imaginaba de su mentalidad, y percibía que no sólo estaban de acuerdo, sino que tomaban un realce extraordinario cuando eran practicados por ese Varón, con ese rostro y con esa actitud”.15 El autor es llevado a creer que muchos de los hechos de la vida de Jesús descritos por Dña. Lucilia a su hijo hasta tal punto entraban a fondo en su alma que, a partir de la narración de su madre, él llegó a construir para sí una noción de cómo debía ser el Señor. No era, sin embargo, una idea fruto de la pura ascesis, sino una visión con relación al Señor que es la más alta posible aquí en la tierra, porque provenía de la acción del Espíritu Santo a través de singulares gracias místicas. Julio 2016 · Heraldos Acostumbrado a analizar a las almas y constituir una idea sobre las mentalidades, empezaba a imaginar cómo serían los actos practicados por la Persona que discernía con impresionante acuidad del Evangelio 15 Amor a la Iglesia con tintes de adoración A la luz del don de reversibilidad Plinio iba descubriendo en la Iglesia el desdoblamiento de todas las maravillas contenidas en el Sagrado Corazón de Jesús: “Confusamente, percibía lo siguiente: una imagen es una cosa muy bonita, pero no tiene vida; yo quisiera conocerlo en estado vivo. [...] ¡Empecé entonces a darme cuenta de El choque con el mal que vivo Él lo estaba en la 16 Iglesia!”. Y se preguntaLa primera infancia de ba: “ ‘Si Él tuviera que haPlinio había sido un período de felicidad sin somcer a la Iglesia, ¿la habría bras. Llamado a una eshecho como ella es?’. Y pecial contemplación del llegaba a la conclusión de orden del universo, desque sí, ella era por comde el despertar de la rapleto lo que Él debía hazón se había vuelto hacia cer. De donde, pues, una la consideración de todo lo confirmación de la fe orique veía de bueno y de beginaria”.17 llo y, por la protección de A partir de entonces Dña. Lucilia, desarrolló la nació en él un amor siemImagen del Sagrado Corazón que virtud de la caridad en la pre creciente, de manera pertenecía a Dña. Lucilia práctica de constantes acque la Iglesia fue su pasión tos de admiración a lo sumás arraigada; amor purísimo, desapegado; pero amor de esclavitud que blime, percibido de forma particular en la Santa Iglesia y en el Sagrado Corazón de Jesús. Sin no le oprimía, sino que le traía libertad. “La Iglesia Católica es para mí más que mi embargo, se imaginaba que tal visión era partipadre, más que mi madre, más que mi vida, más cipada por todos aquellos con los que convivía, que todo lo que pueda tener; a la Iglesia Ca- y que tal situación se prolongaría durante toda tólica, la amo con un amor tal que tiene tintes su existencia. Así, habiendo alcanzado la edad de 10 años, de adoración. Porque es el Cuerpo Místico de aún no había sido sometido al fuego de la prueNuestro Señor Jesucristo”.18 El autor vio al Dr. Plinio conmovido hasta las ba. Le faltaba la noción completa de la existenlágrimas sólo por dos razones: en ciertos mo- cia del mal. Plinio estudiaba en casa desde muy pequeño, mentos, por el recuerdo de Dña. Lucilia, sobre todo después de su fallecimiento; y en otros, a recibiendo clases de la fräulein Matilde, institupropósito de la Santa Iglesia. De éstos los más triz alemana a quien Dña. Lucilia le había consobresalientes fueron, sin duda, los siguientes: fiado la misión de formar, bajo su orientación, a cuando, a finales de la década de 1950, se retiró sus hijos Rosée y Plinio. Esmero, firmeza y disa una pequeña habitación de su casa donde solía ciplina eran las notas distintivas de su método reunirse con sus seguidores, y lloró larga y copio- germánico de educación. Ahora bien, algunos de sus primos ya habían samente, previendo por el discernimiento de los espíritus las difíciles situaciones por las que la entrado en el Colegio San Luis, de los padres jeIglesia iba a pasar; en la Semana Santa de 1966, suitas,19 y le insistían para que también él se inshablando una vez más sobre los sufrimientos de cribiera. Plinio quería saber exactamente cómo 16 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 Mario Shinoda Al analizar una sencilla imagen de Jesús conservada en el dormitorio de Dña. Lucilia, Plinio pudo contemplar la fuente de la cual brotaba la Iglesia ella; y, finalmente, el 7 de junio de 1978, aniversario de su Bautismo, al oír una referencia a él como siendo hijo y fruto de la Santa Iglesia, “vir catholicus, et totus apostolicus, et ‘totissimus’ romanus” — varón católico, todo apostólico, plenamente romano. Este elogio arrebataba su corazón, porque era lo que más le podía causar honor, alegría y gloria. João Paulo Rodrigues Timothy Ring Timothy Ring Stephen Nami Sergio Miyazaki Aspectos del santuario del Sagrado Corazón de Jesús, que el Dr. Plinio frecuentaba en su infancia Julio 2016 · Heraldos del Evangelio 17 18 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 ciudad del demonio, donde todos eran gamberros, puercos, vulgares y sin fe”.23 Ante una Revolución universal Maria Cecilia França Monteiro da Silva (Acervo particular) A solas en el patio, mientras asistía al espectáculo de brutalidad y desorden protagonizado por la masa de alumnos en un estado de desasosiego, Plinio comprendió lo que jamás hubiera sospechado antes: “El mundo entero es como este colegio”. Sin utilizar todavía el término ni definir su significado, vio claramente la existencia de la Revolución, y acababa de tener su primer choque con ella. “Estaba, por tanto, ante un movimiento universal, organizado y cohesivo, con una mentalidad única, la cual se expresaba bajo varias formas y abarcaba todos los asuntos. Y ese movimiento avanzaba con tanta expansión, seguridad y fuerza, que se había vuelto irresistible [...]. Era el comienzo de la idea de la Revolución”.24 En cierto momento Plinio completó el cuadro: todo lo que veía de bueno en el universo tenía relación con el Sagrado Corazón de Jesús, Biblioteca del Colegio San Luis Mientras asistía al espectáculo de brutalidad y desorden protagonizado por la masa de alumnos en un estado de desasosiego, Plinio comprendió lo que jamás hubiera sospechado antes era el ambiente del colegio y entonces conversaba a menudo con su primo Procopio,20 un poco mayor que él, y le hacía preguntas sobre el centro. No obstante, ese niño tenía mucha labia y astucia, y era capaz de iludir a las personas y convencerlas. Le describió la realidad escolar como un jardín de delicias, todo hecho para agradar el espíritu maravilloso de su primo más joven. Allí existían cerezos que daban frutos durante todo el año, deliciosos y abundantes, al alcance de la mano... Engañado por tal mito, Plinio habló con sus padres y les pidió con insistencia que lo matricularan en el San Luis, a lo que Dña. Lucilia y el Dr. João Paulo accedieron. Pero el primer día de clase nada más salir de casa se llevó una sorpresa al comprobar que su primo no había pasado a recogerlo como se lo había prometido y tampoco lo estaba esperando en la puerta cuando llegó llevado por la fräulein. ¡Y cuál no fue su decepción al buscar los cerezos y no encontrarlos por ninguna parte! Al ver que Procopio se había burlado de él, Plinio tuvo el primer desengaño en su nueva vida, hecho detonador de otros muchos: “Entonces él se olvidó de mí completamente, sin darle la mínima importancia a mi desilusión... Permanecí aislado, [...] pensando en ese primo que yo lo hallaba tan bueno y correcto, a quien admiraba con verdadero entusiasmo y al cual quería como a un hermano: ‘Algo no estaba bien... ¿Cómo me miente de esa manera?’ ”.21 Con todo, el mayor susto de Plinio se lo llevaría en la hora del recreo. Habiendo salido de las clases en buen orden y disciplina, los alumnos formaron en el patio y, de repente, al oír el silbato de uno de los profesores jesuitas, todos se dispersaron a la desbandada en medio de un caótico estruendo. Era un tropel de niños que corrían como horda de bárbaros, daban patadas y se derribaban unos a otros, sudaban y rodaban por el polvo, en una tremenda agitación y griterío. Presenciar esa escena fue para él un verdadero trauma. “Aquellos gritos me parecieron lo sumo de lo que no debería ser. [...] Era una especie de orgía de gasto de vitalidad, de intemperancia y de falta de orden. Un gran frenesí absorbía y dominaba completamente a los alumnos, y los juegos se desarrollaban en medio de una tensión nerviosa y de una superexcitación”.22 “Aquello me parecía una especie de cuya única procedencia estaba en la adoración a Nuestro Señor Jesucristo, como lo declaró al narrar esa etapa de su vida: “Toda la lucha de la Contra-Revolución es una defensa de lo que podríamos llamar la mentalidad del Sagrado Corazón de Jesús, contra la Revolución”.27 Su misión personal y el sueño de una orden de caballería En esas circunstancias se le planteaba un problema, que lo formulaba para sí mismo con toda claridad: “Ante tal situación tengo dos alternativas: si sigo el camino de los demás y me hago semejante a ellos, haré carrera, tendré una vida tranquila, seré bien visto, elogiado y aceptado, e incluso recibiré algo de gloria en medio de ellos; pero si soy como he sido hasta ahora y llevo una conducta a la manera de mi madre, seré un hombre abandonado, perseguido, odiado y traicionado. El mundo entero se levantará contra mí para aplastarme, y seré el único que lo enfrentará. Sufriré el dolor del aislamiento, y la gloria únicamente vendrá más tarde”. Esa era la perspectiva que se le presentaba a un niño de 11 años, todo hecho de afecto y dulzura, digno hijo de Dña. Lucilia. Pues bien, después de haber visto el mal hasta sus raíces más profundas, supo arrancar de esa afectividad la intrepidez de un héroe: “Ocurra conmigo lo que ocurra, iré contra este mundo. Este mundo y yo somos irreconciliablemente enemigos. Estaré a favor de la pureza, de la Iglesia, de la jerarquía y de la compostura. Estos valores se confunden conmigo y con mi vida”.28 Sin dudarlo, reconocía: “Adquirí la noción de haber nacido para invertir ese juego de fuerzas”. 29 Con esta visión clarísima a propósito de su futuro y de la grandeza de su misión, nacía y se concretaba la vocación de Plinio como el varón providencial. En esa época es cuando despuntó en su alma un deseo, verdadero soplo del Espíritu Santo, que nunca moriría y seBiblioteca del Colegio San Luis Biblioteca del Colegio San Luis y el desorden existente en el mundo se levantaba contra Él. En un lado estaba Él, como polo del bien; en el otro se encontraba la mentalidad revolucionaria, polo del mal, en rebelión contra el Sagrado Corazón de Jesús y su Santa Iglesia, cuyo aspecto más sobresaliente era la impureza. Y afirmaba: “Toda aquella batalla que yo estaba presenciando tenía como centro a la religión. En resumen, casi todo lo que los niños malos hacían, estaba prohibido por la doctrina católica, y todo aquello de lo que se burlaban estaba mandado por ella”.25 Sí, a partir de ese encuentro suyo con el mal, el arrobamiento de su alma por el bien, por la verdad y por lo bello se había hecho manifiesto y definido como auténtico amor a la Iglesia. En contrapartida, empezaba a ver lo mucho que ésta era odiada y perseguida, y comenzaba a contemplar en ella, con encanto, otra característica hacia la cual sentía una gran propensión: la combatividad. “La Iglesia me parecía un huerto fortificado, lleno de maravillas en su interior, pero del lado de afuera todo estaba preparado, ajustado y dirigido para el combate”.26 De este modo surgía en su espíritu la idea de hechos heroicos emprendidos para el bien de la Santa Iglesia. Era el punto de origen de lo que más tarde él denominaría “Contra-Revolución”, A partir de ese encuentro suyo con el mal, el arrobamiento de su alma por el bien, por la verdad y por lo bello se había hecho manifiesto y definido como auténtico amor a la Iglesia En las fotos: Fachada del Colegio San Luis al final de la década de 1910; Plinio en la Congregación Mariana de su colegio, en 1921; recreo y un grupo de alumnos Julio 2016 · Heraldos del Evangelio 19 ría el sueño de su vida, enriquecido y perfeccionado con el paso de los años y de las décadas: un día fundaría una orden de caballería para combatir por la causa del bien. Se sentía llamado a llevar a su más alta y esplendorosa realización todos los valores que constituirían el ideal de la caballería del pasado, y tenía la idea de una obra que atravesara los siglos y los milenios, defendiendo a la Iglesia hasta el fin del mundo. Era el punto de origen de lo que más tarde él denominaría “ContraRevolución”, cuya única procedencia estaba en la adoración a Nuestro Señor Jesucristo Cierto día, Plinio participaba en una clase de gimnasia en el Colegio San Luis. Según él mismo describe, había allí bonitos bambúes, alineados y elegantes, plantados con regla y simetría, bajo los cuales el terreno estaba cubierto por arenas blanquísimas y muy puras. En aquella ocasión los rayos del sol brillaban con más fulgor por detrás del bosque de bambúes y atravesaban el follaje, arrojando algunos haces de luz que doraban partes del suelo. Al contemplar esa magnífica ordenación de la naturaleza, se quedó encantado y tuvo una extraordinaria sensación de disciplina, elevación y limpieza. Otro elemento aumentaría la belleza de la escena: “De vez en cuando, un sacerdote andaba por el colegio silencioso, de rosario en mano, otro pasaba junto a los bambúes, rezando su breviario, sosegado y tranquilo”.30 Todo aquello era digno y compuesto, contrario al desorden que reinaba cuando allí estaban los niños en medio del correteo y del caos. Entonces vio el contraste entre el orden de la naturaleza y de la Iglesia, tan de acuerdo con su madre, y por otro lado el mundo entero sumergido en el pecado. En ese instante sintió la voz de la gracia en su interior y se dijo para sí mismo, lleno de convicción: “La humanidad está perdida y camina hacia una hecatombe. Día vendrá en que la ordenación existente en la Creación ya no soportará los pecados de los hombres y se levantará para castigarlos. En determinado momento, la naturaleza se aliará a mí y hará que nos venguemos de esos pecados”. Esta fue la primera moción de la gracia con respecto a un futuro castigo universal y una intervención de la Providencia, que sacudiría la naturaleza, transformaría a la humanidad e implantaría el orden: “Entendí que ese desenlace no sería propiamente el fin de los tiempos, sino que iniciaría una era en la que los hombres recibirían las últimas enseñanzas antes de que 20 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 João Paulo Rodrigues Previsión de un castigo universal Imagen del santuario del Sagrado Corazón de Jesús ante la cual Plinio rezaba de niño la Historia terminase. Y reflexionaba: ‘Lo que ahora existe de bueno va a permanecer, pero esa época será mucho mejor que todo esto, porque constituirá la réplica de Dios contra el mal. ¡Y la Iglesia será la reina!’ ”.31 Era un destello del Reino de María que brillaba en su alma. Al narrar tales episodios el Dr. Plinio no dudaba en reconocer el aspecto sobrenatural de lo ocurrido aquel día: “Percibo con claridad que aquello fue ante todo fruto de la gracia, pues para que un niño de esa edad llegue a conclusiones tan profundas no bastaban los meros recursos de la naturaleza. Incluso soy propenso a aceptar que haya habido una acción de carácter místico”.32 Nace la devoción a la Santísima Virgen Reprensión y amenaza de Dña. Lucilia Biblioteca del Colegio Caraça Habiendo discernido el alma de Nuestro Señor Jesucristo al contemplar la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, Plinio tuvo una extraordinaria atracción hacia su Persona. ¿Poseía devoción a la Santísima Virgen? Sin duda, y el incentivo materno en este sentido jamás había faltado, pero existía al respecto algo que no comprendía muy bien, y surgía un interrogante en su espíritu: “Sentía una especie de reticencias, no sobre la Virgen, sino acerca de la devoción que le era tributada, y una vez u otra me preguntaba si no sería un tanto exagerada, porque podría alejar a las almas de la adoración al arquetipo humano que era Nuestro Señor Jesucristo”.33 Ahora bien, a Plinio le faltaba una experiencia mística de amor y bondad para comprenderla por completo en su papel de Mediadora ante el Señor, y tener su alma conquistada por Ella. Tal beneficio le estaba reservado para la hora exacta, a los 11 años de edad, en el momento de una terrible aflicción. En cierta ocasión Plinio recibió un 6 en la nota de comportamiento en Geografía. Siendo su conducta en clase irreprensible, esa calificación suponía una equivocación y una injusticia, y sabía cuál iba a ser la reacción de Dña. Lucilia al encontrarse con esa nota en el boletín. No lo dudó un instante: sin reflexionar sobre las consecuencias de su acto, decidió alterar la anotación para corregir el error escribiendo encima del 6 la nota que pensaba tenía derecho: un 10. Pero el resultado fue un lamentable borrón, y saltaba a la vista de quien era la autoría de la nueva calificación... Se le ocurrió otra idea: salió al patio del colegio con su boletín e intentó mojar la página en cuestión con la lluvia que caía abundantemente, a fin de borrar los signos de la modificación obrada, ¡el efecto fue peor aún! Era un boletín impresentable lo que entregó en las manos maternas cuando llegó a casa. A pesar de tan afectuosa y cariñosa, Dña. Lucilia primaba por el celo en el cumplimiento de los deberes por parte de sus hijos y, en su rectitud, le preguntó acerca de lo sucedido. Al escuchar las explicaciones de Plinio, incapaz de mentirle a su propia madre, exclamó: —¡Así que tengo un hijo falsificador! Afirmaba que había sido la recriminación más fuerte que recibió de Dña. Lucilia. Y ella añadió en tono amenazante: tu padre irá al colegio el lunes para verificar lo ocurrido. Esta escena se desarrolló un sábado por la tarde; si se comprobaba que había cometido en clase alguna acción reprensible, lo mandarían como alumno interno al Colegio Caraça, en el estado de Minas Gerais, durante un año. Tras retirarse de la presencia de Dña. Lucilia sin recibir el beso de costumbre, Plinio se vio en un mar de angustia, afligido hasta lo más hondo de su alma: temía mucho que fuera enviado a un lugar tan inhóspito, pero sobre todo lo hería la hipótesis de vivir lejos de su madre. Esa posibilidad era un verdadero tormento: “Me sentía expulsado de aquel paraíso de sabiduría y cariño que El Colegio Caraça en la década de 1920. Arriba, vista general era mi unión con ella”.34 del edificio; abajo, los alumnos internos Julio 2016 · Heraldos Tras retirarse de la presencia de Dña. Lucilia sin recibir el beso de costumbre, Plinio se vio en un mar de angustia, afligido hasta lo más hondo de su alma del Evangelio 21 Por otra parte, se encontraba esos días en reñido combate, asaltado por tremendas tentaciones contra la castidad, virtud que amaba tanto y que no deseaba perderla a ningún precio. Narraba: “Me sentía [en materia de pureza] pavorosamente débil y frágil. Aunque no tenía propiamente momentos de desánimo, me parecía que me faltaba energía para la lucha”. 35 “¡Sálvame, Reina!” “Me sentía pavorosamente débil y frágil. Aunque no tenía propiamente momentos de desánimo, me parecía que me faltaba energía para la lucha” El domingo por la mañana Plinio salió de casa muy temprano y se dirigió al santuario del Sagrado Corazón de Jesús para oír Misa. Al entrar en la iglesia, como no había sitio libre en los bancos de la nave central, permaneció al fondo en la parte derecha. Por coincidencia, desde allí se veía a distancia una imagen blanca de María Auxiliadora. En su aflicción, Plinio empezó a rezar una de las oraciones que se sabía de memoria: la Salve —Salve Rainha, en portugués. Ahora bien, para él el sentido de la plegaria, al no conocer el significado del saludo latino salve, era el de “¡Sálvame!”, “¡Sálvame, porque mi situación es terrible!”. Al pronunciar las palabras “Madre de misericordia”, se sintió mirado con inmensa maternidad y tuvo en su interior una impresión de apo- 1 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 9/5/1987. 2 Ídem, ibídem. 3 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 13/5/1994. 4 5 6 PHILIPON, OP, Marie-Michel. Les sacrements dans la vie chrétienne. Bruges: Desclée de Brouwer, 1956, p. 99. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 20/6/1980. Es muy ilustrativa la afirmación del P. Garrigou-Lagrange sobre el origen de esas experiencias sobrenaturales: “Ese conocimiento casi experimental de Dios presente en nosotros deriva de la fe iluminada por los dones del entendimiento y sabiduría, que son conexos con la caridad” (GARRIGOU-LAGRANGE, OP, Réginald. Les trois âges de la vie intérieure: prélude de ce- 22 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 yo y amparo, reconociendo inmediatamente quién era Aquella a la cual se dirigía: la Madre de las madres, misericordiosa en extremo, la tabla de salvación. En una intuición rápida, pensó: “Su bondad es muy superior a la de mi madre. Es la Madre de mi madre, el supra-sumo de lo que ella es, es la archi-Madre!”. En ese momento, la imagen de la Santísima Virgen parecía que le sonreía, llena de cariño. Tocado en el fondo del alma por una gracia mística, experimentó en sí el amor de María y lo dispuesta que estaba a perdonarlo, a reconducirlo al buen camino, a darle fuerzas y a hacer por él lo inimaginable. También recibió la confirmación de que perseveraría en la fidelidad y en la virtud, a pesar de su flaqueza, porque Ella lo mantendría. Plinio regresó con el corazón rebosante. El domingo transcurrió para él en plena paz y, al día siguiente, su padre constató la realidad de lo que había ocurrido con la nota de Geografía: se trataba de un error de transcripción, pues, de hecho, había merecido y obtenido un 10 en comportamiento. Todo volvió a la normalidad. Sin embargo, él mismo afirmaba que esa solución había sido la más pequeña de las ventajas obtenidas en aquella circunstancia. lle du ciel. París: Du Cerf, 1955, t. I, pp. 137-138). CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Notas Autobiográficas. São Paulo: Retornarei, 2008, v. I, p. 65. 7 8 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 20/4/1977. 9 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Crepúsculo suave de uma nobre vida. In: Dr. Plinio. São Paulo. Año II. N.º 13 (Abril, 1999); p. 20. 10 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 11/10/1980. 11 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 4/6/1982. 12 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 5/10/1985. 13 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 12/4/1989. 14 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 18/3/1988. 15 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 9/6/1984. 16 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 18/3/1988. 17 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 9/6/1984. 18 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 29/10/1961. 19 Abierto en São Paulo en el año 1918 y localizado en la avenida Paulista. 20 Procopio Ribeiro dos Santos, apodado Pinho, hijo del Dr. Gabriel, hermano de Dña. Lucilia. 21 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Notas Autobiográficas. São Paulo: Retornarei, 2010, v. II, p. 34. 22 Ídem, p. 30. 23 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, [s. d.]. El comienzo de una relación filial con María Por encima de todo, Plinio había recibido una insigne gracia con respecto a la Santísima Virgen, y con ese episodio comenzaba su devoción a Ella, en una relación que iría creciendo cada vez más a lo largo de su vida: “Mi devoción a Ella, entrañable, filial y fervorosa, empezó en esa ocasión y se lo debo a mi madre, cuya severidad me lanzó en los brazos de la Virgen. [...] A partir de ese día, Ella estableció conmigo una relación de bondad y yo jamás perdí la confianza en Ella. Mantuve la calma toda mi vida, pues, fuera lo que fuera, al sentirme envuelto por esa misericordia, podía descansar”.36 El autor tiene la fuerte impresión de que, en el momento del intercambio de miradas entre Plinio y María Auxiliadora, también hubo algún fenómeno místico análogo al trueque de corazones, todo ello relacionado con la voluntad, mediante el cual parece haberse entregado a la Santísima Virgen. Y amándola de esta forma, su alma cambió, haciéndose semejante a Ella, mientras que la Madre de Dios se habría apropiado de la voluntad del niño que a Ella recurría, para realizar sus grandes designios con respecto a él y a su misión futura. ² CORRÊA DE OLIVEIRA, Notas Autobiográficas, op. cit., v. II, p. 523. 25 Ídem, pp. 526-527. 26 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 14/4/1989. 27 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 26/11/1985. 28 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 1954. 29 CORRÊA DE OLIVEIRA, Notas Autobiográficas, op. cit., v. II, p. 537. 30 Ídem, p. 542. 31 Ídem, pp. 544-545. 32 Ídem, p. 545. 33 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Notas Autobiográficas. São Paulo: Retornarei, 2012, v. III, p. 159. 34 Ídem, p. 182. 35 Ídem, p. 208. 36 Ídem, p. 207. Stephen Nami 24 “A partir de ese día, la Virgen estableció conmigo una relación de bondad y yo jamás perdí la confianza en Ella” Imagen de María Auxiliadora - Santuario del Sagrado Corazón de Jesús, São Paulo Julio 2016 · Heraldos del Evangelio 23 Parte II –Juventud: la sabiduría puesta a prueba Una adolescencia marcada por la lucha Al entrar en la adolescencia, Plinio enfrentaría sus primeras batallas espirituales para perseverar en la práctica de la virtud, ante las tentaciones propias a su edad y la brillante carrera que se le presentaba por delante. La dificultad no consistiría únicamente en el resistir a la atracción interna del pecado, sino en las consecuencias que dicha decisión le acarrearía E n el segundo volumen de la obra se resaltan los aspectos más sobresalientes de las luchas que marcaron la adolescencia y juventud del Dr. Plinio, período en el cual su don de sabiduría se enriqueció con un carácter aún más combativo, y su fe multiplicada por la fe se manifestó en su disposición de vencer cualquier obstáculo para que el mal fuera derrotado. Al preparar a sus más jóvenes discípulos para enfrentar la vida, el Dr. Plinio solía enseñarles que cuando se nos presentan determinados problemas y no los superamos a la luz de las enseñanzas de la Santa Iglesia Católica, volverán en todas las etapas de nuestra existencia de una manera cada vez más trágica e insoluble. Entre ellos destacan los que surgen con la pubertad, particularmente en lo que respecta a la angélica virtud de la pureza. Será esclarecedor conocer cómo el joven Plinio resistió y venció las solicitaciones de la carne, arrostrando las adversidades con toda determinación. Una verdad presentada bajo una falsa luz Cuando Plinio tenía tan sólo 9 o 10 años, por tanto, antes de su entrada en el Colegio San Luis, un primo suyo mayor que él y otros compañeros de su infancia le revelaron, de forma maliciosa, asuntos relativos a la vida conyugal que deben ser tratados con mucha delicade- 24 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 za y prudencia. Enseguida se dio cuenta de lo que había de repugnante en eso porque, como diría más tarde, “tal era la impiedad que les escurría por la boca como saliva inmunda, que a mi juicio estarían mintiendo. [...] De hecho, sus palabras eran mentiras, aunque me estuvieran diciendo la verdad, por presentar esa verdad bajo una falsa luz”.1 Esto significó para él un choque tremendo puesto que, en su sencillez y candor, el concepto que tenía de la virtud parecía haberse desmoronado, al no pasar de ser una bonita fachada para ocultar las miserias de una humanidad innoble e hipócrita. Peor aún, esos niños sabían muy bien que ese tema permanecería en su memoria y, por consiguiente, volvería con la fortísima atracción que le es propia. Así pues, le era ofrecido “dentro de una copa asquerosa, un placer puerco, pero agradable e incluso embriagador: ‘Plinio, ¡bébelo!’ ”.2 Sin embargo, la rectitud de juicio que era consecuencia del don de sabiduría le permitió a Plinio adoptar la actitud más perfecta que exigía el momento: de forma perentoria y con indignación rechazó el estado de espíritu de los que más tarde calificaría con precisión de apóstoles de la impureza, porque percibía cómo la aceptación de esa invitación lo llevaría a romper con algo que no era capaz de definir, pero cuyo efecto sería “apagar a pedradas una serie de luces”3 que sentía encendidas dentro de sí. Eran, según expresión suya, “las luces de la inocencia”.4 Firme resolución de resistir Concluido ese dramático episodio, durante cierto período nadie volvió a plantearle el desagradable asunto, que fue dejado de lado. Más adelante, Plinio buscaría aclaraciones donde mejor las podría recibir: de los labios de un ministro de la Santa Iglesia. Un sacerdote jesuita le explicó de modo conveniente a su edad la doctrina católica sobre la excelencia de la virginidad y de la honestidad de la unión matrimonial. Dilucidada la cuestión doctrinaria, se trataba ahora, en la práctica, de no ceder en nada, principalmente porque en el contexto en que vivía las tentaciones llegaban con gran violencia y fácilmente harían zozobrar el barco de su alma, como contaba él: “La batalla fue penosa. No quiero dar de mí mismo la idea ilusoria de un joven angélico, que nunca tuvo la bajeza de sentir los estímulos de la carne. No me fue fácil preservar la virginidad. Yo, tan pacífico y tranquilo, veía en mi camino una colosal lucha, que parecía que nunca acababa, para mantener el estado de gracia. Qué enorme y pavorosa dificultad. Pero tenía la firme resolución de resistir, costara lo que costara”.5 Esta determinación era ardua, pues, además del aguijón de la propia concupiscencia, presenciaba a cada instante cómo todos sus compañeros y familiares, al tomar conocimiento de la materia, sucumbían a las solicitaciones del pecado y cambiaban enseguida de mentalidad. Obstinados esos niños en el desprecio a la Ley de Dios, Plinio, por su fidelidad, iba quedándose cada vez más excluido de su ambiente. El parapeto que resguardaba del abismo al Dr. Plinio La dificultad no consistiría únicamente en el resistir a la atracción interna del pecado, sino en las consecuencias que dicha decisión le acarrearía al entrar en las peligrosas galas de la sociedad paulista. Si no se condujera con prudencia para conservar su pureza, un manto de rechazo caería sobre él como diciéndole: “Vas a parecer un cretino, vas a ser un estúpido, todo el mundo se va a reír de ti”.6 Inmolarse estando sujeto al desprecio general es un verdadero holocausto. Plinio estaba dis- Dña. Lucilia a mediados de la década de 1920 puesto a soportarlo por amor a Dios. No obstante, como vislumbraba en su vocación el aspecto de hombre público, si eso llegara a ocurrir “nunca podría hacer nada por la Iglesia, porque un hombre desmoralizado y de quien todo el mundo se ríe es un hombre que nunca podrá liderar nada, jamás podrá aparecer, quedará al margen de todo. [...] Es decir, una persecución se adheriría a mí hasta el final de mis días”,7 concluía. Esta situación dramática duraría hasta su ingreso en el Movimiento Católico, y constituyó una fase de pruebas tremendas. En ese período el papel de Dña. Lucilia fue decisivo para su perseverancia: “Ella era el parapeto que me resguardaba del abismo, era el muro que me separaba de las regiones oscuras y nefandas de mi propio ser, y era, por tanto, mi propia defensa”.8 “Ella era el parapeto que me resguardaba del abismo, era el muro que me separaba de las regiones oscuras y nefandas de mi propio ser” “¡Qué bella es la inocencia!” Al final de la adolescencia la victoria sobre la impureza era total, y la luz de la inocencia de Plinio resplandecía con mayor fulgor aún, como el oro purificado en el crisol de la prueba. En circunstancias sorprendentes, dicha luz brilló incluso a los ojos de alguien sumergido de modo indigno en el vicio opuesto. Cuando Plinio concluyó el ciclo de enseñanza secundaria, dedicó el año de 1925 a prepaJulio 2016 · Heraldos del Evangelio 25 Desoladora era la situación en la que Plinio se hallaba, a solas para enfrentar la lucha contra la impiedad que dominaba el ambiente rarse para los exámenes del Estado, previos al curso universitario, porque según la legislación vigente al haber frecuentado un colegio privado tenía que presentarse a ellos si quería que sus estudios fueran reconocidos oficialmente. Para tal fin, eligió la ciudad de Ribeirão Preto. Por diversas circunstancias tuvo que hospedarse en un hotel con otro joven paulista, conocido suyo, de costumbres licenciosas. Al llegar la noche, Plinio se recogió temprano, pero un temor le asaltaba: su compañero de habitación no aparecía, probablemente por estar en lugares pésimos; y podría presentarse con una mala compañía... que es lo que de hecho ocurrió. Ya era tarde cuando un vocerío que venía del pasillo despertó a Plinio. Enseguida percibió que alguien se acercaba... eran los pasos de dos personas y en la conversación distinguió una voz femenina. Su conocido y una mujer de mala vida iban a entrar, seguramente con indecentes intenciones con relación a él. ¿Cómo salir indemne de esa situación? Si fuera necesario, ¡habría pelea! Se encomendó a la Santísima Virgen y resolvió fingir un sueño profundo. Una vez dentro de la habitación se aproximaron a la cabecera de la cama, porque la mujer había manifestado el deseo de verlo de cerca. Parecía que había llegado la hora de intervenir cuando, de repente, ella exclamó con pronunciado acento luso: —¡Mira cómo duerme!... ¡Qué bella es la pureza! ¡Qué bella es la inocencia! ¡Cómo duerme la inocencia! Y sin atreverse a ofender a aquel contra quien poco antes dirigía sus malos propósitos, prefirió abandonar el aposento sin dejar de re- petir por el pasillo ese testimonio que, aun viniendo del fondo del lodo, era franco y certero. El Congreso de la Juventud Católica Tras haberse inscrito en la Facultad de Derecho de [la plaza] Largo San Francisco, desoladora era la situación en la que Plinio se hallaba, a solas para enfrentar la lucha contra la impiedad que dominaba el ambiente. “Mi aislamiento era muy grande y era penoso, pues no tenía un amigo que pensara como yo”.9 Lejos estaba de sospechar que pronto se encontraría con aquello que estaba buscando, y su heroísmo sería premiado. En septiembre de 1928, pasando por la plaza del Patriarca,10 Plinio vio un enorme cartel que ocupaba todo el exterior de la iglesia de San Antonio, que anunciaba el Congreso de la Juventud Católica. ¿Qué sintió en ese momento? Se quedó maravillado, ¡como si le cayera un pedazo del Cielo en las manos! “Tuve la impresión de que se me había aparecido un ángel”.11 ¿Juventud católica? Nunca imaginó que existiera algo semejante. Creía sinceramente que era el último joven católico de São Paulo. Al día siguiente se dirigió a la secretaría del congreso y se apuntó, movido por una fuerte esperanza. En el Congreso de la Juventud Católica, Plinio fue informado, con gran sorpresa de su parte, de la pujanza de las Congregaciones Marianas, punta de lanza del fervor católico entre los laicos de São Paulo. Y decidió, aún durante el congreso, alistarse en ellas. Así entraba Plinio en el Movimiento Católico. Se deshacía de repente aquel aflictivo aislamiento que había transformado su existencia en un terrible desierto, rayaba para él una aurora de esperanzas y sus deseos y anhelos podrían, finalmente, realizarse. Más tarde él mismo explicaría lo que sintió en esa ocasión y el cántico de exultación que salía a borbotones de su alma: “Es como el cruzado que emprende el viaje sin conocer el camino. Erra por muchos lugares, y no logra El Dr. Plinio (en el destaque) entre los estudiantes de la Facultad de Derecho de Largo San Francisco, en 1930 averiguar cuál es el cauce 26 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 Ruptura con el mundo: el Vía Crucis del desafío ACMSP (PF-04-01-30) que ha de seguir. En determinado momento avista un camino y exclama: ‘¡Por ahí es por donde llego hasta el mar, allí están los barcos que me llevarán a Tierra Santa!’. Eso me pasó a mí. Y pensé: ‘De ahora en adelante me dirigiré hacia mi Jerusalén. El combate será duro, pero ya he encontrado el camino: esto es mi lucha contra la Revolución. ¡Ahora sólo vivir y luchar!’ ”.12 Concentración de congregados marianos e hijas de María en la plaza de la Seo, São Paulo, en la década de 1930 Plinio sabía, sin embargo, que en su círculo social no había nada más ridículo para un joven que el ser católico practicante. Al cabo de poco tiempo sería, en efecto, desconsiderado por la opinión mundana, pero se encontraba plenamente decidido en su renuncia a todo lo que pudiera significar prestigio terrenal. No obstante, a pesar de tan ardoroso propósito de fidelidad, se engañaría quien pensara que se trataba de una victoria fácil. Reconociendo en sí la flaqueza inherente a todo hombre y temiendo no poseer el valor necesario para enfrentar las consecuencias que le originaría su determinación, tomó una heroica resolución: desenmascararse. ¿De qué modo? “Romper con todo de una vez y declararme congregado mariano, católico apostólico romano, a los ojos del mundo, dando un paso que no me permitiera volver atrás”.13 Lejos de evitar la explosión del escándalo, haría de todo para provocarla, y eligió cuidadosamente la ocasión y el escenario de esa gran ruptura. Los domingos a las diez de la mañana comenzaba en la iglesia de Santa Cecilia la así llamada “Misa elegante”, por ser la más frecuentada por las familias de los barrios Campos Elíseos, Higienópolis y alrededores, todas ellas conocidas entre sí. La alta sociedad de São Paulo llenaba el pequeño templo. Aquel día ya había asistido a Misa, pero Plinio volvió a la iglesia y, poco antes de la entrada del celebrante, se colocó en una de las naves laterales frente a la primera estación del Vía Crucis. En la mano llevaba un pequeño devocionario; entonces empezó a recorrer los pasos de la Pasión, acompañando la oración no sólo con ostensibles señales de la cruz, sino también con aquello que ni siquiera las mujeres más devotas se atreverían a hacer en público: arrodillarse delante de cada estación. Era una escena increíble, pero ése era el efecto deseado por Plinio. Su virtud en esa ocasión alcanzó, sin duda, la cima de la audacia: “La dificultad en romper era tan grande, que me sentía transpirando de la cabeza a los pies, aunque por naturaleza no sea dado a eso. Sabía que en tal banco estaba ese, aquella, aquella otra y aquel otro... Sabía cuál sería el comentario de cada uno”.14 Y ni siquiera con respecto a su familia alimentaba ilusiones, porque ya preveía el estupor que reinaría entre sus parientes al recibir noticias de lo ocurrido. “Ya he encontrado el camino: esto es mi lucha contra la Revolución. ¡Ahora sólo vivir y luchar!” Consolaciones y pruebas “Habiendo entrado ahora en el Movimiento Católico y roto con el mundo, volaré en dirección a la realización de mis ideales, como un águila vuela hacia lo alto de la montaña”,15 es lo que pensaba Plinio, conforme comentó más tarde en narraciones sobre su juventud. De hecho, en la primera etapa de una vocación especial el Espíritu Santo sustenta al alma con Julio 2016 · Heraldos del Evangelio 27 “Yo tenía la certeza interior de poseer la misión de restaurar la civilización cristiana, el buen orden católico de las cosas” En esa lectura, Plinio pasó a gracias sensibles, haciéndole que exver el bien incalculable que un perimente alegrías y gozos intealma puede hacer a la Igleriores para indicarle el camino sia al ofrecerse como víctia seguir y alimentar la expecma expiatoria. Ahora bien, tativa del premio que recibiél sentía el llamamiento rá al final. Con esa alegría de la Providencia para la fue con la que Plinio inició realización de una gran su militancia en la Conobra, que sólo más targregación Mariana. de supo explicar: “Yo teEsa brisa de consolanía la certeza interior de ción, no obstante, sería poseer la misión de resseguida de la prueba más taurar la civilización cristerrible de toda la existiana, el buen orden católitencia de Plinio hasta ese co de las cosas. Y sabía que momento: “Fue una pruesi actuaba bien cumpliría esa ba tremenda, no contra la fe misión”.18 Pero ahora, al coni contra la caridad, gracias a Dios, sino contra la esperanza nocer la inmolación que hay la virtud de la confianza”.16 bía hecho Santa Teresita, visEl Dr. Plinio de toga lumbraba el valor de una vida Es imposible, en el exiguo con ocasión de su graduación en la Facultad de Derecho transcurrida en la aridez y en espacio de esta edición, dar toel sacrificio. dos los detalles de ese drama Se convenció de que esa vía de dolores y prueespiritual, que demostró el altísimo grado de bas era la oración que más agradaba a Dios, y que virtud alcanzado por Plinio en su juventud, así de Él podía obtener los mayores beneficios, puescomo la delicadeza de su conciencia, propia de to que se asemejaba más al holocausto de Nuestro un gran santo. En resumen, se puede decir que Señor Jesucristo en su Pasión. Y también se ofreciertos escrúpulos relacionados con su total adció: “Si es voluntad tuya recibirme como víctima, hesión a la infalibilidad pontificia y a la fe en la tú me llevarás. Pero si, por el contrario, quieres historicidad de los Evangelios degeneraron en que permanezca aquí, permaneceré, confiándoun período de seis meses de tribulación, en que me a tus cuidados. Depende de ti. Hágase en mí la hipótesis de estar fuera de la Iglesia le llenasegún tu palabra (cf. Lc 1, 38)”. Este ofrecimienba de aprensión y de pavor, al preferir mil veces to, renovado diariamente, fue acogido poco a pomorir que ser expulsado de su regazo. co, a lo largo de los 87 años de su vida. Bien puede Finalmente, tras recibir una gracia mística ser considerado un verdadero martirio, cuyos fruinsigne mientras contemplaba la elevación del tos aún hoy brotan exuberantemente en el seno de cáliz durante una celebración del Santo Sacrifila Santa Iglesia. cio, se terminaba el período de la prueba contra la esperanza. Movido por mociones interiores, El “Tratado de la verdadera devoción Plinio buscó un confesor, que le aclaró su caa la Santísima Virgen” so de conciencia con sabiduría y sencillez. Comenzaba una nueva fase, también de seis meses Plinio adquirió la costumbre de rezarle a aproximadamente, durante la cual recibiría auSanta Teresa del Niño Jesús. Así que, con el deténticas lluvias de gracias y pasaría los días más seo de alcanzar un nuevo nivel en las vías de la deliciosos de su vida. santidad, resolvió hacerle una novena. Le pediría su intercesión para obtener dos gracias, de La vida de Santa Teresita las cuales sentía mucha necesidad. En primer lugar, que le indicara de forma En esa época le llegó a sus manos un libro clara cuál era el medio de avanzar con vigor en cuyo título le llamó la atención: Historia de un la devoción a la Virgen María. La segunda inalma, la autobiografía de Santa Teresa del Niño tención era bastante diferente. Plinio se enconJesús, canonizada hacía poco tiempo.17 Empezó traba en una situación económica muy difícil. inmediatamente su lectura, y enseguida tomó Por eso, habiendo escuchado que se iba a celeuna resolución explícita: “¡Quiero ser santo!”. 28 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 brar una lotería en São Paulo, también le pedía a Santa Teresita la gracia de que le tocara. No quería propiamente hacerse rico, sino más bien poder dedicarse por entero al apostolado. La novena estaba en sus últimos días cuando Plinio, ojeando algunos volúmenes en la librería de los cordimarianos, le atrajo la atención uno escrito por el entonces Beato Luis María Grignion de Montfort: el Tratado de la verdadera devoción a la Santísima Virgen. Tras una breve vacilación, decidió comprarlo. Contando el episodio afirmaría: “No percibía que Santa Teresita estaba guiando mi brazo”.19 Al leer las páginas del Tratado se llenó de entusiasmo y, sin perder una letra, “de exclamación en exclamación”,20 iba concluyendo que la obra de San Luis Grignion era incomparable, portentosa y basada en la mejor teología; profundizaba ampliamente en la doctrina sobre María Santísima, a fin de dar una elevadísima noción de su papel en el orden del universo. Recordaría el Dr. Plinio: “Durante su lectura, a veces paraba y decía: ‘¡Parece que este hombre está hablando! Hace siglos que murió, pero creo que estoy sintiendo el impulso, la propulsión de su alma en lo que él está diciendo aquí!’ ”.21 Leyéndolo aprendía en la concordancia eufórica de su alma. Nunca pensó que un libro pudiera ejercer sobre alguien el efecto que aquel produjo sobre él. Y reflexionaba: “¡He encontrado el libro de mi vida!”.22 en el más alto grado: el Reino de María. Enseguida me di cuenta de que ese reino era la meta hacia la cual volaba mi alma”.24 Entendió que San Luis Grignion se refería, por encima de todo, al gobierno de la Virgen, Reina de los Corazones, sobre las mentalidades de todos los hombres. Aunque también notó que el autor del Tratado preveía una era histórica en la cual la faz de la tierra sería renovada y reformada por la Santa Iglesia, y en la que María Santísima sería reconocida universalmente como Soberana. La primacía de la vida interior A principios de la década de 1930, más de dos años después de su ingreso en las Congregaciones Marianas, el Dr. Plinio había hecho grandes progresos en la vida espiritual. No obstante, se preguntaba qué pasos le exigiría su vocación ahora. Meditando sobre ello decidió explorar la pequeña biblioteca de su abuela, en busca de alguna obra cuya lectura le pudiera ayudar. Al abrir la estantería se topó con un volumen escrito en francés, por un autor cuyo nombre le parecía lleno de resonancias: Dom Jean-Baptiste Chautard, trappiste, abbé de Sept-Fons.25 El efecto fue inmediato: “Empecé a leerlo y percibí que se me abría un cielo”.26 Y recorrió las páginas de El alma de todo apostolado con emoción, comprendiendo que había encontrado una de las obras que constituirían en adelante la base de su espiritualidad. Entusiasmo por el Reino de María A partir de esa lectura es cuando el Dr. Plinio fija en su rutiA lo largo de los días siguienna ciertos hábitos de devoción tes, la lectura del Tratado se que observaría hasta el final fue convirtiendo en un aude sus días: “En el libro de téntico estudio, serio y proDom Chautard, las verdafundo: “Mi alma salió de des sobre el papel de la esa lectura guarnecida oración y de la vida intecon un montón de ideas, rior prevaleciendo sobre de nociones, de doctrilas obras venían expuesnas, etc., que sería un tas de un modo magnínunca acabar, si las fuera fico. Era teología de la a contar todas”.23 mejor y reforzó en mí la Sin embargo, su entutendencia y la preocupasiasmo fue todavía mayor al ción por la oración. Entonhacer otro descubrimiento en ces fue cuando empecé a las páginas que se iban sucecomulgar y a rezar el Rosadiendo ante sus ojos, según él rio diariamente”.27 mismo narraría: “[Eran] llamas intensas sobre un asunto Otro aspecto de enorDom Jean-Baptiste Chautard, que jamás había oído tratarlo me importancia en las deterabad de Sept-Fons y autor del libro “El alma de todo apostolado” a nadie, pero me interesaba minaciones tomadas por el Julio 2016 · Heraldos El efecto de aquella lectura fue inmediato: “Empecé a leerlo y percibí que se me abría un cielo” del Evangelio 29 Quedaba una incógnita. ¿Cuáles serían, en la práctica, el prestigio y la fuerza de la Iglesia en las urnas? Dr. Plinio con la lectura de El alma de todo apostolado fue el descubrimiento de la humildad, materia en la cual su lucha sería ardua. De hecho, para conquistar plenamente esa virtud debería eliminar un primer obstáculo, impuesto por una piedad melosa que reinaba en ciertos ambientes católicos según la cual el varón humilde era, por excelencia, el que se apagaba, se escondía y se callaba, evitando cualquier actitud de ufanía o de combatividad contra quien quiera que fuera. Pero la propia obra del abad de Sept-Fons le ofrecía la fórmula ideal para la solución de tal problema. El Dr. Plinio la entendió de inmediato y muchas veces repetiría a lo largo de su vida: “La humildad es fundamentalmente la virtud mediante la cual no tratamos de atribuirnos lo que le pertenece a Dios. Por lo tanto, si convertimos a alguien debemos entender que ha sido Dios, presente en nosotros, el que lo ha hecho”.28 La práctica de esa virtud sería indispensable para la fidelidad del Dr. Plinio al adentrarse en el camino de gloria que se le abriría ante él. Fundación de la Liga Electoral Católica En aquellos primeros años de la década de 1930 el Dr. Plinio tuvo conocimiento de la existencia de un organismo electoral católico vinculado a la política francesa, cuyo objetivo consistía en indicarle a los fieles cuáles eran los candidatos a los cargos públicos que se comprometían a luchar por las reivindicaciones de la Iglesia. La fórmula le encantó, pues iba al encuentro de la idea de aprovecharse de la sorprendente expansión del Movimiento Católico en Brasil para alterar el laicismo reinante. El Dr. Plinio le escribió al Dr. Alceu Amoroso Lima,29 líder de la Juventud Católica en Río de Janeiro y hombre de confianza del arzobispo, el cardenal Sebastián Leme,30 proponiéndole su plan de fundación de un organismo electoral destinado a favorecer los intereses de la Iglesia en el terreno de la política y orientar el voto católico. Acogida con entusiasmo, la sugerencia no tardó en hacerse realidad: en poco tiempo estaba preparada la constitución de la Liga Electoral Católica (LEC), con estatutos redactados por el propio Dr. Plinio, la cual actuaría por medio de juntas diocesanas en todo Brasil. El Dr. Plinio fue elegido por el arzobispo de São Paulo, Mons. Duarte Leopoldo e Silva,31 como secretario estatal de la LEC, pues era “la única persona en la que confiaba para el éxito de la Liga”.32 Así fue como el Dr. Plinio entró en la carrera política. Escogido también por la autoridad eclesiástica, recibió la comunicación de que debería presentarse como candidato a diputado federal cuando se convocaron las elecciones para una Asamblea Nacional Constituyente, y obedeció inmediatamente. El diputado más joven y el más votado de Brasil Quedaba una incógnita. ¿Cuáles serían, en la práctica, el prestigio y la fuerza de la Iglesia en las urnas? Una convicción, no obstante, era firme en su espíritu: entre los candidatos indicados por la LEC, era el único militante en la fuerza del térmi- 1 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 24/7/1982. 9 2 Ídem, ibídem. 10 En el centro de São Paulo. 3 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 27/8/1981. 11 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 15/7/1987. 12 4 Ídem, ibídem. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 13/5/1989. 5 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Notas Autobiográficas. São Paulo: Retornarei, 2012, v. III, p. 138. 13 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 9/12/1973. 14 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 22/11/1990. 15 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 9/3/1972. 16 6 7 8 30 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 22/7/1988. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 19/6/1992. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 27/10/1975. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 20/12/1987. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 26/3/1988. 17 Santa Teresa del Niño Jesús fue canonizada por el Papa Pío XI, el 17 de mayo de 1925. 18 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 16/7/1994. 19 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 15/4/1989. 20 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 5/2/1988. 21 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 24/1/1979. 22 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 9/9/1980. 23 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 15/4/1989. El Dr. Plinio en mayo de 1933, recién elegido diputado 24 Ídem, ibídem. 25 Jean-Baptiste Chautard (18581935), trapense, abad de SeptFons, autor de varias obras, entre ellas el célebre libro L’âme de tout apostolat – El alma de todo apostolado, escrito durante un viaje a Brasil y que se convirtió en el libro de cabecera del Papa San Pío X. 26 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 11/3/1994. 27 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 22/8/1981. 28 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 15/4/1989. 29 Alceu Amoroso Lima (1893-1983), conocido por el pseudónimo de no, decidido a luchar por las reivindicaciones católicas a costa de cualquier sacrificio. Por lo tanto, para él suponía una obligación imperiosa trabajar con todo empeño con vistas a su propias elección. Así que se lanzó a la campaña. Finalmente llegó el día de la elección: el 3 de mayo de 1933. En los días posteriores, de todas partes del estado “crepitaba” la información, anunciada por los periódicos y repetida por el público: “¡Plinio Corrêa, a la cabeza!”. ¿Cuál fue su actitud, como gran interesado? “Mi votación iba creciendo, pero yo acababa de leer el libro El alma de todo apostolado de Dom Chautard y entendí que no lograría ningún buen resultado para la causa católica como diputado, ni santificaría mi alma, si me apegara a ese cargo. Entonces tomé la decisión de no comprobar los resultados en el periódico”.33 Un día, cuando salía de camino a la iglesia, el Dr. Plinio se encontró con su hermana, que leía con especial atención el periódico O Estado de São Paulo. Ella sonrió y le hizo una profunda reverencia, diciéndole en tono festivo: —Señor diputado, ¡enhorabuena! Él pensó que se trataba de una broma, pero ella exclamó: —¡Sólo tú para hacer eso! ¿No sabes que has sido electo? —¡Ah muy bien! Pero no quiero perder la Misa. Ya es la hora. Había sido obtenida la primera gran victoria en ese combate que llevaba librando durante largos años a favor de su ideal. ² Tristão de Ataíde, abogado, profesor y literato brasileño, uno de los más famosos pensadores y líderes católicos de su tiempo, actuando en el ámbito académico, político, económico, social y cultural. 30 Mons. Sebastián Leme da Silveira Cintra (1882-1942) fue nombrado sucesivamente pro-vicario general de São Paulo (1909), obispo auxiliar de Río de Janeiro (1911), arzobispo de Olinda y Recife (1916-1918), arzobispo coadjutor de Río de Janeiro (1921) y, finalmente, arzobispo de Río de Janeiro (1930), convirtiéndose enseguida en el segundo cardenal brasileño de la Historia. Tuvo un marcado y decisivo papel en la vida de la Iglesia Católica en Brasil, por De todas partes del estado “crepitaba” la información: “¡Plinio Corrêa, a la cabeza!” su actuación en el campo intelectual y político. 31 Mons. Duarte Leopoldo e Silva (1867-1938), consagrado obispo en Roma, en 1904, fue dos años titular de la vasta diócesis de Curitiba. En diciembre de 1906 fue nombrado obispo de São Paulo y en 1908 tomó posesión como arzobispo, al ser esta sede elevada a archidiócesis, por el Papa San Pío X. Durante su largo gobierno realizó importantes reformas en la estructura de esa circunscripción eclesiástica. 32 AMOROSO LIMA, Alceu. Carta a Dr. Plinio, 7/6/1932. 33 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 23/11/1990. Julio 2016 · Heraldos del Evangelio 31 Parte III – Se configura la misión La voz de Cristo para el siglo XX Al principio de su juventud, la vida del Dr. Plinio transcurría prometedora y fulgurante. Pero la Providencia le reservaba un camino de dolorosas decepciones, estruendosos fracasos e insospechables traiciones... Como diputado en la Asamblea Constituyente y como líder del Movimiento Católico en São Paulo, luchó por la Iglesia con todas las fuerzas de su alma ¿C ómo dar una idea con respecto a la vida pública del Dr. Plinio que comenzaba de manera tan prometedora? Nada mejor que recurrir a las enseñanzas del Evangelio. “Brille así vuestra luz ante los hombres” (Mt 5, 16), había proclamado el divino Maestro. Sí, la gracia refulgía en el Dr. Plinio de modo místico y absolutamente inusitado, en un conjunto de luces variadas y constantes. Éstas se reflejaban incluso en sus escritos, pero ante todo hacían sus gestos atrayentes, sus palabras arrebatadoras, su porte imponente y su presencia cautivante. Las multitudes lo siguieron entusiasmadas, sus discursos provocaban fogosos aplausos, su figura, en resumen, se proyectó como la de un profeta grandioso, hecho para conducir a la sociedad hasta la misma perfección y destruir los errores revolucionarios. En consecuencia, el autor no duda en proclamar que el Dr. Plinio fue la voz de Cristo para el siglo XX. Como diputado en la Asamblea Constituyente y, concluido su mandato, como líder del Movimiento Católico en São Paulo, luchó por la Iglesia con todas las fuerzas de su alma, esparciendo su luz por Brasil. Y la mayor o menor receptividad de las personas dependía del grado de rechazo que tuvieran a las solicitaciones del espíritu del mundo. Por eso muchos rehusaban 32 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 esa luz y se cerraban a ella, mientras que otros la aclamaban con ardor. Al frente del “Legionario” Con el objetivo de desarrollar un apostolado eficaz, transformó un simple boletín parroquial, el Legionario, en un influyente semanario de repercusión internacional, a partir del cual reveló al mundo el singular carisma profético con el que fue dotado por la Providencia. Con valentía puso de manifiesto el peligro nazi-fascista que se levantaba en Brasil, a fin de que los católicos no se dejaran engañar por falsas soluciones, y denunció, siendo ya como primer presidente de la Acción Católica de São Paulo, los incipientes errores que amenazaban cambiar el inmaculado rostro de la Santa Iglesia, hacia los cuales todavía nadie había abierto los ojos totalmente. Recordemos que la esencia de la misión profética, al contrario de lo que habitualmente se cree, no sólo consiste en hacer vaticinios, sino ante todo en indicarles a los hombres los rumbos que la Providencia desea que sigan y en contemplar la visión que Dios tiene de los acontecimientos.1 Como veremos más adelante, ésa era la característica prominente del profetismo del Dr. Plinio, aunque también hizo predicciones... ¡y cómo! Con palabras de un verdadero profeta que preveía los pasos siguientes de la Revolución, el Dr. Plinio desvelaba al gran público lo que su discernimiento le hacía ver claramente, y no dudaba en lanzar pronósticos que en muchas ocasiones se cumplirían al pie de la letra, rasgando la etiqueta de irrealizables que cualquier analista les hubiera puesto a priori. Y, así, el peso de su opinión iba creciendo a los ojos de buenos y malos. El Dr. Plinio sabía muy bien que sus adversarios intentarían desarticular todo su apostolado, pero llevado por su amor y fidelidad a la Iglesia, tal cosa le parecía imposible Presidente de la Junta Archidiocesana de la Acción Católica Fruto de su prestigio en cuanto líder católico íntegro, el Dr. Plinio fue nombrado el 12 de mayo de 1940 presidente de la Junta Archidiocesana de la Acción Católica de São Paulo. Cumpliendo ese cargo, procuró poner todas sus energías en la formación de una élite católica capaz de influir en la sociedad y cambiar el rumbo de la historia de Brasil. Al igual que la Revolución tiene sus propios tipos humanos que le sirven de modelo, aunque trata de ocultar que lo hace de forma intencionada, el Dr. Plinio quería constituir algo análogo para la Contra-Revolución. Además, para lograr dicha finalidad era necesario mantenerse fiel a la ortodoxia en materia de fe y de costumbres, puesta en peligro por la inoculación en los medios eclesiales de “nuevas” ideas importadas de los movimientos progresistas de Europa impregnados, de manera disimulada, de las peores desviaciones doctrinales. Ahora bien, ¿por qué eso no fue posible? Al contrario de lo esperado, esos planes fueron poco a poco dejados a un lado. Con enorme dolor constataba que cuanto más se hacían notar los abundantes frutos de la Acción Católica bajo su mando, más se enfriaba la receptividad de una parte del clero y de los liderazgos laicales en relación con su persona. Simultáneamente, los que le precedieron en la dirección de la Acción Católica, confirmados cada vez más en su adhesión a la heterodoxia, eran apoyados de modo creciente. El Dr. Plinio sabía muy bien que sus adversarios intentarían desarticular todo su aposto- El Dr. Plinio discursando en el Congreso Eucarístico Nacional, en septiembre de 1942 Julio 2016 · Heraldos del Evangelio 33 Movido por la clarividencia de su profetismo y por su fidelidad a la Santa Iglesia, el Dr. Plinio decidió desenmascarar esa suspicaz y velada herejía Arriba, el Dr. Plinio discursando en Pindamonhangaba, en 1943; al lado, portada del libro y facsímil de la carta de apoyo enviada por la Secretaría de Estado de Su Santidad lado. Pero, llevado por su amor y fidelidad a la Iglesia y ofuscado por su veneración al sacerdocio, tal cosa le parecía imposible. No osaba afrontar la hipótesis de que tal iniciativa partiera de miembros del episcopado. “Ese fue un momento terrible para mí. Duda, eso nunca me causó, gracias a Dios, pero sí una laceración. Ésta empezó a apaciguarse cuando percibí que no era algo nacido de la Iglesia, sino una penetración del espíritu del mal en ella. Después de todo, la Iglesia amada por mí siempre había permanecido igual a sí misma en todas las épocas”.2 El autor está convencido de que se trata de uno de los instantes de mayor sublimidad de la vida del Dr. Plinio, a causa del sufrimiento que tuvo que soportar. Un libro “kamikaze” Movido por la clarividencia de su profetismo y por su fidelidad a toda prueba a la Santa Iglesia, el Dr. Plinio decidió desenmascarar esa suspicaz y velada herejía, aunque pusiera en riesgo su futuro personal. 34 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 De hecho, teólogos de renombre mundial ya habían señalado las desviaciones que asomaban en las nuevas corrientes, pero las refutaban en el terreno de la alta especulación teológica, generalmente inaccesible para el pueblo fiel. Hasta entonces nadie había tenido el discernimiento del mal en su totalidad y menos aún el coraje de desvelarlo. Así, en el espíritu del Dr. Plinio nació la idea de escribir una obra consagrada a la cabal exposición y denuncia de los errores enquistados en la Acción Católica que se propagaban por toda la Iglesia: “Era necesario que se alzara un grito de alarma y que se obrara el esfuerzo convergente de cuantos discernían el mal, para revelarlo de una vez. Voz de alerta, toque de reunión: el libro En defensa de la Acción Católica”.3 Debido a la situación generada, el Dr. Plinio se daba cuenta de que la publicación del libro conllevaría un colosal estallido no sólo en la Iglesia de São Paulo, sino de todo Brasil. Por eso precisaba recabar el mayor número de adhesiones posibles a fin de aumentar el impacto de la explosión en el campo enemigo. Para ello envió el libro recién impreso a varios obispos amigos, de tendencia conservadora, que le respondieron con cartas de encomio. A esta correspondencia se sumó, por vías providenciales, el apoyo del Nuncio Apostólico en Brasil, Mons. Benedetto Aloisi Masella, que le concedió un prólogo. Encima casi simultáneamente a la publicación de En defensa de la Acción Católica, el Santo Padre Pío XII lanzó la encíclica Mystici Corporis, que denunciaba muchos de los errores señalados por el Dr. Plinio en su obra. A los ojos de la opinión pública sería una imprevista aprobación de las ideas de las que, injustamente, algunos se valdrían para aplicarle el calificativo de hereje. El lanzamiento del libro fue polémico y las represalias de los opositores, inmediatas y brutales..., de una ferocidad propia de cobardes. A lo largo de los sucesivos años el Dr. Plinio sería apartado de todos los cargos públicos del Movimiento Católico, perdería la dirección del Legionario y los contratos de abogado de diversas instituciones ecle- siásticas, con las consecuencias personales que eso le acarrearía, incluso en materia económica. Pero el mal desvelado había perdido su dinamismo y los propósitos de los mentores de las “nuevas” ideas nunca se realizarían plenamente en Brasil, ni en el mundo. El kamikaze, al colisionar en el sitio acertado, había abatido al barco adversario. En las catacumbas, período de ostracismo A partir de finales de la década de 1940 se inicia un período denominado por el Dr. Plinio de ostracismo. Su amor por la Esposa de Cristo le había llevado a ser considerado un paria en las filas católicas. Esos años de aislamiento y persecución implacable, los traspuso acompañado por un grupo de ocho seguidores, antiguos redactores del Legionario. Con ellos daría comienzo a la constitución de su obra, nada exenta, no obstante, de enormes dificultades y trágicos episodios. La soñada orden profética de caballería sólo sería fundada cuando hubiera derramado toda la sangre de su alma que la Providencia le pidiera, tras décadas de desilusiones, fracasos, ingratitudes y traiciones por parte de los que, en lugar de tomar su luz y difundirla por el mundo, muchas veces la pisaron con sus pies. A ese respecto, el autor recuerda que el Dr. Plinio dio, en 1974, una orientación de cómo un futuro biógrafo debería presentar su vida. Explicaba que la tendencia del escritor sería la de detenerse en la descripción de determinados sufrimientos suyos, como por ejemplo, la crisis de diabetes que sufrió en 1967, y a ese propósito diría que fue obligado a someterse durante largos años a un régimen estricto, causándole un suplicio tremendo, pues era un hombre de un paladar muy noble, equilibrado y fino. Nada más expuesta la hipótesis, el Dr. Plinio, muy enfático, aclaró lo siguiente: —Eso, sin embargo, no es mi vida, porque no es la descripción de la esencia de mi sufrimiento. Un buen biógrafo mío debería narrar los tormentos soportados dentro de mi obra. Todo lo que deseé realizar con los miembros del Grupo y no lo conseguí, pues ahí es donde están mis principales amarguras. Ya digo esto porque, en el futuro, cuando aparezca alguien deseoso de escribir mi biografía, debe enfocar ese aspecto. El autor intenta en su obra darle al lector una idea pormenorizada del drama soportado por el Dr. Plinio en el interior de sus filas, pero sin re- velar los nombres de los discípulos infieles. Ante el más terrible abandono y frialdad por parte de sus seguidores, su fe en su propia misión fue heroica e inédita en la historia de las fundaciones. Nadie como él esperó tanto contra toda esperanza. Pero la luz de su profetismo habría de rasgar las tinieblas y despuntarían los primeros rayos de una aurora de institucionalización en su Grupo —nombre éste por el que sería conocida su obra internamente. “Revolución y Contra-Revolución” Con el fin de formar a sus discípulos y constituir un esbozo doctrinario que diera solidez ideológica a ese Grupo, a finales de 1950, el Dr. Plinio instituyó varias comisiones de estudios en su obra. Muchas de esas reuniones, grabadas y posteriormente transcritas, componen hoy un caudal de más de un millón de páginas de explicaciones marcadas por su don de sabiduría, su profetismo y su discernimiento de los espíritus. En esa misma época escribió lo que sería el libro de cabecera del Grupo: Revolución y Contra-Revolución. Basado en documentos pontificios, este ensayo explica el nexo entre todos los males del mundo contemporáneo, nacidos con el humanismo y refinados sucesivamente con el protestantismo, la Revolución francesa y el comunismo. Para el Dr. Plinio una doctrina o la decoración de una habitación podrían ser buenas o ruines, según favorecieran o desviaran de la práctica de la virtud. La Revolución era el fenómeno que explicaba la esencia de los múltiples errores diseminados en la sociedad. Pero se engañaría el que pensara que la descripción sobre la unidad de la Revolución es lo más importante de la exposición doctrinaria hecha por el Dr. Plinio en Revolución y ContraRevolución. Se trata más bien de una magnífica explicación sobre las tres profundidades de la Revolución, en las tendencias, en las ideas y en los hechos.4 Esos años de aislamiento y persecución implacable, los traspuso acompañado por un grupo de ocho seguidores, antiguos redactores del “Legionario” Las tendencias desordenadas conducen al sofisma Las tendencias, cuando son malas, son inclinaciones vehementes que, como consecuencia del pecado original, incitan al alma a la rebeldía contra el yugo de la ley moral, a fin de satisfacer de forma licenciosa sus malos deseos. Si uno cede a esas tendencias desordenadas, acabará justificándolas con algún sofisma, pues la transgresión de Julio 2016 · Heraldos del Evangelio 35 Un tipo de revolución modifica los estados de espíritu y las ideas: en el lenguaje interno del Grupo, el Dr. Plinio la llamaba Revolución A la ley moral siempre es hecha bajo las apariencias de bien, ya que nadie es capaz de practicar el mal por el mal. Se cumple así el principio enunciado por Paul Bourguet:5 por el hecho de ser un monolito de lógica, o bien el hombre actúa como piensa, o bien pensará como actuó. Ese camino que el hombre recorre para cometer un pecado es el mismo que la Revolución sigue para avanzar en los hechos.6 Para la mayoría de los autores y estudiosos del fenómeno revolucionario, únicamente las ideologías mueven a la sociedad hacia las grandes transformaciones repentinas. Y cuando las alteraciones políticas o religiosas son efectuadas por medio de turbulentas rupturas, sangrientas o no, se está ante lo que se suele llamar una revolución. Con todo, como acabamos de ver, el proceso de las mutaciones en el alma humana empieza en una región más profunda, antes de la eclosión de las ideas. Un tipo de revolución modifica los estados de espíritu y las ideas: en el lenguaje interno del Grupo, el Dr. Plinio la llamaba “Revolución A”, subdividiéndola en Revolución A tendenciosa y Revolución A sofística. A ella le sigue, con o sin empleo de la violen- cia, un cambio en las instituciones y en las costumbres, ajustándose al estado de espíritu recién creado: es la “Revolución B”, en los hechos. Siempre la Revolución B es una consecuencia de la Revolución A tendenciosa y de la Revolución A sofística, entre las cuales la más importante es la primera. Este proceso del desorden en las tendencias a la formulación de sofismas para justificar los hechos revolucionarios es una explicación inédita, expuesta por el Dr. Plinio con estupenda maestría. Desde el punto de vista histórico, con agudísima mirada profética el Dr. Plinio anuncia el término del proceso revolucionario, ya con la amplitud de cinco siglos. Basado en la sentencia de las Escrituras “Omnes dii gentium dæmonia”, los dioses de los paganos son demonios (cf. Sal 95, 5), alude aún al despuntar de su último estadio: “En esta perspectiva, en que la magia es presentada como forma de conocimiento, ¿hasta qué punto le es dado al católico divisar las fulguraciones engañosas, el cántico a la vez siniestro y atrayente, emoliente y delirante, ateo y fetichistamente crédulo con que, desde el fondo de los abismos donde eternamente yace, el príncipe de las tinieblas atrae a los hombres que negaron a Jesucristo y a su Iglesia?”.7 Ante todo, un problema espiritual Algunas ediciones de “Revolución y Contra-Revolución”, publicadas en varios idiomas 1 “La revelación profética se extiende no sólo a los sucesos futuros de los hombres, sino también a las cosas divinas, tanto por parte de las cosas que se proponen a todos para que las crean, y que pertenecen a la fe, como de los misterios más altos para los más perfectos, que pertenecen a la sabiduría” (SANTO TOMÁS DE AQUINO. Suma Teológica. II-II, q. 171, pról.). 36 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 Revolución y Contra-Revolución ha sido considerado por determinados lectores un libro ante todo político, quizá socioeconómico o psicológico. Hubo quien, incluso dentro del Grupo, le creyera mero tratado diplomático. Pero basta leer la obra con buen espíritu para percibir que el prisma central de todos sus análisis es religioso, subyugado a la Iglesia y a la vida sobrenatural. “El fenómeno revolucionario, como está descrito en RCR,8 es ante todo un problema espiritual; el resto, por muy importante que sea, es se- 2 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 19/8/1981. 5 Cf. BOURGET, Paul. Le démon de midi. París: Plon, 1914, v. II, p. 375. 3 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. 365 Dias em Revista. In: Legionário. São Paulo. Año XVII. N.º 595 (1/1/1944); p. 2. 6 4 Cf. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Revolução e Contra-Revolução. 5.ª ed. São Paulo: Retornarei, 2002, pp. 40-42. Esta importante explicación revela bien la actuación del don de sabiduría en el Dr. Plinio, conforme comenta el padre Díaz-Caneja: “[Gracias al don de sabiduría, esas almas] tienen una fe más firme que la del mayor de los apologistas. Gozan de una sagacidad cia la santidad, se estará haciendo Contra-Revolución. El Dr. Plinio concluía que “RCR es, a su modo, un tratado del amor a Dios”11 y, “si tomada en serio, un manual de vida espiritual”.12 Fluidez y densidad propias de la Sagrada Escritura El Dr. Plinio en la década de 1960 cundario y colateral. El lado más importante es la actitud que el fiel toma en relación con Nuestro Señor Jesucristo y, más especialmente, a su Sagrado Corazón, que es la quintaesencia de todo lo que en Él hay de perfección y de amor”.9 Ahora bien, si el orgullo y la sensualidad son los resortes impulsores de la Revolución, como explica el Dr. Plinio en su obra, las dos condiciones esenciales para la Contra-Revolución son la humildad, opuesta a la soberbia y origen de todas las demás virtudes, y la pureza. No es difícil deducir, conforme dijo en cierta ocasión el Dr. Plinio, que “la Contra-Revolución es la pureza y la humildad”,10 y para que ella sea posible, hay absoluta necesidad de dar pasos vigorosos en las vías de la perfección. ¡El resto es accesorio! Así pues, llevando a la opinión pública haprodigiosa, de sentidos aún más finos que los del teólogo consumado para descubrir errores, herejías, intenciones falsas o disimuladas. Por instinto descubren tendencias peligrosas, riesgos y el menor obstáculo que se oponga a la fe. Y ven donde otros no ven nada...” (DÍAZ-CANEJA PIÑÁN, Moisés. Don de sabiduría. In: La Vida Sobrenatural. Salamanca. Año XLVIII. N.º 420 El lector atento puede percibir el elevado grado de inspiración de la obra, cuyo resultado ha sido una lindísima orfebrería: el modo de expresarse es noble, sublime y, al mismo tiempo, sintético; la formulación es propia a una obra tomista, adornada, no obstante, de la expresividad característica del Dr. Plinio; el lenguaje se muestra tan preciso que no hay nada que acrecentar, quitar o cambiar en él, al igual que en un reloj no se puede sustraer una diminuta pieza sin perjudicar su funcionamiento. Revolución y Contra-Revolución es comparable a la buena música: se puede escuchar todos los días sin aburrimiento, porque cada vez se descubre un aspecto nuevo. De hecho, respetando las infinitas distancias con la Revelación, se observa en RCR una mezcla de fluidez y densidad propias a la Sagrada Escritura y se tiene la sensación de que aquellas líneas son el pavimento de rutilantes piedras preciosas sobre el cual será construido el Reino de María, y que ha de atravesar los milenios hasta el fin del mundo. El autor, a veces, tiene la impresión de que sólo podrían haber sido escritas si fueron dictadas por la Providencia, como los Ejercicios Espirituales de San Ignacio... es una obra, a su modo, divina. Poco después de la publicación de RCR, el Dr. Plinio fundaría, en 1960, la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad – TFP, que pasaría a actuar sobre la opinión pública brasileña y mundial, mediante campañas de difusión contra los errores comunistas y la infiltración izquierdista en la Iglesia. ² (Noviembre/Diciembre, 1968); p. 415). 7 8 9 10 CORRÊA DE OLIVEIRA, Revolução e Contra-Revolução, op. cit., pp. 187-188. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 25/3/1990. 11 Sigla muy usada por el Dr. Plinio para referirse a su obra Revolución y Contra-Revolución. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 31/3/1966. 12 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 6/3/1993. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 24/4/1994. Julio 2016 · Heraldos Poco después de la publicación de RCR, el Dr. Plinio fundaría, en 1960, la Sociedad Brasileña de Defensa de la Tradición, Familia y Propiedad – TFP del Evangelio 37 Parte IV – Víctima expiatoria La gracia de Genazzano En la década de 1960 la ingratitud e infidelidad de sus discípulos llevarían al Dr. Plinio a la mayor prueba de su existencia, seguida de un insigne favor sobrenatural que lo sustentaría toda su vida. E Poco a poco, el Dr. Plinio fue siendo cada vez más admirado en el Grupo por su profetismo, sabiduría y bondad n las décadas de 1950 y 1960 el Grupo del Dr. Plinio tuvo un gran incremento con la adhesión de nuevos miembros procedentes de familias de inmigrantes. El autor se encuentra entre ellos. La inyección de sangre nueva daría un impulso a la consideración apasionante de la misión del Dr. Plinio por parte de personas libres de los filtros que la comparación social y cierta envidia de algunos de sus primeros seguidores imponían hasta ese momento. Poco a poco fue siendo puesto en el centro de las atenciones del Grupo, cada vez más ad- mirado por su profetismo, su sabiduría y su bondad. Tales movimientos de alma, inspirados por la gracia, aún deberían exteriorizarse en gestos impregnados de amor a la jerarquía y a la sacralidad. “¿Usted podría darnos la bendición?” Un día mientras estaba leyendo las revelaciones de la Beata Ana Catarina Emmerick,1 el autor se encontró con un interesante relato. Ella narraba el modo en que la Santísima Virgen era tratada en la Iglesia naciente durante el período Participantes del Primer Congreso Latinoamericano de “Catolicismo”, realizado en Serra Negra (Brasil) 38 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 João Scognamiglio Clá Dias El Dr. Plinio en Genazzano, el 23 de septiembre de 1988 transcurrido entre la venida del Espíritu Santo y su Asunción al Cielo. Considerada como verdadera Madre de Dios, la veneración hacia Ella se habría intensificado cada vez más, con la siguiente peculiaridad: María les daba la bendición a los Apóstoles. Entonces, a partir de esa lectura, hablando con otro miembro más joven del Grupo le comentaba: —Sin ser sacerdote, la Virgen, no obstante, daba la bendición. Por lo tanto, es evidente que el Dr. Plinio también puede dar la bendición. Y decidieron: —Vamos a pedírsela hoy por la noche. Hemos de conseguir su bendición. Así lo hicieron. Concluida la reunión que solía hacer para sus discípulos más jóvenes en la casa principal del movimiento, el Dr. Plinio se dirigió hacia la biblioteca, donde atendía a los que lo buscaban. Los dos entraron detrás de él y una vez expuesto el asunto concluyeron: —Entonces queríamos pedirle, Dr. Plinio: ¿usted podría darnos la bendición? No fue necesario argumentar mucho. Sin la menor resistencia, con toda naturalidad y seguridad dijo: —Oh, ¿por qué no? Benedictio Matris et Mediatrix omnipotentis descendat super vos et ma- neat semper (La bendición de la Madre y Medianera omnipotente descienda sobre vosotros y permanezca para siempre). Deseo de una vida de obediencia, pobreza y celibato Era la primera vez que daba la bendición. Los dos se retiraron y subieron a la Sala del Reino de María, la más noble de la casa, con la sensación de sentirse transportados por los ángeles, tomados por un gozo interior que jamás habían experimentado. ¿Pero qué es lo que había de tan extraordinario en aquel simple acto de piedad de dos jóvenes con relación a quien consideraban su padre y maestro en el plano espiritual? Aquella alegría mística consistía por encima de todo en una fuerte impresión con respecto al Dr. Plinio, que se presentaba ante sus ojos como el varón suscitado por María Santísima para una altísima misión, y en el que parecía que se concentraban todos los valores del pasado de la cristiandad, así como las semillas de una era futura. Sí, la Providencia quería favorecerlos con gracias insignes, haciendo que se encantaran, en realidad, con la presencia de Dios en un alma plenamente católica. Julio 2016 · Heraldos El Dr. Plinio se presentaba ante los ojos de los miembros del Grupo como el varón suscitado por María Santísima para una altísima misión del Evangelio 39 Ese fervor se extendería por el Grupo, creando un clima de auténtica admiración, veneración y ternura por la persona del Dr. Plinio. En sus corazones se encendía el deseo de entregarse al servicio de la Santísima Virgen, correspondiendo a la vocación con una vida de obediencia, pobreza y celibato. Parecía que había nacido, finalmente, el sol de la institucionalización. Aunque las nubes de la mediocridad cubrirían sus rayos... Una crisis de diabetes sacude gravemente su salud Las gracias recibidas a lo largo de la década de 1960 por diversos miembros del Grupo eran propias a cambiar definitivamente la fisonomía de la obra del Dr. Plinio, con vistas a constituir una institución religiosa de facto. Al ver la decadencia de muchos de sus seguidores, el Dr. Plinio multiplicó sus esfuerzos apostólicos a fin de revertir ese cuadro Infelizmente, no todos sus hijos espirituales correspondieron a la altura, dejándose llevar muchas veces por la banalidad y por el olvido. La figura grandiosa de su maestro se eclipsaba en los espíritus, corroídos por la mundanidad. Al ver la decadencia de muchos de sus seguidores, el Dr. Plinio multiplicó sus esfuerzos apostólicos a fin de revertir ese cuadro. En consecuencia, su vida rutinaria se volvió extenuante y la enfermedad llamó a su puerta. Una terrible crisis de diabetes lo postró en el lecho de dolor durante algunos meses, privándole de la convivencia con el Grupo. Adquirió plena conciencia de cuán grave había sido la sacudida que sufrió su salud e, incluso, veía la muerte de cerca, como contaría poco después: “Yo mismo me preguntaba si no sería, después de todo, el momento en el que la Virgen, cansada de mí, liberaría mi alma. Esta era mi gran aprensión y mi gran angustia. Pero Ella me ampararía hasta en ese extremo, y moriría con los ojos puestos en su misericordia”.2 Ante esa perspectiva se acordaba de una frase del Evangelio y tenía la impresión de verla realizada en sí mismo: “Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas” (Mc 14, 27). Era el mayor dolor de toda su vida, expresado por él así: “Una prueba espiritual que me hacía sufrir mucho más que la enfermedad física”.3 Pero la Virgen no abandonaría a un hijo tan predilecto. Por el contrario, en medio del drama le haría sentir la caricia de su mano materna. La gracia de Genazzano: sonrisa y promesa El Dr. Plinio en las escaleras de la catedral de São Paulo tras la Misa por las víctimas del comunismo, en noviembre de 1968 40 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 El 16 de diciembre de 1967, cerca de las seis de la tarde, recibió la visita de algunos miembros del Grupo de Minas Gerais. El Dr. Plinio manifestó mucha alegría al verlos, y, nada más iniciar la conversación, uno de ellos le explicó que, aprovechando el paso de un amigo por Roma, le habían pedido el favor de adquirir un cuadro, para traérselo de regalo. Se trataba de una estampa de Nuestra Señora del Buen Consejo, de Genazzano, Mater Boni Consilii, copia del milagroso fresco que allí se encontraba desde el siglo XV. El Dr. Plinio estaba casi sentado en la cama, recostado en varias almohadas, cuando le entregaron el cuadro. Se lo apoyaron sobre sus piernas y lo cogió con las dos manos. Absorto, encantado, verdaderamente emocionado, durante veinte minutos el Dr. Plinio contempló la estampa sin desviar de ella la mi- Reproducción rada, manteniendo un silencio tan sólo interrumpido por exclamaciones: —¡Qué imagen magnífica! ¡Impresionante, extraordinaria! ¡Pero qué maravilla! ¡Qué comunicativa es! Miren, parece que quiere hablar. Ha cambiado de colores. ¡Ahora tiene otra expresión! ¡Qué bondadosa y maternal es! Está sonriendo, dispuesta a ayudar. No tengo palabras, no sé qué decir. El autor, que lo estaba acompañando esos días de convalecencia, en ese instante vio su fisonomía transformada, reflejando una consolación extraordinaria, casi un éxtasis. Sin la menor duda, la experiencia interior, que el Dr. Plinio llamaría en adelante de gracia de Genazzano, fue un genuino y profundo fenómeno místico. “Al contemplar la imagen tuve la sensación única, inconfundible, de que su mirada se animaba, se fijaba en mí y me daba seguridad”,4 relataría diez años después. Y también explicaría: “No fue una visión o revelación, sino que era como si Ella hablara conmigo”.5 Sin oír propiamente una voz, el Dr. Plinio sintió en el fondo de su alma la caricia de María Santísima, con clarísimo significado: “Hijo mío, no te perturbes. Confía, porque tu obra llegará a concluirse y tú cumplirás por entero tu misión”. Esa garantía era lo que más deseaba, pues resolvía el terrible problema que lo afligía: “Lo que la imagen me comunicó correspondía a la razón de mi angustia. Y esa palabra celestial cicatrizaba la herida en lo que ella tenía de más profundo”.6 Recuperado de su enfermedad, el Dr. Plinio retomaría las actividades apostólicas, dando nuevo aliento a sus hijos y consolidando en el Grupo un tipo de vida que debería ser la columna vertebral de su orden de caballería. Regla y régimen de vida impregnados por el espíritu del Dr. Plinio El Dr. Plinio había estado en Roma en 1962, con ocasión de la primera sesión del Concilio Vaticano II, junto con algunos miembros del Grupo que lo auxiliaban en sus trabajos. Ellos a veces hacían incursiones piadosas en Asís. Cerca de esta ciudad existe un antiguo monasterio, levantado en la ladera del monte Subasio: el Eremo delle Carceri.7 Habiéndolo recibido en donación de los benedictinos, San Francisco de Asís se refugiaba allí con sus frailes para permanecer unos días en oración. Estampa de “Mater Boni Consilii” recibida por el Dr. Plinio de regalo en el hospital Ahora bien, los acompañantes del Dr. Plinio solían subir a ese lugar y pasar un período en recogimiento. Cuando regresaban a Roma, el Dr. Plinio los analizaba y, con su habitual discernimiento, notaba en ellos un fenómeno curioso: sus fisonomías estaban transformadas. Habían salido con aires petulantes y volvían contemplativos. Entonces el Dr. Plinio también fue a Asís, deseando visitar el eremo y, de hecho, sintió allí una gracia toda especial. Por eso surgió en su alma el deseo de instituir, en el Grupo, lugares de retiro, a fin de ayudar a las personas a curarse de tantos males producidos por el pecado original, por las miserias actuales y por la Revolución. Al regresar de Europa, decidió constituir una institución de vida comunitaria en una casa de campo situada en las cercanías del aeropuerto de Congonhas, de São Paulo. Ésta recibió el nombre de “éremo”, vocablo que entraría a formar parte del lenguaje del Grupo, y fue dedicada a la memoria del profeta Elías. A partir de ese momento el Dr. Plinio empezó a incentivar al máximo lo que llamaría gracia eremítica. Al Éremo de Elías le seguirían otros, pero el principal de ellos estaría dedicado al gran Julio 2016 · Heraldos “Lo que la imagen me comunicó correspondía a la razón de mi angustia. Y esa palabra celestial cicatrizaba la herida en lo que ella tenía de más profundo” del Evangelio 41 João Scognamiglio Clá Dias Pero la Providencia exigiría del Dr. Plinio un nuevo acto de entrega y heroísmo: el Grupo fue perdiendo empuje, a pesar del empeño y celo de su fundador “En las diversas sepatriarca de Occidente, des de la TFP, incluso en San Benito. El sitio elegilos éremos, la chanza y las do por el Dr. Plinio para bromas, es verdad que no el éremo de São Bento fue tenían nunca nada de inun antiguo monasterio simoral, mantenían un amtuado en la zona norte de biente de superficialidad, São Paulo. El bendecido el cual propiciaba un relaedificio, impregnado del jamiento a la manera de lo aroma benedictino, sería que existe en ciertos días el entorno ideal para una de calor: nos da la impreexistencia marcada por el sión de que el asfalto de la esplendor del ceremonial, calle no sólo se ablanda, sipor el tono sagrado de no que se evapora; los ríos los gestos y de las actitucorren, pero las aguas no des y por la más alta conburbujean; y todas las cotemplación. Allí la vocasas parecen llorar la inutición profética y combativa lidad de sí mismas. Este del Dr. Plinio se manifesmal, al ser participado por taría en todo su esplendor, muchos, era grave”.8 abriendo el espíritu de los eremitas a los más elevaA parte de eso, decía dos y sublimes horizonque también sentía que los tes. El Éremo de São Bendemonios rondaban al aceto representó el triunfo de cho de hacer algo contra él, la Contra-Revolución tenrefiriéndose, incluso, a la dencial. posibilidad de un accidente. El autor tuvo la gra“Mañana puede ser que mi cia de formar parte de esautomóvil reciba un fuerEl Dr. Plinio en la entrada principal de la ta institución a partir de sede de la calle Pará, en São Paulo, en 1966 te golpe”,9 comentó, y plan1970, consumiendo comteó la hipótesis de que perpletamente hasta lo más hondo de su alma ese maneciera cierto tiempo entre la vida y la muerte, soplo del Espíritu Santo, que inspiraba un régi- sangrando en la carretera. ¿Tendría alguna premen de vida y una regla impregnados por el es- monición de lo que le ocurriría en breve? píritu del Dr. Plinio. El día 1 de febrero de 1975 era sábado. Según su costumbre, después de cenar se reunió Se ofrece como víctima para salvar su obra con algunos miembros del Grupo en el salón de Pero la providencia exigiría del Dr. Plinio su residencia. El Dr. Plinio discurrió sobre el esun nuevo acto de entrega y heroísmo, porque tado en que se encontraba su obra y, a mediel Éremo de São Bento pasaría, junto con to- da que hablaba, analizaba la coyuntura y se iba da la institución eremítica, por una terrible no- dando cuenta, con más agudeza y precisión, de che oscura. El Grupo en general fue perdiendo cómo era trágica. En consecuencia, movido por empuje, a pesar del empeño y celo de su funda- el ejemplo de Santa Teresa del Niño Jesús, redor en mantener encendida la llama del entu- solvió renovar su ofrecimiento como víctima, siasmo. Así describiría él la realidad interna de decidido a pasar por el sufrimiento que más le agradase a la Virgen: “Le pedí que hiciera de mí su obra en 1974: 1 2 Cf. BEATA ANA CATALINA EMMERICK. Visiones y revelaciones completas. Buenos Aires: Guadalupe, 1954, t. IV, p. 252. CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 13/1/1968. 42 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 3 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Una “Dichiarazione”. In: Madre del Buon Consiglio. Genazzano. Año LXXXVIII. N.os 7-8 (Julio/Agosto, 1985); p. 28. 4 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 26/4/1977. 5 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 2/8/1992. 6 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 26/4/1974. lo que mejor entendiera, como alguien que tiene dinero en el banco: saca lo que necesita. Que Ella sacase lo que quisiera de este modesto banco llamado Plinio Corrêa de Oliveira”.10 Lo único que no ofrecía formalmente era su vida por fidelidad a la gracia de Genazzano, que le había prometido ver cumplida su misión. Se consuma el holocausto: el accidente de 1975 Dos días después, salía hacia una hacienda en la ciudad de Amparo. El conductor de su coche, que deseaba llegar enseguida a su destino, aplicó al automóvil una velocidad imprudente, sobre todo al ser un día lluvioso y la carretera estar llena de curvas. El Dr. Plinio le había advertido de que fuera más cuidadoso, pero en vano. Lo peor ocurrió: el coche del Dr. Plinio derrapó en la calzada mojada y chocó de frente con un autobús. Toda la fuerza del impacto se concentró en él. Al tener la pierna izquierda cruzada sobre la derecha, su rodilla izquierda golpeó en la guantera y su cadera no resistió el impacto: se hun- dió y se le rompió por el fémur, que también sufrió daños. Al mismo tiempo, su cuerpo fue proyectado contra el salpicadero, causándole la fractura de dos costillas. Y, al haber levantado la mano izquierda para protegerse, todos los huesos de la misma fueron despedazados por el vidrio, con el cual chocó igualmente su codo derecho, partiéndole el húmero. Con el golpe de su cabeza contra el parabrisas dos dientes frontales se le cayeron y el labio superior se le cortó de arriba abajo, ocasionándole gran pérdida de sangre. El párpado izquierdo, a su vez, se le rasgó casi todo y permaneció colgando, ocurriéndole lo mismo con la ceja. Además de todo eso, el que ocupaba el banco trasero fue proyectado hacia el frente y cayó sobre él. Treinta y seis horas después de su ofrecimiento como víctima expiatoria, la Providencia había asentido y acogido el holocausto del Dr. Plinio, permitiendo que su integridad física fuera alcanzada de forma trágica. Años después lo reconocería diciendo: “Muchos factores llevan a creer que la Virgen aceptó el sacrificio ese mismo lunes”.11 ² Treinta y seis horas después de su ofrecimiento como víctima expiatoria, la Providencia había asentido y acogido el holocausto del Dr. Plinio Estado en el que quedó el coche del Dr. Plinio tras el accidente; toda la fuerza del impacto se concentró en él 7 La palabra italiana eremo procede del latín eremus, con el mismo significado: lugar yermo y retirado. Eremo delle Carceri (Eremitorio de las Cárceles, en español), era el nombre que recibía el conjunto de grutas donde San Francisco y sus seguidores se retiraban a meditar. 8 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 3/2/1993. 9 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 24/12/1974. 10 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 3/2/1993. 11 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 3/2/1988. Julio 2016 · Heraldos del Evangelio 43 Parte V – Plenitud: “He combatido el buen combate” Los frutos de un holocausto En el último período de su vida, el Dr. Plinio habría de enfrentar los mayores sufrimientos espirituales y físicos, comprando de esa manera las gracias para que su obra durara hasta el fin del mundo. A partir de este holocausto la vida del Grupo seguiría otro rumbo, transformada por un nuevo flujo de gracias E n los primeros momentos después del accidente, los que presenciaban las terribles escenas de la carretera de Amparo, tomados de estupor y de compasión, no tenían elementos para penetrar en su significado más profundo. Sin embargo, el espectáculo de aquel varón fuerte, robusto y lleno de vitalidad, prostrado en el asfalto, sangrando por numerosas heridas, siendo luego trasladado a un quirófano y, lo peor de todo, privado de su plena conciencia por un tiempo cuya duración nadie podía prever, representaba un hito en la historia de su obra. La infidelidad de algunas generaciones de discípulos del Dr. Plinio, desde el núcleo inicial de sus compañeros de la Congregación Mariana, había llevado al Grupo a un estado de desfallecimiento en el que todo parecía irremediablemente encallado. Es como si las circunstancias le indicaran que dicha situación sólo se podría revertir por medio de un gran sacrificio, y él se dispuso a pagar ese precio. A partir de este holocausto la vida del Grupo seguiría otro rumbo, transformada por un nuevo flujo de gracias, y las instituciones internas florecerían con vigor irresistible. Analizando al Dr. Plinio de cerca y sin velos El Dr. Plinio en su apartamento, durante la larga convalecencia del accidente 44 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 Para el autor el accidente del 3 de febrero también había sido un tremendo impacto de sorpresa; pero desde el primer instante fue asumido por un inexplicable sentimiento de paz, que percibía que era fruto de la gracia. Posteriormente, habiendo tenido la ocasión de acompañar al Dr. Plinio en su convalecencia de varios meses, pudo observar en él ciertos atributos que hasta entonces no se le había presentado la oportunidad de exteriorizar. Bajo los efectos de un trauma neuropsíquico como aquel, la gente manifiesta sin velos lo que lleva en el fondo de su subconsciente. Ahora, durante ese período el autor pudo analizar de cerca a su maestro en una intimidad mayor y constató, con asombro, lo arraigada que estaba en su alma la vida sobrenatural. Al hacer comentarios sobre los médicos, enfermeros o visitantes, todos sus análisis psicológicos eran precisos e inerrantes. Después de una conversación de cinco o diez minutos, describía con toda acuidad los diferentes aspectos del alma de El autor conversando con el Dr. Plinio mientras cenaba en la intimidad de su residencia, en la década de 1990 aquel que acababa de salir. Es decir, había sufrido una fuerte sacudida en el uso normal de la razón, pero no en sión, de vez en cuando volvía en mí y encontraba a el discernimiento de los espíritus, el cual conti- João sentado junto a mi cama, siempre en una sinuaba intacto e incluso se mostraba ahora más lla cerca de la cabecera, mirándome. Veía que me rico, porque revelaba sin reservas lo que veía. analizaba con mucha atención y cariño, y yo penAsí pues, el autor pudo percibir y palpar lo saba: ‘Hay algo nuevo en su cabeza’ ”.1 que antes jamás habría logrado imaginar: en el Por otra parte, sus insistentes súplicas a la Dr. Plinio, la sabiduría y los carismas dados por Santísima Virgen, durante los cinco años de vila Providencia trasparecían más que su propia na- da eremítica, en el sentido de tener una convituraleza. Tal descubrimiento le dio una gran se- vencia más asidua con su padre y fundador, fueguridad en sus convicciones, y enseguida pensó: ron atendidas de manera inesperada y con una “¡Este hombre es completamente fuera de lo co- abundancia que el autor no podría excogitar. mún! El don de discernimiento de los espíritus en Pasada ya una década, el Dr. Plinio se refería a él es más estable, activo y robusto que la concien- ese feliz resultado de los acontecimientos de fecia. Aquí está Dios hablando a través de él”. brero de 1975, con expresiones de afecto y bienY, por encima de todo, durante ese período querencia: “Uno de los frutos más importantes de semiinconsciencia el autor nunca presenció del accidente fue el de haberme dado la convien el Dr. Plinio la mínima actitud o gesto que se vencia con mi João. ¡Una alegría enorme!”.2 pudiera señalar como una falta moral, ni siquieEl “Jour le jour”: invitación a tomar ra la más leve. Todo en su intimidad era ejemplo al Dr. Plinio como modelo de virtud, dignidad y sacralidad. Movido por las gracias que la cercanía con el Nueva e intensa convivencia Dr. Plinio le proporcionaba y orientado en toentre discípulo y maestro do por él, el autor comenzó un apostolado inPor lo tanto, el hecho de conocer de modo terno en el Grupo para romper el hielo con remás profundo cuál era la alianza de Dios con lación a la persona del fundador,3 relegada aún aquel hombre y comprobar de forma tan paten- por muchos al olvido. Para ello, empezó a rete la divinización de su alma por la vida sobre- unirse con los más jóvenes, llamados “enjolras” natural, fue para él motivo de gracias aún más por el Dr. Plinio. intensas que las recibidas en la década de 1960. En esas ocasiones el autor relataba episodios Más tarde el mismo Dr. Plinio daría testimo- de los días posteriores al accidente y también nio del cambio ocurrido en las relaciones de ese analizaba la semana del Dr. Plinio, contando lo hijo con él cuando describió lo que le pasaba por que había presenciado y repitiendo sus converla mente en aquellos momentos, en las brumas de saciones y charlas. Nacía la institución de lo que la semiinconsciencia: “Dentro de aquella confu- de forma natural recibiría el nombre de reunión Julio 2016 · Heraldos Todo en la intimidad del Dr. Plinio, incluso durante la semiinconsciencia, era ejemplo de virtud, dignidad y sacralidad del Evangelio 45 El Éremo de São Bento revivía, y en él los aspectos religioso y militar de la vocación se presentaban en perfecta consonancia del Jour le jour —del día a día, en francés—, en la cual tenía amplia aceptación la descripción de pequeños hechos cotidianos, reflejo de una mentalidad radicada en lo divino, que todos aprendían a descubrir y admirar. Así, el simple acto de quitarse el sombrero al pasar por delante de una iglesia o la rápida decisión al elegir un pedazo de la pizza presentada por el camarero de un restaurante eran materias tratadas en esas reuniones, a manera de fatinhos 4 dignos de nota por la lección que contenían para los espíritus atentos. A lo largo de los meses el entusiasmo se fue encendiendo y llegó el momento en que el domingo entero, desde la mañana hasta la noche, era tomado por temas catequéticos y por las narraciones sobre el pasado y el presente del Dr. Plinio, en una atmósfera de gran alegría y vivacidad. Dicho método llevaba a las personas a desear con ardor y radicalidad las últimas consecuencias de la entrega a la vocación. Por otro lado, acentuaba bastante la necesidad de tomar al Dr. Plinio como modelo. Así pues, para una buena parte del Grupo pasó a ser el centro de las atenciones y el asunto de las conversaciones. Y durante sus conferencias los oyentes empezaban a manifestar su adhesión y su encanto a través de exclamaciones y aplausos. Renacen los éremos Sin embargo, las gracias conquistadas por el ofrecimiento del Dr. Plinio, acogido el 3 de febrero, producirían frutos aún mayores. A principios de 1977 los miembros del Grupo de Porto Alegre, la mayoría de ellos jóvenes, por ciertas actitudes que demostraban falta de celo y compenetración, fueron invitados a ir a São Paulo para conversar con el Dr. Plinio en la biblioteca del Éremo de São Bento, el cual se encontraba vacío en esa ocasión, pues sus residentes se habían mudado a otra casa. Pero primero, por orientación del Dr. Plinio, el autor les había amonestado enérgicamente; muy compungidos, los jóvenes le pidieron perdón al Dr. Plinio, deseosos de reparar los fallos cometidos. Él completó la reprensión, aunque al mismo tiempo elogió la buena disposición en la que se hallaban en ese momento y les aconsejó que se mantuvieran siempre en ese estado de espíritu. Entonces, impresionados, le suplicaron quedarse para siempre en el Éremo de São Bento. El Dr. Plinio, después de hablar con el autor y haberle dado indicaciones precisas de cómo proceder, aceptó la petición. El Éremo de São Bento revivía, y en él los aspectos religioso y militar de la vocación se presentaban en perfecta consonancia, en medio de evoluciones, conjunto de movimientos, desfiles, cortejos solemnes en honor de la Santísima Virgen, cánticos y proclamaciones. Un nuevo tipo humano se forjaba, todo hecho de sacralidad, templanza y combatividad. “¡Deseé esta orden de caballería!” En 1980, con ocasión de la fiesta litúrgica de San Benito, el Dr. Plinio fue al éremo, en el cual se había concluido una reforma en los edificios. Le pidieron que visitara todos los ambientes de la casa, lo que hizo de buen grado, recorriendo las dependencias, incluso la cocina y cada una de las celdas. Después de verificar con gran contento el perfecto orden de todo, entró en la ca- Eremitas de São Bento durante la ceremonia de acción de gracias a María Santísima por el natalicio del Dr. Plinio, celebrado el 13 de diciembre de 1991 en el Éremo de Praesto Sum 46 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 Bebiendo por completo el cáliz del dolor Los años posteriores al accidente trajeron muchas consolaciones, al ver madurar su obra entre los más jóvenes ¡La Revolución murió! ¿En qué consistía ese dolor? Él mismo lo explica, en términos de una grandeza bíblica: “Dios me hizo una promesa y me dio una esperanza, pero quiso poner en mi vida la crueldad de la contradicción. Tenía que tropezar en la contradicción y formar un nuevo acto de confianza. Mis pasos avanzan hasta que el momento de la muerte se presente. ¡No hay otra salida! ¿Entonces cómo es eso? Su voluntad ha sido la de hacerme pasar por esa prueba terrible, pero terminarla con la misma tranquilidad: ‘Señor, Mario Shinoda Los años posteriores al accidente de 1975 trajeron muchas consolaciones al Dr. Plinio, al ver madurar su obra, principalmente entre los más jóvenes. Aun así las persecuciones externas y, a veces, incluso las internas no faltaron. En esas circunstancias conservaba la calma imperturbable de quien confía plenamente en la intervención de Dios. El autor, observador atento a sus actitudes en los momentos de triunfo y de incertidumbre, puede dar testimonio de no ha- berlo visto nunca eufórico o desanimado, ni siquiera unos pocos segundos. Su equilibrio era angélico: se mantenía siempre bien dispuesto, transmitiendo a todos paz, fuerza y seguridad. A medida que la edad avanzaba, su fe en la certeza de la victoria de la Contra-Revolución crecía, impulsándolo a dar más de sí, hasta el punto de mostrar una sed insaciable de sacrificarse. Deseaba derramar toda la sangre que le era pedida, a fin de irrigar con ella el terreno del Reino de María. “¿Moriré con 86 años? ¿Me marcharé a los 92, como mi madre? ¿Me iré con más? Sólo la Virgen lo sabe. Mi deseo es vivir tanto como Ella quiera, pero confieso la voluntad de ver atendida la bella súplica de un salmo: ‘no me lleves en la mitad de mis días’ (cf. Sal 101, 25). Es decir: ‘Un número de días fue contado para mí cuando fui creado. Oh Dios, considera no mis lagunas, sino tu misericordia, dame la gracia de haber hecho y vivido todo lo que debía, de cerrar los ojos habiendo bebido por completo el cáliz del dolor’. Moriría decepcionado si tuviera la idea de haber huido de una gota de dolor”.7 Mario Shinoda pilla. En ese instante, el autor se acercó a él y le suplicó que hiciera una oración en voz alta ante el Santísimo Sacramento. Siempre flexible y deseoso de beneficiar a sus hijos espirituales, aceptó. Dirigiéndose a Jesús Sacramentado, improvisó una plegaria: “Bien has visto el desbordamiento de mi alegría, de mi afinidad de alma con todo lo que aquí veía. Una especie de sorpresa, de asombro y de maravilla, como el que piensa: ‘Pero, Señor, ¿entonces es verdad que aquello que esperé se realiza? ¿Es verdad que aquello que pedí vino a parar a mis manos? ¿Es verdad que aquello que deseé has acabado, a ruegos de tu Madre, dándomelo de forma tan completa?’ ”.5 A continuación, con palabras que salían a borbotones del fondo de un alma en la cual jamás había vacilado la esperanza, exclamó: “¡Deseé esta orden de caballería! La deseé como ella es, con la gravedad, con la seriedad, con la solemnidad, con la fuerza, con la capacidad de reflexión, con la decisión que aquí noto, y en las cuales saludo el primer peldaño de una larga y alta escalera que debe conducir a las más altas cotas de la victoria”.6 El Dr. Plinio haciendo reuniones para los jóvenes: en el auditorio San Miguel (a la izquierda) en la década de 1980 y en el de María Auxiliadora (a la derecha) en la década de 1990 Julio 2016 · Heraldos del Evangelio 47 1 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 19/11/1983. 2 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 3/2/1985. 3 Es necesario no olvidar el deseo del Dr. Plinio, siempre alimentado y renovado, de transformar su obra 48 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 litaria y gnóstica, tu hora ha llegado, recógete en los antros de los que jamás deberías haber salido. Sol de la ortodoxia, sol de la fe, sol de la castidad, sol de la gallardía caballeresca, levántate porque es tu hora’. Empuñando la espada de la Palabra de Dios, empuñando la espada de la buena argumentación, la espada de la afirmación categórica y valiente de nuestras verdades, proclamemos: ‘¡La Revolución murió, murió, murió!’ ”.10 Perplejidad ante los designios divinos En 1995 el Dr. Plinio fue acometido por una serie de preocupaciones. Aunque sentía que sus fuerzas disminuían, nunca alteró la densa rutina de sus actividades. A finales de julio de ese año, sus discípulos le insistían que se fuera a descansar unos días a la hacienda de Nuestra Señora del Amparo. El autor se encontraba en España, tras recuperarse de una grave y penosa enfermedad. Unas semanas después el Dr. Plinio asintió, y se marchó el 21 de agosto, regresando a la capital paulista sólo la noche del 1 de septiembre, directamente hacia el Hospital Oswaldo Cruz. El diagnóstico era dramático: cáncer de hígado, con metástasis en los pulmones. No obstante, durante su último mes de vida la perplejidad ante los misterio- Sergio Miyazaki Tan heroica fe, en medio a la más dura prueba, se manifestó en sus conferencias durante los últimos meses de vida terrena has querido que atraviese el valle de las decepciones más crueles. ¡Lo atravesé! Puedo decir como San Pablo al morir: Bonum certamen certavi, cursum consummavi, da mihi premium gloriæ tuæ — He combatido el buen combate, he recorrido todo mi camino. Ahora, Señor, dame el premio de tu gloria’. [...] Según una bonita tradición, su cabeza fue cortada con tanta violencia que saltó y golpeó tres veces en el suelo, surgiendo de cada impacto una fuente. Yo diría entonces lo mismo: ‘Mi cabeza decapitada por la decepción, pero fiel a sí misma, golpearía en el suelo y ejecutaría el plan de Dios: tres fuentes, una nueva era histórica se abriría’. La promesa estaría realizada. Mi cabeza cortada, mis esperanzas desilusionadas habrían abierto el Reino de María”.8 Tan heroica fe, en medio a la más dura prueba, se manifestó en sus conferencias durante los últimos meses de vida terrena, en las cuales trasparece la convicción del triunfo final de Dios en la Historia. El autor está convencido de que esa fe ha sido la que ha abierto irreversiblemente las puertas del Reino de María. Sí, el sacrificio y los dolores del Dr. Plinio no fueron en vano. Él mismo los veía, de algún modo, que pesaban en la balanza divina como elemento decisivo para la derrota del mal: “En mis tiempos de joven el mundo aún vivía el otoño y el invierno de la tradición. Todo lo que era tradicional, todo lo que era conforme a lo que nos habían legado los siglos de fe anteriores, todo moría. En cambio, todo lo que aparecía era la contestación del pasado y la fabricación de un futuro directamente opuesto al pasado que parecía descender hasta la sepultura. Hoy podemos afirmar: ha llegado la era del otoño y del invierno de la Revolución. Herida de un golpe que esperamos sea un golpe fatal y de muerte, se va recogiendo hacia su cueva como una bruja gruñona, derrotada y acomplejada. Durante ese tiempo aparece, radiante, la aurora de la Contra-Revolución”.9 Y concluía con un grito profético, más actual que nunca: “ ‘Revolución maldita, igua- Adoración de la Santa Cruz durante la celebración de la Pasión del Señor, el Viernes Santo de 1994 en una institución religiosa. Así, aquellos entre sus seguidores que anhelaran ser fieles a su llamamiento deberían considerarlo ya en ese tiempo como el fundador de una familia espiritual. Desde ese punto de vista, su persona debería ser objeto de la veneración y de la confianza que los seguidores han de tributarle a los fundadores, como señala muy bien Fabio Ciardi: “Los discípulos pueden mirar a su fundador como el modelo a imitar, el ‘espejo’ en el que mirarse, el prototipo con el cual conformarse. Justamente porque lo que se comunica es una experiencia y sus frutos, la persona y la vida del sos designios de Dios respecto a él, le era más doloroso que los atroces dolores físicos que padecía, llevándolo a exclamar: “Todo se resolvería si comprendiera un punto”. Según la opinión del autor, el Dr. Plinio deseaba discernir si su muerte era un castigo por alguna falta cometida que ignoraba, o si estaba en los designios de Nuestra Señora del Buen Consejo cuando le había prometido interiormente que vería realizada su misión. Una cuestión tan delicada, propia a una conciencia purísima, sólo sería resuelta al trasponer el umbral de la eternidad. En esta tierra debía beber ese amarguísimo cáliz, sin perder, no obstante, la confianza: “Si no hubiera Mater Boni Consilii, no habría nada”, diría en el hospital. Si un ángel falleciera... Sergio Miyazaki Conforme avanzaba la enfermedad, sentía una dificultad creciente en expresarse. En determinado momento exclamó: “El sufrimiento es indecible, indecible, indecible...”. Si la meta de todas sus actitudes durante su vida fue únicamente la gloria de Dios, también en su muerte tenía el mismo objetivo: “Necesito prepararme para morir de la manera que más glorifique a Dios”, afirmó a menos de un mes de su falle- Tras su muerte, el rostro del Dr. Plinio esbozó una discreta sonrisa fundador se convierten en el locus teologicus a alcanzar” (CIARDI, Fabio. I fondatori: uomini dello Spirito. Roma: Città Nuova, 1982, p. 375). 4 La palabra fatinho es un diminutivo derivado del vocablo portugués fato (hechos, acontecimientos, episo- cimiento. Y, pocos días después, dirigiéndose al autor, le hizo esta confidencia: —He aprendido a confiar en el más terrible abandono. Me creí abandonado hasta por Jesús. Procurando confortarlo, el autor le recordó que la sensación de abandono era la mayor prueba de quien se ofrece como víctima. Teniendo el Dr. Plinio especial devoción a la agonía del Señor en el Huerto, le recordó ese episodio, con palabras formuladas por él mismo: —Hay muchos Huertos de los Olivos en la vida de los hombres. Al escuchar tal afirmación, el Dr. Plinio concluyó: —¡Es el abandono por excelencia! Pero la Madre de Misericordia le obtuvo también instantes de consolación, uno de los cuales ocurrió la noche del 17 al 18 de septiembre, cuando exclamó: “¡Celestial Jerusalén! ¡Oh Cielo, ciudad de Dios!”. Contemplándolo inmerso en el drama y en el sufrimiento, el autor se sentía más fascinado por su persona. En cierta ocasión le preguntó: —¿Por qué usted atrae tanto? El Dr. Plinio enseguida respondió, apuntando hacia un crucifijo: —Pregúntele a quien atrajo infinitamente más... Su fisonomía casi siempre expresaba un dolor lleno de paz, sobre todo en sus últimos días y, aún más, en las tres horas de su agonía. En el ocaso del 3 de octubre de 1995, teniendo a su derecha una reliquia del Santo Leño y una vela bendita, llevando en la otra mano un rosario y bajo la mirada de Mater Boni Consilii, Plinio Corrêa de Oliveira entregó su espíritu a Dios. Las fotos de su cuerpo, ya revestido del hábito ideado por él para su orden de caballería, atestiguan la veracidad de estas palabras: “Es propio del holocausto ser hecho con tanta buena voluntad que en la hora del consummatum est florece una sonrisa”.11 El autor tuvo la gracia de asistir a su último suspiro y puede afirmar que si un ángel falleciera no sería diferente... ² dios), que en este contexto expresa afectivamente su significación. 8 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 23/1/1994. 5 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 21/3/1980. 9 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conferencia. São Paulo, 23/9/1994. 6 Ídem, ibídem. 10 Ídem, ibídem. 7 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Conversación. São Paulo, 5/2/1995. 11 CORRÊA DE OLIVEIRA, Plinio. Charla. São Paulo, 17/5/1995. Julio 2016 · Heraldos Las fotos de su cuerpo, ya revestido del hábito ideado por él para su orden de caballería, atestiguan la veracidad de estas palabras del Evangelio 49 50 Heraldos del Evangelio · Julio 2016 Mario Shinoda acentuaba, por medio de un verdadero fenómeno místico, en lo más íntimo del corazón de ese hijo suyo. Por otro lado, a los ojos del autor esa inspiración sobrenatural se hacía patente también en los demás seguidores del Dr. Plinio que se mantenían unidos en el entusiasmo y en la fidelidad a su maestro. Su figura estaba encendida en el recuerdo de todos y, desde el Cielo, era un emisor de santidad para sus discípulos. Para el autor, antes del año de 1995, la muerte del Dr. Plinio era una cuestión que no se le planteaba. ¿Cómo iba a tener lugar el Reino de María sin él? Pues bien, en los días que precedieron a su fallecimiento y durante las Misas celebradas en su funeral, lo comprendió: se volvería inmortal en su obra. De hecho, su espíritu continúa en ella vivo y activo, y, con el auxilio de la Medianera de todas las gracias, así permanecerá en los siglos futuros. La misión del Dr. Plinio se cumplirá a través de sus hijos espirituales, como él siempre lo había esperado. La Revolución será humillada, condenada y derrotada, y la Iglesia reflorecerá con una belleza, una luz y un vigor totalmente nuevos. ² David Santos Domingues D una tristeza mortal se apoderaría de su estado de ánimo al verlo expirar. Pero la Providencia no lo quiso así. Una idea lo consolaba: el Dr. Plinio era un profeta de tal grandeza que, incluso muerto, de alguna forma era inmortal. Un hombre de su talla moral no podía desaparecer en las brumas de la Historia como tantos otros. Sí, intervendría en el curso de los acontecimientos para favorecer la victoria del bien y acelerar la derrota del mal. De este modo, el efecto de la muerte del Dr. Plinio para el Grupo fue un brote de gracias, que a todos llenó de júbilo por la certeza de la inminente caída de la Revolución. Por su parte, el autor empezó a percibir en sí mismo una acción cada vez más intensa del espíritu del Dr. Plinio. Lo sentía actuando en su interior, de una manera difícil de exPara el autor, la muerte del Dr. Plinio era presar con palabras. Tal hauna cuestión que no se le planteaba. bía sido el estrecho víncu¿Cómo iba a tener lugar el Reino de lo que lo unía al Dr. Plinio María sin él? que, al estar ahora en la Mons. João reza junto al cuerpo del Dr. Plinio eternidad, su presencia se durante su velatorio, el 4 de octubre de 1995 urante los últimos días del Dr. Plinio, el autor se sintió sustentado por una especial gracia de alegría, que le ayudó a preparar al Grupo para el hecho dramático y doloroso del fallecimiento de su fundador. Habiéndolo amado tanto en vida, se diría que El Dr. Plinio el 11 de diciembre de 1994 Stephen Nami El Dr. Plinio era un profeta de tal grandeza que, incluso muerto, de alguna forma era inmortal. Un hombre de su talla moral no podía desaparecer en las brumas de la Historia. Sergio Miyazaki ¡Plinio Corrêa de Oliveira está vivo! Timothy Ring Tito Alarcón Sergio Miyazaki Primeros heraldos sacerdotes – El 15 de junio de 2005 Mons. João y 14 diáconos más fueron ordenados presbíteros en la basílica del Carmen, donde tuvo lugar aquel primer encuentro. Hoy, casi 200 sacerdotes heraldos toman al Dr. Plinio como maestro, modelo y guía. Centros de espiritualidad – Basílicas e iglesias de un estilo arquitectónico inspirado en el gótico son construidas, convirtiéndose en foco de fervor espiritual. El gran número de personas que las frecuentan en busca de los sacramentos y el creciente número de jóvenes de ambos sexos en las filas de los Heraldos muestran la pujanza de la obra y la perennidad del ideal. Interior de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen y de las basílicas de Nuestra Señora del Rosario de Fátima y de Nuestra Señora del Rosario, todas en la Gran São Paulo Julio 2016 · Heraldos del Evangelio 51 Mario Shinoda E El Dr. Plinio venera la imagen de Nuestra Señora de Fátima, en la década de 1970 “Mi Inmaculado Corazón triunfará” s bueno que, al final de estas reflexiones, nuestro espíritu se detenga en la consideración de las perspectivas últimas del mensaje de Fátima. Más allá de la tristeza y de los castigos supremamente probables, hacia los que caminamos, tenemos delante de nosotros los sagrados resplandores del Reino de María: “Por fin, mi Inmaculado Corazón triunfará”. Es una perspectiva grandiosa de la universal victoria del Corazón regio y maternal de la Santísima Virgen. Es una promesa apaciguadora, atrayente y ante todo majestuosa y apasionante. Para obviar el castigo en la tenue medida en que es evitable, conseguir la conversión de los hombres en la débil medida en que según la economía de la gracia es aún obtenible an- tes del castigo, para apresurar cuanto posible la aurora bendita del Reino de María, y para ayudarnos a caminar en medio de las hecatombes que tan gravemente nos amenazan, ¿qué podemos hacer? La Santísima Virgen nos lo indica: enfervorizarse en la devoción a Ella, la oración, la penitencia. Para estimularnos a la oración, revistiéndose sucesivamente de los atributos propios a las advocaciones de Reina del Santísimo Rosario, de Madre Dolorosa y de Nuestra Señora del Carmen, nos indicaba cómo le es grato ser conocida, amada y venerada mediante esa forma. Plinio Corrêa de Oliveira. Fátima, en una visión de conjunto. In: Catolicismo, mayo de 1967.