pensando en la cosecha que

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> Enrique Sánchez • Técnico INTA • esanchez@correo.inta.gov.ar
suelos
Fertilización poscosecha en
frutales de pepita y carozo:
pensando en
la cosecha que
viene
La fertilización luego
de la cosecha, conocida
como "fertilización de
otoño", es la primera que
se realiza con vistas a la
próxima temporada.
Los fundamentos
técnicos de efectuar este
abonado con suficiente
anticipación se basan en
razones fisiológicas
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Es sabido el rol de las reservas minerales y orgánicas en
las especies perennes durante las primeras etapas de
crecimiento primaveral. Simplemente, se debe recordar
que desde el mismo momento en que las yemas comienzan a hincharse hasta las dos o tal vez tres semanas
después de plena floración, las reservas de la planta son
las encargadas de abastecer el crecimiento y desarrollo
de las jóvenes hojas, flores y frutos cuajados. Es importante recalcar que en ese periodo, si bien puede producirse algo de absorción de minerales por parte de las raíces, no existe el transporte de la raíz a la parte aérea;
por lo tanto, todo crecimiento inicial no depende de los
minerales del suelo sino de las reservas de la planta.
Por lo dicho, es importante realizar intervenciones en el
suelo, con el fin de adicionar aquellos minerales que
puedan resultar deficientes y, en consecuencia, necesarios. De todos los minerales esenciales, los que se pueden aplicar por el suelo en esta época son el nitrógeno,
el fósforo y el potasio.
En pera y manzana es posible realizar la fertilización nitrogenada desde un par de semanas previas a la cosecha hasta mediados de abril. En
tanto, para los frutales de carozo y vid el
momento ideal es inmediatamente después de
la cosecha.
El amplio espectro varietal y el estado de cada
monte determinan la dosis total de los nutrientes, pero en general conviene aplicar aproximadamente el 60% de la dosis total en este periodo,
a excepción de las variedades de manzano Red
Delicious y Gala tradicional -de bajo potencial
para desarrollar suficiente coloración roja- y de
la pera Anjou -susceptible a la manifestación de
corcho-. En estos casos es aconsejable que la fertilización nitrogenada se realice en su totalidad
en esta época.
Si el fertilizante es incorporado en la zona de las
raíces (como es el caso del fósforo y el potasio),
la absorción se facilita por la proximidad del producto al sistema radical. El nitrógeno, que se
aplica normalmente sobre la superficie del suelo,
debe ser trasportado a la zona de absorción
mediante el agua, sea producto de una lluvia
intensa oportuna o por acción del riego. En este
último caso, se debe tener especial precaución
en la lámina de agua aplicada, con el fin de evitar
el lavado del fertilizante.
Al respecto, vale mencionar un estudio que se
viene llevando a cabo entre el INTA y la Facultad
de Ciencias Agrarias, en el que se monitorea la
evolución de la concentración de nitratos a distintas profundidades de suelo bajo un sistema de
riego mecanizado y por surco. Si bien en el primero de los casos el fertilizante consigue permanecer unos 45 días en la zona de exploración radical, en el riego por surco los nitratos pasan de
valores altos a bajos luego de unos pocos riegos.
Es de esperar un mayor lavado bajo un sistema
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de riego por manto, y por lo tanto un aprovechamiento ínfimo del
fertilizante.
Todas las formas químicas de nitrógeno son de rápida disponibilidad, aun la forma amonio, que en nuestras condiciones pasa a la
forma nitrato por acción de las bacterias del suelo en apenas unos
pocos días. Por el contrario, los fertilizantes químico-orgánicos,
sobre todo el estiércol o guano, son de más lenta disponibilidad. Si
bien en esta época resulta ventajoso aplicar guanos, se debe considerar su incorporación inmediata al suelo, especialmente acompañada por una aplicación baja de nitrógeno, con el propósito de
acelerar la absorción de este último.
Los fertilizantes fosfatados más comunes son el superfosfato simple (grado 0-21-0), que también aporta calcio y azufre, el superfosfato triple (0-46-0), que aporta calcio, y el fosfato diamónico (18-460), que además contiene nitrógeno. Por su parte, el cloruro de potasio (0-0-60) es generalmente el fertilizante potásico mas común, no
existiendo ningún tipo de restricciones de uso en el caso de plantaciones normales. El 15-15-15 es una formulación que adiciona al
suelo los tres elementos mayores, es decir, nitrógeno, fósforo y
potasio.
Las aplicaciones foliares también son factibles de realizarse en esta
época. El INTA aconseja únicamente centrarse en unos pocos
nutrientes, debido a que la eficiencia del cultivo en absorberlos y
metabolizarlos varía entre ellos. Cuando hablamos de fertilización
foliar en poscosecha nos referimos básicamente al nitrógeno como
urea, al boro y al potasio.
La urea (46-0-0) se aplica en concentraciones que varían entre el
2% y el 4%, y tiene la particularidad de ser absorbida en su casi
totalidad en un lapso de 48 horas. En el interior de la hoja pasa a la
forma amonio y se convierte rápidamente en aminoácidos varios
que migran a las reservas de la planta. El tiempo ideal de empleo
es más flexible que en las aplicaciones por suelo, ya que se debe
realizar después de la cosecha hasta el momento en que las primeras hojas comiencen a cambiar del color verde al amarillo claro.
El boro se aplica fundamentalmente en las peras como acido bórico a concentraciones que varían entre 150 a 250 gramos por cada
100 litros de agua. Puede ser utilizado conjuntamente con la urea.
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El potasio es otro de los nutrientes que pueden ser suministrados
por vía foliar, pero este manejo debe ser una excepción, debido a
que la cantidad que efectivamente penetra en las hojas es muy
poca, y llevado a hectárea no suma más que dos kilos. El nitrato de
potasio (13-0-44) es la mejor forma química que se conoce para ser
aplicada en las hojas.
Como consideración final, es bueno recordar que en la naturaleza
las raíces son las encargadas de absorber los minerales del suelo.
Desde hace millones de años las plantas evolucionaron en el sentido lógico de tomar del suelo su alimento en forma muy gradual a lo
largo de primavera, verano y otoño. El nitrógeno disponible como
nitrato depende de la acción microbiana del suelo, la que a su vez
está regulada por la temperatura. Por lo tanto, en la primavera (brotación, cuaje e inicio del crecimiento de los brotes) el contenido
natural de nitrógeno disponible es bajo, y por ende las plantas
perennes se ven obligadas a consumir sus reservas. Estas reservas
son las que precisamente la fertilización poscosecha trata de restablecer para mantener un lógico y necesario equilibrio en las plantas.
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