El pasaje de la primaria a la secundaria como transición educativa Rossano, Alejandra En Diez miradas…. En la puerta de la secundaria El ingreso a la escuela media puede compararse, en parte, con el inicio de la escuela primaria. La familia se vuelve a presentar ante una institución escolar. Debe tomar una serie de decisiones que modificarán la vida cotidiana futura del alumno ingresante: modalidad, turno, idioma, cercania/lejanía de la escuela elegida… Tomar estas decisiones supone conocer el nivel medio, tener disponible una experiencia cercana que anticipe, que permita sopesar “costos y beneficios” de cada opción. Buena parte de las preguntas que se pueden formular es posible si en algo se conoce aquello que se desea interrogar. Es por eso que a la escuela primaria le cabe un papel fundamental en el acompañamiento de las familias y alumnos que transitan séptimo grado. Es necesario planificar acciones que se desarrollen en el transcurso de un año escolar y que consideren tanto a los alumnos como a sus familias. La experiencia transitada ha demostrado que cuanto más lejana esté la escuela secundaria en la historia familiar mayores son los esfuerzos que la escuela primaria debe hacer para presentarla, para hacerla posible, para promover las preguntas sobre las distintas opciones. Presentar el nuevo nivel, anticipando, advirtiendo sobre su diferente funcionamiento con respecto a la escuela primaria, realizar un plan de entrevistas con padres y alumnos, armar un mapa de las escuelas elegidas y ver si es posible ampliar la oferta e imaginar otras escuelas secundarias a las cuales concurrir, acompañar los trámites, hacer un seguimiento de las inscripciones son algunas de las muchas acciones que podrán recorrer el año escolar de séptimo grado y aun de sexto grado, y sobre todo en las escuelas que atienden sectores populares. Entre el cierre y el inicio: un territorio sin jurisdicción Hay un hecho que merece ser tenido en cuenta a la hora de analizar acciones posibles sobre el pasaje de la primaria a media. Entre el egreso y el ingreso de los alumnos se presenta en muchos casos un territorio “sin jurisdicción clara” para el sistema. Queda en las manos de las familias, casi con exclusividad la responsabilidad de gestionar la inscripción, de volver a mandar a los chicos a la escuela. Pareciera que para ser cabalmente un alumno de la secundaria es necesario haber transitado exitosamente un buen tramo de ella. Es así como mantienen su “invisibilidad” para el sistema, no sólo los que no se inscriben en el primer año sino aquellos que habiendo iniciado el nuevo nivel, no logran permanecer en la escuela ya sea por acumulación de inasistencias o de plazos. ¿Cómo ocupar desde el sistema educativo este territorio habida cuenta de los nueve años de escolaridad obligatoria que han sido establecidos por todo el país? Avanzar en acciones que atiendan este problema es altamente complejo. En muchos casos hay que advertir, además, que los alumnos que no continúan su escolaridad están atravesados por situaciones familiares difíciles, en contextos de pobreza y aun de marginalidad. Aunque otras instituciones intervienen en el acompañamiento de estas familias es muy dificultosa la articulación y el armado de la red necesaria que permita que la suma de intervenciones garantice derechos básicos de los niños, como el de seguir en la escuela. Es al sistema educativo a quien le cabe liderar el intercambio entre las distintas instituciones intervinientes, definir con mayor precisión los caminos a seguir y trazar con mayor justeza los circuitos y las responsabilidades. Los cambios de un nivel a otro El signo que caracteriza el pasaje de un nivel a otro es el cambio. Se trata de que los cambios ligados al logro de mayores niveles de autonomía y también a otros vinculados con la organización del trabajo escolar, con los niveles de exigencia y con la inserción en un nuevo ámbito con otra cultura institucional. Al ingresar en la escuela media es posible que se produzcan cambios en rutinas personales y familiares; seguramente este cambio llevará a la construcción de otros hábitos y a la necesidad de asumir nuevas responsabilidades: acomodarse a horarios diferentes a los que se estaba acostumbrado –cambio de turnos con relación a la primaria-, quedarse solo en casa más tiempo, hacerse cargo de tareas domésticas, colaborar en el trabajo de algún miembro de la familia, viajar solo en recorridos hasta ahora desconocidos, etc. La escuela primaria se caracteriza por actividades pautadas y enmarcadas por pocos maestros. Se puede “descansar” en el maestro, quien se acordará de facilitar la tarea en caso de ausencia, se acercará si a partir de la corrección detecta dificultades en la comprensión de temas trabajados, etc. La escuela media, en cambio, requiere desde el primer día, mayores niveles de autonomía para resolver el trabajo escolar. El pasaje al nuevo nivel trae también una relación más impersonal con el profesor, en relación con el vínculo que tradicionalmente construyen los niños de la primaria con su maestro. Cada profesor tiene muchos mas alumnos que el maestro de grado, suele trabajar en varias escuelas, hay menos tiempo compartido, lo que, al parecer, genera menor tolerancia a las faltas de “disciplina”, a los altibajos en el rendimiento escolar. En la escuela primaria las evaluaciones presentan en general formatos regulares. En cambio, en la escuela media, cada una de las materias puede proponer formas diferentes de evaluación después de cada una de las unidades de trabajo (entrega de trabajos prácticos, lecciones orales, trabajos monográficos, pruebas escritas, etc.) con un mayor grado de exigencia en cuanto a la frecuencia, fecha de entrega, sistematización de contenidos y con una mayor gravitación en las calificaciones finales de cada trimestre. Otro cambio importante se refiere al uso de materiales escritos. Se pasa del manejo de textos comunes a todos, a la necesidad de consultar fuentes diversas con distintos objetivos de lectura. Si se considera la perspectiva de los alumnos que ya llevan algunos años en la secundaria, el fracaso define la valoración y la carga que se le asigna al pasaje de séptimo a primer año. Los alumnos que no le atribuyen un carácter traumático pertenecen casi todos a sectores socioeconómicos medios y, en su mayoría, no han repetido ningún año en la escuela secundaria. Por el contrario, la caracterizan como dificultoso, los que proviene de sectores bajos o en situaciones de extrema pobreza, repetidores, sobre todo de primer año. ¿Qué se enseña en los grados superiores de la primaria? Muchas veces el modo que encuentra la escuela primaria de “preparar” a los alumnos para el ingreso a media es anticipar la enseñanza de los supuestos contenidos de primer año. Si bien es cierto que esta anticipación puede generar en los alumnos la sensación de que conocen estos temas, poco se avanza en los aprendizajes significativos que muestran tener una influencia decisoria en la posibilidad de transmitir exitosamente el nivel. Por ejemplo, la organización del tiempo de estudio, la posibilidad de trabajar con “textos difíciles” de distintas fuentes, la escritura de textos expositivos, la posibilidad de enfrentarse con recursos propios en la resolución de problemas, poder identificar lo “no aprendido” y requerir las ayudas necesarias; en definitiva, construir su propio proyecto de aprendizaje. Éstos son asuntos que merecen un desarrollo en la escuela primaria y posicionan a los alumnos con mayores posibilidades de continuar su escolaridad. Dicho en otros términos, aprender a estudiar, organizar el tiempo, llevar la agenda, buscar lugares alternativos donde resolver la tarea son cuestiones “enseñables” en la escuela. Para muchos alumnos, por distintos motivos ligados a la condición social, su casa no es un lugar donde puede resolverse la tarea, donde sea posible reencontrarse con lo que han entendido y lo que no. Es parte de su condición de niño – concepto que acusa un corrimiento de su sentido más tradicional- depender de otros adultos para ello. Hay otro aspecto que se señala en el pasaje y se refiere a los contenidos escolares: “esto no lo vimos nunca”. Esta falta de continuidad entre lo que se exige y aquello de lo que los alumnos disponen, da cuenta de una notable falta de coherencia entre la propuesta de enseñanza, los enfoques y planes de estudio de un nivel y otro. Los que vuelven a la escuela primaria… ¿qué buscan? Una experiencia recurrente en algunas escuelas primarias es recibir a sus egresados los primeros días de clase en el inicio de un nuevo ciclo lectivo. Echar una mirada a los motivos de la vuelta a la escuela y a las acciones, muchas veces informales, que las escuelas desarrollan, puede dar algunas pistas de lo que parecen necesitar los recientes ingresantes a la secundaria. ¿Quiénes regresan a la escuela y qué vienen a buscar? Hay un conjunto de niños que vienen a recuperar algo de su infancia, existe cierta nostalgia por algunas vivencias de la escuela primaria ante lo que contrastan las primeras experiencias en la secundaria. Pero sobre todo, muchos docentes de sectores populares insisten en destacar que buscan las instancias de apoyo aquellos chicos por los que en la escuela se ha librado una batalla sostenida, extendida y sistemática, por posicionarlos como alumnos capaces de aprender; por promover la construcción de su propio proyecto de aprendizaje. ¿Qué buscan los chicos en el apoyo? Hay una búsqueda de un punto de referencia, un lugar de identificación, pues no siempre hay un adulto disponible que haya sido estudiante y, por sobre todo, un adulto al que le haya valido la pena estudiar. Aprender lo no aprendido y repasar lo que ya se aprendió constituyen el eje central del espacio de apoyo cuando éste logra ser sistemático. Un hecho para resaltar es que justamente la diferencia entre lo que es nuevo tema o contenido y la otra vuelta sobre lo ya aprendido, no resulta visible para los alumnos pero es crucial en todo proceso de aprendizaje. Es sabido que los alumnos que fracasan no logran construir una idea de proceso, es como si empezaran de nuevo cada vez. La entrada a la secundaria Finalmente, cuando los alumnos entran en la escuela secundaria, encuentran aquello que mucho o poco han podido anticipar. Si el fracaso se hace sentir en la imposibilidad de seguir el ritmo del profesor y en los aplazos que se acumulan, las inasistencias aparecen con mayor recurrencia. No es que faltar a clase sea algo que inaugura la escuela secundaria, pero lo que sí se profundiza en este nivel son las consecuencias que ello acarrea. Sin embargo, es importante destacar que la idea de adaptación es la que prevalece en los alumnos, aun cuando se perciban los cambios de manera abrumadora y no se este transitando por una experiencia exitosa. La adaptación es la expresión de haber dejado de ser “infantil”; el que no se adapta es “inmaduro”. Es así como desde la perspectiva de los alumnos de los primeros años, son pocas las observaciones y opiniones que enfatizan la responsabilidad de la escuela en el fracaso escolar. Una de las respuestas que mayor consenso tienen en las escuelas secundarias a propósito de cómo acompañar a los alumnos ingresantes, es la del profesor tutor. El profesor tutor realiza un seguimiento del rendimiento de los alumnos y sus inasistencias, ayuda a los alumnos a estudiar, a organizar el tiempo, genera acuerdos con los otros profesores del curso en relación con la evaluación de los alumnos, con proyectos y propuestas compartidas entre profesores de distintas disciplinas. Normas, sanciones, conflictos grupales, convivencia son objeto de intervención del profesor tutor. Las acciones que cotidianamente debe desplegar el tutor pueden ser innumerables, sobre todo en aquellas instituciones en que, lejos de pensar como problema el fracaso escolar y la retención de los alumnos, se deposita en esta figura la resolución de todos los conflictos. No obstante, existen muchas escuelas en las que el problema de la retención de los alumnos no se centra solo en la figura del tutor o, en muchos casos, esta figura refuerza y profundiza un proyecto más global. A modo de ejemplo, se enumeran aquí las características de las acciones relevadas en las escuelas medias en el marco de una propuesta del Ministerio de Educación de la Nación. En documentos de dicha propuesta se destacan: - acciones destinadas a facilitar la participación de los alumnos y sus familias en las escuelas: micro emprendimientos productivos, programas radiales, talleres de reflexión, entre otros; - acciones vinculadas a mejorar la relación de la escuela con el mundo del trabajo y otras organizaciones e instituciones a través de pasantías, talleres, experiencias de servicios comunitarios, desarrollo de actividades recreativas y deportivas; - acciones desuñadas a facilitar la integración de los alumnos con alto índice de ausentismo, incorporación tardía o asistencia irregular: padres y alumnos que realizan un seguimiento y control del ausentismo buscando alternativas consensuadas con la familia del alumno con muchas inasistencias; - acciones vinculadas a la gestión curricular-institucional: alternativas no convencionales para los alumnos que deben recursar, apoyo académico desarrollado por alumnos del profesorado, padres y profesores, flexibilización de los espacios y de los agrupamientos (clases compartidas con alumnos de escuelas cercanas; desdoblamiento de grupos para el Trabajo en distintas áreas); elaboración de guías de auto-aprendizaje con instancias de reflexión conjunta, trabajo grupal, individual y con las familias, oferta de materias optativas, etc. Generar diversas acciones que apunten a mejorar la calidad de la propuesta educativa y con ella, la retención de los alumnos supone tomar distancia de propuestas homogéneas, únicas, ancladas en el alumno “ideal”. Sin dudas, las difíciles condiciones de vida de muchos adolescentes y jóvenes ponen en riesgo su derecho y sus posibilidades de ingresar en la escuela media, permanecer en ella, aprender y finalizar sus estudios. Sin caer en posiciones ilusorias, sin licuar las dificultades, de lo que se trata es de encontrar los modos de construir la respuesta educativa a estas condiciones. El sentido de seguir estudiando La escuela ya no ocupa el lugar que tenía en las generaciones anteriores. Ya no garantiza ni el trabajo ni el ascenso social. Si siempre ha habido diferencias entre los distintos sectores sociales con relación a su valorización, en este contexto esas diferencias se profundizan. Sectores medios y altos viven con menos presión la escuela pues ésta no constituye el único medio para garantizar la conservación de su capital cultural, las posibilidades de su inserción social. En el caso de los sectores populares, el horizonte de progreso social esta aún más alejado de la escuela. Entonces, surgen algunos interrogantes: ¿Cuál es la razón por la que un adolescente seguirá sus estudios en la escuela media? ¿Por qué un niño con miles de carencias y con poca tradición educativa familiar sostendrá la escolaridad más allá de la primaria? ¿Qué puede ofrecerle la escuela secundaria en términos de la construcción de su identidad, de su proyecto personal? Está claro que en la vida de muchos jóvenes se presentan condiciones desfavorables para su escolaridad y que revertirlas no depende de la escuela. Pero reforzar la capacidad de retención contribuye a mejorar sus oportunidades educativas. Afirma Duschatzky: “La escuela se presenta como la institución proveedora de derechos, del derecho a participar del (progreso) y a recibir la confianza del otro. La idea de progreso tiene aquí un sentido particular, no es el progreso entendido como ascenso social sino como la posibilidad de despegue de la fatalidad de origen. Para estos jóvenes, participar de la cultura escolar implica apropiarse de los códigos necesarios para dialogar con el mundo”. Hay indicios para pensar que una buena experiencia educativa contrarresta las dificultades del contexto social. Los factores externos actúan como determinantes cuando la situación escolar es homogénea, distanciada de los problemas reales de los adolescentes y cuando su única propuesta es la adaptación a las normas y prácticas vigentes. Analizar con detenimiento qué acontece en el pasaje de un nivel a otro contribuye a generar mejores condiciones para la retención. Este pasaje pone en evidencia las consecuencias negativas que el sistema provoca en la escolaridad de numerosos alumnos. Sin embargo, este lugar –el pasajemuestra también el esfuerzo de muchas instituciones que, sin quedar atrapadas por la fatalidad del “destino” de numerosos niños y adolescentes, se cuestionan y repiensan su funcionamiento, se proponen generar nuevos sentidos que hagan posible construir el proyecto de seguir estudiando.