El caso de la Dama de Elche: más que una divergencia

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NOTICIARIO
AEspA, 69, 1996, págs. 219 a 226
EL CASO DE LA DAMA DE ELCHE:
MÁS QUE UNA DIVERGENCIA
POR
RICARDO OLMOS y TRINIDAD TORTOSA
Centro de Estudios Históricos, C.S.I.C.
RESUMEN
Una reciente recensión de Karen D. Vitelli aparecida en
American Journal of Archaeology (1995, 775) sobre el libro
de John F. Moffitt Art Forgery. The case of the Lady of Elche, es el motivo de nuestro escrito. Se discute aquí el método y contenido de un libro con intención científica y conclusiones inaceptables. La Dama de Elche merece una mejor
aproximación desde la luz de la nueva investigación de la arqueología ibérica.
SUMMARY
A recent review of Karen D. Vitelli appeared in American Journal of Archaeology (1995, 775) on John F. Moffitt's
Art Forgery. The case of the Lady of Elche, is the reason that
make us to write this paper. It is discussed here both method
and content of a book showing a scientific intention but inaceptable conclusions. The Lady of Elche deserves a better
approach from the light of the new Iberian archaeological
research.
La deconstrucción de mitos y discursos científicos parece una moda arraigada en estas últimas décadas del siglo XX. Nuevos mitos surgen que sustituyen
a aquéllos. En la historia del arte o de la arqueología,
el éxito social del falsificador pone de manifiesto la
fragilidad de la investigación y la especulación desenfrenada del mercado del arte. Son las falsificaciones reverso inevitable de la medalla del positivismo.
Forman parte de la comercialización del pasado. Podrán ser burla y reacción ante lo sagrado y consensuado como verdadero. El falsificador, alter ego del
hermeneuta o del artista, tiene también algo de destructor. La infiltración de la obra trucada es cilicio de
humildad contra la presunción de la ciencia, inquietud para el coleccionista, motivo de recelo y escepticismo a los ojos del gran público. El desvelamiento
* Este trabajo se incluye en el proyecto Iconografía y territorio en época ibérica: las cuencas del Vinalopó y del
Segura, financiado por la DGICYT, xf PS 93-0006.
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de una falsificación será objeto de alegría para el
profano, que gozará viendo caer ciertos ídolos de barro levantados esforzadamente por la historia \
Los imprecisos límites entre lo verdadero y lo
falso —uno de los mensajes de la exposición del
British Museum Fake? The Art of Deception (Londres, 1990)— son siempre especial motivo de debate en arqueología. Sobre todo, en la arqueología
cómplice del coleccionismo, aquélla que no se
acompaña de una precisa certificación contextual en
qué arroparse. La inseguridad dilatará las expectativas de nuestro conocimiento. Fue, sin duda, lección
provechosa aquel Coloquio de 1992 promovido por
la J. Paul Getty Trust (1993) ante el incierto kouros
adquirido por esta institución americana. El debate
quedó abierto, inconcluso, pero al menos supuso
una reacción lógica y fecunda ante el posible engaño de quienes lo adquirieron como auténtica escultura arcaica. Un sutil juego de valores sociales y
consenso en ciencia se mueve detrás del coleccionismo ambiguo de lo verdadero y de lo falso ^.
Este complejo marco podría hoy explicar —pero
no justificar— ciertas incursiones aventureras por
parte del mismo poder académico. Pues, en medio
de la gran polvareda, cabe añadir el engaño —o el
autoengaño— de inventar lo falso bajo la retórica
aparente de un pensamiento científico. Tal, creemos,
es el discurso del libro del profesor John F. Moffitt
{Art Forgery: The Case of the Lady of Elche, Florida, 1995), desafortunadamente recensionado por
Karen D. Vitelli en las páginas del American Journal of Archaeology (1995, 775). La recensionista
desconoce por completo el tema y no ha contrastado las afirmaciones de nuestro autor. Brevemente,
' Un texto más sintético hemos enviado como artículorecensión di American Journal of Archaeology.
^ Para la retórica científica, cf. Latour, B., Science in Action, Milton Keynes: Open University Press, 1987.
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no satisfecho Moffitt con inventar la falsificación de
la Dama de Elche, reinventa además la investigación de la arqueología ibérica. Aparte del efímero
revuelo en la prensa diaria, no resultan convincentes sus argumentos circulares. In cauda venenum: el
libro podrá, al menos, revolverse contra sí mismo y
despertar en el ámbito internacional un tema adormecido, actuando, sin pretenderlo, como acicate
científico. Por tanto, en este juego de la contestación, no del silencio cómplice o desdeñoso, hemos
de plantear la apuesta que lleve a un mejor conocimiento de la escultura ibérica.
Parece intención de John Moffitt ir más allá del
desenmascaramiento de una pieza arqueológica excepcional. Pretende, sobre todo, deconstruir lo que
construyó antes un siglo de literatura popular y
científica, a veces no menos exenta de retórica que
la de nuestro autor ^. El asunto, efectivamente, se
presenta intensamente cargado de ideología y de
pasión colectiva. Pues hay obras de arte, como la
Dama de Elche, sin duda la pieza más emblemática
de la arqueología protohistórica española, que van
más allá de sí mismas, convirtiéndose en símbolo
político, social y estético de una comunidad y de
toda una época '*. La escultura se descubre en 1897,
en el yacimiento ibérico de La Alcudia (Elche, Alicante), y se transforma enseguida en «individuación
del alma de España», y, lo que es más irremediable,
en prototipo y símbolo de su feminidad eterna: dignidad hispana de mujer prefigurada por otro arquetipo anterior, Carmen ^ Contrastará la Dama con
otras búsquedas del ideal femenino en la segunda
mitad del siglo xix ^. La ambigüedad formal del busto y el énfasis de sus.adornos propiciaron el misterio. Se buscaba un nuevo ideal de belleza, agotada
la sensualidad de las Venus griegas. La Dama, además, fundamentó las raíces nacionales prerromanas
en una época de profunda crisis de identidad colectiva, tras la pérdida de Cuba, la última colonia ame^ Relación entre imagen ibérica y su recepción social en
Olmos, R. et alii, La sociedad ibérica a través de la imagen,
Barcelona-Madrid, 1992, 12-13 y 38 ss.
"^ Sobre la recepción del arte ibérico a finales del siglo
XIX, cf. Hansen, A.; Hansen, S., «Iberische Plastik und die
Rezeption durch die Moderne», Das Altertum, vol. 40, 1995,
203-220.
^ Hiibner, E., «Die Buste von Illici», Jahrbuch des Archaeologischen Instituts, XIII, 1898; Paris, P., «Buste spagnol de style greco-asiatique trouvé à Elche», Monuments et
Mémoires Plot, t. IV, 1898, 137-168; Pijoán, J., «Iberian
Sculpture», Burlington Magazine, 1912, 65-74; Havelock
Ellis, H., The Soul of Spain, 1908, traducción en castellano,
El alma de España, Barcelona, 1928, 120.
^ Cf. Dijstra, Bram, Idols of Perversity: Fantasies of the
Feminine Evil, Nueva York, 1980; Kasson, Joy M., Marble
Queens and Captives. Women in Nineteenth-Century American Sculpture, New Haven, Londres, 1990.
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ricana (1898) y dentro de la creciente irrelevância
de España en el concierto político y artístico europeo. Adquirida de inmediato por el Museo del
Louvre, exiliada durante casi medio siglo en Francia, el franquismo de los primeros años 40 la recuperaría gloriosamente para ahondar, ahora desde
ideologías totalitarias, en la vieja identidad de una
España que, más aislada internacionalmente que
nunca, pretendía reencontrarse y bastarse a sí misma durante la penosa autarquía. Es época de manipulaciones de símbolos de la antigüedad en
Europa^. Pero hoy, desde fuera de España, sigue
manteniéndose anacrónicamente este mito: el recensionista anónimo de la Gazette des Be aux-Arts presagia una reacción de los arqueólogos e historiadores españoles: «nul doute que c'est le début d'une
controverse»^. Para muchos —como para el prologuista del libro de Moffitt, Juan Antonio Ramírez,
catedrático de arte contemporáneo en Madrid— demostrar la falsedad de la Dama vendría a cumplir el
viejo deseo freudiano de «matar al padre», al desbaratarse uno de los símbolos más queridos por el dictador ^. Es fácil, entonces, entender la pasión de los
argumentos del deconstructor y provocador Moffitt,
quien, como el Guillermo de Baskerville (léase Guillermo de Ockham) del Nombre de la Rosa, asume
gustoso la identidad de un Sherlock Holmes que se
aventura en la jungla de la arqueología ibérica. El
argumento podría muy bien haber justificado una
novela de detectives. El influjo de este género es
claro en el propio discurso del autor y en el subtítulo mismo de la obra (cf. p. XX). Ciertamente, en el
pasado la Dama ha dado pie a algún hermoso relato *°. Pero Moffitt pretende algo más que una mera
ficción. Su libro, aunque de lectura fluida, ni convence científicamente ni se sitúa en esas otras evocaciones fantásticas que han tomado como excusa la
Dama ''. Es un intento fallido.
Trataremos de contrastar los postulados de Moffitt con otros argumentos. De otra manera, podría
decirse que la investigación, encerrada en sí misma.
'' Himmelmann, N., Utopische Vergangenheit. Archaologie und moderne Kultur, Berlín, 1976.
^ Gazette des Beaux-Arts, Sept. 1995, 10.
^ Ramírez, J. A., «Foreword. The situation of the Dama
de Elche in Post-Franco Spain», en Moffitt, J. F., Art Forgery. The Case of the Lady of Elche, The University Press of
Florida, 1995, xv-xxix.
'° Pereda, C , La Dama de Elche, Instituto de las Espanas
en Estados Unidos, Nueva York, 1931; Gómez Moreno, M.,
La novela de España, Granada, 1974, 149.
" Berlitz, Ch., El misterio de la Atlântida, 1976, 173. Una
asociación extraña —no fantástica— en Ginzburg, C , Historia Nocturna, Barcelona, 1991, 114, nos abre a la capacidad
de fascinación que suscita en nuestros días la extrañeza de la
Dama. Agradecemos la noticia de este libro a M. Fernández.
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Figs. 1 y 2.—La Dama de Elche, fotografiada por Pedro Ibarra en agosto de 1897, según la publicación de Emil Hübner, Jdl, 1898.
se arropa en el consenso que sustenta el poder académico para reaccionar visceralmente contra el intruso que no pertenece a su tribu (véase ree. en Gazette des Beaux-Arts, Sept. 1995, 10).
Es preciso analizar simultáneamente método y
contenido. El libro se estructura en dos partes: la
primera recrea el contexto de la arqueología ibérica
en que se situaría la Dama. La segunda trata de integrar la escultura en el ambiente cultural y artístico de finales del xix, el modernismo, y en el amplio
y heterogéneo contexto de las falsificaciones arqueológicas de todo ese siglo en España. Cierra el
libro un capítulo dedicado al influjo del arte ibérico
en la plástica contemporánea: Brancusi y Picasso.
Moffitt parte de la intuición, inmediatamente
convertida en seguridad, de que la Dama de Elche
es una falsificación. No se atrevieron otros, dice
(pp. 3 ss.), a explicitar esta sospecha atisbada con
anterioridad. Él la lleva hasta las últimas consecuencias. Sin embargo, ya Ricardo Baroja en 1930
propuso argumentos parecidos '^. El autor del libro
se apoya con frecuencia en argumentos de autoridad. Parte, por ejemplo, del conjunto de singularidades sobre la Dama que en 1974 había señalado
'^ Caro Baroja, P., «Imagen y derrotero de Ricardo Baroja», Museo de Bellas Artes de Bilbao, 1987, 155. Agradecemos la información a A. Martínez Novillo.
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Gérard Nicolini, seis hilos de Ariadna que ahora llevarán brillantemente a Moffitt a desenredar la madeja de este caso ^^. Pero aquí sus argumentos no
dejan de ser meras explicitaciones sobre las opiniones de aquellos que, desde su propio conocimiento,
vieron en la singularidad de la Dama un enigma. Su
capítulo segundo, «The Distinctive characteristics
of the Lady of Elche», es fundamentalmente una
lectura comentada de las descripciones anteriores de
la Dama. La opinión de otros sustituye a una auténtica autopsia de la pieza por Moffitt. Nuestro autor
juega continuamente con la imprecisión de una investigación insegura a la hora de clasificar esta pieza en la tipología y en el tiempo ibéricos —hoy se
sitúa, aún conjeturalmente, en la segunda mitad del
siglo v o primera del iv a. C.'"^. Moffitt convierte la
inseguridad de otros en pruebas que fuerza luego
con su martillo de Procrustes para adaptarlas al rígido lecho de su pensamiento. Raramente examina
'^ Nicolini, G., «La dame d'Elche: Question d'authenticité», Bulletin de la Société Nationale des Antiquaires de
France, April 1974, 60-72
'•* Blanco, A., Catálogo de la escultura. Museo del Prado,
Madrid, 1957, 130 y ss; id., «Die klassischen Würzeln der
Iberischen Kunst», MM, 1, 1960, 101-121; Cunliffe, B.,
«Core-Periphery Relationships: Iberia and the Mediterranean», en Bild, P. et alii (eds.). Centre and Periphery in Hellenistic World, Aarhus, 1993, 53-85.
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con objetividad los indicios e interpretaciones dentro de su contexto propio, exigencia previa de todo
historiador. Así, los rasgos singulares de la Dama,
como su carácter de busto, inusual en la escultura
prerromana en piedra, su excepcional estado de conservación, la exageración de su carácter indígena, el
hieratismo y los grandes rodetes que enmarcan el
rostro, etc., son para Moffitt motivo de falsedad.
Pero hoy los consideramos simplemente eso, rasgos
singulares propios de este arte. La misma Dama de
Baza (Granada) no deja de ser un unicum '^. Sus paralelos con pequeñas terracotas —diosas sentadas
en tronos con apéndices alados— nos introducen en
el lenguaje mediterráneo. Este juego entre diversos
soportes y escalas es frecuente en el arte ibérico.
Son igualmente singulares el monumento turriforme
de Pozo Moro (Albacete), con escenas únicas, irrepetibles, enigmáticas —y no por ello falsas— como
el extrañísimo cocimiento del caldero y el banquete ^^; o el conjunto monumental de las esculturas de
Porcuna (Jaén) con una insólita gripomaquia en piedra en pleno siglo V a. C. ^''; o el cipo, inusualmente decorado en su cuatro caras, de Jumilla (Murcia) ^^. El listado de singularidades sería muy
amplio. El paradigma ibérico es abierto, inconcluso
y novedoso como nos enseñan los recientes descubrimientos escultóricos del Paj arillo (Huelma, Jaén)
(1994), o el torso de varón de Baza (Granada) hallado en octubre de 1995 (posiblemente también un
busto, como la dama de Elche, con orificio en su espalda) ^^. La misma Alcudia de Elche, donde en el
siglo pasado se halló la Dama, ha venido ofreciendo en este siglo un importante número de fragmentos escultóricos, también en gran medida singulares
y de excepcional calidad ^°. Esta faceta creativa de
lo ibérico, révisable y mudable, no la tiene en cuenta Moffitt. Y cuando se encuentra con la posibilidad
de un paralelo, pone énfasis sólo en los rasgos que
le interesan y que no rompan su planteamiento. En
'^ Presedo, F., «La necrópolis de Baza», Excavaciones Arqueológicas de España, 119, 1982.
'^ Almagro Gorbea, M., «Pozo Moro. Un monumento funerario ibérico orientalizante», MM, 24, 1983, 177-293.
'^ Negueruela, L, Los monumentos escultóricos ibéricos
del Cerrillo Blanco de Porcuna (Jaén), Madrid, 1990; Blázquez, J. M.; González Navarrete, J., «The Phokaian Sculpture of Obulco in Southern Spain», American Journal of Archaeology, 89, 1985, 61-69.
•^ Blázquez, J. M., «Iberian Art with Greek Influence: The
funerary Monument of Jumilla (Murcia, Spain)», American
Journal of Archaeology, 92, 1988, 503-508; Muñoz AmiHbia, A.M., «Cipo funerario ibérico decorado con esculturas»,
XVI Congreso Nacional de Arqueología (Murcia, 1982),
1983, 741-750.
'9 Cf El País, 31-10-1995.
^^ Blanco, A., cit. (n. 14); Ramos, R., «La ciudad romana
de ¡Ilici», Alicante, 1975.
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nuestra opinión, la Dama de Cabezo Lucero, Alicante (Moffitt, a c , p. 68, figs. 19-20), hallada en excavaciones recientes y en estado fragmentario, contiene, a pesar de su restauración excesiva, elementos
inequívocos y originales en sus adornos singulares
(como el tocado de la cabeza, collares, etc.) que la
relacionan estrechamente con la Dama de Elche ^^ .
Nuestro autor desconoce el paradigma ibérico
aunque hable repetidamente de un «Iberían canon of
stylistic expectations», según una definición de estilo de E. H. Gombrich (pp. 44 y 48). Moffitt se aferra
a un canon imaginario que le van dictando los «anacronismos» y las desviaciones anómalas de la Dama
(pp. 93 ss.). Dedica un extenso capítulo, excesivamente simplista, a la escultura ibérica. Caracteriza
los ejemplos de la zona contestana, del Sureste español, como «schematic in treatment, summary in depiction, often crude in execution» (p. 44): un tópico
generalizador. No tiene en cuenta síntesis y valoraciones actuales como las de Teresa Chapa, que han
profundizado en la rica espacialidad, tipología y situación cronológica de estos documentos ^^. Tal vez,
por eso, afirme que «the remains of anthropomorfic
figurations are much more common than the works
of a strictly zoomorphic character» (p. 28). Desconoce a fondo los exvotos en bronce ^^ cuando tan tajantemente sostiene «(...) when the subject matter of an
Iberian artwork involves the depiction of a human
figure, then the person is inevitably clothed» (p. 28).
Su clasificación del espacio ibérico (cap. iii) en tres
regiones es ahistórico e ingenuo ^'^. Su discurso sobre Ampurias (pp. 35 ss.), obsoleto, resulta perfectamente inútil, al tiempo que peregrino. Trata así de
definir unas áreas en las que situar las esculturas.
Pero los talleres pueden trabajar por encargos aristocráticos y las obras superar este marco espacial en el
que las encierra férreamente Moffitt. Un mismo taller ha podido esculpir la cabeza femenina, posiblemente procedente de Alicante, depositada en el Museo de Barcelona y la cabeza de Ubeda La Vieja
(Jaén) ^^ La confusión histórica entre lo púnico y lo
2' Llobregat, E.; Jodin, A., «La Dama del Cabezo Lucero
(Guardamar del Segura, Alicante)», Saguntum, 23, 1990,
109-122.
^^ Chapa,T., La escultura ibérica zoomorfa, Madrid, 1985;
eadem, Influjos griegos en la escultura zoomorfa. Iberia
Graeca. Serie Arqueológica, 2, Madrid, 1986.
^^ Las tipologías del desnudo masculino y femenino, cf.
Prados, L., Exvotos ibéricos de bronce del Museo Arqueológico Nacional, Madrid, 1992.
^'^ Para el territorio ibérico cf. Ruiz, A.; Molinos, M., Los
Iberos. Análisis arqueológico de un proceso histórico. Ed.
Crítica, Barcelona, 1991.
^^ Cf. Blech, M.; Ruano, E., «Zwei Iberische Skulpturen
aus Ubeda La Vieja-Jaén», MM 33, 1992, 70-101, que parece desconocer el autor.
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fenicio es constante. Así, la dama de Galera, producción oriental del s. VII, es para Moffitt pùnica (p.
35); denomina a Gades colonia cartaginesa como
Carthago Nova, etc. (p. 42). Su tratamiento de tópicos sobre la debatida cuestión de colonias foceas
como Mainake o Hemeroscopeion (p. 41) es más
propia de los años 20 (Rhys Carpenter, 1925) ^^,
cuando se intentaban localizar, que de los 90, mientras que su concepción de las funciones «helenizadoras» de la colonización griega es anacrónica y mecánica, e insostenible, al menos ya desde los años
70 ^^. El esquema histórico se basa en lecturas acríticas de otros autores —incorpora aquello que le interesa— y deviene rígido y anticuado: explica exclusivamente el pasado ibérico con los tópicos del «rise
and fall» de una civilización y parece entenderlo de
forma pasiva, como mera secuencia de conquistas
militares o influjos mecánicos de pueblos mediterráneos que se proyectan e imprimen de forma inmediata en el arte ibérico. Desconoce la dialéctica y la
originalidad indígena, ignora la complejidad del proceso. La influencia púnica no existe; la griega se
prolonga y cesa, como de repente, en 150 a. C. tras
la conquista romana: el arte ibérico ya no será griego sino de cuño romano, se extingue «almost instantly» (p. 42): un simplismo estremecedor. A lo largo
del libro toma afirmaciones de aquí y allá, sin
el menor sentido crítico. La Dama de Baza, a la
que dedica un capítulo sin desperdicio, sería herencia etnisca, el influjo de cuya thalassocracia nuestro
autor defiende llegando a proponer afinidades
lingüísticas entre el ibérico y el etrusco: un perfecto
disparate (p. 274, n. 10). Desconoce los términos del
debate actual sobre la presencia etrusca en la Península ^^ En el mejor de los casos, son opiniones
de hace un cuarto de siglo, recogidas de otros y mal
digeridas. Su atrevimiento se extiende, pues, al
campo lingüístico: si vincular el vasco moderno con
las lenguas caucásicas como el georgiano es retroceder varias décadas, afirmar que la actual lengua vasca es «post-Iberian» (p. 274, n. 10) parece, sencillamente, volver al siglo xix, a las teorías, hoy
superadas, que se nutrieron de Humboldt ^^. Moffitt
^^ The Greeks in Spain, Pennsylvania, 1925.
^^ Para el tema cf., ex gratia, Domínguez Monedero, A.,
«New perspectives on the Greek presence in the Iberian Peninsula», en Fossey, J. M. (ed.), Proceedings of the 1st International Congress on the Hellenic Diaspora, vol. 1, Amsterdam, 1991, 109-161.
^^ Cf. Remesal, J.; Musso, O. (eds.), LM. presencia de material etrusco en la Península Ibérica, Barcelona, 1991.
^^ El profesor Javier de Hoz de la Universidad Complutense de Madrid amablemente nos comenta en carta, desde
su punto de vista de lingüista, las págs. 274-275 del libro de
Moffitt: «Es difícil reunir tantos disparates en poco más de
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(p. 275) lucubra inútilmente sobre la concurrencia
del nombre antiguo de la Iberia póntica y la occidental ^°.
Semejante totum revolutum revierte en su argumentación sobre la falsedad de la Dama. Todo le
conviene. Toma las opiniones de muchos autores
—que tuvieron lugar y justificación en el determinado momento histórico en que se dijeron pero que,
evidentemente, hoy en su mayoría ya no sirven—
para tejer un discurso prefigurado y tendencioso.
Por ejemplo, los viejos tópicos de la helenización de
la escultura ibérica, de formulaciones mudables ^',
o el concepto de retrato en el mundo antiguo cuya
problemática y diversidad desconoce o trivializa ^^.
Efectivamente, la Dama no puede ser entendida
como retrato en nuestro sentido moderno sino como
eikón o representación tipológica e idealizada de un
personaje: una mortal, una diosa o una mujer en el
tránsito hacia el allende, ese singular ámbito de la
representación que embellece y adorna al aristócrata, a los meliores, como vemos también en los nobles guerreros de Porcuna ^^. El rostro, el busto,
concentran la identidad del representado. Actitud
psicológica y adornos, inseparablemente, integran la
imagen.
Tampoco parece haber entendido Moffitt el mundo sutil de los gestos antiguos (pp. 45 y 95-96).
Considera una anomalía la caracterización «psicológica» de la Dama: su singularidad es extraña a esa
norma ibérica que el autor previamente establece.
Sin embargo, lejos de ser moderna esta expresión.
una página. No sé quiénes son los lingüistas que creen en el
«West-Mediterranean». Ibérico y etrusco no tienen nada en
común; «aglutinante» es tan útil para relacionar lenguas
como «no blanco» para relacionar etnias; no es seguro que
exista una familia caucásica y nadie ha presentado nunca una
prueba de parentesco entre el vasco y ninguno de los tres
grupos lingüísticos del Cáucaso. La bibliografía citada es
una aberración, o en calidad (el Penguin Atlas of Ancient
History) o en fecha (Menéndez Pidal, En torno a la lengua
vasca). Moffitt, que cree como Hübner que había una lengua
paleohispánica, se permite recomendarnos la metodología de
M. Ventris, que sirve para descifrar escrituras, aunque el autor americano cree que sirvió para determinar la lengua del
Lineal B, cuando la escritura ibérica está descifrada hace tres
cuartos de siglo».
^° Para un análisis argumentado véase Domínguez Monedero, A., «Los términos "Iberia" e "Iberos" en las fuentes
grecolatinas: estudio acerca de su origen y ámbito de aplicación», Lucentum II, 1983, 203-224; K. H. Schmidt, «The
Two Ancient Iberias from the Linguistic Point of View», Studia Paleohispánica, Vitoria, 1987, 105-121.
^' Langlotz, E., Die kulturelle und kiinstlerische Hellenisierung der Küsten des Mittelmeers durch die Stadt Phokaia,
Colonia, 1966; Chapa, T., cit. (n. 22, 1986), 311 ss.
^^ Cf. Fittschen, K. (éd.) Griechische Portrats, Darmstadt, 1988; Scheibler, I.; Zanker, P.; Vierneisel, K., Sokrates
in der griechischen Bildniskunst, Munich, 1989; etc.
" Blázquez, J. M.; González, J., cit. (n. 17), fig. 11.
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podemos leer la ligera inclinación de los ojos como
insinuación de aidós o pudicitia, un rasgo psicológico antiguo que también recoge la mirada de la
mujer ante el varón en la pequeña estela de la Albufereta, Alicante ^'^. Coindice bien con el pudor femenino de quien se muestra: un gesto contenido, regulado socialmente. Pues cabe leer la Dama como
mostración sacral, iniciática, tal vez epifánica, de un
alto personaje femenino.
El autor podría haber analizado mejor la Dama,
en sí misma y dentro de la escultura ibérica. Pues
basa uno de sus argumentos en la apreciación subjetiva del connoisseur, en su olfato de lo falso. No
es lícito negar la validez de este criterio de familiaridad a verdaderos expertos, como fue el caso de
G.M.A. Richter, quien lo utilizó sabia y prudentemente para el arte de la antigüedad ^^. Gisela
Richter, sí, estaba autorizada a servirse de este criterio, tras cientos de horas dedicadas a la escultura
clásica. No creemos que sea éste el caso de John F.
Moffitt. Su descripción somera olvida por completo
la pequeña fíbula anular que ciñe la fina túnica interior de la Dama: un claro rasgo de adecuación
entre la fíbula y la calidad del vestido ceñido al
cuerpo. Conocemos fíbulas de este tipo, tan diminutas, en la arqueología ibérica: por ejemplo, en Pozo
Moro ^^. Las llevan, en idéntico lugar bajo el cuello,
los innumerables bustos en terracota o pebeteros,
hallados a lo largo de toda la costa ibérica desde el
siglo IV a. C.^''. Difícilmente un falsificador del
s. XIX captaría detalles como éste o como el complejo tratamiento de las diferentes texturas de los vestidos de la Dama.
John F. Moffitt también pasa por alto una característica común a la representación humana del ibérico antiguo: las leves disimetrías de adornos y pliegues (cf., similarmente, Damas de Baza y del Llano
de la Consolación; Moffitt, o.c, figs. 15-17), que indican la relación entre el vestido y el cuerpo que
late debajo, un asomo de conciencia de vida propia
en la imagen. No entiende el juego de las proporciones ibéricas, que resaltan expresivamente aquello
3^ Olmos, R. et alii, cit. (n. 3), 129.
^^ Richter, G.M.A., The Sculpture and Sculptors of the
Greeks 4th, New Haven-Londres, 1970, 141: ella enfatiza
«in my opinion».
3^ Blanco, A., cit. (n. 14, 1957), 132, dice: «La fibula anular de tipo hispánico, que aparece en esta estatua en el borde
de la túnica, se encuentra ya en los yacimientos ibéricos desde el comienzo del siglo V (ajuar de una tumba de Galera)...
ajuares de dos tumbas de Ampurias con cerámica ática de la
primera mitad del siglo v.»
" Pena, M. J., «Los thymiateria en forma de cabeza femenina en el noreste de la Península Ibérica», Grecs et
Ibères au IV s. av. J.C. Revue des Etudes Anciennes 89, 3-4,
1987, 349-358.
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que pretenden subrayar, y las considera un énfasis
moderno. Cae en el viejo error de querer leer, negativamente, los adornos de la Dama desde los textos
acudiendo, una vez más, al manido pasaje de Estrabón (Geographia, 111,4,17) que recogió de Artemidoro, sobre los singulares tympánia con que se adornaban las mujeres ibéricas (pp. 179-180). Claro
está: el alto tocado de la Dama de Elche no corresponde estrictamente con la descripción de Artemidoro. Ciertamente, hubiera sido una casualidad. Parecía ya agotada en nuestro campo esa vieja
tradición de la arqueología filológica en estas equiparaciones mecánicas. Hemos de analizar los relatos
y descripciones de los autores antiguos dialécticamente y desde sus propios códigos, intereses y universo referencial. Constataremos así la selección de
una realidad infinitamente más amplia, por un lado;
y la independencia entre la ékphrasis y la cultura
material, por otro.
Las características del hallazgo, confusas, son
para John Moffitt otro indicio, otra prueba. Y el
móvil, la necesidad de dinero rápido del dueño del
terreno de la Alcudia, quien tendería una trampa al
viajero y experto francés Pierre Paris (Moffitt, o.c,
cap. XIII). Este hallazgo fue casual como han sido,
por desgracia, la mayoría de los descubrimientos
ibéricos y se envuelve de esa pasión y emoción extraordinarias que han suscitado tantas veces otras
estatuas singulares. Tal vez no menos oscuras, por
ejemplo, fueron las circunstancias que rodearon el
encuentro y adquisición de la Venus de Milo en el
s. XIX ^^ No por ello es falsa. El azar acaece tanto
en arqueología como en la misma vida: coincidió el
descubrimiento de la Dama con la llegada anunciada del arqueólogo francés. Pero ¿no es mayor azar
que en este mismo yacimiento hayan aparecido esculturas notables a lo largo de todo el siglo xx? Más
valiera haber analizado aquel momento de expectación arqueológica que justificaba la visita de Pierre
Paris a España y el colonialismo europeo anunciado por E. Hübner ^^, donde se esperaba un nuevo
Schliemann en España.
Moffitt sigue con el caso. Junto a las circunstancias del hallazgo fingido y su móvil económico,
le llega la hora al falsificador. Hay, efectivamente,
un ambiente de falsificaciones en el siglo xix, que
afecta de manera singular a lo ibérico. Conocidas
son las falsificaciones de las esculturas del Cerro
de los Santos a lo largo de la década de 1870, que
acompañaron, esperpénticamente, el primer descu^^ Pasquier, A., La Vénus de Milo et les Aphrodites du
Louvre, París, 1985, 21 ss.
^^ Hübner, E., La arqueologia de España, Barcelona,
1888, 222.
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EL CASO DE LA DAMA DE ELCHE: MAS QUE UNA DIVERGENCIA
Fig. 3.—La Dama de Elche, en la publicación de Pierre Paris, Essai sur l'art..., Paris, 1903, lám. XII.
brimiento de lo ibérico. Es un fenómeno complejo
a estudiar en otro lugar '*°. John Moffitt cree encontrar la horma de su zapato en un falsificador valenciano, Pallas i Puig, que imitó marfiles góticos por
aquellos años "^^ La existencia de falsificadores
coetáneos no prueba nada. Los hubo por doquier.
Moffitt, de nuevo, unifica y simplifica en su análisis las enormes diferencias de falsificadores e imi"^^ Olmos, R., «Una aproximación historiográfica a las
imágenes ibéricas», Al otro lado del espejo, Madrid, 1996,
41 ss.
'*' Gómez Moreno, M., «Los marfiles cordobeses y sus
derivaciones», Archivo Español de Arte y Arqueología, 9,
1927, 233-243. Agradecemos a I. Izquierdo las «pesquisas»
sobre Pallas i Puig, en Valencia.
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tadores de diverso tipo. Le sigue faltando esa sensibilidad para captar la diferencia de cada fenómeno histórico. La obra de Pallas i Puig, el presunto
falsificador, se inserta en otro horizonte de recreaciones, con modelos más inmediatos y con referentes conocidos; es un imitador de estética neomedieval y trabaja sobre un soporte tan diferente de la
piedra como es el marfil: no tiene nada que ver. La
Dama de Elche posee unos rasgos o estilemas propios que, de ser falsa, implicarían una invención
complejísima de elementos materiales y estilísticos
del mundo ibérico, lo que resulta imposible en el
estado de conocimientos de finales del siglo xix.
No basta suponer la pequeña y tosca figura femenina, encontrada anteriormente en el Cerro de los
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RICARDO OLMOS Y TRINIDAD TORTOSA
Santos que, según Moffitt (fig. 51), sería el modelo conocido por el falsificador a través de una lámina. Tienen ambas de común adornos y rodetes
enmarcando el rostro. Por cierto, la relación formal
ya había sido sugerida por Pierre París, quien vio
en el ejemplar del Cerro de los Santos una reminiscencia degenerada de la Dama ^-. No creemos que
sea lícito ir más allá de una mera analogía formal.
Por otra parte. Pallas i Puig no practicó el trabajo
en piedra ni fatigó el campo de la antigüedad.
¿Adivinó acaso que esta precisa y frágil policromía
ibérica —rojo y azul— se documentaría más tarde
en otras esculturas halladas en La Alcudia? ^^. Inimaginable.
Contento con su éxito y sus ganancias, Pallas i
Puig, añade Moffitt, falsificaría al año siguiente un
torso de guerrero ibérico, que aliviaría la soledad
femenina de la Dama (Moffitt, o.c, pp. 214 ss., fig.
56). También le encuentra con facilidad otro modelo: un torso de varón de la necrópolis del Llano de
la Consolación (Albacete) poco antes dibujado por
el francés A. Engel (Moffitt o.c, pp. 214 ss., figs.
57-58). Pallas i Puig, falsificador clarividente, le
añadiría una falcata. Ciertamente, imposible: los detalles precisos del arma ibérica, el modo singular indígena de llevar horizontalmente la vaina junto al
costado, sujeta por anillas, estaban entonces aún lejos de conocerse. Todos estos detalles tan específicos relativos al armamento ibérico han sido, poco a
poco, iluminados por toda una paciente investigación reciente '^'^. También la leve inclinación del
torso que ataca, y las proporciones de los poderosos
muslos del varón son, sin duda, rasgos propios de
la escultura ibérica '^^. No existen motivos de sospecha.
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El estilo presuntuoso del libro, el mal uso de los
argumentos, el atrevimiento del autor al tratar de
forma indiscriminada y descontextualizada los tópicos de la cultura ibéríca son un modelo a evitar en
la investigación futura y deben invitar hoy a reflexión. A esto se añade la responsabilidad de la crítica fácil en la citada recensión del AJA, sancionadora del disparate, que ha motivado nuestra
respuesta. Es peligroso introducir en el circuito
científico libros oportunistas que no son lo que pretenden. Por otra parte, ha de reconocerse también
una dosis de culpa desde nuestra propia situación:
hemos descuidado los iberistas la difusión de la cultura ibérica al proyectar poco su investigación fuera
de España. No hemos sido buenos comunicadores
más allá del reducido círculo de especialistas.
En todo caso, volvamos al argumento inicial de
la Dama. Quede abierta la discusión en tomo a esta
obra, que nosotros seguimos considerando auténtica. Puede debatirse, si se quiere, su autenticidad en
este juego incierto de la ciencia. Pero hágase con
rigor, sin dogmatismos huecos e introduciendo argumentos dialécticos en el paradigma abierto y siempre enriquecedor de lo ibérico. Propongamos debates, análisis, modelos nuevos que, lejos de agotar
nuestras inquisiciones sobre la Dama, permitan
acercamos a las matizaciones continuas y propuestas mudables de la investigación. Una Mesa Redonda e interdisciplinar sobre La Dama de Elche: lecturas desde la diversidad, celebrada en Madrid el
pasado mes de noviembre (1996), podrá abrir nuevas perspectivas para la discusión. Será preciso que
todos abandonemos la retórica con que hayamos
podido envolver a esta escultura: es muy poco aún
lo que sabemos de ella.
^'^ París, P., cit. (n. 5) 149: «On ne doit donc pas juger sans
prudence le style du fragment; mais, d'autre part, on ne peut
nier qu'il ne reproduise avec une frappante exactitude le
vêtement, la parure, l'attitude du buste d'Elche... Dès lors on
serait tenté de supposer que la figure actuellement au Louvre
est justement celle dont la statuette du Cerro est la copie réduite». El tòpico lo recogerán también otros autores en su
preocupación por el estudio de los adornos singulares, véase
especialmente Jacobsthal, P., «Zum Kopfschmuck des
Frauenkopfes von Elche», Athenische Mitteilungen, 57,
1932, 67-73.
^^ Ramos Folques, A., «La escultura ibérica y las excavaciones de Albertini en la Alcudia de Elche», Archivo Español
de Arqueología XXV, 1952, 119-123.
^^ Quesada, E, Arma y símbolo: la falcata ibérica, Alicante, 1992.
^^ Cf. similares guerreros de Porcuna en Negueruela, I.,
cit. (n. 17).
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