Historias que contar Manuel Tolsá Una de las grandes figuras del arte en el México de la Colonia, Tolsá nació en la villa de Elguera, Valencia, España y murió en la Ciudad de México. Estudió arquitectura y escultura en las reales academias de San Carlos de Valencia y de San Fernando de Madrid. En España fue escultor de cámara del rey, ministro de la Suprema Junta de Comercio, Minas, y académico de mérito de San Fernando. Una de las grandes figuras del arte en el México de la Colonia, Tolsá nació en la villa de Elguera, Valencia, España y murió en la Ciudad de México. Estudió arquitectura y escultura en las reales academias de San Carlos de Valencia y de San Fernando de Madrid. En España fue escultor de cámara del rey, ministro de la Suprema Junta de Comercio, Minas, y académico de mérito de San Fernando. Nombrado director de Escultura de la Academia de San Carlos, recién creada en la ciudad de México, salió de Cádiz en febrero de 1791. Con él mandó el rey una colección de réplicas, vaciadas en yeso, de las esculturas del Museo Vaticano. En el puerto de Veracruz contrajo matrimonio con María Luisa de Sanz Téllez Girón y Espinosa de los Monteros. Establecido en la capital de la Nueva España, abrió una casa de baños y formó una sociedad para la instalación de una fábrica de coches. El Ayuntamiento le encargó varias tareas, que el arquitecto realizó sin recibir remuneración alguna, entre ellas el reconocimiento del desagüe del valle de México, la nueva introducción de aguas potables, los baños del Peñón y las nuevas plantas de la Alameda, el Real Seminario y el Coliseo. Para obtener el título de académico de mérito en arquitectura, presentó tres dibujos: uno para la erección del Colegio de Minería, otro de un retablo y un tercero para la celda del convento de Regina, que sería ocupada por la marquesa de Selva Nevada. En 1793 hizo el primer proyecto para una plaza de toros. Dirigió y proyectó las siguientes obras: las casas del marqués del Apartado y del marqués de Selva Nevada; el proyecto para el Colegio de las Misiones, la casa de ejercicios para los filipenses y la conclusión de las obras de la catedral de México. En ésta decoró las torres y el frontis con estatuas, entre ellas las virtudes teologales que rematan el cubo del reloj; y diseñó la cúpula, las balaustradas y los zócalos de las cruces del atrio, todo lo cual terminó en 1813. Además, talló las cabezas de la Dolorosa que están en La Profesa y en El Sagrario; hizo los planos para el convento de Propaganda Fide, en Orizaba; proyectó el Hospicio Cabañas de Guadalajara; edificó el ciprés de la catedral de Puebla; esculpió en madera la Virgen que se conserva en el arzobispado de Puebla; construyó la fuente y el obelisco del camino de Toluca; y cinceló el busto de Hernán Cortés para su tumba. Historias que contar Miguel Cabrera Nacido en Antequera de Oaxaca en 1695, hijo de padres no conocidos y ahijado de una pareja de mulatos, acaso formado en el taller de José de Ibarra, inicia su actividad artística y matrimonial hacia 1740. Miguel Mateo Maldonado y Cabrera fue el nombre completo de este artista que define mejor que ninguno otro el quehacer plástico de mediados del siglo XVIII. Nacido en Antequera de Oaxaca en 1695, hijo de padres no conocidos y ahijado de una pareja de mulatos, acaso formado en el taller de José de Ibarra, inicia su actividad artística y matrimonial hacia 1740. Se comprometió como contratista a la ejecución de los retablos de la iglesia jesuita de Tepotzotlán, en compañía de Higinio de Chávez, maestro de ensamblador, a partir de 1753. En ese mismo periodo realiza las telas de Santa Prisca de Taxco y su sacristía, que forman un magnífico conjunto pictórico que resume el estilo de este artista. Asimismo, es autor de grandes pinturas relativas a vidas de santos: Vida de San Ignacio(la Profesa y Querétaro) y Vida de Santo Domingo en su monasterio en la capital, destinadas a decorar los muros de sus claustros altos y bajos. Se le atribuyen trescientas obras. Fue pintor de cámara del arzobispo de México, Manuel Rubio y Salinas; gracias a él, una obra suya, la imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, llegó a la vista del Papa Benedicto XIV, quien admirado exclamó cómo en ninguna nación había ocurrido tal milagro como en la Nueva España, en el cerro del Tepeyac. Esto convirtió a Cabrera en el pintor guadalupano por excelencia. Exitoso, apremiado por muchísimos encargos de religiosos y particulares, es probable que haya formado un gran taller, desde donde eran realizadas las decenas de obras encargadas por tan vasta clientela. Miguel Cabrera destaca en el género del retrato. No se reduce a la aplicación de recetas y convenciones, sino que a pesar de ellas proyecta a los sujetos, siendo el pintor de su situación pero también de su individualidad. Sus magníficos retratos de monjas, Sor Juana Inés de la Cruz(Museo Nacional de Historia),Sor Francisca Ana de Neve (sacristía de Santa Rosa de Querétaro) y Sor Agustina Arozqueta (Museo Nacional del Virreinato, en Tepotzotlán), son tres homenajes a la mujer: a su intelecto, su belleza y su vida interior. Obra notable, es el magnífico retrato Doña Bárbara de Ovando y Rivadeneiray su ángel de la Guarda, así como el extraordinario retrato de doña Luz de Padiña y Cervantes(Museo de Brooklyn) y el no menos notable que hizo de la Mariscala de Castilla. Pintóa Fray Toribio de Nuestra Señora(templo de San Fernando, ciudad de México), el Padre Ignacio Amorín (Museo Nacional de Historia), el propio Manuel Rubio y Salinas(Taxco, Chapultepec y la catedral de México); a nobles y benefactores como el Conde de Santiago de Calimaya y los miembros del consulado de la ciudad de México. Destacó como pintor costumbrista, es autor de Castas, serie de dieciséis pinturas, de las cuales conocemos doce (ocho están en el Museo de América en Madrid, tres en Monterrey, y otra en los Estados Unidos). Miguel Cabrera muere en 1768. Historias que contar Francisco Toledo (Juchitán, Oaxaca, 1940) Polifacético artista mexicano, considerado el más destacado del país, que ha trabajado con extraordinario colorismo la acuarela, el óleo, el gouache y el fresco, pero también la litografía, el grabado, el diseño de tapices, la cerámica o la escultura en piedra, madera y cera, buscando siempre renovar formas y técnicas. Hombre comprometido con sus orígenes indígenas, es uno de los máximos promotores de la defensa del patrimonio artístico del estado de Oaxaca. Desde muy pequeño Francisco Toledo demostró una especial habilidad para el dibujo, y su padre alentó esa temprana tendencia al ceder a sus colores las paredes de la casa. Su abuelo Benjamín, zapatero del pueblo de Ixtepec, multiplicó su imaginación con salidas campestres en busca de resina vegetal, perladas de relatos populares en los que los seres fantásticos se entremezclaban con todo tipo de animales y personajes legendarios. A los once años se instaló en la ciudad colonial de Oaxaca, para cursar la escuela secundaria. Y después en México, D. F., para tomar clases en el taller de grabado de la Escuela de Diseños y Artesanías, con la experiencia de haber realizado sus primeros grabados en el taller oaxaqueño de Arturo García Bustos. Con apenas diecinueve años, expuso sus obras en México y en Fort Worth (Texas). El gran contraste y el mestizaje enriquecedor se produjeron entre 1960 y 1965, cuando Toledo vivió becado en París para estudiar y trabajar en el taller de grabado de Stanley Hayter. A los tres años de estar en Europa presentó su primera muestra en una galería parisiense; un año más tarde expuso en Toulouse, pero también en la Tate Gallery de Londres, con catálogo escrito por Henry Miller, y en Nueva York. En Francia fue reconocido en seguida como un artista singular, especialmente celebrado, como escribió André Pierre de Mandiargues en 1964, por su «desarrollo de lo mítico» y su «sentido sagrado de la vida». Regresó a México con una técnica pictórica depurada que no dejaría de enriquecer, así como con la influencia de ideas plásticas de artistas de distintas escuelas europeas, como Alberto Durero, Paul Klee o Marc Chagall. Aunque, en realidad, su mayor influencia provino de los códices que recogieron los símbolos prehispánicos: con todas sus formas rabiosamente contemporáneas, el artista será un tlacuilo, un moderno e ilustre pintor de códices, y un chamán dispuesto a purificar el espíritu para devolver el goce al cuerpo. A partir de entonces se dedicó a crear febrilmente, y sus exposiciones se multiplicarían de Nueva York a Tokio, de Oslo a Buenos Aires, y siempre en Oaxaca. No obstante, los críticos consideran que nunca se ha preocupado de promover su obra, y mucha de ella pasa directamente a manos de coleccionistas que la adquieren por adelantado. No en vano, en octubre de 2004 presentó su primera exposición en diez años, «Pinturas recientes de Francisco Toledo», en la Latin American Masters de Beverly Hills, California. Toledo recupera técnicas antiguas e investiga con otras nuevas, tanto en la pintura como en la escultura y la cerámica. Diseña tapices que realiza con los artesanos de Teotitlán del Valle. El color y la riqueza étnica y cultural de Oaxaca catalizan su creatividad y su obra, como la de tantos otros artistas plásticos locales y extranjeros. En 1977 viajó a Nueva York, ciudad a la que regresó en 1981 para ampliar sus técnicas en la cerámica. Un año antes, el Museo de Arte Moderno de México había organizado una gran exposición retrospectiva de su obra. En 1983 presentó el libro de grabados originales El inicio, e inició también una larga carrera como editor. En 1997 presentó en México las exposiciones (y los libros) «Zoología fantástica», a partir de textos de Jorge Luis Borges, e «Insectario», mientras encandilaba en la Bienal de Venecia con las esculturas de la titulada «La fragilidad del alma». Los críticos resaltan que el modo obsesivo con que el artista trabaja las texturas y los materiales, tales como la arena o el papel amate (el papel precolombino, hecho con corteza machacada del árbol llamado amatl o amate), así como la maestría con la que materializa su creación consiguen el efecto de que su obra parezca vibrar como si la criatura híbrida de animal y hombre, o el insecto, o la iguana, o cualquiera de sus seres tropicales pugnaran por cobrar vida real. Esa sensación inquietante que percibe el observador de la obra acaba por meterlo irremisiblemente en la visión, en el realismo fantástico del autor. Los animales a través de los que Toledo refleja su apreciación estética de la naturaleza no se asocian con la belleza: son insectos, serpientes, sapos, iguanas, murciélagos. Y son fantásticos, como sus monstruos son juguetones, porque él no sabe de pudor ni pecado y un humor acre y delirante recorre cada pincelada de sus lienzos o cada incisión de su buril, para dejar un rastro de crudo y juicioso estudio social disfrazado de fábula, de alegoría de la crítica situación del hombre y el mundo actuales. Observador, crítico y ecologista, su obra es también una denuncia de la deforestación y la destrucción de la naturaleza. En 2003, el artista presentó «Matando la muerte», grabados de cañones disparando contra esqueletos. El año anterior, pasó once meses pintando en un suburbio de Los Ángeles, California. Tanto su estilo como su forma metafórica de representar el mundo crearon escuela, sobre todo entre los pintores oaxaqueños, y muchos son los que pintan como Toledo. Pero su obra y su personalidad son únicas. Entre los cuadros que Luis Cardoza y Aragón llamó «cantos a la fertilidad» y otros amores, tres mujeres le dieron cinco hijos. Cena tamalitos de chipil (una hoja silvestre que le da sabor a esa masa de harina de maíz) sentado en la acera de la calle. Calificado de huraño y retraído, prefiere el silencio y se ríe con las versiones dispares que corren sobre su vida. Se junta más que con pintores, con poetas juchitecos amigos, con otros poetas mexicanos de los que ha publicado numerosos libros en Ediciones Toledo. Su obra habla por él. Y también sus actos. Con los años, Francisco Toledo se afianzó como la gran personalidad de Oaxaca, capital indígena, provinciana y cosmopolita. El artista fundó el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO), que cuenta con el mayor acervo de obra gráfica de creadores internacionales y una completa biblioteca de arte, además de publicar El Alcaraván, una revista imprescindible en el mundo del grabado. Promovió también la creación del Museo de Arte Contemporáneo de Oaxaca (MACO), inaugurado en 1992 y ubicado en la denominada Casa de Cortés, el Centro Fotográfico Manuel Álvarez Bravo y el Museo de los Pintores, así como la restauración del emblemático monasterio agustino donde funciona ahora el Centro Cultural Santo Domingo. Con su biblioteca, rescató también las labores de encuadernación y cuidado de los libros. Toledo creó en Etla, cerca de la ciudad de Oaxaca, un Taller de Papel de materiales orgánicos que da trabajo a la población y rescató parte de una factoría de hilados; en la ciudad, abrió un cine club gratuito, El Pochote, con muros recubiertos con sus bajorrelieves. Potencia el mundo cultural y las posibilidades artísticas de los invidentes con bibliotecas, exposiciones palpables o escuelas de arte y fotografía; lleva libros a las cárceles. Al frente de la organización Pro-Oax, recupera ex conventos, logra canalizar y tratar aguas negras, o encabeza en la calle movimientos para defender las tradiciones y la comida oaxaqueñas, e igual se opone tenazmente a la apertura de una hamburguesería en la plaza central de su ciudad, que organiza «tamalizas» o reparte tortillas de maíz criollo para mostrar el valor culinario local frente a las compañías multinacionales o los alimentos transgénicos. Casi siempre desaliñado y con huaraches en los pies, resecos como su tierra, Francisco Toledo se ha convertido, como su obra, en símbolo y expresión de los más profundos mitos de México. Historias que contar Rafael Coronel (Zacatecas, Zac., 1932- ) Hermano menor de Pedro, Rafael Coronel sintió inclinaciones artísticas desde muy joven Estudió en la Escuela Nacional de Pintura y Escultura La Esmeralda y pronto desarrolló un lenguaje artístico muy singular. Su pintura acude a temas populares, sin embargo no podría decirse de ningún modo que sus tratamientos y soluciones sean producto de lo espontáneo o lo gratuito de su experiencia en Europa, él dejó el siguiente testimonio: "La pintura de Europa me causó gran impresión, pero algunos pintores que me gustaban muchísimo se me cayeron, y otros que no conocía me entusiasmaron. Por ejemplo, yo casi no conocía a Caravaggio y me impresionó mucho; de Velázquez conocía poco, me causó gran impresión; lo mismo, desde luego, Goya. Un pintor que no me gustó nada, ya en vivo: El Greco. Ese pintor, para mí, casi desapareció." Por una parte habría que decir que su obra reúne una serie de recursos provenientes de autores y escuelas clásicas, en el sentido ortodoxo del término y, por otra, hay que decir que en su búsqueda estética Coronel trabaja temas que va estudiando en series hasta tratar de agotarlos. Hay en su ciudad natal, al igual que en el caso de su hermano Pedro, un museo que lleva su nombre, en el que se exhibe parte de su obra así como una impresionante colección de máscaras que el pintor ha reunido con el transcurso del tiempo. (EFC) Lecturas recomendables: Juan Coronel Rivera, Rafael Coronel, introducción de..., México, Petróleos Mexicanos, 1990, 155 pp. Luis Cardoza y Aragón, "Rafael Coronel", en Rafael Coronel, México, Museo de Arte Moderno, 1979. Historias que contar Raúl Anguiano Raúl Anguiano Valadez nacido el 26 de febrero de 1915 en la ciudad de Guadalajara, y muere el 13 de enero de 2006 en la Ciudad de México. Fundador en 1938 del Taller de la Gráfica Popular al lado de Leopoldo Méndez, Alfredo Zalce y Pablo O'Higgins, realiza principalmente grabados y litografías con la idea básica de solidaridad con los trabajadores y campesinos. Inició su labor como muralista con el fresco denominado La educación socialista en la Escuela Carlos A. Carrillo en la ciudad de México. Su trabajo mural pertenece a la segunda generación de muralistas, junto con González Camarena, Juan O'Gorman y otros. Raúl Anguiano enfocó su obra en el México rural e indígena, sus fiestas, tradiciones y religión. El Maestro pintó los paisajes, los habitantes, los campesinos y peones de los ranchos, el quería pintar a México. Estas etapas hicieron de su obra un símbolo de identidad nacional. La técnica y calidad de su trabajo lo convirtieron en uno de los artistas mexicanos más importantes del siglo XX y gracias a su arte, México se dio a conocer en el mundo. "La Espina", considerada su obra cumbre, ilustró durante muchos años los libros de texto gratuitos en escuelas de educación primaria. ''Gracias a los antropólogos y a los pintores como Rivera, Orozco, Siqueiros o Covarrubias, ya no se discrimina tanto a los indígenas. Ojala que un día ya no se les discrimine y se les considere al mismo nivel, o más profundamente, que a todos los mexicanos." ''Algún día veremos que esta mujer se sacará la espina y la herida cicatrice, pues los indígenas de México todavía son discriminados", compartió el pintor, muralista, dibujante, grabador y ceramista luego de la inauguración de la muestra. También lo conocemos hoy por sus obras alrededor de la cultura popular y la vida cotidiana de las claspopulares en sus momentos de esparcimiento, donde pintaba la urbe y su gente, la vida en los barrios bajos de los 30. Los cabarets por otra parte, dan paso a la caricatura y el sentido del humor en su obra. Su obra pasó por diferentes etapas: surrealista (1938-1942), realista (años cuarenta), expresionista (1957-1966), cinética (1952-1969) y nuevamente realista (a partir de 1970). Sus influencias más notables fueron Pablo Picasso y José Clemente Orozco, Ejemplos de su trabajo muralístico pueden apreciarse en la Cámara Nacional de Comercio de la ciudad de México, en el Museo Nacional de Antropología e Historia, en la Secretaría de Relaciones Exteriores y en la Procuraduría General de la República, entre otros espacios. Una felicitación a Letras Voladoras por el gran esfuerzo que realizan y un agradecimiento por la información que nos hicieron llegar, ya que es gracias a ellos y a todos los mexicanos comprometidos con el rescate de nuestra cultura que podemos seguir difundiendo el arte mexicano y en este caso en particular a uno de los mas grandes exponentes de nuestro país y un gran defensor de nuestra identidad cultural Historias que contar Juan Soriano Juan Francisco Rodríguez Montoya, conocido como Juan Soriano (1920-2006) fue un artista plástico mexicano, fue llamado "El Mozart de la Pintura" debido a que, desde temprana edad, demostró grandes aptitudes para la creación plástica. A la edad de catorce años montó su primera exposición colectiva, mientras participaba en el taller de Francisco Rodríguez. Lola Álvarez Bravo, José Chávez Morado y María Izquierdo, llegaron a la exposición, que había quedado bajo el resguardo de Soriano, entonces, cuando le preguntaron de quién eran unas pinturas ahí expuestas, el joven Juan respondió que de él. En ese momento, aquellos personajes le incitaron a irse a la Ciudad de México, para poder mejorar su técnica, ya que calificaron a su obra como "interesante". Siendo adolescente, en 1935 se afincó en la Ciudad de México para estudiar artes plásticas, motivado por su talento y el aliciente de la compañía de su hermana Martha. Sus mentores fueron grandes exponentes de la plástica mexicana como Emilio Caero y Santos Balmori. Por invitación de este último, se integró a la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR) en la cual permaneció apenas un par de años; sin embargo, a partir de ello se relacionó con conocidos personajes del ámbito cultural, lo cual le permitió ampliar sus horizontes intelectuales y plásticos. Entre estas amistades se cuentan al maestro Alfonso Reyes, Juan Rulfo, Dolores del Río, María Félix, Octavio Paz, Rufino Tamayo, Guadalupe Marín, Xavier Villaurrutia, Elena Garro, Lola Álvarez Bravo, María Asúnsolo, Leonora Carrington, Carlos Pellicer, María Zambrano, Ignacio Retes, Salvador Novo, Frida Kahlo, Carlos Mérida, y Antonio M. Ruiz, El Corcito, entre otros. A principios de la década de los cincuenta, viajó a Europa, ahí, conforme fue madurando su obra, amplió su círculo de amistades internacionales, lo que contribuyó a que su estilo plástico se consolidase. De 1952 a 1956 retornó brevemente al país para retomar sus vínculos con intelectuales mexicanos y colaboró con Octavio Paz, Juan José Arreola, Héctor Mendoza, Juan José Gurrola y Leonora Carrington dentro del grupo "Poesía en Voz Alta". De 1956 a 1957 se estableció en Roma, Italia, para después, a partir de 1974, cambiar su residencia a París, la cual a la postre visitaría asiduamente, después de volver a afincarse en la ciudad de México. Ahí conoció y trabó amistad con Antonio Saura, Julio Cortázar y Milan Kundera. Su obra se distingue por haber desarrollado un estilo propio, basado en el lirismo y una búsqueda constante, derivada de la inquieta personalidad del creador. Experimentó con diversos materiales, géneros y estilos; incursionando incluso en el abstraccionismo y la creación de vestuarios y escenografías para teatro. En el plano anecdótico, se recuerda que, cuando dejaba de tener otra superficie para pintar, lo hacía sobre las puertas de su casa, las cuales después vendía. Autor, entre otras obras pictóricas, de María Asúnsolo en Rosa y Apolo y las musas. También se interesó por la escultura monumental, entre cuyas obras se recuerdan Pato, Pájaro Dos Caras, y Pájaro Con Semillas. En el espacio público, se pueden hallar algunas de sus obras descollantes: Paloma (Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, México), Ola (World Trade Center de Guadalajara, México), Luna (Auditorio Nacional, Ciudad de México) y Sirena (Plaza Loreto, Ciudad de México). En reconocimiento a su trayectoria, recibió diversos premios tales como el Premio Nacional de Ciencias y Artes en el área de Bellas Artes del gobierno de México en 1987,1 la Medalla de Oro del Palacio de Bellas Artes de México, la Condecoración de la Legión de Honor, en Grado de Oficial de Francia, la Mención Honorífica en el Festival Internacional de Pintura de Cagnes-sur-Mer en Francia, la Orden al Mérito de la República de Polonia y el Premio Velázquez de Artes Plásticas de España. Fue doctor honoris causa por la Universidad de Colima. Fallece el 10 de febrero de 2006 a los 85 años de edad en Ciudad de México. Historias que contar Juan O' Gorman (Coyoacán, 1905 - 1982) Pintor mexicano. Contemplado en muchos estudios como el último representante de la estirpe de los grandes muralistas mexicanos, que florecieron en la primera mitad del siglo XX, pueden rastrearse en su estilo las huellas del arte de Diego Rivera, del que algunos críticos le consideran sucesor directo. Tal vez sea ésta una apreciación exagerada, pues, aunque es posible indiscutiblemente encontrar en la obra de O'Gorman algunas líneas referenciales, su pintura tiene, sin embargo, unas características personalísimas, un lenguaje propio en el que supo conciliar la minuciosidad del detalle con la más simbólica fantasía, para constituir una obra vasta y monumental. Resultado (como tantos otros representantes del arte y la cultura mexicanos) de la fusión de dos culturas, del frío y estricto espíritu británico por parte de su padre y de la apasionada sangre mexicana de su familia materna, Juan O'Gorman mostró, ya en sus primeros años, aptitudes excepcionales para el dibujo y la pintura, que se pusieron de relieve en el círculo de su padre, Cecil Crawford O'Gorman, quien muy pronto se sintió orgulloso de poder contar con un hijo que le sucediera dignamente en sus actividades como arquitecto. Procuró pues, a partir de entonces, potenciar las aptitudes artísticas de su hijo poniéndole en contacto con los creadores plásticos que formaban su círculo de amistades, algunos de ellos consagrados; sin embargo, éstos no parecen haber tenido excesiva influencia en los primeros pasos del muchacho por el mundo de las artes. Tras sus estudios elementales y secundarios, O'Gorman se inscribió en la Facultad de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se graduó sin repetir ningún curso (19211925). Posteriormente, decidido a ampliar en lo posible los conocimientos técnicos que le parecían necesarios para su actividad profesional, optó por la ingeniería como complemento a su formación. La pintura llenaba sus momentos de ocio; la utilizaba sólo como un medio para relajarse, para olvidar las horas de concentración y de estudio. Pero lo que había empezado como una afición, como una actividad lúdica o suplementaria, fue interesándole más y más, fue exigiéndole un lugar de privilegio hasta convertirse, poco a poco, en su ocupación habitual. El arquitecto en ciernes comenzaba a mostrar los rasgos del futuro pintor. Es lógico pues que, a la hora de examinar la obra pictórica de Juan O'Gorman y su devenir en el mundillo artístico mexicano, sea necesario tener muy en cuenta su trayectoria profesional, su importante contribución al desarrollo de la arquitectura mexicana contemporánea, en el que desempeñó un decisivo papel de pionero. Influido por las teorías del funcionalismo (que exigían una definición, previa al proyecto, de las "funciones" a las que se destinaba el edificio para adaptar, así, sus formas a las necesidades previstas) y de la arquitectura orgánica, construyó escuelas y casas-habitación, entre otras la del muralista Diego Rivera (1931). Merece destacar en este aspecto el proyecto que realizó para la Biblioteca Central de la Ciudad Universitaria (1949-1951), de cuya dirección de obras se encargó personalmente y que le sirvió para dejar constancia de su voluntad experimental e innovadora, al diseñar, para sus muros exteriores, un gigantesco mural de multicolores piedras, que representaba el desarrollo histórico de la cultura nacional (1952). Admirador de los arquitectos funcionalistas europeos, especialmente de Walter Gropius, portaestandarte de la célebre Bauhaus, y de Le Corbusier, concebía la arquitectura y el urbanismo como una adaptación a las exigencias sociales, económicas y técnicas del siglo XX. Sus obras se caracterizaron esencialmente por el empleo del cemento armado, los exteriores asimétricos y una constante búsqueda de aire y luz. Sin embargo, gracias a la influencia que ejerció en él su profesor J. Villagrán García, fue evolucionando hacia la corriente que ha dado en llamarse "nuevo barroco mexicano". Proyectó entonces edificios cuyas raíces se encuentran en las iglesias coloniales, en las construcciones religiosas previas a la Revolución Mexicana. Por otra parte, cuando diseñó y construyó su propia casa, levantada en las estribaciones del Pedregal de San Ángel (1956) y derribada posteriormente, buscó inspiración en los planteamientos expuestos por Mathias Goeritz en su Manifiesto de la arquitectura emocional y, de este modo, procuró diseñar cada estancia o habitación ateniéndose al sentimiento que pretendía inspirar. Una de las máximas preocupaciones de O'Gorman, tal vez su anhelo estético más emblemático, fue la unificación de pintura y arquitectura en un mismo acto creador, en un idéntico marco artístico. De ahí sus constantes experiencias creativas, sus intentos encaminados a integrar en sus obras pictóricas o arquitectónicas elementos que, a priori, se consideran ajenos a los ámbitos respectivos de estas artes, los cuales le han valido ser considerado uno de los precursores en la utilización del collage y de su introducción en los medios artísticos latinoamericanos. Ya recién terminados sus estudios, en 1926, recibió el encargo de realizar, como trabajo práctico, la decoración de cinco establecimientos públicos, en uno de los cuales, la pulquería Los Fifís, su obra obtuvo cierta popularidad. El éxito en estas actividades le valió ser asignado como profesor no numerario a la cátedra de arquitectura del Instituto Politécnico de México, cuya titularidad alcanzaría en 1932. Cuatro años después, O'Gorman realizaría tres tablas sobre la conquista del espacio para el Aeropuerto Nacional. Dos de ellas fueron destruidas porque incluían, en una exagerada representación caricaturesca, las figuras de Adolfo Hitler y Benito Mussolini, hecho que, al producirse en plena Segunda Guerra Mundial, hizo temer que pudiera provocar tensiones. Las dos tablas pasaron, pues, a engrosar la larga lista de las obras de arte víctimas de la política. La tercera de ellas se conserva hoy en el Museo de Historia de Chapultepec.Por lo que respecta a la pintura de caballete, O'Gorman aborda temas complejos de intención y características diversas, que, con un predomino del sarcasmo macabro, oscilan entre el detallismo cargado de fantasía de sus Mitos y la lineal geometría de Recuerdos de Guanajuato, pasando por la sátira cruel de los Enemigos del pueblo. En la elaboración de sus composiciones utilizó preferentemente dos técnicas: el temple o pintura a emulsión, sobre soporte de manosite, para sus cuadros, que obtienen así unos colores luminosos y duraderos; y el fresco, para sus murales. La suya es una producción que refleja inquietudes sociales y nacionalistas. Fue el inventor de formas nuevas a través de creaciones arquitectónicas y, al mismo tiempo, el continuador del puntillismo, recreando más que nunca el poder del detalle sobre el conjunto global de la obra. "El realismo de O'Gorman -ha dicho el pintor boliviano Roberto Berdecio- es la expresión de un artista formado por las más variadas disciplinas del conocimiento. Su obra muestra, en esta época de improvisaciones, el hecho poco común de su gran capacidad técnica en el más alto sentido artesanal", párrafo que pone de relieve lo que constituye, tal vez, la faceta más característica en la producción del artista, su polivalencia, la facilidad y el rigor con que domina los más distintos materiales en una creación que pretende, y muchas veces consigue, ser sintética. En efecto, el conjunto de su producción se revela íntimamente ligada a sus conocimientos matemáticos, que le sirven para plasmar observaciones analíticas de planos superpuestos en las que se mezclan las explosiones de su fantasía (hombres alados, globos aerostáticos) con el canto heroico de la historia. Con todo, el aspecto más interesante de sus trabajos, y el que le ha conferido un lugar destacado en el panorama de la pintura mexicana contemporánea, es la excepcional calidad de su trazo, su sabia organización de la perspectiva que evidencia su formación de arquitecto y, sobre todo, su factura detallista, su creación de verdaderas miniaturas de perfecto acabado y orden, perceptibles incluso en el interior de sus amplias composiciones murales. En su repertorio de imágenes y de estilo tradujo gran parte del misterio propio de México, asumiendo y aglutinando vestigios de las civilizaciones precolombinas, del barroco macabro de los cultos fúnebres heredados de España y amplificados hasta la obsesión, de los colores y visiones de la vida cotidiana indígena, reflejados siempre con sencillez y claridad, cual de una fórmula matemática se tratara. La vivacidad de su paleta y la recuperación de elementos insólitos o fantásticos característicos de la imaginería popular quedan de manifiesto en sus obras de caballete, entre las que sobresalen La ciudad de México y Autorretrato (1949 y 1950, respectivamente), y Recuerdo de los Remedios (1943), pero adquieren su mayor dimensión en unos murales entre los que deben mencionarse Historia de la aviación (1937, Aeropuerto Internacional Benito Juárez, México D. F.); Alegoría de las comunicaciones (1953), en la sede de la Secretaría de Comunicaciones de México; Cuauhtémoc redivivo, en un hotel de Taxco (1956); y Retablo de la Independencia (1960-1961, Museo Nacional de Historia, México D. F.). Miembro de la Academia de Artes, recibió en 1972 el Premio Nacional de Artes, por su aportación a los campos artísticos pictórico y arquitectónico, y se mantuvo activo hasta que, en 1982, le sorprendió la muerte cuando se hallaba trabajando (apoyado por un equipo de colaboradores reclutados entre sus discípulos y seguidores de la Universidad de México) en unos frescos para el Museo Nacional de Historia y para el castillo de Chapultepec. Historias que contar Jorge González Camarena El muralista, pintor y escultor Jorge González Camarena (1908-1980) nació en Guadalajara, Jalisco, México. Estudio arte en Escuela Nacional de Artes Plásticas de San Carlos en la ciudad de México. En 1928, encabezó un movimiento para promover a Diego Rivera como director de la Academia de San Carlos. Jorge formó parte de la Segunda Generación de la Escuela Mexicana de Pintura. Fue miembro del Seminario de Cultura Mexicana, la Academia de Artes, miembro de la Comisión Para Proteger los Murales de México del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA), y presidente de la Asociación Mexicana de Artes Plásticas AMAPAC. A lo largo de su carrera González Camarena se hizo acreedor a muchos premios como la Insignia José Clemente Orozco otorgada por el Congreso del Estado de Jalisco en1956, Segundo Premio en el Salón Anual de Pintura del INBA patrocinado por el Instituto Nacional de Bellas Artes en 1962, Placa de Oro del Gobierno de Jalisco en 1964, “L’Ordine al Mérito de la República Italiana” por parte del gobierno de Italia, por pintar un retrato de Miguel Ángel que fue colocado en la casa del artista italiano en 1967, y el Premio Nacional de Artes en la rama de pintura en 1970. Las obras del artista han sido presentadas en un gran número de exposiciones en el Museo Nacional de Artes Plásticas en el Palacio de Bellas Artes. En las ciudad de México y la Exposición de Arte Mexicano Contemporáneo auspiciada por la Secretaria de Relaciones Exteriores y la OPIC en Burdeos, Paris, Lille, Lyón y Toulouse, Francia en 1958. El artista participó en varias exposiciones en el Museo Nacional de Arte Moderno (Palacio de Bellas Artes.) en 1959, 1962, y 1972. Veinticinco Años del Salón de la Plástica Mexicana, Homenaje a los Miembros Fundadores, en 1974, Exposición Retrospectiva en el Museo de Arte Moderno en Chapultepec y en la Galería Malintzincally en la ciudad de México. Los murales de González Camarena forman parte de colecciones públicas como la biblioteca del Instituto Tecnológico de Monterrey, México (El historiador Sahagún.), el edificio principal del Instituto Mexicano del Seguro Social en México, D.F. (Pintura Mural.),Universidad de Concepción, Chile (Integración Latino Americana), Museo Nacional de Antropología en la ciudad de México(Las razas y la cultura), Palacio de Bellas Artes(Liberación), edificio del Senado mexicano (Las dos revoluciones), El Banco de México, en Veracruz, el Museo de Arte Moderno, y el Museo Nacional de Historia, Castillo de Chapultepec, en la ciudad de México.