DOMINGO 15 DE SEPTIEMBRE DE 2002 NO. 59 Arqueología y los fitolitos ◆ Barbara Konieczna ◆ vivas y lo depositan en sus tejidos. No todas las plantas forman fitolitos. Las familias que con frecuencia los presentan son las de Poaceae, Araceae, Cyperaceae, Pinaceae, Musaceae. El sílice que se absorbe durante la vida vegetativa, no puede desintegrarse y queda depositado entre las células. Cuando la planta muere, es cocida, se quema o se inunda, los depósitos de sílice (fitolitos) permanecen intactos y su durabilidad es de millones de años. El tamaño de los fitolitos es de 5100 micrones. Los estudios más frecuente son los de los fitolitos de sílice pero también hay fitolitos de oxalatos de calcio (cactaseas). Los investigadores pudieron determinar que cada especie de la planta presenta una forma específica de fitolitos, como lo pueden ser formas rectangulares, cilíndricas, cónicas, piramidales, etc. Según la forma del fitolito, se puede definir a que planta pertenece. La existencia de los fitolitos fue descubierta todavía en el siglo XIX, pero hasta mediados del siglo XX empezaron sus estudios en Alemania y Unión Soviética y posteriormente en algunos otros países. El gran inconveniente en el estudio de los fitolitos era su tamaño, que impedía que pudieran ser fe- Fotos Barbara Konieczna La arqueología, al igual que otras ciencias, hace uso de las diferentes técnicas de laboratorio para obtener respuestas a las incógnitas que surgen al estudiar los restos que se han encontrado durante las exploraciones. Los análisis químicos, botánicos, médicos, geológicos, etc. son las herramientas con las que un arqueólogo moderno puede contar para poder explicar con mayor exactitud la vida del hombre antiguo, y sobre todo, saber el fechamiento preciso de los hallazgos. Entre las numerosas técnicas de laboratorio aplicables a la arqueología se encuentra el análisis de los fitolitos. En base al estudio de los fitolitos se pueden conocer datos tales como la paleodieta de los antiguos habitantes, las plantas que se cultivaban, definir cuales especies de plantas eran domesticadas y cuales eran silvestres; se puede reproducir el medioambiente, el clima, y un sinnúmero de datos que amplían el conocimiento sobre la vida de los hombres antiguos. ¿Qué son los fitolitos? Muchos los llaman “flores de piedra”, debido a la imagen que presentan bajo el microscopio. Están conformados por el ópalo, monoacido de silicio que las plantas absorben mientras están Fitolito de maíz en la pared de una vasija (900x) Fitolito de calabaza encontrado en las paredes de una vasija ( 900x) chados con exactitud por medio de C14. Para que una muestra orgánica pueda ser fechada por medio del radiocarbono 14, se necesita de una cierta cantidad de ella para que la fecha sea válida. Los fitolitos eran tan pequeños que era imposible fecharlos por medio de este método. Este impedimento desanimó a muchos investigadores y era poco el interés por estos microfosiles. Hace veinte años, se dasarrolló un nuevo método de fechamiento por medio de AMS (acelerador de los espectros de la masa), donde no se necesitan grandes cantidades de muestra sino micrones, así que los fitolitos retornaron a ser considerados como elementos microscópicos principales en la reconstrucción del paleoambiente y de la paleodieta. A diferencia del polen que no siempre se encuentra in situ, los fitolitos se quedan por lo general en el lugar del crecimiento de la planta. No se destruyen ni por el fuego, ni se deslavan. Esta característica de la resistencia los hace muy útiles en otras investigaciones, aplicadas a la arqueología. Los estudios bajo microscopio de las paredes de las ollas, pueden revelar los fitolitos adheridos y de esta manera, identificar los alimentos que se preparaban en ellas. En las superficies de los metates y de las manos de los metates, bajo microscopio se pueden definir los fitolitos de las semillas o plantas que se molían. En las pinturas vegetales que se usaban, se encuentran los restos de los fitolitos de las plantas de las que se elaboraron, aclarando muchas veces la incógnita de la procedencia del colorante. Un gran campo de aplicación encontraron los fitolitos en los estudios de los orígenes de la agricultura. Se ha visto, que los fitolitos de las plantas domesticadas son distintos de las plantas de la misma especie, pero silvestre. Este descubrimiento, sumado a la posibilidad del fechamiento, esta cambiando nuestra visión sobre las primeras plantas domesticadas y su antigüedad. El hecho de ser indestructibles, los fitolitos se pueden encontrar en los sedimentos de los depósitos arqueológicos, permitiendo reconstruir el medioambiente del Pasa a la página II Arqueología... Viene de la página I sitio, fecharlo y determinar qué plantas se usaban a nivel doméstico. Hasta hace poco, se ha considerado que los orígenes de la domesticación de las plantas en Mesoamérica se ubicaba en las cuevas secas de Tehuacan y Tamaulipas, donde se encontraron, según Mac Neish, las primeras evidencias del maíz cultivado. Se pensaba que las tierras bajas tropicales eran las ultimas regiones adonde se expandió la domesticación del maíz. Con los nuevos estudios basados en los fitolitos, se esta descubriendo que el maíz estaba presente en muy tempranas fechas en la región de Tabasco, en la región Pacífica de Guatemala, en Panamá y en Ecuador. Dolores Piperno del Smithsonian Institute esta actualmente investigando los orígenes de la domesticación de las plantas en las zonas tropicales, basándose en los datos que proporcionan los fitolitos encontrados en los suelos de los sitios que estudia. Por otro lado, se esta descubriendo que había otras plantas que se domesticaron antes del maíz, como por ejemplo la calabaza, la mandioca. Gran campo para proporcionar nuevos datos tiene el estudio de los fitolitos en la reconstrucción de la paleodieta. Se ha visto que la placa que se forma sobre los dientes humanos o de cualquier otra especie animal, conserva los fitolitos de las plantas que se consumía. Como un ejemplo curioso de este tipo de estudios se puede citar el de los fitolitos encontrados sobre un gran molar de Gigantopithecus, una especie de homínidos que vivía hace 6 millones de años en el Fitolito de teosite sudeste asiático. El molar fue comprado por un coleccionista en el año 1935 y recientemente se lo ha estudiado bajo el microscopio para ver si había algunas evidencias que podrían proporcionar datos sobre la alimentación de esta especie. Robert Thompson de la Universidad de Iowa, quien realizo este estudio, detectó los fitolitos pertenecientes a un tipo de grandes pastos (incluyendo bambú), además de los fitolitos de algunos frutales. Estos datos permitieron reconstruir el hábitat en el que se desenvolvía el gigantopithecus y ver las causas por las que se extinguió ( posibles cambios en el clima y vegetación). Otro ejemplo de este tipo de estudios se hizo sobre la placa de los dientes de los mastodontes por los investigadores de la universidad de Kansas. La placa dental de un mastodonte de hace 11 000 años, incluía 86% de los fitolitos de los pastizales. Se penso que los mastodontes se alimentaban de hojas de los arboles y ramas tiernas, pero el análisis indica que estos grandes animales consumían Fitolito de Heliconia sp. básicamente pastos. Actualmente muchos científicos estudian la paleodieta humana en base de los residuos que quedaron sobre los dientes y preservaron los fitolitos de las plantas que De la... consumieron. Este tipo de investiViene de la página IV gaciones se hace en Perú, en la UNAM en México y en E.U. Po- tellana. Y en el escenario latinoameridemos esperar que los resultados cano destaca el meritorio trabajo de van a cambiar nuestra visión so- la antropóloga Cristina Larrea intitulado La cultura de los olores [1997]. La literatura, gracias a nuestra incorporación al universo de la cultura letrada, ha poblado nuestro imaginario de imágenes olfativas, pesando la tradición romántica por sus alusiones a los jardines, aunque otras corrientes literarias han privilegiado los olores de la naturaleza, de la gastronomía, de las sustancias del trabajo y de los cuerpos. La fuerza evocadora de las imágenes olfativas tiene una expresión paradigmática en la serie narrativa de Marcel Proust, En busca del tiempo perdido. Gilbert Durand apoyándose en el fenomenólogo Gaston Bachelard -el conocido autor de la Poética del espacio -, nos ha recordado las ligas culturalmente profundas entre un número limitado de olores primigenios y Fitolito de maíz la configuración de la primera infancia bre lo que consumían los y sus lugares y eventos más intensaantiguos habitantes de mente sentidos. Para Bachelard se dibuja así una teofanía olfativa de la priAmérica. A principios del siglo mera edad con olor a flores secas. En realidad el proceso y la evocación XX los arqueólogos estaes más compleja de que la que reseñan ban fascinados con los nuestros connotados autores. Las prigrandes descubrimientos meras proximidades y encuentros con de las gigantescas obras objetos extracorporales, los que salen arquitectónicas, de los tedel propio cuerpo (copro, orín, vómito) soros, y mientras más visy los que son deseados o indeseados toso era el hallazgo, se le como alimento y/o afecto, huelen reiteatribuía mas importancia. rativamente fuerte y significan desde el Al inicio del siglo XXI los plano olfativo nuestras primeras expehallazgos microscópicos están causando revuelo riencias de contacto, nuestra manera de entre los arqueólogos, estar en el mundo. Cierto es que la culcambiando la historia. tura de lo sensible nos revela la hegemo¿Estamos en el umbral de nía de lo visual sobre todos los demás campos sensoriales; recordemos que no la microarqueología? hay ámbito perceptivo que no se cruce y refuerce con otros o con todos los demás. Los saberes del amor tienen también sus capítulos sobre los olores deseables del cuerpo amado, naturales y artificiales, así como de sus contextos aromáticos propicios gracias a las flores e inciensos nativos. Pero aún así, el campo olfativo es diferenciable y relevante. La memoria personal olfativa de los cuerpos, objetos y lugares, según lo podemos observar a través de una revisión de la larga tradición artística, tiene escasas metáforas, sin embargo, su fuerza y presencia simbólica no son desdeñables. Géneros y narrativas ha venido sembrando de olores todos los imaginarios sociales y entre nosotros, lo podemos apreciar a través de las canciones, las poesías y los relatos, que rebasan los estrechos marcos del romanticismo y del realismo local. Bibliografía Ackerman, Diane, [1992], Una historia natural de los sentidos, Editorial Anagrama, Barcelona. Corbin, Alain, [1999], “De Lemosín a las culturas sensibles” en Para una historia cultural de Jean-Pierre Rioux y Jean-Francois Sirinelli, Taurus, México, pp.109-124 Durand, Gilbert,[1971], La imaginación simbólica , Amorrortu, Buenos Aires. Heyden, Doris,[1983], Mitología y simbolismo de la flora en el México prehispánico Instituto de Investigaciones Antropológicas de la UNAM, México. Larrea Killinger, Cristina [1997], La cultura de los olores. Una aproximación a la antropología de los sentidos, Ediciones, ABYA-YALA, Quito. Lévi-Strauss, Claude, [1983] , El hombre desnudo, Siglo Veintiuno editores, México. 1 [Ackerman, 1992:31] 2 [Corbin, 1999: 114] DOMINGO 15 DE SEPTIEMBRE DE 2002 II DOMINGO 15 DE SEPTIEMBRE DE 2002 III Nuestro patrimonio desconocido El Yauhtli ◆ Margarita Avilés y Macrina Fuentes ◆ Retablo Vida de San José, Tepalcingo “Jazmín Mosqueta” Nombre científico: Philadelphus mexicanus Schlecht. Familia: Saxifragaceae EL jazmín mosqueta, es ampliamente conocido en el estado de Morelos, tiene un aprecio especial por su exquisito aroma que se esparce en el ambiente que rodea al exuberante arbusto. Una buena parte del año, la esencia de su aroma agradable está presente debido a sus numerosos ramilletes de flores que pueden ser de color blanco, cremoso a rosado. Planta de gran importancia en la época prehispanica, por el aroma de sus flores “Jazmín mozqueta”, Philadelphus mexicanus que se empleaban como ofrendas y en la elaboración conocia como “aquílotl”, o planta de perfumes. voluble que nace junto a las aguas, Esta especie se cultiva como plan- se desarrolla en forma exuberante ta de ornato en huertos familiares y en lugares sombreados y húmedos. jardines. En algunos mercados se El Philadelphus mexicanus, es un venden sus ramilletes. En ocasiones arbusto trepador leñoso, que alcanpuede ser confundida con el verda- za amplias extensiones (5-6 m), dero “jazmín” (Jasminum ssp.), es- presenta hojas opuestas y sus flopecie que es introducida. res de cuatro pétalos, exponen, Se le conoce también como “mos- cuando han abierto los botones, sus queta”, “jazmín de monte”, “jerin- numerosos estambres de color amaguilla”, “acuílotl”, rillo mas intenso, contrastando con en época pre- el tono amarillo pálido de los pétahispànica los, manifestando su presencia. s e En el siglo XVI, Francisco Hernandez hace referencia a dos especies del género Philadelphus, “aquílotl”, y “cóztic aquílotl”, diferenciandolas por el color y tamaño de la flor y el tamaño de las hojas. Taxonómicamente conocidas como P. mexicanus Sschl. y P.glabripetalus Hu. Los usos medicinales que cita Francisco Hernández, son para quitar la flatulencia, para los miembros contraídos y para disolver tumores. Actualmente se emplea en el estado de Morelos, contra la melancolia, en problemas nerviosos y digestivos. El uso para quitar la flatulencia se mantiene hasta la actualidad. Esta especie forma parte de la Colección Nacional de Plantas Medicinales del Jardín Etnobotánico. Foto: archivo del Centro INAH Morelos Archivo fotográfico, Fuentes y Aviles Teresita Loera y Anaite Monterforte Otro de los retablos que podemos admirar en el Santuario de Jesús de Nazareth en Tepalcingo es el llamado Vida de San José que a continuación describimos: Se trata también, de un retablo pintado sobre tela, de estilo neóstilo y que presenta un colateral compuesto por predela, tres cuerpos divididos por entablamentos y tres calles con columnas tríostilas. En la parte central del primer cuerpo hay un nicho de madera dorada, con una predela con sagrario frente al cual se aprecia una escultura de pequeño formato, que representa al Cristo Aparecido. Al lado derecho tenemos una escultura de tamaño natural con la representación del Señor del Pueblo y en el extremo del mismo lado, existe una Cruz de madera ricamente tallada y dorada de estilo barroco salomónico, probablemente del siglo XVIII. Sobre la predela se apoya un fanal que aloja una escultura policromada con la imagen de San José. El nicho tiene un guardapolvo escalonado con roleos y está rematado por una cruz. En la calle central del primer cuerpo del retablo pintado, se representa un dosel que enmarca al nicho de madera. En las tres calles hay escenas religiosas que presentan la siguiente descripción: en el primer cuerpo, en la primera calle, observamos una escena que representa la elección de José como esposo de María y los desposorios de la Virgen y San José, en la tercera. En el segundo cuerpo, en las primera y segunda calles se aprecian, respectivamente, las escenas de la anunciación de José durante el sueño y la muerte de José. En la calle central está la representación de José enfermo. En el tercer cuerpo encontramos tres escenas más que representan a dios padre en la central y, probablemente al arcángel San Rafael, en la primera calle; y al arcángel San Gabriel, en la tercera. Entre el segundo y tercer cuerpos, el soporte de tela se rompe para dar cabida a una ventana. Como en el retablo anterior, por analogía estilística la obra parece ser del mismo autor: Joanes Saenz o Juan de Sáenz. NOTA “Aquílotl”, Historia Natural de N u e v a España ◆ El contenido de los artículos que se publican es responsabilidad de sus autores. De la antropología e historia del olor Pocos se han puesto a pensar que el campo cultural de los olores es realmente vasto y que por ende significa y clasifica prácticas, identidades y lugares. En anterior artículo publicado en El Tlacuache, presentamos una aproximación a la historia de la cultura de los olores en Cuernavaca y el Estado. En esa oportunidad, transitamos desde la muy añeja y heterogénea trama aromática emergida de los ingenios azucareros, hasta los muy contemporáneos olores miasmáticos sembrados en nuestro imaginario por la función depredadora de Costco en el Casino de la Selva. Sucede que el capital depredador bajo la forma dinero -según dicen los estudiosos franceses del simbolismo - siempre huele mal, entendiéndose que se trata de la construcción cultural de un miasma ilusorio, fantasmagórico. En esta oportunidad optaremos por una entrada más general a la cultura de los olores. Hay que reconocer por un lado que los olores, en su fascinante ramo de perfumes, han logrado su más plena institucionalización patrimonialista urbanonacional bajo la forma de museos en ciudades europeas como París y Barcelona. En otros casos, las políticas de patrimonio cultural urbano, se han a abocado a privilegiar la preservación de escenarios mixtos, que desplieguen los placeres de la vista más que el de las fragancias florales, tal es el caso de los jardines. En la ciudad de Cuernavaca, podemos vivenciar esa experiencia visitando sea el Jardín Borda o el Jardín Etnobotánico, uno y otro signados por el colonialismo bajo la égida de Maximiliano y Carlota. Leer el olfato y los olores desde la cultura y la historia, es ir más allá de esa ingenua visión que sobrenaturaliza y deshistoriza sus particulares expresiones, incluso las interacciones humanas. Más allá de las categorías en que nos adscribimos como consumidores vale preguntarse:¿Qué sería de la gastronomía y de los bares y cantinas morelenses sin sus aromas?. El olor precede y condiciona el sabor de las bebidas y alimentos. Y qué decir de los propios territorios del hogar, sabemos que están signados por sus aromas de todo tipo, así como por los saberes y las estrategias culturales y mercantiles sobre su reodorización o desodorización. ◆ Ricardo Melgar ◆ aguas y cuerpos. Se decía desde el culturales de la tierra, la flora, la gaspoder, que había que domesticar y tronomía y los atributos temporales del manipular selectivamente el aroma na- olor a antiguo o guardado, del olor a tural, ponerle marca y valor al perfu- humedad en tiempo de lluvias o del me artificial, eliminar o confinar las fuen- olor a polvo en tiempo de secas. Perfumarse el cuerpo, es decir, tapites productoras de miasmas. Por último, fue considerado de mal zar los aromas corporales está asogusto oler al semejante aunque el es- ciado a una refinada práctica ligada a tigmatizado olor del otro, sirvió para la representación de la sexualidad. Es legitimar diversas prácticas de exclu- conocido que el olor a tabaco formó sión y racismo. Oler al otro tiene va- parte de la construcción de la mascurias posibilidades, sus más usuales van linidad y de la libertad en las ciudades más allá de la identidad étnica, social y latinoamericanas, aunque tuvo también de género. Si nuestros lectores han leí- otros consumos y sentidos más abierdo Bajo el sol de Italo Calvino, para tos en el curso del siglo pasado, no no aludir a la conocida novela El Per- por casualidad las mujeres desde los fumista, podrán encontrar que la posi- años veinte reivindicaron el derecho a bilidad de estas narrativas, como la su diferencial consumo. Tampoco son reciente constitución de una Antropo- desdeñables y preocupantes la pérdilogía de los Olores, tiene que ver con da o ausencia de olor de los cuerpos, la crisis de la modernidad. Gracias a objetos y lugares, algunas veces, aun- este cambio, emergen desde sus intersticios y fracturas de la ideología moderna viejas y nuevas narrativas y experiencias olfativas. Cierto es que la gravitación de los olores fue perdiendo piso frente al proceso de nuestra modernidad occidental periférica hasta los umbrales del siglo XXI, en que un nuevo canon hedonista global viene inaugurando, vía el mercado y las tecnologías de punta, una nueva cultura de los olores. Una de las metas de la actual tecnología digital, sea para cine, computadoras unipersonales e internet consiste en lograr sensaciones múltiples, incluyendo experiencias olfativas asociadas a las imágenes. De otro lado, la denominada Aromaterapia anda a la alza en el mercado alternativo de la salud, gracias en buena medida a este contexto De la modernidad deodorizante al hedonista contemporáneo del que venimos hablando. hedonismo posmoderno Empecemos por abrir juego al tema Ha llegado a su fin la modernidad y de los olores subrayando que vivimos con ella sus fobias y pasiones olfati- en un tiempo que configura un campo vas. Sabido es que a partir del siglo sensorial fuertemente marcado por sus de las luces, se sobrevaloró la fun- claves de artificialidad, mimesis y merción profiláctica y de control social ol- cantilización. Situemos nuestra reflexión fativa, vía la deodorización de lugares, desde las más añejas coordenadas que resulte paradójico, por acción del sol. Lo cierto es que catalogamos e identificamos los olores con la pequeña gama de palabras y de oposiciones binarias que existe en cada una de nuestras culturas. Los saberes contemporáneos del olor Desde otro plano nuestro cerebro, al decir de J.E. Amoore, filtra los olores desde una peculiar conexión entre las formas geométricas y las sensaciones odoríficas. Estas insertadas ya en nuestros nichos neuronales nos bombardean con mil y un estímulos cerebrales. Los olores mentolados y alcanforados que promueven los de Provi- da para neutralizar la expansión de los aromas pecaminosos del muy publicitado padre Amaro, poseen en el primer caso una molécula de forma triangular y los segundos una forma esférica. En cambio, los aromas florales más frecuentes aparecen asociados a una molécula identificable en forma de disco con un tallo. 1 Pero evitemos quedarnos en el nivel del reduccionismo neurofisiológico y generalizante de la cultura olfativa ya que existen otras posibilidades, como aquella que sostiene que la cultura de los olores es hechura históricamente construida y apropiada y que sus sentidos se develan en su propio universo. Al respecto, Claude Lévi-Strauss [1983], nos ha brindado magistrales ejemplos de cómo analizar la función simbólica del hedor y del aroma en los mitos amerindios. El sapo es un animalito emblemático del olor mítico en los mitos amerindios, por su recurrencia, pero no es el único, nuestro inestimable tlacuache también es portador de simbólicos olores. En general, en los relatos míticos, es frecuente que la conversión mágica del héroe castigado por infractor moral, aparezca cargada de importante y simbólico significado aromático. En la actualidad, debe quedar claro que las neurociencias se encuentran en un estado de balbuceante diálogo con la historia y la antropología social, mientras que estas últimas han inaugurado respectivamente sus ramas de especialización conocidas como Historia de las culturas sensibles y como Antropología de los sentidos, una y otra deudora de la conocida obra de Alain Corbin El perfume y el miasma [1982]. A casi dos décadas de distancia de su consagrado libro, Corbin escribe que su intención : “no era estudiar la historia de los perfumes, sino la manera en que los usos del olfato entran en los procedimientos de elaboración del imaginario social. El “tufo del pobre” no constituye más que uno de los aspectos de este afinamiento de la delicadeza....” 2 En el caso particular de la Antropología de los sentidos su introductor general fue David Howes con su obra The varieties of sensory experiencie. A sourcebook in the Anthropology of the senses [1991], de la cual esperamos su edición casPasa a la página II Consejo Editorial: Barbara Konieczna, Ricardo Melgar, Lizandra Patricia Salazar, Jesús Monjarás-Ruiz y Miguel Morayta Coordinación: Patricia Suárez Ortega Formación: Sandra S. Acevedo Martínez cimor@prodigy.net.mx Calle Jalisco No 4, Las Palmas Tels/fax. 3-18 39 08 y 318 39 16 DOMINGO 15 DE SEPTIEMBRE DE 2002 IV