Saludo del Embajador de la República Federal de Alemania, Reinhard Silberberg, para el catálogo del Prof. Detlef Kappeler Es una gran alegría para mí que el artista y catedrático alemán Detlef Kappeler, muy vinculado con Galicia, en donde desde hace años vive y trabaja, presente por primera vez en una exposición individual en Madrid muchas de sus obras creadas en la Costa da Morte. Quiero expresar mi agradecimiento a la Casa de Galicia que, junto con la Embajada de Alemania en Madrid, ha hecho posible esta muestra: la colaboración armoniosa y constructiva con la Casa de Galicia, albergada en un palacete precioso de las inmediaciones del Museo del Prado y otras instituciones culturales de fama mundial, es otro excelente ejemplo de la intensidad y diversidad en la colaboración cultural entre Galicia y la República Federal de Alemania. Y, cómo no, quiero dar las gracias también a Detlef Kappeler, que nos hace partícipes activos de sus obras pictóricas. Cada vez que las observemos, descubriremos y experimentaremos algo nuevo, dependiendo de nuestra disposición y nuestro estado de ánimo. Las pinturas de Kappeler están llenas de movimiento, son imprevisibles y dramáticas, como el Atlántico y el paisaje de Galicia. Expresan la búsqueda y la inquietud de un artista que se inmiscuye y que entiende el arte como un acompañante crítico. A todos los visitantes de la exposición les deseo que las magistrales composiciones de Kappeler sean para ellos una experiencia estimulante e inolvidable. Reinhard Silberberg Embajador de la República Federal de Alemania Quisiera expresar mi agradecimiento a la Embajada de Alemania en España, a la Casa de Galicia en Madrid y a mi mujer Almut por apoyarme siempre. Detlef Kappeler PORTADA “Nuestro sufrimiento”, 2013, técnica mixta sobre lienzo, 150 x 150 cm. PÁGINA ANTERIOR “Encuentro”, 2012, técnica mixta sobre madera, 160 x 120 cm. Edita XUNTA DE GALICIA Casa de Galicia en Madrid Texto introductorio Antón Castro Con la colaboración Fotografía Xesús Búa Maqueta y portada Campillo Nevado Producción gráfica Campillo Nevado Depósito legal: M-12673-2013 Detlef Kappeler Costa da Morte Del 7 al 31 de mayo de 2013 Desde hace unos años Detlef Kappeler –alemán de Stettin– ha asumido la conciencia mítica de uno de los Finisterres atlánticos más ligados al germanismo romántico, Muxía, un territorio cultural de viejos marinos, en la Costa da Morte, en el que ha diluido, en términos pictóricos, una tradición que casa a Hölderlin, Rosalía y al Lorca del Romancero y Poeta en New York. A todos los ha hecho carne de pintura en gestos críticos, cuya caligrafía nerviosa escenifica, desde una posición militante, un discurso humanista y de esperanza que sólo perciben, con claridad, aquellos que han vivido el horror, como le sucedió a él, un niño de la guerra, en el apocalipsis de finales de los años treinta y principio de los cuarenta del siglo pasado. Algo que hemos percibido en algunos de sus coterráneos contemporáneos, casos de Immendorff, Kiefer o Baselitz, por citar ejemplos conocidos. Pero para Kappeler el arte es, ante todo, un arma para interpretar el mundo y transmitir una sutil vinculación a la naturaleza con los gritos expresionistas de sus ancestros, entre una gestualidad de apariencia abstracta que habla siempre del ser humano y de sus angustias, de la supervivencia y tal vez de nuestra capacidad para destruir. Buscando por los rincones de los acantilados, asiéndose al mar, interpretando la luz y el paso del tiempo de los románticos con la agresividad del dripping de la herencia pollockiana o del gesto como acontecimiento que habla de nuestra existencia, podemos percibir rostros ocultos, rostros que son preguntas lacerantes. Y en los últimos años ha inscrito su filosofía de vida al nuevo territorio de acogida, definido, decíamos, por la mítica oceánica: el mar o sus trabajadores se mezclan con el fuego, el caos y la esperanza, con protestas y bombardeos, con las lágrimas del hombre y la presencia de la vida. Fue durante un tiempo su mirada de la Costa da Morte, definida por ese horizonte infinito que se pierde en una América imaginada e inalcanzable, donde aparecen fábulas que transcriben la realidad que el artista vive y ejecuta en la carne nutricia de la pintura. Y en ésta se funden sus narraciones viscerales, ocultas en sus gestos, goteos y chorreos, reforzando, en la celeridad de sus pinceladas, la transformación de la luz que congela, tal como pretendía Schelling, el tiempo en un instante. Y detrás de la luz, la oscuridad de la caligrafía delata una construcción agitada por el pensamiento que clama y un espacio que percibimos como lugar de la conciliación entre la naturaleza y el hombre. Detlef Kappeler tiene un amplio pasado artístico de más de cincuenta años y su proyecto se ha ido nutriendo en la coherencia de su propia conciencia ética que, desde los años sesenta, ha definido un compromiso estético que es imposible desligar de su mirada del mundo que percibe en cada momento. Lejos queda su pintura realista, cuya narración se aproximaba a un pop de corte antibelicista en los años de Vietnam, que ha ido dando paso al revulsivo expresionista y, ya, en la década de los ochenta, buscó el equilibrio entre los registros figurativos y abstractos, subrayando, por encima de cualquier objetivo, un perfil de dibujante exquisito que se esconde en cada apunte. Objetivo que delata, sin embargo, una identidad y un deseo de rebelarse, pues en su visión del arte conviven una actitud wilden, entre la convulsión y la agitación de la abstracción más agresiva, con el alma del poeta que se esconde en cada una de sus obras. Así, cada cuadro puede ser un grito simbólico emitido desde la atalaya que le permite su conocimiento de la condición humana, para hacernos partícipe de su teatro del mundo, a través de los problemas que él percibe como sensaciones contradictorias de la vida. Éste es su espacio conceptual y el territorio del cuadro es una radiografía que oculta sentimientos y gritos, que revela la naturaleza y funde el drama y la solución de éste, pero lanza miles de preguntas para comprometerse con sus semejantes, a los que quiere hacer partícipes activos de una percepción simbólica que se oculta detrás de sus pinceladas de automatismo emocional, un verdadero torbellino de fuerza interior. Frente al formalismo autorreferencial de sabor greenbergiano, Detlef Kappeler recupera el significado de la pintura desde posiciones abstractas, desde la poética del gesto y de la acción, desde la corporalidad que centra el empeño del arte entre la vida que le ha tocado vivir y quiere interpretar, y el lenguaje que ha ideado para narrarlo. Y así lo percibimos en su últimas obras, soflamas y poemas incendiarios de una fuerte gestualidad lírica. Como buen artista comprometido con las causas por las que cree luchar, trata de entender el mundo y lo hace de una manera solidaria, sin eludir el hecho de pintar como un acto placentero o como ritual de liberación, prácticas estético-emocionales que le permiten una lectura ética de la vida, echando mano de un pincel y de un poema. Antón Castro Doctor en Historia del Arte por la Universidad Complutense de Madrid Profesor de la Universidad de Vigo. Ha sido Director del Instituto Cervantes de Milán Dende hai uns anos Detlef Kappeler −alemán de Stettin− asumiu a conciencia mítica dun dos finisterres atlánticos máis ligados ao xermanismo romántico, Muxía, un territorio cultural de vellos mariños, na Costa da Morte, no que diluíu, en termos pictóricos, unha tradición que casa a Hölderlin, Rosalía e ao Lorca do Romancero e Poeta en New York. A todos fíxoos carne de pintura en xestos críticos, cuxa caligrafía nerviosa escenifica, dende unha posición militante, un discurso humanista e de esperanza que só perciben, con claridade, aqueles que viviron o horror, como lle sucedeu a el, un neno da guerra, na apocalipse de finais dos anos trinta e principio dos corenta do século pasado. Algo que percibimos nalgúns dos seus conterráneos contemporáneos, casos de Immendorff, Kiefer ou Baselitz, por citar exemplos coñecidos. Pero para Kappeler a arte é, ante todo, unha arma para interpretar o mundo e transmitir unha sutil vinculación á natureza cos berros expresionistas dos seus antecesores, entre unha xestualidade de aparencia abstracta que fala sempre do ser humano e das súas angustias, da supervivencia e talvez da nosa capacidade para destruír. Buscando polos cantos dos acantilados, asíndose ao mar, interpretando a luz e o paso do tempo dos románticos coa agresividade do dripping da herdanza pollockiana ou do xesto como acontecemento que fala da nosa existencia, podemos percibir rostros ocultos, rostros que son preguntas lacerantes. E nos últimos anos inscribiu a súa filosofía de vida ao novo territorio de acollida, definido, diciamos, pola mítica oceánica: o mar ou os seus traballadores mestúranse co lume, o caos e a esperanza, con protestas e bombardeos, coas bágoas do home e a presenza da vida. Foi durante un tempo a súa mirada da Costa da Morte, definida por ese horizonte infinito que se perde nunha América imaxinada e inalcanzable, onde aparecen fábulas que transcriben a realidade que o artista vive e executa na carne nutricia da pintura. E nesta fóndense as súas narracións viscerais, ocultas nos seus xestos, pingueiras e goteos, reforzando, na celeridade das súas pinceladas, a transformación da luz que conxela, tal como pretendía Schelling, o tempo nun instante. E detrás da luz, a escuridade da caligrafía delata unha construción axitada polo pensamento que clama e un espazo que percibimos como lugar da conciliación entre a natureza e o home. Detlef Kappeler ten un amplo pasado artístico de máis de cincuenta anos e o seu proxecto foise nutrindo na coherencia da súa propia conciencia ética que, dende os anos sesenta, definiu un compromiso estético que é imposible desligar da súa mirada do mundo que percibe en cada momento. Lonxe queda a súa pintura realista, cuxa narración se aproximaba a un pop de corte antibelicista nos anos de Vietnam, que foi dando paso ao revulsivo expresionista e, xa, na década dos oitenta, buscou o equilibrio entre os rexistros figurativos e abstractos, subliñando, por enriba de calquera obxectivo, un perfil de debuxante exquisito que se esconde en cada apuntamento. Obxectivo que delata, non obstante, unha identidade e un desexo de rebelarse, pois na súa visión da arte conviven unha actitude wilden, entre a convulsión e a axitación da abstracción máis agresiva, coa alma do poeta que se esconde en cada unha das súas obras. Así, cada cadro pode ser un berro simbólico emitido dende a atalaia que lle permite o seu coñecemento da condición humana, para facernos partícipe do seu teatro do mundo, a través dos problemas que el percibe como sensacións contraditorias da vida. Este é o seu espazo conceptual e o territorio do cadro é unha radiografía que oculta sentimentos e berros, que revela a natureza e fonde o drama e a solución deste, pero lanza miles de preguntas para comprometerse cos seus semellantes, aos que quere facer partícipes activos dunha percepción simbólica que se oculta detrás das súas pinceladas de automatismo emocional, un verdadeiro remuíño de forza interior. Fronte ao formalismo autorreferencial de sabor greenbergiano, Detlef Kappeler recupera o significado da pintura dende posicións abstractas, dende a poética do xesto e da acción, dende a corporalidade que centra o empeño da arte entre a vida que lle tocou vivir e quere interpretar, e a linguaxe que ideou para narralo. E así o percibimos nas súas últimas obras, arengas e poemas incendiarios dunha forte xestualidade lírica. Como bo artista comprometido coas causas polas que cre loitar, trata de entender o mundo e faino dun xeito solidario, sen eludir o feito de pintar como un acto pracenteiro ou como ritual de liberación, prácticas estético-emocionais que lle permiten unha lectura ética da vida, botando man dun pincel e dun poema. Antón Castro Doutor en Historia da Arte pola Universidade Complutense de Madrid Profesor da Universidade de Vigo. Foi director do Instituto Cervantes de Milán. “Retumba el mar” 2012, técnica mixta sobre plancha, 120 x 170 cm. “Pensamientos indefinidos” 2012 técnica mixta sobre plancha 120 x 140 cm. “¿Cuál es nuestra meta?” 2012 acrílico sobre lienzo 150 x 150 cm. “Fugándose” 2013, técnica mixta sobre lienzo, 150 x 150 cm. “Incesante destrucción” 2012, acrílico, óleo sobre lienzo, 150 x 150 cm. “Un sueño” 2012 técnica mixta sobre lienzo 150 x 150 cm. “Ninguna felicidad es tan resplandeciente como el mar” 2012 técnica mixta sobre lienzo 150 x 150 cm. “Resignada” 2012, técnica mixta sobre lienzo, 150 x 150 cm. “Se vio sumergido en un mundo irreal” 2012, técnica mixta sobre lienzo, 140 x 140 cm. “Qué gritos...” 2011, técnica mixta sobre lienzo, 100 x 255 cm. “Violencia, fracaso” 2012 carbón pastel sobre cartón 50 x 64 cm. “Recuerdo, entonces + hoy” 2013, carbón, pastel sobre cartón, 50 x 64 cm. Detlef Kappeler: Pensamientos sobre mi obra y vida Nací en 1938 en Stettin, hoy Szczecin, Polonia. La Segunda Guerra Mundial me robó la infancia. Por los bombardeos aéreos pasé más tiempo en el refugio del sótano de nuestra casa que jugando. Siempre recuerdo las caravanas de familias, huyendo, con los aviones de combate sobre nuestras cabezas , atacándonos. Estos horribles recuerdos, que ocasionaron un claro “No” a la violencia y a todo tipo de conflictos bélicos, influyen en mis obras hasta el día de hoy y están presentes en muchas de ellas. En mi camino como artista realicé exposiciones y proyectos en diferentes países como Alemania (entre otras Hamburger Kunsthalle y Museo de Bochum), España (entre otras Sala Gaspar, Barcelona), Polonia (Museo Nacional de Szczecin y Museo de Wroclaw), Francia (Cité Internacionale des Arts, París) y en muchos otros sitios (ver página web para más información). Paralelamente a mi carrera como artista plástico desarrollé una extensa labor como catedrático con los estudiantes de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Hannover. En la actualidad me encuentro trabajando con máxima concentración en mis talleres en Alemania y en la Costa da Morte. En la exposición “Costa da Morte” presento obras nuevas, creadas en Galicia. Son mi forma de interpretación de los acontecimientos actuales: reflexiones, la penetración de la realidad para pintar la vida en sus contradicciones, encontrándome de esta manera en una constante búsqueda. ¿Hacia dónde? Mis cuadros son composiciones abiertas, a veces concretas, a veces más abstractas. ¿Confianza? No lo sé... ¡Paciencia! El historiador del arte Prof. Dr. Dieter Ronte escribe en 2007: “(...) Como caminante entre mundos [Detlef Kappeler] es bien acogido en esta nueva vida en una península del Atlántico. Allí se encuentra en paz, allí todo le influye, el puede transformarlo pictóricamente y dinamizar de esa manera todo lo que le conmueve (…). (...) El exilio de Kappeler es una marcha voluntaria hacia otro mundo que le lleva desde el Mar del Norte hasta el Atlántico. Deja atrás años de estudios, la cátedra en Hannover, la estancia en el templado clima mediterráneo de Barcelona. En la Costa da Morte renace lo esencial, las ganas de pintar, (…), la comprensión de la realidad social y el tratamiento crítico de ella. (…)”. De: Catálogo para la exposición individual de Detlef Kappeler en el “Kunstraum Potsdam”, Alemania, páginas 11-13. Más información sobre la vida y obra de Detlef Kappeler: – Web: http://www.detlef-kappeler.de/spa/menue.html – Xurxo Lobato / Omayra Lista: Un suevo en A Costa da Morte - El pintor Detlef Kappeler halló en Galicia su nexo con el romanticismo alemán http://elpais.com/diario/2010/02/13/galicia/1266059905_850215.html (13/02/2010;)