1 INNOVAR IMPLICA MEJORAR En la historia de la enseñanza y sus procesos inherentes han habido múltiples intentos tanto individuales como consensuados sobre las mejores formas y vías de hacer que los alumnos accedan al conocimiento y que retengan lo adquirido. Raras veces han surgido los teóricos con ideas sobre cómo enseñar, que bajo cierto análisis resulten ser sólo ideas nuevas que no mejoren en nada la situación. Sin embargo, debido a cuestiones políticas o burocráticas, en algunos contextos de nuestro país, se puede afirmar que hasta cierto grado han aparecido proyectos de innovación tan sólo por el hecho de entregar una reforma o presentar un plan sexenal, que aparenta tener todas las modificaciones que traerán como consecuencia una mejora en los niveles de educación de la población. Es pertinente anotar que, no obstante lo expuesto, la realidad no es tan simple. Hay múltiples factores que inciden y se debe remarcar el hecho de que si los planes de desarrollo educativo no rinden frutos puede deberse a todas las peripecias que sufren en el recorrido desde que los planes o reformas son concebidos, hasta que se implementan en el ámbito educativo particular. Este breve trabajo busca remarcar la finalidad de establecer lineamientos y objetivos claros en los procesos de implantación de elementos innovadores en los contextos macro y micro para que esas ejecuciones permitan evidenciar mejoras en los ámbitos de aplicación. No debe ser tan aventurado el afirmar que todas las profesiones tienden a innovar en sus prácticas con la finalidad de ser más productivos o brindar mejores servicios. La educación, al tener tratos con seres humanos en un grado más alto que la mayoría de las otras ocupaciones, no puede escapar a esta dinámica, sino que, al contrario, debe ser líder en la búsqueda de soluciones y maneras de acercarse más a su cometido y compromisos con la sociedad en general. Innovar en la educación es buscar formas de mantenerse competitivos y al tanto de los avances en varios ámbitos del quehacer humano y, en grado sumo, de los 2 intereses de aquellos destinatarios de la labor docente, los estudiantes. La labor de los docentes puede verse rebasada al dejar de innovar; las prácticas se vuelven sesiones monótonas donde el acontecer es predecible y los resultados magros en el mejor de los casos. El que estudia, al quedar insatisfecho, o busca otras alternativas de acceder al conocimiento o cae en la funesta decisión de conformarse y hacer sólo lo necesario para aprobar el nivel que cursa. En cualquier caso, la finalidad de la educación se habrá perdido o deformado. Innovar es, pues, parte insustituible del arte de hacer que alguien aprenda algo. Ahora bien, innovar no es necesariamente inventar algo nuevo ni hacer surgir algo que nadie esperaría. Desde una perspectiva procedimental, puede suceder que, con el pasar del tiempo, ciertas prácticas vayan cayendo en una mecanización y que se dejen de incluir en las planeaciones actividades, estrategias, tácticas o elementos que han comprobado su eficacia y, que al ser adaptados a las circunstancias particulares de un grupo de aprendientes, pueden capitalizarse y producir dividendos nuevamente. Un ejemplo claro es el caso de un docente cuya preparación haya sido intensa y que con ahínco haya puesto en práctica todos los aprendizajes adquiridos y obtenido muy buenos resultados aplicando algunas técnicas humanísticas en sus grupos tanto para romper el hielo como para reforzar los lazos de unión y cooperación entre sus pupilos. Mas al transcurrir el tiempo, y tal vez en un afán por aplicar cosas nuevas, dejó en desuso las técnicas que tanto habían funcionado. Las técnicas humanísticas son elementos que el docente puede poner en práctica con ciertas adaptaciones aunque los estudiantes tengan ahora características muy diferentes a las que tenían aquellos que estudiaban hace diez años. No es absolutamente necesario, por lo tanto, que se inventen cosas nuevas, sino que se pueden reciclar y adaptar los elementos didácticos y pedagógicos que puedan ayudar al docente a mejorar sus prácticas. 3 Ahora bien, los estudiantes de la segunda década del siglo XXI tienden a estar ampliamente familiarizados con las nuevas tecnologías y hasta este punto, todo está bien; no se pretende que el docente compita absolutamente con todos los conocimientos que los pupilos adquieren debido a su ritmo de vida o a sus preferencias por los adelantos tecnológicos concernientes a los aparatos de comunicación y las redes sociales. Más bien, la innovación alude al hecho de que los docentes exploten esos conocimientos de sus alumnos y busquen las formas de enlazar esos nuevos desarrollos con los contenidos a tratar. Los nuevos adelantos, de los cuales es labor ardua el seguirles la pista, y la certeza de que muchos alumnos rebasan a los docentes en cuanto a conocimiento y uso de aparatos y redes, se convierten en un impulso y no en una barrera para que los maestros y maestras vean con buenos ojos todas las bondades tecnológicas y encuentren las formas de aprovecharlas. El uso de las nuevas tecnologías, entre otras muchas mejoras propuestas por los planes o reformas esculpidos por quienes tienen en sus manos los destinos educativos del país, deben tener objetivos y lineamientos claros y aplicaciones concretas dentro de los planes educativos, y más aún, deben tomar en cuenta los diferentes contextos de su aplicación final. Es importante que se busquen mecanismos de interconexión entre lo que diseñan los encargados de planes y reformas y entre lo que se implanta en un contexto en particular. La desarticulación impide que el sistema funcione como un solo ente. En conclusión, para innovar se deben asumir responsabilidades y tomar nota de las características del contexto que se pretende mejorar. Innovar por innovar parece algo parecido a inflar globos sólo para reventarlos inmediatamente. Es por ello que se debe tener una idea clara de a dónde se dirigen los cambios implementados en la innovación para tomar las medidas que aseguren el éxito. Antonio Navarrete Mosqueda