4 Securitas Vialis Volumen 1 Número 4 Revista Europea de Tráfico, Transporte y Seguridad Vial European Magazine for Traffic, Transport and Road Safety Editorial Elementos comunes de todos o de algunos de los delitos contra la seguridad vial Pasado, presente y futuro de los sistemas de protección de motociclistas Técnica y accidentes de tráfico: mucho por hacer Factores a considerar en la aptitud para conducir en pacientes conductores con secuelas por accidente cerebro vascular (ACV) Securitas Vialis (2009) 4:3-4 3 EDITORIAL Road safety, education and law Seguridad vial, educación y ley Bartolomé Vargas Published October 2009 © Etrasa, 2009 Mis primeras palabras sean de felicitación a la inciativa de Etrasa por crear una revista con profesionales de primera línea para abordar con un enfoque multidisciplinar y con rigor temas candentes sobre la seguridad vial. Es una materia que, a diferencia de otras, nos afecta de modo directo, inmediato y diario. Todos conducimos o circulamos en vehículos continuamente y podemos satisfacer nuestros objetivos o encontrarnos con la tragedia, la muerte propia, o la de familiares o terceros. Solemos olvidarnos, al iniciar un viaje, de esta última y dolorosa realidad, cerrar los ojos y diluir nuestra responsabilidad atribuyéndola a las compañías de seguros o al incumplimiento de obligaciones por parte de la Administración. O justificarse con el progreso y ventajas de todo orden derivadas del uso de los automóviles. De ahí la necesidad del principio de centralidad de las víctimas, de rescatarlas del olvido, honrar su memoria y defender plenamente sus derechos. Son testigos elocuentes, aunque ya no estén con nosotros, de la ausencia de Bartolomé Vargas Fiscal de Sala Coordinador de Seguridad Vial valores éticos con que se afronta la conducción. Por eso es preciso aplicar con eficacia, celeridad y garantías las leyes sancionadoras administrativas y penales (estas últimas bajo el principio de intervención mínima). Nos recuerdan que el conductor, como los demás ciudadanos, responde personalmente cuando infringe las reglas de circulación. También en ciertos casos personas que no son conductores, como funcionarios y contratistas, en casos de graves riesgos por el estado de las vías o empresarios en supuestos de explotación laboral. La ley es igual para todos. Pero no basta con lo dicho. Tiene idéntica o mayor importancia la necesidad de cambios culturales profundos, educación y formación de conductores, mejora de infraestructuras, seguridad activa y pasiva, calidad de vida en la ciudad (planes de movilidad) y lucha contra la contaminación. En nuestro país se ha avanzado con rapidez en todos los ámbitos y se han salvado muchas vidas. Pero no es suficiente, queda mucho por hacer. Sin perjuicio de mantener los demás esfuerzos, diría que es la hora de la educación vial. Una asignatura en los colegios con bastante más rango normativo y esfuerzos de los que se vienen dedicando, un sistema exigente de acceso al permiso de conducir y a las renovaciones, formación permanente de conductores, difusión de información en todos los ámbitos. Los penalistas recordamos siempre a Beccaria cuando ya en 1776 en “De los delitos y 4 las penas”, decía que el modo más eficaz de luchar contra la criminalidad es “la educación del pueblo”. Los Fiscales y en especial los Fiscales de Seguridad Vial estamos promoviendo una aplicación silenciosa y prudente de la ley penal para acabar con el sentimiento Bartolomé Vargas de impunidad, tendente a proteger la vida e integridad de todos y tenemos como prioridad defender los derechos de las víctimas. Procuramos enmarcar nuestra tarea en el contexto de las realidades a que me he referido y deseamos que las instancias previas funcionen y no sea preciso llegar al proceso penal. Securitas Vialis (2009) 4:5-18 5 LEGISLACIÓN • LEGISLATION Common elements to all or some of the offences against road safety Elementos comunes de todos o de algunos de los delitos contra la seguridad vial Enrique Orts Berenguer – Daniel Ferrandis Ciprián Published: October 2009 © Etrasa, 2009 Resumen. En el trabajo se realiza el análisis de varios elementos comunes a todos o a algunos de los delitos contra la seguridad vial. En primer lugar, se estudia el bien jurídico protegido categorial de estos delitos, con las matizaciones pertinentes en relación con cada una de las infracciones. A continuación, se examina el significado de la conducción, de vehículo de motor y se trata la debatida cuestión del lugar de realización de las conductas: la vía pública. Finalmente, se presta atención al problema de la compatibilidad de la sanción penal y la sanción administrativa por un mismo hecho, a la luz de la jurisprudencia del Tribunal Constitucional. Palabras clave. Seguridad vial, bien jurídico, tráfico, vehículo de motor, delito, pena, via pública. with each one of the infracciones. Then we examine wthe meaning of the driving, of vehicle of engine and treats the debated question of the place of realization of the behaviours: the public road. Finally, loans attention to the problem of the compatibility of the penal punishment and the administrative punishment by a same fact, to the lamp of the jurisprudence of the Constitucional Court Keywords. Road safety, legal right, traffic, vehicle of engine, offence, sentence, public road. Sumario: – Bien jurídico. – La conducción. – El vehículo de motor. Abstract. In the work we realice the analysis of several common elements to all or to some of the crimes against the security vial. Firstly the article studies the juridical good protected categorial of these crimes, with the matizaciones pertinent in relation Enrique Orts Berenguer – Daniel Ferrandis Ciprián Universitat de València – El lugar de realización de la conducta: la vía pública. – Doble sanción. – Bibliografía. Este trabajo se enmarca en el proyecto de investigación “Prevención y control de la siniestralidad vial: un análisis jurídico y criminológico” 6 Atendiendo a la descripción de la conducta típica es posible dividir los delitos contra la seguridad vial en dos grandes grupos: por una parte, el integrado por aquellos tipos en los que la conducta gira en torno a la conducción de un vehículo de motor o de un ciclomotor y, por otra, el de aquellos otros en los que la misma no se integra por la referencia a la conducción de dichos ingenios mecánicos. Respecto del primer grupo de delitos resulta preciso explicitar qué significa conducir y qué debe entenderse por vehículo de motor y ciclomotor; así como por dónde han de conducirse tales artefactos para que una acción sea penalmente relevante. Y respecto de los dos, de todos los delitos, han de hacerse unas consideraciones generales en punto al bien jurídico y a la posibilidad de una doble sanción, penal y administrativa, para sus autores, y su compatibilidad con el principio “ne bis in idem”. Bien jurídico Para iniciar la indagación del bien jurídico tutelado en los delitos de tráfico, constituye un usual proceder metodológico centrar la atención en las rúbricas del título XVII y de su capítulo IV del CP -“de los delitos contra la seguridad colectiva” y “de los delitos contra la seguridad vial”-, que como cualesquiera otras del Código desempeñan una función sistemática, de ordenación y clasificación de las diversas figuras delictivas que encabezan, más la de la segunda, al tiempo que esta última delimita su ámbito aplicativo y apunta hacia cuál puede ser su bien jurídico protegido. Pero, como tantas veces se ha repetido, las variadísimas referencias que se efectúan en los lemas que presiden un título o un capítulo, bien que útiles como una primera caracterización de los delitos que agrupan, no pueden entenderse como incuestionablemente indicativas de los bienes jurídicos que se pretenden proteger con la tipificación de las conductas contenidas en aquéllos. Y, como tantas veces sucede, la precisión del contenido de ambas expresiones encierra una enorme dificultad. Seguridad colectiva y seguridad vial o del tráfico tienen una raíz común de todavía más difícil precisión. Seguridad como término equivalente a ausencia de peligro o daño, a inmunidad, es absolutamente vago; Enrique Orts Berenguer – Daniel Ferrandis Ciprián seguridad colectiva remite esta vaguedad a la colectividad, algo así como “conjunto de condiciones y presupuestos que garantizan otros bienes de carácter individual, pero en tanto que bienes de todos”, o como “tranquilidad pública”, etc., siempre con el inconveniente de incurrir en la conocida falacia de circularidad, incluyendo o estando a punto de incluir el definido en la definición, o de asignarle una carga subjetiva que invalida como bien jurídico a la rúbrica del título XVII. Sin contar la insalvable dificultad de pulsar o percibir dicha tranquilidad, etc. Tampoco la seguridad vial o del tráfico, entendida como expectativa de todo participante en el tráfico viario de que los riesgos consustanciales al mismo no se vean aumentados más allá de lo aceptable, escapa a la imprecisión ni al subjetivismo, y probablemente no se pueda llegar más lejos en los intentos de perfilar el significado de los dos epígrafes. Cuando se parte de la idea de que el riesgo punible es el riesgo para la seguridad del tráfico, no para los bienes personales conectados a aquella, se habla de lesión para la seguridad del tráfico, al que se reputa bien jurídico instrumental respecto de bienes individuales, tales como la vida e integridad de las personas, cuya importancia justifica el adelantamiento de la tutela penal a una fase anterior a su efectiva lesión. Desde esta perspectiva, se parte de una realidad: el tráfico rodado entraña unos riesgos “permitidos”, y cuando estos riesgos se rebasan se incurre en una infracción administrativa o penal, porque entonces se ha perjudicado de manera grave la seguridad vial. Seguridad que permanece a salvo mientras el repetido riesgo no se supera, y están garantizadas las condiciones mínimas para la circulación normal de vehículos que se basa en los principios de “confianza, conducción dirigida y seguridad” [1]. En este sentido, se ha dicho que la seguridad del tráfico, bien jurídico protegido por las figuras delictivas en examen, en cuanto bien jurídico autónomo es distinta de los bienes jurídicos propios de los sujetos implicados en el tráfico, por lo que su lesión es distinta y conceptualmente independiente de la lesión de los bienes jurídicos particulares de los participantes en el mismo; seguridad que va referida directamente a determinadas condiciones objetivas que Elementos comunes de todos o de algunos de los delitos contra la seguridad vial. sirven de presupuesto a la circulación de vehículos de motor y a través de las cuales se trata de evitar que ésta presente riesgos superiores a los propios que implica, de manera que lo que se protege es la seguridad vial en cuanto derivada de un conjunto de condiciones normativamente establecidas que tratan de evitar la lesión de los bienes jurídicos de los sujetos implicados en el tráfico. Y se define la seguridad vial como la expectativa o confianza efectiva de todo participante en el tráfico de que los riesgos inherentes al mismo no van a verse incrementados como consecuencia de comportamientos que perjudiquen gravemente la seguridad de la vía [2]. E igualmente se ha dicho que la seguridad vial es un bien jurídico con entidad propia, pero instrumental respecto de los bienes jurídicos individuales salud, integridad y vida, cuya importancia justifica el adelantamiento de su protección a una fase anterior a la de su lesión. Y que la seguridad del tráfico constituye un bien jurídico colectivo de carácter intermedio en la medida en que se encuentra en una relación de medio a fin con los bienes jurídicos individuales (vida, integridad física) [3]. Los delitos contra la seguridad vial, por lo tanto, desde esta perspectiva, otorgan una protección inmediata a las condiciones de desarrollo de los bienes jurídicos individuales, y a éstos, una mediata. De esta forma puede sostenerse que se trata de un bien jurídico colectivo que complementa la tutela de los bienes jurídicos individuales [4]. Desde otro punto de vista, se ha dicho que en el capítulo IV se protege de forma inmediata la vida y la integridad de las personas que aunque no participen en el tráfico se vean afectadas por el mismo [5]. Y, desde una posición, podríamos decir ecléctica, que toma algo de las dos sintetizadas, se ha caracterizado el bien jurídico en estos delitos como el mantenimiento de la seguridad del tráfico (vale decir, la seguridad vial) como presupuesto de la protección de la vida e integridad física de las personas que en él intervienen [6]. Con carácter general, entendemos, el bien jurídico protegido en los delitos contra la seguridad vial se contrae a la vida e integridad de las personas. Ciertamente, de dichos bienes se ocupan de forma específica otros títulos del CP, pero aquí la tutela apa- 7 rece como avanzada complementaria vinculada al fenómeno de tráfico rodado. De manera que no se solapan las de los delitos de homicidio y los contra la seguridad vial; pues, como es obvio, las muertes o lesiones que puedan producirse a causa de una conducción temeraria o suicida o de un obstáculo, etc., han de castigarse con arreglo a los títulos I y III del libro II, en los cuales se castiga la causación o los intentos de causación de muertes y/o menoscabos a la salud, en cualesquiera circunstancias, sea con dolo sea con imprudencia grave, mientras que en los arts. 379 y siguientes se castiga la creación de un peligro para dichos bienes en el ámbito del tráfico de vehículos a motor y ciclomotores. Por tanto, con estos delitos, como se ha repetido hasta la saciedad, se amplían los contornos de la protección de la vida y de la salud, desde su puesta en peligro hasta su efectiva lesión [7]. La concreción del bien jurídico en uno colectivo, difuso y de naturaleza instrumental no es acertada ni reporta ventaja alguna [8], porque no es fácil definir la seguridad, supone dar un rodeo donde no es necesario darlo, y porque, en última instancia, el delito, cualquiera de los delitos del capítulo IV, se consuma cuando se crea una suerte de peligro, más o menos intenso, para la vida y/o la integridad de las personas. Ahora bien, dicho esto, se imponen algunas matizaciones, sobre todo por la incorporación de nuevos tipos penales al capítulo comentado, como los contenidos en el art. 384, pues si en ellos se castiga conducir en los casos de pérdida de vigencia del permiso por la retirada de los puntos asignados legalmente, de privación cautelar o definitiva de aquel por decisión judicial o sin haberlo obtenido nunca, sin que ni por asomo se haya puesto en peligro la vida ni la integridad de nadie, y se haya conducido con la mayor atención, la mayor pericia y la mayor prudencia. Y, en efecto, es perfectamente posible que alguien, a quien se ha retirado el carné o que nunca lo ha poseído, conduzca con absoluta destreza, que se desplace en un automóvil con todo cuidado, con las máximas garantías de seguridad y mínimo riesgo para los demás, sin que se libre de incurrir en el correspondiente delito del art. 384. Como es posible que un conductor 8 se niegue a someterse a las pruebas de medición de alcoholemia sin estar ebrio ni haber ocasionado peligro alguno. En estos casos el riesgo para la vida y la integridad de las personas es algo más que remoto y sólo, con no mucha fe, puede intentar fundamentarse en la idea de que si no se castigaran penalmente las conductas citadas, si los poderes públicos: a) no controlaran mínimamente los conocimientos y habilidades de quienes quieren ponerse a los mandos de un vehículo; b) no reprimieran penalmente las negativas citadas; ni c) los quebrantamientos de sanciones y condenas impuestas a los infractores de las normas administrativas y penales, el tráfico rodado devendría puro caos y los peligros para los que participaran en el o quedaran expuestos a sus efectos colaterales se acrecentarían más allá de lo tolerable. Mas, que sea preciso o conveniente, para conseguir los objetivos que subyacen en las tres cuestiones apuntadas, recurrir al Derecho penal es harina de otro costal. Y algo parecido sugiere la tipificación de la conducción a velocidad superior en sesenta kilómetros…en el art. 379.1. Sobre el bien jurídico de cada unos de estos tipos se hacen las puntualizaciones oportunas en sus respectivos estudios. La conducción La tarea de precisar el alcance del verbo típico conducir no está exenta de polémica, pues todavía hoy sigue sin estar suficientemente aclarado el significado y contenido del mismo. En este sentido, el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia Española ofrece varias acepciones del verbo conducir, de las cuales nos interesan tres, a saber: a) llevar, transportar de una parte a otra; b) guiar o dirigir hacía un sitio, y c) guiar un vehículo automóvil. Ésta y otras definiciones similares (la de El Diccionario de uso del español, de María Moliner, por ejemplo) ponen de manifiesto una realidad: conducir un vehículo, gramaticalmente, equivale a guiar, a dirigir el artefacto en cuestión para hacerlo ir de un sitio a otro y, por tanto, implica necesariamente el manejo de los mecanismos de dirección con los que cuenta el vehículo. En este extremo parece existir unanimidad doctrinal; sin embargo, el problema se plantea Enrique Orts Berenguer – Daniel Ferrandis Ciprián respecto de aquellos supuestos, ciertamente excepcionales, dados los actuales condicionantes de los vehículos implicados en la circulación vial, en los que los recorridos no se efectúen mediante el impulso que proporciona el motor. A este respecto, la doctrina mayoritaria considera que si conducir equivale a guiar o dirigir hacia un paraje o sitio es preciso que el desplazamiento se produzca con los medios de dirección e impulsión del vehículo de motor [9]. Interpretación que compartimos, con la precisión de que no puede deducirse sin más del significado del verbo típico conducir -que, recordemos, consiste simplemente en guiar o dirigir de un sitio a otro-, sino que debe derivarse del instrumento de la conducta típica: del vehículo de motor. Unos ejemplos pueden ilustrarnos: un sujeto empuja su vehículo averiado para acercarlo al taller de reparaciones, o se pone al volante de un vehículo con el motor parado y se desliza en el cuesta abajo, por un lugar de pronunciada pendiente, aprovechando la inercia del vehículo. En ambos casos, los sujetos están, gramaticalmente, conduciendo, están guiando el vehículo de un punto a otro y, aunque en el último ejemplo, no lo controlarán de igual manera que cuando el vehículo se desplaza a impulsos de su motor, sí podrán accionar los frenos o girar parcialmente el volante a derecha e izquierda, por lo que, en definitiva, en ambos casos estarán guiando el vehículo, lo estarán conduciendo. Ello pone de manifiesto cómo la exigencia de que el desplazamiento del vehículo se realice a impulsos de su motor debe extraerse del instrumento típico no del verbo típico. De esta forma, el concepto de conducción tiene un significado o uso común, que denota la acción de guía de un punto a otro, y uno complementario que varía o completa al anterior, en función del tipo de artefacto al que se aplique y, en consecuencia, si bien una bicicleta, un carro o cualquier artilugio carente de motor se conducen guiándolos efectivamente de un sitio a otro, un automóvil o cualquier otro vehículo provisto de motor, sólo se conducen si esa guía se efectúa a impulsos del motor con el que cuentan; razones teleológicas apoyan esta interpretación, pues no puede obviarse que es la mayor potencia y difi- Elementos comunes de todos o de algunos de los delitos contra la seguridad vial. cultad de control de los vehículos de motor respecto de otros similares, derivadas de su desplazamiento por la energía del motor con el que cuentan, lo que unido a su masiva y cotidiana utilización comporta un riesgo singular que justifica la punición de tales conductas [10]. Partiendo de esta interpretación de los preceptos de tráfico no puede sino concluirse que, de existir dudas sobre si, en un caso concreto, el motor del vehículo llegó o no a ponerse en marcha, o la convicción de que no fue así, no será posible imputar un delito contra la seguridad vial que gire en torno a la conducción. Evidentemente, con ello no se desconoce que alguno de los ejemplos anteriores pueden comportar el mismo riesgo, si no mayor, para los demás usuarios de la vía, al no disponer el vehículo que se desplaza con el motor apagado de determinados sistemas de seguridad como los controles de estabilidad (ESP), de tracción (TCS) o similares que, al actuar de forma previsible y dentro de ciertos límites sobre algunos elementos del vehículo, como los frenos, la dirección o la caja de cambios pueden ayudar a aquel a mantener su trayectoria y estabilidad, conjurando ciertas situaciones de riesgo. Tales supuestos y, en general, todos aquellos que generen un efectivo peligro que, en todo caso, no se desprenda de la condición motorizada del artefacto de que se trate, porque no se ha activado este mecanismo o está averiado o se carece de combustible por poner algunos ejemplos, deberán subsumirse en el art. 385 del Código penal si concurren sus requisitos (o constituir un ilícito administrativo). El vehículo de motor Una de las características propias de este grupo de delitos contra la seguridad vial radica en que se trata de tipos con medios de ejecución limitados, al estar referidas las distintas conductas típicas a un vehículo de motor o a un ciclomotor. Pues bien, al igual que ocurría con el sentido del verbo típico, lo que deba entenderse por vehículo de motor es y ha sido una cuestión ampliamente debatida y sobre la cual aún hoy no existe acuerdo doctrinal. 9 Las dificultades que encierra la delimitación de dicho concepto se deben, en gran medida, a que, pese a la utilización del término por numerosos preceptos penales, en ninguno de ellos se define. Nos encontramos en presencia de un concepto cuyo contenido y alcance resulta en gran medida incierto y es que, desde la utilización del término vehículo de motor por la Ley de 9 de mayo de 1950, sobre uso y circulación de vehículos de motor, y hasta la Ley Orgánica 17 / 1994, de 23 de diciembre, que introdujo en los tipos de los entonces artículos 340 bis a) y d) la conducción de ciclomotores, uno de los principales problemas que planteaba la integración de dicho término era, precisamente, el de la posible inclusión en él de los ciclomotores y, por tanto, si la conducción de los mismos, en las circunstancias expresadas en dichos artículos, era típica o no. A este respecto, cabe recordar como, pese a que durante la vigencia del Código de la circulación, no existía en nuestro ordenamiento jurídico una definición auténtica de vehículo de motor [11], la doctrina mayoritaria consideraba a las normas penales que utilizaban tal expresión como normas penales en blanco que se integraban por remisión a las normas administrativas ordenadoras del tráfico viario, con la consiguiente reducción del sentido del término, pues, al identificarlo con vehículo automóvil se producía la exclusión de cualesquiera otros vehículos o artefactos, como ciclomotores, tranvías o trolebuses que, aun estando provistos de mecanismos de impulsión y circulando por las vías públicas, no podían incluirse en la reducida y excluyente definición que del vehículo automóvil contenía ese cuerpo normativo [12]. No obstante, solucionada la cuestión de la inclusión o no de los ciclomotores en el ámbito de los delitos de tráfico queda por resolver otra, si cabe, igual o incluso más importante que la anterior; a saber, si el repetido término, cuando es empleado en normas penales, ha de interpretarse con arreglo a las definiciones que de ese vocablo ofrezcan normas extrapenales, fundamentalmente la normativa administrativa ordenadora del tráfico viario y, en especial, el Anexo de la Ley de Tráfico, Circulación de vehículos de motor y Seguridad Vial (en adelante, LTCSV). 10 Y es que, el anexo de la LTCSV, a diferencia de lo que sucedía con el Ccir, define en su ordinal noveno el vehículo de motor como aquel provisto de motor para su propulsión con exclusión de los ciclomotores y tranvías [13]. Conviene advertir, no obstante, que la aceptación al pie de la letra y sin más, en el contexto de los delitos contra la seguridad vial, de las anteriores definiciones se enfrenta a objeciones nada desdeñables. Así, la protección de la vida e integridad de las personas frente a los riesgos derivados de la utilización de un artefacto a motor puede quedar limitada, con la consiguiente indefensión, frente a acciones en las que resultara implicado un artefacto a motor, al que no fueran aplicables las prescripciones de la LTCSV. Por otra parte, no está de más recordar cómo la normativa administrativa, y más en relación con la circulación, está sometida a frecuentes cambios derivados de muchos factores (técnicos, de infraestructuras, económicos) y de la necesidad misma de establecer una regulación que posibilite el ejercicio del derecho a circular con determinados ingenios mecánicos. Necesidades que, en principio, resultan ajenas al Derecho penal [14]. De aceptar en todo caso las definiciones que ofrece la misma, la aplicación de los tipos penales quedaría subordinada a los avatares de las normas administrativas, de suerte que lo que fuese vehículo de motor en un momento determinado podría no serlo en otro posterior, sin que por ello hubiera variado el fundamento de la incriminación de tales conductas [15]. Es por ello, por lo que la expresión vehículo de motor debe ser considerada como un elemento normativo [16], cuya integración debe hacerse teniendo en cuenta los datos y la finalidad que persiguen las normas penales que lo usan. En este punto, y tomando como norte el bien jurídico protegido en los delitos contra la seguridad vial, puede concluirse que el término vehículo de motor permite cobijar en su seno a cualesquiera artefactos destinados al transporte terrestre de personas o cosas, dotados de medios de propulsión mecánica propia, que, por participar en el tráfico o compartir la zona por donde discurran con otros usuarios, puedan generar un peligro penalmente relevante para los bienes jurídicos tutelados [17]. Con ello, el concepto de vehículo de motor, dentro de los delitos de tráfico, tendrá una amplitud mayor Enrique Orts Berenguer – Daniel Ferrandis Ciprián que la que le asigna la LTCSV. Hay coincidencias en punto a que tanto en el Cp como en la LTCSV se habla de vehículos provistos de motor para su propulsión; pero, se diferencian en que, en el primero, se incluyen no sólo los vehículos a los que resulta aplicable la LTCSV, sino cualquier otro artilugio dotado de motor para ser impulsado. Entendido así el concepto de vehículo de motor, no sería necesaria la expresa mención de los ciclomotores, pero, si atendemos a la polémica que se generó en torno a los mismos y lo ilógico que resultaría que la utilización de un ciclomotor como medio comisivo, en el contexto de los delitos contra la seguridad vial, fuera atípica, dada la incidencia de los mismos en numerosos accidentes de circulación y el riesgo que con su conducción puede generarse para los bienes jurídicos protegidos, resulta positiva su inclusión despejando cualquier atisbo de duda al respecto [18]. Sentado esto, que los delitos de los arts. 379 a 385 están previstos y reservados para hechos relacionados con el tráfico rodado por vías terrestres, perpetrados con automóviles, motocicletas, etc., no es descabellado interrogarse por las respuestas punitivas, si las hay, para acciones tales como pilotar un avión en estado de grave intoxicación etílica, o con temeridad manifiesta o manifiesto desprecio por la vida de los demás, etc., o una embarcación o una moto náutica, etc., en iguales situaciones. Indudablemente, un aeroplano, una nave, etc., son vehículos, toda vez que sirven para trasladar personas o cosas de un lugar a otro; son vehículos de motor para su impulso (cuandp lo tienen); y su conducción en determinadas circunstancias -las típicas, v.gr., en los preceptos penales de referencia- entraña un peligro grave para la vida y la integridad de las personas [19]. Ahora bien, siendo esto así, no es necesario acudir a una interpretación extensiva de los arts. 379 y ss del CP para abarcar estas conductas, por cuanto existen normas específicas, en particular en relación con la navegación aérea: la ley 209/1964, penal y procesal de la navegación aérea, tipifica la realización de vuelos arriesgados, de vuelos que contravengan determinadas normas de seguridad, así como las conductas del comandante o de la tripulación que se encuentren bajo la influencia de bebidas alcohólicas, narcóticos o estupefacientes durante su servicio (arts. 15, 17, 18, 31, 32, entre otros) [20]. Elementos comunes de todos o de algunos de los delitos contra la seguridad vial. El lugar de realización de las conductas: la vía pública Con carácter general, sobre la base de la anterior rúbrica “delitos contra la seguridad del tráfico”, un amplio grupo de autores exigía, para la tipicidad de los delitos de tráfico, que las conductas en ellos descritas aconteciesen en las llamadas vías públicas, entendidas éstas como vías destinadas al tráfico y a las que como tales resultaba de aplicación lo dispuesto en la LTCSV [21]. A pesar de ello, en la actual regulación de los delitos contra la seguridad vial no aparece referencia expresa alguna a la necesidad de que la conducción de un vehículo de motor o ciclomotor, en alguna de las circunstancias típicas, se lleve a cabo por una vía pública. En los artículos 379.1 y 385.1 (también en la rúbrica y de rechazo en el art. 385.2) se alude a la vía (si bien sin el calificativo de pública). Pues bien, dadas estas referencias al lugar de realización de las conductas típicas, interesa determinar si en el Código Penal es posible encontrar cualesquiera otras referencias, implícitas o indirectas, al ubi típico e interesa pues, que de existir las mismas, condicionarían la interpretación que, en tales delitos, habría que hacer del lugar de la acción. A este respecto, cabe señalar que de la penalidad que llevaban aparejados los delitos de tráfico era posible extraer algunas conclusiones, esto es, de la pena de privación del permiso o licencia de conducción. Según el artículo 59 de la LTCSV [22], la circulación de vehículos a motor por las vías objeto de esa ley está sometida al régimen de autorización administrativa previa. Por otra parte, es el artículo 2 de la referida ley, el que, al determinar su ámbito de aplicación, menciona a las vías y terrenos públicos aptos para la circulación, tanto urbanos como interurbanos, las vías y terrenos que sin tener tal aptitud sean de uso común y, en defecto de otras normas, a los titulares de las vías y terrenos privados que sean utilizados por una colectividad indeterminada de usuarios. De la relación de estos dos preceptos resulta que, para circular por las vías a las que alude el artículo 2 de la LTCSV, es necesario estar en posesión de la co- 11 rrespondiente autorización administrativa; o, dicho de otra manera, la Ley de Tráfico sólo exige estar en posesión de permiso o licencia de conducir cuando se circule por una vía pública. Relacionando esta afirmación con la penalidad asignada a los delitos de tráfico, se llegaba a la conclusión de que era inevitable circunscribir el ámbito espacial de realización de la conducta típica a aquellas zonas en las que resultara exigible, para la conducción, estar en posesión del correspondiente permiso o licencia, ya que para privarle de él era preciso que el sujeto lo poseyera en ese acto de conducción [23]. La referida argumentación podía tener visos de solidez en relación con la penalidad que los delitos de tráfico tenían asignada antes del CP 1995; es decir, en referencia a la pena de privación del permiso o licencia de conducción. En la doctrina se planteaba la duda acerca de su verdadero alcance; esto es, a si afectaba sólo a la privación del permiso que ya se poseía o comprendía también la imposibilidad de obtenerlo para quien no lo poseía. De forma que, quienes entendiesen que la pena de privación del permiso de conducir comprendía únicamente la privación del que se poseía podían circunscribir el lugar de realización de la conducta típica a las vías públicas como únicos lugares por los cuales la conducción requiere de permiso. Sin embargo, si, como hacía la jurisprudencia, se entendía que la pena comprendía la prohibición de obtener el permiso para quien no estuviera en posesión del mismo podía concluirse que, dado que no era necesario estar en posesión del permiso de conducción para ser privado del mismo, tampoco era necesario, para su aplicación, que la conducción del vehículo se llevase a cabo por una vía pública. Ahora, como tras el CP de 1995, la pena es la de privación del derecho a conducir vehículos a motor y ciclomotores, pena que, según el artículo 47 del CP, inhabilitará al penado para el ejercicio de esos derechos durante el tiempo fijado en la sentencia, queda resuelto el problema al que hemos aludido, pues es evidente que la inhabilitación para el ejercicio del derecho comprende ambos extremos. De lo que resulta que ya no es necesaria la conducción por una vía pública para poder aplicar la penalidad que el tipo tiene asignada y, aunque tales autorizaciones administrativas sólo sean necesarias para circular por las vías 12 públicas, la imposición de la pena a quien carece de las mismas o circula por donde éstas no son necesarias puede valorarse como expresión del deseo legislativo de alejar del tráfico a quien ha demostrado su peligrosidad en el manejo de un vehículo a motor; o mejor, a quien ha creado un peligro para los bienes jurídicos protegidos. Por tanto, recapitulando puede afirmarse que la penalidad asignada a los tipos lleva a negar la exclusividad de la vía pública como lugar de realización de las conductas. Por otra parte, la exigencia de que las conductas típicas se lleven a cabo en una vía pública ha intentado fundamentarse en una interpretación teleológica del precepto. Si la finalidad de los tipos estudiados fuese la protección de la seguridad vial o del tráfico, concebida como un aspecto de la seguridad general, es obvio, que sólo podría atentarse contra dicha seguridad en lugares o sitios destinados al tránsito y éstos no son otros que las denominadas vías públicas pues, sólo por ellas, discurre el tráfico motorizado [24]. Pues bien, a este respecto lo normal será que los vehículos a motor circulen por las vías públicas, pues a la circulación de éstos están éstas destinadas -y por ello el artículo 2 de la Ley de Tráfico restringe su ámbito de aplicación a las vías públicas-. Ahora bien, a nadie escapa que nada hay más peligroso que un artefacto a motor irrumpiendo en una calle peatonal, plaza, jardín, acera o cualquier otro lugar sustraído a la corriente circulatoria poniendo en un brete a quienes en ese momento se encuentran en la zona. Es por ello, que cifrado el bien jurídico protegido en los delitos de tráfico en la vida e integridad de las personas, no podemos sino convenir que lo específico de tales puestas en peligro, y al margen de que con frecuencia se proyecten sobre personas a priori indeterminadas, consiste exclusivamente en la exigencia típica de que las mismas deriven de la utilización de vehículos de motor o ciclomotores, discurran éstos por una vía pública o no [25]. En conclusión, podemos afirmar que la denominada vía pública puede ser el lugar idóneo para la comisión de los delitos de tráfico pero no es el ubi exclusivo y, en definitiva, que éstos pueden cometerse en cualquier zona o superficie tanto si éstas son de dominio o de uso públicos como de privados. No obstante, Enrique Orts Berenguer – Daniel Ferrandis Ciprián sí conviene precisar, por una parte, que la conducta específica del número 1 del art. 379 necesariamente debe quedar circunscrita a vías urbanas e interurbanas destinadas a la circulación de vehículos de motor por las cuales exista una limitación, genérica o específica, de velocidad; por otra, que la conducta del tipo del art. 384, en su modalidad de conducir sin haber obtenido nunca permiso o licencia de conducción debará quedar asimismo circunscrita a aquellas vías contempladas en el art. 2 LTCSV, por cuanto, como señalábamos, sólo para circular por ellas se requiere estar en posesión del correspondiente permiso o licencia de conducción. Por último, respecto del tipo del art. 385 cabe afirmar que la referencia a la vía que efectúa el mismo es obligada desde el momento en que la descripción de las conductas típicas requiere de su ejecución sobre un soporte, pero ello no supone una remisión a lo que la LTCSV determina como su ámbito de aplicación [26]. En este sentido, recordemos que el tipo parece pensado, prima facie, para el peligro que, de las conductas descritas, deriva para quienes se desplazan a bordo de un artefacto mecánico y en este sentido, bastará con que el lugar de la acción sea una vía o superficie abierta al tránsito de artefactos mecánicos, aunque no sea una de las vías a las que se refiere el antes reseñado art. 2 de la Ley de Tráfico [27]. Pero, no debe olvidarse que el tipo opera como cláusula o norma de cierre de los delitos de tráfico, abarcando comportamientos peligrosos que no encajan en otras figuras del Capítulo IV, como las llevadas a cabo con vehículos que no son vehículos de motor o que siéndolo no se desplazan a impulsos de éste, conductas que, recordemos, no tienen porqué realizarse en calzadas abiertas o aptas para la circulación rodada [28]. Doble sanción Como es lógico, la coexistencia de normas penales y administrativas propicia la posibilidad, admitida por el TC, de que un mismo hecho sea sancionado penal y administrativamente, como en la STC 2/2003 en la que se admite la doble sanción, habiendo identidad de sujeto, hecho y fundamento, entendiendo que Elementos comunes de todos o de algunos de los delitos contra la seguridad vial. el derecho reconocido en el art. 25.1 CE, en su vertiente sancionadora, no prohíbe el “doble reproche aflictivo”, sino la reiteración sancionadora de los mismos hechos con el mismo fundamento padecida por el mismo sujeto (y en el caso por el que se planteó la demanda de amparo, el demandante había sido sancionado en vía administrativa por conducir un automóvil bajo los efectos de bebidas alcohólicas y con posterioridad fue condenado penalmente, pero el tribunal sentenciador que le condenó a una pena de multa y a otra de privación del carné de conducir, descontó de ambas penas el importe que había satisfecho por la multa y el tiempo que había estado privado del referido carné a causa de la sanción administrativa). En el mismo sentido, han abundado las SSTC 334/2005 236/2007. Referencias [1] En parte de la doctrina se intenta concretar la referencia genérica a esos estándares de seguridad como integrantes del concepto de seguridad del tráfico en torno a principios generales de la circulación rodada, como son los principios de confianza, conducción dirigida y seguridad (GÓMEZ PAVÓN, P: El delito de conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas o estupefacientes. 3ª ed. Barcelona 1998, pág. 100; SPINOLA TARTALO en op. cit. pág. 698) Tales principios imponen a los conductores de vehículos determinadas obligaciones, como la de mantener en todo momento el control de sus vehículos (principio de conducción dirigida, ex art. 11 LTCSV); o de observar un genérico deber de atención a las circunstancias circulatorias y a la adopción de las necesarias medidas para la evitación de accidentes (principio de seguridad, ex art. 9 LTCSV); o bien le permiten confiar en que el resto de usuarios se comportará correctamente (principio de confianza). De aceptar tal contenido, tendríamos que concluir que estamos en un área perfectamente abarcable por la norma administrativa, de hecho todas las normas que rigen la circulación rodada -y, en consecuencia, sus infracciones- no son más que desarrollo o concreción de tales principios ( así las normas sobre limitaciones de velocidad, distancia de seguridad, preferencias de paso, etc.) y que en los delitos de tráfico no estamos castigando si no conductas que simplemente menoscaban patrones de seguridad tipificados, cuya vigencia se considera esencial para el ejercicio racional de una de las manifestaciones más importantes de la 13 libertad de circulación, como es la que implica el uso de vehículos de motor; un bien de este talante se nos escurriría por entre las manos, privándonos del necesario referente material desde el que ponderar diferencias cualitativas entre conductas. [2] En este sentido, por ejemplo, GÓMEZ PAVÓN. P.: El delito de conducción bajo la influencia…, cit., pág. 99; BUSTOS RAMIREZ , J.: Manual de Derecho penal, Barcelona, 1991, pág. 243; CÓRDOBA RODA, J.: Comentarios al Código Penal, tomo III, Barcelona, 1978, pág. 1250; GORDILLO ÁLVAREZ, I.: “Delitos contra la seguridad colectiva” en LAMARCA PÉREZ (Coord.) Derecho penal. Parte especial. 2ª ed. Madrid, 2004. pág. 504; QUERALT JIMÉNEZ, J.: Derecho penal español. Parte especial. 4ª ed. Barcelona 2003, pág. 659; SPINOLA TARTALO, B.: “Conductas no consistentes en circular con vehículo de motor o ciclomotor creadoras de grave riesgo para la seguridad del tráfico: el artículo 382 del Código Penal” en Cuadernos de Política Criminal, num. 66, Madrid, 1998, pág. 698; MATELLANES RODRÍGUEZ, N.: “Breves reflexiones sobre la reforma operada en los delitos contra la seguridad del tráfico” en BERDUGO GÓMEZ DE LA TORRE, I (Coord.) Derecho penal de la democracia vs seguridad pública. Granada, 2005, pág. 67; GANZENMÜLLER ROIG, C et al.: Delitos contra la seguridad del tráfico, Barcelona, 2005, pág. 70; ZUGALDÍA ESPINAR, J. Mª.:”Los delitos contra la seguridad del tráfico en el nuevo Código penal español” en XII Jornadas Nacionales Derecho y Tráfico. Granada 1995, págs. 185 y 186. En todo caso, conviene advertir como ambas formas de configurar el bien jurídico protegido en estos delitos, apenas difieren, y en este sentido pueden considerarse equivalentes de aquélla que lo identifica con un conjunto de condiciones que posibilitan la vida o integridad de las personas pues en el fondo configurar el bien jurídico haciendo referencia a la “ausencia de riesgos” para un objeto no difiere de hacerlo a partir de la exigencia de su “seguridad” en la medida en que exigir en un ámbito ausencia de riesgos, equivale a requerir la presencia de unas condiciones mínimas de seguridad, que serán las que conformarán precisamente un ámbito exento de riesgos, un ámbito seguro. Lo más que se alcanza con estas definiciones que ponen el acento en la ausencia de riesgos es que ofrecen una explicación más concreta de cuál es la virtualidad de la exigencia de esas condiciones (la referida ausencia de riesgos); más allá de esa precisión no hay diferencia alguna. Otro tanto cabe afirmar respecto de aquéllas otras posiciones que conforman la seguridad del tráfico en torno a la confianza o expectativa del participe en el tráfico de que los niveles de riesgo inherentes a su Enrique Orts Berenguer – Daniel Ferrandis Ciprián 14 participación en el mismo no se incrementen de forma innecesaria pues tal confianza pone de manifiesto también el interés que éste alberga en que en el sistema de tráfico estén presentes determinadas condiciones cuya presencia le interesa, precisamente porque contribuyen a la protección de otros de sus intereses: la salvaguarda de su vida e integridad. Hablar de “expectativas” o de “confianza” supone, en definitiva, aludir indirectamente a las condiciones para la protección de los bienes que realmente se desea proteger. [3] Con diversos matices, SUÁREZ-MIRA RODRÍGUEZ, C.: Manual de Derecho penal. Tomo II, Parte especial. 2ª ed. Madrid. 2004, págs. 437 y ss.; LERMA GALLEGO, I.:“Delitos de tráfico y prevención general” en CPC, 1994, pág. 161; LUZÓN CUESTA, J. Mª: Compendio de Derecho penal. Parte especial. Madrid 2005, pág. 253; OLMEDO CARDENETE, M.: “Aspectos prácticos de los delitos contra la seguridad del tráfico tipificados en los arts. 379 y 380 del Código penal” en RECPC 04-02(2002). [4] Tutela complementaria que se logra a través de dos funciones: la función de garantía de seguridad, centrada en la conservación de los bienes jurídicos complementados mediante la creación de espacios de contención de riesgos para los bienes jurídicos individuales; y la función de garantía de promoción, abocada a la promoción del uso y disfrute de los bienes jurídicos complementados a través del diseño de espacios dúctiles para el desenvolvimiento de los bienes jurídicos individuales (SAP de Guipúzcoa de 6 de abril de 2005). [5] ORTS BERENGUER, E en Derecho Penal. Parte Especial. Tirant lo Blanch, 2008, pág. 590; detalladamente, FERRANDIS CIPRIÁN, op. cit. págs. 65 y ss. [6] FEIJOO SÁNCHEZ, B.: “Seguridad del tráfico y resultado de peligro concreto (Comentario a las sentencias del Tribunal Supremo se 5 de marzo de 1998) en La Ley, 1999-6. II.2. 7 y 8.; MOLINA FERNÁNDEZ, F.:”Capítulo XXI. Delitos contra la seguridad del tráfico” en BAJO FERNÁNDEZ, M (Dir) Compendio de Derecho penal. Parte especial. Volumen II. Madrid 1998, págs. 708 y 709; RODRÍGUEZ RAMOS, L.: Compendio de Derecho penal. Parte especial. 2º ed. Madrid 1987, págs. 84 y ss; SILVA SÁNCHEZ, J. Mª.: “Consideraciones sobre el delito del art. 340 bis a) 1ª del Código penal (conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas, estupefacientes o sustancias psicotrópicas), en RJC 1993. pág. 149. [7] En las SSTC 2/2003 y 137/2005 se dice que la seguridad del tráfico es un valor intermedio referncial y la vida y la integridad física de todos, los bienes jurídicos referidos. [8] Vid. in extenso FERRANDIS CIPRIÁN, op. cit., págs. 106 y ss. [9] Véanse por todos: BUSTOS RAMIREZ, J.: Manual de Derecho Penal. Parte Especial., Barcelona 1986, pág. 294.; GANZENMÜLLER ROIG, C., ESCUDERO MORATALLA, J. y FRIGOLA VALLINA, J.: Delitos contra la seguridad del tráfico., Barcelona 1998, pág. 76.; GÓMEZ PAVÓN, P.: El delito de conduccíón bajo la influencia de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas o estupefacientes. 3ª ed., Barcelona 1998, pág. 18.; MOLINA FERNÁNDEZ, F. en BAJO FERNÁNDEZ/ DIAZ-MAROTO/ ECHANO BASALDUA/ LASCURAÍN SÁNCHEZ/ LOZANO MIRALLES/ MENDOZA BUERGO/ MOLINA FERNÁNDEZ/ PÉREZ MANZANO / SUÁREZ GONZÁLEZ: Compendio de Derecho Penal (Parte Especial). Volumen II. Madrid 1998, pág .710. La misma postura ha mantenido la jurisprudencia precisando que para que exista conducción es necesario que se ponga en marcha el motor y que el desplazamiento del vehículo se realice a sus impulsos (SSTS 15 de diciembre de 1961.CLE 1226; de 23 de septiembre de 1964.CLE 1379; 15 de octubre de 1968. CLE 1292; 29 de febrero de 1972. RJA 907; 24 de octubre de 1974. RJA 3850; 29 de junio de 1981. RJA 2992; 18 de febrero de 1982. RJA 800; 29 de abril de 1987. RJA 2635; 27 de septiembre de 1990. RJA 4294; 20 de octubre de 1995. RJA 7725) [10] En el mismo sentidose manifiesta MAGALDI PATERNOSTRO, Mª. J: “Los delitos contra la seguridad del tráfico” en CÓRDOBA RODA/ GARCÍA ARAN/ MAGALDI PATERNOSTRO/REBOLLO VARGAS/ CUGAT MAURI/ BAUCELLS LLADÓS Comentarios al Código Penal. Parte Especial, tomo II, Madrid 2004, pág. 1695 Es de advertir que mientras en la regulación precedente se hablaba exclusivamente de vehículos a motor lo que sin duda enfatizaba que el motor debía cumplir con la función de impulsión del vehículo, debiendo éste desplazarse gracias a la energía generada por el motor con el que cuenta, tras la reforma del capítulo, en unos preceptos se habla de vehículo a motor y en otros de vehículo de motor, sin que ello implique consecuencia significativa alguna en ordén a lo aquí manifestado, pues pueden considerarse expresiones equivalentes. Elementos comunes de todos o de algunos de los delitos contra la seguridad vial. [11] El Ccir no daba una definición de vehículo de motor, sino que en su artículo 4 g) definía el vehículo automóvil como todo vehículo dotado de medios de propulsión mecánica propios e independientes del exterior, que circula sin carriles, excluyendo de la definición a los ciclomotores. [12] En este sentido, ALAMILLO CANILLAS, F.: “El artículo 3 de la Ley penal de automóvil en la jurisprudencia“ en ADPCP, tomo XII, 1959; del mismo, “El ciclomotor, o bicicleta con motor, en la legislación española“ en Conferencias y Comunicaciones del V Curso Internacional de Derecho de la Circulación, Madrid 1963.; CAMARGO HERNÁNDEZ, C.: “La Ley de 9 de Mayo de 1950 sobre uso y circulación de vehículos de motor y algunos de sus principales problemas“, ADPCP, tomo XV, 1962; del mismo, “El ciclomotor desde el punto de vista jurídico-penal“ en Conferencias y Comunicaciones del V Curso Internacional de Derecho de la Circulación, cit.; CUELLO CALÓN, E.: Ley penal del automóvil, Barcelona 1950; DÍAZ PALOS, F.: “Delitos relativos al uso y circulación de vehículos de motor “ en NEJ, tomo VI, 1954; del mismo, ”Licencia de conducir y delito de conducción penal“ en Conferencias y Comunicaciones del V Curso Internacional de Derecho de la Circulación, cit.; PERA VERDAGUER, F.: La ley del automóvil (de 24 de diciembre de 1962), Tarragona 1963; QUINTANO RIPOLLES, A.: Tratado de la Parte especial del Derecho penal, puesta al día por GIMBERNAT ORDEIG, E., Tomo IV, Infracciones contra la comunidad social, Madrid 1967; del mismo, Derecho Penal de la Culpa, Barcelona 1958. [13] Por su parte, el ordinal séptimo define a los ciclomotores como: “a) vehículo de dos ruedas, provistos de un motor de cilindrada no superior a 50 cm3, sí es de combustión interna, y con una velocidad máxima por construcción no superior a 45 km/h; b) vehículo de tres ruedas, provisto de un motor de cilindrada no superior a 50 cm3, si es de combustión interna, y con una velocidad máxima por construcción no superior a 45 km/h y c) vehículos de cuatro ruedas cuya masa en vacío sea inferior a 350 kg, excluida la masa de las baterías en el caso de vehículos eléctricos, cuya velocidad máxima por construcción no sea superior a 45 km/h y con un motor de cilindrada igual o inferior a 50 cm3 para los motores de explosión, o cuya potencia máxima neta sea igual o inferior a 4 kW, para los demás tipos de motores” El resto de ordinales de dicho anexo define diversos vehículos como vehículos especiales, tractores y maquinaría para obras o servicios, tractores agrícolas, motocultores, tractocarros, 15 maquinaria agrícola automotriz, maquinaria agrícola remolcada, remolques agrícolas, automóviles, coches de minusválido, motocicletas, turismos, camiones, autobuses, vehículos mixtos, tractocamiones, conjuntos de vehículos y trenes de carretera., etc. [14] Atendiendo a esta finalidad, el anexo de la LTCSV clasifica y distingue unos vehículos de otros, y es así como cobra sentido la exclusión del concepto de vehículo de motor de los ciclomotores. El ciclomotor, tal y como es definido por el ordinal séptimo de dicho anexo es un vehículo provisto de motor para su propulsión y que como tal encajaría en la definición que del vehículo de motor proporciona el apartado noveno del mismo y, sin embargo, se le excluye expresamente. Hay una razón para ello, la exclusión se produce por cuanto que a la circulación de los ciclomotores le es de aplicación una serie de normas especiales distintas de aquellas que rigen para los vehículos de motor. Así, por ejemplo, los ciclomotores cuando no exista vía o parte de ella especialmente destinada a su circulación deben circular por el arcén de su derecha (art. 36 Reglamento General de Circulación, en adelante RGC), está prohibida su circulación por autopista (art. 38 RGC) y por los carriles destinados a vehículos con alta ocupación (art. 2 de la Orden de 10 de mayo de 1995), tienen limitada su velocidad máxima a 45 kilómetros por hora que ni siquiera podrán rebasar en 20 kilómetros por hora al efectuar adelantamientos a vehículos que circulen a velocidad inferior a la máxima permitida (art. 48 y 51 RGC), para girar a la izquierda, si no existe carril especialmente acondicionado para ello, deberán situarse a la derecha, fuera de la calzada siempre que sea posible e iniciarlo desde ese lugar (art. 76 RGC). Las razones de esta exclusión se hacían más evidentes en el primitivo Ccir donde los ciclomotores, antaño llamadas bicicletas con motor auxiliar, no necesitaban de matriculación ni de permiso para su conducción y estaban excluidos del ámbito del seguro obligatorio de responsabilidad civil derivada del uso y circulación de vehículos de motor. Con todo, como hemos señalado, tras la LO 17/94, de 23 de noviembre, su exclusión no plantea problemas en el ámbito de los delitos contra la seguridad vial, sin embargo, lo dicho anteriormente pone de manifiesto que la exclusión de los ciclomotores y de otros vehículos se hace por razones por completo ajenas a las normas penales. Otro tanto cabe decir, por ejemplo, de los tranvías a los que resultan de aplicación normas especiales distintas de las que rigen para los restantes vehículos. 16 Enrique Orts Berenguer – Daniel Ferrandis Ciprián ttóvil por que no contaban con medios de propulsión independientes del exterior, sino que circulaban conectados a una red eléctrica, sin embargo, hoy el apartado vigésimo cuarto del Anexo de la LTCSV los incluye en el término autobús y por tanto en el más amplio de automóvil. Por otra parte, los tractores se incluían por el Ccir dentro de los vehículos automóviles; en cambio, en el anexo de la LTCSV son vehículos especiales y como tales no se incluyen en la definición del automóvil. [19] De hecho, no debe olvidarse, hay artefactos carentes de motor, como las bicicletas, que pueden ser igualmente peligrosas para la vida y la integridad de las personas, particularmente cuando se hace un uso inadecuado de los mismos, por lugares inadecuados y de espaldas a la normativa reguladora del tránsito. Pero, como es obvio, no disponen de motor quedan fuera del concepto de vehículo de motor y, por ende, de las previsiones de los art. 379 y ss del CP. [16] No obstante, la distinción entre conceptos descriptivos y normativos no tiene un valor absoluto porque como apuntara MAURACH las llamadas características descriptivas del tipo requieren también de una fijación e interpretación hasta el punto de ser muchos los autores que niegan la existencia de características puramente descriptivas del tipo (en MAURACH, R.: Tratado de Derecho Penal. Traducción y notas por CÓRDOBA RODA, J., Ariel 1962, págs. 285 y ss.). Por otra parte, es posible operar con dos acepciones de normatividad: una presupone la existencia de normas y su integración se produce con referencia a ellas; pero dado que los conceptos normativos pueden ser, también, definidos descriptivamente es preferible una segunda acepción en la que la normatividad requiere no de una remisión normativa sino de una complementación valorativa. Cfr. ENGISCH, K.: Introducción al Pensamiento Jurídico. Traducido por GARZÓN VALDES, Madrid 1967, págs. 66 y ss. En rigor, todos los términos legales tienen en común una serie de referencias valorativas, sin las cuales la determinación de su sentido no puede siquiera abordarse (vid. Cobo del Rosal/Vives Antón, Derecho Penal, Parte General, Valencia, 1999, págs. 330-331; y Vives Antón, Dos problemas del positivismo jurídico, en La Libertad como pretexto, Valencia, 1995, págs. 135 y ss. [20] En la ley de puertos del Estado y de la marina mercante, en los arts. 114, 115 y 116, se contienen las infracciones leves, graves y muy graves, entre las que figuran las acciones de personas embarcadas en estado de ebriedad, entre otras. [17] Y es que, entendemos que el legislador, consciente del riesgo y de la potencialidad lesiva que el uso de vehículos a motor comporta para las personas, ha decido proteger a éstas frente a cualquier actuación en la que resulte implicado un vehículo a motor aunque el mismo no esté en ese momento integrado en la corriente circulatoria. [18] Así las cosas, poco importa en qué concepto se encuadren determinados artefactos mecánicos, como los llamados cuadriciclos. Pues, se los encaje en uno o se los encaje en otro, su conducción de alguna de las formas típicas puede dar lugar a la aplicación de uno de los precptos del capítulo. [21] La razón de ser del requisito de que la conducción de vehículos a motor en alguna de las circunstancias típicas se desarrolle por una vía pública, entendiendo como tal una vía destinada al tráfico arranca, al igual que sucediera con determinadas interpretaciones restrictivas del término vehículo a motor, de una determinada inteligencia del delito de conducción sin habilitación legal tipificado en el artículo 3 de la ley penal del automóvil de 9 de mayo de 1950. En la exégesis de este tipo la doctrina consideró que el mismo no se cometía cuando se conducía por vías que no fueran vías públicas, conceptuando la vía pública con arreglo a lo dispuesto en el artículo 5 a) del Código de la Circulación en la redacción dada por el Decreto de 22 de julio de 1958; es decir como todo camino que pueda utilizarse sin más limitaciones que las impuestas por el propio Código de la Circulación. Ulteriores referencias doctrinales y jurisprudenciales en FERRANDIS CIPRIÁN, D.: Aspectos fundamentales del delito de conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas, estupefacientes y sustancias psicotrópicas. Tesis doctoral inédita. Valencia 2006, págs. 389 y ss. [22] El artículo 59 de la LTCSV dice así: “Con objeto de garantizar la aptitud de los conductores para manejar los vehículos y la idoneidad de estos para circular con el mínimo riesgo posible, la circulación de vehículos a motor por las vías objeto de esta ley queda sometida al régimen de autorización administrativa previa”. El artículo 60 de la LTCSV prohíbe conducir vehículos a motor y ciclomotores sin estar dotado de la correspondiente autorización administrativa. [23] En este sentido, GÓMEZ PAVÓN, P.: El delito de conducción bajo la influencia de bebidas alcohólicas, drogas tóxicas o estupefacientes. 3ª ed. Barcelona Elementos comunes de todos o de algunos de los delitos contra la seguridad vial. 1998, pág. 31. [24] GÓMEZ PAVÓN, op. cit. págs. 25 y ss; MUÑOZ CONDE, F.: Derecho penal. Parte especial. Valencia, 15ª ed. 2004, pág. 687. [25] FERRANDIS CIPRIÁN, op. cit. págs. 390 y ss.; MORENO ALCÁZAR, M.A.: Los delitos de conducción temeraria, Valencia 2003. pág. 66. [26] Entienden necesaria la remisión, GONZÁLEZ RUS, J.J.: “Responsabilidad penal por alteraciones en el tráfico como consecuencia de obras y puntos negros en vías públicas”, en V Jornadas nacionales de Derecho y Tráfico, Granada, 1990, pág. 85; SPINOLA TARTALO, B.: “Conductas no consistentes en circular con vehículo de motor o ciclomotor creadoras de grave riesgo para la seguridad del tráfico: el art. 382 del CP”, en C.P.C., 1998, pág. 700. Ni siquiera esa remisión puede sostenerse en el supuesto del núm. 2 del artículo comentado pues como hemos precisado en el texto esa obligación de restablecer la seguridad de la vía no deriva exclusivamente de la Ley, especialmen- 17 te del art. 10. 3 de la Ley de Tráfico antes reseñado, sino también de la propia idea de injerencia. [27] En este sentido, la primera acepción que nos da el DRAE del vocablo vía es la de “camino por donde se transita” y sólo la cuarta se refiere a la “calzada construida para la circulación rodada” (Real Academia Española, Diccionario de la Lengua Española 22ª ed.). [28] Un ejemplo de colocación de obstáculos en una vía férrea se encuentra en la SAP de Barcelona de 3 d e enero de 2000, a raíz de que tres menores colocaran una plataforma con ruedas “diplori” en una vía de la estación, se desplazaran en ella y la abandonaran en dicha vía, que se hallaba libre de vagones y por la que había de pasar, aproximadamente una hora después, un tren de mercancías, se estimó que tales hechos no eran legalmente constitutivos del delito de desórdenes públicos, tipificado en el art. 560-2, en relación con el art. 385 núm. 1º. Bibliografía Alonso Rimo: “El delito de negativa a someterse a las pruebas de detección de alcohol y drogas tóxicas desde la perspectiva del proyecto de reforma penal de 2007”, en Seguridad del tráfico: riesgos y respuestas, Xornadas, núm. 8, Xunta de Galicia, 2007. Córdoba Roda: Comentarios al Código Penal, III, Ariel, 1978. Bustos Ramírez: Manual de Derecho Penal. Parte Especial, Barcelona, 1991. 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However, motorcyclists’ fatality rates are following a contrary trend, suffering a significant raise in the last years. Although the number of motorcyclists is still increasing, it is necessary to promote measure to change this situation. Specific road safety programs for motorcyclists, education campaigns, media advertisements,… are some of the measures already implemented. Among them, the installation of protection systems for motorcyclists in safety barriers is one of the most notorious, providing a solution to the demands of vulnerable road users affected by accidents involving a motorcyclist falling and leaving the road, frequently suffering a serious impact with a safety barrier usually designed for four or more wheels vehicles. This article explains the evolution of the standard on the evaluation of the protection systems for motorcy- Angel V. Martínez (Responsable Técnico en el Departamento de Equipamiento Vial - HIASA) Antonio Amengual (Director del Departamento de Equipamiento Vial - HIASA) Elena de la Peña (Asociación Española de la Carretera) clists on safety barriers and parapets, from its origin to nowadays. Resumen. Los datos de reducción de accidentalidad y mortalidad en las carreteras y zonas urbanas españolas constituyen una buena noticia que motiva a poner en marcha nuevas iniciativas para continuar reduciendo estas cifras. Sin embargo, la mortalidad de los motociclistas sigue una tendencia contraria, aumentando considerablemente en los últimos años. Si bien es cierto que el parque de motocicletas continúa incrementándose, es preciso poner en marcha medidas para reducir estas cifras. Planes de seguridad vial para usuarios de motocicletas, campañas de concienciación, anuncios en medios de comunicación,… son algunas de las medidas que se han implantado. Pero sin duda, una de las que ha tenido una mayor repercusión ha sido la instalación de sistemas de protección de motociclistas en barreras de seguridad, como respuesta a las necesidades de un usuario vulnerable que se veía notablemente castigado cuando, al salirse de la vía, impactaba con un dispositivo de este tipo, diseñado para otros usuarios de la vía (vehículos de cuatro o más ruedas). En este artículo se recoge la evolución de la normativa de evaluación de comportamiento de los sistemas de protección de motociclistas, desde su creación hasta la actualidad. Angel V. Martínez – Antonio Amengual – Elena de la Peña 20 Introducción La accidentalidad de los motociclistas es uno de los grandes problemas de la seguridad vial en España. Mientras que en los últimos años se ha producido un significativo descenso de la mortalidad en accidentes de tráfico, los siniestros en los que se ven implicados estos usuarios vulnerables han aumentado de manera preocupante; la evolución de los registros de accidentalidad figuran a continuación: Fallecidos en ciclomotor y motocicleta Fallecidos totales en carretera • Combatir las prácticas de riesgo de los conductores de motocicletas y ciclomotores. • Asegurar la adopción de medidas paliativas que reduzcan la lesividad de los accidentes. En este artículo se revisan los antecedentes y la situación actual en cuanto a los SPM, respuesta de las Administraciones de carreteras a una de las demandas principales de los usuarios: la adecuación de los sistemas de contención a la seguridad de los motociclistas. De esta manera, se supera el planteamiento tradicional de diseñar para el vehículo más frecuente en la vía (el vehículo ligero); hoy en día, los sistemas de contención son capaces de dar respuesta a accidentes por salida de la calzada, garantizando la seguridad de los vehículos pesados (sistemas de alta contención) y a la seguridad de los más vulnerables (SPM). Algunas cifras Figura 1: Evolución de la mortalidad en carreteras (total y de usuarios de ciclomotor y motocicleta). (Fuente: Dirección General de Tráfico) El parque de ciclomotores y motociclistas ha aumentado significativamente en España en los últimos años: Parque de motocicletas Por este motivo, las Administraciones de carreteras del país han puesto en marcha programas para mejorar la seguridad de las carreteras específicamente para este tipo de usuarios, principalmente a través de la instalación de sistemas de protección de motociclistas (SPM), al tiempo que la Dirección General de Tráfico ha puesto en marcha un Plan de Seguridad Vial para motociclistas, que incluye un buen número de medidas dirigidas a reducir la accidentalidad; se trata de 36 medidas que hacen especial hincapié en los cuatro ámbitos de la siniestralidad de los usuarios de motocicletas y ciclomotores: • Mejorar la preparación de los motociclistas para la conducción segura, tanto en las pruebas de acceso como en la formación complementaria en seguridad vial. • Reducir los escenarios de alta siniestralidad que afectan a este tipo de vehículos. Figura 2: Evolución del parque de ciclomotores y motocicletas en España (Fuente: Dirección General de Tráfico). Los crecimientos anuales del parque del 1-3% en los años 90 han dejado paso, en los últimos años, a crecimientos anuales del 8-14%. Los siguientes gráficos recogen la evolución de los fallecidos y los heridos, tanto en zona urbana como en zona interurbana en España en los últimos años. Pasado, presente y futuro de los sistemas de protección de motociclistas Usuarios de motocicleta heridos Usuarios de ciclomotor fallecidos En zona urbana Usuarios de ciclomotor heridos En zona urbana En carretera Figura 4: Usuarios de ciclomotor heridos en zona urbana e interurbana. (Fuente: Dirección General de Tráfico). Usuarios de motocicleta fallecidos En zona urbana En zona urbana En carretera Figura 3: Mortalidad de usuarios de ciclomotor en zona urbana e interurbana. (Fuente: Dirección General de Tráfico). En carretera Figura 5: Mortalidad de usuarios de motocicleta en zona urbana e interurbana. (Fuente: Dirección General de Tráfico). 21 En carretera Figura 6: Usuarios de motocicleta heridos en zona urbana e interurbana. (Fuente: Dirección General de Tráfico). Se observa que la accidentalidad de usuarios de ciclomotor manifiesta una tendencia descendente, mientras que la de motociclistas es claramente ascendente. Hasta hace algunos años, los datos disponibles de los partes de accidentes no permitían valorar adecuadamente el problema de la accidentalidad de los motociclistas por salida de vía y el choque contra las barreras de seguridad. En los campos relativos al tipo de accidente, se identificaba “salida de vía” y, en todo caso “choque contra obstáculo”, pero no era posible conocer, a partir de esos datos, si el obstáculo era el mismo sistema de contención o algún otro obstáculo que se encontrara en el margen de la vía. Para poner fin a esta situación y poder valorar adecuadamente el problema de la accidentalidad de los motociclistas que impactan con las barreras de seguridad, la Dirección General de Tráfico lideró un trabajo de investigación realizado en el año 2008 por INSIA, IDIADA y Fundación CIDAUT, que analizaba en profundidad 300 accidentes interurbanos con implicación de, al menos, un motociclista, con resultado de al menos un fallecido; las principales conclusiones se citan a continuación1: Informe provisional “Estudio de accidentes con implicación de motocicletas en España”. Observatorio Nacional de Seguridad Vial, Dirección General de Tráfico. 2008. 1 22 Angel V. Martínez – Antonio Amengual – Elena de la Peña • Predominan los accidentes ocurridos con buena iluminación, buenas condiciones meteorológicas y buen estado de conservación de la vía. – Paso del motociclista entre el hueco que queda entre dos postes de una barrera de seguridad. • Los accidentes mortales se producen en mayor proporción en carreteras convencionales, con arcén inferior a 1,5 metros y en curva fuera de intersección. • La configuración de colisión más frecuente es la caída o salida de vía sin otro vehículo contra el que impacte. • En las colisiones de la motocicleta con un vehículo contrario (37% del total), con o sin caída previa, el sistema de contención de vehículos prácticamente no interviene en las consecuencias fatales del accidente. • El sistema de contención de vehículos sólo ha intervenido como elemento de impacto directo en el 18% de los motociclistas fallecidos. Esta proporción sube al 52% en el caso de las salidas de vía con caída previa del motociclista. • La salida del motociclista fuera de la plataforma provoca que el 35% de los motociclistas fallecidos presenten como impacto más severo el producido contra elementos situados fuera de la vía (señal, poste, hito, talud, cuneta, muro u otros elementos). Este porcentaje es del 68% en salidas de vía sin caída previa y del 38% en salidas de vía con caída previa. Descripción del problema El problema que se persigue solucionar mediante la instalación de SPM se puede resumir en las siguientes líneas: • Un motociclista que circula por una carretera pierde la verticalidad, por las causas que sean, y cae al suelo, con lo que generalmente la motocicleta y el motociclista siguen trayectorias diferentes. • De esta manera, la salida descontrolada del motociclista, originada por la caída, puede producir una de las siguientes situaciones: – Impacto directo del motociclista contra un poste de la barrera de seguridad. Cualquiera de estas dos circunstancias puede dar lugar a un gravísimo accidente con consecuencias fatales para el motociclista, ya sea por impacto contra una barrera que no garantiza su seguridad como por superar la línea de protección que marca el sistema de contención que, en líneas generales, protege al usuario de un fuerte desnivel o de obstáculos fijos como farolas, postes, muros, etcétera. Este escenario, habitual en nuestras carreteras, puede verse afectado con salidas de vía donde el motociclista pierde la verticalidad, desliza sobre el pavimento e impacta contra un obstáculo puntual o caiga por un terraplén, sin existir barrera o sistema de protección alguno. Situación en España España es hoy, a nivel mundial, el país más avanzado en cuanto a normativa para la protección de motociclistas en las barreras de seguridad; no en vano, está siendo considerado como referencia para otros países y en particular en el contexto europeo. Sin embargo, no fue un país pionero en cuanto al desarrollo de referencias para la instalación de SPM; países como Alemania en 1990, Francia en 1998 y Portugal en 2001 ya habían desarrollado iniciativas y proyectos con anterioridad, pero sin llegar al rigor que representa un estatus de norma. Actualmente, el contexto normativo y técnico para la instalación de SPM está compuesto por los siguientes elementos: • Norma UNE 135900: Evaluación del comportamiento de los sistemas para protección de motociclistas en las barreras de seguridad y pretiles. Partes 1 (Terminología y procedimientos de ensayo) y 2 (Clases de comportamiento y criterios de aceptación). • Procedimientos de aprobación técnica de los SPM, conforme a la norma UNE 135900 y a la UNEEN 1317, establecidos por las Administraciones de carreteras. Pasado, presente y futuro de los sistemas de protección de motociclistas • Criterios de implantación de SPM elaborados por distintas Administraciones de carreteras (nacional y autonómicas). 23 Resumen histórico de la norma UNE 135900 y criterios de implantación Los inicios de la creación de esta norma se remontan al inicio de esta década y han supuesto un largo periodo de desarrollo y trabajos para disponer, hoy en día, de una norma de referencia a nivel mundial en la protección de motociclistas. Los principales hitos se incluyen a continuación: • En el año 2001, las demandas sociales a las Administraciones, por parte de asociaciones y clubes de motociclistas se suceden por medio de grandes manifestaciones con un fuerte impacto mediático. Un parte de la sociedad, capaz de organizarse por medio de colectivos de usuarios, solicita especial atención a un problema de seguridad que se está agravando en los últimos años. • En el año 2002, la Dirección General de Carreteras del Ministerio de Fomento y la Dirección General de Tráfico del Ministerio del Interior promueven la creación de un grupo de trabajo dentro del Comité de Normalización CTN 135 (Equipamiento de Carreteras), con el objetivo de elaborar una norma que permita evaluar el comportamiento de las barreras frente al impacto de los motociclistas. Bajo la presidencia y coordinación de la Asociación Española de la Carretera, el grupo de trabajo con intensidad durante 2002 y 2003, en un contexto de carácter multisectorial en el que se encontraban representados todos los implicados: – Administraciones de Carreteras Autonómicas. – La empresa Hiasa como expertos en accidentalidad por salida de vía y tratamiento de este tipo de accidentes. – AENOR. – Real Federación Española de Motociclismo. – Asociaciones de motociclistas. Figura 7: Portada de las pruebas de composición de la norma UNE 135900. – Cidaut e Idiada en representación de los laboratorios de ensayo. Angel V. Martínez – Antonio Amengual – Elena de la Peña 24 – RACC, en representación del campo médico. – La empresa Tecnivial, en representación de los fabricantes de protectores de postes. – Simeprovi (Asociación Española de fabricantes de sistemas metálicos de protección vial), como representantes de los fabricantes de barreras. • Como resultado de los trabajos realizados por el grupo de trabajo, en septiembre del año 2003 se publica el Informe UNE 135900, paso previo a la publicación de la norma como tal, por la necesidad de realizar ciertos ajustes por medio de ensayos a escala real. • En diciembre de 2004, la Dirección General de Carreteras del Ministerio de Fomento publica la Orden Circular 18/2004, que establece los criterios de implantación de SPM en la red de carreteras del Estado y la necesidad de instalar sistemas continuos, frente a puntuales, que cumplan con la norma UNE 135900. En julio de 2008 se publicó la Orden Circular 18bis/2008. • Entre el año 2004 y el primer trimestre de 2005, se realizan numerosos ensayos en el laboratorio de Cidaut, para examinar, poner a punto y mejorar el informe de la norma UNE; estos trabajos concluyen en la publicación de la Norma UNE 135900 en octubre de 2005. • Desde el año 2006 a la actualidad, otras Comunidades Autónomas y Diputaciones Forales han publicado sus propios criterios de implantación, en ocasiones similares a los aplicados por la Dirección General de Carreteras del Ministerio de Fomento y en otros casos adaptados a las particularidades de las redes de carreteras que gestionan, incluyendo como requisitos mínimos los recogidos por la Dirección General de Carreteras en su orden circular. Norma UNE 135900 La norma UNE 135900 establece los criterios de ensayo para poder garantizar que un sistema de protección de motociclistas es adecuado a la función para la que se ha diseñado. En la parte 1 se incluyen los términos generales de la norma, básicamente definiendo todos los aspectos necesarios para la aplicación del ensayo y garantizar su medición y repetibilidad. En la parte 2, se incorporan las condiciones de aceptación de los ensayos y las diferentes clases de comportamiento que caracterizan a los sistemas. En cuanto a las condiciones de ensayo a escala real, se han distinguido diferentes ensayos de un impacto entre un maniquí con un tramo de barrera de seguridad o de pretil con un SPM. En el caso de los ensayos contra sistemas puntuales, se distinguen dos tipos de ensayo: • En noviembre de 2006, la Dirección General de Carreteras del Gobierno de Navarra publica la Orden Foral 173/2006, con la que incorpora y adapta la Orden Circular 18/2004 a su red de carreteras. • Impacto centrado: la cabeza del maniquí choca, con un ángulo de impacto de 30 grados respecto a la alineación de la barrera de seguridad, con el centro del poste del conjunto de la barrera y el SPM. • En abril de 2007, la Dirección General de Carreteras de la Junta de Castilla y León publica la Instrucción C.E. 1/2007, con recomendaciones para la instalación de SPM en la red regional. • Impacto descentrado: el maniquí cocha con un ángulo de impacto de 30 grados, igual que en la trayectoria anterior, pero a una distancia determinada del centro del poste, de manera que los máximos daños no se producen en la cabeza del maniquí, sino entre el cuello y el hombro. • En septiembre de 2008 se publica una revisión de la norma UNE 135900, introduciendo una nueva velocidad de impacto (70 km/h) y la medición de parámetros biomecánicos de daño en tórax. Se han definido dos velocidades de impacto: 60 y 70 kilómetros por hora. Pasado, presente y futuro de los sistemas de protección de motociclistas La siguiente figura ilustra los ensayos contra sistemas puntuales: Barrera de seguridad + SP Trayectorias de impacto 1 Impacto en el centro del poste 2 Impacto descentrado en el poste Impactos a escala real según UNE 135 900 Figura 8: Trayectorias de impacto en ensayos contra sistemas de protección puntuales. (Fuente: norma UNE 135900). En el caso de los ensayos contra sistemas continuos, se distinguen, así mismo, dos tipos de ensayo por cada velocidad de impacto (60 y 70 kilómetros por hora): • Impacto centrado: la cabeza del maniquí choca, con un ángulo de impacto de 30 grados respecto a la alineación de la barrera de seguridad, con el centro del poste del conjunto de la barrera y el SPM. • Impacto en centro de vano: el maniquí choca en el que se considera el otro potencial punto pésimo en cuanto al funcionamiento del SPM. La siguiente figura ilustra los ensayos contra sistemas continuos: Barrera de seguridad + SC Trayectorias de impacto 1 Impacto en el centro del poste 2 Impacto den el centro del vano Impactos a escala real según UNE 135 900 Figura 9: Trayectorias de impacto en ensayos contra sistemas de protección continuos. (Fuente: norma UNE 135900). 25 En la norma se han definido los procedimientos para la toma de datos de daño en cabeza y fuerzas y momentos en cabeza, cuello y tórax. Existen unos valores de referencia que permiten determinar si el nivel de severidad es “I” o “II”, de manera que el nivel I garantiza unos daños menores en el motociclista que el nivel II. El nivel I de severidad se consigue si todos los parámetros de ese ensayo están dentro del rango del nivel I. Si un solo parámetro se encuentra por encima del límite superior del nivel II, el SPM no cumple la norma. La clase de protección 70 km/h comprende a la anterior (60 km/h), con el mismo nivel de severidad. Se citan en la norma otros criterios de aceptación como los siguientes: no se aceptan cortes en el maniquí ni desmembramiento ni enganchamientos; así mismo, no se permite que ninguna pieza de más de 2 kilogramos se desprenda, ni que parte del maniquí pueda sobrepasar el SPM. Por último, una barrera de seguridad sobre la que se instala un SPM deberá seguir garantizando la seguridad del resto de los vehículos, por lo que se le exigirá superar nuevamente la norma UNE-EN 1317 de sistemas de contención de vehículos. La adaptación de un SPM en una barrera de seguridad constituye una nueva barrera de seguridad, que deberá ser de comportamiento igual o superior que antes de instalar el SPM. Previsiones de actuación en los próximos años La práctica totalidad de las Administraciones de carreteras están instalando SPM en las redes que gestionan. Se calcula que en el año 2008 se han instalado más de 500.000 metros de SPM en España, y se prevé que en los próximos años se mantengan niveles de inversión elevados. El hecho de que la norma UNE 135900 se esté considerando como una referencia en el desarrollo de una norma europea de sistemas de protección de mo- 26 tociclistas constituye una excelente noticia, de cara a la protección de este tipo de usuarios en otros países. La industria española ha sabido posicionarse en primera línea en cuanto al diseño, producción e instalación de SPM a nivel nacional y mundial, por lo que es preciso reconocer que las empresas españolas son un referente en SPM. Conclusiones La generalización de las motocicletas es un hecho consolidado en España y se estima que el parque y el tráfico seguirán creciendo en los próximos años. Se trata de un tipo de vehículo que ayuda a reducir la congestión y provoca menos emisiones que otros vehículos pero, como contrapartida, hoy en día presenta una vulnerabilidad significativamente mayor que otro tipo de usuarios; mientras que la accidentalidad en términos generales se ha visto reducida en los últimos años, la accidentalidad y mortalidad de los motociclistas no ha parado de aumentar. La norma UNE 135900 y los criterios de instalación desarrollados por las Administraciones de carreteras pretenden dar solución a una parte del problema: los accidentes de motociclistas en los que se produce un impacto contra la barrera. Hay que tener en cuenta que la barrera de seguridad está colocada para reducir las consecuencias del accidente por salida de vía (de los vehículos de cuatro o más ruedas). En este contexto, se han realizado, y se seguirán haciendo en el futuro, notables inversiones en la instalación de SPM de acuerdo a la normativa. Lamentablemente, no es posible reducir todos o la mayoría de los accidentes en los que se ven implicados los motociclistas; otros muchos están motivados Angel V. Martínez – Antonio Amengual – Elena de la Peña por imprudencias de los usuarios, o de otros conductores. Para ello, educación vial, concienciación y un mayor control del cumplimiento de las normas serán probablemente la clave para conseguir que la tendencia de accidentalidad de motociclistas siga la línea descendente en la que se encuentra la accidentalidad global en España en los últimos años. Bibliografía • Anuario Estadístico de Accidentes 2008. Dirección General de Tráfico. • Norma UNE 135900: Evaluación del comportamiento de los sistemas para protección de motociclistas en las barreras de seguridad y pretiles. Partes 1 (Terminología y procedimientos de ensayo) y 2 (Clases de comportamiento y criterios de aceptación). 2008. • Orden Circular 18/2004 sobre criterios de empleo de sistemas para protección de motociclistas. Ministerio de Fomento. • Orden Circular 18bis/2008 sobre criterios de empleo de sistemas para protección de motociclistas. Ministerio de Fomento. • Recomendaciones de instalación de sistemas de protección de motociclistas en las carreteras de la red regional de Castilla y León. 2007. • Orden foral 173/2006 de 30 de noviembre, del Consejero de Obras Públicas, Transportes y Comunicaciones, por la que se aprueba la Instrucción sobre “Criterios de Empleo de Sistemas de protección para motociclistas”. • Acuerdo de 13 de abril, del Consell, sobre medidas para reducir la accidentalidad de motociclistas en las carreteras de la Comunidad Valenciana. 2007. • Recomendaciones sobre aplicación de medidas de protección de usuarios de motocicletas en la red de carreteras de la Comunidad de Madrid. 2009. Securitas Vialis (2009) 4:27–33 27 VEHÍCULO • VEHICLE Techique and road accidentes: a lot to do Técnica y accidentes de tráfico: mucho por hacer Juan José Alba – Alberto Iglesia – Mª Ángeles García Romanos Published: October 2009 © Etrasa, 2009 Resumen. La técnica, entendida en sentido amplio, está cada vez más presente en las actividades realizadas por el ser humano, siendo decisiva para incrementar los niveles de conocimiento de nuestra Sociedad y para garantizar el correcto desarrollo de actividades en las que, ante un posible fallo, puedan originarse daños materiales o personales. Si nos fijamos en la conducción de vehículos a motor encontramos unos índices de siniestralidad inaceptables en cualquier otro ámbito de actividad del ser humano. Sin embargo, y en relación con la seguridad vial, no hay que profundizar mucho para encontrar leyes, reglamentos, métodos de gestión, procesos formativos, etcétera, cuyo rigor y nivel técnico es bajo o incluso nulo. Este artículo presenta sólo dos de los muchos escenarios relacionados con la seguridad vial en los que un mínimo nivel técnico se hace necesario con apre- Juan José Alba, Alberto Iglesia, Mª Ángeles García Romanos Grupo de Nuevas Tecnologías en Vehículos y Seguridad Vial (VEHIVIAL) Instituto de Investigación en Ingeniería de Aragón Universidad de Zaragoza C/ María de Luna, 3 50018 – Zaragoza e-mail: jjalba@unizar.es mio. Nos referimos a la investigación de accidentes de tráfico y a la formación de conductores. Palabras clave. Seguridad vial, accidentes de tráfico. Abstract. Technique, in wide sense, is more and more present in human activities, being decisive to increase knowledge levels in our Society and to guarantee the right development of those activities in which failures could originate material or personal damages. If we focus on motor vehicles driving, we find an accident risk level that would be non-acceptable for any other field of human activity. However, when talking about road safety, we can easily find laws, regulations, management methods, formative processes, etc. with low or even non-existent technical level. This article discusses two of the many scenarios related to road safety in which a minimum technical level is needed urgently. We refer to traffic accident investigation and driver training. Keywords. Traffic safety, traffic accidents. 28 Introducción Es habitual citar la aviación civil como paradigma de la seguridad en los medios de transporte. Cualquier accidente o incidencia seria en un avión comercial de pasajeros, pese a que no origine víctimas de ningún tipo, es noticia en todos los medios de comunicación. Pero, pese a sus muy altos niveles de seguridad, la aviación civil no ceja, hasta tal punto que la Organización de la Aviación Civil Internacional (OACI) [1] -un organismo especializado de Naciones Unidas- estableció como uno de sus seis objetivos estratégicos para el periodo 2005-2010 la mejora de la seguridad operacional de la aviación civil mundial [2]. En lo que se refiere a la seguridad, la OACI trabaja en diversas secciones y programas, tales como pueden ser la investigación y prevención de accidentes, la gestión de la seguridad, el factor humano en la seguridad aérea y otros. Los resultados se materializarán en forma de recomendaciones técnicas, modificaciones en protocolos, cambios en sistemas de gestión u otros tipos de actuaciones que redunden en la mejora de la seguridad. Si nos fijamos ahora en el tráfico de vehículos a motor, veremos un tipo de transporte de personas y mercancías cuyos niveles de seguridad, por deficientes, serían inaceptables en cualquier otro ámbito de actividad del ser humano. También observamos que las actuaciones relacionadas con la seguridad vial, al menos en España, a menudo dan imagen de descoordinación y poco rigor técnico. En un intento, por parte de las administraciones competentes, de implicar en la mejora de la seguridad vial al máximo número posible de agentes sociales, se ha llegado a una situación en la que se escuchan pronunciamientos -procedentes de muy variados sectores- que muchas veces son totalmente erróneos. Los medios de comunicación dan cabida a casi cualquier tipo de información relacionada con la seguridad vial, proceda de ciudadanos enfadados, de periodistas de tertulia rosa o de “inventores de soluciones definitivas”. También se generaliza la idea de que existe el “especialista en seguridad vial” en detrimento de los especialistas de los distintos campos del saber que trabajan en pequeñas parcelas de la se- Juan José Alba – Alberto Iglesia – Mª Ángeles García Romanos guridad vial (medicina, ingeniería, derecho, psicología, sociología, …). Es bien sabido que nadie puede saber de todo. Técnica y seguridad vial desde las Instituciones Como problema añadido a lo anteriormente expuesto, la más alta institución española con competencias en materia de tráfico y seguridad vial -la Dirección General de Tráfico [3]- realiza determinadas actuaciones contradictorias, incoherentes y faltas de rigor técnico, lo que poco contribuye a cambiar este panorama. Más aún, algunos posicionamientos de la Dirección General de Tráfico, por acción u omisión, van en sentido contrario de lo que dirían la razón y el rigor técnico y aumentan la inseguridad del ciudadano. Por dar sólo algunas pinceladas, podemos recordar que en estos momentos, por el mero hecho de poseer durante más de tres años un permiso de conducción tipo B se autoriza también -sin ningún tipo de formación complementaria- a conducir una motocicleta de hasta 125 cc de cilindrada (por cierto, muchos modelos son capaces de superar los 120 km/h). Es difícil encontrar otro ámbito en el que una máquina que puede originar muertes (en este caso la motocicleta) pueda ser manipulada por una persona sin formación específica de ningún tipo (en este caso el conductor de un turismo que nunca ha conducido una motocicleta). También podemos recordar que, ante determinados problemas médicos debidamente justificados, es posible conducir una motocicleta sin casco de protección alguno. Es decir, en lugar de impedir la conducción de motocicletas a todo aquel que no pueda equipar el elemento fundamental que puede salvarle la vida en caso de accidente (el casco), lo que se hace es permitir que circule en condiciones de total vulnerabilidad. Y lo mismo ocurre con el cinturón de seguridad del automóvil. Todo un artículo del Reglamento General de Circulación (artículo 119) [4] está dedicado a realizar exenciones en materia de seguridad. La lógica indica que si no se puede garantizar la Técnica y accidentes de tráfico: mucho por hacer 29 seguridad, ni la conducción de vehículos a motor ni su uso como pasajero debería ser posible. Pero quizás la actuación más sorprendente de la Dirección General de Tráfico, por su carencia de fundamento técnico y por ser contraria a la mejora de la seguridad de los niños, se produjo cuando tomó parte activa para acelerar el proceso de reducción, en determinadas circunstancias, de las exigencias relacionadas con la seguridad infantil en los taxis. Esta situación se generó cuando la Unión Europea introdujo la posibilidad de que los Estados miembros pudieran permitir que en su territorio los niños menores de tres años no utilizaran un dispositivo de retención para niños cuando viajaran en taxi [5]. En esos momentos, en España, el Reglamento General de Circulación obligaba al colectivo del taxi a cumplir la normativa sobre seguridad infantil en la misma medida en la que quedaban obligados todos los vehículos de turismo. La Dirección General de Tráfico cursó -a través de documento firmado por el Director General de Tráfico- una recomendación a todos los jefes provinciales y locales de tráfico para que compartieran el criterio de la DGT de no formular denuncias en área urbana a los taxistas infractores de la normativa sobre seguridad infantil vigente en ese momento [6]. Dicho de otro modo, desde la DGT se recomendó a los jefes locales y provinciales de tráfico que no sancionasen las infracciones cometidas al Reglamento General de Circulación. Los sistemas de retención infantil (SRI) son unos dispositivos destinados a aminorar las consecuencias de los accidentes de tráfico en los niños que los ocupen, siendo la eficacia de estos dispositivos más elevada que la de los sistemas de retención para adultos. Los vehículos de turismo destinados a prestar servicio como taxi no presentan diferencias constructivas con aquellos vehículos de turismo destinados al uso particular. En estas condiciones, en caso de colisión, la vulnerabilidad de los ocupantes de un taxi no se ve reducida en modo alguno por el mero hecho de viajar en dicho vehículo auto-taxi. Figura 1. Los sistemas de retención infantil son de gran eficacia en la protección de los niños. Todo lo expuesto redunda en la idea de que la Dirección General de Tráfico no ayuda a que el ciudadano perciba la técnica -incluida su propia formación técnica como conductor- como un factor clave en la reducción de los accidentes de tráfico. Y añadiremos que son también numerosos los foros técnicos de gran calidad en los que hay nula, o muy escasa, presencia de técnicos de las distintas administraciones con competencias en materia de seguridad en el tráfico. Sí que es cierto que muchos de los responsables de estas administraciones están presentes en los distintos actos de inauguración o clausura de estos foros, pero se echa en falta la presencia de una Administración que escuche a quienes tienen tantas cosas útiles que contar. El problema de luchar contra los accidentes sin conocer sus causas Es muy importante -por motivos morales y por motivos técnicos- que los accidentes de tráfico sean estudiados en profundidad. No se incidirá en las cuestiones morales, fundamentalmente porque es un aspecto que ya ha calado en la Sociedad. En cualquier caso, nunca está de más volver a reivindicar, en el nombre de todas las víctimas de accidentes de tráfico y de sus familias, el derecho a saber por qué se produjo el accidente en el que se vieron inmersos; el derecho a saber qué falló y qué originó ese accidente concreto; 30 el derecho a saber si alguien, a nivel personal o institucional, actuó negligentemente; el derecho a saber si esas circunstancias que degeneraron en el accidente pudieron ser gestionadas más eficazmente, de forma que el accidente pudiera haber sido evitado. Y esto, tanto en el accidente de autobús que se cobra veinte vidas, como en el accidente de ciclomotor ocurrido en la más solitaria carretera. Desde otra perspectiva, indica la lógica que para luchar contra los accidentes de tráfico, la primera tarea que se debería acometer sería la de investigar en profundidad y de forma independiente los detalles técnicos de los accidentes de tráfico. Éste es el único camino que se puede emprender para conocer las causas (no los factores concurrentes) que los originan. Sin embargo, los accidentes de tráfico en España sólo se investigan de forma anecdótica desde nuestras Instituciones, sin que exista perspectiva de que esta situación vaya a cambiar a corto o medio plazo. El alcance del trabajo realizado por las fuerzas instructoras de atestados suele limitarse a recopilar los datos más relevantes de los accidentes de tráfico (declaraciones, identificación de personas y vehículos, huellas, daños en los vehículos, etc.), normalmente para utilizarlos como justificante de la violación de algún precepto legal. Juan José Alba – Alberto Iglesia – Mª Ángeles García Romanos Y también es habitual que la propia Dirección General de Tráfico confunda causas con factores concurrentes, tal y como sucede, por ejemplo, en nota de prensa de 11 de noviembre de 2008, donde se dice que la distracción “aparece como factor concurrente en un 38% de los accidentes con víctimas”, a la vez que en esa misma nota también se dice que las distracciones “son la segunda causa de siniestralidad vial en nuestro país”. Volviendo a la labor realizada por las fuerzas instructoras de atestados, debería trabajarse sobre la muy dispar formación de sus integrantes quienes, en general, carecen de determinados medios técnicos que a día de hoy son elementales para garantizar unos mínimos de calidad. Técnicas como la fotogrametría digital, la medición de deformaciones en vehículos mediante escáner tridimensional, la aplicación de microscopía óptica o electrónica al análisis de materiales, u otras [8][9], debería estar al alcance de todos los agentes instructores de atestados y no sólo de unas pocas unidades de muy alta formación cuya intervención queda reservada a sólo unos pocos casos, en comparación con el total de accidentes graves. Esta situación debe cambiar porque, mientras no se investiguen las causas de los accidentes de tráfico las administraciones responsables seguirán trabajando para paliar los síntomas de los accidentes (una especie de “bajar la fiebre” o “quitar el dolor”, pero en el ámbito del tráfico), sin entrar en las cuestiones de fondo y realizando planteamientos inexplicables sobre las causas de los accidentes, tal y como podemos encontrar en la Guía de Prevención y Comportamiento ante el Accidente de Tráfico [7], editada por la Dirección General de Tráfico: “Aunque las causas que originan los accidentes a menudo no pueden conocerse o consisten en la suma de diversos factores (entre los que indudablemente se encuentra el azar), existen una serie de precauciones a tener en cuenta (antes y durante la conducción) que hacen menos probable el accidente.” Figura 2. Análisis del tipo de rotura de un cinturón de seguridad. Técnica y accidentes de tráfico: mucho por hacer 31 h) Contribuir a la conservación del medio ambiente, evitando la contaminación. ... Desde luego que es admirable el esfuerzo personal por cuidar el medio ambiente, pero no parece que la redacción de este punto haya sido gestada en una comisión técnica especializada en analizar las causas de los accidentes de tráfico. Otros puntos de este artículo 42 son más razonables -no todos, sólo algunos- pero plantean objetivos que el conductor nunca alcanzará durante su proceso formativo. Plantearemos solamente cuatro aspectos que creemos deberían ser inexcusables en la formación de todo conductor. Figura 3. Análisis de filamentos para determinar si la bombilla estaba encendida o apagada en el momento de producirse el accidente. Es necesario que las fuerzas instructoras de atestados reciban formación y medios, y es especialmente necesario que sus actuaciones se desarrollen de acuerdo con protocolos de obligado cumplimiento. Pocas veces podremos encontrar profesionales tan deseosos de realizar un buen trabajo y tan carentes de medios y formación. Formación de conductores Basta observar la redacción del artículo 42 del Reglamento General de Conductores [10], (especialmente de su punto h), para comprobar que no ha habido mucho esmero a la hora de definir, en relación con la seguridad, el objeto de las pruebas de aptitud. La redacción de este punto dice así: “Artículo 42. Objeto de las pruebas de aptitud. Todo conductor de vehículos de motor o ciclomotores deberá poseer, para conducir con seguridad, las aptitudes psicofísicas y los conocimientos, habilidades, aptitudes y comportamientos que le permitan: ... a) Aprender a frenar. De la investigación de accidentes en profundidad se deduce que muchos de ellos podrían haber sido evitados con una correcta maniobra de frenado de emergencia con esquiva, especialmente en vehículos provistos de sistema antibloqueo de frenos ABS. Esta maniobra consiste, a grandes rasgos, en realizar una frenada que confiera al vehículo la máxima deceleración posible, a la vez que se intenta evitar -durante la frenada- la colisión con un obstáculo presente en la calzada. Su correcta ejecución puede ser decisiva para evitar atropellos y otras colisiones. Pero un conductor no recibe esta formación básica para su seguridad. Un conductor, salvo excepción, realizará su primera frenada de emergencia de forma instintiva -pero sin técnica- el primer día que se enfrente a un riesgo de atropello o colisión. Y quizás esa falta de técnica haga que la maniobra no resulte exitosa y el accidente se produzca. b) Salir de un vehículo volcado. Constantemente se nos recuerda que cualquiera de nosotros puede sufrir un accidente en cualquier momento, pero pocas veces se nos dice lo complicado y peligroso que puede resultar salir de un vehículo en determinadas circunstancias. Un ocupante de un turismo que deba salir de un coche volcado se enfrentará al problema de tener que soltar su cinturón de Juan José Alba – Alberto Iglesia – Mª Ángeles García Romanos 32 seguridad. Esto resultará extremadamente complicado, ya que el propio peso del conductor tensará el cinturón y generará una fuerza muy elevada en el mecanismo de cierre. Probablemente resultará imposible liberar el cinturón de seguridad de su cierre pero, si no es así y el conductor consigue desabrochar su cinturón, entonces aparecerá un nuevo peligro, ya que dicho conductor -que en esos momentos puede estar en posición lateral o invertida- puede golpear en mala postura en el interior del coche, pudiendo sufrir graves lesiones en su cuello. c) Cambiar una rueda y poner las cadenas. Un candidato a obtener un permiso de conducción de turismos debería, al menos, ser adiestrado para realizar con corrección técnica estas dos operaciones a las que pueden tener que enfrentarse en cualquier momento, que pueden ser claves para su seguridad y que suelen acometerse por primera vez, probablemente sin éxito, el día en el que surge la necesidad. En cualquier caso, no se considera muy preocupante que un conductor desconozca dónde pueden encontrarse la rueda de repuesto (si es que existe), el gato o la llave. Lo realmente preocupante es que la operación de cambiar una rueda puede ser muy peligrosa si no se realiza con corrección, hasta el punto de cobrarse la vida del conductor. d) Practicar primeros auxilios. De poca utilidad serán nuestros conocimientos sobre primeros auxilios si por primera vez tenemos que ponerlos en práctica en el escenario de un accidente real en el que sea necesario asistir a personas heridas. La formación en primeros auxilios nunca puede ser una cuestión formal o de trámite ya que de esa formación puede depender la vida de una persona. Conclusiones • Investigar los accidentes de tráfico, con rigor y profundidad, debería ser el primer paso lógico necesario para luchar contra los accidentes de tráfico de forma efectiva. Además, es algo que se merece toda víctima. • La formación debe ser inherente a cualquier actividad técnica del ser humano. Conducir requiere un saber y una técnica que no son sustituidas por las “buenas voluntades”. Si aceptamos que toda máquina debería ser manejada por personas formadas, especialmente en cuestiones de seguridad, el mismo principio debería aplicarse a la conducción de automóviles. • La técnica intenta mejorar la seguridad. Las excepciones a la seguridad no responden ni a la razón ni a la ética. • En materia de seguridad, la responsabilidad debería recaer en personas de marcado perfil técnico. La seguridad vial debería estar gestionada por comités técnicos de alto nivel. Figura 4. Un conductor falleció cambiando la rueda de este vehículo. El gato cedió y le aplastó el cráneo contra la barrera metálica. Técnica y accidentes de tráfico: mucho por hacer 33 Referencias [1] www.icao.int [2] Objetivos estratégicos de la OACI para 2005-2010. Adoptado por el Consejo de 17 de diciembre de 2006. [3] www.dgt.es [4] Reglamento General de Circulación aprobado por Real Decreto 1428/2003, de 21 de noviembre [5] Directiva 2003/20/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 8 de abril de 2003 por la que se modifica la Directiva 91/671/CEE del Consejo relativa a la aproximación de las legislaciones de los Estados miembros sobre el uso obligatorio de cinturones de seguridad en vehículos de menos de 3,5 toneladas [6] Circular del Director General de Tráfico, de 19 de julio de 2004, dirigida a “Todos los Jefes Provinciales y Locales de Tráfico” con asunto “Sistemas de Retención Infantiles”. [7] Guía de Prevención y Comportamiento ante el Accidente de Tráfico. Dirección General de Tráfico. 7ª Edición. [8] Accidentes de tráfico: introducción al análisis de deformaciones. Alba, J. J.; Iglesia, A. Editorial Pons. [9] Accidentes de tráfico: inspección del vehículo. Iglesia, A.; Alba, J. J.; Monclús, J. Editorial Pons. [10] Reglamento General de Conductores aprobado por Real Decreto 818/2009, de 8 de mayo. Securitas Vialis (2009) 4:34–44 34 FACTOR HUMANO • HUMAN FACTOR Factors to take in consideration on the driving fitness on driving patients with after-effects caused by a stroke (sometimes called an acute cerebrovascular attack) Factores a considerar en la aptitud para conducir en pacientes conductores con secuelas por accidente cerebro vascular (ACV) Ozcoidi M.1 - Salgado A2 Published October 2009 © Etrasa, 2009 Resumen. Objetivo: estudiar, describir y analizar las deficiencias físicas y psicológicas que van a determinar la aptitud para conducir en pacientes con secuelas por ACV, considerando el Modelo Español de Reconocimiento de Conductores. Metodología. Aplicación de la normativa a pacientes con secuelas por ACV. Resultados: análisis de la gran variedad de factores que pueden determinar la aptitud en este grupo de pacientes-conductores, dependiendo de las secuelas observadas. Conclusiones. Utilizar una adecuada metodología en la valoración puede resolver la dificultad para determinar la aptitud. Palabras Clave. Deficiencias en los conductores con secuelas por ACV, aptitud para conducir tras ACV, paciente conductor con secuelas por ACV. (1) Ozcoidi Val M. Vocal de formación de la SEMT (Sociedad Española de Medicina de Tráfico) Centro de Reconocimiento de Conductores (CRC) HU-1. Pl./ Cervantes 7, bajos. 22003 Huesca Tel. y Fax 974 22 78 24 – e-mail:mozcoidi@semt.es (2) Salgado Gracia A. Servicio de Rehabilitación del Hospital Sagrado Corazón de Huesca. e-mail:asalgadog@aragon.es Summary. Goal: study, describe and analyze the physical and psychological deficits that will determine the ability to drive in patients with CVA after-effects, taking into consideration the Spanish driver assessment model. Methodology. Application of the rules and regulations to the patient with CVA after-effects. Results: Analysis of the wide variety of factors that can determine the ability of these group of patient-drivers to drive, depending on the after-effects observed. Conclusions. Using the adequate methodology in this type of assessment can work out the problems found in determining the ability to drive. Key words. Deficits found in drivers with CVA after-effects, ability to drive after a stroke, patient driver with CVA after-effects. Introducción La valoración de los conductores previa y periódica a la obtención y prórroga del permiso de conducir es un requisito que garantiza la idoneidad del conductor y que supone una medida de actuación preventiva primaria de seguridad vial sobre el factor humano. Ozcoidi M. – Salgado A. 235 El objetivo de la exploración es realizar, individualmente, una valoración del estado psicofísico actual de cada conductor, con arreglo a unos parámetros de normalidad (física y psíquica), obtenidos mediante metodologías adecuadas, utilización de instrumentos y pruebas homologados. Con ello se pretende más que predecir el mayor o menor riesgo potencial de sufrir o producir incidentes, establecer (o prever) el nivel de deterioro de las dimensiones psicofísicas relevantes para un adecuado desempeño de la actividad de conducir, en el convencimiento de la posible influencia de dicho estado sobre la calidad de la conducción (Civera,1998). La aptitud para la conducción de vehículos es un concepto con múltiples vertientes y contenidos, a menudo poco definidos y escasamente estudiados. El término aptitud, en referencia a la conducción, define la capacidad y la disposición del conductor para ejercer esta actividad. En realidad, la aptitud para la conducción de vehículos es la capacidad o idoneidad para el adecuado uso de un vehículo en un entorno vial determinado. El vehículo y el entorno vial pueden variar considerablemente pero, además, este último está sometido a modificaciones constantes a lo largo del tiempo (González Luque, 1997). En nuestro país los encargados de realizar estas valoraciones son los centros de reconocimiento de conductores (CRC) que están dotados de un mínimo equipo multidisciplinar compuesto por oftalmólogo, médico general y psicólogo. Cada uno en su campo debe determinar los aspectos de la valoración correspondientes a los apartados relacionados con su especialidad. Las actuales normativas vigentes sobre aptitudes psicofísicas para conducir (R.D.772/1997 de 30 de Mayo y R.D.1598/2004 de 2 de julio) recogen en 13 apartados (Tabla 1), las enfermedades, deficiencias, trastornos, alteraciones, etc..., consideradas de potencial riesgo vial. 1. Capacidad visual 2. Capacidad auditiva 3. Adecuada funcionalidad del aparato locomotor 4. Adecuada funcionalidad del sistema cardiovascular 5. Adecuada funcionalidad del sistema hematológico 6. Adecuada funcionalidad del sistema renal 7. Adecuada funcionalidad del sistema respiratorio 8. Adecuada funcionalidad del sistema metabólico 9. Adecuada funcionalidad del sistema nervioso 10. Ausencia de enfermedades mentales 11. Ausencia de trastornos relacionados con sustancias (alcohol, tóxicos y medicamentos) 12. Ausencia de alteraciones perceptivo-motoras 13. Ausencia de cualquier otra enfermedad no contemplada en los apartados anteriores que pudiera repercutir en la seguridad vial. Tabla 1. Apartados considerados en las normativas actuales de valoración de conductores (R.D.772/1997 de 30 de Mayo y R.D.1598/2004 de 2 de julio) Introducidos en el campo normativo, planteamos las características de los pacientes conductores afectados por secuelas de accidente cerebral vascular (ACV). Entendemos por enfermedad cerebral vascular (ECV) a toda aquella que, afectando de forma primaria al árbol vascular cerebral, intracraneal, extracraneal, o a la sangre que por él circula, es causa de una disfunción o lesión parenquimatosa (Olivera et al., 2004). En el accidente cerebrovascular agudo (ACV) o ictus (Díez-Tejedor, 2001), se produce de manera aguda una interrupción brusca del flujo sanguíneo a Factores a considerar en la aptitud para conducir en pacientes conductores con ACV una parte del cerebro, dando lugar a la muerte de las células cerebrales y a la pérdida o deterioro de funciones controladas por dicha parte del cerebro. Hablamos de ACV isquémico, cuando un émbolo o trombo obstruye una arteria cerebral y hemorrágico, cuando se rompe bruscamente un vaso cerebral, con lo que la sangre penetra en el tejido cerebral, y la circulación queda interrumpida. La mayoría de los ictus son isquémicos (más del 85-90%) (Díez-Tejedor, 2001) y a su vez se pueden clasificar en: • ACV embólico producido por el paso de un émbolo (pequeño coágulo desprendido), procedente de una zona distante (generalmente desde el corazón o el cuello), hacia una arteria cerebral; a menudo la causa subyacente es una arritmia cardiaca como la fibrilación auricular. Cuando el émbolo llega a una arteria cerebral demasiado estrecha, queda estancado allí y obstruye el paso de sangre a una parte del cerebro. • ACV trombótico debido a un proceso gradual como la aterosclerosis, en una arteria cerebral, que va aumentando el riesgo de ictus trombótico. Si no se trata la placa, puede formarse un trombo que obstruye aún más la arteria. La incidencia anual de ictus en España es de aproximadamente 150 por 100.000 habitantes (Pérez Sampere,1999) y auque la mortalidad por ECV ha disminuido de forma importante en las últimas décadas, en todas las edades y en ambos sexos (Olalla, 1999) se mantiene en la actualidad, como primera causa de muerte en las mujeres y como tercera causa en los varones, tomado como fuente el INE, consultado en: http://www.ine.es/daco/daco42/nombyapel/ nombyapel.htm. Aunque culturas tan remotas como la sumeria-babilónica o la egipcia ofrecen ya descripciones del accidente cerebrovascular (Moreno-Martinez, 2002) es a lo largo del siglo XX y de forma progresiva cuando las patologías cardiovasculares, fundamentalmente la enfermedad isquémica del corazón y la enfermedad cerebrovascular pasan a ocupar los primeros lugares en cuanto a importancia sanitaria y social (Olalla et al., 1999). Y esto es debido a que la ECV 363 tiene un gran impacto no solamente en la vida de los pacientes, sino también en la de sus familias y de la sociedad tanto por la morbimortalidad como por la dependencia que origina. Constituye, para ambos sexos, la primera causa de secuelas neurológicas permanentes (Beguiristain, 2005) y la patología más frecuentemente involucrada en el comienzo de una incapacidad funcional aguda o progresiva en el anciano, especialmente en el varón (Jiménez et al.,1998). La patología ictal es, hoy por hoy, junto con los accidentes laborales, la mayor causa de discapacidad en cualquier sociedad industrializada (Moreno-Martinez, 2002). Todo esto ha originado que los análisis económicos no se centren exclusivamente en el sistema sanitario, como ha sido dominante hasta ahora, sino también en los servicios sociales relacionados con la atención a la enfermedad y sus consecuencias. La retirada del permiso de conducción en los pacientes con secuelas por ACV tiene un impacto negativo, a veces dramático, ligado a una pérdida de autoestima (García, 2000). Para éstos, volver a conducir representa el paso final hacia la independencia e integración en la comunidad. Para determinar la aptitud para conducir en estos individuos, se deberán considerar todas las alteraciones psicofísicas que pueden presentar repercusión sobre la conducción, además de los posibles efectos adversos del tratamiento farmacológico en curso y cualquier otra patología previa o posterior al ACV de las comprendidas en los 13 apartados de la normativa vigente. Será necesario considerar los parámetros de normalidad, de restricción del permiso de conducir y/o adaptación del vehículo y, si fuera preciso, de denegación. Objetivo Estudiar los factores determinantes de la aptitud para conducir en los pacientes conductores con secuelas sensoriales (visuales y auditivas), cognitivas, perceptivo motoras, neurológicas y motoras derivadas de los ACV, después del preceptivo periodo de interrupción del permiso de conducir, y una vez alcanzadas las condiciones de “estabilidad” de las secuelas. Ozcoidi M. – Salgado A. 37 Metodología La consideración de la aptitud para conducir, puede obtenerse tras aplicar los criterios de valoración establecidos en las normativas y el sistema de evaluación recomendado en los protocolos de valoración (Varios, 2002, 2003). Aspectos a considerar Los datos recogidos de la valoración de los conductores en los centros de reconocimiento de conductores deben reunir información del mayor número de condicionantes que puedan interferir en la conducción ya que resultarán de gran ayuda para establecer: recomendaciones, condiciones restrictivas y/o limitaciones en el permiso de conducir y si fuera preciso adaptaciones en el vehículo. La valoración debe seguir tres pasos: 1º.- Determinación de la deficiencia. 2º.- Determinación de la discapacidad. 3º.- Selección de adaptaciones. 1º Determinación de la deficiencia en los conductores afectados por secuelas secundarias a ACV Conducir es una actividad instrumentada de la vida diaria muy compleja que requiere la acción coordinada de diferentes capacidades psicofísicas, como percepción, procesamiento cognitivo, toma de decisiones y ejecución de respuestas precisas (en el tiempo y en el espacio). El Dr. Mirá (Mira, 1922, 1923,1989), impulsor y pionero de la psicotecnia española, describía la actividad de conducir como: “Trabajo psicofísico espacial, variable, de grandes dimensiones, que requiere excelente apreciación de distancias y velocidades; buena sensibilidad articular y muscular; buena percepción del tiempo; atención visual y auditiva extensa, intensa y persistente; excelente control emocional; rapidez y precisión de las reacciones visuomotrices de manos y pies”. La parte más esencial del trabajo de conducción de vehículos no es la parte que podríamos denominar de reacción sino la parte de percepción, incluyendo en ella los actos de asociación de los estímulos percibidos, según determinadas circunstancias y la adopción del movimiento a hacer (es decir, lo que podríamos denominar la parte judicativa del trabajo) (Mira, 1922, 1923,1989). Puede darse la circunstancia de que un conductor que reunía las condiciones adecuadas para conducir en el momento de pasar la revisión médica preceptiva para la prórroga de su permiso, durante el periodo de validez y sin llegar a cumplir el plazo de su vigencia, sufra un ACV y como consecuencia la funcionalidad psíquica-sensitivo-motora se vea disminuida por lo que debería acondicionar su permiso de conducir a su nueva situación, acudiendo a un CRC para ser valorado nuevamente. A esta circunstancia el Reglamento General de Conductores R.D. 772/97 de 30 de mayo en el Capítulo IV, Sección 1ª, Artículo 14.2, refiere: “Los que padezcan enfermedad o deficiencia orgánica o funcional que les incapacite para obtener permiso o licencia de conducción de carácter ordinario podrán obtener licencia o permiso extraordinarios, sujetos a las condiciones restrictivas que en cada caso procedan”. El Artículo 18, refiere: “Cualquier variación de los datos que figuran en el permiso o licencia de conducción deberá ser comunicada por su titular dentro del plazo de quince días, contados desde la fecha en que se produzca a la Jefatura Provincial de Tráfico”. Se consideran diferentes fases en la evolución de los pacientes post-ACV: 1ª, de estabilización médica (primeros días o semanas que suelen coincidir con el periodo de hospitalización), 2ª, de recuperación (la rehabilitación es habitualmente la terapia primordial) y 3ª, de estabilización (frecuentemente a partir del sexto mes) (Sanchez,1996). Es en esta última fase, cuando el paciente conductor tras haber superado los 6 meses preceptivos tras la lesión, que establece la ley, podrá acudir a un CRC para ser valorado. Solamente cuando el paciente conductor esté estabilizado podrá plantearse la reincorporación a la conducción de vehículos. Los déficits presentes en el individuo que ha sufrido un ACV pueden ser múltiples y muy variados y van a depender de múltiples factores, como el tamaño de la lesión, la tipo y topografía, etiología, etc (Jimenez et al., 1998). Factores a considerar en la aptitud para conducir en pacientes conductores con ACV Fundamentalmente nos interesa valorar en el conductor los siguientes aspectos: • El estado mental (orientación, atención, concentración, memoria...), y la comunicación (comprensión, expresión, lectura, escritura) aspectos valorados por el psicólogo del CRC. Las afasias designan las alteraciones del lenguaje relacionadas con una lesión en las áreas cerebrales (Gil, 2002). En las afasias motoras la capacidad para manejar un vehículo no tiene porqué estar mermada pero puede requerirse una adaptación en los test escritos para poder obtener el permiso de conducción. Los afásicos con compresión alterada, pueden no ser capaces de leer y comprender las señales de circulación (García, 2000). Existe una elevada prevalencia de sintomatología psicológica, emocional y conductual asociada a las ECV. Los síntomas neuropsiquiátricos aparecen en más del 50% de las personas que han sufrido un ACV siendo la depresión la alteración afectiva más común durante el primer año con una prevalencia que oscila entre el 18 y el 54% (Olivera et al., 2004). • Las alteraciones perceptivas (sobre todo la percepción visual en la que pueden influir dos factores: la paresia de movimientos oculares por afectación de pares craneales, y la heminegligencia o inatención visual). Los déficits perceptivos, especialmente los visuales, suponen un incremento del riesgo de accidentalidad. Hay descritos múltiples trastornos tras el ictus, pero de todos ellos el más frecuente es la negligencia, considerada más un síndrome que un déficit neurológico, y que hace referencia a la falta de respuesta a estímulos presentes en el lado contralateral al de la lesión cerebral, sin que esa alteración sea atribuible a defectos sensoriales o motores (Bea, 2000). • La sensibilidad de las extremidades (tanto táctil como propioceptiva). • El control motor (debe incluir el control de tronco, el déficit de fuerza en las extremidades, y la espasticidad). 38 La evaluación médico-psicológica de los conductores es una actividad multidisciplinar, que según la normativa española vigente (R.D.772/1997 de 30 de Mayo y R.D.1598/2004 de 2 de julio), requiere la obligatoria colaboración de: oftalmólogo, psicólogo y médico general. Ya que los dos primeros son los responsables de la valoración de sus respectivos campos, nos vamos a centrar en este trabajo en los aspectos sensitivo-motores. Determinar la deficiencia sensitivo motora implica: – Localizarla y delimitarla. – Comprobar la limitación de movilidad según las tablas de referencia (Varios, 2002, 2003). – Explorar los síntomas que la acompañan y su localización. Exploraremos: • Funciones sensitivas y motoras de tronco, EE.SS, y EE.II. • Balance muscular y tono: valoraremos si puede mantener la postura sedente, el agarre del volante y freno de mano, cambio de marchas y manejo de los mandos complementarios y accesorios (cinturón de seguridad, ajuste del asiento, cuadros de luces, ...). • Sensibilidad en manos y pies que permita la ejecución de las maniobras de manera precisa. • Movimientos coordinados de EESS y EEII, con ausencia de movimientos involuntarios que resten precisión a las maniobras. • Ausencia de temblor o fasciculaciones en reposo, al inicio o después de iniciados los movimientos. Consideraremos los factores condicionantes de la deficiencia: • Naturaleza de la deficiencia (si es vascular, neoplásica, etc.) y la evolución de la misma, si es un déficit temporal (reversible) o definitivo (irreversible). Así, por ejemplo, en situaciones de déficit motores reversibles es suficiente con la interrupción del permiso hasta que la situación remita, circunstancia que deberá ser valorada en un CRC mediante Ozcoidi M. – Salgado A. 39 la emisión de un informe de aptitud en el que se refleje tal circunstancia. • Presencia de factores de riesgo que puedan originar un nuevo ACV u otros problemas cardiovasculares (Jover-Saez et al., 1999) (Tabla 2). – Hipertensión Arterial (HTA): conocida o en tratamien- to con antihipertensivos, o presión arterial mayor de 160/90 mmHg al menos en dos determinaciones realizadas una semana después. – Diabetes Mellitus: conocida o en tratamiento con an- tidiabéticos orales o insulina, o glucemia en ayunas >120mg/dl al menos en dos determinaciones una semana después. – Tabaquismo actual: sujeto fumador de más de diez ci- garrillos al día. – Abuso de alcohol: más de 80 gs/día de etanol en varo- nes y 60 g/día en mujeres. – Obesidad: índice de masa corporal > 30 o valoración subjetiva del observador. – Hiperlipemia: valores plasmáticos de colesterol total o triglicéridos superiores a 200 mg/dl. – Cardiopatía: historia de cardiopatía isquémica, valvulo- patía o fibrilación auricular. – Arteriopatía periférica. Historia de claudicación intermi- tente de extremidades inferiores y/ o soplo carotídeo y/ o ECVA isquémica previa. Tabla 2. Factores de riesgo cardiovasculares Además, ante un conductor que ha sufrido un ACV no debemos olvidar los siguientes aspectos: • En nuestro entorno son más discapacitantes las deficiencias motoras del hemicuerpo derecho que las del izquierdo, tanto superior como inferior, debido a la situación del volante y el resto de dispositivos de mandos condicionados a circular por la derecha. • La libertad de movimientos que facilita el vehículo a las personas con necesidades especiales es un tema en constante revisión por grupos de expertos, en los que tienen cabida las opiniones de los propios discapacitados, ingenieros, médicos valoradores y diferentes especialistas (traumatólogos, rehabilitadores, neurólogos, reumatólogos), psicólogos, fisioterapeutas, fabricantes de vehículos, representantes de la administración en temas de tráfico, representantes políticos con responsabilidades en áreas sociales, etc. • La espasticidad se define como un trastorno motor caracterizado por un aumento en la resistencia al estiramiento pasivo de los músculos, velocidad dependiente, y que forma parte del síndrome de la motoneurona superior (López de Muniaín, 2000), (Rodríguez et al., 2005). Diversos autores han señalado la existencia, todavía, de una escasa información sobre su incidencia y prevalencia tras un ACV (Cramer, 2004). Sin embargo, estudios recientes establecen una prevalencia de espasticidad a los 12 meses tras el ACV de un 38% (Watkins et al., 2002). Afecta de forma característica a los músculos antigravitatorios, es decir, flexores en la extremidad superior y extensores de la extremidad inferior (patrón típico de afectación) (López de Muniaín, 2000). Aunque en ciertas ocasiones puede considerarse útil, en la mayoría de las ocasiones constituye un problema ya que interfiere con la actividad voluntaria, favorece el desarrollo de deformidades osteoarticulares y produce dolor. Ello origina una peor capacidad funcional objetivada en alguna serie de sujetos (Watkins et al., 2002). En la extremidad superior la espasticidad es uno de los factores implicados en el dolor de hombro y dificulta las actividades que exigen la elevación del brazo. A nivel más distal en los flexores puede obstaculizar la extensión activa de la muñeca y de los dedos, impidiendo la liberación voluntaria de la prensión de la mano y la posición funcional de la muñeca para la misma. En la extremidad inferior la espasticidad contribuye a una escasa o nula flexión de rodilla y la afectación de los flexores plantares e inversores del tobillo dificultando el apoyo plantígrado (López de Muniaín, 2000). Factores a considerar en la aptitud para conducir en pacientes conductores con ACV • Los tratamientos utilizados en estos pacientes, requieren emplear varias terapias. Los fármacos más utilizados por vía oral son el diacepam, el baclofén, la tizanidina, etc. (López de Muniaín, 2000), (Rodríguez et al., 2005). Todos ellos pueden presentar como reacciones adversas para conducir: sedación, letargo, confusión, etc. • El dolor de hombro es un problema frecuente en las personas que han sufrido un ACV con una incidencia que varía entre un 16 y un 84% (García, 2000). La etiología todavía es discutida aunque se consideran tanto la existencia de factores previos (por ejemplo la lesión de manguito de rotadores) como posteriores al ACV (subluxación glenohumeral inferior, espasticidad, distrofia simpáticorrefleja, etc) (García, 2000). Un individuo con dolor en el hombro parético tendrá mayores dificultades en la movilización de esa extremidad. 2º Determinación de las discapacidades en los conductores afectados por secuelas secundarias a ACV La discapacidad es definida por la Organización Mundial de la Salud (OMS), según la Clasificación Internacional de las Deficiencias, Discapacidades y Minusvalías, como toda limitación que puede encontrarse en la realización de una actividad de la vida cotidiana (Charpentier, 2000). Al igual que hemos realizado anteriormente, si nos centramos en los problemas sensitivo-motores, los pasos a seguir ante un conductor van a ser los siguientes: • Definir que tareas de la conducción se ven afectadas por los déficit (controlar la dirección del vehículo, embragar, frenar, acelerar, mantener la posición sedente y la cabeza erguida sin adoptar posturas que pudieran originar fatiga fácil, utilizar el freno de mano, etc.). • Definir qué mandos no pueden manejarse adecuadamente (volante, freno de pie y mano, acelerador, dispositivos auxiliares, etc.). Los movimientos que intervienen en el manejo del vehículo en general, no comprometen la totalidad 40 del rango de movilidad de las articulaciones, por lo que un déficit motor puede no corresponderse necesariamente con una discapacidad para conducir. El concepto de funcionalidad “motora” para conducir, actualmente sigue una selección negativa, es decir, excluye solamente los casos en los que la discapacidad imposibilita para manejar cualquier mando del vehículo sin garantías de seguridad, una vez comprobado que el déficit no puede ser suplido por ninguna adaptación. Algún estudio de nuestro medio ha observado, durante el seguimiento del individuo hemipléjico tras el ACV, un incremento de la discapacidad respecto al nivel funcional conseguido al alta hospitalaria (Duarte et al.,1996), por lo que la revisión periódica en CRC debería ser considerada siempre. Es decir, la aptitud del conductor se puede modificar porque la discapacidad puede ser dinámica. No siempre un determinado déficit ocasiona discapacidad para conducir, incluso el mismo déficit puede provocar discapacidad variable en conductores diferentes. Ello es debido a la existencia de factores condicionantes de la discapacidad como son: • Edad: en general ante déficits semejantes a mayor edad la capacidad de recuperación es menor y por tanto el déficit resultará más discapacitante. • Tiempo de instauración del déficit: los procesos agudos generan habitualmente una mayor discapacidad que los crónicos. • Factores psicológicos o de personalidad del conductor: un perfil optimista puede favorecer una mayor motivación y una menor discapacidad. • Capacidad funcional del sujeto: Hay que interrogar sobre la existencia de limitaciones en actividades del cuidado personal, laborales, deportivas, etc., analizar la existencia de movimientos compensatorios, el empleo de ayudas técnicas, ortesis o prótesis, etc. • Comorbilidad y/o complicaciones asociadas. Los pacientes que han sufrido un ACV pueden padecer con más frecuencia infecciones respiratorias y 41 urinarias, subluxaciones de hombro, osteoporosis en el lado parético por la inmovilidad, etc. • Consumo de medicamentos con efectos adversos sobre la capacidad para conducir (por ejemplo, aumento en el tiempo de reacción y alteraciones de la coordinación motora, etc.) que, estando indicados en el tratamiento de las secuelas y en la prevención de los factores de riesgo cardiovascular, pueden interferir en la seguridad vial (Del Río et al., 2001). • Recursos socio-culturales y económicos: lugar de residencia (rural, urbano...), la necesidad de utilización del vehículo (desplazamientos laborales, ocio, labores agrícolas, etc.), la situación económica, las cargas familiares, las expectativas, etc. Individualizar la evaluación supone valorar las condiciones particulares de cada conductor referentes a su estado de salud y a su capacidad para conducir (González-Luque, 2004). Sería deseable la canalización de información acerca del riesgo vial que pueden presentar los pacientes conductores de determinadas patologías hacia organismos encargados de determinar la idoneidad para conducir, mediante sistemas similares a los de otros países de nuestro entorno como The Driver and Vehicle Licensing Agency, que puede ser consultada en http://www. dvla.gov.uk/medical.aspx. Por otra parte, sería conveniente que los profesionales de los CRC conocieran las escalas de valoración funcional más utilizadas en la práctica clínica (como el índice de Barthel y el FIM o Medida de la Independencia Funcional) (Gómez et al.,1994), (Mirallas et al., 2003) en la medida en que los informes que pudieran recibir de centros o servicios de rehabilitación pueden orientarles sobre las capacidades funcionales de dichos pacientes conductores. Las escalas de valoración funcional surgen de la necesidad de disponer de métodos válidos y fiables que nos permitan expresar los resultados clínicos de un modo uniforme, objetivo y medible. Con ellas podemos cuantificar la repercusión o consecuencias de la enfermedad, establecer categorías de incapacidad o minusvalía y documentar sus variaciones de forma clara y reproductible (Flórez et al., 1994). Ozcoidi M. – Salgado A. Las actividades básicas de la vida diaria (AVDB) se definen como aquellas funciones físicas diarias o rutinarias necesarias para vivir y entre las que se incluyen el vestido, baño, uso del váter, transferencias, alimentación, continencia y movilidad en interiores. Estas AVDB no son sino una parte, aunque básica y fundamental, de la función física global que es necesaria, en general lograr superar, para poder participar en otros niveles más complejos de actividades personales y sociales (Valverde et al., 1994), las consideradas AVD instrumentadas entre las que destacaríamos el poder conducir un vehículo, como una actividad instrumentada de gran complejidad. 3º Selección de adaptaciones en los conductores afectados La selección de las adaptaciones supone elegir las posibilidades de modificación, rectificación, etc., de los mandos y dispositivos del vehículo, hasta conseguir la facilitación de uso del mismo. Las tablas de la UPV (Dols, 2008) relacionan cada deficiencia con su posible discapacidad y ésta con las posibles adaptaciones “teóricas” del vehículo, tanto para deficiencias únicas como para deficiencias combinadas. La relación deficiencia-discapacidadadaptación en los supuestos de deficiencias completas de un segmento o de una extremidad concreta está muy facilitada mediante la utilización de dichas tablas. Pero las secuelas sensitivo-motoras de ACV, en general, van a necesitar la consideración de los factores que hemos planteado anteriormente para determinar la discapacidad. Los simuladores-evaluadores de conducción son una herramienta de evaluación de gran utilidad, tanto para comprobar las adaptaciones propuestas cuando es posible su determinación, como cuando la valoración de la discapacidad es imprecisa y requiere comprobaciones funcionales complementarias. Los simuladores de conducción están dotados de versatilidad suficiente como para poder manipular sus elementos con múltiples adaptaciones, de tal manera, que pueden probarse las capacidades del conductor con garantía de funcionalidad. De esta forma per- Factores a considerar en la aptitud para conducir en pacientes conductores con ACV 42 miten, por ejemplo, no sólo adaptar un determinado mando sino ajustarlo y regularlo a una determinada distancia, altura, presión, etc., y también comprobar el manejo en diferentes hipotéticas situaciones, apreciando en ellas variables psicométricas de tiempos de reacción, resistencia a la fatiga, coordinación y velocidad de anticipación, etc. • El control preventivo de los factores de riesgo podrá garantizar las condiciones de estabilidad y evitar recidivas. El último trámite que debe pasar un conductor con déficits motores que afecten a la capacidad de conducir es un examen práctico con un vehículo adaptado a su discapacidad en el que deberán estar presentes un responsable de tráfico y un médico designado por el servicio de salud de la autonomía correspondiente. • La valoración de un conductor con secuelas derivadas de ACV es un claro ejemplo de colaboración interdisciplinar en un CRC en donde es necesaria la evaluación de los tres profesionales integrantes del centro (médico general, psicólogo y oftalmólogo) para determinar la aptitud para conducir. En nuestro medio los conductores discapacitados se encuentran con la gran dificultad de la falta de disposición de vehículos de autoescuela adaptables a las múltiples discapacidades de los posibles alumnos. Muchos de ellos deben optar por adquirir su propio vehículo y adaptarlo a sus propias condiciones. Existen ayudas económicas para los conductores con necesidades especiales que pueden ser consultadas en los Servicios Sociales de las diferentes Comunidades Autónomas. • Determinar en qué medida afecta a la capacidad para conducir cualquier déficit secundario a ACV es responsabilidad de los profesionales de los CRC. Éstos pueden complementar la información (según establece la normativa española vigente) mediante petición de informes de colaboración a diferentes especialistas que traten o hayan tratado al pacienteconductor. Conclusiones • La valoración encaminada a determinar la aptitud para conducir requiere considerar los aspectos médicos, psicológicos y los criterios normativos vigentes al respecto. • Un conductor que obtuvo o prorrogó su permiso de conducir en condiciones ordinarias (normales) y como consecuencia de un ACV ha perdido tales condiciones deberá ser valorado de nuevo en un CRC para determinar las condiciones de su permiso. • La normativa establece un periodo mínimo de 6 meses tras haber sufrido un ACV para poder valorar nuevamente la aptitud para conducir. • La secuencia a seguir en la valoración debe comprender: 1º concretar deficiencias, 2º concretar discapacidades, 3º considerar los factores condicionantes de la deficiencia y la discapacidad, 4º seleccionar si procede adaptaciones en el vehículo, 5º comprobación práctica de las adaptaciones (mediante simuladores o conducción real), 6º aconsejar estrategias de conducción en función de los déficits hallados. Recomendaciones a los pacientes conductores X Tras un ACV recomendar siempre la consulta previa a un CRC antes de volver a conducir. X El alcohol puede precipitar la aparición de efectos secundarios no deseados si se consume a la vez que la medicación que le ha sido prescrita. X Evite periodos de conducción ininterrumpida superiores a 1 hora. X Mantenga las condiciones ambientales del vehículo (temperatura, ruidos…) con el fin de evitar cansancio fácil y molestias posturales que pudieran causar distracciones. X Utilice calzado que sujete el pie para evitar deslizamientos que puedan provocar descontrol de embrague, acelerador y freno. Ozcoidi M. – Salgado A. 43 X Planifique los viajes, procure ir acompañado y evite la conducción nocturna. Mantenga los horarios habituales de descanso, comidas, y tomas de medicación. Civera, C., Esteban, C. y Alonso, F. (1998). El Psicólogo Español ante la prevención de los accidentes de tráfico. Un modelo de actuación para una historia (1-24). En Montoro, L., Tortosa, F y Sanmartin, J. (Eds). Curso de Psicología para Postgraduados Específico sobre: Reconocimiento de Conductores y Permisos de Armas. Valencia. General Asde, 2, 1-24. X Procure conducir en recorridos conocidos, evitando horas punta, trayectos complicados (con mucha densidad circulatoria, múltiples entradas y salidas…) y condiciones climatológicas adversas (niebla, nieve, lluvia, tormentas…). Charpentier P, Aboiron H. (2000). Classification internationale des handicaps. Encycl Méd Chir (Editions Scientifiques et Médicales Elsevier SAS. Paris), KinésithérapieMédecine physique-Réadaptation, 20-006-B-10, 6p. X Extreme la precaución en cruces, intersecciones, e incorporaciones a carriles rápidos. X Evite maniobras forzadas, adelantamientos arriesgados e innecesarios. X Mantenga la velocidad adecuada, sin rebasar el límite permitido en su permiso de conducir, en ningún caso superar los 120 Km/h. Cramer SC. (2004). Spasticity after stroke: what´s the catch? Stroke ,35, 139. Del Río, M.C., Álvarez, F.J. y González-Luque, J.C. (2001). Guía de prescripción farmacológicas y Seguridad Vial. D.G.T. Artes gráficas Gala S.L. Madrid. Díez-Tejedor E, Del Brutto O, Álvarez-Sabín J, Muñoz M, Abiusi G.(2001). Clasificación de las enfermedades cerebrovasculares. Sociedad Iberoamericana de Enfermedades Cerebrovasculares. Rev Neurol, 33, 455-64. Dols UPV Dols.J. (2001). Tablas Relacionales de Adaptaciones de Mandos. Laboratorio de Automóviles U.P.V. Valencia. Duarte E, Muniesa JM, Belmonte R, Escalada F. (1996). Deterioro funcional del hemipléjico tras el alta hospitalaria. Rehabilitación (pp. 321-326). Madrid. Bibliografía Flórez M, García F. (1994). Importancia de una valoración funcional estandarizada. Rehabilitación, 28,371. Madrid. Bea M. (2000). Dificultades perceptivas y cognitivas en personas con ictus cerebral: detección y estrategias de compensación y superación. Rehabilitación, 34, 468-482. García MC. (2000). 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