REVISTA ELECTRÓNICA DE PSIQUIATRÍA Vol. 2, No. 4, Diciembre 1998 ISSN 1137-3148 El trastorno de conducta en la infancia como precursor del trastorno antisocial del adulto. Estudios de seguimiento a medio y largo plazo. Necesidad de programas preventivos. A. Agüero Juan Prof. Titular de Psiquiatría de la Facultad de Medicina. Jefe de Sección de Psiquiatría Infantil del Hospital Clínico Universitario. Valencia (España). ARTÍCULO ORIGINAL [Resumen] [Abstract] 1. Planteamiento del problema. 2. Valoracion y discusion de los resultados de los estudios de seguimiento del Trastorno de Conducta en la Infancia a medio y largo plazo. 3. Técnicas preventivas. Correspondencia: Dr. Antonio Agüero Juan Avda. Barón de Cárcer, 24, pta. 21 46001 Valencia (España). Tel.: +34 96 391 47 83 1. Planteamiento del problema El estudio del Trastorno de Conducta o Disocial (término utilizado en la clasificación CIE-10) de inicio en la etapa infantil y en la adolescencia, nos lleva a considerar el origen de la agresividad y la violencia en estas edades, generalmente ligado a situaciones ambientales y sociofamiliares. De hecho, las hipótesis más utilizadas se basan en el aprendizaje social que el niño hace de la violencia, y que suele tener su máxima expresión en el seno de los llamados ambientes de desventaja social crónicamente mantenida. Estos comportamientos disociales y violentos tienen una prolongación y en muchas ocasiones consolidación durante la etapa adolescente, concretándose en la edad adulta en un trastorno de personalidad antisocial. Encontramos entonces una clara línea de continuidad entre la violencia infantil y la del adulto, en muchos casos con un origen social previsible y por tanto sujeto a normas de prevención. Por otro lado se establece un nexo de unión entre la patología disocial infantil y los trastornos de personalidad del adulto (antisocial, límite...). Pretendemos en este articulo llamar la atención sobre estos hechos, valiéndonos para ello de la exposición de los principales estudios de seguimiento a largo plazo realizados y que hacen una valoración de los factores de riesgo y de protección, que hacen que los trastornos comportamentales en la infancia, prácticamente en la mitad de los casos evolucionen en la edad adulta de forma negativa, así como los factores de protección que adecuadamente potenciados pueden suponer una buena técnica para prevenir estos problemas, que a nivel terapéutico ofrecen unos resultados pobres y en todo caso inciertos. Sabido es que los Trastornos de conducta en la infancia y adolescencia vienen definidos en la DSM-IV, por la presencia de: A) Un patrón repetitivo y persistente de violación de los derechos básicos de las personas y de las normas socialmente establecidas. B) Por un deterioro significativo en todos los ámbitos de sus actividades (hogar, colegio, compañeros, comunidad...). C) Por unas conductas no apropiadas a la edad y nivel de desarrollo del niño, siempre considerado por debajo de los 18 años. D) Se distingue por su especial mal pronostico el inicio antes de los diez años. E) Se establecen tres niveles de intensidad sintomatológica, siendo Leve si se dan tres criterios, Moderado si son seis y Grave ante los nueve criterios mencionados en el manual de uso. Se han considerado en las últimas clasificaciones una serie de circunstancias que ayudan a la elaboración diagnostica y terapéutica, como son el carácter socializado o no socializado del niño, el hecho de actuar de forma solitaria o de forma grupal que entraña otras expresiones y motivaciones de su agresividad, o del hecho de presentarse localizada en el ambiente familiar, al tiempo que se comparan en su inicio y posterior evolución con cuadros clínicos diferentes como son el Trastorno de por Déficit atencional con Hiperquinesis y con el Negativismo Desafiante. Clásicamente se ha considerado en estos trastornos comportamentales que el diagnostico resultaba fácil, las respuestas a las técnicas educativas y terapéuticas escasa y las técnicas preventivas esperanzadoras. 2. Valoracion y discusion de los resultados de los estudios de seguimiento del Trastorno de Conducta en la Infancia a medio y largo plazo. Agruparemos los estudios de seguimiento a largo plazo para su mejor exposición, según sean realizados utilizando muestras clínicas y situaciones de alto riesgo para la patología que nos ocupa, o por el contrario aquellos estudios que emplean población normal y están realizados en la comunidad. 2.1. Muestra Clínica. Tabla I - Estudios de seguimiento en diversas muestras clínicas. Autores y resultados. AUTOR ROBINS, 19661 RESULTADOS 1. Continuidad psicopatológica en un 37 %. 2. Elevada Comorbilidad. Muestra: 500 niños. Seguimiento: 30 años Child guidance St. Louis. RUTTER, 19902 Hogares de acogida. 1. Desventaja social crónica. HARRINGTON, 19913 Maudsley Hospital. 1. Elevadísima continuidad y comorbilidad. FERGUSON, 19944 1. Comorbilidad con Oposicionismo desafiante y con Trastorno Hiperquinético. Muestra: 1265 niños. Seguimiento: 15 años . N. Zelanda. HERRERO, 19945 Muestra: 66 ADDH. Seguimiento: 15 años. Canadá. STORM-MATHISEN, 19946 Muestra: 75 Tr. Conducta. Seguimiento.. 20 años. Oslo. 1. Un grupo de ADDH (30%), continuidad con Tr. Antisocial, persistencia de hiperactividad (70%) y alta comorbilidad con tr. Mentales (90%). 1. Continuidad en un 33 %. 2. Elevada comorbilidad con Tr. Ansiedad y Abuso de alcohol y tóxicos. FRIED, 19957 Muestra: 242 niños Seguimiento: 30 años. Estocolmo. 1. Continuidad en un 45 % de varones y 11 % de mujeres. 2. Elevada comorbilidad con abuso de alcohol. BLACK, 19958 1. Continuidad en un 45 %. 2. Elevada tasa de defunciones 24%. 3. Comorbilidad con abuso de tóxicos y Tr. Emocionales. Muestra: 71 Tr. Conducta. Seguimiento: 29 años. Iowa. THOMSEN, 19969 Muestra: 312 Esquizofrenias. Seguimiento: 20 años. Dinamarca. 1. Elevada tasa de errores diagnósticos en Esquizofrenia 1º brote, a favor de Trastorno Antisocial y Límite. En la tabla I se esquematizan los autores y los resultados de investigaciones llevadas a cabo en diversas y variadas muestras extraídas de la clínica. Quizá los estudios más clásicos y novedosos por su amplitud en el estudio y por su metodología rigurosa, fueron los realizados por Robins1 en St. Louis, sobre casi 500 niños estudiados y diagnosticados en una Institución de Orientación Infantil y con un período de seguimiento de treinta años. Fueron muy relevantes y significativas sus conclusiones al estimar que el trastorno conductual diagnosticado en la infancia se prolongaba y agravaba en el período adulto en un 37 % de los casos en forma de Trastorno antisocial, pero que en todo caso evolucionaba con grandes dificultades de adaptación social, bajo rendimiento laboral, actitudes de negligencia con los hijos. Encontraba como dato a tener en cuenta el elevado abuso de alcohol sobre todo en aquellos trastornos que cursaban con ansiedad. El curso natural de estos trastornos parecía estar influenciado positivamente, como factor de protección, por la existencia de una esposa estable, por el apoyo de padres y hermanos y por unos períodos "cortos" de encarcelamiento en el caso que se presente esta situación. Rutter2, estudiando niños de alto riesgo social, procedentes de Hogares de Acogida, resaltaba la importancia que tienen como factor de riesgo lo que conoció con el nombre de situaciones de "desventaja social crónicamente mantenida". Harrington3, basándose en una muestra clínica procedente del Hospital Maudsley, encontraba una elevadísima continuidad del Trastorno Disocial en la Infancia con las edades adultas y al mismo tiempo la alta Comorbilidad con otros Trastornos psiquiátricos y la influencia negativa de este hecho. Ferguson4 estudia en N. Zelanda una población de 1265 niños desde recién nacidos hasta los 15 años de edad. De su estudio complejo desde el punto de vista metodológico y estadístico, es interesante la valoración comparativa que realiza sobre un grupo de niños con Trastornos de conducta encubierta manifestada por robos sin confrontación con la víctima, fugas de casa, mentiras, Trastorno de conducta manifiesta en donde son evidentes la agresión y la violencia, Oposicionismo Desafiante y Trastorno Hiperquinético. Considera por una parte oportuno el mantener la separación de estos síndromes como cuadros clínicos diferentes, pero al mismo tiempo establece una serie de paralelismos, coincidencias y diferencias. Así encuentra como el Oposicionismo Desafiante sin trastorno Hiperquinetico asociado, supone un elevado riesgo para en el futuro padecer un Trastorno antosocial, pero en menor proporción para sufrir un fallo en rendimientos académicos. Por contra el Trastorno Hiperquinetico cuando se presenta sin Oposicionismo Desafiante supone un elevado riesgo para presentar un fallo en rendimientos académicos pero no para sufrir un Trastorno antisocial. De su trabajo se desprende igualmente la elevadísima comorbilidad de los Trastornos conductuales, tanto si se presentan en forma encubierta o manifiesta con los dos cuadros clínicos antes mencionados. Abundando y profundizando sobre las relaciones de los trastornos conductuales y los síndromes hiperquinésticos, Herrero5, en un estudio realizado en Canadá, sobre un grupo de 66 niños con Trastorno por déficit atencional con hiperquinesis, y tras 15 años de seguimiento, identifica entre ellos mediante una análisis factorial, cuatro formas evolutivas diferentes, entre la que cabe destacar uno de los grupos evolutivos, que suponen en 30% de la muestra total y en el que se establece una continuidad con los trastornos antisociales adultos, siendo el grupo de peor pronostico pues además en él persiste la hiperactividad en el 70% de las ocasiones y además se da de hecho una comorbilidad en el 90 % con otros trastornos, diferenciándose así de los otros tres grupos en donde los trastornos antisociales no se prolongan más allá de la adolescencia, la hipercactividad tiene una menor continuidad aunque esta presente y en donde la comorbilidad con otros trastornos psiquiátricos o no existe o es inferior. De esta forma se describe un subtipo clínico dentro de los trastornos hiperquinéticos muy importante de identificar desde el punto de vista clínico por su mal pronostico. Sobre estos datos establece unas conclusiones importantes en el plano de la prevención como son: 1) La hiperactividad es un factor de riesgo para el trastorno antisocial en poblaciones varones, no demostrado en mujeres. 2) La ausencia de sintomatología psiquiátrica detectable mediante la BRPS (Behavior related Problems scale) en la primera evaluación infantiles considerada como un factor de buen pronóstico en la evolución futura, sin embargo su presencia no es predictiva de futuras conductas antisociales. 3) En los niños con Trastornos por déficit atencional con hiperquinesis y agresividad, con síntomas iniciales en la escala BRPS y por tanto con elevado riesgo al trastorno antisocial, actúa como factor de protección la buena salud mental existente en el ámbito familiar. En ambos estudios4, 5, las poblaciones de seguimiento son escasas en su numero, pero su metodología rigurosa y concordante en sus resultados. StormMathisen6, estudian en la ciudad de Oslo, y con un seguimiento de 20 años, a una población de 75 niños con Trastornos de conducta infantil equilibrado en su proporción de sexo (48 % de varones), y que en un 33 % de los casos prolongan este diagnostico en la edad adulta en forma de Trastorno Antisocial que ocurre en una proporción doble en varones que en mujeres, al tiempo que muestran una elevadísima comorbilidad con Trastornos de ansiedad, abuso de tóxicos y de alcohol. En el 47 % de los casos presentan una evolución favorable hacia la normalidad, y en el resto de los casos encuentra diagnósticos variados, lo cual supone en definitiva que cuando se analiza el funcionamiento social final, es calificado como medio o malo en un 53 % de los casos. Fried7, recoge los resultados obtenidos en una muestra de 242 niños diagnosticados de psicópatas e internados con finalidades terapéuticas en una institución de Estocolmo en 1930, tras una evolución de 30 años, y a pesar de que los diagnósticos fueron previos a las clasificaciones públicas por consenso actuales, se obtienen unos cursos evolutivos desfavorables, es decir en forma de Trastornos antisociales en el 45 % de varones y en el 11 % de las mujeres, se describe igualmente una elevada comorbilidad con abuso en consumo de bebidas alcohólicas y todo ello a pesar de encontrase en lo que por aquella época era una institución modelo en el tratamiento precoz de estos trastornos conductuales en la infancia. Black8, estudia a 71 trastornos de conducta en la infancia, con un período de seguimiento de 29 años, procedentes de un Hospital psiquiátrico de Iowa, durante el período de 1945-1970 obteniendo unas cifras similares a las descritas, así en el 42 % de los casos persiste el trastorno antisocial en el adulto, existe una mejoría sin remisión completa en el 31 % de los casos en línea con resultados de otros estudios1, 6, 7y una remisión completa en el 27 %. Se describe igualmente una elevada comorbilidad con el abuso de bebidas alcohólicas, tabaco, trastornos de ansiedad y depresivos, coincidiendo con otros estudios1, 3, 6, 7. En este seguimiento de relata la elevadísima tasa de defunciones que alcanza hasta un 24 %, contando que las edades tope del estudio se sitúan a los 45 años. Thomsen9, realiza un estudio de 20 años de seguimiento, en Dinamarca y comprendido entre 1970-1993, en donde se valoran las evoluciones de 312 Esquizofrenias hospitalizadas en el primer brote y en donde los resultados finales ofrecen la sorpresa de encontrar una proporción elevada de Trastornos antisociales y trastornos limites de personalidad que ofrecieron en su inicio este diagnostico equivocado. Por nuestra parte, Agüero y cols.10, 11, en un estudio comparativo realizado sobre dos muestras de características socioeconómicas similares, de adolescentes con trastorno disocial (N=68) y con trastornos afectivos (N=67), que acuden a la Unidad de Psiquiatría Infantil del Hospital Clínico Universitario de Valencia durante los años 1993-1997, obtenemos las siguientes conclusiones: 1) Existe un predominio de varones en los trastornos conductuales (65%), con una proporción varón/mujer de 3/1, dándose la situación inversa en los trastornos afectivos en donde los varones son solamente en 31%. 2) La temporalidad de la sintomatología también es peculiar, por cuanto en la edad adolescente se inician el 70 % de los casos y por lo tanto el inicio prepuberal es inferior aunque de peor pronostico, mientras que en los trastornos afectivos el inicio prepuberal es menor, cuanto apenas el 12 %. La evolución del cuadro clínico es mayor en los trastornos conductuales, apreciándose la continuidad entre la infancia y adolescencia, mientras que esta continuidad no la observamos en los trastornos afectivos que son más fugaces en su tiempo evolutivo. Mientras que el tipo de curso evolutivo en los trastornos conductales es claramente continuo y progresivo y en menor proporción episodico.3) La escolarización muestra unos bajos logros en el 59% de los casos, mostrando especiales dificultades en sus habilidades verbales, lo cual les dificulta a la hora de traducir sus pensamientos y sentimientos en palabras en vez de en acciones. No obtienen satisfacción en su trabajo escolar y viven con frecuencia esta frustración mantenida, siendo en definitiva más conflictivos mostrando en el 46% de los casos, serios problemas de relación en el medio escolar. 4) Los estudios familiares muestran unos antecedentes psiquiátricos personales son elevados y superan el 30 % de los mismos, en todo caso superior a los trastornos afectivos, invirtiéndose los términos cuando hablamos de trastornos psiquiátricos familiares en donde siguen siendo elevados (31 %), pero inferiores a los trastornos afectivos. El estado civil de los padres es similar, dado que en el 74% de ambas muestras los padres están casados y permanecen juntos. El nivel socioeconómico es igualmente similar y en nuestras muestras prevalece el nivel medio-bajo. El modelo de crianza muestra en los trastornos conductuales unas pautas extremas o bien excesivamente duras y rígidas o negligentes, sin supervisión, existiendo un elevado grado de falta de confidencialidad y un ambiente de excesivas disputas. Este modelo no esta presente en los trastornos afectivos. 5) La actitud frente al dispositivo asistencial es diferente, pues muestran una actitud de rechazo-indiferencia y en consecuencia una ausencia de conciencia de enfermedad que supera a más de la mitad de los casos. No es de extrañar que a pesar de la presión familiar para seguir con el tratamiento, la tasa de abandonos es elevada y se sitúa en la mitad de los casos. 6) La valoración global de los resultados, tras cinco años de evolución y con planteamientos terapéuticos de tipo cognitivo-conductual obtenemos una remisión satisfactoria en un 57 % y por lo tanto y de acuerdo con cifras ya mencionadas una evolución desfavorable en el 43 % de la población clínica descrita. Lo cual se encuentra en cifras similares a las expresadas en estudios de seguimiento a largo plazo1, 6, 7, 8. 2.2. Muestra de sujetos normales. Tabla II - Estudios de seguimiento en diversas muestras de población normal. Autores y resultados. AUTOR OFFORD, 199212 Muestra: 4-12 y 8-16. eguimiento: 8 años. Ontario Health Child study. McGEE, 199213 RESULTADOS 1. Continuidad en un 45 %. 2. Comorbilidad de 35 % con ADDH y de 30% con Trastornos emocionales. 1. Continuidad de conductas externalizadas entre los 11 a 15 años. No entre mujeres. Muestra: 1000 niños. Seguimiento: 18 años. Dunedin Multidisciplinary. PULKKINEN, 199314 Muestra: 369 niños. Seguimiento: 27 años. Finlandia. FARRINGTON, 199515 Muestra: 411 niños. Seguimiento: 24 años. Londres. Área obrera. KRATZER, 199717 Muestra: 12717 niños. Seguimiento..30 años. Estocolmo. 1. Edades de mayor incidencia delictiva entre los 16-17 años y luego a los 24 años. No en mujeres. 1. Continuidad en un 37 %. 2. Elaboración de una escala de signos de mal pronóstico. 1. Continuidad entre el 70% de varones y 30% de mujeres. 2. Elevada tasa de mortalidad (8.9%) y comorbilidad. En la tabla II, se citan autores y resultados resumidos de investigaciones llevadas a cabo en el seno de la comunidad. Se trata de estudios epidemiológicos realizados sobre muestras de población normal, entre los que destacamos los realizados por Offord12 en el proyecto Ontario Health child study en niños comprendidos entre los 4-12 y desde los 8-16 años, con un seguimiento de 8 años, y en el que se evidencia la persistencia del diagnóstico de trastorno conductual en el 45 % de los casos desde la primera a la segunda evaluación. Se registra al mismo tiempo una elevada comorbilidad que a estas edades es del 35% con los Trastornos hiperquinéticos y del 30 % con los Trastornos emocionales. McGee13, en N. Zelanda, y dentro del programa de estudio Dunedin Multidisciplinary Health and Development, lleva a cabo un estudio de 18 años de seguimiento (desde los 3 a los 21 años), empleando una cohorte de más de mil niños nacidos entre 1972-73, y en donde se evidencia la continuidad a lo largo de estas edades en las llamadas conductas Externalizadas en la población de varones, sin embargo este fenómeno no se registra en las mujeres. Pulkkinen14, realiza un estudio de 27 años de seguimiento en una población Finlandesa de 369 niños y a partir de los 8 años de edad, llegando a la conclusión que las edades de mayor incidencia para las conductas delictivas tienen un primer momento de acumulación entre los 16-17 años y luego un segundo momento a los 24 años, todo ello referido a la población de varones, señalando al igual que autores antes mencionados, que este fenómeno no se presenta en población de mujeres en donde no existen estas acumulaciones en estas edades. Farrington15, realiza un estudio de características similares al anterior, siguiendo el proyecto denominado Cambridge Study in Delincuent Development and Antisocial Behavior, con un seguimiento de 24 años (desde los 8 a los 32 años) y una población de 411 varones nacidos en 1953, procedentes de un barrio obrero de Londres. Coincide en señalar que la edad de mayor incidencia en la comisión de delitos se sitúa entre los 16-18 años, sin embargo a partir de estas edades y hasta los 32 años edad hasta la que se prolonga el estudio, se aprecia una disminución de la agresividad, las actitudes antisociales y la impulsividad, de hecho, dos tercios de la muestra vivían con una esposa o pareja estable y mostraban una estabilidad laboral, factores estos considerados como de protección de conductas delictivas. Un tercio no obstante habían cometido conductas delictivas y de ellos solamente un 6% eran catalogados como "delincuentes crónicos" y al mismo tiempo responsables de la mitad de los delitos cometidos por toda la muestra. Otro dato relevante es la elevada tasa de mortalidad, pues ocho de ellos habían muerto antes de cumplir los 32 años. Moffit16, hace alusión a los delincuentes crónicos marcados por la persistencia de los delitos a lo largo de la vida, caracterizados por su inicio en edades muy tempranas, para contraponerlo a los "delincuentes ocasionales", de inicio en la adolescencia y limitados en su evolución a estas edades. Kratzer17, estudia a lo largo de 30 años, e Estocolmo, una cohorte de 6449 varones y 6268 mujeres, nacidos en 1953, encontrando una prevalencia del 7.2% en varones y 1.6% en mujeres. Reúne la muestra en cuatro grupos para su estudio: 1) Grupo constituido por niños con Trastornos de conducta detectados solamente en el Colegio (criterio escolar), y en donde posiblemente existía una levada tasa de niños hiperactivos, constituida por 226 varones y 88 mujeres. 2) Grupo de Trastornos de conducta registrados en el seno de la comunidad (criterio social), constituido por conductas perturbadoras en la comunidad, con elevada tasa de problemas individuales y en general baja clase social, formado por 198 varones y 44 mujeres. 3) Grupo constituido por la confluencia de trastornos de conducta con ambos criterios escolar y social, en donde solamente se detectaron 40 varones y 3 mujeres. 4) Grupo que abarca el resto de la población sin Trastornos de conducta, que recoge a 5985 varones y a 6133 mujeres. En estos grupos se evidencia la gran discrepancia existente entre los criterios diagnósticos que afectan a los trastornos de conducta, según sean realizados en el ámbito del medio escolar o según sean vistos en el seno de la comunidad, siendo esto más graves y de mayor persistencia en el tiempo. De todas formas la forma más grave viene dada por la confluencia de ambos criterios, y en ellos se objetiva una continuidad con trastornos antisociales en el adulto que alcanza al 70 % de los varones y al 30 % de las mujeres. Se describe además en este estudio la elevada comorbilidad de estos trastornos antisociales ya en edades adultas, con el abuso de tóxicos y con otros trastornos mentales, hasta el punto de que el 11 % de ellos llegan a requerir una hospitalización psiquiátrica. Igualmente destacan al igual que otros estudios la elevada tasa de defunciones registradas que llegan al 8.9 %. 2.3. Conclusiones de los estudios de seguimiento. 1. Existe una continuidad de los Trastornos de conducta en la infancia hacia la edad adulta en forma de Trastorno antisocial de personalidad, en proporciones que oscilan entre el 33% y el 45 % en poblaciones de varones, y en menores proporciones en mujeres que se encuentran entre el 11 % y el 30 %. Estos límites tan amplios se deben a la naturaleza de las distintas muestras ya sean clínicas o recogidas en población normal, y siempre en estudios de seguimiento longitudinal prospectivo que oscilan entre los 20 y 30 años. 2. Las edades de mayor riesgo para cometer conductas delictivas se encuentran localizadas entre los 16-18 años y luego a los 24 años siempre en población de varones. Este fenómeno no se registra en las mujeres en donde no existen estas edades criticas, presentando una curva más aplanada en su distribución. 3. Se describen unos factores de riesgo socio-familiar, en donde se enfatizan por una parte las situaciones de desventaja social crónicamente mantenida, junto a un modelo educativo anómalo que oscila entre la excesiva dureza y agresividad hasta la negligencia y abandono, con conductas punitivas desproporcionadas y por una falta de supervisión. A esta situación de riesgo hay que añadir a influencia negativa que en su desarrollo tienen las pandillas de compañeros delincuentes. 4. Desde el punto de vista clínico existen unos factores de riesgo que vienen marcados por la existencia de comorbilidad con otros trastornos infantiles como son el Trastorno por déficit atencional con hiperquinesis y el Oposicionismo Desafiante, y en la adolescencia tardía con el consumo de alcohol y tóxicos. 5. Existen formas de comienzo atípico que comienzan bajo apariencias sintomatológicas diferentes, como seria el caso de las Psicosis esquizofrénicas o los Trastornos de ansiedad. 6. En sus formas evolutivas se destaca la elevadísima comorbilidad, superior al 30 % de los casos con Trastornos mentales especialmente trastornos afectivos y abuso de alcohol y tóxicos. Al mismo tiempo se describe una elevada tasa de mortalidad que a los 30 años se llegan a dar citar superiores al 8% en las distintas muestras. Cifras ambas que reflejan el nivel de riesgo psíquico y físico con que viven estas personas. 7. Farrington15 describió en consecuencia unos "Signos de mal pronostico", que ya podrían ser diagnosticados en edades prepuberales y que nos servirán de base para proponer algunos modelos de intervención preventiva. Estos signos de mal pronostico son los siguientes: 7.1. Presencia de Conducta antisocial infantil que incluya agresividad, impulsividad, problemática escolar... 7.2. Baja capacidad intelectual y en consecuencia bajos logros escolares. 7.3. Presencia de Delincuencia familiar, con padres con condenas, hermanos mayores delincuentes y con problemas de conducta... 7.4. Pobreza familiar, con escasos ingresos, familias excesivamente numerosas, desempleo, malas condiciones de vivienda... 7.5. Métodos de educación y crianza no apropiados y extremosos, con disciplina violenta, pobre supervisión, conflictos entre los padres, separación conyugal... 3. Técnicas preventivas. Basándose en las conclusiones obtenidas acerca de los factores de riesgo en la génesis de estos trastornos y teniendo en cuenta los escasos e inciertos resultados de unas terapéuticas difíciles de aplicar debido en gran parte por la escasa colaboración y por una actitud de rechazo e indiferencia presente en la mayoría de estos pacientes; creemos que las técnicas de tipo preventivo son el arma más eficaz y el planteamiento más correcto pues incide directamente en situaciones que pueden ser objeto de modificación. En este sentido se han realizado proyectos dirigidos a mejorar los logros escolares, las técnicas educativas sobre los hijos, la reducción de la impulsividad, la mejora de los ambientes de desventaja social, y proyectos en donde se combinan todas estas técnicas. 3.1. Programas de enriquecimiento intelectual. Dentro del ámbito de los programas de enriquecimiento llamados "Head Start", destaca el proyecto "Perry Pre-school" realizado en Ypsilanti (Michigan) por Schweinhart y Weikart18, iniciado en niños Afro-americanos en edades preescolares, de unos dos años de duración y en el cual se facilitaban al grupo experimental constituido por 120 niños, estímulos intelectuales que incrementaran sus habilidades cognitivas. En el posterior seguimiento que se prolongo hasta los 27 años se encontró una mejoría en sus motivaciones y logros escolares, una buena valoración por parte de profesores y compañeros, mayor capacidad para obtener empleo y buenos ingresos económicos y acceder a estudios especializados, más de la mitad tenían pareja conyugal estable, y sus conductas antisociales eran especialmente bajas, todo ello en comparación con el grupo de control. 3.2. Programas dirigidos a los padres para mejorar las t´3cnicas educativas. En el origen de los trastornos conductuales se encuentra una pobre supervisión por parte de los padres y un comportamiento errático por parte de los hijos, por lo tanto los programas de entrenamiento a los padres en modelos educativos apropiados es muy deseable. Entre los diferentes tipos de terapia familiar destacan los criterios establecidos por Patterson19, y que básicamente se encontraban dirigidos a cubrir sus deficiencias educativas pues fallaban al no decir a sus hijos como se debían comportar y en realizar un control de su comportamiento para asegurarse de que efectivamente era el deseable, el no utilizar unas normas claras y concisas reforzadas de forma apropiada mediante la técnica de recompensas y castigos. En realidad eran propensos a utilizar muchos castigos físicos en forma de agresiones físicas, gritos, amenazas, pero de forma inapropiada e incoherente y sin relación con la conducta del niño. Por el contrario estimulaba a los padres a prestar una mayor atención a las actividades del niño, a controlar su comportamiento durante largos períodos, a establecer normas claras de convivencia en casa, a seguir un sistema de recompensas-castigos coherentes y proporcionadas a su comportamiento y a establecer un sistema de negociación de las crisis, desacuerdos y diferencias padres-hijo para que estos conflictos no aumenten y se extiendan. 3.3. Entrenamiento en técnicas de reduccion de rasgos de personalidad como la Impulsividad y el egocentrismo. La impulsividad, el egocentrismo, la baja capacidad de empatía, el pensamiento concreto son rasgos de personalidad presentes en los trastornos conductuales, por lo tanto se han ideado técnicas cognitivo-conductuales para lograr un entrenamiento en habilidades interpesonales y en definitiva para modificarlas positivamente. La impulsividad y el pensamiento concreto les impide comprender las razones en que se basan las normas y leyes que rigen en la sociedad, no aprecian los pensamientos y los sentimientos de los demás, no aprenden a modificar su conducta como consecuencia de las técnicas de recompensa y castigo, no piensan antes de actuar, carecen de capacidad para resolver los problemas de relación interpersonal porque no entienden la relación existente de causa-efecto existente entre su propia conducta y la reacción negativa de otras personas hacia ellos y por ello piensan que lo que los aconteceres de su vida vienen marcados por el azar y no por sus propias acciones, lo cual les impide marcarse objetivos y persistir en ellos. El egocentrismo les lleva a ser crueles e insensibles, a no apreciar los efectos de su conducta en los demás dado que solamente perciben al mundo desde su propia perspectiva, viendo a los demás como objetos y culpabilizándoles de sus propios actos, esperando además que lo crean Ross20, estableció un programa de entrenamiento que pretende modificar el pensamiento impulsivo y egocéntrico, enseñándoles a "parar y pensar" antes de actuar, haciéndoles considerar el impacto y las consecuencias de su comportamiento en las actitudes y conductas de los demás especialmente de sus víctimas, enseñándoles a conceptualizar caminos alternativos para resolver sus problemas de relación interpersonal. Todo ello incluía entrenamiento en habilidades sociales, pensamiento lateral para obtener soluciones creativas a los problemas, pensamiento crítico-valorativo, educación en valores y preocupación por los demás, entrenamiento en técnicas de asertividad para adquirir formas sociales no agresivas para obtener los objetivos deseados, entrenamiento en habilidades de negociación en la resolución de problemas cognitivos interpersonales, entrenamiento de perspectiva social para enseñarles a reconocer y entender los pensamientos y sentimientos de otras personas, desempeño de roles y modelamiento como una forma de demostración y práctica de comportamiento efectivo y aceptable en la relación interpersonal. 3.4. Intervenciones combinadas La combinación de varias de estas técnicas mencionadas hasta el momento parece mostrase como más eficaz, de esta forma es más útil mezclar el entrenamiento de padres y educadores con el aprendizaje de habilidades sociales en el hijo, que ambas por separado. Se han ideado de forma complementaria programas con la finalidad de entrenar para resistir la influencias negativas de los compañeros concretamente de hábitos como el fumar, beber alcohol, consumir marihuana..., y para ello se dispone de un grupo de adolescentes con trastornos de conducta al que se aleja de las pandillas de adolescentes con estas conductas desviadas y por el contrario se utiliza un grupo de compañeros especialmente entrenados. Estas técnicas deben ser precedidas en las etapas preescolares en caso de ambientes sociales en desventaja de un programa de estimulación intelectual como el descrito anteriormente y en todo caso en la adecuada coordinación de recursos de la comunidad para aumentar las oportunidades educacionales, de recreo y ocupacionales para la gente joven. REFERENCIAS 1. Robins LN. Study childhood predictors of adult outcomes: Replications fro longitudinal studies. En: Barrett JE, Rose RM, Klerman GL, editores. Stress and mental disorder. 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Psiquiatría.COM [revista electrónica] 1998 Diciembre [citado 1 Ene 1999];2(4):[24 pantallas]. Disponible en: URL: http://www.psiquiatria.com/psiquiatria/vol2num4/art_2.htm NOTA: la fecha de la cita [citado...] será la del día que se haya visualizado este artículo. info@psiquiatria.com Sumario Principio de página Página principal © INTERSALUD, 1998. Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida sin la autorización por escrito del titular del copyright.