GRANDES TEMAS DEL CONSTITUCIONALISMO PERUANO DEL SIGLO XX Patrocinio L. Correa Noriega SUMARIO: 106 Crisis del Constitucionalismo Clásico.- 107. Emergencia de la Clase Obrera e Influencia Política del Sindicalismo en el Advenimiento del constitucionalismo social.- 108. El Movimiento Pro Indigenista y las Reivindicaciones Campesinas.- 109. La Clase Media y sus Luchas por Prestaciones Estatales.- 110. El Movimiento Estudiantil y la Reforma Universitaria.- 111. La Profundización del Capitalismo Dependiente y las Dictaduras.- 112. Nuevas Corrientes Políticas y la Lucha por Ampliar los Espacios Democráticos.- 113. Los Movimientos Armados y las Reformas del General Velasco.- 114. Retorno a la Democracia Formal y la Violencia Subversiva.- 115. Reducción del Aparato Estatal, Fomento de la Iniciativa Privada y Recorte de los Derechos Laborales. 106. CRISIS DEL CONSTITUCIONALISMO CLÁSICO: El constitucionalismo clásico llegó al Perú en 1780. Se manifestó concretamente en el sustento ideológico de la revolución de Túpac Amaru II. Estuvo presente en liberalismo de la Constitución de Cádiz de 1812; en el espíritu separatista del Reglamento Provisional y en la intencionalidad organizativa del Estatuto Provisional, ambos documentos dictados por San Martín en 1821. El constitucionalismo clásico se materializó igualmente en las Bases de la Constitución de la República, diseñadas por el primer Congreso Constituyente peruano en 1822; en las dispositivos legales de la Confederación PeruanoBoliviana; en los estatutos provisorios de 1855 y 1879, así como en las 8 constituciones políticas que tuvimos a lo largo siglo XIX y los 20 primeros años de la centuria siguiente. ¿Cuál fue el aporte del constitucionalismo clásico al desarrollo de nuestra nacionalidad?. La respuesta es sencilla. El constitucionalismo clásico fue el sustento de independización respecto de España. Nos ayudó a fundar la República, distribuir funcional y territorialmente el poder, elegir nuestras autoridades, elaborar las leyes que necesitábamos, tener gobierno propio, ser formalmente soberanos, independientes, libres para autodeterminarnos, iguales en derechos y aptos para la búsqueda del bien común. Sin embargo, el constitucionalismo clásico nos dejó también grandes decepciones: Un Estado sin proyecto nacional, una República carente de institucionalidad democrática, anarquía política, caudillismo, anomia social, burocracia inoperante, lentitud administrativa y corrupción en la función pública. Tuvimos, además, desorden financiero, precariedad monetaria, estancamiento generalizado y pobreza fiscal. De otro lado, hubo elecciones fraudulentas, 1 presidentes usurpadores, parlamentos poco representativos y venalidad en la administración de justicia. Se hizo varias constituciones, pero muy poca constitucionalidad; se elaboró numerosas leyes, sin embargo hubo un insignificante margen de legalidad. En otras palabras, las libertades y derechos figuraban en el papel. En la vida práctica, la servidumbre continuó predominando con todo su vigor de antaño. Las declaraciones de San Martín y Bolívar, los ideales democráticos, la voluntad popular, el bienestar general y la justicia social, nunca llegaron a las masas nativas de la Amazonía, ni a la indiada de las cordilleras, ni a las poblaciones cholas o morenas de los valles costaneros. Surgió el bandolerismo antigamonalista; las sublevaciones campesinas, contra el trabajo gratuito y el tributo personal de los indios, se intentó tomar las tierras agrarias y ganaderas. De otro lado, el anarcosindicalismo pugnó por la conquista de la jornada laboral de ocho horas y otros derechos para los trabajadores. Por su parte, los estudiantes salieron a tomar las calles, en grandes manifestaciones por la reforma universitaria. La clase media luchó por alcanzar las prestaciones estatales, en tanto que la intelectualidad se levantó con actitud regeneradora, en busca de las reformas sociales y del desarrollo integral del país. Era evidente que no bastaban los catálogos constitucionales de derechos individuales. A todas luces resultaba insuficiente tenerlos en el papel y fundamentarlos doctrinariamente.. Se debía buscar los mecanismos de su efectiva implementación. Había que pasar del teoricismo filosófico, a la práctica real en el terreno de los hechos sociales, económicos, políticos y culturales. Por esos años se empezó hablar de refundación de la República, de segunda independencia, de tempestad revolucionaria, de resurgimiento andino, así como de la necesidad urgente de renovar y regenerar a la patria. No solamente estábamos frente a un nuevo siglo. Nos hallábamos frente a nuevas circunstancias, a nuevos apremios, necesidades y exigencias. En este contexto resultaba pálido e impotente, el otrora poderoso e influyente constitucionalismo clásico. Se tenía la imperiosa obligación de colectivizar las ideas, socializar el pensamiento y generalizar la acción organizada de las masas. Había que remodelar el ordenamiento jurídico nacional, adoptar otras normas constitucionales, legislativas y reglamentarias. En suma, el Estado, sino quería colapsar, tenía que variar sus actitudes para con la nación y el ciudadano. 107. EMERGENCIA DE LA CLASE OBRERA E INFLUENCIA POLÍTICA DEL SINDICALISMO EN EL ADVENIMIENTO DEL CONSTITUCIONALISMO SOCIAL: Con el nuevo siglo llegó la industrialización capitalista; y con ésta, vino el trabajo asalariado y, por supuesto, un crecido número de obreros. Estos obreros, como decía Marx, eran hombres formalmente libres. Podían 2 cambiar de patrón, de centro de trabajo y hasta de lugar de residencia; pero como carecían, por completo, de bienes materiales, estaban obligados a vender su fuerza de trabajo, como simple mercancía, a cambio de un precio irrisorio denominado salario. En realidad, situación de los trabajadores asalariados era peor que la de sus antecesores históricos, los esclavos y los siervos. El esclavo de la antigüedad tenía, al menos, alimento, casa y los cuidados elementales de su amo. El siervo feudal del medioevo, gozaba, aunque sea simbólicamente, de la protección de su señor. La vida del obrero, en cambio, solamente dependía del día trabajado. Esa era la fluente exclusiva de su existencia personal y familiar. En el Perú, los obreros son, fundamentalmente, ex campesinos desplazados de sus tierras de origen, por la absoluta falta de oportunidades de realización. Los obreros se incorporaron como clase al movimiento social de la nación, a finales del siglo XIX y principios del XX. Estuvieron desprovistos de toda protección por parte del Estado. Trabajaban de doce a catorce horas diarias, sin descanso dominical ni vacaciones. Su salario era el que buenamente decidiera pagarles el patrón. Se desconocía la higiene y la seguridad industrial. No había ley que los protegiera contra los accidentes de trabajo. No tenían estabilidad laboral, participación de utilidades en la empresa, compensación por tiempo de servicio, ni tan siquiera derecho a reclamar de los abusos que con harta frecuencia soportaban.. Los obreros estaban considerados como simples piezas del aparato productivo. En caso de ancianidad, accidentes, enfermedades o muerte, fríamente se procedía a descartarlos, mediante la sustitución y el subsiguiente olvido definitivo. Los ancianos, viudas, huérfanos e inválidos, debían trabajar, de cualquier manera o, sencillamente, desaparecer. No existía otra alternativa. Las primeras organizaciones obreras fueron las benéficas sociedades de auxilios mutuos, cuyos piadosos fines eran enterrar los muertos de las familias indigentes, y curar a los enfermos extremadamente graves. Mas como éstos eran problemas de nunca acabar, estas caritativas instituciones adoptaron nuevos fines y formas de trabajo social; de esta manera, queriéndolo o no, evolucionaron al sindicalismo anarquista primero y, años más tarde, al sindicalismo clasista. El Perú de los albores del siglo XX, tenía ocho constituciones políticas y apreciable cantidad de garantías individuales. Todas ellas inspiradas en el humanismo liberal y justiciero del siglo de las luces. Ninguna, empero, valió para los obreros, cuyas condiciones de vida eran francamente míseras e infrahumanas. El Estado estaba imperativamente obligado a otorgarles efectiva protección personal, familiar y social, pero los gobernantes de turno, al parecer. no se daban cuenta de ello. Nada llegó de por sí. Las heroicas luchas directas de los trabajadores, trajeron las conquistas laborales que hoy conocemos. El abnegado sacrificio, la sangre 3 y la vida de los numerosos mártires sindicales, fueron semillas fecundas que germinaron, florecieron y fructificaron en diversos dispositivos legales y constitucionales. 108. EL MOVIMIENTO PROINDIGENISTA Y LAS REIVINDICACIONES CAMPESINAS: El siglo XX trajo consigo la expansión de las operaciones capitalistas, inglesas y norteamericanas, en las zonas rurales de América Latina y, naturalmente, en las del Perú. En el campo peruano, estas operaciones mercantilistas escogieron como objetivos estratégicos de inversión, los yacimientos mineros, los pastizales ganaderos y el acopio de lanas, en las alturas andinas; los bosques de caucho, en la llanura amazónica; y en la costa, las plantaciones de Caña de azúcar, algodón, vid, olivo, etc, El Estado, por su parte, tuvo que empeñarse en la ampliación de la red ferroviaria, la construcción de caminos y carreteras, así como en la habilitación de establecimientos portuarios y aeroportuarios en todo el país, para mejorar la infraestructura vial existente y, de esta forma, intensificar la productividad y el intercambio comercial. Este proceso de modernización capitalista, se vio, sin embargo, groseramente dificultado por el sistema feudal de la propiedad terrateniente, que concentraba las tierras en poder de un reducido grupo de gamonales, quines para explotarlas, mantenían como siervos de gleba, a millones de hombres y mujeres del campo. Los campesinos permanecían sometidos al régimen de trabajos gratuitos, al analfabetismo, a la pobreza extrema y al olvido por parte de la República, muy a pesar de la centenaria proclamación de la independencia nacional, y la vigencia, por lo menos, de ocho constituciones políticas formales, pletóricas de derechos y libertades individuales. El campesinado respondió de diversas maneras: • Sublevaciones milenaristas, que buscaban destruir la opresión tradicional de los indios y restaurar el antiguo esplendor de la raza aborigen, Dentro de estos movimientos se puede señalar, en un primer momero, a la rebelión de Juan Bustamenate (1867-1868); en un segundo, la rebelión de Rumi-Maqui (1915-1917) y la gran rebelión de todo el Sur peruano (1920-1923). • Hubo también movimientos antifiscales, en contra del tributo personal de seis soles que, anualmente, se les obligaba pagar a los indios. En este contexto puede mencionarse a la sublevación de Pedro Pablo Atusparia en Huaraz (1885), entre otros. 4 • A partir de la década del 30 del siglo pasado, se produce la gran crisis del feudalismo andino, cuyas expresiones más saltantes son las ocupaciones de tierras, el sindicalismo agrario, el bandolerismo como protesta social y las guerrillas campesinas de Mesa Pelada (1965). El Perú entero empezó a reflexionar sobre el problema del indio, desde los inicios del siglo XX. En 1905 se formó la Asociación Pro Indígena, en 1909 se crea el grupo “Resurgimiento” en el Cuzco, en 1911 se constituyeron los Patronatos de la Raza Aborigen, entidades éstas que no lograron desarrollar un efectivo trabajo en defensa del indio y de las comunidades campesinas, por la cerrada oposición del poder terrateniente, y por la concepción asistencialista las personalidades que promovían estas organizaciones. El gobierno militar del General Juan Velasco Alvarado, superando las limitaciones de la Ley 15037, dictó el D. Ley Nº 17716, Ley General de Reforma Agraria, cuyas consecuencias sociales, económicas, política y culturales perduran hasta hoy. La Reforma Agraria velasquista hizo llegan las libertades y derechos a las masas campesinas. En adelante, la tierra será de quien la trabaja, garantizándose que los patrones no continúen expoliando a la gran masa de trabajadores del campo. Las reivindicaciones campesinas tuvieron extraordinaria acogida por la Constitución Política de 1979; pero, poco a poco fueron debilitadas por los gobiernos de Fernando Belaúnde, Alan García y Alberto Fujimori. La Carta Política de 1993, ha disminuido considerablemente estas conquistas. Los hombres del campo luchan por su restauración en el actual proceso de reforma y/o cambio constitucional. 109. LA CLASE ESTATALES: MEDIA Y SUS LUCHAS POR PRESTACIONES Formada, inicialmente, por profesionales provincianos, pequeños comerciantes, descendientes de inmigrantes, manufactureros con pequeñas industrias de consumo, servidores del Estado y empleados del comercio, el transporte y de las grandes firmas extranjeras, la clase media peruana lideró el proceso independentista, pero debido a su escaso número y a la falta de identidad de clase, cedió sus prerrogativas a la aristocracia terrateniente provinciana y a la oligarquía empresarial capitalina, no volviendo a participar en política hasta 1919, año en que insurge apoyando a la candidatura de Don Augusto B. Leguía. La clase media peruana empezó a crecer cuantitativa y cualitativamente, a causa de la expansión de las inversiones capitalistas y el ensanchamiento de la estructura del Estado. En el siglo XX, dejó de ser un estrato meramente referencial, adquiriendo el rango de sector social verdaderamente importante, tanto para las actividades públicas como para las privadas. El aporte de esta clase al constitucionalismo social es su lucha por la obtención de prestaciones estatales, fundamentalmente en el campo de la educación, protección arancelaria, acceso a créditos financieros, vivienda, salud, seguridad 5 social y protección familiar. La histórica polémica entre Víctor Raúl Haya de la Torre y José Carlos Mariátegui, realizada a fines de la década de los años veinte del siglo pasado, se centró precisamente en el rol histórico y dirigente de la clase media peruana y del proletariado. Mariátegui, de un lado, sostenía que el proletariado del campo y la ciudad es el llamado a tomar el poder para iniciar la gran transformación del país; Haya, entre tanto, afirmaba que este papel debe ser asumido por la clase media, en atención a su visión de futuro y a la tendencia ascendente de su crecimiento. Hoy podemos decir, sin temor a equivocarnos, que ésta es la clase mayoritaria en nuestro país y en América Latina. Su importancia social, económica, política y cultural es incontrovertible. Claro que esto se debe al carácter dependiente del capitalismo nativo y al desarrollo deformado de nuestra economía. La característica central de la clase media peruana, es su moderación política. Se distingue del radicalismo de los obreros, que luchan por concretar grandes cambios en favor de los trabajadores del campo y la ciudad, no vacilando incluso en hacer uso del derecho de insurgencia popular contra la opresión. Se diferencia también del inveterado conservadurismo de la oligarquía empresarial, que postula el mantenimiento del orden establecido, evitando todo tipo de cambios, sin descartar el uso del la violencia estatal para combatir a quienes pretenden promoverlos. En este sentido, no ha cultivado un nacionalismo radical como en Chile, México y Argentina; ni ha apoyado la política de estatización de minas, tierras, industrias, bancos, transporte, comercio, medios de comunicación, etc. Su posición ha sido más bien centrista, socialdemócrata o socialcristiana, pues, de ese modo, cree demostrar su responsabilidad política y continuar su trayectoria histórica. La clase media ha dado presidentes, ministros, parlamentarios, magistrados y funcionarios públicos de alta valía, así como empresarios privados que han dinamizado considerablemente la economía nacional. 110. EL MOVIMIENTO ESTUDIANTIL Y LA REFORMA UNIVERSITARIA: Los centros de enseñanza han sido siempre, en todas partes y épocas, potentes motores de la regeneración social. En su seno, los estudiantes, han asumido con entereza, la responsabilidad trascendental de captar las nuevas concepciones del mundo, analizarlas, debatirlas y difundirlas con febril entusiasmo y desprendida laboriosidad. Difícilmente se hallará otro sector social más renovador que los estudiantes. Su fecunda energía juvenil, su desbordante capacidad creadora, su irrefrenable afán de cambios y su apasionado idealismo regenerador, los ha llevado a desplegar acciones de protesta social que, por su magnitud e importancia, han despertado el impulso de participación colectiva, unas veces en apoyo decidido, y otras en violento rechazo de sus manifestaciones. 6 Sin embargo, a ellos no les interesa otra cosa, que iluminar la conciencia de sus pueblos y dinamizar la realidad institucional de sus países. Actúan con esforzada entrega y generosidad sin límites. Son personas de acerados principios constructivos, que se guían por valores profundamente humanos, inspirados en la esperanza de un mañana desbordante de luz, de libertad, de fraternidad y de justicia. El estudiantado constituye un invalorable semillero de ciudadanos concientes, de dirigentes sociales, de representantes nacionales y de autoridades estatales. Podemos discrepar con su impaciencia, con sus hechos y palabras desafiantes, con su impetuoso proceder en las aulas y en las calles, pero es indudable que cada una de sus actitudes, es portadora de un porvenir prometedor y venturoso. El estudiantado peruano fue particularmente renovador, a pesar de la mayoritaria composición conservadora de la docenencia, y del acentuado contenido teologizante de las asignaturas. Fueron los estudiantes universitarios de finales del siglo XVIII, quienes recibieron e introdujeron el constitucionalismo clásico en el Perú colonial. Con esta concepción ideológica se ganó la guerra de la independencia, se forjó la República y se estructuró el Estado nacional. Los estudiantes peruanos del siglo XIX, continuaron recibiendo, analizando y debatiendo las concepciones demo liberales de la Europa revolucionaria de 1848, las acciones comunitarias del París de 1875, y las impulsoras profundamente regeneradores del constitucionalismo social, que hicieron estallar la revolución mexicana, rusa, alemana y española del siglo XX. En 1919, participaron en el congreso latinoamericano de estudiantes y suscribieron el Manifiesto de Córdova (Argentina), en virtud del cual se comprometieron a luchar por la reforma universitaria, magna tarea en la que se empeñó la Federación de Estudiantes del Perú fundada en 1916, cuya fulgurante trayectoria está llena de nobles ideales, heroicas jornadas de lucha, grandes sacrificios y deslumbrantes conquistas populares. Se trabajaba por cambiar la faz conventual de las universidades, y hacer de éstas, verdaderos centros superiores al servicio del desarrollo del país, dotados de una concepción científica, tecnológica y humanística. Recogiendo este rico legado, hoy los estudiantes peruanos luchan, y estamos seguros que en el futuro lucharán, por asimilar las conquistas de la ciencia y la tecnología de la era del conocimiento, para seguir revolucionando nuestra incipiente y subdesarrollada realidad nacional. 111. LA PROFUNDIZACIÓN DEL CAPITALISMO DEPENDIENTE Y LAS DICTADURAS: La estructura económica, social y cultural de la República, hasta 1920, era básicamente la feudal terrateniente, que instauró el virreinato español. La producción era fundamentalmente campesina y las ciudades eran presas del crónico estancamiento generalizado. 7 A principios del siglo XX, como ya lo dijimos, empezaron a expandirse las relaciones capitalistas de producción. Pero estas chocaban violentamente con las formas tradicionales de propiedad terrateniente en el campo, con el artesanado renuente a disolver sus gremios en la ciudad, así como con la persistencia de la esclavitud y el primitivismo en la Amazonía. Por eso mismo, para desarrollar la minería, había que pactar con los terratenientes la mano de obra que se requería. Para desarrollar la agricultura de exportación y otras actividades industriales, se tenía que captar trabajadores, utilizando el sistema del enganche, y para efectuar la recolección del caucho, se necesitaba recurrir a la esclavización, cuando no al exterminio, de las tribus amazónicas. Los gobiernos de turno eran meros administradores de la crisis permanente del país. Los legisladores tenían miedo de alterar las relaciones de producción feudal existentes, puesto que casi todos eran sus beneficiarios. Los jueces y tribunales, continuaban administrando justicia a la vieja usanza colonial, ignorando los principios de supremacía constitucional y el control de la constitucionalidad de las leyes. Urgía dinamizar el Estado, modernizar las ciudades, mejorar la infraestructura vial, reformar el sistema de propiedad de la tierra y de las aguas. Además era necesario prohibir el trabajo gratuito, la esclavitud y la servidumbre; intensificar el comercio, fomentar la agricultura de exportación, renovar la tecnología en las actividades mineras e industrializar los centros urbanos. En suma, había que proletarizar a millones de campesinos, que, hasta ese entonces, dependían de los hacendados. Se requería hacerlos ciudadanos, iguales a cualquier persona, desvincularlos de la tierra, y darles capacidad legal para ganarse la vida, vendiendo, por si solos, la fuerza de sus brazos, a cambio del salario, su única y exclusiva fuente de vida. Como ello se tornaba imposible por medios pacíficos, las potencias industriales se valieron de gobiernos dictadores, para resolver las necesidades de los inversionistas transnacionales. Éstos procedieron por la vía de los hechos, de modo pragmático, dejando de lado el derecho y la constitucionalidad. A este tipo de dictaduras pertenece la de Augusto B. Leguía (1919-1930), Manuel A. Odría (1948-1956), Juan Velasco Alvarado (1968-1975), Francisco Morales Bermúdez (1975-1980) y Alberto Fujimori (1992-2000). Estas dictaduras implementaron, de facto, las reformas que el capital inversionista requería para la profundización del sus actividades mercantiles. Los actos de estos dictadores han sido convalidados más tarde por diversas normas constitucionales y comunes, muchas de las cuales están vigentes hasta hoy. 112. NUEVAS CORRIENTES POLÍTICAS Y LA LUCHA POR AMPLIAR LOS ESPACIOS DEMOCRÁTICOS: En tanto la República permanecía regido por el constitucionalismo clásico, los partidos del siglo XIX, dirigían sin mayores inconvenientes, la política interna y 8 externa del Estado. El Partido Civilista, el Demócrata, el liberal, el Conservador, el Constitucionalista, etc., eran clubes electorales que coparticipaban, con exclusividad, en el manejo del poder. La inmensa mayoría de la población del campo y la ciudad, se hallaba al margen de la participación en la vida política, social, económica y cultural de la nación. La expansión de las relaciones capitalistas de producción, como ya lo dijimos líneas arriba, trajo consigo, desde los primeros años del siglo XX, la necesidad de ampliar los espacios democráticos. Como quiera que los viejos partidos del pasado siglo, fueron incapaces de entender los problemas de aquel nuevo momento, surgieron tres nuevas corrientes políticas, que lucharon por ampliar los espacios democráticos y garantizar el progreso social. Estas corrientes políticas, son las siguientes: a. El Social Cristianismo, que trataba de acercar la Iglesia Católica a los problemas de las clases populares, siguiendo las orientaciones del Papa León XIII, quien en su Encíclica Rerum Novarum (1891), rescataba el papel social de los trabajadores y abogaba por un trato justo para ellos. Esta Encíclica autorizaba también a los católicos a formar partidos socialcristianos en los diversos países del mundo. En el Perú, esta corriente política fue introducida por Víctor Andrés Belaúnde (1883-1961), siendo acogida por el empresariado conservador, cuya primera expresión política fue la defensa del orden liberal establecido, aduciendo principios católicos progresistas, puesto que el liberalismo ya estaba francamente acabado. Su actual vocero más sobresaliente es en la el Partido Popular Cristiano, que ha incorporado a su ideario las encíclicas papales de Juan XXIII, Paulo VI y Juan Pablo II. Es una fuerza hegemónica. Siempre ha Coparticipado en la conducción de la República, no desde la presidencia, pero si como socio menor, visiblemente, en el gobierno de Fernando Belaúnde y, encubiertamente en el de Alberto Fujimori y Alan García. b. La Social Democracia, es la corriente política e ideológica que buscaba conciliar trabajo y capital, alejándose de las corrientes marxistas radicales para, disimuladamente, acercarse a los sectores conservadores del empresariado, que persiguen el lucro como fin esencial de las actividades económicas. Se inspira en los dictados de la II Internacional de los Partidos Socialistas, que renunciaron a la revolución proletaria y se adhirieron únicamente a la lucha por reformas sociales en el marco de la legislación burguesa. En nuestro país, fue Víctor Raúl Haya de la Torre (1895-1979), quien, representando a la clase media, enarboló las banderas de la socialdemocracia. El Partido Aprista Peruano, entre otros, encarna actualmente esta corriente. Tuvo dos veces a su cargo la presidencia de la República, habiendo coparticipado también con otros regímenes 9 presidenciales a lo largo de su conocida trayectoria política. a. El Socialismo, que lucha por llevar a la clase obrera a la conducción del poder político, para materializar una profunda transformación de las estructuras socioeconómicas y culturales que, en conjunto, traigan como consecuencia la abolición del Estado. Se guía por el Marxismo Leninismo, doctrina ideológica fundada por Carlos Marx (1818-1883), Federico Engels (1820-1895) y Vladimir Ilich Ulianov Lenin (1870-1924). En el Perú esta corriente fue introducida por José Carlos Mariátegui (1895-1930). El Partido Comunista Peruano, es el actual exponente más destacado de esta ideología. Fue una fuerza importante a nivel sindical, aunque políticamente no haya tenido mayor figuración, salvo en cortos y fugaces periodos. Aportó grandemente en el análisis de la realidad peruana y en la lucha por la materialización de los de los derechos laborales. Las tres precitadas corrientes políticas, a su modo, y desde sus particulares puntos de vista, impulsaron el constitucionalismo social en nuestro medio. En conjunto, constituyen las fuentes primigenias de la teoría y la praxis política del Perú contemporáneo. Su rol democratizador es innegable. Sus efectos se manifiestan en todas las esferas de la vida nacional. La realidad del siglo XXI, ha determinado que entren en una crisis generalizada. Necesitan nueva sangre para seguir subsistiendo. Esta innovación ha de ser también necesariamente generalizada. Vale decir que hay la exigencia urgente renovar hombres, pensamiento, programa y acción. De no encarar este histórico reto, seguirán irremediablemente la suerte de los partidos políticos del siglo XIX, que murieron en la década de los veinte de la pasada centuria, por no saber interpretar la realidad peruana del nuevo siglo. 113. LOS MOVIMIENTOS ARMADOS Y LAS REFORMAS DEL GENERAL VELASCO. Los movimientos armados en el Perú, tienen data muy antigua. Las poblaciones pre incas tuvieron que auto defenderse de las invasiones armadas de sus enemigos, utilizando sus propias armas. El Tahuantinsuyo se formó por guerras de conquista. Las poblaciones que querían defender su libertad, tenían que hacer uso de las armas para resistir el ataque de las fuerzas imperiales. En el coloniaje, hubo que empuñar las armas contra la prepotencia virreinal en numerosas sublevaciones y, fundamentalmente, en el transcurso de las guerras liberadoras e independentistas. Durante el primer siglo de la vida republicana, los peruanos nuevamente se hicieron a las armas para consolidar la independencia, defender a la patria de 10 la codicia de los Estados vecinos, o alcanzar un poco de justicia, de parte de los gobernantes de turno, que en casi nada se diferenciaban de los antiguos virreyes que les antecedieron. En el siglo XX, abundaron las rebeliones contra la servidumbre y la miseria de los hombres de campo. En Puno, La Libertad, Cajamarca, Huanuco, Piura, Cuzco, Arequipa, Ayacucho, etc., insurgen movimientos armados, pro reforma agraria y contra el sistema de explotación terrateniente de las tierras. Una de las más importantes rebeliones, es la guerrilla de 1965, liderada por Luis Felipe de La Puente Uceda, que no obstante su fracaso, obligó al Presidente Belaúnde a impulsar una tenue reforma agraria con la Ley 15037, y a los militares, a profundizarla e implementarla a mayor escala, mediante el D. L. 17716. Con todo lo negativa que pudiera parecer, esa reforma tuvo la virtud de cambiar las relaciones de producción en el campo peruano y devolverle la dignidad a las poblaciones rurales. Gracias a ella, hay una nueva generación de campesinos propietarios, cuyos hijos han alcanzado destacados niveles de vida en distintos campos de la actividad pública y privada. Con la reforma agraria del General Velasco, llegaron las libertades al campo. Se materializó el constitucionalismo social. Las actuales autoridades, lejos de satanizarla, deben continuar el proceso de modernización del agro y de la dignificación de la familia campesina El desarrollo integral del Perú así lo exige. 114. RETORNO A LA DEMOCRACIA FORMAL SUBVERSIVA: Y LA VIOLENCIA En 1975, tras un segundo golpe militar, asumió la presidencia de la República el General Francisco Morales-Bermúdez Cerruti. Financiado y apoyado por sectores derechistas, desde dentro y fuera del país, el dos veces golpista Presidente, empezó un sistemático desmontaje de las reformas llevadas a cabo por su antecesor, el General Juan Velasco Alvarado. Esta política de retroceso, respecto del proceso revolucionario de las Fuerzas Armadas, le granjeó a Morales-Bermúdez, una tenaz oposición, que aglutinaba a sectores socialcristianos, apristas e izquierdistas, los cuales actuaban desde el interior del movimiento popular. El 19 de julio de 1977, la Confederación General de Trabajadores del Perú, convocó y dirigió un contundente Paro Nacional. Esta histórica jornada de lucha, marcó el comienzo del fin de la dictadura de la junta militar de gobierno. En 1978, Morales- Bermúdez se vio obligado a convocar una asamblea constituyente. Dirigida por el viejo líder aprista Víctor Raúl Haya De La Torre, esta asamblea elaboró la Constitución de 1979, consagrando los derechos económicos, sociales y culturales, conquistados por el pueblo tras duros años de cruenta lucha. 11 Esta misma Carta Política sirvió para convocar a las elecciones generales de 1980, que llevaron una vez más al Arquitecto Fernando Belaúnde Terry a la Presidencia de la República. Vuelto al poder, Belaúnde continuó desarticulando las reformas velasquistas e implementando, en su reemplazo, una democracia meramente formal, propia del constitucionalismo clásico individualista, totalmente anticuado para ese entonces. Este tipo de democracia insuficiente, generó el nacimiento y posterior desarrollo de la subversión armada, cuyos protagonistas, el M. R. T. A y Sendero Luminoso, se levantaron en varios lugares de la Sierra y la Selva, y más tarde se expandieron a todo el territorio nacional. Tanto Belaúnde como su sucesor Alan García, pensaron y actuaron como si se tratara de un problema de delincuencia común, procurando resolverlo con simples operativos policiales y, en su defecto, con aparatosos desplazamientos militares. Para 1988, Sendero Luminoso hablaba de equilibrio militar estratégico, dando a entender que sus fuerzas estaban en el mismo nivel de combatividad que el Ejército Peruano, la Marina de Guerra del Perú y la Fuerza Aérea Peruana. Esta discutible afirmación subversiva, estaba lejos de ser real, pero impactaba con efectividad negativa en la moral de las tropas oficiales y en la aterrorizada consciencia de la población nacional. La incertidumbre respecto de la eficacia del Estado y de sus gobernantes se generalizaba cada día. Fujimori, acogiendo los persistentes planteamientos del movimiento popular, caracterizó como político a este problema, y decidió enfrentarlo como tal. Acercó las Fuerzas Armadas al pueblo y emprendió la ejecución un masivo plan de obras públicas, generadoras de trabajo y desarrollo. Ganándose al pueblo, aisló a las huestes subversivas y las derrotó militar e ideológicamente. Con harta frecuencia los gobernantes olvidan, que al pueblo no le basta la existencia de constituciones y leyes, que solamente declaran derechos y libertades en el papel. Tampoco es suficiente que haya procesos electorales cada cinco años y que se den facultades para emitir críticas verbales a los gobernantes de turno. Sin ser malas, estas prerrogativas de la democracia formal tradicional, son insignificantes y no llenan las expectativas de la ciudadanía. La revolución mexicana, rusa, alemana y española de de las primeras décadas de siglo XX y la revolución cubana de 1959, fueron movimientos sociales de hondo rechazo a la democracia formal. Estos movimientos han repercutido en toda América Latina y especialmente en el Perú. El pueblo quiere trabajo, salario justo, descanso remunerado, seguridad social, educación, salud, saneamiento legal de sus viviendas, cultura, bienestar, protección familiar y futuro para sus hijos. Todo esto debe ser logrado, sin perjuicio de las clásicas libertades y derechos individuales. Sólo así se alcanzará instaurar una democracia real. Si conquistamos la democracia real, habremos terminado con la subversión, la 12 delincuencia y la inseguridad generalizada que hoy nos afecta de manera directa en todos los órdenes de nuestra existencia,. 115. REDUCCIÓN DEL APARATO ESTATAL, FOMENTO DE LA INICIATIVA PRIVADA Y RECORTE DE LOS DERECHOS LABORALES. El 28 de julio de 1990, el súbdito japonés, Alberto Fujimori, luego de ganar fraudulentamente las elecciones de ese año, juró como presidente de la República, en medio de una profunda crisis social, económica, política y cultural. El nuevo presidente heredó de su antecesor Alan García, una híper inflación de más de dos millones por ciento, las tres cuartas partes del territorio nacional en estado de emergencia por el accionar subversivo, la industria quebrada, el comercio paralizado, la agricultura abandonada, la minería amenazada y el turismo en franco colapso. Para colmo de males, estábamos descalificados para la obtención de créditos internacionales. El FMI nos había declarado inelegibles para la inversión de capitales, debido a la lamentable calificación de país riesgoso que se nos había atribuido por parte del sistema financiero internacional. El flamante presidente se proponía frenar la inflación, combatir la violencia subversiva, reactivar la economía y reinsertar al Perú en el campo financiero mundial. Su programa era claro, pero como carecía de mayoría parlamentaria, estaba imposibilitado de materializar estos proyectos. Entre tanto, la oposición a su gobierno fue creciendo aceleradamente, a tal punto que empezó a temerse que no pudiera concluir su mandato. Se requerían medidas drásticas y urgentes para afrontar exitosamente los problemas del país. El 5 de abril de 1992, Fujimori, con el apoyo de los militares, organizó y dirigió un golpe de Estado, con el claro objetivo de deshacerse de sus opositores e incrementar sus poderes. Con este propósito, disolvió el Congreso, puso en suspenso la Constitución de 1979, desactivó el Tribunal de Garantías Constitucionales, intervino el Poder Judicial y el Ministerio Público, eliminó los gobiernos regionales, militarizó las universidades, dictó un conjunto de leyes relativas al arrepentimiento de los terroristas, vendió las empresas públicas, fomentó la inversión privada y disminuyó el aparato estatal. Instauró un gobierno personal, al que llamó democracia directa, que fue respaldado por la más absoluta mayoría del país. El D. L. 25418 denominado Ley del Gobierno de Emergencia y Reconstrucción Nacional, fue el dispositivo con el que gobernó hasta el 30 de diciembre de 1993, fecha en que entró a regir la Constitución Política sw ese año, cuya vigencia se mantiene hasta nuestros días. El regreso a la constitucionalidad, no lo hizo Fujimori a petición de los peruanos. Quien presionó para ello. fue el Fondo Monetario Internacional. El 13 FMI buscaba, de este modo, asegurar las inversiones capitalistas, así como el pago de la deuda externa. El dilema de Fujimori era el siguiente: Volver a la constitucionalidad, o desandar todo lo avanzado por su gobierno para lograr la tan ansiada reinserción internacional. Ante esta difícil situación, Fujimori no tuvo más alternativa que volver al camino constitucional. Para ello debía optar entre reponer la vigencia de la suspendida Constitución de 1979, o elaborar una nueva Carta Política. Escogió la última opción, puesto que la primera hubiera significado su inmediato fin. Convocó al Congreso Constituyente Democrático, organismo que reprodujo en más del 70% la Constitución de 1979 y, acogiendo las orientaciones del FMI, introdujo las innovaciones impuestas por las potencias capitalistas, en salvaguarda de sus intereses presentes y futuros. El texto constitucional de 1993, entre otras cosas, consagró todo lo hecho por el gobierno de facto. Redujo el aparato estatal, reformó el Parlamento, dio impulso a la iniciativa privada, recortó los derechos laborales, incrementó las prerrogativas presidenciales y posibilitó la reelección presidencial inmediata. Hoy se discute la validez de esta Constitución. Vivimos un periodo de reforma constitucional. Las alternativas son tres: a. Reformar la Constitución de 1993. b. Restituir la vigencia de la Constitución del 1979. c. Convocar una asamblea constituyente para que elabore una nueva Constitución. En tanto estas posiciones se siguen debatiendo, los peruanos continuamos regidos por un texto constitucional que adolece de nulidad insubsanable y, por eso mismo, carece de legitimidad. 14