OPERACIONES UNITARIAS BÁSICAS PARA EL TRATAMIENTO DE AGUAS J.A. PÉREZ LÓPEZ y M. ESPIGARES GARCÍA Las aguas naturales pueden contener una amplia variedad de compuestos orgánicos e inorgánicos, en función de su origen, procedentes de muy diversas fuentes. El tratamiento del agua bruta es necesario para la eliminación o ajuste de la concentración de los compuestos que puedan suponer un factor de riesgo para la salud humana, así como para adecuar sus características en función del uso previsto. El coste de las operaciones, aspecto básico de los tratamientos, depende de la energía o trabajo termodinámico necesario para desarrollar el proceso, o lo que es lo mismo, el cambio en la energía libre de Gibbs, que a presión y temperatura constantes, viene expresado por el trabajo mínimo que hay que aplicar para la eliminación de un compuesto disuelto en el agua, en un proceso reversible: Wmin = - ∆Greversible dónde: ∆G = RTΣnilnai R = constante universal de los gases. T = temperatura absoluta. ni = nº de moles del compuesto i en el sistema. ai = actividad del compuesto i en la mezcla: ai = xifi xi = fracción molar del compuesto i. fi = coeficiente de actividad del compuesto i. Por ejemplo, el cloruro sódico se encuentra en al agua de mar a una concentración aproximada de 30 g/L. Aplicando las fórmulas anteriores, la eliminación de un mol de ClNa requeriría un mínimo de 11,5 kJ de energía. Por contra, el oro se encuentra en aguas de mar a concentraciones de 4 x 10-6 mg/L. Para la eliminación de un mol (197 gr) se necesita un mínimo de 57 kJ de energía. En general, puede decirse que cuanto más diluido está un compuesto más energía será necesario aplicar para eliminarlo del agua. Por ello, las operaciones unitarias a realizar para la depuración de las aguas deben seleccionarse cuidadosamente, considerando que el volumen de agua a tratar es muy elevado y que los costes serán muy variables en función de la metodología seleccionada. A continuación, en éste tema y en los cinco siguientes, se estudia más detalladamente algunos de los procedimientos mecánicos, físicos, químicos y biológicos que pueden aplicarse en la depuración del agua de consumo (Tablas 10.1, 10.2 y 10.3), así como sus fundamentos teóricos. CAPTACIÓN El agua potable de consumo público se obtendrá, en lo posible, del origen más adecuado, de tal manera que, tras el adecuado tratamiento, se ajuste a las características dispuestas en la legislación vigente considerando la calidad y cantidad de los recursos hídricos disponibles, así como la garantía de utilización de los mismos. En todo caso, se asegurará la protección sanitaria de acuíferos, cauces, cuencas y zonas de captación. A priori, las aguas subterráneas podrían considerarse como naturalmente puras y las superficiales contaminadas, sin embargo, en la práctica esto no es así en todos los casos, ya que la mayor contaminación de las aguas superficiales es más aparente que otra cosa, pues cuando es necesario realizar tratamientos en aguas profundas, estos suelen ser más difíciles y costosos. En lo relativo a la temperatura y contenido en materia orgánica, sí suelen ser más adecuadas las aguas profundas, que por contra suelen presentar también una mayor mineralización (Tabla 10.4). De una forma práctica pueden considerarse cuatro modalidades de captación: Aguas de precipitación Pueden ser procedentes de lluvia o nieve. La captación se suele llevar a cabo mediante azoteas acondicionadas, tejados con sistemas de recolección, impermeabilización de laderas con depósito de recogida, etc. En teoría, estas aguas serían potables, tanto química como microbiológicamente, sin embargo, en la práctica suelen estar contaminadas, por lo que siempre es necesario efectuar, al menos, la desinfección. Aguas superficiales En este apartado se incluyen los ríos, lagos y embalses. En los ríos, el lugar de captación es muy variable en función del caudal, materiales de arrastre, navegabilidad, etc., requiriéndose generalmente un estudio particular para cada caso. La captación siempre debe hacerse aguas arriba de la población que se quiere abastecer, tomándose habitualmente el agua de la parte central del cauce y próxima a la superficie. Para asegurar la cantidad de agua a la población se recurre a los embalses de regulación que, en función de sus características (capacidad, mecanismos de autodepuración, renovación del agua, etc.) se clasifican en tres categorías en la Orden Ministerial de 28 de junio de 1968: - Embalses con restricciones en sus aprovechamientos secundarios, tales como caza, pesca, baños y natación, navegación deportiva a remo, vela y motor. Embalses sin restricciones pero que presentan condiciones naturales poco favorables, como superficie reducida, naturaleza fangosa, variación importante y frecuente de la lámina de agua, turbidez excesiva, etc. Embalse sin restricciones. En embalses y lagos profundos de nivel relativamente constante, la captación se hará a una profundidad de 30 a 35 m, para obviar los problemas de proliferación de plancton por efecto de la luz solar, y al menos a 7 m por encima del fondo para evitar la contaminación por partículas ocasionada por las corrientes profundas. También debe tenerse en cuenta la posible inversión de capas de aguas por efectos térmicos. Aguas profundas Manantiales, pozos, etc. DESBASTE-TAMIZACIÓN Precede al tratamiento propiamente dicho y su finalidad es la de eliminar del agua la mayor cantidad posible de materiales que, por su tamaño y naturaleza, podrían crear problemas en las tratamientos posteriores. El desbaste suele realizarse mediante rejas, de 8 a 10 cm de separación entre los barrotes, que permiten un desbaste grosero de los materiales de mayor tamaño, o bien un desbaste más fino con rejas cuya separación entre barrotes es de 25 a 40 mm. La limpieza de las rejas puede ser manual o mecánica, denominándose en este último caso rejas mecánicas. Si el agua arrastra materiales que pueden atravesar las rejas, como hojas o hierbas, habría que realizar una tamización, para la que se utilizan mallas de 1 a 5 mm de tamaño de poro. La limpieza de las mallas del tamizador debe realizarse de forma automática en función de la pérdida de carga. Los barrotes de las rejas suelen colocarse de forma oblicua a la dirección de la corriente de agua (Fig. 10.1), con una inclinación de 1 (altura) a 3 (longitud), por lo menos. En la instalación de las rejas es necesario considerar dos factores muy importantes, la velocidad del agua en el canal (que debe ser de 0,5 a 1,5 m/sg) y evitar la formación de remolinos. En cualquier caso, el rendimiento del proceso de desbaste-tamización suele ser de 1/5 del obtenido en los decantadores, pero resulta imprescindible para aumentar el rendimiento del sistema y simplificar las necesarias operaciones de purga y limpieza. Cuando ocurran crecidas anormales que puedan provocar el arrastre de gran cantidad de materiales, es conveniente adaptar una derivación, provista de una reja gruesa, para posteriormente proceder a un desbaste más fino, de tal manera que nunca se vean afectados los tratamientos posteriores. PREDECANTACIÓN Se suele realizar en aguas superficiales muy cargadas de arena fina o barro, con o sin la adición de reactivos, en función de la concentración de materias en suspensión. El rendimiento sin utilización de reactivos oscila entre el 50 y el 65 %, y puede llegar hasta el 98 % con la adición de floculantes. MEDIDA DE CAUDALES Es una de las operaciones más importantes en el tratamiento de aguas de consumo, imprescindible para el resto de los tratamientos a realizar, ya que si la medida del caudal no es correcta, los reactivos no se adicionarán en la cantidad apropiada y las instalaciones no estarán bien dimensionadas. Por otra parte, es uno de los errores que con mayor frecuencia se comete, fundamentalmente en los Servicios de abastecimiento de pequeñas poblaciones. Pueden utilizarse multitud de procedimientos cuya precisión de medida es variable de unos a otros, si bien se admite como válido un error de hasta el 5 %. Esta operación debe efectuarse a la entrada del agua en las instalaciones de depuración y el procedimiento a utilizar debe adecuarse a la modalidad de conducción empleada. Líneas de presión Cuando el transporte del agua se realiza mediante conducciones cerradas, los métodos que se emplean con mayor frecuencia son los denominados dinámicos, basados en la aplicación del teorema de Bernouilli entre dos puntos de una conducción en uno de los cuales se ha realizado artificialmente un estrechamiento. El aumento de la velocidad de flujo en la parte estrecha de la conducción da lugar a una disminución de presión, que puede evaluarse mediante un manómetro diferencial, que nos indicará, tras la oportuna conversión, la velocidad del agua y consecuentemente el caudal (Fig. 10.2). Canales abiertos Uno de los métodos más sencillos y apropiados es el de los flotadores, basado en el tiempo que tarda un cuerpo flotante en recorrer una cierta distancia en un canal de sección regular y conocida. Para que pueda ser aplicado este sistema es necesario que no existan perturbaciones de ningún tipo, tales como cuerpos flotantes, espuma, remolinos, viento fuerte, etc. Uno de los métodos más empleados es el flotador de superficie, que puede ser cualquier objeto flotante, por ejemplo un corcho, situado en la parte central del canal. Con este sistema se mide la velocidad superficial del agua, que es equivalente, de una forma aproximada, a 1,25 veces la velocidad real del fluido, por lo que caudal sería: C = S ⋅ v ⋅ 1/1,25 = 0,8 S ⋅ v C = caudal S = superficie transversal del canal v = velocidad del agua Otro tipo de flotador es el vertical, que consiste en un cilindro metálico lastrado en uno de sus extremos que flota en posición vertical. La velocidad que se mide es muy semejante a la velocidad real del fluido, por lo que en este caso el caudal se expresaría: C=S⋅v Además de los procedimientos anteriormente expuestos, existen multitud de sistemas más o menos complicados o ingeniosos, tales como: - Medidores de velocidad: son sistemas rotativos en los que la velocidad de giro es función de la velocidad del agua. - Medidores de dilución: se basan en la adición al agua de una sustancia fácilmente detectable (colorantes, sales, isótopos radioactivos, etc.) en un punto del canal y la medida de su concentración en otro punto, aguas abajo. El factor de dilución de la sustancia añadida es función del caudal de agua. - Canal Parshall: consiste en una especie de tubo Venturi pero abierto, de tal manera que en una zona del canal se produce un estrechamiento que provoca la elevación del nivel del agua en función del caudal. La estimación del caudal se realiza a través de la medida de la altura h que alcanza el agua en un pozo auxiliar unido por una conducción piezométrica. AIREACIÓN Es una operación que suele realizarse en las primeras etapas del acondicionamiento del agua para mejorar algunos aspectos de ésta antes de ser sometida a otros tratamientos. Mediante la aireación del agua se puede conseguir: - Oxidación parcial de sustancias inorgánicas reducidas, tales como sales de hierro y manganeso. Eliminación de sulfuro de hidrógeno y anhídrido carbónico agresivo. No es un método eficaz para eliminar olores y sabores, ya que la presión de vapor de la mayor parte de las sustancias que los producen es baja. Evaporación de algunas sustancias volátiles que pueda contener el agua. Nitrificación del amoníaco. Disminución de las condiciones de anaerobiosis y de la corrosión, ya que cuando el agua contiene concentraciones altas de amoníaco y sulfatos se favorece la proliferación microbiana. Mejora de los caracteres organolépticos por aumento de la concentración de oxígeno disuelto. Eliminación del exceso de oxígeno disuelto, lo que favorece la decantación. Cuando la concentración de oxígeno disuelto es muy elevada en el agua bruta puede dificultar la sedimentación de los flóculos tras la coagulación-floculación, pues al desprenderse las burbujas pueden arrastrarlos hacia la superficie, y en estos casos la aireación facilita la eliminación del exceso de oxígeno. La eliminación de gases, como sulfhídrico o CO2, del agua depende de las cantidades relativas de dichos gases, en el aire y en el agua, en relación a su valor de saturación. La velocidad de intercambio es función de la superficie aire-agua que consiga en el sistema aireador, del pH y de la alcalinidad. La aireación sólo debe realizarse si se considera conveniente para el agua problema, por presentar concentraciones elevadas de CO2, sulfhídrico u otras sustancias volátiles, o bien porque pueda mejorar el resto de los tratamientos que se realicen a continuación, pero siempre teniendo en cuenta que todas estas sustancias pueden eliminarse por alguno de los tratamientos posteriores del agua. Así, por ejemplo, la eliminación del CO2 puede realizarse de forma más económica, cuando las concentraciones no son muy altas, neutralizándolo con sosa o cal. En la práctica, los aireadores deben estar diseñados de tal manera que la superficie de contacto aire-agua sea la mayor posible y que las sustancias volatizadas puedan ser arrastradas por la misma corriente de aire empleada en la aireación del agua. Se han desarrollado dos modelos básicos de aireadores: Aireadores que forman gotas o películas de agua en contacto con el aire Aireadores de rociamiento: consiste en pulverizar el agua mediante unas toberas. Su rendimiento es del 75 % para la eliminación del anhídrido carbónico, mientras que el contenido en oxígeno que se consigue en el agua es muy superior al requerido para la oxidación de hierro y manganeso (Fig. 10.3). Aireadores de escalones: están diseñados en forma de torres en las que se colocan de 4 a 6 bandejas o gradas en escalera, con una altura de 1,2 a 3 metros, por las que se hace circular el agua en láminas delgadas. Se consigue la eliminación del 30 al 60 % del anhídrido carbónico y una buena oxigenación del agua (Fig. 10.4). Aireadores que forman burbujas de aire en el seno del agua Aireadores de difusión: mediante la inyección de aire comprimido a través de conducciones perforadas en el interior de un depósito o estanque. Este procedimiento puede servir para realizar simultáneamente una flotación forzada (Fig. 10.5). PREOZONIZACIÓN La desinfección previa del agua a tratar siempre es conveniente, pues además de favorecer la coagulación-floculación, ablandamiento, filtración, oxidación de sustancias inorgánicas, etc., evita la proliferación de algas de las instalaciones, así como la de microorganismos formadores del limo en los filtros de arena. Por otra parte, cuando en el agua problema existan sustancias orgánicas precursoras de compuestos orgánicos clorados, fundamentalmente ácidos húmicos y fúlvicos, es conveniente la utilización de un desinfectante distinto del cloro gas o hipocloritos, que dan lugar a una serie de compuestos indeseables tóxicos y/o mutagénicos. El ozono puede en estos casos ser una alternativa válida a la precloración del agua, ya que mediante diversos estudios de toxicidad y mutagenicidad se ha comprobado su mayor eficacia en esta fase de los tratamientos.