MniBmqvMltLhn, ¡a, mvititn» : M AttM, Bo h«rtM, n» «lantu, l e raYariqnat, honra á tni ptdrw; ea nnn, enmple la lay da Dios, amándola V 'ícyiénAoia.—MMtM. La fuente de la vida es la cimcia. BB r,/UK> da duda, el ]nez «npremo es la CODjelencia.^-Jironii. Cón6eete á tí mismo.—Sóeraia. Trabaja para extirpar el mal. Embeilece la tierra cubriéndola de yegetaleí y animales útiles.—Zoroiwtr». Todos los hombres son Igfuales. No hay otra diferencia entre ellos que las virtudes quo posMoB.—Bud/io. Amaos los nnog i loa otros.—Sed perfectos como nuestro Padre que esti en los cielos.—J««í»». La piedad DO consiste en Tolver el íostro hacia Levante 6 al Poniente. Pia 'eso es el que socorre á los huérfano- . á los pobres, rescata los eautlvcs, •b- erva la oración, da limosna, as pacíante an la adversidad. El que aa Justa y tama & Dios clamante y miaarieordio•0.—A/aAema. f linicales wmgU lu eaaa, ei magbriíado qaa ¿Mh ^ p « l a stM ftuicíonea. al obrera qu« trabaja, hacen una obra taa «aata COBO al monje que ora y ayuna.—I«(«ra. Desde la India hasta la Franela al «el no ve más que una flunilia Inmenaa que debía r e ^ s e por las leyes del amor. Mortales, todos sois hermana .— rtltatn. Haz el bien por el bien. No emplee* jamas la humanidad como xm simpl. medio... Respétala como un iln.—fonle Bl hombre deba realizar bido Dios «i armonía de la Naturaleza y el Bspirltn en forma de voluntad raeional y por al puro bien.—XrauM. Que la Verdad ostente todos n u a» plendores en la tierra: que ee deapleBen loa templos y caigran keehea polvo los tronos, y le Boterrea bajo el ikam loa adoradorM del velloeino de oro •i se interponMTen lá eamiao. iPiM, w n ft la Verdad divinal—« AfririlM •Á *TTi Tkr w i NT]M. 71. i i u x f i . «o- F r e o i o « . - M a í r i d , triin. 9 pta«. ftwy.,id. 9,80 i d f S ^ e w . aao, lá pta«. Ultramar, 14.. SO W . I NúmeroT¿elt¿ eorriená, W céflta. do p4f.¿*. Ídem atruHide, 95id. A los vendedoresB, r*.tt-^no. Bl I Í6J•ellos. se\ ! ^ ' ¿ ^ ' ^ r trimestres adelaíitaíeí^ÍB letras SÜSCRICION para el pago do la malta impaeste é. LAS DOMINICALES por el conde deToreno, y para constituir nn fondo de defensa contra las persecnciones del Gobierno al LlbrePensamlento. ; fContinusicion.} .,' _ ' Pt». ota. iSmaaHteriDr 1.650 15 Treinta y siete alcazareños libre-pen- • gadores •• ^, eD. Félix Templado ^ ** D. Antonio Pablos y García •• 3 ün libre-pensador, i . . . . . . • •• I Un librepensador de Basilio (Santan-• ^ der) *^ Una hermana de Almanzor | D. Vicente Pinedo j D. Miguel Pinedo ^ D. Nicolás Moro \ D. Zacarías Pérez ^ B. Antonio Ponzada {• D. Antonio Bartolomi. ••• ^ D. Franciseo Alvarez Ifarin • | D, Laur^inoMartínez ,.| D. Emilio Pérez Rívon | D. Miguel Sánchez '• La ReYOlucion Setiembre. Sumadey siff%e...'.. 1.6'79 15 Si la monarquía hereditaria pudiera resistir la crítica de la razón, con sólo mostrar experimentalmente á sus defensores á GárloB el Hechizado, habrían de enmudecer. Un pueblo, aunque «n decadencia, señor todavía del máa vasto imperio que han conocido los siglos, cuando para contener su ruina y apuntalar sus desvencijadas pose•Biones había menester un brazo fuerte y poderoso por jefe, xm entendimiento vivo y perspicaz por director, vese por elj>rincipio hereditario gobernado por el desventurado engendro de una raza gastada y decrépita, enteco hasta la impotencia y menguado de espíritu hasta la imbecilidad. Si Garlos II como hombre inspira dolorosa oompasion, como la inspira siempre el culpable de ajenos vicios y maldades, como rey subleva la conciencia humana, y marca la monarquía hereditaria con el sello de condenación eterna. Como grajos voraces que persiguen el agonizante cuadrúpedo en que han de saciar sus apetitos, los monarcas europeos rodeaban por BUS embajadores ellecho de Carlos de Austria, disputándose el cadáver de la monarquía fundada por los Reyes católicos. Y aquella infeliz cuanto despreciable criatura, espantada con las representaciones del infierno, incapaz de pensar ni distinguir el bien del mal, tomando con calenturienta y temblorosa mano una pluma, como el que lega un rebaño, legó el pueblo español á la C.nv.i de Borlón, familia enemiga declarada ao 1:1 grandeza de España, por España cien veces vencida en los campos de batalla. Éste testamento, tras cruenta guerra de catorce años, en que España perdió todo su vigor y Cataluña sus antiguos fueros, estableció en nuestra patria la dinastía de Borbon sobre las ruinas de nuestra grandeza. Desde entonces que, satélite política de su antigua enemiga, la Francia, vive relegada á puesto secundario en el concierto de hts naciones, ¡ella! dominadora de Alemania, vencedora de Francia, señora de Italia un dia. Tras Felipe V, á quien su misantropía no permitió más que ser juguete de sus mujeres, produjo la familia de Borbon al beato é inofensivo Fernando VI, esculpido en piedra y ladrillo en su obra máxima, el monasterio de las Salesas. Siguióle ub hombre dispuesto al bien por pasión, Carlos III, que, si no oon> traría el despertar de nuestro pueblo, común ¿ todos los del Occidente de Europa, ata nuestra nación con coyunda de muerte y de servilismo á sus parientes de Francia, en el f.imoso Pació de familia, que no tiene la K°ogua palabras bastantes vivas para malO'.cirle. Y como agotada la raza para el bien, viene tr.Ms de Garlos III su hijo Garlos VI, especie i le Claudio cuya vulgar y despreciable naturaleza ponen de manifiesto un trono de que no es digno, y una mujer que le entrega, ron su pudor, la efectividad del poder á miseI lijle soldado que satisface sus apetitos, soldado cuya ineptitud, sólo comparable á la vileza de los medios y de la persona que le cncrandeció, sumió la patria, en 1808, en abismo tal de humillación y desdoro, que hubiera corrido la suerte de la infeliz Poionia, á no hallare! pueblo español, en su aesesperaciOD, an heroísmo sin ejemplo. La redaeeion dari cuenta de toda abra de que reeiba doi ejemplaraa. No4evuelve les manuscritos. No responde de los artiealos firmados. No admite anuncios dé pag'o. Administración: Libertad, 38, bajo izquierda, fraute si teatro de la Alhambra. Para entonces, la lava de aquel volcan que se llama la revolución francesa, desbordando del'pirineo, había penetrado en España, y deíi^i^ádo coa su calor el pensamiento de este^gi-an pu^Io. Un estremecimiento inconsciente de libertad, y la protesta contra las iiifamias de una corte escandalosa, hicieron pmer la esperanza de ios españoles en Femk^do Vil, monstruo indigno de haber visto la luz en la hidalga tierra de Castilla, ilip^rita y malvado, el brillo de la corona le hace Intidor á su padre y á su rey, y vilipendiadordesu propia madre. Una abdicación le ciÜe la corona. El Deseado llamóle el pueblo en ni inocencia, y jamás se vieron en esta país mayores muestras de simpatía y amor á una persona. Pocos meses después, el rumor de tantos escándalos, la ambición, el falso juicio de considerar al pueblo tan vil como sus reyes, atraen i Napoleón á Bayona. Y ¡horror! después de insultarse Garlos y Fernando, después de rebajar su dignidad hereditaria ante un advenedizo jacobino, que había llevado á Luis de Borbon á la guillotiná| el hijo cobarde vuelve la corona al padre,'y el padre envilecido la da á Napoleón. ¿Hase visto en la Historia mayor conjunto de monstruosidades y de infamias? ' Bipu^Io, cegado por su patriotismo, no advierte la villahía'de Fernando; lánzase á esa epopeya llamada la guerra de la Independenda, y su grito de combate, á la vez que Patria y Libertad, es su Fernando. [Desdichado! En tanto que él rehacía la patria con su sangre, para tornar la corona á las sienes de Fernando, este ¡horrible sarcasmol felicitaba ¿Napoleón por los triunfos que sobre España conseguía. Y cuaQdo un dia, atado por su vigor el domad^~^ nacioons á la roca de Saata Elena, aclama, juntamente con la libertad consignada en la Constitución del año 1812, al deseado Fernando,- éste, traidora, cobarde y solapadamente, con mano aleve rasga aquel Código sacrosanto, destierra, fusila y ahorca á los incautos que le creyeron homhre, siendo un monstruo, y asienta su trono absoluto sobré los cadáveres de los héroes más brillantes de la Independencia. Mas |ayl que la libertad es invencible. Sublévase Riego el aSo 20, cunde la revolución, y Femando jura, por salvar su trono, la Constitución. ¿Quién ignora la falsía, la indignidad y las vilezas por Fernando VII cometidas contra los liberales? Llamados por sus satélites, cien mil franceses entran en E^spaña á lavar sus afrentas de Bailen y Talavera; restablecen el gobierno absoluta, y dejan libre á Fernando de manifestar sus instintos. Muertes, horcas, torturas, fusilamientos, denuncias, expurgos, puriQcaciones, constituyen diez años negros y horribles de la historia de aquel reinado, A la muerte de Fernando, D, Carlos su hermano, Isabel su hija, disputan la corona. No son dos personas, son dos partidos: el liberal y el absolutista. Vetíció el partido liberal en los campos de batalla; pero ¿ignora nadie lo que pasó, para que necesitemos decirlo? El trono, por los liberales cimentado, fué so obstáculo tradicional. Para llegar al poder, siempre hubieron de apelar á las armas. En 1854 una revolución llegó hasta las puertas mismas del real palacio; mas una vergonzante palinodia satisfizo la inagotable candidez del pueblo español, que vio ametrallada en 1856 la representación nacional, y entregado otra vez el poder á los absolutistas, disfrazados con el nombre de moderados, Hasta allí libaron su paciencia y su esperanza. EU general Prim lo dijo gráficamente: es preciso atrepellar los obstáculos tradicionales, y los ATROPELLARBHOS. Y en el mes de Setiembre de 1868, todos los liberales españoles, unidos como un solo hombre contra un trono irreconciliable con la Libertad é incompatible oon la honra nacional, dan con aquel obstáculo secular en tierra. En Cádi^ el dia 19, en Santander el 24, en otras partes en el intermedio y después, álzase la nación en armas, y la batalla de Alcolea dada el 1^8, origina el estallido, la explosión de Madrid el 29, y la salida de los Borbones de España al dia siguiente, fecha que quería el Sr. Olózaga conmemorase la revolución, por designar el dia en que España se veía libre de déspotas extranjeros. ¡Todos lo recordáis! iMadrid parecía, el 29 40 Setiembre de 18^8, eindad que se lanza, MADRID Domingo 29 de Junio de 1884. ebria de alegría, á la calle, pueblo que se ve libre de una epidemial Los amigos, y hasta los descoHocidbs, al hallarse en las calles y plazas, se abrazaban y felicitaban. lYa somos libresl se decían, {Ya podemos considerarnos honrados! jYa tiene honra 11 patria! Aquellj era un frenesí. Canciones improvisadas arro j'aban sobre los déspotas el escarnio, y entre los patriotas el contento. Bien puede decirse que aquel fué el dia de más gozo patriótico que se ha visto en España. Empero aquella revolución fué incompleta. Se arrojó el tirano, pero la idea falsa en que la tiranía se asentaba, entraba aún con su prestigio á muchos titulados revolucionarios. A la alegría sucedió la lucha. Los falsos revolucionarios proclamaron el principio monárquico; pero el pueblo, más grande por sus sentimientos que los directores del movimiento, de un cabo á oito de España, aclamó la República como garantía sólida é insustituible de la conquistada libertad. ¡Sabía de sobra, por dolorosa experiencia, lo que de la Monarquía podía esperar! Los que pensaron que I* democracia era compatible con la monarquía, después de gastar las fuerzas de la revolución en combatir á los republicanos, mendigaron un rey por Europa, y le encontraron. ¡Es cosa tan fácil I Mas aquel rey hubo de declarar dos años más tarde que los republicanos teníamos razón; que la democracia no es compatible oon los poderes personales y hereditarios, y, abdicó caballerosamente su corona, antes de faltar á sus juramentos. {Grave enseñanza para los pueblos y los reyesl Huérfana de gobierno la nación, sus representantes, en Soberana Asamblea congregados, votaron la R^^Hiltoa, término lógico é inaudible á qtle las circunstancias y la razón arrastraron á todo el partido liberal. Deplorables divisiones, nunca bastante maldecidas, las intrigas de los traidores, el concierto de todos los instintos reaccionarios dieron con la República en tierra^ La monarquía borbónica ha sido restaura' da. La consideración y las leyes nos vedan hablar lo que de ella pensamos. Mas no nos vedarán, no, protestar de la manera más enérgica contra los que, debiendo á la .revolución de Setiembre cuanto son, consienten que se insulte y se calumnie desde las alturas del poder aquel glorioso é imperecedero movimiento nacional. Esttos insultos y estas calumnias sólo prueban una cosa, y es que hoy, como antes, el triunfo por armas fué de los liberales; pero sólo un triunfo aparente. El triunfo real, efectivo, pertenece por la intriga, que halla complacientes las alturas, á los absolutistas disfrazados, que sólo espían una ocasión propicia para arrojar lá máscara y sumir el pueblo español en el degradante yugo del despotismo y la teocracia. Liberales todos, republicanos todos, vos» otros que sois los hijos predilectos de la gloriosa revolución de Setiembre, ¡ya lo veis! Se atreven ya á insultar y calumniar á vuestra madre. ¿Ni aun esto os hará olvidar vuestras divisiones y rencillas, para acudir al sagrado llamamiento? BAUON (¡pím. Discurso imaginario. Hermanos queridos del Valle dé Badi^os. No era yo hermano vuestro al recibir la carta tan halagüeña para mi con que rae habéis honrado. Movido por ella y por ideas que vienen trabajando mi espíritu de há tiempo, soñé, á poco de leerla, con algo que, valga lo que valga, voy á revelaros. És, á mi entender, la mejor contestación que dar pudiera á vuestra tan agradecida carta. ^ Soñaba yo que se efectuaba ante mí una manera de iniciación tan fantástica como esas de que hablan vuestros libros; iniciación rara, extemporánea, que choca con las ideas de libertad que hoy vivimos, pero cuyo valor en otros tiempos no muy lejanos á nosotros, se me alcanz», como se me alcanza que aún la tengan esos nihilistas (tan calumniados por los que flotan en la vida actual) que juran morir antes que consentir 1» vileza y la tiranía en que les tiene envuelto un poder autoprático, y ¡saben cum» plirlo puando llega el caso, como lo ha patentizado, entre otros, aquel hecho del que aplicó á BU cuerpo la luz de una bujía para abrasarlo primero que lo tocara, ni aun con la horca, la ley del déspota que odiaba. Después de aquella iniciación fantástica, viéndome rodeado de un concurso de hombres cuyo rostro respiraba algo extraordinario: severidad unos, e^paii^ioQ y entusiasmo R«l..to««.4gS2£?^'* A loa corresponsales que envíe» el importa por meses adelantados m letras 6 sellos, se lea servirán los pedidos que hagan, Biem])re que sean de 10 números en adelanten dándoles de ganancia cuatro céntimos en eada ejemplar. Bl preeio en venta de cada número será de 10 céntimos. otros, nobleza y resolución todos, desaté mi lengua para decir, entre emocionado y animoso, las siguientes palabras, que has de tomar, lector, por puro sueño, bien que no me arrepentiría deque fueran realidad efectiva. Amigos mios: Me habéis didio, al penetrar por esa»paertas de enfrente, que aqui se exige al Iwmbre la más completa, la más plena ingenuidad. Estoy, según eso, en mi propia casa; voy, pues, á mostraros mi corazón entero. Vengo á vuestro seno con plena conciencia de lo que hago. Sin que confundáis mi religión con la vulgar, que consiste en golpearse el pecho y rastrear las rodillas, yo os lo confieso, soy un espíritu enteramente religioso: yo pido de continuo la asistencia del Ser que esencia el universo á todos mis actos; la pidoespecialmente respecto de aquellos que, como el presente, tienen una trascendencia notoria. Por mucho que alcance el entendimiento, por lejos que llegue el oleaje del corazón, siempre queda un algo más allá, á que el nétfinitono alcanza. Hay quien no tiene idea ni sentimiento de ese algo; yo, sea virtud ó debilidad, confieso tenerlo, y uniendo lo que veo y toco con lo que está tan lejano á mi que no lo alcanzan mis sentidos ni lo abarca mi razón, concibo un Todo que prraide á mi vida, á la de los domas hombres, á la de los seres y cosas naturales, al universo mundo, en suma, y á esa totalidad que, lejos de ser compuesto ó resultante de lo que yo he enunciado, es primero y causa inicial de ello, es á lo que llamo Dios. Concertar mi actividad con la actividad de Dios, es lo que yo llamo religión. En tal sentido, os puedo afirmar que vengo con vocación religiosa á vuestro seno; porque hasta allí donde llega mi entendimiento y donde llega mi Mntimiento, y en el más alia que vislumbro y no veo con claridad, todo concuerda en aconsejarme que obro bien al obrar de este modo. ¿Queréis que os diga más? Pues os diré que tomo este acto como un verdadero sacramento, en el pleno sentido de la palabra; nombre que no merece el que mis santos padres, movidos por c i ^ pted»d^Uei«»eB á<: cabo ar hacerme rociar con agfua imoitisma), sin reparar en que la conciencia muerta entonces, debía algún dia protestar de que se Quisiera hacer siervo de la familia de David quien aspira á ser un hijo libre de la Humanidad entera. Yo lo era antes de entrar en este sitio, pero ya que veo escritas desde aqui aquellas palabras de «Libertad, Igualdad y Fraternidad,» lemas sacrosantos de la Revolución francesa, y de que decís que adoráis á un Gran Arquitecto del Universo, bajo el cual caben los que hemos sido rooiados con ag^a y los que no lo han sido, las millonadas de hombres que componen la casi totalidad de los que pueblan la tierra, yo lo declaro con religiosidad, soy totalmente vuestro: mi Dios 00 es el estrecho delra<istianismoque habla en el Sinaí, estáfiliadoen un pobre pueblo, y excluye al resto de su reino; mi Dios es el Ser que preside al orden y á la vida universal, que presta aliento al cristiano como al mahometano, al europeo como al chino; que sostiene con ritmo y medida esa construcción sublime que admira más al que más la conoce, y que os ha inspirado á vosotros, descendientes de los hijos del trabajo, que en la Edad-Media levantaban las oitedralM góticas, fundamentándolas en las leyes del equilibrio más perfecto, imitación del que imaginaban en el universo, ese nombre que le dais oon justicia de Gran Arquitecto. Pero no me basta enunciar que soy todo vuestro; quiero probároslo; neoesito que estéis tan seguros de ello como yo lo oitoy, para que sepáis lo que podéis esperar de mi en la obra a que os deseo impulsar. Os expondré para ello el proceso interno que ha producido en mi esta resolución que me trae entre vosotros. Ninguno de vosotros ignora los trabajos de mi amigo querido, de mi hermano del alma, y mios, en L.is DOHIMICALBS. Al espaciar nuestras miradas por el mutido de la Historia y ver que nuestra patria, que pudiera 8^ tan grande, es tan pequeiía, cierta altivez castellana que llevamos todos aquí metida en el seno, para algunos signo de pretencioso orgullo, para otros, como yo, conciencia da nuestro derecho histórico, nos ha hecho revolvemos con coraje contra esta situación afrentosa. Un estallido de ese obraje es LAS DOMINICALES OBL LIBRE PENSAMIENTO. Lo primero que ha herido nuestros ojos al querer poner manos á la obra, ha sido el obstáculo de los obstáculos, el que los domina aquí en la patria de la Inquisición, todos; y á él, como soldados que no miden los fosos que hay que saltar ni las murallas que barrer para tomar la fortaleza, porque no les importa morir, en la seguridad de que las banderas de la patriaflotaránal cabo MI las torres, clavadas por los entusiastas compañeros que vienen al lado, ó seguirán, hemos atacado de frente, Pero lo veo, lo vemos mi amigo y yo; hacen falta para vencer Me obstáculo armas poderosas. Y asi como el labrador cuidadoso de su campo, que vle»-ocupada una parte fecunda de él por árbol de tronco carcomido, buscaría instintivamente el hacha más afilada para extirparlo, á serp<»ible, de raiz, asi también nosotros, viendo ocupado el campo de la historia patria por árbol de tronco carcomido, de raíces paridas de ramas y frutos que destilan venenosa ponzoña, hemos husoado el hacha mejor aglada con que extirpar- AÑO n lo también de raiz. Y bien: ese hacha tola vosotros. ¿Nos habremos equivocado? Cid al árbol que, como tiene sentidos, entendimiento y lengua, ai veros acercar hacha en mano griti^ y os amenaza y os maldice. |Teme la muertel ¡Como si la muerte fuese un mal; como si no fuera condición inaudible de nueva y superior vidal ¡Bendita muerte la del anciano virtuoso que da su último aliento entre los sollozos de una esposa adorada y de hijos que le veneraiil La muerte, no sólo mala, sino maldita, es la de aquel tirano que se ha complacido en vida en escarnecer y atroptilar el santo derecho de los pueblos. Ved, pues, ya un punto de comua entre vosotros y nosotros: tenemos el mismo enemigo enfrente: nos envuelve tí. mismo anatema. Pero no vendría yo á unirme á vosotros, ni menos á incitaros ¿ una obra de destrucción. No son .mis ojos de aquellos que se recrean en la contemplación de las ruinas y los yermos, antes gustan esparcirse por pradosfloridos,donde la naturaleza ostenta sus galas bajo un sol espléndido. Si: la obra que os vengo á proponer no es destructiva, antes bien es esencialmente constructiva. Veo en vosotros, mis queridos hermanos, un instrumento, el más potente, para realizar altísimos ideales patrióticos y humanos. Oidme con atención y reflexionad sobre lo que voy á deciros, para que juzguéis, con vuestras luces superiores, sobre el valor de mi pensamiento. Es un hecho inconcuso que nuestra patria, la primera entre las naciones civilizadas que conquistó su unidad, la que apareció más potente al consumarse este hecho histórico de la formación de las nacionaljidades, allá al alborear la Edad Moderna, hoy se encuentra relegada á un papel secundario, sirviendo no pocas veces hasta de burla y escarnio á las restantes naciones de Europa. ¿Cuál es la causa de este hecho? No cabe duda para una razón serena: la causa es habar tMa -^ptiíK^n ^áatmáv^^am y la tfrahia. Salimos derrotados en Alemania, en Francia, en Italia. Esto lo declara la Historia. Declara asimismo que al acaecer esa derrota, Monarquía absoluta ó Iglraia dominaban por entero en nuestro pueblo; ellas son, á no dudar, las responsablos de nuestra caida. . Como el error es por esencia disolvente, no sólo perdimos lo de fuera, sino lo de casa. Eli despotismo de los Austrias acarreó la separación del Portugal; el despotismo de loa Borbones trajo la separación de América. Pues bien, lo que el despotismo ha separado, es preoiso que lo una la libertad. . |Ah, señores! Lo digo muy alto y sin segundas: si yó pensara que nuestros hnrma-. nos de Portugal, y si pensara que nuestros hijos dé América podrían padecer la máa leve pérdida de libertad al consumarse I« formación de la gran confederación iberoamericana en que sueño, cosería mis labios para que no saliera de ellos una sola {«labra en este sentido. Amo sobre todo y por enoima de todo esta deidad, que me da el ser de hombre, que se llama Libertad. ¿No han de ser libees lusitanos y americanos al lado nuestro? Que no se nos unan jamas. Pero ha pasado ya el tiempo de creer que el estado de libertad es el de aislamiento, aquel que llamaron estado de naturaleza. ¿De dónde sino de ese estado se han cazwió hom-. bres como fieras haciéndolos miserables esclavos? No; el estado de libertad es el estado de sociabilidad. Hay en el seno de la lamiUa una atmósfera de afectos, sentimientos, fuwzas, ^ue recoge y hace suyas el individuo sirviéndose de efías como sustentáculo ^u» moverse por las calles con másfirmezay libertad. Cobran las familias en el seno del pueblo y la provincia fuerzas superiores, que; las dan mayor pujanza para sostener la i'a- ' violabilidad de su hogar en el seno de la nación. Alzan la cabeza en el mundo con altivez las naciones que descansan en etregazo de una gran confederación que les as^ure su independencia. ¿Qué libertad goza hoy el Portugal, triste, acechado por todra parto» por el leopardo inglés? Yo no negaré los benefidos que ha hecho Inglaterra á la civilización humana; pero hajf'. algo en el fondo de ese pueblo que disuena por entero de nuestro carácter abierto, partugues y español. Yo no puedo pensar en ese pueblo sin acordarme del normando brutal; de aquellos guerreros feroces, divididos en bandas durante la Edad-Media, que ao se contentaban con degollar y asesinar, sino que desenterraban los cadáveres para quemarlos, arrojarlos á ios muladares ó hacerlos pasto de las fieras; yo no puedo Tpaaatx en rae pueblo sin imaginarme á Juan sin Tien|k, d^ollando á su sobrino para usurpar el trono, y tirando al rie la cabeza por una ventana del castillo sombrío; no puedo imaginarlo sin que se me representen los asesinos enviados por un rey para que en el templo, y estando en ora<don, mataran por la espalda al primer dignatario de la Iglesia, «i plena Eklad cristiana. Yo no puedo imaginar á Inglaterra, finalmente , sin recordar i ' aquel monstruo del genio, aquel Shakspean^ más grande que Sófocles, que Esquilo y que todos los dramaturgos de la tierra, precisamente porque pudo su genio engolfarse en un océano de pasional que pitaran á su pueblo más que i ningqao ot(o, producid-