Rosario, miércoles 25 de marzo de 2009 D i a r i o d e w w w . D o c t r i n a y ● Nº 28 - AÑO XLIV J u r i s p r u d e n c i a e l d e r e c h o . c o m . a r Rosario digital SERIE ESPECIAL - Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Rosario CLÁUSULAS CON VOCACIÓN REGISTRAL INMOBILIARIA1 Por Miguel Angel Luverá2 Sumario: 1. INTRODUCCIÓN.- 2. SITUACIÓN JURÍDICA REGISTRABLE.- 3. REQUISITOS PARA SU INSCRIPCIÓN.- 4. DOCUMENTOS CON VOCACIÓN REGISTRAL: A) BOLETO DE COMPRAVENTA; B) MANDATO GENERAL; C) INHIBICIONES VOLUNTARIAS; D) SUBASTA JUDICIAL.- 5. CONCLUSIONES 1. Introducción El tema que abordamos resulte ser sumamente complejo, reconociendo diversas causas, algunas particulares del régimen registral argentino, declarativo y no convalidante, y con apoyatura en la técnica del folio real, otras, como la exigencia de la tradición para transmitir los derechos reales que se ejercen por la posesión, el instrumento público pertinente, como pauta reguladora en materia de forma del documento con vocación registral, el numero cerrado en materia de derechos reales, con el inevitable acompañamiento: de orden público, la política federal argentina, que implica por parte de las provincias determinadas facultades legislativas de jerarquía constitucional, y las delegaciones que las mismas leyes nacionales han realizado. Todo ello, ha producido que los distintos operadores del derecho, en innumerables oportunidades, hayan tenido la necesidad de resolver cuestiones, relativas a la oponibilidad de determinados aspectos de una particular situación jurídica, que ha tenido acceso al registro. La doble jerarquía normativa que encontramos, por un lado la ley nacional registral 17.801, y por otro las diversas leyes provinciales, produce la necesidad de un serio análisis de determinadas situaciones jurídicas, que en algunos supuestos no contienen vocación registral, no obstante encontrarse expresamente contempladas en los ordenamientos normativos locales; todo lo cual, ha producido una loable discusión doctrinaria, que en algunos casos, el efecto ha sido la erradicación de ese tipo de documentos del ordenamiento local respectivo, como es el supuesto de la registración de los mandatos, al cual nos referiremos más adelante. A poco de avanzar en el tema, deberemos precisar, cuáles de los elementos que conforman la situación inscribible, son los que deben publicitarse en el folio real, correspondiendo además, se precise si la competencia al respecto, es exclusiva de la legislación nacional, o si por el contrario, debe complementarse con lo dispuesto por los distintos ordenamientos locales. 2. Situación jurídica registrable Una de las normas de mayor trascendencia en la ley 17.801, la constituye el art. 2º, que reza: “De acuerdo con lo dispuesto por los arts. 2505, 3135 y concordantes del Código Civil, para su publicidad, oponibilidad a terceros y demás previsiones de esta ley, en los mencionados registros se inscribirán o anotarán, según corresponda, los siguientes documentos: a) Los que constituyan, transmitan, declaren, modifiquen o extingan derechos reales sobre inmuebles; b) Los que dispongan embargos, inhibiciones y demás providencias cautelares; c) Los establecidos por otras leyes nacionales o provinciales”; ya que a través de la citada norma, se procura determinar qué documentos son susceptibles de inscribirse o anotarse. Si bien la norma habla de documentos inscribibles, en puridad de verdad, puede referirse de modo similar a lo que acontece en el sistema hipotecario español, el nuestro también sería un registro de títulos. En efecto, como bien lo pone de relieve Roca Sastre en su conocida obra sobre la materia3, lo que propiamente se inscribe o registra en el Registro de la Propiedad “es el acto o negocio jurídico que opera la mutación jurídico-real inmobiliaria, y no el título formal o documental; ni el derecho real inmobiliario correspondiente. Es entonces “el acto o negocio jurídico que opera o declara alguna mutación jurídico-real u otra registrable”, lo que accede al Registro persiguiendo su debida y correcta inscripción. Desde esta última concepción, nos encontramos con un Registro de títulos en sentido material ya que éstos serían la materia prima inscribible; sin embargo, el título inscribible en su aspecto formal tiene también importancia en el derecho español, como en la mayoría de los países extranjeros, pues constituye el medio adecuado para el acceso de los títulos materiales inscribibles al Registro de la Propiedad. De esta manera, el título en sentido formal, sería “el documento o documentos que, en general reúnan la condición de públicos, cumplan los requisitos exigidos por la ley, y sean expresión, por sí solos, o con otros complementarios, o mediante formalidades cuyo cumplimiento, acreditan al- CONTENIDO DOCTRINA Cláusulas con vocación registral inmobiliaria, por Miguel Angel Luverá ............................................................................................................... 1 JURISPRUDENCIA CS Santa Fe Recurso de Inconstitucionalidad (Provinciales): Arbitrariedad: sustracción de materia; alcances. Sentencia: Fundamentación de sentencias. Poder Judicial: Jueces: obligación de pronunciarse sobre los puntos propuestos. Constitución Nacional: Defensa en juicio (CS Santa Fe, abril 3-2008) ........... 5 Trabajo: Contrato de trabajo: solidaridad; art. 31 de la Ley de Contrato de Trabajo; interpretación. Conjunto económico de carácter permanente (CS Santa Fe, noviembre 26-2008) ............................................................................................................................................................................................. 7 Contencioso Administrativo Acto Administrativo: Ejecutoriedad: presunción de legitimidad; traslado de personal público. Empleados Públicos: Suspensión administrativa por causa penal; absolución en sede penal. Remuneraciones: derecho al sueldo; extensión temporal; principio del service fair. Procedimiento Administrativo: Recursos y reclamos del administrado (CCont.-adm. Nº 1 Santa Fe, septiembre 25-2008) ....................................................................................................... 11 Civil y Comercial Patria Potestad: Tenencia de hijos: modificación; interés superior del niño. Menores: Derecho del menor a ser oído; carácter. Recursos: Recurso de Apelación: expresión de agravios (art. 365, CPCC); requisitos (CApel.CC Rosario, sala I, octubre 31-2008) ............................................................... 8 | 2 | EL DERECHO Rosario digital gún título material inscribible, o sirven de base para algún asiento practicable”. Por tanto, la expresión empleada por el precitado art. 2º, puede ser empleada en un sentido amplio, equivalente a título en su doble faz: material y formal, acorde con la mencionada elaboración española, en la que se inspiraron los autores de nuestra doctrina nacional registral inmobiliaria; y en ese sentido “el acto o negocio jurídico que opera o declara alguna mutación jurídico-real u otra de carácter registrable, podrá acceder al Registro a través del correspondiente documento inscribible”. Al respecto, las IV Jornadas Sanrafaelinas de Derecho Civil (1976) expresaron: “En los registro de la propiedad inmobiliaria se asientan las situaciones jurídicas reales o personales con relevancia registral, para los distintos efectos previstos por las leyes”; recogiendo el pensamiento plasmado en el II Congreso Internacional de Derecho Registral, donde se aceptó la designación genérica de situaciones jurídicas registrables, que interesa al derecho por sus efectos de oponibilidad a terceros interesados, y que es la denominación que más se ajusta a la temática registral imperante. 3. Requisitos para su inscripción Analicemos ahora, cuales son los requisitos exigidos por la normativa especial, que hacen posible que los documentos mencionados en el art. 2º, tengan acceso al Registro, así encontramos como norma motor el art. 3º de la ley 17.801 que prescribe: “Para que los documentos mencionados en el artículo anterior puedan ser inscriptos o anotados, deberán reunir los siguientes requisitos: a) Estar constituidos por escritura notarial o resolución judicial o administrativa, según legalmente corresponda; b) Tener las formalidades establecidas por las leyes y estar autorizados sus originales o copias por quien esté facultado para hacerlo; c) Revestir el carácter de auténticos y hacer fe por sí mismos o con otros complementarios en cuanto al contenido que sea objeto de la registración, sirviendo inmediatamente de título al dominio, derecho real o asiento practicable. Para los casos de excepción que establezcan las leyes, podrán ser inscriptos o anotados los instrumentos privados, siempre que la firma de sus otorgantes esté certificada por escribano público, juez de paz o funcionario competente”; a continuación efectuaremos un somero análisis de los mismos, a saber: Autenticidad: Los instrumentos pasibles de registración deben ser básicamente instrumentos públicos (arts. 979 a 1011, Cód. Civil), siendo uno de sus rasgos salientes la autenticidad, ya que solo por excepción se admite la posibilidad de la registración de los documentos autenticados (arts. 1012 a 1036, Cód. Civil). El art. 34 del Reglamento Hipotecario Español señala que: “Se considerarán documentos auténticos para los efectos de la ley los que, sirviendo de títulos al dominio o derecho real o al asiento practicable, estén expedidos por el gobierno o por autoridad o funcionario competente para darlos y deben hacer fe por sí solos”. El instrumento público se prueba por si mismo. Un documento será considerado auténtico desde el punto de vista material, cuando el autor indicado en el documento coincide con el autor real, pues si no existe esa coincidencia, el documento será falso; y desde el punto de vista formal, la identidad entre el autor real y el autor indicado resulta del documento mismo. Es decir, documento auténtico será aquel, que eficazmente establece que su autor real es quien el mismo documento indica como su autor. Autosuficiencia y fehaciencia del contenido de los documentos: Los documentos inscribibles deben hacer fe por si mismos o con otros complementarios en cuanto al contenido que sea objeto de la registración. Es decir, el documento deberá acreditar “el acto o negocio jurídico que integra el título material inscribible, esto es, la materia jurídica propiamente publicable con el asiento registral”. Siguiendo esa línea de pensamiento, encontramos tres supuestos generales que pueden darse en materia de títulos documentales: a) documentos públicos básicos (escritura pública), b) documentos que requieran de documentos públicos o privados complementarios (testamento en una sucesión testamentaria), y c) formalidades ulteriores. Bastarse a si mismos, ¿que significa?: que los documentos deberán contener todos los elementos configurativos de la situación jurídica que recogen, serán por tanto: los titulares de los derechos, los inmuebles objeto de los mismos, y la suficiencia de voluntades transmisivas, modificatorias o extintivas de los derechos. Por ejemplo: escritura pública de compraventa en donde el disponente lo hace representado por otra persona: a) cuando el apoderamiento existía pero no se identificó, nos encontramos frente a un supuesto de insuficiencia documental; ahora bien, si por el contrario, el apoderamiento no existía, estaremos ante una situación de inexistencia de título por falta de eficacia del negocio causal. Inmediatez de título: La ley 17.801 (inc. c) art. 3º exige, que el documento a inscribir “debe servir inmediatamente de título al dominio, derecho real o asiento practicable”. Es conveniente recordar que el antecedente de la referida norma, lo constituye el art. 33 del Reglamento Hipotecario Español, que establece: “que es necesario que en los documentos públicos funde inmediatamente su derecho, la persona a cuyo favor haya de practicarse la inscripción”. Como podemos apreciar, todo título inscribible ha de acreditar de modo directo e inmediato el derecho de quien haya de ostentar la titularidad registral. Si existieran causas mediatas remotas, será necesario que el título justifique la concatenación hasta llegar a la última causa. Es decir, el docu- Rosario, miércoles 25 de marzo de 2008 mento a inscribir debe constituir el sustento inmediato al dominio, derecho real o asiento practicable, y luego se efectuarán las remisiones a los documentos anteriores, para lograr el apoyo ala registración pretendida por parte del interesado; por tanto, el acto inscribible debe estar contenido de modo indudable, en el documento a inscribir por el posible titular registral. 4. Documentos con vocación registral Una vez trazadas las pautas orientadoras, que nos permiten efectuar un serie y pormenorizado contralor de las exigencias que deben cumplirse, a los fines de fijar expresamente los elementos, que deberán contener las situaciones jurídicas que acceden a los Registros, realizaremos un breve análisis de algunos de los supuestos más emblemáticos en el ámbito registral. El art. 2º de la ley 17.801 deja en claro que documentos se encuentran habilitados a los fines de recibir debida registración, en la medida en que se cumplimente con las exigencias previstas en el referido art. 3º; sin embargo, es necesario efectuar un examen de determinadas situaciones que se presentan en algunos Registros del país, que en algunos casos, se encuentran previstas especialmente en sus ordenamientos legales, no obstante no contener las mismas, condiciones básicas de registrabilidad, mientras que en otros supuestos, a pesar de no encontrarse incluidas en dichas regulaciones, merecerían un expreso tratamiento, todo ello, en aras de cumplir con la premisa fundamental de publicidad, oponibilidad a terceros, y primordialmente, con la tan mentada tutela de la seguridad jurídica. Ahora bien, cuales son algunos de esos supuestos a los que haremos referencia: a) Boleto de compraventa El inc. 5º del art. 4º de la ley registral santafesina 6435 prescribe: “En el Registro se inscribirán o incorporarán según corresponda los siguientes actos: “Las promesas de venta con o sin entrega inmediata del inmueble”. El primer interrogante que debemos formulamos, es saber a ciencia cierta, si su registración se encuentra habilitada en la ley registral nacional, y a ese respecto surge claramente lo dispuesto en el último párrafo del art. 3º de la ley nacional, al decir: “Para los casos de excepción que establezcan las leyes, podrán ser inscriptos o anotados los instrumentos privados, siempre que la firma de sus otorgantes esté certificada por escribano público, juez de paz o funcionario competente”; por tanto, el supuesto que estamos analizando –boleto de compraventa–, por tratarse de un instrumento privado, encuadraría como caso expresamente allí contemplado. Ahora bien, una vez ubicada dentro del ordenamiento registral positivo la posibilidad de su regulación, es dable entrar a considerar cuales son los efectos que produce la registración de un boleto de compraventa, es decir, el asiento registral del contrato, habiéndose o no cumplido con la entrega del inmueble, tal surge su posibilidad de la mencionada norma local, debemos preguntarnos: ¿que consecuencias publicitarias ciertas produce, y que beneficio de oponibilidad se logra con esa pretendida inscripción registral? A poco de transitar, encontramos prestigiosos autores que afirman “que todos los boletos que pretenden la protección del art. 1185 bis del Código Civil4 , deben llegar al Registro” 5, pudiendo llegar al Registro cualquier otro instrumento privado que prevean las leyes provinciales, porque así lo autoriza el texto de al ley nacional. En ese mismo sentido, LUIS ANDORNO considera que “se trata de la tesis correcta, pues de esta manera se logra una adecuada complementación del propósito perseguido por la legislación de fondo, particularmente a partir de la reforma de 1968 al Código Civil, en el sentido de proteger adecuadamente al adquirente por boleto, al permitir los distintos ordenamientos locales la posibilidad de inscribir tales instrumentos privados, debidamente autenticados, en la forma como lo quiere el art. 3° in fine de la ley 17.801”6, “autorizando su registrabilidad lo dispuesto por el art. 30 de la ley 17.801, dentro del Capítulo Anotaciones Personales”7. Otros autores, como MARINA MARIANI DE VIDAL, considera que la inscripción registral del boleto, “no la exige el art. 1185 bis, de modo que no resultaría necesaria, ni siquiera, en aquellas provincias que tuvieran organizada la inscripción de los boletos de compraventa, por tratarse de normas locales que no pueden agregar nuevos requisitos a los establecidos por la ley de fondo a los fines de la oponibilidad del boleto al concurso, criterio que apuntalaría lo establecido en el art. 3º, parte final de la ley 17.801; salvo en aquellos casos en que apareciera impuesta por una ley nacional específica, como es el caso de la ley 14.005 de venta de inmuebles fraccionados en lotes pagaderos a plazos, o el de la ley 19.724, de prehorizontalidad8. La registración del boleto de compraventa, podría ser entendida como buena fe diligencia, y como la buena fe se presume, todo aquel que pretenda adquirir un inmueble, y verifica que consta asentado en la respectiva matrícula una promesa de venta, no podría aducir posteriormente buena fe en la adquisición, por cuanto esa información surgiría claramente del asiento registral, a través de los certificados registrales pertinentes. Pero tengamos en claro, que la adquisición de un inmueble conlleva necesariamente de determinados elementos: título suficiente (acto jurídico adquisitivo), modo (tradición) y forma suficiente (escritura pública) (conf. art. 1184 del Cód. Civil y excepciones previstas); esto no se cumplimenta cuando nos referimos a la registración de los boletos de compraventa. Rosario, miércoles 25 de marzo de 2008 Sin embargo, el pensamiento plasmado por LUIS ANDORNO, al que hemos hecho referencia anteriormente, no deja de ser coherente y razonable, dado que reforma por la ley 17.711, ha tenido como principal objetivo entre otros, buscar la efectiva protección del adquirente por boleto, y de esa forma, permitir a los ordenamientos locales la posibilidad de inscribir tales instrumentos privados, máxime si su registrabilidad, la encontramos autorizada por la misma ley nacional registral, dentro del Capítulo denominado anotaciones personales (conf. art. 30). En un interesante trabajo sobre el tema, EDGARDO O. SCOTTI (h.), partidario de la tesis restrictiva, sostiene que “las registraciones que establezcan las leyes provinciales, contemplando supuestos no previstos en las normas nacionales, podrán admitirse para cualquier finalidad de interés público o privado, siempre que no se vinculen con el régimen de los derechos reales, ni asignen efectos de oponibilidad hacia terceros en directa o indirecta relación con aquellos derechos”9. El razonamiento plasmado por SCOTTI, no dista de lo que hemos expuesto hasta el momento, por lo que entendemos que la registración de los boletos de compraventa, debe ser considerada como aceptable, en procura de salvaguardar los derechos de aquellos, que sin llegar a cumplir exactamente con los requisitos previstos para la adquisición de inmuebles, han tenido la oportunidad de publicitar esa situación, a través de la habilitación que le permite el último párrafo del art. 3º de la ley registral nacional. b) Mandato general El art. 4º de la ley registral santafesina 6435, permitía la registración de los mandatos, al decir: “En el Registro se inscribirán o incorporarán, según legalmente corresponda, lo siguientes actos: y el inc. 6º rezaba: Los mandatos generales o especiales con excepción de los determinados en el art. 41, segundo apartado de la ley 5531 (Código de Procedimientos en lo Civil y Comercial) cuando fueren otorgados por ante Secretarios de Juzgados de la Primera Instancia de Sala o Juez de Paz; venias judiciales relativas a actos sobre bienes inmuebles, las limitaciones en la administración del marido manifestadas por la mujer; la incapacidad civil de los penados; la modificación, cesación, renuncia o revocación de los actos precedentemente enumerados con excepción de las representaciones por tutelas y curatelas cuya inscripción se realiza en el Ministerio Público de Menores”. Actualmente sólo subsiste el inc. 6º referido a la “incapacidad civil de los penados”, habiendo sido derogado el resto del referido inciso, a través de la ley 12.287/04. El examen que se formuló tuvo como fundamento lo prescripto en el art. 1869 del Código Civil Argentino, ubicado en el Título 9: Del mandato Sección Tercera: De las obligaciones que nacen de los contratos - Libro Segundo: De los derechos personales en las relaciones civiles, que reza: “El mandato, como contrato, tiene lugar cuando una parte da a otra el poder, que ésta acepta, para representarla, al efecto de ejecutar en su nombre y de su cuenta un acto jurídico, o una serie de actos de esta naturaleza”. Por su parte en el capítulo 5to. al referirse a las causas de la cesación del mandato prevé expresamente cuales son lo supuestos que producen la extinción del mandado, al decir el art. 1963: “El mandato se acaba: 1º Por la revocación del mandante. 2º Por la renuncia del mandatario. 3º Por el fallecimiento del mandante o del mandatario. 4º Por incapacidad sobreviniente al mandante o mandatario”. Como podemos apreciar dentro de los cuatro incisos del citado artículo, no se mencionan como causas de cesación del mandato la no registración del mismo. Aún más, si se ha revocado el mandato y quienes contrataron tomaron conocimiento de dicha circunstancia, será indiferente su no registración; es decir, respecto de ellos el mandato se considerará registrado. En la presentación que efectuara el Sr. Gobernador por ante la Legislatura de la Provincia manifiesta que: “Existen otros supuestos de revocatoria que aunque estén registrados no siempre es posible conocer”; mencionando del art. 1971 el Código Civil, el cual prescribe: “el nombramiento de nuevo mandatario para el mismo negocio, produce la revocación del primero, desde el día en que se hizo saber a éste”. Es decir, el conocimiento que toma el mandatario primigenio respecto al nombramiento del nuevo, constituye un elemento determinante en cuanto a su vigencia; situación ésta que no requiere de publicidad registral. Se efectuaron numerosas críticas y se plantearon innumerables oposiciones a la propuesta de reforma al artículo referido, todas en aras de mantener la registrabilidad de los mandatos, fundadas en la conveniencia de su publicidad a través de los registros, así se dijo que: en cuanto a la naturaleza jurídica de la inscripción registral podemos afirmar con certeza “que la inscripción de los títulos en el Registro de la Propiedad Inmueble constituye una condición de eficacia necesaria para que el derecho real pueda producir la plenitud de sus efectos, pero este derecho preexiste al acto de inscripción, desde que se hayan cumplido las exigencias de título y modo requeridas por la ley, pues la inscripción no tiene carácter constitutivo sino declaratorio”10. Y si bien es cierto que al referirnos a los mandatos, no estamos frente a un documento portador de un derecho real, debemos reconocer, que se trata de documentos susceptibles de registración, los cuales cumplen acabadamente con las exigencias plasmadas en la normativa registral, la cual permite poner en conocimiento de los terceros los apoderamientos que allí se plasman. Así el art. 3º de la ley registral nacional 17.801 (conc. art. 5º, ley 6435) prescribe la exigencia de que los documentos que acceden al Registro, deberán estar constituidos en escritura notarial, contener las formalidades exigidas por las leyes, estar autorizados sus EL DERECHO Rosario digital | 3 | originales o copias por quien esté facultado para hacerlo, y revestir el carácter de auténticos, haciendo fe por si mismos o con otros complementarios en cuanto al contenido objeto de la registración; y esas condiciones se encuentran cumplidas en demasía con relación al instituto en estudio. También se dijo que, si bien los sendos proyectos de reforma al Código Civil no han contemplado la registración de los mandatos, es dable reconocer, que el hecho de que los mismos se registren en un registro público, permite un tinte fundamental de publicidad y oponibilidad a terceros, que devenga inevitablemente en su efectivo conocimiento por parte de los terceros, evitándose de esta forma incurrir el situaciones inesperadas, y de perjuicio evidente, que con la pretendida publicidad serían evitables. Avalando la postura referida, se hizo referencia al art. 29 de la ley 17.801 (conf. art. 50, ley 6435), como norma base que realza el valor supletorio del asiento registral, cobrando de esta forma importancia trascendental la registración de este tipo de instrumentos, recordando a cierta doctrina al afirmar que “la norma corrobora la convicción de que nuestros registros inmobiliarios están pletóricos de fe pública, pues se le asigna al asiento el valor supletorio previsto para la copia (testimonio). Así la fe pública del documento inscripto o anotado se extiende al Registro”11. Y que en el caso puntual de los mandatos, también permitiría, la registración de los mismos, acudir al procedimiento denominado del título supletorio, cuando se hubiere extraviado la copia de la escritura, y también todo o parte de la matriz, y se hallaren con el impedimento para obtener una segunda copia”12. Resultó sumamente interesante lo expresado por el Colegio de Escribanos de la Capital Federal, al afirmar que: “frente al supuesto de pérdida, sustracción o destrucción del protocolo, uno de los procedimientos adecuados a los fines de subsanar tales percances consiste en la reproducción del acto. La misma tendrá naturalmente efectos retroactivos, sin perjuicio de los eventuales derechos de los terceros, los que deberán surgir de la pertinente certificación inmobiliaria, para que puedan ser oponibles a dicha reproducción”13. Otro ejemplo de estudio pormenorizado de la cuestión, ha sido la Instrucción de Servicio dictada por el Registro General Rosario, precisando cuales eran efectivamente, los supuestos en que deberían registrarse los mandatos, erradicando en forma definitiva, aquellos supuestos que por causa de un mero rigorismo sacramental, fundado en la aplicación meramente literal de las normas de la ley provincial 6435 en la materia, exigían su registración. Posteriormente, en el año 2002, se dicta la Disposición Técnico Registral Nº 8, que dispone la simplificación en relación a los requisitos exigidos por el Registro, tendientes a la anotación de este tipo de documentos, dejando de lado una práctica que resultaba no solamente obsoleta y contraria a las previsiones del art. 52 (y concs. arts. 10, 11 y 12, ley 6435), sino que por añadidura generaba un recargo en las tareas de calificación, anotación e información, lo cual restaba eficiencia y seguridad al trámite, causando un excesivo crecimiento del archivo en protocolos que, no tienen término de caducidad o prescripción, lo cual llevó a aconsejar una paulatina actualización en las técnicas y procedimientos, con el fin de simplificar y agilizar los trámites de anotación de poderes especiales y generales, venias judiciales relativas a actos sobre bienes inmuebles, como así también la modificación, renuncia o revocación de los actos precedentemente enumerados. No obstante los argumentos expresados, y muchos más, basados en diversas situaciones prácticas, no alcanzaron a evitar la sanción de una ley (12.287 cit.), que formulando un serio y pormenorizado análisis del instituto en estudio, y de su registrabilidad, resolviera en forma terminante, que en la provincia de Santa Fe se dejara de proceder a la inscripción de los mandatos, que oportunamente dispusiera la ley registral provincial 6435. Como se podrá apreciar, se trataba de una situación que a pesar de haber estado incluida desde su inicio en casi todas la reglamentaciones locales, porque tengamos en claro que lo que sucedió la provincia de Santa Fe, se produjo en casi todas las provincias del país, efectuó un serio examen de su vocación registral, y constatando que la registración de los mandatos, más que soluciones traía problemas al plantear una suerte de oponibilidad, que no llegaba a ser tal, se llegó a la firme conclusión, de que no correspondía su registración, y que el acceso a los mismos por parte de los terceros interesados, se encontraba suficientemente protegida por las pautas preestablecidas en nuestra ley de fondo. c) Inhibiciones voluntarias El art. 2º, inc. 2º de la ley 6435, al referirse a las medidas cautelares, prescribe la registración de este tipo de situaciones, al decir: “Los que dispongan embargos y demás providencias cautelares y los que declaran la inhibición de las personas para la libre disposición de sus bienes, sean judiciales o voluntarias; así como aquellos que determinen la existencia de litis y las respectivas anotaciones y cancelaciones”. Como podemos apreciar, la ley santafesina autoriza expresamente la registración de las denominadas “inhibiciones voluntarias”; a este respecto encontramos por un lado, a MIGUEL NORBERTO FALBO, que luego de señalar que tienen acceso al Registro, embargos, inhibiciones y demás providencias cautelares dispuestas por los jueces, como así también ciertas registraciones que no son derecho reales (bien de familia, indivisión temporal ley 14.394, ley 14.005, ley 19.724, cesión de derechos hereditarios), sostiene que en sustancia la ley 17.801 no rechaza la inhibición voluntaria, y admite la posibilidad de que se tome razón de ella en el folio para su | 4 | EL DERECHO Rosario digital publicidad y oponibilidad respecto de tercero, siendo ella, la razón fundamental por la que se efectúan tales asientos en el Registro; es decir, en suma a su criterio, al no estar expresamente prohibida la registración de este tipo de medidas, sería factible y aceptable su registración. Por su parte, MOLINARIO entiende que: La inhibición voluntaria al implicar una limitación a la facultad de disponer, no es materia de derechos reales, que la inhibición voluntaria no tiene trascendencia real alguna, a tenor de lo dispuesto por el art. 2612 del Código Civil, sino simplemente personal en el sentido de que hará pasible al inhibido de los daños y perjuicios, y que la ley 17.801, considera en sus disposiciones la inhibición que no tenga origen en una providencia judicial. Participamos de este último criterio, en el sentido que frente al texto de los arts. 18, 1364 y 2612 del Código Civil, en cuanto se consigna el principio que prohíbe la cláusula absoluta de no enajenar, tal prohibición carece de toda eficacia frente a terceros, toda vez que la enajenación será válida, sin perjuicio de la correspondiente indemnización de daños y perjuicios. No obstante, debemos tener presente el efecto que produce a los terceros en general, cuando de las constancias registrales emerge a través de sus certificados (conf. art. 23 y concs., ley 17.801), la existencia de la anotación de una inhibición voluntaria. Una interpretación clara y terminante se había formulado en el decreto reglamentario de la ley 17.801, 2080/80, cuando el art. 3º disponía que: “no se registrarán los siguientes documentos:: “..; d) los que contengan restricciones voluntarias de disponer de los bienes –particulares o generales–, sea que se presenten bajo la denominación de inhibiciones voluntarias o cualquiera otra, etc.;...”, que posteriormente fue derogado por decreto 466/99, lo que hace renacer nuevamente la discusión que hemos planteado. Una enumeración similar contiene el art. 5º de la ley registrar entrerriana 6964. De lo hasta aquí expuesto, surge claro que los documentos portadores de situaciones jurídicas como las descriptas, no deberían tener acceso a los Registros, ya que no cumplen con las formalidades prescriptas por el ordenamiento registral positivo, y se encuentran definitivamente desplazadas por los efectos que produce su registración, ya que no evitan como bien lo expone el art. 2612 del Código Civil, la enajenación del bien, que continua siendo válida, sin perjuicio de las acciones personales que el acto puede constituir contra aquel que se obligó a través de esa vía. d) Subasta Judicial El art. 3º, inc. a) de la ley 17.801 establece que: “Para que los documento mencionados en el artículo anterior (art. 2º), puedan ser inscriptos o anotados, deberán reunir los siguientes requisitos: a) Estar constituidos por escritura notarial, resolución judicial o administrativa, según legalmente corresponda;...”. Si bien un alto porcentaje de los documentos inscribibles está constituido por escrituras públicas, es dable considerar que existen numerosos documentos de carácter judicial que tienen acceso al Registro, entre ellos las órdenes de inscripción de los inmuebles adquiridos en subasta. En ese sentido, el registrador se encuentra suficientemente facultado, para calificar adecuadamente todo lo concerniente a las formalidades y autenticidad de los testimonios o copias de las resoluciones judiciales que se presenten a inscribir. En las 1eras. Jornadas Rosarinas de Derecho Civil celebradas en Rosario en 1998, al tratar el tema vinculado al alcance de la calificación que efectúa el registrador de los documentos judiciales, se emitió el siguiente despacho: “La forma de instrumentación debe ser calificada por el registrador, pero el límite de la calificación respecto de los documentos judiciales está dado por el contenido de la sentencia”. (conf. IV Congreso Nacional de Derecho Registral Mendoza 1982). Rigiendo en consecuencia en la calificación de documentos judiciales, los mismos principios y normas jurídicas que son aplicables a cualquier tipo de documentos, salvo las modalidades y efectos propios de esta especie de instrumentos públicos. El registrador deberá controlar los siguientes aspectos: a) formales (legislación de fondo, códigos procesales y legislación procesal); b) cumplimiento de los principios registrales de rogación, prioridad, especialidad, y tracto sucesivo; y c) confrontación con el contenido de los asientos registrales. No son aspectos calificables: el contenido de la sentencia, y la congruencia del mandato con el procedimiento en que se dictó. En lo referido especialmente a la registración de las subastas dictadas dentro de un proceso de ejecución forzada, debemos decir, que desde un comienzo de la vigencia y aplicación de la ley 17.801, se advirtieron dificultades por parte de los registradores, intérpretes, como de los operadores en el ámbito de la justicia, en especial, respecto de las que emergen de la aplicación del art. 23 y ss. y concs. del precitado cuerpo legal, cuando en juicio se presentan los informes pertinentes, y en especial, en relación a la protección del asiento registral a través de su plazo de vigencia, que anticipándonos al resultado final, afirmamos nada dice al respecto la normativa nacional, cuando se pretende la inscripción de determinados actos judiciales. La doctrina registralista, se interesa por determinar los recaudos que deberá contener el documento inscribible que refiere a la subasta judicial, y cual será el efecto del mismo, atendiendo no sólo a su consecuencia publicitaria y de oponibilidad propia, sino a la habitualidad de arribo para su inscripción registral, lo cual, no guarda ninguna relación con los plazos Rosario, miércoles 25 de marzo de 2008 en los que se desenvuelve el negocio jurídico de carácter libre y voluntario, como es el supuesto de la venta u otra causa transmisiva entre particulares. No caben dudas, que lo último que hemos referido, ha sido el marco pensado por los legisladores al crear el instituto de la reserva de prioridad dentro del sistema registral argentino (arts. 23, 17,19 y concs., ley 17.801); de allí las dificultades que hemos señalado. Las distintas reglamentaciones provinciales fueron dando respuesta a estas cuestiones, así la ley registral provincial 6435, incorpora el 10/12/93 a través de la ley 11.069, un agregado al art. 41 que reza: “La vigencia de los certificados previos para la declaratoria de herederos, demás actos jurisdiccionales y administrativos será de ciento ochenta días corridos, debiendo ser actualizados en todos los casos cuando hubiere vencido el plazo establecido”. Es decir, para el supuesto puntual de un documento judicial que dispone la inscripción registral de la adquisición de un inmueble determinada dentro de un proceso de subasta, el martillero actuante que se encuentre realizando las diversas gestiones tendientes a la celebración de la subasta, podrá requerir al Registro de la Propiedad Inmueble un certificado jurisdiccional que producirá un efecto de bloqueo o cierre registral por el término de 180 días corridos a partir de su anotación. Instrumentos similares encontramos en otras jurisdicciones locales, como sucede con el artículo con el art. 34 de la ley registral cordobesa 5771, y que posteriormente a través de la ley 8846, dio al mencionado párrafo la siguiente redacción: “En caso de subasta la anotación preventiva caducará de pleno derecho a los ciento cincuenta días corridos, salvo que antes el Tribunal comunique al Registro la celebración del remate. Si el acto de subasta fuera observado, el Tribunal deberá comunicar al Registro en el plazo indicado tal circunstancia, prorrogándose la inscripción preventiva hasta la notificación al Registro de la resolución definitiva que recaiga en la incidencia”. Numerosos fueron los pronunciamientos en las Jornadas y Congresos vinculados a la materia, así se afirmó que “en la mayoría de los casos los documentos relativos a subastas públicas no ingresan a los Registros en forma inmediata, sino luego de un lapso considerable, esta situación permite el ingreso de otros documentos que se le opongan (por ej.: anotación de embargos y otra medida cautelar, expedición de un certificado), que modifican la situación registral del inmueble incompatible con la realidad extrarregistral, provocando situaciones dificultosas para los Regis-tros por el desconocimiento de la subasta realizada”. Recomendando que: “la subasta pública que tiene su propia publicidad y modalidades especiales, se comunique inmediatamente de realizada a los Registros de la Propiedad para que estos publiciten el hecho, a los efectos de cumplir lo preceptuado en art. 18 de la ley 17.801; y que esta comunicación sea remitida por el Juzgado interviniente teniendo carácter de providencia cautelar”14. También se ratificó “lo expresado en el despacho nº 14 de la XVIII Reunión Nacional, en cuanto a que es necesario elaborar un capítulo específico destinado a contemplar toda la problemática sustancial y formal que ofrece la subasta pública con relación a la registración inmobiliaria, según el sistema previsto en la ley 17.801”. Aclarando que “las normas que se propongan han de contemplar las competencias que la organización federal tiene prevista según la Constitución Nacional”, y encomendando “a la Secretaría de la XX R.N.D.R. (decreto 1741/76) los estudios y elaboraciones que para concretar el punto anterior resulten menester” 15; recomendando que “las legislaciones locales reglamentarias de la ley 17.801 prevean la ampliación de los plazos de vigencia del certificado previsto por el art. 23 de dicho cuerpo legal, cuando fueran solicitados para la inscripción de subastas públicas; sugerir a los señores Jueces la conveniencia de dictar medidas cautelares genéricas preavisando la existencia del auto de remate, a fin de condicionar la situación registral del inmueble en cuestión, atento la mayor extensión del plazo de ley (art. 37, ley 17.801); y reiterar el despacho nº 5 de la XVIII Reunión Nacional de Directores realizada en Capital Federal en el año 1981, ratificando la necesidad de que las autoridades legislativas nacionales establezcan un régimen especial de carácter sustantivo para regular la adquisición del dominio por subasta pública”16; y recientemente el Congreso Nacional de Derecho Registral celebrado en la ciudad de Mendoza en el año 2003 volvió a tratar el tema. Las cuantiosas experiencias sucedidas a registradores, intérpretes y operadores del derecho, también evidencia que resulta indudable a todas luces, la conveniencia de encontrar una solución definitiva a la cuestión, en una materia que debe necesariamente tener unidad nacional, por vincularse directamente a la constitución y oponibilidad del derecho real de dominio, siendo necesario arribar al ámbito de la ley de fondo, específica en la materia, una propuesta que contemple “sin tiempo” el auto de subasta, de modo que los terceros conozcan el efecto de desapoderamiento que lo impregna, y por tanto su alcance sustantivo en tal sentido. Señala LUIS MOISSET DE ESPANÉS, recordando a GABRIEL VENTURA en un artículo titulado “¿Tiene plazo de caducidad la inscripción que da noticia de la realización de una subasta?, que: la ley nacional 17.801 fue elaborada teniendo en mira los documentos notariales, por ello las referencias que contiene a instrumentos de origen judicial son muy escasas y no encontramos ninguna norma que regule la publicidad registral que debe darse a las subastas. Sin embargo, no debemos olvidar que en la ley nacional se encuentran directivas de carácter general respecto al plazo de validez de los asientos registrales y a la forma en que puede producirse su extinción, que Rosario, miércoles 25 de marzo de 2008 serán de utilidad para interpretar las normas que las provincias dicten para reglamentar la ley nacional, dentro de los marcos que la propia ley nacional prevé para esas normativas. Los tiempos judiciales tienen características especiales que superan la voluntad e incluso el accionar diligente de las partes, y ese hecho fue tomado especialmente en consideración por la Comisión que redactó el texto del art. 34 de la ley cordobesa, y diferenció netamente la “anotación preventiva de subasta”, sometida al plazo de caducidad que originariamente eran noventa días y ahora son ciento cincuenta, de la “comunicación de subasta realizada”, que pone fin a ese plazo de caducidad y abre una situación totalmente distinta, en la cual, por aplicación analógica de lo dispuesto por la última parte del inc. b) del art. 9º de la ley 17.801, la anotación o inscripción provisional se mantendrán vigentes durante toda “la sustanciación” del problema que ha quedado sometido a resolución judicial. Aclara además MOISSET DE ESPANÉS, que esa mecánica fue la tomada en consideración por el legislador cuando en el segundo párrafo del art. 34 de la ley provincial 5771 dispone que la comunicación de la celebración del remate pone fin a la posible “caducidad” del asiento provisional que se había practicado. Y continúa diciendo que “a partir de la comunicación es menester informarse sobre el trámite que ha seguido el remate, que puede concluir con su rechazo, caso en el cual no habrá adquirente y deberá cancelarse la anotación provisional, o con su “aprobación” que, unida a la entrega de la posesión, convierten al adquirente en “propietario civilísimo”. Como se podrá apreciar la “anotación de haberse celebrado el remate” no tiene plazo de caducidad, y en nada influye para ello que el Registro conceda o niegue prórrogas ya que por imperio de la ley ese asiento conservará su validez y efectos mientras se substancie el trámite judicial. Coincidimos con el gran maestro al decir: “Es menester en este punto recordar que los plazos de caducidad deben estar fijados expresamente por la ley, y no pueden ser creados por la voluntad de un embargante, ni por las autoridades administrativas del Registro, y ni siquiera por los magistrados. No creemos menester recordar que el art. 37 de la ley 17.801, que regula las caducidades que operan de pleno derecho solamente contempla las inscripciones de la hipoteca (inc. a) y las mencionadas en el inc. b) del art. 2º de la mencionada ley (embargos, inhibiciones y demás providencias cautelares), y la comunicación de subasta realizada no es una providencia cautelar. Por tanto, la vigencia de este asiento, está supeditada a la duración que tenga el expediente de aprobación del remate. Ahora bien, cuando el trámite finaliza con el auto de aprobación de la subasta, y esa resolución se encuentra firme e inatacable, ¿qué plazo tiene el adquirente para peticionar su inscripción en el Registro? Nuevamente coincidimos con MOISSET DE ESPANÉS, al afirmar que “ese plazo es el que la jurisprudencia fija a la actio res iudicata, que no prescribe hasta los 10 años de la resolución, y no se trata de un plazo de caducidad, sino de prescripción”. 5. Conclusiones A modo de conclusión temporal del tema, y sin pretender en absoluto agotarlo, por cuanto resulta necesario un debate serio y profundo respecto del mismo, podemos apreciar, que en algunos casos, como sucedió con la decisión de la no registración de los mandatos, con el dictado del art. 3º del decreto 2080/80, aunque luego reformado, que planteó la no inscripción de las restricciones voluntarias, se tomó una decisión al respecto: su no registración; mientras que en otros supuestos, como sucede con los boletos de compraventa, encontramos jurisdicciones que aún siguen registrándolos, y como lo hemos visto, nos planteamos si contienen auténtica vocación registral o no, atento lo dispuesto en nuestra ley de fondo al referirse al tema posesorio, más allá de la permisibilidad que podría entenderse concede la ley registral nacional. JURISPRUDENCIA Recurso de Inconstitucionalidad (Provinciales): Arbitrariedad: sustracción de materia; alcances. Sentencia: Fundamentación de sentencias. Poder Judicial: Jueces: obligación de pronunciarse sobre los puntos propuestos. Constitución Nacional: Defensa en juicio. 1 – Es procedente el recurso de inconstitucionalidad deducido por no resultar la sentencia derivación razonada del derecho vigente con EL DERECHO Rosario digital | 5 | Por último, considero que sería sumamente conveniente, el tratamiento profundo del tema vinculado con la publicidad de los actos de subasta, en especial con relación a la celebración de la misma, que debería encontrase plasmado expresamente en una norma procesal, que permita a todos los terceros conocer la verdadera situación registral del inmueble de que se trate, atento a la función primordial que revisten estos organismos llamados Registro, órganos de actuación de la publicidad registral, y que no son ni más ni menos en palabras de la doctrina: “quienes tutelan a la comunidad por medio de esa entelequia que se conoce como tercero”. Por todo lo expresado, considero que debemos luchar en forma tenaz y persistente, a fin de que la normativa de fondo y procesal respectiva, prevea este tipo de institutos, que en algunos supuestos, como el último estudiado, reviste auténticas características de situación jurídica registrable, y que, no obstante ello, no es contemplado expresamente por el legislador; ya que las anotaciones que se practican en algunas comarcas, más allá de no estar expresamente mencionadas en la normativa registral nacional, no alcanzan verdadera oponibilidad hacia terceros, lográndose solo un mero efecto publicitario, que no evita en modo alguno los inconvenientes que luego se plantean. De lograrse los objetivos propuestos, se arribaría a una solución armónica, la cual, resultaría aplicable de manera similar en todas las jurisdicciones, es decir, frente a determinados problemas, la solución sería uniforme en todo el país, atento nuestro régimen federal imperante. Notas: 1 El presente trabajo, obtuvo el premio a la Mejor Ponencia en el “XV Congreso Nacional de Derecho Registral y II Foro Internacional de Derecho Registral celebrado en la ciudad de Santa Fe los días 20 a 25 de abril de 2009. 2 LUVERÁ, Miguel Angel: Profesor Asociado de Derecho Civil IV y de Derecho Registral en la Facultad de Derecho (U.N.R.), Profesor Estable de Derecho Registral en la Facultad de Derecho (U.N.R.) y en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales del Rosario (P.U.C.A.) en la Carrera del Notariado, Profesor Estable en Carrera de Especialización en Derecho Inmobiliario, Urbanístico y de la Construcción en Facultad de Derecho (U.N.R.), Profesor invitado en diversas Facultades y Universidades del País, Presidente del Instituto de Derecho Registral del Colegio de Abogados de la 2da. Circunscripción, Director del Instituto de Derecho Inmobiliario y Registral en la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales del Rosario (P.U.C.A.), y Miembro Activo del Instituto de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Jurídicas de Córdoba, Miembro Activo del Instituto de Estudios Legislativos (IDEL) – Federación Argentina de Colegios de Abogados de Buenos Aires (FACA.), Miembro Correspondiente del Instituto Notarial de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad de La Plata, Director y Organizador de sendos Cursos sobre Derecho Registral efectuados en la ciudad de Rosario (SF). 3 ROCA SASTRE, Ramón M., Derecho Hipotecario, Bosch, Barcelona, 1968, t. II, págs. 558 a 561 4 Articulo 1185 bis del Código Civil: “Los boletos de compraventa de inmuebles otorgados a favor de adquirentes de buena fe, serán oponibles al concurso o quiebra del vendedor si se hubiese abonado el veinticinco por ciento del precio. El juez podrá disponer en estos casos que se otorgue al comprador la escritura traslativa de dominio”. 5 LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando J., Curso introductorio al Derecho Registral, Zavalía, Buenos Aires, 1983, pág. 356. 6 ANDORNO, Luis O., Ley Nacional Registral Inmobiliaria 17.801, Hammurabi S.R.L., Buenos Aires, 1989, pág. 69. 7 ANDORNO, Luis O., ED, 129-705. 8 MARIANI 140. DE VIDAL, Marina, Curso de Derechos Reales, Zavalía, Buenos Aires, 1993, t. I, pág. 9 SCOTTI, Edgardo O. (h.), Publicidad registral de las promesas de transmisión de dominio (boletos de compraventa), ED, 112-817. 10 SC Buenos Aires, 6/11/79, ED, 89-312. 11 GARCÍA CONI, Raúl R., Registración Inmobiliaria Argentina, Depalma, Buenos Aires, 1983, pág. 99. 12 ANDORNO, Luis O. - MARCOLÍN DE ANDORNO, Marta, Ley Nacional Registral Inmobiliaria 17.801 Comentada y Anotada, pág. 349. 13 CIFUENTES, Santos - LAGOMARSINO, Carlos A. R. - ORELLE, José M. - SMITH, Juan C. - ZANNONI, Eduardo, Código Civil y leyes complementarias. Comentado, anotado y concordado, Buenos Aires, 1982, t. 4, pág. 644; Revista del Notariado, Buenos Aires, 1974, pág. 2237. 14 IX Reunión Nacional de Directores de Registros de la Propiedad Inmueble, Viedma, Resistencia, Santiago de Estero y Mendoza, 1972, Despacho Nº 10, Subasta Publica. 15 XX Reunión Nacional de Directores de Registros de la Propiedad Inmueble, San Luis, 1983, Reserva de Prioridad en la Protocolización de Subasta Públicas. 16 XXVIII Reunión Nacional de Directores de Registros de la Propiedad Inmueble, Córdoba, 1991, Tema II, Subasta Judicial. sujeción a los hechos probados en la causa, si la omisión por parte del juez de una cuestión condicionante del resultado del litigio priva de fundamento a la sentencia, tornándola arbitraria. 2 – Los jueces, por razón de su carácter de tales y con fundamento en la garantía de la defensa en juicio, tienen la obligación de pronunciarse sobre los puntos propuestos por las partes, en cuanto su solución sea conducente para decidir el pleito. 104 – CS Santa Fe, abril 3-2008.– V., C. A. –lesiones culposas– s/recurso de inconstitucionalidad. En la ciudad de Santa Fe, a los tres días del mes de abril del año dos mil ocho, se reunieron en acuerdo los señores Ministros de la Corte Suprema de Justicia de la Provincia, doctores María Angélica Gastaldi, Rafael Francisco Gutiérrez y Mario Luis Netri, con la presidencia del señor Ministro decano doctor Eduardo Guillermo Spuler, a fin de dictar sentencia en los autos caratulados “V., C. A. –lesiones culposas– sobre recurso de inconstitucionalidad” (Expte. C.S.J., nro. 578, año 2006). Se resolvió someter a decisión las cuestiones siguientes: 1ª ¿Es admisible el recurso interpuesto? 2ª En su caso ¿es procedente?, y 3ª En consecuencia, ¿que resolución corresponde dictar? Asimismo se | 6 | EL DERECHO Rosario digital emitieron los votos en el orden en que efectuaron el estudio de la causa, o sea, doctores Gutiérrez, Spuler, Gastaldi y Netri. A la primera cuestión –¿es admisible el recurso interpuesto?–, el Ministro doctor Gutiérrez dijo: Mediante resolución registrada en AyS, 216-428, esta Corte admitió la queja por denegación del recurso de inconstitucionalidad interpuesto por el curial a cargo de la defensa técnica del imputado C. A. V. contra la sentencia nro. 27 dictada por la Cámara de Apelación en lo Penal de Venado Tuerto, por entender que el planteo sustentado por la quejosa contaba con asidero en las constancias de autos y ostentaba entidad constitucional, resultando idóneo para operar la apertura de la instancia extraordinaria. El nuevo examen de admisibilidad que impone el artículo 11 de la ley 7055, efectuado con los principales a la vista, me conduce a ratificar esa conclusión, de conformidad con lo propiciado por el señor Procurador General (fs. 35/36). Voto, pues, por la afirmativa. A la misma cuestión el señor Ministro decano doctor Spuler y los señores Ministros doctores Gastaldi y Netri, expresaron idénticos fundamentos a los expuestos por el señor Ministro doctor Gutiérrez y votaron en igual sentido. A la segunda cuestión –en su caso ¿es procedente?–, el señor Ministro doctor Gutiérrez dijo: 1. Surge de las constancias de la causa que la Cámara de Apelaciones en lo Penal de Venado Tuerto confirmó parcialmente la sentencia dictada por el Juzgado en lo Penal Correccional y de Faltas de la misma ciudad, y condenó a C. A. V. como autor penalmente responsable del delito de lesiones culposas, imponiéndole la pena de mil quinientos pesos de multa e inhabilitación especial para conducir vehículos por el lapso de un año (fs. 175/182). A f. 214 el defensor legal de V. solicitó la rehabilitación de su defendido atento a considerar que se encontraban reunidos los requisitos exigidos por el artículo 20 ter. del Código Penal. Sostuvo que el plazo exigido por esa norma debía contarse desde la fecha de notificación del fallo de Cámara producida el día 8 de marzo de 2000 y aclaró que si bien es cierto que su carné de conducir fue retenido por el Juzgado el día 7 de julio de 2000, ello no constituyó más que un acto tendiente a completar las formalidades establecidas por el artículo 561 del Código Procesal Penal a los fines de mejor garantizar el cumplimiento de la pena, y que de ningún modo debe tomarse como fecha de inicio del cómputo de la pena. A su turno, el Juez en lo Penal Correccional y Faltas de la Primera Nominación de Venado Tuerto, compartiendo el criterio del Ministerio Público Fiscal (f. 216), resolvió no hacer lugar a la rehabilitación solicitada atento considerar que no había transcurrido el plazo prescripto por el artículo 20 ter. del Código Penal, toda vez que la prueba objetiva sobre el cumplimiento de la pena de inhabilitación impuesta era la entrega de la respectiva licencia al Juzgado, y sólo habían transcurrido cuatro meses desde la fecha en que ello ocurrió (f. 220). Concedido el recurso de apelación interpuesto, el defensor de V. sostuvo que la pena comenzó a tener vigencia en la medianoche del día en que fue notificada –8 de marzo de 2000– señalando que según el artículo 66 del Código Penal el plazo de prescripción de la pena comenzó a correr en el momento señalado, citando un caso idéntico de la sala I de la Cámara de Apelaciones en lo Penal de la ciudad de Santa Fe que resolvió en el sentido que lo favorece. Asimismo, afirmó que la retención del carné constituye una medida para garantizar el cumplimiento de la pena y no la circunstancia que debe tomarse como iniciadora de su vigencia, sosteniendo que si el juez entendía que dicha retención era el hecho objetivo que comprobaba el cumplimiento de la pena impuesta, debía arbitrar los medios para retener el carné al momento en que se notificó la sentencia al condenado. Por todo ello, solicitó a la alzada que revoque el auto recurrido haciendo lugar a la petición de rehabilitación, destacando que no fue cuestionada su afirmación en primera instancia respecto de la concurrencia de las demás circunstancias exigidas por el art. 20 ter. Por último, señaló que la resolución era dañina, haciendo reserva de un eventual reclamo de indemnización, sosteniendo que la extensión de la pena más allá del plazo establecido legalmente le estaba ocasionando un concreto daño patrimonial, por cuanto V. se dedicaba a la distribución de comestibles y se vio obligado a contratar choferes que lo suplieran en el manejo de las unidades (fs. 228/229). A f. 241 la Cámara de Apelaciones en lo Penal de Venado Tuerto entendió que la materia a decidir devino abstracta, y por ende declaró inadmisible el recurso interpuesto, atento considerar que el núcleo fundamental del remedio procesal intentado había perdido total virtualidad, por cuanto el tiempo transcurrido respecto a la inhabilitación para conducir del penado V. y el pedido de rehabilitación efectuado por su abogado defensor, tornaba inoficioso un pronunciamiento del Tribunal. 2. Contra tal pronunciamiento dedujo el abogado defensor de C. A. V. recurso de inconstitucionalidad, agraviándose de que el fallo impugnado Rosario, miércoles 25 de marzo de 2008 no reúne las condiciones mínimas necesarias para satisfacer el derecho a la jurisdicción que acuerda la Constitución de la Provincia pues carece de fundamentación suficiente (art. 1º, inc. 3º, ley 7.055). En sustento de su impugnación, sostuvo que V. tenía interés legítimo y actual en que la Cámara se pronunciara acerca de si el juez a quo le había denegado arbitrariamente el derecho a su rehabilitación para conducir. Aseveró que en tanto dicha resolución le produce ingentes perjuicios, la alzada estaba obligada a dar tratamiento y resolución al recurso. Señaló que la abstención de decidir trajo más confusión e incertidumbre e hizo evidente la actualidad de la cuestión por cuanto el beneficio del art, 20 ter del Código Penal no es automático, y por ende no quedó claro cuál era el camino a seguir: si peticionar nuevamente la rehabilitación admitiendo el criterio del inferior, o si insistir con su posición solicitando la restitución de la licencia por haberse cumplido íntegramente la pena. Consideró que el camino adecuado era el recurso de inconstitucionalidad a los efectos de establecer que la alzada debió adentrarse en la cuestión planteada y considerar los agravios, y que era absolutamente necesario determinar con precisión cuál era el momento en que comenzó la ejecución de la pena. Ello es así –entendió– por cuanto a V. se le negó el beneficio de recuperar su libertad de conducir oportunamente, causándole daños morales y materiales, puesto que era viajante de comercio y la prohibición de manejar más allá de lo legalmente establecido afectó gravemente su negocio o explotación comercial. Finalmente consideró que la existencia de tales perjuicios hacían absolutamente necesario determinar si hubo error judicial en la denegación del beneficio a fin de despejar el camino para el reclamo de los daños por la vía pertinente, sea al propio juzgador, sea al Estado (f. 1/9). Evacuado el traslado respectivo (fs. 13/15), la Cámara denegó la concesión del recurso por auto de fs. 24/28, accediendo el impugnante a esta instancia por vía de queja, como se expresó al tratar la primera cuestión. 3. Estando las presentes en estado de resolver, el estudio de los autos me convence de que asiste razón al recurrente y que el fallo debe ser dejado sin efecto al no satisfacer las exigencias argumentativas comunes a toda decisión judicial, derivadas en particular del artículo 95 de la Carta Magna de la Provincia. Sabido es que los jueces, por razón de su carácter de tales y con fundamento en la garantía de la defensa en jucio, tienen la obligación de pronunciarse sobre los puntos propuestos por las partes, en cuanto su solución sea conducente para decidir el pleito. Es por ello que tanto el Alto Tribunal de la Nación como esta Corte tienen resuelto que la omisión de una cuestión condicionante del resultado del litigio priva de fundamento a la sentencia, que se hace así pasible del recurso extraordinario (ver, por todos, Fallos, 233:147; CSJPSF, AyS, 177-117). A la luz de tales pautas cabe concluir que la respuesta final adoptada en autos –el rechazo de los recursos interpuestos por considerar inoficioso un pronunciamiento del tribunal debido a que “el núcleo funbamental del remedio procesal intentado había perdido total virtualidad” por el transcurso del tiempo–, más allá de cualquier consideración que pueda hacerse respecto de la sustracción de materia operada en relación a la pretensión principal de rehabilitación, omite hacerse debidamente cargo de extremos cuya consideración hubiese determinado una solución diferente para el recurso planteado, omisión que afecta irremediablemente la validez de lo resuelto. En efecto, del análisis de las constancias de autos se advierte que nada dijo la Cámara frente a los agravios del recurrente relativos a que era necesario determinar con precisión el momento de comienzo de ejecución de la pena, para poder determinar de tal modo si el juez de primera instancia le denegó arbitrariamente la rehabilitación para conducir, todo a los fines de dejar habilitado un eventual reclamo por daños y perjuicios. En consecuencia, la omisión de pronunciamiento acerca de dicha cuestión relevante torna arbitraria la sentencia y, de consiguiente, debe ser anulada por no resultar derivación razonada del derecho vigente con sujeción a los hechos comprobados de la causa, sin perjuicio de dejar bien en claro que la solución aquí adoptada no importa de ningún modo emitir juicio alguno sobre la decisión que corresponde adoptar en definitiva sobre el presente litigio, o respecto de un eventual reclamo de daños. Voto, pues, por la afirmativa. A la misma cuestión el señor Ministro decano doctor Spuler y los señores Ministros doctores Gastaldi y Netri expresaron idéntica razón a la expuesta por el señor Ministro doctor Gutiérrez y votaron en igual sentido. A la tercera cuestión –en consecuencia, ¿qué resolución corresponde dictar?–, el señor Ministro doctor Gutiérrez dijo: Atento el resultado obtenido al tratar las cuestiones anteriores, corresponde declarar procedente el recurso interpuesto y, en consecuencia, anular la resolución impugnada. Disponer la remisión de la causa al tribunal subrogante que corresponde a fin de que sea nuevamente juzgada. Así voto. Rosario, miércoles 25 de marzo de 2008 A la misma cuestión el señor Ministro decano doctor Spuler y los señores Ministros doctores Gastaldi y Netri dijeron que la resolución que correspondía dictar era la propuesta por el señor Ministro doctor Gutiérrez y así votaron. En mérito a los fundamentos del acuerdo que antecede, la Corte Suprema de Justicia de la Provincia resolvió: Declarar procedente el recurso de inconstitucionalidad deducido y, en consecuencia, anular la resolución impugnada. Disponer la remisión de la causa al tribunal que corresponde a fin de que emita nuevo pronunciamiento. Registrarlo y hacerlo saber. Con lo que concluyó el acto, firmando el señor Ministro decano y los señores Ministros por ante mí, doy de.– Eduardo G. Spuler.– María A. Gastaldi.– Rafael F. Gutiérrez.– Mario L. Netri (Sec.: Fernández Riestra). Trabajo: Contrato de trabajo: solidaridad; art. 31 de la Ley de Contrato de Trabajo; interpretación. Conjunto económico de carácter permanente. 1 – La expresión “conjunto económico de carácter permanente” denota la idea de un grupo de personas físicas o jurídicas vinculadas entre sí, que aun siendo independientes desde la perspectiva jurídica, presentan vínculos de ligazón entre sus capitales, dirección y distribución de utilidades, que permite, a los fines previstos por la ley, tratarlos como si fueran un solo sujeto pasivo o entidad, o bien manteniendo la autonomía de cada uno de los sujetos de derecho que integran el conjunto económico, adjudicarles a todos responsabilidad solidaria por determinados pasivos, en las condiciones previstas por el legislador, como ocurre respecto de las obligaciones laborales y previsionales. 2 – La determinación de los extremos que configuran el grupo económico y permanente constituye una cuestión de hecho que no está sujeta a pautas rígidas y que requiere de prudencia y realismo por parte del Juzgador. 105 – CS Santa Fe, noviembre 26-2008.- Azcurraín, Juan c. Ciba S. R. L. y otro s/cobro de pesos Santa Fe, 26 de noviembre del año 2008.– Vista: La queja por denegación del recurso de inconstitucionalidad interpuesto por la codemandada Origen S.A. contra la sentencia del 11 de febrero de 2005, dictada por la Sala Segunda –integrada– de la Cámara de Apelación en lo Laboral de la ciudad de Rosario, en autos “Azcurrain, Juan contra Ciba S.R.L. y otro –cobro de pesos– (Expte. 310/02)” (Expte. C.S.J. N° 266, año 2006); y, Considerando: 1. Surge de las constancias de la causa que el actor demandó a Ciba S.R.L. persiguiendo el cobro de diversos rubros laborales derivados de la relación que lo vinculara con aquélla, pretendiendo, además, responsabilizar solidariamente a Origen S.A. El Juez de primera instancia admitió parcialmente sus pretensiones respecto de Ciba S.R.L.. Conociendo de los remedios deducidos por el actor y la coaccionada condenada, la alzada confirmó lo decidido en baja instancia excepto en cuanto al monto de la remuneración mensual a tomar como base para la liquidación de los rubros admitidos –que modificó receptando la cifra afirmada por el actor en su demanda–; la aplicación de intereses sancionatorios del art. 275 de la Ley de Contrato de Trabajo, que impuso según detalle de sus considerandos; y la extensión de la condena total a Origen S.A. que hizo efectiva conforme al art. 31 de la Ley de Contrato de Trabajo. Contra dicho pronunciamiento dedujo la codemandada Orígenes S.A. recurso de inconstitucionalidad. En su presentación se agravió de que en el caso la sala prescindió –sin dar mínimas y serias razones– de prueba aportada por su parte, “principalmente de la prueba pericial contable, decisiva para la resolución del pleito”, y de que analizó y ponderó subjetivamente los hechos y pruebas producidos en autos, resolviendo en base a “conjeturas, simples presunciones y afirmaciones dogmáticas”. Tales vicios, agregó, se traducen en una violación de la garantía del debido proceso y del derecho de defensa de su parte, como así también de su derecho de propiedad, según “arts. 18 y 7º de la CN y CP respectivamente”. Se queja en primer lugar por cuanto la sala prescinde de la prueba pericial rendida en autos con la cual –a su juicio– quedaba acreditado “que no existió conjunto económico, que ninguna sociedad ejercía el control sobre la otra, que llevaban contabilidad y administración independiente”. Al respecto, critica al Tribunal por no aportar razones valederas que justifiquen el mentado desconocimiento. En segundo término, achaca a la Sala analizar y ponderar de modo voluntarista y subjetivo los hechos y pruebas rendidos en la causa. Sobre EL DERECHO Rosario digital | 7 | este punto itera las conjeturas y presunciones del a quo que –a su juicio– conducen al dictado de un pronunciamiento aparente: análisis subjetivo de los contratos sociales y arbitrarias conclusiones alcanzadas como consecuencia de dicha inteligencia; conjeturas carentes de asidero en punto a la existencia de administración común desde que sólo se sustentan en la papelería utilizada por la comercializadora Ciba S.R.L. en la que se hace referencia a quién es el titular de las parcelas que vende y que se trata de Origen S.A.; que los comprobantes de las ventas quedaban en esta última, y que ella otorgaba los títulos de las parcelas adquiridas por los clientes pero los entregaba aquélla, cuando esta es, por el contrario, la forma “correcta” de operar, “ya que los títulos debe otorgarlos quien es el titular de ese derecho, que no es otro que Origen S.A.”, que esta sólo cedió a Ciba S.R.L. la comercialización de las parcelas, pero no su titularidad o propiedad. Concluye destacando que la Sala, a través de una afirmación dogmática, consideró que mediaron maniobras fraudulentas –extremo requerido por el art. 31 de la LCT– en contra del actor “por haberse utilizado la figura de una sustitución aparente de empleador”, al disminuírsele notablemente las comisiones, no fundamentando por qué este hecho podía arrojar aquella “única conclusión”, todo lo cual determina que este argumento del fallo resulte una “virtual denegación de justicia”. Previo traslado, mediante auto de fecha 12 de mayo de 2006 la alzada denegó la concesión del recurso interpuesto por reputar ausente el recaudo de autosuficiencia y por considerar que los reproches sólo traducían el propósito de la recurrente de reabrir el debate acerca de cuestiones de hecho, prueba y derecho común, en una suerte de tercera instancia ordinaria, ajena a este remedio. Ello motivó que la impugnante ocurra directamente ante esta Corte en los términos del art. 8º de la ley 7055. 2. La lectura de los argumentos expuestos por la perdidosa en el escrito de queja, en su cotejo con las razones invocadas por la sala al denegar el remedio extraordinario permite concluir que –a pesar de las genéricas alegaciones de violación de derechos constitucionales– no puede reputarse idóneamente satisfecho por la misma el cometido que impone el citado art. 8º, extremo que conspira contra la suerte del remedio intentado. Ello es así toda vez que, aun estimando cumplimentado –al menos en lo estrictamente elemental– el recaudo de autosuficiencia del escrito recursivo, lo cierto es que su argumentación no logra desvirtuar la razonabilidad de lo sostenido por la alzada en el sentido de que los pretendidos agravios de la impugnante sólo traducían la discordancia de su parte con la valoración de los hechos y de las pruebas, y con la aplicación de las normas legales efectuada por aquélla, en el ejercicio de funciones propias, extremo que no habilita el acceso a la instancia extraordinaria. En el caso –cabe recordarlo– la alzada modificó la sentencia de baja instancia atento considerar –en lo que es de interés– que pese a su individualidad como personas jurídicas Ciba S.R.L. y Origen S.A. “configuran un conjunto económico frente al actor con el que deberán responder al mismo en forma solidaria en virtud de lo dispuesto para tales casos por el art. 31 de la LCT” (cfr. f. 8v.), conclusión a la que arriba luego de ponderar los elementos de confirmación reunidos en la causa. Al respecto, es dable señalar ante todo que si bien por regla es función de los magistrados la de apreciar la configuración de la hipótesis contempladas en el art. 31 de la Ley de Contrato de Trabajo según su prudente juicio, cabe excepcionarla y franquear la vía extraordinaria cuando se realiza una consideración fragmentaria de las constancias conducentes, frustrando el derecho del accionado a obtener una sentencia que sea derivación razonada del derecho vigente (CS, noviembre 23-1995, “Pellegrino”; CSJSF, “López” AyS, 187-171). Mas, en el sub examine, la quejosa no logra demostrar que se configure una situación que amerite la admisión de este remedio de excepción al no acreditar que el judicante se hubiese apartado de los parámetros fácticos, probatorios y jurídicos con que contaba o hubiese resuelto, de alguna manera, con arbitrariedad. En efecto: a través de un análisis pormenorizado de los contratos sociales obrantes en autos estimó que de ellos surgía que si bien Ciba S.R.L. estuvo inicialmente compuesta por personas relacionadas entre sí por vínculos de parentescos y convivencias –lo que constituía, al decir de la sala, un indicio cierto y serio de constitución de una sociedad de familiares–, resulta finalmente integrada sólo por Ludueña Montenegro y Costa, quienes a su vez formaron parte del directorio de Origen S.A., siendo ambos vicepresidentes en forma sucesiva durante el período en que el actor vendía las parcelas. A ello añadió que las ventas de las parcelas se ejecutaban “en papelería con membrete de Origen S.A., al dorso se hacía constar la intervención de Ciba S.R.L. en la venta, los pedidos pasaban luego a la primera de ellas sin que quedaran constancias en la segunda (lo que evidencia que no se preveía la posibilidad de conflictos entre ambas empresas) y los títulos los otorgaba Origen S.A. pero eran entregados a los clientes por Ciba S.R.L. (fs. 138 y v. conf. Origen S.A., abs. pos. 6ta., 8va. y 9na.)” y que ambas empresas contaban con el asesoramiento y/u otorgaron poderes a los mismos letrados; destacando además, que de conformidad con el acta de audiencia celebrada el 14 de agosto de 1992 referida a transferencia de personal de Origen S.A. a Ciba S.R.L. –con reconocimiento de antigüedad | 8 | EL DERECHO Rosario digital pero disminución de comisiones– Ludueña Montenegro interviene por ambas empresas al mismo tiempo no obstante que ocuparían distintas posiciones en el convenio celebrado invocando su carácter de vicepresidente del directorio de Origen S.A. (en ejercicio de la presidencia) y su carácter de socio gerente de Ciba S.R.L. En suma, de todo ello concluyó el Tribunal que si bien la simultaneidad de asesores no es determinante, “...el conjunto de coincidencias, la transferencia de operaciones y personal de una a otra empresa pero con centralización de documentación en Origen S.A. –ya que no quedaban comprobantes de ventas a Ciba S.R.L.– y, especialmente, el manejo común de ambas por integrantes de una y otra sociedad ... no deja lugar a dudas que pese a su individualidad como personas jurídicas configuran un conjunto económico de carácter permanente por lo que deberán responder frente al actor por los rubros admitidos en autos en forma solidaria –art. 31, LCT– (conf. fs. 8/8v.)”. Frente a tales consideraciones la impugnante plantea la arbitrariedad de lo resuelto invocando los argumentos antes reseñados, mas lo cierto es que no demuestra que el a quo haya adoptado una postura caprichosa y huérfana de todo asidero (extremo necesario para que pueda funcionar la doctrina de la arbitrariedad) ni haya prescindido de prueba decisiva o que hubiese efectuado un análisis subjetivo de las mismas que lo condujeran a fallar en base a “conjeturas, simples presunciones y afirmaciones dogmáticas”, pues las derivaciones que pretende extraer la quejosa de la invocada prescindencia de la prueba pericial no demuestran más que su particular interpretación sobre las conclusiones que deberían extraerse de tal probanza, lo cual habilita a recordar una vez más que resulta ajena a la instancia extraordinaria la discrepancia de los impugnantes con el mérito con que los jueces de la causa valoran los elementos de hecho y prueba (conf. AyS, 54-382; 55-212; 59-319; 62-386; 64-259, etc.; en sentido concordante, Fallos, 297:29; 297:117; 297:291; 300:1039; 301:1062; 306:143; 307:234; 311:1950; 313:1222, entre otros). En tal sentido, no es ocioso destacar, que el juez no está obligado a seguir el dictamen pericial y debe apreciar el mérito de la prueba según su criterio (conf. art. 199, CPCyC), en base a las reglas de la sana crítica, y es por ello que los sentenciantes arribaron a sus conclusiones –existencia de un conjunto económico– valorando dicho examen de acuerdo a su lógico parecer, encontrando sus consideraciones asidero suficiente en los restantes elementos probatorios a los que aludieron y que dotan de suficiente andamiaje a la sentencia, aunque, como se evidencia del escrito recursivo, dichas conclusiones no satisfacen a la accionada. Así, verbigracia, la recurrente cuestiona que la Sala entendiera que existió una administración común alegando el carácter colegiado del órgano de administración de la sociedad anónima; o que Ludueña y Costa sólo habían sido vicepresidentes o que tenían porcentajes menores del capital accionario (todo lo cual quedaba acreditado con la prueba pericial), pero sin demostrar la irrazonabilidad de lo decidido teniendo en cuenta que la Sala habría otorgado importancia al hecho de que los integrantes de la sociedad eran familiares entre sí; circunstancia que relativiza las conclusiones que la impugnante pretende extraer de la prueba pericial, sin que tampoco consiga acreditar el subjetivismo que –dice– tiñe la actividad valorativa de las probanzas, desde que sus alegaciones denotan sólo su particular perspectiva de aquéllas. Al respecto, cabe destacar que la ley utiliza la expresión “conjunto económico de carácter permanente” expresión que denota la idea de un grupo de personas físicas o jurídicas vinculadas entre sí, que aun siendo independientes desde la perspectiva jurídica, presentan vínculos de ligazón entre sus capitales, dirección y distribución de utilidades que permite, a los fines previstos por la ley, tratarlos como si fueran un solo sujeto pasivo o entidad, o bien manteniendo la autonomía de cada uno de los sujetos de derecho que integran el conjunto económico, adjudicarles a todos responsabilidad solidaria por determinados pasivos, en las condiciones previstas por el legislador como ocurre respecto de las obligaciones laborales previsionales. Ahora bien, la determinación de los extremos que configuran el grupo económico y permanente constituye –como se dijera– una cuestión de hecho que no está sujeta a pautas rígidas y que requiere de prudencia y realismo por parte del juzgador. Y, con respecto al caso, la circunstancia de que el Tribunal a la hora de juzgar haya adoptado un criterio que difiere del sustentado por la quejosa, no constituye arbitrariedad en tanto no se demuestre que lo decidido exceda lo meramente hermenéutico y menos aún lesione derechos constitucionales. Igual suerte adversa merecen los reproches que le imputan dogmatismo a la hora de evaluar la configuración del fraude, toda vez que en tanto su acreditación tiende a concretar la finalidad perseguida por la ley: que no se burlen los derechos de los trabajadores por medio de “conductas” –artificios o manejos– por parte de esas empresas que tiendan a sustraerse de las obligaciones que impone la legislación laboral o de la seguridad social (conf. AyS, 187-171) y que la sala entendió que “...si bien en el acuerdo que éstas celebraran en agosto de 1992...que no comprendiera al actor por su falta de registración, no se desconoce ni se resta antigüedad a los trabajadores, se les disminuye notablemente la comisión, lo que indica la utilización de una sustitución aparente del empleador en fraude a la ley la- Rosario, miércoles 25 de marzo de 2008 boral”, las genéricas manifestaciones de la recurrente no acreditan tal arbitrariedad al estimar que dicha alteración implicó fraude a la ley. Por ello, y más allá incluso del grado de acierto o error de la respuesta jurisdiccional (y del criterio adoptado por los jueces de la causa, que –se insiste– no corresponde que sea sustituido por el de esta Corte), resulta inequívoco que la pretensión última de la perdidosa es renovar –mediante argumentos huérfanos de matiz constitucional– un debate ya agotado en las instancias ordinarias, sin lograr poner en cuestión ni siquiera en grado liminar la validez de la sentencia impugnada, la cual (cabe reiterarlo) encuentra fundamento suficiente en las consideraciones expuestas por los sentenciantes, que bastan para satisfacer las exigencias del art. 95 de la Constitución provincial, lo cual sella la suerte adversa del recurso. Por lo expuesto, la Corte Suprema de Justicia de la Provincia resuelve: Rechazar la queja interpuesta. Declarar perdido para la recurrente el depósito efectuado (art. 8, ley 7055). Regístrese, hágase saber y oportunamente remítanse copias al Tribunal de origen.– Roberto H. Falistocco.– Daniel A. Erbetta.– Rafael F. Gutiérrez.– Mario L. Netri.– Eduardo G. Spuler (Sec.: Fernández Riestra). Patria Potestad: Tenencia de hijos: modificación; interés superior del niño. Menores: Derecho del menor a ser oído; carácter. Recursos: Recurso de apelación: expresión de agravios (art. 365, CPCC); requisitos. 1 – Para sustraer al hijo de su ambiente habitual, modificando el régimen de vida que llevaba al entablarse la relación litigiosa, deben mediar causas muy serias relacionadas con su seguridad o la salud moral y material; tales reglas hermenéuticas son las que deben regir la solución de un caso acerca de una tenencia, pues en definitiva lo que se trata de interpretar es el interés superior del niño al que aluden diversas convenciones internacionales –y que en nuestro derecho han merecido consagración legislativa en el art. 31, inc. f) de la ley 26.061. 2 – El mejor interés del niño es lo que define la consistencia de cualquier litis en la que se discuta la guarda de una persona menor de edad. 3 – En función del interés superior del niño se contempla el derecho del menor a ser oído, configurando así no una mera facultad del juez en el marco de un procedimiento, sino un derecho constitucional esencial del sujeto en su condición de tal, en tanto se debatan cuestiones personales y patrimoniales que lo afectan. En consecuencia, su admisibilidad resulta imperativa para los jueces, por fuerza de las disposiciones constitucionales vigentes y de la Ley Nacional 26.061. 4 – La expresión de agravios debe reunir los recaudos exigidos por la norma procesal aplicable (art. 365 CPCC), y para ello es necesario que la recurrente efectúe una crítica razonada y concreta de los puntos del fallo que la perjudican, la cual debe ser eficaz (jurídicamente fundada) y puntual (de modo que no pretenda una revisión indiscriminada de la sentencia), refutando los argumentos decisivos en los que se apoya la decisión que impugna, y no limitándose a la mera exposición de la discrepancia o disconformidad con el resultado que le es adverso. De manera que una vaga formulación de objeciones no resulta idónea para fundar la apelación. 106 – CApel. CC Rosario, sala I, octubre 31-2008.– P., S. s/tenencia. En la ciudad de Rosario, a los 31 días de Octubre de dos mil ocho, se reunieron en acuerdo los señores miembros de la Sala Primera de la Cámara de Apelación Civil y Comercial de Rosario, integrada por los doctores María Mercedes Serra, Ricardo A. Silvestri y Ariel C. Ariza, para dictar sentencia en los autos “P., S. sobre Tenencia” (expte. n° 86/2007) venidos del Juzgado Civil, Comercial y Laboral Número 2 de Casilda, para resolver el recurso de apelación interpuesto por el Defensor General contra el fallo número 941 del 17 de agosto de 2006. Realizado el estudio de la causa, se resolvió plantear las siguientes cuestiones: 1ª ¿Es justa la sentencia impugnada? 2ª En su caso, ¿qué resolución corresponde dictar? Sobre la primera cuestión, la señora vocal doctora Serra dijo: 1. ANTECEDENTES DEL CASO S. P. promovió demanda de tenencia de sus hijos menores E. A. y F. J. P. (nacidos el 24.05.1999 y el 16.02.2001, respectivamente, según las partidas de nacimiento acompañadas a fs.3 y 4). Rosario, miércoles 25 de marzo de 2008 Relató haber conocido en la ciudad de Mendoza a la señora G. B. A. –oriunda de la ciudad de Chabás, Provincia de Santa Fe– con quien mantuvo una relación, fruto de la cual nacieron los menores; que de común acuerdo con la señora A. decidieron que el reconocimiento de los niños se concretaría cuando fuesen más grandes; que tomó conocimiento telefónicamente que estando la señora A. en el Hospital Notti de la ciudad de Mendoza, sufrió una descompostura que motivó su internación en terapia intensiva en el Hospital Central de Mendoza, habiendo fallecido el 24.12.2001; que la conmoción que le provocó la noticia le impidió responder coherentemente en la entrevista que mantuvo con los asistentes sociales que intentaban resolver la situación de los menores; que el actor nunca desconoció su relación con la señora ni a sus hijos. Expresó que cuando reclamó la tenencia de sus hijos, fue informado de que desde la fecha del deceso de A. se dispuso en Mendoza otorgar provisoriamente la guarda judicial de los menores a su tía materna, L. F. A., domiciliada en la ciudad de Chabás; que gestionó y obtuvo el reconocimiento de sus hijos y promovió demanda de reintegro ante el Juzgado de Familia de la ciudad de Mendoza que se declaró incompetente. Consideró que de acuerdo a la prueba irrefutable que representaban las actas de nacimiento y en ejercicio de la patria potestad, se encontraba en condiciones óptimas para cumplir con sus obligaciones y deberes paternales ya que percibía mensualmente la suma de cuatrocientos pesos ($ 400.-) por su desempeño como cantante y contaba para la crianza con la colaboración de su madre con quién convivía y con la de su hermana. En el responde (fs.91/94), L. F. A. se opuso a la pretensión por considerar que el actor no se encontraba en condiciones para cumplir con sus deberes y obligaciones paternales; expresó que los menores estaban en perfectas condiciones y expuso las razones por las que, en beneficio de la salud física, espiritual y mental de aquéllos, pretendía que se le otorgue la guarda definitiva de sus sobrinos. 2. LA SENTENCIA DE PRIMERA INSTANCIA Mediante el fallo número 941 del 17 de agosto de 2006, el juez de grado rechazó la demanda de tenencia promovida por S. P. respecto de sus hijos menores e impuso las costas al vencido (fs.246/252). Para así decidirlo, expresó que los elementos invocados por el actor en sustento de su reclamo (v. gr., los efectos retroactivos del reconocimiento de la paternidad que se concretó luego del fallecimiento de la madre y de conferida la guarda judicial a la demandada, fs.37, 38 y 15 y los derechos y deberes que impone la patria potestad) se deslucían a partir de lo actuado por el Juzgado de Familia de la ciudad de Mendoza y el informe presentado a fojas 129/136 por la Gerencia U.C.P. 1 Niñez y Adolescencia de Mendoza; que para otorgar la guarda judicial provisoria conferida a favor de la tía materna, señora A., el tribunal evaluó la intervención que le cupo al Equipo de Preadmisión de la Dirección de Familia y concluyó que esa decisión constituía la alternativa más favorable al mejor interés del niño, ante la inexistencia de familiar más cercano (fs.15). Juzgó, en definitiva, que el actor había desatendido sus deberes paternos colocando a los niños en grave peligro moral y desamparo que calificó de voluntario y malicioso, pues ante el conocimiento cierto de la situación de la señora A. y la necesidad de contactar a familiares que se hicieran cargo de los menores, negó todo vínculo con aquéllos; que los hechos descriptos quedaron ratificados por la prueba testimonial (fs.166/167) y permitieron corroborar que el actor incumplió con sus deberes de cuidado y asistencia para con los menores, incurriendo en una conducta de abandono reiterado y persistente respecto de su pareja e hijos (cfme. declaraciones de los testigos de fs.163, 171, 189, 190, informe de fs.144); que los antecedentes citados eran suficientes para disponer el rechazo de la tenencia, pues la guarda que ella implica nunca fue cabalmente cumplida por el actor. Finalmente, ponderó que las condiciones materiales, morales y espirituales del actor no lo colocaban en una situación favorable para cumplir eficazmente con los derechos y deberes que imponía la patria potestad y con sustento en opiniones de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, juzgó que el contexto familiar en el que se cumplía la guarda era plenamente satisfactorio y la situación más apta para asegurar los intereses de los menores, por lo que resultaba conveniente mantener la guarda judicial a favor de la tía materna. La decisión fue apelada por el Defensor General a foja 252 vuelta. Radicada la causa en esta Sala, expresó agravios a fojas 279/280, los que fueron respondidos por la apelada a fojas 283/286 y contestada la vista por la Defensora ad hoc de menores a foja 291. Habiendo quedado firme la providencia de autos y celebrada la audiencia convocada por el tribunal para escuchar a los menores cuya tenencia se controvierte, con la presencia de las partes y del Defensor (v. acta de audiencia a fs.302/303), la causa se encuentra en estado de resolver. 3. LOS AGRAVIOS QUE SUSTENTAN EL RECURSO DE APELACIÓN DEL ACTOR La crítica que formula el apelante a los fundamentos de la decisión pueden enunciarse en estos términos: 3.1. Cuestiona el fallo por cuanto rechazó la demanda de tenencia no obstante que –según el apelante– no quedaron acreditadas las siguientes circunstancias en las que se sustentó la decisión: a. Que P. incurrió en a- EL DERECHO Rosario digital | 9 | bandono de sus hijos, pese a lo declarado por los testigos de la demandada; b. Que el actor negó la paternidad de las criaturas al momento de ser entrevistado por los asistentes sociales. Destaca que surge de lo declarado por la testigo I. C. (fs.189) que el actor le compraba cosas a los niños; que la falta de convivencia con la causante se debió a una incompatibilidad de caracteres con la madre de los menores y no a la violencia que se invoca y que no fue acreditada; que ante la situación de orfandad en que quedaron sus hijos, efectuó el acto de reconocimiento paterno y posterior solicitud de la tenencia; que el hecho de que la señora A. recibiera ayuda de la municipalidad y cobrara un plan de asistencia social no constituye prueba suficiente de la falta de ayuda por parte del actor; que como surge del informe ambiental (fs.144) se encuentra en condiciones de hacerse cargo de los niños. 3.2. Expresa el apelante que el fallo resulta contrario a derecho. 3.3. Peticiona que como medida para mejor proveer se realice una entrevista con los menores que no han sido escuchados, en cumplimiento de las normas de rango constitucional (Convención Internacional sobre los Derechos del Niño). 4. SOBRE LA PROCEDENCIA DEL RECURSO DE APELACIÓN 4.1. El recurso no habrá de prosperar, ya que la expresión de agravios no reúne los recaudos exigidos por la norma procesal aplicable (art.365, CPCC) por carecer de rigor técnico y de fundamentos suficientes para controvertir idóneamente lo afirmado por el juez de grado. En efecto, para cumplir con la carga que impone el artículo citado, es necesario que la recurrente efectúe una crítica razonada y concreta de los puntos del fallo que la perjudican, que debe ser eficaz (jurídicamente fundada) y puntual (de modo que no pretenda una revisión indiscriminada de la sentencia), que refute los argumentos decisivos en los que se apoya la decisión que impugna y que no se limite a la mera exposición de la discrepancia o disconformidad de la apelante con el resultado que le es adverso (cfr. Alvarado Velloso, Adolfo, “Estudio Jurisprudencial del Código Procesal Civil y Comercial”, Rubinzal Culzoni, t. III, págs. 1218/1220; t. IV, págs. 544/546; Peyrano, Jorge W., “Análisis doctrinario y jurisprudencial del Código Procesal Civil y Comercial”, Juris, t. I, págs.145/155 y sus citas). Contrariamente a lo que impone la exigencia apuntada, el recurso en tratamiento sólo efectúa una vaga formulación de objeciones que, como tales, no resultan idóneas para fundar la apelación. En rigor, el recurrente se limita a reiterar los argumentos expuestos en la instancia de grado, tanto al deducir la demanda como en el alegato, pero sin lograr confutar eficazmente, los ejes centrales por lo que discurrió el razonamiento de la decisión que le resulta adversa. En efecto, la sentencia de grado juzgó que P. había incumplido sus deberes paternos y que colocó a los niños en grave peligro moral y desamparo que calificó de voluntario y malicioso, circunstancias que obstaban la procedencia de la demanda. En este aspecto, la resolución expresa textualmente que: “No invalida ni disminuye su responsabilidad la alegada falta de convivencia o la relación concubinaria, pues sus obligaciones nacen de la filiación y están dirigidas a velar por el interés y protección de la minoridad, independientemente de la situación habida entre los progenitores...”; “...las obligaciones emergentes de la patria potestad son personalísimas, indelegables e intransferibles y si el padre abdica de ellas, no se lo puede premiar con una leve sanción, por mérito de la conducta esforzada de otras personas” (fs.249 y vta.). Esta afirmación no es adecuadamente rebatida en el memorial de apelación, ya que sólo expresa que el mero hecho de no convivir con la progenitora ni con los niños no permite considerar la falta de cumplimiento de los deberes paternos. 4.2. Como derivación de lo anterior, la sentencia atacada juzgó también que los hechos descriptos quedaron ratificados por la prueba testimonial y por lo actuado por el juzgado de familia que para otorgar la guarda provisoria en fecha 25.12.2001 a favor de la demandada –tía materna de los menores– evaluó la intervención del equipo de preadmisión de la Dirección de Familia; de ello infirió que ante la situación de crisis, el actor incumplió con sus deberes de cuidado y asistencia para con los menores ya que quedó acreditado que al ser abordado por el equipo de preadmisión y notificado del grave estado de salud de la señora A., antes de su fallecimiento, negó toda relación y se desinteresó por el bienestar de los menores. Con relación a este aspecto, no constituye una crítica seria para controvertir el fallo impugnado, que se diga en el memorial del recurso de apelación que no ha quedado acreditado que P. incurriera en abandono de sus hijos porque, como surge de lo declarado por la testigo I. C., el actor le compraba cosas a los niños. Independientemente de la calificación jurídica que se efectúa en el pronunciamiento cuestionado de que P. incurrió en “...abandono y exposición de sus hijos...” y que los colocó en “...desamparo...voluntario y malicioso...” (fs.249 vta.), el hecho de que al fallecimiento de la madre de los menores –cuya tenencia se controvierte entre las partes– el padre no estuviera atento a la situación en que se encontraban los niños, ni hubiera | 10 | EL DERECHO Rosario digital reclamado la guarda con la premura que las particularidades del caso exigían, demuestra si no, falta de interés, al menos la ausencia de las diligencias que exigían la circunstancias de tiempo, persona y lugar. Por lo demás, cabe señalar que la testigo C. declaró que “...él siempre decía que le compraba cosas a los niños...”, pero añadió también que “...no le consta, que nunca vió cuando compraba cosas....pero no sabe la vida de ellos afuera ni en la casa tampoco...” (resp. pos. 4ª, fs.189), lo que revela la escasa trascendencia del citado testimonio ya que ningún dato relevante aporta para favorecer la posición del demandante, por no haber dado razón de lo dicho ni ha podido corroborarlo personalmente. Frente a esas circunstancias y la ponderación que se hizo en el fallo apelado de la conducta en cierto modo desinteresada adoptada por el actor, el alegado estado de shock generado como consecuencia del fallecimiento de la señora A., que invoca el recurrente para justificar su actitud de no haber respondido con la premura del caso en la entrevista que tuvo con los asistentes sociales, carece de entidad para neutralizar o mitigar la desaprensión del reclamante, lo que hace suponer la ausencia de condiciones personales para que le sea discernida la tenencia que reclama. Lo contrario importaría admitir como esperable o frecuente que, ante el fallecimiento de uno de los progenitores el otro pueda encontrarse relevado de cumplir sus deberes parentales, circunstancia que no es la consecuencia del normal acontecer de las conductas humanas y que para que resulte atendible, requiere una especial demostración que la justifique, prueba que no se ha producido en el caso. 4.3. Cabe agregar que tampoco se hizo cargo el apelante de los tramos del fallo que juzgaron que: “Los antecedentes citados son suficientes para inclinarse por el rechazo de la demanda de tenencia, pues la guarda que ella implica nunca fue cabalmente cumplida por el actor. Las pruebas analizadas permiten proyectar con meridiana certeza que, la observancia de los deberes impuestos por la patria potestad, tampoco será satisfecha por el actor en un futuro inmediato” (fs.251 vta.); “En lo relativo a las condiciones materiales, los elementos aportados en autos tampoco colocan al actor en una situación favorable para atender al cuidado, asistencia y protección de los menores” (fs.251 vta., in fine); “En contraposición con esto, se verifica en autos que la situación actual de los menores, gracias al cuidado de la guardadora, es plenamente satisfactoria. El contexto en el cual se cumple la guarda, constituye a entender del sentenciante, la situación más apta para asegurar los intereses de los menores” (fs.252); “El informe ambiental practicado a fs.121, refleja la inserción de los menores en el ámbito familiar siendo ‘...público que los niños se han adaptado al grupo familiar pudiéndoselos ver a todos en familia en actos escolares o paseos públicos’” (fs.252); “La contención dada a E. y F. se advierte también de la lectura de los informes brindados por la directora del Jardín Nucleado nro. 115 de Chabás (fs.122) y por la médica pediatra que asiste a los menores (ver fs.123/124)” (fs.252); “Bajo esta referencia, no cabe dudas que la guarda discernida a favor de la demandada coadyuva, fuertemente, a satisfacer ‘el interés superior del niño’ definido por la Corte Interamericana como...” (fs.252). Frente a estos argumentos, el apelante no expuso y ni siquiera intentó persuadir en la instancia de grado ni en esta sede –tampoco advierte este tribunal– cuáles son las razones por las que consideraba que el otorgamiento a su cargo de la tenencia de los niños, tendría virtualidad para tutelar adecuadamente el “interés superior del niño”, por importar una mejora de las condiciones actuales en que se encuentran los menores, como tampoco precisó los inconvenientes que traería aparejado mantener la guarda provisoria otorgada en su oportunidad, a la tía de los niños. 4.4. Viene al caso señalar que el art. 3.1. de la Convención de los Derechos del Niño, con rango constitucional en el ámbito del derecho público (arts. 75, incs. 22 y 23, Constitución Nacional) establece que: “En todas las medidas concernientes a los niños que tomen las instituciones públicas o privadas de bienestar social, los tribunales, las autoridades administrativas o los órganos legislativos, una consideración primordial a que se atenderá será el interés superior del niño”. En ese contexto y conforme a lo solicitado por el señor Defensor General, la alzada convocó a una audiencia para escuchar a los menores con la presencia de todas las partes, de cuya celebración da cuenta el acta obrante de fecha 23.10.2008 y en la que los niños manifestaron que: “...están contentos de vivir en Chabás...”; “...Saben que el papá vive en Mendoza, pero que no se acuerdan de él. No saben cómo se llama y dicen que nunca lo ven. Dicen que no lo conocen... Que tampoco les interesa conocerlo...” (fs. 303). Cabe destacar que la presencia de los menores en todo procedimiento que pudiera afectarlos resulta esencial, conforme a lo establecido en la Convención de los Derechos del Niño y en la ley 26.061 que la internaliza y reglamenta. En efecto, el art. 12 de la Convención de los Derechos del Niño establece que: “1. Los Estados Partes garantizarán al niño que esté en condiciones de formarse un juicio propio del derecho de expresar su opinión libremente en todos los asuntos que afectan al niño, teniéndose debidamente en cuenta las opiniones del niño, en función de la edad y madurez del niño. 2. Con tal fin, se dará en particular al niño la oportunidad de ser escuchado en todo procedimiento judicial o administrativo que afecte al niño, ya sea directamente o por medio de un representante o de un órgano Rosario, miércoles 25 de marzo de 2008 apropiado, en consonancia con las normas de procedimiento de la ley nacional”. Por su parte, la ley 26.061 en su art. 24 contempla el derecho del menor a ser oído, el que debe ser respetado en función del “interés superior del niño” (art. 3º, ley 26.061), destacando además que “...Las niñas, niños o adolescentes tienen derecho a ser oídos y atendidos cualquiera sea la forma en que se manifiesten, en todos los ámbitos” (art. 2º, ley 26.061). Tan es ello así que se considera en la doctrina de los autores y en la jurisprudencia que la intervención de los menores en el procedimiento “...ya no es una facultad del juez sino un derecho constitucional del sujeto en su condición de tal. Puede decirse que en el contexto de la ley 26.061 así como el interés superior del niño es un principio guía, el derecho a ser oído representa el derecho esencial en la economía del referido ordenamiento. Los cambios sustanciales acaecidos con la reforma constitucional en este aspecto, así como la normativa nacional 26.061, todavía no han sido reflejados en los procedimientos judiciales, con los alcances y extensión que señalan aquellas disposiciones. En realidad, la intervención del niño en el procedimiento, en tanto se debatan cuestiones personales o patrimoniales que lo afecten, ya no puede ser discutido en el estado actual de nuestra legislación. Su admisibilidad es imperativa, por fuerza de las disposiciones constitucionales vigentes y de la ley nacional 26.061 que sigue sus lineamientos” (cfr. Solari, Néstor E., “Extradición y derechos del niño”, nota a fallo en La Ley, 11.08.2008; Kemelmajer de Carlucci, Aída, “El derecho constitucional del menor a ser oído”, Revista de Derecho Privado y Comunitario, n° 7, Rubinzal Culzoni, Sante Fe, 1994, págs. 157/188; Kemelmajer de Carlucci, Aída y Lamm, Eleonora, “Pasos jurisprudenciales [dos firmes, otro no tanto] a favor de la guarda compartida. Una visión comparativa a través del nuevo derecho español e italiano en la materia”, Jurisprudencia Argentina, fascículo 10, 03.09.2008, 2008III, págs.3/31, y las referencias de las autoras al interés superior del niño y el derecho a ser escuchado en el derecho español e italiano). La audiencia celebrada con la presencia de los menores corrobora lo anteriormente expuesto y la conveniencia de mantener la guarda otorgada en su oportunidad a la tía materna de los niños. También debe tenerse presente que en un fallo reciente, la Corte Suprema de Justicia de la Nación, haciendo suyos los fundamentos vertidos en el dictamen del Procurador General, sostuvo en relación al denominado “interés superior del niño” al que –como se ha señalado- aluden diversas convenciones internacionales –y que en nuestro derecho han merecido consagración legislativa en el art. 31, inc. f) de la ley 26.061–, que “...ese mejor interés es lo que define la consistencia de cualquier litis en la que se discuta la guarda de una persona menor de edad.”, destacando además que “...para sustraer temporalmente al hijo de su ambiente habitual, modificando el régimen de vida que llevaba al entablarse la relación litigiosa, deben mediar causas muy serias relacionadas con su seguridad o la salud moral y material” (v. CSJN, 29.04.2008, “Recurso de hecho deducido por la actora en la causa M.D.H. c. M.B.M.F.”, 29.04.2008, en Zeus, bol. del 30.06.2008, Revista n° 9, T.107, fallo nro. 17.017, págs. 468/476 y los fundamentos y la copiosa bibliografía que se cita en el dictamen del Procurador Beiró de Concalvez; v. también el fallo en La Ley, 28.05.2008, fallo n° 112.527, con nota de Solari, Néstor, “Criterios de atribución de la tenencia en un fallo de la Corte Suprema”). Se puntualizó en esa decisión que: “En los litigios como el que nos ocupa hoy, se encuentra claramente comprometida la salud del niño, considerada en la acepción más amplia del término, tal como lo hace la Constitución de la Organización Mundial de la Salud. Va de suyo que un cambio de guarda –a pesar de su carácter eminentemente precario– es siempre un asunto de extrema trascendencia para el hijo. Esta sola observación, impone un juicio que balancee con especial esmero las consecuencias del infante en términos beneficio-daño, valoración que ha de abarcar ineludiblemente la evaluación del impacto psicológico del desarraigo. Entiendo, pues, que en los procesos en los que se debate la custodia de un niño, ese derecho a la salud –reconocido como atributo inherente a la dignidad humana y, por ende, inviolable–, interpela directamente a los Jueces, como una manda de jerarquía superior, que reclama la búsqueda de los medios más idóneos para su consagración efectiva” (del dictamen del Procurador General de la Corte en el fallo cit.). Con referencia a anteriores precedentes, también se recordó en el fallo citado que: “...la regla del art. 3.1. de la CDN que ordena sobreponer el interés del niño a cualesquiera otras consideraciones, tiene –al menos en el plano de la función judicial donde se dirimen controversias–, el efecto de separar conceptualmente aquél interés del niño como sujeto de derecho de los intereses de otros sujetos individuales o colectivos, incluso, llegado el caso, el de los padres. Por tanto, la coincidencia entre uno y otro interés ya no será algo lógicamente necesario, sino una situación normal y regular pero contingente que, ante el conflicto, exigirá justificación puntual en cada caso concreto”. “En otro orden de ideas, se afirmó que en la medida que todo cambio implica un ‘trauma’ para el niño debe demostrarse que de no llevarlo a cabo le causaría un daño mayor o más grave”. “Tales reglas hermenéuticas son las que deben regir la solución del caso, sin que resulte óbice para ello que el expediente citado haya sido sobre una adopción y el presente acerca de una tenencia, pues en defini- Rosario, miércoles 25 de marzo de 2008 tiva, lo que se trata de interpretar es el ‘interés superior del niño’ (art. 3.1. de la Convención sobre los Derechos del Niño) ante decisiones que puedan perjudicarlo” (CSJN, fallo cit. supra, del voto del doctor Zaffaroni; cfr. también sobre el “interés superior del niño”, CSJN, 19.02.2008, “G., H. J. y otra”, del dictamen del Procurador General de la Corte, en Lexis Nexis, 2008-II, fascículo 8, 21.05.2008, con nota de Sambrizzi, Eduardo A., “La Corte Suprema de Justicia de la Nación reitera su doctrina sobre la conveniencia de no modificar, en principio, situaciones de hecho consolidadas en materia de guarda preadoptiva”, págs.22/31; CSJN, 28.05.2008, Lagos Quispe, Leonidas, en La Ley 11.08.2008, fallo n° 112.750, con nota de Solari, Néstor, “Extradición y derechos del niño”). Por las consideraciones expuestas, corresponde rechazar la apelación. En consecuencia, sobre la primera cuestión, voto por la afirmativa. Sobre esta misma cuestión, el señor vocal doctor Silvestri, a quien le correspondió votar en segundo lugar dijo: Que adhiere a los fundamentos expuestos por la señora vocal doctora Serra, y vota por la afirmativa. Concedida la palabra al señor vocal doctor Ariza, a quien le correspondió votar en tercer término, y a esta cuestión dijo: Que coincide con lo manifestado por la señora vocal doctora Serra y vota afirmativamente a esta cuestión. Sobre la segunda cuestión la señora vocal doctora Serra dijo: Atento al resultado de la votación anterior, corresponde rechazar el recurso de apelación. Las costas de la alzada debe ser íntegramente impuestas al recurrente vencido. Los honorarios de los abogados que actuaron en esta sede deben ser regulados en el cincuenta por ciento (50%) de los que se fijen en definitiva en la instancia anterior. Así voto. Sobre esta misma cuestión el señor vocal doctor Silvestri dijo: Que coincide con la resolución propuesta por la señora vocal preopinante, y vota en la misma forma. Concedida la palabra al señor vocal doctor Ariza, a esta cuestión dijo: Que concuerda con lo expresado por la señora vocal preopinante y vota de la misma manera. Por tanto, la Sala Primera de la Cámara de Apelación Civil y Comercial de Rosario, resuelve: 1. Rechazar el recurso de apelación deducido por la parte actora contra la sentencia número 941 del 17 de agosto de 2006. 2. Imponer las costas de la alzada íntegramente a la recurrente vencida. 3. Regular los honorarios de los abogados que actuaron en esta sede en el cincuenta por ciento (50%) de los que se fijen en definitiva en la instancia anterior. Insértese, hágase saber, bajen y déjese nota marginal de esta sentencia en el protocolo del juzgado de origen. (Expte. Nro. 86/2007).– María M. Serra.– Ricardo A. Silvestri.– Ariel C. Ariza. Acto Administrativo: Ejecutoriedad: presunción de legitimidad; traslado de personal público. Empleados Públicos: Suspensión administrativa por causa penal; absolución en sede penal. Remuneraciones: derecho al sueldo; extensión temporal; principio del service fair. Procedimiento Administrativo: Recursos y reclamos del administrado. 1 – La sola falta de firmeza no acarrea sin más la imposibilidad de ejecución de los actos administrativos, salvo que el propio ordenamiento jurídico le reconozca efectos suspensivos al respectivo recurso administrativo, o la Administración, o en su caso el Tribunal, suspenda su ejecución. 2 – Si el acto administrativo que dispone el traslado de personal público no carece de la correspondiente presunción de legitimidad, debe acatarse sin perjuicio de los reclamos y recursos a que se creyera con derecho su destinatario. 3 – La afectación de garantías fundamentales determinantes del carácter resarcitorio, los recaudos que formalizan la relación de empleo público enlazada a la naturaleza del derecho y los estándares jurídicos in- EL DERECHO Rosario digital | 11 | tervenidos, tornan insuficiente el principio service fait para desconocer la devolución de las sumas retenidas en la totalidad del tiempo que el actor fue privado de sus haberes, no correspondiendo limitación temporal alguna a lo previsto en el art. 4º de la ley 9332 (voto del doctor DE MATTIA al que adhiere el doctor PALACIOS - mayoría). 4 – Las normas como el art. 4º de la ley 9332, en tanto se apartan del conocido principio del service fait –según el cual el estipendio no es debido en ausencia de servicio efectivo–, no pueden ser interpretadas sin ningún límite temporal; máxime en supuestos en los que el reintegro del actor (y, por ende, el límite a la suspensión), no depende de la Administración sino de un órgano por completo extraño a su estructura –Poder Judicial– (disidencia parcial del doctor LISA). 107 – CCont.-adm. Nº 1 Santa Fe, septiembre 25-2008.– C., J. C. c. Provincia de Santa Fe s/recurso contencioso administrativo. En la ciudad de Santa Fe, a los veinticinco días del mes de septiembre del año dos mil ocho, se reunieron en acuerdo los señores Jueces de la Cámara de lo Contencioso Administrativo N° 1, doctores Alfredo Gabriel Palacios y Luis Alberto De Mattia, con la presidencia del titular doctor Federico José Lisa, a fin de dictar sentencia en los autos caratulados “C., J. C contra Provincia de Santa Fe sobre recurso contencioso administrativo” (Expte. C.C.A.1 n° 244, año 2002). Se resolvió someter a decisión las siguientes cuestiones: 1ª ¿Es admisible el recurso interpuesto?; 2ª En su caso, ¿es procedente?; 3ª En consecuencia, ¿qué resolución corresponde dictar?. Asimismo se emitieron los votos en el orden que realizaron el estudio de la causa, o sea doctores Lisa, De Mattia y Palacios. A la primera cuestión el señor Juez de Cámara doctor Lisa dijo: I.1. El señor J. C. C. interpone recurso contencioso administrativo contra la Provincia de Santa Fe, tendente a obtener la anulación de su cesantía y, en consecuencia, se restablezca la relación de empleo público, con el pago de todos los sueldos que no fueran pagados durante la suspensión, incluyendo ascensos, aguinaldos, vacaciones y premios reconocidos al personal del “Banco de Santa Fe S.A.P.E.M.” (en adelante el Banco), debidamente actualizados con más intereses, daños y perjuicios ocasionados –tanto el emergente como el moral– y costas. Al efecto relata que fue detenido como imputado de una supuesta maniobra ilícita mientras se desempeñaba en relación de dependencia en el “Banco Provincial de Santa Fe”, con el cargo de Gerente de Sucursal de 3° categoría, desempeñando la Sub Gerencia del Sector Bancario de la Sucursal Buenos Aires; que inmediatamente después de la detención el Banco inició una investigación que luego fue transformada en el sumario administrativo 1294; y que, por las razones que describe, dicho sumario –que finalizó con la sanción de retrogradación– es nulo de nulidad absoluta. Refiere luego al sumario 2632, el que finalizó con la sanción de cesantía que también impugna. Al respecto, recuerda que el 12.6.1992 fue absuelto de culpa y cargo de todas las imputaciones que pesaban en su contra; que dicha resolución fue confirmada por la Cámara Federal Penal por sentencia del 4.4.1993 (notificada el 19.4.1993); que ante ello reclamó su reincorporación al cargo de gerente y el pago de los salarios y demás rubros no percibidos durante la suspensión, que fue rechazado mediante acta 808 del 31.8.1993, designándoselo en calidad de “auxiliar” en la “Agencia Facundo Zuviría”; y que cuestionó dicha designación por “denigrante”. Añade que estando en trámite los recursos interpuestos contra dicha designación, en fecha 9.12.2003 el Banco lo intimó para que se presentara a prestar servicios como auxiliar en la mencionada agencia, lo que también impugnó con fundamento en que aún no se habían resuelto los recursos contra la designación y en que no podía exigírsele el cumplimiento de una resolución que estaba cuestionada; y que el Banco rechazó esa impugnación y volvió a intimarlo para que justificara sus “inasistencia”, lo que motivó la promoción del mencionado sumario 2632 que concluyó con la sanción disciplinaria de cesantía, posteriormente aprobada por acta del Directorio 610 y finalmente decidida por resolución del Directorio inserta en acta 846 del 17.5.1994. Cuestiona la legitimidad de dicho sumario con base en que el cargo de auxiliar de una pequeña agencia del Banco es sumamente denigrante; las tareas constituyen evidentemente un acto vejatorio que arremete a su dignidad al ser un agravio a su persona, nivel técnico y capacitación preexistentes alcanzados a través de su larga e intachable trayectoria; que oportunamente cuestionó su humillante designación; y que mientras se encontraba en trámite la apelación se le enviaron las ilegales intimación de reintegro. Refiere también a los autos “Caja Administradora del Fondo Especial del Seguro (C.A.F.E.S.) c/Banco Provincial de Santa Fe s/ordinario”, tramitados ante un juzgado en lo Comercial de la Capital Federal, en los que el Banco, tanto al contestar la demanda como al alegar, aludió expresa y categóricamente a su inocencia y a que no cometió delito criminal alguno, ni delito civil, ni falta administrativa. Dice que, frente a ello, la retrogradación y cesantía constituyen una gravísima contradicción, tornándose aplicable la doctrina de los actos propios, respecto de la que abunda en consideraciones legales, jurisprudenciales y doctrinarias. | 12 | EL DERECHO Rosario digital Alude a la causa penal y a su legajo personal, describiendo luego los perjuicios sufridos y los rubros por los que demanda: reincorporación al cargo de gerente con los ascensos que normalmente le hubieran correspondido; el pago de los sueldos por el tiempo de la suspensión; el daño emergente de la suspensión; y el daño moral padecido. Por último, argumenta en torno a la admisibilidad de recurso; cuya declaración de procedencia pide, con costas. 2. A foja 30 vto. la Presidencia resuelve declarar inadmisible el recurso en cuanto refiere a la medida disciplinaria resultante del sumario 1294; y admisible en relación a la cesantía ordenada –sumario 2632– (AT, 5-179). Emplazada la demandada comparece a foja 40 y contesta la demanda (fs. 50/56 vto.). Plantea, en primer lugar, la inadmisibilidad del recurso, pues el actor optó por recurrir al fuero laboral desconociendo la naturaleza contencioso administrativa de la pretensión, con lo que, respecto de la Provincia, no se advierten satisfechos los presupuestos de admisibilidad del contencioso administrativo, esto es, la reclamación administrativa exigida por el art. 4º si lo que se trata es de un acto final que debió ser dictado por el Poder Ejecutivo (art. 72, inc. 18, Constitución Provincial), ante quien necesariamente debía recurrirse para obtener la habilitación de la instancia. En el mismo sentido, considera que el decisorio de la Cámara Laboral no pudo tener por cumplido ese trámite, pues esta pretensión en ningún momento se desarrolló frente a la Provincia, anoticiándose de ella recién en esta sede; y que no se dan en el caso los supuestos excepcionales valores por este Tribunal en autos “Altamirano” (AT, 6-138). Recuerda que el recurso fue declarado parcialmente inadmisible en cuanto a la medida disciplinaria resultante del sumario 1294 (retrogradación), lo que acarrea –a su juicio– la inadmisibilidad de las pretensiones de reincorporación al cargo de gerente con los ascensos que normalmente le hubieran correspondido, el pago de los sueldos de todo el tiempo de la suspensión que fuera objeto, más lo pretendido en relación a ascensos, aguinaldos, vacaciones y premios. También considera inadmisible la pretensión de “daño emergente por la inocua (sic) y larguísima suspensión de la que fuera víctima”, pues el fundamento de esta petición también es lo resuelto en el sumario 1294; como así también lo pretendido en concepto de daño moral que funda en dicha suspensión y retrogradación, todo lo cual –además– no fue pretendido en sede administrativa. En cuanto al fondo del asunto, niega, en general, las afirmaciones del actor; y considera que la pretensión en cuanto al cuestionamiento del sumario 2632 es también improcedente. Describe las secuencias de dicho sumario, y concluye en que se siguió el procedimiento reglado conforme a las disposiciones legales y reglamentarias aplicables. En cuanto al agravio del actor consistente en que no podía exigírsele el cumplimiento del acto por el que se dispuso su reintegro como auxiliar, por cuanto estaba impugnado, señala que conforme al principio de legalidad y ejecutoriedad de los actos administrativos ellos deber ser cumplidos, no pudiéndose sostener su incumplimiento, menos en base a un supuesto efecto suspensivo, no regulado en las normas aplicables, de los recursos. En similar orden, señala que el acto que dispuso la reincorporación al cargo de auxiliar debía cumplirse y ser acatado por el recurrente; máxime cuando su fundamento era el cuestionamiento a un sumario (el 1294) cuyos actos se encontraban firmes. Añade que si bien no parece que el actor solicite el pago de salarios desde el dictado del acto por el cual se dispuso el reintegro como auxiliar, considera que ello igualmente resultaría improcedente. Así lo sostiene con base en diversos criterios jurisprudenciales –a los que refiere–, según los cuales al no existir prestación efectiva de servicios no corresponde remuneración o diferencia de remuneración alguna, como tampoco indemnización de daños por no concurrir en el caso los presupuestos admitidos jurisprudencialmente. Finalmente, para el supuesto de que el Tribunal estime procedente el recurso, considera que debe desestimarse el pedido de actualización, debiéndose fijar intereses a la tasa pasiva en vez de la activa pretendida. Solicita, en suma, se rechace por inadmisible e improcedente el recurso interpuesto; con costas al actor. Abierta la causa a prueba (f. 60 vto.) y producida la que ofrecieron las partes, éstas alegan sobre su mérito (fs. 78/84 y 85/91 vto.). Dictada (f. 99 vto.) y consentida la providencia de autos, se encuentra la presente causa en estado de ser resuelta. 3. De conformidad al art. 23, inc. a) de la ley 11.330, corresponde emitir pronunciamiento sobre la admisibilidad del recurso. Como bien lo recuerda la demandada, mediante auto de Presidencia ya se ha declarado inadmisible el recurso en cuanto “a la resolución que dispuso la revocación de todos sus nombramientos jerárquicos” (sumario 1294) (AT, 5-179; f. 30/vto. de autos). Rosario, miércoles 25 de marzo de 2008 Por ende, también resultan inadmisibles las pretensiones meramente consecuenciales de la pretendida anulación de los actos resultantes de dicho sumario. Sin embargo, a mi juicio no le asiste razón en cuanto a que tal inadmisibilidad acarrea la del reclamo consistente en que se le abonen los haberes retenidos durante la suspensión en el mencionado sumario 1294, lo cual no depende de la legitimidad de la sanción de retrogradación allí dispuesta, sino del resultado del juicio penal seguido en su contra. En lo demás, esto es, en cuanto a los tramos pretensionales vinculados al sumario 2632, considero que el recurso es admisible. En efecto, lo planteado por la demandada en relación a la opción del actor por el fuero laboral, recibe adecuada respuesta en los fundamentos expresados por esta Cámara en autos “Altamirano” (AT, 6-138), “Salaberry” (AT, 8-375) y “Zanabria” (AT, 12-338), a cuyas consideraciones –que en lo pertinente se dan por reproducidas en esta oportunidad– corresponde remitir brevitatis causae. Con ese alcance, pues, voto por la afirmativa. A la misma cuestión, los señores Jueces de Cámara doctores De Mattia y Palacios expresaron similares fundamentos a los vertidos por el señor Juez de Cámara doctor Lisa, y votaron –con el mismo alcance– en igual sentido. A la segunda cuestión, el señor Juez de Cámara doctor Lisa dijo: II.1. Se analizarán, en primer término, los agravios del actor vinculados al sumario 2632 que culminó con su cesantía por inasistencias injustificadas, en punto a lo cual adelanto mi opinión contraria a la procedencia del recurso. Conforme se ha relatado, el actor considera –en síntesis– que dichas inasistencias eran justificadas, por cuanto el acta 808 del 31.8.1993, mediante la cual el Directorio resolvió –en lo que ahora interesa– proceder a su reintegro a la planta permanente del Banco en calidad de auxiliar, no era a su criterio legalmente exigible: en primer lugar, porque estaba recurrida, y, en segundo lugar, porque “el cargo de auxiliar de una pequeña agencia del Banco [...] es sumamente denigrante”, por todo lo cual se vio obligado a efectuar la retención de sus tareas, lo que a su criterio no puede ser considerado un incumplimiento (ver fs. 10 y 80/vto.). El planteo soslaya las consecuencias que se siguen de la presunción de legitimidad y ejecutoriedad que caracterizan a los actos administrativos. En efecto, es sabido que la sola falta de firmeza no acarrea sin más la imposibilidad de ejecución de los actos administrativos (criterio de “Uleriche”, AT, 5-350; “Bentolila”, AT, 7-1), salvo que el propio ordenamiento jurídico le reconozca efectos suspensivos al respectivo recurso administrativo, o la Administración o en su caso el Tribunal suspenda su ejecución, todo lo cual es extraño a la presente causa. A su vez, también es conocido que una de las consecuencias que se siguen de la presunción de legitimidad de los actos administrativos, es que el particular destinatario del acto debe obedecerlo sin necesidad de que previamente la justicia declare su legitimidad. Más precisamente respecto de actos administrativos que disponen el traslado de personal público –situación similar a la suscitada en autos al decidirse el reintegro del recurrente–, la Corte Suprema de Justicia de la Nación ha señalado que si la medida no carece de la correspondiente presunción de legitimidad, debe acatarse sin perjuicio de los reclamos y recursos a que se creyera con derecho su destinatario (ver Fallos, 302II-1503, considerando 7). Es cierto que así lo decidió el Alto Tribunal nacional con fundamento en que no se acreditó que el nuevo cargo que se le asignaba al agente fuera de menor jerarquía, o importara disminuir sus emolumentos o su situación presupuestaria, y en el que la medida impugnada no aparecía ostensiblemente desprovista de fundamentos. Pero también es cierto que, tal como se indicó expresamente en el acta 808/93 (ver legajo 1094), en el caso, la desjerarquización del actor fue consecuencia de la sanción firme oportunamente impuesta en el Sumario Interno n° 1492, respecto de la cual el presente recurso ya fue declarado inadmisible, no pudiéndose, por ende, controlar su legitimidad. Es más, no puede soslayarse que una vez decidida la mencionada sanción de “revocación de todos los nombramientos jerárquicos”, el actor fue suspendido ya en su cargo de “auxiliar” (acta 316/84), con lo que la decisión ahora cuestionada –de reintegro– en dicho cargo y no en el de gerente resulta mera consecuencia de actos que –se reitera– están firmes y por tanto excluidos del control jurisdiccional. En tales condiciones, ni el hecho de que ese reintegro haya sido recurrido administrativamente por el actor, ni la jerarquía en la que éste fue reintegrado, son circunstancias que en el sub judice puedan justificar su resistencia a las dos intimaciones (primero a hacerse cargo de su puesto laboral, y después a justificar sus inasistencias) que le fueron formuladas, la última bajo apercibimiento de considerarse incurso en la causal de abandono de trabajo. Por lo demás, no han sido invocadas deficiencias formales en el sumario 2632-08 que, por su decisividad, pudiesen justificar la anulación del acto de Rosario, miércoles 25 de marzo de 2008 cesantía; antes bien, surge que el actor expresamente hizo saber que no concurriría a prestar declaración en dicho sumario (f. 20; sumario 2632-08), en el cual –además– se le corrió oportunamente traslado para que ejerciera el derecho defensa (f. 24; sumario 2632-08). En suma, y en lo que fue materia de impugnación, el recurso es improcedente en cuanto dirigido a obtener la anulación de la sanción de cesantía y sus aspectos consecuenciales. 2. Resta analizar la pretensión de que le sean abonados los sueldos que no fueron pagados durante la suspensión. Surge de autos (ver legajo 1094/04) que el recurrente fue, primero, suspendido preventivamente desde el 14.9.1983 (por aplicación de lo establecido en el art. 26, inc. 5º de la ley 8185), y, luego, suspendido en el cargo de “auxiliar” desde el 21.3.1984 (acta 316/84) sin percepción de haberes (desde el 2.4.1984), por aplicación del art. 7º del decreto 1409, con motivo de las irregularidades detectadas en Sucursal Buenos Aires por la que existe abierta una causa penal en Capital Federal. Se extrae también que en dicha causa penal se resolvió absolver libremente de culpa y cargo al actor, de los delitos de defraudación en perjuicio de una administración pública en calidad de partícipe necesario, defraudación en perjuicio de una administración pública en concurso ideal con el de uso de documento falso en grado de partícipe necesario, y defraudación en perjuicio de una administración pública en concurso ideal con el de uso de documento falso en calidad de autor (Juzgado Federal N° 2, Secretaría N° 6, causa 14.604; pronunciamiento del 12.6.1992); lo que fue confirmado por la alzada (Cámara Criminal y Correccional Federal, pronunciamiento 9767 del 6.4.1993). No es dudoso, pues, que la situación del actor encuadra en el art. 4º de la ley 9332, según el cual “el empleado absuelto o sobreseído en proceso criminal que se le hubiera seguido por delito cometido contra el Banco, deberá ser repuesto en su cargo y tendrá derecho al sueldo que habría percibido durante el tiempo en que no ha podido prestar servicio”. En esta disposición el recurrente funda su derecho; mientras que la demandada considera, según se ha dicho con error, que este tramo de la pretensión es inadmisible al estar vinculado al sumario 1492. En sede administrativa le fue denegado este derecho con fundamento en que, de conformidad al art. 7º del decreto 1409/52 (según el cual, en lo que interesa, “el ulterior reintegro por sobreseimiento o absolución no dará derecho al cobro de los mismos [refiere a los haberes], salvo que la causa haya sido motivada por denuncia del Banco y por hechos relacionados con el servicio [...]”), la causa penal no se originó en denuncia del Banco. Considero que, frente a la ya mencionada disposición legal, este tramo de la reglamentación no puede acarrear el desconocimiento de un derecho previsto en la ley. Efectivamente, aun cuando la suspensión del actor recibió fundamento en esa disposición reglamentaria, no podría entenderse que la efectividad del derecho legalmente previsto pueda depender de una exigencia meramente reglamentaria en torno al origen de la denuncia que motiva la causa penal; máxime cuando, como bien lo señala el recurrente, la ley 9332 derogó todas las disposiciones que se opongan a ella (art. 15). Y en torno a la devolución de haberes no percibidos durante el tiempo en que no se ha podido prestar servicio, es evidente que la reglamentación se opone a la ley 9332, la que, en verdad, sienta el principio inverso, y sin supeditar dicha devolución más que al sobreseimiento o absolución del agente en proceso criminal que se le hubiera seguido por delito cometido contra el Banco. Así concluir, no implica prescindir absolutamente del origen de la denuncia; pero tratándose de procesos penales iniciados por hechos relativos o producidos en ocasión del trabajo, es también principio que la parte patronal debe abonar la remuneración por el tiempo que dure la suspensión de la relación aun cuando la denuncia haya sido efectuada por tercero o en proceso promovido de oficio (arg. art. 224, segunda parte, ley 20.744). A su vez, aun cuando –contrariamente a lo sostenido por el Banco en sede laboral– es dudoso que la suspensión impuesta al actor tenga en verdad naturaleza preventiva (ya que su duración puede prologarse más allá de la finalización del sumario), no puede tampoco soslayarse que el principio en esta materia es la devolución de haberes si la sanción definitiva no es privativa de ellos o purgativa. Ahora bien: aunque el invocado art. 4º de la ley 9332 alcanza para el reconocimiento del derecho al pago de haberes retenidos, considero que no es suficiente para acceder a dicho reconocimiento con el alcance postulado por el actor. Por el contrario, deberán tenerse en cuenta, por un lado, un límite material; por el otro, uno temporal. En cuanto al primero, entiendo que el actor fue correctamente reintegrado a “su cargo” (en los términos del art. 4º de la ley 9332), el que a la fecha no era otro que el de “auxiliar”; por ende, de prosperar este voto corresponde reconocer los haberes dejados de percibir en dicha categoría. EL DERECHO Rosario digital | 13 | Respecto al segundo, corresponde señalar que normas como la del art. 4º de la ley 9332, en tanto se apartan del conocido principio del service fait (según el cual el estipendio no es debido en ausencia de servicio efectivo) –principio al que in extenso refirió la mayoría de esta Cámara en autos “Corazza” a cuyos fundamentos remito (ST, 2-43)– no pueden ser interpretadas sin ningún límite temporal. Máxime en supuestos como el de autos, en el que –es decisivo– el reintegro del actor (y, por ende, el límite a la suspensión), no depende de la Administración sino de un órgano por completo extraño a su estructura (Poder Judicial de la Nación). Asimismo, así como se ha mencionado el criterio subyacente en las normas sobre suspensión preventiva, puede ahora recordarse que dichas disposiciones suponen suspensiones cuya duración sí depende en definitiva de la Administración, no siendo susceptibles de prolongarse más allá de la duración del sumario mismo. En tales condiciones, se estima justo limitar el reconocimiento del derecho a un lapso de dos años, lo que, además de ser coincidente con análogos criterios seguidos por el Tribunal sobre el punto (“Morello”, S T, 3-15; “Muzio”, ST, 3-87; “Stellacci”, AT, 5-330; “Bascelli”, AT, 7- 400), adecuadamente concilia la norma legal mencionada (art. 4º, ley 9332) con el elemental principio jurídico anteriormente citado y la insoslayable circunstancia de que, en supuestos como el de autos, no depende de la demandada la duración de la suspensión. Con ese alcance, voto, pues, por la afirmativa. A la misma cuestión, el señor Juez de Cámara doctor De Mattia dijo: Sin perjuicio de adherir en general a la decisión propuesta por el señor juez de Cámara que me precede, disiento, en particular, con el reconocimiento de la retención de haberes del cargo de auxiliar asignado al actor limitada al plazo de dos años, cuya suspensión fuera dispuesta con base en el art. 4º del decreto 1409, a partir del 2.4.1984 y extendida hasta el pronunciamiento 9767 de la Camara Criminal y Correccional Federal, en fecha 6.4.1993. Es menester destacar, a mi criterio, en relación a la fijación del término precedente, que la afectación de garantías fundamentales determinantes del carácter resarcitorio, los recaudos que formalizan la relación de empleo público enlazada a la naturaleza del derecho y los estándares jurídicos intervenidos, tornan insuficiente el principio service fait para desconocer la devolución de las sumas retenidas en la totalidad del tiempo que el actor fue privado de sus haberes. Por lo demás, guardando este pleito analogía con lo considerado en los votos de minoría que me corresponden, remito en lo pertinente, y brevitatis causae, a los autos “Corazza” (ST, 2-43), “Bascelli” (AT, 7-400), entre otros. En suma, los elementos examinados me llevan a concluir que la pretensión en relación a la restitución de los haberes a los que refiero supra, debe ser acogida en su totalidad, y, por tanto, corresponde condenar a la demandada con dicho alcance, y costas proporcionales. Así voto. A la misma cuestión, el señor Juez de Cámara doctor Palacios dijo: Adhiero al voto del doctor Lisa, con excepción del límite temporal –de dos años– a la pretensión de remuneraciones no abonadas. En fundamento a mi posición, remito, en cuanto fuere pertinente, al voto de la mayoría en autos “Fasetta” (AT, 10-300), correspondiendo, por ende, el reconocimiento de los salarios caídos por el período de suspensión con motivo de causa penal abierta a raíz de las irregularidades detectadas en la sucursal Buenos Aires del ex Banco Provincial de Santa Fe. Así voto. A la tercera cuestión, el señor Juez de Cámara doctor Lisa dijo: Atento el resultado obtenido al tratar las cuestiones anteriores corresponde declarar improcedente el recurso interpuesto en cuanto dirigido a obtener la anulación de la sanción de cesantía y sus aspectos consecuenciales; y procedente en cuanto a la pretensión de que le sean abonados al recurrente los sueldos que no le fueron pagados durante la suspensión. En consecuencia, condenar a la demandada a abonar al actor en legal formal las remuneraciones correspondientes al cargo de “auxiliar” por el período comprendido entre el 2.4.1984 (fecha desde la cual se le comenzaron a retener los haberes según lo afirma el propio recurrente a foja 78) y el 19.4.1993 (en que fue notificado de la sentencia de segunda instancia, según el actor lo dice a foja 79, y a partir de la cual se encontraba habilitado para exigir su reintegro; criterio de “Fasetta”, AT, 10-300), según liquidación que deberá practicar aquélla en un plazo no mayor de treinta días de quedar firme la presente sentencia, con más actualización en legal forma hasta el 31.3.1991, e intereses desde la fecha del reclamo (23.6.1993) a la tasa pasiva promedio mencionada en el art. 10 del decreto nacional 941/91. Costas en un 40% a cargo del actor y en el 60% restante a cargo de la demandada. Diferir la regulación de los honorarios profesionales hasta tanto se practiquen y aprueben las liquidaciones pertinentes. Así voto. | 14 | EL DERECHO Rosario digital A la misma cuestión, los señores Jueces de Cámara doctores De Mattia y Palacios dijeron que la resolución que correspondía adoptar era la propuesta por el señor Juez de Cámara doctor Lisa, y así votaron. En mérito a los fundamentos del acuerdo que antecede, la Cámara de lo Contencioso Administrativo N° 1 resolvió: Declarar improcedente el recurso interpuesto en cuanto dirigido a obtener la anulación de la sanción de cesantía y sus aspectos consecuenciales; y procedente en cuanto a la pretensión de que le sean abonados al recurrente los sueldos que no le fueron pagados durante la suspensión. En consecuencia, condenar a la demandada a abonar al actor en legal formal las remuneraciones correspondientes al cargo de “auxiliar” por el período comprendido entre el Rosario, miércoles 25 de marzo de 2008 2.4.1984 y el 19.4.1993,, según liquidación que deberá practicar aquélla en un plazo no mayor de treinta días de quedar firme la presente sentencia, con más actualización en legal forma hasta el 31.3.1991, e intereses desde la fecha del reclamo (23.6.1993) a la tasa pasiva promedio mencionada en el art. 10 del decreto nacional 941/91. Costas en un 40% a cargo del actor y en el 60% restante a cargo de la demandada. Diferir la regulación de los honorarios profesionales hasta tanto se practiquen y aprueben las liquidaciones pertinentes. Registrarlo y hacerlo saber. Con lo que concluyó el acto, firmando los señores Jueces de Cámara por ante mí, doy fe.– Luis A. De Mattia (en disidencia parcial).– Alfredo G. Palacios (Sec.: Barraguirre).