Abolición de La Esclavitud: Papel Vs. Realidad Lic. Francisco J. Tovar B. Internacionalista Al conmemorarse hoy, 02 de diciembre, el Día Internacional para la abolición de la esclavitud, es propicia la ocasión para revisar que estamos haciendo como sociedad para combatir esta oprobiosa práctica que pone de manifiesto el grado de maldad al que puede llegar el hombre. En principio, el motivo que da origen a la celebración del día de hoy, es la aprobación del CONVENIO PARA LA REPRESIÓN DE LA TRATA DE PERSONAS Y DE LA EXPLOTACIÓN DE LA PROSTITUCIÓN AJENA, por parte de la Asamblea General de la ORGANIZACIÓN DE NACIONES UNIDAS (ONU), el 02 de diciembre de 1949. Exactamente 47 años después se elige esta fecha como Día Internacional para la Abolición de la Esclavitud. La publicación de dicho convenio es incluso previa a la divulgación de la DECLARACIÓN UNIVERSAL DE LOS DERECHOS HUMANOS, 10 de diciembre de 1.949, cuyo artículo 4 refleja el espíritu de dicho tratado: “Nadie estará sometido a esclavitud ni a servidumbre, la esclavitud y la trata de esclavos están prohibidas en todas sus formas” En la misma línea de estos históricos instrumentos jurídicos se encuentran: el Protocolo para modificar la Convención sobre la Esclavitud firmada en Ginebra el 25 de septiembre de 1926 (1953), la Convención suplementaria sobre la abolición de la esclavitud, la trata de esclavos y las instituciones y prácticas análogas a la esclavitud (1956), el Convenio (N. 105) relativo a la abolición del trabajo forzoso (1957), el Convenio (N. 182) sobre la prohibición de las peores formas de trabajo infantil y la acción inmediata para su eliminación (1989), el Protocolo facultativo de la Convención sobre los Derechos del Niño relativo a la venta de niños, la prostitución infantil y la utilización de niños en la pornografía (2000), la Carta Africana sobre Derechos Humanos y de los Pueblos (1981) el Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (1950) la Convención Americana sobre Derechos Humanos (1969) y muchos otros más. Evidentemente, la carencia de acuerdos y convenios internacionales sobre el tema no es un problema. Seguramente existen muchísimos más de los que se puedan enumerar sobre estas líneas. El tema de fondo, algo que la sociedad parece tener más claro a medida que pasa el tiempo, es la necesidad de acciones concretas por parte de la Comunidad Internacional orientadas a la solución de los problemas, más allá de la suscripción de documentos. En los últimos veinte años, instituciones como la ONU han demostrado su casi absoluta inutilidad, evidenciadas en la incapacidad de resguardar la paz y seguridad internacionales, precisamente su razón de ser, verbigracia: bombardeo estadounidense sobre Serbia (1999), invasión estadounidense a Irak (2003), ataque israelí en la Franja de Gaza (2009). Lamentablemente, ha quedado muy claro que los problemas fundamentales de la agenda internacional escapan de las manos de los organismos supranacionales, bien por genuflexión y complacencia ante los Estados poderosos, falta de voluntad política o por carencia de poder para hacer cumplir y respetar sus decisiones. Esto es particularmente cierto para los más de 27 millones de seres humanos víctimas de esclavitud en la actualidad, de los cuales entre 200.000 y 800.000 son vendidos cada año, sólo en África, 12,6 millones de niños de 5-14 años, son sometidos a trabajo en condiciones de esclavitud en India, 300.000 niños que viven en zonas de guerra han sido alistados en el servicio militar, desde mediados de 2009, cerca de 5 millones de mujeres son sometidas a explotación sexual cada año. Todo ello ante la proliferación de “loables” acuerdos internacionales para la supresión de la esclavitud en todas sus formas. ¿Será a caso que la multibillonaria industria de la trata de personas incide en la inacción por parte de los Estados en el tema de la esclavitud? ¿Sería muy maquiavélico pensar que países como Mauritania se niega a la penalización de la esclavitud por razones económicas? Después de todo, de los aproximadamente 10 mil millones de dólares que genera, anualmente, el tráfico de personas se calcula que la tercera parte se permanece en África. ¿Es muy descabellado esto? ¿Se tratará, al final del día, de una motivación esencialmente monetaria la que impide los esfuerzos por erradicar la esclavitud en pleno siglo XXI? El economista liberal Lester Thurow, en su obra EL FUTURO DEL CAPITALISMO, 1996 señala lo siguiente: “Democracia y capitalismo parten de creencias muy diferentes sobre la adecuada distribución del poder. La primera se basa en la distribución equitativa del poder político, «un hombre, un voto», mientras que el capitalismo cree que es deber de los económicamente aptos expulsar a los no aptos fuera del negocio y eliminarlos. La «supervivencia del más apto» y las desigualdades en el poder de compra son la base de la eficiencia capitalista. Lo primero es el lucro personal y por tanto las empresas se hacen eficientes para enriquecerse. Para decirlo en su forma más cruda, el capitalismo es perfectamente compatible con la esclavitud, la democracia no”