De la conferencia magistral del Dr. Alfonso López Quintás. Profesor de la Universidad Complutense de Madrid, ofrecida en ITESM, campus Monterrey, con motivo del 50 aniversario de su fundación, septiembre de 1993. Señores rectores y directores del ITESM, señoras y señores, queridos alumnos, agradezco vivamente estar aquí por muchas razones, entre ellas porque colaborar con quienes están de manera tan eficaz, tan sólida, tan eficiente, creando y difundiendo cultura, poniendo las bases de una sociedad nueva, realmente es un honor y es una obligación. El gran humanista y científico Albert Einstein, dijo en una ocasión: "la fuerza desencadenada del átomo lo ha cambiado todo, excepto nuestra forma de pensar, por eso vamos hacia una catástrofe sin igual". ¿Cómo es posible que Albert Einstein haya dicho que hay que cambiar la forma de pensar?, ¿es que no estábamos pensando bien?, ¿es que cuatro siglos de edad moderna que han conseguido resultados espectaculares en tantos aspectos del conocimiento y de la práctica, es decir de la técnica, hay que cambiarlos? Para pensar esto a fondo y dar una respuesta, necesitamos líderes, es decir, personas esforzadas y bien dotadas que profundicen al máximo en qué es la vida humana y sepan descubrir las rutas que han sido fecundas y aquellas que han sido infecundas y nos han llevado a desastres. Siendo estudiante en la Universidad de Munich en Alemania, Bernard Heisenbergh, otro gran científico y humanista alemán, nos contó en el Aula Magna de la Universidad, esta anécdota: "El día 6 de agosto de 1945 estábamos reunidos en torno a una mesa, varios físicos atómicos confinados en un campo de concentración inglés. En un pequeño transistor pudimos oír que una bomba atómica acababa de pulverizar a una bella ciudad japonesa. Todos pensamos que no podía tratarse de una bomba atómica, en el sentido riguroso del término, porque ahí entre ellos estaba el eminente científico e investigador Otto Han, el inventor de la fisión del átomo de uranio, que como saben ustedes muy bien, era el último eslabón teórico de la cadena que podría llevar en su momento a la elaboración técnica de una bomba atómica en el sentido riguroso del término, es decir, una bomba cuya fuerza está extraída de la fisión del átomo de uranio. Pues bien, ellos pensaron que no podría tratarse de una bomba atómica, sino, tal vez, de una bomba muy potente que la habían denominado de esa manera. Esa misma noche, en esa misma mesa y con ese mismo transistor, oyeron una explicación técnica de esa arma mortífera, se trataba de una bomba atómica, en el sentido riguroso del término". Entonces Otto Han, salió despavorido de la barraca en que estaban; los amigos corrieron tras él y cuando lo encontraron vieron que estaba intentando abrirse las venas de la mano con el alambre de espino que rodeaba el campo de concentración. Cuando los amigos le preguntaron, cómo quería acabar con su vida de manera tan drástica, les dijo: "queridos amigos, es aspectos no? El mundo entero se puso a reflexionar, pero ya había reflexionado antes y no se habían tomado medidas. Nosotros hemos aprendido de la última guerra mundial que no basta lanzarse a la investigación sin poner constantemente en tela de juicio el sentido de lo que se hace. Pongamos en relación la preocupación de otro eminente científico, el fundador de la mecánica cuántica, otro revolucionario la ciencia, Max Planc. Este científico, en uno de sus libros más importantes dice: "la ciencia tiene inmensos recursos para solucionar muchos enigmas de la realidad y convertirla en técnica, dar solución a muchos problemas del hombre, pero no tiene recursos para decirle el sentido más hondo de su vida. La ciencia por tanto, tiene que reconocer sus límites, reconocer que tiene que haber una instancia que le diga al hombre cuáles son las rutas auténticas para convertirse en plenamente hombre y cuáles son las peligrosas que lo pueden destruir". Yo recuerdo en mis años de estudiante en Alemania que Romano Guardini nos decía: "Queridos hermanos, el hombre de la era moderna, la que comenzó con Galileo y Newton, consiguió paulatinamente un poder inmenso sobre la realidad, pero no se preocupó de adquirir correlativamente un poder sobre el poder de que dispone. Después de tantos siglos de progreso indefinido, nos encontramos sin una ética del poder, por eso hoy nos asombramos al pensar que personas éticamente poco desarrolladas, pulsando un botón, pueden hacer estallar el planeta en 20 pedazos". ¿Porqué Romano Guardini, Max Planc, Heisenbergh, Otto Han, tan profundos admiradores de la ciencia, estaban tan preocupados por estas cuestiones? Porque todos ellos tenían muy viva ante su mente la quiebra del mito del eterno progreso, que era el que había determinado el impulso investigador de la edad moderna, cuatro siglos de investigación. ¿En qué consiste esta quiebra del mito del eterno progreso? Durante cuatro siglos de edad moderna, el hombre había desarrollado la técnica con un verdadero frenesí investigador, merced a la convicción de que el conocimiento teórico, de tipo científico, produce una medida correlativa de conocimiento técnico y este conocimiento técnico produce un dominio correlativo de la realidad y con ese dominio de la realidad puede producir artefactos y con ello produce confort, bienestar y por lo tanto felicidad. Vean la progresión, conocimiento técnico, dominio de la realidad, producción de artefactos, bienestar, felicidad... Pensaron que esta progresión se podría elevar a la enésima potencia, se pensaba que a una medida de saber teórico correspondía una medida correlativa de felicidad, se pensaba que el progreso era lineal y constantemente creciente. Ahora bien, ¿dónde estaba el error? ¿en pensar que el conocimiento teórico-científico da lugar a un conocimiento técnico, al dominio de la producción de artefactos? ¿en pensar que eso produce cierto bienestar? todo eso es verdad. ¿Dónde estaba entonces el error?, en pensar que de escritores, intelectuales, cineastas que pedían un cambio. Los periódicos de la época, libros de filosofía, todo el mundo decía hay que cambiar. ¿Cambiar qué?, el ideal de dominar para tener, para disfrutar, para ser cada uno más grande, más prepotente, para dominar a los demás. Este ideal hay que cambiarlo, decían, hacia un ideal de solidaridad, de entrega, un ideal que no destruya la ciencia, ni mucho menos, la va a fomentar todo lo que pueda, ni la técnica, ni el dominio de la realidad; lo único que va hacer es cambiar el ideal, la meta última, todo ello no va a servir para destruir a los demás, sino para crear con ellos una sociedad mejor, más solidaria, más justa. Hay que cambiar, dar un giro a todas nuestras coordenadas mentales, sentimentales y volitivas, un giro de toda la persona. Todavía no se ha dado ese cambio y hoy la humanidad sigue enzarzada en multitud de conflictos tremendamente graves. Se habla de la apatía de la gente, de los jóvenes, sobre todo de ciertas generaciones. Cómo no van a estar apáticos si los mayores estamos proclamando con la palabra y con el ejemplo un tipo de ideal en el que nosotros mismos no creemos. Qué entusiasmo voy a suscitar yo a una persona si le digo: estudia, prepárate, mátate a trabajar, ¿para qué?, para situarte bien en la vida, para pasarlo bien, para tener cosas. Puedo tener buena voluntad al dar ese consejo pero estoy encaminando a ese joven por el camino equivocado, le estoy lanzando hacia el viejo ideal del dominio, de la posesión, del disfrute individual. Pero si yo le digo: joven tu eres un privilegiado porque puedes estudiar, mátate a trabajar, prepárate bien, ¿para qué?, para situarte en la vida, para poder ser un líder para los demás, para poder guiar a los demás hacia una sociedad más generosa, más justa, una sociedad en la que valga la pena vivir y morir. Tengo buena voluntad también para ese joven y al decir esto estoy orientando a este joven hacia el ideal de la generosidad y la unidad. Este es el ideal que nos puede hacer felices. Necesitamos líderes que conozcan profundamente lo que es la vida humana, no que tengan unas ideas vagas acerca de política, de historia, de sociología, sino que tengan un conocimiento profundo de lo que es el ser humano, de lo que es su propia realidad personal, de los procesos que tienen que seguir para desarrollarse bien como personas. Necesitamos personas que conozcan esto muy a fondo, que penetren profundamente en los sentimientos y en las actitudes humanas. El líder tiene que conocer muy bien qué es el amor y qué es el odio, qué es la lealtad, qué es la perfidia, qué es la fidelidad, qué es la infidelidad. Tiene que saber muy bien qué es una actitud de egoísmo y una actitud de generosidad. Hay que saber qué vinculación hay entre unas realidades y otras, porque si no lo sabemos, no podemos prever lo que va a pasar en nuestra vida y en la vida de los demás. El líder tiene que prepararse a fondo para poder prever, el que no sabe prever, está con los ojos ciegos, no se orienta en la vida ni puede orientar a los demás.