Citius, Altius, Fortius En la muerte de don Emilio Botín, Presidente del Santander En el mes de septiembre nos llegaba la triste noticia del fallecimiento de don Emilio Botín, Presidente del Banco de Santander. Don Emilio no era un banquero más de los varios muy brillantes que hemos tenido en España en los últimos años. Por el contrario creemos que se ha tratado del empresario más importante de la historia de España porque ha sido el que más rápido, más alto y más fuerte ha situado a una empresa española en el mundo. De ahí que hayamos decidido escoger el lema olímpico – con el que se titula esta columna de opinión– para describir su trayectoria como líder del Santander. En una reciente entrevista explicaba que el negocio bancario era muy fácil y sólo se trataba de recibir dinero para prestarlo y hacerlo con prudencia. Uno de los negocios más complejos, que demandan más recursos tecnológicos y humanos quedaba, así desdramatizado por quien lo conocía desde la cuna. Pero no, no era ni es tan fácil. Si lo fuera, ¿cómo explicaríamos los enormes fracasos de tantos Bancos en el mundo en los mismos años en que don Emilio Botín y su equipo hicieron del Santander uno de los Bancos más admirados y mejor gestionados del mundo?. ¿Por qué tantos lo hicieron tan mal y unos pocos, entre ellos, su Banco, lo hicieron tan bien?. “Doctores tiene la iglesia” para contestar a esa pregunta. Nosotros nos aventuramos a valorar que el éxito de don Emilio Botín y del Santander fue la correcta combinación de ambición, audacia, prudencia y capacidad de retención de talento. Ya es parte de su leyenda que siempre, después de las sesudas y justificadísimas valoraciones de los mejores Bancos de Inversión y después de las discusiones con su Equipo Directivo, quizás también uno de los más sólidos y brillantes del mundo, él siempre cerraba el sobre de cualquier oferta después de poner un número, su número. “El tiempo perdonará cualquier sobreprecio que paguemos” parece que dijo alguna vez. Y lo ha hecho con creces, porque el valor de las cosas y de las oportunidades comerciales va más allá de una valoración matemática. El Santander pagó más del doble que su inmediato competidor por comprar Banespa y entrar en Brasil. ¿Cuánto pagaría hoy cualquier otro banco por tener la oportunidad de entrar en ese país?. Pero es que ya no la hay. Las oportunidades son digitales, 1 ó 0, o se consiguen íntegras o se pierden del todo. Por eso el valor es tan relativo. Era el valor para el Santander que tenía adquirir Banesto o entrar en el Reino –felizmente todavía– Unido o entrar en Brasil…y ese valor y el sobre precio que lo justificaba sólo podía cuantificarse en la visión futurista y estratégica de alguien como don Emilio Botín y el Santander. Y después vinieron las estrategias maestras de entrada o de consolidación en Chile, en México, en Brasil –con una carambola a tres bandas que incluyó la entrada y salida ipso facto de Italia para acabar comprando el Banco Real a ABN Amro– o en el Reino Unido o las de salida de otros mercados, como la magistral jugada para salir del avispero venezolano con la venta del Banco de Venezuela. Porque el éxito del Santander es haber tenido la fortuna de tener un líder ambicioso, visionario y audaz pero, a la vez, prudente, pragmático y posibilista. Los españoles debemos sentirnos muy agradecidos al legado de don Emilio Botín y del Santander. Muy agradecidos y muy orgullosos por un modelo de comportamiento y honestidad personal y profesional, por una visión estratégica y por habernos quitado tantos complejos a una España que estaba deseando “despegar” y volar más rápido, más alto y más fuerte. Varias empresas españolas han colaborado también en esa misión de apertura de España al mundo, pero, sin duda, el Santander fue el mejor ejemplo y don Emilio Botín pilotó con enorme acierto esa nave que hoy hizo ese sueño realidad. Javier Gómez de Olea y Bustinza Consejero Delegado UPITE Consulting