Reflexión fugaz sobre el derecho a la vida, págs. 26-31.

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REFLEXIÓN FUGAZ SOBRE EL CONTENIDO DEL DERECHO A LA VIDA
Por Tomás Requena López
L
1.
Levan razón quienes afirman1, aunque sin extraer todas las consecuencias, que no
puede tener por contenido sólo la realidad biológica [en mi opinión sería mejor
hablar de Aexistencia física@, porque la realidad biológica hace referencia a un
conjunto de funciones -biológicas- comer, dormir, etc., cuya afectación ya tendría que ver
con la integridad física o moral, y aquí se quiere presentar la existencia desnuda]. Debe, pues,
de integrarse por algo más, exigencia de la propia dignidad humana y no necesariamente
consecuencia de una sociedad avanzada, salvo que por ésta se entienda a toda sociedad
organizada en un Estado constitucional.
Pero qué es ese algo más que la
dignidad humana exige. Quizás el
ejemplo de los campos de
concentración permita apreciar qué se
quiere decir, pues ellos son
significativos como muestra de la
existencia de personas que no podía
considerarse que estuviesen viviendo,
aunque tenían una existencia física. En ellos antes de la muerte física se mataba al individuo
al privarlo de toda su dignidad. Como Hannah Arendt ha mostrado magistralmente, en ellos
se mataba a la persona jurídica2 y a su individualidad3, esto es se asesinaba a la persona moral
y a la persona jurídica4. En sus palabras: ALa experiencia de los campos de concentración
muestra que los seres humanos pueden ser transformados en especímenes del animal
humano y que <<la naturaleza>> del hombre es solamente <<humana>> en tanto que abre
al hombre la posibilidad de convertirse en algo altamente innatural, es decir, en un
hombre@5.
1
PÉREZ ROYO, J., Curso de Derecho Constitucional, Marcial Pons, Madrid, 90 edición, 2003, p. 330.
ARENDT, H., Los orígenes del totalitarismo, Alianza, Madrid, p. 665.
3
ARENDT, H., op. cit., p. 674.
4
Ibídem, p. 675.
5
ARENDT, H., op. cit., p. 675.
2
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Si es así, parece claro que la integridad física y moral forman parte del contenido del
derecho a la vida. Ciertamente, el artículo 15 de la Constitución, que alude tanto a uno como
a la otra, parece reconocerles autonomía, sustantivizando a la integridad física o moral como
derecho fundamental independiente del derecho a la vida, de modo que una impresión inicial
con base en la visión literal de la Constitución fundamentaría la afirmación de que el derecho
fundamental a la integridad física y moral no forma parte del contenido del derecho a la vida.
Una impresión inicial que no hay que desmentir, pues esa autonomía no significa que la
integridad física y moral, o mejor dicho, determinada integridad física y moral no formen
parte del derecho a la vida, ya que eso sería tanto como sostener que en nuestra Constitución
el derecho a la vida es sólo el derecho a la existencia física, algo que, como ha se ha
apuntado, la dignidad humana (art. 10.1 de la Constitución) no autoriza a sostener. Lo único
que supone la identificación de aquélla es que el derecho fundamental a la integridad física y
moral no integra el derecho a la vida. Pero resulta en todo caso claro que si se afirma que del
contenido del derecho a la vida forma parte no sólo la Aexistencia física@, sino también la
individualidad humana que encierra la espontaneidad, esto es, el poder del hombre para
comenzar algo nuevo a partir de sus propios recursos, por utilizar las -creo- preciosas
palabras de Hannah Arendt6, determinada integridad física y moral tiene que ser contenido
del derecho a la vida. De ahí que afirmar que la integridad física y moral forman parte del
derecho a la vida, para inmediatamente destacar que eso no significa que no sean derechos
autónomos7, y dejarlo ahí, es algo impreciso; imprecisión que no se corrige, en mi opinión,
afirmando que se trata de derechos que se complementan, pero que son distintos8, pues esto
sucede si no con todos, con casi todos los derechos fundamentales, y si se quieren encontrar
grados de complementariedad, resulta difícil no ver el mismo grado entre los dos derechos
referidos y entre el derecho a la integridad moral y el relativo a la libertad ideológica,
religiosa y de culto (art. 16 de la Constitución), por poner un ejemplo.
2. Pero )qué es la integridad física y moral? Voy a empezar por la integridad física, la
más abordable, aunque no de tal fácil identificación como se pretende.
Parece claro que puede hablarse de una concepción absoluta de la integridad física, lo que
lleva a afirmar que no estamos formados por brazos, piernas, cabeza, etc., sino también por
pelos y por millones de células. Pero )es esa integridad física la que protege el derecho
fundamental? Si fuese así, no cabe duda de que todos los días tienen lugar, por una u otra
causa, millones de atentados a ese derecho fundamental, lo que lisa y llanamente es absurdo.
6
Ibídem, p. 675.
PÉREZ ROYO, J., op. cit., p. 330.
8
Ibídem, p. 339.
7
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Ciertamente, podría decirse que la propia expresión Aintegridad física@ es absoluta, pero
también ha de decirse que entonces esa Aintegridad física@ no forma parte del derecho
fundamental a la integridad física, y es a éste al que me estoy refiriendo y no a la integridad
física. Esta perspectiva es fundamental para poder delimitar correctamente, en mi opinión,
tanto el derecho a esa integridad como el derecho a la vida. Parece contradictoria esa
fundamentalidad a la vista de la elementalidad del concepto, pero una y otra cosa no están
reñidas. La integridad física es simplemente la integridad del cuerpo, el cuerpo tal y como lo
tiene el individuo. El problema, como se comprenderá, reside en la palabra Aintegridad@, pues
lleva a la pregunta )qué integra el cuerpo?, de modo que una respuesta absolutista llevaría a
considerar que un pelo, (un solo pelo!, es parte integrante del cuerpo y que, por tanto, cuando
de niños alguien nos ha dado un tirón de pelos (o nosotros lo hemos hecho), ha (hemos)
cometido un atentado contra la integridad física (lo que llevaría a pensar incluso en la
necesidad de su castigo penal); o que la sangre que se nos saca para un análisis también, con
lo que el acto de sacarla con ese fin lo es, lo que parece y es ridículo (igual de ridículo es
pensar que lo es el acto del pinchazo para el análisis es un atentado a la integridad física). De
ahí que la Sentencia del Tribunal Constitucional 207/1996, FJ 2, sea sencillamente
inatendible.
Hay que partir de la idea de que no cualquier acto de violencia física es relevante
constitucionalmente hablando, esto es, será un atentado a la integridad física, pero no es
agresión contra el derecho fundamental a la integridad física ex artículo 15 de la
Constitución.
Es verdad que no es fácil prefigurar supuestos de forma absoluta, pues las circunstancias
de cada caso pueden ser determinantes, pero eso no desautoriza la solución propuesta, sino
que al contrario la respalda, pues la vida es de por sí compleja. Se pueden poner, no obstante,
algunos ejemplos, y así parece claro que una bofetada de un padre a su hijo (y ni siquiera de
quien no sea su padre) no puede considerarse un ataque a la integridad física; con la
Sentencia 207/1996 otra sería la solución.
Por lo expuesto, la idea de la Sentencia del Tribunal Constitucional 120/1990, FJ 8, de
que la Constitución protege la inviolabilidad de la persona contra toda clase de intervención
que carezca de consentimiento de su titular, es sólo correcta si la Ainviolabilidad de la
persona@ expresa que la intervención es Arelevante@ en el sentido expuesto. Así que no toda
intervención física no consentida es contraria a la Constitución. Lo contrario sería no sólo
desconocer el mundo vital humano, sino también el sentido de la garantía constitucional.
Pero además, dentro de los constitucionalmente significativos, sólo aquellos que puedan
afectar a la idea de Aindividualidad@ antes referida, pueden considerarse como agresiones, no
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a la integridad física o moral, sino como lesiones del derecho a la vida. Es el caso de
agresiones prolongadas o realizadas bajo determinadas circunstancias o con concretas
condiciones. El ejemplo de los campos de concentración nazis es significativo, aunque ese
ejemplo extremo no es el único posible e imaginable, pues cualquier situación de maltrato
inhumano prolongado puede servir a estos efectos.
Eso no significa que la existencia física no sea protegible, sino que la vida
constitucionalmente protegida, la vida derecho fundamental es eso y lo otro.
3. Algo de la integridad moral forma parte del derecho a la vida. El qué sea parece
teóricamente identificable con aquella parte que sin la que no pueda hablarse de la dignidad
humana. Y otra vez el ejemplo de los campos de concentración nazi es sumamente ilustrativo.
Es más, es el que permite aseverar que sólo en casos tan extremos se puede hablar de
integridad moral a los efectos de considerar en juego al derecho a la vida. De forma paralela a
la integridad física, puede afirmarse que un trato degradante prolongado también afecta al
derecho a la vida. Lo único que sucede es que los actos que atentan a la integridad física son
más fácilmente identificables que los actos que afectan a la integridad moral: ofender o no a
alguien, vejarlo, depende en gran medida de la persona receptora.
Así que, aquí, más que en el caso de la integridad física, el supuesto manda, o mejor
dicho, sólo éste sin ideas previas permitirá identificar si hay agresión moral y con qué
alcance.
4. Se ha afirmado9 que el derecho a la vida tiene un contenido económico. No creo, sin
embargo, que pueda afirmarse que el derecho a un mínimo económico integre el derecho a la
vida. Un ligero escrutinio de esa afirmación con la realidad muestra su desacierto. Y así lo
muestra la pregunta, )qué es, en términos que el sujeto pueda reivindicar y defender como
derecho a la vida, ese contenido económico? )Es el establecimiento por el Estado de un
salario mínimo? )Y en qué cantidad? Como se puede comprobar, la idea propuesta por esa
doctrina se desvanece en cuanto se pretende dar una respuesta que haga real ese contenido
económico.
Para empezar, resulta difícil ver en el derecho a la vida la razón de una determinada
orientación social estatal. )El Estado ha de procurar ese contenido mínimo o más bien ha de
9
RODRÍGUEZ MOURULLO, G., ADerecho a la vida@, en ALZAGA VILLAAMIL, O. (dir.), Comentarios a la
Constitución Española de 1978, tomo II, Cortes Generales/EDERSA, Madrid, 1997, p. 271, recogiendo la idea de
Maunz-Durig-Herzog: Grundgesezt. Dommentur, München, 1970.
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remover los obstáculos para su satisfacción? Por otro lado, habría que fijar qué se entiende
por vivir dignamente en el mundo civilizado actual, )sólo comer?, y en relación con esto
alguien tendría que fijarlo. Una cosa es que, como es normal en Derecho, haya de analizarse
cada caso para ver si hay lesión de un derecho fundamental y otra distinta la fijación a nivel
general de lo que se entiende por ese contenido económico, porque aquí no sería posible al
conducir a claras discriminaciones, concluir que depende de los casos, de forma que para una
persona aquél se integra por conducir un mercedes y para otro bastaría con tomar un plato de
sopa diario.
Lo que sí tendría sentido es relacionar el contenido económico con la integridad física
pues, ciertamente, en la idea de la integridad física está el de una alimentación necesaria para
vivir. Pero el problema se reconduciría, entonces, a la definición de integridad física que
forma parte del derecho a la vida o, mejor aún, a un problema de determinar cuándo la
obstaculización a la consecución de lo necesario para el mantenimiento de una integridad
física resulta integrante del derecho a la vida. Eso, y no la fijación del contenido económico,
es lo que permite dotar de sentido al derecho como tal. Pero no se puede ir más allá, hasta el
punto de incluir, por ejemplo, el mantenimiento de un salario mínimo por el Estado dentro
del derecho a la vida o afirmar que incluye el derecho a los medios o recursos indispensables
económicos, pues eso es simplemente igual que no saber hasta dónde llega el derecho a la
vida.
El derecho a vivir en condiciones correspondientes con el nivel de vida económico de un
país, no forma parte del derecho a la vida. Si eso fuese así, sería imposible delimitar su
contenido, de modo que el mismo, con excepción de la existencia física, sería un brindis al
sol.
5. Por otro lado, se suele afirmar que se es titular del derecho a la vida con
independencia de la voluntad del sujeto. Sin embargo, de la Constitución no se desprende que
eso sea así. De hecho el Código Penal no castiga el suicidio. El Estado puede proteger la vida
como valor presupuesto del derecho a la vida, esto es, la vida del nasciturus. Pero no hay
nada en la Constitución que le autorice a proteger la vida de una persona contra su voluntad.
El sujeto constitucionalmente hablando es libre de seguir viviendo o no. No hay ninguna
razón constitucional para decir lo contrario.
El caso de las Sentencias del Tribunal Constitucional sobre el tema venía condicionado
por el entorno donde se producían, los centros penitenciarios, pero no existía ningún
problema constitucional, pero es discutible su corrección constitucional. La afirmación de la
citada Sentencia 120/1990 de que el derecho a la vida no comprende el derecho a poner fin a
la propia existencia es más que discutible, por la sencilla razón de que la idea del Tribunal
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lleva a afirmar que existe obligación de vivir, cuando es un derecho fundamental, lo que
parece contradictorio.
Puede que poner fin a la propia existencia no forme parte del contenido del derecho a la
vida, sobre todo porque lo contrario podría llevar a admitir la existencia de una facultad
ejercitable ante los poderes públicos (aunque habría que pensar que con qué fin, dado que si
otro ejecuta el acto ya no es suicidio), pero lo que es indiscutible es que tal facultad no está
proscrita por el derecho a la vida o por cualquier otro contenido constitucional. Los intentos
frustrados de suicido no se penalizan y eso, creo, muestra que la reprobación no parece
socialmente justificable.
Quizás (aunque no lo creo) el problema viene dado por la cooperación al suicidio, que
puede encubrir, cuando no simplemente, puede confundirse, con el homicidio. No creo que
pueda castigarse la cooperación al suicidio; sí el homicidio y el asesinato, y se trata de
investigar cada caso problemático, si se está ante alguno de estos tipos penales o no.
Este tema guarda relación, además de con el suicidio (al que se acaba de aludir como acto
voluntario no ilegítimo), con la eutanasia y con el llamado “derecho a una muerte digna”.
El caso de la eutanasia activa o pasiva, si tiene lugar sin el consentimiento del paciente
parece claro que entra dentro del tipo del homicidio o del asesinato (quizás, considerando
cada tipo, de este último). Y es así no por la existencia de un supuesto Aderecho a una muerte
digna@, que no existe, sino lisa y llanamente porque se pone fin a la vida de una persona sin
su consentimiento.
Por lo que se refiere al derecho a una muerte digna, resulta discutible que exista como tal
derecho y desde luego no es un derecho constitucional. Otra cosa es que se trate de la
conceptualización elaborada de una facultad derivada del derecho a la vida o del derecho a la
integridad física o moral. También podría verse como una manifestación de la libertad, pero
en realidad lo es en la medida en que aquéllas pudieran ser expresiones de tal libertad
genérica.
Está claro que las injerencias sobre el cuerpo, con la intensidad con que se producen en la
medicina normalmente, requieren para ser lícitas el consentimiento del paciente o de sus
familiares o allegados; en otro caso se trataría de un delito de lesiones. Así lo impone, no el
autónomo derecho a la integridad moral y física, sino la integridad física o moral integrante
del derecho a la vida, pues se supone que estamos ante tratamientos que de todos modos no
van a impedir la muerte de una persona.
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* Fotografía: niños en Auschwitz (or. pág. tit. “Archivo Gráfico de la Segunda Guerra
Mundial”;hst en http://www.fortunecity.es/losqueamamos/).
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