El derecho a condiciones carcelarias dignas: ¿un nuevo modelo de

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El derecho a condiciones carcelarias dignas: ¿un nuevo modelo de control judicial? Certezas y dudas a propósito de
un fallo trascendente de la Corte Suprema de Justicia de la Nación.
Marcos G. Salt1
I.
Objetivo y límites del trabajo.
La resolución de la CSJN que es objeto de este comentario seguramente no pasará inadvertida. Antes bien, entiendo
que constituye un hito trascendental en la definición de las obligaciones del Estado de brindar condiciones carcelarias
adecuadas como prerrequisito de legitimidad de la decisión estatal de privar a una persona de libertad en el marco del
sistema penal y, al mismo tiempo, una nueva orientación sobre las facultades del Poder Judicial en el control de los
derechos fundamentales de las personas privadas de libertad2e, incluso del papel de la CSJN como “custodia” del
cumplimiento por parte del Estado federal y de las provincias de las obligaciones internacionales que surgen de los Pactos
internacionales de Derechos Humanos. Si bien la decisión circunscribe sus alcances a la problemática carcelaria de la
Provincia de Buenos Aires, es fácil advertir que muchas de sus definiciones fácticas y jurídicas son aplicables a la realidad
carcelaria del resto de las provincias y de las unidades carcelarias dependientes del Servicio Penitenciario Federal3, motivo
por el cual, es previsible – y deseable - que repercuta en las resoluciones judiciales sobre la materia en todo el país. En este
sentido, resulta fundamental la actividad que puedan desplegar tanto los defensores (públicos o privados) como el ministerio
público fiscal, los diferentes organismos de control (defensores del pueblo, procuración penitenciaria, etc.) y las
organizaciones no gubernamentales especializadas en la cuestión carcelaria4.
La resolución de la CSJN, aunque tardía si tenemos en cuenta la fecha de la presentación original del Centro de
Estudios Legales y Sociales ante las autoridades judiciales de la provincia de Buenos Aires5 que “esquivaron” el tratamiento
jurisdiccional del problema tras meros formalismos6, llega en un momento oportuno. La crisis del sistema carcelario en todo el
país es un hecho tan evidente como la falta de una política estatal seria para su solución. Antes bien, como sucede con la
política criminal en general, no se advierte una política clara por parte de las autoridades del Estado para dar solución al
estado de crisis reflejado en el fallo. En este sentido, la resolución de la Corte, tiene una virtud de origen: se compromete con
un tema difícil como es el de asegurar la vigencia de los derechos fundamentales de las personas privadas de libertad.
Desde el punto de vista jurídico, la extensa resolución de la Corte se pronuncia sobre múltiples cuestiones de especial
trascendencia para el futuro y de distinta índole jurídica (Derecho constitucional, Derecho penal, Derecho de Ejecución penal
y Derecho Procesal) que justificaría un trabajo de análisis interdisciplinario de especialistas de las distintas áreas jurídicas7.
Profesor adjunto de Derecho Penal y Procesal Penal de la Facultad de Derecho de la Universidad de Buenos Aires.
Más aún. El fallo, implícitamente, avanza sobre un modelo de legitimación de la intervención de la CSJN en el control de la vigencia de
los Derechos contenidos en los Pactos Internacionales de Derechos Humanos de jerarquía constitucional, cuestión que no será objeto de
análisis profundo en esta nota introductoria.
3 Ver a modo de ejemplo, los informes de la Procuración Penitenciaria, los informes anuales del CELS y, recientemente, sobre la situación
en Mendoza, la Resolución de la Corte interamericana de Derechos Humanos del 18 de junio del año 2005 (Medidas provisionales caso
de las penitenciarias de Mendoza).
4 Una cuestión que debe ser destacada es que la resolución fue provocada por la acción judicial de una organización no gubernamental
(CELS). Esto pone de resalto la necesidad e importancia del desarrollo institucional y la capacitación en la problemática carcelaria de
organizaciones de la sociedad civil en todo el país que puedan cumplir una tarea de control del funcionamiento del sistema de forma
paralela a los mecanismos estatales previstos. Según entiendo, este aspecto debe ser tomado especialmente en cuenta a la hora de
diseñar los sistemas de control para el cumplimiento de las obligaciones asumidas por el Estado Argentino con la firma del Protocolo
Facultativo de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanas o Degradantes adoptado por la Asamblea
General de UN el 18 de diciembre del año 2002. Según creo, independientemente de los sistemas que prevea el Estado es importante la
constitución de una red de Organizaciones no gubernamentales que pueda cumplir con esta tarea en las diferentes provincias.
5 Es interesante tener en cuenta que la acción original presentada ante el Tribunal de Casación de la Provincia de Buenos Aires fue
realizada por el CELS en noviembre del año 2001. El tiempo trascurrido desde aquel momento no hizo más que agravar la situación
colectiva denunciada y, por otra parte, significó un retraso de casi cuatro años en la solución judicial de casos de agravamiento de las
condiciones de cumplimiento de medidas privativas de libertad tornándolas en ilegítimas. De esta manera el Estado respondió a posibles
acciones ilícitas con delitos de suma gravedad que en muchos casos seguramente son más graves que los delitos que se procuraba
castigar.
6 Poco convincentes resultan los argumentos vertidos por la Corte Suprema de la Provincia de Buenos Aires, sobre las acciones
realizadas – independientemente del rechazo del recurso que generó la intervención de la CSJN- para solucionar la situación planteada.
Ver el fallo dictado el 11 de mayo del año 2005 al recibir el fallo de la CSJN, especialmente el considerando IV. La prueba más evidente
de la ineficacia del control judicial de la provincia para hacer frente al problema carcelario es la situación descripta en el fallo que es objeto
de comentario que demuestra un agravamiento progresivo de las condiciones de detención, aún cuando existe conocimiento por parte de
las autoridades del Poder Judicial que no encuentran remedios jurisdiccionales para solucionar la cuestión.
7 Desde mi humilde opinión, mezcla aciertos y desaciertos que seguramente motivarán nuevos estudios y quizá aclaraciones y ajustes en
resoluciones posteriores de la CSJN.
1
2
Mi objetivo en esta nota introductoria es más modesto. Sólo pretendo presentar el fallo indicando en el punto II todas las
cuestiones jurídicas resueltas.
En el punto III dedicaré algunas reflexiones especiales sobre los aspectos relacionados de manera más estrecha con el
denominado Derecho penitenciario.
II.
Principales axiomas de la resolución de la CSJN.
1. Viabilidad del habeas corpus correctivo planteado de manera colectiva como forma de proteger los
derechos básicos de las personas privadas de libertad.
Un primer aspecto del fallo, relacionado con el Derecho procesal constitucional, se dedica a analizar la viabilidad
jurídica de que un “hábeas corpus correctivo8” (previsto en el art. 43 4to. Párrafo del texto constitucional) sea planteado
de manera “colectiva”, cuestión prevista expresamente en el texto constitucional para el instituto del amparo (art. 43
segundo párrafo).
El Tribunal de Casación Penal de la provincia de Buenos Aires había negado esta posibilidad de accionar en
beneficio de intereses colectivos en esta materia, ordenando la tramitación de cada Hábeas corpus correctivo por
separado ante los tribunales que tuvieran a su cargo a los detenidos.
La CSJN deja sin efecto la resolución del tribunal provincial e interpretando el sentido de la cláusula constitucional
sienta como precedente la posibilidad de accionar colectivamente en materia de Hábeas corpus correctivo9: “…16) Que
pese a que la Constitución no menciona en forma expresa el habeas corpus como instrumento deducible también en
forma colectiva, tratándose de pretensiones como las esgrimidas por el recurrente, es lógico suponer que si se reconoce
la tutela colectiva de los derechos citados en el párrafo segundo, con igual o mayor razón la constitución otorga las
mismas herramientas a un bien jurídico de valor prioritario y del que se ocupa en especial, no precisamente para reducir
a acotar su tutela sino para privilegiarla.”
La cuestión, resuelta de esta manera por la CSJN, abre un interesante mecanismo de acceso a la justicia de las
personas privadas de libertad ampliando las facultades del control judicial. De todas maneras, requerirá, seguramente,
mayor desarrollo desde el punto de vista del Derecho procesal constitucional, especialmente para determinar los
supuestos en los que el agravamiento de las condiciones en que se cumple la privación de libertad reúne las
características de una violación de incidencia colectiva en los términos del artículo 43 del texto constitucional10.
2. ¿Facultades del poder judicial en el diseño de la política criminal?
Este es, sin duda, uno de los aspectos de la resolución de la CSJN que mayor controversia generará y que abre un
abanico incierto de posibilidades para el futuro. La CSJN de manera poco clara y hasta con una fundamentación
contradictoria11 que demuestra falta de seguridad sobre los alcances y consecuencias futuras de su propia decisión,
interviene directamente en la política penitenciaria y criminal de la provincia de Buenos Aires, dando “instrucciones” a
todos los poderes del Estado. No se limita a resolver sobre la admisibilidad de la queja revocando el fallo de la justicia
provincial y fijando un estándar de condiciones que el estado debe cumplir para que el encierro no devenga en ilegítimo,
El habeas corpus correctivo, como mecanismo de acceso a la justicia de las personas privadas de libertad, es una subespecie del
habeas corpus tradicional que es procedente en los casos en que una privación de libertad legítima en su origen (o sea que proviene de
orden de autoridad judicial competente) se torna en ilegítima por el agravamiento de las condiciones de cumplimiento. Cf. sobre este
instituto, su regulación a nivel constitucional y legal y la jurisprudencia de distintos tribunales, Marcos SALT, Los derechos fundamentales
de los reclusos, ob. Cit, pág. 279 y ss.
9 La cuestión presenta interesantes implicancias en el ámbito del régimen disciplinario penitenciario en la medida en que deja sin efecto
las disposiciones que prevén como infracción la mera petición realizada de manera colectiva. Así, a modo de ejemplo, en el ámbito
federal, cf. el art. 17 del Reglamento de disciplina para los Internos (Decreto nro. 18/97) que establece entre las infracciones medias: “m)
peticionar colectivamente, directa o indirectamente, en forma oral o escrita”.
10 En contra de lo resuelto, cf. la nota de Walter Carnota, Un problemático supuesto de habeas corpus colectivo (nota al fallo Verbitzky), El
Dial, 6 de mayo del año 2005.
11 Las contradicciones que surgen de los puntos 25, 26, 27, 28 y 29, demuestran la dificultad de la CSJN para adoptar esta parte de la
decisión. Sin duda tomo arbitrariamente en esta nota párrafos aislados de los puntos para remarcar lo que veo como contradicciones o,
por lo menos, falta de seguridad, en lo resuelto. Una lectura de los puntos del fallo es recomendable:“…25)Que no compete a esta Corte
evaluar la oportunidad, el mérito o la conveniencia de las medidas políticas adoptadas por la administración provincial, ni poner en
discusión su política penitenciaria…” ;26)”…es prudente implementar un criterio de ejecución que en justo equilibrio y con participación de
la sociedad civil, contemple los interes en juego y otorgue continuidad al diálogo…”;27) “Que a diferencia de la evaluación de políticas,
cuestión claramente no judiciable, corresponde al Poder Judicial de La Nación garantizar la eficacia de los derechos y evitar que estos
sean vulnerados…” “…No se trata de evaluar qué política sería más conveniente para la mejor realización de ciertos derechos, sino evitar
las consecuencias de las que clara y decididamente ponen en peligro o lesionan bienes jurídicos fundamentales tutelados por la
Constitución…”
8
o dando instrucciones limitadas a que cese la ilegitimidad del encierro12, sino que, además, le indica a la provincia
políticas concretas para alcanzar estos estándares, o sea, cómo debe hacerlo.
En los puntos 5 y 6 del resolutorio le dirige órdenes al poder ejecutivo provincial.
En el punto 7 interviene de manera directa en la actividad tanto del poder ejecutivo y del Poder Legislativo provincial
en la definición de aspectos centrales de la política criminal en la medida en que, según el alto tribunal, influyen en la
vigencia de las garantías que el fallo pretende proteger:
“7. Exhortar a los poderes Ejecutivo y legislativo de la Provincia de Buenos Aires a adecuar su legislación procesal
penal en materia de prisión preventiva y excarcelación y su legislación de ejecución penal y penitenciaria, a los estándares
constitucionales e internacionales”
En el punto 8 del resolutorio, a mi modo de ver el más controvertible, establece:
“Encomendar al ejecutivo de la Provincia de Buenos Aires para que a través de su ministerio de justicia organice la
convocatoria a una mesa de diálogo a la que invitará a la accionante y restantes organizaciones presentadas como
amicus curiae, sin perjuicio de integrarla con otros sectores de la sociedad civil, debiendo informar a esta corte cada
sesenta días los avances logrados”.
La cuestión es por lo menos discutible. Ya no se trata sólo de un control de constitucionalidad sino, antes bien, de la
fijación de una política de Estado impuesta por la Corte Federal al Poder Ejecutivo del Estado provincial13.
Está facultada la CSJN a imponerle al Poder Ejecutivo qué debe hacer para solucionar la situación de violación de
derechos detectado en la forma en que se ejecuta la política penitenciaria de la provincia14. Puede la CSJN indicarle al
ejecutivo provincial con quién debe “dialogar” para definir una política de Estado. Supongamos que el ejecutivo provincial
no quiera, por el motivo que sea, convocar a una de las instituciones que la Corte ordena deben ser citadas a la
denominada “mesa de diálogo” ¿Incurriría el Ministro de Justicia provincial en una desobediencia a la resolución de la
CSJN por este motivo?
3. Facultades del Estado federal en materia de legislación procesal. Un nuevo paradigma?
La Corte advierte correctamente la relación existente entre la sobrepoblación carcelaria y las reformas
legislativas que, en materia excarcelatoria15, fueron sancionadas modificando el Código Procesal Penal de la
Provincia de Buenos Aires.
Fundado en este hecho, el fallo de la CSJN avanza sobre la ya debatida idea de la necesidad de que exista
cierta “uniformidad” en el sistema procesal penal de todo el país y, consecuentemente, una ampliación de las
facultades del Congreso Nacional para legislar en materia procesal, en detrimento de los poderes no delegados por
las provincias. Para ello, utiliza dos motivos como fundamento. Por un lado, la cláusula constitucional que prevé
como obligación del Congreso de la Nación, el establecimiento del juicio por jurados para toda la nación16. Por el
Puntos 2, 3 y 4 del resolutorio sobre los que haremos alguna referencia en los puntos siguientes.
Quizá un ejemplo sobre una temática diferente a la discutida en la resolución puede ayudar a comprender las implicancias que podría
tener el fallo en el futuro. Supongamos que el argumento de que el Estado Federal responde por el incumplimiento de la violación de
tratados internacionales de Derechos humanos justifica una intervención tan fuerte de la CSJN que llega incluso hasta la posibilidad de
inmiscuirse en el diseño de políticas públicas provinciales en aras de evitar que la violación genere responsabilidad estatal (ver de manera
especial, en la resolución de la CSJN el punto 50 sobre las recomendaciones del Comité contra la tortura y Otros Tratos o Penas Crueles
Inhumanas o Degradantes de UN). Imaginemos, no es difícil, una provincia en la que se verifica el incumplimiento de algunos de los
derechos económicos y sociales previstos también en pactos internacionales o alguno de los derechos de la niñez. Podría la CSJN
ordenarle a la provincia el mecanismo con el que debe trabajar en la búsqueda de soluciones generales al problema y hasta con qué
organizaciones de la sociedad civil debe trabajar? Puede por ejemplo la CSJN ordenarle al ministerio de economía de una provincia con
qué organizaciones debe trabajar para planificar la política económica provincial?
14 Este punto parece ser la justificación principal de la disidencia del Dr. Fayt quien hace lugar a la queja interpuesta, reconoce el derecho
12
13
al Habeas corpus correctivo colectivo y revoca la sentencia aunque reenviando para su cumplimiento a la autoridad judicial provincial.
Sobre este hecho no caben dudas. Las estadísticas del propio gobierno de la Provincia de Buenos Aires demuestran el aumento de la
población carcelaria de “presos sin condena” hasta límites inaceptables en un Estado de Derecho constituyendo un ejemplo vergonzante
de nuestro sistema penal. No se trata de un hecho causal ni guarda relación con el aumento de la población o las tasas de criminalidad.
Antes bien, es el fruto de las políticas irresponsables de endurecimiento de la prisión preventiva con modificaciones en el Código
Procesal Penal provincial pergeñadas con fines de mero discurso político demagógico con total desconocimiento de principios básicos del
derecho penal y de la política criminal.
16 Ya había planteado desde hace tiempo Julio B. J. Maier esta idea: “Esta afirmación es doctrina uniforme en nuestro país, a partir de los
arts. 5, 75, inc. 12 y 121 , CN: las provincias sólo delegaron en el parlamento federal las decisiones políticas relativas a las reglas
materiales de convivencia (Código Penal, civil, etc…” “…Sin embargo, la afirmación es enteramente discutible en materia penal, pues, en
tres reglas principales de nuestra constitución (arts. 24, 75, inc. 12 y 118), las provincias delegan en el Congreso de la Nación (poder
15
otro, la necesidad de que las provincias adapten sus legislaciones a los estándares previstos en los tratados
internacionales17.
Así, afirma el alto tribunal en los párrafos más destacables sobre este punto:
“…en materia procesal…se plantea la cuestión de la competencia legislativa. Si bien no cabe duda de que los
códigos procesales son materia de legislación provincial en función de la cláusula residual, la existencia de disposiciones
procesales en el Código Penal y la facultad del Congreso Nacional para dictar las leyes que requiera el establecimiento
del juicio por jurados, parecen18 indicar que el Estado Federal ejerce cierto grado de legislación y orientación en materia
procesal, con el fin de lograr un mínimo equilibrio legislativo que garantice un estándar de igualdad ante la ley…”
“…sin pretensión de cancelar las asimetrías, para la prisión preventiva – que es donde más incidencia represiva
tiene el derecho procesal penal- las provincias se hallan sometidas a un piso mínimo determinado por los
estándares internacionales a los que se ajusta la legislación nacional19. No es lo mismo que, habiendo dos
imputados en igualdad de condiciones y por el mismo delito, uno llegue al juicio libre y otro lo haga después de muchos
meses o años de prisión, sin que el Estado federal se asegure de que en el último caso, al menos, se respete un piso
común para todo el territorio…” (Los destacados me pertenecen).
Esta afirmación de la resolución de la CSJN abre también muchos interrogantes que seguramente generarán un
importante debate en el futuro cercano20. Fundamentalmente será necesario determinar a qué instituciones del Derecho
procesal penal alcanza el piso mínimo al que se refiere la CSJN21 y, de acuerdo a ello, la delimitación de competencia
legislativa federal y provincial en el ámbito del Derecho procesal penal.
Llamativamente, la CSJN también entiende que el CPP de la nación reúne las condiciones para constituirse en este
“estándar mínimo” requeridos por los pactos internacionales sobre la materia:
“no puede soslayarse, que en esta materia la legislación procesal nacional, receptaría las distintas disposiciones
establecidas en el derecho internacional de los derechos humanos que forman parte de nuestro bloque constitucional
federal”
Por otra parte, ¿la afirmación de que el CPP nacional es un desarrollo mínimo de alcance nacional de las garantías
previstas en los Pactos Internacionales de Derechos Humanos significa que es aplicable en la tramitación de causas penales
en las provincias que no tienen códigos procesales que alcancen ese marco mínimo? Esta es una interpretación posible de
las implicancias del fallo que la CSJN no se preocupa en aclarar. Un ejemplo permite apreciar con mayor precisión la duda
que plantea el fallo. Si el CPP de la Nación es el desarrollo de de un derecho del bloque constitucional federal, es posible
Legislativo Federal) el poder de establecer que el juicio por jurados por una ley general para toda la Nación (CN 75, inc. 12); más aún, no
sólo delegaron ese poder sino que, antes bien, mandaron a ejercerlo al Congreso de la Nación.”. Cf. Julio B. J. Maier, Derecho Procesal
Penal. Tomo I. Fundamentos, Editores del Puerto, Buenos Aires, 1996, pág. 76.
17 Cf. José I Cafferata Nores, Derecho Procesal Penal. Consensos y nuevas ideas, Fundamentos del proyecto presentado ante la H.
Cámara de Diputados de la Nación, expte. 1581-98 del 1 de abril de 1998; más recientemente cf. del mismo autor, Proceso penal y
Derechos Humanos, Editores del Puerto, Buenos Aires, año 2000.
18 La utilización del término “parecen” denota también falta de seguridad de la CSJN sobre su propia afirmación.
19 Aunque excede los objetivos de este trabajo, no puedo dejar de señalar que la afirmación de la CSJN acerca de que la legislación
nacional se ajusta a los estándares internacionales es, por lo menos, discutible. La afirmación de la CSJN en este fallo no coincide con lo
sostenido sobre este tema por la doctrina más calificada (cf. Alberto Bovino, “El encarcelamiento preventivo en los tratados de derechos
humanos, en AAVV, La aplicación de los tratados sobre derechos humanos por los tribunales locales, Comp. Martín Abregú y Christián
Courtis, publicación del CELS, Editores del Puerto, buenos Aires, 1997; Julio Maier, Derecho procesal Penal, Editores del Puerto, Buenos
Aires, 1996, 2da. Edición T.I y, mucho antes, apenas sancionado el CPP, Daniel Pastor, “el encarcelamiento preventivo”, en AA.VV, El
nuevo código procesal Penal de la Nación. Análisis Crítico, Editores del Puerto, 1993. Incluso tampoco coincide esta afirmación de la
CSJN con el esfuerzo puesto en la interpretación de los artículos del CPP en diferentes resoluciones del Tribunal de Casación Penal y en
fallos anteriores de la Propia CSJN intentando darles un sentido acorde a los previsto en el Texto constitucional y los Pactos
internacionales.
. De hecho, algunos códigos procesales provinciales modernos significan un avance respecto de las cláusulas que regulan la cuestión en
el CPP nacional.
20 En este sentido se advierte la disidencia parcial de la Dra. Carmen Argibay fundamentada en el punto 56: “…el examen de
constitucionalidad del régimen de la prisión preventiva y la excarcelación vigente en la Provincia de Buenos Aires debe llevarse a cabo
exclusivamente sobre la base de las reglas contenidas en la constitución federal y en los instrumentos internacionales que vinculan a las
legislaturas provinciales.La propuesta de utilizar como marco normativo obligatorio al Código procesal Penal de la Nación imorta una severa restricción del
principio federal adoptado por nuestro país…” “…las provincias no pueden ser obligadas a seguir los criterios legislativos del Congreso
Nacional en un tema que no ha sido delegado por las provincias, como lo es, la regulación de la excarcelación y la prisión preventiva…”.
21 Por ejemplo, es también un marco mínimo la regulación sobre el resto de las medidas coerción, el juicio oral y público, el derecho a la
doble instancia, los derechos de la víctima en el proceso penal, etc.
interpretar que es aplicable de manera directa, sin necesidad de aprobación alguna por parte del poder legislativo provincial,
en una provincia cuya legislación procesal penal tenga algún instituto procesal que no se ajuste a lo previsto en él como
“estándar mínimo”. Así un ciudadano de una provincia que no tenga regulado en sus normas procesales la realización del
juicio oral y público podría pedir ser juzgado por las normas del CPP nacional.
III.
Especial referencia a cuestiones del derecho de ejecución penal.
a. ámbito de aplicación de la Ley 24.660. Facultades de las provincias para legislar en materia penitenciaria.
Claramente desacertada resulta la resolución de la CSJN sobre este punto en la medida en que incursiona, de
manera y con alcances innecesarios para la materia que debía resolver en el caso que tenía a estudio, en el tema de la
validez espacial de la ley 24.660 (Ley de Ejecución de la Pena Privativa de la Libertad). En realidad, no puede dejar de
sorprender la liviandad con la que ha tratado uno de los temas más controvertidos de nuestro sistema normativo
penitenciario22, sin ni siquiera advertir que, la afirmación de la ley nacional como un marco mínimo que es modificable
por las legislaciones provinciales –sin aclarar en qué aspectos- puede generar consecuencias en temas diversos a los
tratados en la resolución23.
La discusión constitucional (interpretación y aplicación a la materia de los arts. 121 y 75, inc. 12 del texto
constitucional) sobre las facultades del congreso Nacional y más concretamente, el deslinde de las facultades respecto a
las competencias provinciales para legislar sobre el modo de ejecución de las penas privativas de la libertad es de
antigua data y no ha sido aún resuelta adecuadamente24. Según entiendo, el fallo de la CSJN vuelve a traer confusión en
la discusión. El considerando 59 afirma que la Ley 24.660 se trata de una clara norma marco que es constitucional pues
Para un análisis de las diferentes posiciones de la doctrina y la jurisprudencia emanada de tribunales diferentes provincias sobre el
ámbito de aplicación de la Ley 24.660 Cf. Marcos SALT, Los derechos fundamentales de los reclusos, Editores del Puerto, Buenos Aires,
1999, pág. 158 y ss. y, más modernamente, el trabajo José Daniel Cesano, Estudios de Derecho Penitenciario, Ediar, Buenos Aires, año
2003, pag. 49. De sumo interés para una comprensión de la cuestión, resulta el fallo “Baistrochi Gualberto s/solicitud de acuerdo
plenario”, en la causa 50156 de la Cámara de apelaciones de San Isidro, especialmente el voto erudito de la Dra. Cecilia Margarita
Vázquez. No se trata de una discusión moderna sino que, antes bien, ha estado presente a lo largo de toda nuestra historia normativa. Cf.
especialmente el análisis histórico de la discusión sobre la unificación de la legislación penitenciaria en el trabajo de Juan Carlos García
Basalo, “El régimen Penitenciario argentino”, Ed. Librería del Jurista, Buenos Aires, 1975, pág. 15 y ss. A modo ilustrativo resulta
interesante la cita que realiza de la afirmación de una comisión creada para analizar anomalías de la Penitenciaria Nacional que, ya en
1893, señalaba con total claridad : “…La constitución Nacional ha querido que exista en la República Argentina una uniformidad completa
de la penalidad, estableciendo al efecto que no habrá más que un Código Penal vigente en toda su extensión, y esa unidad de la
penalidad jamás habrá de conseguirse mientras no existan disciplinas carcelarias idénticas para las diversas Penitenciarías existentes en
la República…” (cf. pág. 16).
23 El fallo de la CSJN no advierte que el tema de las “condiciones de detención” no es el único aspecto regulado en la Ley 24.660. De
especial importancia resulta la regulación que contiene la ley nacional de las posibles modificaciones de la pena privativa de libertad
durante la ejecución. Esto es, el proceso mediante el cual la pena puede sufrir modificaciones sustanciales en su forma de cumplimiento
por resoluciones de la etapa procesal de ejecución (proceso de determinación de la pena durante la ejecución). Esta cuestión había sido
receptada correctamente como ligada al principio de legalidad penal en un fallo reciente de la misma CSJN (Caso Romero Cacharane
resuelto el 9/3/2004, Cf. el trabajo de Rubén Alderete Lobo, La judicialización y el principio de legalidad en la etapa de ejecución penal”,
publicado en Revista de Derecho Penal y Procesal Penal, Lexis Nexos, número 2, octubre del año 2004), resolución que, por sus efectos,
se contrapone con el fallo que comento en el presente trabajo. La Ley 24.660 prevé un régimen progresivo en el que se puede ir
atenuando las condiciones de la coerción hasta alcanzar, incluso, formas de cumplimiento de la pena en libertad (libertad condicional y
libertad asistida). Cf. sobre el significado del principio de legalidad en la etapa de ejecución y su influencia en el proceso de determinación
de la pena durante la ejecución, Marcos G. SALT, Los derechos fundamentales de los reclusos, ob. Cit. Pág. 223 y ss. Sobre la necesidad
de legislar de manera uniforme en materia de ejecución y las facultades del Congreso Nacional como derivación del principio de legalidad
penal Cf. Ricardo Nuñez, Derecho Penal Argentino, TII, Bibliográfica Omeba, Buenos Aires, 1960, pág. 377 y ss. El autor realiza un
pormenorizado análisis de la cuestión constitucional y la evolución de la historia legislativa hasta la sanción de la Ley Penitenciaria
Nacional que es de suma utilidad para advertir el error del fallo de la CSJN en este aspecto, al afirmar con alcance general la posibilidad
de las provincias de legislar de manera diferente a la ley nacional.
24 De hecho, la CSJN aunque ingresa en el tema sólo tangencialmente, agrega mayor confusión a esta “vieja” discusión y, de esta
manera, desperdicia una oportunidad para clarificar un tema que increíblemente aún no está resuelto en nuestro país. Se trata de una
cuestión básica de importantes consecuencias práctica para quien sufre una privación de libertad: no existe claridad sobre cuál es el
marco normativo que rige la situación jurídica de las personas privadas de libertad. Sólo a modo de ejemplo cabe señalar algunos
ejemplos de distintas posturas adoptadas por provincias argentinas. Buenos Aires, sancionó en el año 1998 la Ley 12.256 con criterios
diferentes a los adoptados por la Ley 24.660; en Catamarca rige el Dec. 1031/97 que no adhiere a la Ley 24.660; otras provincias como
Córdoba (Ley 8812), Tierra del fuego (Ley 441) o Formosa (Ley 1263) adhieren formalmente a la Ley 24.660 – aunque Córdoba
introduciendo modificaciones- y otro grupo de provincias aplica la Ley 24.660 directamente entendiendo que es complementaria del
Código penal (La Rioja, Neuquén). Como se puede apreciar, un caos normativo que se agrava con el dictado de diferentes
reglamentaciones que incluso, yendo más allá de los alcances de la Ley, condicionan las modificaciones que puede sufrir la pena durante
la ejecución.
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no impide ni avanza sobre las legislaciones de ejecución penal provinciales, sino que establece su adecuación debiendo
interpretarse que establece un marco mínimo de régimen, más allá del cual pueden avanzar las provincias en
sus respectivas legislaciones.
Como se puede apreciar, el fallo, al hacer esta afirmación no hace ningún tipo de distinción sobre qué aspectos de
la Ley 24.660 que considera un marco mínimo que puede ser modificado por las provincias. O sea que no limita el
alcance de su afirmación a lo que respecta al problema de las condiciones de detención, razón por la cual, es posible
inferir que entiende que el principio se extiende a todos los aspectos regulados en la ley.
Para llegar a esta conclusión, el fallo parte de una premisa que es inexacta. Señala el máximo tribunal que el art.
228 de la Ley 24.660 al establecer que las provincias tienen un plazo de un año a partir de la entrada en vigencia de la
ley para adecuar su legislación y reglamentaciones penitenciarias existentes para concordarlas con aquella es “más
sabia y respetuosa del principio federal que la consagrada en el Decreto – Ley precedente25, pues, a diferencia de aquél,
que se consideraba complementaria del Código penal y por ende, pretendía desconocer la competencia legislativa
provincial, en la ley vigente se trata de una clara norma marco que es constitucional pues no impide ni avanza sobre las
legislaciones de ejecución penal provinciales, sino que establece su adecuación, debiendo interpretarse que establece
un marco mínimo de régimen, más allá del cual pueden avanzar las provincias en sus respectivas legislaciones”.
(El resaltado me pertenece).
Esta afirmación es falsa tanto desde el punto de vista histórico como normativo. Desde el punto de vista histórico, el
fallo desconoce que la norma que cita para sustentar su postura es prácticamente igual a la que regulaba la misma
cuestión en el Decreto – Ley 412/5826 al que hace referencia, por lo que la diferencia en la que pretende basarse es
antojadiza. Desde el punto de vista normativo, no advierte que el art. 229 de la Ley 24.660 también establece con total
claridad que “Esta ley es complementaria del Código Penal27, con lo que cae el principal y único argumento del que
se vale el máximo tribunal para afirmar el carácter de Ley Marco de la Ley 24.660 (por lo menos si pretende que esta
afirmación tenga alcances a todos sus aspectos, incluidas las normas de carácter penal material que contiene la ley) y la
posibilidad de las provincias de establecer pautas diferentes en legislaciones provinciales28.
La realidad es que ambos juegos de normas, tanto los artículos 131 y 132 de la Ley Penitenciaria Nacional -Decreto
Ley 412/58- como los arts. 228 y 229 de la vigente Ley 24.660 pueden llevar a la misma confusión. Es evidente que si la
ley es complementaria del Código Penal (como afirman categóricamente ambos textos legales, el vigente y el derogado),
el artículo instando a las provincias a adecuar su legislación provincial carece de sentido. Antes bien, la norma, como ley
de fondo, es de aplicación en todo el país.
La doctrina nacional ha sostenido mayoritariamente la competencia del Congreso Nacional para legislar en materia
penitenciaria basándose en el principio de igualdad en los términos del artículo 16 del texto constitucional29.
Sin perjuicio de ello, se han abierto posturas doctrinarias que reconocen la posibilidad de las provincias de apartarse
de la legislación nacional que quedaría como un marco mínimo de derechos. Así Zaffaroni entiende que el principio de
igualdad debe interpretarse a la luz de la cláusula pro homine que prohíbe una igualdad para peor, o sea, que el principio
de igualdad se satisface con un estándar mínimo que debe ser legislado por el Estado Federal sin perjuicio de que las
provincias puedan apartarse de este marco siempre y cuando sea profundizando las garantías y los derechos previstos
en el marco mínimo fijado por la legislación del Estado Federal30.
La postura, similar a la adoptada por la CSJN en el fallo, requiere a mí entender mayores precisiones sobre los
aspectos de la regulación de la ejecución a los que alcanza. Es posible sostener que las provincias pueden regular de
manera más amplia los derechos de las personas privadas de libertad derivados de la relación con el Estado como
Se refiere al Dec. Ley 412/58, “Ley Penitenciaria Nacional”.
El artículo 132 del Dec. 412/58 establecía: “La Nación y las Provincias procederán dentro del plazo de 180 días a partir de la
publicación del presente en el Boletín Oficial, a revisar la legislación y las reglamentaciones penitenciarias existentes, a los efectos de
concordarlas con las disposiciones contenidas en este decreto ley.” (Una sencilla lectura permite advertir que entre ambas normas sólo
cambia el plazo que se le otorga a las provincias).
27 Francamente resulta difícil entender la distinción que sobre este punto (ámbito de vigencia de la ley dictada por el Congreso Nacional)
pretende hacer la Corte entre ambos ordenamientos jurídicos (Ley 24.660 y Dec. Ley 412/58) cuando ambos textos son absolutamente
iguales en la forma de regular esta cuestión.
28 En realidad, los arts. 228 y 229 de la Ley 24.660 han sido tomados de los artículos 131 y 132 de la Ley Penitenciaria Nacional, tal como
advierten correctamente Eugenio Zaffaroni y Alejandro Slokar en el Dictamen elaborado por el Departamento de Derecho Penal de la
Facultad de Derecho en el que se analiza el proyecto de Ley de Ejecución de la Provincia de Córdoba elaborado por la Diputada
provincial Martha Arana. Dictamen del 22 de junio de 1998 (no publicado).
29 Cf. de manera contundente la postura de Zaffaroni: “dos penas que se ejecutan de modo diferente son diferentes, y el art. 16 de la
Constitución Nacional exige que el delincuente goce o no del sistema progresivo (o de otro) tanto en Buenos Aires como en Jujuy”,
Eugenio R. Zaffaroni, Tratado de Derecho Penal, Ediar, Buenos Aires, 1983, Tomo I, pág. 200.
30 Cf. Eugenio R. Zaffaroni y Alejandro Slokar, ob. Cit. Sobre la misma postura con mayor fundamentación aunque a mi entender sin
aclarar los aspectos a los que vengo haciendo referencia ni dar respuesta a las objeciones constitucionales, cf. Eugenio Raúl Zaffaroni,
Alejandro Alagia y Alejandro Slokar , “ Derecho Penal. Parte General”, Ediar, Buenos Aires, año 2000, pag. 168.
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consecuencia de la privación de libertad. En este sentido, es posible que una provincia pueda prever, por ejemplo,
condiciones de detención superiores a las previstas en el umbral mínimo regulado en la legislación federal (por ejemplo,
mejores condiciones de alojamiento, regímenes de visitas más amplios, opciones educativas y laborales, etc.)31. No creo
que el principio pueda extenderse a las normas que regulan las posibilidades de modificación de la pena durante la
ejecución. Así, entiendo que todo lo relativo al régimen de progresividad, como por ejemplo las condiciones de obtención
de la libertad condicional o la libertad asistida son competencia del Congreso Nacional que no pueden ser modificadas
por la legislación provincial sin afectar el principio de legalidad penal. En este sentido he afirmado previamente,
criticando la postura que parece haber adoptado la CSJN, que la necesidad de legislar de manera uniforme para todo el
país en materia de ejecución surge de una correcta interpretación del significado del principio de legalidad penal que
exige que la ley penal defina el contenido cualitativo de las penas antes de la comisión del hecho delictivo. De esta
manera, todas aquellas normas de la Ley 24.660 que tengan la característica de definir el contenido cualitativo de la
pena son normas de derecho penal material que por imperio constitucional corresponden al congreso Nacional y no
pueden ser modificados por los poderes legislativos provinciales ni siquiera de manera más beneficiosa. No se trata sólo
de un “piso mínimo” o indicativo, sino de ley penal vigente en todo el territorio del país32.
Una reflexión más es necesaria sobre este aspecto del fallo, especialmente en relación a la parte dispositiva y
pensando en las posibilidades de que le ejecución de la resolución de la CSJN permita hacer cesar la situación de
agravamiento de las condiciones de detención a las que se refiere la resolución.
Francamente no creo que la modificación de la Ley de Ejecución Penal Bonaerense (Ley 12.256) tal como se exhorta en
el punto 7 del resolutorio contribuya en algo a solucionar la situación planteada ya que no creo que haya sido una causa
en la generación del problema que se pretende solucionar. Una simple lectura del texto de la Ley permite advertir que
contiene regulaciones sobre las condiciones de detención que, de ser aplicadas, hubieran impedido el estado
comprobado en el habeas corpus colectivo al que venimos haciendo referencia (así a modo de ejemplo, arts. 9, 10, 15,
16, 19, 74, 75, 76, 77, 78 y 79 entre otros. En realidad, en este aspecto, la Ley provincial contiene en algunos aspectos
normas de mayor protección – o por lo menos de igual contenido- que la ley nacional y las Reglas Mínimas de Naciones
Unidas.
b. El derecho a condiciones carcelarias dignas y el problema de la sobrepoblación carcelaria.
En este tema tratado en la resolución de la CSJN es, según entiendo, en el que se verifican los aspectos más
trascendentes pensando en la posibilidad de una influencia positiva del fallo en los mecanismos de control sobre el
sistema carcelario y, especialmente, del alcance del control judicial en relación a las condiciones en que se cumplen las
medidas privativas de la libertad en todo el país.
La obligación del Estado de brindar un “trato digno” a las personas privadas de libertad estaba ya prevista con total
claridad en el texto constitucional de 1853 en la enunciación de la parte final del artículo 1833. De esta manera, el
constituyente introdujo un límite a la coerción penal del Estado relacionado con las condiciones carcelarias de
importantes consecuencias dogmáticas. Ya he señalado en trabajos anteriores, la importancia no sólo del texto del
párrafo y sus antecedentes históricos34, sino, además, de la importancia dogmática de ubicación en el artículo 18 del
texto constitucional previsto, precisamente, para establecer los “límites” a la coerción penal del Estado. El hecho de que
el constituyente incluyera este párrafo en el citado artículo 18 implica, dogmáticamente, que el cumplimiento por parte del
Estado de brindar las condiciones carcelarias adecuadas es un requisito ineludible para ordenar –o mantener- una
privación de libertad de manera “legítima”35. La cláusula constitucional y los Pactos Internacionales de Derechos
Humanos que hacen referencia a la obligatoriedad de un trato digno a las personas privadas de libertad y a la prohibición
Restaría aún discutir si esta posibilidad no significa también una violación al principio de igualdad.
La idea de que las provincias pudieran legislar de manera diferente sobre las posibilidades de modificación de la pena durante la
ejecución penal atendiendo a las diferentes realidades regionales (por ejemplo, es evidente la diferencia que puede existir entre las
posibilidades de control de una salida transitoria en una provincia como Tierra del Fuego y la Ciudad de Buenos Aires) es atractiva desde
un punto de vista político criminal pero inviable desde el punto de vista constitucional como lo es también la modificación de la escala
punitiva de un tipo penal atendiendo a estos mismos criterios. Un ejemplo ayuda a comprender el yerro del fallo en este aspecto. Quizá se
puede determinar que un determinado delito, por ejemplo el robo, es más grave desde el punto de vista social en una gran ciudad que en
una ciudad pequeña. Sin embargo, este motivo, no habilitaría a que la provincia modificara la escala penal del delito entendiendo que las
escalas penales del Código Penal son una garantía mínima que las provincias pueden mejorar. En el mismo sentido se pronuncia José
Daniel Cesano, ob. Cit. , pág. 56.
33 “…las cárceles de la Nación serán sanas y limpias para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas, y toda medida que a
pretexto de precaución conduzca a mortificarlos más allá de lo que aquella exija, hará responsable al juez que la autorice”. Sobre la
importancia de esta cláusula y sus antecedentes cf, especialmente el trabajo de Daniel Cesano, “Los objetivos constitucionales de la
ejecución penitenciaria”, Editorial Alveroni, Córdoba, 1997.
34 Cf. los puntos 34, 35 y 36 del fallo.
35 A contrario sensu, el encierro de una persona violando estas cláusulas constituye un supuesto de privación ilegítima de la libertad,
31
32
de infligir cualquier tipo de trato o pena inhumana o degradante no son meras cláusulas declarativas sino, antes bien,
normas exigibles. Más claramente, el encierro de una persona en el marco de la coerción penal requiere en nuestro
sistema constitucional del cumplimiento de ciertos recaudos sobre las condiciones de trato y alojamiento en el que se
cumple la detención como condición de legitimidad que, de no verificarse, tornan al encierro en ilegítimo, aún cuando el
encierro provenga de una resolución escrita de autoridad judicial competente y cumpla con todos los otros requisitos de
legitimidad del artículo 18 del texto constitucional36.
La reforma constitucional de 1994 no hizo más que profundizar el alcance de este principio y darle mayores
precisiones a su contenido. La incorporación de los Pactos Internacionales de Derechos Humanos a los que el
constituyente otorgó jerarquía constitucional (CN, 75, inc. 22), prevén el derecho a condiciones carcelarias dignas y la
prohibición de la imposición de penas o tratos inhumanos o degradantes.
Asimismo, el texto reformado del artículo 43 al incorporar como especie del hábeas corpus al denominado “hábeas
corpus correctivo”, zanjando discusiones doctrinarias anteriores37, ha avalado la postura antes reseñada de la
“ilegitimidad” de las medidas de encierro que se cumplen violando el derecho a condiciones carcelarias adecuadas y,
consecuentemente, ha generado constitucionalmente la vía procesal para hacer cesar estos casos como supuestos de
privación ilegítima de la libertad.
Lamentablemente, esta claridad en el marco normativo constitucional no impidió el incumplimiento sistemático de los
estándares básicos de detención en la práctica de los sistemas penitenciarios provinciales como en el ámbito del
Servicio Penitenciario Federal sin que lo mecanismos de control, de manera especial el judicial como garante
fundamental de los derechos fundamentales, lo evitarán. Antes bien, existió una “omisión” tanto de las autoridades
políticas encargadas de la cuestión como de las autoridades judiciales y del Ministerio Público para hacer frente a este
importante problema que afecta la legitimidad de todo el sistema penal y que lejos de solucionarse, tiende a agravarse.
Un papel fundamental en la argumentación de las resoluciones judiciales permisivas con el Estado frente a la
violación de esta garantía es la imposibilidad de su cumplimiento por las carencias económicas del Estado.
La CSJN, de manera acertada, hecha por tierra este argumento con suma claridad. Es de esperar que influya
favorablemente en los fallos de los tribunales inferiores:
“…Las carencias presupuestarias, aunque dignas de tener en cuenta, no pueden justificar transgresiones de este tipo.
Privilegiarlas sería tanto como subvertir el Estado de Derecho y dejar de cumplir los principios de la constitución y los
convenios internacionales que comprometen a la nación frente a la comunidad jurídica internacional…” (ver
considerando 28).
Por otra parte, he señalado ya previamente que otro elemento que ha actuado negativamente en las resoluciones
judiciales que tienen que analizar “condiciones de detención” y posibles responsabilidades estatales en la materia, es el
hecho de que las cláusulas de los textos normativos (“cárceles sanas y limpias”, “tratos inhumanos o degradantes”) no
precisen el contenido “concreto” de qué debe entenderse por condiciones carcelarias adecuadas estableciendo con total
claridad los estándares de condiciones admisibles. Esto ha permitido un margen muy amplio de discreción judicial que
también se tradujo en una comprensión desmedida de los jueces con las falencias de la administración38.
De allí la recomendación de trabajar en la elaboración de estándares normativos precisos, definiciones emanadas
de los órganos políticos competentes, claras y precisas, de qué se entiende por condiciones carcelarias adecuadas en
nuestro momento histórico cultural. Esta clarificación facilitaría el control judicial en un ámbito sumamente conflictivo39.
Según entiendo, la resolución de la CSJN de fijar como estándar las Reglas Mínimas de Naciones Unidas, aunque
importante, no constituye un avance significativo y definitorio sobre esta cuestión. De hecho, las Reglas Mínimas, no
permiten un análisis como el aquí propuesto por su falta de definición y han sido superadas en contenido y precisión por
propuestas internacionales posteriores a su sanción (1958)40. De hecho, muchas de sus previsiones sobre el particular
están contenidas en la legislación argentina vigente que incluso en algunos casos es más avanzada, sin que ello
permitiera evitar los fallos judiciales erráticos sobre el tema de las condiciones adecuadas de detención41.
Más extensamente, Marcos SALT, “Los derechos…”, ob. Cit, pag. 213 y ss. Cf. también, Marcos SALT, “prisión preventiva y realidad
carcelaria”, ponencia presentada en el XV Congreso Argentino de Derecho Procesal, celebrado en la Ciudad de Córdoba en el año 1989.
37 Cf. sobre este tema, Marcos SALT, “Los derechos…”, ob. Cit, pág. 280.
38 Sobre la misma discusión y la problemática de definir para el caso concreto bajo análisis cuándo existe violación a la VII enmienda de la
Constitución norteamericana, cf. Michael Mushlin, “Rights of prisoners”, 2 edición, Ed. Mc Graw Hill, EEUU, 1993. Más recientemente,
John Boston, “Current sigues in Prisoers Rigths Litigation”, Prisoners Rigths Project, New York, 2000.
39 Cf. sobre el particular, con citas de experiencias sobre la cuestión, cf. Marcos SALT, “Los derechos…”, ob. Cit, pág. 216.
40 Cf. Manual de Buena práctica Penitenciaria, publicación de Penal Reform Internacional, versión española del IIDH, San José de Costa
Rica, 1998.
41 En un sentido diferente, cf. el fallo de la Cámara de Apelaciones y Garantías en lo Penal de San Isidro, Sala III, Causa 14550/3 del 31
de mayo del año del año 2000. Cf. Marcos SALT, El Derecho a condiciones carcelarias dignas y un fallo ejemplar, publicado en revista
Nueva Doctrina Penal, 1999/B, Editores del Puerto, pág. 585.
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En esta línea de trabajo, entiendo que uno de los indicadores más importante es la “sobrepoblación carcelaria”,
entendiendo por tal el alojamiento en un establecimiento carcelario de más personas de las que es posible albergar sin
menoscabar las condiciones mínimas que debe reunir el establecimiento. Así he sostenido previamente que una vez
establecidos los cupos de los distintos establecimientos de acuerdo a los estándares aceptados como condiciones mínimas,
el alojamiento de mayor cantidad de internos significará siempre una agravación de las condiciones de encierro admitida por
el estado en las estadísticas penitenciarias…”42.
En este tema, el fallo que es objeto de comentario, significa un avance trascendental.
El principio de que la sobrepoblación carcelaria significa de por sí una violación al derecho a condiciones carcelarias
adecuadas ha sido admitido ahora por la CSJN con total claridad:
“…lo denunciado y lo admitido oficialmente como superpoblación carcelaria genera muy serios peligros para la vida
y la integridad física de personas…” (Ver considerando 19).
“…Esta superpoblación, en los niveles alcanzados y admitidos, de por sí acreditan que el Estado provincial
incumple con las condiciones mínimas de trato reconocidas a las personas privadas de su libertad…” (el
resaltado me pertenece).
La CSJN sienta un principio de fundamental importancia práctica. Independientemente de otros indicadores, la
sobrepoblación de por sí genera incumplimiento estatal en relación al derecho a condiciones carcelarias dignas. Esta
afirmación abre la posibilidad de que la sobrepoblación carcelaria se convierta en un indicador fácil de controlar por los
diferentes organismos de control y, especialmente, por las autoridades judiciales. Al mismo tiempo, es posible que el
principio sea recibido por textos normativos que limiten de manera obligatoria la sobrepoblación carcelaria generando
mecanismos jurídicos y políticos de corrección y limitando el uso del encarcelamiento con medidas de coerción menos
violentas (alternativas a la prisión preventiva y alternativas a la pena privativa de la libertad)43.
IV.
Algunas consideraciones finales.
1. La resolución de la CSJN es un importante precedente en el camino por afianzar el control judicial sobre las
condiciones de ejecución de las medidas privativas de la libertad en el marco del sistema penal. Tal como he
sostenido en el comentario, desde mi punto de vista, mezcla aciertos y desaciertos de envergadura pero tiene una
“virtud de origen” que es involucrarse con uno de los temas más acuciante para la vigencia de los derechos
humanos en nuestro sistema penal.
2. La efectividad de la resolución, en términos de cambios o modificaciones en la realidad carcelaria de la Provincia de
Buenos Aires y desde allí su posibilidad de influir en la realidad penitenciaria del resto del país, está aún en duda.
Dependerá, en gran medida, de la forma en que se ejecuten los puntos del resolutorio, cuestión sobre la que no hay
todavía claridad suficiente. Tampoco es posible perder de vista que, mientras se cumplen los puntos 3 y 4 del
resolutorio, el Estado está admitiendo una situación de “privación ilegítima de la libertad” de muchas personas de
“carne y hueso” declarada nada menos que por la CSJN. Entiendo que, conforme a lo afirmado en el fallo, son
necesarias medidas más urgentes que las que prevé el resolutorio.
3. En este sentido, creo que uno de los aciertos más importantes de la resolución, que abre un camino importante de
trabajo, es el reconocimiento de la sobrepoblación carcelaria como una forma de detectar rápidamente una situación
de pena o trato inhumano o degradante. En este punto, en la ejecución del fallo, haría especial hincapié en buscar
soluciones rápidas para la situación de emergencia detectada y previendo políticas para el control de la
sobrepoblación carcelaria para el futuro.
4. Sin embargo, sobre el punto anterior, una aclaración es necesaria: Es fundamental prever los mecanismos para
definir los cupos de cada establecimiento carcelario, cuestión para la cual la Corte no ha dado ningún criterio. La
referencia aislada a las Reglas Mínimas de Naciones Unidas no es suficiente para solucionar un problema que es
mucho más complejo. No podemos olvidar que es la propia administración penitenciaria la que fija los cupos con
criterios que no están explicitados ni responden a una definición de las autoridades políticas competentes sobre el
Marcos SALT, “Los derechos…”, ob. Cit, pág., 218.
Diversos proyectos normativos orientados en este sentido tanto en Argentina como en otros países de Latinoamérica han fracasado en
su proceso de aprobación. El fallo de la CSJN puede contribuir a que el Poder Legislativo sancione una herramienta de este tipo para
facilitar las funciones de control del Poder judicial. La norma debería prever prohibiciones absolutas de sobrepoblación previendo
responsabilidades funcionales por el incumplimiento y mecanismos para corregir las situaciones de sobrepoblación de manera inmediata
ya sea con políticas de reacomodamiento de los internos o políticas excarcelatorias de emergencia fundadas en la saturación del sistema
previendo otras medidas de coerción que aseguren los fines del sistema penal. Cf., Más ampliamente, Marcos SALT, “Los derechos…”,
ob. Cit. Pag. 217 y ss.
42
43
significado concreto de qué se entiende por “trato adecuado”. De manera, más sencilla, es preciso establecer un
mecanismo de medición confiable y controlable que responda a una idea de cuáles son las condiciones mínimas
que debe garantizar el Estado durante la privación de libertad.
5. Quizá excediéndome del comentario del fallo, creo que es importante tener en consideración la relación de los
puntos debatidos en la resolución de la CSJN con la reciente aprobación por parte del Estado argentino del
Protocolo Facultativo de la Convención contra la tortura y otros Tratos o Penas Inhumanas o Degradantes. Esta
norma, de fundamental importancia, obliga al Estado argentino a generar mecanismos a nivel nacional de control.
No existe aún claridad sobre cómo se va a implementar este mecanismo – de mayor dificultad en los países
federales- aunque se advierte en las discusiones sobre el tema una tendencia a la “federalización” del mecanismo
de control y a unificar en un mismo órgano a las autoridades estatales de control con la participación de
Organizaciones no Gubernamentales.
Según creo, sería conveniente que, independientemente de los órganos estatales, las organizaciones de la sociedad
civil generen un mecanismo independiente de trabajo, lo cual requerirá un esfuerzo enorme de capacitación de una
red de personal especializado en esta materia en todo el país.
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