LA GESTIÓN DE LOS SERVICIOS FUNERARIOS POR UNA SOCIEDAD MERCANTIL: SOMETIMIENTO A LAS NORMAS DE LA COMPETENCIA Prof. Dra. Elena de la Fuente García Universidad Europea - CEES SUMARIO: 1.- LA LIBERALIZACIÓN DE LOS SERVICIOS FUNERARIOS: 1.1.- El sistema anterior al RD 7/1996: 1.1.1.- Precedentes históricos; 1.1.2.- La Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases de Régimen Local; 1.1.3.- La gestión empresarial de los servicios reservados por los Entes Locales: 1.1.3.1.- La gestión de los servicios reservados por los Ayuntamientos a través de una sociedad mercantil; 1.1.3.2.- La gestión por los Ayuntamientos de los servicios públicos no reservados, a través de una sociedad mercantil; 1.2.- El informe del Tribunal de Defensa de la Competencia sobre liberalización: 1.2.1.- Contenido del informe; 1.2.2.- Problemática del informe TDC; 1.3.El sistema actual: 1.3.1.- Normativa liberalizadora; 1.3.2.- Los servicios de interés general en Europa; 2.- CARÁCTER DE LOS SERVICIOS FUNERARIOS: 2.1.- Descatalogación de los servicios funerarios; 2.2.- Libertad en la prestación de los servicios funerarios. 1.- LA LIBERALIZACIÓN DE LOS SERVICIOS FUNERARIOS 1.1.-El sistem a anterior al R D 7/ 1996 1.1.1.- Precedentes históricos En el siglo pasado se impuso la obligación de crear por los municipios los servicios de cementerio para dar “a los cadáveres que mueran fuera de la religión católica un enterramiento con el decoro debido a los restos humanos”, tal y como preveía la Ley de 29 de abril de 1855 y la Real Orden de 26 de noviembre de 1857. Posteriormente, la Ley de Bases de Sanidad Nacional de 1944 imponía a todo municipio la obligación de establecer uno o varios cementerios católicos y cementerios civiles independientes de los católicos, de capacidad adecuada a su población, admitiendo junto a ellos los cementerios particulares. En desarrollo de la citada norma se publicó el Reglamento de Policía Sanitaria y Mortuoria de 1960 que fue sustituido por el Reglamento aprobado por Decreto 2263/1974, de 20 de julio 1. En este Reglamento el artículo 42 dispone “en toda población de más de 10.000 habitantes deberá existir, por lo menos, una empresa funeraria privada o municipal”. Asimismo el artículo 47 del citado Reglamento obliga a que cada municipio tenga “un cementerio, por lo menos, de características adecuadas a su densidad de población autorizado por la Jefatura 1 Entre las transferencias de funciones y servicios de la Administración del Estado a la Comunidad Autónoma de Madrid en materia de Sanidad Provincial de Sanidad”. Se permite la creación de cementerios mancomunados que sustituyan a los anteriores, al servicio de dos o mas municipios. En el Reglamento además de las disposiciones de orden estrictamente sanitario se establecen disposiciones de carácter urbanístico ordenando que en los Planes Generales y Parciales de Ordenación Urbana se incluyan previsiones de instalación de depósitos funerarios y la zona o zonas reservadas de necrópolis, alejadas al menos quinientos metros de las zonas pobladas. La normativa vigente hasta entonces hacía una importante diferenciación entre los diversos tipos de cementerios municipales por razón de las creencias. En el año 1978 se soluciona la legislación discriminatoria con la publicación de la Ley 49/1978 de enterramiento en cementerios municipales. Esta norma no hace la distinción para los cementerios municipales entre la separación de los cementerios civiles y católicos, y ordena que los Ayuntamientos realicen sus enterramientos sin discriminación alguna por razones de religión ni por cualesquiera otras. 1.1.2.- La Ley 7/1985, de 2 de abril, Reguladora de las Bases de Régimen local La prestación de los servicios funerarios se reguló en la Ley 7/1985, de 2 de abril Reguladora de las Bases de Régimen Local, confiriendo la competencia al municipio en los términos de la legislación del Estado y de las Comunidades Autónomas. La propia Ley de Bases en el artículo 86.3 declaraba la reserva en favor de las Entidades locales como actividades o servicios esenciales, los servicios mortuorios, de conformidad con lo establecido en el artículo 128.2 de la Constitución sobre la reserva al sector Público de servicios esenciales. 2 El modelo constitucional contemplado en el artículo 38 permite un modelo económico abierto o de carácter cerrado, que oscila entre una economía liberal de mercado y la economía planificada. Y precisamente dentro de este ámbito, el artículo 128 reconoce la reserva de ciertos servicios para que puedan ser prestados por el sector público. Sobre la base de este precepto constitucional se otorgó atribución a los Ayuntamientos para que prestaran los servicios funerarios de forma reservada. Esto significaba que todos los servicios funerarios debían ser prestados de forma exclusiva y excluyente por los Ayuntamientos. Entendiendo por servicios funerarios, entre otros, los servicios de traslado de cadáveres, los servicios de tanatorio, o los servicios de cementerio. Es cierto que la LBRL cataloga los servicios funerarios como servicios “reservados”, pero debemos señalar que la reserva realmente se realiza sobre los servicios denominados “esenciales”. Por este motivo se legitima -en nuestro caso a los Entes públicos- para la gestión empresarial de ese tipo de servicios bien de forma directa o bien de forma indirecta. No obstante, a nuestro entender, el 2 El artículo 128.2 CE dispone: “Se reconoce la iniciativa pública en la actividad económica. Mediante ley se podrá reservar al sector público recursos o servicios esenciales, especialmente en caso de monopolio y asimismo acordar la intervención de empresas cuando así lo exigiere el interés general”. problema fundamental radica en si esta forma de gestión se sustrae al régimen de libre empresa o si por el contrario, son aplicables las normas reguladoras de es régimen de libertad de empresa. 3 1.1.3.-La gestión empresarial de los servicios reservados por Entes locales Una de las prácticas frecuentes por parte de los Ayuntamientos ha consistido en gestionar los servicios funerarios a través de uno de los medios que permite la legislación, es decir, a través de una sociedad de capital, aunque la procedencia del mismo sea de carácter público. Esta modalidad de gestión exige la creación de una sociedad con financiación y predominio exclusivo de la Administración pública, aunque dotada de autonomía patrimonial y fundacional. Por este motivo, la gestión de los servicios funerarios por una persona jurídica con forma societaria se sujeta a las normas particulares de constitución de esta forma jurídica, concretamente al derecho de sociedades mercantiles. En estos casos puede considerarse que la Administración recurre a la constitución de una persona jurídica en el ejercicio de su potestad de organización de los servicios públicos. 4 La adopción de la forma jurídica societaria para la gestión de los servicios funerarios por parte de los Ayuntamientos ha planteado ciertos problemas a la hora de hacer compatible el alcance de la potestad de los Ayuntamientos y la limitación de tal potestad con la aplicación de las normas del derecho de la competencia. Así las cosas para determinar la aplicabilidad de las normas de la competencia a los casos en los cuales los Ayuntamientos gestionan los servicios públicos es preciso diferenciar dos supuestos. Por un lado, si el ente público adopta la forma de ente privado para gestionar un servicio esencial. Y por otro lado, si el ente público adopta la forma de derecho privado para la gestión de un servicio no esencial o de los servicios no reservados. 1.1.3.1.-La gestión de los servicios reservados por los Ayuntam ientos a través de una sociedad m ercantil En el primer supuesto, cuando un Ente público actúa adoptando una forma propia del Derecho privado para gestionar los servicios públicos esenciales, podrán aplicarse las normas protectoras de la libertad empresarial con ciertas cautelas. 3 Vid. SOSA WAGNER, F., La gestión de los servicios públicos locales, Madrid 1997, pág. 41. El citado autor entiende que la gestión empresarial de los servicios públicos se sustrae al régimen de libertad de empresa. 4 Vid. SOSA WAGNER, F., La gestión de los servicios públicos locales, ob. cit., pág. 84. Como señala el citado autor, en estos supuestos no es aplicable el artículo 155.2. de la Ley de contratos de las administraciones públicas. Sin embargo, añade el autor que pueden aplicarse determinados preceptos de la citada norma, tal y como sucede con el artículo 162. Este artículo contiene las obligaciones generales del contratista, a saber: la obligación de prestar el servicio con continuidad, cuidar del buen orden, indemnizar de los daños que se causen o respetar el principio de no discriminación por razón de nacionalidad respecto de las empresas de Estados miembros. Esta afirmación se justifica en el siguiente sentido: cuando se aplican las normas de la competencia a las empresas encargadas de la gestión de servicios de interés económico general no puede verse perjudicada el cumplimiento de la “misión específica a ellas confiada” tal y como pone de manifiesto el artículo 90.2 del Tratado UE. Es decir, se aplicarán las normas de la competencia sin desvirtuar el fin esencial que debe cumplir la prestación de los servicios de interés general. Ahora bien, la prestación de un servicio público esencial por un ente público revistiendo la forma de derecho privado, por ejemplo de una sociedad, debe quedar sustraída a las normas de la libertad de empresa y entre ellas de la competencia cuando prevalezca el cumplimiento de los fines esenciales de los servicios frente a los particulares de la entidad. Sin embargo, también hay que tener en cuenta que, en determinadas ocasiones, se deben corregir algunos abusos a través de las normas de la competencia. En efecto, la posibilidad de invocar las normas de la competencia se justifica especialmente cuando la prestación de los servicios públicos gestionados por los entes locales a través de empresas privadas contradice la finalidad que tiene este tipo de servicios. No debemos olvidar que los Ayuntamientos están facultados para fijar los precios y que la empresa beneficiada de la fijación de los mismos es precisamente la empresa pública creada con capital municipal. No olvidemos también que normalmente se produce una confusión entre la gestión empresarial y la organización del ente local, toda vez que los miembros del consejo de administración de la empresa pública normalmente suelen ser los concejales del propio Ayuntamiento. Pues bien, cuando existe una importante influencia en la empresa pública por parte del ente público que le dota de personalidad jurídica o del capital necesario para su constitución, se suele producir el fenómeno denominado “captura del regulador por la empresa regulada”. supuesto, los intereses propios de la empresa pública son esencialmente 5 En este intereses privados aunque con un fin público. Y en este estado de cosas los intereses privados pueden desplazar a los intereses públicos propiamente dichos. Así pues, cuando los fines institucionales de la entidad quedan desvirtuados y se desatienden las necesidades públicas sufragadas legalmente con medios públicos en favor de los intereses particulares de la entidad pública, entendemos que son aplicables las normas de la competencia. Para comprender el alcance de los servicios reservados a los Ayuntamientos y su compatibilidad con las normas de la competencia debemos acudir a la solución recogida por el Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas. El Tribunal de Justicia ha tenido ocasión de pronunciarse en este punto en el asunto BODSON, en la sentencia de 4 de mayo de 1988. En este supuesto la Corte de Casación francesa planteó con arreglo al artículo 177 del Tratado CEE varias cuestiones prejudiciales sobre la interpretación de los artículos 37, 85, 86 y 90 del Tratado, con objeto de determinar la compatibilidad de dichas disposiciones con una regulación nacional de concesión 5 Vid. SOSA WAGNER, F., La gestión de los servicios públicos locales, ob. cit., pág. 86, nota 76, GONZÁLEZ VARAS IBÁÑEZ, El derecho Administrativo Privado, Madrid 1996, págs. 595 y ss. exclusiva de monopolios municipales en materia de determinados servicios de pompas fúnebres. Dichas cuestiones se suscitaron en el marco de un litigio entre los titulares de dos empresas de servicios funerarios. La parte demandante, era la sociedad de Pompes funèbres des regions libérées, filial de la sociedad Pompes funèbres générales, a quien la ciudad de Charleville-Mezières había adjudicado a partir de 1972, con carácter exclusivo la concesión de servicios exteriores de pompas fúnebres. La parte demandada, la Sra. Corinne Bondson, había efectuado varias actividades en materia de servicios fúnebres dentro del término de dicho municipio. Una Ley francesa de 1904, cuyas principales disposiciones se encontraban recogidas en el Código Municipal, atribuyó a los municipios los servicios exteriores de pompas fúnebres. Estos servicios exteriores comprendían exclusivamente el traslado de cadáveres después de su colocación en el féretro, la facilitación de coches fúnebres, ataúdes, adornos externos de las cámaras mortuorias y vehículos para el cortejo fúnebre, así como artículos y personal necesario para las inhumaciones. Casi tres mil municipios franceses habían adjudicado la concesión de los servicios exteriores a una empresa privada: la sociedad Pompes funèbres générales, o sus filiales y dicha sociedad es a su vez una sociedad filial de una empresa que forma parte del grupo Lyonnnaise des Eaux. La Sra. Bondson explotaba empresas de pompas fúnebres mediante el sistema de franquicia, de suerte que la empresa franquiciadora prestaba servicios funerarios en Francia vendiendo a precios inferiores. Cuando la Sra. Bodson llevó a cabo entierros en el término municipal de la ciudad de Charleville- Mezières, el concesionario exclusivo presentó contra ella una demanda de medidas provisionales. La Sra. Bodson alegó que el grupo constituido por la sociedad Pompes funèbres générales y sus filiales explotó de forma abusiva su posición dominante. La Corte de Casación francesa suspendió el procedimiento y planteó al Tribunal de Justicia CE ciertas cuestiones prejudiciales. El Tribunal entendió que la aplicación del artículo 37 TCEE 6 se refiere en particular a las situaciones en las que las autoridades nacionales están en condiciones de controlar o dirigir los intercambios entre los Estados miembros o bien de influir sensiblemente en dichos intercambios por medio de un organismo constituido con ese fin o de un monopolio cedido por el Estado a un tercero. Por consiguiente, el citado precepto se aplica a las situaciones de monopolio practicado por entidades territoriales del Estado como los municipios. Pero en la situación que se plantea en el caso, concluye el Tribunal, no es aplicable el artículo 37 TCEE toda vez que “la circunstancia de que los concesionarios de cierto número de municipios que abarcan una parte importante del territorio nacional pertenezcan a un mismo grupo de empresas y puedan influir así en las corrientes de intercambios, no resulta del comportamiento de las autoridades nacionales o municipales, sino del de las empresas de que se trata”. 6 Artículo 37 del TCEE (antes de la modificación introducida por el Tratado de Amsterdam, actualmente artículo 31): “Los Estados miembros deben adecuar los monopolios nacionales de carácter comercial de tal modo que quede asegurada la exclusión de toda discriminación entre los nacionales de las Estados miembros respecto de las condiciones de abastecimiento y de mercado. Las disposiciones del presente artículo se aplicarán a cualquier organismo mediante el cual un estado miembro directa o indirectamente controle, dirija Por este motivo, entiende el Tribunal que la situación que se describe en el caso se debe enjuiciar de conformidad a las disposiciones aplicables a las empresas, principalmente los artículos 85,86 y 90. Precisamente el artículo 90 del TCEE determina las condiciones aplicables de las normas de la competencia previstas en los artículos 85 y 86 para las empresas públicas y para las empresas encargadas de la gestión de servicios de interés económico general. El artículo 85 del Tratados se aplica a los acuerdos entre empresas. Por consiguiente, dicha disposición no se refiere a los contratos de concesión celebrados entre los municipios, cuando actúan en calidad de Administraciones públicas, y las empresas encargadas de la gestión de servicios públicos. El problema puede alcanzar a las relaciones entre las empresas concesionarias pertenecientes al mismo grupo de empresas. En este caso, el artículo 85 no se aplica a los acuerdos que practican las empresas pertenecientes al mismo grupo dentro del concepto de sociedad matriz filial, siempre que dichas empresas constituyan una unidad económica, dentro de la cual la filial no disfruta de una autonomía real en la línea de acción en el mercado. Sin embargo, si el nivel de precios impuesto por las empresas concesionarias o gestoras de servicios públicos no es equitativo cuando es imputable a las empresas del grupo o incluso cuando el nivel de dichos precios venga fijado por un pliego de cláusulas administrativas y prescripciones técnicas que forme parte de las condiciones del contrato de concesión, en este caso puede ser aplicado el artículo 86 TCE. Para finalizar concluye el Tribunal que el apartado 1 del artículo 90 deberá interpretarse en el sentido de que prohibe que las autoridades públicas impongan a las empresas a las que hayan concedido derechos exclusivos condiciones de precios contrarias a lo dispuesto por los artículos 85 y 86. A la luz de estas consideraciones realizadas por el Tribunal podemos concluir que cuando los servicios funerarios tenían consideración de servicios reservados para su prestación por los Ayuntamientos, eran aplicables las normas de la competencia siempre que se extralimitaran las empresas gestoras de los servicios públicos incumpliendo la finalidad esencial para la prestación de los mismos. 1.1.3.2. La gestión por los Ayuntam ientos de los servicios públicos no reservados, a través de una sociedad m ercantil La segunda posibilidad en la actuación por parte de los Entes públicos consiste en actuar en el mercado como cualquier operador económico en la prestación de servicios que no son esenciales. En este segundo supuesto, cuando los entes públicos actúan como cualquier operador económico adoptando la forma de derecho privado para la prestación de servicios no esenciales, son aplicables las normas de la competencia. En estos casos, entendemos que si un Ente público quiere beneficiarse de la forma privada de organización para la gestión de unos servicios que o influya sensiblemente en las importaciones o las exportaciones entre los Estados miembros. Tales disposiciones se aplicarán igualmente a los monopolios cedidos por el Estado a terceros”. pueden ser ofrecidos por cualquier operador privado, deberá someterse a las mismas reglas de juego que emplean los operadores privados. Esta es la solución que ha reconocido el Tribunal de Defensa de la Competencia al resolver ciertas cuestiones concernientes a la aplicación de las normas de la competencia a determinados Entes locales. Así sucedió en la Resolución de 21 de septiembre de 1993 (expte. 334/93) del TDC. En la citada resolución el Tribunal entiende que se produce una práctica prohibida por el artículo 1º de la LDC de 17 de junio de 1987, realizada por una sociedad municipal que suscribió un contrato de arrendamiento con la Asociación de empresarios lapideros marmolistas de una ciudad. En este caso el Tribunal impuso a ambas entidades -la sociedad municipal y la Asociación privadaimportantes sanciones económicas, toda vez que como señaló el Tribunal “si por propia voluntad un operador público ha decidido transformarse, en parte al menos, en un operador de mercado, ha de hacerlo con todas sus consecuencias y aceptando la integridad de la legislación común que se aplica al resto de los demás sujetos del ordenamiento jurídico en el que actúa”. En el mismo sentido se manifestó el TDC en la Resolución de 23 de diciembre de 1997, (expte.) 404/97 en la cual se denuncian prácticas prohibidas por el artículo 1º de la LDC. La práctica prohibida se trataba de un acuerdo entre dos empresas, de un lado una sociedad municipal y de otro lado una Asociación de Empresas de lapideros marmolistas de la ciudad, entre las cuales se fijaban acuerdos de fijación de precios. Cuando se producen los hechos los Ayuntamientos se encontraban con facultades para la prestación de servicios funerarios con carácter reservado y cuando se soluciona el conflicto se modificó la normativa liberalizando la prestación de tales servicios. No obstante, señala el Tribunal, que la situación legal ha cambiado, pero de hecho “la situación no ha variado sustancialmente”, toda vez que la situación de monopolio es manifiesta. El Tribunal para valorar la conducta prohibida pone de relieve que los precios aprobados por el Ayuntamiento y la empresa que gestiona los cementerios municipales de la ciudad, no son precios públicos. El hecho de que la empresa gestora de los servicios funerarios se trate una empresa pública de titularidad municipal que presta los servios de cementerio en régimen de monopolio no impide que se apliquen al régimen de precios el Derecho de la competencia. Las tarifas fijadas por la empresa municipal por la prestación de los servicios, se determinan libremente por el Consejo de Administración de la misma y se reflejan en la previsión de ingresos y gastos de la Empresa. Posteriormente estas tarifas de la empresa municipal se incorporan al Presupuesto General del Ayuntamiento aprobándose de forma conjunta. Por consiguiente, afirma el Tribunal, no son tasas o precios públicos, sino precios privados y quedan sometidos a las normas de la competencia. En suma, la gestión de servicios no esenciales por parte de empresas municipales debe someterse a las normas de la competencia, por dos motivos. Por una lado porque la naturaleza del servicio no se considera como servicio esencial. Por otro lado, por el sujeto que presta dicho servicio. Si el sujeto es un sujeto que se ajusta a las reglas del Derecho privado en su constitución, también deberá someterse a las mismas reglas de juego que los demás sujetos. De otro modo, se estaría vulnerando el principio de libertad de empresa que proclama el artículo 38 de la CE en perjuicio de las empresas que no son financiadas con capital público. 1.2.- El inform e del Tribunal de Defensa de la Com petencia sobre la liberalización 1.2.1. Contenido del informe A la luz de estas circunstancias y de los problemas que planteados por el diferente régimen jurídico aplicable a los servicios esenciales y los no esenciales así como la consiguiente exclusión o aplicación de las normas de la competencia en el año 1993 se hizo necesario revisar el sistema y concretar el alcance de la prestación de los servicios funerarios. En este sentido, el Tribunal de Defensa de la Competencia de conformidad con las facultades conferidas en el artículo 26 de la ley 16/1989, de 17 de julio de Defensa de la Competencia (LDC) redactó un informe en el que se puso de manifiesto la necesidad de la liberalización de los servicios funerarios. El informe fue publicado en el año 1993 bajo la denominación “Remedios Políticos que pueden favorecer la libre competencia de los servicios y atajar el daño causado por los monopolios”. En dicho informe el Tribunal analiza la situación de determinados servicios públicos, concluyendo con carácter general que la situación vigente en ese momento, estaba generando rigideces excesivas. Tras un detenido análisis de la situación y del estudio de los diferentes servicios o sectores afectados, se proponen una serie de medidas para la liberalización de tales servicios. Este informe tuvo una gran transcendencia práctica, toda vez que ha servido de base para la articulación de la legislación liberalizadora que se ha plasmado -entre otros-, para los Servicios funerarios, en el RDL 7/1996 de 7 de junio sobre Medidas Urgentes de carácter fiscal y de fomento y liberalización de la actividad económica. En efecto, en el informe citado, el TDC entiende que la liberalización de la prestación de los Servicios Funerarios favorece la libre competencia, ya que “donde las funerarias actúan en régimen de competencia, ofrecen un mayor abanico de servicios integrales o completos”. En este sentido, el TDC propone que el sector de los servicios funerarios sea un sector abierto a la libre competencia. No obstante esta consideración, se advierte la posibilidad de que los Ayuntamientos puedan concurrir a la prestación de los mismos con carácter subsidiario respecto de la iniciativa privada. Asimismo prevé el Tribunal que las licencias pueden ser válidas para todo el ámbito nacional. Entre las medidas que propone el TDC para el sector de los servicios funerarios se destacan especialmente la necesidad de descatalogar este tipo de servicios que hasta entonces estaban reservados de forma exclusiva a los Ayuntamientos. La atribución de forma exclusiva como servicios reservados a los Ayuntamientos venía recogida en el artículo 86 de la ley Reguladora de las Bases de Régimen Local. Otra de las medidas que propone el Tribunal en el citado informe para posibilitar la liberalización de los servicios funerarios afecta al sistema de precios. El medio idóneo para que los servicios se presten en régimen de libre competencia es la liberalización de precios. No obstante, prevé la articulación de un régimen transitorio para resolver los problemas que puedan derivar de la transformación del sistema monopolístico a un régimen liberalizador. Por otro lado, el Tribunal entiende que el sistema liberalizador de los servicios funerarios no impide que se someta a un control en la prestación de los mismos. Es decir, el reconocimiento de la iniciativa privada en la prestación de los servicios funerarios puede ser sometido a una regulación específica, sin que por ello se desvirtúe la naturaleza del servicio. Así pues, el ejercicio de la actividad funeraria puede ser sometido a licencia y este requisito no puede suponer ningún tipo de restricción en el número de las mismas. Asimismo sugiere el Tribunal que la concesión de las licencias sea absolutamente reglada, sin margen alguno de discrecionalidad. En suma, el informe del Tribunal es el cauce idóneo para la apertura y liberalización de los servicios funerarios. Sin embargo, las propuestas formuladas ofrecen importantes dudas para el desarrollo normativo de la liberalización. Dudas, que por otro lado, no han sido resueltas con el RDL 7/1996 de 7 de junio sobre Medidas Urgentes de carácter fiscal y de fomento y liberalización de la actividad económica, como tendremos ocasión de analizar. 1.2.2.- Problemática del informe TDC El informe propuesto por el TDC supone un importante avance respecto de la situación vigente hasta entonces. Sin embargo, existen algunas dudas sobre el alcance del mismo como seguidamente vamos a analizar. En primer lugar el informe no resuelve el ámbito completo de la liberalización. El Tribunal se refiere a la prestación de los servicios funerarios como un todo, sin delimitar el ámbito objetivo para la prestación de los mismos. Es decir, en el informe no se concretan las medidas liberalizadoras para la prestación de los diversos servicios funerarios entre los que cabe destacar los siguientes: los servicios de manipulación o acondicionamiento de cadáveres, los servicios de traslado de cadáveres, de tanatorio-velatorio, los servicios de crematorio o de incineración, los servicios de cementerio y en general, los servicios de suministro de bienes y servicios complementarios para los propios fines. Así pues, la liberalización recomendada por el Tribunal alcanza a todos los servicios anteriormente enumerados. No obstante, los problemas que puede ocasionar la prestación de los diferentes servicios son problemas que deberían tratarse de forma independiente. Así sucede en la prestación de los servicios de cementerio que, a nuestro entender, también deben prestarse por la iniciativa privada como un servicio más dentro de la diversidad de los servicios funerarios. Sin embargo, por la naturaleza especial del servicio de cementerio, será preciso que se doten de ciertas cautelas en la prestación del mismo, especialmente para el mantenimiento y la custodia de los restos mortales 7. En segundo lugar, otro de los problemas que deja abierto el Tribunal de Defensa de la Competencia en el informe liberalizador de 1993 se extiende a los sujetos que pueden o deben desempeñar los servicios funerarios. El informe descataloga la prestación de los servicios funerarios de entre los servicios reservados que por entonces tenían los Ayuntamientos, en virtud del reconocimiento expreso conferido en el artículo 86 de la Ley 7/1985 de 2 de abril Reguladora de las Bases de Régimen local. Sin embargo, en el informe no queda del todo claro la posibilidad de participación por los Ayuntamientos en la prestación de los servicios funerarios. No se delimita el alcance de su actuación toda vez que permite la actuación del Ayuntamiento con carácter subsidiario. En suma, no concreta si por un lado, se pretende reconocer a los Ayuntamientos la posibilidad de que participen como cualquier operador económico en la prestación de los servicios funerarios o si, por el contrario, los Ayuntamientos deben participar en la prestación de tales servicios sólo cuando no sea posible llegar a la prestación de los mismos por parte de la iniciativa privada o en su caso, cuando no lo hace con la extensión y condiciones demandadas por la sociedad. A nuestro entender, el informe no es muy preciso pero parece permitir que los Ayuntamientos intervengan en el sector funerario sólo de forma subsidiaria, es decir, cuando no llegue la iniciativa privada o en su caso, como un operador económico más, revistiendo la forma o el ropaje jurídico que adopta cualquier empresario. Esta interpretación tiene cabida constitucional dentro del alcance del artículo 128.2 de la CE en relación con el principio de libertad de empresa proclamado en el artículo 38 CE, tal y como puso de relieve la STC 37/81: “en principio el protagonismo de la acción económica corresponde a la sociedad, a la iniciativa privada y no al Estado; éste no entra más que en aquéllos casos en que la iniciativa privada o puede hacerlo o no lo hace con la intención y alcance que la sociedad necesita”. Para justificar esta afirmación no debemos olvidar que la liberalización de los servicios funerarios obedece al cumplimiento del principio de libertad competitiva y que tal y como proclama el artículo 1 de la LDC afecta a todos los “operadores económicos en el mercado”, entre los que se incluyen a las administraciones locales. Además el principio de libertad competitiva y la protección del mismo queda absolutamente garantizado en el tratado de la Unión Europea que, como es sabido, es directamente aplicable. En suma, la libertad competitiva es el principio rector de la economía de mercado y representa un elemento consustancial al modelo de organización 7 Vid. en contra PARICIO RALLO, E., “La administración local y el principio de defensa de la competencia. Jurisprudencia del TDC”, Anuario de la Competencia, Madrid 1998, pág. 271 y ss. El citado autor critica la falta de regulación especial para la prestación de los servicios de cementerio, considerando que la iniciativa privada en la prestación de los mismos no puede salvaguardar la custodia perpetua de los restos mortales. económica de nuestra sociedad. Por este motivo, la garantía de la libertad competitiva es la forma más importante para proteger y para que se puede manifestar el derecho a la libertad de empresa. Asimismo es preciso destacar que las normas liberalizadoras de defensa de la competencia protegen derechos subjetivos no absolutos frente a los poderes públicos, entre los que cabe destacar la libertad de acceso al mercado, la libre determinación del ejercicio de la actividad y la libertad de salida. Por este motivo, se trata de normas que protegen la igualdad jurídica formal y material de todos los competidores y asimismo protegen la los intereses económicos y políticos de los ciudadanos. 8 A este respecto, debemos señalar que para que realmente exista libertad de competencia es preciso que existan los elementos necesarios para la libertad. Entre estos elementos es preciso señalar los siguientes: la libertad de acceso y de determinación, y la igualdad ante la Ley para todos los operadores económicos. Si tales circunstancias no se dan no puede entenderse cumplido el principio liberalizador. En suma, la política liberalizadora considera que la participación de los Ayuntamientos en la prestación de los servicios funerarios podrá realizarse sólo en el caso de que el ente local intervenga como un operador de mercado más haciendo uso de las facultades que le confiere el citado precepto constitucional. 1.3.- El sistem a actual 1.3.1.-Normativa liberalizadora Como hemos señalado anteriormente, a la luz del informe del tribunal de Defensa de la Competencia de 1993, algunas de las recomendaciones del Tribunal se concretan en el RDL 7/1996, de 7 de junio. Como señala la exposición de motivos del mencionado texto legal, “en materia de servicios funerarios se liberaliza su prestación a partir de enero de 1997 y se suprime la consideración de los servicios mortuorios como servicios esenciales reservados a las Entidades Locales”. En el mismo sentido, el artículo 22 del mismo RDL 7/1996 declara: “Se liberaliza la prestación de los servicios funerarios. Sin perjuicio de lo anterior, los Ayuntamientos podrán someter a autorización la prestación de dichos servicios. La autorización tendrá carácter reglado, debiéndose precisar normativamente los requisitos objetivos necesarios para obtenerla y se concederá a todo solicitante que reúna los requisitos exigidos y acredite disponer de los medios materiales necesarios para efectuar el transporte de cadáveres”. Junto con este artículo 22, el RDL 7/1996 introduce otro, el artículo 23, que modifica la Ley 7/1985, de 2 de abril reguladora de las Bases de Régimen local. A este respecto, se modifica el apartado 3 del artículo 86, suprimiendo de entre los servicios reservados, los “servicios mortuorios”. 1.3.2. Los servicios de interés general en Europa Acabamos de analizar la evolución de los servicios funerarios, especialmente, el cambio que se ha dado a la catalogación de los mismos, pasando de un sistema de pura reserva a un sistema de absoluta liberalización. En este sentido los servicios funerarios se someten a un sistema de libre competencia. Pero es preciso advertir que determinados servicios se catalogan por el Derecho europeo como servicios de interés general. La Comisión de las Comunidades Europeas el 11 de septiembre de 1996 ha publicado una Comunicación sobre los servicios de interés general en Europa. Parte de la base de que la concepción de los modos de organización de los servicios de interés general tiene importantes variaciones de un Estado miembro a otro y de un sector a otro. Asimismo la evolución y las expectativas de estos servicios se vinculan con las preocupaciones en materia de empleo y cohesión económica y social. Es preciso destacar el peso económico de tales servicios toda vez las empresas públicas representan un importante porcentaje del empleo. En suma la Comisión pone de manifiesto en la citada Comunicación que actualmente es esencial modernizar y desarrollar los servicios de interés general toda vez que la actividad de los servicios de interés general contribuye a la competitividad y a la solidaridad social así como a la calidad de vida de los ciudadanos. La Comisión define los servicios de interés general como aquéllos servicios que “designan las actividades de servicio, comerciales o no, consideradas de interés general por las autoridades públicas y sujetas por ello a obligaciones específicas del servicio público”. Asimismo entiende que este tipo de servicios son un elemento clave para el modelo de sociedad europeo. Por este motivo, las misiones designadas a los servicios de interés general derivan de consideraciones de interés general como pueden ser la seguridad del abastecimiento, la protección al medio ambiente, la solidaridad económica y social, la ordenación del territorio y el fomento de intereses de los consumidores que esperan servicios de calidad y precios asequibles. La Comisión afirma que se debe reconocer la existencia de diversidad en los modos de organización de los servicios de interés general en los países y dentro de los mismos en las regiones. Asimismo, entiende que los mismos servicios pueden cumplirse con alcance diferente dependiendo de los obstáculos geográficos o técnicos, de la historia o de las tradiciones. Los servicios públicos pueden ser prestados en régimen de monopolio o de competencia tanto por empresas privadas como por organismos públicos, así como por asociaciones de carácter públicoprivado. La actividad de tales agentes se somete al control de las autoridades locales, regionales o nacionales que pueden adoptar diversidad de formas. Asimismo, entiende la Comisión que es preciso desvincular al sector público del servicio público. Es decir, ajuicio de la Comisión hay que diferenciar por un lado, el titular del servicio, y por otro lado, las funciones que debe desempeñar el mismo. En definitiva, sostiene la Comisión, que a la política europea le interesa las funciones y 8 Vid. BROSETA PONT, M., Manual de Derecho Mercantil, 9ª ed. Madrid 1991, pág. 120, VICIANO PASTOR, J, Libre competencia e intervención pública en la economía, Valencia 1995, pág. 89. las condiciones en que se prestan los servicios de interés general, no tanto el estatuto jurídico de quien lo presta. No obstante, y sin perjuicio de lo antes expuesto, la Comisión también considera que se podrán establecer métodos de organización adecuados para satisfacer los intereses generales. 2.- CARÁCTER DE LOS SERVICIOS FUNERARIOS 2.1. Descatalogación de los servicios funerarios Una vez analizada la evolución de la catalogación de los servicios funerarios en España así como la tendencia que existe en Europa en este punto, volvemos de nuevo al Ordenamiento Español. Recordamos que el RDL 7/1996 de 7 de junio sobre Medidas Urgentes de carácter fiscal y de fomento y liberalización de la actividad económica, ha liberalizado la prestación de los servicios funerarios en España. Así pues, actualmente la prestación de los servicios funerarios está totalmente liberalizada. Por consiguiente, los servicios funerarios han perdido el carácter de “servicio público” y, con carácter urgente, se han convertido -por Ley- en un servicio absolutamente liberalizado. En este estado de cosas la prestación de los servicios funerarios no puede desempeñarse de forma exclusiva y excluyente por los Ayuntamientos. La prestación de este servicio “libre” debe prestarse en régimen de igualdad por todos los operadores que tienen derecho a participar en el mercado en un régimen de absoluta competencia. 2.2.- Libertad en la prestación de los servicios funerarios Por otro lado, el RDL 7/1996 faculta a los Ayuntamientos para que sometan a autorización la prestación de dichos servicios. Dicha facultad reconocida por el RDL 7/1996, -como su propio nombre indica- no se trata de una imposición legal que en todo caso exija una autorización para la prestación de tales servicios. Consiguientemente, este ámbito de discrecionalidad de los Ayuntamientos para poder someter a autorización la prestación de los servicios funerarios que permite el RDL 7/1996, es un argumento más para defender la posición de que los servicios funerarios no son servicios públicos, y por ende, en determinadas ocasiones, ni siquiera tiene que someterse a autorización para la prestación de los mismos. En este estado de cosas, debemos señalar que la liberalización ha producido un cambio radical en la prestación de los servicios funerarios en un doble sentido. Por un lado, en que el concepto de servicio funerario deja de tener la consideración de servicio público. Por otro lado, y como consecuencia de lo anterior, la prestación de tal servicio no queda reservada para los Ayuntamientos. El RDL 7/1996 ha modificado el artículo 86, párrafo 3 y el apartado 1.c) del artículo 26 de la Ley 7/1985. Tal modificación significa una total descatalogación de los servicios funerarios de entre los servicios esenciales que deben desempeñar los Ayuntamientos. De esta suerte, no sólo se liberaliza la prestación de los servicios funerarios, sino que, además, se varía la naturaleza jurídica de tales servicios, convirtiendo la catalogación legal de un servicio público en un servicio liberalizado. Ahora bien, no debemos olvidar que, los servicios funerarios deben cumplir un efecto beneficioso para los consumidores dentro del ámbito del libre mercado. Por este motivo, los servicio funerarios son servicios de interés general. Es decir, son servicios que desempeñan una utilidad que beneficia un tipo de intereses como los intereses de los competidores y el interés de los consumidores de tales servicios. Una vez analizado el marco legal dentro del cual nos desenvolvemos, es preciso abordar otro de los problemas que -de hecho- ha provocado la liberalización: la aplicación del RDL 7/1996. Con ocasión de la entrada en vigor del citado RD, que se produce a partir de enero de 1997, algunos Ayuntamientos, han hecho uso de la facultad del artículo 22 del RD 7/1996 de publicar la Ordenanza 21 de marzo de 1997, reguladora de los requisitos para la prestación de los “servicios públicos” (sic) funerarios en el municipio de Madrid. Si bien es cierto que la citada Ordenanza hace uso de la facultad del RDL 7/1996, también es cierto que emplea una terminología equivocada, toda vez que terminológicamente emplea la expresión de “servicio público”, para denominar a un servicio que carece de tales caractereses -especialmente- porque un Real Decreto Ley -norma de rango superior- ha procedido a su descatalogación, como tal servicio público. Por consiguiente, la situación actual consiste en que desde enero de 1997 se han liberalizado la prestación de los servicios funerarios. Sin embargo, determinadas situaciones no se han podido corregir con la entrada en vigor de tal RDL 7/1996. En efecto, aunque de lege data se haya permitido que todos los operadores existentes en el mercado, previa licencia, participen libremente en el mercado, dentro de un plano de igualdad competitiva, de hecho, la situación no está corregida. Así sucede, por ejemplo, en algunos Municipios en los cuales la empresa encargada de la prestación de dichos servicios es una Empresa con forma propia del Derecho privado, una Sociedad anónima, prototipo de sociedad capitalista por excelencia. Esta empresa encargada de la gestión de los servicios normalmente trae causa de una anterior empresa monopolística de servicios funerarios, en la cual la mayoría del capital social suele estar en manos privadas y un cierto porcentaje pertenece a la titularidad municipal. Así las cosas, la empresa pública con independencia de la forma que haya adoptado para la participación en la prestación de los servicios funerarios, debe someterse al régimen de la libre competencia, salvo que haya existido la correspondiente reserva por Ley. Como dispone el informe del TDC de 1993 al que anteriormente hemos hecho mención, los Ayuntamientos pueden prestar los servicios funerarios aunque de forma subsidiaria. Sin embargo, actualmente algunos Ayuntamientos prestan los servicios funerarios como si de servicio público se tratara. Esto es, prestan los servicios funerarios a través de un sistema indirecto de gestión de los intereses públicos; es decir, mediante la creación de una empresa que adopta la forma societaria de Sociedad Anónima y participada por capital privado. De este modo, los servicios funerarios que tras la liberalización -en principio- deben someterse a la prestación por parte de la iniciativa privada, son tratados por algunos Ayuntamientos como servicios públicos. En su caso, la participación dentro del mercado de los servicios funerarios debe ser realizada por las empresas en las cuales los Ayuntamientos ostentan cierta participación como un operador más y en plano de igualdad, de forma que no distorsione el funcionamiento de la libre competencia y se beneficie de la situación adquirida por el momento anterior a la liberalización. Por lo tanto, la información privilegiada a la que tiene acceso como empresa vinculada al ayuntamiento puede perjudicar el sistema de libre competencia toda vez que el sistema de contratación en los servicios funerarios o en tanatorios de titularidad municipal puede conceder ventajas indudables. Así las cosas, estas prácticas son prácticas que perjudican la libre competencia, y vulneran el artículo 1 de la LDC 16/1989, de 17 de julio. A tenor de tal precepto se prohibe “todo acuerdo, decisión, o recomendación colectiva, o práctica concertada, o conscientemente paralela, que tenga por objeto, produzca o pueda producir el efecto de impedir, restringir o falsear la competencia en todo o parte del mercado nacional y, en particular, los que consistan en: “d) la aplicación, en las relaciones comerciales o de servicio, de condiciones desiguales para prestaciones equivalentes que coloquen a unos competidores en situación desventajosa frente a otros.” En el mismo sentido se manifiesta el artículo 85 del Tratado de la Unión Europea, que dispone: “Serán incompatibles con el mercado común y quedarán prohibidos todos los acuerdos entre empresas, las decisiones de asociaciones de empresas y prácticas concertadas que puedan afectar al comercio de los Estados miembros y que tengan por objeto o efecto impedir, restringir o falsear el juego de la competencia dentro del mercado común y, en particular, los que consistan en: d) aplicar a terceros contratantes condiciones desiguales para prestaciones equivalentes, que ocasionen a éstos una desventaja competitiva.” Estos preceptos son aplicables a todas las empresas y el término se hace extensivo a comprende a todo sujeto, persona física jurídica pública o privada titular de relaciones jurídicas de contenido económico que opera en el mercado mediante la producción o distribución de bienes y servicios. Es frecuente que se trate de una sociedad de derecho privado pero también puede tratarse de una empresa pública. (vid. decisión de la Comisión de 21 de septiembre de 1978, 778/823/CEE, JOCE L 286, de 12 de octubre de 1978). También las prácticas pueden constituir un abuso de posición de dominio prohibidas por el artículo 6 de la Ley de Defensa de la Competencia y en el artículo 86 del Tratado de la Unión Europea que sancionan la explotación abusiva por una o varias empresas de su posición de dominio en todo o parte del mercado nacional. Además también debemos añadir que el artículo 2 del Tratado de la Unión Europea establece: “la Comunidad tendrá por misión promover mediante el establecimiento de un mercado común y de una unión económica y monetaria y mediante la realización de políticas económicas comunes contempladas en los arts. 3 y 3 A, un desarrollo armonioso y equilibrado de las actividades económicas en el conjunto de la Comunidad.....”. Por último, el artículo 31 del Tratado de la Unión Europea exige condiciones de igualdad para todos los agentes económicos: “los Estados miembros adecuarán progresivamente los monopolios nacionales de carácter comercial de tal modo que, quede asegurada la exclusión de toda discriminación entre los nacionales de los Estados miembros respecto de las condiciones de abastecimiento de mercado”. En suma, la prestación de los servicios funerarios debe realizarse en total igualdad en el plano de la competencia, de suerte que las empresas públicas dedicadas a esta actividad no perjudiquen a los demás competidores. Por este motivo, la situación especial del sujeto -tratarse de una entidad de carácter público o vinculada especialmente a este ámbito- constituye un aprovechamiento distorsionante de la competencia que perjudica todo el sector de los servicios funerarios.