Análisis del proceso de acumulación de capital en las

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VII Jornadas de Sociología UNGS
Análisis del proceso de acumulación de capital en las perspectivas críticas al
neoliberalismo en Argentina∗
Autor: Pablo Romá
Lic. En Sociología (FaHCE-UNLP)
email: pabloroma81@yahoo.com.ar
Introducción
La crisis de la economía mundial de mediados de la década del setenta condujo a
la necesidad de una reconversión o una reestructuración del modo capitalista de
acumulación. Desde principios de la década del ochenta, y generalizándose en la del
noventa, comenzó a imponerse un modo de acumulación caracterizado por un aumento
de la plusvalía absoluta y relativa, a partir de procesos que transforman las condiciones
de producción de valor y la extracción de plusvalor, como lo son la incorporación de
tecnología, la intensificación de los ritmos de trabajo y la reducción de los salarios,
junto con la flexibilización laboral, la precarización y la desocupación. En el caso
argentino de la década de los noventa, el proceso de reestructuración capitalista estuvo
vinculado con este proceso mundial y constituyó la forma concreta en que la burguesía
local se insertó en el modo de acumulación neoliberal.
Partiendo de este diagnóstico acerca de las características que asume el proceso
de acumulación de capital en Argentina en la década del noventa, en primer lugar, nos
proponemos recuperar las categorías con las que ha sido abordado este fenómeno desde
las perspectivas críticas al neoliberalismo, centrando nuestro análisis en los alcances y
límites de uno de los conceptos más importantes, con mayor difusión y repercusión,
como es el de régimen o patrón de acumulación de capital.
En segundo lugar, nos interesa analizar las características particulares que asume
el proceso de acumulación de capital, porque cuando se habla de cambios y
transformaciones en los patrones de acumulación, también se habla de crisis y
recomposición de la explotación y de la dominación capitalista, es decir, se habla de la
ofensiva capitalista neoliberal.
Este trabajo es una versión corregida del capítulo Acumulación de capital de la tesina de Licenciatura en
Sociología “Conflictividad social y dominación política en Argentina, 1989-2001” de la Facultad de
Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata.
∗
1
Por último, el objetivo de este trabajo es lograr una aproximación a la
determinación histórica de los conceptos en el caso particular de Argentina en la década
del noventa, que nos permita pensar las características que asume el proceso de
acumulación de capital en términos de procesos de insubordinación y resubordinación
de la clase trabajadora respecto de unas mismas relaciones sociales de explotación y
dominación capitalista.
Alcances y límites del concepto de régimen o patrón de acumulación
Para analizar el proceso de acumulación de capital en Argentina en la década del
noventa, como punto de partida nos proponemos recuperar las categorías con las que ha
sido abordado este fenómeno desde las perspectivas críticas al neoliberalismo. De esta
manera, vamos a enfocar nuestro análisis en uno de los conceptos más importantes, con
mayor difusión y repercusión: el de régimen o patrón de acumulación de capital.
Las perspectivas que se apoyan en esta categoría parten del supuesto de que su
utilización permite diferenciar los distintos comportamientos económicos que se
suceden en el tiempo y, de esa manera, delimitar etapas.
Más precisamente, E. Basualdo en el artículo “Concepto de patrón o régimen de
acumulación y conformación estructural de la economía”, considera que se trata de un
instrumento analítico sumamente trascendente porque refiere a la articulación de un
determinado funcionamiento de las variables económicas dentro de una estructura
económica, con una peculiar forma de Estado y con las luchas entre bloques sociales
existentes. En este sentido, importa comenzar a analizar algunas de las características
que presenta el concepto de régimen o patrón de acumulación.
En primer lugar, es preciso indicar -en términos del autor- que para poder
constatar la existencia de un patrón de acumulación de capital es necesario que las
variables económicas cumplan con dos requisitos: primero, la regularidad en su
evolución; y segundo, la existencia de un patrón de prelación entre ellas, es decir, la
existencia de una relación de preferencia o jerarquía entre esas variables económicas.
En segundo lugar, sostiene el autor que “… el tránsito de un patrón de
acumulación de capital a otro puede traer aparejada una modificación en los factores
que determinan el comportamiento de las diferentes variables económicas. Por supuesto
se trata sólo de una posibilidad pero que es relevante advertir para, por un lado, no
adoptar concepciones mecanicistas de la vida social y económica. Por otro lado, porque
cuando se modifican las causas que definen el comportamiento de una variable
2
económica estamos ante un cambio en el patrón de acumulación o ante modificaciones
cualitativas dentro de un mismo patrón de acumulación de capital.”1
Basualdo es cauto con respecto a caer en concepciones mecanicistas de la vida
social y de la economía. Sin embargo, a partir de su definición del concepto de régimen
o patrón de acumulación es posible identificar un problema en relación a la tendencia a
explicar la historia mediante el uso de modelos, es decir, a través de una determinada
articulación entre el funcionamiento de las variables económicas, una peculiar forma de
Estado y las luchas entre bloques sociales existentes.
Esta es una articulación que podría generalizarse y emplearse como una suerte
de modelo para la interpretación de una variedad de casos, y por consiguiente, a partir
de este concepto podríamos realizar comparaciones con otros modelos, por ejemplo, la
articulación de una estrategia de acumulación orientada hacia el mercado interno y un
proyecto hegemónico populista.
Como sostiene A. Bonnet en La hegemonía menemista, la explicación modélica
residiría “precisamente en que reduciría las crisis capitalistas a procesos de transición
entre modelos determinados por la funcionalidad o disfuncionalidad registradas entre
sus elementos, concediendo una posición subordinada o incluso no concediendo
ninguna posición a la lucha de clases en dicha explicación.”2 Y, es en este sentido, que
Basualdo realiza una comparación del modelo agro exportador, el modelo de sustitución
de importaciones y el modelo de la valorización financiera.
La crisis del modelo agro exportador se explicaría por la convergencia, en el
marco de la infraestructura industrial existente, de una extensión de las empresas locales
con la radicación en el país de subsidiarias extranjeras destinadas ahora a abastecer el
mercado interno. Mientras que la crisis del modelo de sustitución de importaciones y la
implementación del modelo de valorización financiera se explicaría, porque éste va
cobrando forma a partir de que las fracciones del capital dominante contrajeron deuda
externa para luego realizar un plus con esos recursos en activos financieros en el
mercado interno (títulos, bonos, depósitos, etc.) con el propósito de valorizarlos debido
a la existencia de un diferencial positivo entre la tasa de interés interna e internacional, y
posteriormente fugarlos al exterior.
1
Basualdo, Eduardo. “Concepto de patrón o régimen de acumulación y conformación estructural de la
economía.” Documento Nº 1, Maestría en Economía Política, Área de Economía y Tecnología FLACSOArgentina, marzo 2007. En línea: [http://www.flacso.org.ar/publicaciones_vermas.php?id=352]. pág. 7
2
Bonnet, Alberto. La hegemonía menemista. El neoconservadurismo en Argentina, 1989-2001. Prometeo
Libros. Buenos Aires. 2008. pág. 279. En términos de la crítica que realiza Bonnet, este tipo de
explicaciones incurrirían en una auténtica fetichización de los modelos que emplea.
3
Aunque Basualdo considera que esa articulación no puede pensarse por fuera de
la relación capital trabajo, es necesario incorporar otros elementos para explicar los
cambios de lo que el autor llama el “comportamiento económico a lo largo del tiempo”,
sin caer en una estática modelización.
Para analizar estos cambios y transformaciones, consideramos necesario
incorporar el concepto de capital. A. Shaikh, recupera la noción marxiana clásica de
capital que lo postula no como una entidad física o financiera, sino como una estructura
históricamente específica de relaciones sociales que “entraña diferentes elementos de
reproducción social y los convierte en recursos para la obtención de sus propios fines.”3
Como refiere el propio Marx: “también el capital es una relación social de
producción. Es una relación burguesa de producción (…) todos los productos que lo
integran son mercancías (…) es una suma de mercancías, de valores de cambio, de
magnitudes sociales (…) en cuanto fuerza social independiente, es decir, en cuanto
fuerza en poder de una parte de la sociedad, se conserva y aumenta por medio del
intercambio con la fuerza de trabajo inmediata, viva. La existencia de una clase que no
posee nada más que su capacidad de trabajo es una premisa necesaria para que exista
capital”4.
De este modo, pensar en el concepto de capital inevitablemente conlleva
entender el problema de la ganancia como fin y la razón de ser del capitalismo. Pensar
en términos de acumulación de capital es pensar en términos de que “el capital
individual es invertido con el propósito de obtener una ganancia y expandir el capital
disponible. Para poder continuar haciéndolo, este valor capital ampliado debe ser
lanzado a la pelea de nuevo, en mejores condiciones. A un nivel agregado, este circuito
recursivo da origen a un proceso dinámico de crecimiento cuyos patrones estructurales
subyacentes están ocultos bajo su aparente desorden. Marx denomina estos patrones
económicos de largo plazo ‘leyes generales de la acumulación capitalista’”.5
3
Shaikh, Anwar. Valor, acumulación y crisis: ensayos de economía política. Capítulo 1: “Conceptos
básicos del análisis económico marxista”. RyR. Buenos Aires. 2006. Pág. 39
4
Marx, K. Trabajo asalariado y capital – Salario, precio y ganancia. Editorial Polémica. Buenos Aires.
1974. Págs. 37-38-39. Destacado del autor.
5
“Existen tres leyes generales que desempeñan el papel fundamental en el análisis económico de Marx.
La primera de ellas contempla la concentración y centralización que acompañan a la acumulación de
capital. La segunda se relaciona con la tendencia intrínseca del capital a crear y mantener un fondo
universal de desempleo y empleo parcial, un verdadero ejército internacional de reserva de trabajo. La
tercera ley general tiene que ver con la tendencia de la acumulación a hacer decrecer la tasa de ganancia
y, por lo tanto, a socavar la acumulación en si misma. Las periódicas crisis económicas generales, es
decir, depresiones, son la inevitable consecuencia de esta tendencia general de la tasa de ganancia a caer.”
Shaikh, Anwar. Op. cit. pág. 40
4
Siguiendo a Bonnet: “La tendencia a la constitución de una tasa media de
ganancia es, sin más, la tendencia a la constitución del capital como relación social
global y, por supuesto, del antagonismo entre capital y trabajo inherente a dicha relación
como un antagonismo global (…) El interés capitalista colectivo en la explotación del
trabajo colectivo es, entonces, una determinación más básica que la correspondiente a la
medida en que los capitales individuales y las distintas fracciones del capital participan
de esa explotación global, según sus respectivas participaciones en la propiedad del
capital global. Y la articulación de los intereses económicos inmediatos de las distintas
fracciones de la burguesía y los distintos burgueses individuales en un interés
económico (así como político) estratégico común, polarizada por la fracción
hegemónica, descansa sobre ese interés capitalista colectivo en la explotación (y la
dominación) de la clase trabajadora en su conjunto.”6
Ahora bien, cuando Basualdo hace mención a la articulación entre una
hegemonía política y un patrón de acumulación, se manifiesta una tendencia hacia una
cristalización de las categorías capital y trabajo y, de este modo, a perder de vista que
ambas categorías constituyen formas de existencia diferenciadas de unas mismas
relaciones sociales antagónicas en los distintos momentos históricos. Este antagonismo
está inscripto de antemano en dichas formas con independencia de su articulación
coyuntural con los intereses de una fracción hegemónica particular.
Este punto es de suma importancia porque hablar de cambios y transformaciones
en los patrones de acumulación es hablar de crisis y, en el caso particular de Argentina
de los noventa, también es hablar de recomposición de la explotación y de la
dominación capitalista, es decir, es hablar de la ofensiva capitalista neoliberal. Hablar
de cambios en el patrón de acumulación de capital, nos está indicando un proceso
determinado de crisis y recomposición de las relaciones entre capital y trabajo. Y, como
sostiene Bonnet, “estos procesos, son en definitiva, procesos de insubordinación y
resubordinación de la clase trabajadora respecto de unas mismas relaciones sociales de
explotación y dominación capitalista.”7
Sin embargo, una vez planteada la discusión sobre los alcances del concepto de
régimen o patrón de acumulación de capital, es conveniente realizar una diferenciación
conceptual respecto a los términos de régimen y de patrón de acumulación, presentados
6
7
Bonnet, Alberto. Op. cit. pág. 279-280
Ibídem., pág. 215
5
en Basualdo como sinónimos, para evitar caer en una dicotomía que obligue a rechazar
o aceptar el concepto como un absoluto.
El término de régimen de acumulación operado por la Teoría de la Regulación,
como sostiene R. Astarita: “denota un modo de acumulación que es estable durante un
lapso de tiempo prolongado, caracterizado por una organización particular de la
producción en las empresas (por ejemplo en el fordismo la cadena de montaje, o los
sistemas tayloristas); una distribución del ingreso entre salarios, ganancias y beneficios
(combinación de una producción en masa con una distribución progresista o regresiva
del ingreso entre los trabajadores); y un volumen y composición específicas de la
demanda efectiva (la demanda puede estar impulsada principalmente por la demanda
para inversores, por la demanda de bienes de consumo durables). Así se define un
patrón de crecimiento económico particular. Dado entonces que el sistema capitalista se
caracteriza por las decisiones descentralizadas de los individuos, la regulación enfatiza
que es imposible que el sistema económico por sí mismo compatibilice las formas de
producción con las formas de distribución del ingreso y consumo, por lo cual se hace
necesaria la intervención del Estado. Por eso mismo las constancias que caracterizan a
un modelo de acumulación son, en buena medida, una expresión de estas mismas
instancias institucionales.”8
En cambio, distinto a definir al proceso de acumulación de capital como un
sistema cerrado y sostenible en el tiempo, desde otras perspectivas la utilización del
término patrón de acumulación permite identificar especificidades de la acumulación de
capital. Es decir, permite identificar qué sectores se benefician de las rentas
extraordinarias; cómo se desenvuelven las variables económicas; cuál es el sector de
actividad predominante y cuáles son los niveles de la tasa de explotación del trabajo.
Así, este término permite analizar líneas de continuidad y de ruptura respecto a las
formas que asume la acumulación de capital en los distintos momentos históricos, sin la
necesidad de sostener al Estado nacional como el garante en última instancia de una
distribución progresiva o regresiva según su nivel de intervención en la economía.
Como sostiene C. Castillo9, la ofensiva neoliberal profundizó la tendencia
general de la dominación capitalista a la explotación del mundo colonial y semicolonial, pero esta complejización se debe a la tendencia a instalar una nueva división
8
Astarita, Rolando. “Sobre Estado y relaciones sociales. Una aproximación desde el punto de vista del
método”. En Realidad Económica nº 212, mayo-junio 2005
9
Castillo, Christian. “Peculiaridades y contradicciones del actual patrón de acumulación”. En: Lucha de
clases nº 7. 2007
6
internacional del trabajo producto de la fase de expansión del capital financiero y una
parte de la producción manufacturera que se ha trasladado de los países imperialistas
hacia otras regiones y países. En este sentido, el término de patrón de acumulación a
partir del análisis del desarrollo desigual y combinado en los países de la periferia
capitalista, posibilita dar cuenta, por ejemplo, de que la cima capitalista en esas regiones
y países, opera con niveles de productividad y competitividad que permiten competir en
el mercado mundial, como es el caso de la agroindustria, de la siderúrgica y en parte de
la industria automotriz en Argentina.
De este modo, pensar la articulación entre variables económicas, una forma de
Estado y las luchas sociales importa para comprender dialécticamente las múltiples
determinaciones en las que se apoya la política de dominación capitalista, es decir, la
forma en la que se manifiesta la ofensiva capitalista neoliberal en Argentina en la
década del noventa.
Por cierto, es de destacar la capacidad comparativa de la noción de régimen o
patrón de acumulación de capital propuesta por Basualdo. Sin embargo, al perder de
vista la importancia de los resultados de las luchas entre las fuerzas sociales y su
relación con la reproducción -no ya de un régimen particular de acumulación sino de
éste con respecto al funcionamiento del capitalismo como sistema (entendido en el
marco de las relaciones internacionales)-, se corre el riesgo de sobrevalorar la capacidad
comparativa en la explicación de los cambios entre distintos regimenes de acumulación
como oportunidades de mayor o menor ganancia para una fracción, dando lugar a una
explicación fraccionalista y circunscripta a escala nacional del proceso de acumulación
capitalista. De este modo, se soslaya un análisis que apunte a explicar las crisis, las
reestructuraciones, las ofensivas del capital y los avances y retrocesos de las clases
sociales en pugna.
Características del proceso de acumulación en Argentina en la década del novena
Pensar la articulación de variables económicas, dentro de una particular
estructura económica y una particular forma de Estado como lo es en el modelo de
valorización financiera, plantea una visión de la relación entre Estado y mercado y la
función que en ella cumple la clase dominante, al menos problemática.
El avance o retroceso del Estado y el mercado no constituyen un sistema de
“suma cero”. Es decir, no siempre que avanza uno retrocede recíprocamente el otro. Por
el contrario, sucede que en el caso de lo que Bonnet denomina hegemonía menemista, el
7
Estado y el mercado avanzan conjuntamente y en el mismo sentido con una estrategia
común. Sólo se puede sostener tal separación entre lo político y lo económico en un
nivel específico de abstracción, dado que ambos son elementos constitutivos del sistema
capitalista.
De este modo, es posible pensar que no sólo la clase hegemónica tiene un
proyecto específico de nación, de un modo de funcionamiento de la economía y de los
roles que en ella le tocan al sector público y privado (entre otras cosas por ello se
distingue de una clase meramente dominante en lo económico), sino que sería ingenuo
sostener que tales transformaciones en la economía de un país son posibles por fuera de
la acción y decisión estatal, es decir, sin la intervención de sus distintos niveles de poder
institucional. Asimismo, las tensiones sociales de tales procesos involucran al conjunto
de la sociedad y desatan procesos de lucha en distintos niveles.
En tal sentido, la estrategia global de dominación burguesa genera las
condiciones de posibilidad para estructurar todo el período mediante la política de
convertibilidad y reforma del Estado. Pero, para explicar el modo de acumulación
neoliberal, es necesario centrarse en el origen del valor no como un resultado de la
opción más rentable para el excedente -donde la valorización financiera es una de las
formas de acumulación capitalista, pero que no escapa a los procesos de concentración y
centralización del gran capital- sino como resultado de un proceso no exento de
complejas articulaciones entre las dimensiones políticas y económicas de la sociedad.
En el marco del análisis de Bonnet sobre las particularidades de la acumulación
de capital en Argentina de los noventa, el autor sostiene que hay dos elementos que son
centrales para dar cuenta de este fenómeno: las crisis hiperinflacionarias de 1989/90 y el
Plan de Convertibilidad de 1991.
Respecto a las crisis hiperinflacionarias, Bonnet sostiene que la “explosividad de
la situación” para fines de 1988 ya no se podía encontrar en la puja entre capitalistas y
trabajadores como en los otros procesos inflacionarios, que se traducían en los espirales
de aumentos de los precios y salarios, sino que conllevará una “desconocida
expropiación extraordinaria” de ingresos de la sociedad entera por un puñado de
grandes capitalistas, a partir de las corridas especulativas hiperinflacionarias de
1989/90.
El autor habla de expropiación extraordinaria para hacer referencia a la
supresión de las condiciones “necesarias” para la acumulación capitalista, es decir, la
situación se presenta como un caos, ya que al suprimir las condiciones para la
8
acumulación capitalista en la sociedad capitalista, se suprimen los requisitos para la
reproducción de la sociedad misma.
En el marco de la ofensiva capitalista, este proceso hiperinflacionario plantea
una fuerte profundización de esa ofensiva contra los trabajadores, ya que modifica las
relaciones económicas y sociales de fuerza que impuso -en términos del autor- las
condiciones de posibilidad para la hegemonía menemista. Esta modificación de las
relaciones de fuerzas permitió la consolidación de la política de dominación burguesa en
Argentina en la década del noventa.
Bonnet plantea una diferencia con otras interpretaciones, como por ejemplo la de
Basualdo, al considerar que esta ofensiva no significa que sólo pueda ser explicada a
partir de los conflictos al interior de la burguesía y que la clase trabajadora no haya
desempeñado papel alguno, producto del inmovilismo que genera el transformismo en
los sectores populares.
Sin embargo, no deja de sostener que los conflictos interburgueses han jugado
un papel importante en la dinámica de este proceso hiperinflacionario. Dentro de la ya
mencionada puja alrededor del cambio de diagnóstico, otro elemento de suma
importancia en términos de los conflictos interburgueses es la cesación de pagos de la
deuda externa desde abril de 1988, ya que a partir de allí “se incrementó la capacidad de
presión de los acreedores y los organismos financieros que los representaban en el
sentido de una reestructuración capitalista más profunda, agudizando el conflicto
interburgués e inclinando la balanza a favor de las fracciones de la gran burguesía más
vinculada con el mercado mundial y alineadas con esa reestructuración.”10
Esta disputa interburguesa se resuelve por lo que Bonnet denomina situación de
expropiación extraordinaria. Los alineamientos interburgueses en el punto álgido de la
crisis son desplazados a un segundo plano por una situación de “sálvese quien pueda”.
Lo que está en crisis no es la primacía de una fracción burguesa sobre otra, sino la
reproducción misma del sistema. Estas disputas se cierran con la crisis misma a partir de
la puesta en marcha de la solución que implica el modelo de convertibilidad y la
reestructuración capitalista. En este sentido, “los procesos hiperinflacionarios
impondrían, a su vez, esta nueva correlación de fuerzas que operaría como condición de
posibilidad para la ulterior recuperación y desarrollo de esa reestructuración
capitalista.”11
10
11
Bonnet, Alberto. Op. cit. pág. 196
Ibídem., pág. 197
9
Por tanto la superación del caos, esto es, que los capitalistas puedan imponer sus
intereses de conjunto, sólo es posible a través de la mediación política del Estado.
Bonnet pone de manifiesto la relación entre un proyecto hegemónico y una forma de
Estado como condición de posibilidad para la superación del caos hiperinflacionario. La
implementación de la convertibilidad será el marco operativo donde se da la conversión
de la gran burguesía de clase dominante sólo en términos económicos a clase
hegemónica. Sin embargo, la clase trabajadora articuló una serie de respuestas a esta
ofensiva que van desde la tendencia a la acción directa a partir del Santiagazo, hasta los
paros generales, pasando por la ocupación de fábricas y el reclamo de trabajo genuino,
tendencia a la autodefensa a través del piquete y del corte de ruta como método en los
levantamientos de desocupados.
El segundo elemento que analiza el autor es el Plan de Convertibilidad. La
aplicación en 1991 de este plan significó la eliminación del recurso de las devaluaciones
competitivas y la insersión del capitalismo argentino en el mercado mundial. Esta
orientación de la economía impuso una presión constante hacia el aumento de la
explotación del trabajo, puesto que la insersión el mercado mundial dependía de la
competitividad, es decir, dependía de sus costos laborales unitarios relativos. Y por lo
tanto, en condiciones de paridad cambiaria, esa insersión dependía exclusivamente del
salario y la productividad del trabajo, que a su vez, son los indicadores de la explotación
del trabajo.
La importancia de la explotación del trabajo, radica en que no sólo determina la
capacidad de insersión de una economía en el mercado mundial, sino también en la
capacidad de captación de flujos internacionales de capitales, tanto productivos como
financieros. En este sentido, la tasa de explotación determina el balance de pagos de la
economía de conjunto como también la mayor o menor incidencia del peso de la deuda
externa privada y pública.
La convertibilidad entendida como estrategia de acumulación, tiene como
primera implicancia, la renuncia del BCRA a dos cuestiones: “la primera renuncia
significaba que, en adelante, los déficit fiscales no podrían superar niveles financiables
en los mercados de capitales a una tasa de interés cercana a aquella de los títulos en
dólares. Se seguía de aquí la necesidad imperiosa de un aumento del ingreso y/o una
reducción del gasto público así como, en la medida en que resultaran insuficientes, una
sostenida dependencia respecto del financiamiento interno y/o externo, vía
endeudamiento público y/o venta de activos público. La segunda renuncia significaba
10
por su parte que, en adelante, la función del Banco Central, como prestamista en última
instancia, se restringiría a la porción de sus reservas mantenidas en títulos de deuda.”12
De este modo, lo que está planteado es la necesidad de resolver el problema de
los ingresos, lo cual se hizo efectivo centralmente con las privatizaciones y con la
emisión moderada de deuda13, en el contexto de mercados financieros internacionales de
bajas tasas de interés y alta liquidez y al amparo del Plan Brady, se sostuvo la
consistencia entre este resultado y la vigencia de la convertibilidad.
La crisis de 1995 planteo problemas sobre la reducción del gasto público14 y
como respuesta se implementó la aplicación de los conocidos “paquetazos impositivos”.
La presión hacia el equilibrio fiscal, fue el primer mecanismo de disciplinamiento de los
trabajadores. El equilibrio fiscal podía alcanzarse a partir del aumento de la
productividad y de la competitividad. En este marco se implementan medidas como la
reducción de los aportes patronales y los impuestos al consumo15. La parte del
desequilibrio fiscal que no podía solventarse mediante esta transferencia de ingresos de
los sectores populares y medios, debía ser solventada mediante endeudamiento externo.
“La especificidad de la presión hacia el equilibrio fiscal inherente a la convertibilidad
radicó en que la propia presión que ejercía la convertibilidad en el sentido de un
aumento de la productividad y la competitividad del sector privado imponía, en buena
medida, que el ajuste del sector público no se descargara sobre la rentabilidad de los
capitalistas sino sobre los salarios de los trabajadores.”16
Como sostiene A. Piva17, la ofensiva neoliberal aumentó la productividad del
trabajo mediante inversión en equipamiento y mediante la flexibilización laboral, tanto
en términos de intensidad laboral como de flexibilización en las normas. A ello se suma
el crecimiento del desempleo, el trabajo en negro y la precarización laboral.
12
Ibídem., pág. 317
“La crisis de 1995 impuso, empero, una severa contracción en los ingresos públicos. Aparecieron
déficit primarios de un 0.9 y 1.2% del PBI, que se elevaban a 2.9 y 3.2% computando los intereses, en
1995 y 1996.” Ibídem., pág. 321
14
El gasto público se redujo, uno dos puntos del producto, entre 1994 y 1997, para recuperarse más tarde
hasta alcanzar su máxima incidencia en el disminuido producto de 2001.
15
“En efecto, en un contexto de mercados financieros internacionales golpeados sucesivamente por las
crisis asiática de 1997 y rusa de 1998, con el sostenido incremento de spreads resultante, la emisión de
deuda externa para financiar estos déficit ascendió a montos nominales anuales de 11500 millones de
Dólares entre 1997 y 2000 (y a unos 32.500 millones, canje mediante, en 2001). La incidencia de los
intereses se incrementó así sostenidamente, de un 2.3 a un 5.1% del producto entre 1997 y 2001,
explicando en gran medida los déficit fiscales registrados durante esos años.” Bonnet, Alberto. Op. cit.
pág. 321-322
16
Ibídem., pág. 322
17
Piva, Adrián. “Acumulación de capital, desempleo y sobreocupación en Argentina (1989-2003)”.
Cuadernos del Sur nº 38/39. Mayo 2005 pág. 57
13
11
En este sentido, la productividad marca un incremento del 69.5% entre 1991 y
2000; y la productividad horaria, también muestra un crecimiento del 68.3% para el
mismo período. Además, es posible observar que el nivel salarial no se correspondió
con este incremento de la productividad y la intensidad laboral.
El salario real, ha sufrido una variación en términos de los niveles de
crecimiento y caída. Entre 1991 y 1994, podemos observar un crecimiento en el salario
real promedio, y a partir de 1995 es posible observar una tendencia decreciente que en
2001 tuvo su punto más bajo de todo el período. De esta manera, el salario real corrió de
atrás respecto de los niveles de productividad aún cuando experimentó un crecimiento,
pero la caída a partir de 1995, va a significar una presión constante hacia la baja, a partir
de los crecientes problemas de la economía local para competir en el mercado
internacional. A pesar de que en la primera etapa de la convertibilidad se produjo una
importante renovación de capital fijo, incrementando la productividad y la intensidad
laboral, luego de 1995, la forma de mantener la capacidad competitiva era reducir los
costos de la producción y eso se tradujo en una presión constante del salario hacia la
baja y aumento de los niveles de desocupación.
En este sentido, es posible observar que desde 1991 hasta 1998, el
funcionamiento del modelo de convertibilidad tuvo como resultado un proceso de
concentración y centralización de capital que se desarrolló sobre un aumento de la
explotación de la fuerza de trabajo. Este proceso de ofensiva del capital sobre la clase
trabajadora, fue posible a partir del disciplinamiento que ejercieron el proceso
hiperinflacionario de 1989/90 y el crecimiento de los niveles de desocupación -cuyo
pico llegó a ser de 18.4% en mayo de 1995-, expresado en el fortalecimiento de la clase
capitalista y en el debilitamiento de la clase trabajadora.
En términos de este proceso, es posible observar que las causas del desempleo se
pueden ubicar tanto en el sector público a partir de la Reforma del Estado, como en el
sector privado en términos de las condiciones que impone la competencia en el mercado
mundial.
Las causas de los despidos motivadas por la Reforma del Estado, se relacionan
con la reestructuración de la administración pública a nivel nacional y en menor medida
en las administraciones provinciales. Pero también, es posible observar los despidos
relacionados con la privatización de las empresas.
Las causas de los despidos en el sector privado, tienen una intrínseca relación
con las condiciones que plantea el régimen de convertibilidad, a partir de la apertura
12
económica, que generó como rasgo estructural del funcionamiento del régimen
convertible, una presión sobre las empresas para incrementar la productividad y la
intensidad laboral para enfrentar la competencia internacional. Este hecho significó
consecuencias para los niveles de empleo. Una de estas consecuencias radica en que
esta presión respecto a la capacidad de competir a nivel internacional, generó la quiebra
de una parte del capital industrial que no estaba en condiciones de competir a ese nivel,
produciendo una pérdida de empleos. Otra de las consecuencias, la podemos encontrar
en relación a las empresas que sí tenían la capacidad para competir en el mercado
internacional. Estas empresas modificaron sus procesos de trabajo e incorporaron
nuevas tecnologías para conservar o aumentar sus niveles de ganancias a partir del
aumento de la productividad y la intensificación del trabajo, a través del reemplazo de
trabajo vivo por trabajo muerto.
Es importante destacar, que en las fases recesivas del régimen de
convertibilidad, esta dinámica significó la expulsión de fuerza de trabajo en el sector
privado. En este sentido, el régimen de convertibilidad necesitaba funcionar con niveles
de desocupación altos, aunque es posible observar que en los momentos de crecimiento
económico el desempleo bajó, pero no lo suficiente como para disminuir la alta
proporción de desocupados, como por ejemplo durante 1997 y 1998. Pero, la recesión
que comienza en 1998, volvió a provocar un incremento de la desocupación que no se
recuperó hasta 2003.
De esta manera, el incremento de la explotación del trabajo vinculada a la
reorganización del aparato estatal, generó un inédito ejército industrial de reserva, que
funcionó descendiendo en los períodos de prosperidad y ascendiendo en los períodos
recesivos.
La debilidad externa del proceso de acumulación, producto de la complejización
que asume la ofensiva neoliberal en los países de la periferia capitalista -en donde se
combinan sectores de actividad que operan con altos niveles de productividad y
competitividad en condiciones de insertarse en el mercado mundial, con otros sectores
que se sostienen sobre la explotación de productos de bajo valor agregado y
dependientes del endeudamiento externo-, significó que se sostuvieran altos niveles de
desempleo, porque la tasa de explotación no sólo determina la inserción de la economía
al mercado mundial, sino también la capacidad de esa economía de captar flujos de
capitales productivos y financieros en mayor medida. En este sentido, la desocupación
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es un elemento fundamental en el sostenimiento de la ofensiva capitalista contra el
trabajo para permitir la reproducción de la acumulación de capital.
La importancia de mantener el equilibrio fiscal a través del aumento de la
productividad y de la competitividad, radica en que la única fuente para la creación de
dinero era el sector externo. La convertibilidad suprimió el mecanismo de devaluaciones
competitivas y se implementó la apertura casi irrestricta del mercado doméstico a la
competencia internacional. De esta manera, la integración al mercado internacional
exigía una presión constante hacia el incremento de la explotación del trabajo, cuya
expresión se estableció en los niveles de salario y de la productividad del trabajo.
En este sentido, se puede decir que es posible analizar la acumulación de capital
en sentido clásico. De esta manera, podemos observar como el funcionamiento del
régimen de convertibilidad se dio en condiciones de auge y en condiciones recesivas, en
el primer caso ese auge se alimentaba del ingreso de capitales desde el exterior y se
potenciaba con el antedicho aumento de la productividad del trabajo; y en el segundo, la
recesión era acompañada por el reflujo de esos capitales y la consecuente deflación, lo
que hacía depender la rentabilidad de la capacidad para reducir el salario nominal.
Conclusión
En suma, consideramos que es necesario tomar cierta distancia de las
perspectivas que analizan el modelo de convertibilidad como un mero comportamiento
de rapiña económica perpetuada por una burguesía con intereses cortoplacista de tipo
rentístico-financiero. Como reconoce Bonnet, si bien estas interpretaciones críticas al
neoliberalismo aciertan en señalar la distribución regresiva del ingreso y la merma de
las autonomías nacionales, a la hora de explicar el proceso de acumulación incurren en
reducciones fraccionalistas a escala nacional de la lucha de clases tendientes a señalar
sólo disputas entre distintas fracciones burguesas, cuestión que sería resuelta por la
hegemonía de un proyecto burgués progresista dispuesto a asumir ciertos riesgos que
encausen la intervención estatal hacia un régimen de acumulación progresivo. Sin
embargo, consideramos necesario avanzar en la perspectiva que ubica a la
convertibilidad en el centro de la política que posibilitó la profundización de la
dominación capitalista en Argentina de la década del noventa, junto a la mediación
política del Estado y al papel desempeñado por la clase obrera y los sectores populares
en el marco de esta ofensiva neoliberal.
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