Los Xochimamastles de Xoxocotla, Reflexión entre el Concepto y la Praxis de la Cultura E l estado de Morelos carece de una legislación en materia de cultura. Sin embargo, han existido esfuerzos realizados por diferentes actores y sectores que han pugnado por una ley que reconozca y garantice el derecho a la diversidad y al desarrollo cultural. No podemos negar que se han elaborado iniciativas de ley por diputados de diversas fracciones parlamentarias. Tampoco podemos negar las declaraciones a favor de la cultura como motor de la economía o de la reconstrucción del tejido social tan dañado en nuestro país. Sin embargo, poco se ha discutido respecto a qué concepto de cultura nos referimos en una nación y una entidad que se definen así mismas como multiculturales, pluriétnicas y multilingüísticas. A veces, parece que se toma la diversidad como justificación para decir que nunca nos pondremos de acuerdo en el concepto y apelando a esa ambigüedad, se da por hecho que todos entendemos lo mismo. Sorprendentemente existen individuos en el ámbito de las dependencias especializadas en la cultura y aún entre los grupos de las comunidades originarias que asocian la cultura al arte y ciñen las acciones solo a la expresión artística. De ahí, que alguien “culto” es alguien con la sensibilidad y capacidad de apreciar las bellas artes. Se aspira a una “Alta Cultura” y por ende, los creadores de la cultura son los instruidos y extraordinarios. Esto de alguna manera, ha llevado a pensar que la cultura debe de ser manejada por especialistas y la niega como una producción que construyen todos los grupos sociales en todos los ámbitos de la sociedad. Posiblemente esta forma de estrecha manera de concebir las cosas es la que lleva a definir términos como: Servicios culturales, consumidores de cultura y usuarios de los servicios culturales, entre otros. Pero además, algunos dan por hecho que solo corresponde al gobierno mediante sus instituciones, la función de regir, promover y encausar dicho desarrollo. Esto genera una mirada que solo legitima a los generadores de cultura como un grupo reducido de notables, convertidos en élites o cúpulas. Hay quienes promueven esta manera de entender las cosas y la aspiración a ser triunfadores para que algún día, lleguen a formar parte de esos distinguidos grupos. Se llega a pensar que se requiere otra sociedad, más culta. . . . . . Pero como la cultura/ bellas artes es de las élites, no cabe el grueso de la población, por eso no es un modelo no acorde a la realidad mexicana. Se descalifica a los modelos participativos y a las propuestas de ciudadanización como forma de consolidar los avances democráticos que hace la ONU al estado mexicano, como irrealizables o dificilísimos. ¿Qué hacer entonces? La sugerencia en esta ocasión, es voltear a ver la realidad mexicana, con otra concepción más inclusiva, que abareque a lo que se produce como cultura, desde toda la gama de los grupos sociales que conforman nuestro país. Nos referimos a lo real pues. Es decir, ponerle atención a lo que pasa en el barrio, en la cuadra y seguro, encontraremos casos como el que describo en el presente artículo que son las creaciones culturales de la gente en los ámbitos de los pueblos originarios de Morelos Ser Xochitero en Xoxocotla. El término Xochimamastles se refiere a un resplandor de flores, en ramilletes o rodelas. Son una artesanía ritual construidas con flor de Sempoalxochitl, carrizo, hojas de limón y de zapote para las ofrendas de diferentes fiestas de los pueblos nahuas del estado de Morelos. En el pueblo de Xoxocotla, donde la técnica de construcción tiene sus particularidades, se habla de Xochimamastles de tres figuras, aunque solo hemos podido apreciar los de dos. Se componen de una vara grande, que es una base de carrizo que se forra y se integra al cuerpo. En el extremo superior tiene una hendidura en la cual se van integrando Marco Tafolla Soriano Proyecto, Etnografía de la Regiones Indígenas de México al Inicio del Milenio las demás varitas de totoixkitl forradas y con el número de flores que requieren para formar las figuras. Esto depende del tamaño del Xochimamastle, el diseño y la ocasión. El lugar en el que convergen las varas en el carrizo se vuelve el centro del cual se desprenden en forma de rayos hacia afuera, formando una circunferencia a la que se da ruedo con un mecate de dos brazadas y media para poder distribuirlas de tal manera que se aprecie la figura. Esto hace recordar lo que Maria Sten decía que los antiguos mexicanos representaban los años en la “rueda del tiempo”, ésta contenía el siglo indígena conformado por 52 años, y estaba dividido en cuatro partes del universo: oriente, occidente, norte y sur. Contaban el tiempo con la rueda que simbolizaba el universo y su perfección. Así, el círculo tiene un sentido profundo, unido al tiempo y al universo. Los Xochimamastles chicos constan de 20 varitas más la vara grande, los medianos de 35 mas la vara grande y los grandes, de 48 incluyendo la vara grande. Se hacen en pares y se habla de siete figuras diferentes que se utilizan en las posadas de la virgen y de los peregrinos durante el mes de diciembre, en la fiesta de San Felipe Apóstol y de Ascensión en el mes de mayo y la fiesta de la Natividad el 8 de septiembre. Aprender a construirlos, implica aprender a trabajar en equipo respetando en micro un sistema de cargos. El maestrero, es quien define la figura, hace las varitas muestra y reparte a los demás el trabajo. Se cuentan los pares de varas, el número de flores a ensartar y se miden las distancias con dedos, cuartas y brazadas. Una vez contadas y hechas las muestras, los xochiteros proceden a forrar las varas con hojas de limón y zapote negro fijando el forro y las flores de cada varita con un hilo que se va ocultando aprovechando la flor y las mismas hojas. Se forra la vara grande y al terminarse esta parte se arman bajo la mirada de todos los que se reúnen a construirlos. Juntos son testigos de como vara por vara, se va formando la figura que en un principio quedó establecida. Cuando se terminan los Xochimamastles, se entregan a los caseros, que son los encargados de la fiesta para ponerlos en el altar de la casa sede y posteriormente serán llevados acompañando las imágenes en su peregrinar. Hay rezos y agradecimientos a la divinidad por haber permitido cumplir una vez más con este encargo. Se comparte la comida, el alcohol y se experimenta un sentimiento de satisfacción que no se recompensa con dinero, si no con reconocimiento. Pues cumplir con la promesa del xochitero, es importante para seguir con el ciclo ritual, la fiesta que es de todos. “Gracias a dios ya cumplimos” “Ahí de aquí a un año a ver si se nos permite” decía don Fausto Vidal. Cada cargo se va ganando con el trabajo de cara a los demás. Primero porque hay que reconocer que cada quien es parte del equipo, para esto se requiere humildad y honestidad. Saber formar las varas con la precisión adecuada, es compromiso que se verá reflejado en el momento en que tienen que coincidir en conjunto para formar las figuras. Por eso es necesario saber reconocer si algo no está bien hecho para corregirlo y sacar adelante un encargo colectivo. El respeto se gana demostrando en el trabajo que ya se aprendió a hacer lo que a cada quién le toca y además, lo hacen bien. Si alguien quiere aprender, debe acercarse con respeto, convivir y colaborar. De esta manera van asumiendo el compromiso. Antes, cuando en el pueblo era más vigente 549 domingo 23 de diciembre de 2012 la vida comunitaria, se nombraban los cargos y se asumían los compromisos en las asambleas generales al igual que los músicos y danzantes. Estos eran quienes alegraban la celebración y por eso ya no tenían que hacer faena o cooperaban económicamente. Ahora, con la modernidad a cuestas y la pérdida de la mayoría de las instancias comunitarias, cuando los invitan a las fiestas es que se considera que los nombra el pueblo. Durante el proceso de construcción de los xochimamastles, se da por costumbre la tradición oral. Se comparten anécdotas, historias, leyendas que los momentos en silencio llevan a pensarlas y reflexionarlas. Por eso es una instancia de formación tanto teórica y práctica. Lo que se dice, se afirma en el proceso de construcción, cada vara tiene su función particular en el cuerpo, así como cada xochitero en la construcción del Xochimamastle. Estos ámbitos culturales tienen su resonancia en el macro de la comunidad, cada persona tiene su función en el pueblo. Cada vara tiene un punto de partida y un ruedo que lo sostiene, así como cada miembro tiene una identidad y una causa común. Los xochiteros cumplen con la fiesta, y cada fiesta cumple con recordar no solo al santo, si no a la causa del pueblo. Por eso participar es cultivar los valores que apuntalan la identidad cultural que se ejerce en un espacio y un tiempo. Estas instancias comunitarias han mantenido por siglos un modelo participativo y de construcción colectiva de la cultura en el cual cada persona retroalimenta dicho proceso. ¿Qué tiene que ver esto con la legislación cultural en Morelos? Que es un buen momento para decidir si nos quedamos con un concepto que puede ser discriminatorio por ceñirse a solo una parte de las manifestaciones humanas, o decidir por un concepto construido en la práctica y la reflexión hermanada desde las diferentes sociedades que puede ser tan vanguardista, innovador, incluyente que ha mostrado su viabilidad a lo largo de los siglos y del cual, hay ejemplos por todo el estado de Morelos. Entonces ¿Decidimos? O ¿Dejamos que lo decidan? A Patrimonios y patrimonializadores, lo ajeno en lo propio y lo propio en lo ajeno l referirse al patrimonio o los patrimonios históricos y culturales de las diferentes sociedades regionales y locales desde las miradas institucionales y académicas, no queda mucha duda que se está haciendo referencia. a monumentos y otros elementos materiales, arqueológicos, históricos y contemporáneos y a las ideas concomitantes a su existencia. La pregunta que me surge es ¿qué oportunidad tienen los pueblos originarios de patrimonializar algunos elementos de su cultura que a su parecer merezcan serlo? y por otro lado, que cabida tiene la opinión de estos pueblos sobre la patrimonialización que desde afuera se haga de su cultura? Mi opinión es que en general, es muy poca la participación en ambos casos. Patrimonios y patrimonialización Sería conveniente presentar algunas consideraciones generales sobre los patrimonios y los procesos de patrimonialización: en principio, no toda la cultura es patrimonio. Para que cualquier elemento sea patrimonializado, se tiene que dar un refrendo de apropiación genérica o particular, ya sea que proceda del exterior o que surja desde adentro o en una combinación de ambas situaciones. Podríamos pensar en un patrimonio natural y un patrimonio biocultural. El primero implica la totalidad de los elementos naturales que pertenecen a una comunidad por las normas jurídicas que puedan dar legalidad a esta posesión de sus paisajes. El segundo implicaría ese refrendo de posesión bien por que este se de frente a una amenaza de perdida o por que se tenga una relación estrecha donde concurren las ideas, los saberes, las prácticas, como constantes históricas, aun más allá de su patrimonio natural: Los usos, representaciones, expresiones, conocimientos y técnicas –junto con los instrumentos, objetos, artefactos y espacios culturales que les son inherentes- que las comunidades, los grupos y en algunos casos los individuos reconocen como parte integrante de su patrimonio cultural y transmiten de generación en generación, los cuales son recreados constantemente por las comunidades y los grupos en función de su entorno, su interacción con la naturaleza y su historia, infundiéndoles un sentido de identidad y continuidad y contribuyendo así a promover el respeto de la diversidad cultural y la creatividad humana. (Socorro C. de la Vega, 2011:pg. 28) Los vestigios arqueológicos no siempre fueron percibidos como patrimonio, raíz de la nación mexicana. En algunas épocas fueron satanizados. Se patrimonializaron para Luis Miguel Morayta Mendoza Proyecto Etnografía de las Regiones Indígenas de México, al Inicio del Milenio Don Domingo Díaz Baldera, baluarte de las tradicioens de Ocotepec, junto a su ventana que rebaza los cien años. patrimonios culturales los dos. Ocotepec, Mor., 2011, Luis Miguel Morayta M domingo 23 de diciembre de 2012 cubrir una necesidad de tener una historia de grandeza que aglutinara la diversidad en un nacionalismo. Algo similar se podría observar en algunas manifestaciones físicas de las tradiciones culturales indígenas que han tenido un proceso de patrimonialización, similar. En ocasiones, un vestigio de la historia local o regional, con poca visibilidad y con pocos atributos estéticos al ojo externo, es ignorado independientemente de lo importante que pueda ser para la comunidad o por lo menos para parte de ella. Un ejemplo de esto podría ser un tronco seco y quemado que está en el atrio de la parroquia de San Salvador en Ocotepec, Mor. Es lo que queda de un frondoso árbol de flor de manita en la década de los cincuentas. Este árbol daba gran cantidad de flores, con la propiedad de ayudar en los problemas cardiacos. Los mayordomos de la parroquia juntaban las flores y las iban a vender sobre todo a la feria de Tepalcingo, Mor. Desde lejos la gente identificaba a los mayordomos ocotepenses, precisamente por la flor que cargaban, la flor de manita. Se convirtió en un símbolo de identidad. Un cura ordenó la construcción de un nuevo curato y las raíces del árbol fueron cortadas matando al árbol. La comunidad prohibió que se quitara el tronco, a pesar de que un rayo lo había quemado. el INAH Morelos ha hecho un registro exhaustivo de los bienes muebles e inmuebles de esta parroquia pero no hay registro de este tronco Otro caso similar sucedió en la parroquia de nuestra señora de la Nativiada de Tepoztlán. Un enorme árbol a la entrada del atrio daba una majestuosa sombra y cobijo a peregrinos y visitantes por muchas décadas. El árbol murió y parte de su tronco hoy sostiene el sagrario dentro de la iglesia pero no esta en ningún inventario En la región Oriente del estado, la Unión de ejidos formada por 17 ejidos, desde 1976, operó abajo de un árbol de guamúchil, conocido entre la gente como la oficina. En Ticumán, un árbol de amate y uno de capulín son marcadores de el lugar donde se coloca la imagen patronal durantee las sequías y el lugar límite del pueblo donde se despiden a los difuntos que se van a enterrar fuera del pueblo Mor. Los ejemplos, de patrimonialización de los árboles son innumerables, valga la mención de estos casos para ilustrar los procesos aludidos. En los años ochenta se dio un conflicto en el pueblo de Calnali, en la Huasteca Hidalguense respecto a un singular monumento construido al final de los años cincuenta, del siglo XX. Un joven presidente municipal decidió transformar el zócalo para denotar la modernidad de su gestión. En este zócalo había un singular monumento. Era una especie de columna, en forma de algo parecido a un caracol. Al joven presidente no le significaba nada pero a las generaciones más viejas o lo que quedaba de ellas, el monumento era un sentido testimonio de los fatales conflictos ocurridos en esa década de los cincuenta. En la comunidad y en las Huastecas Hidalguense y Veracruzana se dio un reacomodo de los grupos de poder, reformulando las facciones y sus lealtades políticas. El conflicto fue muy profundo ya que existía una dramática dependencia económica de los miembros de las facciones hacia quién detentaba el poder. Al interior del pueblo, la violencia que envolvió en conflicto fue fatal. Ni aún en la época de conmemorar a los difuntos se daba tregua a los enfrentamientos. Desbastadas las familias acordaron hacer un pacto para poner fin a tanta violencia. La columna fue construida para dar fe del acuerdo. Finalmente, la columna fue destruida. El Centro INAH Hidalgo no pudo protegerla porque se escapaba de su jurisdicción temporal. No figuraba en ningún catalogo o listado oficial como si lo hacia su iglesia, en otras palabras no se pudo patrimonializar formalmente y consecuentemente protegerse en el relevo generacional Desde lo ajeno En ocasiones los pueblos han sido despojados temporal o permanentemente de sus patrimonios cuando se decide desde las instancias de poder que algún elemento histórico o cultural por su importancia debe de estar en algún museo o exposición itinerante, como símbolo y/o como atracción turística sin importar su significado local. El gran monolito a la entrada del Museo Nacional de Antropología es un buen ejemplo de esto. Otro ejemplo es el caso del Nicho de Hueyapan, en Morelos. Se trata de una imagen de importante manufactura de la época colonial. El INAH en los años sesenta del siglo pasado, con la ayuda del Obispo de entonces don Sergio Méndez Arceo obtuvo la escultura para una exposición, con la condición de que la pieza regresaría de inmediato al terminar dicha exposición. La pieza no fue devuelta y terminó en una sala del Museo Cuauhnáhuac, en el Palacio de Cortés, en la ciudad de Cuernavaca. Años más tarde, el nicho regresó a Hueyapan por la insistencia de la comunidad y la intervención del gobernador. 549 Un caso muy interesante es lo ocurrido a los acueductos de las haciendas y las haciendas mismas. Desde la mirada institucional, estos son monumentos históricos parte del patrimonio regional, sujetos a su protección y resguardo. Lo interesante es que al término de la Revolución de 1910, los pueblos procedieron a la destrucción, sobretodo de los cientos de kilómetros de acueductos a través de los cuales habían sido despojados de sus aguas. No estoy implicando que se justifica o se legitima la destrucción, estoy señalando que tan diferente puede ser una valoración desde dentro y desde afuera. En los noventa, hubo un grupo dentro del magisterio un movimiento para recategorisar las épocas históricas tempranas renombrando a la prehispánica como precuauhtémica. La idea era interesante pero porque escoger a la cabeza de un imperio que dominaban y extraía gran cantidad de tributos de estas tierras.¿ Porqué ignorara a los gobernantes y demás personajes locales de aquella época? La glorificación de los aztecas (mexica), especialmente de la cultura de Tenochtitlán impuesta desde fuera tuvo mucho que ver. En este mismo proceso de imposición externa no se puede dejar de mencionar la serie de etiquetas identitarias externas que sucesivamente han impuesto una forma de referencia y autorreferncia en diferentes momentos históicos: indios, campesinos, nahuas indígenas mesoamericanos, ignorando las denominaciones propias Es muy evidente ciertas acciones que se dan a favor del turismo cultural que descontextualiza, rituales ceremonias, costumbres para se exhibidas en favor del desarrollo turístico “nuestras raices”. Desde televisa hasta la historia oficial deforman las gentes y las culturas locales haciendo de los espacios y practicas rituales, escenarios híbridos de tradición y escenografías del Circo del Sol. Cada día aumentan las solicitudes para realizar proyectos de turismo cultural. En algunos casos estos intentos de desarrollo regional promueven sin ton ni son esta transformación que minimiza y banaliza las tradiciones culturales locales y regionales Quisiera reiterar que estos comentarios no van en ninguna forma a descalificar lo que hacemos como institución y como especialistas lo que he tratado de señalar es la necesidad de tomar más en cuenta, la opinión de las sociedades locales regionales especialmente la de los pueblos originarios en los procesos de patrimonialización DE LA VEGA, Doria, Socorro, “Patrimonio e Identidad, Atisbo EtnográficoArqueológico”, en DIARIO DE CAMPO, Nueva Época/ Octubre/Diciembre 2011, Coordinación Nacional de Antropología e Historia, México, DF. Reconocer territorios 549 domingo 23 de diciembre de 2012 De esclavos y sacrificios Isabel Garza Gómez E n época prehispánica la esclavitud era una condición adquirida ya que con ella se castigaban ciertas transgresiones de las leyes. En la Historia de las Indias de Nueva España e Islas de Tierra Firme, Fray Diego Durán refiere que entre éstas se encontraban los hurtos de mantas, mazorcas, joyas o gallinas. Para sancionar el delito y restituir al dueño el monto de lo robado el ladrón era vendido como esclavo. De igual manera sucedía con los jugadores de dardos y de otros juegos de azar que al perder sus pertenencias apostaban su palabra. En el caso de no recuperar su patrimonio se les daba un plazo para pagar la deuda, pero si ésta no era saldada también eran vendidos como esclavos para remunerar a sus acreedores. Otra manera que originaba la privación de la libertad era para aquellas personas que no regresaban, en el plazo convenido, los objetos de valor que les habían prestado los dueños. Si un padre de familia tenía muchos hijos e hijas y entre ellos había alguno o alguna que fuera incorregible, desobediente, desvergonzado, disoluto y que no hiciera caso de los consejos de su progenitor, éste tenía derecho, con autorización de los jueces, a venderlo como esclavo en el mercado. El castigo servía de ejemplo para los malos hijos. Con el dinero obtenido de la venta, el padre estaba obligado a hacer un banquete para invitar a sus parientes más cercanos. Pero por ley sólo los convidados podían disfrutar de las viandas, por ello el anfitrión tenía la obligación de advertir a la servidumbre que si consumían algún alimento o bebida del convivio serían castigados con la esclavitud. Otro delito castigado con la esclavitud correspondía a los asesinatos. Si el occiso era el sostén de su mujer e hijos, la viuda podía otorgar el perdón al homicida. En estas circunstancias los jueces lo sentenciaban a servir a la familia como esclavo. Por otra parte, durante los períodos de hambrunas, padres y madres se ponían de acuerdo para venderse uno al otro o podían elegir a alguno de sus hijos para venderlo como esclavo, siempre y cuando tuvieran más de cuatro. Pasados los tiempos difíciles podían rescatar al familiar pagando la cantidad en la que había sido comprado. A excepción de los hijos vendidos por mal comportamiento, los transgresores podían evitar la esclavitud pagando sus deudas o defendiéndose de las acusaciones. En el último caso, antes de ser vendidos como esclavos, eran enjuiciados para definir su situación legal. Durante el proceso permanecían en la cárcel, sitio que compartían con otros delincuentes cuyos delitos eran castigados generalmente con la pena capital. El tipo de muerte variaba de acuerdo a la infracción cometida, pero en ningún caso morían sacrificados a los dioses. Por ley, la compra y la venta de esclavos se hacía en el interior de los mercados. Para evitar su fuga se les colocaba una abrazadera alrededor del cuello sostenida por varas atravesadas. Si alguno de ellos lograba escapar tenía que salir del área de comercio y pisar una suciedad de persona, debido a que éstos eran requisitos indispensables para recuperar su libertad. Aún con el excremento en los pies acudía con los purificadores de esclavos, grupo al que le solicitaba su liberación. Después de escucharlo le quitaban la abrazadera, lo desnudaban, lo lavaban de pies a cabeza, lo vestían con ropas nuevas y lo conducían a ver al rey, a quien se le informaba de los antecedentes que habían provocado la esclavitud y las particularidades de la fuga. Finalmente y de acuerdo a los preceptos legales el monarca podía concederles la libertad. La venta se los esclavos en los mercados sólo se hacía cuando los señores principales los compraban para donarlos para el sacrificio humano, práctica religiosa que formaba parte del ritual de las festividades dedicadas a las deidades. Durante estos ritos también Los jueces. Códice Florentino eran inmolados los guerreros capturados en combate. En este contexto, la víctima era ataviada y tratada como la deidad a la que era ofrendada. Desde esta perspectiva, deidad y víctima, participaban de la misma esencia, es decir, la víctima moría divinizada. Por ello, después de muerta, su ánima tenía como destino final el reino del dios al que había sido ofrendada. A partir de esta información es factible presuponer que la antropofagia ritual que se practicaba con el cadáver del sacrificado, simbolizaba la comunión entre los que consumían esta carne y la deidad venerada. En lo que se refiere el tipo de sacrificio y el tratamiento ritual del cadáver, cronistas del siglo XVI relatan que estaba vinculado con la deidad a la que se le ofrendaba. Por ello, podían morir desolladas, golpeadas, quemadas, ahogadas o asaeteadas. Uno de los sacrificios más frecuentes, consistía en conducir a víctima a la parte superior del templo, sitio en el que era sacrificada y su sangre y su corazón se ofrecían al Sol. Posteriormente, los cuerpos eran arrojados por las escalinatas hacia abajo, lugar en el que eran desollados y desmembrados como preludio a la antropofagia ritual. Se consideraba que el sacrificio humano constituía un mecanismo eficaz para congraciarse con las deidades representadas por las fuerzas de la naturaleza que podían ser benéficas o dañinas y, por otro lado, se retribuía el sacrificio de los dioses que al morir se habían transformado en los elementos naturales indispensables para la vida. En este contexto mítico–religioso el hombre estaba obligado a recompensar el holocausto divino a través del culto y de elaborados ritos entre los que se encontraba el sacrificio humano. Además en su concepto dual de vida-muerte se confería un sentido específico a las circunstancias en que acontecía el deceso. Por ello, se consideraba que las muertes de las víctimas del sacrificio eran benéficas y útiles para la comunidad, ya que a través de éstas se garantizaba el equilibrio del Universo y por lo tanto la continuidad de la vida. Antes de la llegada de los españoles los mexicas utilizaron el sacrificio humano para darle un sentido sagrado a sus guerras floridas. Esta sacralización originó un incremento considerable en el número de víctimas ya que los grupos dominantes que donaban a las víctimas para dicha práctica religiosa adquirían prestigio y ascenso social. Los infractores permanecían en la cárcel. Fray Diego Durán Sacrificio Gladiatorio. Fray Diego Durán Órgano de difusión de la comunidad de la Delegación INAH Morelos Consejo Editorial Eduardo Corona Martínez Israel Lazcarro Salgado Luis Miguel Morayta Mendoza Raúl Francisco González Quezada www.morelos.inah.gob.mx Coordinación editorial de este número: Luis Miguel Morayta Mendoza Diseño y formación: Joanna Morayta Konieczna El contenido de los artículos es responsabilidad exclusiva de sus autores