50 Expansión Martes 1 marzo 2016 Opinión Símbolos, frentismo y diputaciones AHORA MISMO Andrés Betancor L os símbolos, analizados por la Teoría política y la Antropología, contribuyen a la construcción de la comunidad política. Es el caso, por ejemplo, de la Corona. Su función simbólica está ampliamente reconocida. El artículo 56 de la Constitución afirma que el Rey es, como Jefe del Estado, el “símbolo de la unidad y permanencia” del Estado español. Tienen, como ha subrayado la doctrina, la capacidad de facilitar la integración del individuo en la comunidad a través del cauce de los sentimientos. Despliegan una función racional por una vía irracional: el sentimiento de pertenencia, como ha teorizado magníficamente Nussbaum; el patriotismo constitucional al que se refiere la filósofa. No es el amor a una nación convertida en “una mera rutina inerte”, ni la adoración a un ser superior con capacidad para arrinconar los derechos individuales. Es un “sentimiento inscrito en una conversación en curso”; en el debate permanente entre personas titulares de derechos para generar consensos que construyan la nación de individuos, representadas por símbolos de inclusión. En la vida política española, en el momento presente, se están poniendo en juego, con singular intensidad, los símbolos. En primer lugar, el Rey, quien está desplegando su función simbólica eligiendo a un candidato a Presidente del Gobierno que ha de someterse a la investidura y, por otro, afrontando el reto de la secesión en Cataluña con una dignidad extraordinaria, como se demostró en su visita a Barcelona con ocasión del Mobile World Congress. En segundo lugar, el acuerdo de Gobierno entre PSOE y C’s. Pedro García Cuartango, en un magnífico artículo publicado en El Mundo el pasado sábado, subrayaba el hecho histórico que representa el acuerdo. Era la primera vez, nos advertía, que en la Historia de España se subscribía un acuerdo de gobierno entre un partido de izquierda y otro de centroderecha. A mi juicio, más importante que la novedad histórica es su carga simbólica. La representación de la Nueva España. Un símbolo que reúne los requisitos y cualidades que los identifica, al menos en dos dimensiones. Por un lado, la de integrar a un gran número de españoles que queremos superar, incluso por edad, ese frentismo trasnochado y, por otro, la de movilizar para alcanzar una España mejor. La función simbólica del acuerdo es más importante que su contenido. Probablemente, el acuerdo no tendrá el éxito pretendido. El candidato no será investido, pero quedará en la Historia de España que se ha alumbrado un símbolo que la mayoría de los ciudadanos llevamos reclamando desde hace mucho tiempo. Es posible otra España basada en la unidad. No en la unidad institucional a la que se refiere el artículo 2 de la Constitución, sino en otra aún más profunda, integradora, movilizadora e, incluso, que reúne el resto de las características enunciadas por Cohen, con cita de Turner (normativos, cognitivos, afectivos e intencionales) para referirse a lo simbólico: la unidad ciudadana. Es imprescindible, ahora más que nunca, con el reto disgregador, no sólo del secesionismo, sino también de aquellos que quieren reconstruir el frentismo leninista. Superar el frentismo Falta el PP, el partido más votado. Su presencia es imprescindible. No cabe duda. Ahora bien, también precisa superar el frentismo que mantiene, tal vez, como defensa frente al acoso de la corrupción. Es significativa su reacción frente a la propuesta de reforma de la Administración local. En el Programa de Estabilidad para 2014-2017 que el Gobierno del PP elevó a la Comisión Europea se hablaba y se cuantificaba la fusión de los municipios de menos de 5.000 habitantes. Se perseguía, se nos decía, un ahorro total de 8.024 millones de euros entre 2014 y 2020. Ahora, por oportunismo y, sobre todo, por frentismo se ha convertido en valedor de los municipios pequeños y, también, de las diputaciones. Se silencian los problemas y las soluciones. La fusión de municipios y la supresión de las diputaciones están ineludiblemente encadenadas. Todos los países de la Unión Europea se han enfrentado a la tarea de la fusión. El Consejo de Europa ha recomendado la de los municipios de menos de 5.000 habitantes. Si esta operación se lleva a cabo, como parece inevitable, alumbrando otra fórmula de gobierno para los municipios fusionados que no haga desaparecer este ámbito de representación, el nivel provincial debería desaparecer. No se necesita una muleta provincial si el municipio tiene la capacidad suficiente para prestar los servicios que sus vecinos demandan. Esto que comento está ampliamente reconocido incluso por el PP, como consignó en el Programa de Estabilidad. España, ahora más que nunca, necesita reforzar el simbolismo como el que la Corona representa: unidad y permanencia del Estado. Unidad no sólo en el plano institucional, sino también ciudadano. El frentismo de unos y de otros sólo nos conduce a la debilidad que alienta a la disgregación. Creo que es hora de acabar con las dos Españas que tanto dolor nos ha infligido. Es el momento de la unidad constitucional, la unidad simbólica que une a todos los ciudadanos alrededor de un proyecto común. Catedrático de Derecho administrativo Luce in tenebras VISIÓN PERSONAL Gabriel Masfurroll E l mundo está sufriendo profundos cambios que nos están adentrando en una nueva era, muy distinta a la actual. Se establecerán nuevas reglas de juego en un escenario distinto y un tablero de juego que nadie se atreve a vaticinar. La gran duda será predecir la rapidez de todo ello, porque adivino efectos mariposa por doquier. Es palpable que la entropía anida a nivel global, pero también se percibe más detalladamente en ámbitos locales y en todo tipo de geografías. De entrada, y por cercanía, debo citar a España a nivel estatal, donde apostaría por nuevas elecciones y luego una coalición inesperada, con liderazgos renovados y sin efímeros mesiánicos peligrosos. También a nivel autonómico el conflicto catalán está en pleno apogeo, siendo su futuro más que incierto por la amalgama del nue- vo gobierno y la contranatura de los acuerdos y alianzas. Paradójicamente, parece que ambos se retroalimentan. Sin olvidar el País Vasco, del que pronto tendremos noticias. De ahí pasamos a una UE cada vez más desunida con la amenaza perenne del Brexit, la tremenda y trágica crisis de los refugiados y el acuerdo de Schengen en el aire. En sus límites, el peligroso conflicto entre Ucrania y Rusia. Turquía y sus problemas con kurdos, sirios y otros vecinos. A todo ello se le une casi toda la zona Mena, que anda más que revuelta, sometida a fuertes presiones de distintos bloques que confunden al mundo y martirizan a millares de ciudadanos. Sin salir del entorno musulmán, el enorme divorcio religioso entre suníes y chiís y el impacto que esto representa en estados y sociedades distintas, todo ello sin tener en cuenta que a río revuelto, aparece el incontrolable y terrorífico Estado Islámico. Y en Asia habita un país extraño, preocupante y peligroso como Corea del Norte. A su vez, India y Paquistán a la greña como siempre y con los aleda- ños removidos. Palestina e Israel siguen con su lucha eterna e intermitente. China, con todos sus problemas internos y los escarceos con sus vecinos, está más que ocupada. África, con graves problemas por resolver en casi todo el continente y, ahora, granero de China. Y en América, una Venezuela que o se renueva o muere. Su vecino Brasil está enfermo y, si saltamos al norte, México tiene graves problemas domésticos que requerirán años y enormes esfuerzos. Solo falta EEUU, donde 2016 es año electoral y ahí aparece el señor Trump desconcertando, creo que no para bien, el orden no sólo de los republicanos, sino de todo el país, y que de llegar al poder podría poner patas arriba el orden mundial, aunque creo es harto difícil, sin olvidarnos de los demócratas que, con la señora Clinton, denotan que el arroz está pasado. En todas partes hay una El ser humano es siempre reacio al cambio, y mucho más si está en posición de control y poder lucha entre la renovación y el establishment que lógicamente se resiste a cambiar. El ser humano es siempre muy reacio al cambio y mucho más si está en posición de control y poder. Recambio generacional Toca cambio, pero de verdad. Las generaciones que están al frente desde hace años (políticos, empresarios, sindicalistas, emprendedores, representantes de las religiones, líderes culturales y así hasta el último rescoldo de la sociedad) deben dejar paso a nuevas ideas, jóvenes que surgen con afán de liderar, aquellos que jamás estuvieron en los círculos de la política y apuestan por la creatividad y la pasión de tratar de conseguir un mundo mejor. Pero tampoco despreciemos a aquellos políticos y servidores públicos cuyo trabajo es leal y muy valioso, que además representan la experiencia y la memoria. No es problema de edad, sino de talento, ética, voluntad, pasión, criterio y anteponer el bien común al propio. Se trata de saber combinar con armonía la experiencia del pasado con la creatividad y repre- sentatividad del presente y del futuro. No está sucediendo nada que no haya ocurrido ya en tiempos pretéritos, aunque ahora vivimos en un mundo donde los parámetros de la comunicación han cambiado radicalmente y la velocidad de los cambios se acelera constantemente. Nada ni nadie garantiza que este cambio de era se cierre sin episodios cruentos e irracionales. Una vez más, el mundo se dividirá en dos, los solidarios y los xenófobos, aquellos llamados estúpidos por Schiller. Tan solo deseo que transcurra por los cauces del diálogo y la comprensión, pues comprender es amar y amar es comprender, y por supuesto aceptar que no te comprendo; y esto es precioso, pero, en mi mundo, a veces, suena a utopía. Debe premiarse a los honestos, solidarios y generosos, sean lo que sean, empresarios o empleados, ricos o pobres, del país o recién llegados. Sólo así lo conseguiremos. Así pues, para no ser demasiado ambiciosos, empecemos por nuestra casa. Salgamos de las tinieblas y busquemos la luz. ¿Nos atrevemos? www.gabrielmasfurroll.com