USO DE BACTERIAS PARA EL CONTROL DE INSECTOS PLAGA Jorge E. Ibarra Centro de Investigación y de Estudios Avanzados (CINVESTAV), Unidad Irapuato Apartado Postal 629, 36500 Irapuato, Gto., jibarra@ira.cinvestav.mx El control biológico de insectos plaga se basa en el uso de sus los enemigos naturales. Dentro de los factores bióticos reguladores de las densidades poblacionales de una especie de insectos, se encuentran los depredadores, los parasitoides y los patógenos. Éstos últimos se denominan entomopatógenos y son aquellos microbios que causan enfermedades infecciosas a los insectos. Dentro de este grupo se incluyen a las bacterias, los virus, los hongos, los nemátodos, los protozoarios y los microsporidios. Si bien existe una amplia diversidad de estos entomopatógenos, como por ejemplo los microsporidios, son sólo algunos los que se han desarrollado como bioinsecticidas comerciales. El grupo de las bacterias no es el grupo más diverso de entomopatógenos pero sin duda es el más exitoso en términos comerciales y de eficiencia insecticida. Esto se debe a que en este grupo se encuentra la bacteria Bacillus thuringiensis. Las bacterias entomopatógenas generalmente deben ser ingeridas por el insecto susceptible para causar una septicemia y la muerte del insecto. Pocas bacterias causan enfermedades en grandes proporciones de las poblaciones insectiles, o epizootias. Sin embargo, las más exitosas poseen toxinas de naturaleza proteica que presentan altos niveles toxicidad, además de poseer una gran especificidad hacia los insectos blanco. Si bien existen algunas bacterias Gram negativas con alta virulencia a los insectos, como Serratia marcescens, S. entomophila o Photorhabdus luminescens, las más estudiadas son las Gram positivas, y más específicamente, las de la familia bacillaceae. Dentro de ésta se encuentran tres de las especies más conocidas y utilizadas como agentes de control biológico de plagas: Paenibacillus popilliae, Lysinibacillus sphaeriucs y Bacillus thuringiensis, entre otras. A continuación se presentan algunas características de las principales bacterias entomopatógenas, que se han usado como agentes de control biológico. Paenibacillus popilliae. Al igual que todas las especies de este nuevo género, P. popilliae es un patógeno obligado que tiene una co-evolución estrecha con su hospedero, de tal forma que sólo crece en éste. P. popilliae es un patógeno específicos de larvas de escarabajos o gallinas ciegas rizófagas. Cuando una larva ingiere las esporas de la bacteria, éstas germinan y crecen, primero en el intestino y luego en el hemocele, cambiando su coloración cristalina normal a blanquecina lechosa, por lo que su enfermedad se le llama la enfermedad lechosa (“milky disease”). Desafortunadamente este patógeno es tan específico, que no todas las especies rizófagas de escarabajos son susceptibles a infectarse, como las especies de los géneros Phyllophaga, Anomala y Cyclocephala, que son importantes plagas en México. Debido a su patogenicidad obligada, los bioinsecticidas a base de esta bacteria se producen infectando larvas colectadas en el campo, por lo que son costosos, pero su eficiencia es tan alta que una sola aplicación puede seguir siendo efectiva hasta por siete años. Lysinobacillus sphaericus: Esta es otra bacteria bacilacea pero que, a diferencia de la anterior, no es un patógeno obligado y crece abundantemente en medios de cultivo artificiales. Su especificidad también es alta, pero hacia larvas de mosquitos, y más específicamente, a especies del género Culex. De hecho, no tiene efecto contra Aedes spp y muy limitado hacia Anopheles spp. Su patogenicidad se basa en la presencia de una diversidad de toxinas que produce la bacteria, siendo la más importante la llamada Toxina Binaria, por estar constituida por dos péptidos complementarios que forma una inclusión cristalina unida a la espora. El efecto tóxico es muy similar al de B. thuringiensis (ver más adelante), destruyendo el intestino de la larva y provocando una septicemia letal. Si bien existe una gran diversidad de cepas de L. sphaericus, sólo aquellas que forman la inclusión cristalina son mosquitocidas, las cuales son muy poco frecuentes en la naturaleza. Debido a su capacidad para crecer en medios de cultivo artificiales, la bacteria se produce en grandes fermentadores para luego formularse como bioinsecticida. Desafortunadamente, el use excesivo de esta bacteria en determinadas regiones, ha provocado el desarrollo de poblaciones resistentes a la toxina. Sin embargo, su susceptibilidad se recupera rápidamente en unas pocas generaciones, al eliminar las aplicaciones del bioinsecticida. Bacillus thuringiensis. De todas las bacterias entomopatógenas, B. thuringiensis es la más estudiada y la más desarrollada a nivel comercial. Más del 90% de los bioinsecticidas están hechos a base de esta bacteria. Al igual que la anterior, no es un patógeno obligado y puede crecer abundantemente en medios de cultivo artificiales. También, al igual que la anterior, su patogenicidad se basa en la formación de toxinas de naturaleza proteica que forma inclusiones cristalinas, pero en este caso, éstas están separadas de la espora y son mucho más grandes. Las toxinas se les conoce como Cry y Cyt, siendo las primeras extensamente diversas, al extremo de que se conocen más de 800 secuencias peptídicas diferentes. Sin embargo, es importante hacer notar que sólo unas pocas presentan altos niveles de toxicidad. Los principales grupos de insectos susceptibles a estas toxinas son las larvas de lepidópteros (orugas), de mosquitos y jejenes, y de unos pocos coleópteros crisomélidos, con toxinas diferentes y específicas para cada grupo. La toxicidad se basa en la relación que tiene la toxina activada en el intestino medio del insecto (delta-endotoxina) que se une específicamente a proteínas de la membrana citoplasmática de las células del intestino, lo que provoca poros, hinchando la célula, que finalmente explota y abre huecos en el intestino por donde salen las bacterias del bolo alimenticio hacia el hemocele y provocan una septicemia. Esta bacteria se produce en grandes fermentadores y una vez formulado el producto, se aplica en el campo. En la actualidad hay cerca de 200 productos a base de esta bacteria en el mercado. REFERENCIA IBARRA, J. E. 2007. Uso de Bacterias en el Control Biológico. Capítulo 10. En: Teoría y Aplicación del Control Biológico, L. A. Rodríguez-del-Bosque y H. C. Arredondo-Bernal (Eds.). Prometeo Editores, S.A de C.V. Guadalajara, México. pp 144-159. ISBN 978-968-5384-10-0.