LA ECONOMÍA POLÍTICA DEL DESARROLLO LATINOAMERICANO Siele ejercicios en retrospectiva* Albert O. Ilírschman** INTRODUCCIóN Al visitar de nuevo la América Latina para reunir impresiones utilizables en este ensayo pronto me convencí de que la característica más conspicua de la experiencia reciente de la región es la diversidad, y que las historias más interesantes que pueden contarse se refieren a las experiencias específicas, a menudo contrastantes, de países individuales. Por lo tanto, excepto en la primera y la última secciones no me ocuparé aquí de la América Latina en términos generales, más bien presentaré una serie de "ejercicios" sin mayor cohesión y necesariamente breves en el campo de la economía política comparada. Como sería de esperarse, prestaré una atención primordial a los cuatro países que visité esta vez: el Brasil, la Argentina, Chile y México. En todo momento trataré de presentar una perspectiva sobre problemas corrientes o recientes, relacionándolos con sucesos y discusiones de decenios anteriores. I. ¿LES TRENTE CLORIEUSES EN LA AMéRICA LATINA? Como es bien sabido las economías latinoamericanas fueron duramente afectadas durante la primera parte de los años ochenta. La marcada recesión cíclica en 1981-1982 en los Estados Unidos y el resto de los países industriales avanzados se combinó con el surgimiento de la crisis de la deuda internacional en 1982 y con un descenso de los precios de * Ensayo presentado ante el Xlil Congreso Inteniacional de la Asociación de Estudios Ijatinoainericanos reunido en Boston, del 23 al 25 de octubre de 1986. Es publicado con la autorización de Latín American Research Revieu: [EL TRIMESTRE ECONÓMICO, vol. LIV, núm. 216, 1987, pp. 769-80-t; traducción del inglés de Eduardo L. Suárez]. ** Instituto de Estudios Avanzados de Princeton. En preparación de este ensayo visité el Brasil, la Argentina, Chile y México en abril y mayo de 1986, con gastos pagados por la Fundación Ford. Estoy nuiy agradecido con la Fundación por su a[x)yo, con sus representantes en Río de Janeiro y México por su ayuda, y con mis amigos e interlocutores latinoamericanos por su disposición a compartir infonnación e ideas. 881 882 EL TRIMESTRE ECONÓMICO las materias primas para forzar grandes reducciones en las importaciones, el gasto público y la inversión privada en toda la América Latina. Los ingresos bajaron en todas partes y el desempleo subió a niveles sin precedente en los países más industrializados tales como el Brasil, la Argentina y México, ninguno de los cuales tenía programas de seguro de desempleo. Tras reducciones efectivas de la producción total en 1982 y 1983 se presentaron recuperaciones desiguales en 1984 y 1985, de modo que en términos del producto total el subcontinente se encuentra ahora al mismo nivel que en 1981. Dado el crecimiento continuo de la población los ingresos per capita se encuentran 10% por debajo del de 1981. Este grave retroceso en el desarrollo de la región tuvo una curiosa contrapartida: por primera vez se percibieron los decenios precedentes como una larga época, casi dorada, de avance ininterrumpido y sostenido. Así como, de acuerdo con Hegel, empezamos a entender una época sólo cuando cae la cortina ("el buho de Minerva despliega sus alas sólo al caer la tarde"), aparentemente sólo podemos reconocer los aspectos positivos de un periodo al entraren el periodo siguiente, cuyas dificultades queremos destacar ahora trazando un gran contraste con lo que ocurrió antes. Es probable que este sea un rasgo humano general: en Francia Jean Fourastié acuñó en 1979 la expresión les trente glorieuses (el periodo glorioso de treinta años) para referirse a la explosión sin precedente de crecimiento y modernización de la posguerra; parece probable que la fórmula deba mucho de su éxito al hecho de que Francia, como otros países económicamente avanzados, estaba iniciando entonces una nueva época de dificultades, de modo que ahora estaba dispuesta a proclamar que todo había marchado muy bien... hasta el día de ayer.' Pero este rasgo, esta renuencia a festejar o siquiera reconocer el progreso mientras se desenvuelve ante nuestros ojos, de modo que la celebración coincide con el lamento porque el progreso se aleja, ha sido particularmente marcado en la América Latina. En efecto, a la mayoría de los lectores de los informes recientes acerca de la América Latina debe haberles parecido una gran revelación que también ese Continente pudiera haber tenido sus trente glorieuses ... y quizá un poco más. ^ Jean Fourastié, Les trente glorieuses: ou la révolution invisible de 1946 á 1975, París, Fayard, 1979. ECONOMÍA POLíTICA DEL DESARROLLO 883 ¿Cómo se explica la conspiración del silencio acerca de las buenas nuevas cuando todavía estaban ocurriendo? Con buenas razones por supuesto. La información referente al crecimiento económico, el aumento de los ingresos per capita, los avances de la industrialización y la elevación de las clases medias, se mezclaba indisolublemente en la América Latina con tendencias y percepciones contrastantes: surgió una nueva conciencia de las tensiones y la injusticia sociales, la inveterada pobreza de las masas se urbanizó y así se hizo más visible, se agudizaron los desequilibrios económicos entre la ciudad y el campo, y entre las regiones avanzadas y las atrasadas, y la eficacia del Estado para corregir estos efectos secundarios negativos del crecimiento económico distaba mucho de ser satisfactoria. Muy importante quizá, y en marcado contraste con la firme consolidación de la democracia en la Europa Occidental durante ese periodo, la América Latina experimentó —casi con la sola excepción de México— graves trastornos políticos durante el periodo de 30 a 40 años, cuyo punto medio se destacó por un "accidente" grande e influyente: el derrocamiento de la democracia en el Brasil por el golpe militar de 1964. Por último, existe por supuesto la tendencia tácticamente inspirada a destacar lo negativo para presentar la región como una víctima inveterada del sistema económico y financiero internacional. Así se explica que los trente glorieuses de la América Latina no hayan encontrado un profeta. No aspiro a desempeñar ese papel. Pero ahora que el progreso de la América Latina desde 1945 hasta 1980 ya no es un secreto celosamente guardado convendrá recordar brevemente sus dimensiones económicas y sociales. En esos treinta y cinco años la población total de la América Latina ha aumentado rápidamente, desde 155 hasta 388 millones de habitantes.^ Esto da una tasa de crecimiento anual de 2.7%. De 1950 a 1981 se ha quintuplicado el producto interno bruto del área en términos reales, ya que aumentó de manera sostenida durante el periodo a la tasa media anual de 5.5% de modo que los ingresos/>er capita aumentaron aproximadamente a la misma tasa que la población (2.7%), de ^ Excluye el Caribe, excepto la República Dominicana y Haití. Todos los datos estadísticos délas páginas que siguen han sido tomados de CEPAL, 1984Slatislical Yearbookfor Latín America, complementados en algunos casos con cifras tomadas de su banco de datos y del World Development Repon 1985, del Banco Mundial. 884 EL TRIMESTRE ECONÓMICO 420 a 960 dólares (a precios constantes de 1970). Mientras los ingresos anuales aumentaban de esta manera la duración de la vida se extendió considerablemente —la esperanza de vida aumentó desde poco más de cincuenta años hasta cerca de sesenta y cinco—, de modo que los ingresos de toda la vida aumentaron mucho más que lo indicado por las estadísticas del ingreso per capita (expresadas en términos anuales). Un cambio importante en la estructura social de la América Latina es la relativa declinación de la población rural, de acuerdo con la experiencia histórica de las economías más avanzadas. La transferencia de población hacia afuera de la agricultura ha sido excepcionalmente rápida durante los pasados treinta y cinco años. ¥M 1950 en países como el Brasil, México y Colombia cerca de 60% de la fuerza de trabajo se ocupaba en la agricultura. Este porcentaje ha bajado ahora a menos de 30%. En el Brasil y algunos oíros países ya no está creciendo el número absoluto de las personas ocupadas en la agricultura. En cambio, a resultas de una masiva migración rural-urbana las ciudades latinoamericanas, desde Lima hasta Caracas y desde Sao Paulo hasta la ciudad de México, se han vuelto conurbaciones enormes, a menudo muy contaminadas, con una gran proporción de la población urbana que vive en casas autoconstruidas, a menudo rudimentarias, con títulos inciertos y acceso inadecuado, aunque en proceso de mejoramiento, a los servicios públicos, en particular el transporte, el agua y el drenaje. Sin embargo, es probable que la urbanización masiva haya sido el mayor impulso de los grandes avances logrados en materia de salud y educación desde los años cincuenta. El aumento ya señalado en la esperanza de vida refleja en gran medida el incremento de las probabilidades de sobrevivencia de los recién nacidos durante los primeros años de su vida. I^ mortandad infantil ha declinado de manera marcada y sostenida; a principios de los años cincuenta se encontraba a un alarmante nivel cercano a 130 por millar de nacidos vivos en los países de la zona tropical; en la mayoría de éstos la cifra ha bajado a cerca de 50, aunque en el Brasil y el Perú es todavía mucho mayor (70 y 98). También el analfabetismo ha bajado: fuera del Cono Sur, donde todos estos indicadores sociales han mostrado desde hace largo tiempo niveles mucho más elevados, una tasa de 50% era la regla alrededor de 1950, ahora se encuentra a menos de la mitad de este nivel. Las tasas de inscripción escolar han subido correspondientemente: la ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 885 asistencia a la escuela primaria es ahora casi universal, aunque quizá no sea particularmente significativo este estadístico. Serán más confiables las cifras que muestren un movimiento real en los niveles secundario y superior: en países como el Brasil, Colombia y México la tasa de inscripción en las escuelas secundarias ha pasado de cerca de 10% en 1950 a cerca de 50% ahora, mientras que en el nivel universitario aumentó de 2 o 3% en los años cincuenta a 12-15% en la actualidad. Aparentemente la pirámide educativa está creciendo y ensanchándose al mismo tiempo. Para dar una imagen más completa de los adelantos del bienestar social y de su estado actual tendríamos que citar muchas otras cifras, desde el consumo de calorías per capila hasta la provisión de viviendas con servicios básicos tales como agua y drenaje; asimismo datos sobre la difusión de bienes de consumo duraderos tales como refrigeradores, teléfonos, automóviles, radios y televisores. Algunos de estos datos (calorías, conexiones de agua y drenaje) son muy deficientes, otros —los referentes a la difusión de automóviles, teléfonos y refrigeradoresrevelan el ascenso de una considerable clase media que disfruta estas comodidades, y en otros casos aun -los radios y cada vez más los televisores— se ha tornado casi universal la difusión, de manera que curiosamente su posesión ya no es útil como una medida de posición y realización económicas. En lugar de observar las nuevas posesiones que la gente puede adquirir, quizá sea más significativa la observación de lo que cada vez en mayor medida deciden prescindir: la tradicional familia con gran número de hijos, l'uera de la Argentina y el Uruguay, donde las familias pequeñas han sido comunes desde hace mucho tiempo, las tasas de natalidad por toda la América Latina se aproximaban al muy alto nivel de 45 por millar a principios de la década de los años cincuenta; estas tasas declinaron rápidamente en los años sesenta y setenta, de modo que ahora fiuctúan alrededor de 30 por millar en todos los grandes países tropicales y continúan bajando. Encuestas por muestreo revelan que el porcentaje de mujeres casadas que usan anticonceptivos varía de 40 a 55% en estos países (en la Europa Occidental y en la América del Norte esta cifra se encuentra entre 70 y 80%); esto significa que la práctica se extiende considerablemente más allá de la clase media. No disponemos de cifras comparables para años anteriores, pero no hay 886 EL TRIMESTRE ECONÓMICO duda de que la difusión del control natal a un sector tan amplio de la población es algo muy reciente. Aunque no nos atrevamos a hablar de les trente glorieuses en la América Latina, las pruebas estadísticas indican que la región puede mostrar dos grandes realizaciones en los pasados tres o cuatro decenios: i) ha absorbido un aumento enorme del número de habitantes al mismo tiempo que mejora su calidad de vida en promedio y aumenta sus esperanzas de vida, y ii) refutando las numerosas profecías de desastre demográfico basadas en proyecciones dei crecimiento de la población a las muy elevadas tasas de los años cincuenta, la región ha alcanzado claramente la "transición demográfica" que permitirá el logro de un crecimiento demográfico mucho más moderado, aunque en niveles permanentemente mayores de densidad de la población. Un tercer logro está implícito en los datos citados: como quiera que evolucione la distribución está mejorando la posición de los sectores más pobres de la población, ya que éstos son obviamente los beneficiarios principales de la declinación de la mortandad infantil y el analfabetismo. Además, hay algunas pruebas de que estas clases de incrementos en el bienestar social ya no se atan rígidamente a los altibajos de la economía. Así, en los últimos años de recesión y estancamiento la mortandad infantil parece haber continuado su tendencia descendente, y es probable que ocurra lo mismo con el analfabetismo, ya que las tasas de inscripción escolar continúan aumentando, y con la tasa de natalidad. Varias razones pueden alegarse para explicar estos avances afortunados. I^s declinaciones de la mortandad infantil, del analfabetismo y de la tasa de natalidad dependen más de la difusión del conocimiento y de las nuevas prácticas y actitudes culturales que del aumento y la disminución del ingreso. Es evidente que está operando por lo menos un efecto de cremallera, como se observa en el caso de la decisión de recurrir al control de la natalidad: en muchos casos tal decisión puede haber sido inducida por el complejo interrelaeionado de la elevación de los ingresos, la urbanización, el mayor alfabetismo y la difusión de conocimientos específicos acerca de la anticoncepción, pero una vez adquirido este conocimiento no desaparecerá, ni la decisión de usar anticonceptivos se revocará por una baja temporal del ingreso, sino que ocurrirá más bien lo contrario en este caso. De igual modo, es impro- ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 887 bable que se descarten, una vez aprendidas y adoptadas, ciertas prácticas sanitarias y dietéticas en la crianza de hijos que son importantes para salvar vidas infantiles. Asimismo, los nuevos conocimientos y las mejores prácticas en materia de medicina y de salud pública, incluida la inmunización, propician adelantos en gran medida independientes de las condiciones económicas; un buen ejemplo reciente es la introducción y la amplia difusión (de ordinario gratuita) de paquetes de rehidratación oral que permiten atacar en muchos países la deshidratación a menudo fatal derivada de la diarrea en los niños pequeños. Por lo que respecta a la educación, un determinante básico de la asistencia a la escuela, y por tanto del alfabetismo, es simplemente la determinación de los padres de enviar a los hijos a la escuela: también en este caso, una vez tomada esta decisión por cualquier razón que sea (incluidas las económicas), no es probable que se revoque por efecto de los recesos económicos subsecuentes, excepto en las circunstancias más severas, y tal determinación será comunicada a otros padres de estratos socioeconómicos similares, más por efecto de la difusión cultural que del mejoramiento económico. La política pública desempeña un papel importante en estas cuestiones. Por supuesto, los costos de operación corrientes se reducen a medida que un receso económico restringe los presupuestos, pero en la medida en que la provisión de educación, salud y transporte depende de los gastos de capital anteriores (escuelas, hospitales y otras instalaciones sanitarias, caminos, "metros", etcétera) es probable que disminuya el efecto de las declinaciones económicas en la disponibilidad de tales servicios. Así pues, hay varias razones por las cuales en cierto estado de desarrollo podemos esperar alguna separación entre los indicadores económicos y los sociales, donde estos últimos son más positivos que los primeros, sobre todo durante las recesiones económicas temporales. El sociólogo Christopher Jencks observó esta separación para los Estados Unidos en su artículo titulado "The Ilidden Prosperity of the 1970s".* De acuerdo con la opinión general, basada en datos económicos, las cosas se deterioraron durante ese decenio: "la inflación se aceleró, el desempleo aumentó, la productividad se estancó", y el ingreso familiar real, que había aumentado más de 30% en los años cincuenta y sesenta, 3 The Public ¡rüerest, núm. 77, otoño de 1984, pp. 37-61. 888 EL TÍÍIMESTRE ECONÓMICO permaneció virtualmente constante (p. 37). Pero Jencks demuestra con detalle considerable que algunas medidas más directas y desagregadas del bienestar material referentes a la salud, la vivienda, el transporte y el consumo de alimentos "mostraron a menudo un mejoramiento marcado, y algunas de ellas mejoraron durante los años setenta tanto como en los años cincuenta y sesenta, supuestamente más prósperos"(p. 38). Tales hallazgos son inesperados. En los años sesenta se proponía ampliamente una mayor utilización de los "indicadores sociales" referentes a la salud, la educación, etcétera, a causa de la suspicacia generalizada y la incredulidad en el mensaje entonces optimista de los indicadores económicos. Se pensaba en particular que la serie del ingreso per capiia, con su avance incesante, ocultaba toda clase de aspectos menos afortunados de la realidad social, desde la distribución desigual y la depredación ecológica hiista la difusión de la delincuencia. Así, es desconcertante, aunque agradable, la noticia de que algunos de los indicadores sociales pintan ahora un cuadro un poco más rosado de los cambios que están ocurriendo en nuestra sociedad, en relación con los indicadores económicos. Es posible que en la América Latina se esté forjando una historia similar. F'or lo que respecta a la mortandad infantil, dos estudios recientes sobre el Brasil y Chile, encargados por la liNlCEF, sobre el efecto de la pasada recesión mundial en los niños, señalaron el rompimiento de un nexo estrecho con el desempeño económico.* Nada de esto significa, por supuesto, que la recesión, con su desempleo y su dislocación, no ha sido una experiencia muy cruel para grandes grupos de personas. Pero es con(;ebible que, en algún nivel del desarrollo, las considerables incomodidades y privaciones económicas ya no traigan consigo castigos * Roborto Macedo, "I?razil¡an Cliildren and llie Econoiiiic Crisis: Evidence froiii llie State of Sao Paulo", y Alejandro Foxley y Dagmar Raczyiiski, "Vulnerable Groups ¡n Recessionary Situations: the Case of Children and tlie Yonng iii Chile", The Impact of World Recessian on Children, R. Jolly y G. A. Cornia (comps.), Oxford, í'ergamoii, 1984, pp. 42-43 y 63-6'l-. En trabajos de investigación posteriores no publicados, Macedo y Raczynski (junto con Ricardo F french-Davis) han documentado la evidencia de mortandad infantil creciente, el deterioro de condiciones de salud y nutrición y el descenso de la asistencia escolar durante los años de recesión. Pero esos datos se refieren de manera es[x;cínca a los lugares más directamente afectados por el desempleo industrial que surgió con la reeesión; es decir, Sao Paulo y Santiago. Por tanto, habrá que comprobar que estos resultados parciales son congruentes con los promedios nacionales. Además, como hace notar Macedo, es posible que el incremento en la mortandad infantil en Sao Paulo, que sobrevino después de una larga mengua, se debió principalmente a una epidemia de sarampión. ECONOMíA POLíTICA DFX DESARROLLO 809 tan extremos como la mortandad infantil y el analfabetismo, mientras que algunos grupos que no son directamente afectados por la recesión continúan avanzando, debido a cierta difusión inercial de la educación y del conocimiento. Una separación de los indicadores sociales y económicos no debe sorprender mucho. Después de todo, considerables avances en materia de salud y de alfabetismo han caracterizado desde hace largo tiempo a Cuba y otros países "socialistas", aunque su actuación económica dista mucho de ser brillante. Así pues, si la actuación económica y social de la América Latina durante los íiltimos decenios muestra varios puntos fuertes, ¿por qué es tan sombrío el humor actual de muchas declaraciones acerca de las perspectivas del área? Una razón es sin duda que, con la posible excepción del Brasil, los países no han salido todavía claramente de la recesión reciente, mientras que México, y probablemente también Venezuela y Ecuador, afrontan otra declinación este año a causa del descenso de los precios del petróleo. Otra razón para el pesimismo es la excesiva carga de la deuda, cuyo servicio hipoteca una porción considerable de toda expansión de las exportaciones que pudiera lograrse a medida que se reanudan la recuperación y el crecimiento. Pero me parece que el desencanto de muchos observadores contemporáneos está arraigado principalmente en el campo de las ideas. Se afirma a menudo que el panorama actual carece del sentimiento, tan intenso en los años treinta y cuarenta, de que estén por explorarse toda clase de direcciones nuevas, audaces y excitantes, de la política económica y social. Esta nostálgica mirada retrospectiva se complementa a menudo con otra observación triste: que los caminos seguidos entonces, como otros que se abrieron más tarde, han terminado en un fracaso total, desde el "desarrollismo" de los años cincuenta hasta los experimentos monetaristas (en el Cono Sur) de los años setenta. Relacionados estos dos enunciados descorazonadores en realidad permiten una conclusión más optimista: ¡quizá sea preferible que no se exploren ahora tantas direcciones nuevas y audaces! Algunos de los economistas y de los gobernantes más jóvenes de la América Latina están actuando en efecto como si convinieran en este punto. No están hablando tanto como sus antecesores acerca de direcciones o soluciones enteramente nuevas, mientras que en efecto están ensayando varias ¡deas y prácticas orig¡nales que señalaremos más ade- 890 EL TRIMESTRE ECONÓMICO lante. Prepararé el terreno para este aspecto más alentador revisando primero algunas de las experiencias más infortunadas de la política económica del pasado reciente. II. INDUSTRIALIZACIóN Y DESINDUSTRIALIZACIóN: LA ARGENTINA Y CHILE La América Latina ha sido siempre un conjunto heterogéneo de economías y organismos políticos, pero esta característica ha sido más o menos pronunciada según el periodo específico que se estudie. También ha cambiado la naturaleza específica de la desemejanza. Hasta la segunda Guerra Mundial la principal línea divisoria desde el punto de vista del desarrollo económico y social se ha trazado entre los países de clima templado, fértiles, de la región del Río de la Plata, la Argentina y el Uruguay, a los que se sumaba a veces Chile, y los demás países que, además de encontrarse predominantemente en el trópico, contenían (para agravar su desdicha, según se pensaba generalmente) gran número de personas de origen africano, indio y mestizo. Uno de los méritos enormes de Raúl Prebisch fue que, olvidando su propia posición privilegiada como ciudadano de la "avanzada" argentina, lanzó una campaña para el progreso económico de toda la América Latina destacando ciertas características comunes: su posición en la periferia del sistema económico mundial y su relegación al papel de proveedores de materias primas y alimentos. La emancipación de esta condición se lograría en gran medida por la industrialización, una tarea que se propuso como si fuera universalmente manejable, que sólo requería capital, espíritu de empresa y promoción o protección por parte del Estado, es decir, como si el clima, la raza y los recursos naturales específicos no contaran mucho. Y esta posición ha resultado correcta; en efecto, durante los últimos cuarenta años el grupo de los países tropicales ha superado ampliamente a los países templados de la América Latina y, dado que al principio eran mucho más pobres, ha ocurrido un movimiento hacia la mayor igualdad entre países. Sin embargo la propia industrialización ha generado nuevas desigualdades y disparidades. Una nueva división, que se ha hecho más marcada con los años, es la que se establece entre los países más grandes y los más pequeños, midiendo el tamaño de la población. Dada la ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 891 importancia del mercado interno en el curso de la industrialización, sobre todo en el caso de la sustitución de importaciones, la industria estaba destinada a desarrollarse con mayor vigor en los países más grandes que en los menos populosos. Esta es la razón primordial de que el peso económico de los dos países más grandes, México y el Brasil, haya aumentado considerablemente: su participación en el ingreso nacional total de la región ha aumentado de menos de dos quintos del total (38.7% en 1950) a más de tres quintos (61.3%) en 1981, mientras que su participación en el total de la población permaneció constante en cerca de la mitad. El apremio de la industrialización, arraigado en las experiencias de la depresión y de la guerra de los años treinta y cuarenta, se apoderó de todos los países latinoamericanos, a excepción de los más pequeños y pobres, durante los años cincuenta y sesenta. Pero en el decenio siguiente lo que había sido una característica unificadora se convirtió extrañamente en lo contrario y pasó a ser ahora un factor impulsor de la diversidad. No ocurrió como en los primeros años, cuando el ritmo de la industrialización difería considerablemente entre los diversos países; había ahora una separación real de los caminos: algunos países experimentaron unaáeiindustrialización mientras que el Brasil, que era ya el país industrial más avanzado del grupo, entró en una etapa por completo nueva del desarrollo industrial. El contraste es suficientemente marcado para ameritar un examen más detenido. Kn otra parte he escrito acerca del doble ataque contra el impulso de la industrialización a partir de los años sesenta." La izquierda latinoamericana criticó la industrialización por ser "desintegrada" o "truncada", por acentuar la "dependencia" o por atender (con sus productos) primordialmente a las clases altas y medias. Ein el otro extremo del abanico el establecimiento internacional neoclásico atacó el desarrollo industrial "orientado hacia adentro" por causar una mala asignación de los recursos, problemas de balanza de pagos y "búsqueda de rentas". Ninguna de las críticas carecía del todo de fundamento, pero en los debates ideológicamente cargados de la época no se preguntaba si los 5 "Orto y ocaso de la econoniía del desarrollo", De ¡a economía a ¡a política y más allá, México, Fondo de Cultura Ecouóinica, 1984; "Linkages in Ecoiiouiic Developuieiil", Rival \'iews ofMarkel Sociely. 892 EL TRIMESTRE ECONÓMICO variados problemas de la industrialización con sustitución de importaciones no serían concebiblemente dolores del crecimiento que podrían superarse a su tiempo mediante una política económica hábil, gradual, más bien que el resultado áepecados que debían expiarse y eliminarse de raíz mediante un cambio de curso total. La hipótesis de los dolores del crecimiento no carece de mérito, como lo demostraron efectivamente algunas experiencias de países que lograron una transición gradual de la dependencia exclusiva del mercado interno a las grandes exportaciones de manufacturas mediante diversos instrumentos, tales como las minidevaluaciones de la moneda, la reducción progresiva de la protección y las políticas de promoción de las exportaciones.* Pero la escuela del cambio radical ganó decisivamente en los países —la Argentina y Chile- donde en los años setenta los regímenes militares de la derecha radical llegaron al poder con la determinación de extirpar una gran diversidad de conductas incorrectas, desde la subversión hasta la mala asignación: considerando que estos regímenes resolvieron exiliar, encarcelar o "desaparecer" a miles de ciudadanos en nombre de la seguridad nacional, se entiende fácilmente que no tenían escrúpulos intelectuales o sentimentales respecto a la eliminación de centenares de empresas industriales en pro de la ley de la ventaja comparativa, aunque en el proceso perdieran sus medios de vida decenas y aun centenares de miles de trabajadores. De esta manera la industrialización retrocedió en Chile después de 1973: el empleo industrial bajó de 555 mil personas en 1973 a un mínimo de 378 mil durante el año deprimido de 1983; una modesta recuperación ha incrementado esta cifra a 449 mil en 1985. Kn este punto, por tanto, una de cada cinco personas empleadas en la industria hace trece años ha perdido su empleo. En la Argentina el crecimiento industrial ha sido sustituido también por una marcada declinación durante el régimen militar iniciado en 1976 y terminado en 1983. En pocos años la fuerza de trabajo industrial ha disminuido más de 10%, de 1 525 000 trabajadores en 1974 a 1 360 000 en 1985. * Simón Teitel y Eraiicisco E. Tlioiimi, "Froin Import Suhslilulion lo Exports: Tlie Maniifacturing Exports Experieiice of Argentina and Brazil", Economic Developnienl and Cultural Change, 34, abril de 1986, pp. 455-490. Por lo que res[>eola a Colombia véase mi ensayo tiliihtdo "El paso al autoritarismo en América latina y la búsqueda de sus detenninanles económicos". De la economía a la política y más allá, op. cit. ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 893 Tales cifras globales no narran loda la historia, ya que algunas industrias fueron mucho más afectadas que otras. Entre las liquidadas a resultas de las reducciones arancelarias y medidas similares se encontraban por supuesto algunas operaciones altamente protegidas, obviamente ineficientes (por ejemplo ciertos ensamblados de automóviles en Chile). Pero el efecto adverso más nocivo y totalmente inmerecido en la industria nacional no provino de la reducción de la protección arancelaria sino de dos aspectos relacionados de las políticas monetaristas aplicadas en la Argentina y Chile, sobre todo después de 1978: el más importante fue la sobrevaluación de la moneda nacional considerada como un instrumento antinflacionario. La medida no resultó muy eficaz para tal propósito, pero otorgó una ventaja de costo artificial a un gran conjunto de importaciones. Entre las industrias fuertemente afectadas no sólo estaban las manufactureras de bienes de consumo tradicionales, tales como las de textiles y calzado, sino ciertos bienes de consumo duraderos de tecnología avanzada —como los televisores de color en la Argentina— que se habían iniciado promeledoramente y habían desarrollado su propio diseño, sus características y sus redes de proveedores y reparadores locales.' Además, el experimento monetario elevó las tasas de interés internas, lo que afectó a las empresas nacionales más pcquefias al mismo tiempo que hacía muy atractivo el endeudamiento externo a tasas considerablemente menores para las empresas más grandes. En estas condiciones las industrias más grandes, bien conectadas, a menudo basadas en los recursos naturales (química, petroquímica, pulpa y papel, etcétera), prosperaron durante algún tiempo mucho más que las empresas industriales más pequeñas, puramente nacionales. F*or último, a medida que el tipo de cambio tuvo que devaluarse drásticamente a principios de los años ochenta y que las lasas de interés internacionales se elevaban, por supuesto el costo de los préstamos externos se hizo intolerable para quienes los habían contralado, l'ero al igual que ocurrió con los bancos privados y las compañías fmaneieras que con frecuencia habían actuado como intermediarios, no se permitió que las grandes empresas quebraran, sino que los gobiernos intervinieron con ~ Véase un irileresaiilc estudio del caso en Hugo No<liteff, DesindiLsIrialización y retroceso tecnológico en Argentina, 1976-1982: La industria electrónica de consunto, Buenos Aires, CEL FL\CSO, 1984. 894 EL TRIMESTRE ECOíNOMICO garantías y diversas operaciones de salvamento. El resultado fue irónico: los gobiernos cuya misión económica se había anunciado profusamente como la privatización de la economía y la restauración de los mercados libres, acabaron apropiándose o controlando el sistema bancario del país y muchas de sus empresas más grandes. Esto ocurrió en Chile cuando muchos industriales y banqueros se desilusionaron con el régimen de Pinochet, pero en este punto descubrieron que el costo de toda oposición o todo disentimiento había aumentado drásticamente a resultas del aplastante poder económico recién adquirido por el Estado. Pocos negarán que la experiencia de desindustrialización de Chile y la Argentina fue un capítulo muy desdichado de la historia económica latinoamericana. Como ocurre a menudo con tales aberraciones, su perversidad resulta casi incomprensible en una visión retrospectiva. No basta, para entenderlas, que se destaquen el fracaso de la ortodoxia monetarista o los peligros de otorgar un poder dictatorial a los ideólogos, así sean partidarios del mercado libre. Para fines de comparación convendrá observar las circunstancias especiales prevalecientes en el finaneiamiento internacional durante mediados y fines de los años setenta. Este fue por supuesto el periodo en que se estaban reciclando "expertamente" sumas enormes de "petrodólares" por los bancos comerciales de los Estados Unidos, la Europa Occidental y el Japón. De pronto parecía haber una oferta virtualmente ilimitada de divisas no sólo para los exportadores de petróleo sino también para los importadores, de hecho para todos los países que pudieran convencer a los banqueros de su solvencia. Y los bancos, con sus depósitos hinchados, estaban muy dispuestos a dejarse convencer; en efecto, se pusieron a "comercializar" sus petrodólares con toda la energía y la determinación de que eran capaces.** Sólo en estas circunstancias fue posible que Chile y la Argentina sostuvieran la sobrevaluación de sus monedas y los grandes déficit resultantes en sus balanzas de pagos, en cuenta corriente y en cuenta de capital, durante un periodo prolongado. En este sentido por lo tanto los gobernantes chilenos y argentinos eran menos autónomos de lo que ellos mismos y sus críticos pensaban. Ein lugar de ser forjadores soberanos de su propia desdicha, es probable que se les deba conside" Véase más adelante. ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 895 rar tristemente caídos en una trampa que les tendiera el sistema financiero internacional. III. DESUSTITUCIóN DE IMPORTACIONES Y UNA CONVERGENCIA CURIOSA: MÉXICO Ver las cosas en esta forma contribuye a entender otra experiencia calamitosa del pasado reciente cuyas consecuencias están todavía presentes en gran medida: el auge petrolero mexicano y su secuela. Como es bien sabido el desarrollo económico de México continuó a un ritmo notablemente sostenido durante la posguerra más o menos hasta mediados de los años setenta. La estabilidad política, asegurada por un régimen donde predominaba un partido único aunque no totalmente exento de críticas, también era impresionante, ya que la regular sucesión sexenal del Presidente generaba cierto pluralismo y flexibilidad, mientras que cada nuevo Presidente parecía considerar como su tarea el corregir las inclinaciones derechistas o izquierdistas que hubiera mostrado su antecesor. Luego llegó el petróleo, y con él poco después el final del crecimiento prolongado así como una gran preocupación acerca de la viabilidad del sistema político. Tras un largo periodo de estancamiento y escasez de la producción de los pozos viejos se hicieron grandes descubrimientos petroleros en México a fines de los años sesenta y principios de los setenta. En 1975 se inició la venta al exterior en grandes cantidades. La producción aumentó rápidamente, hasta llegar a un producto diario de 2.3 millones de barriles en 1981, lo que convertía a México en un gran productor y exportador. Para 1980 (;1 petróleo se había convertido en el principal renglón de la exportación del país, de la que representaba dos tercios, y en uno de los renglones fundamentales del presupuesto (los impuestos pagados por Pemex, el monopolio estatal, eran la cuarta parte de la recaudación total). Un auge repentino de la exportación de esta clase conduciría normalmente a la acumulación de considerables divisas por parte del país nuevo rico, incapaz de desarrollar en el corto plazo una demanda de importaciones equiparable al aumento de las exportaciones. Esta fue la experiencia de muchos países del Medio Oriente ricos en petróleo tras la elevación de los precios del petróleo en 1973, que generó la 896 EL TRIMESTRE ECONÓMICO necesidad de "reciclar" sus petrodólares en primer lugar. Lo sorprendente desde el principio de la historia mexicana es que las importaciones del país nunca se quedaron atrás de las exportaciones petroleras en rápido crecimiento. Inicialmente esto parecía demostrar la capacidad de los gobernantes mexicanos para acelerar el ritmo del desarrollo económico del país a fm de aprovechar al máximo sus nuevas oportunidades. Pero pronto el crecimiento de las importaciones superó al de las exportaciones por márgenes cada vez mayores y preocupantes. También se puso en claro que el proceso no tenía nada de planeado. Aunque México no experimentó desindustrialización, por lo menos durante los íiltimos años setenta, sufrió un proceso semejante "desustitución de importaciones".' Contrastando con la experiencia del desarrollo anterior las importaciones empezaron a constituir una porción cada vez más importante de la oferta nacional total de bienes de consumo, de capital e intermedios. Todo se debió a una secuencia común: las importaciones aumentaron rápidamente a medida que se elevaban los precios internos y el gobierno se negaba a devaluar o a restringir las importaciones mediante controles administrativos. Finalmente, cuando el público empezó a percibir que la sobrevaluación de la moneda no podría durar hubo también una masiva fuga de capitales, como en la Argentina. Otra vez el exceso de importaciones y la fuga de capitales se hicieron posibles gracias a las políticas de préstamos del sistema bancario internacional que eran particularmente generosas en el caso de México, cuya riqueza petrolera se consideraba una garantía sólida de pago. No hay necesidad de recordar en detalle el resultado: la crisis de la deuda y la moratoria temporal de 1982, las grandes devaluaciones, las difíciles negociaciones con los acreedores extranjeros y el Fondo Monetario Internacional, las reducciones del gasto público, y la recesión de la economía que no pudo recuperar su auge y fue golpeada otra vez, tres años más tarde, primero por el terremoto de 1985 y luego por el descenso tremendo de los precios del petróleo a principios de 1986. La comparación de la historia mexicana con la de la Argentina y Chile plantea algunas cuestiones inquietantes. En los tres casos la disposición de los bancos internacionales a financiar déficit de balanza de pagos desempeñó un importante papel promotor de las políticas ' Rene Villarreal, La contrarrevolución monelarista, México, Océano, 1984, pp. 429-434. ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 897 sorprendentemente similares que se aplicaron. Estas políticas consistían en el mantenimiento de tipos de cambio sobrevaluados que impulsaron las importaciones, castigaron las exportaciones y produjeron salidas especulativas de capital. Pero las ideologías que se encontraban detrás de estas políticas no podrían haber sido más diferentes. En México durante los últimos años del régimen de López Portillo (19761982) obtuvo una influencia considerable un grupo de economistas y funcionarios que, con la ayuda de asesores "neokeynesianos" de Cambridge (Inglaterra), elaboró un plan ambicioso para impulsar la industrialización del país.'" Esperando poder aprovechar la bonanza petrolera de México para acelerar el desarrollo del país este grupo aconsejó la implantación de fuertes controles cuantitativos de las importaciones, las divisas y la inversión, de modo que se asegurara la preferencia de sus proyectos. No lograron la adopción de estas políticas pero unidos a otros actores, de motivaciones muy diferentes, pudieron evitar la devaluación durante largo tiempo, quizá porque pensaban que las presiones derivadas de la sobrevaluación forzarían una decisión favorable para la política económica que propugnaban. Las doctrinas y las preferencias de los gobernantes de Chile y la Argentina, cuyos maestros y asesores provenían de Chicago, se oponían por supuesto a los controles administrativos selectivos y favorecían los instrumentos generales de la política monetaria, de modo que eran el otro extremo de los mexicanos con sus confederados de Cambridge. Pero también apoyaron la sobrevaluación de los tipos de cambio y lo hicieron durante demasiado tiempo. Esta convergencia en la praxis (errada) de las dos irreconciliables doctrinas en las que gustan de parapetarse los economistas es seguramente notable. No se puede dejar de pensar que los responsables de las políticas económicas de México y del Cono Sur eran fundamentalmente inducidos por el anhelo de aprovechar las oportunidades sin precedentes de endeudamiento que estaban surgiendo en los años setenta y aprovechaban cualquier ideología que tuvieran a la mano para satisfacer ese apetito. Según esta interpretación la contribución principal de la ideología no fue la elección de una política económica sino la terquedad con la que persistieron en sus errores gobernantes de muy distintas convicciones. ^'^Plan Pi'acional de Desarrollo Industrial, 1979-1982, Secretaría de Patrimonio y Fomento Industrial, México, marzo de 1979. 898 EL TRIMESTRE ECONÓMICO IV. LA "INDUSTRIALIZACIÓN A MARCHAS FORZADAS": EL BRASIL Por fortuna, el panorama latinoamericano es suficientemente variado para proporcionar algún alivio de las historias desalentadoras reseñadas hasta ahora. Mientras que la Argentina y Chile se desindustrializaban y México reducía su sustitución de importaciones, el Brasil, que ya era la mayor potencia industrial del subcontinente, consolidó y extendió vigorosamente su liderazgo. La paradoja del desarrollo económico latinoamericano en el periodo de altos precios del petróleo (1973-1985) es en efecto el notable contraste entre los graves retrocesos económicos experimentados por México, el nuevo rico petrolero, y los notables avances logrados por el Brasil, pobre en petróleo y hambriento de este combustible. Están aquí todos los elementos de un cuento moral excelente, aunque desconcertante: parecería que la carencia de petróleo fuera una bendición disfrazada, mientras que su dotación abundante fuera una maldición disfrazada con mayor habilidad aún. Pero esto no basta para el científico social que siente legítima curiosidad acerca de los componentes básicos de la historia del éxito brasileño. En primer lugar se necesita quizá una breve explicación de que el Brasil haya tenido éxito. La aseveración puede ser una sorpresa para quienes sólo conocen una estadística repetida con frecuencia: el Brasil, con una deuda por arriba de los 100 mil millones de dólares, es el mayor deudor de la América Latina (seguido de cerca por México). Es cierto también que los pagos de intereses de esta deuda constituyen una pesada carga, ya que se llevan cerca de uno de cada tres dólares de las exportaciones corrientes. Pero el monto de la deuda en dólares debe verse en relación con el tamaño de la economía del país y los pagos de intereses en relación con el notable cambio ocurrido en sus cuentas externas durante los recientes años. Desde 1983 se ha logrado un superávit muy grande en la exportación, debido por igual a una vigorosa expansión de las exportaciones, sobre todo de manufacturas, y a una drástica reducción de las importaciones que no ha impedido en 1984 y 1985 un fuerte resurgimiento de la actividad económica interna. En contraste con lo ocurrido en la Argentina y México, sólo una pequeña parte de la deuda del Brasil es la contrapartida de la fuga de capital interno; los préstamos se utilizaron principalmente en la construcción ECONOMíA POLíTICA DEL Dí:SARROLLO 899 de grandes proyectos industriales y de otra índole en los años setenta. El Brasil experimentó una gran recesión en 1981-1983, pero el crecimiento se reanudó en 1984 como consecuencia de un auge de las exportaciones; en 1985 la tasa de crecimiento llegó a 8% y el empleo aumentó de nuevo. En marzo de 1986 se utilizó un método novedoso —cjue se examinará en seguida— para controlar la inflación mientras que el crecimiento continuaba a alto nivel. Por último, en medio de estos desarrollos económicos el país realizó la difícil transición del gobierno militar de veinte años a una "Nueva República" civil. En un libro reciente titulado A economía brasileira en marcha forgada^^ Antonio Barros de Castro propone una explicación, que a mí me parece convincente, de los recientes éxitos de la economía brasileña. Su argumento principal es que el mejoramiento de la balanza de pagos del Brasil y su rápida recuperación simultánea de la recesión no pueden explicarse adecuadamente por una reacción rutinaria del mercado a la "maxidevaluación" de 1983. Deberán acreditarse tales fenómenos más bien a una conjunción peculiarmente afortunada (y fortuita) del mercado y el plan: la devaluación llegó en el momento de la maduración, a fines de los años setenta y principios de los ochenta, de un gran número de proyectos industriales emprendidos como parte del llamado "Segundo Plan Nacional de Desarrollo" elaborado por la administración de Geisel (1973-1979) al inicio de su mandato. Este nuevo cambio de la política industrial se decidió en 1974, en el marco del primer choque petrolero (1973) que asestó un duro golpe al Brasil, dada su dependencia del petróleo importado y del automóvil como medio de transporte. Quizá hubiera sido recomendable entonces la aplicación de políticas económicas restrictivas para frenar las importaciones. Por lo contrario, Geisel y sus asesores económicos decidieron desviar las inversiones industriales de las industrias de automóviles y de bienes de consumo duraderos de los años del "milagro" (1968-1973), para canalizarlos hacia los sectores representativos de la última etapa de la industrialización con sustitución de importaciones que hasta entonces se había resistido a los esfuerzos de los industrializadores latinoamericanos: los insumos intermedios, sobre todo de las industrias química y metalúrgica, y los bienes de capital. Dado el incremento de " Río de Janeiro, Paz e Terra, 1985. Ese libro se escribió en colaboración con Francisco Eduardo Pires de Souza, pero aquí me refiero al capítulo uno, escrito por Castro. 900 EL TRIMESTRE ECONÓMICO los precios del petróleo sólo podría tomarse este camino incurriendo en grandes déficit de la balanza de pagos, es decir, mediante préstamos. Pero esta era una opción viable en vista de que los petrodólares estaban disponibles en grandes cantidades. Las cuantiosas inversiones eran a menudo empresas conjuntas de capital público y privado, nacional y extranjero, y el estímulo y las facilidades de crédito del Banco Nacional de Desarrollo (BNDE) con sus tasas de interés subsidiadas, desempeñaron un paf>el esencial. Durante la siguiente administración de Figueiredo (1979-1985) la política económica se tornó mucho más vacilante e incluso errática y sujeta a las presiones del Fondo Monetario Internacional, pero en vista de que ya se encontraban en marcha, los grandes proyectos industriales del Segundo Plan se continuaron a regañadientes. Sería instructivo comparar los esfuerzos brasileños y mexicanos en los años setenta, para llegar a la "última" etapa de la industrialización con sustitución de importaciones. Voy a sugerir la tesis siguiente, obviamente estilizada: los brasileños lograron, sin asesoría extranjera, lo que buscaron los planeadores económicos mexicanos con sus asesores de Cambridge pero que no pudieron lograr, en parte porque empezaron muy tarde en el decenio y en parte porque sus inversiones planeadas fueron realizadas por la gran explosión de importaciones de bienes de consumo provocada por la sobrevaluación del peso. La historia brasileña, tal como la narra Antonio Castro, parece muy clara. Pero pienso que sólo podría formularse ahora porque en una etapa anterior, o sea antes de que los militares renunciaran efectivamente al poder político, ningún científico social progresista habría hablado tan positivamente de ellos y de sus políticas. De nuevo pudieron reconocerse los logros de un periodo sólo después de que había transcurrido a salvo.'^ Por supuesto debe acreditarse a la administración de Geisel '■^ Ni siquiera eso debe haber sido fácil ya que equivalía en efecto a la violación de una especie de código. Convendrá recordar que, a pesar del carácter autoritario del régimen militar brasileño, muchos comentarios publicados sobre sus políticas económicas provinieron de oponentes del régimen, eran decisivamente críticos y fueron aplaudidos por esa razón. El propio Castro se refiere extensamente a ciertas críticas casi rituales de la industrialización con sustitución de importaciones, o sea que conduce al "estrangulamiento" al incrementar las necesidades de importaciones o que sólo satisface las necesidades de una reducida clase media; explica de manera paciente e incisiva que estas críticas no se aplican a la clase de industrias que tuvieron prioridad en los años setenta. También examina los anteriores comentarios polémicos de otros economistas brasileños tales como Carlos Lessa, Maria Concei^áo Tavares y Edmar Bacha, tratando de afirmar ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 901 también una gran realización en el terreno político: haber cesado la tortura institucionalizada y haber implantado la apertura política o "distensión" que finalmente permitió el retorno de las elecciones y el gobierno civil. En este punto resulta casi imposible no volver a un debate muy enconado hace unos diez años acerca de la relación entre los regímenes autoritarios y las etapas del desarrollo industrial en la América Latina. Lo inició la imaginativa propuesta de Guillermo O'Donnell en el sentido de que la "difícil" etapa avanzada de la industrialización con sustitución de importaciones, que consiste en la manufactura de materiales industriales intermedios y de bienes de capital, trae consigo varios problemas políticos que minan a los gobiernos populistas o democráticos de la América Latina. De aquí la sugerencia de que existe cierta correspondencia entre esta etapa y el establecimiento de formas políticas autoritarias. El Brasil, con su estructura industrial avanzada, es obviamente un campo de prueba decisivo para esta hipótesis que no es irrelevantc a priori. Como había indicado ya José Serra en 1977, sin embargo, los datos brasileños refutaban la hipótesis en varios aspectos.'^ Con el análisis de Castro nos vemos tentados a ir más allá y explorar .la hipótesis contraria: ¿existe razón para pensar que había alguna conexión orgánica entre la política de desarrollo industrial del gobierno de Geisel y el desmantelamiento gradual del autoritarismo represivo que se puso en marcha? ¿O fue totalmente fortuita la simultaneidad de las dos políticas? Dudo mucho de la existencia de alguna conexión causal directa en una dirección o la otra. Pero hay una característica compartida por las dos tareas iniciadas por esa emprendedora administración: ambas requerían en alto grado un delicado manejo (de la economía y la política, respectivamente), así como gran confianza en que, con la cantidad y la calidad apropiadas de tal operación desde arriba, el país tendría asegurado un destino brillante y verdaderamente moderno: la antigua fe positivista. En este sentido según lo leí— que ahora se requiere una concepción más diferenciada de las anteriores políticas económicas de los diversos regímenes militares. Creo que Albert Fishlow no captó esta intención del arg)uneiito de Castro en sus comentarios críticos que fx>r lo demás son valiosos. Véase su trabajo titulado "A Tale ofTwo Presideiits: The Political Economyof Brazilian Adjusiment tothe Oil Shocks", Ensayos de Tralojo en Economía, Universidad de California, Berkeley, febrero de 1986, pp. 49-51. '^ "Three Mistaken Theses Rcgarding the Connection Belween Industrialization and Auihorilarian Regimes", David Collier (comp.), The Aeif AuíhoritarianLsm in Latin America, Princeton, Princeton University Press, 1979 (traducción al español del FCE). 902 EL TRIMESTRE ECONÓMICO puede afirmarse que las dos tareas emprendidas por la administración de Geisel tuvieron un origen común. V. DE LA SUSTITUCIóN DE IMPORTACIONES A LA PREVENCIóN DE IMPORTACIONES: LA INDUSTRIA DE LA COMPUTACIÓN BRASILEñA (O EL ROMPIMIENTO DE LOS GRILLETES DEL CICLO DE PRODUCTOS) La industrialización latinoamericana ha seguido desde hace largo tiempo la vía de la sustitución progresiva de las importaciones. Impulsada por la dinámica de la conexión hacia atrás la última etapa del proceso habría de ser, como se acaba de ver, la sustitución de las importaciones por la producción nacional en el campo de los insumos intermedios y los bienes de capital. Muchos autores (a menudo intentando criticar los logros obtenidos) han presentado los avances en este campo como esenciales para el establecimiento de una estructura industrial "integrada", como la Meca que aliviaría toda clase de males que afectan el esfuerzo de industrialización, de la fragmentación a la "dependencia". Es posible que la fascinación de esta última etapa redentora haya impedido observar que no es realmente el non plus ultra de la industrialización. Aparte de completar la secuencia de la sustitución de importaciones es posible que un país de industrialización reciente rompa en algún momento con todo el proceso, y prescinda del servicio brindado por las importaciones para proyectar y desarrollar su propio mercado. Esto ha ocurrido rutinariamente en la competencia entre las naciones industriales avanzadas. En efecto, la marca distintiva de un país que alcanza la madurez industrial es el hecho de que cortará la secuencia de la sustitución de importaciones con mayor frecuencia cada vez. Esto puede ocurrir espontáneamente, como sucede cuando un país alcanza una posición de liderazgo empresarial y tecnológico, o a resultas de una política pública deliberada: un gobierno decide que la manufactura nacional de algún producto nuevo que se produce ahora en el exterior pero que no se ha importado todavía en gran volumen debería ser estimulada, y reserva temporalmente de una u otra manera el mercado interno para la industria nacional que habrá de surgir. Tal política se asemeja al conocido proteccionismo destinado a alentar la sustitución de las importaciones por la producción nacional, pero va ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 903 un paso más adelante: podríamos llamarla la industrialización con prevención de las importaciones. Sin molestarse en crear este concepto, los brasileños se toparon con la política correspondiente en relación con la industria de las computadoras en el curso de los pasados diez años. Tras una preparación considerable de los expertos técnicos y los elaboradores de la política, el primer paso abierto se dio en junio de 1977, cuando el gobierno negó a la IBM y a otras corporaciones transnacionales el permiso para fabricar minicomputadoras en el Brasil, y esta política se reafirmó solemnemente en 1984 cuando una ley que definía una "política nacional para la informática" se aprobó por una gran mayoría en el Congreso del Brasil. La política básica incorporada en la ley se conoce como "Reserva de Mercado": durante un periodo de ocho años se reservará el mercado interno para las empresas nacionales en ciertos productos de la industria de las computadoras, principalmente las minicomputadoras y las microcomputadoras. Tras una iniciación lenta y difícil la industria brasileña parece haberse desempeñado bien, sobre todo en el campo de las microcomputadoras. Al igual que en los países prgductores líderes esta industria ha experimentado un crecimiento rápido y costos decrecientes, ha desarrollado una capacidad de innovación nacional y se ha convertido en una fuente importante de empleo. Ya se cuenta con varios excelentes estudios sobre este capítulo, el más nuevo de la industrialización en los países de industrialización tardía, escritos sobre todo por politólogos y sociólogos políticos atraídos por su promesa de iluminación del proceso de elaboración de las políticas y del carácter del Estado.'* Por lo tanto sólo haré algunas observaciones generales sobre la economía política del fenómeno, o sea lo que ya he empezado a hacer al insertar el abanico de las políticas de industrialización como una "industrialización con prevención de las importaciones". '^ Eniaiiiiel AtUer, "Ideolc^c^ 'Guemll<is' ¡UKI ÜR- Qiiest forTechiiologiciil AiitorKMiiy: Brazils Domestic Cotnpuler Iiiduslry", International Organization, 40, verano de 1986, pp. 673-705; EabioStefano Erljer, "Tlie Developrnciit of the 'Eleclroiiics Complcx' and Govonimeiil Policios iti Brazil", World Deiflopiiwnt, 13, niarzo de 1985, pp. 293-310; Peter B. Evans, "State, Capital, and llie Transfomiation of De|)endence; Tlie Brazilian Computer Case", Ensayo de Tralwjo lu'ini. 6, <li< ieinhne de 1985, Centro para el Estudio Com|wrado del Desarrollo, Universidiíd Brown, y Sinion S<liwartznian, "High Technology i' Self-Reliance: Brazil Enters tlie Computer Age", Centro de Esludios Internacionales, MIT, 1985. 904 EL TRIMESTRE ECONÓMICO El caso brasileño sugiere las condiciones en las cuales es probable que esta variedad de la política industrial parezca atractiva para los gobernantes de un país que se industrializa: i) el país debe tener un fuerte mercado interno potencial para los productos de la nueva industria; del lado de la oferta el país debe estar bastante avanzado en el campo de la ingeniería industrial y en la capacidad para "reproducir" los prototipos importados; ü) ayudará considerablemente que el establecimiento de la defensa nacional manifieste un interés especial en la industria y en su desarrollo interno, como ocurrió en el Brasil; üi) considerando que la política tenderá a utilizarse sólo en pocos casos excepcionales, es probable que se restrinja a las industrias "de época" que tienen una aureola especial de anunciadoras de una nueva era industrial, y iv) la política de reservación del mercado o de prevención de importaciones parecerá particularmente atractiva cuando, en su ausencia, sea probable que las corporaciones transnacionales dotadas de la capacidad para crear una "adicción al consumo" se apoderen del mercado, porque en este caso es probable que una vez establecidas estas corporaciones no sean desplazadas jamás por los productores nacionales. La prevención de las importaciones puede verse como una respuesta del país que se industrializa a ciertas prácticas y ciertos productos de los líderes industriales que tienden a impedir la posterior sustitución de las importaciones. Esta observación ofrece una justificación económica para la nueva política. Por supuesto su defensa más básica (contra la acusación de uso anlieconómico de los recursos) descansa en el argumento clásico de la industria incipiente o "infantil". El argumento tradicional en contra -que la protección suele persistir mucho tiempo después del crecimiento del infante- no se aplica en este caso: la forma extrema de la protección —la exclusión del producto extranjero— otorgada a la industria brasileña tiene como contrapartida el periodo finito de ocho años que habrá de durar la exclusión; los productores nacionales saben que tendrán que haber "crecido" para 1992. Un argumento que suele formularse contra la política brasileña es que resulta dispendioso y estúpido el deseo de "reinventar la rueda". Pero este argumento se desvanece tras un poco de reflexión. De nuevo es útil la analogía de los infantes. Los humanos deben reinventar muchas cosas —desde aprender a caminar hasta el uso correcto del ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 905 lenguaje-, y esta práctica intensiva de reinvención y recreación es seguramente una condición necesaria, pero no suficiente, para la subsecuente generación de genuina creatividad. El problema de la investigación y el desarrollo experimental en el campo industrial no es minimizar la reinvención sino lograr el mejor equilibrio posible, a fin de maximizar la creatividad, entre la reinvención y el aprovechamiento del acervo de conocimientos existente.'"' Convendrá hacer una observación final acerca de la significación más amplia de la decisión del Brasil de construir su propia industria de computación. Por supuesto los latinoamericanos habían justificado desde largo tiempo atrás sus políticas de industrialización alegando que si se adhirieran estrechamente a la ley de la ventaja comparativa con su marco estático permanecerían subdesarrollados para siempre. Respondiendo en parte a esta afirmación, y a las realidades de la industrialización mundial, algunos de los economistas más ilustrados de Occidente (o del Norte) vislumbraron una nueva división internacional del trabajo en las manufacturas que tomara en cuenta la ventaja comparativa dinámica. Esta tesis se materializó en lo que Raymond Vernon llamara el "ciclo de los productos" en un artículo famoso."' En el curso del ciclo de los productos se inventarían, fabricarían y perfeccionarían nuevos productos, primero en los países industriales más avanzados, desde donde se exportarían al resto del mundo. Progresivamente, sin embargo, la tecnología de cualquier línea de productos dada se estabiliza y los productos nuevos se estandarizan, en cuyo punto la industria se torna móvil y a menudo puede ser iniciada con provecho, y quizá incluso capturada en gran medida, por los países de nueva industrialización con su mano de obra más barata. De acuerdo con esta construcción los países menos desarrollados ya no quedarán permanentemente relegados a la tarea de producir productos primarios para los mercados mundiales; ahora tienen derecho a industrializarse, pero de nuevo se les asigna un papel algo humilde, ya que se supone que deben permanecer a respetuosa distancia de los países avanzados, los únicos que podrán explorar nuevos caminos industriales. Ahora se está acla15 Véase Richard Nelson, "Uncerlaiiily, I>eaniing, aiul tlie Economics of Parallel Research and Developmenl Efforts ", Reiiew of Economics and Slatislics, 43, 1961, pp. 351-3M. '* "Inleniatioiial Iiiveslnieiit and Inlenialioiial Trade in the F'rixiuc I Cycle", Qiiarterly Journal of Economics, 80, niayo de 1966, pp. 190-207; véase la reseña de R. D. Norton, "Industrial I'ohcy and American Renewal', Journal of Economic Literature, 24, niarzo de 1986, pp. 1-40. 906 EL TRIMESTRE ECONÓMICO rando la significación de la política brasileña de las computadoras: apareciendo cerca de treinta años después de la proclama de Prebisch contra los "esquemas obsoletos de la división internacional del trabajo", puede considerarse como una rebelión de segunda generación contra un nuevo esquema que otra vez pretendería confinar al país más industrializado de la América Latina, ahora de acuerdo con las supuestas reglas de la ventaja comparativa dinámica, ya no de la estática." Dejaremos pendiente la cuestión del posible éxito de la audaz búsqueda brasileña de una participación en el liderazgo industrial. Son sin duda formidables las dificultades de la competencia en el mundo de la alta tecnología. Pero aparte de beneficios obvios tales como el adiestramiento en la innovación, también pueden obtenerse ventajas inesperadas de la entrada a una industria que se encuentra en su etapa inicial y no en su etapa "asentada". Según Peter Evans la acumulación brasileña de capacidad nacional en la industria de las minicomputadoras aprovechó la concentración de las empresas estadunidenses en el desarrollo del producto y de su propio mercado interno. A mediados y fines de los años setenta ellas no estaban listas para la expansión en el extranjero, también porque el desarrollo de los productos más avanzados ocurrió en varias empresas estadunidenses pequeñas que no tenían subsidiarias internacionales ni ambiciones de exportación. En consecuencia, la formación de la industria computadora brasileña y la política de "reservación del mercado" no provocaron gran preocupación ni oposición durante la básica etapa formativa.'" Todo esto cambió considerablemente en los recientes años, de modo que la política brasileña ha pasado a ser un motivo de disputa comercial entre los dos países. Le sería útil a los Estados Unidos estar conscientes de la gran importancia simbólica que probablemente asignarán los brasileños a sus logros, como he intentado demostrar aquí. VI. LA TERAPIA DEL "CHOQUE HETERODOXO" PARA COMBATIR LA INFLACIÓN: LA ARGENTINA Y EL BRASIL Los observadores de la política latinoamericana han popularizado recientemente un término muy útil: hablan mucho de los espacios nuevos í^ L.as palabras que aparecen entre comillas han sido lomadas de El desarrollo económico de América Latina y sus principales problemas. Comisión Económica para América Latina, 1950. 18 Evans, op. cit., pp. 18-21. ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 907 que están abriendo, construyendo u ocupando los actores del panorama político, incluso ocasionalmente en regímenes autoritarios, mediante toda clase de nuevos movimientos e iniciativas sociales. El término sugiere una ampliación del alcance y del repertorio de la política y la posibilidad de dejar atrás las actuales relaciones de poder, ideologías e instituciones. Esto es exactamente lo que ocurrió con las extraordinarias medidas tomadas recientemente para controlar la inflación en la Argentina con el Plan Austral de junio de 1985 y en el Brasil con el Plan Cruzado de marzo de 1986. Al examinar estos experimentos nuevos en la política monetaria, subrayaré primordialmente los aspectos políticos y sociológicos. Pero también se deben señalar brevemente algunos de los hechos económicos básicos. En la Argentina y en el Brasil la inflación había alcanzado el nivel de tres dígitos, o se había aproximado a tal nivel, durante algunos años, desde 1975 en la Argentina y desde 1980 en el Brasil, aunque la tasa inflacionaria argentina era en general dos o tres veces mayor que la brasileña. Es desusado que la inflación continúe a tales niveles durante tanto tiempo sin acelerarse para llegar a la hiperinflación. Ello significa que ambos países estaban equipados con mecanismos refinados para la indización de los sueldos, los salarios, los tipos de cambio, las tasas de interés, etcétera, lo que contribuyó en gran medida a hacer la inflación a la vez tolerable y autoperpetuada. En ambos países los déficit fiscales desempeñaron inicialmente un papel importante en la inflación, pero a medida que las alzas de precios continuaban a altos niveles durante varios años podía afirmarse que el déficit, o una gran parle de él, era tanto un efecto como una causa de la inflación. En 1981 la economía de los Estados Unidos entró en recesión, las tasas de interés internacionales se elevaron grandemente y los préstamos internacionales netos cesaron de fluir por completo en 1982 a partir d(; la moratoria mexicana. Como resultado las economías brasileña y argentina sufrieron fuertes presiones para contraerse a fin de ajustar sus balanzas de pagos. En el curso de la recesión siguiente se redujeron grandemente las importaciones, ayudadas por agudas devaluaciones. En todo momento, sin embargo, la inflación continuó en toda su fuerza, e incluso se aceleró. En estas condiciones se entiende sin dificultad la enorme resistencia 908 EL TRIMESTRE ECONÓMICO con la que se recibió el consejo habitual del Fondo Monetario Internacional de luchar contra la inflación contrayendo aún más la economía. En los años cincuenta y sesenta un grupo de economistas latinoamericanos había propuesto una opción "estructuralista" al análisis "monetarista" y a las prescripciones del Fondo Monetario Internacional. Los estructuralistas establecían una distinción entre las presiones inflacionarias "fundamentales" derivadas de las estructuras sociales internas (tales como los anticuados sistemas de tenencia de la tierra) o de ciertos rasgos de la división internacional del trabajo, por una parte, y los fenómenos más superficiales de la "propagación", tales como la espiral de sueldos y precios, por la otra parte. Independientemente de sus méritos, cuando la inflación se encontraba en la parte baja del intervalo de dos dígitos, como ocurría en los años cincuenta en los países latinoamericanos más propensos a la inflación, esta distinción perdió verosimilitud y utilidad en cuanto la inflación llegó al nivel de los tres dígitos. Se hizo entonces obvio que los "mecanismos de propagación" se habían afianzado y convertido en los factores "fundamentales" que estaban empujando la inflación. Ahora se hablaba de la "inflación incrcial" que reclamaba con urgencia una solución. Amenazados cada vez más por la hiperinflación los gobernantes argentinos y brasileños se encontraban desconcertados. En virtud de que no les agradaba el paradigma del FMi, ni tenían su propio paradigma utilizable, buscaban un nuevo espacio para las políticas. Tuvieron la buena fortuna de ser auxiliados por un grupo de economistas que utilizando una gran diversidad de enfoques (desde la teoría sociológica de la inflación hasta las expectativas racionales) y dotados de considerables conocimientos teóricos y de imaginación práctica propia, habían concebido una fórmula novedosa para controlar la inflación: el tratamiento de "choque heterodoxo" de la inflación que se usó primero en la Argentina en 1985 y luego en el Brasil a principios de 1986.^'' Este es un breve bosquejo de los elementos principales de los dos planes de reforma:^ í) se sustituye la moneda antigua por una nueva '^Es probable que este término sea de Francisco Lo[>es, cuyo libro con este titulóse publicó poco después de la reforma brasileña. Véase O Choque heterodoxo: combale á inflagáo e reforma monetaria, Río de Janeiro, Campus, 1986. Otros contribuyentes importantes a la discusión son: Persio Árida, Edmar Bacila, Luiz Carlos Bresser Pereira y André Lara Resende en el Brasil, y Adolfo Canitrot, Roberto Frenkel y Daniel Heymann en la Argentina. ■^ Un plan similar se aplicó en Israel en julio de 1985. Véase el artículo de Mictiael Bru- ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 909 (una unidad de esta última = 1 000 unidades de la primera); ii) se congelan temporalmente los precios y los salarios; ¿it) queda abolida la indización de salarios, sueldos, instrumentos monetarios, etcétera; iv) en virtud de que el retorno a la estabilidad de precios mejora la posición fiscal por varios conceptos, y con la ayuda de medidas de austeridad adicionales, los gobiernos reducirán los préstamos que les hace el banco central; en la Argentina el gobierno prometió renunciar enteramente a tales préstamos, y v) se supone que los contratos celebrados antes de la reforma que implican pagos en fechas futuras hicieron provisiones por la inflación esperada, de modo que se cambian sus términos aplicando a los pagos futuros en la nueva moneda una tabla de conversión [tabela) que establece una serie de equivalencias entre la moneda nueva y la antigua según el vencimiento, de acuerdo con una estimación oficial de la inflación esperada en el régimen antiguo y el nuevo. El objetivo principal de estas medidas era el rompimiento de las expectativas inflacionarias y la contención de los efectos recesivos, al no depender exclusivamente de los cambios en los agregados monetarios. Un papel muy importante habrían de desempeñar los controles de precios y salarios y este era el principal aspecto "heterodoxo", mientras que la tabela era su básica innovación técnica. En medida considerable se pensaba que el éxito de la reforma dependía de la sustitución de los tirones por la distribución del ingreso que la inflación había atizado entre los diversos grupos sociales, por un nuevo "contrato social" o por la "concertación social". Se pensaba que estos tirones, institucionalizados mediante la indización generalizada, eran responsables del componente inercial siempre mayor de la inflación durante su fase de aceleración. Las reformas tuvieron éxito al detener la inflación en ambos países... durante algún tiempo. En la Argentina los precios volvieron a subir al ritmo de 5% mensual a mediados de 1986 y en el Brasil el Plan Cruzado sufrió una herida grave en noviembre del mismo año. Pero aun los éxitos limitados que se lograron y los paralelos entre las experiencias de los dos países ofrecen enseñanzas. En primer lugar, ambos países experimentaron aproximadamente al mismo tiempo una inflación de tres dígitos que amenazaba con salirse por completo de control. no (titular) en Persio Árida, Inflando Zero, Río de Janeiro, Paz e Terra, 1986. Este artículo se publicó originalmente en hebreo en Riva'on Lekaltala, octubre de 1985. 910 EL TRIMESTRE ECONÓMICO Más significativamente, ciertas ideas acerca del "choque heterodoxo" se habían elaborado en discusiones intensas, a menudo conjuntas, entre un grupo de prominentes economistas argentinos y brasileños que, teniendo fuertes convicciones democráticas y nuevas propuestas técnicas, recibieron influyentes posiciones en la política económica o la asesoría de ambos países cuando la inflación se agravó en 1985-1986. Pero una tercera condición común de los dos países es la más interesante: ambos países habían reinstalado recientemente gobiernos civiles tras un largo periodo de régimen militar. En el momento de las reformas los nuevos gobiernos habían tenido el poder durante cerca de dieciocho meses en la Argentina y nueve en el Brasil, en ambos países la inflación se había agravado en esos periodos, haciendo que los nuevos gobiernos perdieran prestigio y atracción. En realidad ambas fases -el empeoramiento de la inflación y la subsecuente reforma— de las nacientes democracias de la Argentina y el Brasil están condicionadas por la política de la situación posterior al autoritarismo. Cuando un gobierno civil, democrático, llega al poder tras un largo periodo de represivo régimen militar es normal que varios grupos de la resucitada sociedad civil de reciente activación -en particular los sindicatos, largamente reprimidos— formulen fuertes reclamaciones de mayores ingresos. El impulso inicial de aquellos a quienes se dirigen las demandas es conceder algunas de ellas por lo menos, ya sea en pro de la paz social o por un sentimiento de obligación de resarcir la opresión y la injusticia del pasado. Por supuesto, la satisfacción de tales demandas tiende a generar nuevas presiones inflacionarias y de balanza de pagos. Como he señalado en otra parle, la inflación puede ser a pesar de todo un mecanismo útil en esta situación: permite que los grupos sociales que surgen o resurgen flexionen sus músculos, con la inflación actuando como una providencial válvula de seguridad para las presiones sociales acumuladas.^' Pero esto sólo funciona hasta cierto punto, y la tolerancia de inflación adicional varía de un caso a otro. Por ejemplo, en la España posterior a Franco es probable que la tolerancia de una aceleración de la inflación haya sido mucho mayor que en la Argentina o el Brasil posteriores a los regímenes autoritarios: en estos países la inflación estaba ya delicadamente colgada en un nivel ■^1 Véase mi ensayo titulado "La matriz social y política de la inflación: elalx)ración sobre la experiencia lalinoamericana". De la economía a la ¡¡olitica y más allá, op. cit. ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 911 elevado, de tres dígitos, cuando los gobiernos civiles tomaron el poder, de modo que la aceleración de la inflación podía conducir a la hiperinflación con obvios peligros para el prestigio y la supervivencia de los nuevos regímenes democráticos. No se requiere gran imaginación para vislumbrar una secuencia cíclica simple y funesta: sustitución de un régimen militar por otro democrático civil-renovada combatividad de los grupos soeiales-concesión de nuevas demandas-empeoramiento de la inflación-descrédito y crisis del régimen civil-retomo de los militares. Pero por fortuna las relaciones entre el retomo del gobierno democrático y la inflación son más complejas, como lo han demostrado precisamente las nuevas reformas monetarias de la Argentina y el Brasil. En realidad los nuevos gobiernos democráticos, sobre todo cuando sustituyen a regímenes autoritarios detestados o despreciados, tendrán que afrontar una nueva oleada de combatividad de los grupos sociales. Pero al mismo tiempo pueden recurrir a una reserva especial de buena voluntad y confianza que tienen a resullas de las libertades políticas y los derechos humanos que han restablecido o creado. Es este activo considerable de los nuevos gobiernos de la Argentina y el Brasil lo que constituyó un factor básico en el éxito de las reformas monetarias, porque si la guerra inflacionaria —que han librado los diversos gmpos sociales con tanta intensidad durante tanto tiempo—es remplazada repentinamente por la cooperación y la voluntad de creer en el éxito de la nueva política, deberá haber cierta confianza básica en el Estado que enuncia el nuevo programa. Esta confianza está menos condicionada por el programa mismo, por excelente que éste sea desde el punto de vista técnico, que por la promesa representada por un gobierno y por la misión que se le ha encomendado.^^ Este activo especial de confianza y esperanza puede servir por lo tanto como un contrapeso a la tendencia hacia presiones infiacionarias más fuertes que también aparece a raíz del cambio político hacia una sociedad más humanitaria y más abierta, como también más abiertamente contenciosa. Por supuesto no se trata de ningún equilibrio me•^■^ L.as ¡deas del párrafo anterior loinaroii foniia diiraiile una conferencia sobre la inflación latinoamericana sostenida en Caracas en marzo de 1986, sobre totio en una discusión del ensayo de Rene Cortázar sobre los problemas de la inflación que tendría que encarar un nuevo Chile democrático. Los ensayos y las discusiones se publicaron en PensamieiUo Iberoamericano (número 9), la revista que patrocinó la conferencia. 912 EL TRIMESTRE ECONÓMICO cánico, sólo de dos fuerzas que tiran en direcciones contrarias, en épocas diferentes, con vigor variable. De igual manera, aunque las presiones hacia la inflación son muy obvias, no puede darse por sentada la capacidad para conjurar "desde lo más profundo" los espíritus de confianza y solidaridad. En efecto, tanto en el caso de la Argentina como en el del Brasil las reformas se promulgaron con gran alboroto, como último recurso de gobiernos que perdían con rapidez su vigor y que fueron los primeros sorprendidos por la respuesta y la cooperación entusiastas del público. Así ocurrió particularmente en el Brasil donde el presidente Sarney, al anunciar la reforma, tomó la medida audaz, pero al final muy efectiva, de pedir a cada ciudadano que fuera un "fiscal del Presidente" verificando los precios publicados en tiendas y supermercados y exigiendo el cumplimiento de la congelación de precios. Este fue tal vez el componente más heterodoxo de la reforma, algo que ni siquiera se les había ocurrido a los economistas responsables del pacote (paquete de medidas),^^ ya que, de acuerdo con uno de mis informantes, esta invitación a una participación directa de los ciudadanos individuales en la "guerra contra la inflación" la añadió el propio Presidente al discurso que le habían preparado sus asesores técnicos. La respuesta a la invitación fue categórica en las grandes ciudades durante los primeros días de la reforma: muchos ciudadanos inspeccionaban los supermercados con sus listas de precios y habiendo descubierto algunas infracciones llamaban a la policía para que les ayudara a cerrar las tiendas infractoras, y todo esto se televisaba a la hora de mayor teleauditorio. De esta manera la guerra a la inflación se convirtió en un ejercicio de política populista: una maravillosa metamorfosis de las prescripciones antinflacionarias del FMI que se habían denunciado desde largo tiempo atrás como "conjuras imperialistas contra el pueblo". VII. OBSERVACIONES FINALES ACERCA DE IDEOLOGíA Y DEUDA Hace más de veinte años publiqué un breve artículo respecto a las relaciones interamericanas con el título de "Out of Phase".^* Allí intentaba demostrar que las modas intelectuales en el pensamiento ^ Este es el término más comúnmente usado en el Brasil para designar la reforma monetaria. 2* En EncounJer, número especial sobre la América Latina, septiembre de 1965, pp. 21-23. ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 913 sobre el desarrollo económico tendían a experimentar cambios en los Estados Unidos que correspondían, sólo que en dirección contraria, a los cambios que ocurrían aproximadamente al mismo tiempo en el humor de la América Latina, lo que se traducía en una "orgía de malas interpretaciones y malentendidos". Me refería entonces a la experiencia concreta del quinquenio que acababa de transcurrir, sin afirmar que esta falta de correspondencia tuviera un carácter inevitable o permanente. Pero observando el panorama actual y advirtiendo que mi título se aplica más que nunca, casi me pregunto si habré descubierto alguna clase de "ley". En un ensayo anterior señalé los cambios contrastantes de un conjunto de creencias a otro, ahora me interesa un cambio más fundamental, aunque no se defina fácilmente: el cambio de una confianza total en la existencia de una solución fundamental a los problemas sociales y económicos a una actitud más crítica, pragmática, de la certeza ideológica a una búsqueda más abierta, ecléctica, escéptica. Por supuesto los latinoamericanos han sido criticados desde hace largo tiempo en el Norte por la rigidez ideológica con la que se supone que enfocan muchos problemas. Y en el campo de la política económica, donde la discusión sigue a menudo líneas ideológicas en todo caso a resultas de una larga historia de debate antagónico en el Norte mismo, quizá sea cierto que muchos latinoamericanos han tendido a adoptar posturas "ideológicas" (de izquierda y de derecha) en cuestiones tales como la planeación, el mecanismo del mercado, la inversión extranjera directa, la inflación, el papel del gobierno desempeñado en el desarrollo económico, etcétera. Pero recientemente ha habido indicios de un cambio considerable en esta situación, en gran medida a resultas de amarga experiencia. Como secuela de los represivos regímenes autoritarios que llegaron al poder en los años sesenta y setenta, muchos latinoamericanos hicieron algo más que adherirse a una política que se adecúa a un conjunto de opiniones (cada una de ellas firmemente sostenida), su certeza había sido suficientemente sacudida como para que desearan un diálogo abierto y una deliberación, listos para descubrir algo nuevo acerca de sus propias opiniones y valores.^^ ■^5 Véase mi ensayo titulado "Notes on the Consolidation of Democracy in L.atin America", Rival Views of Market Society, op. cit. 914 EL TRIMESTRE ECONÓMICO En la Argentina, probablemente la sociedad latinoamericana más conflictiva de los pasados cincuenta años, ha alcanzado un prestigio considerable la idea de la llamada "concertación" social, un proceso que implica muchas concesiones de diversos grupos sociales, y escuché que nadie daría ahora orgullosamente el nombre de intransigente a un partido político, aunque un pequeño partido sigue funcionando con ese nombre (fundado en los años sesenta, como era de esperarse). Al mismo tiempo, el espectacular fracaso de las políticas económicas impulsadas por la ideología (de izquierda y de derecha) ha creado un nuevo talento experimental entre los economistas, los intelectuales y los gobernantes latinoamericanos. Este talento, con su conocida disposición para utilizar una gran diversidad de ideas, fue evidente en las reformas monetarias promulgadas en la Argentina y el Brasil. Ahora ya se está aclarando lo que quería decir yo al hablar de un "desfase". Así como muchos latinoamericanos influyentes tienen un humor que ha dejado atrás la ideología, con una desconfianza considerable hacia todo sistema de pensamiento que pretenda tener todas las respuestas a los complejos problemas que afrontan sus sociedades, se enfrentan, sobre todo en el ámbito de la política económica, a posiciones ideológicas intransigentes adoptadas por el gobierno actual de su principal socio comercial, inversionista extranjero y acreedor. Por supuesto, no es esta la primera vez que los Estados Unidos, o las instituciones multinacionales fuertemente influidas por los Estados Unidos, se han convencido de que poseen la clave para el progreso y el desarrollo de todos esos países extranjeros remotos y atrasados. En los años cincuenta el Banco Mundial intentó condicionar sus préstamos al establecimiento de alguna forma de planeación económica por parte de los países solicitantes.^* En los años sesenta con la Alianza para el Progreso se aconsejó firmemente a los países latinoamericanos que implantaran reformas agrarias y fiscales, entendiendo por reforma fiscal el uso de impuestos más elevados para los ricos. Pero nunca han sido tan insistentemente adoctrinados y sermoneados los latinoamericanos como en los años recientes, ahora con lincamientos muy diferen26 Casi perdí mi trabajo de asesor en Colombia porque me negué a presionar fuertemente en esta dirección. Véase mi ensayo titulado "A Dissenter's Confession: Revisiling The Strategy of Ecorwmic Development", G. Meier y D. Seers (comps.), Pioneers in Development, Nueva York, Oxford University Press, 1984. ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 915 tes, sobre las virtudes de los mercados libres, la privatización y la inversión extranjera privada, así como acerca de los peligros de la dirección y la intervención estatales, y la tributación excesiva, para no señalar la planeación. Además, tales lecciones tienen ahora un auditorio cautivo en los altos funcionarios de la política económica latinoamericana que deben hacer frecuentes viajes a Washington para renegociar y restructurar las pesadas cargas de las deudas que la mayoría de sus países han acumulado durante los años setenta. Las prédicas ideológicas de esta clase son muy contraproducentes. Además de suscitar preocupación entre los latinoamericanos por la soberanía y la dignidad de sus países, ahora provocan protestas en el sentido de que el mundo es un lugar demasiado complejo para corregirlo mediante la aplicación mecánica, por todas partes, de alguna fórmula idéntica y simplista. Irónicamente, los latinoamericanos están esgrimiendo ahora, contra sus preceptores de los Estados Unidos, la crítica conservadora de Edmund Burke, con su hincapié en las "circunstancias" y su negativa a "alabar o censurar todo lo que se relacione con las acciones humanas, y las preocupaciones humanas, con una visión simple del objetivo, tal como aparece desligado de toda relación, en toda la desnudez y la soledad de la abstracción metafísica".^' Pretendiendo exportar su credo de libre mercado como un remedio universal, la administración Reagan está destruyendo sin saberlo toda clase de comunicación con los nuevos líderes de las emergentes democracias latinoamericanas. El fracaso del diálogo o la comunicación eficaces entre los Estados Unidos y la América Latina es en particular evidente -y peligroso— en relación con el tema antes mencionado de la deuda. Este es un tema muy amplio del que se ha dicho ya casi todo. Sin embargo, creo que debo hacer una breve observación al respecto para terminar. Haré hincapié precisamente en la manera en que las percepciones y las ideologías contrastantes contribuyen a complicar el problema. Como ha señalado recientemente el senador Bradley en un discurso vigoroso y constructivo, la acumulación de la deuda de los años setenta, que cesó abruptamente en 1982 y se conoce ahora como el problema 2" Refleclions on ihe Revolulion in France (1790), Chicago, Regnery, 1955, p. 18. Véase algunas obsenaciones críticas r'e la pwlítica estadunidense actual según tales lineaniientos burkianos en Alejandro Foxley, "El problema de la deuda externa visto desde América Latina", Colección Esludios CIEPL.VN 18, diciembre 1985, pp. 59-61. 916 EL TRIMESTRE ECONÓMICO de la deuda, se ha convertido en un desastre.^ Pero es un desastre creado por el hombre, de modo que es de presumir que el hombre podrá resolverlo. La pregunta es entonces: ¿qué impide a deudores y acreedores ocuparse decisivamente de este problema que se ha enconado durante más de cuatro años?^ Una razón es que los acreedores y los deudores, o los estadunidenses y los latinoamericanos, tienen ideas muy diferentes sobre quiénes son los principales responsables de la acumulación de la deuda. Los estadunidenses se han comportado en general como si la responsabilidad fuera exclusivamente de los prestatarios. Parecen sostener lo que se ha llamado la "teoría del financiamiento de esperanza frustrada" (Walljlower theory ofjinance), según la cual los bancos nunca toman la iniciativa de un préstamo y esperan a que lo solicite el candidato a prestatario, quien debe asumir por lo tanto la responsabilidad principal de la transacción y de todas sus fallas.*' Esta concepción es por supuesto contraria a la noción más elemental de la economía, la que enseña que toda transacción que implique dos o más partes se hace de ordinario sobre la base de un beneficio mutuo esperado, de modo que no hay razón para esperar que una de las partes sea totalmente pasiva. Además, es bien sabido (y ha sido excelentemente documentado en un artículo confesional ahora famoso, de un antiguo funcionario bancario estadunidense)^' que los bancos comerciales realizaron durante los años setenta —como lo habían hecho en los años veinte, y los bancos británicos en varias épocas durante el siglo pasado— vigorosas "campañas de préstamos", llegando a veces a usar todas las palancas diplomáticas que pudieran esgrimir contra los países "recalcitrantes", como Colombia. 28 "\ Proposal for Third World Debí Management", 29 de junio de 1986, Senado de los Estados Unidos, oficina del senador Bill Bradley. ■^ Guillermo O'Donnell plantea una cuestión similar, restringida a los deudores latinoamericanos, en su artículo "Deuda extema: ¿Por qué nuestros gobiernos no hacen lo obvio?", Miguel S. Wionczek, La crisis de la deuda extema en la América Latina, Serie de Lecturas de EL TRIMESTRE ECONóMICO, núm. 59, vol. I, México, FCE, 1987. ** William Darity Jr., "Loan Pushing: Doctrine and Tlieory", Ensayo para Discusión de las Finanzas Internacionales, Junta de la Reserva Federal, Washington, D.C., 1985; Robert Devlin, "The Structure and Performance of International Banking during the 1970s and Crisis in Latin America", Ensayo de Trabajo, Helen Kellogg Institute for International Studies, Universidad de Notre Dame [traducción al español en Miguel S. Wionczek, La crisis de la deuda extema en la América Latina, Serie de Lecturas de ELTRIMESTRE ECONÓMICO, núm. 59, volumen I, México, FCE, 1987], y Lance Taylor, "The Theory and Practice of Developing Country Debt: An Informal Cuide for the Perplexed", Journalo/Developmera Planning, Naciones Unidas, núm. 16, 1985, pp. 204-205. 31 S. C. Gwynne, "Adventures in the Loan Trade", Harper's, núm. 267, 1983, pp. 22-26. ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 917 Así que la teoría del "financiamiento de esperanza frustrada" no es sostenible. Podríamos oponerle otra metáfora según la cual los prestatarios latinoamericanos fueron cortejados por los prestamistas y fueron empujados por la vía del jardín, al final de la cual se les administró el "choque Volcker" de las tasas de interés rápidamente crecientes.'^ Algunos latinoamericanos tienden a considerar la historia más o menos bajo esta luz, pero es probable que la mayoría crea que la responsabilidad fue de ambas partes. Una de las dificultades para la formación de un cártel de deudores ha sido precisamente que algunos países latinoamericanos cayeron en la trampa de la deuda con mucha mayor facilidad que otros. Como vimos en las secciones anteriores los gobiernos de Chile, la Argentina y México permitieron o provocaron la sobrevaluación de sus monedas durante periodos prolongados a fines de los años setenta y principios de los ochenta, proporcionando así fuertes incentivos para la importación en exceso y la llamada fuga de capitales, actividades ambas que condujeron a préstamos cuantiosos y que fueron facilitadas por ellos. Por otra parte, hay por lo menos un país latinoamericano grande, Colombia, que pudo sostener su endeudamiento externo en un nivel moderado simplemente porque mantuvo un control centralizado y algo restrictivo sobre la deuda externa, tanto pública como privada. Un caso instructivo del desempeño conjunto particularmente deficiente de un prestatario y del sistema bancario internacional, principalmente el estadunidense, es el de México. Tenemos aquí un país que había descubierto y desarrollado grandes fuentes de petróleo en un momento de precios muy favorables de este producto. Los economistas del desarrollo habían aconsejado durante largo tiempo a los países que experimentaban una repentina "bonanza" de exportación de esta clase, que gravaran las nuevas corrientes de ingresos para impedir que las ganancias de divisas resultantes se gastaran totalmente en importaciones de bienes de consumo.^'Tales impuestos habrían de financiar la inversión, o sencillamente asegurar la acumulación de divisas que sirvieran como un amortiguador contra una reversión de la fortuna. Lx) ^^ Lance Taylor, op. cit., p. 212. ^ Véase por ejemplo Ragnar Niirkse, Problems of Capital Formalion in ünderdeveloped Coururies, Oxford, Blackwell, 1953, pp, pp, 98-103 [traducción al español en edición del FCE]. 918 EL TRIMESTRE ECONÓMICO que ocurrió en México fue todo lo contrario de esta política. El país no sólo no acumuló una parte de las divisas de nueva adquisición, sino que tomó prestadas grandes cantidades de fondos además de las recaudaciones de la "bonanza" de las exportaciones, y una gran parte de estos fondos se "disipó" —según la frase que se usaba no hace mucho tiempo, cuando la planeación de la inversión tenía una alta reputación— en gran medida en importaciones de bienes de consumo y en fuga de capitales. Pero la responsabilidad de estos acontecimientos corresponde tanto a la comunidad bancaria internacional como a los tomadores de decisiones de los sectores privado y público de México. Hace pocos años, antes de que estallara la crisis de la deuda, se felicitaba a menudo a los bancos por la agilidad y la suavidad con la que, en los años setenta, canalizaban los fondos de los exportadores de petróleo del Medio Oriente hacia los importadores de petróleo cuyas balanzas de pagos eran gravemente afectadas por los repentinos incrementos de los precios. Pero los casos de México, Nigeria y otros países demuestran que los bancos prestaron con un abandono mayor aún a los exportadores de petróleo que desarrollaban con rapidez, contra todas las reglas de la prudencia, una capacidad para absorber fondos externos por encima de los abultados ingresos de sus exportaciones. El hecho es que los bancos internacionales se prendaron al instante de los países pobres que, al contrario de muchas otras áreas subdesarroUadas, podían ostentar un activo tan sólido, proveedor de una seguridad indudable, como el petróleo en el subsuelo: su deseo de convertir a tales países en sus clientes era simplemente irresistible. De esta manera contribuyeron tanto como los gobernantes de los países prestatarios a convertir la bonanza en un desastre. Así pues, los latinoamericanos creen que no hay ninguna razón valedera para que se les den lecciones tan unilateralmente. Y tampoco se muestran receptivos al mensaje de las lecciones, con su alabanza irrestricta del libre comercio y su condenación del Estado. Por una parte los gobernantes autoritarios de los países del Cono Sur experimentaron de manera intensa e infortunada, durante los años setenta, con políticas inspiradas en las doctrinas del libre mercado, de modo que estos experimentos se asocian ahora, en la mente de los latinoamericanos demócratas, con los regímenes militares despiadados y con ECONOMíA POLíTICA DEL DESARROLLO 919 sus fracasos.** Además, si todos los grandes deudores latinoamericanos han debido experimentar la dolorosa contracción del periodo reciente, esto se debió precisamente a la operación irrestricta del libre mercado internacional de fondos prestables en los at'ios anteriores a la crisis de la deuda de 1982. Resulta en verdad notable cómo, tras de casi treinta años de transferencias de capital ordenadas y productivas, organizadas con los auspicios de los gobiernos y las instituciones multinacionales, tales como el Banco Mundial y el Banco Inleramericano de Desarrollo, las energías repentinamente liberadas de la libre empresa en el financiamiento internacional han podido generar el caos económico internacional en menos de un decenio. Estas son algunas de las razones específicas del "dcsencuenlro" actual entre estadunidenses y latinoamericanos. Pero el obstáculo más básico para un diálogo útil entre las dos partes es esa transformación extraña: quienes no hace mucho tiempo se enorgullecían de su pragmatismo de pronto han practicado un viraje ideológico mientras que los ideólogos de antaño, cansados de su anterior conjunto de certezas y "soluciones", se exasperan ante los neófitos que pretenden enseñarles un nuevo conjunto. ^' Ak-janilro Foxley, op. ril.