Cambio Urgente de Actitudes La República. Jueves, 18 de septiembre de 2014 Felipe Zegarra R.* Es fuerte la tendencia a ocultar que, desde hace décadas, la distancia en términos de abundancia y estrechez se amplía más y más, hasta llegar a ser francamente humillantes para muchas y muchos. Hay, claro, formas de obviarlo, cuando se pone el acento en la disminución de la pobreza y de la pobreza extrema. Pero las formas de medir ese porcentaje no resisten la comparación con los apetitos de los que, teniendo lo necesario para la subsistencia diaria, aumentan su capacidad de consumo (¿han visto cuantos vehículos 4 x 4 pasan por los barrios de la ciudad?). Según las cifras más altas que he encontrado, se deja de ser pobre cuando se dispone de algo menos de S/. 320.00 al mes, ¿usted podría? Se suele decir que los ricos se han esforzado por conseguir lo que tienen; habrá, pues, que admirar a los que, según Forbes, han logrado ubicarse en la “lista de milmillonarios”. En algunos casos eso puede afirmarse con verdad; pero se dice también que los pobres son ociosos e ignorantes, y eso significa un real desconocimiento de la realidad… No se tiene en cuenta el factor oportunidades, la conformación familiar, educación, vivienda, salud, etc. Pero aún más claramente se oculta la indignidad del salario mínimo, la cantidad de trabajadores a quienes se les niega el acceso a ese salario, y la exigencia creciente de horas de trabajo para poder llevar algo de comida a su familia. Como escribe el Papa Francisco: Mientras que las ganancias de unos pocos crecen exponencialmente, las de la mayoría se quedan cada vez más lejos del bienestar de una minoría. Este desequilibrio proviene de ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la especulación financiera… El afán de poder y de tener no conoce límites (Evangelii Gaudium n. 56). Nuestra existencia transcurre en un profundo enclaustramiento, en un encerramiento en las relaciones interpersonales y sociales; pero, sobre todo, relaciones con un mundo de objetos, algunos de los cuales pueden tener –para un sector muy pequeño- gran calidad estética (y mucho valor económico), otros particularmente tan novedosos que hay que cambiarlos cada vez que aparecen otros más nuevos, otros simplemente “de moda”. Leamos a Francisco: Aceptamos pacíficamente su predominio [el del dinero] sobre nosotros y nuestras sociedades… hay una profunda crisis antropológica: ¡la negación de la primacía del ser humano!... (EG n. 55) Pero no se trata solo de Francisco –al que algunos, en Europa y en el Norte del planeta y quienes se sienten muy europeos o norteamericanos, consideran un advenedizo-. Se trata de Jesús y de su mensaje, que si bien tiene más de veinte siglos, conserva vigencia social. Se trata en el fondo de un problema de nuestra propia humanidad. Concentrados en nuestro universo de cosas, nos importa “un bledo” la ética, es decir, nuestra propia manera de actuar, nuestra tendencia creciente a aislarnos de los otros. Finalmente, pensamos, los otros están en el mundo para servirnos… Tras esta actitud se esconde el rechazo de la ética y el rechazo de Dios. La ética suele ser mirada con cierto desprecio burlón (EG n. 57) Obviamente hay gente que actúa con respeto por los demás, o inclusive hacen todo lo contrario de lo que he descrito. ¡Gracias a Dios!, y gracias también a ellas y ellos, que nos sacan de nuestra insensibilidad, que nos hacen pensar que otro modo de vivir es posible, que nos mueven a cambiar e ir a las raíces de nuestro verdadero yo, el cual -¡sorpresa!- sigue siendo capaz de mirar más allá de nuestras narices, de tratar con respeto al extraño y hasta al enemigo, de buscar hacer del amor auténtico el eje de nuestra existencia, de realizar lo que está en nuestras manos para vivir en un mundo de hermanas y hermanos. ¡El dinero debe servir y no gobernar! El Papa ama a todos, ricos y pobres, pero tiene la obligación, en nombre de Cristo, de recordar que los ricos deben ayudar a los pobres, respetarlos, promocionarlos. Os exhorto a la solidaridad desinteresada y a una vuelta de la economía y de las finanzas a una ética en favor del ser humano (EG n.58). (*) Sacerdote y teólogo