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VISITA GUIADA AL CASCO ANTIGUO DE BOLTAÑA
IGLESIA COLEGIATA DE SAN PEDRO APOSTOL
Hay referencias a la existencia de una iglesia en Boltaña ya en el siglo XII. No
sabemos como debía ser el edificio porque no se conservan restos de éste. El edificio
actual se construyo en la segunda mitad del siglo XVI, después de que en 1544, una
Bula papal la dignificara como iglesia colegiata. Por ello, los boltañeses, decidieron
construir una nueva iglesia, de mayor volumen, lo que se ejecutaría hacia 1580 por el
maestro Sandoval Faiçar, así como las piezas cocidas para las bóvedas de crucería
son obra de Bernard de San Juan de Pie de Puerto.
La portada de la iglesia, abierta hacia el sur, es de arco de medio punto, con
arquivoltas en gradación de sección rectangular, que recuerdan a portadas realizadas a
finales del estilo románico.
Por las fechas en que se construye el edificio, responde al estilo denominado
“gótico aragonés”, donde se entremezclan elementos del gótico con otros del
renacimiento. Presenta planta rectangular, con tres naves, y cabecera poligonal,
cubriendo todos los espacios con bóvedas de crucería. Destaca el volumen de su nave
central, por la anchura de ésta.
En el muro Norte, junto a la puerta de acceso de la Sacristía, se encuentra la
torre campanario, que era obra anterior a la iglesia, y por cuya conservación, al
incorporarla a la nueva iglesia, su eje se muestra desplazado, por lo que se rompe la
linealidad del muro. En el siglo XVIII, el espacio inferior de la torre se acondicionó como
capilla.
Durante la Guerra Civil, en agosto de 1936, los numerosos retablos, coro,
órgano y otros ornamentos de la guerra fueron destruidos, sólo conservamos una
fotografía donde se ve parcialmente el retablo mayor de la iglesia.
Los elementos que hoy la decoran, son fruto de la despoblación de la comarca y
de la necesidad de reubicar algunos elementos que quedaron abandonados en su lugar
de origen.
Al pie de la nave principal, se encuentra protegido por una verja, la sillería de
coro que procede del Monasterio de San Victorian, situado al pie de la Peña
Montañesa, que fue trasladada en 1949 desde la iglesia del monasterio a Boltaña
gracias al esfuerzo de los vecinos de Boltaña, que acudieron para desmontarlo y
trasladarlo, siendo adaptada a la iglesia de Boltaña por el carpintero local Manuel
Lacasta y ubicada en su actual sitio en 1950 (como lo indica en un pequeño medallón
que sujetan los angelotes sitos sobre la portada).
La sillería se compone de 27 asientos, de madera de nogal, con las puertas que
daban acceso lateralmente al coro -con las figuras de San Pablo y San Pedro-, el
ambón o espacio para apoyar los libros de canto, correspondiente al Abad, y el
fascistol, que se situaba en el centro del coro, donde se solían apoyar los grandes
libros de canto. La verja también se trajo del monasterio, aunque al ser el espacio en
Boltaña menos profundo y más ancho, hubo que modificar dicha verja y la disposición
de las sillas.
Es una sillería realizada en la segunda mitad del siglo XVIII, de estilo barroco,
representando en sus respaldos, escenas de la vida de San Benito, monje italiano del
siglo VII, que fundara la orden benedictina. Es uno de los ciclos más completos, en
cuanto al número de escenas, sobre la vida de este santo, que se conserva en la
Península Ibérica. Las escenas fueron copiadas de estampas elaboradas en el siglo
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XVI. Las escenas se rodean de motivos vegetales, y en cada asiento, las
“misericordias”, que es como se llama a los relieves que servían de apoyo y se sitúan
bajo la tabla del asiento, se decoran con rostros infantiles y monstruosos.
En la nave de la derecha, la pila bautismal que se conserva procede del pueblo
abandonado de Burgase, del valle de la Solana. Está realizada en 1639, en piedra, con
una copa decorada en su parte exterior con una flor de lis.
En la capilla bajo la torre, en la nave de la izquierda, se conserva un retablo
procedente de Moriello de Sampietro, una aldea de Boltaña, cuya iglesia ha sido
recientemente restaurada, pero en el pueblo no hay habitantes de forma continua.
El retablo presenta elementos de diversas épocas, pues fue reconstruido tras la
Guerra Civil por un carpintero de Boltaña, con las tablas que se conservaban del
retablo mayor y fragmentos de decoración dorada, con pan de oro, procedentes de ese
y otros retablos. Consta de unas tablas o pinturas de la primera mitad del siglo XVI, de
influencias tardías del gótico bajomedieval, como se refleja en los fondos dorados de
las escenas, pero con formas y colores correspondientes al estilo renacentista.
En la parte inferior, el banco, aparecen tres cuadros, en los de los laterales, se
representan parejas de apóstoles: San Juan evangelistas y San Pedro en la de la
izquierda; y Santiago el Menor y Santo Tomás; y en el centro, la figura de Jesucristo
como “varón de los dolores”, acompañado de elementos simbólicos relacionados con la
Pasión de Jesús.
Encima, en la parte central, figuraba originalmente una imagen de San Lorenzo,
santo titular de dicha iglesia y hoy ocupa su espacio un Sagrario. A los lados, las
figuras de San Cristóbal, cruzando el río con el Niño Jesús sobre su hombro, y San
Roque, al que un perro lame una herida que señala un ángel y que se consideraba que
tenía poder para proteger del contagio de la peste.
En la parte superior, el martirio de San Lorenzo (santo titular del retablo) en la
parrilla; en el centro, Jesús crucificado y a los pies de la cruz San Juan y la Virgen; y en
el otro lado, San Lorenzo ante el Emperador (esta tabla tenía que estar a la izquierda, y
la de la izquierda a la derecha).
Dicha capilla fue, hasta 1936, cerrada por una verja, así como se cubre con una
bóveda rebajada de estilo neoclásico, pues fue reformada en el ultimo tercio del siglo
XVIII gracias al patrocinio de un boltañés que había desempeñado cargos oficiales en
el América colonial, como secretario del Virrey, y que alojaba una imagen de Jesucristo
en la cruz, conocido como el “Santo Cristo de los Milagros”, pues se le atribuía
poderes, en especial en los momentos de sequía, en que se sacaba en procesión la
imagen, en rogativa, para atraer la lluvia, con referencia a rogativas ya en el siglo XVII.
En la entrada al fondo de la nave de la izquierda, se conserva una pila de agua
bendita, muy deteriorada. Procede del monasterio del Santo Espíritu o de la Virgen del
Carmen, situado en Margudgued, junto a Boltaña, donde fue donada por el linaje de los
Villacampa (familia de infanzones, algunos de los cuales eran Señores de lugares en la
ribera de Fiscal), en el siglo XVII. Por eso, en la copa conserva las figuras del escudo
de esta familia, mientras que en el pie, aparecen los nombres de diversos santos, a los
cuales debían tener mucha devoción la familia donante, por lo que aparecían sus
nombres para que les protegieran.
La torre campanario, restaurada, fue alzada antes de la construcción de la
iglesia, y tenía también un carácter defensivo. Así, en la parte inferior, se conserva una
saetera de época bajomedieval. Igualmente, la puerta de acceso se halla en alto, es
decir, era accesible con una escalera de mano que podía retirarse. En el piso superior,
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vanos dobles que alojaron inicialmente las campanas, hasta que a la torre se le añadió
el piso que hoy lo remata y donde se hallan las campanas: Destaca la campana mayor,
realizada en el siglo XVIII, con una inscripción que alude a sus donantes; hacia la
plaza, otra campana, para restituir la derribada en la Guerra Civil, fundida hacia 1950, y
en el vano opuesto, se conservan tres de menor tamaño, dos de ellas con inscripciones
con letras góticas del siglo XVI.
La Sacristía, comenzada a construir en el siglo XVI, y que inicialmente se iba a
cubrir con bóveda de crucería, como lo muestra los arranques de nervios en el muro
que da a la iglesia, y cubierta con dos bóvedas de medio cañón, separados por un
amplio arco, constituye un pequeño museo, con las piezas que se conservaron tras la
Guerra civil en la localidad y las procedentes de pueblos hoy abandonados del cercano
valle de la Solana y otros lugares.
En el puede contemplarse, al acceder a esta sala, una puerta, junto al acceso a
la iglesia, cuyo trabajo y decoración nos lleva al siglo XVII. Delante de ésta una cruz
procesional, cubierta de plata, de estilo renacentista, obra de la segunda mitad del
siglo XVI. A su derecha, sobre un armario, una cruz de bronce dorada, que en su base
presenta la fecha de 1712, encargo de un canónigo de origen boltañés. Con una
decoración de tipo barroca, con cabezas de ángeles e imitaciones de piedras
preciosas, es un “Lignum crucis”, en cuanto en la parte central de la cruz, en una
pequeña capsula, acogería supuestamente una reliquia: un fragmento de la cruz en
que fue crucificado Jesucristo. Una pieza con una historia curiosa: cuentan que
desapareció durante la Guerra de la Independencia, por el saqueo de las tropas
francesas en 1809, y no se recobró hasta la década de 1950, en que volvió a la
localidad.
A su lado, una pieza de imagineria, de principios del siglo XVII, obra de maestros
locales, con un trabajo cuidadoso aunque no completamente correcto, de las
proporciones y de la musculatura. Se le llama “Castañetas” y representa a Jesús
atado a la columna cuando fue azotado. Su nombre puede proceder a que durante las
procesiones de Semana Santa, a su paso, sonaban los golpes de las matracas y
palmetas, simulando los golpes.
Sobre el principal mueble, cuya parte inferior es mas antigua, reposan una serie
de imágenes de procedencia y datación diversa. Pueden destacarse la figura de San
Ramón Nonato, posiblemente procedente de un pueblo de la Ribera de Fiscal, santo al
cual se recurría ante los partos difíciles, imagen del siglo XVIII; Santa Bárbara,
protectora contra las tormentas, con una ermita en el extremo Oeste de la localidad, de
fecha similar; una imagen, obra del siglo XVI, representa a María Magdalena, debía
acompañar originalmente a una figura de Cristo en la cruz, formando parte de un
Calvario, y la figura de Santa Engracia, santa con devoción, casi desaparecida en la
localidad, que se conservaba como la anterior en la ermita situada junto al castillo,
dedicada a Santa Lucía, con el símbolo de su pasión, el clavo en su frente, mientras
que la palma en su mano representa su martirio.
También destaca sobre este armario, dos piezas pictóricas del siglo XVIII, obra
posiblemente de maestros locales, en un estilo que se denomina “barroco popular”,
caracterizado por el empleo del dibujo, con gruesos trazos negros de las figuras,
rellenadas de color, que hoy nos sorprenden por su arcaísmo e ingenuidad e incluso
carácter infantil, más aún si consideramos que en aquella época pintaba Goya.
El cuadro de la derecha representa la escena de la “Conversión de Saulo”,
cuando cegado y caído de su caballo, Jesucristo le recrimina porqué persigue a sus
discípulos y Saulo se convierte al cristianismo, adoptando el nombre de Pablo. Está
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pintado sobre sarga y su mal estado dificulta su restauración, de la cual está muy
necesitada.
La otra tabla, sobre madera, representa, bajo tres arcos de medio punto a tres
santos con devoción en Boltaña en la época de ejecución la tabla: San Antonio de
Padua, vestido de fraile y con el niño en brazos; San Blas, vestido de obispo,
“abogado” contra el mal de garganta, y San Martín de Tours, partiendo su capa con un
pobre. Esta tabla era la parte superior de un retablo que se hallaba en la ermita de San
Pablo, junto al cementerio, que fue demolida. Se conserva desmontado, y se situaba
junto al cuadro de la Conversión de San Pablo, acompañado de columnas y un frontón
de remate, hoy disperso, a la espera de su restauración.
MONASTERIO DE LA VIRGEN DEL CARMEN
Fuera del pueblo, en la otra orilla del río, se encuentra el monasterio del Santo
Espíritu o de la Virgen del Carmen, conocido en el pueblo como el “Sanatorio” por
haber desempeñado el papel de Sanatorio antituberculoso a lo largo del siglo XX. Este
monasterio fue fundado en 1651 con la donación de una casa y una ermita por un
infanzón boltañés al provincial de la orden de los Carmelitas Descalzos, quienes
fundaron el monasterio, hoy convertido en Hotel.
Cuenta con una iglesia, de planta de cruz latina con capillas laterales. Se cubre
el crucero y las capillas laterales con cúpulas y la nave central con una bóveda de
lunetos, en relación al estilo barroco y según un modelo denominado de “planta
jesuítica”. En la fachada, muy austera, de claras influencias herreríanas, pero fechada
en 1711, destaca el escudo de la orden y la imagen de la Virgen del Carmen, cuya
cabeza, como la del Niño, fueron “restauradas” y rehechas por un enfermo del
Sanatorio –que albergaba a enfermos de tuberculosis-, al haber sido destruidas en la
Guerra Civil.
CASCO ANTIGUO DE BOLTAÑA
El casco antiguo de Boltaña es uno de los más amplios del Pirineo aragonés.
En torno a la plaza mayor, donde se sitúa la iglesia, se disponen de forma radial las
calles, aprovechando los vestigios de una terraza fluvial. Las calles, que han de salvar
el desnivel, nos permiten contemplar numerosos ejemplos de la arquitectura pirenaica,
donde la piedra es el material con el cual se elevan los muros y la madera sirve como
complemento, así como los edificios aún no restaurados, conservan cubiertas de las
negruzcas losas de arenisca, junto a la teja curva. Dadas las características de área de
montaña, las ventanas fueron en origen de pequeño tamaño, para evitar la entrada de
aire y por la dificultad de obtener cristales. A partir del siglo XIX su tamaño aumenta,
así como se abren balcones en sus paredes. Casas que fueron obra de canteros,
albañiles, carpinteros y herreros.
El modelo de casa corresponde inicialmente al de casa patio, donde al edificio
principal, de vivienda, se le adosan pequeños edificios que van configurando un
pequeño patio, donde se sitúan cuadras, zolles, pajares, etc... Ejemplo de ello son la
casa “Don Jorge” o casa “Juan Latre”. El modelo más tardío y más común es el de casa
bloque, en cuya parte inferior, las bóvedas acogen cuadras, el lagar, zolle, etc.… La
distribución de las estancias más común es:
- se accede desde la calle a un patio que actúa como distribuidor: del espacio a
nivel de la calle. Desde allí puede descenderse a la bodega subterránea mientras que
en los muros del patio se abren diversas estancias, abovedadas, que servían para
cuadra de caballerías, zolle, etc.… así como al lagar, que puede constar con un acceso
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exterior -como en casa “Don Jorge”- para pisar la uva, y cuyos líquidos, se vertían en la
bodega. Y desde el patio, la escalera, normalmente al fondo, permite acceder al primer
piso. En esta primera planta, destaca el salón, lugar de reunión y al cual suelen abrirse
varios vanos, desde la escalera puede accederse también a la cocina, conservándose
en el pueblo algunas viejas cocinas de chimenea troncocónica (casa “el Tieso” o casa
“la Asturiana”), y junto a ésta la recocina, espacio a modo de despensa. Al salón suelen
desembocar también las alcobas. En el piso superior, mas alcobas o en algunos casos
el espacio bajo el tejado, la falsa, que sirve como secadero, por ello en algunos se abre
bajo el tejado un pequeño vano para ventilar dicha estancia.
Este modelo, el tradicional pirenaico, se puede ver en las viviendas boltañesas,
donde el desnivel del terreno les ha aportado un elemento propio: una distribución
superior a los tres pisos, como ocurre en la calle San Pablo, con acceso desde un nivel
inferior y desde la parte superior, casi bajo tejado, donde cada piso suele contar con
una estancia única y la escalera. Otra característica importante es la remodelación de
muchas viviendas en el siglo XIX, adoptando el modelo de distribución por plantas, ya
en pisos, abriendo numerosos balcones (casa “Gazo” o casa “Nuñez”).
No podemos olvidar que la “casa” no ha sido para los montañeses sólo una
construcción: el apodo de la casa identificaba a sus habitantes, les daba una identidad
en cuanto a cada casa y a sus miembros se les atribuía unas capacidades. El concepto
de casa englobaba al edificio, a las propiedades de esta (tierras y animales) y a sus
habitantes.
La Plaza es un punto de referencia claro: en ella se encuentra la iglesia,
alrededor de ésta se situó el cementerio, y en ella se sitúa el Ayuntamiento. El espacio
abierto de la plaza constituye un lugar para la celebración de actos. En torno a ella se
sitúan algunas de las casas más importantes social y económicamente en la localidad
en el siglo XIX:
- la casa situada frente al Ayuntamiento, casa “Nuñez”, responde a un modelo
utilizado en la desaparecida casa “Villacampa” de Laguarta, construida en
torno a mediados del siglo XIX y quemada en 1938, aunque en Boltaña
incorpora un pìso más. Destaca los balcones o solana, de madera, en un
edificio distribuido por pisos. La carpintería imita modelos clásicos, mientras
que en la fachada lateral Este abre numerosos balcones de hierro, de forja.
En la fachada Oeste, destaca un vano, procedente de otra casa, donde se
puede leer en su dintel la mención al “amo” de la casa “Joan de Lacorte” y
una fecha, 1573. Destacan en las jambas, las figuras adosadas, masculina y
femenina, representación de los “amos” de la casa y su preeminencia social,
así como portan entre sus manos la cruz y visten según la moda de dicha
época. En la esquina Sureste, marcando como la esquina se trunca, un
diminuto busto. Esta casa, hoy a piedra vista, es ejemplo también de cómo
estos edificios estuvieron encalados, y sólo era visible la piedra mas
trabajada, la situada en las puertas y ventanas.
- Adjunta se halla casa “Gazo”, casa distribuida por pisos. Fue vivienda de uno
de los más destacados boltañeses del siglo XX, el diputado republicano Saul
Gazo, y durante la IIª Republica, el escudo de infanzón de la fachada fue
retirado, siendo el actual obra reciente. La forja de los balcones, donde
aparece la fecha 1865, es una referencia para la realización de balcones, así
como podemos ver otro próximo con la fecha 1871 y las iniciales “J.S.” Son
obras cuidadosas de herreros, posiblemente locales, que dieron formas
geométricas al metal.
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A partir de la Plaza, la calle principal, bautizada como Calle Santiago Ramón y
Cajal, y conocida en la localidad como Calle Mayor. La estrechez de la calle hace que
la tradición oral cuente que las brujas, que se reunían cada sábado en el castillo,
saltaban por sus tejados, de una casa a otra.
Igualmente se cuenta que en la tercera guerra carlista (1873-1876), en julio de
1875, un ejército carlista, bajo el mando de Dorregaray, estuvo en la localidad, y en su
retirada, por el camino que desemboca al final de la calle, el camino de Cañimás, una
de las acémilas de carga, un mulo cargado de maletas de oro, se escapó, y deambulo
por las calles, sin que nadie lo cogiera, por temor a los carlistas. Uno de los vecinos
recogió a su patio dicho mulo y la casa empezó a prosperar y crecer.
Las casas de las calles, sus edificios, muy reformados, nos pueden contar
historias de sus gentes. La primera casa, conocida como casa “Seso” o “Torres”, muy
reformada, presenta ventanas trabajadas, y destaca la puerta de medio punto, de
amplias dovelas. Una puerta que daría acceso a la vivienda, posiblemente obra del
siglo XVI. Un documento del siglo XVI, sobre la construcción de la iglesia de Campol o
Carbol, mencionaba que su puerta fuera como la de una casa de Boltaña: ¿era ésta la
que sirvió de modelo?
En la siguiente casa, muy deteriorada, destaca la amplia puerta de arco de
medio punto, con un portón de madera decorado con clavos de forja, que reforzaban su
estructura y que permiten, contemplando las puertas conservadas, minuciosos trabajos
de forja, con sencillas formas decorativas, como puede verse en casa “Viu”, con clavos
más trabajados, así como junto a la portada se conserva una puerta en alto, accesible
por una escalera, que era conocido como el “cuarto del vajillero”, en recuerdo al
trajinero procedente de Naval, de donde solían proceder las piezas de cerámicas
utilizadas en el menaje doméstico.
En la misma calle, la casa “Don Jorge”, es una de las más antiguas de la
localidad y responde claramente al modelo de casa patio. En su parte posterior se abre
una amplia era, para la trilla, así como diversos edificios.
De su importancia es muestra el escudo que campea bajo tejadillo,
correspondiente a los apellidos Broto y Mur, del siglo XVIII. Igualmente, en el extremo
derecho de la casa, la parte mas elevada fue una torre de tipo defensivo, en cuyo
último piso se abrían vanos, hoy cegados. Servía mas como símbolo del poder de la
casa que por su capacidad estratégica.
Junto a la puerta de medio punto, que abre a un patio de suelo enmorillado o
empedrado con cantos rodados recogidos en el río, cuenta a la izquierda de dicha
puerta una ventana, la del lagar, que desembocaba en su parte inferior a una bodega
donde se encubaba el vino. Sobre esta planta de la calle, la sala principal, la cocina,
etc... todo muy reformado, como muestra los balcones abiertos en dicha fachada. Bajo
el tejado, de losa, sin alero, un vano con parteluz.
De la siguiente casa, casa “Londito”, destacar el vano que se abre en su fachada
con una cruz inscrita en el dintel, como símbolo protector, para proteger la ventana del
acceso desde el exterior de brujas. Igualmente, pueden verse cruces en puertas
adinteladas, con fechas de la segunda mitad del siglo XIX, época de crecimiento de la
población.
Muestra del papel del patio como lugar de distribución, destaca el de casa
“Rabal”, frente a casa “Don Jorge”. Un área cubierta por una bóveda de medio cañón
rectangular, da acceso al fondo a unos pequeños huertos, mientras que a los lados de
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la bóveda, se abren dos puertas que dan acceso a salas abovedadas, que servían
como cuadras, y la escalera de acceso a la vivienda. Un pozo, o mas bien, depósito,
acumulaba el agua de la lluvia.
- La Casa de la Cultura, hoy biblioteca y referente cultural de la comarca, se
alberga en un edificio, reformado en la década de 1980, que fuera la escuela. Conserva
parte de los elementos de la arquitectura tradicional, como la cubierta, donde en la
buhardilla puede apreciarse el maderamen o conjunto de vigas que sostienen el
armazón o armadura de la cubierta, con gruesos maderos, escuadrados, cuyos
extremos fueron afilados, así como barrenados, lo que refleja como se trajeron por el
río, en navatas que descendían por el río Ara, prolongando luego su camino hacia el río
Ebro y hasta Tortosa. Sobre estos maderos, originales su mayor parte, tablas que
soportaban inicialmente una capa de “buro” o barro, y sobre ella las tejas curvas. Los
muros de piedra, y los pisos, aunque restaurados, conservan los componentes típicos
de la zona, con maderos sobre los que apoyan losas, y sobre estas, baldosas de
cerámica.
El edificio se alzó hacia 1820, y sirvió durante más de un siglo como escuela,
distribuyendo en un piso a los niños y en otro a las niñas, e incluso, durante la guerra
civil, se construyó bajo el patio un refugio ante los posibles bombardeos de la aviación
franquista. Hoy, como Biblioteca, alberga más de 18000 títulos, siendo una de las
primeras bibliotecas, a nivel municipal, en la cantidad de préstamos. Integrada en la red
de Bibliotecas del Gobierno de Aragón, fue creada hace más de 50 años (1950-1951),
gracias al esfuerzo de un maestro represaliado, D. Enrique Muñoz; de un empleado
municipal, D. Antonio Sallán, y de los donativos de los vecinos que constituyeron sus
primeros fondos.
En la Biblioteca, destaca una vitrina de vidrio que aloja algunos restos
arqueológicos hallados en Boltaña o cercanías. En la balda superior, diversas hachas
pulimentadas de piedra, que suelen datarse entre el Neolítico y la Edad Media (entre
5000 y 1000 años), procedentes de las cercanías de Boltaña, del entorno del lugar de
Campodarbe y Fartue. Junto a éstas, una vasija reconstruida, procedente de Castejón
de Sobrarbe, de la época de la denominada Edad del Bronce, y otra pieza procedente
de la cueva funeraria llamada Cueva del Forcón, con similar cronología, situada en las
paredes de la Sierra Ferrera.
En la balda inferior a ésta, una colección de monedas halladas en Boltaña: una
de cronología íbera, muy deteriorada; varias de época romana, entre los siglos I a.C. y
III d.C.; un dinero de vellón de época del rey Jaime II de Aragón, y varias, de plata y
bronce de los siglos XVI-XVII, que nos recuerdan el hallazgo, en 1963, de un tesorillo
compuesto por numerosas monedas de plata y bronce, que posteriormente
desaparecieron en las garras de la administración.
Junto a éstas, una pieza de cronología romana, una “terra sigillata”, reconocible
por su color, y fragmentos de otras, así como tres pulseras de bronce, de cronología
medieval, hallados en la parte baja de la localidad, en la denominada “faja del Prior”.
En las restantes baldas pueden contemplarse una colección de monedas
procedentes de una colección privada del entorno de Huesca; fragmentos de vasijas
procedentes de un horno situado próximo a Boltaña, de discutida cronología, y un
molino de mano, para cereal, procedente de Labuerda.
Ante la Casa de la Cultura, se sitúa una pequeña plazoleta, que sirve de
magnifico mirador del valle del río Ara a su paso por Boltaña. Lo primero a apreciar es,
desde el aspecto geológico, como nos situamos sobre una antigua terraza fluvial,
relacionable con los campos de la zona de “el Colmenar” o “llanos de Sieste” situado
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bajo el lugar de Sieste y que se prolonga en dicha margen derecha. Tanto la actual
terraza fluvial, surcada por el río Ara como la antigua, es ocupada por huertos y
campos de cultivo, hoy en progresivo abandono. Los pueblos, entre los cuales son
visibles Sieste o Guaso, se sitúan en posiciones más elevadas, incluso Morcat, más
lejano.
Frente a nosotros, se conserva una era de trillar, con su forma casi circular,
donde giraban machos y bueyes arrastrando los trillos que permitían separar el gramo
de la paja del cereal, así como preside dicho espacio el pajar, donde recoger la parva o
paja que pudiera servir de alimento al ganado. Recuerdo de un pasado agrícola, del
cual cabe señalar que las dos plazas o “eras”, las eras altas y eras bajas, sirvieron para
tal fin. Considerar su situación en las partes extremas de la localidad, con eras, cuadras
y edificios auxiliares.
Anecdótico resulta que la calle en la que desemboca la Calle mayor, que la
cruza de forma transversal, la Calle de S. Salvador, recibió su nombre de una iglesia o
ermita que allí existió y desapareció en el siglo XIX, sin que actualmente quede ninguna
huella.
La Calle alta o Calle de Francisco de Goya y Lucientes, aloja algún edificio a
destacar. Las puertas adinteladas de casa “Figonero” o casa “Frutos” son obra de
comienzos del siglo XX, destacando la de la última casa, donde las iniciales “L.V.”
aluden a Lorenzo Viu, quien fuera uno de los guías del fotografo y viajero Lucien Briet.
En un pequeño rincón, se abre la estrecha fachada de una casa, casa
“Carruesco”, con un escudo del siglo XVIII del apellido Bielsa sobre la puerta de arco
de medio punto, de grandes dovelas, y sobre el escudo, una ventana o vano en cuyo
dintel, figura una fecha, 1565, así como figuras geométricas decorativas.
Frente a ésta, la casa de “el Tieso”, que mantiene su carácter tradicional: Puerta
adovelada, de medio punto, donde un estrecho patio, da acceso en primer lugar a una
rampa que desciende a la bodega, abovedada, que servia como cuadra y con
estancias como bodega. El patio da acceso a estancias que sirven para “fresqueras”,
así como un segundo patio permite, por la escalera, ascender a la vivienda, y salir a las
huertas y edificios auxiliares situados en la parte posterior. El piso de vivienda a en
primer lugar acceso a la cocina, que conserva su chimenea troncoconica, con su
cadiera, cremallo, caldero, etc.. y junto a ésta la recocina. Otra puerta da acceso a la
sala, a la cual desembocan diversas alcobas.
Esa distribución resulta destacable, así como son merecedores de nuestro
agradecimiento sus dueños por permitir acceder a ésta. Resulta interesante observar
como el bloque que constituye esta casa, se solapa con otra vivienda, que se abre en
el ángulo, con lo que las ventanas sobre la puerta, corresponden a la otra vivienda. En
dicha casa “el Tieso” sus dueños aluden a que fue casa de unos monjes, los del
monasterio de Sanpetrillo (una tradición oral habla de que existió un monasterio
próximo a Boltaña), incluso una estancia se le denominaba “el cuarto de San Juan”,
que era destinado a guardar o almacenar los productos que percibían los monjes.
Desde allí podemos ascender a las “Eras altas”, donde en casa “Talegueta”, se
conserva en su patio el horno donde se cocía el pan, así como en otra vivienda del
lugar, como casa “Simón”, el horno se encuentra bajo el tejado. En dichas eras, cuyo
fin era el ya citado, destacan elementos como la chimenea troncocónica de casa “la
asturiana”, donde la cocina figura como un cuerpo añadido a la casa. La casa situada
enfrente, de fachada más amplia, muy restaurada, era conocida como casa
“Puycercus”, una familia infanzona, de las que las gentes del lugar cuentan que si
poseían las salinas de Naval. De su importancia, destacar las dimensiones de la casa,
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cuyos bajos se encuentran abovedados, configurando numerosos espacios, así como
contó con una capilla, del siglo XVIII, cuyo retablo sobrevivió a la guerra, pero fue
vendido en la década de 1980.
De esta plaza parte el camino al mirador del castillo. Un camino conservando
sus elementos tradicionales, con su suelo empedrado, delimitado por muros de piedra
seca, que dan acceso a las estrechas fajas que fueron cultivadas, así como se cubren
con numerosos olivos, muestra de la importancia de este producto en la localidad, que
era uno de los límites más al norte en esta zona pirenaica de dicho árbol. Un
serpenteante ascenso, con vistas al casco antiguo al pueblo, permite acceder tras unos
15-20 minutos, a una plataforma, presidida por una imagen sobre un elevado podio, del
Sagrado Corazón, realizada hacia 1959, gracias al interés de los vecinos, que con su
esfuerzo subieron la imagen. Junto a ésta, una ermita, muy reformada, dedicada a
Santa Lucia, aunque inicialmente su devoción era a Santa Engracia. Desde esta
plataforma, nos permite contemplar la cuenca baja del río Ara.
Atravesando unas antiguas fajas o bancales, podemos acceder al castillo,
siguiendo el sendero que por la parte izquierda permite acceder, sobre los restos del
caído muro que cerraba dicho lado del castillo, a su patio. El arruinado castillo, a la
espera de una pronta restauración, se compone de una torre de planta hexagonal, y un
patio de armas cerrado por tres lienzos de muro, que se adaptan a las características
del espacio. De la torre sólo se conserva el almacén sobre su basamento, mientras que
en los muros, se destaca en el muro sur los vanos aspillerados que permitían controlar
el acceso, así como la puerta y otro vano, situado en el muro este, muy deteriorados.
Sobre su importancia, señalar fue realizado hacia comienzos del siglo XI, cuando
se creó el reino de Aragón, Sobrarbe y Ribagorza, una de las primeras fortificaciones
del reino, así como se realizó en dos momentos, siguiendo las pautas de estilo
románico lombardo, utilizando un sillarejo o cantos ligeramente escuadrados, de
pequeño tamaño, dispuesto en hiladas horizontales y con abundante argamasa.
El ascenso al pueblo nos permite admirar la curiosa fisonomía del relieve sobre
el cual se ha generado el doblamiento de Boltaña. Un montículo, en la margen
izquierda del río Ara, junto al anticlinal geológico de Navain, conformado por diversos
estratos buzados mas gruesos que alternan con materiales más blandos, y a mitad de
la ladera, huellas de una antigua terraza fluvial, sobre la cual se asentó el casco
antiguo. Preside el conjunto las ruinas del castillo del siglo XI, desde el cual la tradición
alude descendía un túnel hasta la orilla del río, hasta la partida denominada “la Gorga”.
Destaca también las fajas que a modo de escalones, organizan la pendiente, tierras
soportadas por muros, que durante años, siglos, las gentes de Boltaña fueron
acumulando, en esas estrechas y alargadas piezas de terreno, donde además
plantaron los hoy centenarios olivos que los adornan, aunque hoy en día estén
olvidados.
Sin embargo, desde el aspecto arqueológico, las primeras huellas de
asentamiento, las hallamos en el piedemonte, en la parte baja, donde hoy se asientan
los edificios de Juzgados y el “Palacio de Congresos”, donde las obras hicieron surgir,
revuelta en la tierra, fragmentos de cerámica, monedas, huesos, etc… de cronología
romana, aunque aquellos restos procedían de otro lugar, y se situaban cubriendo una
necrópolis de tumbas de lajas medievales – que se hallaba junto a una iglesia románica
completamente desaparecida, la de San Martín, que dio nombre al barranco que
transcurre a su lado-. Era tierra procedente de otro lugar, pero cual, utilizada para crear
campos de cultivo o bancales. Una tradición asegura que el poblamiento se halló
inicialmente en dicha zona, y una peste obligó a las gentes del lugar a reubicar sus
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viviendas en la ladera, donde hoy se denomina “Soldevilla” (“el suelo de la villa”, como
referencia a la parte inferior o a menor altura).
En nuestro ascenso por esa carretera, la “carretera vieja”, abierta hacia 1910,
que gira ganando altura, podemos contemplar, antes de llegar hasta el inicio de la calle
y del casco antiguo, el abandonado torno o molino de aceite, construido en 1935,
siguiendo modelos tradicionales, con la piedra, en gruesos sillares arrancados a los
estratos y cubierta de losa, así como un decorado alero con baldosas de cerámica,
pero incorporando en los cabezales o dinteles de puertas o vanos, el cemento o
hormigón.
La calle o calles, por como se entrecruzan otras, asciende cobijada bajo las
fachadas de las casas. La pendiente, que varia en los tramos, nos refleja el desnivel
que estamos salvando. Un primer descanso cabe hacerlo en la confluencia de la calle
por la cual ascendemos, dedicada a San Pablo, en su cruce con la denominada “del
puente”, pues ascendía desde el puente sobre el río Ara, un puente volado en 1938,
que sólo conserva de su traza original el primer ojo y estribo, de datación bajomedieval.
En este espacio, a modo de placeta, los vecinos del barrio conmemoraban
antiguamente, en la noche del 24 de enero, víspera de la fiesta pequeña por la
Conversión de S. Pablo, una hoguera, que se alzaba, como narraba el escritor José
Llampayas, un catalán que en la década de 1920, supuestamente destinado a Boltaña
como castigo, vivió en esta localidad, dejándonos diversos relatos de tipo costumbrista,
como un cuento sobre la citada hoguera, o su recopilación de cuentos sobre mosen
Bruno Fierro, un sacerdote del siglo XIX, destinado en Saravillo, personaje muy
conocido en estas montañas. La hoguera, que hoy sigue celebrándose pero en distinto
lugar, trataba de alzar sus llamas por encima de las casas, compitiendo con las que se
encendían en otras partes del lugar.
Rodeando esta placeta, las casas, muy restauradas, conservan algunas en su
fisonomía interesantes elementos. Destaca la casa “Simón”, cuya parte inferior, que
sobresale en altura, constituye los restos de una torre defensiva, alzada en los siglos
XVI o XVII, como refugio y como vivienda, muy modificada, pero en cuya parte superior
conserva algunas saeteras. Destacar de la casa, que en su falsa o buhardilla, conserva
un horno de pan, así como el desnivel hace que si por la parte que vemos junto a la
placeta, sólo presenta dos alturas, en la parte posterior, desciende hasta unos huertos,
con dos alturas mas que salvan el desnivel.
En esta calle, las casas van a responder al modelo de casa bloque, muy influido
por el desnivel. Así, la fachada de las casas situadas en el lado superior de la calle o
lado derecho, dará acceso a la vivienda y en su parte mas baja se situaran las cuadras
y estancias para los animales, así como la bodega, en muchos casos excavadas en el
“mallacan”, mientras que la fachada opuesta, que corresponderá a los pisos superiores,
se sitúa la cocina y otras estancias, da acceso a un pequeño huerto. Mientras, en las
casas situadas en la parte inferior de la calle o en el lado izquierdo, la puerta de acceso
da al vestíbulo, mientras que las cuadras pueden quedar en los pisos inferiores que
incluso puede accederse a ellos desde otra calle situada a nivel inferior (como la calle
del puente respecto a la de San Pablo), donde se sitúan también pequeños huertos. Y
la parte de vivienda que nos resulta visible es la constituida por las estancias
principales.
Destacar pues, la altura de las casas, mas notable cuando nos aproximamos a
las situadas junto al cruce o unión de las calles de San Pablo por la cual ascendemos,
con la de San Pedro. En el principio de esta última, destacar los edificios situados en la
margen izquierda de dicha calle, su escasa altura, así como sus tejados de losa, en
uno de los casos, sus dos aguas, en vez de verter uno de estos hacia la calle, como
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casa “Catalinete”, vierte hacia los lados. Destacan los maderos que conforman ese
alero, troncos apenas desbastados, que apoyan sobre las vigas que recorren
longitudinalmente la vivienda, y en sus extremos sirven de apoyo. Volviendo a la calle
San Pablo, en su margen derecho podemos contemplar la altura, cuatro o cinco pisos,
de casas que solían contar con una estancia o dos, una de ellas excavada en el
mallacán, por piso, junto a la escalera, como revela su estrecha fachada, y con acceso
pues desde esta calle y desde la de Lerañoto en su parte inferior. Un cuidadoso
aprovechamiento del suelo. También destacar casa “Menac”, hoy restaurada, con sus
balcones distribuidos uniformemente por su fachada, y el cuidadoso trabajo de la
madera de la puerta, cuyo dintel nos recuerda a formas modernistas, así como su
decoración.
Antes de iniciar el ultimo tramo del ascenso, en un nuevo cruce de calles, queda
el antiguo cuartel de la Guardia Civil o cárcel, dos edificios pendientes de restaurar, con
su puerta de medio punto, hoy casi enterrada porque cuando se pavimentó la calle, se
modificó su pendiente. En el interior sus bodegas se convirtieron en calabozos, más
aún cuando desde 1833 Boltaña se convirtió en cabeza de partido judicial, un partido
que se extendía por todo Sobrarbe y la alta Ribagorza (valle de Benasque). Fue prisión
pues, desde el siglo XIX, y sus muros son guardan viejas historias, de muerte, de
huidas de maquis de su interior, etc...
Como fondo de la pequeña placeta, figura casa “Mames Lavilla”, un edificio
pendiente de restaurar, pero donde destacar como su fachada aún conserva huellas
del revoco que la cubría, así como sobre dicha cal, había partes pintadas con otros
colores, destacando el azulete, empleado en ventanas, como podemos en otros
edificios, mientras que se simulan sillares, se remarcan las diferentes plantas, etc…
También destacar como bajo el tejado, recuerdo de su carácter agrícola del lugar,
quedan ventanales, de forma rectangular, cerrado por balaustradas de madera, con sus
piezas talladas, que convertían dicha estancia en solanar, donde aprovechando el sol,
secar diversos productos.
El cerrado ángulo que conforma la calle en este punto, obligaba, como nos
narraban algunos ancianos a que antes de que se hiciera la carretera, los carros tirados
por caballerías que subían por la calle, debieran primero dirigir sus caballerías hacia la
placeta ante casa “Mames”, para desengancharlas y luego hacerlas subir por la calle,
mientras se giraba el eje del carro y se volvían a enganchar las caballerías para
remontar el ultimo tramo. En este último tramo, observar como la historia ha dejado en
los muros huellas, como esa pintada borrosa, en los muros de casa “Damaso”, de tipo
propagandístico, tan comunes en el régimen anterior. La siguiente casa, en la margen
izquierda, presenta como elemento destacado en su parte superior, dos balcones, de
dinteles de ladrillo, configurados por dos arcos de herradura, remedo de formas
neomudejares y una concesión artística del albañil que hacia la década de 1920 los
realizó. En su parte inferior, un abandonado escaparate de un comercio, nos recuerda
como en la primera mitad Boltaña tuvo una vital importancia como núcleo económico y
administrativo del Sobrarbe, cuando la ribera del río Ara, la Solana y la Guarguera
estaban pobladas, pero que la despoblación, un proyecto de embalse nunca realizado
en Janovas, hipotecaron un futuro y convirtieron Sobrarbe en un casi desierto, como
muestra la escasa densidad de habitantes de esta comarca, la mayor parte de ellos
concentrados en Boltaña y la vecina Ainsa.
Un ultimo esfuerzo nos permite alcanzar la plaza, presidida por la iglesia
colegiata de San Pedro apóstol.
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