LA BÚSQUEDA DEL YO EN SIDDHARTA de Hermann Hesse Después de haber leído Siddhartha de Hermann Hesse he reflexionado sobre la búsqueda del YO. La mayor parte de las religiones lo asocian con la iluminación y ven deseable lograrlo a través de prácticas espirituales. Esta espiritualidad está siempre relacionada con la percepción del vacío interior y puede ser identificada con Dios. Las preguntas sobre la identidad normalmente van asociadas a las del destino, ¿Qué hago aquí? Las respuestas a esas preguntas dan origen a religiones, pero no todas las respuestas son religiosas. Para lograr encontrar nuestro Yo nos podemos plantear cinco prácticas: • CENTRARSE: tomando distancia de los propios sentimientos y pensamientos, para poder mirar de una forma serena, imparcial tanto dentro como fuera de uno mismo. El pasado es memoria y el futuro imaginación. Concentrarse en el presente quiere decir estar aquí y ahora; tener la conciencia exactamente, donde se está, no en otro lugar, en tiempo presente, no en el ayer o en el mañana. Es hacerse consciente hoy de los propios sentimientos y pensamientos, sin compararlos con lo que anteriormente se sentía o pensaba y sin desear que fuesen distintos. Concentrarse en el presente puede también entenderse como estar consciente de lo que se está haciendo. • APRENDER A MEDITAR: meditar consiste en dejar la mente vacía de sentimientos y pensamientos permaneciendo conscientes de nosotros mismos. Con la meditación podemos contestarnos a la pregunta ¿Quién soy yo? La respuesta a este interrogante sólo puede provenir de una mente en silencio que, vacía de sentimientos y pensamientos, facilite al YO reconocerse a sí mimo. El primer paso para meditar es concentrarse. Hay que buscar un lugar propicio al silencio, adoptar una posición cómoda y relajar nuestro cuerpo. Tenemos que hacernos conscientes de nuestra respiración, sin forzarla, cerrando los ojos y dirigiéndolos al entrecejo, hasta lograr sentirnos relajados y en paz. • OBSERVAR SIN JUZGAR: debemos aceptar a los demás tal como son. Si no somos capaces de mirarnos sin evaluarnos, no podremos comprendernos a nosotros mismos. • ESCUCHARSE A SI MISMO: esto implica encontrar dentro de nosotros, las respuestas que la vida nos plantea. Una parte de nosotros mismos a la que podemos acceder es nuestro YO. Él representa ese lado de nuestra personalidad. Puede ser mirado como una especie de maestro o guía interno. Una vez que hemos consultado la intuición y dialogado con nuestro YO y llegado a una conclusión, tenemos que ser fieles a esa voz interior y seguirla, sin permitir que nada externo nos aparte de ella, nuestra obligación es ser fieles a nosotros mismos. Cada persona es para sí mismo, el único maestro. Los demás son una ayuda. Todo lo anterior implica menos pensamiento, más vacío; menos racionalidad; más instinto; más abandono, mayor confianza en las fuerzas que habitan en nuestro ser. Dejar que la verdad que se encuentra dentro de nosotros guíe nuestro camino. Es una verdad hecha a nuestra medida, ajustada a lo que somos. 1 • DESPEGARSE DE RESULTADOS: esto consiste en no depender de ellos. Implica darle tanto valor al proceso como a los resultados. No significa no tenerlos en cuenta o no trabajar por objetivos, sino no esclavizarnos neuróticamente a los resultados de nuestras acciones valorándolos excesivamente por nuestros logros, menospreciando nuestros esfuerzos exitosos o fallidos por alcanzarlos. Cuando soltamos el apego por los resultados y nos concentramos en el proceso, nuestro desempeño mejora. Cuando formulamos nuestros objetivos nos abrimos a la posibilidad de que no se cumplan por las circunstancias, podemos luchar por ellos concentrándonos en los esfuerzos y sin dejar de mirar los resultados, no hacer depender de ellos nuestra valoración del éxito o el fracaso. El camino y lo que en él se aprende es el fin, el destino el medio. Gandhi, afirmaba: Esfuerzo completo, victoria completa. • ACEPTAR Y DEJAR IR: para mi significa dejar de pelear con la vida, aceptando a las personas, las situaciones, las circunstancias y los hechos tal y como se den, incluidas decisiones y acciones del pasado, lo malo, así como lo bueno. También significa no culpar a nadie ni a nada, ni siquiera a nosotros mismos, de la situación negativa que en un momento dado podamos estar viviendo. Aceptar y dejar ir, es liberarse del pasado, dejarlo atrás, con el objetivo de poder empezar a experimentar la vida tal como es en el presente, empezando a aceptarnos como somos con todo lo que consideramos nuestras imperfecciones. El deseo, es decir las expectativas, son causa del sufrimiento. La forma de extinguir el sufrimiento es eliminando el deseo. Cuando dejamos de esperar que las cosas sean distintas a lo que son comenzamos a caminar por el sendero de la paz interior. Si dejamos de luchar y de resistirnos a lo inevitable, viviremos plenamente el presente, permaneciendo abiertos a todas las opciones sin aferrarnos rígidamente a ninguna de ellas. Pero esto no es sencillo. ¿Cómo saber cuando es bueno luchar y cuándo aceptar y dejar ir?. Tenemos que buscar explicaciones más que culpas, tratando de aprender de todo lo que nos pase, renunciando incluso a aprender, si no nos es posible explicarnos pro qué algo sucedió como sucedió. Yo soy mi cuerpo y cada persona es una isla. También soy lo que mi grupo es. Mis iguales son aquellos con los que comparto una identidad vinculada a un territorio y a una cultura. Soy un centro de conciencia, que siente y piensa. A medida que evolucionamos en conciencia se va extinguiendo el egoísmo hacia el altruismo. Si intento buscar a mi YO, lo considero como un ciclo similar al estar atrapado en un gran edificio con muchas habitaciones y puertas, pero con tan solo una puerta conduciendo hacia fuera. Vagando sin esperanza de una parte del edificio a otra, buscando la puerta correcta. El YO parece ser algo que no es: una entidad concreta, inmutable, existiendo por derecho propio, y mi mente se apega a esta visión errónea. Entonces me torno adicta a ese yo fantasma y lo atesoro como si fuera la más preciosa de las posesiones. Cuando me despierto por la mañana pienso, `tengo que prepararme el desayuno', o, `tengo que ir al instituto'. De ahí surge la poderosa intuición de un yo que existe por derecho propio. Si alguien dice, `Eres un estúpido' o `Eres inteligente', ese yo salta desde las profundidades de nuestra mente, ardiendo de enfado o hinchado de orgullo. Este es el ser que experimenta felicidad y sufrimiento, que trabaja, estudia, come, duerme, medita y se vuelve iluminado. Este yo existe, pero el otro yo es una simple alucinación; sin embargo, confundo el falso yo con el 2 yo convencional y soy incapaz de separarlos. `Mi cuerpo no es el yo, mi mente no es el yo, por lo tanto yo no existo', o, `Ya que no puedo encontrar mi yo, debo estar vacía, sin contenido'. ¿Cuál es entonces la diferencia entre el falso yo y el yo convencional. El falso yo es simplemente una idea errónea que tengo acerca del ser: digamos que es algo concreto, independiente y existente por derecho propio. El yo que existe es dependiente: surge en dependencia del cuerpo y de la mente, los componentes de nuestro ser. Si ponemos el ejemplo de una vela, la cera y la mecha son la base a la que el nombre `vela' es empleado. De este modo una vela es dependiente de sus componentes y su nombre. No existe una vela aparte de estos. De la misma manera, no existe un yo independiente del cuerpo, la mente y el nombre. Si el yo fuera independiente, entonces sería capaz de funcionar libremente. Por ejemplo, mi yo podría permanecer sentado aquí leyendo mientras mi cuerpo va hacia el pueblo. Mi yo podría ser feliz mientras mi mente esta deprimida. Pero esto es imposible; por lo tanto el yo no puede ser independiente. Cuando mi cuerpo esta sentado, mi yo esta sentado. Cuando mi cuerpo va hacia el pueblo, mi yo va hacia el pueblo. Cuando mi mente esta deprimida, mi yo esta deprimido. De acuerdo con nuestra actividad física o estado mental, decimos, `Estoy estudiando', `Estoy comiendo', `Estoy pensando', `Soy feliz', etc. En definitiva, el yo depende de lo que el cuerpo y la mente hagan. Por ejemplo, el término `cuerpo' es aplicado a los componentes del cuerpo: piel, sangre, huesos, órganos, etc. Estas partes son dependientes aún de partes más pequeñas: células, átomos y partículas sub−átomicas. La mente es también dependiente. La mente es un fenómeno sin forma que percibe los objetos, y es de naturaleza clara. La mente depende de sus componentes: pensamientos, percepciones y sensaciones momentáneas. Igual que el yo, el cuerpo y la mente dependen de sus componentes y etiquetas, así también todos los fenómenos surgen dependientemente. Una vez que he identificado el yo, intento localizarlo. ¿Dónde está? ¿Está en mi cabeza?, ¿en mis ojos? ¿en mi corazón? ¿en mis manos? en mi estomago? en mis pies? Cuidadosamente considero cada parte de mi cuerpo, incluyendo los órganos, venas y nervios. Después de considerar la totalidad del cuerpo, me pregunto una vez mas, como mi yo manifiesta su existencia aparente. ¿Es mi cuerpo el yo, o no? Puedo pensar que mi mente es el yo. La mente está constituida de pensamientos que cambian constantemente en rápida sucesión. ¿Qué pensamiento es el yo? ¿Es un pensamiento de amor?, ¿un pensamiento de enfado?, ¿un pensamiento serio?, ¿un pensamiento tonto? ¿Puedo encontrar el yo en mi mente? Si mi yo no puedo encontrarlo en el cuerpo o la mente, ¿existe algún otro lugar dónde buscarlo? ¿Puede el yo existir en cualquier otro lado o de otra manera? Si descompongo mentalmente mi cuerpo. Imagino todos los átomos de mi cuerpo separados y flotando aparte. Billones y billones de partículas diminutas esparcidas por todo el espacio. Imagino que en realidad puedo ver eso. Y si desintegro mi mente también, y dejo flotar cada pensamiento. Ahora, ¿Dónde estoy? ¿Esta el yo auto−existente todavía allí o puedo comprender como el yo es dependiente, exclusivamente atribuido al cuerpo y la mente? Infinidad de veces creo perder totalmente el yo. No puedo encontrar el ser y siento como si su cuerpo se 3 hubiera derrumbado. No hay nada a lo que agarrarse. Esta es una experiencia de gran alegría, como encontrar un maravilloso tesoro. Es como recorrer caminos con el corazón. Se está completamente centrada en la acción no en los resultados de la misma, desapareciendo en esos momentos la conciencia de sí. Cuando ocurre esto funcionamos a plenitud en cuerpo y mente. No es difícil saber si un camino tiene corazón o no. El problema es que no nos hacemos la pregunta y cuando por fin nos percatamos que no tiene corazón, el camino está ya a punto de matarnos. Un camino que tiene corazón, es aquel cuyo recorrido es placentero en sí mismo, aunque no conduzca a ninguna parte. Cualquier sendero que escojamos es un camino entre cantidades de caminos. En todos aprendemos, pero si sentimos que no debemos seguirlo porque sus beneficios son inferiores a sus costos, debemos abandonarlo. Tenemos que mirar cada camino con cuidado, probarlo tantas veces como consideremos necesario. Luego podemos hacernos una pregunta ¿Tiene corazón este camino? Si la respuesta es no, tenemos que escoger otro. Si tiene corazón, el camino es bueno y nos hará gozoso el viaje; si no lo tiene, generará infelicidad. 4