Aequitas Revista del Claustro de Investigadores del Poder Judicial del Estado de Hidalgo Toma de protesta de los integrantes del Claustro de Investigadores del Poder Judicial de Hidalgo. Foto por Rosa Hernández Zamora Aequitas Número uno Revista del Claustro de Investigadores del 1 CONTENIDO Poder Judicial del Estado de Hidalgo Año I, julio de 2015, número uno Director Juan Manuel Menes Llaguno Editor Jorge Alberto Huerta Cruz Comité editorial Juan Manuel Menes Llaguno Jorge Alberto Huerta Cruz María del Refugio Vizcaya Durán Diseño editorial Carolina Sánchez Escalante y Jorge Alberto Huerta Cruz Claustro de Investigadores del Poder Judicial del Estado deHidalgo Juan Manuel Menes Llaguno [presidente] Rebeca Stella Aladro Echeverría Norma Sandra Barrones Castillo Raúl Arturo Corrales Vivar María Brasilia Escalante Richards Nancy Gutiérrez Jiménez Martha Leticia Hernández Amador Jorge Alberto Huerta Cruz Ciro Juárez González Valeria Paniagua Trejo Carlos Francisco Quezada Pérez María Elena Ruíz Hirales [secretaria técnica] Maria del Refugio Vizcaya Durán [enlace institucional] Carretera México-Pachuca kilómetro 84.5, centro cívico, Pachuca, Hgo., CP 42080, 7717179000, extensión 9917 Revista del Poder Judicial del Estado de Hidalgo, registro de derechos reservados en trámite.Pahuca, Hidalgo, julio de 2015. Acceso gratuito. 2 PRESENTACIÓN 3 EDITORIAL 4 DERECHOS HUMANOS Y MEDIDAS DE PROTECCIÓN, por Norma Sandra Barrones Castillo 9 TRAYECTORIA JURÍDICA EN JUSTICIA PARA ADOLESCENTES, por Martha Leticia Hernández Amador 14 AL MINUTO DE LA LEY: ACTUALIZACIÓN NORMATIVA, por María Brasilia Escalante Richards 17 PAPIRYA JURISPRUDENTIA: PRINCIPIO DE INTERÉS SUPERIOR DEL MENOR, por Arturo Corrales Vivar 22 ENCUENTRO CON LA HISTORIA: EL ABOGADO EN EL TIEMPO, por María del Refugio Vizcaya Durán 26 LA ESTANTERÍA 29 LA EXPOSICIÓN 32 NOTICIAS Presentación En el marco de la celebración del Día del Abogado, la Familia Judicial del Estado de Hidalgo presenta a la comunidad jurídica el primer número de la revista electrónica Aequitas. Revista del Claustro de Investigadores del Poder Judicial del Estado de Hidalgo. El Claustro de Investigadores es la unidad académica del Instituto, creada por acuerdo del Pleno del Consejo de la Judicatura el pasado mes de febrero, cuya finalidad es promover, desarrollar y coordinar la investigación, y difusión de los productos académicos generados en nuestra institución, mediante las que se aportan contribuciones originales al conocimiento jurídico; además de diseñar estándares de competencia para el cumplimiento de la función jurisdiccional a un alto nivel de desempeño, así como participar en la elaboración de planes y programas académicos para la formación, capacitación, especialización y actualización de recursos humanos; fungiendo como órgano permanente de asesoría de los tribunales Superior de Justicia y Fiscal Administrativo, así como del Consejo de la Judicatura. El Claustro está conformado por once servidores públicos del Poder Judicial que cuentan con grado de doctorado o maestría y que han destacado como académicos de reconocida capacidad, que se integran en áreas temáticas y desempeñan sus funciones en un marco de respeto a la pluralidad de enfoques teóricos y metodológicos. Uno de los objetivos primarios de este cuerpo académico, será el de difundir por todos los medios –libros, revistas, periódicos, páginas electrónicas, etc.- los resultados de las investigaciones, de los criterios y las experiencias de quienes integramos la Familia Judicial a efecto de que sean conocidos y valorados por la comunidad jurídica y fomentar con ello, en la sociedad, una verdadera cultura de la legalidad. La revista, que está a cargo del área temática de Publicaciones y Difusión de la Cultura Jurídica, cuyo titular es el Dr. Jorge Alberto Huerta Cruz, cuenta con cuatro secciones permanentes, Al minuto de la Ley, a cargo de la Mtra. María Brasilia Escalante Richards, titular del área temática de Actualización Normativa; Papirya Iurisprudentia, a cargo del Mtro. Arturo Corrales Vivar, titular del área de Compilación y Sistematización de Criterios Relevantes de los tribunales que integran el Poder Judicial; Encuentros con la Historia, a cargo de la Lic. María del Refugio Vizcaya Durán, enlace institucional del Claustro, además de la reseña de las publicaciones de la Familia Judicial. Complementando estas secciones permanentes, presentaremos las colaboraciones de los académicos del Claustro, que abordarán temas de interés de las distintas ramas del Derecho, así como contribuciones relevantes de reconocidos expertos invitados. En mi carácter de Presidente del Claustro, me resulta muy satisfactorio presentar a la consideración de la comunidad jurídica el primer número de nuestra revista. Magistrado Juan Manuel Menes Llaguno Presidente del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de la Judicatura del Poder Judicial 2 Editorial L os juzgadores y demás servidores públicos de la administración de la justicia se hallan obligados a actuar siempre en el sentido de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos. Para lograrlo es menester contar, entre otros elementos, con instrumentos jurídicos idóneos y eficientes. En este primer número de Aequitas. Revista del Claustro de Investigadores del Poder Judicial del Estado de Hidalgo, se divulgan dos colaboraciones de destacadas juezas que, desde la reflexión académica, abundan sobre dos instituciones que, precisamente, importan amplias posibilidades de hacer efectivos los derechos humanos. Por una parte, la maestra Barrones Castillo expone los elementos normativos torales para que se pueda conseguir de manera inmediata y efectiva que, a través de una orden de protección, una mujer llegue o deje de padecer violencia de género. Por su parte, la maestra Hernández Amador se ocupa de los antecedentes que hicieron posible establecer un sistema de justicia que permita definir la responsabilidad penal de adolescentes en el que se garantice la dignificación de éstos, a la vez que se les asuma como sujetos de derechos y deberes y se repare en las condiciones particulares de su desarrollo moral, emocional e intelectual. Además, este primer número ofrece un recuento histórico, que presenta la historiadora y abogada Vizcaya Durán, sobre la evolución de la abogacía y las formas en las que se accedía a la profesión jurídica a finales del siglo xix en nuestro estado, con base en interesantes materiales documentales del acervo del Archivo Histórico del Poder Judicial del Estado de Hidalgo. Asimismo, se incluyen las dos colaboraciones permanentes de la revista, dedicadas a la actualización normativa y jurisprudencial, respectivamente a cargo de la maestra Escalante Richards y el maestro Corrales Vivar. El número se completa con las secciones de reseña de publicaciones del fondo editorial de la institución; de divulgación de materiales de Archivo Histórico y la Fototeca del Poder Judicial del Estado de Hidalgo, y de noticias institucionales. El proyecto editorial de la presente revista está dirigido a abonar a la reflexión jurídica desde el trabajo académico de servidores públicos de la administración de justicia del estado: este número es el primer esfuerzo por lograrlo. 3 Derechos humanos y medidas de protección Mtra. Norma Sandra Barrones Castillo La importancia de la aplicación de las ‘órdenes de protección’ o medidas de protección’ radica en que es una forma de respuesta inmediata y oportuna por parte del Estado para garantizar la seguridad de las víctimas, en este caso mujeres, reduciendo el riesgo en el que se encuentran ante la posibilidad de sufrir un acto más de violencia en su contra, por estar amenazadas en su integridad personal o en su vida. A través del tiempo y prácticamente en todas las sociedades, la mujer ha sido objeto de múltiples desigualdades que varían dependiendo de cada sociedad, pero, generalmente se llevan a cabo a través de actos repetitivos que pasan de generación en generación y que luego se vuelven “tradición” o “costumbre”, creando estereotipos que difícilmente se rompen con el paso de los años, existiendo también prácticas culturales o religiosas que en nada benefician a la mujer, entre las que se encuentra la violencia en todas sus formas con el propósito de someterla, dominarla, controlarla o agredirla, y que debe ser visibilizada para que se le pueda proteger. Hablar de los derechos humanos de la mujer resulta ser un tema inagotable, pues implica la aceptación y el reconocimiento de los mismos, no sólo a través de la ley o tratados internacionales de los que el Estado mexicano forma parte, sino que en la realidad esos derechos se materialicen y se hagan efectivos a favor de la mujer, evitando todo tipo de discriminación. En el artículo 1º de nuestra Constitución se establece la igualdad de derechos fundamentales para todas las personas, los cuales no podrán restringirse ni suspenderse, siempre favoreciendo y otorgándoles la protección más amplia, basada en principios de universalidad, interdependencia, indivisibilidad y progresividad; mientras que en el artículo 4 constitucional se reconoce la igualdad del varón y la mujer ante la ley. En el artículo 1 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos se sostiene que “[…] todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos […]”, y en el numeral 2 de la citada declaración se previene que la aplicación de esos derechos y libertades es “sin distinción alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición” (Ferrer Mac-Gregor y Carbonell, 2012: 502). Por su parte, en el artículo II de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre (denominación que carece de perspectiva de género) y en el artículo 24 de la Convención Americana sobre los Derechos Humanos se reconoce la igualdad de todas las personas ante la ley (Ferrer Mac-Gregor y Carbonell, 2012: 756 y 776). En tanto, en el artículo 3 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos se establece que “los Estados Partes en el presente Pacto se comprometen a garantizar a hombres y mujeres la igualdad en el goce de todos los derechos civiles y políticos enunciado en el presente Pacto” (Ferrer Mac-Gregor y Carbonell, 2012: 511). Y en el artículo 3 del Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales se establece: Los Estados Parte en el presente Pacto se comprometen a asegurar a los hombres y a las mujeres igual título a gozar de todos los derechos económicos, sociales y culturales enunciados en el presente Pacto (Ferrer Mac-Gregor y Carbonell, 2012: 547). Lo anterior revela que tanto en nuestra Constitución como en los citados pactos y declaraciones internacionales de los que el Estado mexicano forma parte se reconoce genéricamente la igualdad formal del varón y la mujer en todos los estadios, sin embargo, la igualdad es más que dar un trato igual a todas las personas, ya que habrá situaciones en las que se necesite un trato diferenciado para lograr realmente la igualdad material y jurídica. Al respecto, Tamés Noriega y Beltrán y Puga (2013) opinan que “[…] la garantía de la igualdad y no discriminación va más allá de un reconocimiento formal a través de las legislaciones” (354). 5 En el caso de la mujer es notoria la discriminación que ha sufrido en todas las épocas y que también es causa de la violencia, por lo que la verdadera igualdad se logrará cuando se corrijan las relaciones asimétricas que ésta vive frente al hombre en su casa, en la escuela, en su comunidad, en la política, etc., y que como consecuencia de ello se reconozcan y acepten plenamente sus derechos humanos, entre ellos el derecho a la igualdad y la no discriminación. Así, tenemos que sólo dos instrumentos internacionales de derechos humanos establecen específicamente derechos de las mujeres, que son la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, conocida por sus siglas en inglés como CEDAW, y la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, conocida como Convención Bélem Do Pará. Lo trascendente de estas dos convenciones radica en las obligaciones que se les imponen a los Estados parte para realizar todo tipo de acciones que eliminen todas las formas de discriminación y violencia en contra las mujeres, procurando la igualdad tanto de derecho como de hecho y el desarrollo pleno de los derechos humanos de las mujeres. Entre las obligaciones que se imponen a los Estados parte en la CEDAW, inciso a del artículo 5, está el tomar las medidas apropiadas para: […] modificar los patrones socioculturales de conducta de hombres y mujeres, con miras a alcanzar la eliminación de los prejuicios y las prácticas consuetudinarias y de cualquier otra índole que estén basados en la idea de inferioridad o superioridad de cualquiera de los sexos o en funciones estereotipadas de hombres y mujeres (Ferrer Mac-Gregor y Carbonell, 2012: 615). Por su parte, en la convención Bélem Do Pára, incisos d y f del artículo 7, se establece, entre los deberes de los Estados parte, “[…] el de adoptar, por todos los medios apropiados y sin dilaciones, medidas jurídicas para conminar al agresor a abstenerse de hostigar, intimidar, amenazar, dañar o poner en peligro la vida de la mujer de cualquier forma que atente contra su integridad o perjudique sus propiedad”, así como de “[…] establecer procedimientos legales justos y eficaces para la mujer que haya sido sometida a violencia, que incluyan, entre otros, medidas de protección, un juicio oportuno y el acceso efectivo a tales procedimientos” (Ferrer Mac-Gregor y Carbonell, 2012: 834). Los preceptos antes mencionados resultan de suma importancia porque conforman la base del Estado mexicano para poder garantizar a la mujer el reconocimiento, goce, ejercicio y protección de todos sus derechos humanos, entre los que se encuentran el derecho a la igualdad y la no discriminación. Así, encontramos en el artículo 1 de la CEDAW que la definición de discriminación contra la mujer señala que: […] denotara toda distinción, exclusión o restricción basada en el sexo que tenga por objeto o resultado menoscabar o anular el reconocimiento, goce o ejercicio por la mujer, independientemente de su estado civil, sobre la base de la igualdad del hombre y la mujer, de los derechos humanos y las libertades fundamentales en las esferas política, económica, social, cultural y civil o en cualquier otra esfera. 1 Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidad, en París, el 10 de diciembre de 1948 2 Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre, aprobada en la IX Conferencia Internacional Americana, en Bogotá, Colombia, en 1948 3 Convención Americana sobre los Derechos Humanos, adoptada en San José, Costa Rica, el 22 de noviembre de 1969 4 Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, adoptado por la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, Estados Unidos, el 16 de diciembre de 1966 5 Pacto de Derechos Económicos, Sociales y Culturales, adoptado por la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, Estados Unidos, el 16 de diciembre de 1966 6 Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, adoptada por la Organización de las Naciones Unidas, en Nueva York, Estados Unidos, el 18 de diciembre de 1979 7 Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, adoptada por la Organización de los Estados Americanos en la ciudad de Belém do Pará, Brasil, el 9 de junio de 1994 6 Debiendo destacar la discriminación en contra la mujer como parte del principio de igualdad del hombre y la mujer, por cualquier acción de distinción, exclusión o restricción basada en el sexo, que menoscabe o anule sus derechos humanos y libertades fundamentales. Mientras que en el artículo 6 de la Convención Bélem Do Pará se señala que: […] el derecho de toda mujer a una vida libre de violencia incluye, entre otros: a) el derecho de la mujer a ser libre de toda forma de discriminación, y b) el derecho de la mujer a ser valorada y educada libre de patrones estereotipados de comportamiento y prácticas sociales y culturales basadas en conceptos de inferioridad o subordinación. Con este precepto se confirma que la discriminación es una forma de violencia hacia la mujer que debe de ser excluida, como también deben eliminarse los patrones estereotipados que asignan a la mujer determinadas funciones o roles basados en su sexo y en conceptos de inferioridad o subordinación derivados de prácticas sociales y culturales. Lo que deja de manifiesto que aun con todo el reconocimiento de los derechos humanos de la mujer, tanto en la Constitución como en los instrumentos internacionales ya señalados, persiste la desigualdad y la discriminación, por lo que el problema es ¿cómo lograr que los derechos humanos de la mujer sean plenamente reconocidos y materializados en la cotidianeidad de su vida? La respuesta puede ser a través de mecanismos jurídicos que minimicen, disminuyan o erradiquen la violencia contra la mujer, ya que una realidad innegable es que la mujer sufre y puede sufrir violencia psicológica, física, patrimonial, económica, sexual, y obstétrica, entre otras formas de violencia, y que eso es derivado de las acciones u omisiones que, basadas en su género, se realizan en su persona para causarle un daño de cualquier tipo, encaminadas para lograr su sometimiento o control. Ante este panorama, el Estado mexicano debe actuar en favor de la mujer, por pertenecer a una categoría de las llamadas “sospechosas”, y que tradicionalmente ha sufrido discriminación, aplicando todo el poder del Estado a través de la Constitución, tratados Internacionales y leyes nacionales, para efectivamente promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos de las mujeres. Una medida eficaz la encontramos en las llamadas “órdenes de protección” o “medidas de protección”, que resultan ser un instrumento jurídico a través del cual el Estado mexicano da cumplimiento a las exigencias convencionales y constitucionales a las que se ha obligado, para asegurar y garantizar los derechos humanos de las mujeres (Ferrer Mac-Gregor y Carbonell, 2012: 833), entre los que se encuentran el derecho a la dignidad, el derecho a la no discriminación, el derecho a vivir una vida libre de violencia, en el que se incluye el derecho a la vida, derecho a que se respete su integridad física, psíquica y moral, el derecho a la igualdad de protección ante la ley y de la ley, entre otros. 8 Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer, adoptada por la Organización de los Estados Americanos en Belém do Pará, Brasil, el 9 de junio de 1994 9 Véanse los artículos 6 de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia y 5 de la Ley de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia para el Estado de Hidalgo 10 Las categorías sospechosas —conocidas también como rubros prohibidos de discriminación— hacen las veces de focos rojos para las autoridades, específicamente para quienes juzgan. Esto significa que se requerirá de un escrutinio estricto y una carga probatoria determinada para establecer la legitimidad o necesidad de una distinción, exclusión, restricción o preferencia (Suprema Corte de Justicia de la Nación, 2013: 56). 11 Véase el artículo 4 de la Convención Interamericana para Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra la Mujer 12 Véase el artículo 28 de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia 13 Véase el artículo 31 de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia 14 Véase el artículo 137 del Código Nacional de Procedimientos Penales, en el que se señalan todos los tipos de medidas de protección que se pueden imponer 7 De acuerdo con el artículo 27 de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, las órdenes de protección: […] son actos de protección y de urgente aplicación en función del interés superior de la Víctima y son fundamentalmente precautorias y cautelares. Deberán otorgarse por la autoridad competente, inmediatamente que conozcan de hechos probablemente constitutivos de infracciones o delitos que impliquen violencia contra las mujeres. Las órdenes de protección son personalísimas e intransferibles y pueden ser de emergencia, preventivas y de naturaleza civil. La autoridad a quien corresponda otorgar las órdenes emergentes y preventivas deberá tomar en cuenta: a) el riesgo o peligro existente; b) la seguridad de la víctima, y c) los elementos con que se cuente. Es en el artículo 137 del Código Nacional de Procedimientos Penales en vigor que encontramos a las medidas de protección, entendidas como: La importancia de la aplicación de las “órdenes de protección” o “medidas de protección” radica en que es una forma de respuesta inmediata y oportuna por parte del Estado para garantizar la seguridad de las víctimas, en este caso mujeres, reduciendo el riesgo en el que se encuentran ante la posibilidad de sufrir un acto más de violencia en su contra, por estar amenazadas en su integridad personal o en su vida, y se otorgan basadas en principios de protección, necesidad y proporcionalidad, confidencialidad, oportunidad y eficacia, tal y como lo señala el artículo 40 de la Ley General de Víctimas. Con la inclusión de estas herramientas jurídicas dentro de la legislación mexicana vigente en materia penal, México da cumplimiento a las obligaciones contenidas en el artículo 5 de la CEDAW y en el artículo 7 de la Convención Bélem Do Pará, que cobran vida jurídica en lo dispuesto por los artículos 5 y 7, fracción VIII, de la Ley General de Victimas. […] la facultad otorgada al Ministerio Público, para que bajo su más estricta responsabilidad, ordene fundada y motivadamente la aplicación de las medidas de protección idóneas cuando estime que el imputado representa un riesgo inminente en contra de la seguridad de la víctima u ofendido. Entre las que destacan: la prohibición de acercarse o comunicarse con la víctima, limitación para asistir o acercarse al domicilio de la víctima y la separación inmediata del domicilio; ya que estas requieren control judicial. Referencias bibliográficas Ferrer Mac-Gregor, Eduardo y Carbonell, Miguel (2012). Compendio de derechos humanos. Textos, prontuario y bibliografía. Ciudad de México: Porrúa y Comisión Nacional de Derechos Humanos Suprema Corte de Justicia de la Nación (2013). Protocolo para juzgar con perspectiva de género. Ciudad de México: Suprema Corte de Justicia de la Nación Tamés Noriega, Regina y Beltrán y Puga, Alma Luz (2013). Igualdad y no discriminación entre mujeres y hombres. En Ferrer Mac-Gregor Poisot, Eduardo, Caballero Ochoa, José Luis y Steiner, Christian (compiladores) (2013). Derechos humanos en la Constitución. Comentarios de jurisprudencia constitucional e interamericana. Ciudad de México: Instituto de Investigaciones Jurídicas de la unam, Suprema Corte de Justicia de la Nación y Fundación Konrad Adenauer. Tomo i, pp. 331-359 8 Mtra. Martha Leticia Hernández Amador Trayectoria Jurídica en Justicia para Adolescentes La justicia para adolescentes es uno de los temas que, sin lugar a dudas, se ha vuelto de los más controvertidos en la historia del derecho, al haber provocado la generación de diversas posturas: desde considerar al menor como una persona incapaz, “objeto de derechos”, hasta la afortunada concepción de asumirlo como “sujeto de derechos”. E l modelo dominante en nuestro país hasta antes del año 2005 era el denominado modelo tutelar, que concebía al menor como objeto de derechos. Este modelo estaba diseñado, no necesariamente para atribuir consecuencias jurídicas a infracciones a la ley, sino, como refiere Cillero (2000), “para el control/protección de una categoría residual de niños definida como problemática o irregular”, convirtiéndolo en un modelo más asistencial y de política social que jurisdiccional. Hoy contamos en México con un sistema integral de justicia especializado en adolescentes, que ha sido resultado de una de las modificaciones más importantes al sistema de justicia en el país en los últimos años, que transforma nuestra concepción de la infancia y la relación de ésta con la justicia, al reconocer que los niños son sujetos de derechos y responder a la comisión de delitos por parte de los adolescentes. En ese reconocimiento radica la trascendencia de la reforma y la relevancia de poder valorar su diversa orientación con respecto al modelo anterior para apreciar el significado del nuevo sistema. Para ello, es menester, entonces, hacer una revisión de cómo es que hemos llegado a este nuevo modelo. En los tiempos precolombinos, en México se imponían sanciones a partir de los diez años, de manera tan drástica que procedía incluso la pena de muerte en casos como injurias, amenazas o golpes al padre o a la madre. En conductas consideradas menos graves, tratándose de menores de diez años, los propios padres estaban autorizados para imponer castigos tan severos como el rasguñarlos con puntas de maguey, obligarlos a respirar humo del chile quemado, picarlos en varias partes del cuerpo e incluso pequeñas cortadas en los labios si mentían. 10 A la llegada de los españoles, entró en vigor el derecho español y se prohíbe la pena de muerte para menores de diecisiete años, no obstante, subsiste el criterio de responsabilidad penal de los menores de diez años y medio, y de semiimputabilidad de los mayores de diez años y medio pero menores de diecisiete años, bajo el criterio de que el sujeto no sabía ni entendía el error en el que incurría y lo negativo de su actuar. En 1871, con el primer Código Penal en materia federal, se instaló el concepto de la readaptación social como objetivo de la sanción, pues disponía la aplicación de medidas de seguridad a los menores que por haber cometido una conducta infractora debían ser separados del grupo para evitar con la pena la reiteración de delitos en sus conductas posteriores. Así entonces, con este código se vislumbraba un enfoque correccionalista. A finales del siglo XIX, surgió desde España una corriente importante en torno al concepto del derecho penal tutelar de los menores delincuentes, que proponía que se les considerara como seres necesitados de auxilio y a quienes se debía regenerar. En la misma época, se impulsaba desde Alemania una política criminal que tenía como principio que los jóvenes delincuentes no debían ser jamás castigados, sino protegidos. De esta forma el Estado se fue asumiendo como depositario de la patria potestad sobre los menores que delinquían y los que estaban en peligro de convertirse en delincuentes, adquiriendo amplias facultades sobre ellos por el simple hecho de etiquetarles como menores infractores, incorregibles o en abandono moral, a partir de algún tipo de diagnóstico social, médico o psicológico. Bajo el argumento de que los menores estaban sujetos a la patria potestad del Estado, el procedimiento no era respetuoso de las garantías individuales, dejando a los menores y sus representantes en absoluta indefensión y merced del criterio, abuso o corrupción de los funcionarios a cargo. A esta corriente se le ha conocido como doctrina de la protección irregular, que fue adoptada por México en su legislación a partir de la segunda década del siglo xx. En 1973, se aprobó la Ley de los Consejos Tutelares para Menores Infractores del Distrito Federal y Territorios Federales, que sustituyó a los Tribunales de Menores, momento a partir del que en México se consolida el derecho tutelar, en donde sigue subsistiendo un sistema represivo, que en aras de la protección de los menores en situación irregular, concibe intervenciones del estado de manera ilimitada. La doctrina de la protección irregular parte de un marco jurídico meramente proteccionista que legitima la intervención del Estado en la vida de los niños menores de dieciocho años de edad, a partir de la concepción de que el niño es incapaz y por tanto tiene la necesidad de ser protegido. Sin embargo, esa protección se ve delimitada por la situación que rodea al niño. Esto es, el Estado no necesita intervenir respecto de los que viven bajo el cuidado y dirección de una familia que satisface sus necesidades básicas, pero sí respecto de los menores carentes de familia, socialmente marginados, con una situación económica precaria, sin educación y en estado de abandono, catalogados como delincuentes, que, bajo la llamada situación irregular, sí requieren de la intervención del Estado, en aras de su protección. Estos menores son considerados, en consecuencia, sujetos del derecho tutelar, siendo el Estado quien ejercerá en ellos el control social, la penal y la asistencial que se requiera de acuerdo con sus circunstancias personales. Por lo anterior, las leyes emitidas bajo esta doctrina, lo que hacían era legitimar la intervención del Estado inclusive en conductas no tipificadas como delitos, pero que justificaban su intervención ante la situación irregular en que se encontraba un menor de edad. En la mayoría de los casos, tal intervención repercutía en la privación de la libertad del menor en instituciones denominadas correccionales. En este modelo de protección irregular, además, el adolescente es considerado como objeto de delito y no sujeto de derechos, tutelando el Estado a quienes se encuentran en estado de riesgo y quienes, de acuerdo con sus condiciones personales, familiares y sociales, se consideren que así lo requieran. De esta forma, aun cuando se hubieran cometido conductas delictivas graves, la tutela era factible de quedar a cargo de la familia si los menores se desarrollaban en un ámbito familiar integrado, mientras que tratándose de menores en estado de abandono, además de ser estigmatizados como menores delincuentes, so pretexto de darles la protección, se aplicaban medidas coactivas hasta privarles de la libertad, incluso cuando en muchos de los casos las conductas desplegadas solo constituyeran faltas administrativas. Aunado a lo anterior, las actuaciones del juez eran oficiosas, el expediente era secreto, se concentraban todas las funciones en una sola persona, quien decidía la situación del menor que infringía la norma. La privación de la libertad como medida cautelar o medida definitiva se aplicaba como regla general y no como excepción, subsistiendo el derecho de autor, esto es, se aplicaban las medidas tomando en consideración las características del menor. Su situación quedaba a cargo de órganos administrativos encargados de la “protección”, sin formalidades jurisdiccionales y por el contrario bajo una “justicia” meramente administrativa, con competencia omnímoda y poder discrecional para decidir respecto de la situación irregular del menor. Son características de éste sistema tutelar, entre otras: •considerar a los niños de 0 a 8 años de edad, inimputables, por tanto, fuera del derecho penal, pero dentro de un derecho protector; •justificar la intervención coactiva del estado, bajo la idea de dar tratamiento al menor delincuente y lograr su resocialización; 11 •reemplazar las penas por medidas de seguridad dirigidas a menores considerados en estado de abandono, riesgo o peligro, sin serle reconocidos todos los derechos fundamentales de los que goza un adulto, violándose por el contrario el principio de legalidad fundamental en un estado de derecho; •las leyes contemplaban el mismo tratamiento a niños y jóvenes que cometían delitos, como aquéllos en estado de riesgo o abandono, posibilitando medidas si “protectoras”, pero indeterminadas, sujetas a evaluación de un Consejo que valoraba la asimilación del “tratamiento” por parte del menor, y •el juez deja de cumplir funciones jurisdiccionales para cumplir con una función asistencial y como juez protector, como señala Mónica González (2007), “un buen padre de familia”. Ante tales circunstancias, el sistema basado en la situación irregular entró en crisis, a nivel internacional, en la década de los ochenta. Se generaban duras críticas sobre la forma de juzgar a los menores infractores, sobre la concepción errónea de sacarlos del derecho penal por considerarlos inimputables, de la aplicación de supuestas medidas de protección que finalmente constituían sanciones, amén de ser aplicadas a menores que inclusive sólo habían cometido faltas administrativas. En el año de 1979, el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas había dejado sentado, entre otras cosas, “[…] que las garantías penales sustantivas y procesales, deben respetarse en todo proceso en que pueda afectarse la libertad personal” (Ramírez, 2007); de donde se colige que, trátese de adulto o menor de edad, deben garantizarse en todo momento procesal sus garantías, máxime cuando se afecte uno de los derechos de mayor valía como lo es su libertad, pues no se justifica que esta le sea vulnerada so pretexto de constituir una medida de protección pues el término no modifica el hecho de coartarle su libertad de deambulación. 12 En el mismo año, se verificó un antecedente determinante que cambiaría la situación de los menores de edad, ya que este año fue declarado el “año internacional del niño”, y surgió una propuesta de realizar una convención que reconociera y garantizara los derechos del niño. Cobraron fuerza los organismos que impulsaban de manera categórica el respeto a los derechos humanos de los menores en conflicto con la ley y que derivaron como consecuencia en la aprobación de la Convención Internacional sobre los Derechos del Niño en 1989, ratificada por todos los estados miembros de las Naciones Unidas, excepto México, que lo hizo más tarde, en 1990; sin haber sido ratificada por Estados Unidos. Es así como surgió la doctrina de la protección integral de los derechos de la infancia y con ello un sistema garantista que tiene como marco el reconocimiento y respeto de los derechos del niño. El 12 de diciembre del año 2005, se escribió en la historia un acontecimiento trascendental que viene a cambiar el paradigma de la justicia para menores en nuestro país, con la publicación del decreto que reformó el artículo 18 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, que viene a restituir a los menores de edad los derechos fundamentales que en décadas se les había hecho nugatorios Con vigencia en marzo del año 2006 y una vacatio legis de seis meses, por tanto en funciones a nivel nacional en el mes de septiembre del año 2006 y en el estado de Hidalgo en el mes de marzo del año 2007, la reforma obligaba a la federación, los estados y el Distrito Federal a establecer en el ámbito de sus respectivas competencias un sistema de justicia aplicable a quienes se atribuya la realización de una conducta tipificada como delito por las leyes penales y tengan entre doce años cumplidos y menos de dieciocho años de edad. Dicho sistema debía tener como premisa determinante el que se garanticen los derechos fundamentales que confiere la constitución a todo individuo, así como los derechos específicos que como persona en desarrollo le han sido reconocidos, lo que da paso a un “sistema garantista”, que además de exigir la especialización de todas las instituciones y órganos involucrados en justicia para adolescentes, introduce principios elementales como el de mínima intervención e interés superior del niño, entre otros. Hoy existen en nuestro ordenamiento jurídico, en México, dos modelos de justicia penal, uno para adolescentes y otro para adultos. Ambos están dirigidos a sujetos responsables, no inimputables, y su diferencia estriba en que esa responsabilidad es exigida a diferentes niveles, de forma que la minoría de edad no sea causa de inimputabilidad, sino causa de que la determinación de la responsabilidad se resuelva en el marco de un sistema de justicia penal diferente al de los adultos. La reforma al artículo 18 constitucional trae consigo la esperanza para el fortalecimiento de una cultura de legalidad, así como el respeto irrestricto de los derechos fundamentales de los jóvenes que han infringido la ley penal y que por muchos años les fueron trastocados so pretexto de la necesidad de protección ante su minoría de edad y la llamada “falta de capacidad” (inimputabilidad). Así se cierra una larga trayectoria de incertidumbre jurídica de que fueron objeto los menores de edad por siglos y se consolida en México la adopción de una doctrina de la protección integral de los derechos de la infancia con un sistema garantista que reconoce y respeta los derechos del niño. Por su amplia concepción, esta doctrina merece ser abordada con detenimiento por separado en una colaboración posterior. Lo anterior exige reconocer que los menores son capaces de comprender las consecuencias de sus actos y de asumirse responsables de sus conductas. Los nuevos sistemas integrales de justicia para adolescentes se basan en reconocer que éstos son sujetos titulares de derechos y obligaciones, y, por tanto, en reconocer que son personas con dignidad, autonomía y capacidad para comprender la naturaleza lícita o ilícita de sus actos y conductas. Referencias bibliográficas Castillo, J.(2006). Justicia de Menores en México. Ciudad de México: Porrúa Cillero, M.(2000). “Adolescentes y sistema penal. Proposiciones desde la Convención de los Derechos del Niño”. En Justicia y Derechos del Niño, Issue 2, pp. 101-138 García, S. (2009). Foro sobre Justicia Penal y Justicia para Adolescentes, Ciudad de México: unam González, M. (2007). Conferencia Derechos humanos de los adolescentes. Ciudad de México: Instituto de la Judicatura Federal Gutiérrez, Ó. (2011). Sistema de justicia para Adolescentes. Ciudad de México: Flores Editor Ramírez, P. (2007). Conferencia Marco normativo de la justicia federal para adolescentes. Ciudad de México: s.e. Sánchez, L.(1995). Menores infractores y derecho penal. Ciudad de México: Porrúa Vasconcelos, R.(2009). La justicia para adolescentes en México. Ciudad de México: unam y unicef Villanueva, R.(2005). Los menores infractores en México. Ciudad de México: Porrúa Villarreal, A.(2007). “El reencuentro de los menores infractores con el régimen constitucional de garantías”. En Revista Jurídica del Poder Judicial Estado de Aguascalientes, vol. 30, pp. 61-85 13 L a colaboración de actualización normativa pretende brindar al lector información constante y oportuna de lo que ocurre en México en relación con las normas, decretos, resoluciones, acuerdos, convenios y reformas que van cobrando vigencia día con día en diferentes materias jurídicas. Al minuto de la ley Actualización Normativa María Brasilia Escalante Richards Publicaciones Diciembre de 2014 º El cuatro de Diciembre de dos mil catorce, la Secretaría de Gobernación emite el decreto por el que se expide la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes, y se reforman diversas disposiciones de la Ley General de Prestación de Servicios para la Atención, Cuidado y Desarrollo Integral Infantil. (DECRETO) º El veintinueve de diciembre de dos mil catorce, la Secretaría de Gobernación emite el decreto por el que se expide la Ley Nacional de Mecanismos Alternativos de Solución de Controversias en Materia Penal, se reforman diversas disposiciones del Código Nacional de Procedimientos Penales y se reforman y adicionan diversas disposiciones del Código Federal de Procedimientos Penales. (DECRETO) Enero de 2015 º El ocho de enero de dos mil quince, la Secretaría de Gobernación emite acuerdos de la XIII Sesión Ordinaria del Consejo de Coordinación para la Implementación del Sistema de Justicia Penal. (ACUERDOS) º El veintisiete de enero de dos mil quince, la Secretaría de Gobernación emite el decreto por el que se reforman los artículos 61 y 71 de la Ley Reglamentaria de las fracciones I y II del Artículo 105 de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos. (DECRETO) Febrero de 2015 º El nueve de febrero de dos mil quince, el Congreso del Estado de Hidalgo reforma la Ley de Atención, Asistencia y Protección a Víctimas de Delitos y Violaciones a Derechos Humanos para el Estado de Hidalgo. (DECRETO) º El dieciséis de febrero de dos mil quince, se reforma la Constitución Política del Estado de Hidalgo. (REFORMA). Marzo de 2015 º El treinta de marzo de dos mil quince, el Congreso del Estado de Hidalgo reforma la Ley de Acceso a las Mujeres a una vida Libre de Violencia (DECRETO). Abril de 2015 º El veinte de abril de dos mil quince, el Congreso del Estado de Hidalgo emite la Ley de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes para el Estado de Hidalgo. (LEY). Mayo de 2015 º El uno de mayo de dos mil quince, se reforma la Ley de Responsabilidades de los Servidores Públicos para el Estado de Hidalgo. (REFORMA) º El cuatro de mayo de dos mil quince, se publica el decreto por el que se expide la Ley General de Transparencia y Acceso a la Información Pública (DECRETO) º El dieciocho de mayo de dos mil quince, el Congreso del Estado emite el decreto por el que se expide la Ley General de los Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes. (DECRETO) 15 º El dieciocho de mayo de dos mil quince el Congreso del Estado de Hidalgo emite la Declaratoria de entrada en vigor del Código Nacional de Procedimientos Penales e inicio del Sistema Procesal Penal Acusatorio en 16 Distritos Judiciales del Estado de Hidalgo. (DECLARATORIA) º El veintidós de mayo de dos mil quince, se publica el decreto por el que se reforma la fracción III, del apartado A, del artículo 2o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos (DECRETO). º El veinticinco de mayo de dos mil quince, el Congreso del Estado de Hidalgo reforma la Ley de los Derechos de los Adultos Mayores. (DECRETO) Junio de 2015 º El cuatro de junio de dos mil quince, se publica el decreto por el que se adicionan diversas disposiciones a la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia (DECRETO) º El cuatro de junio de dos mil quince, se publica el decreto por el que se reforman la fracción IV del artículo 16 y la fracción VII del artículo 38 y se adiciona la fracción VI al artículo 42 de la Ley General para la Igualdad entre Mujeres y Hombres (DECRETO) º El ocho de junio de dos mil quince, el Congreso del Estado reforma la Ley Orgánica del Poder Judicial (DECRETO) º El doce de junio de dos mil quince, se publica el decreto por el que se reforman y derogan diversas disposiciones de la Ley Federal del Trabajo, en materia de trabajo de menores (DECRETO) 16 Fuentes: http://www.dof.gob.mx/ http://www.transparencia.hidalgo.gob.mx/ http://www.diputados.gob.mx http://transparencia.hidalgo.gob.mx/descargables/dependencias/contraloriat/4normatividad. pdf http://www.congreso-hidalgo.gob.mx/index.php/ biblioteca-legislativa http://www.pjhidalgo.gob.mx/transparencia/ leyes_reglamentos/ley_regla.html Papirya Iurisprudentia Papeles Jurisprudenciales Arturo Corrales Vivar Principio del interés superior del menor P rincipio fundamental reconocido por nuestra Constitución. Recién incorporado al texto constitucional en su numeral 4: ferencia incluso en relación con otros principios constitucionales, atento al caso concreto. En todas las decisiones y actuaciones del estado se velara y cumplirá con el principio del interés superior de la niñez, garantizado de manera plena sus derechos. Los niños y las niñas tienen derecho a la satisfacción de sus necesidades de alimentación, salud, educación y sano esparcimiento para su desarrollo integral. Este principio deberá guiar el diseño, ejecución, seguimiento y evaluación de las políticas públicas dirigidas a la niñez. Los ascendientes, tutores y custodios tiene la obligación de preservar y exigir el cumplimiento de estos derechos y principios. El estado otorgara facilidades a los particulares para que se coadyuven al cumplimiento de los derechos de la niñez. su preferencia en relación con otros principios Fruto de las últimas reformas constitucionales, se consagra una especial protección a una porción de la población que por su edad, condiciones personales o familiares pudieran ser vulnerables a atropellos en su persona y dignidad. Si bien, desde décadas atrás, las leyes ordinarias habían establecido regímenes específicos de protección a la niñez y adolescencia en ordenamientos civiles, ahora familiares, y un estatuto para adolescentes en conflicto con la ley penal, dada de pocos años, la inclusión de este principio en el seno del ordenamiento supremo. En aplicación a dicho principio, la obligación para los jueces en ponderar el interés superior de los menores en controversias del orden familiar o en causas penales en que un menor fuere victima u ofendido o bien testigo en el que entre otras prerrogativas para ellos, debe preservarse, en confidencia, su identidad. En juicio del estricto orden civil en el que un menor fuere parte actora o demandada a través de sus representantes legítimos o, en su caso tutor, la obligación de los jueces en ponderar este principio. En la interpretación jurisprudencial del principio, el interés superior del menor tendrá pre18 Interés superior del menor. Debe ponderarse constitucionales atento al caso concreto.De conformidad con la constitución política de los estados unidos mexicanos y los tratados internacionales signados por nuestro país, todas las autoridades deben velar por el interés superior del menor, el cual consiste, entre otras cosas, en asegurar a niñas, niños y adolescentes la protección y el ejercicio de sus derechos y la toma de medidas necesarias para su bienestar, de forma tal que si bien deben velar porque los menores no sean separados de sus padres contra la voluntad de éstos, esto tiene como excepción el interés superior del niño, como puede ocurrir en los casos en que el niño sea objeto de maltrato o descuido por parte de sus padres. ahora, otro principio constitucional lo constituye el de seguridad jurídica, por virtud del cual las sentencias definitivas deben cumplimentarse al ser de orden público e interés general, más aún en tratándose de aquellas emitidas en las controversias del orden familiar. No obstante, tal principio no puede estar por encima del interés superior del menor de existir indicios que permitan advertir que de cumplir con una sentencia — entrega de un menor a uno de sus progenitores— éste se podría ver afectado en su psique y su integridad física, ante la existencia de conductas lesivas realizadas con posterioridad a la sentencia a cumplimentar, pues de resultar ciertos los indicios de violencia, el cumplimiento de la sentencia conllevaría a exponer al menor a todo tipo de peligros desde agresiones físicas como psicológicas o hasta sexuales, que podrían dejar marcas de por vida. Por tanto, si el juzgador de lo familiar tiene conocimiento de cualquier indicio de riesgo que vulnere el interés superior del menor, debe someter el cumplimiento de la sentencia definitiva (seguridad jurídica) a dicho principio, por virtud de lo cual previo a ordenar el cumplimiento de una sentencia se debe allegar de las pruebas necesarias para valorar si se debe cumplimentar o no dicha sentencia. Máxime cuando en materia familiar las resoluciones no causan estado, en virtud de que éstas pueden y deben ser modificadas de existir nuevas situaciones de hecho que pudieran afectar los intereses de los niños [Tercer Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito: amparo en revisión 247/2011. Décima época, registro: 160227, instancia: Tribunales colegiados de circuito, tesis aislada, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, libro VI, marzo de 2012, tomo 2, materia: Constitucional, tesis: I.3o.C.1022 C (9a.), página: 1222]. La siguiente tesis alerta a jueces familiares en no tomar como única base probatoria para atribuir custodia de un menor a quien guarde mayor cercanía en grado de parentesco consanguíneo con el menor sino, por encima de ello, a quien garantice mejor el bienestar del menor. Hace años, en nuestro estado, se vivió una terrible experiencia al respecto del tema. Menores de edad. La tutela de su interés superior no puede estar subordinada a los intereses de sus progenitores o tutores.El legislador federal ha reconocido la protección especial que le asiste a las personas menores de edad en los artículos 76 bis, fracción V, y 91, fracción VI, ambos de la Ley de Amparo, al momento de establecer en el juicio de garantías la figura de la suplencia de la queja deficiente a favor de los menores de edad a efecto de que este grupo vulnerable de personas puedan tener un acceso efectivo a la tutela de sus derechos fundamentales. En efecto, el juicio de amparo se constituye como medida protectora de los gobernados a la vez que del orden constitucional, que involucra la restitución plena de derechos, en beneficio de quien los vio postergados. así, si bien el principio de agravio a instancia de parte involucra que el ejercicio de la acción sólo compete al agraviado, de manera que no podría operar en su perjuicio, debe distinguirse el caso en que los padres o tutores invocan la protección en beneficio de los menores de edad, con la consecuencia que de existir intereses opuestos entre ellos, el acto deba analizarse bajo las diferentes ópticas de los afectados para concluir que la regla objetiva de aceptar consecuencias de los propios actos en lo que beneficie o perjudique a los involucrados, cuando se trate de actos que involucren a menores, debe atemperarse bajo la excepción de que el estudio se exprese en lo que beneficie a los niños, supuesto de petición, aunque perjudique a la parte que promueve en su nombre, bajo la óptica del interés superior de los menores. de ahí que los juzgadores de amparo se encuentren en la aptitud legal de analizar en toda su amplitud la litis que es sometida a su consideración con independencia de que de ese estudio cause un perjuicio a los padres o tutores recurrentes en lo individual si es que en el caso se privilegia el derecho fundamental de los menores de edad a un desarrollo integral y normal, en virtud de que, los derechos fundamentales de los niños guardan independencia con los derechos que les pudieran asistir a sus padres o tutores, de tal manera que los primeros no pueden entenderse subordinados a los segundos. [Tercer Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito, amparo en revisión 160/2010, 17 de junio de 2010, unanimidad de votos, ponente: Víctor Francisco Mota Cienfuegos, secretario: Salvador Andrés González Bárcena. Novena época, registro: 163606, instancia: Tribunales colegiados de circuito, tesis aislada, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, XXXII, octubre de 2010, materia: civil, tesis: I.3o.C.846 C, página: 3120]. Interés superior del menor. Sus alcances y funciones normativas.El interés superior del menor implica, entre otras cosas tomar en cuenta aspectos dirigidos a garantizar y proteger su desarrollo y el ejercicio pleno de sus derechos, como criterios rectores para elaborar normas y aplicarlas en todos los órdenes de la vida del menor, conforme a la constitución política de los estados unidos mexicanos y a la convención sobre los derechos del niño; así pues, está previsto normativamente en forma expresa y se funda en la dignidad del ser humano, en las características propias de los niños, en la necesidad de propiciar el desarrollo de éstos, con el pleno aprovechamiento de sus potencialidades; además, cumple con dos funciones normativas: a) como principio jurídico garantista y, b) como pauta interpretativa para solucionar los conflictos entre los derechos de los menores. [Amparo directo en revisión 69/2012. Décima época, registro: 2000989, instancia: Primera Sala, tesis aislada, Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, libro IX, junio de 2012, tomo 1, materia: Constitucional, tesis: 1a. CXXI/2012 (10a.), página: 261] 19 Hasta este punto he hecho referencia al interés superior del menor en los ámbitos materiales de ordenamientos de aplicación judicial. Empero, la siguiente jurisprudencia amplía la aplicación de este principio a todo el universo de normas del sistema jurídico mexicano y por ende de acatamiento obligatorio a las autoridades. Interés superior del menor. Alcances de este principio.El sistema jurídico mexicano establece diversas prerrogativas de orden personal y social en favor de los menores, lo que se refleja tanto a nivel constitucional como en los tratados internacionales y en las leyes federales y locales, de donde deriva que el interés superior del menor implica que en todo momento las políticas, acciones y toma de decisiones vinculadas a esa etapa de la vida humana, se realicen de modo que, en primer término, se busque el beneficio directo del niño o niña a quien van dirigidos. [Quinto Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito: amparo directo 309/2010; amparo en revisión 286/2010; amparo directo 657/2010; amparo en revisión 257/2010, y amparo directo 733/2010. Novena época registro: 162563, instancia: Tribunales Colegiados de Circuito, jurisprudencia, fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, XXXIII, marzo de 2011, materia: civil, tesis: I.5o.C. J/14 , página: 2187] Menores. Su protección en el derecho público.En materia de derecho público existe un objetivo muy claro sustentado en la constitución federal, en los tratados internacionales y en las leyes federales y locales, consistente en implementar mecanismos eficaces de protección de los menores y en forjar una sólida cultura jurídica respetuosa de los derechos humanos en torno al derecho familiar, y en especial del de los niños. [Quinto Tribunal Colegiado en Materia Civil del Primer Circuito: amparo directo 309/2010; amparo directo 657/2010; amparo en revisión 257/2010; amparo directo 706/2010, y amparo directo 170/2011. Novena época, registro: 161812, instancia: tribunales colegiados de circuito, jurisprudencia, fuente: Semanario Judicial de 20 la Federación y su Gaceta, XXXIII, junio de 2011, materia: civil, tesis: I.5o.C. J/25, página: 1017]. Se ha mencionado la obligación del juez en ponderar el principio del interés superior del menor en cuanto se encuentre en colisión con derechos de terceros en una controversia dada. Empero, en tratándose de determinados derechos del menor (derecho a la vida, a la nacionalidad, a la salud, educación, etc.) que constituyen lo que se denomina “núcleo duro de derechos”, no aplica ponderación alguna sino mero acatamiento al principio. Además, la siguiente tesis no sólo hace al juez responsable del acatamiento de dicho núcleo duro de derechos del menor sino también al legislador mismo, puesto que dado que estos últimos crean las normas jurídicas, ellos crean las bases legislativas para la interpretación y aplicación judicial. Interés superior del menor. Su función normativa como principio jurídico pro- tector. La función del interés superior del menor como principio jurídico protector, es constituirse en una obligación para las autoridades estatales y con ello asegurar la efectividad de los derechos subjetivos de los menores, es decir, implica una prescripción de carácter imperativo, cuyo contenido es la satisfacción de todos los derechos del menor para potencializar el paradigma de la ‘protección integral’. Ahora bien, desde esta dimensión, el interés superior del menor, enfocado al deber estatal, se actualiza cuando en la normativa jurídica se reconocen expresamente el cúmulo de derechos y se dispone el mandato de efectivizarlos, y actualizado el supuesto jurídico para alcanzar la función de aquel principio, surge una serie de deberes que las autoridades estatales tienen que atender, entre los cuales se encuentra analizar, caso por caso, si ante situaciones conflictivas donde existan otros intereses de terceros que no tienen el rango de derechos deben privilegiarse determinados derechos de los menores o cuando en el caso se traten de contraponer éstos contra los de otras personas; el alcance del interés superior del menor deberá fijarse según las circunstancias particulares del caso y no podrá implicar la exclusión de los derechos de terceros. en este mismo sentido, dicha dimensión conlleva el reconocimiento de un ‘núcleo duro de derechos’, esto es, aquellos derechos que no admiten restricción alguna y, por tanto, constituyen un límite infranqueable que alcanza, particularmente, al legislador; dentro de éstos se ubican el derecho a la vida, a la nacionalidad y a la identidad, a la libertad de pensamiento y de conciencia, a la salud, a la educación, a un nivel de vida adecuado, a realizar actividades propias de la edad (recreativas, culturales, etcétera) y a las garantías del derecho penal y procesal penal; además, el interés superior del menor como principio garantista, también implica la obligación de priorizar las políticas públicas destinadas a garantizar el ‘núcleo duro’ de los derechos. [Amparo directo en revisión 69/2012. Décima época, registro: 2000988, instancia: Primera Sala, tesis aislada, fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, libro IX, junio de 2012, tomo 1, materia: constitucional, tesis: 1a. CXXII/2012 (10a.), página: 260]. Resalto un tema que ha provocado un profundo debate social en el que han participado políticos, juristas, psicólogos, agrupaciones de derechos humanos y sociales, organizaciones de personas de distinta preferencia sexual. La adopción de menores por matrimonios conformados por personas del mismo sexo. El debate consiste, en buena medida, acerca de si la crianza de un menor en una familia homo parental puede influir en la tendencia o preferencia sexual del o de la menor. O si dicha circunstancia es indiferente a su normal desarrollo sexual. La Suprema Corte de Justicia de la Nación en pleno ya se pronunció al respecto. Negar la autoridad competente la adopción de un menor a una pareja de varones o de féminas sólo por la consideración de su específica preferencia sexual es violatorio de sus derechos constitucionales por discriminarlos y transgredir el numeral 1 de nuestra Constitución. Interés superior del niño tratándose de la adopción por matrimonios entre personas del mismo sexo. La protección al interés superior de los niños y las niñas consagrado en el artículo 4o. de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, es un principio que exige su cumplimiento por parte del Estado en todos sus niveles de gobierno y ámbitos competenciales y si bien es cierto que tratándose de la institución civil de la adopción, los derechos de los menores sujetos a adopción se encuentran en posición prevalente frente al interés del adoptante o adoptantes, también lo es que ello no se traduce en que la orientación sexual de una persona o de una pareja lo degrade a considerarlo, por ese solo hecho, como nocivo para el desarrollo de un menor y, por ello, no permitirle adoptar. Cualquier argumento en esa dirección implicaría utilizar un razonamiento vedado por el artículo 1o. constitucional que, específicamente, prohíbe la discriminación de las personas por razón de sus preferencias, lo que además sería contrario a la interpretación que la suprema corte de justicia de la nación ha desarrollado respecto del tipo de familia protegido por el artículo 4o. constitucional y los derechos de los menores. así pues, en el caso de la adopción, lo que exige el principio del interés superior del menor es que la legislación aplicable permita delimitar el universo de posibles adoptantes, sobre la base de que ofrezcan las condiciones necesarias para el cuidado y desarrollo del menor establecidas en la ley, para que la autoridad aplicadora evalúe y decida respecto de la que represente su mejor opción de vida, pues sostener que las familias homoparentales no satisfacen este esquema implicaría utilizar un razonamiento constitucionalmente contrario a los intereses de los menores que, en razón del derecho a una familia, deben protegerse. [Acción de inconstitucionalidad 2/2010, mayoría de nueve votos, ponente: Sergio A. Valls Hernández. Novena época, registro: 161284, instancia: pleno, jurisprudencia, fuente: Semanario Judicial de la Federación y su Gaceta, XXXIV, agosto de 2011, materia: constitucional, tesis: P./J. 13/2011, página: 872] 21 María del Refugio Vizcaya Durán Encuentros con la historia El abogado en el tiempo E n nuestro país, los profesionales del Derecho celebran el Día del Abogado, evocando la primera cátedra de leyes impartida el 12 de julio de 1553 en la Real y Pontificia Universidad de México, que fue creada para enseñar “recta justicia para el gobierno y régimen de las Repúblicas”; motivo por el cual en esta ocasión haremos un recorrido por la historia de esta profesión. Remontándonos a los antecedentes más remotos de nuestro Derecho, encontramos la figura en Grecia; en donde la abogacía empieza a adquirir forma como profesión. Los abogados griegos fueron grandes oradores, como Pericles y Antiphon, que adquirió gran renombre escribiendo discursos forenses. En el Imperio Romano, a los oradores se les llamaba causidici o advocati; siendo advocatus la raíz de la palabra abogado. El Foro adquirió gran relevancia durante la República, pues los pontífices eran elegidos entre los abogados, que llegaron a organizarse en los collegium togatorum. El aspirante a abogado estudiaba durante 5 años y era examinado por el defensor de la ciudad, en presencia del pueblo, y aprobada la prueba solemne del examen, era presentado al Senado y se inscribía su nombre en la tabla del orden. Durante los tres siglos de dominio colonial español, los virreinatos americanos dependientes de España se rigieron por un conjunto de leyes que se fueron adaptando a una compleja realidad, para la que en la mayoría de los casos, no existían precedentes. Ese grupo legislativo estaba formado por las normas procedentes del Derecho Castellano, que actuaba como base jurídica fundamental, las específicas de Indias y algunas procedentes del Derecho Indígena, que fueron introducidas por su utilidad en las relaciones con la población autóctona. Desde España se legisló para las Indias, sobre todo a través del Consejo de Indias, originándose un gran conjunto de leyes y disposiciones de gobierno promulgadas para establecer un régimen jurídico especial. Según el diferente rango normativo de las disposiciones dictadas, cabe hablar de leyes, o sea, disposiciones acordadas en las Cortes y promulgadas por el Rey; de pragmáticas sanciones, leyes generales dictadas por el Rey sin el concurso de las Cortes, que en el caso de referirse a asuntos americanos se denominaron provisiones; las cartas reales, mediante las cuales el Rey respondía a cuestiones concretas que le eran planteadas, así como las ordenanzas, que eran reglamentaciones parciales relativas a una materia en particular. Algunos abogados romanos destacados fueron Quinto Mucio Scaevola el Joven, que publicó el primer tratado sistemático de Derecho Civil; Papiniano, Paulo, Ulpiano y Modestino, quienes tenían la responsa jurisprudentium, interpretando la ley. En el Derecho Castellano, los abogados eran conocidos como voceros y personeros, porque usaban sus voces para ejercitar la defensa y porque representaban a las personas defendidas. Los Reyes Católicos, Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, promulgaron el 11 de febrero de 1495, las “Ordenanzas sobre los Abogados y Procuradores”; y el 21 de marzo de 1499, las “Leyes por la Brevedad y Orden de los Pleitos”; para regular el ejercicio de la abogacía. Sección: Poder Judicial, Serie: Exámenes Prof. y Registro de Títulos. Copias autorizadas de títulos profesionales (1893), pág. 55 23 En la Nueva España, las necesidades de la administración pública, el desarrollo de la minería, de la agricultura, del comercio, y la nueva organización de la propiedad territorial, originaron una creciente legislación colonial, haciendo necesarios los servicios de abogados, por lo cual, el Ayuntamiento de la Ciudad de México, solicitó del rey Carlos I de España y V de Alemania, que se permitiera su establecimiento. Los primeros en establecerse fueron abogados españoles que se convirtieron en miembros de la primera y segunda Audiencia, y enseñaban su profesión a personas residentes en la Nueva España, que eran examinadas por la Real Audiencia. La tarea del abogado resultaba muy complicada, pues las legislaciones española y de Indias a menudo resultaban contradictorias; por lo que el Virrey Antonio de Mendoza y el obispo Fray Juan de Zumárraga solicitaron a la corona española la fundación de una universidad. Ya en el siglo XIX, en el estado de Hidalgo, la carrera se cursaba en cinco años en el Instituto Científico y Literario, creado en 1869; durante los dos últimos, los alumnos realizaban prácticas en un juzgado de primera instancia y en un despacho de abogados. Finalmente, sustentaban tres exámenes, el primero ante tres sinodales nombrados por el director del Instituto, con duración de hora y media; después ante una junta de abogados designados anualmente por el Ejecutivo, con duración de tres horas, y una vez aprobados ambos, un tercero ante el Tribunal Superior de Justicia, que les proporcionaba un expediente para su análisis y propuesta de sentencia, que se presentaba por escrito ante el Pleno del Tribunal, y posteriormente, eran interrogados por los magistrados, y de ser aprobados, se les recibía la protesta. La Universidad de México fue creada por Cédula Real expedida por Felipe II, el 21 de septiembre de 1551, concediéndole los privilegios de la Universidad de Salamanca, por lo que fue organizada a su imagen y semejanza y le fueron aplicados sus estatutos. Inauguró sus cursos el 25 de enero de 1553. El 7 de octubre de 1595, el Papa Clemente VIII le concedió reconocimiento como Universidad Real y Pontificia. La Universidad se estableció con siete cátedras: Teología, Escritura, Cánones, Leyes, Artes, Retórica y Gramática. Para impartir la Cátedra de Leyes fue elegido el licenciado Bartolomé de Frías y Albornoz, primer catedrático de derecho civil, y primero en recibir las insignias doctorales en la catedral, con asistencia del Virrey. Los estudios de Derecho y Jurisprudencia Civil comprendían seis años. Sección: Poder Judicial, serie: Exámenes Prof. y Registro de Títulos. Expediente relativo al examen que solicita el C. Emilio Asiain para obtener el título de abogado (1889), pág. 3 24 El Fiscal, que formaba parte del Tribunal, integraba los expedientes de exámenes y la Secretaría de Acuerdos llevaba los libros de registro de títulos de abogados y escribanos y de actas de exámenes. El primer abogado que obtuvo su título en el Estado de Hidalgo fue Ángel Casasola y Cortés, al haber aprobado los tres exámenes, rindiendo protesta con fecha 4 de mayo de 1870. En el Archivo Histórico del Poder Judicial se resguarda importante documentación que nos permite recrear los orígenes de la comunidad jurídica hidalguense y conocer a quienes participaron en su formación. Sea este artículo una invitación a investigar en su acervo sobre muy diversos temas que inciden en la impartición de justicia. Sección: Poder Judicial, Serie: Exámenes Prof. y Registro de Títulos. Expediente relativo al examen de abogado del ciudadano Manuel Soto Romero (1878), pág. 12 Referencias bibliográficas: Archivo Histórico del Poder Judicial del Estado de Hidalgo Enciclopedia Jurídica Omeba. Buenos Aires: Driskill, 1986. Tomo I, pp. 65-74 Gutiérrez Escobedo, Antonio (2002). “Los órganos centrales peninsulares”. En Manuel Lucerna Salmoral (coordinador) (2002). Historia de Iberoamérica, Madrid: Editorial Cátedra. Tomo II, pp. 206-214 Ley y Reglamento de Instrucción Pública del Estado de Hidalgo (1879), Pachuca: Imprenta del Gobierno del Estado Margadant S. Guillermo (1995). “Historia externa del derecho privado romano”. En Derecho romano. Ciudad de México: Esfinge, pp. 45-97 Menes Llaguno, Juan Manuel (1983). Universidad Autónoma de Hidalgo pasado y presente. Pachuca: Universidad Autónoma de Hidalgo Menes Llaguno, Juan Manuel y Raúl Guerrero Guerrero (1983). Historia de la administración de justicia en el Estado de Hidalgo. Pachuca: Tribunal Superior de Justicia del Estado de Hidalgo Vasmingo, Martha Milagros y Luque Talaván, Miguel (2003). “La técnica jurídica de la conquista de los Reinos de las Indias”. En Seminario Iberoamericano de Descubrimientos y Cartografía. Valladolid: Universidad de Valladolid e Instituto Interuniversitario de Estudios de Iberoamérica y Portugal, pp. 199-260 25 La estantería Jorge Alberto Huerta Cruz Reseña de publicaciones de las distintas colecciones del fondo editorial del Poder Judicial del Estado de Hidalgo Educación emocional y cultura para la paz Mediación escolar. Hacia una educación emocional y pacífica, Isabel Sepúlveda Montaño, Pachuca: Poder Judicial del Estado de Hidalgo, 2015 La crítica a la escuela, y en especial a la gobernada ampliamente por la enseñanza tradicional, ha desvelado, además, cómo las prácticas educativas están centradas en el conocimiento técnico y en menor medida en el práctico, así como, sistémicamente, nunca por el crítico. La idea más generalizada identifica al éxito escolar con el mayor desarrollo de la inteligencia racional. Una escuela que genera conocimientos intelectuales y, en lo posible, fomenta valores que tienen a reforzar las estructuras de dominación. Los esfuerzos por romper esa clase de esquemas, provenientes de diversos enfoques, aportan elementos diversos para revertir las inconveniencias de la escolarización. Isabel Sepúlveda, desde la lógica de la teoría y la práctica de la mediación de conflictos, ofrece un proyecto de intervención escolar que atiende a algunas de las problemáticas en torno a la convivencia en la escuela. U na idealización de la escuela —muy propia del discurso liberal— la convierte en una comunidad al servicio de las mejores causas, que dota a las personas de mayores y mejores elementos para el desarrollo humano, en donde el espacio escolar resulta un páramo social, neutralizado, aséptico, en donde la convivencia y la armonía campean a plenitud. Sin embargo, no es difícil documentar que la vida escolar se experimenta bien alejada de tales condiciones: la escuela no sólo es el escenario en donde pueden transmitirse generacionalmente las virtudes sociales, sino la institución que reproduce la sociedad, y por ende, las prácticas y estructuras que sostiene la desigualdad, la inequidad, la exclusión, la discriminación y la violencia. Una idea compleja de la escuela, permite distinguir que junto a la sana convivencia, en el colegio se vive también el desencuentro y la violencia. El texto tiene la virtud de contener un marco de referencia sólido, a través de la exposición clara y accesible sobre las conceptualizaciones del conflicto y la mediación, de modo que, amén de la temática particular, resulta una suerte de afortunado manual sobre los fundamentos de la práctica de la mediación de conflictos, que es de utilidad para introducirse en el tema y entender los principios que lo sustentan. Asimismo, se plantean los elementos torales del conflicto y la mediación en el contexto escolar en particular, que consiguen una llave para entender en lo fundamental la cuestión. 27 En lo central, la obra plantea un proyecto de intervención que de forma concreta, explícita y particular formula un plan de acción para introducir la práctica de la mediación escolar en la escuela. Quizás puedan verse ciertas reticencias en la falta de criterios para la implementación concreta en un centro escolar particular, así como en la necesidad de mayores clarificaciones metodológicas; sin embargo, el proyecto de intervención que se propone es una guía práctica que parece eficiente. En especial, el proyecto que se ofrece es muy meritorio en cuanto que asume una visión incluyente, en donde la teoría y la práctica de la mediación no es un contenido que se suscita en torno al objetivo de trasmitir al alumnado conceptos y prácticas, sino una práctica social que debe inculcarse en toda la comunidad para que ésta se apropie de la mediación como un elemento cultural: significados y prácticas que deben asumirse para vivirse. Así, el objetivo del proyecto de intervención parece determinarse en lograr que directivos, profesores y alumnos se apropien de la cultura de la mediación y de la paz, no para reproducir conceptos y seguir prácticas, sino para que puedan experimentar nuevas formas de interacción en el espacio escolar y fuera de él, en sus familias y comunidades, a partir de representaciones, aptitudes y actitudes que los habiliten para la vida cotidiana desde la lógica de la cultura de la paz y el sano ejercicio de la inteligencia emocional. Sin duda, una virtud adicional del proyecto de intervención está, precisamente, en la inclusión de la formación emocional como parte sustantiva de la educación escolarizada, lo que alinea la propuesta a los esfuerzos por reformar la escuela como un espacio de formación integral, que no se circunscribe a la inteligencia racional y los conocimientos técnicos, sino que se colocan del lado de la educación para la vida y la paz, a la vez que abona a atender desde la práctica las inconveniencias de la vida escolar que provienen de la presencia del conflicto, al asumir éste como una relación social inevitable y no exclusivamente negativa, que, al reconocerlo, es posible convertirlo en una herramienta positiva para la atención de la violencia escolar, la cual, por lo demás, se deposita en los mismos agentes, pues los directivos, los profesores y los alumnos son recono28 cidos y dignificados como los responsables de la gestión del conflicto, una apuesta por el reconocimiento de sus capacidades de decidir, cooperar y comprometerse, con creatividad, colaboración, respeto y autosatisfacción, en hacer visible y atendible el conflicto. Se trata, en suma, de una interesante propuesta para mirar a la escuela como una oportunidad de educar para la vida y mejorar las formas de socialización dentro del escuela y fuera de ella. Un texto valioso que debe servir tanto a los actores del campo educativo como a los de las agencias encargadas de resolver conflictos, una obra inteligente que se suma con fortuna a la colección Themis del fondo editorial del Poder Judicial de Estado de Hidalgo. La exposición Divulgación de diversos materiales que se resguardan tanto en el Archivo Histórico como en la Fototeca del Poder Judicial del Estado de Hidalgo Se hizo acreedor al primer lugar en diversos certámenes nacionales de poesía y creó las publicaciones La colmena lírica de Pachuca y El Ateneo de Hidalgo; además de ser autor de nueve obras, entre ellas el primer libro de texto para la universidad estatal. Maestro fundador de la Universidad Autónoma de Hidalgo, en 1961, se hizo cargo de diversas cátedras enfocadas al estudio del derecho, la filosofía y la historia. Para el periodo de 1970 a 1975, ocupó la rectoría. Durante su gestión se llevó a cabo la construcción de un grupo de edificios para la Escuela de Medicina y la Preparatoria 2 de Tulancingo, así como la Unidad Universitaria, en una donación de terrenos del rancho de El Álamo, para alojar a los Institutos de Ciencias Sociales, de Ciencias Exactas, de Ciencias Contable-Administrativas y la Escuela de Odontología. En 2005 fue designado decano de la máxima casa de estudios. J esús Ángeles Contreras (1921-2006) cursó la carrera de profesor en educación primaria en la Escuela Nacional de Maestros y la licenciatura en derecho en la Universidad Nacional Autónoma de México. 30 En el Poder Judicial ocupó el cargo de juez de primera instancia; llegó a ser presidente del Tribunal Superior de Justicia de 1969 a 1970 y magistrado del Tribunal Fiscal Administrativo de 1982 a 2006. Cuestionario para integrar la hoja de servicios en el Poder Judicial, presentado por Jesús Ángeles Contreras en 1956, cuando desempeñaba el cargo de juez de primera instancia en el distrito judicial de Molango. Archivo Histórico del Poder Judicial del Estado de Hidalgo. Sección: Poder Judicial, serie: personal, fecha: 1951-1969. 31 Noticias  Instauración del Claustro de Investigadores E l pasado 17 de marzo en el auditorio Benito Pablo Juárez García del Poder Judicial del Estado de Hidalgo se realizó la investidura de quienes forman ya parte del Claustro de Investigadores. Toma de Protesta de los integrantes del Claustro de Investigadores del Poder Judicial de Hidalgo. Fotos por Rosa Hernández Zamora Ceremonia encabezada por el presidente del Tribunal Superior de Justicia y del Consejo de la Judicatura, magistrado Juan Manuel Menes Llaguno, quien preside al grupo de investigadores que está conformado por servidores públicos del Poder Judicial que cuentan con grado de doctorado o maestría. Cada investigador es titular de un área temática como son publicaciones y difusión de la cultura jurídica, actualización normativa, compilación y sistematización de criterios relevantes de los tribunales que integran el poder judicial, derecho penal, derecho civil, derecho mercantil, derecho familiar, justicia para adolescentes, sistema de justicia penal adversarial y medios alternos de solución de conflictos. 33