Entre a sombra ea alma

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e-scrita
ISSN 2177-6288
V. 5 – 2014.2 –Olga Chesnokova
PERFIL SEMIÓTICO DE LA TOPONIMIA COLOMBIANA
Olga Chesnokova1
RESUMEN: Este artículo se enfoca en las connotaciones nacionales y culturales de los topónimos
colombianos. El origen, la motivación, la estructura morfológica y semántica de los topónimos
colombianos se analizan desde el punto de vista semiótico, lo que permite evaluar su papel en la visión
del mundo de los colombianos y su creatividad lingüística.
Palabras clave: Toponimia. Semiótica. Colombia.
Semiotic profile of Colombian toponymy
ABSTRACT: This article focuses on the national, cultural and historical connotations of Colombian
place names. The origin, motivation, morphologic and semantic structure of Colombia place names are
analyzed from the semiotic point of view and examined through their role in the linguistic world view
of Colombian people and their verbal creativity.
Keywords: Toponymy. Semiotics. Colombia.
Los topónimos distinguen y particularizan accidentes geográficos, lo que corresponde
a su naturaleza de nombres propios:
Los nombres propios son, por sí mismos, nombres sin significación propia, nacidos por la
necesidad de particularizar las diferentes versiones de una misma clase, especie o género de
la realidad (ALCINA y BLECUA, 1987, p. 502).
Al estudiar los topónimos, la toponimia (la onomástica geográfica) combina las
metodologías de los análisis lingüístico, histórico y geográfico.
1
Olga Chesnokova es catedrática del Departamento de Lenguas Extranjeras de la Facultad de Filología de la
Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos (Peoples’ Friendship University of Russia, Moscow, Russia).
Investiga el español de diversos países latinoamericanos, la pragmática intercultural y la traductología. Entre sus
publicaciones más recientes, se destacan Colombia en el mundo del idioma español. Moscú: Ed. de la
Universidad Rusa de la Amistad de los Pueblos, 2011; El español de México: Estudio lingüístico y culturológico,
Palmarium Academic Publishing, 2012. olga.s.chesnokova@gmail.com
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La etimología y las acepciones originales, así como la motivación y la estructura
morfológica de los nombres geográficos son el constante y tradicional objeto del estudio
toponímico. Puesto que la semiótica es una ciencia sobre los signos y la metodología de su
análisis (MORRIS, 1971; ECO, 1976, LOTMAN, 1996), en los estudios semióticos de los
topónimos se puede dar hincapié al análisis de su lugar entre los diversos sistemas de signos y
a la interpretación de los topónimos como signos tridimensionales en sus vertientes
semántica, sintáctica y pragmática, las tres dimensiones básicas del signo (CHESNOKOVA
2011, 2012).
Fig.1. El mapa de Colombia
Los topónimos pueden considerarse como el reflejo lingüístico del modelo del
universo. Semióticamente, reflejan y catalogan el espacio. Según Yu. Lotman, la semiótica
del espacio representa el significado clave en la formación de “la imagen del mundo” para tal
o cual cultura. La base inevitable de la interpretación de la vida a través la cultura está en la
formación del modelo del universo y del espacio (LOTMAN, 1996, p. 205). Puesto que la
filología hispánica contemporánea percibe la lengua española como un conjunto de
parámetros de divergencia y convergencia, se puede estudiar los topónimos como marcadores
de la percepción del universo por hablantes de diversas variedades del español, lo que
combina los logros de la geografía onomástica tradicional y los estudios dialectales y
semióticos, prestando una especial atención a los sistemas toponómicos nacionales y su
consecutiva comparación.
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El español de Colombia incluye rasgos panhispánicos (el caudal léxico, la base
fonética y el estándar gramatical), rasgos panamericanos (como, por ejemplo, el seseo y el
yeísmo americanos), rasgos regionales y características estríctamente nacionales. Según C.
Patiño Roselli, el patrimonio lingüístico colombiano es tripartito e incluye tres componentes:
el hispánico, el amerindio y el afrocolombiano (PATIÑO ROSELLI, 2000, p. 71).
La
toponimia
colombiana
es
parte
inalienable
del
español
colombiano.
Semióticamente, refleja posibilidades denominadoras propias según diversas etapas de la
historia del país. La tradición lingüística colombiana cuenta con trabajos valiosos que
desarrollan temas toponímicos (Diccionario geográfico de Colombia, 1953; Diccionario de
topónimos y términos costeros de Colombia, 1998; Diccionario de gentilicios de Colombia,
2008; Nombres geográficos de Colombia, 2009).
Uno de los principios de certitud en los estudios toponímicos se encuentra en su
percepción como sistemas, puesto que un topónimo aislado, aunque sea transparente por su
forma interior, no proporciona información onomástica suficiente; la información se pone de
manifiesto solamente en los estudios de una serie de topónimos (MURZÁEV, 1974, p. 323).
Al igual que -por lo visto- en la toponimia latinoamericana en general, como se ha
tenido ocasión de afirmar (CHESNOKOVA, 2011, 2012), nosotros proponemos agrupar los
topónimos colombianos en voces provenientes de lenguas autóctonas que explícitamente
guardan componentes indígenas, topónimos surgidos en la época de la conquista de América
por los europeos, en los que prevalecen los recursos del castellano, denominaciones
geográficas que abarcan el período desde la independencia de Colombia hasta la fecha, en las
que una de las tendencias predominantes es la de recursos de nombres propios. En cada una
de estas tres vertientes se hallan topónimos originarios en nombres propios (de persona, es
decir, antropotopónimos, en primer término) y en nombres comunes, que permiten diversas
combinaciones. He aquí unos ejemplos.
Casanare -nombre de uno de los 32 departamentos de Colombia- es un topónimo de
origen indígena que significa ‘río negro’, testimonia recursos de nombres comunes del
sustrato amerindio del español colombiano.
Sincelejo, capital del departamento de Sucre, es una alusión al nombre del cacique
indígena; lingüísticamente, es antropotopónimo.
San Juan de Pasto, el nombre de la capital del departamento de Nariño, combina el
componente religioso, alusión a San Juan, combinado con “pasto”, posible denominación
étnica autóctona, que marcaba la frontera de los dominios de la respectiva etnia.
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Sucre, uno de los treinta y dos departamentos colombianos, recibió su nombre en
honor a Antonio José de Sucre (1795-1830), héroe de la independencia nacional, lo que da un
ejemplo de antropotopónimo relacionado con la época de la Independencia.
Los topónimos colombianos de origen chibcha frecuentemente tienen formantes sua
‘sol’, suba, ga, gua ‘montaña’, -ta ‘lugar’, ‘frontera’, -quira -quica ‘lugar’ (LITVIN, 1983).
En la toponimia colombiana de origen indígena predominan vocablos oxítonos y paroxítonos:
Boyacá, Sotaquirá, Chiquinquirá, Topaipí, Caparrapí, Chaguaní, Chiriví, Ramiriquí,
Monguí, Nemocón, Chipaque, Manta, Guasca, Guateque, Paipa, Panqueba (ESPEJO
OLAYA,1999, p. 1132).
Muchos topónimos colombianos resultan ser reproducciones de topónimos extranjeros
y el resultado de uso de recursos de la lengua española, tanto en la esfera de los nombres
comunes como en la de los nombres propios.
Son múltiples los ejemplos de traslado de topónimos europeos y extranjeros en
general, que en la toponimia colombiana resultan -básicamente- una réplica de topónimos
peninsulares.
Un ejemplo clásico de traslado de topónimos peninsulares en la toponimia colombiana
lo ilustra el topónimo Cartagena de Indias, el nombre de la capital del departamento de
Bolívar, ciudad Patrimonio Histórico de la Humanidad y entidad turística colombiana más
visitada por nacionales y extranjeros. La ciudad de Cartagena de Indias fue fundada por Pedro
de Heredia y semióticamente se asocia con la Cartagena peninsular. A su vez, el topónimo
español Cartagena también es un ejemplo de traslado de topónimos, en este caso, por parte de
conquistadores cartagineses de la Península Ibérica. Señala R. Lapesa:
A los cartagineses se debe la fundación de la nueva Cartago (Cartagena), capital de
sus dominios en España (LAPESA, 1995, p.13).
Para diferenciar la Cartagena española de la Cartagena colombiana, ésta última lleva la
aclaración “de Indias”.
La siguiente frase del protagonista de G. García Márquez fácilmente se identifica por
los hispanohablantes como referida precisamente a Colombia:
Mis únicos viajes fueron cuatro a los Juegos Florales de Cartagena de Indias, antes de mis
treinta años (MÁRQUEZ, 2004, p.20).
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Además del traslado de topónimos peninsulares, en la toponimia colombiana se hallan
atestiguadas réplicas de topónimos no peninsulares, como lo observamos en los casos de
Antioquia, Armenia, Neiva, Florencia, Argelia, Albania, Alejandría, Aquitania, entre otras.
La comparación de toponimias nacionales evidencia que la absoluta coincidencia en
grafía algunas veces manifiesta la motivación diferente que nos presentan los casos de
homonimia toponímica. Así, el topónimo Córdoba, además de ser el nombre de la capital de
la provincia del mismo nombre en España, se halla en los sistemas toponímicos de Colombia,
México, Argentina, Perú y Chile (El Diccionario de nombres geográficos latinoamericanos,
1975, T.I, p. 400-401).
Como nombre de uno de los treinta y dos departamentos de Colombia, el topónimo
Córdoba fue tomado de la identificación onomástica del general José María Córdoba
(Córdova); 1799-1829), uno de los próceres de la independencia del país, o sea, en este caso
el topónimo colombiano Córdoba no es la reproducción del topónimo homónimo peninsular.
Partiendo de recursos léxico-semánticos de la lengua española, se observan en el mapa
de Colombia muchos topónimos descriptivos: Meta, Barranquilla.
En la toponimia costera encontramos descripciones pragmáticamente racionales y
metafóricas del entorno: las bahías Buenaventura y Agua Mansa, las bocas Amansaguapos,
Ceniza, Cerrada, El Tigre, la bocana Pasacaballos, el cabo Tiburón, el canal Bocachica, la
ciénaga Arenque, las ensenadas Puerto del Rey, Rincón Hondo, el Tigre (Diccionario de
topónimos y términos costeros de Colombia, 1998).
Junto con topónimos que presentan combinaciones de palabras con la observación de
normas gramaticales, de tipo Canal del Dique, Arroyo de plata, son múltiples los ejemplos de
topónimos que resultan palabras compuestas: la boca Bocagrande, el cayo Quitasueño, la
ensenada Amansaguapos, la isla Buenavista, lo que forma una constante sintáctica de
topónimos latinoamericanos (CHESNOKOVA, 2011, p. 16).
En cuanto a los topónimos conmemorativos, reflejan los valores patrióticos de los
colombianos que es la tendencia predominante en su perfil semiótico. Así, uno de los treinta y
dos departamenos del país -Nariño- fue nombrado en honor a Antonio Nariño (1765-1823),
precursor de la independencia de Colombia. Otro ejemplo de relevancia es el nombre del
departamento de Bolívar que en 1857 recibió –en homenaje a Simón Bolívar (Simón José
Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar de la Concepción y Ponte Palacios y Blanco; 17831830), “El Padre de la Patria” para colombianos, venezolanos, ecuatorianos, peruanos,
bolivianos, panameños- la antigua Provincia de Cartagena. Un otro ejemplo significativo de
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esta clase de topónimos es el nombre del Departamento de Santander, nombrado así en honor
al héroe de la independencia de la Nueva Granada Francisco José de Paula Santander y
Omaña (1792-1840).
Analicemos detalladamente el perfil semiótico del nombre de la capital colombiana –
Bogotá. Tiene variantes diacrónicas: Santafé de Bogotá (siglo XVIII, de 1991 a 2000), Villa
de la Santa Fe (siglos XVI y XVII), Nuestra Señora de la Esperanza (siglo XVI) y Bacatá
(siglo XV) (Nombres geográficos de Colombia... 2009, p. 45).
La pronunciación actual del nombre de la capital colombiana ha evolucionado del
vocablo muisca Bacatá que permite diversas interpretaciones etimológicas que -en todas sus
variantes- aluden a la frontera del espacio: ‘al final de los campos’, ‘remate de sierra, remate
de labranza y afuera de su labranza’,’campo de tierra plana’ (Nombres geográficos de
Colombia, 2009, p. 44). Según la Constitución Política de Colombia, de 1991, el componente
Santafé en el nombre de la capital se escribe en una palabra. O sea, lingüísticamente, el
topónimo Santafé de Bogotá (o Santa Fe de Bogotá) ilustra la contaminación del topónimo
autóctono y el componente cristiano, un recurso que explícitamente se percibe en la toponimia
latinoamericana, como lo es, por ejemplo, San Francisco de Quito. En el plano sintáctico, la
evolución de la combinación de palabras Santa Fe en una palabra compuesta Santafé
representa otro recurso universal de la toponimia latinoamericana (cf. Veracruz;
Barrancabermeja) que es la evolución del significante del topónimo de la combinación de
palabras a una palabra compuesta. A partir del 2000, el nombre oficial de la capital
colombiana se ha reducido al componente autóctono Bogotá.
Los rasgos semióticos de los topónimos son bien ilustrados a través de sus perífrasis y
metáforas culturales existentes en la memoria colectiva de los hablantes, lo que da un toque
especial a su actividad discursiva. Para el nombre de la capital colombiana lo es la perífrasis
La Atenas Suramericana que alude a la pureza del español colombiano (PATIÑO ROSELLI,
2000, p. 78).
En el discurso contemporáneo de los colombianos, esta perífrasis adquiere rasgos
irónicos, como lo muestran los siguientes ejemplos del archivo digital de “El Tiempo”:
Bogotá todavía no tiene cómo volver a presumir de ser la Atenas suramericana. No tiene las
librerías de Buenos Aires ni las megaexposiciones de los museos mexicanos o brasileños
(eltiempo.com. 15 de diciembre de 2010).
Políticamente apasionada, pero pacífica, aquella era también una Colombia más culta. Algo
debía quedar entonces de la famosa Atenas Suramericana (eltiempo.com. 26 de octubre de
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2003).
Señor Director: Cuando llegué a Colombia, hace ya muchos años, a Bogotá se le conocía
como la Atenas Suramericana. Parece que eso ya es cuestión del pasado (eltiempo.com. 2
de marzo de 1994).
La denominación humorística Neverita registrada en el habla popular de los habitantes
del litoral Caribe de Colombia, alude al clima “frío” -desde su punto de vista- de la capital
colombiana.
A su vez, el vocablo autóctono Bacatá se registra, por ejemplo, como el nombre de un
hotel en el centro de la capital, el nombre de la tienda de regalos en el aeropuerto
internacional Eldorado, lo que demuestra el potencial simbólico y alusivo del sustrato
autóctono en la toponimia colombiana.
En los estudios semióticos de la toponimia son muy benignos los intentos de la
recopilación y de sistematización de perífrasis y metáforas culturales que sustituyen los signos
toponímicos formales.
La originalidad lingüística colombiana la demuestran, además de la ya mencionada
perífrasis La Atenas Suramericana respecto a Bogotá, las denominaciones Ciudad de la
Eterna Primaverа (Medellín), la Capital Musical (Ibagué), la Cuna y el Taller de la Libertad
(Tunja), la Ciudad de los Parques (Bucaramanga), la Puerta de Oro de Colombia, la Arenosa
(Barranquilla) (DICCIONARIO DE GENTILICIOS DE COLOMBIA, 2008, p. 17).
En uno de los numerosos artículos sobre la vida y la obra de G. García Márquez,
publicados en los días después de luto por el Nóbel colombiano, se registra la siguiente frase:
En la Heroica se desarrolló la trama de dos de sus novelas más leídas en el mundo: ‘El amor
en los tiempos del cólera’ y ‘Del amor y otros demonios’ (El Tiempo, a 19 de abril de 2014).
La Heroica es la perífrasis colombiana para la ciudad de Cartagena de Indias.
Un ejemplo de metáfora cultural es el modo de referirse a Medellín como Medallo:
Y así voy por estas calles de Medellín alias Medallo viendo y oyendo cosas
(VALLEJO, 2003, p. 33).
Las denominaciones estéticas de accidentes geográficos manifiestan casos de
homonimia entre los diversos sistemas toponímicos nacionales. Así, la Ciudad de la Eterna
Primaverа para los colombianos es Medellín, para los mexicanos lo es Cuernavaca, mientras
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que para los chilenos, la ciudad de Arica, lo que ilustran los siguientes ejemplos textuales del
discurso periodístico:
Música, poesía cine, moda y flores hacen parte de la agenda que tendrá este mes la Ciudad de
la Eterna Primavera (Conexión, julio 2010, p. 56).
Cuernavaca: de ciudad de la eterna primavera, a capital de la violencia (La Jornada,
Domingo 17 de octubre de 2010).
La próxima semana el Presidente Sebastián Piñera realizará un viaje simbólico a Arica, en la
antesala de la lectura del fallo que hará la Corte Internacional de Justicia (CIJ) por el
diferendo marítimo entre Perú y Chile.
En tanto, el ministro de Relaciones Exteriores, Alfredo Moreno, agendó un viaje a la ciudad de
“la eterna primavera” entre el lunes y el martes de la próxima semana (El Mercurio,
Sábado, 18 de Enero de 2014).
Las formas abreviadas de topónimos también resultan de mucho interés para sus
estudios semióticos. Citemos a forma abreviada del topónimo Aracataca en el discurso
autobiográfico de G. García Márquez:
Su nombre no es de pueblo sino del río, que se dice ara en lengua chimila, y Cataca, que es la
palabra con que la comunidad conocía al que mandaba. Por eso entre nativos no la llamamos
Aracataca, sino como debe ser: Cataca (MÁRQUEZ, 2002, p. 53).
De ahí se descifra la expresión “escritor cataquero” referida al Nóbel colombiano en
la información sobre su última novela:
La última novela de Gabo
El editor de las obras de Gabriel García Márquez, Cristóbal Pera, aseguró ayer que el nobel
colombiano estuvo trabajando en los últimos años en un novela que se titula ‘En agosto nos
vemos’. Sin embargo, advirtió que su publicación depende exclusivamente de la familia. “Es
una novela que trabajó durante mucho tiempo. No sé si vaya a ser publicada, eso ya la familia
lo decidirá”, dijo Pera. También contó que el escritor cataquero no estaba conforme con lo
que estaba escribiendo y la corregía día a día. (VEGAS, 2014. El Espectador, 20 de abril de
2014).
Un interesante tema para los estudios semióticos es el de nombres gentilicios, sus
fuentes de motivación, fórmulas gramaticales, principios de combinación de sufijos, sus
variantes culturales y casos de homonimia toponímica. Una visión original e innovadora de la
investigación de nombres gentilicios colombianos fue realizada en el Instituto Agustin
Codazzi (DICCIONARIO DE GENTILICIOS DE COLOMBIA, 2008).
El análisis lingüístico de los gentilicios colombianos revela su derivación morfológica
por medio de sufijos -ano, -ense, -ino, -eño ,-ero, -és y otros, que son recursos panhispánicos
para formar gentilicios. Según los investigadores colombianos, los sufijos más productivos
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para formar gentiliciosen el español colombiano son los sufijos –eño y –ense; mientas que el
sufijo –uno se registra solamente para el gentilicio pastuno (DICCIONARIO DE
GENTILICIOS DE COLOMBIA, 2008, p. 168). Algunos gentilicios varían en forma:
baranoense/ baranoero,-a; carolinense /carolinero-a; cordobeño/ cordobés/ cordobita,
restrepense / restrepeño, que testimonian más bien los gustos lingüísticos que la motivación
consciente.
Son notorios los ejemplos de denominaciones metafóricas. Los habitantes del
departamento de Huila, son llamados -además del gentilicio huilenses- opitas, que asciende a
la fórmula de saludo opa, que se asocia, en la conciencia lingüística de los colombianos con el
habla coloquial de los huilenses (DICCIONARIO DE GENTILICIOS DE COLOMBIA,
2008, p. 155).
Cabe anotar que igual que las perífrasis de los nombres geográficos, en el campo de
nombres gentilicios se descubren casos de homonimia. Por ejemplo, en Colombia el vocablo
porteño se emplea para denominar a los habitantes Puerto Carreño. Además de Colombia,
sirve para denominar a los habitantes de Buenos Aires (Argentina), los de Valparaíso (Chile),
los de Puerto Cabello, Puerto La Cruz (Venezuela), Puntarenas (Costa Rica).
El enfoque semiótico en la toponimia permite percibir y analizar nombres geográficos
como signos tridimensionales en sus vertientes semántica, sintáctica y pragmática, las tres
dimensiones básicas del signo, y -consecuentemente- establecer lazos sistemáticos que
forman.
Voces provenientes de lenguas autóctonas, topónimos surgidos en la época de la
conquista de América por los europeos y denominaciones geográficas que se asocian con
valores patrióticos resultan tres posibles constantes de nombres geográficos colombianos que
no excluyen las posibilidades de su combinación y modificación. Especifican la percepción
del universo por los colombianos y los vaivenes de su creatividad lingüística, lo que muestra
el uso de los topónimos en diversos tipos de discurso y texto.
Para terminar, es importante seguir investigando las toponimias nacionales en el marco
de la semiótica.
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Recebido em 07/07/2014.
Aceito em 14/08/2014.
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