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1V.
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CAMBIO CLIMÁTICO
IV. Cambio Climático.
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Producción vegetal
y cambio climático
INTRODUCCIÓN: El cambio climático y la producción vegetal
El cambio climático, que hace dos décadas, parecía una preocupación un tanto apocalíptica
de ciertos científicos, discutida en sus planteamientos y sobretodo en sus previsiones,
comienza a ser la explicación de una serie de problemas que todos experimentamos
y conocemos y que forman parte de las preocupaciones del ciudadano. Aunque
las condiciones climáticas nunca han sido una constante, y las causas de este cambio
pueden ser objeto de discusión, los datos registrados y los acontecimientos
catastróficos han obligado a ver el cambio climático como una realidad incuestionable.
Conocido el incremento vertiginoso de la concentración de CO2 en la atmósfera y
la estrecha relación entre este incremento y el aumento de temperaturas aparece
la preocupación por frenar el aumento de las emisiones de CO2 y de incrementar
la “retención”. Frenar las emisiones afecta sobretodo al consumo de energía, el
transporte y la actividad industrial, y aumentar la retención, a las plantas,
comunidades naturales, bosques, pastos y cultivos. La producción vegetal resulta
de la acumulación de carbono que se secuestra desde la atmósfera hacia la planta
en la fotosíntesis y que se acumula en forma de hojas nuevas, madera, raíces,
cosechas, etc. La producción vegetal, también llamada producción primaria (dentro
del ecosistema) se convierte así en un arma decisiva para secuestrar CO2 y frenar
el cambio climático.
El reconocimiento internacional de la necesidad de frenar el cambio climático ha
conducido a acuerdos globales como el de Kioto, en el que aparecen compromisos
concretos de reducir emisiones y aumentar “retenciones” de CO2 mediante
plantaciones de nuevos bosques, preservación de espacios naturales, agrícolas, etc.
En paralelo, surge la necesidad de cuantificar, con la precisión que se pueda, la
cantidad de CO2 que puede absorber una determinada comunidad vegetal, y en
este sentido, la necesidad de medir con mayor detalle las tasas de fotosíntesis
(gramos de CO2 absorbidos por unidad de tiempo y de superficie foliar) de diferentes
cultivos, especies forestales y comunidades naturales.
Las plantas absorben el CO2 en la fotosíntesis contando con la energía de la luz y
la disponibilidad de agua que permita abrir las puertas (estomas) por las que el
CO2 penetra en la hoja. La tasa de fotosíntesis depende totalmente del agua
disponible para la planta y, en zonas semiáridas, el agua escasea a menudo,
provocando el cierre de los estomas y limitaciones severas (de hasta el 100%) en
la fotosíntesis.
De acuerdo con las previsiones del cambio climático, las precipitaciones son cada
vez más erráticas en su distribución y pueden volverse más escasas, aumentando
la incidencia de las sequías, que ya son el factor que más limita la producción vegetal
a nivel global. En este contexto, la producción de alimentos se va centrando cada
vez más en zonas con disponibilidad de riego, y la producción vegetal y el secuestro
de CO2 de la atmósfera dependen fuertemente de la disponibilidad de agua.
Junto a los estudios globales sobre los efectos del cambio climático, se hace necesario
también conocer con mayor detalle cómo afectan estos cambios al funcionamiento
de las plantas, en las que confiamos esta función de “retención” del CO2, y en
concreto en el proceso de fotosíntesis, base de esta capacidad de absorción.
Javier Gulias, Jaume Flexas e
Hipólito Medrano
Departamento de Biología.
Universitat de les Illes Balears
137 /SIRASA
Efectos del cambio climático en el funcionamiento de las plantas:
Los estudios sobre los efectos del cambio climático sobre la fisiología de las plantas
se han centrado, especialmente en los efectos asociados del aumento del dióxido
de carbono (CO2) en la atmósfera debido al aumento de las emisiones antropogénicas,
uno de los elementos principales del cambio climático y desencadenante del
nombrado efecto invernadero. Esto pasa, por un motivo bien sencillo: el dióxido
de carbono es el sustrato de la fotosíntesis, el proceso mediante el cual las plantas
convierten, utilizando agua y luz, el CO2 del aire en materia orgánica. Este es el
proceso subyacente de toda producción primaria de la Tierra y, por tanto, de la
posibilidad que en ésta haya vida tal y como la conocemos.
Debido a que el CO2 es el sustrato de la fotosíntesis, parece lícito pensar que su
aumento en la atmósfera conducirá a un aumento de las tasas fotosintéticas y, por
tanto, a un aumento de la productividad primaria. Las emisiones globales de CO2
superan la suma de su acumulación en la atmósfera y en los océanos y esto lleva
a pensar en la existencia de un sumidero de carbono, capaz de almacenar buena
parte del CO2 emitido, la importancia cuantitativa del cual ha aumentado a lo largo
de los últimos 100 años. Se entiende que este sumidero estaría constituido por los
ecosistemas terrestres, gracias a la actividad fotosintética que aumenta en respuesta
al aumento del CO2 atmosférico, incrementando su capacidad de almacenar carbono
(IPCC 1995). Confirmar esta capacidad de las plantas para aumentar la fotosíntesis
en respuesta al aumento de CO2 es un objetivo prioritario dentro del contexto del
Protocolo de Kyoto, ya que esto permite plantear el uso de bosques (naturales y
artificiales) para contrarrestar o mitigar el aumento atmosférico de CO2. Pero, ¿hay
evidencias experimentales que apoyen un aumento de la fotosíntesis y la
productividad en respuesta al aumento de concentración CO2 en la atmósfera?
AUMENTO DEL CO2 ATMOSFÉRICO Y FOTOSÍNTESIS
Se conoce desde hace tiempo que la concentración actual de CO2 en la atmósfera es
un factor limitante de la fotosíntesis de las plantas, principalmente para aquéllas (la
mayoría) que presentan un metabolismo llamado de tipo C3 (porque el primer
producto de la fotosíntesis es un compuesto de 3 átomos de carbono). Si, artificialmente,
vamos aumentando la concentración de CO2 alrededor de una hoja y simultáneamente
medimos su tasa de fotosíntesis (es decir, la cantidad de CO2 incorporada en un
tiempo y una superficie foliar determinadas) obtenemos invariablemente una respuesta
parecida a la que muestra la línea negra de la Figura 1.
Este hecho, que está ampliamente demostrado, podría hacer pensar que el efecto
del aumento atmosférico de CO2 asociado al cambio climático será ciertamente un
fuerte aumento de las tasas de fotosíntesis y, por tanto, de la producción primaria
de los ecosistemas terrestres y de los sistemas agrícolas. Ahora bien, esto sólo se
observa típicamente en los experimentos a corto plazo (plantas sometidas a una
atmósfera de elevada concentración de CO2 uno o dos años). En experimentos de
más largo plazo, a menudo (pero no siempre) se ha observado lo que se llama una
IV. Cambio Climático.
aclimatación, que consiste en cambios estructurales y fisiológicos de las plantas
para adaptarse a la nueva situación (Drake y colaboradores, 1997). Esta aclimatación
va a menudo acompañada de un ajuste de la respuesta fotosintética como el que
muestra la línea gris de la Figura 1.
Claramente, la aclimatación supone una disminución del beneficio inicial del aumento
del CO2 atmosférico sobre la fotosíntesis, si bien las tasas fotosintéticas continúan
siendo más elevadas que en las condiciones atmosféricas actuales. Pero, ¿son estas
evidencias suficientes para afirmar el aumento del CO2 en la atmósfera asociado
al Cambio Climático que se traducirá en un aumento de la fotosíntesis y, por tanto,
de la producción primaria de los ecosistemas terrestres?
MODULACIÓN DEL AUMENTO FOTOSINTÉTICO PARA OTROS PROCESOS DEL
ECOSISTEMA
Supongamos que, considerando la posible aclimatación de las plantas, la velocidad
de la fotosíntesis aumenta como consecuencia del aumento atmosférico de CO2.
Así y todo, aún se puede dar algún tipo de retroalimentación que haga que después
de un tiempo este aumento de la fotosíntesis revierta, es decir, que a pesar de los
cambios atmosféricos en la concentración de CO2 la tasa fotosintética vuelva a
valores parecidos a los que tenía antes del aumento del CO2. Uno de los procesos
de retroalimentación más conocidos es el que lleva asociado un enriquecimiento
del cociente carbono/nitrógeno (C/N) de los tejidos (Figura 2, parte derecha). La
lógica es la siguiente: si aumenta el CO2, aumenta la fotosíntesis, pero no la fijación
del nitrógeno, ya que ésta depende de su disponibilidad en el suelo, que no se ve
afectada por los cambios atmosféricos. Entonces, aumenta el cociente C/N en los
tejidos vegetales (es decir, disminuye proporcionalmente el contenido de N). La
materia orgánica pobre en N es más difícil de descomponer por parte de los
microorganismos del suelo, lo que conduce a una disminución de la disponibilidad
de N en el suelo, que puede conducir a una disminución de la capacidad fotosintética
debido a que el N es un componente básico de las proteínas involucradas en la
fotosíntesis (más de un 50% de todo el nitrógeno presente en las hojas se encuentra
formando compuestos que intervienen en la fotosíntesis).
También es cierto que el aumento de la fotosíntesis provoca un aumento del
crecimiento de las plantas y, particularmente del crecimiento de las raíces, lo que
supone que aumenta el volumen de suelo explorado y por tanto la capacidad de
encontrar el nitrógeno y los minerales necesarios. A la vez, aumenta la tasa de
descomposición de las raíces, de manera que este hecho puede aumentar la tasa
de liberación de N al suelo, contrarrestando un poco el efecto descrito anteriormente
(Figura 2, parte izquierda).
En conjunto, sin embargo, el efecto de retroalimentación debido al empobrecimiento
en N parece predominar, y se ha observado experimentalmente una disminución
de los beneficios del alto CO2 sobre la fotosíntesis en sistemas pobres en N, asociado
a una limitada descomposición microbiana (Hu y colaboradores, 2001). De hecho,
en presencia de organismos fijadores de N en simbiosis, aumenta en gran medida
TASA DE FOTOSÍNTESIS
138
139 /SIRASA
la productividad de los ecosistemas en condiciones de alto CO2 (Lüscher y
colaboradores, 2000). Asimismo, está ampliamente documentado que el
empobrecimiento en N de los tejidos vegetales en condiciones de elevado CO2
supone una menor palatabilidad de los mismos, de manera que disminuyen las
tasas de herbivoría, lo que puede tener fuertes repercusiones en la producción
secundaria de los ecosistemas (Peñuelas y Estiarte, 1998).
Por tanto, y considerando diversos factores, parece que el efecto beneficioso del
aumento del CO2 atmosférico sobre la fotosíntesis se puede ver fuertemente
modulado por mecanismos de aclimatación y retroalimentación. ¿Que pasará si,
además, se añaden otros elementos del Cambio Climático, como el aumento de la
temperatura, los cambios en la distribución de las precipitaciones, etc?.
CONCENTRACIÓN DE CO2
Figura 1. Respuesta típica
de la tasa de fotosíntesis en
el aumento de concentración
de CO2 (línea negra). El salto
1 indica el aumento de
fotosíntesis que habría que
esperar si se duplicase la
concentración actual de CO2
en la atmósfera (una
situación que los modelos de
cambio climático prevén que
se llegue hacia el año 2100).
La respuesta de la misma
planta después de un periodo
de aclimatación (línea gris)
es distinta. El salto 2 indica
el aumento de fotosíntesis
que habría que esperar en las
plantas aclimatadas.
Claramente, el beneficio
inicial del aumento de CO2
en la atmósfera se ve reducido
después de un periodo de
aclimatación.
MODULACIÓN DEL AUMENTO FOTOSINTÉTICO PARA OTROS FACTORES DEL
CAMBIO CLIMÁTICO
Hasta ahora hemos hablado sólo de los efectos que el aumento del CO2 atmosférico
podría tener sobre la fotosíntesis de las plantas y, por tanto, sobre la producción
primaria de los ecosistemas terrestres. Ahora bien, es bien conocido que la fotosíntesis
se ve fuertemente afectada por las variaciones de temperatura (la respuesta es
típicamente bifásica, de manera que la tasa fotosintética aumenta exponencialmente
al pasar de temperaturas más bajas a óptimas, pero después muestra una
disminución) y por la disponibilidad de agua. En general, el Cambio Climático supone
un aumento global de la temperatura y fuertes variaciones de los patrones de
precipitación. En el área mediterránea, en particular, la previsión es de un aumento
de la temperatura promedio (de unos 4-5ºC en 100 años) y una fuerte disminución
de la disponibilidad de agua por las plantas. ¿Cuál será el resultado, entonces, de
la acción conjunta de estos diferentes elementos del Cambio Climático?.
Analizando todas las evidencias experimentales en conjunto, parece que la suma
de dos o más factores asociados al Cambio Climático repercute negativamente en
el aumento de la fotosíntesis y la producción asociado al aumento del CO2. Así,
por ejemplo, el conjunto de estudios realizados analizando aisladamente los efectos
del aumento del CO2 en la atmósfera dan un aumento promedio de la fotosíntesis
y la producción de biomasa alrededor de un 35% respecto a las condiciones actuales.
En cambio, el promedio de los estudios que combinan el aumento del CO2 con un
aumento de 4-5ºC de temperatura dan un aumento de fotosíntesis y producción
de biomassa de solo el 12%. De manera similar, si se combinan otros elementos
como la sequía, el aumento de la concentración de gases tóxicos para plantas, etc,
se reduce fuertemente el aumento de disponibilidad CO2.
No hay que olvidar, además, que la fotosíntesis no es el único proceso que puede
verse afectado por el cambio climático. La respiración, por ejemplo, se ve más
afectada por los cambios de temperatura que la fotosíntesis, lo que puede tener
un efecto dramático para los ecosistemas terrestres. Asimismo, la fenología de las
plantas se encuentra directamente ligada a las variaciones estacionales de la
temperatura. Está actualmente demostrado que el aumento global de la temperatura
está teniendo una respuesta en la fenología con el avance de épocas de floración
IV. Cambio Climático.
140
y fructificación de muchas plantas, lo que podrá tener fuertes repercusiones sobre
el ciclo biológico y la capacidad de supervivencia de animales dispersores,
depredadores, etc... (Peñuelas y Filella, 2001).
A pesar de todas estas consideraciones, hay importantes evidencias de que la
fotosíntesis y la productividad de los ecosistemas terrestres, en general aumentan
en respuesta del Cambio Climático. Así, medidas directas de la asimilación del CO2
a lo largo de un año en diferentes ecosistemas europeos han revelado que todos
ellos presentan producciones positivas, es decir, que todos se comportan como
sumideros de CO2 (Valentini y colaboradores, 1999). En condiciones mediterráneas
no existen tantas medidas directas, pero sí estimaciones indirectas. Así, Osborne
y colaboradores (2000) han demostrado mediante modelos que los ecosistemas
mediterráneos han aumentado su producción durante los últimos 100 años. Además,
ha aumentado su eficiencia en el uso del agua (es decir, la cantidad de biomasa
acumulada por unidad de agua disponible). De manera similar, estudios en encinas
(Quercus ilex) de reforestación durante 30 años en Italia, cerca de fuentes naturales
de CO2 (surgencias en zonas calcáreas), confirman el aumento del crecimiento,
independientemente de la aclimatación, la sequía y la falta de disponibilidad de
nutrientes (Miglietta y colaboradores, 1993).
En conjunto, pues, parece que la perspectiva global del Cambio Climático es la de
un aumento de la productividad de los ecosistemas terrestres, aunque menor del
que se podría esperar a partir de los primeros experimentos realizados Ahora bien,
¿todas las especies responderán de la misma manera a estos cambios?
¿TODAS LAS ESPECIES RESPONDEN DE LA MISMA MANERA? EFECTOS DEL
CAMBIO CLIMÁTICO SOBRE LA BIODIVERSIDAD
Que, en conjunto, los ecosistemas terrestres muestren un aumento de su
productividad en respuesta al Cambio Climático no significa que todas las especies
vegetales muestren aumentos similares. Se conoce relativamente poco de qué
manera responderán diferentes especies al Cambio Climático, pero lo que parece
claro es que éste beneficiará más a unas que a otras, de manera que muchas especies
podrán perder competitividad frente a las vecinas y desaparecer de los ecosistemas,
produciéndose de esta manera una pérdida de biodiversidad.
Así, por ejemplo, parece que el conjunto de especies C4 (nombradas así porque el
primer producto de la fotosíntesis es un compuesto de 4 átomos de carbono)
responden menos al Cambio Climático que las plantas con metabolismo C3 (Wand
y colaboradores, 1999). Este hecho tendrá pocas repercusiones en ecosistemas
naturales de nuestras latitudes, ya que las plantas C4 son raras aquí, pero podrían
conducir a cambios masivos en la composición de especies en otros ecosistemas del
mundo, como por ejemplo en las praderas americanas. Un estudio importante revela
que algunas plantas invasoras pueden responder muy bien al Cambio Climático, de
manera que aumentaría su potencial invasor y de desplazamiento de especies
autóctonas (Smith y colaboradores, 2000). En general, parece claro que las especies
con una distribución más limitada serán las más susceptibles en extinguirse como
consecuencia de la dominancia de aquellas especies que mejor respondan al Cambio
CO2 a
Foto
Nitrógeno en
tejidos
Nitrógeno en materia
orgánica del suelo
-
Descomposición
Dispo
ni
?
Biodiversidad
?
Temperatura
141 /SIRASA
Climático. Así, la mayoría de los modelos coinciden en que el área mediterránea será
una de las más afectadas por la pérdida de biodiversidad (Sala y colaboradores,
2000). La pérdida de biodiversidad tendrá repercusiones ecológicas y sociales
bastante negativas. Más aún, un estudio reciente ha sugerido que la pérdida de
biodiversidad induce un mecanismo de retroalimentación que hace disminuir el
aumento de productividad del ecosistema (Reich y colaboradores, 2001).
atmosférico
osíntesis
CAMBIO CLIMÁTICO Y AGRICULTURA
Crecimiento
de la planta
Inversión
en raices
+
Descomposición
de raices
onibilidad de
itrógenos
?
Sequía
?
Contaminantes
?
Otros
Figura 2. Esquema
representando el mecanismo
de retroalimentación asociado
al empobrecimiento del
contenido de nitrógeno de los
tejidos vegetales, que supone
un detrimento en la
capacidad fotosintética. Al
mismo tiempo, el aumento
del crecimiento de las raíces
y su descomposición reduce
parcialmente este efecto.
Otros elementos del Cambio
Climático distintos al
aumento del CO2 atmosférico
se presentan aquí fuera del
esquema, con interrogantes
sobre lo que realmente
representan sobre este ciclo
en las plantas.
El aumento de temperatura junto a precipitaciones más erráticas y probablemente
inferiores configuran un panorama de mayor aridez. Los aumentos de temperatura
incrementan la ETP y por tanto la demanda de agua de las plantas, y parece poco
probable que la mayor concentración de CO2 permita contrarrestar este efecto. En
consecuencia, se necesitará más riego para mantener los mismos cultivos y con
reservas de agua más comprometidas, esto conduce a un protagonismo cada vez
mayor de la eficiencia en el uso del agua que se convierte así en el recurso más
estratégico para la producción agraria. En este sentido, y para evitar males mayores,
se hará cada vez más necesario un control público desde la captación y conducción
hasta la utilización en las explotaciones agrarias y en otros usos (ver capítulo
Repercusiones de la mejora y modernización de los regadíos en el medio ambiente
de este mismo libro).
Por otra parte, los incrementos de producción vegetal que conlleva el riego pueden
verse también como una contribución a secuestrar CO2 en los sistemas agrícolas.
El incremento de producción de cosecha conlleva un incremento en el secuestro
de CO2, que puede ser hasta diez veces superior al esperable en zonas no regadas.
Sin embargo, las cosechas, y los restos de cosecha tienen una vida media corta. Los
alimentos, en general inferior a un año y los restos, enterrados en el suelo, de unos
2-5 años, por lo que el CO2 absorbido volvería a la atmósfera en un ciclo realmente
corto. La valoración de esta contribución puede resultar compleja en un mosaico
de cultivos amplio, pero podría abordarse en los que ocupan más extensión en
sistemas agrícolas concretos. En este sentido, las choperas (Populus spp.), tan
abundantes en el valle del Ebro y en otros valles, cuya presencia es cada vez más
notoria como consecuencia del abandono de la actividad agrícola, han sido
ampliamente estudiadas en su contribución al secuestro de CO2, como “bosques
de Kioto”. No en vano, la vida media de la biomasa acumulada en los sistemas
agroforestales es muy superior a la que se observa en la mayoría de los sistemas
agrícolas, lo que les confiere un gran interés como sistemas capaces de secuestrar
CO2 y, por tanto, de paliar el aumento de éste en la atmósfera. Esto es así porque
generalmente los sistemas agroforestales, en particular las plantaciones de Populus
spp., son plantaciones de especies con una alta capacidad de crecimiento (y por
tanto de fijación de CO2) que se mantienen en un permanente “estado juvenil”
(fase de máximo crecimiento, y por tanto de máximo rendimiento), período en el
que la acumulación neta de CO2 es mayor.
La mayoría de los estudios realizados sobre la respuesta de las plantaciones de
Populus spp. al aumento de CO2 han mostrado que éstas aumentarán de forma
IV. Cambio Climático.
142
inequívoca su crecimiento como consecuencia del incremento de las tasas
fotosintéticas, observándose que en el caso de esta especie los efectos negativos
a medio y largo plazo de la retroalimentación (comentados anteriormente de forma
general) serán previsiblemente menos importantes como consecuencia de su
crecimiento indeterminado (Gielen y Ceulemans, 2001). Por otra parte, en nuestras
condiciones mediterráneas, el riego de las plantaciones de Populus spp., y de otras
especies agroforestales, es un factor decisivo para la rentabilidad de las explotaciones.
Así, se ha observado que el incremento total de biomasa de estas especies (Populus,
Picea, Pinus, y otras) en condiciones de riego es muy importante (y variable en
función de la especie y las condiciones: a modo de ejemplo ilustrativo, el incremento
de biomasa anual de una plantación de Populus deltoides pude verse aumentada
hasta tresy cuatro veces como consecuencia de la aplicación de riego).
No obstante, los efectos del Cambio Climático afectan a múltiples procesos ecológicos
y fisiológicos, por lo que las previsibles interacciones entre los factores bióticos y
abióticos que se verán alterados en este escenario futuro y su efecto sobre la
capacidad de crecimiento de las plantas hace que debamos ser muy cautelosos a
la hora de predecir cómo afectará uno u otro factor a su fisiología.
CONCLUSIONES
El principal efecto del Cambio Climático es el incremento de la productividad vegetal
debido al aumento de las tasas fotosintéticas. Ahora bien, este incremento se ve
marcadamente regulado por la aclimatación fotosintética, por mecanismos de
retroalimentación y por otros elementos del Cambio Climático (aumento de
temperatura, disminución de la precipitación). En conjunto, parece que la fotosíntesis
de las plantas está aumentando en respuesta al Cambio Climático, así como su
eficiencia en el uso del agua, de manera que aumenta la productividad de los
ecosistemas terrestres. Este hecho permitiría, ciertamente, utilizar la forestación
de zonas degradadas como medio de reducir la acumulación de CO2 en la atmósfera.
Cabe considerar, que para absorber todo el CO2 que se emite actualmente hacia
la atmósfera habría que realizar una nueva plantación de bosque con un área
equivalente, como mínimo, a la mitad del área de Europa, y que esta nueva plantación
iría perdiendo efectividad como sumidero de CO2 con la edad.
Además, este mensaje que podría parecer positivo, hay que contextualizarlo. Si
bien es cierto que, en promedio, aumenta la productividad de las plantas y de los
ecosistemas terrestres, existen diferencias (poco estudiadas) en la capacidad de
respuesta al Cambio Climático entre especies e, incluso, entre poblaciones de una
misma especie. Estas diferencias hacen prever cambios importantes en la estructura
de los ecosistemas y pérdidas de biodiversidad. La mayoría de los modelos coinciden
en que el área mediterránea, será una de las más afectadas por la pérdida de la
biodiversidad. Desde una perspectiva conservacionista, entonces, hay que disminuir
las emisiones de CO2 hacia la atmósfera, tal y como se acordó en el Protocolo de
Kyoto. Un acuerdo que por desgracia, en estos momentos, España parece en mal
camino para poder cumplirlo.
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