DISCURSO HONORIS CAUSA Para mí es un honor y una inmensa satisfacción recibir el título de Dr. Honoris Causa otorgado por la Universidad del Valle, institución donde hace cuarenta y tres años tuve el privilegio de participar en el curso que por primera vez otorgó un título de Magíster en Administración en Colombia. Dicho programa de estudios se constituyó en un paradigma en el ámbito nacional de la academia y fue objeto de estudio por parte de entidades internacionales. Hoy quiero referirme a dicho programa porque fue el primer intento de explorar una mayor simbiosis entre la comunidad y la academia en Cali. Ocurría en el pasado que una buena parte de los dirigentes empresariales eran autodidactas. Solo una proporción muy precaria de la población accedía a los estudios superiores. Vale la pena recordar que uno de los precursores más destacados en la fundación de la Universidad fue Don Tulio Ramírez, un autodidacta aún no suficientemente enaltecido. Debemos recordar que en 1960 la única universidad en la región era la Universidad del Valle y su oferta de carreras profesionales era muy limitada, lo que obligaba a que un gran número de estudiantes tuviese que desplazarse a otras latitudes para proseguir en sus aspiraciones de formación profesional, con el inconveniente que no pocos migraban definitivamente. Lo trascendente del programa, con el que tengo una deuda de gratitud por la formación que me imprimió, no fue el establecimiento de la carrera administrativa como una profesión universitaria, que ya de por sí se constituía en un logro importante, sino la instauración de un mecanismo dinámico entre la comunidad y la academia que indudablemente ayudó a impulsar el desarrollo económico y social de la región. La reunión de líderes cívicos, provenientes de distintas actividades, en su calidad de estudiantes, con profesores universitarios fue una experiencia novedosa y enriquecedora. Allí se gestaron iniciativas de nuevos emprendimientos y se establecieron canales de comunicación que perduraron en el tiempo. Las discusiones francas y abiertas que se suscitaron entre líderes con puntos de vista divergentes sobre los destinos de nuestra comunidad, ayudaron a fortalecer la tolerancia y el clima de comprensión. Los frutos del programa de magíster de la Universidad del Valle perduraron por décadas. Otra enseñanza que nos dejó aquel inolvidable evento fue que nunca es tarde para aprender. Un buen número de los participantes eran mayores, no solo en dignidad y gobierno, sino también en edad, pero su avidez por el conocimiento, su dedicación a los estudios y su comprensión, ya se la quisieran los estudiantes jóvenes. No sobra advertir que en aquella época, yo era el pipiolo del curso. Ahora que la tecnología a hecho que la obsolescencia de los conocimientos sea tan perecedera, los centros de estudio debieran preocuparse un poco más por ofrecer más profusamente la llamada educación continuada. La renovación es una necesidad indiscutible e imposible de evadir, si se pretende vivir con una existencia activa y esperanzadora. Hago mención de esta experiencia porque tengo el firme convencimiento de que la mejor forma de dinamizar nuestra sociedad para lograr elevar el nivel de vida de todas las personas y armonizar nuestras inevitables diferencias de opinión es buscando, no solo puntos de encuentro, sino objetivos comunes. La educación es una actividad que ofrece múltiples oportunidades para alcanzar dichos objetivos. Los tiempos han cambiado mucho desde entonces y por lo tanto las fórmulas de solución que se deben aplicar ahora son distintas, pero los fines o los propósitos perduran. El foro que se estableció hace poco tiempo, con la participación del sector productivo privado y las universidades del Valle del Cauca, con el fin de unir esfuerzos, es sin duda un empeño que bien vale la pena apoyar y fortalecer. Se trata de una iniciativa con un horizonte amplio, pero con objetivos claros y concretos, lo cual ha permitido el logro de éxitos prematuros. Aún hay un considerable camino por recorrer, con los obvios obstáculos, pero también colmado de oportunidades. Un buen número de proyectos requieren un extenso tiempo de gestión. La investigación no necesariamente produce resultados inmediatos; es indispensable perdurar para poder cosechar los éxitos más valiosos. Quiero resaltar la importancia de este ya consolidado foro entre los sectores productivo y universitario, pero al mismo tiempo llamar la atención de los dirigentes académicos para que continúen la búsqueda de otros espacios de encuentro con la sociedad que trabaja fuera de los claustros, para que se estimulen las soluciones de nuestros problema más sentidos y trascendentes de la vida cotidiana. Con el propósito de resaltar la importancia de este tema quiero citar una frase del destacado profesor Peter Drucker, cuyas ideas aún continúan siendo vigentes e inspiradoras: “En la sociedad, los conocimientos son el recurso primario para los individuos y la economía en general. Tierra, trabajo y capital- los tradicionales factores de la producción de los economistas- no desaparecen, pero pasan a un segundo plano. Se pueden obtener, y obtener fácilmente, siempre que haya conocimientos especializados. Pero al mismo tiempo los conocimientos especializados no producen nada por si mismos. Solo pueden volverse productivos cuando se integran en una tarea”. La teoría, sin su conversión a la aplicación práctica, tiene solo un valor relativo; se requiere su trasformación al mundo real o cotidiano para producir el gran impacto. La teoría electrónica existió desde antaño, pero solo cuando se logró aplicarla a los instrumentos que hoy en día son de uso habitual, produjo el impacto que ahora vivimos, sufrimos y disfrutamos. El conocimiento es importante en toda su extensión, desde las primeras letras y los primeros números, hasta los teoremas más sofisticados. Para que los conocimientos universitarios produzcan resultados satisfactorios se requieren bases sólidas. La educación es una gestión humana que produce resultados tangibles en el campo de la inclusión y la movilidad social; también es indispensable para el desarrollo económico, siempre que existan circunstancias propicias. Por este motivo, los gobiernos han dado énfasis, con razón, a la ampliación de la cobertura; sin embargo, la cobertura por sí misma no debe ser el único propósito, si esto ocurriese, se trataría de un proyecto incompleto, la búsqueda de la excelencia es un requisito indispensable. Desafortunadamente, en las más recientes encuestas de competitividad nuestro país no sale bien librado en materia educativa, precisamente debido a la calidad. En los últimos tiempos hemos mejorado en cuanto a la oportunidad para obtener educación, pero no ha ocurrido lo mismo con el nivel académico. Al compararnos con otros países, aún tenemos atrasos considerables. En las últimas décadas ha existido un inusitado florecimiento de la educación superior en la región, con poco reconocimiento de nuestra sociedad. Lo que hace cincuenta años era escaso o nulo, la oportunidad de emprender diversas carreras universitarias en Cali o en el Valle, hoy es bastante común. Sin duda los resultados los cosecharemos en poco tiempo. Una sana competencia seguramente va a estimular la calidad. Recientemente se han creado dos nuevas escuelas de medicina, una por parte de la Universidad Javeriana y otra por parte de la Universidad ISECI, una de las carreras con mayor exigencia de recursos de diversa índole. Cabe destacar que la facultad de medicina de la Universidad del Valle ha sido un portaestandarte de la academia nacional lo cual nos ha permitido disfrutar de excelentes servicios de salud. Estos hechos son demostrativos de la pujanza de la educación superior en la región. Cuando tomé la decisión de optar por la Administración como mi carrera universitaria, no existía ninguna institución en Colombia que me ofreciera la oportunidad de estudiar, razón por la cual tuve que viajar al exterior. Definitivamente, los tiempos cambian para bien, aunque algunas personas parece que carecieran del ánimo para reconocerlo. En diversos sectores del Valle del Cauca, y desde luego de nuestro país, existen dinamismo y progreso que nos debe estimular para sentirnos optimistas y orgullosos. Los colombianos somos una raza con espíritu de gladiador que a pesar de circunstancias adversas, difíciles de sortear, continuamos avanzando sin descanso. Soy un optimista irreductible que finca sus esperanzas, no solo en la intuición sino también en los hechos que las corroboran. Estamos atravesando uno de los períodos económicos más interesantes de la historia, no lo digo con el fin de referirme a la crisis reciente, consecuencia de un ciclo económico más profundo de lo esperado, por causa de la imprevisión de las economías más desarrolladas, sino por los cambios en el balance tradicional del poder. Nuevos países, como China, India, Brasil y Rusia, han adquirido cada vez más importancia en el devenir económico de nuestro planeta. El tamaño de la población que anteriormente se constituía en un lastre, hoy se ha convertido en una oportunidad para acelerar el desarrollo. Los Estados Unidos y Europa continúan siendo los líderes, pero seguidos ya muy cerca por el resto del mundo que creció en los últimos años a tasas más aceleradas. El conocimiento ha jugado un papel trascendente en este cambio. Las nuevas tecnologías que lo permitieron y lo estimularon son el fruto de la investigación científica, pero además se ha vuelto evidente que las barreras del capital que antes eran infranqueables, pueden obviarse si se cuenta con iniciativa y talento y sanas políticas económicas. El conocimiento y el talento se han convertido en piezas claves para impulsar nuestro bienestar y nuestra capacidad competitiva, y es precisamente por este motivo que la educación superior adquiere en nuestro tiempo una mayor relevancia y debe constituirse en factor clave de las plataformas políticas de todos los gobiernos a niveles nacionales y regionales. Recibo esta distinción con humildad, y la acepto con gratitud. Me considero solo un fruto más de esta tierra generosa en oportunidades, y fértil no solo para los bienes del campo, sino también prolífica en recursos humanos.