3er. Congreso Nacional de la Familia (tercera entrega) Con el lema “Familia Patrimonio de humanidad”, se celebró el sábado 6 de octubre en Maturana, el 3er. Congreso Nacional de la Familia y la Vida. Se realizaron dos conferencias, publicamos la síntesis de la segunda. Una versión más amplia y el video se puede consultar en: vicaríadelafamilia.com Con un enfoque testimonial a la vez que documentado, Gianni y Andrea ayudaron a entrar en su experiencia de familia, como escuela de virtudes, y plantearon el desafío de ser hijos del siglo pasado y padres del siglo XXI. Educación y familia Dr. Gianni Gutiérrez y Esc. Andrea Hernández La educación y la familia en el Uruguay: Cuando nos propusieron el tema, nuestra primera reacción fue de incertidumbre… Pero, ¿quiénes sino los padres son los primeros e insustituibles educadores de los hijos?, por ello decidimos acercarnos al tema… Nuestra experiencia de educación como hijos: Venimos de familias que nos trasmitieron el valor de la familia, del trabajo, de que había que educarse, de la solidaridad con los más viejos, con los enfermos… Sin grandes discursos, pero sí grandes ejemplos. Nuestra experiencia como padres: Educar siempre ha sido un desafío, hoy es un gran reto. Se trata de tiempos decisivos porque se busca destruir los cimientos de la familia y construir nuevos modelos antojadizos y deshumanizantes de relaciones, pretendidos por grupos de interés que legislan a nivel local e internacional. Los nuevos y peligrosos educadores: Hoy la familia vive un drama histórico: la renuncia a educar, que sea “otro”, sin rostro y sin amor: los medios de comunicación social. Necesitamos padres e hijos que incidan en los MCS y den la buena noticia de la familia. Nos hemos dejado hurtar el tiempo familiar: Para muchos, el trabajo nos quita nuestro tiempo más productivo, llegamos a nuestra familia con los restos. Damos más importancia a donde se nos quiere por nuestra función y no a quienes nos necesitan por el mero de hecho de ser. Padres educadores de nuestros hijos: se da la crisis de la eterna adolescencia en los padres. Tenemos padres amigos de sus hijos e hijos huérfanos con padres. El miedo a corregir ha generado graves problemas en nuestros hijos. Educar es una acción formadora: dar criterios, encarnar valores, afianzar principios. Ayudar a hacerse plenamente persona con el surgir de la conciencia, del desarrollo de la inteligencia, de la comprensión del propio destino. La gran misión de la familia uruguaya: Los padres tenemos la responsabilidad de sacar lo mejor de nuestros hijos y ellos saquen lo mejor de nosotros, así será cuna de virtudes. Hoy para la familia cristiana es un tiempo hostil y fascinante por los desafíos que tiene que enfrentar. Uruguay no respeta la libertad de los padres de elegir la educación de sus hijos, se le cobra impuestos para la educación pública que educa contra la libertad religiosa. En materia impositiva es vergonzoso: no se toma en cuenta su función y se la grava como empresa o peor aún porque éstas deducen los gastos y las familias no. Las leyes se encargan de discriminar a las familias dando el mismo tratamiento a otras uniones que no son familia; es necesario conocer y contestar los discursos relativistas. En una familia cristiana tiene que estar claro el Evangelio de la Vida. El hogar es donde uno realmente “se siente en casa”, amado y puede amar. La Palabra de Dios nos invita a fundar nuestra casa sobre la Roca que es Cristo. Algunas veces nuestras casas funcionan como hoteles… El hogar es el lugar donde no hay que aparentar, y muchas veces lo descuidamos. Cada familia debe luchar por un estilo propio como tutores de una planta. La educación en la escuela pública: En nuestra época la escuela pública no era tan agresiva, muchas veces nuestras maestras eran las catequistas de la parroquia. Actualmente la escuela educa en contra las convicciones de los padres cristianos y con ello se viola la laicidad. Es un gran desafío: el respeto de la libertad religiosa y el primer cambio debe ser nuestro. Uruguay viola la libertad religiosa cuando no respeta el derecho de los padres de elegir la educación moral de sus hijos, es un derecho natural que nadie puede negar y el Estado subsidia un solo modelo de educación. La educación de nuestros hijos en los colegios católicos: afirman los obispos en Aparecida, debemos rescatar la identidad católica de nuestros centro educativos… Los padres necesitamos de un colegio con una firme transmisión de valores en la que el relativismo no gane, donde la caridad y misericordia en la transmisión de la verdad sea el sello distintivo. La familia debe educar para la vida: La familia cristiana es portadora de los grandes SI: a la vida, al matrimonio entre hombre y mujer para siempre, a la solidaridad con el más necesitado, al trabajo como don hacia los demás. Cada familia debe instruir a sus hijos en los aspectos engañosos porla manipulación del lenguaje, del relativismo, del hedonismo y leyes que quieren hacer pasar lo malo por bueno. No basta con el ejemplo, es imprescindible la formación, respetando tiempos y niveles de maduración. Hay temas que son obligatorios: 1) La VIDA, respetada desde el inicio al final. Los embarazos, las enfermedades y muertes de familiares son oportunidades únicas para transmitir el amor por la vida. Educar a respetar la fertilidad como un regalo que no se manipula, con un estilo de vida responsable y abiertos a la vida. Que, a pesar del dolor de la infertilidad, los hijos no son un derecho y las técnicas de fertilización son maneras de manipular la vida. 2) La educación en el AMOR: cómo nos relacionamos como esposos, cómo amamos y manifestamos el efecto, el respeto al otro, cómo vivimos nuestra sexualidad… 3) La educación en la SOLIDARIDAD con hechos, no exclusivamente con cosas o dinero sino con nuestro ser, con nuestro tiempo. 4) Educar en MASCULIANIDAD y FEMINEIDAD: no se elige, estamos llamados a la complementariedad como un don que nos enriquece santificándonos en el otro. Toda la enseñanza debe estar bañada por un SI a la Misericordia de Dios por nuestros errores, perdón a quienes hemos dañado; la reconciliación y la fiesta, es un rasgo humanizante. El trabajo se aprende en casa: Trabajar es hacer algo por alguien. La familia educa a valorar la dignidad del trabajo, en las tareas del hogar donde se aprecia más claramente la gratuidad. Un comportamiento es bueno no por su recompensa o sanciones externas. No hay trabajo bien hecho sin gratuidad. La muy importante recompensa por la acción, no es la motivación sino un acto de reciprocidad. La lógica no es del yo te doy si tú me das. La ética del trabajo bien hecho mañana motivarán el trabajo. Así las familias siguen generando patrimonios de gratuidad y virtudes cívicas. La familia un lugar de celebración: el hombre post-moderno ha ganado “el tiempo libre” y perdido el sentido de la fiesta. Implica preparar el corazón para el encuentro, para admirarse de todo lo que Dios nos regaló, para llenarse de gozo por el mero hecho de existir y sentirse amado; esta fiesta no deja resaca ni vacío. Nuestra familia es el lugar propicio para la fiesta celebrando desde lo más simple a lo más extraordinario con las diversas generaciones. Todas estas fiestas nos preparan para la gran fiesta del domingo, el encuentro con Cristo en la Comunión. Para que la fiesta ocurra es necesario prepararla. Familia camino de Esperanza: La familia cristiana educa a sus hijos para incidir en una sociedad más plena, ética, justa, pero mirando al Cielo. Se logra a través de una propuesta firme sobre el sentido de la vida. Ahí está nuestra responsabilidad: ser una familia testimonio de alegría, de fe, de lucha, de respeto, de esperanza, de Amor. En la convivencia hay cizaña y trigo, hasta la ciega; por ello no podemos caer en el puritanismo de escandalizarnos. Es imperativo fijarse en la importancia de la verdad y el bien, proclamarlos, practicarlos una y otra vez. Un riesgo es que ante la abundancia del mal se pierda la capacidad de distinguir y se confunda el bien y el mal. Eso debe quedar claro en la familia. Se trata de que nosotros sembremos más trigo y reduzcamos los espacios de crecimiento de la cizaña. Los cristianos hemos demostrando que se puede ser más audaces que los sembradores del mal. El testimonio convincente de familias que vivan plenamente el Evangelio abre una brecha por la que a los no creyentes les entre la duda sobre la validez de su propio programa y a los cristianos los confirma en su propio programa de vida. Este es un tiempo de especial urgencia para Latinoamérica, para nuestra Iglesia, para nuestras familias. Especialmente desde nuestras familias podemos educar para sembrar la semilla, para que Uruguay sea el país de la Vida.