Recensión al libro Reclamaciones de consumo. Derecho de Consumo desde la Perspectiva del Consumidor, de J. M. BUSTO LAGO (Coordinador)/N. ÁLVAREZ LATA/F. PEÑA LÓPEZ, Cizur Menor, Thomson-Aranzadi/Instituto Nacional de Consumo, 2005, 1118 páginas. Publicada en la Revista de Derecho Patrimonial, 2005, nº 15, pp. 503 y ss. 1. A comienzos del año 2005 ha aparecido en el mercado editorial español la obra “Reclamaciones de consumo. Derecho de Consumo desde la Perspectiva del Consumidor”. Son autores de la misma los profesores Busto Lago, Álvarez Lata y Peña López, los tres de la Universidad de A Coruña. Son varios los aspectos positivos que merecen ser destacados de este libro. En primer lugar, debe alabarse el modo en que se estudia y analiza el derecho de consumo. En la doctrina española es tradicional llevar a cabo un examen parciario de este sector del ordenamiento jurídico. Derecho de consumo. Se estudia una determinada ley, que regula un aspecto puntual del derecho de consumo, ley que por otra parte suele dictarse para incorporar una Directiva comunitaria; se comenta una concreta decisión jurisprudencial, que resuelve un litigio que tiene por objeto la aplicación de un determinado precepto legal. En definitiva, predomina en nuestra doctrina el tratamiento fragmentario y asistemático del derecho de consumo. No quiere decirse con ello que no existan obras que pretendan analizar de manera más o menos completa este sector del ordenamiento jurídico. Haberlas, haylas. Pero se trata de obras en las que cada autor se limita a analizar un concreto ámbito material (crédito al consumo, publicidad, adquisición de viviendas, viajes combinados, etc.), al que resulta aplicable una determinada ley. La obra que se presenta supera este análisis fragmentario del derecho de consumo. Se realiza un tratamiento global y unitario de la materia, sistematizando su estudio de conformidad con la dogmática propia del derecho de obligaciones y contratos, y no mediante una mera yuxtaposición de estudios doctrinales sobre una u otra Ley. La realización de un tratamiento unitario del derecho de consumo es especialmente necesaria en el derecho español. Y no sólo por la “dispersión” y “fragmentación” de los estudios doctrinales, como acaba de apuntarse, sino por la propia diversidad normativa. Cierto es que el texto de referencia básico es la Ley 26/1984, de 19 de julio, General para la Defensa de los Consumidores y Usuarios. Pero no cabe desconocer que la “creación” del Derecho de consumo se ha ido produciendo al margen de la citada Ley, fundamentalmente por la publicación de leyes sectoriales dictadas para incorporar las Directivas comunitarias. Semejante dispersión normativa se aprecia no sólo en el derecho estatal, sino también en el ámbito autonómico, donde la publicación de los Estatutos del Consumidor ha ido seguida (en algunos casos, incluso precedida) de numerosos Decretos que se ocupan de aspectos puntuales. Este conjunto de textos normativos, carentes de la necesaria uniformidad, provoca inseguridad jurídica, y coloca al operador jurídico en la (en muchos casos) difícil tarea de averiguar qué ley es aplicable y qué concreta norma de esa ley ha de entrar en juego en un concreto supuesto de hecho. Las complicadas relaciones entre la Ley de Crédito al Consumo y la Ley de Venta a Plazos de Bienes Muebles pueden servir de buen ejemplo. El legislador ha sido 1 consciente de esta amalgama de textos normativos, y por eso ha habilitado al Gobierno a que refunda en un único texto de la Ley 26/1984 y las normas de transposición de las directivas comunitarias dictadas en materia de protección de los consumidores (Disposición Final 4ª de la Ley 23/2003, de 10 de julio, de Garantías en la Venta de Bienes de Consumo). 2. En toda obra que pretenda analizar el derecho de consumo se plantea un primer e ineludible problema: la propia delimitación del ámbito de este sector del ordenamiento jurídico. ¿Cuándo cabe entender que una determinada norma forma parte de este derecho de consumo? ¿Cuál es el criterio de distinción? En un primer momento, la noción misma de derecho de consumo se construye a partir de un elemento de identificación subjetivo. Este es el esquema que siguen tanto la Ley 26/1984 como las leyes generales autonómicas. Derecho de consumo es el derecho de las relaciones jurídicas privadas entre un profesional y un adquirente final de bienes o servicios. Lo cierto, sin embargo, es que el derecho de consumo no es un derecho que afecte a un colectivo predeterminado de personas (los consumidores), sino que es un derecho que contiene una regulación específica para cierto tipo de relaciones jurídicas contractuales caracterizadas porque una de las partes de esta relación actúa con la finalidad de satisfacer a través del contrato sus necesidades personales y familiares. Así entendido, no es normativa de consumo la que hoy regula la venta a plazos de bienes muebles (Ley 28/1998), los viajes combinados (Ley 21/1995) o las disposiciones específicas sobre los talleres de reparación de automóviles, pues en ninguno de estos casos la normativa reguladora toma en consideración los fines (personales o profesionales) del contratante. A pesar de ello, es comúnmente admitido que la normativa dictada en estos tres sectores es una normativa consumerista. Hay sectores cuya regulación es claramente consumerista y que, sin embargo, se presentan -y se acepta- como normativa ajena al Derecho de consumo. El caso paradigmático es el de los arrendamientos urbanos de vivienda. E igualmente hay sectores, que antes estaban en régimen de monopolio o sometidos a un régimen intenso de intervención, y que tras la liberalización han adoptado un estatuto protector del colectivo de usuarios genéricos de un servicio que ha absorbido las funciones que pudieran corresponder a la normativa específica de los consumidores en sentido estricto, por lo que en cierto modo ésta se hace ya innecesaria. En muchos de estos casos la propia norma califica como “consumidores” a los usuarios del servicio. Así sucede en materia de telecomunicaciones (art. 38 de la Ley 32/2003, de 3 de noviembre, General de Telecomunicaciones), sector eléctrico (arts. 10 y 50 de la Ley 54/1997, de 27 de noviembre, de regulación del sector eléctrico), y sector de hidrocarburos (art. 49 de la Ley 34/1998, de 7 de octubre, del sector de hidrocarburos). Todo usuario de estos servicios recibe la denominación genérica de consumidor, con independencia de que reúna los caracteres del art. 1 de la Ley 26/1984. El establecimiento de una protección generalizada a todos los usuarios hace que desaparezca la necesidad de instaurar un régimen protector para el consumidor en sentido estricto. De lo dicho se concluye que no todo lo que se presenta como derecho de consumo lo es realmente; y que algún sector normativo que convencionalmente no se considera como tal sí es en verdad un sector consumerista. En otros casos, el legislador emplea un concepto de consumidor amplio, poco o nada ajustado al criterio establecido en el art. 1 de la Ley 26/1984. 2 Estas reflexiones tienen que ver con el contenido del libro Reclamaciones de consumo. Como no podía ser de otro modo, en él se analizan sectores materiales cuya regulación es claramente consumerista: compraventa de vivienda (pp. 463 y ss.), compraventas de bienes de consumo (pp. 379 y ss.), modalidades de venta al consumidor (pp. 211 y ss.), crédito al consumo (pp. 671 y ss.), etc. Se estudian también sectores que no son típicamente consumeristas, aunque mayoritariamente se reputan como tales, como la venta a plazos de bienes muebles (pp. 710 y ss.), los viajes combinados (pp. 831 y ss.), o los contratos de prestación de determinados servicios (reparación de vehículos, reparación de aparatos de uso doméstico, prestación de servicios de mantenimiento; pp. 539 y ss.). Pero lo que es más interesante, son objeto igualmente de atención aquellos sectores en los que existe un estatuto protector del usuario genérico: suministro de telefonía (pp. 566 y ss.), servicios de la sociedad de la información (pp. 582 y ss.), suministro de energía eléctrica (pp. 587 y ss.). Y esto no es todo, pues se hace también un tratamiento riguroso de otras materias en principio alejadas de lo que podemos calificar como derecho de consumo, como son la banca, los seguros, el turismo y el transporte. El hecho de que se analicen estas materias tiene mucho con ver con el enfoque que los autores han pretendido dar a la obra. 3. Como el propio título de la obra indica, en la misma se aborda la exposición del derecho de consumo desde la perspectiva del consumidor. La elaboración del libro está guiada por una idea inicial, que los autores han conseguido llevar a la práctica con éxito: ofrecer a los profesionales que operan en el ámbito de la protección de los consumidores y usuarios un instrumento de consulta en el que encontrar una respuesta, fundada en derecho, a las controversias que surgen entre empresarios y consumidores. Como señala el profesor Busto Lago en la presentación de la obra, el método utilizado ha sido muy simple en su concepción, pero dificultoso en el momento de plasmarlo en el papel: exposición clara y sintética de la normativa reguladora, detección de los problemas que en las relaciones consumidores-profesionales pueden surgir en los ámbitos expuestos, solución que ha de darse con fundamento en la normativa expuesta, con apoyo en la doctrina jurisprudencial cuando la hay y crítica de ésta, si es el caso, con exposición de las soluciones, posibles dentro del texto de la norma, más protectoras de los derechos de los consumidores. Pero no se trata únicamente de dar una respuesta a una concreta controversia en términos jurídicos, sino que también se atienden a otras circunstancias: ¿a qué tiene derecho el consumidor?, ¿qué puede pedir, con fundamento en el derecho vigente?, ¿cómo articular la pretensión?, ¿a quién dirigir la reclamación?, ¿ante quién formularla?, ¿qué procedimiento seguir? La perspectiva adoptada predetermina necesariamente el discurso narrativo de los autores y el modo de abordar los problemas. Se prescinden de las citas doctrinales, salvo en aquellos casos en que resulte estrictamente necesario, y se hace especial hincapié en el tratamiento jurisprudencial de la materia. Este es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la obra: la riqueza de las citas jurisprudenciales. En este punto los autores no se limitan a exponer los supuestos de hecho problemáticos y la solución dada en el caso concreto por el juzgador y, si procede, su crítica, sino que en muchas ocasiones van más allá: ofrecen métodos de razonamiento alternativos y argumentaciones sólidas que faciliten al operador jurídico una visión amplia de los problemas y de las consecuencias de optar por alguna de las distintas posibilidades que el ordenamiento jurídico permite. Así sucede, por ejemplo, en el estudio detenido que se ofrece de los contratos vinculados en la Ley de Crédito al Consumo, tan de moda (para 3 desgracia de los alumnos) por el caso del cierre de las academias de inglés Wall Street Institute y Opening English School. 4. El libro responde a un criterio de oportunidad temporal. En los últimos años el legislador español ha sido especialmente prolífero en la disposición de normas sobre derecho de consumo. Se han dictado varias leyes destinadas a incorporar Directivas comunitarias. Así, la Ley 34/2002, de 11 de julio, sobre servicios de la sociedad de la información y de comercio electrónico, que incorpora la Directiva 2000/31/CE; la Ley 39/2002, de 28 de octubre, que transpone al ordenamiento jurídico español la Directiva 97/55/CE, sobre publicidad comparativa, la Directiva 98/27/CE, sobre acciones de cesación, y la Directiva 98/7/CE, sobre modificación de la Directiva 87/102/CEE, de crédito al consumo; la Ley 47/2002, de 19 de diciembre, que transpone la Directiva 97/7/CE, sobre contratos a distancia; y la Ley 23/2003, de 10 de julio, de Garantías en la Venta de Bienes de Consumo, que incorpora la Directiva 1999/44/CE. Igualmente, otros sectores sensibles del derecho de consumo han sido objeto de recientes reformas, como sucede en materia de crédito al consumo, con la modificación operada en los arts. 2 y 15 por el art. 134 de la Ley 62/2003, de 30 de diciembre, de medidas fiscales, administrativas y del orden social. En otros casos, la normativa estatal no responde a la necesidad de introducir en el derecho patrio Directivas europeas. Así sucede, por ejemplo, con la Ley 40/2002, de 14 de noviembre, de regulación del contrato de garaje. A ello debe añadirse algún Reglamento comunitario (directamente aplicable, como se sabe) especialmente importante, como el Reglamento 44/2001, que contiene normas sobre competencia judicial internacional en materia de contratos de consumo, o el más reciente Reglamento 2006/2004, sobre la cooperación entre las autoridades nacionales encargadas de la aplicación de la legislación en materia de protección de los consumidores, y la ingente normativa autonómica sobre la materia, que se ha plasmado en recientes leyes generales sobre protección del consumidor (Ley vasca 6/2003, de 22 de diciembre; Ley andaluza 13/2003, de 17 de diciembre; Ley asturiana 11/2002, de 2 de diciembre; Ley canaria 3/2003, de 12 de febrero). La aparición de estos nuevos materiales normativos hace necesaria una reordenación del estudio del derecho de consumo. Por eso es meritorio que el libro Reclamaciones de consumo aparezca ahora en el mercado. Con todo, es evidente que el derecho de consumo no es un compartimento estanco, sino que va a ser objeto de próximas reformas, alguna de ellas de gran importancia. Téngase en cuenta la necesaria incorporación al derecho español de la Directiva 2002/65/CE, relativa a la comercialización a distancia de servicios financieros destinados a los consumidores, y la ya anunciada refundición en un único texto de la Ley General para la Defensa de los Consumidores y las normas sectoriales de transposición de diferentes Directivas comunitarias. Trabajo éste de gran interés y de enorme complejidad, dada la variedad de textos normativos y el difícil encaje de unos con otros. 5. La estructura y sistemática del libro tienen mucho que ver con la perspectiva desde la que se analiza el derecho de consumo y con la finalidad perseguida por los autores. No se trata de una obra dogmática, sino eminentemente práctica. El libro se divide en una “parte general” y en una “parte especial”. En la “parte general” no se realiza un estudio dogmático general de los contratos de consumo, sino que premeditadamente se analizan únicamente el concepto de consumidor, las formas de resolución de los conflictos de consumo, las sanciones administrativas de consumo, y la publicidad. La obra se divide 4 en trece Secciones, la “parte general” comprende las Secciones 1ª a 4ª, mientras que la “parte especial” abarca las Secciones 5ª a 13ª. La Sección 1ª estudia la posición del consumidor y del usuario en el ordenamiento jurídico español. Se analiza aquí al consumidor individual, y también a las asociaciones de consumidores. Igualmente son objeto de atención las oficinas de información al consumidor (OMIC). La Sección 2ª versa sobre las formas de resolución de los conflictos de consumo. Esta Sección es especialmente interesante, puesto que en muchos casos el problema no es que el consumidor disponga o no de un determinado derecho, sino la forma de ejercitarlo. La vía judicial es en ocasiones poco apropiada, pues son mayores los gastos que la misma representa para el consumidor que el valor del interés que trata de proteger. Se explican en detalle cuáles son los procedimientos judiciales de que dispone el consumidor, el papel de las asociaciones de consumidores como sujetos demandantes, las acciones colectivas, el juego que puede desempeñar en este ámbito el Ministerio Fiscal, las especialidades de la reclamación judicial cuando la demandada es una Administración Pública, y la postulación procesal, asistencia de letrado y costas procesales en los procesos judiciales en que interviene un consumidor. Especial hincapié se hace en lo relativo a la competencia judicial territorial, y sobre todo en los problemas que plantean las reclamaciones transfronterizas de consumo, tanto en lo que concierne a la jurisdicción competente como en lo relativo a la ley aplicable. También se examinan los mecanismos extrajudiciales de resolución de conflicto, en particular el arbitraje de consumo, que sin lugar a dudas constituye para el consumidor el procedimiento más adecuado para resolver controversias jurídicas con empresarios. La Sección 3ª se refiere a las sanciones administrativas en materia de consumo. Las Administraciones Públicas pueden sancionar determinados comportamientos de los empresarios que estén tipificados como infracciones administrativas de consumo. Se examinan las posibilidades de actuación de los consumidores en este ámbito, así como su posible participación como interesados en el procedimiento administrativo sancionador. La Sección 4ª examina el régimen jurídico de la publicidad, tanto el régimen general como el régimen especial que existe para diversos sectores de consumo (vivienda, viajes combinados, tabaco, productos alimenticios, etc.). Igualmente se exponen los remedios y acciones de que dispone el consumidor frente a la publicidad. 6. La “parte especial” se abre con la Sección 5ª, que se ocupa de las actividades de promoción de ventas y modalidades de venta. Se subdivide en tres bloques. El primero relativo a las actividades con finalidad de promoción de ventas (ventas promocionales), en donde se analizan las distintas modalidades que existen (venta en rebajas, venta de saldos, venta en liquidación, venta con obsequios, venta conjunta o en lote, y venta de promoción). El segundo bloque aborda las técnicas especiales de distribución o venta al consumidor de bienes y servicios: venta multinivel, venta directa, venta celebrada fuera del establecimiento mercantil, venta a distancia, venta electrónica, venta automática, venta ambulante o no sedentaria, y venta en pública subasta. Y el bloque tercero se centra en las modalidades prohibidas de venta, que son la venta con pérdida y la venta en pirámide 5 La Sección 6ª lleva por título “la adquisición de bienes y productos por el consumidor. También aquí existen varias subsecciones. La primera se ocupa de los precios: la fijación del precio, la información sobre los precios y determinadas cuestiones que tienen que ver con el pago del precio. La subsección 2ª examina los derechos de que dispone el consumidor cuando el bien entregado no es conforme a lo pactado, pues no satisface las legítimas expectativas del consumidor. En este marco se estudia en detalle la Ley 23/2003, de garantías en la venta de bienes de consumo, explicando el régimen instaurado en esta Ley, las garantías comerciales y el régimen de los servicios postventa. Por último, se analiza todo lo relacionado con la seguridad de los productos, en una doble vertiente: la obligación de los empresarios de poner en el mercado productos seguros (se explica la normativa sobre seguridad general de los productos), y el producto inseguro como producto defectuoso, con el régimen jurídico particular que existe en nuestro derecho para los daños causados por productos defectuosos (Ley 24/1994). La Sección 7ª trata de la vivienda. Aunque se dedican algunas páginas al arrendamiento de vivienda, los autores se centran casi exclusivamente en la compraventa de viviendas. Se ocupan de aspectos tales como la publicidad e información en la venta de viviendas, la determinación del precio y demás gastos que son repercutibles en el consumidor, las prácticas contractuales abusivas sobre resolución y desistimiento, el régimen de las variaciones o reformas en la vivienda a entregar, los retrasos en la entrega de la vivienda, el incumplimiento contractual del vendedor, la compraventa de viviendas con mediación de agentes inmobiliarios, y la intervención del promotor en el régimen de propiedad horizontal. La Sección 8ª analiza la prestación de servicios profesionales. Se estudia el contrato de prestación de servicios, y se distingue en función de que sea o no obligatoria la colegiación para la prestación de servicios profesionales. Ejemplo del primer caso son los abogados. Se examinan con rigor la prestación de servicios profesionales privados cuando no es obligada la colegiación: talleres de reparación de vehículos, servicios de reparación de aparatos de uso doméstico, prestación de servicios de mantenimiento (de ascensores, por ejemplo), suministro de energía eléctrica y servicios funerarios. Especial mención debe hacerse del excelente tratamiento que se hace del contrato de prestación de servicios de telefonía, que es sin duda uno de los sectores en los que los consumidores presentan un mayor número de reclamaciones, y del contrato de aparcamiento de vehículos de motor, hoy regulado en la Ley 40/2002. Es igualmente analizada, también de manera certera, la prestación de servicios públicos, en particular, los servicios de enseñanza y los servicios sanitarios. La Sección 9ª trata de los contratos de financiación del consumidor. Se analiza el contrato de crédito al consumo, especialmente los aspectos más peliagudos del mismo, que tienen que ver con los contratos vinculados (arts. 14 y 15 de la Ley de Crédito al Consumo), materia esta que ha encontrado una renovada aplicación tras el escándalo provocado por el cierre de las academias de inglés. También se estudia la venta a plazos de bienes muebles. La Sección 10ª versa sobre la banca, los productos financieros, los medios de pago bancarios y las garantías hipotecarias. Se subdivide en cinco subsecciones, que se ocupan, respectivamente, de las normas sobre transparencia en las operaciones bancarias, la utilización de tarjetas de pago electrónico, el préstamo con garantía 6 hipotecaria, el sobreendeudamiento de los consumidores, y las instituciones de tutela del cliente bancario (defensor del cliente bancario, Comisionados para la defensa de los clientes de servicios financieros, y servicio de reclamaciones del Banco de España). La Sección 11ª analiza una materia de gran interés, como son los seguros. Se alude a la publicidad, información y otras vicisitudes precontractuales, a la forma y documentación del contrato de seguro, al tratamiento de las cláusulas oscuras, abusivas, lesivas y limitativas en el contrato, a la protección administrativa del asegurado y a otros derechos del consumidor en el contrato de seguro. La Sección 12ª se ocupa del turismo y su relación con el derecho de consumo, haciendo especial tratamiento de los viajes combinados, del contrato de hospedaje, y del derecho de aprovechamiento por turno de bienes inmuebles de uso turístico. Por último, la Sección 13ª trata del transporte, y contiene un análisis separado del trasporte aéreo de pasajeros, el transporte de viajeros por carretera, el transporte ferroviario, y el transporte marítimo de pasajeros. 7. La obra concluye con unos Índices que son de sumo interés. Existe, en primer lugar, un “Índice de legislación” en el que se hace constar toda la normativa jurídica que se aplica a cada una de las Secciones del libro. Le sigue un “Índice de jurisprudencia”, que contiene todos los pronunciamientos judiciales citados en el libro, siguiendo igualmente el índice expositivo, esto es, Sección a Sección. En tercer lugar, hay un “Índice analítico” muy completo, que permite al lector localizar rápidamente la materia que le interesa. El volumen se cierra con un “Índice cronológico de disposiciones citadas”, y un “Índice de formularios”. Se trata de sesenta y cuatro formularios, cuyo texto completo no se contiene en el libro, sino en el CD que se acompaña. El enfoque práctico de la obra se plasma también en este punto. En definitiva, este libro constituye una obra de referencia para todo aquel que pretenda aproximarse al derecho de consumo. La buena aceptación que se presumía que el público le iba a brindar se ha visto corroborada en la práctica, pues me consta que la primera edición está prácticamente agotada, y que la editorial Aranzadi pronto procederá a la reimpresión de la obra. Manuel Jesús Marín López. Profesor Titular de Derecho Civil. Centro de Estudios de Consumo Universidad de Castilla-La Mancha. 7