Sanz casado, Elías. Manual de estudio de usuarios. Madrid : Fundación Germán Sánchez Ruipérez, 1994. Cap. 3. Evolución histórica Para buscar el origen de los estudios de usuarios hay que remontarse a los primeros trabajos sobre la comunicación científica, que se empezaron a realizar a principios de este siglo coincidiendo con el desarrollo de la documentación. En este sentido, uno de los factores que más influyó fue la elección del documento breve como medio de transmisión del conocimiento, ocupando el lugar que hasta entonces había estado desempeñando el libro. Por tanto, es a partir de estos acontecimientos cuando se inicia el estudio científico y social, en primer lugar, de la producción y, posteriormente, del consumo de información. Desde entonces, las relaciones existentes entre los estudios de producción y consume de información han sido muy importantes. Sin embargo, es hoy en día cuando este tipo de relaciones están siendo enormemente potenciadas con el fin de ampliar el número de criterios que contribuyan a facilitar la gestión de los distintos procesos implicados en la política bibliotecaria. De tal manera, que son múltiples las técnicas utilizadas para medir la producción, que se están aplicando para medir el consume de información que se realiza en bibliotecas y centros de documentación. En este sentido, los trabajos de investigación realizados para conocer determinadas características de los hábitos de publicación de los científicos, como son: el tipo de fuentes que recogen sus trabajos, la actualidad de la bibliografía que utilizan, la capacidad de trabajar en equipo, o su productividad, han sido posteriormente utilizadas para determinar los hábitos en el uso de la información que presentaban como usuarios. Todo ello ha sido de gran ayuda para definir los sistemas y servicios de informaciónmás adecuados para satisfacer sus necesidades. 45 Los primeros estudios que se realizaron sobre la comunicación científica fueron orientados con el fin de conocer determinadas características sobre los hábitos que presentaban los científicos en sus tareas investigadoras. La consolidación de estos estudios, dio lugar a nuevas disciplinas dentro del campo de la Documentación, que comenzaron a desarrollar metodología de trabajo propias, como la Bibliometría, cuyo objetivo es el estudio de la producción de información, a partir de la utilización métodos matemáticos (principalmente estadísticos). A esta disciplina se la puede considerar como una de las precursoras de los estudios de usuarios, puesto que en muchos cases comparten los mismos métodos de trabajo. En este sentido, a continuación se comentarán algunas de las aportaciones más significativas para conocer los modelos que se desarrollaban en la comunicación científica y que, a su vez, han tenido una importante repercusión, tanto en la determinación de los hábitos de información de los científicos y usuarios de información, como en la gestión bibliotecaria. En primer lugar, hay que citar los trabajos de Gross y Gross en 1927, por ser los primeros en utilizar técnicas bibliométricas para realizar la selección y adquisición de las fuentes documentales en una biblioteca. Sus investigaciones las aplicaron a una biblioteca especializada en el área de la química y, la técnica que utilizaron fue el recuento de las referencias bibliográficas que aparecieron en un volumen del Journal of the American Chemical Society Escogieron esta revista por ser la más representativa de la química que se estaba Ilevando a cabo en los centros de investigación norteamericanos. Por tanto, aquellos trabajos realizados por los investigadores de mayor prestigio en esta disciplina científica, eran los que normalmente aparecían publicados en dicha revista y, las fuentes de información incluidas en su bibliografía y que aparecían citadas con mayor frecuencia, eran las que tenían mayor interés para ser adquiridas por la biblioteca, puesto que eran las que mayor probabilidad tenían de ser consultadas. Este método sigue teniendo gran vigencia, y está siendo utilizado por un elevado número de bibliotecas especializadas. Bradford fue otro investigador cuyos trabajos han tenido gran repercusión en el mundo bibliotecario. Fue el primero en observar que se producía una gran concentración de artículos sobre un te46 ma determinado, en un pequeño número de revistas Bradford publicó sus observaciones en 1934, y desde entonces han constituido una herramienta de gran interés para la gestión bibliotecaria. Al tener una gran aplicación los trabajos de Bradford en los estudios de usuarios, éstos serán ampliamente tratados a lo largo de libro. Las investigaciones de Fussler en 1949, se centraron en definir el núcleo de publicaciones periódicas más demandadas en una disciplina científica determinada, a partir del estudio de las referencias bibliográficas de sus artículos. La aplicación de las técnicas de Fussler no sólo ha permitido determinar el núcleo de revistas más utilizadas en una disciplina determinada, sino también sus áreas periféricas o de interés secundario. Posiblemente las investigaciones de Garfield son las que han marcado más profundamente los estudios que se estaban desarroIlando sobre la comunicación científica. Estos trabajos también han sido ampliamente utilizados para la evaluación de fuentes y elaboración de productos de información. Garfield introdujo por primera vez en 1955, el término «factor de impacto», como medida para determinar el valor de un documento. El factor de impacto es un promedio de las citas que recibe un documento en un determinado período de tiempo. Brown en 1956, utilizando como base los trabajos de Fussler, estudió las revistas que aparecían citadas con mayor frecuencia en ocho áreas científicas. Los resultados de sus investigaciones permitieron determinar que debido al alto número de fuentes que utilizaban los científicos en cada una de las disciplinas, era imprescindible potenciar la cooperación bibliotecaria, como único medio para satisfacer las necesidades de información científica que tenían este tipo de usuarios. Los trabajos de Kessler en 1963, estuvieron focalizados en determinar la relación existente entre las publicaciones científicas Y los grupos de investigación. Para ello, acuñó el término <enlace bibliográfico» que mide el número de referencias comunes que tienen entre sí dos o más documentos publicados previamente; de tal manera, que el número de referencias comunes va a determinar la fuerza del enlace. Dicho con otras palabras, si dos trabajos tienen una referencia en común, los autores que la hacen estarán trabajando en campos muy relacionados y, a medida que el número de referencias comunes aumenta, las áreas de trabajo de los autores Serán más próximas. La utilización de estas técnicas tiene un valor 47 indudable para elaborar productos de información a medida de las necesidades del usuario. Otro de los investigadores que es obligado destacar, por su enorme aportación>n a los estudios de la comunicación científica y, en general, a las ciencias de la documentación, es Price. Entre sus aportaciones, hay que señalar las publicadas en 1963, que le condujeron a postular su teoría, mencionada anteriormente, sobre el crecimiento exponencial de la ciencia. Price Ilegó a la conclusión de que la ciencia se duplicaba cada 15 años. Este desarrollo tan acelerado, motivaba un elevado coeficiente de contemporaneidad para los descubrimientos científicos. Goffman y Morris en 1970, aplicaron la ley de Bradford para determinar el tamaño mínimo que debía tener la colección de publicaciones periódicas de una biblioteca especializada para atender las demandas de sus usuarios. Estas investigaciones demostraron que el uso de la colección en una biblioteca seguía las mismas pautas que las observadas por Bradford respecto a la producción científica. Los trabajos de Goffman Y Morris, han tenido una gran repercusión para definir la política de selección y adquisición de fuentes de información en las bibliotecas. Brookes en 1971, también utilizó las técnicas desarrolladas por Bradford, pero, en este caso, el objetivo no fue sólo definir el tamaño adecuado de la colección de revistas científicas de una biblioteca especializada, sino también determinar los títulos que debía incluir. Otros autores dedicaron sus esfuerzos a estudiar los modelos de comunicación que se producían entre los científicos. Estos fueron los cases de Nelson en 1970, Crane en 1972, y Meadows en 1974. Crane, realizó unos magníficos trabajos con el fin de determinar los hábitos de comunicación>n que mantenían los científicos en los denominados «colegios invisibles». Las investigaciones de Crane se dirigieron a conocer el tipo de canales que utilizaban para transmitirse la información, las prioridades que mostraban en la investigación, y el núcleo de fuentes donde publicaban sus trabajos. Los resultados de Crane han sido muy valiosos para conocer las características que presentaban los usuarios de información, tanto en las ciencias sociales como en las humanidades. Por último, mencionar la importante contribución de Brittain, 48 L,ncaster y Line, en el conocimiento de los distintos factores que participaban en la comunicación científica y que, en la mayor parte de los cases, han derivado a su aplicación a los estudios de usuarios. En el primer caso, Brittain (1972) estudió los modelos de citación seguidos por los investigadores, con el fin de diseñar los sistemas de información más adecuados a las características detectadas. En cuanto a Lancaster, su aportación ha estado dirigida, fundamentalmente, a la utilización de técnicas bibliométricas para la evaluación de servicios y centros de información. Los trabajos de Line en 1976, permitieron medir el tamaño, crecimiento y composición de la literatura en las ciencias sociales. En cuanto a los estudios sobre el consume de información, con el fin de determinar los hábitos y necesidades de los distintos colectivos de usuarios, éstos se empezaron a realizar hace algo más de 60 años. Los primeros estudios que se realizaron aparecen en los Estados Unidos y datan de 1920, aunque estos estudios fueron, en realidad, muy rudimentarios y hay que esperar hasta el final de los años 50 para encontrar trabajos más profundos sobre el tema, siendo Menzel en 1958 uno de los pioneros. Según Menzel, «los métodos que utilizan los científicos e ingenieros para acceder a los sistemas de información, las demandas que realizan, la pertinencia o no de los documentos conseguidas y el impacto resultante en sus nuevos trabajos, constituyen, junto a otros parámetros, los conocimientos necesarios para planificar y diseñar las políticas y sistemas de información. Indudablemente, estos problemas son de gran importancia para los científicos interesados en conocer la estructura y dinámica de los flujos de información, así como determinar las características de comportamiento que se manifiestan en las comunicaciones humanas. En este sentido, los estudios de usuarios tienen una función destacada, y fue al final de 1963, cuando empiezan a aparecer con más frecuencia las investigaciones empíricas sobre las necesidades y usos de información de los científicos Y tecnólogos». En los estudios de usuarios se pueden reconocer varios períodos distintos que han contribuido a ir asentando esta disciplina en el marco de la documentación. Estos periodos coinciden cronológicamente, en muchos cases, con la tipología de usuarios que se estudiaron, y son los que se van a exponer a continuación: 49 Estudio de los hábitos y necesidades de información de los científicos experimentales y tecnólogos Este período se caracterizó por el estudio de usuarios de información de ciencias puras, experimentales y tecnológicas. Los estudios que se llevaron a cabo tuvieron un desarrollo importante a partir de la mitad de los anos 60 aproximadamente. Las distintas razones que influyen en los especialistas de información para realizar el estudio de los hábitos de información de estos colectivos científicos, hay que buscarlas en el gran auge que tuvo el desarrollo de las ciencias experimentales y las tecnologías como consecuencia de los enormes avances en el conocimiento científico que se realizaron durante la Segunda Guerra Mundial y que al acabar pasarían a engrosar el conocimiento de la actividad civil. Por tanto, los especialistas de información tuvieron que gestionar de una forma eficaz estos enormes recursos de información, así como satisfacer las nuevas necesidades documentales que se empezaban a detectar en las universidades y otros centros de investigación, y que demandaban toda aquella documentación existente en su área científica para introducirla rápidamente en sus líneas de investigación. En un principio, el método más empleado para conocer las necesidades de información fue el cuestionario en el que, a partir de una serie de preguntas, se recogían los dates sobre los hábitos y necesidades de información de los usuarios. Estos dates se cuantificaban posteriormente, mediante su análisis estadístico. Los conocimientos que se desprendieron de estos estudios permitieron diseñar los primeros sistemas de información adecuados para satisfacer las demandas de información que solicitaban estos usuarios, o ir modificando los existentes de acuerdo con los resultados que se iban obteniendo. Entre los primeros trabajos de investigación que se realizaron, destacan los llevados a cabo por Herner en 1954. El principal objetivo de Herner, fue estudiar los tipos de canales de información que eran utilizados con mayor frecuencia por los científicos y tecnólogos. Sus trabajos, mostraron con absoluta claridad, que los científicos puros utilizaban preferentemente la información que (50) provenía de las fuentes formales, es decir, publicaciones periódicas, monografías e informes por este orden; mientras que los de ciencias aplicadas (tecnologías) utilizaban las fuentes informales, fundamentalmente contactos entre colegas, llamadas telefónicas y la asistencia a congresos y seminarios, como principal canal para la obtención de información. Las conclusiones de Herner fueron confirmadas por otros autores, como fueron Paisley en 1965 y Alien en 1966, en estudios similares que realizaron sobre los hábitos de información de este tipo de científicos. En este sentido, es conveniente señalar, que estudios recientes han demostrado que los hábitos de estos colectivos de usuarios siguen hoy en día manteniendo las mismas características que encontró Herner en sus primeras investigaciones. Otros investigadores que también estudiaron los canales de información utilizados por los científicos para actualizar sus conocimientos, fueron Bernard, Shilling y Tyson en 1964. En este caso el colectivo estudiado fue el de biocientíficos, que trabajaban en laboratorios de investigación, tanto públicos como privados. Los resultados obtenidos determinaron que este colectivo actualizaba sus conocimientos, en primer lugar, a partir de las discusiones informales con otros colegas; en segundo lugar, aparecían las fuentes formales como canales más utilizados; y en tercer lugar, una parte de los investigadores decía que actualizaban sus conocimientos a partir de una mezcla de ambos canales. En este sentido, otro resultado interesante del trabajo, fue conocer que la elección de los canales de información estaba muy relacionada con la edad de los científicos, de tal manera que los científicos jóvenes, utilizaban con mayor frecuencia las fuentes formales, que sus colegas de mayor edad. La razón podía ser, que los primeros aún no tenían su posición muy consolidada en el área y, por tanto, tenían muy limitado el acceso a los canales informales. Sin embargo, los científicos de mayor edad, tenían una posición en el área lo suficientemente consolidada, como para utilizar los contactos personales como primera fuente para estar al día en su campo de trabajo. Martyn en 1964, dirigió sus investigaciones a conocer los hábitos que presentaban los químicos en la búsqueda de información. Estos estaban trabajando en centros de investigación de la industria y en universidades del Reino Unido. Martyn encontró, que sólo un 30 por 100 de los químicos encuestados hacían una búsqueda exhaustiva de información antes de comenzar un nuevo proyecto, el resto sólo hacían una búsqueda rápida. En estos últimos se producía con mayor frecuencia, no sólo una pérdida de información, sino también una duplicación en las investigaciones. Las investigaciones de Paisley en 1965 y, posteriormente de Alien en 1966, son, sin duda, las que han permitido profundizar más en el conocimiento de los hábitos y necesidades de información de este colectivo de usuarios. En primer lugar, los trabajos de Paisley dieron una serie de resultados mediante los cuales se pudieron determinar los factores que marcaban el comportamiento de los científicos como usuarios de información. Conocer bien algunos de estos factores ha sido esencial para poder atender sus necesidades, así como para elaborar los servicios y productos apropiados para satisfacerlas. El sistema cultural, era, a juicio de Paisley, el primer factor que determinaba profundamente los hábitos de información del usuario. El sistema cultural, estaría formado por: la tradición, la educación y el ambiente en el que se desenvuelve el usuario, y dejaban en él una impronta determinada que implicaba su comportamiento en las necesidades y uso de la información. Algunas de las aportaciones más interesantes sobre este factor han sido debidas a Merton, a Jonathan Cole y a Stephen Cole. Estos dos últimos, estudiaron en 1967, cómo afectaba a la productividad de los científicos el sistema cultural y, en concrete, el ambiente del equipo donde trabajaba. Estos autores estudiaron la relación existente entre la cantidad y calidad de la producción de artículos científicos en el área de la física, y encontraron que «cuando hay una falta de concordancia entre cantidad y calidad en los trabajos; la calidad está fuertemente relacionada con el número de reconocimientos recibidos, premios obtenidos, prestigio del grupo de investigación, etc.». Es decir, «había datos que mostraban que la calidad de la investigación estaba íntimamente ligada con los científicos que trabajan en departamentos de primer orden, mientras que, la cantidad de publicaciones era más probable que fuese usada como un criterio de promoción en los grupos de investigación menos prestigiosos». Estos resultados no estaban de acuerdo con las observaciones de Price (1963) sobre cantidad y calidad de la producción científica. (52) Price sostenía que se producía una fuerte correlación entre estas dos variables. De tal manera que aquellos científicos que eran más productivos, eran a la vez los que presentaban una mayor calidad en sus trabajos de investigación. Según Price, era un pequeño número de científicos los responsables de un elevado porcentaje de las publicaciones. Estos científicos, constituían los denominados frentes de investigación, que eran los que determinan los avances científicos en su área del conocimiento. Hazell y Potter (1968) en las investigaciones que realizaron en el área de las ciencias agrarias, encontraron que el uso de la información entre los científicos variaba dependiendo del tipo de educación que hubieran recibido. También Fearn y Melton (1969), estudiando a los investigadores pertenecientes a un mismo laboratorio, encontraron que había una fuerte correlación, entre el uso que hacían de la biblioteca y su nivel de educación. Otro factor que también incidía de forma importante en el comportamiento de la búsqueda y transferencia de información entre los científicos, era el sistema político. En este sentido, Paisley en 1968, estudiando a los científicos americanos, observó que había tres aspectos políticos que los afectaban poderosamente. En primer lugar, el nacionalismo científico, que en muchos campos del conocimiento, hacía que la mayoría de los investigadores ignoraran aquellas investigaciones que se realizaban fuera de sus fronteras. En segundo lugar, un fuerte federalismo científico; y en tercer lugar, la enorme influencia ejercida por el Departamento de Defensa, que hacía que la mayor parte de los investigadores que trabajaban para el estamento militar, tuvieran sus investigaciones sujetas a fuertes controles de seguridad, que las hacían prácticamente desconocidas para el resto de la comunidad científica. Así mismo, al consumir las investigaciones en el campo militar enormes recursos económicos y humanos, se estaban olvidando de otras áreas de investigación importantes, como, contaminación, tecnología de alimentos, etc. Por otro lado, y profundizando en lo que se acaba de comentar, Compton y Garvey en 1967 publicaron un trabajo sobre el XVIII Congreso internacional de Psicología celebrado en Moscú. En el trabajo los autores comentan que cuando los congresistas visitaron los laboratorios rusos encontraron resultados de investigación de mucha mayor calidad que los presentados por los investigadores rusos durante el congreso. (53) Investigaciones posteriores realizadas por Hamade en 1987,corroboraron la importancia de factor político en los hábitos de información. Hamade comparó la comunicación universitaria y el número de publicaciones de los científicos sociales que vivían o fueron educados en países del Este europeo, con la de aquéllos que estudiaron o vivieron en países occidentales. En el trabajo, Hamade deplora el aislamiento profesional a que estaban sometidos los científicos que vivían en los países del Este, y la falta de información sobre las actividades científicas que se estaban llevando a cabo en esta parte del mundo. Otros investigadores (Garvey y Griffith 1966), estudiaron la influencia que ejercía sobre los hábitos en la búsqueda y uso de la información el pertenecer a las asociaciones profesionales, puesto que, en muchos casos, las asociaciones profesionales eran las encargadas de controlar los canales de información oficial en su área de conocimiento. Por tanto eran las que decidían qué científicos eran los que publicarían sus trabajos en estas fuentes. También, las asociaciones profesionales decidían, en la mayoría de los cases, los científicos que eran admitidos a presentar comunicaciones o ponencias en los congresos de su especialidad, y también aquellos que eran invitados a participar en los seminarios o encuentros de trabajo que organizaban dichas asociaciones. Por otro lado, un número muy importante de estudios de usuarios, se realizaron con el fin de conocer los hábitos que manifestaban los científicos para comunicar sus investigaciones a otros colegas. En este sentido, los esfuerzos se dirigieron a determinar el tipo de redes que había establecidas entre ellos y, en particular, la existencia o no de los denominados “colegios invisibles”. Estos solían estar formados por un grupo de científicos, generalmente menos de cien, que se conocían entre ellos y se transferían la información directamente. Price en 1963, redescubre el término de «colegio invisible» y confiere una gran importancia a este tipo de institución en el desarrollo actual de la Ciencia. Price sugiere que son pequeños grupos de eminentes científicos que mantienen contactos entre ellos, de tal manera que les permite controlar la mayoría de los cambios que tienen lugar en su área de investigación. Estos colegios han tenido ciertas connotaciones elitistas y, sin embargo, no todos ellos tenían el mismo acceso a las fuentes de financiación o al control de los premios y subvenciones que se concedían en el área. Dentro del colegio invisible, todos los científicos tenían el mismo status y, aunque se encontraban geográficamente dispersos, el intercambio de información que se realizaba entre ellos era muy importante. Actualmente, y sobre todo en ciencias experimentales, los colegios invisibles están enormemente desarrollados y demuestran una gran actividad. Su contribución al crecimiento de la Ciencia es considerada muy importante por todos los autores que trabajan en estudios de usuarios, y coinciden en señalar que una de las características que favorece esta gran contribución, es el enorme intercambio de información, tanto formal como informal, que se produce entre los miembros de un colegio invisible puesto que aumentan la eficacia de sus investigaciones al disminuir los tiempos en la consecución de resultados. Otra de las causas que potencia en la actualidad el desarrollo de los colegios invisibles, según Nuria Amat (1992), es la calidad ínfima de los documentos que reciben los científicos a partir de las bases de dates comerciales, o la escasa eficacia demostrada por los centros de información para suministrar los documentos que solicitan, por lo que prefieren comunicarse entre ellos. Son muchos los autores que han estudiado el impacto de los colegios invisibles en las distintas áreas del conocimiento, así como los intercambios de información que se realizan entre sus miembros. Además de los trabajos de Price, comentados anteriormente, señalaremos los realizados por Crane en 1968, con el fin de obtener datos cuantitativos de la existencia de los colegios invisibles, así como conocer en profundidad las características de sus hábitos en la transmisión de información. Crane realizó un análisis sociométrico a partir de los dates que obtuvo mediante una encuesta enviada a los investigadores, agrupándolos en base a su productividad y continuidad en el área de investigación. Crane encontró que aquellos científicos más productivos que permanecían en el área eran, generalmente, los que aparecían mencionados con mayor frecuencia. Concluyó que estos científicos desarrollaban tal fuerza gravitacional que mantenían unida el área de investigación, Y a la vez la proveían de unas estructuras propias que la diferenciaban de las otras áreas de investigación. Los grupos de referencia, fue otro de los factores estudiado Y se observó que influían de forma notable en los hábitos que presentaban los científicos a la hora de comunicarse los resultados de investigación, o para la obtención de información. En estos grupos se encontraban incluidos aquellos científicos de similar especialización, nivel de investigación, etc. Los estudios de Paisley en 1968, demostraron que el grupo de referencia permitía al investigador tener una buena información de las actividades científicas de cualquiera de los miembros del grupo, así como estar al día en su área de trabajo. Generalmente los grupos de referencia se encontraban incluidos en una asociación profesional y podían controlar una o dos revistas del área, pero su influencia se encontraba mucho más diluida que en el caso de las asociaciones profesionales. Otros autores decidieron investigar cómo influía en los modelos de comunicación de los científicos y, en general, en sus flujos de información, la estructura formal de las organizaciones en las que estaban trabajando. De alguna manera, la jerarquización, rigidez organizativa y rutina diaria, además de la toma de decisiones que,en la mayoría de los casos, se decidía fuera del círculo de los científicos, determinaba su comportamiento en la búsqueda y transferencia de información. Distintas instituciones gubernamentales y privadas en los Estados Unidos, investigaron durante varios años, con el fin de conocer qué tipo de estructura organizativa era la más adecuada para los laboratorios de investigación y desarrollo. El objetivo de estas investigaciones fue, en primer lugar, mejorar la efectividad en la coordinación y control del trabajo y, en segundo lugar, mantener a los investigadores próximos unos de otros, con el fin de facilitar los flujos de información informal. En este sentido, los trabajos realizados por Alien y Cohen en 1969, en un estudio sobre los flujos de información que se realizaban en los laboratorios de investigación y desarrollo, demostraron que las organizaciones ejercían una enorme influencia, tanto en los modelos de discusión que se establecían entre los científicos, como en el intercambio de otros tipos de información que mantenían durante la realización de los proyectos de investigación. Marquis y Straight en 1966, compararon la estructura organizativa de los laboratorios de investigación y desarrollo, con el objeto de estudiar su efectividad al llevar a cabo grandes proyectos.( 56) su principal conclusión fue que la estructura funcional de una organización donde los tecnólogos estaban localizados física y organizativamente junto a otros colegas de la misma especialidad, era la forma más efectiva de realizar el trabajo. También se comprobó que este tipo de estructura, no sólo aumentaba la productividad, sino también la calidad de las investigaciones. Estudios posteriores han tratado de analizar con mayor profundidad la influencia de la localización física sobre la productividad y los hábitos de información de los científicos y tecnólogos. O'Gara en 1968, en un estudio realizado sobre un departamento universitario y dos laboratorios de investigación y desarrollo, demostró la existencia de una fuerte relación entre la distancia física de separación de los científicos y su probabilidad de comunicación, observando que la transferencia de información disminuía de forma importante cuando la distancia de separación aumentaba. Los estudios de Frohman en 1968, sobre la utilización de la biblioteca por los tecnólogos, encontraron resultados similares; dependiendo de la distancia entre el lugar de trabajo y la biblioteca, los tecnólogos hacían mayor o menor uso de ella, y esto repercutía directamente sobre su productividad. Estas investigaciones sirvieron para realizar una planificación más racional de los centros de trabajo de científicos y tecnólogos en los Estados Unidos, con el objeto de potenciar los canales de comunicación que utilizaban y maximizar su productividad. Otras aportaciones interesantes para conocer el flujo de información en las organizaciones, son las que proporcionó Alien en 1970, a partir de sus observaciones sobre el papel que desempeñaba una figura que encontró, al estudiar los laboratories de investigación, y que denominó gatekeeper. Alien definió al gatekeeper, como aquella persona integrada en la estructura de la organización y que en base a los amplios conocimientos que ha adquirido en el desarrollo de su actividad, principalmente mediante el acceso a fuentes de información externa, tiene una gran perspectiva de su entorno y actúa como director de flujos de información, siendo el encargado de buscar y suministrar las demandas que se reciben dentro de su organización. También entre las actividades del gatekeeper estaba la de hacer de mediador entre los científicos de su organización y el mundo exterior. La figura del gatekeeper ha sido también abordada por Pruthi y Nagpaul en 1978 y, Persson en 1981, en estudios realizados en laboratorios de investigación en la India y Suecia respectivamente La conclusión común a la que Ilegan ambos investigadores, es a identificar la figura del gatekeeper con una persona clave dentro de la organización, que juega un papel predominante en la red de comunicación. En la actualidad muchas de las labores que el gatekeeper realizaba en los centros de investigación son llevadas a cabo por especialistas de información que tienen un amplio conocimiento de las fuentes externas e internas de interés para la organización, así como del entorno donde ésta desarrolla sus actividades. El equipo de trabajo, es sin duda, uno de los sistemas de información más importante para los científicos y tecnólogos, porque suele estar en sintonía con los problemas que éstos sienten. Los estudios de Alien en 1966 y los de Pelz y Andrews en 1966, entre otros, observaron que el equipo de trabajo es la fuente de información más importante para los tecnólogos; también era importante, aunque en menor grado, para los científicos experimentales. Los trabajos de Alien se centraron en determinar los canales de información que utilizaban los equipos de trabajo, en los proyectos de investigación que se realizaron en el Institute de Tecnología de Massachusetts (MIT). La conclusión a la que llegó Alien fue que los científicos obtenían la información, preferentemente, a partir de la literatura, mientras que los tecnólogos lo hacían a partir de fuentes informales y en concreto mediante contactos personales. Por su parte, Pelz y Andrews realizaron un ambicioso estudio y, para ello elaboraron un cuestionario que fue enviado a 1.311 científicos e ingenieros localizados en once laboratorios y siete departamentos universitarios de los Estados Unidos, con el objetivo de determinar el modelo de comunicación científica que se desarrollaba entre ellos. Uno de los resultados que obtuvieron fue determinar la fuerte relación que existía entre la comunicación que se realizaba entre colegas y la productividad científica. También estos dos autores encontraron que, en el trabajo en equipo, había una fuerte correlación entre la productividad y la disparidad en el estilo de investigación e intereses, que se manifestaba entre los integrantes del grupo. En este mismo sentido, fueron los trabajos de Scott (1959), quién afirmó que la literatura sirve primeramente, como una fuente de estimulación creativa y, los de Price (1961), quién recomienda que cada científico aprenda dos o más especialidades bastante diferentes, con el fin de estimular su capacidad productiva. Otra característica que ha sido estudiada en los hábitos de información de los científicos experimentales y los tecnólogos, fue determinar cómo realizaban la gestión de la información. En este factor, Paisley no sólo incluía la decisión que implicaba la selección de un canal de información, sino también el proceso del uso de la información por parte de estos usuarios. No son muchos los estudios que se han realizado sobre la utilización final de la información en los distintos procesos científicos en los que se encontraba inmerso este tipo de usuarios. En este sentido, la relación entre las fuentes de información y la función de solucionar problemas fue abordada por Alien en 1966, mediante el desarrollo de un modelo de los procesos tecnológicos, en el que contempló varias funciones clave de un sistema de información. Este modelo que describía el proceso de uso de información tecnológica, pretendía servir de guía en la investigación de problemas de conceptualización y en el análisis de modelos que se observaron en el uso de la información. La principal contribución de este modelo es diferenciar entre dos funciones asociadas: por un lado, la generación de la idea y, por otro, la definición del problema. Por su parte Baker en 1968, hace esta misma distinción comparando las fuentes usadas durante la definición del problema, con aquellas usadas durante la generación de la idea y encuentra que el trabajo individual y los contactos con colegas del grupo eran muy importantes en ambos cases. Sin embargo, los contactos con colegas fuera del grupo, pero dentro de la organización, eran muy utilizados para definir el problema. En cuanto al uso de la biblioteca, este fue muy escaso y sólo fue citado para definir el problema. Alien en 1969, encontró que las necesidades de información de un científico o tecnólogo variaban de forma importante a medida que iba desarrollando su proyecto de investigación y, esto estaría íntimamente relacionado con el hecho de que diferentes canales de información sirven para resolver diferentes problemas. En este sentido, dependiendo de la fase del proyecto de investigación en la que se encontraba el usuario, utilizaba unas fuentes u otras. Por ejemplo, en la primera fase, o fase de «definición del problema», los tipos de fuentes que se utilizaban eran tanto formales como informales, mientras que en la siguiente fase, la «metodológica», las fuentes que más se utilizaban eran las de tipo formal. En la última fase, o de “presentación”, se utilizaban, generalmente, las fuentes informales puesto que en esta etapa era donde los científicos discutían con otros colegas los resultados de sus investigaciones. En el proceso de selección de las fuentes de información, hay dos estudios, uno de ellos realizado por Rosenberg en 1966, y el otro por Gerstberger en 1968, quienes analizaron este tema que, posteriormente, fue ampliado en las investigaciones de Utterback en 1969. Estos estudios observaron que los ingenieros utilizaban, para resolver sus necesidades de información, aquellos canales que les resultaban más accesibles, independientemente del valor esperado de la información. Otros factores que se estudiaron para determinar la influencia que ejercían en los hábitos de información de estas comunidades de usuarios, fueron los sistemas económico y legal. Aquí se incluyeron: los sistemas de patentes, Copyright, secreto industrial, investigación y desarrollo, etc. Paisley en su trabajo de 1968, señaló que todos ellos afectaban de forma importante al flujo de información de los científicos. Es decir, el sistema económico determinaba, en cierta medida, la calidad y cantidad de la información que iba a poder ser utilizada en nuevos proyectos de investigación, mientras que algunos de los otros factores, determinaban la mayor o menor accesibilidad a la información que necesitaban. Otros estudios de usuarios se realizaron con el fin de determinar el papel que jugaban los servicios de información para satisfacer las necesidades que tenían sus usuarios. En este sistema se encontraban implicadas las bibliotecas y los centros de documentación. En muchos campos de la ciencia, los sistemas de información formal forman parte de un mercado donde los centros de información se encuentran compitiendo entre ellos, por satisfacer las necesidades de información de los usuarios. Los trabajos de Skelton en 1973, demostraron que los científicos experimentales no consideraban excesivamente útiles las bibliotecas, probablemente porque entendían que estos centros sólo eran adecuados como suministradores de información identificada con anterioridad. Es decir, que la información que necesitaban era localizada previamente, por otras vías, y acudían al centro de información a solicitar los documentos. El uso de los sistemas formales de información por parte de los científicos no es todo lo importante que debiera y, por este motive, se han realizado un gran número de investigaciones para determinar las causas y aplicar soluciones. Concretamente, Rath y Werner en 1967, crearon un servicio de pregunta-respuesta para el sector médico, disponible para once grandes organizaciones de investigación médica del área de Chicago. El Servicio poseía varios niveles de respuesta, desde comprobaciones de referencias hasta enviar una copia por telefax del artículo solicitado. Desgraciadamente, el nivel de peticiones por parte de los usuarios fue mínimo. Los autores observaron que «la introducción de un nuevo servicio no es seguida inmediatamente por un nivel alto de peticiones». Van Cott y Kincade en 1967, publicaron un informe sobre un servicio piloto de información que cubría la demanda de los científicos en el campo de la biología, en la zona de Washington D.C. Los resultados no fueron todo lo satisfactorios que cabría esperar. Los motives se achacaron, por una parte, a una cierta apatía que demostraban los científicos, para buscar la información y, por otra, a un coste económico demasiado alto para unos resultados que ellos consideraban inciertos. Otros autores trabajaron a partir de cuestionarios que fueron enviados a los científicos, para conocer sus necesidades de información. Slater y Keenan en 1967, realizaron este tipo de experiencias con físicos ingleses y americanos, con el finde introducir el Current Papers in Physics entre los especialistas del área y conocer el grado de acogida que tendría esta publicación. Curiosamente, estos dos investigadores observaron que los científicos británicos utilizaban las fuentes formales en mayor proporción que sus colegas norteamericanos. Sin embargo, ambos colectivos consideraron importante el Current Papers in Physics, como método para actualizar sus conocimientos. Blaxter en 1973, estudiando las fuentes de información que utilizaban los científicos para actualizar sus conocimientos, encontró que la mitad de ellas provenían de un pequeño número de revistas primarias, una cuarta parte de revisiones o boletines de resúmenes, y el resto de publicaciones como el Current Contents, o a través de recomendaciones de colegas. Otros estudios realizados para conocer las fuentes de información utilizadas con mayor frecuencia por los científicos experimentales vino a demostrar que éstos utilizaban, preferentemente, las publicaciones periódicas. Packer en 1975, analizando los métodos de obtención de información usados por los químicos en las universidades canadienses, obtuvo que el 60 por 100 de ellos hacía preferentemente, uso de los métodos formales de comunicación y, concretamente, de las publicaciones periódicas, mientras que los métodos informales y, concretamente, la asistencia a congresos, aparecían con un porcentaje menor. Otros investigadores tuvieron como objetivo comparar las características que manifestaban las comunidades científicas en la utilización de información. En este sentido, Kaplan en 1965, estudió con gran profundidad los hábitos y las necesidades de información de los científicos experimentales y tecnólogos y, observó que estos hábitos y necesidades, eran bastante diferentes entre estas dos comunidades científicas. Fundamentalmente, los científicos experimentales dependían de manera importante de fuentes de información publicadas, mientras que los ingenieros lo hacían de otro tipo de fuentes, preferentemente, de los contactos personales. Shaw, en 1956, realizó un estudio de los hábitos de información de los físicos y de los ingenieros de los Estados Unidos y encontró que los físicos dedicaban muchas más horas de su tiempo de investigación a consultar el material de la biblioteca, y estaban suscritos a un número mayor de revistas científicas que los tecnólogos. En este sentido, Packer observó que los químicos e ingenieros canadienses dedicaban de dos a cinco horas semanales a buscar información para actualizar sus conocimientos. En España los primeros estudios que se realizaron para determinar algunas de la Estudio de los hábitos y necesidades decaracterísticas comunicación entre los información de los científicos sociales científicos experimentales y los tecnólogos, fueron Ilevados a cabo por los investigadores López Piñero en 1972 y María Luz Terrada en 1973. Concretamente, estudiaron el área de las ciencias biomédicas, y a partir de estos estudios se empezó a conocer y cuantificar el uso de la información que hacía este colectivo de usuarios. Como reconoce López Yepes (1978), «a López Piñero y su escuela se deben, sin duda, los grandes esfuerzos renovadores tendentes a conocer en profundidad en que momentos y en que circunstancias los conceptos de la ciencia moderna, prendidos en algunos países europeos, se extendieron a España y cristalizaron en multitud de realizaciones teóricas y prácticas, entre ellas la contribución al progreso y desarrollo de los canales formales de información>>. Trabajos posteriores de Pérez Álvarez-Ossorio (1987), estudiaron las demandas de información de algunos centros universitarios españoles, así como de institutes del Consejo Superior de Investigacio-nes Científicas. Estos estudios arrojaron luz sobre los hábitos de información de los científicos experimentales españoles, y permitieron comenzar a diseñar los servicios de información más adecuados para atender estas necesidades. Otros aspectos de la información utilizada por los científicos españoles, como fueron la tipología de las fuentes, su actualidad o su visibilidad, fueron abordados por Gómez, Méndez y Vázquez, al estudiar la bibliografía utilizada por los investigadores españoles en varias áreas científicas, como: Inmunología, Neurociencia y Química de Polímeros. Uno de los objetivos de las dos primeras investigadoras fue la creación de modelos que permitieran determinar el comportamiento que manifestaban los científicos en sus publicaciones. En este período, los estudios de usuarios dirigieron su atención a determinar los hábitos en la búsqueda de información y a conocer los métodos de comunicación utilizados por los científicos de ciencias sociales. Los trabajos más importantes en este sentido, se comenzaron a realizar al finalizar la década de los 60 y durante los primeros años 70. Una de las razones que indujeron al estudio de este campo de la ciencia, fue el gran desconocimiento que tenían los centros de información, sobre las necesidades de estos colectivos de usuarios. Otra razón, no menos poderosa, y que fue la inductora de muchos estudios de usuarios que se hicieron sobre este colectivo, era la necesidad que tenían las grandes asociaciones profesionales de las ciencias sociales (American Psychological Association, American Economic Association, etc.), de conocer los hábitos de información de sus asociados, con el objeto de elaborar curses y programas específicos para ellos, a partir de los enormes recursos de información de que disponían, realizaciones teóricas y prácticas , entre ellas la contribución al progreso y desarrollo de los canales formales de información. Trabajos posteriores de Pérez Álvarez-Ossorio (1987), estudiaron las demandas de información de algunos centros universitarios españoles, así como de institutes del Consejo Superior de investigaciones Científicas. Estos estudios arrojaron luz sobre los hábitos de información de los científicos experimentales españoles, y permitieron comenzar a diseñar los servicios de información más adecuados para atender estas necesidades. Estudio de los hábitos y necesidades de información de los científicos sociales Otros aspectos de la información utilizada por los científicos españoles, como fueron la tipología de las fuentes, su actualidad o su visibilidad, fueron abordados por Gómez, Méndez y Vázquez, al estudiar la bibliografía utilizada por los investigadores españoles en varias áreas científicas, como: Inmunología, Neurociencia y Química de Polímeros. Uno de los objetivos de las dos primeras investigadoras fue la creación de modelos que permitieran determinar el comportamiento que manifestaban los científicos en sus publicaciones. En este período, los estudios de usuarios dirigieron su atención a determinar los hábitos en la búsqueda de información y a conocer los métodos de comunicación utilizados por los científicos de ciencias sociales. Los trabajos más importantes en este sentido, se comenzaron a realizar al finalizar la década de los 60 y durante los primeros años 70. Una de las razones que indujeron al estudio de este campo de la ciencia, fue el gran desconocimiento que tenían los centros de información, sobre las necesidades de estos colectivos de usuarios. Otra razón, no menos poderosa, y que fue la inductora de muchos estudios de usuarios que se hicieron sobre este colectivo, era la necesidad que tenían las grandes asociaciones profesionales de las ciencias sociales (American Psychological Association, American Economic Association, etc.), de conocer los hábitos de información de sus asociados, con el objeto de elaborar curses y programas específicos para ellos, a partir de los enormes recursos de información de que disponían, y utilizando las tecnologías de la información como canales adecuados para la difusión de estos servicios. Por último, otra de las razones que ha sido determinante en la realización de estudios de usuarios de estos colectivos, fue el enorme desarrollo que tuvieron determinadas disciplinas de las ciencias sociales, como la Economía y la Psicología, que exigieron la creación de centros de información adecuados para atender las demandas de información que tenían este tipo de profesionales, y no diseñarlos a partir de los conocimientos obtenidos de otros colectivos estudiados con anterioridad. Los resultados que se obtuvieron en los estudios que se realizaron, revelaron la existencia de algunas diferencias importantes en los hábitos y usos de la información entre los científicos experimentales y los sociales. En este sentido, es importante mencionar las palabras de Brittain, «de vez en cuando, ha estado de moda señalar los rasgos específicos de las ciencias sociales como son la terminología imprecisa, la imposibilidad de rentabilizar los descubrimientos experimentales, la existencia de diversas escuelas de pensamiento y sostener que estos rasgos especiales exigen servicios especiales de información. Pero este argumento, por lo general, no se ha seguido en la práctica y los servicios de información habilitados para las ciencias experimentales y la tecnología, se han adaptado a las ciencias sociales». La primera tarea sería definir lo que se entiende por el término «Ciencias Sociales», y concretamente, determinar Ias disciplinas que se acogerían bajo esta denominación. Desde luego, esta tarea no es sencilla puesto que con algunas disciplinas es muy difícil decidir claramente su inclusión. Los estudios realizados por el Heyworth Committee en 1965, son los mas utilizados para determinar las disciplinas que se incluyen bajo la denominación de ciencias sociales y éstas son: la Economía, las Ciencias Políticas, la Antropología, la Psicología y la Sociología. Los trabajos posteriores de Preschel y Wood en 1989, ampliaron este marco para incluir la Pedagogía, la Geografía, la Historia y el Derecho. También estos mismos autores, señalaron determinados estudios interdisciplinares que debían incluirse dentro de las ciencias sociales, como son: Demografía, Biblioteconomía y Documentación, Gerontología, Criminología y los estudios de Finanzas y Negocios. Evidentemente, algunos de estos estudios aun no han sido incluidos en los programas de las universidades españolas, pero la tendencia actual es ir creando estudios más específicos con el fin de cubrir aspectos que, hasta ahora sólo eran abordados de forma marginal dentro de otras titulaciones. El inicio de los estudios de los modelos de comunicación y las necesidades de información de los científicos sociales, se consolidó a partir de tres grandes grupos de estudios. El primero, fue Ilevado a cabo por la American Psychological Association, y el proyecto se denominó, Scientific Information Exchange in Psychology. El proyecto comenzó en 1966 y tuvo una duración aproximada de siete años. En este proyecto se analizó el comportamiento que manifestaban los psicólogos en el intercambio de información que realizaban durante los congresos de su especialidad. Para ello, se estudiaron durante varies äños los congresos de la American Psychological Association. Algunos de los resultados del proyecto pusieron en evidencia que, aunque los científicos sociales hacían un uso importante de las fuentes formales para la localización de referencias relevantes para su investigación o para la actualización de sus conocimientos en el área de trabajo, las comunicaciones informales jugaban un papel cada vez más importante en sus flujos de información. En este sentido, se detectaron, al menos en psicología, la existencia de colegios invisibles que gravitaban alrededor de aquellos científicos del área que tenían una mayor productividad y experiencia. Las investigaciones Ilevadas a cabo por Garvey y Griffith (1966), sobre los intercambios de información entre los miembros de Ia American Psychological Association, son un buen ejemplo de lo que se acaba de comentar. En este trabajo, los autores estudiaron qué científicos eran los que utilizaban el listado de manuscritos aceptados en las cuatro principales revistas de la American Psychological Association y observaron que eran los científicos más jóvenes los que usaban el listado para pedir separatas, y de este modo estar al día en su área del conocimiento, puesto que para ellos era prácticamente imposible acceder a los canales informales. El segundo grupo de estudios, fueron realizados en el Johns Hopkins Center for Research in Scientific Communication. Estos estudios comenzaron en 1968 y utilizaron como base läs experiencias recogidas en el proyecto de la American Psychological Association. Sin embargo, en este caso se estudiaron los congresos correspondientes a nueve disciplinas científicas, incluidas algunas relativas a ciencias experimentales y tecnológicas, con el fin de realizar un análisis comparativo de los hábitos en el intercambio de información, que manifestaban los científicos de las distintas disciplinas, durante los congresos a los que asistían. Entre los resultados que obtuvieron, cabe destacar los relativos a la transferencia de la información científica a través de los flujos que operaban a nivel nacional y el valor de los congresos internacionales como medio para alcanzar los objetivos propuestos en sus investigaciones. En este sentido, la función más importante de los congresos internacionales, era la de extender y desarrollar las redes de comunicación informal entre los científicos pertenecientes a distintos países, con el fin de facilitar y enriquecer los intercambios de información. El tercer grupo de estudios fue Ilevado a cabo en el Reino Unido, concretamente por la Universidad de Bath. El proyecto se denominó INFROSS (Investigation into Information Requirements of the Social Sciences), comenzó a finales de 1967 y finalizó en 1970. Este ha sido el proyecto más ambicioso y el que mayor influencia ha tenido de todos los realizados con el fin de conocer los hábitos y necesidades de información en las ciencias sociales. En el Proyecto INFROSS se incluyeron varias disciplinas de las ciencias sociales, como son: Antropología, Economía, Pedagogía, Ciencias Políticas, Psicología y Sociología. En cuanto a la obtención de los dates, se recurrió a una amplia metodología, como: cuestionarios enviados a todos los investigadores de ciencias sociales del Reino Unido, entrevistas personales mantenidas con investigadores y con profesionales del área y, por último, también se realizaron observaciones diarias mantenidas con un pequeño número de científicos. El principal objetivo del proyecto INFROSS, fue estudiar los principales aspectos de las necesidades y usos de la información, tanto de tipo formal como informal, en ciencias sociales. La consecución de este objetivo, ha permitido entre otros aspectos, mejorar los sistemas y servicios de información existentes, o diseñar otros nuevos que, teniendo en cuenta los nuevos conocimientos, atendieran de forma específica las necesidades de información de este colectivo de usuarios. Los resultados obtenidos en el proyecto INFROSS fueron lo suficientemente importantes como para influir en muchos de los trabajos sobre estudios de usuarios en ciencias sociales que se realizaron posteriormente. Algunos de estos resultados fueron los siguientes: a) En cuanto a la metodología usada para la localización den referencias, el 25 por 100 de los científicos que respondieron a la encuesta manifestaron que nunca utilizaban resúmenes, índices o catálogos de biblioteca. Mientras que el 48 por 100 de los encuestados nunca consultaban las bibliotecas, el 59 por 100 consideraban de gran utilidad consultar libros y revistas, como mejor método de encontrar las referencias. Sin embargo, un elevado número de científicos utilizaban los canales informales como medio de encontrar referencias relevantes sobre su tema de trabajo. b) Se encontró que había grandes diferencias en el uso de las publicaciones de resúmenes por las distintas disciplinas científicas. El Sociological Abstracts fue usado sólo por el 16 por 100 de los sociólogos, mientras que el Psychological Abstracts era utilizado por el 43 por 100 de los psicólogos y el Geographical Abstracts por el 45 por 100 de los geógrafos. c) La delegación de la búsqueda de información, por parte de los científicos en ciencias sociales fue muy escasa; sólo el 7 por 100 delegó en otros la búsqueda de información. Sin embargo, los científicos en ciencias experimentales y tecnológicas eran más proclives a delegar en especialistas las búsquedas de información que necesitaban realizar. d) En cuanto a los problemas que habían tenido para actualizar sus investigaciones, los que se mencionaron con mayor frecuencia fueron la disponibilidad y el acceso físico a la información. e) Las barreras idiomáticas demostraron tener una gran importancia, condicionando en muchos casos el acceso a determinadas fuentes de información de gran interés para su investigación, pero no pudiendo ser utilizadas por estar en un idioma que no comprendían. f) En cuanto a las conclusiones que se obtuvieron, demostraron las singularidades que presentaba este colectivo en sus hábitos de comunicación científica, respecto a los científicos experimentales y tecnólogos. Algunas de estas conclusiones fueron que los científicos en ciencias sociales no se sentían muy motivados para buscar referencias en las bibliotecas, igual que los científicos experimentales, entendían que la función de estos centros era la de suministrar los documentos una vez localizados. Tampoco se mostraron muy proclives a utilizar frecuentemente los catálogos de las bibliotecas, debido a que la mayor parte de la información formal la obtenían a través de la lectura de revistas primarias y monografías. La existencia de redes informales entre los científicos demostró ser muy desigual. En este sentido, su fuerza o debilidad, dependía del área donde estuvieran trabajando. En aquellas áreas donde se encontraron redes muy establecidas, una buena parte de sus necesidades de información la cubrían a partir de los canales informales (contactos personales preferentemente), que eran controlados a través de las redes. Otra conclusión fue que los científicos encontraron grandes deficiencias en los sistemas y servicios de información establecidas, por ejemplo: la falta de artículos de revisiones, la inexistencia de servicios de traducción y la falta de servicios orientados a los profesionales, fueron las quejas más frecuentes. Otros dos aspectos de los sistemas de información que se consideraron muy deficientes fueron: la formación de los especialistas de los centros que atendían sus demandas documentales y la escasa elaboración de los productos de información. Algunas de estas conclusiones fueron posteriormente confirmadas por otros autores, por ejemplo, Sterstrom y McBride en 1979,durante la investigaciones que realizaron en una facultad de ciencias sociales. Mediante un cuestionario que enviaron a los científicos, observaron que entre el 50 y el 70 por 100 de ellos, obtenían sus referencias a partir de las bibliografías y pies de página de las revistas y monografías, mientras que las bibliotecas eran usadas solo como una fuente suplementaria de información, Morton y Price en 1986, abordaron un estudio para determinar los tipos de comunicación que se establecían entre los científicos sociales, y observaron que alrededor de las dos terceras partes de los encuestados, se consideraban miembros activos de un «colegio invisible» y manifestaron recibir regularmente copias de artículos o de otro tipo de documentos, para comentarlos o evaluarlos antes de su publicación. Por su parte, Skelton (1971), comparó los hábitos de búsqueda de información de los científicos en ciencias sociales obtenidos en el proyecto INFROSS con los de los científicos experimentales obtenidos a partir de los estudios realizados por Herner en 1954 y Flowers en 1965. Entre los resultados comparativos que obtuvo, señalaremos los siguientes: a) Las principales fuentes de información utilizadas por ambos colectivos dentro de los sistemas formales fueron las monografías y las publicaciones periódicas. La utilización de ambas fuentes por los científicos en ciencias sociales fue prácticamente idéntica, mientras que los de ciencias experimentales utilizaron con mayor frecuencia las publicaciones periódicas. b) Las tesis y patentes no demostraron ser fuentes de información importantes para ninguno de los dos colectivos. Sin embargo, los informes de investigación eran ligeramente más utilizados por los investigadores de ciencias experimentales que por los de ciencias sociales. c) Los contactos personales, como fuente de información eran más utilizados por los científicos experimentales, y ésto, en parte, era debido a la mayor tendencia que mostraban a trabajar en equipo que en el caso de los científicos sociales. d) La asistencia a conferencias y congresos era considerada por ambos colectivos muy útil para obtener información a través de contactos personales, antes que a través de las comunicaciones presentadas. e) Ningún colectivo consideró particularmente útiles Ias revisiones para la localización de información. Este resultado es sorprendente, sobre todo en ciencias experimentales, donde existe un elevado número de revisiones. Sin embargo, los dos colectivos coincidían en considerar la casualidad, como uno de los métodos más frecuentes para localizar la información necesaria para sus trabajos de investigación. Como se puede observar en este estudio, las diferencias que encontró Skelton, en los hábitos de información entre científicos experimentales y sociales no eran muy significativas. Sin embargo, Brittain en un trabajo posterior publicado en 1979 sostiene la tesis de que existen en las ciencias sociales algunas características propias y aún bastante inexploradas en su investigación, que son muy diferentes de las de las ciencias experimentales; y consecuentemente, que hacen falta unos servicios de información que tengan en cuenta estas características. En contraste con las ciencias experimentales, que son consideradas como una actividad universal, las ciencias sociales parecen estar afectadas por culturas locales. Esto parece ser una de las razones por las que los investigadores en ciencias sociales poseen menor capacidad idiomática, como se desprende de los resultados del proyecto INFROSS, o de las investigaciones realizadas por Broadus (1971), Skelton (1973)0 Martyn (1974). Otra característica que diferencia a las dos comunidades, y que se observó en las distintas investigaciones que se realizaron a partir de los resultados de INFROSS, fue que los colegios invisibles entre los científicos sociales no estaban tan desarrollados como en el caso de los de ciencias experimentales, aunque sí se observaron importantes redes informales que actuaban como canales de transferencia de información. En este sentido, recordar los estudios realizados por la American Psychological Association que revelaron la amplitud e importancia que tiene entre los científicos en ciencias sociales, y de forma muy evidente en Psicología, la comunicación informal. Brittain en 1979, observó que los canales informales jugaban un gran papel en la comunicación de nuevas ideas entre los investigadores de las ciencias sociales en general. Line (1971), por su parte, encontró que estos canales estaban más desarrollados entre los científicos que trabajan en organismos públicos de investigación, que entre aquellos que desarrollaban su actividad en instituciones privadas. A partir del proyectos INFROSS, otros estudios han utilizado sus resultados como base de partida, para contrastar o conocer nuevos aspectos de los hábitos de información y comunicación de los científicos sociales, sin embargo ninguno de ellos ha sido tan ambicioso. Alguno de los que se iniciaron, a principio de los años 70, fueron: el Design of Information Services in the Social ciences (DISISS), que tuvo como principal objetivo, examinar los sistemas (70) y servicios de información más adecuados para atender las necesidades para este fin, los experimentales actualizaban sus conocimientos con otros tipos de documentos, principalmente a partir de las publicaciones periódicas y las actas de congresos. En cuanto a España, los primeros estudios de usuarios de información de ciencias sociales se realizaron a principios de los años 80. Entre las instituciones que los llevaron a cabo se encuentra la Facultad de Ciencias de la Información, a partir de los trabajos de Sagredo en 1981, sobre el desarrollo de los bancos de datos en prensa,en los que se da una amplia perspectiva sobre la situación en este tipo de fuentes en dicho sector. Por otro lado, los trabajos de Caridad en 1982, analizaron el comportamiento de los investigadores españoles de ciencias sociales, cuando realizaban búsquedas de información de acceso en línea a las diferentes bases de datos. Otra institución que ha participado en el desarrollo de estudios de usuarios, en el área de las ciencias sociales, ha sido el Centro de Información y Documentación Cientifìca (CINDOC). Entre las investigaciones cabe destacar; las llevadas a cabo por Méndez,Villagrá y San Millán (1982), cuyo objetivo fue analizar la utilización de las bases de datos por los científicos sociales, y uno de los resultados que se obtuvieron del estudio, fue el constatar el bajo nivel de uso que hacían de este tipo de recurso de información. Los trabajos de Alcaín Partearroyo y Sánchez Nista1(1982), tuvieron como objetivo analizar las búsquedas retrospectivas que habían solicitado los investigadores en el área de la psicología. Otros trabajos más recientes han sido elaborados por Romera Iruela en 1989, y por Alcain y San Millan en 1993. Los trabajos de Romera Iruela se centraron en el área de la educación y permitieron identificar el perfil y las necesidades de información de los usuarios de esta disciplina, a partir del análisis de su demanda documental al Servicio de Acceso al Documento Primario del Centro de Información y Documentación Científica (CINDOC). En este estudio se utilizó un número importante de indicadores para cuantificar en profundidad los hábitos de información de los usuarios de esta disciplina científica. En cuanto al trabajo realizado por Alcaín y San Millán, tuvo como objetivo estudiar el uso de las tecnicas bibliométricas en las ciencias sociales y humanidades y, en concreto, en el área de la Información y Documentación. Una de las conclusiones que se obtuvieron en el trabajo, fue la infrautilización de estas técnicas por parte de los investigadores que trabajaban en estos campos del conocimiento. Algunas de las causas que a juicio de las autoras podían estar implicadas en esta tendencia eran, por un lado, la falta de hábito de utilizar métodos cuantitativos, vinculados a los escasos conocimientos estadísticos por parte de los investigadores y profesionales de la documentación, y por otra, la falta de tiempo y presupuesto para realizar este tipo de estudios. Sin embargo, del estudio se desprende la necesidad de extender la utilización de las técnicas bibliométricas de una forma sistemática y planificada a un gran número de estudios de ciencias sociales y humanidades. Por su parte, la Biblioteca Nacional realizó un estudio para conocer la opinión de los usuarios sobre los fondos, los catálogos y los servicios de la citada biblioteca. El estudio fue realizado por García Melero y López Manzanedo, y se dividió en dos partes; la primera se realizó en 1989, y tuvo como principal objetivo el análisis de los fondos y del catálogo; la segunda parte se llevó a cabo durante 1991, y fue mucho más ambiciosa, para ello se ampliaron los objetivos del estudio incluyendo el grado de satisfacción de los usuarios de la colección y de los catálogos. También se pretendió establecer una política catalográfica basada en la demanda real de los usuarios, acelerando los procesos de catalogación para los tipos de publicaciones y de materias más solicitadas y reduciendo el nivel de exhaustividad para aquellos documentos menos demandados, o con un interés relativo para la propia Biblioteca Nacional. Otro objetivo fue el adecuar la política de compra y canje de publicaciones a las necesidades informativas reales de los usuarios. El estudio de usuarios Ilevado a cabo por estos dos autores supuso, por una parte, la utilización de cuestionarios que fueron entregados a los usuarios para su cumplimentación, y por otra, la tabulación de las fichas de petición de los documentos consultados por los lectores en las distintas salas de la Biblioteca Nacional. Estudio de los hábitos y necesidades de información de los humanistas Este período de los estudios de usuarios nace determinado por el interés de conocer los hábitos de información en el área de las humanidades. En este sentido, hay que señalar que los humanistas como usuarios de información habían sido continuamente olvidados, y son prácticamente anecdóticos los estudios que se realizaron antes de la década de los 70. Como en las ciencias sociales, antes de comenzar a describir la evolución de los estudios de usuarios en las humanidades, es conveniente delimitar las disciplinas que están incluidas bajo esta denominación. Hay que mencionar que en muchos casos, la frontera entre las ciencias sociales y las humanidades se muestra bastante desdibujada, de tal manera que hay disciplinas que se pueden encontrar en cualquiera de estos campos del conocimiento. De hecho, hay disciplinas que algunos autores las consideran en las ciencias sociales, mientras que otros las incluyen en las humanidades. Las materias que según Stone, estarían contenidas en el término de humanidades son: Religión, Filosofía, Arte, Música, Literatura, Lingüística e Historia. Las primeras investigaciones importantes que se realizaron en esta área, fueron llevadas a cabo por el Centre for Research in User Studies (CRUS) y financiadas por la British Library Research and Development Department. El proyecto comenzó en 1976, y su principal objetivo fue explorar las necesidades de información y el comportamiento de los usuarios en el campo de las humanidades. Los resultados obtenidos permitieron conocer, de una forma clara, el diferente comportamiento en la comunicación científica y las distintas necesidades de información que tenían los usuarios de esta disciplina respecto a los de ciencias sociales y a los experimentales. A partir de estos resultados, se han podido redefinir servicios y sistemas de información, principalmente los pertenecientes a las bibliotecas universitarias de estas áreas del conocimiento, para cubrir de forma efectiva las necesidades de información que demandaban estos usuarios. Algunas de las diferencias que se encontraron en estos usuarios respecto a los de ciencias experimentales y, a los de ciencias sociales, son las relativas a su capacidad de trabajar en equipo, la tipología de documentos que solicitan o a los métodos que utilizaban para llevar a cabo su investigación. Stone (1982), hizo un importante trabajo sobre los humanistas, donde trató de definir los hábitos de información de este colectivo científico, y para ello se apoyó en los resultados del proyecto CRUS. Stone observó, en primer lugar, la tendencia de los humanistas a trabajar solos y comenta que, a pesar de los cambios que se han producido en sus métodos de trabajo, sobre todo, por el uso generalizado del ordenador, la tendencia a trabajar solos está profundamente arraigada en sus hábitos investigadores. Otros autores como Fabian y Vierhans (1979), sostienen que, a pesar de las nuevas tecnologías que pudieran hacer cambiar estos hábitos, esta tendencia de los humanistas persistirá en un futuro. Los trabajos de Line, realizados en 1980, Ilegan a resultados similares, describe al humanista como a un individuo solitario, que encuentra en esta forma de trabajar un aliciente para su investigación. Por su parte, Frye en sus trabajos publicados en 1973, dice que la tendencia de los humanistas a trabajar solos puede ser atribuida a la naturaleza de las humanidades, donde el punto de vista individual es considerado una parte de toda la contribución que se hace al conocimiento. Una consecuencia de esta naturaleza individual de los humanistas, es la escasa colaboración que existe entre ellos a la hora de realizar trabajos científicos, siendo mucho menor que la existente en las ciencias sociales y experimentales, de tal manera que la noción de un «colegio invisible» en las humanidades es prácticamente imperceptible. La ausencia de un colegio invisible entre los historiadores fue observada por Stieg en 1981, quién observó que los historiadores trabajaban en un aislamiento relativo, manteniendo sólo una red informal muy rudimentaria para la transferencia de información. Sin embargo, trabajos posteriores encontraron que la utilización de las fuentes informales, principalmente contactos personales, era una fuente valorada por los humanistas. En este sentido, Corkil y Mann (1978), encontraron que estos científicos intercambiaban a través de este tipo de canales, informción e ideas con colegas que estaban trabajando en el mismo campo, o incluso con colegas de otras áreas, con el fin de obtener o difundir la información. Otros investigadores como Debout en 1977, aportaron nuevas pruebas a este hecho, pues observaron que los humanistas acudían a los congresos con el fin de mantener contactos personales con otros colegas, antes que por el interés innovador que pudieran tener las ponencias o comunicaciones presentadas. Otro aspecto de trabajar solos, era el que manifestaban los humanistas a la hora de no delegar en otros las búsquedas de información. Burchard (1965), pensó que esta actitud era debida a que éstos no tenían secretarias ni ayudantes trabajando con ellos. Pero como apunta Stone años más tarde, también puede ser debido a la falta de confianza que tenían estos científicos a que otros encontraran la información que ellos necesitaban, lo que les impedía delegar las búsquedas y comunicar sus problemas de información. Otra de las características de los humanistas es la necesidad que tienen de hojear libros. La importancia de este hecho fue reconocida por la University Grants Committee en el Report of the Committee on Libraries publicado en 1967; sin embargo, no es fácil encontrar explicaciones a este hábito. Frye en 1973, afirma que los humanistas, frecuentemente, no saben cómo actuar con los recursos de las bibliotecas modernas que exigen a los usuarios que sepan qué están buscando. Por su parte, Weintraublas en 1980, manifiesta que el objetivo de hojear libros en los humanistas es encontrar sus necesidades de información, a partir de la presencia física de la fuente original, de una forma sosegada, es decir, página a página y capítulo a capítulo. Sin embargo, por este motivo, muchas bibliotecas dedicadas a este colectivo, sufren un rechazo constante cuando pretenden modernizar sus procesos de información, mediante las nuevas tecnologías. Haciendo un paralelismo con los científicos experimentales, Aboyade en 1976, afirma que, «el libro tiene el mismo significado para los humanistas que el laboratorio para los científicos experimentales». En cuanto a los recursos bibliotecarios utilizados por los humanistas, suelen ocupar el primer lugar las monografías, seguidas por las publicaciones periódicas, de acuerdo con los trabajos de Bebout, Davies y Dehlerts, publicados en 1975. Este hecho fue comprobado por Heinzkill en 1976, mediante la realización de un estudio sobre la literatura inglesa y en base a un análisis de citas. Posteriormente, otros estudios han Ilegado a la misma conclusión de la preferencia que demuestran los humanistas, en la utilización de las monografías sobre las publicaciones periódicas. En este sentido, Koenig razona que, la función de las monografías en este colectivo es muy distinta a la que cumplen en el resto de los campos científicos. En humanidades, la monografía es a menudo utilizada como vehículo transmisor de información primaria, es decir, de resultados originales de investigación. Mientras que, en otros campos del conocimiento, y especialmente en ciencias experimentales, la monografía sólo se utiliza para transmitir información secundaria o investigación aplicada. Por tanto, según Koenig, se necesita una nueva interpretación de las humanidades que reemplace a la existente. Cullars, en 1992, estudiando las características de citación en Bellas Artes, constató las observaciones anteriores sobre la preferencia en el uso de las monografías por parte de este colectivo científico. En cuanto a la actualidad de la información, se demostró en diversas investigaciones que los humanistas utilizaban un material con una antigüedad mucho mayor que los científicos sociales y, por supuesto, que los experimentales y tecnólogos. En los trabajos de Palmour y colaboradores (1972), sobre el préstamo interbibliotecario realizado por setenta y dos bibliotecas universitarias, encontraron que el 49,1 por 100 del material solicitado en humanidades, había sido publicado entre 1900 y 1960; mientras que el 38,2 por 100 del material solicitado por los científicos sociales, y el 40,8 por 100 del solicitado por los científicos experimentales y tecnólogos, fue publicado entre 1961 y 1968. Una de las razones que permite que la información en humanidades tenga una obsolescencia menor, puede ser la necesidad de estos usuarios de realizar frecuentemente búsquedas retrospectivas, y puede deberse a dos motivos: el primero sería, que el material antiguo se utilizaría sólo con el fin de compararlo con los documentos actuales; y el segundo, estaría en la Iínea, según Debons, de la necesidad que tienen los humanistas de consultar los documentos originales. Las fuentes secundarias de información también son utilizadas por los humanistas, aunque éstos suelen preferir las primarias. Respecto a las fuentes secundarias, más demandadas para sus investigaciones, los trabajos de Stone realizados en 1982, permitieron determinar que se trataba tanto de materiales actualizados, como no actualizados; por tanto, se observó que seguían una tendencia similar a la mostrada respecto a las fuentes primarias. Otras fuentes secundarias, como son las revistas de resúmenes, también son demandadas por los humanistas y este punto ha sido abordo frecuentemente en los congresos que se han celebrado sobre las necesidades de información de este colectivo. Los trabajos de Debout en 1975 y, posteriormente los de Doran en 1980, han demostrado el interés que las revistas de resúmenes tenían para los humanistas, puesto que les permitían actualizar sus conocimientos rápidamente sobre las nuevas publicaciones en sus áreas de investigación. Sin embargo, hay que decir que aún son hoy escasas las revistas de resúmenes disponibles en humanidades. El uso de las bases de datos también ha sido abordado por varios investigadores y, todos ellos, han Ilegado prácticamente a los mismos resultados. Este tipo de usuarios consulta muy poco las bases de datos para obtener información sobre un tema determinado o para estar al día en su campo del conocimiento. Los trabajos de Méndez (1984), realizados a partir de las consultas a bases de datos que solicitaron los humanistas españoles, observaron una menor frecuencia de consulta por parte de estos usuarios con respecto a las otras comunidades científicas. Por otra parte, Raben y Burton (1981)y Mackesy (1982), señalaron como principal problema la falta de una planificación adecuada en el desarrollo de las bases de datos especificas para los humanistas, de tal manera que a veces era excesivamente complejo acceder a la información que contenían o, y este es uno de los problemas más graves, la falta de compatibilidad entre las distintas bases de datos, lo que obligaba, en la mayor parte de los casos, a utilizar una gran diversidad de protocolos de consulta. Según Corkill y Mann en un trabajo publicado en 1978, otro problema que venía a justificar el bajo uso de las bases de dates por los humanistas era el marketing incorrecto de éstas, que, en la mayoría de los casos, no estaba Ilevado a cabo por personal muy cualificado, sino por personal escasamente preparado para contestar adecuadamente los problemas que les planteaban estos científicos. Otra característica importante que muestran los humanistas en sus hábitos de búsqueda de información, es el gran interés que tienen en utilizar la biblioteca. En un estudio realizado por Corkill y Mann (1978), encontraron que este colectivo frecuentaba la biblioteca con mucha mayor asiduidad que los científicos experimentales y sociales. De tal manera, que una parte importante de las referencias que necesitaban los humanistas las conseguían a través de los servicios de la biblioteca, mientras que para las otras comunidades científicas, la función de la biblioteca se limitaba, prácticamente, al suministro de documentos localizados previamente, mediante otro tipo de canales. La capacidad idiomática, era otra característica que fue estudiada en los humanistas. En la mayoría de los cases, se observó que este colectivo hacía un uso mayor de documentos escritos en lenguas distintas que las otras comunidades científicas. En este sentido Hutchins en 1971, realizó un estudio de usuarios mediante el envío de cuestionarios a los investigadores universitarios, con el fin de conocer el uso de distintas lenguas. Los resultados aportaron los siguientes dates; el francés fue el idioma extranjero más citado por los humanistas, el 65 por 100 de ellos manifestó hablarlo correctamente y un 20,5 por 100 lo leía. El alemán fue el segundo idioma más citado, con un 24,8 por 100 de los encuestados hablándolo correctamente y un 16,2 por 100 sin problemas de lectura. Sin embargo, en otro estudio realizado por Jones en 1972, observó que sólo el 7,7 por 100 de las referencias que hicieron los historiadores británicos, eran en un idioma distinto al inglés, de ellos el latín, francés y alemán eran los más citados. Otros autores han observado un comportamiento similar. CuIlars (1990 y 1992) realizó varios estudios, con el fin de conocer determinadas características de citación de los humanistas. Cullars observó que en las referencias aparecían documentos en varios idiomas distintos, sin embargo el porcentaje de las referencias a documentos en inglés era muy elevado. Otros estudios de usuarios se realizaron con el fin de determinar los hábitos de citación de los humanistas. Nelson en 1977, investigó los métodos de análisis de citación en Bellas Artes. Koening en 1978, estudió el uso de las citaciones como herramienta para la gestión de la colección de una biblioteca dedicada a atender la demanda de este tipo de usuarios. Por otra parte, Frost en 1979, estudió las motivaciones que tenían los humanistas para realizar las citaciones. Posteriormente, Singer en 1987, estudió las relaciones existentes en los hábitos de citación entre los investigadores de Bellas Artes y otras disciplinas. Estudio de los hábitos y necesidades de información de la industria El sector industrial y financiero ha sido otro de los colectivos abordados mediante estudios de usuarios con el fin de determinar los hábitos y las necesidades de información que tenían. Estos estudios, contrariamente a lo que cabría suponerse, han sido emprendidos muy tarde, aunque el interés por conocer los hábitos de información de estos usuarios debiera haber sido prioritario en cualquier política de información. Lo cierto es que este colectivo ha sufrido, en la mayoría de los países de nuestro entorno, y particularmente en España, un olvido constante que ha permitido sólo muy raramente estudiar sus necesidades de información de cara a promover nuevos programas y elaborar productos específicos para cubrir sus demandas. Los estudios de usuarios que se han realizado sobre la industria han sido muy deslabazados y, en muchos casos, tocando sólo aspectos excesivamente marginales de algunas características sobre el uso de la información que hacía este colectivo de usuarios. Sin embargo, la necesidad de realizar estudios para conocer en profundidad sus hábitos de información, están fuera de toda duda, por la importancia que tiene la industria dentro del mercado de la información no sólo como consumidor sino también como productor. Entre los primeros trabajos de investigación que han tenido una gran repercusión para conocer los hábitos de información que presentaba el mundo de la empresa, fueron los Ilevados a cabo por Alien (1966). Estas investigaciones tuvieron como objetivo determinar cómo se realizaban los flujos de información dentro de las organizaciones. Para ello, estudió con especial atención los flujos de información que se producían en las organizaciones, quiénes controlaban esos flujos, los canales más utilizados en el intercambio de informaci0n y la relación existente entre la facilidad de acceso a la información y la productividad dentro de la organización. Las Investigaciones de Alien se dirigieron a encontrar a los responsables de controlar y dirigir esos flujos de información y su vinculación con las tareas tradicionales de los departamentos de documentación internos. En este sentido, él encontró que en la mayoría de los casos esas funciones recaían sobre personas distintas de las que dirigían el centro de información, cuando existía, y sus tareas eran bastante diferentes a las que se realizaban en este tipo de centros. Los trabajos de Alien fueron utilizados años más tarde como base para nuevas investigaciones, con el fin de determinar en el resto de los departamentos de la empresa la naturaleza de los flujos de información que se producían, así como su repercusión en las distintas actividades que se Ilevaban a cabo, y de modo singular, con la ganancia en la competitividad empresarial. Sin embargo, a pesar de que las investigaciones de Alien se realizaron en la década de los 60, hay que esperar hasta los años 80 para empezar a encontrar publicado, de forma sistemática, un número importante de estudios de usuarios sobre las características que presentaba la industria en sus hábitos de información. Algunos de estos estudios se realizaron para determinar las necesidades de información que tenían las empresas pertenecientes a los distintos sectores industriales, con el fin de diseñar los servicios y productos de información más adecuados para satisfacer estas necesidades. Las primeras experiencias que se conocen en España partieron del Consejo Superior de Investigaciones Científicas a través del desaparecido Centro de Información y Documentación del Patronato Juan de la Cierva, con la creación de un Servicio de Alerta al empresario, mediante el cual se les suministraban unos perfiles específicos de información sobre aquellos temas en los que estaban interesados. Estos perfiles eran enviados periódicamente con el objeto de mantener actualizados los conocimientos requeridos por cada una de las empresas. Otro trabajo pionero en el estudio de las necesidades de información de la industria española fue el Ilevado a cabo a finales de 1983, por la Dirección General de Innovación Industrial y TecnoIógica del Ministerio de Industria y Energía y la Fundación Fuinca. En líneas generales, en el estudio se determinaron los hábitos y necesidades de información por sectores industriales y dentro de cada sector por dimensión y actividad de la empresa. Asimismo, dentro de la empresa, las necesidades de información se estudiaron según los distintos niveles de responsabilidad. Los resultados que se obtuvieron fueron muy interesantes y permitieron conocer, de una forma detallada, la cobertura de información que tenà******************************************************************************************** ************************************************************************************************* ************************************************************************************************* ************************************************************************************************* ************************************************************************************************* ******************************* tuvieron como objetivo el estudio de este colectivo de usuarios. En estos trabajos se analizó la tipología de las demandas de información solicitada por las empresas, su obsolescencia y la capacidad de los centros de información implicados para atender dichas demandas. La recogida de dates se realizó, a partir de los documentos solicitados por las empresas españolas al Servicio de Acceso al Documento Primario del citado centro. Algunos de los sectores que se estudiaron fueron: el farmacéutico, químico, agro-alimentario, metalúrgico y eléctrico. Una experiencia más reciente sobre el estudio de las necesidades de información de las empresas españolas, fue la Ilevada a cabo desde 1987 hasta 1990, entre e1 Centro de Información y Documentación Científica (CINDOC)y el Instituto Madrileño de Desarrollo (TMADE), perteneciente a la Comunidad de Madrid. El proyecto consistió en la creación de un servicio de información científica y técnica para atender las demandas de información de las empresas madrileñas del sector electrónico e informático. Se eligió este sector por dos motives: el primero de ellos, por el alto nivel tecnológico que utilizaban las empresas en sus procesos industriales, y el segundo, por el tipo de productos que elaboraban. Por ello, se pensó que estas empresas necesitarían importantes cantidades de información de todos los tipos, pero principalmente de tipo científico y técnico. A partir del conocimiento que se obtuvo sobre necesidades de información de las empresas, las demandas que realizaron y los canales que utilizaban para actualizar sus conocimientos, se pudo ir definiendo aquellos servicios de información más adecuados para atender las demandas de información que solicitaban, así como elaborar productos de información con mayor valor añadido. Otros autores como Sanz, Cornella y Abella en 1990, hicieron un diagnóstico de las necesidades de información de las empresas españolas, en base a las experiencias de distintos centros españoles de información que atendían las demandas de este tipo de usuarios. Uno de los resultados más interesantes del trabajo fue el relativo a la disparidad que existía entre las necesidades de información que manifestaban las empresas y las demandas que realizaban a los centros. También en este trabajo se hicieron algunas propuestas y recomendaciones con el fin de promocionar el uso de la información en el ámbito empresarial. En cuanto a las experiencias llevadas a cabo en otros países, hay que señalar por su importancia algunas investigaciones realizadas en el Reino Unido. La primera de ellas fue realizada en 1982 por el Technical Change Center. Entre los objetivos del estudio fue conocer que fuentes de información eran utilizadas por las empresas para satisfacer sus necesidades y, sorprendentemente, un 50 por 100 de los entrevistados consideraron a las bases de dates como la mejor fuente de información externa, puesto que su uso permitía a la empresa obtener la información de un modo rápido, preciso y rentable. Otra de las experiencias interesantes realizada también en el Reino Unido, tuvo como principal objetivo, explorar las necesidades de información de las pequeñas y medianas empresas y comprobar la relevancia que tenían los servicios públicos de información para ellas. El proyecto tuvo una duración de dos años, finalizando en 1986. Parte de la financiación corrió a cargo de la British Library y tuvo como investigador principal a Fiona Trott. En este proyecto se obtuvieron una gran cantidad de resultados que permitieron redefinir algunos de los servicios de información existentes en los centros dedicados a atender a este colectivo de usuarios. En este sentido, el proyecto permitió conocer los tipos de información de mayor interés para las pequeñas y medianas empresas, los servicios y productos de información disponibles para ellas en las distintas bibliotecas y centros de documentación y las fuentes de información más demandadas. Algunas de las conclusiones del estudio que es importante resaltar fueron las siguientes: a) Para atender las demandas de las empresas no era necesario incrementar mucho los presupuestos de los centros de información en la adquisición de nuevas fuentes, puesto que, a partir de los fondos existentes se pudieron atender la mayoría de las demandas que recibieron. b) Se hizo evidente la necesidad de una mayor coordinación entre los centros de información, con el fin de compartir recursos. Esto permitiría a los centros atender un mayor número de demandas sin aumentar sus presupuestos. c) Por último, las empresas demostraron un gran desconocimiento de los recursos de información que tenían disponibles en los centros de información y que eran de gran interés para ellas. Otro proyecto realizado en el Reino Unido fue Ilevado a cabo por MacNabb en la Universidad de Queen en 1988. El objetivo principal del proyecto fue estudiar las necesidades de información de las empresas pertenecientes a aquellos sectores más dinámicos de la economía norirlandesa. En el estudio se analizaron los centros y servicios de información que poseían algún tipo de recurso documental de interés para estas empresas, así como su disponibilidad. Entre los centros que se estudiaron, se incluyeron las agencias gubernamentales que atendían las demandas de información de las empresas. Por último, respecto a los proyectos realizados en el Reino Unido, comentar el que fue Ilevado a cabo por el Centre for Exploitation of Science and Technology y la British Library Document Supply Center en 1989. Los objetivos generales del estudio fueron: conocer las fuentes de información más utilizadas por las grandes empresas británicas y, concretamente, dentro de sus departamentos de investigación y desarrollo; y determinar la capacidad de la British Library Document Supply Center para satisfacer las demandas de información científica y técnica de estas empresas. Los resultados fueron muy interesantes para determinar el flujo de información existente en el interior de la empresa; por ejemplo, en uno de ellos se puso de relieve que las fuentes de información más utilizadas por los investigadores eran las discusiones personales con colegas dentro de la propia empresa, seguida por las discusiones con colegas externos a la firma. Después de los contactos personales, las fuentes de información utilizadas con mayor frecuencia fueron: las revistas científicas, la asistencia a conferencias y congresos y las revistas profesionales, por este orden. Sin embargo, el uso de bases de dates «on line» demostró estar aún muy poco desarrollado en este tipo de usuarios. Otro país que desde principios de los años 80 ha demostrado un gran interés en conocer los hábitos de información de su tejido empresarial ha sido Francia. En este sentido, hay que señalar un estudio realizado en 1982, patrocinado por el Ministère de la Recherche et de L'lndustrie, dentro del Programme National d'Innovation, y centrado en la pequeña y mediana empresa. El estudio fue coordinado por la Direction du Développement Scientifique et Technologie y por la Mission Interministérielle de L'Information Scientifique et Technique. En el estudio se hacía especial referencia ä la carencia de recursos de información orientados a la pequeña y mediana empresa, la cual, como resultado de dicha carencia, seguía apoyándose casi exclusivamente en las fuentes informales para cubrir sus necesidades de información, como eran los contactos personales, la asistencia a ferias, muestras, las reuniones, etc. En el informe también se detectaron algunos de los factores que permitían prever un cambio de actitud de los usuarios y que a medio plazo -según los autoresse traduciría en una mayor demanda de las fuentes formales de información. Quizá, uno de los proyectos -ahora consolidado- que ha permitido tener un buen conocimiento de las necesidades de información de las empresas francesas, äsí como demostrar una gran efectividad a la hora de resolver dichas necesidades, fue la creación de las Agences Regionales d'Information Scientifique et Technique (ARIST). Estas agencias contaban con servicios de información, dedicados a estudiar y atender las demandas de cualquier tipo de información que tuvieran las empresas. La mayoría de estas demandas implicaron Ia realización de productos muy elaborados puesto que, en el tipo de necesidades que tenían que resolver, normalmente estaban afectadas varias actividades de la empresa. Como se ha comentado, esta experiencia está consolidada, y hay en la actualidad veintidós ARIST repartidas por todo el territorio francés que cuentan con un reconocido prestigio entre los pequeños y medianos empresarios. Otros países como Dinamarca o Italia, han desarrollado experiencias semejantes a la francesa, es decir, han creado centros específicos de información para Ia industria, enclavados cerca de las empresas, con el objeto de mantener un contacto con éstas y poder estudiar de cerca sus necesidades de información para elaborar los productos adecuados a dichas necesidades. Concretamente en Dinamarca, el Ministerio de industria decidió constituir un centro de información tecnológica que ayudara a las empresas danesas a mejorar su competitividad mediante el acceso a cualquier tipo de información que necesitaran introducir en sus procesos industriales, en sus Iíneas de investigación o, incluso, en su política de dirección. Este centro denominado Danish Technical Information Service (DTO), cuenta en la actualidad con una gran experiencia en el desarrollo de productos de información para el mundo empresarial. En cuanto a la experiencia italiana, ésta se materializó en la creación de la Agencia per lo Sviluppo Tecnologico dell'Emilia Romagna (ASTER). Esta agencia era un centro de servicios que tenía como objetivo aumentar la competitividad de las empresas locales por medio de Ia innovación tecnológica y el acceso a toda aquella información que permita actualizar los conocimientos que tenía la empresa de su entorno industrial. Por otro lado, los estudios de usuarios que se han realizado en los Estados Unidos y que han tenido a la industria como objetivo, han permitido complementar las experiencias europeas, incidiendo prácticamente en los mismos objetivos. En cuanto a los resultados, un alto porcentaje de empresas (sobre todo pequeñas y medianas) manifestaron no tener un conocimiento excesivamente actualizado de los recursos de información que tenían a su alcance desde las bibliotecas y centros de documentación. Sin embargo, sí se observó una mayor utilización de los productos y servicios de información específicos para ellas, y ésto es un renejo de la mayor cultura de información que tiene este país. Sin pretender ser exhaustivo, a continuación se van a exponer dos de las experiencias que se han Ilevado a cabo en los Estados Unidos, con el fin de determinar los hábitos y necesidades de información de las empresas norteamericanas. Una de ellas fue de carácter nacional, e incluyó empresas situadas en cualquier parte de la geografía norteamericana. La segunda fue de carácter local, y en ella se incluyeron sólo las empresas situadas en uno de los estados. El primero de los estudios fue realizado por la empresa de información FIND/SVP en 1983, a partir de una encuesta a 500 clientes actives de la citada empresa. Entre los clientes se encontraban empresas pequeñas, medianas y grandes ubicadas en cualquier parte de los Estados Unidos. El objetivo del estudio fue conocer cómo las empresas obtenían y usaban la información, así como, determinar como percibían y utilizaban los servicios de información suministrados por las empresas privadas como los elaborados por la propia FTND/SVP. Algunas de las conclusiones que se obtuvieron en el estudio fueron las relativas a la necesidad de realizar programas de formación de usuarios, que permitieran una mayor utilización de los distintos productos y servicios que tenían a su alcance las empresas, al aumentar su cultura de información. Otra de las conclusiones fue la necesidad de mantener un flujo continuo y regular con el usuario, con el fin de aumentar su frecuencia en el uso de la información. Por último, era fundamental identificar claramente al usuario de información, a través de una segmentación de mercado, con el fin de realizar grupos homogéneos de usuarios en función de sus necesidades de información. El segundo estudio fue el realizado por el Center for Research and Management Services y la School of Business de la Indiana State University en 1990. El estudio se realizó, mediante una encuesta que fue dirigida a 3.000 empresas pequeñas, medianas y grandes ubicadas en el estado de Indiana. Algunos de los objetivos del estudio fueron: conocer las fuentes de información más utilizadas por las empresas, determinar sus características como usuarios de información, conocer cómo percibían los servicios ofrecidos por las bibliotecas que consultaban y, por último, determinar cómo satisfacían sus necesidades de información. Los resultados del estudio se utilizaron para diseñar servicios de información específicos para atender las demandas empresariales, y para adecuar la política de selección y adquisición de aquellos documentos más solicitados y que satisfacían las necesidades reales de las empresas.