El Burdel de la vida – Saúl Figueroa 1 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa 2 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa EL BURDEL DE LAVIDA PRIMERA EDICIÓN: AGOSTO 2013 COPY RIGHT: SAÚL FIGUEROA 2013 PORTADA: CARLOS MALAVE DIAGRAMACIÓN: S.F. FOTO CONTRAPORTADA: T.D. IMPRESO POR: LITOGRAFIA LA ESCOLAR C.A. Av. España. El Tigre – Anzoátegui. Telf. (0283)2354578 IMPRESO EN VENEZUELA – PRINTED IN VENEZUELA 3 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa A mi Compadre, Julio Jaramillo. 4 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPÍTULO I -¡Era jueves! Fue la expresión de Pedro Euclides en su sueño intranquilo. Giró sobre si mismo rozando con su cuerpo las nalgas de la negra Eloísa. Despertó junto con su miembro de aquel extraño sueño, pensando en voz alta: “Era jueves, uno sueña cada vaina…”. La negra Eloísa sintió el bulto rebelde, también precavida se viró boca arriba. Con Pedro Euclides no podía descuidarse, una le pedía diez bolos por un polvo y aceptaba encantado, pero luego empezaba a pedir ñapas, a veces difícil de complacer. Había que estar alerta. 5 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa - Hace rato que debiste haberte marchado Pedro Euclides- dijo en tono comercial la negra Eloísa - Era jueves… - volvió a repetir Perucho. - Aunque fuera domingo, un polvo contrataste y un polvo te llevaste. Pedro Euclides comenzó a vestirse. El sabor cobrizo en su boca le recordaba la cumbiamba de la noche anterior. La vida había que vivirla pensaba el parroquiano. El ron y las putas aliviaban un poco, pero la vida se iba mucho en trabajar, bregando en esos vergajales de los conucos, tierras ajenas, lomos al sol, sueldo miserable, siempre debiendo. Además estaba el sufrimiento, los hijos se enfermaba, la gente se moría, el viejo paralitico. Y hasta a veces uno se enamoraba de 6 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa una negra pretensiosa que a veces ni te paraba bolas, otras veces te aceptaba y te ponía los cachos con un patrón hijo de puta y aquella vaina dolía. ¡Coño! Un guayabo dejaba a uno amurrungaito. En verdad, el ron y las putas aliviaban. Terminó de vestirse y volvió recostarse al lado de la mujer. - Eloísa ¿Las despechan? putas no a se - Ay Pedrito, claro que sí. ¿Tú crees que nosotras no sentimos? A veces lloramos como ustedes al pie de la Rockola, pero ya a las seis de la tarde hay que dejarse de vainas, arreglarse, sonreír y complacer a los hombres, pa´ ganarnos la vida. 7 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa - ¡Coño negra! No me cobres, tenemos las mismas penas, somos la misma vida… - ¿Y de que vivo, Pedrito? - De mi trabajo, de mi trabajo… vivimos los dos. 8 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPÍTULO II - Cuéntame más Eloísa – exclamó Perucho con nostalgia. Pero la vida había vuelto desconfiada a la mujer quien a la defensiva respondió: - Tu lo que quieres es volverme a coger, y gratis… - No, de verdad, cuéntame Eloísa. La mujer cambio de posición, y miró de frente a su cliente. Era un buen hombre, ella lo sabía. Pero su oficio era cobrar por un rato de felicidad y de placer. En los buenos tiempos de su juventud, un polvo eran veinte bolos y el segundo quince, si el hombre quería más. Pero a veces las cosas no salían así, y un borracho se le encaramaba 9 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa encima toda la noche sin poder llegar, por los mismos reales. El pacto era veinte por polvo, y no por tiempo. Hasta que los hombres ociosos del pueblo descubrieron las virtudes dilatorias maravillosas del mentol chino, y las putas tuvieron que cambiar la modalidad de la tarifa, tasándola a 20 bolos por 10 minutos, pero siempre había prorroga, los parroquianos no tenían un polvometro en el machete para eyacular a los diez minutos, y la cosa se aceptaba recíprocamente, un poquito más un poquito menos. Claro que era más calmado cuando el hombre pagaba 50 bolos por media hora, o mejor aún: 80 por una hora o cien por amanecer y así hasta darse el lujo de hacer las cosas con más calma y con un poquito de cariño y hasta permitirse un orgasmo legitimo en vez de tantos fingidos. Pero todo aquello había quedado atrás hacía mucho 10 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa tiempo, Perucho le pagaba 7 bolos y pedía ñapa. Y ahora hasta quería que le contaran historias… - De verdad, Perucho ¿Qué quieres que te cuente? - ¿Por qué te metiste a puta? Eloísa apagó el cabo de vela innesario ante la entrada tímida de un rayito de sol por la rendija de la ventana. El piso era de tierra, era una pieza de lánguidas dimensiones, el catre, el fogón, una destartalada mesa, tres sillas y una cava con hielo. Una puerta de cinc comunicaba con el patio enmontado donde estaba el excusado, eso era todo. El catre estaba en medio de la minúscula sala, el sol terminó de entrar ahora por la abierta ventana. Eloísa volvió a recostarse en el catre, y mirando a los ojos a Pedro Euclides, empezó a contar su historia. 11 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPÍTULO III Yo nací en Cantaura, éramos pobres pero hambre no se pasaba en aquellos tiempos. Cuando cumplí 11 años llegó una maestra al pueblo y muchos niños comenzamos a estudiar. A mí me daba pena, creo que era la mayor en primer grado. Me daba cosa aquellos muchachitos mirando mis tetas inmensas, pues ya me había desarrollado. Cuando me venía la regla, tenía que esperar que el baño estuviera solito y así nadie se alarmara como las niñas la primera vez que me vieron cambiándome los trapitos ensangrentados y aquello fue un trágico susto que nunca entendieron. Así aprendimos a leer y a escribir, y otras cosas buenas sobre Simón Bolívar y la independencia, de Cristóbal Colón y de El Negro Primero. Pero mi mamá hacia arepas y empanadas para 12 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa vender, necesitaba que la ayudara y tuve que dejar la escuela que tanto me gustaba. Hubiera querido estudiar pa´ maestra y enseñar a los niños, pero con el tiempo me metí a puta y lo que enseñaba era el culo… - Vamos por parte negra, no te me adelantes… - ¿De verdad quieres saber Perucho, o solo quieres cogerme de a gratis? - No negra, no. Cuéntame desde el principio – le dijo Perucho con curiosidad mientras la abrazaba. Eloísa se quedó mirando el techo de palma y continuó… Bueno, cumplí quince años en tiempos de las fiestas de Chamariapa, las de nuestra Señora de la Candelaria. Pa´ las fiestas el gobierno había arreglao la 13 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa carretera. Me acuerdo del Ingeniero que mandaron a hacer el asfaltado, joven, bonito y educao. Yo tenía quince años y las tetas más grandes del pueblo. En la fiesta principal, el hombre bailó toda la noche conmigo. Después me llevó pá el campamento de los trabajadores, y allí mismo, en una carpa, me desvirgó. Al final de la reparación el hombre se marchó y yo me metí a puta, pues me enamoré de aquel fantasma y con la tristeza se me secó el corazón. A los tres meses me di cuenta que estaba preñada, pero ya ni podía saber de quién con tantos turistas que pagaban lo que fuera por acostarse conmigo, de aquella experiencia me quedaron quinientos bolos, una niña y el gusto por la noche que hace olvidar las penas y el dinero que para algo sirve. 14 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPÍTULO IV - Saliste preñá negra… - Sí, yo creo que fue del Ingeniero, mucha gente dice que una mujer puede saber de quien pare, en mi caso era difícil, pero todavía pienso que fue del Ingeniero. Además, se le parecía un poco y no sé si eran mis recuerdos entreveraos que me daban aquella sensación. - ¿Y pariste, negra? - Ahora fue ella la que se acercó a Perucho, le acarició el cabello rebelde mientras evocaba los recuerdos. A pesar de los años y sufrimientos esperando al 15 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa Ingeniero que nunca volvió, Eloísa conservaba retazos de la hermosura de la despampanante mujer que una vez fue. Los grandes senos se le habían espichado con el tiempo y colgaban de cualquier manera sobre su pecho. Sus piernas se mantenían gruesas y fuertes. Perucho pensaba que era un buen polvo y hasta a veces se ponía cariñosa. - Pero bueno, Pedro Euclides, no te voy a contar toda la historia aquí acostados, acompáñame a hacer arepas pa´ desayunar y te sigo contando. Se bañaron separadamente, la parte mercantil de la relación hacía rato había terminado. De tal modo que no había razón para bañarse juntos. La negra le 16 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa prestó un arrugado pantalón corto y ella se puso una bata limpia. Comenzó a preparar el modesto desayuno mientras continuaba su relato... Bueno, seis meses después de aquellas locuras, di a luz a mi negrita. Como te dije, se parecía un poco a él, o quizás eran vainas de la nostalgia. Le di teta por bastante tiempo como leí en una revista. Pero la cosa estaba dura, la venta de empanadas no daba para comer, mucho menos para los gastos de la niña y las medicinas de mi madre. Después del parto me volví a poner hermosa y con las tetas más grandes todavía. Los hombres del pueblo me ofrecían toda la plata que tuvieran por acostarse conmigo. Pero me había propuesto respeto por mi niña. Si tenía que seguir siendo puta para mantenerla y ayudar a mi mamá, tendría que ser en 17 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa otra parte y que mi hija nunca se enterara. Cuando la niña cumplió su primer año, me enteré que una amiga de mi madre, Marta Beltroes, había puesto un botiquín en El Tigre y que le iba muy bien. Los trabajadores de las petroleras ganaban bastante dinero y poco le importaba gastarlos en los burdeles. Marta necesitaba más mujeres para su negocio, con una carta de mi madre y tres mudas de ropa, me despedí de mi niña y me vine pa´ El Tigre que en ese tiempo era un alboroto de hombres, de parrandas y dinero. 18 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPÍTULO V El desayuno no fue impedimento para que la negra continuara su historia. Perucho la interrumpía, a intervalos, para exigir mayores detalles o para decirle que no se adelantara, que tenían todo el domingo para conversar. - Bueno Pedrito, Marta Beltroes había limpiado un claro de sabana en la afueras de El Tigre, para construir su botiquín… - ¿Y por qué en las afueras? - Claro Perucho, un botiquín con gente como nosotras, no se podía hacer en el centro de pueblo ni al lado de una escuela o de la iglesia. Aunque cuando el pueblo 19 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa creció con los años, el burdel y el cementerio quedaron en el centro del pueblo. Qué locura. Pero déjame seguirte contando- dijo Eloísa con cierto entusiasmo. Aquello era grandísimo. Un gran salón con mesas, sillas y una barra inmensa, una Rockola bullera y con muchos discos, licores de todas clases y cerveza fría. En la parte superior – porque era de dos plantas – estaban las habitaciones que eran fija para cada mujer. Una gran cama con cómodo colchón de resortes, un closet y un lavamanos. Había dos baños en el pasillo y un vigilante para controlar a los clientes tramposos o a los que se subían para escuchar y darse placer de gratis. Separado por una gran puerta, después del salón estaba otro más rustico, con cocina y lavandero, donde las mujeres 20 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa se turnaban a cocinar comida para todos y a lavar y secar sus coloridas ropas. Había también sillas y algunas mesas donde las putas nos sentábamos a matar el fastidio durante el largo día, a jugar bingo, domino, ajiley, el trompito y a recordar y celebrar las locuras de los borrachos de la noche anterior. El botiquín se llamaba “Bar la Vida”, pero nosotras teníamos nombres ficticios para no hacernos famosas con los nuestros y evitarles vergüenzas a nuestras familias. De allí surgían grandes amistades, pero también rencillas y rencores producto de la envidia de la fortuna de algunas como yo que cobrábamos lo que queríamos y los hombres hacían cola por nosotras. - Eloísa, pero tu mamá te dio una carta para la madama… 21 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa Claro, Perucho. Marta era una mujer exigente pero justa, me atendió muy bien después de conocer mi procedencia y leyó con interés la carta de mi madre. Me pidió detalles sobre la salud de su amiga y me recomendó enviar suficiente dinero a Cantaura para mi niña y mi madre. - No te preocupes – me dijo – con ese culote y esas lolas tendrás plata para empapelar al mundo. Y me dio consejos muy útiles. Me dijo que evitara los hombres poco aseados o muy borrachos. Que la mayoría de las mujeres cobraba 20 bolos por un servicio simple, pero yo por mi juventud y mi cuerpo podía cobrar 30. Me dijo que también ahorrara “pues ese culo no te va a durar toda la vida”. Si hubiera sido más cuidadosa, todavía tuviera plata, pero bueno eso es otra cosa. 22 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa ¿Tienes plata cervecitas? pa´ 23 comprar unas El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPÍTULO VI Perucho fue a la licorería por una caja de cervezas. Era muy popular en el pueblo por su alegría y sus salidas chistosas, en especial cuando se tomaba algunos tragos. Comenzó trabajando de peón en una finca, al poco tiempo se cansó de eso, “mucho trabajo y poco real”, solía recordar. Luego comenzó a trabajar como ayudante de todo en el periódico local y era el primer parroquiano que se enteraba de las noticias del único periódico de El Tigre. Empezó limpiando las pipas del Director, luego barrió los talleres por algún tiempo, hasta que uno de los técnicos lo inició 24 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa en el camino de las artes graficas. Terminó siendo un buen Tipógrafo. Jugaba al “Truco” y al Dominó, y en los momentos de euforia, con varios rones entre pecho y espalda, exclamaba jubiloso: “Que va caballo, yo soy el gran Perucho: Tipógrafo, Litógrafo y Técnico en GTO”. En el camino a la licorería se topó con muchos amigos y conocidos, que lo invitaban generosos a tomarse un trago para disfrutar de su alegre compañía, supo disculparse diciendo: “Ahorita no puedo, voy a hacerle una diligencia a la negra Eloísa“, y sus amigos sonreían comprensivos y con picardía. Al fin regresó donde la negra quien ya había puesto la sopa en el fogón. - Carajo Perucho, eres bueno pa´ mandar a buscá a la muerte, te duras bastante… 25 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa - Relaciones públicas, negra, relaciones públicas, tu sabes que yo soy el gran Perucho. - Déjate de alardes conmigo y tomemos unas cervezas a ver si me entusiasmo a seguirte contando – brindaron a la salud y la negra continuó… Así que Marta me prestó plata pa´ que comprara ropa atractiva y pinturas de labio, pantaletas finas y cosméticos, que eran como herramientas de trabajo. Fíjate, yo con apenas diecisiete años y buenota. Una negra buenamoza, con los ojos verdes y aquel cuerpazo, eso facilitaba grandemente el trabajo. De aquellos primeros días recuerdo algunos nombres: La Briggy, Rosenda, la puta Colmenares, Piel Canela, la 26 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa Media Jarra, Susana la que decían tenía un secreto y que yo descubrí… - ¿Cuál era el secreto, negra? - Gua Perucho, que Susana era como las tablas… - ¿Cómo es eso? - Bueno como las tablas, que se dejaba clavá por delante y por detrás, jajajaja, y a los hombres eso los volvía loco y pagaban lo que Susana quisiera. Tráeme otra cervecita mi negro, pa´ contate más. 27 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPÍTULO VII Por las noches aquello cobraba vida, se llenaba de luces, de hombres, de música y de alegría. Aquella noche mis compañeras me dieron a beber un trago de ron seco que según decían ayudaba a acabar todos los remordimientos y penurias de aquel oficio, en donde nos preparábamos y nos poníamos bonitas para satisfacer los deseos de aquellos hombres insaciables y forrados en dinero. Había mujeres de todas partes y de todas las edades, carajitas, maduras, 28 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa duritas, guayanesas, maracuchas, colombianas, pariaguaneras, caraqueñas. Yo era la única de Cantaura y la más joven Mi primer cliente en aquella noche me lo escogió Marta, era un joven a quien su padre había llevado a tener su primera mujer. Apenas tomó la mitad de su cerveza, me apretó la mano con premura y me dijo: “Salgamos de esto”. Subí abrazadita con el dándole ánimos y dándomelo a mí Cuando lo ayudé a desvestir noté que sus piernas temblaban. Le acaricié el rostro y le di un besito en la boca que pareció gustarle y su miembro empezó a despertar. Y lo hicimos con ternura y sin apuro. El miraba con asombro y satisfacción mis tetas enormes y vibrantes. Un gran grito de naufrago 29 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa desesperado se escuchó en el momento en que sentí su liquido caliente en mis adentros y entonces me di cuenta que se me había olvidado ponerle el condón. 30 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPÍTULO VIII - Eloísa, ni que fuera la primera vez. ¿Cómo se te pudo olvidá el condón? - Gua, estaba tan nerviosa y pendiente del muchacho, que se me pasó. El lloraba un llantito suave y sosegado y yo rezaba porque aquel carajito no me hubiera preñado en mi debut en aquel burdel. Unas gotitas de sangre en la sabana fueron testigos de su virginidad perdida. Lo ayudé a lavarse y a vestirse, y el sonrió agradecido. Entonces bajamos las escaleras como dos novios, tomados de la mano. Y el 31 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa padre me regaló cien bolos, que para mi eran una fortuna. Marta Beltroes se puso muy brava cuando le comenté lo del condón y me ordenó que aquella noche no me acostara con más nadie, que más bien ayudara a llevar los tragos a las mesas y que me dejara manosear un poco para entretener a los clientes. Y empecé a gustarle a los clientes, que me rogaban y me hacían cola, y yo los seleccionaba, de acuerdo a lo limpio de sus ropas o a lo mucho que ofrecían. Y en el pueblo se corrió la noticia que la negra Lorenza, que era mi nombre de batalla, era un espectáculo en la cama, que con el volcánico movimiento de mis caderas podía hacer feliz en la cama hasta el mismísimo Diablo, que tenia cangrejera, que era toda una maraca, y todas esas mentiras que decían los que 32 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa no me habían cogio, para darse importancia y aires de machos corridos. Iba tanta gente después que yo llegué, que Marta tuvo que hacer una especie de porche donde pudieran esperar para entrar al salón los que llegaban retrasaos. Y se establecieron puestos para ofrecer empanadas, arepas y perros calientes. Recuerdo a Petra, la empanadera, lo que es la vida… - ¿Por qué, Eloísa? - Perucho, porque con los ingresos de su humilde trabajo pudo mandar a un hijo suyo a la universidad y con el tiempo llegó a ser Ingeniero. Y Lorenza Cardelina, quien vendía arepas rellenas en la puerta y cuya hija fue Miss Venezuela y hasta le cambiaron el apellido, creo que le 33 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa pusieron Mariza Suin o una vaina así. - ¿Y tu hija, Eloísa? - Ahora eres tú el que se adelanta, quédate tranquilo y tomemos otra cerveza. 34 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPÍTULO IX La sopa estuvo lista y almorzaron en calma. Destaparon dos cervezas más y Eloísa continuó… Es increíble Perucho, el tipo de gente que visitaba aquel burdel: obreros, políticos, barrenderos, ricachones, vagos, artistas, ingenieros, doctores, un Cura, militares y hasta mujeres disfrazadas de hombres… - ¿Cómo es esa vaina, Eloísa? - Bueno, mujeres curiosas y ociosas que quieren saber cómo carajo es un botiquín por dentro. Otras lo hacían por ver si sus maridos lo visitaban y a veces se formaban unas broncas entre 35 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa marido, mujer y puta de turno, que Bartolo, el vigilante, no daba abasto y había que llamar a la policía, que por cierto nunca se presentaban, sino a cobrar su tajada quincenal. - ¿La policía botiquín? le cobraba al - Claro Perucho, no siempre los permisos ni los papeles estaban en regla y Marta los ayudaba a hacerse los locos. Yo era menor de edad y eso era ilegal, pero con la ayuda de Marta todos estábamos contentos. Pero déjame seguirte contando… Los clientes no todos son malos ni violentos. Todo depende, hay de todas clases. A veces va un Doctor cuya 36 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa mujer ya está vieja y el hombre quiere sentirse vivo, tiene con que pagar y nosotras lo complacemos. A veces un hombre bien parecío que le gusta hacerlo varias veces y su esposa no le aguanta la mecha y hasta le da permiso. Hay también gente jodía de la cabeza que va y nos paga por hacerles cosas raras, les gusta que los muerdan o que le metan una vela por allá, en el cuarto cada puta tenía su vela por si acaso. A veces un caballero entrado en años que le da pena hacer algunas cosas con su mujer pero las goza con nosotras, y que nunca comentamos. Son muchos los secretos que quedan en la cama de un burdel. La tristeza de los solitarios, la angustia de los perseguidos, el dolor de los decepcionados, frustraciones e intimidades, sufrimientos por las esposas que pegan cacho y que también son putas, aunque nos miren 37 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa de reojo; sueños y gustos ocultos. Y las cosas que dejan: planchas de los dientes, condones, fotografías, carnet, interiores inmundos, facturas, direcciones, tarjetas de presentación, lágrimas, sudores, vómitos y perfumes… - Ya te sigo contando Perucho, que las cervezas me dan ganas de mear. 38 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPITULO X Perucho reflexionaba mientras la negra estaba en el excusado. Nunca se había preguntado cómo era la vida de verdad de una puta. Algo muy dentro de él empezaba a cambiar y a ver las cosas de otra manera. ¿Cómo era que aquellas personas las llamaran “Mujeres de la vida alegre”? La historia de Eloísa de verdad que no lo era… - Eeeeepa. ¿En Peruchito? qué piensas - No, en nada, siéntate y sígueme contando. - Sí, pero destapa dos más que me voy a enratonar… 39 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa - Tan bien frías – dijo Perucho al poner las nuevas cervezas sobre la destartalada mesa – Y después de aquel carajito, ¿qué pasó? Bueno, afortunadamente no quedé preñá de él. Bajo la guía de Marta y las otras mujeres empecé a hacer bastante plata y las cosas marcharon muy bien. Todos los domingos me iba pa´ Cantaura a visitar a mi madre y a mi hija y a llevar la plata pa´ la semana. Mi mamá no necesitó más hacer empanadas y mi hija tenía todo lo que necesitaba. Lo malo Perucho, es que no es fácil tener sexo con un borracho que ni siquiera te gusta. Que te hagan cosas y te metan mano por donde menos te imaginas y a veces la ponen a una a hacerlo. Tener un hombre encima y no sentir nada bueno sino a veces un poco de asco, no sé si por el 40 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa hombre o por una misma ¿Pero qué otra cosa podía hacer, si no pude estudiar? No era como ahora que buscan a la gente pa´ que estudie primaria o se gradúe de Bachiller, y hasta le pagan por eso. En aquel tiempo había que trabajar duro y yo, a mi manera, lo hacía. También pasaban cosas locas en el “Bar la Vida”. Estaba el novio de la Briggy, que la llamaban así porque se parecía a una artista de cine de nombre Briggy Partó o algo así. Al novio le decían Happy Bola y era ganadero. Uno vez llegó el tipo de repente, por que el tipo la celaba, que bolas, un hombre celando puta… Pero bueno, la Briggy estaba bailando la “Pollera Colorá” apretujá con un cliente y el novio celoso soltó los toros del camión en la pista de baile y todo 41 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa mundo salió corriendo y hasta a la Briggy un toro le puyó el culo. Estaba también aquel pobre muchacho que llamaban Pantaleta, que arriesgaba su vida al brincar el alto paredón solo para oler las pantaletas de las putas que se amontonaban en el lavandero. Y estaba también la Licuadora, la novia de Guañin, quien se la pasaba bailando culiao con los clientes, pero en la cama era una estatua y los clientes peleaban con Marta y pedían que le devolvieran el dinero, pues esa mujer no tenia cuchara sino una panela de hielo. Pero en verdad es un mundo bien jodío, tienes que cuidarte, si te enferman te jodes. Tienes que pagarle a alguien pa que te cuide pues el pobre Bartolo no se podía multiplicar. Y si te enamorabas de ellos, eras tú la que tenías que pagar para pasarla bien y olvidarse un 42 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa poco de toda aquella vaina. En verdad nunca fue fácil. Además, no podías tener otras amigas, porque nadie quiere a una puta visitando su casa. Fíjate el pobre Juanote, que era el chofer de las mujeres. Toditas se lo cogían y le hicieron tantas ociosidades que el hombre se metió a marisco después de viejo, con hijos grandes y todo… - ¿Cómo? - Hay Perucho, busca dos cervezas más pa´ esta mesa ¡que me quiero emborrachar! 43 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPÍTULO XI - Salud, compañera – dijo Perucho medio nostálgico – la vida a veces es una mierda, por eso tenemos que vivir y echar rosca y rosca sin parar. - Jajajajaja, salud compañero, que pa´ lante es pa allá. - ¿Y de que más te acuerdas Eloísa? Bueno, no todo era música y baile. Estaba la carajita que limpiaba, apenas tenía quince años y estaba hermosota. Le pidió la cola a unos borrachos, se 44 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa la llevaron pal rio y la violaron entre tres, total que la muchacha ni siquiera pudo trabajar con nosotras que era su destino natural, pues le cogió miedo a los hombres. Doctores, Ingenieros, Políticos y Petroleros le ofrecían miles de bolívares a Marta pa´ que se las convenciera, pero nada, la pobre muchacha le cogió pánico a los hombres. Y aunque yo tenía quince años cuando me cogieron por primera vez, a mí nadie me obligó, más bien me gustó como me lo hizo el coño de madre del Ingeniero, que hasta me enamoré de él. Ah Perucho… - Que arrecho, arrecho. chama, que Mira, y lo de Piel Canela fue peor. Era bien bonita y cantaba lindo, especialmente una canción que se llamaba “Piel Canela”, que los borrachos siempre le pedían que 45 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa cantara. Se fue como a la una de la mañana con unos tipos que de Caracas y vaina, le pagaron unos reales a Marta pa llévasela antes de que cerrara el botiquín y devolverla en la mañana, y a la semana apareció muerta en la sabana. Bueno Perucho, los hombres tienen sus razones para ir a un burdel, saben que no tienen por qué fingir ni pretender nada frente a nosotras. No tienen que probar que son un gran polvo, no tienen que decir “te amo y te amaré por siempre” pa´ que le puedan dar cuchara. Es solo un trato y ya. Nosotras cobramos para darle placer y ellos pagan para recibirlo, no había rollo como en la calle. Todos estábamos claros y te digo que había más sinceridad, en la calle algunas veces una mujer te dice que te ama y a lo mejor se acuesta con otro y tú no lo 46 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa sabes ¿Entonces quien es más puta? Aquí no, ellos saben que no hay amor y que nosotras nos acostamos con el que nos paga, no hay engaño. Aunque a veces suceden cosas como lo de Rosenda Colmenares, a quien todos conocían como “la puta Colmenares”, quien era muy apreciada por todos en el botiquín y en el pueblo. Cosas jodidas de la vida, pues Rosenda era hija de la Medio Litro, una de las primeras putas que llegó al pueblo, y era muy famosa, pues casi medio pueblo había pasao por su catre, de tal modo que medio pueblo podía considerarse como el papá de Rosenda. Y un músico, poeta más bien, que se ganaba la vida tocando trompeta en la Retreta, se encaprichó con la Rosenda, y ya no quería salir del botiquín. Se “empepó” con ella como decíamos por allá. Bueno, y Rosenda lo complacía y vaina, y él la ayudaba con 47 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa sus realitos. Un día se apareció un antiguo marido de Rosenda, creo que el padre de uno de sus hijos, se rejuntaron y se fueron pa´ San Juan de Los Morros. Cuando el musiquito se enteró aquello daba tristeza, como lloraba aquel pobre hombre que había inspirado sus musas en Rosenda. A todos nos afectó la terrible tristeza de aquel hombre, se echó al abandono, hasta que Marta Beltroes no aguantó más y le recordó sin anestesia: - Musiquito, no olvides que Rosenda no es más que una puta. ¿Te vas a echar a morir por una puta? Al día siguiente lo encontramos, en el cuartico de la puta Colmenares… ahorcado. 48 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPITULO XII Perucho miraba el techo del excusado mientras orinaba, el hedor era terrible. - De verdad que no es justa esa vida que ha llevao la negra. Y mira que ha sufrido sin quejarse, sino le pregunto, no me dice nada. Que arrecho, chamo, que arrecho ¡Que vida tan hija e´ puta! - Palo pá esta mesa, carajo – gritaba Eloísa. - Aquí está, mi linda bella. Quedan seis. ¿Quieres que compre más antes que cierren? 49 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa - No chico, ahí tengo una botella de ron pa que brindemos y olvidar las penas. - Bueno, tomemos estas, todavía quedan seis. - Busca las velas en el rincón, que ya oscurece Perucho. Y entonces, Peruchito, compañero, me enamoré del hombre que me cuidaba. Parece que eso le pasa a todas las putas, enamorarse del cabrón que las cuida. Y mira que en ese tiempo yo hacía plata. Llevaba bastante pa´ Cantaura pa mi madre y mi hija, les compraba toda vaina y no les faltaba nada, y todavía me quedaba plata pa´ dale al cabrón y pagarle la tintorería, porque ni modo que una puta tan fina como yo le iba a está lavando a 50 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa hombre. No señor… No señor. Y le compraba ropa pavita, yo de pendeja… - Botaste la bola manteniendo hombre… negra, - Bueno, Perucho, vainas de la juventud, yo todavía no llegaba a 26 años. Y era lo normal entre las putas mantener al macho, y yo era una puta y vivía entre las putas, ¿Que esperabas tú, petróleo? - Bueno, no te arreches negra. Nooo, si la vaina no es contigo. Nunca nadie me había preguntado por mi vida, ni yo la había contao, y no es malo, no es malo. Es como si me sacara una vaina mala que he llevao por dentro en el alma todos estos años. 51 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa - Perucho, ¿No hay más caña en este botiquín? 52 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPITULO XIII - Eloísa, negra, ahora que lo dices, yo… yo también tengo una vaina mala en el alma, que nunca la he podido echar pá afuera. Pero déjame destapar esta botella de ron que parece que es fiá porque no quiere abrir… - Cuéntame, cuéntame… mi chiquitico, - Vamos a tomalo seco, que no queda casi hielo. Pues si Eloísa, yo también tengo mis penas, mis penas por dentro. Mi mamá se murió, carajo, se murió en mis brazos cuando yo era un carajito. Y esa 53 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa vaina no se olvida, negra, no se olvida ¿Quién va a cuidá a uno como su mamá? No había nadie quien nos cuidara negra, y mi papá nos llevó pa Guayana donde tenía una hermana que nosotros no conocíamos. Era mi tía, bien coño de madre por cierto. Nos trataba bien cuando estaba mi papá, pero cuando se iba a buscar trabajo nos llamaba de todo y no nos daba comia y decía que yo y mis hermanos éramos unos malamañosos, malamañoso su madre… - Si, Perucho, malamañoso coñisimo de su madre… el Tenía una siembra de auyama grandísima la vieja, y nosotros con aquella hambre. Y un día nos decidimos y sancochamos unas auyamas muerticos del hambre, y la tía 54 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa le dijo a mi papá que se llevara sus guarichos malamañosos que se estaban comiendo la auyama de los cochinos, y yo me puse a llorar. Coño chama, y nos regresamos pá El Tigre con las tablas en la cabeza. Después papá consiguió trabajo y echamos pa´ lante. Con el tiempo yo comencé a trabaja en una finca, pagaban poco pero era un trabajo decente, y bueno, trabajo es trabajo. Y me enamoré de la negrita Micaela, buenamoza como tú la negra, ah Eloísa… Al tiempito le planté un rancho y nos mudamos. Que cosa tan buena. En el trabajo vivía pensando en ella y al llegar a la casa eso era rosca y rosca sin parar. Y todo marchaba bien y la negrita se ponía más hermosa cada día. Una vez me puse bravo con el patrón y regresé temprano al rancho y la Micaela se había marchao con un 55 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa Caporal de la Compañía. Y aquello me dejó amurrungaito coño. Yo tampoco le había contao esto a nadie, y es como lo que tú sientes, una vaina mala, muy mala que uno lleva por dentro. 56 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPÍTULO XIV - Tomemos otro roncito, negrita bella. - Gracias Perucho, brindemos por la puta vida, no por la vida de las putas. - Salusssss Bueno, total que terminé manteniendo al hombre, que por cierto se llamaba Prudencio, pero prudencia era la que yo debía tener con mis reales que me lo administraba el tipo. Como si fuera él, el que se sudara el culo pa´ ganaselo, ah Perucho… 57 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa - Que arrecho chama, que arrecho. Tabas botando la bola Bueno, pero la plata pa´ mi hija y mi mamá nunca faltaba y tenían todo lo que necesitaban. Pero el tipo me dominaba y me administraba mis reales. Y yo llegaba cansadita del trabajo, porque nos mudamos del botiquín con aquel poco de real que yo ganaba, y el tipo no me consideraba y era plomo conmigo… - ¿Rosca y rosca sin parar? - ¿Qué tal? Yo manteniendo vago, Perucho. Que bolas… Y fue pasando el tiempo y las cosas cambiaban, y todo aquello fue creciendo y cambiando, el botiquín quedó en medio del pueblo, junto con el cementerio. Y las autoridades amenazaban con cerrarlo o mudarlo pa´ la sabana. Y yo asustá de quedar sin 58 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa trabajo porque ya mi hija iba a empezar en el liceo. Y como si fuera poco, llegaron a El Tigre las Discotecas, unas vainas oscurísimas, y las carajitas que se ofrecían de gratis, y le echaban bola a ring pelao en esa oscurana. Ya casi nadie iba al burdel, bien sea por las carajitas o por temor que los vieran entrar al botiquín que ahora estaba en el centro del pueblo. Se acababa el “Bar de la Vida” y con el la vida de las putas que no sabíamos hacer más nada, porque no pudimos estudiar, porque no había Misiones ni un coño chico. Como yo no ganaba ya casi plata, Prudencio me dejó y se llevó mis reales… - Que arrecho, chama, arrecho, botaste la bola. 59 que El Burdel de la vida – Saúl Figueroa CAPÍTULO XV Bueno Perucho, las mujeres se empezaron a regresar a sus pueblos de origen. ¿Pero qué carajo iba yo a buscar a Cantaura, Perucho? Y con las manos vacías. Menos mal que Marta era una mujer justa y buena, y vaina, y guapeó y nos ayudó a las poquitas que nos quedamos con ella. Además, estábamos medio bejucas, con esos estranochos y aquella vida que llevábamos tampoco era para mantenernos lindas. Las cosas seguían duras y pasó lo peor, Marta se enfermó y murió 60 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa a los pocos días. Que desgracia, Perucho, que desgracia, carajo… - Cálmate negrita, no llores más, tomate este último palito de ron que es lo que queda, que todavía sirve para dar ánimo. - Bueno, mi chiquitico, se murió Marta y las poquitas que quedamos, teñimos de negro nuestras ropas de puta para velarla de luto en el propio botiquín como a ella le hubiera gustado, y acudir nosotras solitas al cementerio, pues a la gente decente no le gusta mezclarse con las putas. Perucho, Peruchito, gracias por haberme ayudado a sacarme del alma, toda esta porquería que no me dejaba vivir en paz. 61 El Burdel de la vida – Saúl Figueroa Se desnudaron en la tenue claridad de la vela. Aquella noche no tuvieron sexo, sino que hicieron el amor con mucha ternura y de gratis. Habían salido del burdel de la vida. 62