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Cuadernos de
las Olimpíadas
NÚMERO 1 - 15 de AGOSTO de 2016
Pensar el deporte, pensar la sociedad
Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales | Conselho Latino-americano de Ciências Sociais | Latin American Council of Social Sciences
Inauguraciones y despedidas
Por supuesto: eso no significa que las inauguraciones sean
lo más importante. Se trata de eventos deportivos, al fin y al cabo,
de competencias donde todo puede ocurrir, donde el goce pasará
por la incerteza de quién se coronará al final de todo el ciclo. Esa
incerteza es mayor en los Olímpicos, porque las disciplinas se multiplican por decenas: aunque, al final de todo el ciclo, el resultado
será previsiblemente el mismo, la avalancha de medallas doradas
para los Estados Unidos, el segundo lugar chino y un pelotón apretado detrás de ellos. En estos casos uno extraña los buenos viejos
tiempos de la Guerra Fría, que le agregaban pimienta geopolítica e
ideológica al deporte.
En cambio, las Copas del Mundo son aburridas competencias donde los países latinoamericanos amenazan con brillantes
* Doctor en Sociología por la University of Brighton, Inglaterra. Profesor Titular de Cultura Popular de la Facultad de Ciencias Sociales de la
Universidad de Buenos Aires, en la que dirigió su Doctorado entre 2004 y 2010, e Investigador Principal del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas).
www.clacso.org
NÚMERO 1 | AGOSTO de 2016
D
e entre todas las cosas fascinantes que tienen los grandes
megaeventos deportivos, las que nunca me pierdo son las inauguraciones. Por supuesto, hablo de los Juegos Olímpicos
y de las Copas del Mundo: los eventos continentales (Panamericanos, Copas América, Eurocopas, Copas de África) suelen no darles
tanta importancia a las ceremonias de apertura. Las inauguraciones de los megaeventos son siempre puestas en escena de lo que una
sociedad imagina sobre sí misma, y muy especialmente de cómo
una sociedad desea ser vista por el resto de las sociedades; pero en
los casos de los torneos continentales, la expectativa sobre el evento
es menor, porque también se sabe que la audiencia es menor, que
los efectos de esa auto-representación serán de poca importancia
en términos de audiencias globales. O siquiera continentales: nadie
vio la inauguración de los Juegos Panamericanos de Guadalajara.
1
Pablo Alabarces*
desempeños que se frustran en cuartos de final o semifinales, para
que finalmente gane Alemania.
(De acuerdo: eso no ocurre siempre. Pero en definitiva el
fútbol siempre se las arregla para hacer de cada Copa un evento
inolvidable… para los cuatro equipos que juegan semifinales).
Suena a espectador desapasionado decir que lo que más me
interesa de estos megaeventos sean las inauguraciones, justamente
allí donde nada incierto ocurre. Suena, incluso, a versión de sociólogo. Perdonen entonces: como espectador, lo más interesante
sigue estando en los estadios, las piscinas, los courts, las pistas.
En estas épocas, por ejemplo, desde un mes antes de los Juegos,
comienzo a leer con más atención por dónde ha quedado el récord
de los 100 metros, para saber qué velocidad debo esperar el día
de la final: soy, y con esto confieso la edad, de una época en la que
no se habían superado los 10 segundos. Desde la medalla dorada
del básquet argentino en 2004, creo sinceramente que los Estados
Unidos no son más invencibles –y quisiera que pierdan todos los
partidos. Quiero ver a Nadal y Federer jugando por el oro, aunque
no me niego a que lo pelee Del Potro. Quiero ver al vóley brasileño,
ese deporte hermoso que cuando juega Brasil se vuelve fascinante.
Ya no me interesa el fútbol olímpico, porque después del equipo
argentino de Bielsa en 2004 todo me parece mediocre. Tengo un
extraño deleite cuando veo nado: me encanta ver el momento en
que los y las nadadores giran al final de la piscina –he visto peores
perversiones. Odio la equitación, el tiro en todas sus formas. Me
intriga la garrocha; prefiero el salto triple; me aburre el maratón.
Y, claro, envidio a los periodistas deportivos que cubren los
Juegos en el lugar –me dan lástima los que se quedan en los estudios y relatan todo por televisión.
Y las Copas del Mundo: tengo varios problemas con ellas. El
primero es culpa de la sociología: mi tesis de doctorado fue justamente sobre fútbol y nacionalismo. Entonces, cuando llega la Copa
comienza la demanda periodística: “Doctor, ¿qué nos puede decir
sobre el tobillo de Tévez?”. “¿Es cierto que los jugadores africanos
corren más porque tienen mucha hambre?”. El segundo problema
es culpa de las publicidades: un mes antes comienza la temporada
narcisista argentina, y todas las publicidades se dedican a explicar por qué los hinchas argentinos son los más apasionados del
mundo, por qué los defensores argentinos son los más pacíficos del
mundo, por qué los delanteros argentinos son los más habilidosos
del mundo, y por qué el mundo conspira permanentemente para
que los equipos argentinos no sean los mejores del mundo. En fin,
una temporada espantosa.
Y en tercer lugar, como dije: porque siempre gana Alemania. Y es de suponer que en 2018 ocurrirá lo mismo.
Entonces, veo las inauguraciones.
Cuadernos del Mundial - Brasil 2014 | CLACSO
Como dije: cuando un país o ciudad inaugura un megaevento, quiere hacer una gigantesca puesta en escena de lo que ese país
o ciudad, lo que esa comunidad imagina sobre sí misma, y de lo que
quiere indicarle a la audiencia como auto-imagen. Y la audiencia,
claro, son miles de millones de personas: es decir, todo el resto del
mundo. Todavía no tengo demasiado pensado qué distancia hay
entre la ciudad y el país: en las Copas del Mundo, la representación
es obviamente nacional, pero en los Juegos, en los que el organizador es una ciudad, la cuestión puede complicarse: ¿puede presentar
una ciudad una auto-imagen que sea contradictoria o disruptiva
con la imagen nacional? En la mayoría de los casos que conozco y
recuerdo, la ciudad en cuestión es la capital o la ciudad más importante (Beijing, Londres, Sidney, Atenas, Moscú); en otros, contados,
la ciudad es representativa de, al menos, un estereotipo nacional
que la ciudad no contradice –o, por el contrario, convalida: es el
caso de Atlanta, que puso en escena todos los lugares comunes del
norteamericanismo. Debería volver a ver la inauguración de Barcelona en 1992, no la recuerdo, en esa época no me detenía a pensar
estas cosas; aunque eran tiempos de españolismo y los independentismos catalanes o regionales estaban bien guardados.
Esta idea de la auto-representación no es mía, no soy original: ya ha sido trabajada, especialmente por el español Miquel de
Moragas Spa, que creó el Centro de Estudios Olímpicos en Barcelona justamente a partir de 1992, consciente de que los megaeventos son antes que nada fenómenos de comunicación. Pero además,
ya estaba en las primeras ideas de los que comenzaron a analizar
los fenómenos deportivos desde la antropología: en 1982, cuando
el brasileño Roberto Da Matta organiza el primer gran libro de la
antropología del deporte latinoamericano, O Universo do futebol.
En esos trabajos, la categoría de ritual es decisiva: los deportes son
enormes rituales –y entonces, los megaeventos son enormes rituales de masas para audiencias masivas– donde las sociedades se auto-representan. Para sí y para los otros. En ese viejo libro, treinta
años atrás, Arno Vogel analizaba las Copas del Mundo de 1950 y de
1970 para pensar, a través de los rituales del funeral y del carnaval
–respectivamente, claro–, qué pensaba el Brasil de sí mismo.
Leí a Vogel allá por 1994. Desde entonces, comencé a mirar
con más atención las inauguraciones.
Hace cinco años, cuando escribí una primera versión de
este texto, mucho antes de que Río 2016 se transformara en realidad, imaginaba que, en ese mismo momento, en alguna oscura
oficina de Brasilia o Rio, algún grupo de publicistas estaba comenzando a tomar notas y discutir ideas sobre las inauguraciones
de la Copa y los Juegos. Todo esto que he narrado no era novedad para ellos y ellas: más aún, tenían en sus computadoras las
inauguraciones de todos los megaeventos desde Italia para aquí
–y no antes, porque sólo desde Italia 1990 y los Tres Tenores y la
parafernalia del espectáculo italiano que las inauguraciones son
espectáculos televisivos globales. Y entonces, los vieron y tomaron notas y copiaron ideas y supieron que su trabajo sería visto,
simplemente, por algunos miles de millones de personas en todo
el mundo, simultáneamente. Sabían que no podían ser demasiado
carnavalescos, pero no podían evitar la tentación de la escola y el
samba; sabían que no podían ser demasiado tropicalistas, pero los
seducía una garota, sólo una, al menos.
Brasil 2014 narró finalmente a Sao Paulo, en Sao Paulo; Rio
2016 narró a Brasil, en Río. La Copa del Mundo privilegió su pertenencia a un género musical (el pop global) y un género del espectáculo (el megaevento); los Olímpicos privilegiaron su inscripción
en un ritual que pusiera en escena la clave de todos los Olímpicos:
“esta sociedad –brasileña– es así y les da la bienvenida”. Con desgarramientos y fisuras, con contradicciones y dolores, que son la
mejor muestra de la potencia simbólica de una sociedad.
Por eso, ahora debe comenzar la hora de los análisis –para eso
están también estos Cuadernos Olímpicos– y la de las despedidas.
Es decir, Fora Temer.
Río, violencia
for export *
Nicolás Cabrera**
J
unio del 2016. Con granadas caseras y fusiles automáticos,
unas veinte personas irrumpen en la madrugada dominical del
Hospital Municipal Souza Aguiar, en el centro de la ciudad de
Río de Janeiro. Sus movimientos son sorpresivos, efectivos y letales. Disparan por los pasillos, matan a un guardia, hieren a un enfermero y rescatan a Nicolás Labre Pereira de Jesús. “Fat Family”,
como todos lo conocen, los esperaba acostado en una camilla. La
respuesta es inmediata. Un megaoperativo invade cincuenta favelas. Deja ocho muertos en menos de tres días. “Todos criminales”,
dicen las fuentes policiales ante los vecinos. El principal escenario
de la cacería es la zona norte y oeste de la ciudad.
***
Miles de cariocas rodean a la llama olímpica que, de mano en mano,
llega desde Grecia. No le sacan fotos ni la aplauden. Piden vivir en
la “Río de Babel” que el diario O Globo retrató en su editorial de
los días previos a la inauguración de los Juegos. En una ciudad que
cambia a pasos virulentos y donde hasta los propios cariocas se
sienten extraños, la vida cotidiana transcurre entre un agrio asombro de lo que es y una resignada “saudade” de lo que fue. Porque
Río de Janeiro se vuelve cada día más excluyente, violenta y elitista.
La cifra de familias erradicadas violentamente de sus hogares entre 2009 y 2015 llega a 22.509. Eso dice el informe del
Comité Popular Rio Copa e Olimpíadas 2015. Se trata de 77.206
personas de las llamadas “comunidades”, de las favelas. Se lee, se
* Este artículo fue publicado originalmente en revista Anfibia,
Buenos Aires, agosto 2016: http://www.revistaanfibia.com/ensayo/
violencia-for-export/
** Sociólogo, graduado en la Universidad Nacional de Villa María,
y cursa el Doctorado en Antropología en la Universidad Nacional
de Córdoba con una Beca doctoral del CONICET. Se encuentra realizando una estadía en el Departamento de Antropología de la Universidade Federal Fluminense.
La “Favela do Sambódromo” ha desaparecido. Las sesenta
familias que la habitaban desde hacía 15 años el predio fueron trasladadas a Campo Grande, a 60 kilómetros. El sambódromo debía
alargarse para facilitar el camino a la gloria de los maratonistas del
mundo. “Cuando llega el Estado y te dice que tenés que salir, es un
golpe. Un golpe muy grande”, dice Maycom Brum, uno de los tantos vecinos de la favela.
Para una persona que vive en un barrio que no estorba el
nuevo diseño urbano o para cualquiera que resistió estoicamente
a una erradicación, el panorama es casi igual de sombrío. Solo
basta querer comprar una casa, pagar un alquiler, tomarse el colectivo o ir al supermercado. Río de Janeiro es hoy la ciudad con
el costo de vida más alto de Brasil. En los últimos cinco años,
el precio del metro cuadrado que menos subió tuvo un aumento
del 29,4%. Peor suerte corrieron los alquileres. Hoy, los inmuebles
cariocas son los más caros de toda América Latina. El transporte,
con obras inconclusas por toda la ciudad, ya aumentó dos veces
en lo que va del 2016.
Vinicius, un taxista, enumera sus gastos diarios mientras
maneja. “En Río faltan muchas cosas, pero hay una que siempre
está sobrando: el mes”.
La situación económica y política de los gobiernos involucrados tampoco invita al optimismo. El Estado de Río de Janeiro
está literalmente fundido y el gobierno federal está usurpado por
una alianza golpista que parece ir improvisando un proyecto de
país sobre una premisa básica: restaurar a partir de la revancha.
***
Pero lo más disruptivo al mito narrativo de la “cidade maravilhosa”
del spot y al proyecto modernizador es la frecuencia con la que
se asesina en Río de Janeiro. Entre 1980 y 2010 cerca de 250 mil
personas fueron muertas violentamente solo en este Estado. Ni el
más ingenuo de los optimistas pensaría que en estos últimos seis
años la cifra disminuyó sustancialmente. Como dice el sociólogo
Michel Misse, se trata de “cifras de guerra”, aunque en Río de Janeiro no haya ninguna. En su intento por competir en el mercado
global de los megaeventos, el Estado de Río quiso tomar cartas en
este asunto y llevó adelante un proceso de higienización social que
avanzó a “dos manos”: la “mano invisible” del mercado y la “dura”
del sistema penal. Y si de represión letal se habla, un actor resulta
ineludible: la policía.
Hay dos verdades irrefutables en Río de Janeiro. Una es su
suntuosa naturaleza que dibuja paisajes sencillamente irrepetibles.
La otra, menos feliz: la policía está muy lejos de funcionar dentro
de lo deseable. El gran problema de las fuerzas de seguridad cariocas –en la que se depositaron las esperanzas de la “pacificación”– es
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El spot de 2009 integra el agresivo intento de “modernizar”
la ciudad a partir de una vertiginosa metamorfosis útil para seducir a un capital global que encontró en los megaeventos cariocas
–Juegos Panamericanos 2007, Río + 20 2009, Jornada mundial de
la juventud 2013, Copa del mundo FIFA 2014 y Juegos Olímpicos y
Paraolímpicos 2016 – una fuente de negocios excluyentes. La crónica policial desnuda la realidad violenta y desigual. En el lejano
2009 se podía imaginar que esa violencia era controlable o, al menos, factible de ser escondida. Sobre esa intención, Río de Janeiro
fue creando y recreando un cuento que le permitió llegar a la cima
del competitivo mercado global de las nuevas ciudades-mercancías con los Juegos Olímpicos.
escucha y se sabe: el derecho a la ciudad es selectivo. El avance de
la frontera inmobiliaria, la especulación financiera, la industria
turística, los negociados estatales/privados por la obra pública y
el rediseño del transporte, todas maquinarias que motorizan los
megaeventos, exigen un reacomodamiento de las personas.
NÚMERO 1 | AGOSTO de 2016
Octubre de 2009. Un viejo pescador de manos curtidas y
piel bronce arregla la red con la que se gana la vida. Deja traslucir
una sonrisa y comienza a cantar “cidade maravilhosa…”. Una joven
vestida de blanco inmaculado baila y ríe en Copacabana mientras
continua la estrofa “cheia de encantos mil…”. Un hombre blanco
percute una cajita de fósforos y completa la canción “Cidade maravilhosa, coração do meu …”. Lo mira un barrendero negro que
desiste de limpiar la calle ya pulcra para enredarse y desenredarse
con un soberbio paso de samba. Alegría carnavalesca, democracia
racial y convivencia pacífica son parte del canto de sirena con el que
spot oficial del “Comité Institucional de los Juegos Olímpicos Río
2016” intentaba cautivar a los inversores globales para sucumbir
ante el irresistible encanto de Río de Janeiro.
de los espacios públicos; también están los estudiantes de secundario que llevan a cabo una histórica lucha con más de 70 escuelas
tomadas en reclamo de una reforma educativa y presupuestaria.
Sin contar a una formidable cantidad de artistas que pululan en
recovecos perdidos de la ciudad haciendo escuchar su voz. La ocupación del que fue el Ministerio de Cultura de Río de Janeiro, que
duró más de 60 días, fue un símbolo de la más rica convergencia
entre arte, cultura y política. Allí se hermanaron desde Caetano Veloso, Seu Jorge o Chico Buarque hasta jóvenes artistas que tenían
–y tienen– mucho para decir y mostrar.
***
que además de ser corrupta, mata. Y mucho. La punta de lanza fue
un proyecto relativamente novedoso: las UPPs (Unidades de Policía
Pacificadora), creadas en 2008 por un programa de la Secretaria
Estadual de Seguridad. Su aparente objetivo era retomar el control de los territorios definidos como “peligrosos” y restaurar un
régimen de ocupación permanente por una Policía Militar de rostro servicial y amigable. Una “pacificación” violenta seguida de una
“paz” armada. Los “blancos” de las UPPs, que ya se contabilizan en
20 favelas, fueron estratégicamente seleccionadas para formar un
cinturón de seguridad que permita blindar la ejecución de los grandes proyectos urbanísticos para los megaeventos. Como “beneficio
adicional”, el sistema ofrecía garantías de seguridad para los bienes
y las personas que circulan por las zonas a revalorizar.
***
Durante los primeros años, las UPP lograron bajar algunos índices
de violencia. Pero el índice de gatillo fácil se mantuvo alto. Informes como el de Amnistía Internacional, de la ONG Human Rights
Watch (HRW) o de universidades públicas de Río de Janeiro lo confirman. En la última década, 8.000 personas murieron en manos de
la policía: después de descender entre 2007 y 2013, las cifras vienen
aumentando desde 2014.
Cuadernos de las Olimpíadas | CLACSO
Las voces que defienden estas políticas de seguridad argumentan que la Policía está ejerciendo su legítimo derecho de defensa,
pero las estadísticas de 2015 dicen que por cada policía muerto en
servicio en Río, el cuerpo policial mató a 24 personas. Si el derecho
a la ciudad es selectivo, también lo es el de vivir. No todos tienen las
mismas posibilidades de encontrarse con una bala policial. En 2015,
tres cuartas partes de las víctimas eran hombres negros, en su enorme mayoría vecinos de las favelas. Hombres, negros y pobres.
“Debo matar, debo matar… y destruir, y destruir…Destrucción!”, corean media centena de policías militares del BOPE (Batallón
de Operaciones Policiales Especiales) mientras desfilan por las calles
del barrio Santa Teresa. Con camiones blindados y una calavera como
estandarte, sombras armadas se esparcen por todo un vecindario que
sigilosamente espía para confirmar sus peores temores. La violencia
ni empieza ni termina en los cuarteles policiales. El poder judicial recuerda a la distópica burocracia de Terry Gilliam, que deja a las claras
que el título de la película “Brazil” no es mera coincidencia. La impunidad policial va de la mano de la judicial. En el 94% de los casos de
gatillo fácil, el policía acusado fue absuelto. Y también es apoyado por
un sector de la sociedad. En las calles, los bares, las plazas, las playas,
la radio o la televisión brasilera, muchos cariocas se hacen eco de la
frase que dice “el mejor criminal es el criminal muerto”.
Es en esa misma sociedad donde también brotan innumerables gestos de resistencia. Si algo sobra en Río de Janeiro es el
movimiento. Hay organizaciones de familiares como las “Mães de
Manguinhos”, que denuncian a voz ronca los asesinatos policiales
en la comunidades; movimientos sociales como “Povo Sem Medo”,
“Se a cidade fosse nossa?”, “MTST” o el “Comité Popular Río Copa
e Olimpiadas” que discuten creativamente que tienen y que desean
Río está lejos de haber logrado su imagen publicitaria de ciudad
moderna, segura y pacificada. Si bien ese intento “modernizador”
tuvo una arremetida contundente en muchos aspectos, sus logros
oscilan entre la decepción y el fracaso para los diagnósticos de sus
propios gurúes. Es un proceso que quedó, como tantas cosas en
esta ciudad, a mitad de camino. Pero su estado trunco no parece
haber herido gravemente la imagen de joya codiciada por el capitalismo global contemporáneo. Los inversores extranjeros continúan
buscando lograr ganancias en eventos; el migrante interno sigue
llegando del norte y nordeste; extranjeros –refugiados africanos, europeos new age o académicos críticos latinoamericanos– arriban
día tras día para improvisar proyectos de vida en una ciudad que
los obnubila. El turismo mundial mantiene a Río como la ciudad
más visitada de América Latina.
Si el proyecto “modernizador”, anhelado tanto por el capital
global como por las elites brasileras, fue incompleto, ¿por qué Río
de Janeiro parece ser hoy más que nunca la meca latinoamericana
para el capital global? ¿Dónde está el encanto de la “cidade maravilhosa” versión 2.1? Una posible respuesta sería pensar que Río ha
sabido actualizar exitosamente su tradicional “mito de maravillosa”
en sintonía con la metamorfosis que viene sufriendo. Ha mantenido magnéticas imágenes de la histórica alegría carnavalesca, la
majestuosidad de su naturaleza o el irreprimible hedonismo de sus
cuerpos. Pero lo más interesante parece ser lo que ha incorporado.
En su versión siglo XXI incluyó aquello que no puede disimular: la
violencia, la desigualdad, el narcotráfico, la ineficacia, la corrupción. Ese “excedente” socialmente “indeseable” es parte ya de lo narrativamente exportable en tanto experiencias exóticas, auténticas
y autóctonas.
En un capitalismo que desplazó el motor de su sinergia de
los bienes y servicios a las experiencias, Río sigue siendo inimitable. Promete vivencias inagotables, intensas y extravagantes. Río
espectacularizó lo escurridizo, lo irreprimible, lo indomesticable.
Estetizó y estilizó sus desventuras. Los “detrás de bastidores” pasaron a ser la escenografía principal, montando una sociedad del
espectáculo en la que millones vienen a buscar lo que saben que van
a encontrar.
El ejemplo cruza el cine con el turismo. Dos de las películas
más taquilleras en lo que va de siglo XXI en Brasil y con mejor recepción en el extranjero son “Ciudad de dios” (2002) y “Tropa de Elite
2: el enemigo ahora es otro” (2010). Ambas comparten una estética
realista cuya principal virtud es montar un creíble y verídico “reflejo” de ese “otro” Río. Un espectáculo narrativo de lo aparentemente
abyecto. La lógica no es patrimonio exclusivo de la “ficción”. Desde
hace algunos años, y como consecuencia directa de la “pacificación”
de las UPP, en varias favelas de la zona sur nació un nuevo emprendimiento turístico: “las favelas experiences” o “favela tour”. Tal como
su nombre lo indica se trata de recorridos guiados por algunas de
las comunidades “exitosamente pacificadas”. Su síntesis es la foto
de David Beckham comprando una “modesta” casa en la favela de
Vidigal. Fue en esta dinámica de lo impredecible que Río de Janeiro mostró su famosa creatividad, flexibilidad e improvisación, “acho
um jeitinho” y actualizó su aura de “cidade maravilhosa”.
Las obras se apresuran. El ejército se despliega. Las alarmas
antiterroristas se encienden. Los deportistas precalientan. Los revendedores hacen números. La llama está por arder y la apoteosis
de Río se ve en el horizonte. Probablemente los Juegos Olímpicos
sean un “éxito” para sus organizadores y sus voceros vernáculos y
foráneos. Más de un carioca pensará lo mismo. Pero también habrá
movilizaciones, protestas y conflicto, eso imposible de disimular,
aun con un gobierno golpista que no titubea en desenvainar la espada. En esas contradicciones, Río de Janeiro se trasviste, se narra,
se fantasea, como cada año, cada mes, cada día, como un carnaval
sin tiempo, que en su misma belleza inconmensurable contiene su
fatídica maldición.
Sin el oro y sin la plata:
Copa y Juegos en clave política
David Quitián*
¿A dónde quiero llegar con esto? A que el frenesí de la cotidianidad puede inducirnos una sensación de grandes cambios, de
transformaciones, que realmente no lo son: Brasil es como su carnaval, una nación cíclica que se dispara en efervescencias episódicas y vuelve a la calma relativa del día a día. Eso no significa que
no haya riqueza en sus manifestaciones culturales (quizá las más
potente de la región) y que en política tenga hoy por hoy el proceso
más candente de América Latina.
* Sociólogo y Magister en Antropología, Universidad Nacional de
Colombia. Profesor de Sociología, Universidad Nacional Abierta y a
Distancia- UNAD. Candidato a doctor en antropología por la Universidad Federal Fluminense (bolsista de CAPES- Brasil).
Sin embargo, pese a esa advertencia, no se puede negar que en los
últimos años hubo acontecimientos que podrían escapar al mordaz
juicio de “lo mismo de siempre”: Lula da Silva, un tornero, llegó al
poder, modificó el libreto de sus antecesores produciendo indicadores sociales fantásticos, inscribiendo su gobierno en la tendencia
hacia la izquierda de América Latina en la que desempeñó un papel
de liderazgo ampliado a esferas extracontinentales: los acuerdos de
cooperación con Timor Oriental y las naciones africanas de habla
portuguesa –amén del inédito acento sudamericano- evidenciaron
una agenda que rompió la monotonía binacional con Argentina y
resquebrajó el esquema pro estadounidense y europeo de relaciones internacionales.
El Gobierno de Lula supo mixturar la fortaleza macroeconómica con la mejora del bienestar social, acrecentó su popularidad –como si su carisma no bastara- y vivió la feliz refrendación con la elección de su heredera política: Dilma Rousseff. En esos tiempos de bonanza política y fortaleza del Real,
se propuso realizar dos eventos que, dadas sus características,
solo podían ser codiciados por países con la condición de solvencia que tenía Brasil.
El PT y los megaeventos
Brasil concursó y ganó los dos mayores eventos de la contemporaneidad. La elección fue una especie de premio a su desarrollo en
los términos del Banco Mundial, sin con ello desconocer los logros
sociales del binomio Lula y Dilma. Esa fue la cereza sobre el pastel,
que coronaba la afortunada fusión de lo macro con lo microeconómico. Propuesta que hacía tambalear la creencia de que abrir
5
Sin embargo, ese vértigo de hechos y su –digámoslo así“fuerza dramática” no necesariamente implica cambios sucesivos:
esa impresión es la misma que ya viví en mi país, Colombia, que
todos los días generaba titulares en la prensa internacional, pero
en el que “no pasaba nada” y recién ahora- luego de 50 años- por
fin verá algo verdaderamente importante: se firmará la paz con la
guerrilla de las FARC suscitando modificaciones estructurales en
nuestra sociedad.
El efecto Lula
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H
ace cuatro años vivo en Brasil, en Niterói, ciudad conurbada con Rio de Janeiro. En ese periodo el país tuvo elecciones presidenciales, un mundial de fútbol, un proceso de
destitución de la presidenta y los Juegos Olímpicos en curso. Claro,
pasaron muchas cosas más, muchísimas, porque –esa es la primera
conclusión- en Brasil la intensidad de la vida es directamente proporcional a su tamaño geográfico y demográfico. Como extranjero
residente pude experimentar aquello de “o maior do mundo”.
universidades públicas y vigorizar el sistema de subsidios y becas,
por poner apenas un ejemplo, no era compatible con la inflación y
el desempleo de un digito ni con el crecimiento económico.
Sin embargo, la apuesta debe leerse en clave de política
internacional: no sólo fue la candidatura ganada por Brasil, fue
también la presentación exitosa de un gobierno de izquierda (sin
los señalamientos hechos a la Unión Soviética y China en los
Olímpicos de 1980 y 2008). Fue el triunfo en “grandes ligas” de
un gobierno latinoamericano que se atrevía no apenas a realizar
uno sino los dos eventos, en un lapso de dos años y con agregados notorios: en el 2014 se ampliaron de 10 a 12 las ciudades
sede de la Copa.
La elección de Brasil para ser sede del Mundial 2014 y de
Rio de Janeiro de los Olímpicos de 2016 tenía también un mensaje
interno: la izquierda en general y el Partido de los Trabajadores en
particular (PT) demostraban que su estrategia no sólo era asunto biopolítico: se anotaban también un triunfo anhelado por la
derecha, ser reconocidos por todos los organismos multilaterales
–especialmente los económicos- como actores destacados y en algunos casos como pares en la élite del gobierno mundial.
Pero ningún romance dura para siempre: de ser portada
de la Revista Time y ser nombrado uno de los políticos más influyentes del planeta, hoy Lula es investigado por la justicia y su
copartidaria, la presidente Dilma, apartada del cargo con pocas
posibilidades de volver. ¿Qué ocurrió para esa debacle? Varias
cosas, y entre ellas los dos megaeventos deportivos jugaron un
papel destacado.
Los coletazos del Mundial
El primer campanazo de alerta ocurrió en los días previos a la Copa
del Mundo: ¿recuerdan los millones de protestantes manifestándose? Es interesante apreciar las diferencias entre esas multitudinarias marchas y las recientes que buscaban la salida de Dilma o su
permanencia: las primeras, en el marco de la Copa de las Confederaciones, no reconocían ningún liderazgo, tenían un amplísimo
pliego reivindicatorio (inclusión para minorías, más y mejor salud
y educación, etc.) y contaban con la presencia afrobrasilera; mientras que las protestas del último tiempo, especialmente las pro-salida de Dilma, tuvieron un marcado acento de coalición partidista de
derecha y no tenían negros.
Otro elemento no menor es el pretexto de esas manifestaciones: el fútbol que, a la inversa de ser el “opio del pueblo”
–la vieja acusación que se le endilga por parte de cierta aristocracia intelectual–, fue un operador del descontento. Los excesos de
la FIFA desataron la indignación popular, especialmente por la
arrogancia de Jerome Valcke (entonces secretario ejecutivo, hoy
salpicado por escándalos de corrupción) que llegó al cinismo de
confesar que “menos democracia favorece la Copa”.
Cuadernos de las Olimpíadas | CLACSO
Una conclusión que merece mayores desarrollos es que el
éxito relativo de los gobiernos de Lula y Dilma produjeron la posibilidad de esas manifestaciones: basta ver cómo el grueso de quienes protestaban eran de clase media (la misma que engrosó Lula
sacando gente de la pobreza), con presencia masiva de población
afro (grupo particularmente beneficiado por las políticas del gobierno del PT) y activismo movilizador del estamento académico
que, según sus propios testimonios, nunca antes tuvieron un momento tan feliz en materia de financiación e infraestructura como
en los tiempos de Lula.
Exacerbada expresión popular que puso de acuerdo a la
élite política que, pese a sus diferencias, legisló en tiempo récord
ajustes a la tarifa de transporte (el detonante) y destinación exclusiva de beneficios petroleros a la salud y educación. En síntesis: en las protestas de 2013 hubo dos conquistas nacionales y
una internacional nada despreciable, consistente en que la FIFA
tendrá que pensarlo dos veces antes de seleccionar una sede distinta a la veintena de naciones que no sufren las contingencias
económicas ni políticas (o son potencias y/o son regímenes totalitarios) que dificultan, como decía Valcke, el leonino modelo de
negocio de los jerarcas de Zúrich.
No es de extrañar que haya sido Brasil, el “país del fútbol”, caldo de cultivo para esa posible mudanza. De ser así, Brasil 1 FIFA 0. Marcador distinto al 7 a 1 que remite al escenario
actual de golpe a la democracia ¿Cuál es la relación? Para nadie
es un secreto que la Copa fue politizada al punto que varias sedes
(como Sao Paulo, bastión del partido líder del impeachment, el
PSDB1) retrasaron las obras para enturbiar esa imagen positiva
ganada en la elección.
Pero la estruendosa caída ante Alemania, leída por varios
colegas como vergüenza, distinta de la tragedia del Macaranazo,
no pudo ser capitalizada por petistas (del PT) ni por oposicionistas: la Copa salió tan bien en lo organizativo y económico que dejó
sin argumentos a la oposición y el oprobioso desempeño deportivo eliminó cualquier propaganda oficial.
Con ese antecedente llegan los Juegos Olímpicos que replicaron las protestas del Mundial, aunque en menor escala y
con un espectro más focal, circunscrito a Rio de Janeiro. Protestas que comprobaron sus demandas con la declaración oficial de quiebra del estado carioca expresado en atrasos en los
salarios de empleados públicos y de las mesadas a los pensionados y en el cierre de hospitales, escuelas y universidades. Todo
–o casi todo– por culpa de los Juegos, que son calificados por
sectores sociales como Juegos de la exclusión (incluidas las 100
familias desplazadas por la construcción de arenas y equipamientos olímpicos). De ahí las tentativas de apagar la antorcha
antes de su llegada al Maracaná. Juegos que no se necesitaban para incrementar el orgullo de los cariocas por su ciudad: Rio tiene elementos de sobra
para alentar la vanidad de sus habitantes. Olímpicos que prometen unos legados para la ciudad y el país que todavía no se
disfrutan y que sólo en el mediano y largo plazo podrán valorarse en ponderación al gasto público y el sacrificio de seis años de
incomodidades y traumatismo en la vida de los moradores de la
ciudad maravillosa.
Juegos que, para concluir con la argumentación de cuño
político, se volvieron contra sus proponentes –el gobierno petista– en parte por los vaivenes de la economía internacional (especialmente el desplome del precio del petróleo), por yerros en su
administración, por la corrupción en sí misma y por el descrédito
público de la gestión –magnificada como “crisis” por el aparato
mediático hegemónico afín a la coalición pro-golpe– que minó
la gobernabilidad. También, digámoslo claro, por los faraónicos
gastos desde tiempos de la Copa. Todo ello conjugó un ambiente
propicio para el zarpazo de la oposición, que ahora aprovecha las
bambalinas de Rio para completar su obra en Brasilia.
1 Partido da Social Democracia Brasileira. Partido del anterior presidente Fernando Henrique Cardoso y de Aécio Neves (candidato derrotado por Dilma en los últimos comícios).
Narrativas digitales en Río 2016
La tecnologización del contexto deportivo
Miguel Ángel Lara Hidalgo*
N
unca antes en su historia el ser humano había tenido en
sus manos la posibilidad de informar un fenómeno desde
múltiples puntos de vista y desde diversas plataformas. La
comunicación sobre ciertos fenómenos políticos, sociales, económicos o deportivos son contados en “tiempo real”, a través de ciento cuarenta caracteres, un video de 20 segundos a través de Snapchat, Vine, Vimeo u otras plataformas rápidas de video que además
pueden ser subidas a Youtube, Twitter, Facebook. Estas a su vez
alimentan ideas, conceptos, críticas no pensadas, constructivas o
llenas de esperanza donde la comunicación se democratiza, ya que
millones de personas pueden opinar, graficar, desarrollar memes, o
llenar de datos la red en una macro-guerra de opiniones que inundan los contextos. Los Juegos Olímpicos de la XXXI Olimpiada no
son la excepción de este vendaval tecnológico aplastante en el contexto del megaevento deportivo.
* Profesor de comunicación en la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México, y candidato a Maestro por la misma universidad.
Los megaeventos deportivos permiten distinguir una tecnología social previa a su comprensión total. La alfabetización mediática, primero, y la alfabetización digital, después, a través del deporte y sus contextos. La primera comprende la codificación y comprensión de los medios desde un punto de vista vertical; la segunda,
en cambio, permite entender desde el deporte ángulos distintos
ya que los lenguajes técnicos y tecnológicos se tienen que usar al
mismo tiempo, son arborescentes y hay un diálogo más horizontal,
porque sociedad y medios pueden entender, al mismo tiempo y de
una y mil formas, los entornos del deporte.
Entender el deporte, sus reglas, su accionar, su tecnología,
su técnica es un tipo de alfabetización que hoy corre a la par con
las narrativas digitales; ambas convergen hacía un desarrollo que,
ahora sí, convierte al usuario, el mismo que desarrolla narrativas
digitales, en un actor-red. El énfasis está en la relación que tiene el
deporte entre el conocimiento social y las formas técnicas de construcción de la convivencia en sociedad, que tiene que ver con los
procesos de conocimiento en red. Otra podría ser la aplicación de
principios científicos al diseño y construcción de formas de asociación y comunidad en grupos organizados. Lo cual implica la
creación de formas de asociación, de seguimiento, de contacto, interacción, vínculo, conexión, comunicación y toma de decisiones,
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Hablamos no sólo de redes sociales y sus usos cotidianos,
limitados o no, sino de la penetración que han tenido en los Juegos Olímpicos. Desde Londres se incrementó el número de usuarios
que tuitearon alrededor de los Juegos Olímpicos. Lo importante
aquí no es todo lo que tuitearon, facebokearon, o youtubearon, sino
el impacto que tuvieron los mensajes de los millones de usuarios de
éstas y otras redes sociales. Más allá del dato cualitativo, lo importante es lo que esos impactos generaron en las diversas industrias
culturales, deportivas, cinematográficas y otras. Lo que pasó fue
una modificación en la manera de contar historias deportivas, no
sólo en los medios especializados en deporte, sino en muchos usuarios que a través del deporte construyen un entretejido digital para
contar lo más importante de los juegos: historias. Pasó en el Mundial 2014, en la Euro 2016 y pasa hoy día en Río de Janeiro (Rojas
Torrijos, 25: 2015).Así, las revistas interactivas, que no digitales, generan un nuevo comportamiento y un nuevo impacto, tanto en el
periodista deportivo como en el usuario, que ve reflejado en un medio de comunicación sus propias iniciativas digitales. Muy pocos
medios como NBC Sports, BBC Sports, Marca Digital, NY Times,
entre otros, entendieron al usuario de redes sociales e imitaron su
modelo. La información ya no fue digital y la transmisión del conocimiento fue del usuario al medio, que se dio cuenta de que tenía
que interactuar, no transmitir. Las revistas digitales tienen una base
tecnológica donde Google Maps, Google Alert, Twitter ADS y otras
herramientas cognitivas son utilizadas para generar información
que permita, al periodista y al usuario, generar información para
sus seguidores o sus lectores. Los Megaeventos deportivos permiten cambiar la cultura del consumo de medios. Esta arborescencia
informativa permite tener al mismo tiempo texto, video, podcast,
fotografía y redes sociales transversales que nutren las mismas notas, como tuits de los usuarios que entran en la información generada por el medio, para tener no solamente un apuntalamiento de
credibilidad sino una interacción directa con el usurario, lo que le
da un sentido de familiaridad e interacción digital; a los usos y costumbres del usuario de hoy día, le da credibilidad.
NÚMERO 1 | AGOSTO de 2016
En el contexto de los Juegos Olímpicos, existen el sistema de
información y el sistema de comunicación, que generan este tipo de
multi-comunicación transversal donde confluyen millones de puntos
de información que, más allá de si son creíbles o no, son difíciles
de discriminar. La información tiene un sentido egoísta cuando a
partir de 140 caracteres perdemos la perspectiva y con un comentario, limitado a esa “comunicación”, decimos cosas no pensadas. Sin
embargo, adquiere un sentido arborescente, cuando en un tuit existe
un dato o datos que nos permiten acceder a la información de forma
altruista, contextual y profunda, porque no sólo se combina en esa
narrativa digital el texto, sino también la imagen, el dato, la gráfica
o la fotografía. En este sentido, se hace necesario pensar y aplicar
ciertos sistemas de conocimiento mediante ciertos sistemas de operación, que permitan entender la multi-generación de información
de los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro 2016. El planteamiento
presentado aquí es un sistema socio-cibernético de información que
pretende estar organizado con base a las tecnologías de investigación
en sociedad, cultura y comunicación y aquellas que promueven la
vida dialógica y dialéctica de la sociedad (Galindo, 2011: 30).
para decidir desde un medio o desde una red social, a partir de un
usuario común y corriente, los contenidos deportivos, económicos,
políticos y sociales de un megaevento deportivo del tamaño de los
Juegos Olímpicos de Río de Janeiro (Rojas Torrijos, 34: 123).
Los componentes de la narrativa digital de Río de Janeiro,
como la de cualquier evento deportivo, tienen cinco componentes
principales de acuerdo a los análisis de Google, Twitter y Facebook:
los datos, la información, el conocimiento, la idea y la sabiduría
que se tiene, no sólo del deporte, sino de todo lo que le rodea.
El primer componente es básico porque sustenta la información
numéricamente y le da contundencia. La información es la base
tecno-social que sostiene cognitivamente el fenómeno, deporte o
contexto estudiado dentro del megaevento. La información es múltiple; la diferencia entre el medio y el usuario que la sube es que si
el medio es profesional, ético y disciplinado, se tendrá un proceso
de edición, corrección de estilo y configuración de esa misma información de forma y fondo. El usuario que sube información, si
bien en términos tecno-sociales sabe construir cada paso –como
subir, texto, video, fotografía, podcast, etc. –, no tiene un rigor informativo para discriminar la información. Sin embargo utiliza todos los elementos de la narrativa digital de manera cotidiana. El
conocimiento puede ser técnico, tecnológico, científico o incluso
de sentido común; la manera en como lo presentamos es lo que da
la idea del acontecimiento. La idea es la forma en cómo ofertamos
y ofrecemos la información. Ahí entran otros elementos cognitivos
de calidad como el diseño, la escritura del texto y la claridad de los
mismos que le dan forma a la idea. La sabiduría, como quinto elemento, es la forma virtuosa como se unen los elementos que confluyen en una información. La sabiduría integra elementos de contenido junto con estrategias digitales propias de la red; pero también
intervienen desarrollos tecnológicos como dispositivos móviles, desarrollo de aplicaciones que se combinan con un conocimiento profundo del lenguaje que desarrolla dichos sistemas digitales. En la
sabiduría, el factor humano interviene de manera eficaz, con diversas inteligencias que confluyen para realizar un contenido digital
en el megaevento, como ingenieros en sistemas, desarrolladores de
aplicaciones con conocimiento profundo del deporte, periodistas,
sociólogos, redactores, tipógrafos, diseñadores, etc.
Las narrativas digitales en el deporte obligan cada día a plantearse un reto de contenidos, pues no sólo debe confluir contenido
televisivo (como el caso de Claro Sports), sino contenido de redes
sociales, bi-alimentado por los medios y por los usuarios, desde todas las plataformas antes mencionadas. Estamos ante el proyecto de
construcción de una perspectiva de conocimiento tecno-social, basado en las narrativas digitales que parte esencialmente del deporte.
Esto supone aplicarlo a una variedad heterogénea de textos, discursos, puntos de vista, plataformas digitales, que además se viralizan.
En una definición cerrada de comunicación esto no cabría bajo ninguna circunstancia. Los medios de comunicación masiva han dejado de ser el único objeto legítimo y legal de estudio. El deporte ha
hecho que esto sea superado por las nuevas narrativas digitales. La
interacción digital es lo que ahora legitima el discurso y le da forma.
Hoy estas narrativas deportivas son el nuevo espacio conceptual que
ya incluye nuevos objetos que también se pueden estudiar, incluso,
dentro del campo de la comunicación. La difusión de los contenidos
digitales desde todas las plataformas y ángulos posibles a través del
deporte y en el contexto de un megaevento deportivo, abona a un
nuevo modelo de acción que actúa, impacta y mide al mismo tiempo.
Un modelo sistémico de comunicología posible a través del deporte.
Bibliografía
Galindo, J. 2011 Ingeniería en Comunicación Social y Deporte (México: INDECUS).
Rojas Torrijos J. 2016 Periodismo de Calidad, España. Disponible
en: http://www.cuadernosdeperiodistas.com/la-creciente-banalizacion-los-contenidos-deportivos/ 11-agosto 2016.
Rojas Torrijos, J. 2015 Periodismo deportivo de Calidad, España.
Disponible en: http://www.correspondenciasyanalisis.com/
es/pdf/v4/pe/3_periodismo_deportivo.pdf 9-agosto-2016.
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