Los Modelos de Información y de Comunicación

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Los Modelos de Información y de Comunicación
El Modelo de Interlocución: un Nuevo Paradigma de Comunicación
Por J. Manuel Calvelo Ríos
Director de la Especialización en Comunicación para el Desarrollo
Universidad Nacional de Tucumán, Argentina
Este documento forma parte de la propuesta metodológica que se ha venido implementando en los
Proyectos de Comunicación para el Desarrollo de la FAO. Su autor, J. Manuel Calvelo Ríos, ha
sido distinguido por la FAO con el Premio SEN (1985) por su aporte a la Comunicación para el
Desarrollo Rural.
El modelo de información
En la década del 40 se elaboró y dio a conocer, en diversos ámbitos, un modelo teórico que fue
denominado inicialmente Teoría de la Información. Fue, como tantos otros, un subproducto del
esfuerzo bélico realizado por los aliados para derrotar al eje nazi-fascista. Y fue, como casi
siempre, el trabajo de un equipo, esta vez de tipo multidisciplinario. Se trataba de mejorar los
sistemas e instrumentos para enviar órdenes a los aviones que bombardeaban al enemigo: avisos
sobre defensa antiaérea, escuadrillas de cazas enemigos, blancos alternativos en caso de
cobertura nubosa, etc. El grupo de trabajo analizó los equipos de radio, voluminosos, pesados, a
válvulas, de baja potencia, para mejorarlos; del mismo modo, y ya que el ruido que se introducía en
los mensajes, derivado de tormentas eléctricas, era aleatorio, se analizó el nivel de redundancia
del mensaje para que fuera recibido en su totalidad; se analizaron las frecuencias y anchos de
banda más convenientes y se llegó a las conclusiones que permitieron formular el modelo antes
citado.
Las órdenes eran elaboradas por el alto mando y formuladas por escrito. Se introducía en el
mensaje un primer elemento de codificación: el criptográfico. Su objetivo era impedir que el
enemigo comprendiera los mensajes aunque pudiera recibirlos. La segunda codificación era de tipo
técnico: el sistema de transmisión radiofónica. El piloto del avión tenía su sistema de
decodificación, o libro de claves, y un receptor-transmisor de radio para la decodificación de tipo
técnico. Este equipo cumplía, además, otra función: la de realimentación. La única forma de saber
si el piloto había recibido el mensaje correctamente era hacérselo repetir. Si lo repetía significaba
que lo había recibido, interpretado y, por lo tanto, obedecido.
El modelo básico era el de Emisor - Medio - Receptor, con el añadido de la retroalimentación. El
modelo más detallado incluía el o los codificadores, el canal, el mensaje y los decodificadores. Este
modelo, conocido como modelo de Información, de Shannon y Weaver, fue aplicado a muchos
otros campos, en particular a la naciente cibernética, o sistema de manejo de máquinas, donde
Wiener le dio un uso eficiente.
Pero veamos con detalle algunos elementos: el modelo nace en una estructura militar, que es una
de las estructuras más verticales que ha producido la sociedad; se origina en la necesidad de dar
órdenes, que se da por supuesto serán acatadas sin cuestionamiento alguno; envía mensajes del
que tiene poder al que obedece, del que manda al que acata, del superior al inferior, del dominante
al dominado, del que sabe al ignorante, de la cúspide a la base de la pirámide. Son mensajes para
una "caja negra": si la respuesta es positiva recibirá algún tipo de gratificación; si es negativa, una
sanción.
Y este modelo es tomado, en la década del 50, por los científicos sociales y transformado en
modelo teórico de comunicación. Y es tomado por los medios masivos, la radio ya difundida y la
naciente televisión, la prensa ya existente y otros medios incipientes, y adoptado como el sustento
teórico de sus propias actividades. Se transforma en modelo de manipulación. Pero la
comunicación es algo más que, y diferente de, enviar mensajes de un emisor a un supuesto
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receptor y establecer un sistema de realimentación que sólo permitirá saber si los recibió, pero no
necesariamente si los comprendió, si los comparte, si los rechaza, parcial o totalmente, si necesita
modificarlos o si requiere otros diferentes.
Puede definirse la comunicación como el proceso de producción, conservación y reproducción de
mensajes, pero ésta será una definición meramente operacional. Puede definirse la comunicación
como el proceso de intercambio de signos destinados a la convivencia entre seres humanos, pero
esta definición es válida sobre todo en el caso de la comunicación interpersonal.
Puede definirse la comunicación como la trama supraestructural de signos que, intercambiados,
permiten a las personas convivir en sociedad, pero esta definición no nos dice mucho sobre los
procesos mismos de producción y reproducción de los signos.
Puede definirse la comunicación como el proceso que, a través de la creación e intercambio de
signos, reproduce o modifica los valores de una sociedad, pero esta definición no abarca todos los
elementos del proceso comunicativo.
También, a veces, cuando hablamos de comunicación nos estamos refiriendo solamente a los
instrumentos; o a las investigaciones sobre dicho proceso; o, y esto es lo más frecuente y, a
nuestro entender, más peligroso, nos referimos a los medios masivos.
Algunos semiólogos hacen de toda actividad y producto del hombre un sistema de comunicación,
pero esta generalización, quizá válida, no nos deja lugar para acotar el área de aquellos que tratan,
específicamente, de hacer lo que denominan comunicación.
Cuando llamamos medios de comunicación a los medios masivos actuales, estamos ignorando que
han existido medios de relativa masividad desde hace siglos, desde el odeón griego a la catedral
cristiana, y que, cuando hablamos de masividad, nos referimos a un caso particular: la masividad
simultánea y a través de sistemas tecnológicos, generalmente electrónicos, dejando de lado la
masividad que puede alcanzarse por reiteración de convocatorias grupales.
Y se produjo, con el crecimiento de los medios y la transformación, de forma ingenua o
clandestina, del modelo de información, para máquinas, en modelo de comunicación, para
personas, la transposición de este modelo y de sus consecuencias a muchas otras actividades
comunicativas que realizan los seres humanos, en particular al área de la comunicación para el
desarrollo.
Tenemos así una nomenclatura militar. El receptor es denominado "público objetivo" o "blanco" y,
claro está, cuando se tiene un objetivo o un blanco se le disparan los cañonazos de carácter
comunicativo más poderosos de que se dispone. Se tira a matar. Es parte del fundamento
ideológico del modelo, cuando se lo lleva al campo social desde el área bélica. Y, claro está,
cuando se llevan los conceptos de su aplicación de la cibernética al campo humano, nos vemos
tratando a las personas como máquinas.
Y otra particularidad del modelo, derivada de su origen, es que el emisor cosifica al receptor, lo
transforma en objeto contra el cual dispara sus mensajes, o al que utiliza para alcanzar las metas
numéricas que, con desdichada frecuencia, su actividad u organización le imponen.
El uso del modelo, las dificultades y la generación del modelo
alternativo
Cuando iniciamos nuestro trabajo de comunicación para el desarrollo no disponíamos más que del
modelo citado: E-M-R. Y, por lo tanto, lo aplicamos sin pensar mucho ni en su origen ni en las
consecuencias de su utilización. Y comenzaron a surgir los problemas.
En los procesos de formación de comunicadores, nos descubrimos enseñándoles lo que a
nosotros nos preocupaba e interesaba, pero no lo que ellos necesitaban aprender para realizar
bien su tarea. Preparamos un curso de contabilidad para productores rurales asociados en
cooperativas y, al aplicarlo, descubrimos que asistían a las primeras cinco clases, de números y
operaciones básicas, pero que abandonaban al llegar al tema libros, porque la contabilidad de la
cooperativa la llevaba un contador y a ellos no les interesaba aprender el tema.
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Aplicamos un curso de crianza de gallinas y otro de artesanías a un grupo aguaruna, y los vimos
asistir muy interesados al primero, porque desconocían el tema y les era necesario, y abandonar el
segundo, porque ya sabían cómo hacer sus artesanías. Hicimos un curso sobre cítricos, con el
mejor especialista disponible en la Universidad, y vimos como lo abandonaban los participantes
porque no entendían el lenguaje académico que aquel utilizaba.
Para formar capacitadores audiovisuales, que debían manejar un módulo de reproducción
conformado por un monitor, un magnetoscopio y un inversor con batería de automóvil, hicimos un
paquete pedagógico sobre elementos básicos de electricidad, y nunca pudimos aplicarlo por
completo porque el nivel con que tratamos el tema era excesivamente elevado para sus niveles de
escolaridad.
Hicimos un curso de ganado vacuno, siguiendo el orden que nos dieron los veterinarios: desde
genética y empadre, hasta parto y destete, siguiendo con sanidad y alimentación. Y nos hallamos
con que los criadores de ganado de leche querían comenzar por el ordeño, para de ahí pasar a la
alimentación y de ahí a la selección genética. Convocamos a grupos de productores rurales al
dictado de un curso en el cual estaban muy interesados, y el día de inicio no había ninguno porque
era la fecha de las festividades de la comunidad, o tiempo de cosecha. Produjimos cursos con
propuestas tecnológicas que nunca fueron implementadas, y los cursos nunca más fueron
solicitados, porque el costo de la tecnología no era compensado por el incremento de
productividad, dados los precios existentes y que no fijaba el productor.
Producíamos mensajes de enseñanza, repitiendo las pautas con las que habíamos aprendido, sin
tratar de conocer los procesos de aprendizaje del destinatario de nuestros mensajes. Y así
fracasamos reiteradas veces, al no respetar los modelos de procesamiento de la información que
utilizaban los destinatarios de nuestro trabajo.
Comenzamos produciendo los mensajes con tratamiento de filminas (diapositivas con pista de
audio sincronizada) y con película cinematográfica de 16mm. y super 8mm. Hasta que vimos que
los costos de multiplicar los mensajes en emulsiones fotoquímicas, la lentitud en el procesamiento
y la necesidad de oscurecimiento casi total para observarlos, eran limitantes de estos tipos de
tratamiento que el video superaba con creces.
Y llegamos en forma paulatina, dialogando con los propios productores, comunicadores, y
capacitadores, así como con las instituciones que nos financiaban, a algunas conclusiones. Los
contenidos de los mensajes debían ser la respuesta a necesidades reales de los futuros receptores
de los mismos; los códigos utilizados para construirlos debían ser inteligibles para los destinatarios
y la introducción de nuevos códigos debía estar precedida por su aclaración; el nivel a que se
trataban dichos contenidos debía, inicialmente, ser el de los receptores, para irlo incrementando
paso a paso; el orden en que se estructuraban los mensajes necesariamente tenía que
corresponderse con la estructura de relato habitual y conocida por el mismo; el momento de
intercambio con los usuarios tenía que ser definido por ellos, en función de sus disponibilidades de
tiempo y sin que perturbara sus procesos productivos o pautas sociales; y los instrumentos para
producir los mensajes, no podían, ni debían ser definidos a priori por el emisor, sino establecidos
en función de los parámetros del receptor y de una óptima relación entre la inversión y los
resultados. Los mensajes tenían que ser consultados, o acordados, con todos aquellos (a través de
representantes, o muestras) que intervenían en el diálogo de comunicación para el desarrollo, si
queríamos que este diálogo fuera eficiente. Y los mensajes producidos, y sus parámetros, acordes
con las necesidades reales del destinatario.
Nos resultó fundamental acercarnos a los modos en que el destinatario de nuestro esfuerzo
procesaba la información y a conocer sus niveles de conciencia, con el fin de partir de ellos en un
proceso destinado a desarrollarla. Pero entonces el receptor, que el modelo indica como pasivo, se
activaba. Dejaba de ser el blanco de nuestros mensajes y pasaba a colaborar en ellos, a participar
en las numerosas opciones que un proceso de comunicación abre a los que lo mantienen. Ya no
era el objeto, u objetivo, contra el cual se disparaba el mensaje: devenía sujeto del proceso
comunicativo.
Finalmente formulamos un modelo teórico de lo que entendemos es real comunicación, más que
simple información o directa manipulación. Nos dijimos que existe real comunicación si, y sólo si,
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los mensajes que se intercambian son el producto de un trabajo conjunto. Tal como la etimología
del término lo indica: "communicare", que significa hacer juntos. El modelo es el de: Interlocutor Medio - Interlocutor
Es claro que se trata de un modelo teórico, aunque deducido de una intensa y prolongada tarea
práctica de comunicación para el desarrollo. Tarea desarrollada, sobre todo, en América Latina,
pero también en Asia y en África, por grupos de comunicadores de formación previa muy
diversificada. El denominador común que los condujo a realizar esta actividad, a muchos
cuestionamientos y a la formulación de nuevos modelos, fue su compromiso con los sectores
sociales marginados. Ateos y creyentes, ingenieros y geólogos, sociólogos y antropólogos,
agrónomos y arqueólogos, politizados e indiferentes, mujeres y hombres, todos jóvenes de mente,
contribuyeron a elaborar este modelo. Como tal modelo teórico, es necesario ajustarlo a las
condiciones reales en que debe operar, para acercarse a ellas en forma progresiva y gradual y
establecer las potencialidades y límites del modelo, modificarlo si es necesario y formalizarlo, lo
cual es ya imprescindible. Y en eso estamos. Y no calentando una silla y buscando una bibliografía
aún inexistente, por mucho que apreciemos y hemos utilizado todos los aportes de carácter teórico
y las investigaciones que nos permitieron llegar hasta aquí, sino porque los procesos de
comunicación son procesos sociales y la mejor investigación en esta área es la operativa. Es la
investigación en la que participan todos los sujetos de dichos procesos, cada uno en su propio
nivel de acción, usando los códigos que le pertenecen y que es tarea del comunicador poner de
acuerdo o traducir.
Comparación de algunos parámetros de los modelos E-M-R e I-M-I
Y vamos a exponer algunas de las diferencias más sustantivas que se deducen, o se imponen, del
uso de los dos modelos, E-M-R, en adelante Emisor, e I - M - I., en adelante Interlocutor. Esta
comparación, claro está, admite todas las excepciones que sirven para confirmar la regla.
El Emisor impone sus contenidos que sólo modifica ante una posible, o real, competencia. Pero
esta competencia no es tal, sino una copia ligeramente modificada, dada la aversión al riesgo que
caracteriza al emisor. En el campo de los medios masivos la búsqueda de la máxima audiencia
conduce a la búsqueda del mínimo común denominador de intereses. Y como el común
denominador es mínimo, se trazan pautas de contenido de niveles decrecientes, en vez de buscar
un proceso de crecimiento. Se finaliza hablando para todos sin decirle nada a nadie. Al mismo
tiempo los medios masivos de los países periféricos, con el fin de reducir sus costos, dependen
cada vez más de programas provenientes de las metrópolis, situación que se reitera en el interior
de cada país periférico. En sistemas denominados nacionales, el nombre se debe a que se abarca
todo el país, pero siempre desde un punto hegemónico, y no estableciendo el carácter nacional a
partir de la diversidad de manifestaciones posibles de todo el país.
El Emisor impone sus códigos, verbales, icónicos, de tratamiento, a todos los receptores y, de
nuevo, el común denominador llega a colindar con el analfabetismo. En muchos casos, en
particular en los programas de noticias televisivos, observamos programas para ciegos con
imágenes de fondo, más que el uso de los códigos audiovisuales que el instrumento facilita.
El nivel de los mensajes del Emisor está fijado por él en forma autoreferencial y hace pensar en
países poblados por oligofrénicos o con serios problemas de retardo mental. De nuevo, las pocas
excepciones no hacen más que confirmar la regla.
El momento, o el horario, son decididos siempre por el Emisor. En general los programas que se
denominan culturales tienen horarios bien definidos: de dos a cinco de la mañana. Pero los de
violencia están disponibles en cualquier otro de los horarios posibles. Y, además, una mal
entendida competencia lleva a que los horarios se superpongan: el horario de las teleseries, el de
los informativos, el del deporte, el de las películas, son los mismos en casi todas las emisoras, con
lo cual las opciones, y la posibilidad de comparar, del espectador, se ven reducidas a la mínima
expresión.
En el modelo de Emisor, los intereses del emisor priman en los mensajes y se respetan muy poco
los del receptor que, en general, se encuentra manipulado verticalmente por el emisor, tal como el
modelo teórico emisor-receptor permite predecir. En general los mensajes ignoran las necesidades
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globales, la cultura y los valores del receptor y sólo admiten de éste aquellos que coinciden con los
del emisor.
Los personajes, los protagonistas, tanto de la radionovela como de la telenovela, son un grupo muy
particular de personas, en general pertenecientes a estratos sociales determinados. Otros estratos
sociales sólo aparecen fugaz y esporádicamente, sobre todo en la noticia de tipo sensacionalista,
en las catástrofes, huelgas y otros aconteceres similares.
La noticia recorta, del acontecer cotidiano, un segmento muy particular de la información de que se
dispone. Para que un hecho sea considerado como noticia debe tener elementos notables de
espectacularidad. La normalidad, la solidaridad, la convivialidad, no son noticia por decisión
exclusiva de los que la manejan. La noticia, como producto de consumo en que ha sido
transformado el acontecer, pasa por modas, tiene clímax y es abandonada por otra más novedosa,
pero difícilmente es contextualizada, no se la explica en función de los antecedentes que la
fundamentan y no se la relaciona con otros hechos que permiten entenderla.
La realimentación, cuando existe, sólo tiene una función: corroborar al emisor la llegada del
mensaje para reforzar su carácter manipulatorio. Sirve también para conocer hasta qué nivel se ha
llegado en el proceso de manipulación con el fin de ajustarlo, avanzando en aquellas áreas en que
ha sido más exitoso. Las encuestas siempre preguntan cuál de los mensajes que existen se
prefiere, nunca preguntan qué otros mensajes quisiera el receptor.
En los procesos de comunicación para el desarrollo que utilizan el modelo Emisor, el receptor es
solamente un objeto pasivo que permite cumplir o satisfacer metas numéricas, del emisor
naturalmente. Multitud de proyectos de desarrollo, son un ejemplo claro de este proceso de
cosificación del supuesto participante. La constatación de que una gran parte de los supuestos
beneficiarios de estos proyectos son, en realidad, "perjudicatarios", ha provocado alarma y
desatado la búsqueda de nuevas propuestas. Pero siempre, salvo algunas y escasas intuiciones,
usando el modelo de Emisor, aunque ya ha demostrado su total inutilidad para los procesos de
desarrollo, sobre todo si se pretende que sea endógeno y autogestionado, con participación de
sujetos sociales conscientes y libres.
Numerosos trabajos, sobre todo en el área de la capacitación productiva y de gestión rurales, han
tropezado con las limitaciones del modelo y muchos operadores e investigadores han comenzado
a dudar de las propuestas clásicas de autores no menos clásicos. Se cuestiona el modelo vertical,
de arriba hacia abajo, y se inicia la constatación de que las propuestas del modelo de extensión,
eficiente en los países desarrollados, son disfuncionales en nuestras propias condiciones. Se inicia
el diálogo con el productor y se descubre que maneja una cultura, una ciencia y una tecnologías
nada despreciables, aunque quizá insuficientes para la rápida incorporación al mercado a que está
sometido.
Se encuentra que no es, como tantas veces se dijo, reacio al cambio, sino que prueba con cuidado
las propuestas con el fin de reducir el riesgo. Ya que es él, y no el agente de extensión, que goza
de impunidad, el que corre el riesgo de la nueva propuesta. Y se descubre, también, que con
frecuencia excesiva se cree que el líder es aquel con el cual, simplemente, nos comunicamos
nosotros más fácilmente. Y se descubre, por último, que la suposición de la irradiación de las
innovaciones es mucho más lenta de lo esperado, cosa que no debiera sorprendernos si, en
condiciones de mercado de alto nivel de competencia, la innovación proporciona ventajas
comparativas. Se comienza a avanzar en las convocatorias grupales, cuando se observa que se
corresponden mejor con las prácticas sociales habituales y que son más eficientes. Pero a muchos
les sucede lo mismo que nos sucedió a nosotros: siguen aferrados al único modelo que se enseña,
el de Emisor, y buscan modificarlo porque ya tropezaron con los límites que impone.
En la mayor parte, abrumadora por cierto, de los procesos de enseñanza-aprendizaje, que usan
medios, sistemas y procesos de comunicación pedagógica, se utiliza el modelo de Emisor. Que es
también el modelo que, implícita o explícitamente, proponen y emplean los pedagogos. Empleo
totalmente legítimo, ya que no disponen de otro. Los resultados están a la vista. El deterioro
paulatino de la formación de profesores, profesionales e investigadores encuentra en el modelo
emisor uno de sus puntales. No es posible ignorar el marco en que este deterioro se produce. Si
bien la educación ya ha sido reconocida formalmente como una de las inversiones más rentables
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que puede realizar un Estado, pasa automáticamente a la categoría de gasto en cuanto asoma una
crisis y es de los primeros gastos, junto a la cultura y la salud, que sufren drásticas reducciones.
Pero aún sin esas restricciones, que afectan fundamentalmente las remuneraciones de los
docentes y que se suelen tratar de paliar mediante la adquisición de costosos equipamientos que
no se saben manejar, la ineficiencia de los procesos de educación se debe, en gran medida, al uso
de un modelo que no parte de considerar al discente como sujeto. La crítica ya realizada por Paulo
Freire, a lo que denominó la tesis bancaria de la educación, marca claramente las deficiencias del
modelo comunicativo que rige los procesos de enseñanza-aprendizaje. En los niveles de
enseñanza secundaria y universitaria los docentes repiten los modelos que sufrieron. Cada clase
es independiente de las que la preceden y las que la siguen. Cada materia es independiente de las
demás y carece de la necesaria vinculación con ellas. Cada año parece olvidar los anteriores y no
prepara para los que vendrán. El profesor lo sabe todo, es el emisor, y el alumno es un ignorante,
como debe serlo el receptor. Las formas y niveles de conciencia del alumno son ignoradas, como
lo son sus procesos específicos de procesamiento de la información para incorporarla a su propio
campo de conciencia. El alumno es tratado como una página en blanco, sobre la que se pueden
escribir los mayores disparates, o llenarla de borrones de tinta que, afortunadamente, no siempre
es indeleble.
En la comunicación científica, de la comunidad de investigadores a la sociedad, encontramos el
mismo modelo y los mismos problemas. Las jergas científicas, sintéticas, necesarias y útiles en el
interior de la comunidad que las crea y las maneja, llegan a la sociedad como "terrorismo
académico", en forma totalmente ininteligible. Es así como la ciencia se va, o bien mitificando, o
bien termina satanizada, por falta de mensajes que la tornen asequible a aquellos que, en última
instancia, la financian y disfrutarán o sufrirán sus resultados. El ejemplo más claro y reciente de
este proceso es lo sucedido con la energía nuclear. Hace no más de treinta años los emisores de
la buena nueva nos ofrecían energía limpia y barata para todos. Y, por falta de información y
comunicación, la sociedad no pudo más que tomar el único partido que le ofrecían los medios
masivos. Después de Chernobyl, Three Miles y otras, la sociedad se pregunta si sabía realmente el
camino que se estaba tomando. Y lo mismo ha sucedido con numerosas tecnologías derivadas de
la investigación de punta. Quién no tiene algún tipo de dudas sobre la información disponible
después de las catástrofes de Seveso y Bophal? Quién no ha comenzado a cuestionar a un Emisor
que sólo emite aquello que le conviene, que sólo informa sesgadamente? Un Emisor que no corta
el diálogo cuando se le torna cuesta arriba, sino que ni siquiera lo inicia porque considera que el
receptor es tan solo un objeto.
El modelo de Emisor opera sobre objetos; tiene audiencia, público, espectadores, receptores,
público objetivo, audiencia blanco o alumnos. Y, quizá, las cuatro primeras categorías tengan
validez en el caso de los mensajes artísticos. En ellos una persona con un tipo particular de
sensibilidad prepara un mensaje de autoexpresión destinado a otros, con el fin de hacer saber su
cosmovisión sobre alguno de los aspectos del acontecer humano. La realimentación a su mensaje,
positiva o negativa, le dirá si su visión es compartida o rechazada, si la forma de comunicarla es
aceptada o negada. Con desgraciada frecuencia la aceptación, el reconocimiento y la gloria llegan
post mortem. Es decir, si dejamos de lado a los mercaderes y a los proxenetas del arte, los
mecanismos publicitarios y algunos rechazos o adhesiones de tipo político partidario, esta persona
puede estar creando mensajes artísticos. Mensajes que en general pueden enriquecer a la
humanidad, pero que no necesariamente son de comunicación. El modelo de Emisor busca
atractivo, agilidad, novedad y, claro está, impacto, como todo buen proyectil que alcanza el blanco.
El modelo de Interlocución opera con sujetos; tiene interlocutores, participantes, destinatarios o
usuarios de los contenidos de los mensajes. Este modelo busca claridad, comprensión, utilidad y
apropiación de los contenidos por parte del interlocutor. Y, para facilitar la apropiación, o el rechazo
cuando es necesario para el interlocutor, opera buscando respetar sus modos de procesamiento
de la información que le llega del mundo exterior para configurar su conciencia.
Por operar con sujetos, valora su sabiduría, sin mitificarla, respeta sus modelos de aprendizaje,
para tratar de reproducir sus mejores parámetros en la comunicación pedagógica y añadir otros
que permitan mejorar su eficiencia sin agredir su cultura. Los mensajes buscan satisfacer
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necesidades, más que responder a requerimientos, e inician los procesos con los códigos del
interlocutor masivo, para introducir otros cuando son necesarios.
En el modelo Emisor el denominado comunicador acompaña al emisor y maneja los medios a su
beneficio y respondiendo a los valores y parámetros que le son impuestos, en forma clara o velada.
Se expresa dentro de los límites que le trazan y de los cuales no le está permitido salir. Suele
plantear una pretensión de objetividad, negada día a día por sus propias actividades, y su éxito,
incremento masivo de los receptores de sus mensajes, es individual. Su actividad, le guste o no, lo
sepa o no, sea o no consciente de ello, es vertical.
En el modelo de Interlocución el comunicador se encuentra, manejando los medios, entre ambos
interlocutores. El interlocutor especializado, académico, decisor, por un lado y el interlocutor
masivo, productor rural, estudiante, urbano marginal, por el otro. Elige los medios para el
tratamiento de los mensajes en función del interlocutor masivo y de los recursos disponibles,
buscando optimizar la relación entre la inversión y los resultados.
Responde a parámetros de desarrollo social, sobre todo de los grupos más marginados de la
sociedad. No se expresa, sino que comunica, en función de las necesidades de los interlocutores,
otorgando prioridad al interlocutor masivo. Sus emociones y criterios estéticos no son significativos
para ninguno de los universos de interlocutores.
Sus posiciones, filosóficas, ideológicas, sus creencias, su sensibilidad, su nivel de conciencia, su
compromiso, no tienen lugar en el interior de los mensajes. Todos estos elementos, vitales para
cualquier persona, deben manifestarse y son imprescindibles en otros campos. En su opción sobre
los interlocutores entre los cuales mediará; en la adecuación a los niveles iniciales del interlocutor
masivo; en el tipo de contenidos que tratarán sus mensajes; en la claridad de los mismos para el
destinatario; en la selección del tratamiento y equipos más eficientes; y en un proceso realizado
con elevados niveles de racionalidad productiva. Sus posiciones son también imprescindibles en la
opción que debe tomar por el modelo de desarrollo que va a regir el conjunto de sus actividades; la
definición de los grupos sociales a los que considera sujetos de los procesos de desarrollo; y su
respeto, aunque no sumisión, a sus niveles de conciencia reales para poder colaborar en su
crecimiento autónomo. En resumen, parece ser imprescindible en el comunicador para el desarrollo
un elevado nivel de compromiso social, sea su origen una filosofía, una ideología, una mística o
una creencia.
En este modelo, el comunicador, para el desarrollo, pedagógico, o científico, busca que los
mensajes que produce tengan valor de uso para ambos interlocutores y se encarga de que este
valor sea explícito en los mensajes, además de eliminar todo contenido superfluo. Su éxito es el de
construir mensajes inteligibles, útiles y claros para otros, por ello es un éxito social.
En este modelo, el comunicador se encarga de establecer un diálogo entre dos universos, o de
facilitar el diálogo en el interior de uno de ellos, en general destinado a elevar los niveles de
conciencia, colaborando en la evolución, desde la conciencia real impuesta a la conciencia real
autónoma, para llegar a la posible. Y para facilitar la organización participativa. Su actividad, por
decisión y en función del modelo teórico, es horizontal y no manipulatoria. Y, necesariamente, debe
ser muy eficiente ya que opera en condiciones de economía de mercado global y en un área que
no tiene, en dicho modelo económico, una prioridad sustantiva.
En el modelo de Emisor, el objetivo de los mensajes es, fundamentalmente, el lucro. No es, en sí,
un objetivo malsano, pero sí suelen serlo las consecuencias de priorizar el lucro sobre toda otra
consideración social. Los hechos están a la vista y no insistiremos sobre ellos.
En el modelo de Interlocución el objetivo de los mensajes es diversificado, pero con un elemento
común: facilitar el paso de la conciencia ingenua, mítica, impuesta a la conciencia científica, crítica,
autónoma.
Son mensajes destinados a compartir información; social, de mercado, científico-técnica, que
facilite la toma de decisiones y configurar opciones que la falta de información no permite. Son
mensajes de enseñanza, destinados al aprendizaje, para incrementar la racionalidad productiva,
reducir o eliminar la agresión al medio ambiente e incrementar el uso eficiente y sustentable de los
recursos disponibles. Son mensajes destinados a reforzar la capacidad de organización
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participativa de aquellos sujetos que carecen de medios de diálogo con los decisores. Son
mensajes destinados a sensibilizar a los decisores sobre las situaciones reales de estos sujetos,
de sus demandas y de las oportunidades que ofrece su inserción plena en los procesos de
desarrollo. Son mensajes destinados a hacer conocer el por qué y el cómo de las intervenciones
que se deciden y de las cuales, en general, el último en enterarse es el supuesto beneficiario, con
lo que sus niveles de eficiencia se ven seriamente comprometidos.
Son mensajes destinados a compartir éxitos y fracasos. Los primeros para aprender positivamente
y reiterar experiencias satisfactorias; los segundos, para aprender por la negativa y no repetir
errores.
Consecuencias del modelo I - M - I en la práctica de la comunicación
para el desarrollo
Veamos ahora algunas de las consecuencias del modelo teórico de interlocución cuando se busca
implementarlo en la práctica, tanto para la comunicación pedagógica como en el caso de la
información y comunicación para el desarrollo o en la comunicación científica.
Mencionaremos el interlocutor que hemos priorizado en estas condiciones de economía de
mercado global; algunas características de los procesos de formación de los comunicadores para
el desarrollo; los objetivos fundamentales de los mensajes que produce; el tratamiento, formal e
instrumental de los mensajes; los modelos productivos y la necesaria eficiencia de los mismos; y
las tecnologías que puede y debe utilizar, y cómo seleccionarlas.
Comunicadores para el desarrollo. Para qué desarrollo? Y para que se desarrolle quién? De nuevo
nos encontramos con códigos y mensajes que reflejan, a veces ocultan, propuestas de carácter
político o ideológico. Crecimiento, urbanización, mecanización, industrialización, modernización,
tecnificación, incrementos de indicadores económicos y de velocidad, son tomados como
equivalentes inmediatos de desarrollo.
Calidad de vida, niveles y calidades educacionales, reducción de la delincuencia, respeto por las
diferencias y preferencias (de color, religiosas, políticas, artísticas, culturales, sexuales),
solidaridad, cultura, uso racional de los recursos no renovables, arte y artesanía, balances
energéticos positivos, equidad, etc., etc., no forman parte de lo que se entiende y mide como
desarrollo.
Una de las catástrofes llamadas naturales, y que no son más que acontecimientos naturales
transformados en catástrofe por la incapacidad (real o deliberada) de predecir y prevenir, puede
significar un incremento sustantivo del producto interno bruto. Pero no forman parte de este
sacrosanto indicador ni la lactancia materna ni los aportes de las madres a la reproducción de los
valores culturales de la unidad familiar y, por ende, de la sociedad. Tampoco forman parte de este
indicador la fraternidad, la amistad practicada mirando un atardecer o saboreando un vaso de vino,
la (como diría Ivan Illich) convivialidad, que sin embargo son parte fundamental y nada
despreciable del desarrollo, si éste debe significar calidad de vida.
El desarrollo, para serlo, debe ser sustentable en, al menos, cuatro aspectos. Sustentabilidad
económica a largo plazo, y no financiera e inmediatista; sustentabilidad ecológica, para usar y vivir
de los intereses de los ecosistemas sin comernos el capital; sustentabilidad energética, para que
los procesos productivos, sobre todo los agropecuarios, no consuman más energía que la que
generan; y sustentabilidad social, es decir equidad, para que no sigan conviviendo el despilfarro
más arrogante e ineficiente con la miseria más degradante e ineficiente.
Los modelos económicos impuestos, en algunos países hace unas décadas y en otros en vías de
implementación, no han conducido a los resultados postulados. El derrame, o goteo, del
crecimiento fundamentado en la decisión de otorgar al mercado (esa formidable entelequia) la
capacidad total de asignación de recursos, no se ha producido. Por el contrario, se produjo y sigue
produciéndose un distanciamiento cada vez mayor entre segmentos sociales diferentes. En países
como Chile, México o Brasil, el 20% de la población de mayores recursos captura más del 60% de
los ingresos; en tanto que el 20 % de menores recursos sólo logra el 3%. Y, lo que es más grave,
la distancia entre ambos grupos aumenta gradualmente. Uno de los pilares de las tesis
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neoliberales, Milton Friedman ha declarado recientemente que para implantar su modelo se
requieren condiciones de democracia restringida. En palabras pobres, dictaduras.
No es este el momento de abundar más; parece claro a qué desarrollo pensamos deben dedicarse
los comunicadores y cuál debe ser el sujeto prioritario de sus intervenciones. Aquel que requiere
con mayor intensidad, prontitud y claridad, de mensajes de capacitación para incrementar su
racionalidad productiva y reducir la agresión a los recursos con que opera; de mensajes de
información, para incrementar la calidad y oportunidad de las decisiones que debe tomar en una
economía de mercado global; de mensajes de comunicación para facilitar la organización
participativa y negociar, en mejores condiciones, la equidad que el modelo plantea y que tan difícil
parece lograr. De mensajes que faciliten la convivencia. De mensajes que recuperen la sabiduría
tradicional y le integren las mejores explicaciones científicas que la ciencia actual nos ofrece. De
mensajes que nos muestren la maravillosa diversidad cultural de la humanidad, en vez de
sumergirnos en patrones únicos, hegemónicos y, por ello, alienantes.
No parece necesario insistir sobre el interlocutor masivo priorizado, pero si añadir algunos
elementos sobre el otro interlocutor. El decisor, los decisores económicos, políticos, técnicos y
científicos, dirigentes, organizadores, personajes públicos, etc. Es claro que no todos ellos están
dispuestos al diálogo, ni tienen por el interlocutor masivo el respeto que merece. Pero, de una u
otra forma, deben contar con él. Aún en una economía de mercado, por imperfecta y opaca que
sea, no basta con que haya oferta; tiene que existir demanda. Y, si bien es claro que en estos
momentos son los poderes económicos los que determinan las vecciones políticas, no es menos
cierto que las pálidas democracias representativas en que vivimos, tornan al interlocutor masivo en
un elemento necesario para la convalidación de los políticos. Es claro, también, que para el
inmediatismo político, para los plazos de cuatro a seis años, un diálogo a largo plazo no es el más
conveniente. Quizá debido a la vigencia de los politiqueros y la falta de estadistas con visión de
futuro. Aún así estos decisores políticos necesitan de diálogo con los interlocutores masivos,
aunque sólo sea por razones de triunfalismo y porque su incorporación hace más eficientes y
duraderas las intervenciones que, sin ellos, serían coyunturales y de muy bajo nivel de eficiencia.
En todo caso, aún en nuestras débiles democracias representativas, y no participativas, existe una
retórica formal que requiere de procesos de comunicación. Existe alarma por los resultados de los
llamados, eufemísticamente, reajustes estructurales, y por lo tanto necesidades claras de procesos
de educación y capacitación masivos. Los antes marginados no lo son menos en la actualidad,
pero su vinculación al mercado es mucho más rápida y por lo tanto necesitan de información
oportuna, fiable, inteligible y accesible, en tiempo real. Al menos hasta que se cumplan algunas de
las peores profecías y seamos todos un grupo masivo de desocupados; al menos hasta que el
mundo no se divida definitivamente entre los que "están" y los que se han transformado en
"transparentes".
Los instrumentos y el tratamiento formal de los mensajes de
comunicación para el desarrollo
La decisión sobre el tratamiento instrumental que debe dar a los mensajes el comunicador para el
desarrollo no es arbitraria. Cada uno de los instrumentos potencialmente disponibles tiene un área
de uso óptimo, y para cada uno existen áreas para las cuales no son idóneos. La urgencia del
mensaje, su perdurabilidad en el tiempo, la necesidad de reiteración, el objetivo del mensaje, son
los elementos a tomar en cuenta para definir el instrumento más apropiado y, en ciertos casos,
más apropiable.
Es, en última instancia, el interlocutor destinatario del mensaje el que nos proporciona las pautas
para la selección del tratamiento. Un mensaje destinado a un interlocutor masivo y con bajo nivel
de escolaridad, requerirá de tratamiento de tipo audiovisual, como elemento prioritario. El mismo
contenido, destinado a un interlocutor minoritario, de elevado nivel de educación formal, podrá ser
tratado en forma escrita o mediante tratamiento electrónico. Un mensaje de información con
características de urgencia, o de un caso de emergencia, requerirá tratamiento sonoro, radial. Un
mensaje destinado a procesos de enseñanza para el aprendizaje, requerirá un tratamiento múltiple:
audiovisual, gráfico-literario, interpersonal y, cuando es posible, con ejercicios y trabajos prácticos.
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En cuanto al tratamiento formal las pautas también son derivadas de la relación que existe entre el
contenido y el interlocutor. Los códigos, verbales, sonoros, icónicos, y la estructura de relato del
mensaje deben corresponderse con los del interlocutor. Pero, desde el punto de vista formal el
punto clave, la piedra de toque, es la claridad. A ella es posible, y a veces necesario, sacrificar
todos nuestros pre-juicios artísticos y estéticos. Debemos efectuar un tratamiento que facilite la
comprensión, reduciendo el ruido, mediante la selección y discriminación pertinentes; que otorgue
verosimilitud, reduciendo las conductas de ficción al mínimo; para así lograr credibilidad, por ello, la
internalización de los contenidos y, por consiguiente, el aprendizaje, la aceptación, o el rechazo del
mensaje en términos de total libertad, sin manipulación alguna por parte del comunicador.
Todos nosotros financiamos los medios masivos y, en general, lo hacemos sin saberlo. Estos
medios obtienen prioritariamente sus recursos de la publicidad, y la publicidad, como costo, es
cargada a los productos que consumimos. Tengamos o no acceso a los medios, veamos o no los
mensajes, los pagamos. Y la publicidad puede pagar cualquier precio, ya que los descargará sobre
el consumidor final. En general los precios de esos mensajes son muy altos. En los países
industrializados se calcula que un programa de televisión puede costar entre los 500 y los 500.000
dólares por minuto, según se trate de una entrevista en estudio o de la producción de uno de los
denominados "video-clips" de carácter musical. A dichos costos hay que añadir los de emisión.
Cuando se producen mensajes de comunicación para el desarrollo, la situación es diferente. No
son considerados de la misma forma que los anteriores; nunca hay recursos suficientes para
producir este tipo de programas.
Es por ello que la producción de mensajes de comunicación para el desarrollo debe ofrecer una
elevada relación inversión/resultados. Los modelos productivos deben ser de alto nivel de
eficiencia y de gran racionalidad. En general, al menos en las primeras etapas de dos a tres años,
hemos encontrado que el uso del modelo de producción artesanal responde mejor que el de la
especialización a los requerimientos de economía que se nos plantean.
Y esto nos lleva al último punto: los instrumentos, su elección y su calidad. Hasta hace unos pocos
años el equipamiento tenía un peso relativo en cualquier programa de comunicación para el
desarrollo. Gradualmente la situación ha ido cambiando y hoy el equipamiento no es parte
sustantiva de los costos, aunque puedan ser una inversión significativa en las primeras etapas.
El problema reside en que el equipamiento es un asunto demasiado delicado para dejarlo en
manos de los especialistas en equipos. Ellos van a elegir, siempre, el equipo que desde sus
propios parámetros es el mejor. E, indudablemente, el más costoso, avanzado, sofisticado y de
mayores costos de operación y mantenimiento. Claro está, no necesariamente el más adecuado
para realizar procesos de comunicación para el desarrollo, ni en términos de relación
inversión/resultados, ni en términos de apropiabilidad.
Un equipo es apropiable cuando es posible que el usuario del equipo y de sus productos se pueda
apropiar de ellos en términos de capital, de operación y mantenimiento y en términos culturales, es
decir, de formación para su uso correcto y eficiente. En el caso de los equipos audiovisuales la
situación es transparente: todo equipo doméstico actual tiene mejor calidad, en términos de señal
electrónica, que cualquier equipo audiovisual profesional de hace quince años. Pero este tipo de
equipo no puede ser recomendado por ningún ingeniero electrónico para no correr el riesgo de ser
sometido a la crítica de sus colegas.
El mejor equipo, la mejor calidad, están determinados por la calidad de quienes los manejan y no
por parámetros tecnológicos. En todo caso, el modelo de Interlocución prioriza las neuronas sobre
los electrones. Es de alta calidad aquel equipo del cual disponemos y que somos capaces de
utilizar eficientemente para producir mensajes de comunicación para el desarrollo. Es decir, aquel
que tiene valor de uso, más que valor de cambio para el fabricante o vendedor, o valor de signo
para el especialista.
Conclusiones
Después de esta exposición de las diferencias más sustantivas entre el modelo de Información,
totalmente funcional para máquinas y, en parte, para los modelos conductistas de enseñanza, y el
modelo de Comunicación, creemos que el segundo es el más adecuado y eficiente para los
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procesos de comunicación para el desarrollo. Creencia fundamentada en múltiples y prolongadas
experiencias, incluso de creación de sistemas de información rural que usan Internet, y en
diversificadas experiencias de enseñanza-aprendizaje de la misma propuesta.
Entendemos, y hemos comprobado, que un modelo de comunicación que trata a ambos
interlocutores como sujetos incrementa sustantivamente la eficiencia de los procesos de
producción, procesamiento, conservación y reproducción de mensajes destinados a compartir el
único insumo que crece con el uso: el saber. Insumo sin el cual los demás insumos serán mal
utilizados, desperdiciados o, incluso, contraproducentes. Procesos de comunicación destinados a
incrementar el diálogo social, dentro de políticas públicas de combate a la pobreza o de desarrollo,
y facilitar la organización participativa para dicho diálogo que cada vez más resulta fundamental
para ambos interlocutores.
Para mayor información contactar a: Lydda Gaviria
Oficial de Comunicación para el Desarrollo
Correo electrónico: Lydda.Gaviria@fao.org
05-Mar-2002 http://www.fao.org/sd/SPdirect/CDan0022.htm
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