Tierra y producción en Tepatitlán durante el porfiriato Análisis Tier ra y produc ción en TTep ep án durante el porfiria ierra producción epaatitl titlán porfiriatto Ramón Goyas Mejía Mediante un estudio detallado que se hizo de las grandes propiedades y la producción en México durante el porfiriato, algunos pensadores de esa época coinciden en la inequidad de la posesión de la tierra, pero sobre todo, en la existencia de enormes espacios improductivos de las haciendas y de bienes eclesiásticos. Introducción R astreando los orígenes de la aversión al latifundio en México, podemos decir que al menos desde el siglo XVIII –al calor de las nuevas ideas ilustradas que se difundían en el centro de Europa–, pensadores como el franciscano Agustín de Morfi, el virrey Revillagigedo o Gaspar de Jovellanos, habían hecho fuertes críticas a la inequidad en la posesión de la tierra, pero sobre todo a la existencia de enormes espacios improductivos en las haciendas y en los bienes eclesiásticos de la época. Este paradigma, fruto novedoso de la nueva cultura capitalista que se iba abriendo paso a escala mundial, chocó con la cultura señorial de quienes detentaban el suelo. Mediante un estudio detallado de las grandes propiedades en México, Francois Chevalier destacó las cualidades de derroche y señorío de una generación de pobladores cuyo apetito por la tierra superó en mucho su capacidad para explotar sus recursos.1 Luego de la Independencia, intelectuales como Carlos María Bustamante, José María Luis Mora y, posteriormente la mayoría de gobiernos liberales, trataron de instrumentar medidas que tendieran hacia una nueva repartición de la tierra. En aras de consolidar un sector vigoroso de pequeños propietarios, desde principios del siglo XIX, las tierras comunales de los pueblos indios y los bienes del clero fueron blanco de una serie de reformas legales orientadas hacia su disolución y cuyo punto álgido se alcanzó con la promulgación de la 1 Brading, David, 1988, Haciendas y ranchos del Bajío, Grijalbo, México, 29-34 pp. 121 ESTUDIOS AGRARIOS REVISTA DE LA PROCURADURÍA AGRARIA llamada Ley Lerdo o Ley de Desamortización de Bienes de la Iglesia y de Corporaciones de 1856. Con la pacificación del país durante la etapa porfirista, la propiedad de la tierra en México, pasó nuevamente a ser blanco de críticas dada su paulatina concentración en pocas manos. A juicio de pensadores de la talla de Wistano Luis Orozco o de Andrés Molina Enríquez, era la concentración de la tierra el obstáculo más tenaz para el progreso del país.2 Sin embargo, esta visión sobre la propiedad rural distaba de ser coherente con la realidad de cada una de las distintas regiones de México. Revisando con más detalle la situación del país en esta época, se pueden observar diferencias profundas en cuanto a la posesión de la tierra. En el caso específico del occidente de México, desde el siglo XIX la propiedad cada vez más pulverizada y el rancho como forma de organización y asentamiento, comenzaban a despuntar aun a costa de las haciendas locales. El presente trabajo trata de dar una visión general de las condiciones del reparto de la tierra y de su aprovechamiento en la década de 1880, en el centro de los Altos de Jalisco, específicamente en el municipio de Tepatitlán, santuario de la propiedad ranchera del país. Tepatitlán a fines del siglo XIX Tepatitlán siempre tuvo fama de tener una gran cantidad de ranchos, aun dentro de los Altos de Jalisco, que en sí concentraba la mayor cantidad de este tipo de asentamientos a escala estatal para la época. Gracias a la información detallada de algunos padrones levantados durante el régimen porfirista, hoy sabemos que a diferencia de lo que estaba sucediendo en otras regiones de México, en donde las haciendas agroexportadoras estaban ganando terreno e importancia económica, sobre todo a raíz del decreto sobre Colonización y Compañías Deslindadoras de 1883 y la Ley sobre Ocupación y Enajenación de Terrenos Baldíos en 1894, en los Altos de Jalisco y, particularmente en Tepatitlán, la tierra no sólo estaba repartida y aprovechada intensivamente en muchas manos, sino que incluso, las enormes haciendas de Ciénega y Cerro Gordo, que durante la época colonial dominaron el entorno, habían sido divididas en múltiples predios.3 En 1739, 2 Molina Enríquez, Andrés, Los grandes problemas nacionales, 81-93 pp., disponible en la URL http:// www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/ecm/01471652101247384191291/index.htm. 3 Tepatitlán desde su colonización misma sirvió de muro y límite a las grandes haciendas que nacieron hacia el sur 122 Tierra y producción en Tepatitlán durante el porfiriato Milpillas y Cerro Gordo contaban con 46 sitios de ganado mayor, tres de ganado menor y 22 caballerías, es decir, si atendemos a las conversiones de medidas coloniales decretadas por Juárez, estaríamos hablando de unas 84 mil hectáreas,4 Ciénega en cambio, para 1763, se constituía de 51 sitios de ganado mayor, 22 sitios de ganado menor y 125 caballerías, es decir, 112,000 hectáreas aproximadamente.5 Para cuantificar su dimensión, basta decir que, dentro del área alteña, dichas haciendas sólo eran superadas en extensión por el latifundio de Ciénega de Mata, ubicada entre las jurisdicciones de Lagos, Pinos y Aguascalientes.6 Por su dinamismo demográfico, en 1883 la villa de Tepatitlán había logrado el título de ciudad y para fines de 1886, en el municipio se contabilizaron 21,370 habitantes.7 El corredor que iba de Tepatitlán a Lagos de Moreno era el más dinámico económica y demográficamente, y, para 1888 existían 20 cuarteles, cuatro de ellos pertenecientes a la ciudad de Tepatitlán, uno, el 14, acababa de pasar al municipio de Arandas, además de de dicha jurisdicción. En un singular proceso que no se detendría durante la Colonia, haciendas como Milpillas, Cerro Gordo y Ciénega, fueron disueltas mediante la presión de arrendatarios y rancheros que paulatinamente las fueron ocupando. Así por ejemplo en 1735, Nicolás de Aceves y Hermosillo, reclamó en composición predios de la hacienda de Ciénega, específicamente el sitio de Los Magueyes, “en donde tiene un jacalito y un corral de palos y caben poco más de 4 fanegas de maíz de sembradura, sobre tierras que hasta hace poco sólo habían sido encineras”. Véase Archivo de Instrumentos Públicos de Jalisco (AIPJ), Ramo Tierras y Aguas, 2ª colección, vol. 264, otro ranchero de Tepatitlán, Diego Galindo Gutiérrez, fue más allá y demandó en composición todo un sitio de ganado mayor en el mismo lugar; el cual logró le fuera asignado en 1745 gracias al apoyo y testimonio de numerosos españoles que arrendaban o tenían tierras en el lugar. Esta decisión ocasionó un pleito legal con Don Manuel Silvestre del Camino, heredero de la Real Casa de la Moneda de la Ciudad de México, y dueño de Ciénega, quien argumentó que dicho sitio era de la hacienda, aduciendo que había sido adquirido por el alcalde de la villa de Querétaro, don Alonso de Estrada Altamirano con la compra de dos sitios de ganado mayor y dos caballerías de tierra en 1597 a Rodrigo Gómez de Ávila. Sin embargo, el Cerro de los Magueyes (como se le conocía a la tierra en cuestión), pasó a manos de rancheros criollos oriundos de Tepatitlán y de la villa de San José de Bazarte. Este caso, es tal vez el primer desmembramiento documentado de esta enorme propiedad perteneciente al marquesado de Altamira. AIPJ, Tierras y Aguas, 2ª colección, vol. 264 y 265. 4 Fuente: Inventario de los bienes pertenecientes a Antonia Castellanos Martínez, viuda de Francisco del Valle Salazar, en Archivo General de la Nación (AGN), Tierras, vol. 574, expediente único. Para la conversión de medidas coloniales, véase Alberto J. Torres, Peso y medidas antiguas de México, 1987, UNED, Gobierno del estado de Jalisco, 1987. 5 Fuente: Inventario de bienes de las haciendas de Ciénega y Calderón, en AGN, Tierras, vol. 895, expediente único. 6 Mediante una serie de compras y composiciones de tierras que va de 1593 a 1714, los dueños sucesivos de Ciénega de Mata lograron conjuntar casi 330,000 hectáreas, Cfr. Ramón Goyas Mejía, La propiedad de la tierra en los Altos de Jalisco, 1692-1810, México, Tesis de Doctorado, El Colegio de Jalisco, 20 de octubre del 2006, 352364 pp. 7 2ª Oficialía de la Secretaría de Gobierno, Cuadro que manifiesta el movimiento del Registro Civil en el Estado de Jalisco, Archivo Histórico de Jalisco (AHJ), Ramo Estadística, Censos, Caja 6, exp. 4920. 123 ESTUDIOS AGRARIOS REVISTA DE LA PROCURADURÍA AGRARIA las comisarías de San José de Basarte, Guadalupe y San José de Gracia. Según el censo levantado por la Secretaría de Gobierno del estado de Jalisco durante la segunda mitad de dicho año, Tepatitlán, aparte de la cabecera municipal, contaba con 166 lugares habitados, de los cuales se derivaban 1,144 propiedades que en conjunto sumaban poco más de 61 mil ha, todas ellas reconocidas en forma de ranchos, en los cuales comúnmente se obtenía maíz, además de utilizarlos para agostadero de ganado una buena parte del año.8 Por su predominio mestizo y criollo, para esta fecha en Tepatitlán ya tampoco existía propiedad comunal, la tierra del fundo legal que otrora fue parte del pueblo indígena, había sido dividida y repartida a nivel particular durante la tercera década del siglo XIX, por los primeros gobiernos del recién creado estado de Jalisco.9 Con su marcado apego a la economía familiar, su acendrado individualismo y mediante el arduo trabajo, muchas familias alteñas lograron incorporarse a la categoría de dueños de tierras de labranza, aunque estas fueran de pequeñas extensiones o de baja calidad, dicho fenómeno está íntimamente relacionado con el crecimiento natural de la población y el estatus cultural que tenía el ser propietario. Este extraordinario proceso ocasionó que para fines del siglo XIX, el valor de la tierra alteña fuese cuatro veces más alto que el valor promedio del resto del estado de Jalisco. En efecto, como lo consigna Mario Aldana, mientras que a escala general, para 1900, en Jalisco el precio de una hectárea de tierra oscilaba en cinco pesos, en la región de los Altos el precio alcanzaba la cifra récord de 26.85 pesos por hectárea. La zona centro de Jalisco, comprendida entre Ameca y Guadalajara, su más cercana competidora, apenas alcanzaba el precio de 10.29 pesos la hectárea.10 8 Considerando que según cifras del INEGI, Tepatitlán cuenta en la actualidad con 109,179 hectáreas el censo de 1888 fue el primero detallado de la propiedad en esta parte de los Altos, con todas las fallas que debido a las condiciones de la época pudieran generarse. 9 El proceso de disolución de la propiedad comunal en el estado de Jalisco tuvo vaivenes derivados de las muchas revueltas armadas y los cambios políticos que se vivieron en el siglo XIX, el 11 de abril de 1824 la junta auxiliar de gobierno del estado de Jalisco declaró extintas las tierras comunes de “los antes llamados indios”. El 16 de febrero de 1825, se publicó un nuevo decreto mediante el cual, los indígenas podían disponer “como dueños” de las tierras, casas y solares que poseían de manera individual, el 3 de julio de 1828 se decretó que la administración de los bienes comunes de las anteriormente llamadas “comunidades indígenas” (las comillas son mías) pasara a los ayuntamientos, lo que ocasionó que el 3 de julio de 1831 los indígenas de Tepatitlán reclamaran el despojo de sus terrenos comunales por parte del ayuntamiento local; finalmente, el 17 de abril de 1849 se publicó el decreto número 122, mediante el cual se establecían los procedimientos para fijar los límites de cada pueblo, y a la brevedad posible la división en lotes de los ejidos entre particulares. Cfr. Ignacio Aguirre Loreto, Colección de acuerdos, órdenes y decretos sobre tierras, casas y solares de los pueblos indígenas, bienes de sus comunidades y fundos legales de los pueblos de Jalisco, Zapopan, El Colegio de Jalisco-Procuraduría Agraria, 1993, pp. 11, 12, 23 y 59. 10 Mario Aldana Rendón, Jalisco desde la Revolución, “Del reyismo al nuevo orden constitucional, 1910-1917”, Gobierno del estado de Jalisco, Universidad de Guadalajara, 1987, 47-49 pp. 124 Tierra y producción en Tepatitlán durante el porfiriato Propiedades y pr oduc ción local produc oducción Aunque la extensión de cada una las propiedades tepatitlenses era bastante variada e iba desde menos de seis solares (menos de una hectárea), hasta las 30 caballerías (1,284 ha), predominaban las posesiones que estaban en el rango de 21 a 50 ha, es decir, entre media y poco más de una caballería, como se puede ver a continuación: Cuadro 1 Extensión de la propiedad en Tepatitlán, 188811 Rangos de extensión de la pr opiedad en TTepatitlán epatitlán propiedad durante 1888 Hectáreas De 0 a 4 De 5 a 20 De 21 a 50 De 51 a 200 De 201 a 1000 Más de 1,000 Totales Númer Númeroo de predios Porcentaje 260 256 345 213 69 1 1,144 22.72 22.37 30.15 18.6 6.03 0.08 100 Tepatitlán destacaba dentro de los municipios alteños por la marcada fragmentación de la propiedad, la cual se concentraba sobre todo en espacios de menos de 50 ha. De hecho tres de cada cuatro propiedades rancheras del municipio durante el porfirismo oscilaban entre uno y cincuenta hectáreas. Este análisis resulta aún más interesante si agrupamos la cantidad de tierra que cada uno de estos diferentes rangos detentaba, lo cual nos ayuda a comprender la situación social existente en dicho municipio para la época. 11 Todos los cuadros referentes a Tepatitlán durante 1888 son de elaboración propia, con base en los censos del mismo año. Cfr. AHJ, Ramo Estadística, Censos, Caja 1, expediente 4606 y Ramo Estadística, División Territorial, Caja 2, exp. 1481. 125 ESTUDIOS AGRARIOS REVISTA DE LA PROCURADURÍA AGRARIA Cuadro 2 Número de predios en Tepatitlán y hectáreas acaparadas, 1888 Rangos de extensión de la pr opiedad en TTepatitlán epatitlán propiedad durante 1888 Hectáreas De 0 a 4 De 5 a 20 De 21 a 50 De 51 a 200 De 201 a 1000 Más de 1,000 Totales Númer Númeroo de predios Hectáreas acaparadas Porcentaje de hectáreas acaparadas 260 256 345 213 69 1 1,144 436.33 2,525.31 10,780.64 20,541.60 26,083.55 1,283.85 61,651.29 0.707 4.096 17.486 33.319 42.309 2.082 100 En la tabla anterior podemos ver claramente que, aunque sólo 69 propiedades eran mayores de 200 ha, lograban acaparar casi la mitad del territorio tepatitlense, y una sola propiedad ubicada en la ranchería de Lagunillas, misma que pertenecía a Jesús González, contaba con 30 caballerías de tierra, equivalente a 1,283 ha. En contraste, los predios cuya extensión no pasaba de las 20 ha y que era 45%, no alcanzaban a acumular ni siquiera 5% del total reportado. La gráfica que nos muestra este desequilibrio entre la cantidad de propietarios y la tierra que poseían es, por demás elocuente: Porcentajes de predios y cantidad de tierra que acaparaban, Tepatitlán, 1888 Porcentaje de tierra acaparada 42.3 Porcentaje de predios 33.3 30.2 22.4 22.7 18.6 17.5 6.0 4.1 2.1 0.7 de 0 a 4 ha de 5 a 20 ha de 21 a 50 ha de 51 a 200 ha 126 de 201 a 1,000 ha 0.1 + de 1,000 ha Tierra y producción en Tepatitlán durante el porfiriato Por sus características históricas, para la etapa porfirista, la trayectoria de la propiedad en Tepatitlán tendía hacia una mayor disolución, acentuando el reparto de por sí muy pronunciado de la tierra, sin embargo, existía también la concentración en pocas manos, aunque nunca llegó a ser tan aguda como en otras municipalidades de los Altos (Lagos de Moreno, Teocaltiche, Encarnación o Unión de San Antonio);12 también hay que dejar acotado que estas propiedades de mayor extensión que podemos considerar ranchos privados, en gran medida servían para agostadero, es decir, su orientación era más bien pecuaria, sobre todo de cría de bovinos, en los datos de las distintas comisarías y cuarteles se resalta el uso de muchos de estos terrenos para pastoreo o bien a las partes no cultivadas se les cataloga como “eriazo”, es decir, sin ningún uso específico, o francamente se les da la acentuación de ser meros pedregales. El cultivo del maíz, aunque no era sólo el que se practicaba, fue el único que se reportó por ser el más importante, y fueron muy pocas las propiedades en las que no se llevaba a cabo. Veamos ahora cual era la producción de cada uno de estos grupos de propiedades para saber a detalle dónde se concentraba la mayor productividad en cuanto a maíz se refiere, tomando al menos como base la cantidad de tierra acaparada. Cuadro 3 Predios, hectáreas acaparadas y producción de maíz en Tepatitlán, 1888 Rangos de extensión de la pr opiedad en TTepatitlán epatitlán propiedad durante 1888 De 0 a 4 ha De 5 A 20 ha De 21 a 50 ha De 51 a 200 ha De 201 a 1000 ha Más de 1,000 ha Totales Númer Númeroo de predios Hectáreas acaparadas Produc ción de oducción maíz en fanegas Produc ción de maíz oducción (porcentaje) 260 256 345 213 69 1 1,144 436.33 2,525.31 10,780.64 20,541.60 26,083.55 1,283.85 61,651.29 2,407.5 5,217.0 10,090.5 12,128.0 11,974.0 500.0 42,31 7.0 42,317.0 5.69 12.33 23.84 28.66 28.29 1.18 100 12 En Lagos, por ejemplo, cuatro haciendas cuyo origen había sido el mayorazgo de Ciénega de Mata, todavía seguían concentrando más de 50 mil hectáreas, cfr. Noticia que rinde esta Jefatura del Estado… relativa a la información de la Estadística Agrícola, AHJ, Ramo Estadística, Caja 1, exp. 1292. En el caso del onceavo Cantón, con cabecera en Teocaltiche, lo que se observa frecuentemente son minúsculas propiedades de entre 0 y 2.5 127 ESTUDIOS AGRARIOS REVISTA DE LA PROCURADURÍA AGRARIA Producción de maíz en Tepatitlán, 1888 Porcentaje de tierra acaparada Porcentaje de predios Porcentaje de producción 45 42.3 40 33.3 35 30.2 30 22.7 25 12.3 10 0 18.6 17.5 15 28.3 23.8 22.4 20 5 28.7 5.7 6.0 4.1 2.1 0.7 de 0 a 4 ha de 5 a 20 ha de 21a 50 ha de 51a 200 has. de 201a 1,000 ha 0.1 1.2 +de 1,000 ha Este desglose indica la sorprendente elasticidad y aprovechamiento que poseía el minifundio en Tepatitlán y ello se refleja en la producción de maíz por hectárea que era de 5.51 fanegas, casi 10 veces más que los terrenos que estaban en rangos mayores a 50 ha, y aunque en conjunto su producción no era tan significativa (5.69% del total), es evidente que se buscaba satisfacer las necesidades mínimas del dueño y de su familia, probablemente mediante la sobreexplotación de la propia mano de obra familiar. En efecto, para esa época, los Altos acusaban un gran dinamismo demográfico lo cual permitió, entre otras cosas, mantener un nivel salarial promedio por debajo del resto del estado de Jalisco. El grupo de propiedades cuyas extensiones medían entre 5 y 20 ha, también muestra un aprovechamiento intensivo aunque no tan evidente como los predios más pequeños. Sin embargo, es en las propiedades mayores de 20 ha, donde se concentra la mayor producción de maíz: 4 de cada 5 fanegas se generaban en este tipo de predios; resaltan sobre todo los ranchos entre 50 y 200 ha, los cuales aportaban casi 30% del total munihectáreas, derivadas de la disolución de los terrenos comunales indígenas, como es el caso de los pueblos de Teocaltitán o Huejotitán. En contraparte, la hacienda de Ajojucar, contaba aún con siete sitios de ganado mayor, es decir, unas 12,285 hectáreas, tamaño inusitado, dado que, para esa época, Teocaltiche era de los municipios alteños más densamente poblados. Cfr. AHJ, Ramo Estadística, Caja 1, exp. 4604. 128 Tierra y producción en Tepatitlán durante el porfiriato cipal, una cantidad similar a la producida por las extensiones mayores de 200 ha, a pesar de que la tierra acaparada era mucho menor a la de las propiedades mayores del municipio. Cuadro 4 Producción de maíz por hectárea en Tepatitlán, 1888 Rangos de extensión de la pr opiedad propiedad en TTepatitlán epatitlán durante 1888 De 0 a 4 ha De 5 a 20 ha De 21 a 50 ha De 51 a 200 ha De 201 a 1,000 ha Más de 1,000 ha Promedio Númer Númeroo de predios 260 256 345 213 69 1 1,144 Hectáreas acaparadas 436.33 2,525.31 10,780.64 20,541.60 26,083.55 1,283.85 61,651.29 Fanegas de maíz por hectárea 5.69 2.06 0.93 0.59 0.45 0.38 0.68 Un aspecto interesante que resalta al analizar la tenencia de la tierra en los Altos de Jalisco, es que una buena cantidad de predios estaba en manos de mujeres, y para el caso específico de Tepatitlán, había casos como el rancho Bernal o Ciego, donde había un equilibrio entre posesionarias y posesionarios, o el rancho La Baraña con dos dueñas: doña Cleotilde Cruz y Simona Romero, el rancho de Labor Nueva de Josefa González. Este fenómeno se manifiesta más claramente cuando los predios eran de una sola familia, ejemplo de ello son: el rancho La Muralla en donde la familia Dueñas tanto hombres como mujeres eran posesionarios, o rancherías mayores como Milpillas donde predominaban los Íñiguez y varias propiedades eran de mujeres, también en la congregación de San José de Gracia, varios ranchos eran de las Hernández, el Terrero cuyo dueño en 1751 era Juan Cristóbal González y para la fecha que nos ocupa, estaba repartido entre la familia Casillas, pero aún eran dueñas de algunas partes del mismo, Josefa González, Juana González y Juliana González. El rancho de Calabazas de más de 400 ha, estaba repartido enteramente entre 12 dueños, hombres y mujeres de apellidos Villaseñor, de estos se sabe con certeza que sus antepasados ya lo ocupaban desde 1807. Por la cantidad de tierra repartida tanto entre mujeres como entre varones, y por los apellidos predominantes, al parecer se trata de herencias que tendían a partes igua- 129 ESTUDIOS AGRARIOS REVISTA DE LA PROCURADURÍA AGRARIA les. Este tipo de reparto se daba entre rancheros que se podían considerar como acaudalados o con propiedades de importancia, es decir, que llegaron a contar con más de cinco caballerías, y que con el paso del tiempo las repartieron entre su descendencia. En el proceso de construcción y consolidación de la estructura agraria en la zona aledaña a Tepatitlán, la participación de las mujeres fue importante gracias a que a través del proceso de herencias, eran incluidas y en ese sentido, gozaban de un papel privilegiado, teniendo que asumir una responsabilidad que para entonces comúnmente sólo se consideraba apta para hombres. Del total de registros que arrojó el censo de mediados de 1888 en Tepatitlán, 111 propiedades, (10%) estaban en manos de alguna mujer.13 La fragmentación de la tierra a través de la herencia fue, sin duda, uno de los métodos más usuales de pulverización; instrumentado no sólo en Tepatitlán, sino en casi todos los Altos, este fenómeno dio como resultado que siglos después aún subsistieran rancheros dueños descendientes de los españoles o criollos que habían adquirido la posesión original. Lo peculiar de este proceso es que no se trata de haciendas de grandes extensiones sino de propiedades medianas y pequeñas, conservando todo o parte de la posesión original, lo que generaba cierta inmovilidad en la posesión de la tierra, y a la vez, un mayor apego a la misma. Sólo para ejemplificar este proceso, se pueden comparar los resultados del censo de 1888 con el primer padrón parroquial levantado en 1751, en la feligresía de Tepatitlán.14 Así tenemos que ranchos como Cerritos, El Terrero, El Sabino, Loma, Mazatitlán, El Salto, Pegueros, Cruces, entre otros, para fines del siglo XIX, aún conservaban descendientes de los dueños que los detentaron desde el virreinato. El proceso de disolución de propiedades mayores en propiedades de una o dos caballerías, se puede ver también en localidades como Mezcala, que durante buena parte de su historia fue una hacienda de cierta importancia perteneciente a la familia Muñoz de la Barba; para 1888, además de don Jesús Barba (descendiente de los dueños originales) que poseía 20 caballerías de tierra, existían otros 12 propietarios que rivalizaban con don Jesús, aunque este seguía siendo el mayor dueño. 13 Andrés Fábregas ha analizado con detalle el fenómeno de la herencia de la tierra en Los Altos de Jalisco y ha destacado la importancia de las mujeres y la endogamia, principalmente a través de los matrimonios por parentesco en dicho proceso. Cfr. Andrés Fábregas Puig, La formación histórica de una región: Los Altos de Jalisco, México, CIESAS-SEP, 1986, 166-171 pp. Otros autores como Jean Meyer que estudió la fundación de una ranchería aledaña a la actual ciudad de Arandas, encontró tendencias parecidas. Cfr. Jean Meyer, “La fundación de San Francisco de Asis, Altos de Jalisco”, en Revista Relaciones, México, el Colegio de Michoacán, 1981. 14 Casillas, José Alberto, Historia General de Tepatitlán, Impresora Campos, 1988. p. 107. 130 Tierra y producción en Tepatitlán durante el porfiriato Cuadro 5 Tenencia de la tierra en la ranchería de Mezcala, 1888 Posesionario Maximiano Gutiérrez Hilario Gómez Bonifacio González Filomeno González Isabel Fernández Severiano Padilla Remigio Orozco Rafael Gonzáles Julio Gutiérrez Crisanto Gómez Ignacio Saavedra Merced Valtierra Jesús Barba Caballerías 10 10 10 15 5 2 4 2 2 4 2 1 20 Hectáreas 427.95 427.95 427.95 641.925 213.975 85.59 171.18 85.59 85.59 171.18 85.59 42.795 855.9 Fanegas de maíz pr oducidas producidas 200 200 200 300 100 40 90 40 40 80 40 20 400 Reflexiones finales La apropiación de parte del producto de la población rural por otros grupos sociales ha sido identificada como una característica definidora del campesinado tanto por los marxistas como por los no-marxistas. En este sentido, ¿cuál fue el mecanismo de explotación sobre el campesino-ranchero de los Altos para la etapa analizada?, la respuesta puede encontrarse en los bajos salarios que prevalecieron durante toda la etapa porfirista, más acentuados como ya se dijo que en otras regiones del estado. El otro mecanismo que abarcaba tanto a minifundistas como a rancheros prósperos, fue el del intercambio de sus productos donde evidentemente los precios de los artículos industriales y artesanales necesarios para el funcionamiento de las unidades rurales, estaban más altos que los de los productos obtenidos de los campos alteños. Sin embargo, aun con todas estas condicionantes, el proceso de acumulación entre los habitantes rurales de los Altos de Jalisco, logró impactar la distribución de la tierra a tal punto que de una o de otra forma, con el tiempo, sus habitantes lograron un mayor acceso a la misma que en otros municipios del país. 131 ESTUDIOS AGRARIOS REVISTA DE LA PROCURADURÍA AGRARIA Lejos de ser el paraíso, Tepatitlán acusaba muchas desigualdades, sin embargo, podemos decir que dentro de la situación nacional, donde se avizoraba el movimiento revolucionario de 1910, el elemento ranchero en la zona alteña gozaba de una relativa tranquilidad, gracias a una férrea disciplina autoimpuesta en sus valores culturales, así como al mejor reparto de sus recursos. Bibliografía Aguirre Loreto, Ignacio, 1993, Colección de acuerdos, órdenes y decretos sobre tierras, casas y solares de los pueblos indígenas, bienes de sus comunidades y fundos legales de los pueblos de Jalisco, Zapopan, El Colegio de Jalisco-Procuraduría Agraria. Aldana Rendón, Mario, 1987, Jalisco desde la Revolución, “Del reyismo al nuevo orden constitucional, 1910-1917”, Gobierno del estado de Jalisco, Universidad de Guadalajara. Brading A., David, 1988, Haciendas y ranchos del Bajío, Grijalbo, México. Casillas, José Alberto, 1988, Historia General de Tepatitlán, Impresora Campos. —, 1988, Historia General de Tepatitlán, Impresora Campos. Fábregas Puig, Andrés, 1986, La formación histórica de una región: los Altos de Jalisco, CIESAS-SEP,, México. Goyas Mejía, Ramón, 2006, La propiedad de la tierra en los Altos de Jalisco, 1692-1810, México, tesis de doctorado, El Colegio de Jalisco. INEGI, VII Censo Agrícola-Ganadero 1990. Meyer, Jean, 1981, “La fundación de San Francisco de Asis, Altos de Jalisco”, en Revista Relaciones, el Colegio de Michoacán, México. Molina Enríquez, Andrés, Los grandes problemas nacionales, disponible en la URL http://www.cervantesvirtual.com/servlet/SirveObras/ecm/ 01471652101247384191291/index.htm Torres, Alberto J., 1987, Peso y medidas antiguas de México, 1987, UNED, Gobierno del estado de Jalisco. 132 Tierra y producción en Tepatitlán durante el porfiriato Archivos Archivo General de la Nación (AGN), Ramo de tierras. Archivo Histórico de Jalisco (AHJ), Ramo de estadística. Archivo de Instrumentos Públicos de Jalisco (AIPJ), Ramos de tierras y aguas y gobierno. 133 PROCURADURÍA AGRARIA