ESTADO DE LAS GARANTÍAS EN EL PROCESO PENAL COLOMBIANO: NECESIDAD DE UNA REFORMA AL SISTEMA DE ENJUICIAMIENTO CRIMINAL ALEJANDRA VANEGAS SALAZAR FELIPE MERIZALDE ARBOLEDA PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS BOGOTÁ, D.C. 2002 ESTADO DE LAS GARANTÍAS EN EL PROCESO PENAL COLOMBIANO: NECESIDAD DE UNA REFORMA AL SISTEMA DE ENJUICIAMIENTO CRIMINAL ALEJANDRA VANEGAS SALAZAR FELIPE MERIZALDE ARBOLEDA Trabajo de grado para optar al título de Abogado Director JAIME ENRIQUE GRANADOS PEÑA Abogado PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA FACULTAD DE CIENCIAS JURÍDICAS BOGOTÁ, D.C. 2002 CONTENIDO pág INTRODUCCION 1 1. EL BLOQUE DE CONSTITUCIONALIDAD 6 1.1 6 ANTECEDENTES 1.1.1 El Derecho Francés 8 1.1.2 El Derecho Español 9 1.1.3 Otros países de Europa 10 1.1.4 El Derecho Latinoamericano: El caso panameño 11 1.2 LA DOCTRINA: DESARROLLO JURISPRUDENCIAL 13 A NIVEL INTERNO 1.2.1 Sentencia C-574 de 1992 15 1.2.2 Sentencia C-225 de 1995 17 1.2.3 Sentencia C-423 de 1995 18 1.2.4 Sentencia C-578 de 1995 18 1.2.5 Sentencia C-135 de 1996 21 1.2.6 Sentencia C-327 de 1997 22 1.2.7 Sentencia C-358 de 1997 24 1.2.8 Sentencia C-400 de 1998 26 1.2.9 Sentencia C-708 de 1999 29 1.2.10 Sentencia C-774 de 2001 30 1.3 CONCLUSIÓN 32 1.4 APRECIACIÓN CRÍTICA 34 2. EL DERECHO A LA INTIMIDAD 40 2.1 NATURALEZA 40 2.2 EL DERECHO A LA INTIMIDAD EN EL DERECHO INTERNACIONAL 2.2.1 Instrumentos internacionales que consagran el derecho a la Intimidad 2.2.2 45 45 Inclusión de la garantía en el Bloque de Constitucionalidad 47 El Derecho Comparado 49 2.2.3.1 El caso norteamericano 49 2.3 ORIGEN NORMATIVO DEL DERECHO A LA INTIMIDAD 57 2.4 EL DERECHO A LA INTIMIDAD EN EL 2.2.3 DERECHO PENAL COLOMBIANO 65 2.4.1 Implicaciones del principio de reserva judicial 65 2.4.2 Motivación de la medida 70 2.5 IMPLICACIONES DE LA PROTECCIÓN DEL DERECHO A LA INTIMIDAD. CONCLUSION 3. EL DERECHO A LA LIBERTAD 3.1 NATURALEZA DEL DERECHO A LA LIBERTAD 76 82 DENTRO DEL PROCESO PENAL 3.2 EL DERECHO A LA LIBERTAD EN EL DERECHO INTERNACIONAL 3.3 3.4 3.4.1 3.5 87 FUNDAMENTO NORMATIVO DEL DERECHO A LA LIBERTAD 95 ALCANCE DEL DERECHO A LA LIBERTAD 99 Régimen de la detención preventiva 107 APRECIACIÓN CRÍTICA DEL DERECHO A LA LIBERTAD EN EL PROCESO PENAL COLOMBIANO 4. EL DERECHO A LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA 4.1 82 117 123 TITULARIDAD DE LA ACCIÓN PENAL. NECESIDAD DE LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA COMO GARANTÍA JUDICIAL 123 4.2 NATURALEZA DE LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA 126 4.3 LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA EN EL DERECHO INTERNACIONAL 4.4 FUNDAMENTO NORMATIVO DE LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA 4.5 133 LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA EN EL PROCESO PENAL COLOMBIANO 4.6 128 134 IMPORTANCIA DE LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA. CONCLUSIÓN 143 5. CONCLUSIONES 5.1 ESTADO GENERAL DEL PROCESO PENAL COLOMBIANO EN TÉRMINOS DE GARANTÍAS 5.1.1 152 Sistema Penal Acusatorio: Garantías Judiciales 155 156 5.1.1.1 Principio de Imparcialidad del Funcionario Judicial 160 5.2 LEY 600 DE 2000. INSUFICIENCIA DE LA REFORMA 161 5.3 CRISIS EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA 163 6. RECOMENDACIONES 6.1 ANTECEDENTES DEL SISTEMA ACUSATORIO EN COLOMBIA 6.2 166 167 ALCANCES DE LA IMPLEMENTACIÓN DEL SISTEMA ACUSATORIO 172 6.2.1 Sistema Penal garantista 173 6.2.2 Sistema Penal eficiente 175 6.3 IMPLEMENTACIÓN NORMATIVA DEL NUEVO SISTEMA PENAL 6.3.1 6.4 Reforma al fuero pleno parlamentario CONCIENCIA SOCIAL DE LA REFORMA PENAL BIBLIOGRAFÍA 178 180 183 187 AGRADECIMIENTOS Los autores expresan sus agradecimientos a: Al Doctor Jaime Enrique Granados Peña, por sus orientaciones como Director de esta tesis de grado, y especialmente por su valiosa amistad y ejemplo de perseverancia. Al Doctor Juan David Riveros Barragán, por su generosa colaboración en la realización de este trabajo. A nuestros padres, por su cariño y constante apoyo. 1 INTRODUCCIÓN La realización de este trabajo de tesis pretende medir el estado general de las garantías judiciales del proceso penal, a partir del estudio de las exigencias jurídicas internas y externas al respecto, y mediante la exposición de tres de ellas, que a nuestro entender tienen la virtud de ofrecer un parámetro muy preciso para la determinación del mismo. En términos generales, inicialmente se revisarán las implicaciones de la doctrina del Bloque de Constitucionalidad, para posteriormente hacer una disertación de los derechos fundamentales a la libertad, la presunción de inocencia y la intimidad. Se iniciará con una aproximación axiológica a cada una de ellas, después de lo cual se determinará el tratamiento que se les ha dado en las principales legislaciones internacionales, y se hará un especial énfasis en su consagración a nivel interno. Al finalizar cada capítulo, se realizará una síntesis del estado general de la cuestión en relación con 2 cada garantía y se explicará en qué aspectos se está atentando contra su efectiva protección en nuestro país. Este trabajo está inspirado fundamentalmente en nuestro deseo por determinar las causas de los desaciertos que en términos de protección a los derechos humanos, surgen de la aplicación del sistema procesal penal que nos rige. Queremos igualmente, encontrar una solución jurídica que esté soportada no sólo en los importantes estudios que se han dedicado a temas afines, sino por supuesto, en nuestra interpretación de esta problemática. En ese orden de ideas, los derechos humanos tradicionalmente en nuestro medio, se han discutido dentro del ámbito del derecho penal sustantivo. A la hora de analizar un sistema penal determinado, se limita la discusión a la adecuada o inadecuada tipificación de hechos delictivos como los de lesa humanidad, desaparición forzada, torturas, genocidio, entre otros. Sin embargo, los derechos humanos tienen un amplio marco de análisis, si se enfocan dentro del tema de las garantías procesales mínimas con las cuales cuenta cualquier ciudadano, es decir los llamados “derechos del imputado”. Por lo tanto, un déficit en cuanto a la protección de las 3 garantías mínimas procesales, es una amenaza para la adecuada protección de los derechos humanos en cualquier sistema de justicia. La idea central frente a este último punto, se reduce a que es imprescindible tener claro que lo que ocurra en el proceso penal tiene que ver con derechos humanos, hecho que implica que éstos no se estudien exclusivamente desde la perspectiva del derecho sustantivo. Bien se ha dicho que “el Derecho Procesal Penal es el sismógrafo de la Constitución del Estado”1, y es por esto que la idea de un eventual cambio dentro de la normatividad relativa al procedimiento penal debe estar dirigida a aplicar a la legislación, el catálogo de garantías penales de rango constitucional contenido en el ordenamiento superior, y que básicamente corresponden a la realización del Estado de Derecho2. Pensamos así mismo, que es importante que exista una conciencia colectiva en cuanto a la necesidad de hacer cambios productivos a nuestras instituciones, y a la relevancia que supone el concurso no sólo de las esferas políticas y académicas, sino también de toda la ciudadanía, que a la postre es la directamente afectada por ellos. 1 Sentencia del Tribunal Constitucional Alemán citada en ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2000. p. 10. 4 Con ocasión de las recientes reformas al procedimiento penal colombiano, se ha producido una inquietud de nuestra parte, que expresamos en la inexistencia de cambios estructurales que permitan que en el desarrollo del proceso, los derechos fundamentales de la persona tengan una verdadera protección por parte del Estado. Es por tal motivo, que hemos querido encauzar la presente tesis, de tal forma que de ella puedan extraerse conclusiones constructivas, y sobre todo, fundamentadas en la dignidad de la persona humana. De esta manera, se pretende entre otras cosas, aportar elementos que supongan el abandono de la tendencia que existe en nuestro país, a legislar coyunturalmente. Siendo conscientes de las limitaciones prácticas que un estudio de este tipo supone en cuanto a la efectiva adopción de las modificaciones que se plantearán, consideramos que bien vale la pena que se determinen con claridad las fallas en nuestra administración de justicia en términos de derechos humanos. Sin pretender agotar las fuentes referentes al tema, pero con base en un sustento doctrinal, legal y jurisprudencial a nivel interno y externo, no exhaustivo aunque suficiente, hemos querido plantear los cuestionamientos a los que hemos hecho referencia, como 2 Véase al respecto a AMBOS, Kai en Las Reformas Procesales Penales en América 5 punto de partida para la efectiva recomendaciones propuestas. Latina. Buenos Aires: Editorial Ad-Hoc, 2000. p.17 y ss. implementación de las 6 1. 1.1 EL BLOQUE DE CONSTITUCIONALIDAD ANTECEDENTES La llamada doctrina del “Bloque de Constitucionalidad” surge como parte de la ya conocida discusión en torno a la relación y jerarquía entre el derecho interno y el derecho internacional. Son dos las teorías que se han establecido, y que dan respuesta a la disyuntiva sobre qué tipo de relación debe existir entre los dos bloques normativos, y si alguno de ellos debe prevalecer. Según la teoría dualista, dichos ordenamientos al ser diferentes, independientes y separados, se encargan de regular relaciones sociales diversas, con fuentes y fundamentos distintos. Por otra parte, está la teoría monista, de acuerdo con la cual el derecho interno y el derecho internacional forman un solo sistema jurídico, en donde puede tener primacía el primero de ellos (monismo constitucionalista) o el segundo (monismo internacionalista). 7 En Colombia el desarrollo de la doctrina se inició con la promulgación de la Constitución de 1991, y se ha ido enriqueciendo fundamentalmente a través de la jurisprudencia de la Corte Constitucional. Normativamente hablando, la discusión radica en la armonización entre el artículo 4 de la Carta, que establece que la constitución es norma de normas, con el mandato de los artículos 93 y 94, que confieren prevalencia y por ende supremacía en el orden interno a ciertos contenidos de los convenios de derechos humanos. Así pues, podemos decir que el Bloque de Constitucionalidad busca integrar en un todo las normas sobre derechos humanos reconocidos internacionalmente y que no pueden ser limitadas en los estados de excepción, con las garantías fundamentales previstas en la propia constitución, prevalentes frente a cualquier norma de inferior jerarquía. De esta manera, el Bloque de Constitucionalidad está integrado por principios y normas que no están en el texto de la Constitución, pero que sirven de punto de partida en el control de constitucionalidad de las leyes, aún cuando en algunos casos puedan contener conceptos disímiles a los de la propia Carta. 8 Antes de analizar en detalle el desarrollo que en nuestro país ha tenido esta doctrina, haremos un breve recuento de sus antecedentes más importantes en Francia, país en donde surgió la doctrina, y en algunos países en los cuales se ha desarrollado, con el objeto de reconocer los diferentes matices que ella ha presentado, y que finalmente han conducido al concepto que nos rige en la actualidad. 1.1.1 El Derecho Francés Fue en Francia en donde surgió y se le dio nombre a esta doctrina. Nació a partir de la necesidad de hacer compatible el ordenamiento interno francés, con las disposiciones que a nivel externo debían ser parte o al menos armonizarse con el mismo. El concepto del Bloque de Constitucionalidad, tiene su origen en la práctica del Consejo Constitucional Francés, el cual consideró que, como el Preámbulo de la Constitución Política francesa vigente en 1971 hace referencia al Preámbulo de la Constitución derogada de 1946, y a la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789, esos textos son también normas y principios de valor constitucional que condicionan la validez de las leyes. “Según la doctrina francesa, estos 9 textos forman entonces un bloque con el articulado de la Constitución, de suerte que la infracción por una ley de las normas incluidas en el Bloque de Constitucionalidad comporta la inexequibilidad de la disposición legal controlada. Con tal criterio, en la decisión del 16 de julio de 1971, el Consejo Constitucional anuló una disposición legislativa por ser contraria a uno de los "principios fundamentales de la República" a que hace referencia el Preámbulo de 1946” 3. 1.1.2 El Derecho Español El artículo 10.2 de la Constitución española señala: “Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades públicas que la Constitución reconoce, se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos, y los tratados y acuerdos internacionales sobre las mismas materias ratificados por España”. 3 Sobre esta noción, ver FAVOREU, Louis. El bloque de constitucionalidad. En: Revista del Centro de Estudios Constitucionales. No 5 p.46 y ss. Igualmente PARDO FALCÓN, Javier. El Consejo Constitucional Francés. Madrid: Centro de Estudios Constitucionales, 1990, p.115 y ss. 10 La importancia de este precepto y del contenido del artículo 93 de la Constitución española, radica en que se enmarcan “en la línea mantenida por el constitucionalismo europeo de postguerra de abrir las estructuras constitucionales internas a los fenómenos de cooperación e integración internacional”. 4 Sin embargo, la disposición contenida en el artículo 10.2 no implica que se haya elevado a rango constitucional lo dispuesto por los tratados internacionales relativos a Derechos Fundamentales, pues su alcance es meramente interpretativo en la determinación del contenido que a la luz de la constitución tiene estos derechos. 1.1.3 Otros países de Europa En relación con la Convención Europea para la protección de los Derechos Humanos y Libertades Fundamentales, en países como Austria y Suiza, la Convención constituye un Bloque de Constitucionalidad en la medida en que las normas que componen dicho instrumento se 4 PÉREZ TREMPS, Pablo. Los Derechos Fundamentales Derecho Constitucional. Valencia: Tirant lo Blanch, 1994. Vol. 1. p.141. 11 incorporan a su derecho interno con rango constitucional5. Al contrario, en Alemania, la Convención rige con fuerza de ley ordinaria, así como las disposiciones de la Carta Social Europea y los Acuerdos Internacionales sobre Derechos civiles y políticos, y sobre derechos económicos, sociales y culturales. De esta manera, en la práctica, la protección de los derechos fundamentales en los estados de la República Federal, no tienen importancia significativa6. 1.1.4 El Derecho Latinoamericano: El Caso Panameño La justicia constitucional panameña ha sufrido en los últimos años una importante evolución jurisprudencial, en gran parte alentada en la necesidad de actualizar la Constitución y las leyes, al marco referencial vigente a nivel internacional, y buscando crear una barrera de protección a sentencias producidas durante el reciente régimen militar. Con ocasión de una demanda de inconstitucionalidad en el año de 1995, la Corte Suprema de Justicia de la República de Panamá, tuvo la oportunidad de concluir lo siguiente: 5 BENDA, MAIHOFER, VOGEL, HESSE, HEYDE. Manual de Derecho Constitucional. Madrid: Marcial Pons Ediciones Jurídicas y Sociales S.A., 2001. p.89. 6 Ibid 12 “Hemos procedido a hacer el análisis de las normas de derecho internacional mencionadas por el demandante, por cuanto que dentro del conjunto normativo de jerarquía constitucional empleado por esta Corte para emitir juicio sobre constitucional – bloque de constitucionalidad – se ha expresado que excepcionalmente ciertas normas de derecho internacional, ratificadas por Panamá, pueden tener jerarquía constitucional si consagran derechos fundamentales que son esenciales para el Estado de Derecho. Y en opinión del Pleno el derecho fundamental de igualdad ante la ley es uno de esos derechos cuyo reconocimiento se requiere para el fortalecimiento de nuestro Estado de Derecho”7. De otra parte, según el profesor panameño Arturo Hoyos, se pueden enumerar como elementos conformadores Constitucionalidad en ese país, los siguientes: del Bloque de 1. La constitución vigente, 2. La jurisprudencia de la corte en materia constitucional, 3. La costumbre constitucional, 4. El Reglamento Orgánico del Régimen Interno de la Asamblea Legislativa, 5. Las normas de la Constitución 7 Sentencia de Inconstitucionalidad del 12 de mayo de 1995, dictada por la Corte Suprema de Justicia de la República de Panamá. Tomado de Anuario de Derecho Constitucional Latinoamericano. Colombia: Konrad Adenauer Stiftung, Ciedla, Asociación Costarricense de Derecho Constitucional, Asociación Venezolana de Derecho Constitucional y Biblioteca Jurídica Diké, 1996. 1 Edición. p.399 13 derogada de 1946 y 6. El Estatuto de Retorno Inmediato a la Plenitud del Orden Constitucional.8 Sin embargo, los tratadistas panameños han sido explícitos en afirmar que la doctrina en su país tiene un carácter residual, pues ésta es solamente aplicable en la medida en que la Constitución no satisfaga las expectativas de la sociedad contemporánea, es decir, que sólo es posible la incorporación de algunas normas de derecho internacional, cuando en materia de derechos humanos amplíen o refuercen su entendimiento. De esta forma, pueden entenderse sumadas en bloque a la Constitución, y de paso sirven como fundamento en la integración institucional del Estado panameño. 1.2 LA DOCTRINA: DESARROLLO JURISPRUDENCIAL A NIVEL INTERNO La doctrina del Bloque de Constitucionalidad en nuestro país ha sido desarrollada fundamentalmente a través de la jurisprudencia de la Corte Constitucional. Se estructura con fundamento en el artículo 4 de la Constitución Política, según el cual “La Constitución es norma de 8 Ibid, p.402 14 normas”, y el artículo 93 de la misma, que establece lo siguiente: “Los tratados y convenios internacionales ratificados por el Congreso, que reconocen los derechos humanos y que prohiben su limitación en los estados de excepción, prevalecen en el orden interno”. Desde antes de la promulgación de la Carta, en el proyecto de acto reformatorio de la Constitución Política, el gobierno había propuesto el siguiente texto, en el cual, si bien no se da primacía a los instrumentos internacionales ratificados por Colombia, sí se reconocen como parte integrante de los elementos de interpretación de los derechos y deberes consagrados en ella: Artículo 65.- El artículo 65 de la Constitución Política formará parte del Artículo 135 y en su lugar quedará el siguiente: Referencia a los tratados internacionales sobre derechos humanos. La Carta de Derechos y Deberes se interpretará de conformidad con los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia, salvo que sean contrarios a aquella.9 De acuerdo con la exposición de motivos que sirvió de sustento del anterior precepto, la aplicación de los derechos y deberes debía ser 15 complementada por los tratados internacionales de derechos humanos ratificados por Colombia, de tal forma que hicieran parte integrante del ordenamiento jurídico y que tuvieran la virtud de llenar los vacíos que se presentaran en la aplicación de esos derechos, pero sin la pretensión de abarcar la totalidad de las situaciones que pudieran presentarse en la defensa de los mismos. En el siguiente aparte, se presenta una síntesis de la evolución jurisprudencial de la doctrina del Bloque de Constitucionalidad en Colombia, mostrando las distintas aproximaciones que con ocasión del estudio de diversas materias, la Corte Constitucional ha tenido con la misma. 1.2.1 Sentencia C-574 de 1992 Poco después de la promulgación de la Carta, la Corte ya se había pronunciado en relación con la obligatoriedad del derecho internacional, de los derechos humanos y del derecho internacional humanitario. Señaló que la Constitución había acogido la fórmula de la incorporación automática del derecho internacional humanitario al ordenamiento 9 PRESIDENCIA DE LA REPÚBLICA. Proyecto de Acto Reformatorio de la Constitución 16 interno nacional e indicó que este hecho era congruente con el carácter imperativo que caracteriza a los principios axiológicos que hacen que este cuerpo normativo sea integrante del Ius Cogens. Se dijo además en esa oportunidad, que la Carta reconoce plenos efectos jurídicos a los tratados y convenios, debidamente ratificados, concernientes a los derechos humanos. Esto era un indicativo de que los constituyentes no ignoraron la vigencia del derecho internacional de los derechos humanos y de las reglas del derecho internacional humanitario, particularmente durante la vigencia de los denominados Estados de Excepción. En palabras de la Corte, “es claro, pues, que las facultades del gobierno durante tales estados encuentran límites efectivos que operan aún antes de la vigencia de la ley estatutaria a que alude la misma disposición constitucional. Lo cual significa, ni mas ni menos, que las reglas del derecho internacional humanitario son hoy, -por voluntad expresa del Constituyente-, normas obligatorias per se sin ratificación alguna previa o sin expedición de norma reglamentaria. Y lo son "en todo caso" como lo señala significativamente la propia Carta. Por virtud del texto expreso del artículo 94, bien pueden considerarse incorporados a los derechos y Política de Colombia. Febrero de 1991. 17 garantías reconocidos por la Carta todos aquellos que sean inherentes a la persona humana”. 1.2.2 Sentencia C-225 de 1995 A través de esta sentencia, la Corte Constitucional define por primera vez el llamado Bloque de Constitucionalidad. De acuerdo con la Corporación, esta doctrina es la vía a través de la cual se logra armonizar la aplicación del contenido de los tratados internacionales en nuestro ordenamiento (artículo 93 CN) con la supremacía de la Constitución Política (artículo 4 CN). Tras referirse a los antecedentes doctrinarios en el derecho francés, la Corte Constitucional estableció que “el bloque de constitucionalidad está compuesto por aquellas normas y principios que, sin aparecer formalmente en el articulado del texto constitucional, son utilizados como parámetros del control de constitucionalidad de las leyes, por cuanto han sido normativamente integrados a la carta, por diversas vías y por mandato de la propia Constitución. Son pues verdaderos principios y reglas de valor constitucional, esto es, son normas situadas en el nivel constitucional, ...”. 18 1.2.3 Sentencia C-423 de 1995 Meses más tarde, al tratar el tema de la jerarquía de las leyes orgánicas, en la Sentencia C-423 de 1995, la Corte las excluye del Bloque de Constitucionalidad en los siguientes términos: “Las leyes orgánicas se constituyen en reglamentos que establecen límites procedimentales para el ejercicio de la actividad legislativa, en el caso de las leyes ordinarias en general y en el de ciertas y determinadas leyes en especial; son normas de autoreferencia para quienes tienen la facultad de expedirlas y posteriormente desarrollar la materia de la cual tratan, a través de leyes ordinarias. Son normas intermedias entre las disposiciones del ordenamiento superior y las normas que desarrollan la materia que ellas regulan; sin embargo, ellas no se "incorporan al bloque de constitucionalidad", como lo afirma en su concepto el Director Nacional de Planeación, sino en los precisos casos en los que la misma Constitución lo disponga como requisito de trámite de las leyes”. (Subrayado fuera del texto). 1.2.4 Sentencia C-578 de 1995 19 En la Sentencia C-578 del 4 de diciembre de 1995, vuelve a pronunciarse la Corte Constitucional sobre la doctrina del Bloque de Constitucionalidad, retomando lo establecido en la Sentencia C-225 de 1995 y ampliando considerablemente lo dicho en esa oportunidad. En este pronunciamiento, al analizar la jerarquía normativa del derecho internacional humanitario, lo anuncia como parte integrante del Bloque de Constitucionalidad. Dice la corporación: “En síntesis, los principios del derecho internacional humanitario ..., por el hecho de constituir un catálogo ético mínimo aplicable a situaciones de conflicto nacional o internacional, ampliamente aceptado por la comunidad internacional, hacen parte del ius cogens o derecho consuetudinario de los pueblos. En consecuencia, su fuerza vinculante proviene de la universal aceptación y reconocimiento que la comunidad internacional de Estados en su conjunto le ha dado al adherir a esa axiología y al considerar que no admite norma o práctica en contrario. No de su eventual codificación como normas de derecho internacional, .... De ahí que su respeto sea independiente de la ratificación o adhesión que hayan prestado o dejado de prestar los Estados a los instrumentos internacionales que recogen dichos principios” (El subrayado es nuestro). 20 El derecho internacional humanitario es, ante todo, un catálogo axiológico cuya validez absoluta y universal no depende de su consagración en el ordenamiento positivo10. De las anteriores afirmaciones, es fácilmente deducible no sólo que los principios y normas relativos al derecho internacional humanitario se incorporan al Bloque de Constitucionalidad, sino que su primacía se entiende con independencia al hecho de que hagan parte o no de los instrumentos internacionales que hayan sido ratificados por Colombia. Así mismo, en esta Sentencia C-578 de 1995 la Corte hace referencia a la Ley 137 de 1994, “por la cual se regulan los estados de excepción en Colombia”, en la que se reitera la prevalencia en el orden interno de los tratados sobre derechos humanos ratificados en Colombia y la vigencia irrestricta de las reglas del derecho internacional humanitario. Comenta la Sentencia, que la Corte al pronunciarse sobre la inexequibilidad de uno de los apartes de dicha ley, “pone de presente el valor incondicional del derecho internacional humanitario convencional o consuetudinario”. En esta oportunidad, la Corte señaló: 10 Corte Constitucional, Sentencia C-574/92 M.P. Ciro Angarita Barón 21 “La Constitución no solamente ordena respetar el derecho internacional humanitario durante los estados de excepción, sino que también permite que se apliquen las normas internacionales sobre derechos, que sean inherentes a la persona humana, a pesar de que no los consagre el Ordenamiento Supremo, lo cual quedó consignado en el artículo 94 ibídem, que prescribe: "la enunciación de los derechos y garantías contenidos en la Constitución y en los convenios internacionales vigentes, no debe entenderse como negación de otros que, siendo inherentes a la persona humana, no figuren expresamente en ellos” ". 1.2.5 Sentencia C-135 de 1996 Al estudiar la exequibilidad del Decreto Legislativo No. 2238 del 21 de diciembre de 1995, mediante el cual se dictan medidas tendientes a erradicar algunos delitos contra la libertad personal, especialmente el secuestro y la extorsión, la Corte se pronunció nuevamente en relación con el Bloque de Constitucionalidad. A propósito de la suspensión temporal de las normas incompatibles a las dictadas en estados de excepción, al referirse a la carga que existe en cabeza del gobierno nacional de demostrar la citada incompatibilidad, la corporación se refirió al tema en los siguientes términos: 22 “Los decretos legislativos que suspendan leyes deberán expresar las razones por las cuales son incompatibles con el correspondiente estado de excepción, no se encuentra en el decreto examinado la pertinente motivación. A este respecto cabe recordar que las reglas del derecho internacional humanitario y las disposiciones de la ley estatutaria sobre los estados de excepción, integran junto a las normas de la Constitución del capítulo 6 del título VII, un bloque de constitucionalidad al cual debe sujetarse el Gobierno cuando declara estado de conmoción interior (C.P. art. 214)”. Así las cosas, es claro que para la Corte las reglas del derecho internacional humanitario y las disposiciones de la ley estatutaria sobre los estados de excepción, integran, junto a las normas de la Constitución del capítulo 6 del título VII, un Bloque de Constitucionalidad al cual debe sujetarse el Gobierno cuando declara el estado de conmoción interior. 1.2.6 Sentencia C-327 de 1997 Mediante esta sentencia se decidió sobre la constitucionalidad de los incisos 2 y 3 del artículo 397 del Código de Procedimiento Penal. Consideró el demandante de estos textos legales, que su inconstitucionalidad deriva en el desconocimiento de los principios 23 contenidos en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, la Convención Americana sobre Derechos Humanos y el artículo 28 de la Constitución Política, que consagran el carácter excepcional del régimen de la detención preventiva. Al respecto, consideró la Corte que los tratados internacionales invocados por el demandante, en la parte relativa a la libertad personal, no forman parte del Bloque de Constitucionalidad. Añadió que el hecho de que la Carta Política disponga que los derechos en ella consagrados deberán interpretarse de conformidad con los tratados internacionales que, por estar ratificados por Colombia tienen fuerza en el ordenamiento jurídico interno, no implica que estos deban tener prevalencia sobre la Constitución al momento de determinar la validez de las normas legales. En este sentido, se hizo especial énfasis en los requisitos que deben cumplirse para determinar la supremacía de los tratados y convenios internacionales en el orden interno. Estos son, por una parte, que tengan por objeto el reconocimiento de un derecho humano, y por otra, que sean de aquellos cuya limitación se prohiba durante los Estados de Excepción. Sin reunir los requisitos anteriores, como ocurre con la privación de la libertad, según la Corte, no podrán adquirir una prevalencia que no les ha conferido la Carta Política. 24 En síntesis, el aporte de este fallo constitucional a la teoría, radicó en la determinación de las normas que han de entenderse como incorporadas al Bloque de Constitucionalidad. De esta forma, se concluyó que una cosa es que las normas de los tratados internacionales tengan fundamento constitucional y otra, que se hallen incorporadas al Bloque de Constitucionalidad y que deban ser tenidas en cuenta en el momento de decidir si una ley se ajusta o no a los preceptos de la Carta. 1.2.7 Sentencia C-358 de 1997 Al referirse a la Constitucionalidad del artículo 577 del Código Penal Militar, que determina el procedimiento para el allanamiento y registro de casas con inmunidad diplomática, cuyos parámetros han sido fijados por tratados internacionales suscritos y ratificados por Colombia, la Corte Constitucional recordó que el fundamento de las relaciones exteriores está en la soberanía nacional, el respeto a la autodeterminación de los pueblos y en el reconocimiento de los principios del derecho internacional aceptados por Colombia (Art. 9 CN). Así mismo, indicó que dentro de estos últimos está el Pacta Sunt Servanda que obliga al respeto y cumplimiento de lo acordado en los 25 tratados internacionales, so pena de comprometer la responsabilidad internacional del país. Se determinó que no obstante la existencia de este principio, no está resuelta la disyuntiva planteada con el fin de determinar si las normas legales internas que no acatan lo pactado en los tratados internacionales, deban ser consideradas inconstitucionales. En este punto se hizo una remisión a lo afirmado en los fallos precedentes en relación con el Bloque de Constitucionalidad, para concluir que “siempre que se habla de Bloque de Constitucionalidad, se hace porque en la Constitución una norma suya así lo ordena y exige su integración, de suerte que la violación de cualquier norma que lo conforma se resuelve en últimas en una violación del Estatuto Superior”. Así las cosas, en el caso particular de los Convenios Internacionales sobre Relaciones Diplomáticas y Consulares que reglamentan la materia que trata la norma demandada, se concluyó que por el hecho de no ser objeto de una remisión directa en el texto de la Carta, no formaban parte del Bloque de Constitucionalidad, y en consecuencia la exequibilidad del artículo no estaba condicionada a su identificación con estos tratados. 26 1.2.8 Sentencia C-400 de 1998 La Corte Constitucional, con ocasión del examen de la constitucionalidad de la Ley 406 de 1997, aprobatoria de la “Convención de Viena sobre el Derecho de los Tratados entre Estados y Organizaciones Internacionales o entre Organizaciones Internacionales”, realizó un análisis más detallado de la teoría, así como un recuento más claro y concreto de las posiciones que a través de los primeros años de vigencia de la Carta Política, se habían esgrimido en relación con el Bloque de Constitucionalidad. Después de reconocer que la Carta, en consideración a lo perceptuado por su artículo 4 no defiende un monismo constitucionalista rígido debido a su expreso reconocimiento a los principios de derecho internacional adoptados por el país, pasa la Corte a discutir la aplicación absoluta del principio de derecho internacional Pacta Sunt Servanda sobre la Constitución Política. Se indica en ese sentido, que de ser así, se debió hacer de forma expresa y que la Constitución como norma de normas tiene supremacía 27 sobre cualquier otro ordenamiento. En adición a lo anterior, se argumenta que si el artículo 93 de la Carta le da prelación a ciertos tratados sobre derechos humanos, estableciendo una excepción, se debe entender que el principio general es la mencionada supremacía de la Constitución. Conforme a lo anterior, la Corte concluye que la Carta establece una clara prevalencia de la Constitución sobre los tratados, con dos excepciones, a saber: los que reconocen derechos humanos y prohiben su limitación en estados de excepción, y los tratados de límites que representan elementos constitutivos del territorio nacional, y por ende, del propio Estado colombiano. En este estado de la cuestión, se pasa a analizar si esta indiscutible prevalencia de la Constitución implica la inexequibilidad del artículo 27 de la Convención de Viena, según el cual Colombia no podrá invocar el derecho interno para justificar el incumplimiento de un tratado. En ese orden de ideas, son dos las razones para considerar que la norma es exequible. En primer lugar, por la aplicación del principio Pacta Sunt Servanda referido anteriormente, y por otra, por el reconocimiento mayoritario de la doctrina y la jurisprudencia internacionales en relación con lo siguiente: 28 “La supremacía de los tratados sobre los ordenamientos internos de los Estados no implica la invalidación automática de las normas internas contrarias a los compromisos internacionales, por cuanto, para los ordenamientos nacionales y para los jueces nacionales, estas disposiciones internas pueden seguir teniendo plena validez y eficacia, por lo cual son aplicables. Lo que sucede es que si los jueces aplican esas normas contrarias a un tratado, entonces eventualmente pueden comprometer la responsabilidad internacional del Estado en cuestión ”. Finalmente, a la luz de estas disposiciones doctrinales y jurisprudenciales, se concluye que el artículo 27 de la Convención se ajusta a la Carta, pues éste, ciñéndose a los preceptos señalados, simplemente establece que Colombia compromete su responsabilidad internacional si aplica disposiciones internas contrarias a un tratado, lo cual no puede considerarse contrario al ordenamiento constitucional porque, como lo hemos visto, en virtud de la propia Constitución, no solo se reconocen los principios del derecho internacional sino que se establece la obligación del Estado de promover entre otras cosas, las relaciones internacionales sobre la base de la reciprocidad y la equidad. 29 1.2.9 Sentencia C-708 de 1999 Esta sentencia hizo referencia a las Leyes Estatutarias, tema en el cual se insistió en que la Carta puede ser violada directamente en su articulado y cuando se afecta una serie de normas cuyo texto no forma parte de los textos constitucionales, pero al que éstos otorgan, expresamente, un cierto carácter de "supralegalidad", como sucede con los tratados internacionales de derechos humanos a que se refiere el artículo 93 de la Constitución y con las Leyes estatutarias. Se dijo textualmente que “algunas leyes pueden integrar el mencionado bloque de constitucionalidad siempre que la propia Carta lo haya ordenado, en forma directa y específica, de manera que sus mandatos sean respetados por las leyes ordinarias y logren instituirse como parámetros de un control de constitucionalidad sobre las mismas”. Finalmente se insistió en que no todo el contenido de una ley estatutaria es susceptible de formar parte del Bloque de Constitucionalidad, pues es necesario que a través de un mandato expreso en la Carta Política, se las reconozca como reglas de valor constitucional, sobre las cuales deba realizarse el control constitucional pertinente. 30 1.2.10 Sentencia C-774 de 2001 Siendo la más reciente que hace referencia al tema, esta sentencia define el Bloque de Constitucionalidad en sentido estricto y en sentido lato, aportando de esta forma, cada vez más elementos de análisis dentro de la doctrina objeto de estudio. Como consecuencia de una demanda presentada en ejercicio de la acción pública de inconstitucionalidad contra algunas normas del Código Penal y de Procedimiento Penal, la Corte señaló que las disposiciones que conforman el Bloque de Constitucionalidad en sentido estricto “ son aquellas que de acuerdo con la Constitución tienen rango constitucional, es decir, los tratados internacionales que reconocen derechos humanos y que prohiben su limitación en los estados de excepción, los tratados limítrofes y los convenios”. Por otra parte, indicó que el Bloque de Constitucionalidad en sentido lato, “es aquel que está conformado a partir de otras normas que aunque no tienen un rango constitucional, representan parámetros para analizar la validez constitucional de las disposiciones sometidas a su control”. 31 Así las cosas, al hacer referencia particularmente al derecho a la libertad personal, ratifica su exclusión del Bloque de Constitucionalidad por cuanto este derecho no es calificado como intangible en estados de excepción, mientras que el derecho a la presunción de inocencia, si forma parte de la institución por considerarse un derecho humano no susceptible de limitación o restricción en estados de excepción. A ese respecto, la Corte dijo: “Frente a la presunción de inocencia, la Corte considera que las disposiciones de los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia, sí forman parte del bloque de constitucionalidad, toda vez que, la presunción de inocencia es un derecho humano, el cual no es susceptible de limitación o restricción en los estados de excepción, ya que si el derecho al debido proceso y el principio de legalidad no admiten restricción alguna, según lo dispone la ley 16 de 1972, que ratifica la Convención Americana sobre Derechos Humanos, menos aún la presunción de inocencia, derecho fundamental a partir del cual se edifican las garantías jurídicas citadas” (El subrayado es nuestro). Finalmente señala la Corte en relación con el derecho a la libertad personal, que aunque las disposiciones referentes a este derecho no integran la institución, no puede desconocerse que su interpretación 32 debe hacerse a la luz de los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia. 1.3 CONCLUSIÓN Conforme al anterior análisis jurisprudencial, atendiendo a las directrices de la Corte Constitucional, hacen parte del Bloque de Constitucionalidad los instrumentos relativos a derechos humanos ratificados por Colombia y que prohiben su limitación en estados de excepción, de acuerdo con lo establecido en el artículo 93 de la Carta; es decir, la doctrina en Colombia se ha interpretado en sentido estricto. De esta forma, se excluyen los que hubiesen podido estar incorporados al Bloque, si la interpretación aceptada fuera en sentido lato, la cual comprende lo dispuesto en el artículo 94 de la Carta. Algunos de los instrumentos internacionales que hacen parte del Bloque de Constitucionalidad en Colombia, de acuerdo con la interpretación restrictiva vigente, son los siguientes: 33 • Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas el 16 de diciembre de 1966, aprobado por la ley 74 de 1968 y ratificado en 1969. • Convención Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica, firmado el 22 de noviembre de 1969, aprobado por la Ley 16 de 1972 y ratificado en 1973. • Convención sobre la Tortura y otros Tratamientos y Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes, aprobada mediante Ley 70 de 1986. • Convenios III y IV de Ginebra del 12 de agosto de 1949, aprobados mediante Ley 5 de 1960. • Convención para la Prevención y Sanción del Crimen del Genocidio, aprobada mediante Ley 28 de 1959. • Convención Americana sobre Desaparición Forzada de Personas, adoptada el 9 de junio de 1994. 34 1.4 APRECIACIÓN CRÍTICA Tal y como lo hemos planteado en los apartes precedentes, la Doctrina del Bloque de Constitucionalidad ha tenido un especial desarrollo en los últimos años. Desde sus inicios en el derecho francés, ha significado para el derecho contemporáneo una herramienta de gran utilidad en aras de la globalización, o si se quiere, universalización de las instituciones jurídicas relativas a los derechos humanos. Debido a su especial relevancia, se ha buscado hacer una síntesis de los principales aportes que tanto a nivel interno como internacional se han allegado a la discusión, de tal manera que se pueda reflejar una idea lo más cercana posible al estado actual de la cuestión, y que de paso, nos permita contar con los suficientes elementos de juicio para la determinación del estado real de las garantías constitucionales en el actual proceso penal. Así las cosas, es posible concluir en primer lugar, que en materia de derechos humanos, existe un solo bloque de principios que se integra por los expresamente reconocidos en la Constitución Política, y por aquellos que están contemplados en los tratados internacionales y que no son susceptibles de limitación alguna en estados de excepción. 35 En Colombia se han estudiado temas jurídicos de diversa índole, con ocasión de los cuales se ha recorrido un camino importante en la consecución de criterios más o menos unificados en torno al tema. En este sentido, más allá de algunas discusiones que existen en relación con la aplicación puntual de derechos en particular, a la fecha se reconocen dos acepciones del Bloque de Constitucionalidad; en sentido estricto y en sentido lato, siendo el primero de ellos el que tiene aplicación en nuestro país. En palabras de la Corte Constitucional “el hecho inocultable que los principios del derecho internacional humanitario plasmados en los Convenios de Ginebra y en sus dos Protocolos, por el hecho de constituir un catálogo ético mínimo aplicable a situaciones de conflicto nacional o internacional, ampliamente aceptado por la comunidad internacional, hacen parte del ius cogens o derecho consuetudinario de los pueblos. En consecuencia, su fuerza vinculante proviene de la universal aceptación y reconocimiento que la comunidad internacional de Estados en su conjunto le ha dado al adherir a esa axiología y al considerar que no admite norma o práctica en contrario. No de su eventual codificación como normas de derecho internacional, como se analizará con algún detalle mas adelante. De ahí que su respeto sea independiente de la 36 ratificación o adhesión que hayan prestado o dejado de prestar los Estados a los instrumentos internacionales que recogen dichos principios. El derecho internacional humanitario es, ante todo, un catálogo axiológico cuya validez absoluta y universal no depende de su consagración en el ordenamiento positivo”11 . A nuestro entender la interpretación correcta es en sentido lato, según la cual no sólo se incorporan este tipo de tratados, sino que con adición a ellos, se tienen como parte del Bloque todas aquellas disposiciones que aún sin figurar expresamente en los textos de la Constitución y los tratados vigentes, son inherentes a la persona humana. Si bien no se encuentran formal y expresamente incorporadas a nuestro derecho interno algunas disposiciones de este tipo, debido a la trascendencia que representan, deben aplicarse como parte integrante del Bloque de Constitucionalidad. No podría decirse que con miras a salvaguardar la seguridad jurídica, deba evitarse esta integración normativa, por cuanto, al contrario, la misma se vería seriamente afectada si no se respetaran principios fundamentales de la esencia de la persona humana. En ese orden de ideas, es preciso recordar que tanto en materia de Derechos Humanos como de Derecho Internacional Humanitario, se 11 Ibid. 37 establecen un mínimo de derechos y procedimientos, de los cuales se derivan otros tantos que aplicados a situaciones concretas, resultan ser expresiones de los principios de superior categoría consagrados por estas dos instituciones, y que por consiguiente, terminan afectándolos directamente. A manera de ejemplo, aludimos al concepto de dignidad de la persona, en lo que tiene que ver con su patrimonio genético. Así, al ser ésta una expresión de la intimidad y parte integrante del derecho a la vida, puede decirse que la violación de los derechos que todo ser humano detenta sobre este patrimonio, recae en forma directa sobre su vida e intimidad, afectando por consiguiente y de manera analógica, su propia dignidad. De esta manera, atendiendo a nuestra postura en relación con la teoría, habría que decir que a falta de legislación expresa en materia de “patrimonio genético”, en virtud de la afectación de los derechos arriba mencionados, sería posible su cabal aplicación y defensa en nuestro país. De otra parte, en lo que hace referencia al Derecho Internacional Humanitario, podemos decir que si bien este ordenamiento establece unas pautas mínimas que tienen obligatoria y general observancia en 38 estado de guerra, en temas no incluidos en él, cabría igualmente una interpretación extensiva. Particularmente, en lo tocante al uso de armas no convencionales como es el caso de las pipetas de gas, a nuestro entender es inadmisible que en Colombia los grupos alzados en armas aleguen como razón legitimante para su utilización, el hecho de que su prohibición no está consagrada expresamente en el DIH. De esta manera, se ha dicho que la utilización de este tipo de armas es un tema que está excluido del Ius Cogens, y por lo tanto, no es de obligatorio cumplimiento. Sin embargo, conforme a la interpretación del Bloque de Constitucionalidad en sentido lato, en atención a que estas prácticas son abiertamente atentatorias contra la dignidad humana, son por consiguiente violatorias de las normas del Derecho Internacional Humanitario. Creemos que en lo relativo al Bloque de Constitucionalidad, como en algunos otros temas, a más de reconocer los avances de la doctrina internacional, es preciso ponerse a tono con las exigencias que en estas materias impone la comunidad de naciones. Este debe ser un propósito nacional, que una vez alcanzado, permita la aplicación de una legislación coherente con los designios constitucionales, los cuales a la postre puedan proyectarse internacionalmente. En otras palabras, tanto 39 institucional como políticamente, el acondicionamiento de nuestro universo jurídico al régimen internacional, es un supuesto necesario para garantizar la estabilidad y el desarrollo de los procesos que se adelantan en Colombia. En materia penal, podemos decir por lo pronto, que por ser un campo en donde las garantías son un tema álgido, se debe tener especial cuidado en el aseguramiento de su aplicación, punto en el cual el “Bloque de Constitucionalidad” juega un papel preponderante, pues supone por una parte el señalamiento de unos criterios que obligan al intérprete de la norma penal, y por otra, significan un modelo de imperativa aplicación dentro del ámbito internacional. Como es obvio, la imperatividad de las normas humanitarias y su integración en el Bloque de Constitucionalidad implica que el Estado colombiano debe adaptar las normas de inferior jerarquía del orden jurídico interno a los contenidos del derecho internacional humanitario, con el fin de potenciar la realización material de tales valores. 40 2. El DERECHO A LA INTIMIDAD 2.1 NATURALEZA No cabe duda que en los tiempos actuales, el entorno físico y social del hombre, lo sitúa en una constante lucha en la que los patrones de conducta impuestos por la sociedad y por el Estado, ponen en entredicho la propia individualidad humana, perdiendo cada vez más el espacio que debe tener este valor en la vida intima del individuo. Esta realidad se constituye en un duro ataque y atropello a la libertad y la dignidad de la persona. En palabras del profesor español Fariñas Mantoni, el bien lesionado por la falta de respeto a la libertad y la dignidad del hombre, no es otro que su propia intimidad12. Desde el punto de vista axiológico, el honor y la intimidad requieren una especial protección por el hecho de ser valores que provienen de la conducta 12 FARIÑAS MATONI, L. El Derecho a la Intimidad. Madrid: Editorial Trivium, 1983. p.4. Tomado de FERNÁNDEZ, Demetrio. El Derecho a la Intimidad en el caso de las Relaciones Obrero-Patronales. 82 Revista Universitas de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Javeriana. 1992. p. 519. 41 humana y que involucran cuestiones éticas de la persona, comprometiendo su dignidad de la forma más completa y amplia. La Corte Constitucional colombiana ha definido este derecho así: "...se protege la intimidad como una forma de asegurar la paz y la tranquilidad que exige el desarrollo físico, intelectual y moral de las personas, vale decir, como un derecho de la personalidad. Esta particular naturaleza suya determina que la intimidad sea también un derecho general, absoluto, extrapatrimonial, inalienable e imprescriptible y que se pueda hacer valer "erga omnes", vale decir, tanto frente al Estado como a los particulares. En consecuencia, toda persona, por el hecho de serlo, es titular a priori de este derecho y el único legitimado para permitir la divulgación de datos concernientes a su vida privada. Su finalidad es la de asegurar la protección de intereses morales; su titular no puede renunciar total o definitivamente a la intimidad pues dicho acto estaría viciado de nulidad absoluta". (...) 42 "En efecto, la intimidad es, como lo hemos señalado, elemento esencial de la personalidad y como tal tiene una conexión inescindible con la dignidad humana. En consecuencia, ontológicamente es parte esencial del ser humano. Sólo puede ser objeto de limitaciones en guarda de un verdadero interés general que responda a los presupuestos establecidos, por el artículo 1o. de la Constitución. No basta, pues, con la simple y genérica proclamación de su necesidad: es necesario que ella responda a los principios y valores fundamentales de la nueva Constitución entre los cuales, como es sabido, aparece en primer término el respeto a la dignidad humana" 13. En la actualidad, los episodios de agresión a la intimidad del individuo, la ponen en peligro de verse en gran medida mermada e incluso de desaparecer. Ahora bien, atendiendo a este estado de la cuestión, se ha visto que el hombre no puede luchar por sí solo contra esta realidad, siendo necesario que para garantizar su protección, sea el Estado quien asumiendo un papel activo, lidere la defensa de estos derechos y provea las herramientas jurídicas idóneas para este fin, para que paralelamente, sean los particulares quienes rompiendo el viejo principio 13 Corte Constitucional. Sala Primera de Revisión. Sentencia T-414 del 16 de junio de 1992. Magistrado Ponente: Dr. Ciro Angarita Barón. 43 de que las garantías constitucionales sólo se aplican cuando media una acción de Estado, puedan auto-ejercer el derecho a la protección de la intimidad y poner en funcionamiento el sistema judicial.14 En ese mismo orden de ideas, si bien la vulneración de la intimidad proviene en gran parte de los particulares de quienes hay que demostrar la intención de causar la vulneración del derecho15, puede igualmente provenir del Estado, que en ejercicio de la acción administrativa reflejada en la mayoría de los casos en su potestad policiva, irrumpe en la esfera privada del individuo. Este es el caso de los allanamientos, los registros, 14 Véase FARIÑAS MATONI, L., “El Derecho a la Intimidad”, Madrid: Editorial Trivium, 1983. p.4. Tomado de FERNÁNDEZ, Demetrio. El Derecho a la Intimidad en el caso de las Relaciones Obrero-Patronales. 82 Revista Universitas de la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Javeriana 519, 1992. 15 La Corte Suprema de los Estados Unidos en el caso New York Times v. Sullivan, 1964, se refirió a la vulneración del derecho a la intimidad a propósito de un litigio que tuvo por objeto el análisis de un aviso de prensa de un diario de Alhabama que aparentemente ponía en ridículo a un oficial de policía en ejercicio de sus funciones, de la siguiente forma: “ The Court held that a public figure or public official may not recover for the tort of intentional infliction of emotional distress without showing that the publication issue contains “ a false statement of fact with was made with ´actual malice`, i.e., with knowlwdge that the statement was false or with reckless disregard as to the whether or not it was true”. The plantiff did not meet this test because the jury found that the Hustler parody could not reasonably be understood as describing actual facts about the plantiff or actual events in which he participated”. (La corte sostuvo que una figura pública o un policía no puede salir avante en un litigio que verse sobre un daño emocional causado intencionalmente sin demostrar que el tema de la publicación contiene “una falsa afirmación sobre un hecho con ´malicia`, es decir, con conocimiento de que la afirmación era falsa o sin advertir si era o no verdadera ”. El demandante no cumplió con este supuesto porque se ha encontrado que la parodia no podía ser razonablemente entendida como una descripción de hechos sobre él, o sobre eventos en los cuales él hubiera participado). (La traducción es nuestra). ROTUNDA, Ronald D. Modern Constitutional Law. Cases and Notes. Third Edition. St. Paul, Minn: West Publishig Company, 1981, p.845. 44 las pruebas biológicas y médicas, y la interceptación de las comunicaciones, entre otros. Como lo hemos dicho, existe una extensa variedad de situaciones que eventualmente pueden afectar el derecho a la intimidad de las personas. Este hecho por una parte hace que la tendencia legislativa sea la de regular casos específicos, ( v.g. registros, prueba de sida, pruebas para detectar el uso de drogas), y por otra, que no existan directrices que concreticen y determinen de una manera clara el alcance de este derecho. Así, se corre el riesgo de aplicar o inaplicar derechos fundamentales derivados de la intimidad en contra de la voluntad del legislador, o incluso, en el error de desconocer derechos que deben ser protegidos en nuestro país por estar contenidos en los tratados sobre derechos humanos suscritos y ratificados por Colombia, de acuerdo con la doctrina vigente del Bloque de Constitucionalidad. De esta manera, atendiendo a las diversas situaciones en las cuales se ve afectada la dignidad del ser humano, mediante ataques contra su honra, reputación y vida privada, y teniendo en cuenta que su protección legal en la mayoría de las legislaciones está consagrada de manera casuística respondiendo a los cambiantes desafíos que en esta materia la sociedad impone, para efectos académicos es preferible 45 hablar de los derechos a la intimidad, antes que hablar de un único derecho a la intimidad. Así las cosas, partiendo de este estado de la cuestión, procederemos a analizar la legislación interna y externa referente al tema, para posteriormente determinar las implicaciones que en el proceso penal colombiano tiene la defensa de la garantía de la intimidad. 2.2 EL DERECHO A LA INTIMIDAD EN EL DERECHO INTERNACIONAL 2.2.1 Instrumentos Internacionales que consagran el Derecho a la Intimidad El derecho a la intimidad tiene consagración expresa en los siguientes tratados internacionales: § La Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada y proclamada en el año de 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas en su artículo 12 establece: “Nadie será objeto de 46 injerencias arbitrarias en su vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra tales injerencias o ataques.” § El Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (Pacto de Roma de 1950) consagra la garantía así: “Artículo 8°: 1. Toda persona tiene derecho al respeto de su vida privada y familiar, de su domicilio y de su correspondencia. 2. No podrá haber injerencia de la autoridad pública en el ejercicio de este derecho sino en tanto en cuanto esta injerencia esté prevista por la ley y constituya una medida que, en una sociedad democrática, sea necesaria para la seguridad nacional, la seguridad pública, el bienestar económico del país, la defensa del orden y la prevención del delito, la protección de la salud o de la moral, o la protección de los derechos y las libertades de los demás.” § El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966 preceptúa en el artículo 17 que ilegales en su “ 1. Nadie será objeto de injerencias arbitrarias o vida privada, su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra y reputación. 2. 47 Toda persona tiene derecho a la protección de la ley contra esas injerencias o esos ataques.” § La Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica) de 1969 prevé en el artículo 11 lo siguiente: “Protección de la honra y de la dignidad. (...) 1. Nadie puede ser objeto de injerencias arbitrarias o abusivas en su vida privada, en la de su familia, en su domicilio o en su correspondencia, ni de ataques ilegales a su honra o reputación. 2. Toda persona tiene derecho a la protección de ley contra esas injerencias o esos ataques.” 2.2.2 Inclusión de la garantía en el Bloque de Constitucionalidad Tal y como quedó explicado en el capítulo de este escrito dedicado al Bloque de Constitucionalidad, en virtud de esa doctrina están incorporados al derecho interno los tratados internacionales que consagran derechos fundamentales que no pueden ser limitados en estados de excepción. 48 La ley 137 de 1994, estatutaria de Estados de Excepción, si bien no incluye al derecho a la intimidad en su artículo 4 dentro de la lista taxativa de derechos que no pueden ser limitados, en su artículo 5 establece lo siguiente: Artículo 5.- Prohibición de suspender derechos. Las limitaciones a los derechos no podrán ser tan gravosas que impliquen la negación de la dignidad humana, de la intimidad, de la libertad de asociación, del derecho al trabajo, del derecho a la educación, de la libertad de expresión y de los demás derechos humanos y libertades fundamentales que no pueden ser suspendidos en ningún estado de excepción. Tampoco podrán ser suspendidas las garantías judiciales indispensables para la protección de tales derechos. De todas formas se garantizarán los derechos consagrados en el artículo 29 de la Constitución Política. (El Subrayado es nuestro) En consecuencia, debe entenderse incorporado el derecho a la intimidad al Bloque de Constitucionalidad, de acuerdo con la acepción del mismo en sentido lato16, en virtud de la cual, además de comprender las normas referidas, se incluyen otras normas que aunque no tienen un 16 Tal y como lo señalamos en el Capítulo “Bloque de Constitucionalidad”, a nuestro entender la acepción del Bloque en sentido lato es la correcta. 49 rango constitucional, representan parámetros para analizar la validez constitucional de las disposiciones sometidas a su control. 2.2.3 El Derecho Comparado En atención a que en materia de intimidad, el derecho norteamericano (concretamente en los Estados Unidos y Puerto Rico), ha aportado nuevos y valiosos elementos a esta discusión, a continuación haremos una explicación del tratamiento que se le ha dado a este tema en esos países. Igualmente se hará referencia a fuentes subsidiarias como la jurisprudencia de la Corte Europea de Derechos Humanos, tribunal que con sus decisiones al respecto, ha enriquecido el debate. 2.2.3.1 El Caso Norteamericano La Cuarta Enmienda de la Constitución de los Estados Unidos establece lo siguiente: “The right of the people to be secure on their persons, houses, papers and effects, against unreasonable searches and seizures, shall not be 50 voilated, and no Warrants shall issue, but upon probable cause, supported by Oath of affirmation, and particularly describing the place to be searched, and the persons or things to be seized17” Este precepto prevé la protección contra todo tipo de detención personal, registros, y en general, cualquier propiedad o lugar sobre los cuales el ciudadano tenga una expectativa razonable de intimidad18. En este aspecto el derecho norteamericano introduce un elemento fundamental en la determinación del concepto de la violación a la intimidad. Nos referimos a la razonabilidad de la medida gubernamental19 y más específicamente de la orden judicial que da origen a la actuación. 17 No se violará el derecho del pueblo a la seguridad de sus personas, hogares, documentos y pertenencias, contra registros, detenciones e incautaciones irrazonables, y no se expedirá ningún mandamiento sino en virtud de causa probable, apoyado en juramento o afirmación, que describa particularmente el lugar que ha de ser registrado, y las personas o cosas que han de ser detenidas o incautadas. Tomado de CHIESA APONTE, Ernesto. Derecho Procesal Penal de Puerto Rico y Estados Unidos. Volúmen I. Bogotá D.C.: Editorial Forum, 1995. p. 181. 18 Véase también SALTZBURG, Stephen A. American Criminal Procedure. Cases and Commentary. Third Edition St. Paul, Minn: West Publishig Company, 1988, p.28 y ss., y CARRIÓ, Alejandro. Garantías Constitucionales en el Proceso Penal. Buenos Aires: Editorial Hammurabi, 2000. p.229 y ss. 19 En relación con la razonabilidad de la medida, la Corte Europea de Derechos Humanos, también se ha pronunciado. En una sentencia en la que se decidió una posible violación al artículo 10 de la Convención Europea de Derechos Humanos, a propósito del embargo y secuestro de un filme considerado blasfemo, se dijo lo siguiente: Seizure and forfeiture of a film considered blasphemous / Violation of art. 10 ECHR. “ The question therefore arises 51 En los Estados Unidos el ciudadano está apoyado por el concepto de “Warrant”, que es una orden que supone una garantía de imparcialidad y neutralidad entre el individuo y el Ejecutivo. Así, se logra un balance entre el interés del particular que busca que no hayan registros o incautaciones en su propiedad privada y el de las autoridades policivas que buscan cumplir con el deber a ellos impuesto en cumplimiento de los fines del Estado. Esta neutralidad está personificada en el funcionario judicial para quien es necesario probar que hay causa probable que justifique la imposición de la medida. En ese sentido, la Enmienda Cuarta no dictamina expresamente que el registro o arresto debe provenir de orden judicial. Sin embargo, existe una regla general expresa que ordena que la whether the State´s margin of apreciation – which it had in the exercise of its function to protect lefitimate interests recognised in the Convention - was overstepped by the wide scope of the measures taken: the seizure of the film in Innsbruck before the particular projection intended by the applicant association could take place, and its subsequent forteiture which generally made it impossible for anybody in Austria to see the film. (...) The Commission therefore finds the restrictions imposed disproportionate and thus not “necesary in a democratic society” within the meaning of article 10 para. 2”. (En consecuencia, el asunto emerge del hecho de si el margen de apreciación del Estado – que tenía fundamento en el ejercicio de su función de proteger los intereses legítimos reconocidos en la Convención – estaba superpuesto por la amplia visión de las medidas tomadas: la aprehensión de la película en Innsbruck antes de que fuera posible proyectarla, y el consecuente embargo que hizo imposible que persona alguna pudiera verla en Austria (...) La Comisión en consecuencia encuentra que las restricciones impuestas fueron desproporcionadas y por consiguiente “no necesarias en una sociedad democrática” en el sentido del artículo 10 parágrafo 2) (La traducción es nuestra). 52 medida no sea irrazonable y prevé que el funcionario es quien tiene la carga de la prueba de tal razonabilidad. Ha dicho el Tribunal Supremo de Puerto Rico, país que ha adoptado los preceptos de la constitución americana, que tres son los objetivos históricos que persigue la garantía: “proteger la intimidad y dignidad de los seres humanos, amparar sus documentos y otras pertenencias e interponer la figura de un juez entre los funcionarios públicos y la ciudadanía para ofrecer mayor garantía de razonabilidad a la intrusión”. 20 Vistas las consecuencias que trae la falta de motivación de las medidas por parte de quien la emite, vale decir, el funcionario judicial, cabe preguntar entonces cuál es la manera para hacer valer la garantía cuando se ha violado la norma. Pues bien, la Constitución puertorriqueña introdujo la regla de la exclusión en virtud de la cual la prueba obtenida ilegalmente, no tiene validez en el proceso. Esta regla tiene tres fundamentos a saber: 20 E.L.A. v. Coca-Cola, 115 D.P.R. 197, 207 (1984). Tomado de CHIESA APONTE, Ernesto. Derecho Procesal Penal de Puerto Rico y Estados Unidos. Volúmen I. Bogotá D.C.: Editorial Forum, 1995. p.183. 53 1) Disuadir o desalentar a los funcionarios del orden público a que no violen la protección constitucional; esto es lo que se conoce por “deterrance”; 2) Integridad judicial: las cortes no deben ser cómplices de la desobediencia a la Constitución, al recibir la evidencia ilegalmente obtenida; 3) Impedir que el gobierno se beneficie de sus propios actos ilegales; de otra manera el pueblo pierde confianza en el gobierno21. Sin embargo, al estudiar los fundamentos jurídicos de esta regla de exclusión, se ha podido determinar que existen límites en su aplicación. Nos referimos específicamente a los casos en los cuales el efecto disuasivo “deterrance” no está, o está mínimamente presente, o cuando el ciudadano afectado por la violación del precepto, no es el mismo beneficiado con la regla. Así mismo, la jurisprudencia y la doctrina de los Estados Unidos y Puerto Rico, ha creado la doctrina conocida como “fruits of the poisonous tree” (“frutos del árbol ponzoñoso”), que se refiere a los frutos de la evidencia obtenida ilegalmente que siguen la suerte de aquella que les dio origen. Países como España, Alemania y 21 CHIESA APONTE, Ernesto. Derecho Procesal Penal de Puerto Rico y Estados Unidos. Volúmen I. Bogotá D.C.: Editorial Forum, 1995. p.184. 54 Argentina la han adoptado con posterioridad, así como lo ha hecho el Tribunal Europeo de Derechos Humanos22. En desarrollo de esta doctrina ha dicho la Corte Suprema de los Estados Unidos que existen tres instancias en las cuales pueden ser “purgados” estos frutos: 1) Cuando el vínculo es de tal forma atenuado, que se pierde el efecto disuasivo en que se funda la regla de la exclusión. 2) Cuando la fuente es independiente. 3) Cuando el descubrimiento es inevitable, es decir, que a pesar de haber sido obtenida ilegalmente, puede determinarse que en todo caso iba a ser obtenida. 22 En Colombia la Corte Suprema de Justicia no ha hecho aplicación de la teoría, tal y como puede deducirse del siguiente aparte que extractamos de una providencia fechada el 25 de octubre de 2001: “... debe reiterar la Sala en este momento que en nada aprecia el contenido de la grabación ilícitamente efectuada, sobre una presunta charla telefónica entre los referidos Arboleda Gómez y Villamizar Alvarogonzalez, que es nula de pleno derecho, por expreso mandato del inciso final del artículo 29 de la Constitución Política de Colombia. Esta práctica delictuosa de interceptar las comunicaciones privadas, sin previa autorización escrita de autoridad judicial competente, debe ser expresamente censurada y rechazada, como flagrante violatoria del derecho fundamental a la intimidad de todos los seres humanos. Luego de la notable divulgación que tuvo esa eventual charla, se realizaron las pertinentes averiguaciones, estas sí lícitas e imperativas, sobre la realidad de la perturbación...” Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, Magistrado Ponente: Nilson E. Pinilla, octubre 25 de 2001. Conocida esta sentencia, se interpuso una acción de tutela que tuvo por objeto la protección del derecho fundamental a la intimidad en el mismo caso. A la fecha no se conoce el texto de la providencia que la resuelve, pero se ha sabido que fue negada por la H. Corte Constitucional, con lo cual se ratifica lo expresado por la Corte Suprema de Justicia. 55 Así las cosas, de acuerdo con lo explicado en relación con los alcances y limitaciones de la garantía de la intimidad y de la regla de la exclusión, podemos decir que esta última es el remedio, mas no garantía misma y que deriva su importancia del hecho de ser el mecanismo existente que en la práctica hace valer su protección. Ahora bien, la constitución puertorriqueña, a diferencia de la americana que únicamente en la Sección de la Cuarta Enmienda establece la protección a la intimidad, consagra dicho derecho a través de otras dos secciones que le dan más contenido y alcance a la garantía. Por una parte está la sección 8 de la carta de Derechos que preceptúa que “Toda persona tiene derecho a protección de ley contra ataques abusivos a su honra, a su reputación y a su vida privada y familiar”, y la sección 1 que establece que “la dignidad del ser humano es inviolable”. Estos dos preceptos constitucionales suponen que en Puerto Rico el derecho a la intimidad “tiene una factura mas ancha”23 que en los Estados Unidos, hecho que ha supuesto el reconocimiento de ciertos 23 De acuerdo con la consagración constitucional de la garantía, el Tribunal Supremo de Puerto Rico ha dicho que el derecho en ese país tiene una “factura más ancha” que la tradicional. Ibidem, p.224. 56 derechos como el de una mujer a abortar o el del marido y la mujer a terminar su matrimonio por mutuo consentimiento, entre otros. No obstante, a pesar de la generosidad en la consagración de los derechos a la intimidad, como es de suponerse, en Puerto Rico también están limitados por otros derechos individuales fundamentales y por los intereses apremiantes del Estado24. Finalmente, la jurisprudencia norteamericana ha determinado que en desarrollo de la Cuarta Enmienda es necesario que para dar aplicación a 24 Al respecto vale la pena recordar que en Puerto Rico está consagrada constitucionalmente la prohibición expresa de interceptar comunicaciones telefónicas, en el artículo 2, sección 10, que reza: “Sección 10. Registros e incautaciones; intercepción de comunicaciones telefónicas; mandamientos. No se violará el derecho del pueblo a la protección de sus personas, casas, papeles y efectos contra registros, incautaciones y allanamientos irrazonables. No se interceptará la comunicación telefónica. Sólo se expedirán mandamientos autorizando registros, allanamientos o arrestos por autoridad judicial, y ello únicamente cuando exista causa probable apoyada en juramento o afirmación, describiendo particularmente el lugar a registrarse, y las personas a detenerse o las cosas a ocuparse. Evidencia obtenida en violación de esta sección será inadmisible en los tribunales. (Subrayado fuera del texto). El Tribunal Supremo de Puerto Rico, ha dicho lo siguiente en relación con la referida prohibición: “Se trata de un mandato constitucional que es aún más riguroso que el que se refiere al derecho fundamental a la protección de la intimidad de las personas contra requisitos y allanamientos irrazonables porque, como señaláramos en Pueblo v. Santiago, supra, la prescrita interceptación de la comunicación telefónica no se permite ni aun mediante orden judicial. (...) Como se ha señalado antes, la Sec. 10 referida pertenece a la esfera del derecho que persigue proteger la intimidad de la vida privada o familiar. P.R. Tel. Co. v. Martínez, supra, a la pág. 338 y 340. En lo más fundamental, lo que se busca proteger es la inviolabilidad y dignidad del ser humano. Id, a la pág. 344. Por eso, hemos resuelto expresamente que el derecho en cuestión “presupone y se extienda únicamente a conversaciones ...[realizadas]... en el curso ordinario de las relaciones bilaterales humanas...” Id, a la pág. 344”. Tribunal Supremo de Puerto Rico, Unión de Trabajadores de la Industria Eléctrica y Riego, Janice L. Morales Figueroa, Roberto 57 sus dictámenes debe haber una expectativa razonable a la intimidad. En palabras del profesor Chiesa “Un ciudadano puede invocar la protección constitucional cuando con relación a la actuación gubernamental sufrió una violación a su razonable expectativa a la intimidad. Esto, como explica el ilustrado juez Harlan, tiene dos notas esenciales. La primera es la expectativa subjetiva que tiene el ciudadano. Pero la segunda y decisiva es que bajo las circunstancias del caso sea razonable tener tal expectativa”. 2.3 ORIGEN NORMATIVO DEL DERECHO A LA INTIMIDAD El derecho a la intimidad en Colombia está consagrado como derecho fundamental en el artículo 15 la Constitución Política, el cual establece: “Todas las personas tienen derecho a su intimidad personal y familiar y a su buen nombre, y el Estado debe respetarlos y hacerlos respetar. De igual modo, tienen derecho a conocer, actualizar y rectificar las informaciones que se hayan recogido sobre ellas en bancos de datos y en archivos de entidades públicas y privadas. Guevara Santiago, et al Recurridos V. Autoridad de Energía Eléctrica, etc. Peticionarios, 1999. 58 En la recolección, tratamiento y circulación de datos se respetaran la libertad y demás garantías consagradas en la Constitución. correspondencia y demás formas de comunicación privada La son inviolables. Solo pueden ser interceptadas o registradas mediante orden judicial, en los casos y con las formalidades que establezca la ley (...)” Por su parte el artículo 28 de la Carta, desarrolla la garantía de la siguiente forma: “Toda persona es libre. Nadie puede ser molestado en su persona o familia, ni reducido a prisión o arresto, ni detenido, ni su domicilio registrado, sino en virtud de mandamiento escrito de autoridad judicial competente, con las formalidades legales y por motivo previamente definido en la ley. La persona detenida preventivamente será puesta a disposición del juez competente dentro de las treinta y seis horas siguientes, para que este adopte la decisión correspondiente en el término que establezca la ley. En ningún caso podrá haber detención, prisión ni arresto por deudas, ni penas y medidas de seguridad imprescriptibles.” Es importante poner de presente que este mandato introduce un nuevo elemento que la Constitución de 1886 no contenía, al disponer que 59 únicamente las autoridades judiciales tienen competencia para privar de la libertad a una persona o registrar su domicilio y en general para dictar actos por medio de los cuales se lleve a cabo alguna de las actividades a que se refiere el inciso primero del artículo 28. En cambio, el artículo 23 de la Constitución de 1886 establecía: “Nadie podrá ser molestado en su persona o familia, ni reducido a prisión o arresto, ni detenido, ni su domicilio registrado, sino a virtud de mandamiento escrito de autoridad competente, con las formalidades legales y por motivo previamente definido en las leyes. En ningún caso podrá haber detención, prisión ni arresto por deudas u obligaciones puramente civiles, salvo el arraigo judicial.” En vigencia de la Constitución de 1886, la privación de la libertad en general procedía en virtud de mandamiento escrito de autoridad competente, entendiéndose por éstas tanto las judiciales como las de policía. En las deliberaciones de la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, se dijo al respecto lo siguiente: 60 “El principio general de que la libertad sólo puede ser suspendida por mandamiento judicial emanado de autoridad competente, le cierra la puerta a los abusos de funcionarios subalternos, que muchas veces prevalidos de su fuero atentan contra la libertad del ser humano. Tal consagración tajante previene los riesgos de la extra limitación de funciones, y se acomoda perfectamente al principio de que sólo los jueces, con las formalidades que le son propias, pueden reducir a prisión o arresto, o detener a los individuos.”25 En consecuencia, el artículo 28 tiene un alcance mucho más amplio en lo que hace referencia a la privación de la libertad. Al interpretar el precepto contenido en este artículo, ha dicho la Corte Constitucional lo siguiente: “ Así, de conformidad con el artículo 28 constitucional, son tres los requisitos exigidos a las autoridades para reducir a prisión o arresto a una persona o para registrar su domicilio: a) La existencia de un mandamiento escrito de autoridad judicial competente; b) El respeto a las formalidades legales; y c) La existencia de un motivo previamente definido en la ley. 25 Gaceta Constitucional Nro. 82. Sábado 25 de mayo de 1991. p.11. 61 El respeto a las formalidades legales y la existencia de un motivo previamente definido en la ley -requisitos b) y c)-, hacen referencia a que en la expedición de una orden de allanamiento o de privación de la libertad como en su ejecución se observe el debido proceso, consagrado como principio en el artículo 29 superior. La existencia de un motivo previamente definido en la ley hace alusión al principio universal de legalidad, es decir que sólo la ley puede definir las circunstancias en que la naturaleza del hecho punible -delito o contravención-, ameritan la privación de la libertad a una persona. Igualmente que sólo la ley podrá establecer los casos en los cuáles puede un juez ordenar un registro domiciliario. La Constitución estableció entonces una estricta reserva legal en materia de libertad personal e inviolabilidad de domicilio, por lo cual estos derechos no pueden ser limitados sino por la ley” 26. Por otra parte, la Corporación ha determinado que las consecuencias de estos 3 requisitos son las siguientes: “De estos requisitos, se desprenden las siguientes consecuencias: el respeto al debido proceso que debe presidir la expedición de una orden de allanamiento y su práctica, la reserva legal pues sólo la ley puede 26 Véase Sentencia C 024/94 Corte Constitucional 62 establecer los eventos en los cuales es posible el registro del domicilio y por último, una reserva judicial ya que una orden de esta naturaleza proviene, según el nuevo ordenamiento constitucional, exclusivamente de las autoridades judiciales y cabe aclarar que, en el ámbito penal, esas autoridades son la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, las Salas Penales de los Tribunales Superiores, los jueces de la República en lo penal, la Fiscalía General de la Nación y el Senado cuando ejerce las funciones de juzgamiento”27 Así las cosas, como complemento a lo preceptuado en el artículo 28, el inciso final del artículo 29 de la Constitución introduce la llamada “regla de exclusión”, al establecer que, “ (...) es nula, de pleno derecho, la prueba obtenida con violación al debido proceso”. Por vía interpretativa se debe entender que en lo tocante al derecho a la intimidad, una prueba obtenida en detrimento del debido proceso (en este caso desconociendo los preceptos que protegen la intimidad de la persona), está viciada de ilegal, causándose entonces la consecuencia 27 Véase Sentencia C 657/96 Corte Constitucional 63 prevista en la regla de la exclusión, cual es la de considerarla nula de pleno derecho28. De igual manera, no podemos desconocer que los mandatos de los artículos 93 y 94 del Estatuto Superior, tienen relación directa con la protección de los derechos humanos y específicamente con el derecho a la intimidad. Tal y como se explicó en el capítulo dedicado al Bloque de Constitucionalidad, éstos constituyen el fundamento normativo de la 28 Al respecto se ha pronunciado la Corte Suprema de Justicia así: “En efecto, de acuerdo con el artículo 29 de la Constitución Política, es “nula de pleno derecho” la prueba obtenida con violación del debido proceso, lo cual significa que cuando un medio probatorio está afectado en la regularidad de su formación, o desconoce las garantías fundamentales que lo limitan, sencillamente dicho elemento de convicción en concreto se tiene como jurídicamente inexistente. La consecuencia obvia de tan claro tratamiento constitucional de la prueba inválida, sería la de que ésta no puede servir de fundamento a la decisión judicial de fondo que se avecina”. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Proceso No. 015285. Magistrado Ponente: Jorge Anibal Gómez Galllego. 17 de agosto de 2000. En una providencia más reciente, la sala de casación penal de la Corte hizo una precisión importante en cuanto a las consecuencias de la obtención ilegal de una prueba. En esa oportunidad se dijo lo siguiente: “Existe la creencia de que la prueba ilegalmente obtenida vicia de nulidad la actuación procesal posterior. Esta apreciación es equivocada. Cuando una prueba ha sido irregularmente allegada la proceso, y el Juez la toma en cuenta al momento de dictar sentencia, se está en presencia de un error de apreciación probatoria, que se soluciona con la separación de la prueba ilegal del juicio, en virtud de la cláusula o regla de exclusión que como mecanismo de saneamiento opera en estos casos, y que la Constitución Nacional establece en su artículo 29, al declarar que es nula, de pleno derecho, la prueba obtenida con violación del debido proceso (...). Obsérvese que la Carta no consagra como sanción la nulidad del proceso, sino solo de la prueba ilegalmente incorporada, y así ha sido entendido de antiguo por la Corte al sostener que la ilegalidad del medio afecta su validez, pero no la eficacia de la actuación procesal posterior, salvo que se trate de la propia indagatoria, pues si él en su conceptuación como medio de prueba es excluido, necesariamente se afectará la validez de la actuación subsiguiente, por tratarse de un presupuesto esencial de la estructura básica de la instrucción y el juzgamiento, sin el cual no resulta posible concebir actos procesales como la resolución de la situación jurídica, el cierre de la investigación, la calificación del sumario, el juicio, y la propia sentencia”. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Proceso No. 013810. Magistrado Ponente: Fernando Arboleda Ripoll. 23 de julio de 2001. 64 teoría del Bloque de Constitucionalidad mediante la cual se entienden incorporados a la Constitución los tratados sobre derechos humanos suscritos y ratificados por Colombia. Ahora bien, en lo que hace referencia al Código Procesal Penal, la consagración legal de la garantía es la contenida en las normas rectoras, específicamente en el artículo 3 que reproduce el inciso 1 del artículo 28 de la Constitución, así: “(...) Nadie puede ser molestado en su persona o familia, ni privado de su libertad, ni su domicilio registrado, sino en virtud de mandamiento escrito de autoridad competente, emitido con las formalidades legales y por motivos previamente definidos en la ley (...)”. Adicionalmente, los artículos 294 al 301 regulan casos que comprometen el derecho a la intimidad en el adelantamiento de diligencias probatorias dentro del proceso penal. Nos referimos a los allanamientos, la retención de la correspondencia, la solicitud de copias de comunicaciones telegráficas, la apertura de correspondencia, la devolución de la correspondencia y la interceptación de comunicaciones. 65 2.4 El DERECHO A LA INTIMIDAD EN EL DERECHO PENAL COLOMBIANO 2.4.1 Implicaciones del Principio de Reserva Judicial Como hemos visto, uno de los principios que informan el derecho a la intimidad en la regulación penal colombiana, es el de reserva judicial, a partir del cual se garantiza su protección y se busca que no existan abusos en los casos en los que es necesaria su limitación. Mediante este principio se busca que sean sólo las autoridades que a través de orden escrita, quienes puedan limitar los derechos de la persona, en este caso la intimidad. La Corte Constitucional, en sentencia T-490 de 1992 determinó el alcance de la expresión "autoridades judiciales", de la siguiente forma: “En materia de derecho a la libertad personal, el constituyente ha estructurado una serie de garantías sin antecedentes en nuestra tradición jurídica. La Constitución establece una reserva judicial en favor de la libertad individual, siendo indispensable el mandamiento escrito de autoridad judicial competente, con las formalidades legales y 66 por motivo previamente definido en la ley, para que una persona pueda ser reducida a prisión, arresto o detención (CP art. 28). En adelante, solamente las autoridades judiciales tienen competencia para imponer penas que conlleven la privación de la libertad. En consecuencia, a la autoridad administrativa le está vedado imponer motu propio las penas correctivas que entrañen, directa o indirectamente, la privación de la libertad, salvo mandamiento escrito de autoridad judicial competente... ...La opción de la libertad que llevó a consagrar el monopolio de las penas privativas de la libertad en cabeza de los jueces, se basa en el principio de la separación de poderes, propio del régimen democrático y republicano. Los jueces son frente a la administración y al propio legislador, los principales defensores de los derechos individuales. Por ello, su protección inmediata ha sido confiada a la rama judicial, como garantía de imparcialidad contra la arbitrariedad, impidiendo así que la autoridad acusadora acabe desempeñando el papel de juez y parte. Si la autoridad administrativa tuviere la potestad de imponer penas de arresto, sin intervención judicial que las autorice (CP art. 28), la protección del derecho a la libertad personal confiada en ésta última se tornaría innecesaria y carecería de efectividad para cumplir su cometido. El reconocimiento de los derechos fundamentales y su limitación y restricción en la práctica, suponen la intervención de una instancia 67 imparcial, que mediante una decisión motivada, proporcional y razonada, concilie los valores e intereses en pugna, permitiendo la judicialización del conflicto social y evitando la exacerbación de la violencia mediante el uso exclusivo de la coacción...” Como un antecedente de las consecuencias de la expresa consagración del principio de reserva judicial, está la declaratoria de inexequibilidad del artículo 351 del Decreto 2700 de 1991 (Código de Procedimiento Penal derogado) que establecía la posibilidad de que la policía judicial interviniera en las comunicaciones en casos de flagrancia. En esa oportunidad la Corte Constitucional consideró que ese precepto desconocía la reserva judicial, lo que lo hacía violatorio de lo ordenado por el Estatuto Superior. A continuación un aparte de lo dicho en la sentencia C-657 de 1996: “En todos los casos que la ley establezca se requiere, entonces, orden judicial para interceptar o registrar las comunicaciones lo que "implica una clara y terminante exclusión constitucional de la autoridad administrativa". Tanto es cierto lo anterior en el caso que nos ocupa que ni siquiera en el artículo 38 de la Ley 137 de 1994, estatutaria de los estados de excepción, que se refiere a las facultades del gobierno 68 durante el estado de conmoción interior, se prescinde de la orden de autoridad judicial competente”. Ahora bien, al principio de la reserva judicial se contraponen tres situaciones excepcionales que facultan a la autoridad administrativa a practicar allanamientos o registros sin orden judicial: a) Cuando el delincuente sorprendido en flagrancia se refugia en su domicilio o en domicilio ajeno, el agente de policía podrá ingresar en él previa aceptación del dueño o morador- para proceder al acto de la aprehensión. En estos casos, no se requiere de orden de autoridad judicial dada la inmediatez del acto y la necesidad de actuar en forma rápida y oportuna29. 29 En relación con los casos en los cuales hay allanamientos sin orden judicial, por motivo de flagrancia, la Corte Corte Suprema de Justicia ha dicho lo siguiente: “El derecho a la inviolabilidad del domicilio no es absoluto, como tampoco lo es el principio de reserva judicial de cual está amparado. La Constitución Nacional establece las condiciones en que resulta procedente la afectación del primero, y también los casos en los que puede actuarse sin orden judicial previa, por razones de interés público (...) La situación de apremio que autoriza a las autoridades policiales a adelantar procedimientos de registro sin previa orden judicial, en casos de flagrancia, no necesariamente surge cuando se está en presencia de un peligro inminente, y se tiene la certeza de que la tardanza en actuar puede conducir a su realización, como equivocadamente parece entenderlo el casacionista. También se presenta cuando la amenaza se cierne sobre los resultados de la investigación criminal, porque existen motivos fundados para creer que la demora en la intervención puede provocar la desaparición o pérdida de la evidencia probatoria, o la fuga del implicado”. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Proceso No. 010797. Magistrado Ponente: Fernando Arboleda Ripoll, 28 de junio de 2000. 69 b) En los casos determinados en la ley, en desarrollo del principio de intervención del Estado en determinadas actividades de los particulares que tienen efectos en la colectividad y que requieren la inspección, vigilancia e intervención, por razones de interés general, de las autoridades en ejercicio de la función de policía administrativa. c) En los casos en que se presenta un incidente derivado de una detención preventiva en la que han mediado motivos fundados y la persona se resiste a la aprehensión y se refugia en un domicilio. A manera de ejemplo, en el caso de la penetración al domicilio de un menor para proteger sus derechos amenazados en el seno de su propio hogar, dijo la Corte Constitucional con ocasión del estudio de una demanda al precepto que regula este procedimiento, lo siguiente: “Estima la Corte que la situación contemplada en la norma acusada debe ser, como en la misma se indica, excepcionalmente grave, pues de lo contrario sería indispensable obtener el mandamiento judicial de allanamiento. Es la actualidad e inminencia de un daño considerable que puede afectar la vida o la integridad física del menor, la que excusa la presencia del juez y la iniciación de un proceso. La lógica que subyace a esta suerte de actuación administrativa y que la justifica, es la de que la 70 medida de protección sólo puede ser eficaz si es inmediata. La necesidad urgente de recuperar al menor, en las circunstancias vislumbradas por la ley, es inconciliable con la actuación judicial. De otra parte, el establecimiento sumario de la situación de grave peligro que afronta el menor es compatible con la naturaleza preventiva de la diligencia, como quiera que la práctica de las pruebas con audiencia de la parte contraria, tampoco se aviene con la celeridad que reclama la acción administrativa de recuperación. Lo anterior debe entenderse sin perjuicio de la responsabilidad, penal y disciplinaria, en que pueden incurrir los funcionarios que con ocasión del allanamiento violen la ley, abusen de su autoridad o adelanten la diligencia pese a que las circunstancias objetivamente consideradas no lo permitan”30. 2.4.2 Motivación de la medida Tal y como lo hemos explicado anteriormente, en el derecho penal colombiano las acciones que el Estado efectúe en desarrollo de sus deberes y que puedan eventualmente afectar el derecho a la intimidad 30 Véase Sentencia C-041/94 Corte Constitucional 71 de las personas, deben ser precedidas de una orden de la autoridad judicial competente, con las formalidades legales y por motivo previamente definido en la ley. La posibilidad de la limitación a este derecho, filosóficamente hablando responde a la concepción del mismo como un valor inherente a la persona y los diferentes eventos que legitiman la acción del Estado en tal dirección, deben ceñirse a los principios de reserva judicial, reserva legal e igualdad. En palabras de la Corte Constitucional, “La regulación legal de los casos y los motivos que pueden justificar un mandamiento judicial de registro domiciliario, al igual que el procedimiento y las formalidades, que deben observarse, responden al diseño central de la garantía que asegura la vigencia de este derecho. En primer término, la persona no queda sujeta a la reducción de su derecho como consecuencia de la actividad reguladora o coordinadora de la administración, ni siquiera de la encargada de la función policiva. En segundo término, la generalidad de la ley previene un tratamiento inequitativo y desigual entre las distintas esferas de autonomía y libertad de los sujetos. En tercer lugar, el procedimiento de adopción de la ley, reviste de legitimidad democrática sus limitaciones y desarrollos”31. 31 Ibid 72 Como es de suponerse, esa acción del Estado en ejercicio del ius puniendi, entendiendo éste como su derecho a perseguir a quien pueda haber cometido un hecho punible, tiene lugar en diferentes ámbitos que pueden en menor o mayor medida afectar los derechos de las personas. Por esta razón es indispensable que en aras de la protección de dichos derechos, las medidas que se tomen estén suficientemente motivadas, esto es, fundamentadas en las razones que les dieron origen y en la necesidad de su aplicación32. En otras palabras, el mandamiento judicial sólo puede expedirse para hacer efectivos los objetivos específicos que corresponden al supuesto 32 Al respecto véase la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos del 25 de marzo de 1983 “Caso Silver y otros, Violación del secreto de la correspondencia en las cárceles”. En esa ocasión el tribunal se refirió al mandato del artículo 8, de la Convención Europea de Derechos Humanos, que preceptúa: “ 1. Toda persona tiene derecho a que se respete su vida privada y familiar, su domicilio y su correspondencia. 2. La autoridad pública solamente podrá injerirse en el ejercicio de este derecho en tanto que así lo prevea la ley y que dicha injerencia sea una medida necesaria, en una sociedad democrática, para la defensa nacional, el orden público, el bienestar económico del país, la defensa del orden y la prevención de los delitos, la protección de la salud o de la moral, o la protección de los derechos y las libertades de los demás”. La corte dijo “ ´Necesaria en una sociedad democrática` quiere decir que la intervención debe corresponder especialmente a una necesidad social imperiosa y ser proporcionada a la finalidad legítima perseguida. En efecto: se habla ya aquí de una necesidad social y de que sea imperiosa; es decir, que la colisión de intereses y de derechos que se produce, al concurrir dicho requisito, lo social se impone sobre lo individual; pero, a continuación, se matiza prudentemente que la intervención tiene que ser proporcionada a la legítima que se persigue. Dentro de la inevitable generalidad del principio, hay la suficiente precisión al calificar para que pueda servir de guía al fallar en cada caso concreto. (...) Creemos que lo afirmado por el Tribunal supone un expreso reconocimiento de una realidad que no puede desconocerse: no es lo mismo, en principio, en relación al problema planteado, el ejercicio del derecho al respeto de su correspondencia por un ciudadano cualquiera que por el preso, en especial – matizamos- si está cumpliendo una condena. La alusión que hace la sentencia a las exigencias normales y razonables del encarcelamiento es elocuente a este respecto”. 73 legal. Los motivos y los casos en los que este tiene lugar, no pueden ser vías a través de las cuales se acceda indiscriminadamente a la vida privada de una persona. No tendría sentido esta garantía constitucional, si el legislador no fijara con claridad y exactitud las taxativas hipótesis en que se pudiera afectar el derecho, así como perdería eficacia el derecho fundamental de la intimidad, si el juez no emitiera una orden cuya finalidad no se encontrara delimitada y su motivo individualizado y fundado. En lo que hace relación a los casos regulados por la legislación procesal penal vigente, hay que decir que no todos ellos han sido objeto de un tratamiento homogéneo por parte del legislador. Nos referimos específicamente a la carga que éste ha impuesto al funcionario judicial que imparte la orden para que se tome la medida respectiva, la cual es disímil en los casos regulados en el Código de Procedimiento Penal. Así por ejemplo, en cuanto a la interceptación de comunicaciones prevista en el artículo 301 del Código de Procedimiento Penal, se le impone al funcionario judicial la obligación de fundamentar por escrito la necesidad del adelantamiento de esta diligencia. Así mismo, los artículos 294 y 296 del mismo estatuto, al regular el procedimiento para el allanamiento de inmueble, nave o aeronave, indican que en el funcionario que lo ordene debe hacerlo a través de providencia motivada, en donde deben 74 identificarse y describirse todas las cosas que hayan sido examinadas o incautadas. A diferencia de los casos anteriores, para citar dos ejemplos, en los casos de la retención de la correspondencia y de la solicitud de copias de comunicaciones telegráficas, contenidos en los artículos 297 y 298 del Código Procesal Penal, no se hace alusión alguna a la motivación de la orden que debe preceder estos procedimientos. Esta falta de uniformidad en la regulación legal, a nuestro entender no hace más que poner en peligro la correcta aplicación de los mandatos constitucionales. Es decir, el hecho que hemos puesto de presente, en relación con la ausencia de norma expresa que imponga la obligación de motivar las providencias que restringen de una u otra forma el derecho a la intimidad, está atentando contra el principio constitucional de la reserva judicial, que como hemos visto, preceptúa que el funcionario judicial es quien debe ordenar la restricción de los derechos. De cualquier forma, a pesar de la inexistencia de regulación expresa que informe el sentido de la motivación de las providencias, ha dicho la Corte Constitucional33, que son tres los criterios que deben tenerse en 33 Véanse Sentencias C-041/94, C-774/01 Corte Constitucional 75 cuenta para la imposición de cualquier medida que limite derechos fundamentales: los criterios de proporcionalidad, razonabilidad y necesariedad. Esta disposición acuñada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos y La Corte Interamericana de Derechos Humanos, tiene además una fuente adicional en la aplicación de una interpretación sistemática del texto de la Ley 600 de 2000 (Código de Procedimiento Penal) con base en su exposición de motivos. De esta manera, habría que concluir que estos son los criterios que deben tenerse en cuenta y en virtud de los cuales deben motivarse las providencias que ordenen una limitación a los derechos fundamentales, en este caso, el derecho a la intimidad34. En ese mismo sentido, con ocasión del estudio de la procedencia de la medida de aseguramiento de detención preventiva, ha recordado la Corte Suprema de Justicia que de acuerdo con el Estatuto Procesal Penal es necesario que se cumplan los fines de la misma consagrados en el segundo inciso de su artículo 3: “asegurar la comparecencia al proceso del sindicado, la preservación de la prueba y la protección de la 34 En su momento, la exposición de motivos de la mencionada ley indicó lo siguiente: “El proyecto organiza de manera sistemática las normas rectoras, incorporadas del artículo 1 al 23 en un orden de prelación axiológico, iniciando por la dignidad humana que garantiza el respeto de la persona como tal, en el decurso de la actuación procesal, por ello la restricción a la libertad sólo procede en situaciones excepcionales con criterios de razonabilidad y preporcionabilidad”. 76 comunidad”. En ese orden de ideas, al determinar la procedencia de la medida, se ha dicho que debe hacerse un análisis de estos fines para determinar la necesariedad de la misma, y por consiguiente su razonabilidad y proporcionalidad. Cumpliendo estos requisitos, ha dicho esa Corporación que la medida no degenera en arbitraria35. 2.5 IMPLICACIONES DE LA PROTECCION DEL DERECHO A LA INTIMIDAD. CONCLUSION Como bien puede deducirse del análisis precedente, son varios los puntos de vista desde los cuales pueden estudiarse los que hemos llamado derechos a la intimidad, que en materia penal son, en esta ocasión, el objeto de nuestro interés. Después del estudio del estado general de su consagración, así como de los procedimientos adoptados para su salvaguarda, son varios las conclusiones que se han podido extraer y que a continuación sintetizaremos. Visto el estado de la cuestión en relación con las herramientas jurídicas que tanto a nivel internacional como interno constituyen el marco de protección de esta garantía, debemos decir que en el derecho 35 Véase Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal, aprobado acta No. 03, 77 colombiano si bien se ha recorrido un importante camino a través del cual sin duda se ha avanzado en la consecución de un entorno más garantista en lo penal, se carece todavía de ciertos elementos que forman ya parte del derecho comparado y que supondrían que nuestro ordenamiento tuviera un esquema más razonable de protección, entre otras cosas, más acorde con su propio ordenamiento superior. Nos referimos en primer lugar al que, a nuestro entender, es el elemento central de la defensa del derecho a la intimidad: el principio de reserva judicial. No sobra recordar que mediante éste, se prohibe impartir cualquier orden que tenga por objeto la intromisión en la esfera privada del individuo, a menos que provenga de autoridad judicial competente. Resaltamos esta expresión, para llamar la atención en las implicaciones que a ésta tiene en la práctica. La Corte Constitucional no ha ahorrado esfuerzos en la delimitación y alcances de la llamada “cláusula general de protección del derecho a la libertad”, que contiene el mencionado principio. Ha quedado claro que son sólo los funcionarios que pertenecen a la rama judicial quienes pueden, mediante un escrito motivado, ordenar el adelantamiento de una diligencia que restrinja los derechos fundamentales derivados de la libertad, en este caso, la intimidad. Magistrado Ponente: Fernando E. Arboleda Ripoll, 17 de enero de 2002. 78 Ahora bien, de la misma manera no admite discusión el hecho de que la Fiscalía General de la Nación por mandato constitucional forme parte de la rama judicial, hecho que de suyo, en el tema que nos ocupa, nos lleva a concluir que un fiscal está inequívocamente facultado para imponer medidas que afecten derechos fundamentales. A simple vista, pareciera que lo dicho no tendría por qué generar discusión alguna. No obstante, al analizar este estado de las cosas a la luz de los ordenamientos que en la actualidad están a la vanguardia en la defensa de los derechos a la privacidad e intimidad, encontramos en el caso concreto de los Estados Unidos y Puerto Rico, que un existe un aspecto que se echa de menos en el derecho colombiano y que se constituye en uno de los pilares del principio de reserva judicial, cual es el de la imparcialidad del funcionario judicial que impone la medida36. 36 Al respecto vale la pena hacer referencia a lo anotado por el profesor Stephen Saltzburg, en su obra American Criminal Procedure. Cases and Commentary.: “ Neutral and Detached. Because of the important position the magistrate holds under the Supreme Court’s view of the warrant requirement, it would be natural to expect that the magistrate should be a person of some learning, good legal sence and sensibility to constitutional doctrines. In many jusrisdictions, the sad truth is that there are few, if any, magistrates who posses these qualifications. In Coolidge v. New Hampshire, 403 U.S. 443,449-453 (1971), the Court invalidated a warrant issued by the state’s Atttorney General, who was authorized by state law to act as a justice of the peace because the executive officer was nor the neutral and detached magistrate required by the Constitution”. (Neutralidad e Imparcialidad. En razón a la importancia de la posición que el magistrado tiene bajo la visión de la Corte Suprema del principio de reserva judicial, debería esperarse que el magistrado sea una persona con un grado de conocimiento aceptable, con buen sentido jurídico y sensibilidad en relación con las doctrinas constitucionales. En muchas jurisdicciones, la triste verdad es 79 Fue precisamente buscando disuadir o desalentar a los funcionarios del orden público para que no violaran la protección constitucional a la intimidad, que se creó este principio de reserva judicial, inspirado en esta “imparcialidad” que los norteamericanos han denominado como “deterrance”. De esta forma, se pretendió con éxito que el juez representara un interés intermedio entre el deseo del implicado a impedir a toda costa una intromisión a su núcleo esencial y la intención del funcionario de cumplir con su deber, obteniendo las pruebas que a su entender deben ser practicadas. No obstante, el caso colombiano presenta una fisura importante en ese planteamiento. La fiscalía, como ente encargado de realizar la investigación penal y en cuya cabeza están las funciones administrativas en desarrollo de allanamientos, interceptación de comunicaciones, registro de correspondencia, y demás formas de alteración del derecho a la intimidad, según el mandato constitucional, forma parte de la rama judicial del poder público y por consiguiente le es dable imponer las que hay muy pocos, si no ningún magistrado que posea esas condiciones. En Coolidge v. New Hampshire, 403 U.S. 443, 449-453 (1971), la Corte invalidó una orden emitida por un Apoderado General de un Estado que estaba autorizado por ley para actuar porque no era el magistrado neutral e imparcial que la constitución requería) ( La traducción es nuestra). SALTZBURG, Stephen A. American Criminal Procedure. Cases and Commentary. Third Edition St. Paul, Minn: West Publishig Company, 1988, p.121. 80 medidas que la constitución ha prescrito únicamente a los funcionarios judiciales. Así las cosas, son varias las consecuencias que esto trae. Atendiendo a los fines jurídicos que la actividad del fiscal comprende, vemos que por una parte, éste busca reunir todas las pruebas necesarias que permitan suponer la culpabilidad del implicado, así como las que lo favorezcan. Y esto es así simplemente porque esa es la naturaleza de su cargo. Adicionalmente, una vez practicadas las primeras pruebas de la investigación, es con base en ellas que se puede determinar la razonabilidad, necesariedad y proporcionalidad de la medida que va a limitar los derechos fundamentales del implicado. Así, el fiscal decidirá aplicando estos tres criterios si la medida es procedente, pero los elementos de juicio no tienen una procedencia externa que garantice la imparcialidad de su decisión, por el contrario, es basándose en sus propias acciones, que como es de suponerse han sido objeto de su propio análisis, que se determina la viabilidad de la medida en cuestión, perdiéndose por consiguiente la imparcialidad que esta debiera tener. Es necesario que en Colombia, como ocurre en otros países, el juez decida la pertinencia de la medida con base en pruebas aportadas por el fiscal, pero con total imparcialidad frente a la apreciación de las mismas. 81 En consecuencia, creemos que en el caso específico del derecho a la intimidad, la inclusión de la reserva judicial en el ordenamiento a partir de 1991 se constituye en un gran avance en el país, el cual sin embargo, debe ser complementado con la implementación de un sistema que garantice una verdadera imparcialidad por parte del funcionario judicial, valga decir, en un sistema de corte acusatorio en donde estén suficientemente diferenciadas las funciones de investigación y de juzgamiento, en relación con quienes están a su cargo, y que de paso supongan una mayor salvaguarda de los derechos fundamentales de los ciudadanos. 82 3. EL DERECHO A LA LIBERTAD 3.1 NATURALEZA DEL DERECHO A LA LIBERTAD DENTRO DEL PROCESO PENAL A lo largo de la historia del hombre, el derecho a la libertad ha sido objeto de un extenso análisis y de incansables luchas tanto intelectuales como físicas en aras de su plena consecución37. La libertad, “(...) en su más amplio sentido ha sido, desde épocas remotas, objeto de discusiones por parte de doctrinantes, tribunales, filósofos y estudiosos del derecho, a fin de tratar de encuadrar dentro de alguna precisa definición el marco que envuelve el origen y ejercicio (...)”38 de la misma entendida como derecho fundamental. 37 “Hay un sentido en el que los derechos fundamentales no son universales: no son reconocidos ni reivindicados ni en todos los tiempos ni en todos los lugares. Al contrario, son el fruto de opciones y la expresiones de necesidades históricamente determinadas y, sobre todo, el resultado de luchas y procesos largos, disputados y trabajosos”. FERRAJOLI, Luigi. Derecho y Razón. Madrid: Editorial Trotta, 1995. p.945. 38 Tomado de la Sentencia T-162 de 1993 Corte Constitucional. 83 Posiblemente, la indefinición en cuanto al ejercicio y protección del derecho a la libertad, se debe a que es un aspecto tan sensible para el ser humano, que dependiendo de las circunstancias históricas dentro de las cuales el mismo ha sido discutido, su definición ha sido influida por variadas acepciones, y de la misma manera ha sido interpretado en diferentes sentidos. Sin embargo, el derecho a la libertad desde siempre ha constituido el preámbulo a la protección de las demás garantías que en cada momento se han pretendido proteger. Así, ya desde 1689 en La Declaración de Derechos o Bill of Rights, con ocasión de la revolución iniciada un año antes en Inglaterra, se consagró de manera expresa el carácter fundamental del derecho a la libertad, dentro de dicha sociedad. Aproximadamente cien años más tarde, en 1789, se promulga La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano como manifestación de la Revolución Francesa sucedida entre los años 1789 y 1799.39 Inspirada en el movimiento independentista de los Estados Unidos en 1776, la Revolución Francesa aclamaba en su lema40 el derecho a la 39 NUEVA ENCICLOPEDIA LAROUSSE. Barcelona: Editorial Planeta, 1981. Tomo 9°, p.8504 y ss. 40 “Libertad, igualdad, fraternidad”, que simboliza las conquistas políticas y sociales conseguidas por los revolucionarios a expensas del Antiguo Régimen, fue adoptado por la República Francesa en el año de 1793 y fue lema oficial hasta 1814; posteriormente volvió 84 libertad de los oprimidos por el Antiguo Régimen. Teniendo en cuenta esa enorme represión de la cual se sentían víctimas quienes protagonizaron la Revolución, se pretendió hacer una declaración de principios de validez universal, en la cual el primer derecho admitido es el de la libertad en sus diferentes acepciones41. Esta Declaración, posteriormente serviría de parámetro para la protección del derecho a la libertad de la humanidad entera 42. 43 Ahora bien, la polémica en torno a la libertad se ha producido enormemente influenciada por su relevancia jurídica 44. Aquella, siempre ha estado relacionada con la disyuntiva entre, por un lado, cuál es el límite de su exigencia, y por el otro, cuál el de su limitación. La respuesta a esta dicotomía, que se genera principalmente debido al a adoptarse desde 1848 hasta 1851, y desde 1875 hasta la actualidad, a excepción de una breve interrupción desde 1940 hasta 1944. Ibid. Tomo 6°, p.5801. 41 Los artículos 1° y 2° de La Declaración de los Derechos del Hombre y del Ciudadano consagran de manera amplia el derecho a la libertad; los artículos 7° a 9° la libertad individual; y el 10° y 11° la libertad de pensamiento, de prensa y de credo. 42 Entre otros, sirvió de base para La Declaración Universal de los Derechos Humanos, adoptada por la Asamblea General de la ONU en 1948. 43 NUEVA ENCICLOPEDIA LAROUSSE. Barcelona: Editorial Planeta, 1981. Tomo 3°, p.2824 y ss, y Tomo 6°, p.5800 y ss. 44 “El concepto libertad ha sufrido sucesivas adjetivaciones que delimitan objetivamente sus diferentes esferas de aplicación, sobre todo en el terreno jurídico”. Ibid. Tomo 6°, p.5801. 85 carácter no absoluto del derecho a la libertad45, se ha encontrado a lo largo de la historia en soluciones de índole jurídico normativas. Debido a esto, y a pesar de la trascendencia que tiene para el ser humano, en circunstancias específicas establecidas por la ley es imperativo para el Estado limitar el derecho a la libertad de sus ciudadanos, es decir, de aquellos respecto de quienes precisamente está en la obligación de proteger el derecho a la libertad del cual son titulares, sin que dicha afectación sea contraria a derecho. “(...) Vale precisar que en aras de la protección del Estado de Derecho y del equilibrio socio-jurídico, en oportunidades y previo cumplimiento de los preceptos constitucionales y legales, las personas pueden verse restringidas en este derecho, como es el caso de aquellos eventos atentatorios del orden, o conductas calificadas como delictivas y que traen en consecuencia la privación de la libertad, eso sí, a través de 45 En cuanto al tema véase la Sentencia C-774 de 2001: “El derecho a la libertad personal, no obstante ser reconocido como elemento básico y estructural del Estado de Derecho, no alcanza dentro del mismo ordenamiento jurídico un carácter absoluto e ilimitado”. En relación con el valor relativo de los derechos fundamentales en general, la Corte precisó en uno de sus pronunciamientos, que “(...) Los derechos fundamentales, no obstante su consagración constitucional y su importancia, no son absolutos y, por lo tanto, necesariamente deben armonizarse entre sí con los demás bienes y valores protegidos por la Carta, pues, de lo contrario, ausente esa indispensable relativización, la convivencia social y la vida institucional no serían posibles...”. Sentencia C-578 de 1995. Corte Constitucional. 86 procedimientos específicos y en cumplimiento de las decisiones provenientes de la autoridad competente”46. En este orden de ideas, la limitación del derecho a la libertad por parte del Estado, se produce a través de un procedimiento de tipo penal. Es por esto que, este derecho dentro del proceso referido, es decir, dentro del marco de los mencionados “procedimientos específicos” a través de los cuales puede restringirse, adquiere especial relevancia en el escenario jurídico de su discusión. El punto de análisis está, en cómo debe garantizarse la protección del derecho dentro del desarrollo de un proceso en contra de una persona de quien se sospeche ha sido autor de un hecho delictivo, y hasta qué punto una afectación al mismo es viable, por considerarse imprescindible. Así, dentro de la legislación actual, los eventos determinados dentro de los cuales el Estado limita legítimamente el derecho a la libertad, los encontramos ubicados dentro del proceso penal. La sentencia condenatoria a una pena privativa de la libertad, la captura y la imposición de una medida de aseguramiento a partir de la definición de situación jurídica dentro de la etapa de investigación, constituyen los 46 Sentencia T-162 de 1993. Corte Constitucional. 87 posibles momentos procesales dentro de los cuales podría afectarse la libertad del implicado en el ordenamiento colombiano. 47 3.2 EL DERECHO A LA LIBERTAD EN EL DERECHO INTERNACIONAL A nivel internacional, numerosos tratados, pactos, convenios y declaraciones, han consagrado de manera expresa y fehaciente la salvaguarda e inviolabilidad del derecho a la libertad de todo ser humano. Sin embargo, tal vez debido a la discusión que desde siempre se ha producido con miras a definir el alcance específico de dicho derecho, su consagración normativa se ha producido bajo diferentes matices. Por esta razón, en este aparte se presentarán las normas contenidas en algunos de los principales instrumentos internacionales. En 1789 la Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano en los artículos 1° y 2°, se refirió al derecho a la libertad 47 “Para llevar a cabo el proceso penal son indispensables las injerencias en la esfera individual (...). Las medidas de coerción del proceso penal siempre están unidas a una intromisión en un derecho fundamental. En particular, existen: [en relación con el derecho procesal penal alemán] 1. Injerencias en la libertad individual, en especial, orden de conducción coactiva, detención, prisión preventiva, encarcelamiento para la realización del juicio oral, (...)”. ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2000. p.249 y 250. 88 como uno de aquellos inherentes a la naturaleza humana. Así mismo, en el artículo 7° prescribió: “Ningún hombre puede ser acusado, arrestado ni detenido sino en los casos determinados por la ley y con las formalidades prescritas en ella. Los que soliciten, expidan, ejecuten o hagan ejecutar órdenes arbitrarias, deben ser castigados; (...)”. Igualmente, la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada y proclamada en el año de 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas, hizo mención al derecho a la libertad de manera general, en su preámbulo, y en los artículos 1° y 3°. En su artículo 9° prohibió la detención o arresto arbitrarios48. Por su parte, el Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (Pacto de Roma de 1950), consagró el derecho a la libertad de manera más amplia que los anteriores instrumentos internacionales, ya que reguló lo relativo a la privación de la libertad (detención preventiva) de manera más completa; nótese en su artículo 5° que fue más extensa en su consagración 48 e incorpora a nivel del derecho internacional “Artículo 9°: Nadie podrá ser arbitrariamente detenido, preso ni arrestado”. una 89 importante garantía judicial: el plazo razonable de la detención, aquella por la cual la limitación del derecho a la libertad no debe exceder dicho plazo49, 50 , 51 “Artículo 5°. : 1. Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad. Nadie puede ser privado de su libertad, salvo en los casos siguientes y con arreglo al procedimiento establecido por la ley; a. Si ha sido penado legalmente en virtud de una sentencia dictada por un tribunal competente. (...) c. Si ha sido detenido preventivamente o internado, conforme a derecho, para hacerle comparecer ante la autoridad judicial competente, cuando existan indicios racionales de que ha cometido 49 Este nuevo elemento incorporado a partir del Pacto de Roma de 1950, significó un importante avance por cuanto los siguientes instrumentos internacionales que han regulado el tema de las garantías mínimas procesales se han referido al plazo razonable de la limitación al derecho a la libertad. 50 El plazo razonable de la detención preventiva también ha sido desarrollado a nivel jurisprudencial. El Tribunal Europeo de Derechos Humanos se ha referido al mismo en diferentes pronunciamientos: “Se debe considerar el carácter razonable de la duración de la detención hasta el comienzo del juicio en función de la situación de detención en la que se encuentre el acusado. Hasta que recaiga sentencia condenatoria, el acusado debe ser considerado inocente y la finalidad del precepto que se analiza es fundamentalmente que se conceda la libertad provisional desde que la continuación de la detención deja de ser razonable”. Caso Neumeister, TEDH, S. 27 de junio de 1968. Véase también, Tribunal Europeo de Derechos Humanos, caso Ilowiecki v. Polonia, octubre 4 de 2001. 51 En relación con el derecho de toda persona detenida preventivamente a ser juzgada en un plazo razonable consúltense los casos Wemhoff, TEDH, S. 27 de junio de 1968; y Corigliano TEDH, S. 10 de diciembre de 1982. 90 una infracción o cuando se estime necesario para impedirle que cometa una infracción o que huya después de haberla cometido. (...) 3. Toda persona detenida preventivamente o internada en las condiciones previstas en el párrafo 1, c., del presente artículo deberá ser conducida sin dilación a presencia de un juez o de otras autoridades habilitadas por la ley para ejercer poderes judiciales, y tendrá derecho a ser juzgada en un plazo razonable o a ser puesta en libertad durante el procedimiento. La puesta en libertad puede ser condicionada a una garantía que asegure la comparecencia del imputado en juicio. (...)”. El Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966, estableció de manera expresa lo siguiente: “Artículo 9°. 1. Todo individuo tiene derecho a la libertad y a la seguridad personales. Nadie podrá ser sometido a detención o prisión arbitrarias. Nadie podrá ser privado de su libertad, salvo las causas fijadas por ley y con arreglo al procedimiento establecido en ésta. (...)”. Así mismo, la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica) de 1969, se refirió al derecho a la libertad en el artículo 7°, como sigue: 91 “Artículo 7°. Derecho a la libertad personal. 1. Toda persona tiene derecho a la libertad y a la seguridad personales. (...) 3. Nadie puede ser sometido a detención o encarcelamiento arbitrarios. (...)”. Por otra parte, en el marco de análisis de la libertad individual dentro del derecho internacional, de conformidad con la interpretación hecha por parte de la Corte Constitucional de la doctrina del Bloque de Constitucionalidad52, en Colombia, el derecho a la libertad no hace parte de éste, por ser limitable en los estados de excepción53, 52 54 . Al respecto Sentencia C-774 de 2001. Corte Constitucional. 53 “Durante el desarrollo y desenvolvimiento de todo Estado, suelen presentarse situaciones excepcionales e imprevistas, que comprometen el funcionamiento de sus instituciones jurídico-políticas y su propia estabilidad, ante lo cual resulta imprescindible que se adopten medidas excepcionales para enfrentar la crisis y restablecer la normatividad perturbada”. COMISIÓN ANDINA DE JURISTAS. Protección de los Derechos Humanos. Bogotá: Centro Editorial de la Universidad del Rosario, 1999. p.31. 54 Específicamente, en cuanto a la necesidad de limitar el derecho a la libertad en estados de excepción, escribe el tratadista francés Pierre Cambot: “La prise en charge juridique des événements exceptionnels susceptibles de mettre á mal les fondoments de notre Etat se droit de trouvier un équilibre satifaisant entre les deux valeur antinomiques que sont le respect de la liberté individuelle et le rétablissement de l´ordre public. Particuliérement vulnérable, la liberté individuelle devrait, en effect, étre preservée autant que faire se peut devant pareils périls. Néanmoins, une protection trop rigide de ce droit fondamental ne peut que nuire au rétablissement de l´ordre public et retarder d´autant un retour au fonctionnement normal des institutions démocratiques”. “La asunción de responsabilidad jurídica de los acontecimientos excepcionales suceptibles de desequilibrar los fundamentos de nuestro Estado de derecho debe encontrar un equilibrio satisfactorio entre los dos 92 señaló la Corte, que al decidir sobre la exequibilidad de la ley estatutaria que regula lo relativo a los estados de excepción, se declaró constitucional el artículo 4° de la misma, dentro del cual se señalan los derechos que no pueden ser objeto de limitación alguna en los mencionados estados excepcionales, enunciación ésta que no incluye el derecho a la libertad55. En adición a lo anterior, los instrumentos internacionales no han consagrado este derecho como parte de aquellos que no puedan limitarse en estados de excepción. Así mismo, la Corte indicó que “(...) tratándose del derecho fundamental de la libertad, aplicando el artículo 93 de la Constitución Política, el alcance de su garantía constitucional debe interpretarse a la luz de los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia (...)”56. Empero, aun cuando representa cierta garantía, este valores antinómicos que son el respeto a la libertad individual y el restablecimiento del orden público. Particularmente vulnerable, la libertad individual debería, ciertamente, ser preservada en tanto pueda enfrentarse a peligros similares. Sin embargo, una protección demasido rígida de este derecho fundamental no hace más que perjudicar el restablecimiento del orden público y retardar por lo tanto el retorno al funcionamiento normal de las instituciones democráticas”. (La traducción es nuestra). CAMBOT, Pierre. La Protection Constitutionnelle de la Liberté Individuelle en France et en Espagne. Francia: Editorial Económica, 1998. p.85. 55 Véase al respecto la Sentencia C-327 de 1997. Corte Constitucional. 56 Sentencia C-634 de 2000. Corte Constitucional 93 señalamiento se considera incompleto en términos de protección del derecho a la libertad, debido a que hace parte de la interpretación en sentido estricto del Bloque de Constitucionalidad57. Ahora bien, en el derecho internacional, además de encontrar las normas relativas al derecho a la libertad específicamente, encontramos aquellas que se refieren a la imparcialidad del funcionario judicial58, y que por ser parte de los tratados relativos a los derechos humanos, deben servir de parámetro para la interpretación de la garantía de la libertad, según lo señalado por la Corte Constitucional en virtud del artículo 93 de la Carta. Atendiendo a la anterior exigencia interpretativa, encontramos incoherente el artículo 250 de la Constitución Política, así como las 57 En relación con el tema, el Consejo de Estado, con ocasión de una privación injusta de la libertad perpetuada por miembros del ejército, señaló la prevalencia de los tratados internacionales en virtud del artículo 93 de la Carta, y “el carácter de pauta hermenéutica para la interpretación de los derechos y deberes constitucionales”. Providencia del 28 de noviembre de 1996 proferida por el Consejo de Estado. No. radicación: 9617. 58 Algunas de las normas que se refieren a este principio a nivel internacional, son las siguientes: Artículo 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966: “(...) Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un Tribunal competente, independiente e imparcial (...)”; artículo 8.1 del Pacto de San José de Costa Rica aprobado en 1969: “Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, (...)”, entre otras como los artículos 8° y 10° de la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el artículo 26 de la Declaración Americana de Derechos y Deberes del Hombre. 94 normas que desarrollan a nivel legal las facultades judiciales que ejerce la Fiscalía General de la Nación actualmente en Colombia, con la protección del derecho a la libertad. La facultad que tiene el fiscal de adoptar la medida de aseguramiento, es decir, la detención preventiva, desconoce abiertamente el principio de imparcialidad del funcionario judicial. Conforme al derecho internacional, debido a la separación de funciones que debe existir59, el órgano investigador y acusador dentro del proceso penal no ejerce ninguna facultad que afecte los derechos del implicado dentro del proceso, y por lo tanto, mucho menos, que coarte su libertad, por constituir atribuciones de índole judicial60. Esta característica, es 59 “En primer término, puede inferirse que del conjunto de disposiciones previstas en el Pacto de la ONU (Nueva York, 1966) y de la OEA (San José de Costa Rica, 1968), los derechos humanos internacionales protegidos referidas a las garantías procesales serían: (...) – Separación de funciones de investigación y juzgamiento (...)”. GRANADOS PEÑA, Jaime Enrique. La propuesta de un Nuevo Código de Procedimiento Penal. En: Garantismo, Eficiencia y Reforma Procesal Penal. Corporación Excelencia en la Justicia. Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1999. p.7. 60 En cuanto a la necesidad de que sea un funcionario judicial quien decida sobre la detención preventiva de una persona, se ha dicho: “18.1 Sólo una autoridad judicial ajena a la investigación podrá dictar medidas procesales que impliquen una limitación de los derechos de la persona. Por el contrario, sí las resoluciones mencionadas son adoptadas por la misma autoridad judicial que tenga a su cargo la investigación, se preverá un recurso de rápida tramitación ante un tribunal superior. Esta regla deberá tener especial aplicación en relación con la prisión preventiva. 18.2 Las medidas tomadas por el Ministerio Público y por la policía que impliquen directamente limitaciones de los derechos fundamentales de la persona deberán ser autorizadas judicialmente, a instancias del referido Ministerio Público”. REGLAS MÍNIMAS DEL PROCESO PENAL, “REGLAS DE MALLORCA”, ONU. Tomado de: Memorias Plan Nacional de Entrenamiento para defensores públicos. Bogotá: Editorial Gente Nueva, 1999. Tomo II. 95 ineludible en un sistema penal acusatorio, dentro del cual, por definición, las funciones acusadora y enjuiciadora están claramente separadas61, 3.3 62 . FUNDAMENTO NORMATIVO DEL DERECHO A LA LIBERTAD La libertad en el ordenamiento colombiano constituye uno de los derechos fundamentales Constitución Política. cuya consagración tiene origen en la Así, además de estar establecida de manera expresa en el capítulo que contempla dicha categoría de derechos, el preámbulo de la Carta hace referencia a la misma al preceptuar que la libertad es uno de los bienes que se debe asegurar a los integrantes de la Nación. 61 “(...) por sistema acusatorio entendemos uno en donde aparecen diferenciadas claramente tres funciones en el proceso penal, la función de acusación que a su turno implica previa investigación, la función de defensa frente a la acusación que se hace a nivel privado, y, finalmente, la función de juzgamiento que la hace un juez o un jurado de conciencia como ente imparcial”. GRANADOS PEÑA, Jaime Enrique. El Sistema Acusatorio. En: Garantismo, Eficiencia y Reforma Procesal Penal. Corporación Excelencia en la Justicia. Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1999. p.173. 62 “Lo que define un proceso con tendencia acusatoria en contra del modelo inquisitivo, es la apreciación de los hechos por un juez imparcial y la valoración del material probatorio que sustenta la posición de los sujetos procesales en pie de igualdad. Esta configuración se garantiza por medio de la categoría de principio acusatorio”. GUERRERO PERALTA, Oscar Julián. Procedimiento Acusatorio y Terminación Anticipada del Proceso Penal. Bogotá: Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, 1998. p. 95. 96 Partiendo entonces de lo señalado en el mencionado preámbulo, el artículo 28 de la Constitución consagra la cláusula general de garantía y protección del derecho a la libertad. En primera medida, esta norma enuncia que “Toda persona es libre” y, acto seguido, establece aquellos eventos excepcionales dentro del los cuales procede una limitación al derecho a la libertad63, al determinar quién puede decidir sobre esta limitación, cómo se toma esa decisión y por qué razón procede la medida limitativa. Según el contenido del artículo referido, la prisión, arresto o detención de una persona, sólo procede “en virtud de mandamiento escrito de autoridad judicial competente (quién), con las formalidades legales (cómo) y por motivo previamente definido en la ley (por qué)”. Así mismo, como complemento de esta cláusula general, no sólo encontramos el artículo 29 de la Constitución Política, el cual consagra la garantía del debido proceso y dentro de ésta el derecho a la presunción 63 En cuanto al carácter excepcional que deben revestir las limitaciones al derecho a la libertad, ha dicho la Corte Constitucional: “La detención provisional, la Corte debe subrayarlo, es una medida cautelar de naturaleza puramente preventiva, de carácter excepcional como todas las medidas restrictivas de la libertad (...). (...) Expirado el término de su duración máxima [refiriéndose al de la detención], sin que se haya calificado el mérito del sumario, el sindicado tiene derecho a la libertad. Si por este sólo hecho es privado de la libertad, o, se decide mantenerlo confinado en un centro carcelario, la actuación pública además de ser antijurídica, se torna irrazonable” (Sentencia C-300 de 1994. Corte Constitucional); “Tanto de la Constitución Política como de los tratados internacionales a los que se acaba de aludir se desprende que la tutela de la libertad personal exige que los supuestos de su afectación se rijan por el principio de excepcionalidad, (...)” (Sentencia C-327 de 1997. Corte Constitucional). 97 de inocencia, sino también los artículos 30 y 32. Estas dos normas constitucionales, establecen respectivamente el derecho al hábeas corpus y la posibilidad de arresto en casos de flagrancia como excepción a la garantía establecida en el artículo 28, sobre la necesidad de orden judicial que disponga la privación de la libertad. En desarrollo de los preceptos constitucionales, a nivel legal el fundamento de esta garantía se origina en el derecho procesal penal colombiano en el Código de Procedimiento Penal de 1971, en el cual en una de sus normas se consagraba de manera tímida y escueta la prohibición de ser reducido a prisión, arrestado o detenido, sin mandamiento escrito de autoridad competente64. A esto se limitaba la protección del derecho a la libertad en el ordenamiento procesal penal. Actualmente, dicho fundamento lo encontramos en una de las normas rectoras del Código de Procedimiento Penal, el artículo 3°, en el cual se reitera el contenido de la cláusula general de garantía y protección del derecho a la libertad, en cuanto a que la privación del mismo sólo procede en virtud de un mandamiento escrito de autoridad judicial 64 El artículo 3° del Código de Procedimiento Penal de 1971 establecía lo siguiente: “Garantía de ciertos derechos individuales. Nadie podrá ser molestado en su persona o familia, ni reducido a prisión o arresto, ni detenido, ni su domicilio registrado, sino a virtud de mandamiento escrito de autoridad competente, con las formalidades legales y por motivos previamente definidos en la leyes”. 98 competente, emitido con las formalidades legales exigidas, y por un motivo previamente establecido en la ley. Si bien este planteamiento básico de las circunstancias en las cuales procede una afectación del derecho a la libertad, se encontraba igualmente establecido en el Código de Procedimiento Penal derogado (artículo 4° del Decreto 2700 de 1991), el segundo inciso del artículo 3° de la Ley 600 de 2000, representa un importante avance en términos de la detención preventiva, al establecer los fines a los cuales debe atenderse en el momento de su imposición dentro del proceso penal65: “La detención preventiva, en los términos regulados en este código, estará sujeta a la necesidad de asegurar la comparecencia al proceso del sindicado, la preservación de la prueba y la protección de la comunidad”. 66 65 En relación con este aspecto, merece la pena señalar que a partir de la reforma de la Ley 600 de 2000, aun cuando la estructura del proceso penal se mantiene en su gran mayoría idéntica a la del Código de Procedimiento Penal derogado, y en esta medida puede afirmarse que el cambio implementado no se acompasa con las finalidades expuestas en su exposición de motivos en cuanto a la protección y aplicación efectiva de los derechos fundamentales, la incorporación de los fines de la detención preventiva en el artículo 3° del nuevo Código, es un hecho que sí representa un gran logro en cuanto a la garantía del derecho a la libertad personal. 66 En el derecho comparado, encontramos evidente la necesidad de incorporar al ordenamiento de cada Estado fines determinados a los cuales debe atender la limitación de la libertad individual a través de la detención preventiva. A manera de ejemplo, en cuanto al fin y significado de la prisión preventiva en el derecho procesal penal alemán, comenta el tratadista Claus Roxin: “La prisión preventiva en el proceso penal es la privación de la libertad del imputado con el fin de asegurar el proceso de conocimiento o la ejecución de la pena. Ella sirve a tres objetivos: 99 No obstante su relevancia en términos de la protección del derecho a la libertad individual, vale la penal precisar que la incorporación de los fines de la medida de aseguramiento constituye la única modificación que realiza el artículo 3° de la Ley 600 de 2000, frente al derogado artículo 4° del Código de Procedimiento Penal de 1991. 3.4 ALCANCE DEL DERECHO A LA LIBERTAD El derecho a la libertad dentro del marco del procedimiento penal, significa en términos amplios que al implicado se le deben ofrecer a lo largo de todo el proceso, garantías mínimas del respeto a su derecho constitucional a no ser sometido a una privación de su libertad que revista el carácter de arbitraria o injusta67. Con base en nuestro ordenamiento, la no arbitrariedad de las medidas que pueden adoptarse 1. Pretende asegurar la presencia del imputado en el procedimiento penal. 2. Pretende garantizar una investigación de los hechos, en debida forma, por los órganos de la persecución penal. 3. Pretende asegurar la ejecución penal”. ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2000. p.257. 67 Con relación a este aspecto, el Tribunal Europeo de Derechos Humanos se pronunció el 27 de septiembre de 2001. En esta ocasión reiteró dicho tribunal la importancia del artículo 5 de la Convención Europea de Derechos Humanos en el cual se consagra como uno de los derechos fundamentales del hombre, la protección del individuo frente a las injerencias arbitrarias del Estado que impliquen una limitación a su libertad. Caso Gunay y otros vs. Turquía. 100 dentro del proceso penal y que afectan el mencionado derecho, está determinada en función del cumplimiento de ciertos requisitos, de los cuales algunos se encuentran establecidos a nivel constitucional, en el artículo 28 del Estatuto Superior. Estos requerimientos hacen referencia a los siguientes aspectos principales: El primero, se relaciona con el origen de la medida; es decir, se requiere que la misma sea impuesta por el funcionario competente para proferir un acto en virtud del cual se afecta el derecho a la libertad del implicado, quien según lo dispuesto por el artículo 28 de la Constitución, debe ser un funcionario judicial68; el segundo aspecto, atiende al cumplimiento de las formalidades exigidas por la ley para el proferimiento de la medida; el tercero, consiste en el motivo o razón que debe fundamentar la decisión69; y, finalmente, encontramos el plazo razonable de duración de la privación de la libertad, aspecto éste que a 68 Esta exigencia representa un avance de la Constitución de 1991, ya que la derogada de 1886, no exigía el carácter judicial de dicho funcionario. Al respecto, véase la Sentencia C024 de 1994. Corte Constitucional. 69 En el caso de la detención preventiva, este motivo o razón que sirve como sustento al ordenamiento de la medida, hace referencia a lo estipulado en el artículo 356 del Código de Procedimiento Penal donde se exige para la imposición de la detención, dos indicios graves de responsabilidad del implicado, a diferencia del Código derogado de 1991, donde se requería sólo uno. 101 diferencia de los tres anteriores no se encuentra consagrado en nuestra Constitución Política, aun cuando ha sido establecido en el ordenamiento colombiano por vía jurisprudencial70, 71 . Ahora bien, a pesar de que el derecho a la libertad es limitable de manera legítima con ocasión de tres circunstancias específicas que hacen parte del proceso penal, cuando ello suceda debe en todo caso 70 En la Sentencia C-019 de 1993 la Corte Constitucional sostuvo lo siguiente: “En ambos casos, -el del menor aprehendido o el del ciudadano detenido preventivamente- el sujeto tiene derecho a que en un término perentorio se le resuelva su situación por la autoridad competente”. Esta anotación alude al plazo razonable de duración de la privación de la libertad de quien ha sido detenido, ya sea menor o mayor de edad, debido a la exigencia de que se resuelva su situación dentro de un término perentorio. Ya de manera más concreta, la Corte Constitucional hizo referencia al plazo razonable de la detención provisional en la Sentencia C-301 de 1993, y posteriormente en la Sentencia C300 de 1994, lo menciona como garantía que se constituye en presupuesto del derecho constitucional de toda persona a ser procesada sin dilaciones injustificadas. Al respecto dijo la Corte: “La detención provisional trasciende sus efectos procesales y repercute negativamente en la esfera de la libertad personal del inculpado, lo que obliga a que se señale su término de duración máxima, (...)”. Así mismo, en las Sentencias C-327 y 425 de 1997, retoma el Tribunal lo establecido en la citada C-301 de 1993: “(...) Pese a que no es posible en abstracto traducir el concepto de detención preventiva razonable a un número determinado de días, semanas, meses o años o a una equivalencia según la gravedad de la ofensa, entre los múltiples factores a tener en cuenta para determinar la razonabilidad del plazo de detención preventiva debe considerarse el tiempo actual de detención, su duración en proporción a la ofensa, los efectos materiales o morales sobre la persona detenida, (...)”. 71 Por su parte la Corte Suprema de Justicia igualmente ha hecho referencia al plazo razonable de duración de la detención preventiva de una persona: “En un Estado social y democrático de derecho la privación de la libertad física no puede ser indefinida, sino que está sometida a unos limites temporales, dentro de los cuales se deben cumplir actuaciones tendientes al pronto adelantamiento del proceso penal, (...)”. Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal; proceso No. 13024, aprobado acta No. 137. Magistrado Ponente: Jorge E. Córdoba Poveda; noviembre 7 de 1997. En el mismo sentido, véase providencia de la Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal. Magistrado Ponente: Jorge E. Córdoba Poveda; 3 de marzo de 1998. 102 darse estricto cumplimiento a los requisitos expuestos, con el fin de no convertirse en arbitrarias. El proferimiento de la sentencia condenatoria constituye el primero de dichos eventos; caso en el cual el juez que ha conocido de la etapa de juicio dentro del proceso penal, y teniendo certeza acerca de la responsabilidad del procesado72, le impone a éste una sanción penal. Esta sanción, de conformidad con el artículo 34 y siguientes del Código Penal, puede consistir en una pena de prisión que es privativa del derecho a la libertad. Así mismo, la captura representa una segunda situación fruto de la cual resulta afectado el derecho a la libertad, y que hace parte del proceso penal. Esta puede producirse en atención a diferentes fines y a partir de circunstancias de variada índole, las cuales se explican a continuación: a. El artículo 336 del Código de Procedimiento Penal, consagra la captura con fines de indagatoria para los casos en los cuales el citado a rendir tal diligencia no comparece, o para aquellos eventos en los que es imposible hacer efectiva la citación73. 72 73 Artículo 410 del Código de Procedimiento Penal. El primer inciso del artículo 336 de estatuto procesal penal establece lo siguiente: “Citación para indagatoria. Todo imputado será citado en forma personal para rendir 103 En adición a lo anterior, la norma citada establece en su inciso segundo la posibilidad de librar una orden de captura por parte del fiscal a cargo de la instrucción, “Cuando de las pruebas allegadas surjan razones para considerar que se procede por un delito por el cual resulta obligatorio resolver situación jurídica”, evento en el que el funcionario podrá inclusive prescindir de la citación para indagatoria.74 b. Igualmente, el Código de Procedimiento Penal prevé la captura en caso de flagrancia, circunstancia que se encuentra regulada en sus artículos 345 y siguientes75, y que constituye una excepción a lo establecido en la referida cláusula general de garantía y protección del indagatoria, para lo cual se adelantarán las diligencias necesarias, dejando expresa constancia de ello en el expediente. Si no comparece o ante la imposibilidad de hacer efectiva la citación, el funcionario competente podrá ordenar su conducción para garantizar la práctica de la diligencia”. 74 Consideramos que la captura con fines de indagatoria atenta contra el derecho a guardar silencio o derecho a no autoincriminarse, consagrado en el artículo 33 de la Constitución Política, por cuanto mediante ella se obliga al implicado a declarar, o al menos, se le forza a no guardar silencio. Por la misma razón, en el caso de la justicia regional se afectaba de manera constante el derecho referido, debido a que el artículo 352 del Código de Procedimiento Penal de 1991, establecía de manera general la posibilidad de librar orden de captura con fines de indagatoria, es decir, para proceder a la vinculación del imputado al proceso penal. En relación con este último aspecto pueden consultarse las Sentencias C127 de 1993, C-171 del mismo año, las Sentencias C-394 y C-395 de 1994 y la C-609 de 1996. 75 Lo previsto para este tipo de captura, se aplica en los casos de la captura públicamente requerida prevista en el artículo 348 del estatuto procesal penal. Esta consiste en la aprehensión de una persona cuya captura ha sido requerida públicamente por la autoridad competente. 104 derecho a la libertad. Como se mencionó anteriormente, este tipo de captura representa una excepción al ser una de las medidas que afectan los derechos fundamentales como lo es el de la libertad, que en virtud de los artículos 345 y 346 del estatuto procesal penal, y con fundamento constitucional en el artículo 32 de la Carta, no requiere de orden judicial para su procedencia. En palabras de la Corte Constitucional, lo que justifica la excepción al principio constitucional de la reserva judicial para la privación de la libertad en los eventos de flagrancia es “la inmediatez de los hechos delictivos y la premura que debe tener la respuesta que hace imposible la obtención previa de la orden judicial”76. c. El trámite de la extradición constituye otra de las circunstancias que puede dar lugar a la captura. Así, en los eventos de concederse la extradición de un condenado o procesado, el Fiscal General de la Nación puede ordenar la ejecución de dicha medida, para posteriormente entregar a la persona requerida a los agentes del país que la hubieren solicitado en virtud de tal procedimiento77. 76 Sentencia C-024 de 1994 Corte Constitucional. Véase también la Sentencia C-689 de 1996 Corte Constitucional. 77 Evento regulado en el artículo 524 del Código de Procedimiento Penal. El artículo 528 del mismo ordenamiento, adiciona a lo anterior que: “El Fiscal General de la Nación decretará la captura de la persona requerida tan pronto conozca la solicitud formal de extradición, o antes, si así lo pide el Estado requirente, mediante nota que exprese la plena identidad de la persona, la circunstancia de haberse proferido en su contra sentencia condenatoria, acusación o su equivalente y la urgencia de tal medida”. 105 d. La captura procede igualmente para lograr el cumplimiento de una pena privativa de la libertad o la medida de aseguramiento78. Finalmente, encontramos la tercera circunstancia dentro del proceso penal a partir de la cual se afecta el derecho a la libertad del implicado: La detención preventiva. Actualmente, de conformidad con la Ley 600 de 2000 (artículo 356), “Solamente se tendrá como medida de aseguramiento para los imputables la detención preventiva”79. Así mismo, el ordenamiento vigente derogó la obligación de definir situación jurídica en todos los casos, de tal manera que ésta sólo “deberá ser definida en los eventos en que sea procedente la detención preventiva”80. 78 Recuérdese que, según lo establecido en el artículo 355 del Código de Procedimiento Penal uno de los fines de la detención preventiva es la ejecución de la pena privativa de la libertad. 79 En el Código de Procedimiento Penal derogado se establecían la conminación, la caución, la prohibición de salir del país y la detención domiciliaria, como medidas de aseguramiento adicionales a la detención preventiva. De acuerdo con la nueva legislación, la detención domiciliaria no constituye un medida de aseguramiento particular, sino que se aplica en sustitución de la preventiva (así lo establece el parágrafo del artículo 357 del Código de Procedimiento Penal vigente). 80 Esta modificación se encuentra establecida en el artículo 354 del Código de Procedimiento Penal. 106 En este orden de ideas, al definirse la situación jurídica, el fiscal a cargo de la investigación profiere una resolución mediante la cual él mismo determina si hay o no lugar a imponer la medida de aseguramiento. Si la resolución mediante la cual se define la situación jurídica decide la imposición de la medida, se lleva a cabo la detención preventiva del implicado, con lo cual su derecho a la libertad se ve limitado. palabras de la Corte Suprema de Justicia: En “La detención preventiva representa la más contundente y grave de las intromisiones de la autoridad estatal en la esfera de la libertad de la persona, no obstante lo cual todos los ordenamientos jurídicos de los países civilizados la autorizan, por la necesidad de defenderse eficazmente del delito y, consecuencialmente, de evitar su impunidad, (...)”81. Ahora bien, debido al interés específico que nos ha llevado a realizar este trabajo de tesis, y ya que no es nuestra intención agotar el tema del derecho a la libertad dentro del proceso penal, se desarrollará a continuación de manera más amplia lo relativo a la detención preventiva. Consideramos que, principalmente en este aspecto se presenta un mayor vacío en el ordenamiento colombiano, ya que en él se concentran algunas características de nuestro sistema penal, que son 81 Corte Suprema de Justicia. Sala de Casación Penal; proceso No. 13024, aprobado acta No. 137. Magistrado ponente: Jorge E. Córdoba Poveda; noviembre 7 de 1997. 107 las que nos mantienen anclados en uno de tipo inquisitivo, poco garante de los derechos fundamentales dentro del proceso penal. 3.4.1 Régimen de la Detención Preventiva En virtud de la interpretación sistemática que puede realizarse del artículo 2° de la Constitución Política, la garantía de la efectividad del derecho a la libertad personal constituye uno de los fines esenciales del Estado colombiano. Empero, y a pesar de que adicionalmente este derecho es uno de carácter fundamental, su salvaguarda dentro del proceso penal presenta algunas excepciones, como lo es la detención preventiva. Paralelamente, aun cuando son imprescindibles para el Estado y su administración de justicia la ejecución de ciertas decisiones que excepcionan el derecho a la libertad82, 83 , encontramos que la afectación 82 “Entre las medidas que aseguran el procedimiento, la prisión preventiva (detención preventiva en el derecho colombiano) es la injerencia más grave en la libertad individual; por otra parte, ella es indispensable en algunos casos para una administración de justicia penal eficiente”. ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2000. p.257. 83 Se dice “imprescindibles”, justamente porque dichas decisiones deben obedecer a situaciones del todo inevitables, en razón a que la afectación al derecho a la libertad no puede ser la regla general en el marco de un Estado de derecho. Sin embargo, actualmente en Estados Unidos se presenta una discusión en torno al Bail Reform Act de 1984 en virtud 108 de éste a través de la imposición de la medida de aseguramiento está ligada a la presunción de inocencia84, y por lo tanto, debe analizarse específicamente si influye negativamente en la protección de ésta. El anterior vínculo es ineludible, pues en la medida en que el cabal cumplimiento del principio de la presunción de inocencia exige que sea garantizado desde el comienzo del proceso penal, hasta la ejecutoria de la sentencia condenatoria, a todo lo largo del proceso y sin interrupción alguna, privar de la libertad al implicado a través de una detención preventiva, pareciera, a simple vista, no acompasarse con el precepto fundamental que implica la garantía de la presunción de inocencia85. del cual se permite la detención previa al juicio, con base en el grado de peligrosidad que representa el presunto criminal para la sociedad. Ward, Krista y Wright, Todd R. [online]. Pretrail detention based solely on community danger: a practical dilema. En: Federal Courts Law Review – 1999. 84 El profesor Ernesto Chiesa, refiriéndose a la presunción de inocencia como norma del derecho probatorio, comenta en sentido contrario: “Es una norma fundamental. Pero es insuficiente y de poco valor en cuanto a la determinación de los derechos del acusado en la zona de detención preventiva. (...) el Estado tiene razones de mucho peso para tomar medidas que tiendan a asegurar que el imputado no ha de escapar y ha de comparecer a juicio, y hasta para tomar medidas de protección social en ciertos casos. La presunción de inocencia protegerá al acusado en el juicio, pero no será obstáculo para que el Estado limite de alguna manera la libertad del imputado mientras es sometido a juicio”. CHIESA, Ernesto. Derecho Procesal Penal de Puerto Rico y los Estados Unidos. Editorial Forum, 1995. V. II, p.322. 85 RODRÍGUEZ, Orlando Alfonso. La Presunción de inocencia. Colombia: Ediciones Jurídicas Gustavo Ibañez, 2000 – 2001. p.195. 109 Entonces, puede afirmarse que la limitación del derecho a la libertad a través de la medida de aseguramiento, se contrapone a la garantía de la presunción de inocencia en el proceso penal?. Pues bien, precisamente por constituir una circunstancia especial que afecta un derecho de tanta trascendencia para el hombre como el de la libertad, en aras de evitar que las restricciones a éste constituyan la regla general, y en salvaguarda de la presunción de inocencia, es que en el ordenamiento colombiano se han establecido ciertos criterios, fines y requisitos a nivel constitucional y legal, a los cuales se debe atender para imponer la detención preventiva86. La inobservancia de aquellos, negaría la presunción de inocencia, que además de algunas otras garantías de las cuales es titular el implicado en el proceso penal, protege su derecho a la libertad. Es por esto que, en ausencia de los requerimientos exigidos para la procedencia de la medida de aseguramiento, como consecuencia de la violación a las garantías judiciales, sería arbitraria e ilegal la imposición de la detención. 86 “Las garantías penales y procesales, como hemos dicho otras veces, no pueden ser más que un sistema de prohibiciones inderogables: prohibiciones de castigar, de privar de la libertad, de registrar de censurar o de sancionar de alguna otra forma, si no concurrieren las condiciones establecidas por la ley en garantía del ciudadano frente a los abusos de poder”. FERRAJOLI, Luigi. Derecho y Razón. Madrid: Editorial Trotta, 1995. p.861. 110 A través de su jurisprudencia, la Corte Constitucional ha reiterado la compatibilidad que existe entre la medida de aseguramiento y la presunción de inocencia, debido a los fines y requisitos que deben cumplirse para la imposición de la misma87. Al respecto, este Tribunal se ha expresado en los siguientes términos: “(...) La presunción de inocencia, en la cual descansa buena parte de las garantías mínimas que un Estado democrático puede ofrecer a sus gobernados, no riñe, sin embargo, con la previsión de normas constitucionales y legales que hagan posible la aplicación de medidas preventivas, destinadas a la protección de la sociedad frente al delito y a asegurar la comparecencia ante los jueces de aquellas personas en relación con las cuales, según las normas legales preexistentes, existan motivos válidos y fundados para dar curso a un proceso penal, (...). (...) La detención preventiva, que implica la privación de la libertad de una persona en forma temporal con los indicados fines, previo el cumplimiento de los requisitos contemplados en el artículo 28, inciso 1, de la Constitución Política, no quebranta en sí misma la presunción de 87 Sobre este mismo tema pueden consultarse las Sentencias C-106 de 1994, C-689 de 1996 y C-774 de 2001 Corte constitucional. 111 inocencia, dado su carácter precario que no permite confundirla con la penal, pues la adopción de tal medida no comporta definición alguna acerca de la responsabilidad penal del sindicado (...)”88. De igual manera, la Corte Suprema de Justicia se ha pronunciado en relación con el vínculo entre presunción de inocencia y la medida de aseguramiento: “La presunción de inocencia referida al proceso penal es una garantía de toda persona a no ser considerada culpable mientras no se la declara judicialmente como tal a través de sentencia definitiva. Pero una cosa es que no se le considere culpable hasta la adopción de la decisión judicial que haga tránsito a cosa juzgada y otra muy distinta plantear que el principio sea de tal manera absoluto que impida la posibilidad de que en ciertos estadios del trámite procesal y de manera provisional la inocencia se vea desvirtuada a partir de pruebas legalmente aportadas y suficientes, según sea la exigencia de la etapa por la cual atraviese el proceso. Es lo que sucede con la imposición de medida de aseguramiento al procesado, con la formulación de acusación y con el proferimiento de la sentencia condenatoria antes de convertirse en definitiva. (...)Así las cosas, resulta desacertado el planteamiento del recurrente según el cual no es dable privar del derecho de libertad a una persona que se presume inocente (...). Sencillamente porque la 88 Sentencia C-689 de 1996 Corte Constitucional. 112 detención preventiva en la práctica significa un desconocimiento judicial y momentáneo de la condición de inocente del sindicado y porque, además, en ese entendido el constituyente previó como límite al derecho de libertad declarado como principio en el artículo 28 de la Carta, la posibilidad de privar del mismo a las personas "...en virtud de mandamiento escrito de autoridad judicial competente, con las formalidades legales y por motivo previamente definido en la ley”89. Ahora bien, según lo establecido por la Corte Constitucional90, el funcionario que opere la restricción del derecho a la libertad (el fiscal en el caso de la detención preventiva), debe evaluar si es razonable y proporcional la medida, lo que a su vez justifica la necesidad de imponerla. Lo anterior implica, que la medida de aseguramiento no procede si se cumplen los requisitos legales establecidos, salvo si al mismo tiempo se toman en consideración los criterios de razonabilidad, proporcionalidad y necesariedad de la afectación al derecho a la libertad personal. 89 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal; proceso No. 11378, aprobado acta No. 11. Magistrado Ponente: Carlos Eduardo Mejía Escobar, 3 de febrero de 1998. En el mismo sentido: Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal; proceso No. 013310. Magistrado Ponente: Carlos Eduardo Mejía Escobar, 4 de diciembre de 1998. 90 Véase la Sentencia C-397 de 1997 Corte Constitucional. Consúltese al respecto la Sentencia C-425 de 1997 Corte Constitucional, entre otras. 113 A la luz de dichos criterios, debe darse cumplimiento a los requisitos para la procedencia de la medida de aseguramiento, establecidos en la cláusula general de garantía y protección del derecho a la libertad contenida en el artículo 28 de la Constitución Política, que a su vez se reiteran en el primer inciso del artículo 3° del estatuto procesal penal. Así mismo, la ley establece los requisitos formales y sustanciales que deben cumplirse para la imposición de la detención preventiva. Dentro de los primeros, encontramos “la obligación de su adopción mediante providencia interlocutoria, que deberá contener la indicación de los hechos que se investigan, la calificación jurídica y los elementos probatorios que sustentan la adopción de la medida”91. Los requisitos sustanciales hacen referencia al mínimo de prueba exigido para ordenar la detención, el cual, en los términos del Código de Procedimiento Penal vigente (artículo 356), consiste en dos indicios graves de responsabilidad. Igualmente, según las normas sobre el procedimiento penal, se requiere que se haya vinculado formalmente al implicado al proceso penal para que proceda la detención preventiva, ya sea a través de indagatoria o 91 Sentencia C-774 de 2001 Corte Constitucional. 114 declaración de persona ausente92. En adición a lo anterior, el estatuto procesal penal, en su artículo 357, establece que el delito por el cual se investiga al implicado tenga prevista pena de prisión cuyo mínimo sea o exceda de cuatro años, y además sea de aquellos enumerados en el numeral segundo de la norma citada.93 Ahora bien, de Constitucional94, acuerdo los con anteriores la jurisprudencia requisitos formales de y la Corte sustanciales establecidos por el Código de Procedimiento Penal, no son suficientes para la procedencia de la medida, pues debe atenderse además a los fines constitucionales de la misma. Estos fines que justifican la detención preventiva, establecidos a nivel legal en el artículo 3°, inciso segundo, de la Ley 600 de 2000, también se encuentran consagrados en 92 Establecido en el artículo 332 del Código de Procedimiento Penal. 93 Los requisitos establecidos en el Código de Procedimiento Penal para la procedencia de la medida de aseguramiento, se establecen con base en el artículo 355 del Código Procesal Penal, norma donde se señalan como fines de la detención: “garantizar la comparecencia del sindicado al proceso, la ejecución de la pena privativa de la libertad o impedir su fuga o la continuación de su actividad delictual o las labores que emprenda para ocultar, destruir o deformar elementos probatorios importantes para la instrucción, o entorpecer la actividad probatoria”. Como es evidente, estos fines de cierta manera reiteran los anteriormente relacionados contenidos en el artículo 3°, con la diferencia de que éstos hacen parte de una de las normas rectoras del Código Procesal Penal cuyo objetivo directo es la consagración expresa y protección del derecho a la libertad. 94 Sentencia C-774 de 2001 Corte Constitucional. 115 la Constitución Política, y por lo tanto, obligan al funcionario al momento de decidir sobre la privación de la libertad del implicado95. En este sentido, consideró dicha Corporación, que la necesidad de asegurar la comparecencia al proceso del sindicado, se encuentra establecida en el artículo 250, numeral 1°, de la Constitución Política al señalar que la Fiscalía General de la Nación deberá “Asegurar la comparecencia de los presuntos infractores de la ley penal, adoptando las medidas de aseguramiento”. Dentro de esta misma norma, en el numeral 4°, se hace referencia a la protección de la prueba, al disponer que la Fiscalía deberá: “Velar por la protección de las víctimas, testigos e intervinientes en el proceso”96. De la misma manera, se encuentra 95 Al menos uno de los fines constitucionales debe motivar la imposición de la detención preventiva. Con base en esta exigencia, el 30 de noviembre de 2001, la Sala de Casación Penal de la Corte Suprema de Justicia, decidió la revocatoria de una medida de aseguramiento, en atención a que ninguno de los fines expresados en la Sentencia C-774 de la Corte Constitucional, se cumplían en el caso en cuestión. En esta ocasión, la Corte expresó que la revocatoria de la medida procede “no sólo con prueba que desvirtúe los requisitos legales para su operancia, sino igualmente cuando se superen sus objetivos constitucionales y sus fines rectores”. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal; aprobado acta No. 187. Magistrado ponente: Carlos Eduardo Mejía Escobar. Así mismo, recientemente la Corte Suprema de Justicia revocó la medida de aseguramiento impuesta a un ciudadano, debido a que esta decisión no atendía a ninguno de los fines esgrimidos por la Corte Constitucional en la Sentencia C-774 de 2001. Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal; aprobado acta No. 03. Magistrado ponente: Fernando E. Arboleda Ripoll, 17 de enero de 2002. 96 De esta manera lo expresó la Corte Constitucional: “Si a dicha entidad (refiriéndose a la Fiscalía General de la Nación) le corresponde velar por la seguridad de los testigos y de sus testimonios, modalidad de prueba reconocida por los ordenamientos procesales, es susceptible y admisible que para cumplir tal objetivo decrete las medidas de aseguramiento que considere pertinentes, circunstancia que bajo una interpretación sistemática no 116 tácitamente incorporado en los artículos 1° y 2° de la Constitución el tercer fin de la detención preventiva referente a la protección de la comunidad, al establecer respectivamente, “la prevalencia del interés general” como fundamento del Estado colombiano, y como fin esencial del mismo, “asegurar la convivencia pacífica”. En síntesis, de acuerdo con la más reciente jurisprudencia de la Corte Constitucional sobre el tema: “(...) la procedencia constitucional de la detención preventiva se encuentra reglada en la Carta Fundamental y reconocida por las normas rectoras del nuevo Código de Procedimiento Penal, según las cuales, los criterios legales de procedencia de la detención preventiva deben concurrir con los mandatos constitucionales, de tal manera que si la detención se ordena sin considerar los principios y valores que inspiran la Constitución, y en particular, las finalidades constitucionalmente admisibles para la misma, en su apreciación en el caso concreto, el presunto infractor de la ley penal, su defensor o el Ministerio Público pueden solicitar el control de legalidad de la medida adoptada, o hacer uso de los mecanismos constitucionalmente previstos para la defensa de los derechos fundamentales, toda vez que de ello, (...), resultaría una violación de los derechos constitucionales a la restringe su alcance a otros medios de prueba que puedan resultar en un serio y fundado peligro (fumus boni juris), y que requieran como única medida de protección la detención, (...)”. Sentencia C-774 de 2001Corte Constitucional. 117 libertad personal y a la presunción de inocencia y se presentaría, además, una violación al debido proceso, si se establece que la ley se ha aplicado en un sentido excluido como inconstitucional por la Corte”97. 3.5 APRECIACIÓN CRÍTICA DEL DERECHO A LA LIBERTAD EN EL PROCESO PENAL COLOMBIANO Frente a las exigencias del derecho internacional en cuanto a derechos humanos dentro del proceso penal, y con fundamento en la filosofía garantista de los mismos establecida a nivel constitucional en el ordenamiento colombiano98, encontramos un aspecto central que debería ser objeto de análisis y posterior modificación en relación con la afectación del derecho a la libertad a través de la imposición de una medida de aseguramiento: el funcionario judicial que en Colombia es competente para ordenar la medida y hacer la valoración probatoria con base en la cual se decide su procedencia. 97 98 Véase Sentencia C-774 de 2001 Corte Constitucional. “En todos los casos los derechos fundamentales corresponden a valores y a necesidades vitales de la persona histórica y culturalmente determinados. Y es por su calidad, cantidad y grado de garantía como puede ser definida la calidad de una democracia y medirse el progreso”. FERRAJOLI, Luigi. Derecho y Razón. Madrid: Editorial Trotta, 1995. p.916. 118 Esto se debe a que es el fiscal, durante la etapa de instrucción, quien en virtud de la Constitución Política y el Código de Procedimiento Penal, impone la medida de aseguramiento, con el agravante de que sustenta su necesidad en el grado de certeza que hasta ahora existe de la comisión del delito, a partir de las pruebas que él mismo ha obtenido. En virtud de la cláusula general de garantía y protección del derecho a la libertad contenida en el artículo 28 de la Carta, una afectación del derecho a la libertad, corresponde al funcionario judicial competente. Aun cuando la Fiscalía General de la Nación, en virtud del artículo 116 de la Constitución, y el artículo 534 de la Ley 600 de 2000, administra justicia y por consiguiente se considera parte de las autoridades judiciales en nuestro ordenamiento, no por ello debería considerarse la autoridad competente para ordenar la detención preventiva dentro de la instrucción que él mismo dirige. A partir de lo expuesto por la Corte Constitucional en la Sentencia C-774 de 2001, en el proceso penal colombiano la limitación del derecho a la libertad a través de la detención preventiva, debe llevarse a cabo dentro de un marco de legalidad garante de los derechos fundamentales. No obstante, a nuestro entender, la afectación a la libertad individual del implicado por parte del Estado, tiende a la arbitrariedad debido al desconocimiento del principio de la imparcialidad del funcionario 119 judicial99. Es precisamente éste funcionario carente de imparcialidad, el encargado de ver por el cumplimiento de los requisitos para la procedencia de la medida, y peor aún, quien evalúa si se cumple con su imposición alguno de los fines constitucionales de la misma, a la luz de su propia aplicación de los criterios de proiporcionalidad, razonabilidad y necesariedad de la detención100. En términos amplios, la plena vigencia de la garantía de la imparcialidad del funcionario judicial, “permite contar con órganos jurisdiccionales que aseguren a las personas que sus controversias serán decididas por un ente que no tiene ningún interés personal en el problema, y que 99 El tratadista Luigi Ferrajoli en su obra Derecho y Razón hace referencia a dos garantías que deben cumplirse a nivel de un Estado que se considere realmente protector de los derechos mínimos judiciales: “La legitimidad formal es la que viene asegurada por el principio de legalidad y de sujeción del juez a la ley. La legitimidad sustancial es la que recibe la función judicial de su capacidad de tutela o garantía de los derechos fundamentales de los ciudadanos. Ninguna de estas dos fuentes puede ser sacrificada sin graves desequilibrios institucionales y sin peligros para la salvaguardia del papel de la jurisdicción”. Ibid. p.918. En este orden de ideas, la ausencia de imparcialidad de la Fiscalía como parte de los órganos jurisdiccionales en el ordenamiento colombiano, debido a las facultades que le han sido otorgadas en virtud de las cuales afecta los derechos fundamentales de los ciudadanos como el derecho a la libertad, se opone a la capacidad de tutela y garantía de los mismos, de la cual debería gozar en aras de cumplir con la legitimidad sustancial a la cual se refiere el autor citado. 100 En cuanto al principio de imparcialidad como principio fundamental para el funcionamiento de la Fiscalía puede consultarse a: GRANADOS PEÑA, Jaime Enrique. El Sistema Acusatorio en el Derecho Comparado y la Nueva Fiscalía General en Colombia. Bogotá: Ediciones jurídicas Gustavo Ibañez, 1996. p.38. 120 mantendrá una posición objetiva al momento de resolver” 101. En materia penal específicamente, “la exigencia de imparcialidad implica, además, la prohibición de que el tribunal llamado a resolver la cuestión por medio de la sentencia tome parte en etapas previas del proceso cuando esta intervención signifique algún tipo de compromiso con la imputación o la acusación del inculpado”102. Adicionalmente, de conformidad con el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, dicha imparcialidad debe ser aparente. Es decir, se exige no sólo que el juez actúe de manera imparcial, sino que es preciso que exista apariencia de imparcialidad; “en esta materia incluso las apariencias tienen importancia”, pues “lo que está en juego es la confianza que los Tribunales deben inspirar a los ciudadanos en una sociedad democrática”103. En este orden de ideas, aun teniendo de presente la diferencia entre sentencia condenatoria y detención preventiva, estas dos decisiones son comparables debido a su carácter judicial, en atención a que en ambos casos el funcionario en quien radica la facultad de privar de la libertad a una persona, no debe tener ningún tipo de compromiso previo que 101 COMISIÓN ANDINA DE JURISTAS. Protección de los Derechos Humanos. Bogotá: Centro Editorial de la Universidad del Rosario, 1999. p. 116. 102 Ibid 103 Caso Piersack, TEDH, S. 1 de octubre de 1982. 121 afecte la objetividad en la toma de la decisión. El compromiso que adquiere el fiscal con la instrucción a su cargo, y las decisiones relacionadas con el desarrollo de la misma, no se puede desconocer104: “El funcionario de instrucción tiende a convertir en teorema lo que no es sino una hipótesis, o sea, hace de esta una tesis cuya verdad va a demostrar; y la hipótesis en el proceso criminal no es un teorema, no se sabe si lo supuesto será o no cierto. Los psicólogos franceses Laillet y Bonovent en un libro titulado “Los Errores Judiciales y sus Causas”, explican el empeño de los funcionarios en demostrar su hipótesis, presuponiéndola cierta, y dicen: “Salvo raras excepciones, el funcionario instructor se deja guiar, sin darse cuenta él mismo de lo que le pasa, por aquél hábito mental que le hace considerar la acusación, esto es, la suposición de la culpabilidad del sindicado, no como una hipótesis, sino como un teorema, cuya verdad se trata de demostrar a todo trance. El funcionario considera innecesarios, ociosos o ridículos, todos los requisitos que tienden a garantizar la verdad; para qué garantizar la verdad si se sabe de antemano?. Todo indicio de inocencia se rechaza como un peligro de error, como un obstáculo para la anhelada demostración de su teorema. La demostración de su hipótesis se 104 Al respecto y en este mismo sentido, puede consultarse también: MORALES MARÍN, Gustavo. Procedimientos y Sistemas de Juzgamiento Penal. Bogotá: Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, 2001. p. 179. 122 convierte para el funcionario en asunto de amor propio, de honor, sobre todo cuando se trata de un proceso ruidoso”105. 105 RUEDA CONCHA, Luis. Los Tres Sistemas del Proceso Criminal. En: Conferencias de Derecho Procesal. Bogotá: 1923. p.91. 123 4. EL DERECHO A LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA 4.1 TITULARIDAD DE LA ACCIÓN PENAL. NECESIDAD DE PRESUNCIÓN DE INOCENCIA COMO GARANTÍA JUDICIAL Al ser el Estado el titular de la acción penal, en cabeza suya radica la potestad de poner en funcionamiento la administración de justicia a través de los funcionarios que lo representan, cuando se sospeche que se ha puesto en peligro o se ha vulnerado un bien jurídico tutelado por la ley penal. El ejercicio de esta facultad por parte del Estado, implica que el ciudadano deba enfrentarse a la inmensa carga de ser sujeto de un proceso penal. A través de la Fiscalía o el órgano al que corresponda investigar y acusar la comisión de un delito, el Estado se encarga de reunir las pruebas necesarias para ejercer la acción penal, y posteriormente, a través de un juicio aclarar y definir si el implicado es culpable o no del hecho que originó el ejercicio de la acción por parte suya. LA 124 Debido a lo que representa enfrentar un proceso penal en el cual la contraparte es el Estado, éste debe asegurar formal y materialmente el respeto de ciertas garantías mínimas. Una de éstas es la presunción de inocencia, la cual en palabras del tratadista Ignacio Díez Picazo Giménez, consiste en “una garantía frente al ejercicio del ius puniendi estatal”106. Pues bien, se encuentra absolutamente injusto y sobre todo inútil, un proceso penal en el cual no se asuma como punto de partida la inocencia del implicado. La presunción de inocencia “se trata, como afirmó Luigi Lucchini, de un ‘corolario lógico del fin racional asignado al proceso’ y, al mismo tiempo, de la ‘primera y fundamental garantía que el procedimiento asegura al ciudadano: presunción juris, como suele decirse, esto es, hasta prueba en contrario’. (...) Es la prueba de la culpa - y no la de la inocencia, que se presume desde el principio - la que forma el objeto del juicio” 107 . 108 106 Citado en RODRÍGUEZ, Orlando Alfonso. La Presunción de inocencia. Colombia: Ediciones Jurídicas Gustavo Ibañez, 2000 – 2001. p.150. 107 FERRAJOLI, Luigi. Derecho y Razón. Madrid: Editorial Trotta, 1995. p.549, donde se cita L. Lucchini, Elementi di Procedura Penale. Florencia: 1895. 108 La necesidad de la presunción de inocencia como principio rector del proceso penal, explica la existencia de ciertas reglas como la del in dubio pro reo según la cual, en términos amplios, cualquier duda dentro del proceso debe resolverse a favor del implicado. Aunque la presunción de inocencia es autónoma frente a los demás principios constitucionales, el in dubio pro reo ha sido tradicionalmente relacionada por la doctrina con la garantía que nos ocupa; de acuerdo con el tratadista Claus Roxin: “La importancia de 125 Desde luego, la inocencia del implicado debe establecerse como premisa susceptible de ser probada en contra a través de la demostración de la culpabilidad de quien es sujeto del proceso penal. Esta prueba se constituye en el requisito para que dicho sujeto pueda ser considerado y tratado como autor del delito. Así mismo, la prueba de la culpabilidad del implicado, no se entiende válida si no se obtiene a partir de la práctica de las pruebas necesarias109 con todas las garantías constitucionales y legales, y como fruto del desarrollo completo de un proceso penal. Es decir, una persona se presume inocente desde el inicio del proceso penal, durante cada una de sus etapas o actos procesales, y hasta que se profiera y haga tránsito a cosa juzgada una sentencia condenatoria en contra del implicado110. este principio fundamental (in dubio pro reo), propio del Estado de Derecho, consiste, p. ej., en que el imputado no debe probar su coartada o hacerla creíble, sino que, al contrario, a él le debe ser probado que en el momento del hecho estuvo en el lugar del crimen o que ha participado en el hecho en otra forma”. ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2000. p.110. Conceptos como éste del in dubio pro reo, ponen de relieve el vínculo entre las dos garantías. 109 Según la jurisprudencia de la Corte Constitucional “La presunción (de inocencia) se convierte en una guía para la valoración de las pruebas, de tal manera que las mismas deben demostrar la incertidumbre en el hecho presunto o en el hecho presumido”. Sentencia C-774 de 2001. 110 En este mismo sentido ha manifestado la Corte Constitucional: “Este derecho (la presunción de inocencia) acompaña al acusado desde el inicio de la acción penal (por denuncia, querella o de oficio) hasta el fallo o veredicto definitivo y firme de culpabilidad, y exige para ser desvirtuada la convicción o certeza, más allá de una duda razonable, basada en el material probatorio que establezca los elementos del delito y la conexión del 126 4.2 NATURALEZA DE LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA Ahora bien, la posibilidad de la prueba de la culpabilidad del implicado como condición que debe cumplir el Estado para desvirtuar la presunción de inocencia, surge como consecuencia obvia por ser ésta una presunción relativa (iuris tantum), y no una absoluta (iuris et de iure)111. Cuando una presunción es de éste último tipo, exime de la obligación de probarla a quien la invoca en su favor y da por demostrado lo que se presume, por cuanto consiste en una afirmación imperativa que hace la ley. Es por esto que, en materia penal no se aceptan las presunciones absolutas, y siempre debe admitirse al acusado la posibilidad de desplegar su defensa112. mismo con el acusado”. Sentencia C-774 de 2001. Véase también la Sentencia C-252 de 2001. 111 Las presunciones absolutas y relativas son especies de un mismo género, el de las presunciones legales. En términos generales, estas consisten en juicios lógicos que consagra en una norma el legislador, a diferencia de las presunciones judiciales que son creación del funcionario. Véase al respecto a RODRÍGUEZ, Orlando Alfonso. La Presunción de inocencia. Colombia: Ediciones Jurídicas Gustavo Ibañez, 2000 – 2001. 112 Ibid. 127 A diferencia de la presunción iuris et de iure que no admite prueba en contrario en virtud de lo dispuesto por el legislador, y por la cual se produce una exoneración de la carga probatoria, la relativa surte sus efectos mientras no se demuestre lo contrario a lo presumido, e invierte la carga de la prueba. En el caso específico de la presunción de inocencia, al ser una presunción relativa, el implicado es exonerado de la obligación de probar que no es culpable, y el Estado es quien debe desmentir dicho hecho presunto. Sin embargo, no obstante para algunos doctrinantes como el profesor Ernesto Chiesa Aponte, la presunción de inocencia no es una presunción en el sentido estricto que tiene dicha figura a nivel del derecho probatorio113, más allá de la categorización formal que se haga de la garantía en cuestión, lo verdaderamente relevante está en que ante todo, la presunción de inocencia en cualquier ordenamiento en el cual se acoja debe consistir en “un principio cardinal, de rango constitucional, de carga de la prueba u obligación de persuadir impuesto al Estado”114. 113 CHIESA, Ernesto. Derecho Procesal Penal de Puerto Rico y los Estados Unidos. Editorial Forum, 1995. Vol.II. 114 Ibid. p.45. 128 Así las cosas, el funcionario en lo penal tiene la labor de verificar la inocencia del implicado hasta donde sea posible, y tratar de demostrar hasta qué punto esa presunción coincide o no con la verdad real115. 4.3 LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA EN EL DERECHO INTERNACIONAL Además del desarrollo legal de la garantía y de la consagración expresa que hace en su artículo 29 la Constitución Política colombiana, en virtud de la doctrina del Bloque de Constitucionalidad, en el mismo nivel jerárquico normativo de la Carta, se encuentra lo establecido en los tratados internacionales suscritos y ratificados por Colombia, relativos a derechos humanos. De conformidad con la jurisprudencia de la Corte Constitucional, la presunción de inocencia constituye uno de aquellos principios que hacen parte del Bloque de Constitucionalidad, por ser una de las disposiciones contenidas en los instrumentos internacionales sobre derechos humanos 115 RODRÍGUEZ, Orlando Alfonso. La Presunción de inocencia. Colombia: Ediciones Jurídicas Gustavo Ibañez, 2000 – 2001. p.45. 129 que han sido ratificados por Colombia, y debido a no ser susceptible de limitación durante los estados de excepción116. La presunción de inocencia ha sido reconocida expresamente en algunos de los instrumentos aludidos, como una de las garantías mínimas procesales, es decir, de orden fundamental; algunos de dichos tratados y pactos son los siguientes: La Declaración Francesa de los derechos del Hombre y del Ciudadano de 1789; la Declaración Universal de los Derechos Humanos adoptada y proclamada en el año de 1948 por la Asamblea General de las Naciones Unidas; el Convenio Europeo para la protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales o Pacto de Roma de 1950; el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos adoptado por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1966; la Convención Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San José de Costa Rica de 1969; el Estatuto de Roma de la Corte Penal 116 Así lo expresó la Corte en la Sentencia C-774 de 2001: “Frente a la presunción de inocencia, la Corte considera que las disposiciones de los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia, sí forman parte del bloque de constitucionalidad, toda vez que, la presunción de inocencia es un derecho humano, el cual no es susceptible de limitación o restricción en los estados de excepción, ya que si el derecho al debido proceso y el principio de legalidad no admiten restricción alguna, (...) menos aún la presunción de inocencia derecho fundamental a partir del cual se edifican las garantías jurídicas citadas”. 130 Internacional aprobado en 1998 y la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea de 2000.117 Sin embargo, lo trascendente de la doctrina del Bloque de Constitucionalidad no sólo está en la existencia de las normas que acogen expresamente el derecho a la presunción de inocencia (recién citadas), cuyo contenido básico se encuentra igualmente consagrado en nuestro derecho interno. Más allá de esto, tenemos que a nivel internacional dichos preceptos tienen respaldo en un conjunto de 117 La Declaración Francesa de los Derechos del Hombre y del Ciudadano, en su artículo 9, establece: “Debiendo presumirse todo hombre inocente mientras no sea declarado culpable, (...)”. La Declaración Universal de los Derechos Humanos aprobada en 1948, se refiere a la garantía de la presunción de inocencia como sigue: “Artículo 11.1: Toda persona acusada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad, (...)”. Según el Pacto de Roma de 1950: “Artículo 6 numeral 2°: Toda persona acusada de una infracción se presume inocente hasta que su culpabilidad haya sido legalmente declarada”. Así mismo, el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos establece en el artículo 14.2 lo siguiente: “Toda persona acusada de un delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se pruebe su culpabilidad conforme a la ley”. En 1969 el llamado Pacto de San José de Costa Rica, en su artículo 8.2, también se refirió expresamente a la garantía de la presunción de inocencia: “Toda persona inculpada de delito tiene derecho a que se presuma su inocencia mientras no se establezca legalmente su culpabilidad”. Posteriormente, el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional aprobado en 1998 estableció lo siguiente: “Artículo 66: 1. Se presumirá que toda persona es inocente mientras no se pruebe su culpabilidad ante la Corte de conformidad con el derecho aplicable. (...)”. Finalmente, la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea de 2000 prescribe: “Artículo 48: 1. Todo acusado se presume inocente hasta que su culpabilidad haya sido legalmente declarada”. 131 normas que hacen referencia y dan cumplimiento al principio de la imparcialidad del funcionario judicial118. Este soporte reviste una gran significación, pues dicho principio constituye un elemento fundamental para que exista un debido proceso y se cumpla cabalmente el principio acusatorio, aspectos sin los cuales no podría respetarse íntegramente la garantía de la presunción de inocencia. Así, es condición sine qua non del debido proceso, que el funcionario en quien radican las funciones atinentes a los derechos del implicado sea absolutamente imparcial, de manera tal que los principios que comprende dicho cimiento del derecho procesal penal sean respetados; es decir, la presunción de inocencia, así como el derecho a la igualdad ante la ley, el derecho a la defensa, el principio de legalidad, el principio del juez natural, la favorabilidad, el principio de contradicción, el derecho a no ser juzgado dos veces por el mismo hecho, entre otros. Así mismo, la imparcialidad del funcionario judicial ha sido precisamente una de las bases del principio acusatorio. 118 No podría hablarse de un v.gr. Artículo 14.1 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos de 1966: “(...) Toda persona tendrá derecho a ser oída públicamente y con las debidas garantías por un Tribunal competente, independiente e imparcial (...)”; y artículo 8.1 del Pacto de San José de Costa Rica aprobado en 1969, según el cual: “Toda persona tiene derecho a ser oída, con las debidas garantías y dentro de un plazo razonable, por un juez o tribunal competente, independiente e imparcial, (...)”. 132 sistema de este corte, de no ser imparcial quien decida sobre las medidas que afecten los derechos de quien sea sujeto del proceso penal. En gran medida, fue en busca de la imparcialidad judicial que el sistema penal acusatorio fue reemplazando paulatinamente al inquisitivo en los diferentes regímenes penales. Esta sustitución, se hizo con miras a que a quien le fuera asignada la facultad de decidir sobre los derechos del implicado, fuera lo más objetivo posible en la toma de sus decisiones, de manera tal, que ya no se estatuyeran en cabeza de una misma persona las funciones acusadora y enjuiciadora del delito, como sucedía en el sistema penal inquisitivo. El principio acusatorio, y por ende, la imparcialidad del funcionario judicial, son a la vez condición para que exista la garantía de la presunción de inocencia. Tan es así, que inclusive se considera que “aunque se remonta al derecho romano, el principio de presunción de inocencia hasta prueba en contrario fue oscurecido, cuando no simplemente invertido, por las prácticas inquisitivas desarrolladas en la Baja Edad Media”119, las cuales se caracterizan principalmente por la parcialidad y subjetividad del funcionario judicial. Es por esto que, un sistema penal en el cual se viole la garantía de la presunción de inocencia, no corresponde a un sistema penal de corte acusatorio. 119 FERRAJOLI, Luigi. Derecho y Razón. Madrid: Editorial Trotta, 1995. p.550. 133 4.4 FUNDAMENTO NORMATIVO DE LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA La presunción de inocencia se encuentra consagrada en el ordenamiento colombiano a nivel constitucional y legal. Esta hace parte de las garantías fundamentales en virtud de nuestra Carta Política, así como de las normas rectoras del proceso penal según lo establecido en el Código de Procedimiento Penal. En la Constitución, la garantía de la presunción de inocencia se encuentra establecida como uno de los derechos fundamentales de todo individuo. El artículo 29 de la Carta, preceptúa: “Toda persona se presume inocente mientras no se le haya declarado judicialmente culpable. (...)”. Esta norma constitucional consagra lo relativo al debido proceso, y dentro de la misma, se hace referencia a la presunción de inocencia; por lo tanto, de conformidad con su ubicación constitucional, en Colombia aquella garantía hace parte de uno de los pilares del derecho penal, sin el cual éste pasaría a ser una herramienta arbitraria y autoritaria del Estado, el debido proceso. 134 De igual manera, la presunción de inocencia ha sido desarrollada legalmente en Colombia a través del Código Procesal Penal dentro del cual, como se mencionó, se ha establecido como una de las normas rectoras del procedimiento penal120. Actualmente, el artículo 7° de la Ley 600 de 2000 establece: “Presunción de inocencia. Toda persona se presume inocente y debe ser tratada como tal mientras no se produzca una sentencia condenatoria definitiva sobre su responsabilidad penal. (...)”; norma que mantiene básicamente la misma línea del artículo 2° del Código de Procedimiento Penal de 1991121. 4.5 LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA EN EL PROCESO PENAL COLOMBIANO 120 El primer ordenamiento procesal penal en consagrar la garantía de la presunción de inocencia fue el de 1987, así: “Artículo 3: Presunción de inocencia. Toda persona a quien se atribuya un hecho punible se presume inocente mientras no se declare legalmente su responsabilidad en sentencia ejecutoriada”. 121 El artículo 2° del Código de Procedimiento Penal recién derogado establecía lo siguiente: “Presunción de inocencia. En desarrollo de las actuaciones penales prevalece el principio de la presunción de inocencia según el cual toda persona se presume inocente, y debe ser tratada como tal, mientras no se produzca una declaración judicial definitiva sobre su responsabilidad penal”. Así, el cambio se produjo principalmente en cuanto a que el artículo 7° del Código de Procedimiento Penal vigente, se refiere a “sentencia condenatoria” en vez de “declaración judicial” definitiva sobre la responsabilidad penal del imputado. 135 Ahora bien, la presunción de inocencia como presupuesto simplemente formal del proceso penal no es suficiente. Toda garantía debe ser dotada de los mecanismos adecuados para su efectivo cumplimiento. Esto significa que, además de las previsiones normativas que se establezcan en el ordenamiento legal para dar vigencia expresa y formal a la presunción de inocencia, es necesario el diseño de un procedimiento penal que en la práctica garantice el respeto a dicho derecho, de la misma manera como se debe cumplir con la aplicación de las demás garantías mínimas procesales. Esta coherencia y consecuencia que debe existir entre las normas rectoras o principios fundamentales, y el desarrollo del proceso penal como medio para su aplicación y cumplimiento, se cuestiona de manera especial a partir la disparidad que existe entre la exposición de motivos del proyecto de ley por el cual se expidió el Código de Procedimiento Penal que entró en vigencia en el mes de julio de 2001, y las normas que regulan el proceso penal actualmente. Aun cuando los fines de la Ley 600 de 2000, se presentaron en el marco de una orientación filosófica específica sobre la protección a las garantías mínimas procesales, la legislación penal en el campo procesal, no se acompasa con dichos objetivos. 136 Conforme a la exposición de motivos del Estatuto Procesal Penal, el fundamento de la Ley 600 de 2000 es la reestructuración del Decreto 2700 de 1991 (Código de Procedimiento Penal derogado) “mediante la adecuación de las normas procesales a los principios fundamentales que ha recogido la nueva Constitución Política de 1991, enmarcados por los contenidos del Bloque de Constitucionalidad, bajo el concepto de estado social de derecho, desarrollados por la jurisprudencia de las altas Cortes” (énfasis suplido)122. Así mismo, y en esta misma dirección, en la exposición de motivos se señala que con miras a cumplir con el fundamento de la nueva Ley, en el ordenamiento procesal penal “se establecen normas rectoras como parámetro de interpretación en aras de la efectivización real de los derechos, concretándolos en instituciones que propenden por la dignidad del ser humano y el desarrollo material de las garantías constitucionales y concurren en el cumplimiento de uno de los fines esenciales del estado como es la consecución de un orden justo”123. 122 Tomado del Proyecto de Ley por la cual se expide el Código de Procedimiento Penal. Publicación de la Fiscalía General de la Nación. Colombia: Imprenta Nacional de Colombia, 1998. 123 Ibid. 137 No obstante lo anterior, la aplicación de la presunción de inocencia como garantía, no se Constitucionalidad, constitucionales. adecua y por a lo los tanto, contenidos tampoco del a Bloque los de principios Es por esto que, no se consigue ni la efectivización real, ni el desarrollo material del derecho a la presunción de inocencia como garantía constitucional. Pues bien, esto se debe a que el respaldo de la garantía de la presunción de inocencia en el principio de la imparcialidad del funcionario judicial, no se tiene en el ordenamiento colombiano debido a que ciertas funciones dentro del proceso penal, que son de índole judicial, es decir, que afectan los derechos del implicado, corresponden en su ejercicio a la Fiscalía General de la Nación, aun siendo ésta el órgano de investigación y acusación dentro del proceso. Así, en relación con el principio de la imparcialidad del funcionario judicial, encontramos una enorme deficiencia a nivel del derecho procesal penal colombiano. Las facultades judiciales que en virtud de la Constitución Política ejerce la Fiscalía General de la Nación, conducen a la violación de dicho principio, y por lo tanto, a la imposibilidad de garantizar cabalmente la presunción de inocencia. 138 Estas funciones se encuentran establecidas en el artículo 250 de la Carta, como sigue: “Corresponde a la Fiscalía General de la Nación, de oficio o mediante denuncia o querella, investigar los delitos y acusar a los presuntos infractores ante los juzgados o tribunales competentes. (...) Para tal efecto la Fiscalía General de la Nación deberá: 1. Asegurar la comparecencia de los presuntos infractores de la ley penal, adoptando las medidas de aseguramiento. Además, y si fuere del caso, tomar las medidas necesarias para hacer efectivos el restablecimiento del derecho y la indemnización de los perjuicios ocasionados por el delito. 2. Calificar y declarar precluidas las investigaciones realizadas. (...)”. En Colombia el fiscal es quien impulsa la investigación, al tiempo que es quien la dirige como juez, decretando pruebas de oficio, evaluando por sí mismo el peso de su propia instrucción y decidiendo sobre los derechos del imputado. No es posible pedir al fiscal que presuma la inocencia de quien él mismo investiga a la hora de decidir la procedencia de una medida de aseguramiento, o al resolver el ejercicio de la acción penal en virtud de la cual se iniciaría un juicio en contra de quien se sospecha durante la etapa de investigación. Esta falla del procedimiento penal colombiano, se presenta no obstante la claridad con la que fueron expuestos los objetivos del nuevo Código 139 de Procedimiento Penal, y aún a pesar de los instrumentos internacionales que hacen referencia a la imparcialidad del funcionario judicial, los cuales también hacen parte de nuestro derecho interno en virtud de la doctrina del Bloque de Constitucionalidad. Ahora bien, el vacío que encontramos en el proceso penal colombiano en materia de presunción de inocencia, se hace aún más evidente si se tiene en cuenta que, de acuerdo con la jurisprudencia de la Corte Constitucional124, atendiendo a su ubicación en el derecho constitucional, dicha garantía se erige en nuestro ordenamiento interno como presupuesto del derecho a un debido proceso. Paralelamente, se ha establecido por parte de dicha Corporación, que la presunción de inocencia no podría aplicarse cabalmente sin la presencia de un esquema en el cual se garantice la imparcialidad del funcionario judicial. En este sentido, la Corte Constitucional ha dicho al respecto: “La garantía del debido proceso, no consiste solamente en las posibilidades 124 La Corte ha reiterado a través de diferentes pronunciamientos la preeminencia de la garantía de la presunción de inocencia dentro del proceso penal. En términos generales el Tribunal constitucional ha dicho: “Del artículo 29 de la Constitución resulta que ni el legislador ni los jueces pueden presumir la culpabilidad de nadie. Es postulado cardinal de nuestro ordenamiento, respecto del cual el Constituyente no consagró excepciones, el de que toda persona se presume inocente mientras no se le demuestre lo contrario en el curso de un debido proceso, ante tribunal competente, conforme a las reglas preexistentes al acto que se le imputa, y con la plena garantía de su defensa. (...)”. Sentencia C-626 de 1995. Véanse también: Sentencia C-390 de 1993, C-176 de 1994, C-037 de 1996 y C-689 de 1996 entre otras. 140 de defensa o en la oportunidad para interponer recursos, (...) sino que exige, además, como lo expresa el artículo 29 de la Carta, el ajuste a las normas preexistentes al acto que se imputa; la competencia de la autoridad judicial o administrativa que orienta el proceso; la aplicación del principio de favorabilidad en materia penal; el derecho a una resolución que defina las cuestiones jurídicas planteadas sin dilaciones injustificadas; la ocasión de presentar pruebas y de controvertir las que se alleguen en contra y, desde luego, la plena observancia de las formas propias de cada proceso según sus características. Todo ello descansa sobre el supuesto de la presunción de inocencia, la cual tiene que ser desvirtuada por el Estado para que se haga posible la imposición de penas o de sanciones administrativas. Se puede entonces concluir que la presunción de inocencia es uno de los derechos más importantes con que cuenta todo individuo; y para desvirtuarla es necesario demostrar la culpabilidad de la persona con apoyo en pruebas fehacientes debidamente controvertidas, dentro de un esquema que asegure la plenitud de las garantías procesales sobre la imparcialidad del juzgador (...)” (énfasis suplido)125. 125 Véase la Sentencia C-176 de 1994 Corte constitucional. 141 Así mismo, ha expresado la Corte Constitucional que “a lo largo de todo el trámite judicial es obligación de los administradores de justicia el garantizar la vigencia plena del debido proceso, es decir, no sólo el respeto a las formas propias de cada juicio sino, igualmente, la aplicación de la presunción de inocencia, (...)” (énfasis suplido)126. De esta manera, la Corporación puntualiza sobre el deber que tienen los administradores de justicia, como los son los fiscales, de ver por la salvaguarda de la garantía de la presunción de inocencia dentro del proceso penal, lo cual se contrapone a las funciones que actualmente ejercen dichos funcionarios, debido a la posición de parcialidad desde la cual se ven obligados a ejercer su labor. Las facultades judiciales otorgadas a la Fiscalía, conllevan a que en el procedimiento penal colombiano se presuma la culpabilidad del implicado en determinadas etapas del mismo. En consecuencia, dichas funciones que ejerce el órgano de investigación, se oponen a la garantía de la presunción de inocencia. Ahora bien, las características analizadas del proceso penal colombiano, al opugnar la garantía de la imparcialidad del funcionario judicial, y por esa vía, la presunción de inocencia, también contrarían uno de los 126 Sentencia C-037 de 1996 Corte Constitucional. 142 principios que se erigen como fundamento del Estado colombiano: el de ser un Estado de Derecho. La Corte Constitucional ha enfatizado en la relación directa que existe entre el Estado de Derecho y el principio de la imparcialidad del funcionario judicial como uno de sus fundamentos. Así lo ha determinado la Corporación a través de su jurisprudencia: “Como es sabido, el propósito fundamental de la función judicial dentro de un Estado de Derecho, es el de impartir justicia a través de diferentes medios, como son la resolución de los conflictos que se susciten entre particulares, o entre éstos y el Estado, el castigo a las infracciones a la ley penal y la defensa del principio de legalidad. Para ello, la administración de justicia debe descansar siempre sobre dos principios básicos que, a su vez, se tornan esenciales: la independencia y la imparcialidad de los jueces” (énfasis suplido)127. Igualmente, a nivel internacional, encontramos que conforme al estudio producido por la investigación alemana de Stuckenberg, llevada a cabo en 1998, la presunción de inocencia no sólo debe ser de rango constitucional sino que “debe ser incluida como manifestación específica 127 Así lo estableció la Corte Constitucional en Sentencia C-037 de 1996, al hacer la revisión sobre la exequibilidad del artículo 5° de la Ley Estatutaria de la Administración de Justicia, el cual consagra el principio de la autonomía e independencia de la rama judicial. 143 del principio del Estado de Derecho, en el mandato de un procedimiento llevado a cabo con lealtad”128. En el mismo sentido, manifiesta Luigi Ferrajoli que la de inocencia, es una presunción de seguridad o de defensa social; “ ‘seguridad’ específica ofrecida por el Estado de Derecho y que se expresa en la confianza de los ciudadanos en la justicia; y de esa específica ‘defensa’ que se ofrece a éstos frente al arbitrio punitivo” (énfasis suplido)129. En síntesis, de lo anterior se puede deducir que las funciones judiciales que ejerce la Fiscalía General de la Nación en Colombia, al afectar seriamente la imparcialidad del funcionario judicial, violan el principio de la presunción de inocencia, y por esa vía, el precepto constitucional según el cual el Estado colombiano se estatuye como un Estado de Derecho. 4.6 IMPORTANCIA DE LA PRESUNCIÓN DE INOCENCIA. CONCLUSIÓN 128 Cita tomada de ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2000. p.78. 129 FERRAJOLI, Luigi. Derecho y Razón. Madrid: Editorial Trotta, 1995. p.549. 144 Con base en lo expuesto, es evidente entonces el vínculo indispensable que existe entre la presunción de inocencia y las garantías procesales, siendo aquella presupuesto de un sistema penal que asegure el respeto a los derechos mínimos esenciales. Así mismo, ha quedado claro que la presunción de inocencia está relacionada de manera directa con la garantía del debido proceso130, y por lo mismo, lo está también con la no limitación de los demás derechos y libertades fundamentales dentro del proceso penal.131 El papel central que cumple la presunción de inocencia en términos de garantías judiciales, fue aquello que llevó a la Corte Constitucional a replantear el régimen de la detención preventiva132, a través de la Sentencia C-774 proferida en el año 2001. El respeto a la garantía de la presunción de inocencia, fue el fundamento para establecer los criterios 130 El profesor Ernesto Chiesa hace referencia expresa a este vínculo entre presunción de inocencia y debido proceso (juicio justo). Señala este autor, que la presunción de inocencia ha sido considerada por las Cortes de Estados Unidos como componente básico de un juicio justo, de manera tal que una violación a éste último implica a su vez una agresión a la garantía de la presunción de inocencia. Véase CHIESA, Ernesto. Derecho Procesal Penal de Puerto Rico y los Estados Unidos. Editorial Forum, 1995. Vol.II. 131 “Cuando la inocencia de los ciudadanos no está asegurada, tampoco lo está su libertad” MONTESQUIEU. Del Espíritu de las Leyes, cit., XII, 1-2, p.173, citado en FERRAJOLI, Luigi. Derecho y Razón. Madrid: Editorial Trotta, 1995. p.549), la cual consiste en el más elemental de los derechos que debe salvaguardar el derecho procesal penal. 132 Tema este que se desarrolla en el Capítulo relativo al derecho a la libertad. 145 sujetivos que deben acompañar la imposición de la medida de aseguramiento, atendiendo a los fines constitucionales de la misma. Así lo expresó la Corte en el pronunciamiento citado: “(...) para que proceda la detención preventiva no sólo es necesario que se cumplan los requisitos formales y sustanciales que el ordenamiento impone, sino que se requiere, además, y con un ineludible alcance de garantía, que quien haya de decretarla sustente su decisión en la consideración de las finalidades constitucionalmente admisibles para la misma”. En esta medida, asegurar la comparecencia del presunto infractor de la ley penal al proceso, afianzar la preservación de la prueba y proteger a la comunidad de una posible continuación de la actividad delictual, se convierten en finalidades constitucionales133 imperativas para el funcionario que decide sobre la imposición de la detención preventiva en virtud de lo dispuesto en la Sentencia C-774. Estos tres objetivos, los cuales no tienen que ser concurrentes, comprenden la necesidad de imponer la medida de aseguramiento, es decir, de restringir el derecho a la libertad de quien va a ser sujeto de la misma, sin que con ello se desconozca la presunción de inocencia. 133 Recuérdese que estos fines de la detención preventiva, hacen parte de una de las normas rectoras del Código de Procedimiento Penal al estar contenidos en el artículo 3°, inciso 2°, lo cual, como se estudiará en el Capítulo relativo al derecho a la libertad, representa un enorme avance para nuestro sistema penal. 146 Con base en lo expuesto por el Tribunal Constitucional, la Corte Suprema de Justicia revocó el 30 de noviembre de 2001 una medida de aseguramiento, por considerar que su imposición no atendía al cumplimiento de ninguno de los fines constitucionales esgrimidos por dicho Tribunal134. En este mismo sentido se pronunció recientemente con ocasión de una solicitud de revocatoria de una detención preventiva. En esta providencia135, después de referirse a lo establecido en la Sentencia C-774 de 2001, en cuanto a que además de los requisitos formales y sustanciales se debe atender a los fines constitucionales de la medida para que la misma sea procedente, la Corte Suprema consideró que “Como esos objetivos constitucionales y fines rectores de la medida de aseguramiento aparecen garantizados en el proceso sin que para ello resulte necesario disponer la efectiva privación de la libertad del acusado, la Sala revocará la medida de aseguramiento impuesta, (...), no obstante que para su imposición se consideró por la Fiscalía General de la Nación satisfechos los requisitos formales y sustanciales al efecto establecidos por el ordenamiento procesal”. 134 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal; aprobado acta No. 187. Magistrado ponente: Carlos Eduardo Mejía Escobar, 30 de noviembre de 2001. 135 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal; aprobado acta No. 03. Magistrado ponente: Fernando E. Arboleda Ripoll, 17 de enero de 2002. 147 Igualmente, la Corte Suprema de Justicia se refirió en los pronunciamientos citados a la procedencia de la revocatoria de la medida de aseguramiento, consagrada en el artículo 363 del Código de Procedimiento Penal, y dispuso que el incumplimiento de los fines y objetivos relacionados en la Sentencia C-774 de 2001 se resuelve a través de la revocatoria de la medida. Esto señaló la Corte Suprema: “Es de aclarar, finalmente, que si, como se deja visto, el cumplimiento de los fines y objetivos de la medida de aseguramiento determinan su aplicación efectiva en cada caso concreto, es de concluirse que se integran a los presupuestos sustanciales de procedencia, de manera que cuando estos no aparezcan acreditados en el proceso o fueren desvirtuados con posterioridad a la definición de la situación jurídica en la que se impuso la medida, la solución jurídica es su revocatoria a términos del artículo 363 del estatuto procesal penal, (...)”136. Lo expuesto por la Corte Suprema de Justicia en las providencias citadas, nos permite concluir que la imposición de una medida de aseguramiento de detención preventiva con anterioridad al proferimiento de la Sentencia C-774 de 2001, sin haber atendido a los fines constitucionales esgrimidos en la misma, es revocable aún de 136 Corte Suprema de Justicia, Sala de Casación Penal; aprobado acta No. 03. Magistrado ponente: Fernando E. Arboleda Ripoll, 17 de enero de 2002. 148 oficio, en aplicación del artículo 363 del Estatuto Procesal Penal y en virtud de los pronunciamientos de la Corte Constitucional y la Corte Suprema de Justicia. Este complemento de las causas por las cuales procede la revocatoria de la detención preventiva, constituye un importante avance en términos de garantía de la presunción de inocencia, en cuanto adiciona elementos sustanciales que permiten avanzar hacia el aseguramiento de la aplicación cabal de este principio en el proceso penal. Pues bien, el carácter fundamental de la presunción de inocencia dentro del ámbito de las garantías judiciales, podría sintetizarse de la siguiente manera: “La condición de inocente de todo ciudadano es anterior al Estado y a cualquier garantía judicial consignada en las codificaciones positivas”137. Así, las implicaciones de presumir inocente al sindicado hasta tanto no se demuestre su culpabilidad, se refieren a algo sencillo pero de gran importancia y amplitud: Todo hombre que sea sujeto de un proceso penal debe ser tratado como inocente durante la investigación y 137 RODRÍGUEZ, Orlando Alfonso. La Presunción de inocencia. Colombia: Ediciones Jurídicas Gustavo Ibañez, 2000 – 2001. p.117. 149 juzgamiento, de manera tal que dicho tratamiento sea encaminado por la ruta del respeto de los derechos y garantías mínimos fundamentales. La garantía de la presunción de inocencia usualmente está prevista expresamente en la normatividad, como es el caso de lo preceptuado en el artículo 29 de nuestra Constitución Política y en el artículo 7° del Código de Procedimiento Penal vigente. Pero esta consagración legal, no funciona exactamente como otorgante de la condición de inocente hasta tanto no se demuestre lo contrario, por ser la presunción de inocencia un derecho fundamental inherente al hombre. En este sentido, afirma Orlando Alfonso Rodríguez: “Pero aún antes de existir el primer sistema de reproche social, el hombre gozaba de la facultad de ser tenido por la sociedad como apto, para buscar los objetivos, los propósitos generales. El hombre entonces, es anterior a todo sistema jurídico de reproche. Permanece en condición natural de inocencia, que es natural con el hombre mismo; no es necesario que medie o que alguien se la otorgue, legitime o acepte”138. Aunado a lo anterior, tenemos que debido al entorno internacional actual de los sistemas judiciales, la presunción de inocencia no requiere 138 Ibid. p.119. 150 de reconocimiento expreso a nivel interno en los diferentes Estados. Tal como se hizo referencia anteriormente, ésta garantía se encuentra consagrada en diferentes instrumentos internacionales relativos a derechos humanos. Así, además del deber jurídico que existe en cabeza de cada Estado firmante de cumplir con lo pactado, en el caso de Colombia, lo establecido en dichos instrumentos internacionales hace parte de nuestro derecho interno en virtud de la doctrina del Bloque de Constitucionalidad. Es por esto que, la presunción de inocencia se constituye en una garantía doblemente protegida a nivel constitucional por estar consagrada en el artículo 29 de la Carta, así como también en el artículo 93 de la misma en aplicación de la doctrina referida. En este orden de ideas, no se requiere de la consagración expresa de la garantía para que la misma sea protegida y garantizada dentro del proceso penal, sino de normas que sirvan como mecanismo a través del cual se respete íntegramente en la práctica, a través de dicho proceso entendido como herramienta para su cabal cumplimiento. Finalmente, en virtud de la garantía de la presunción de inocencia todo implicado en un proceso penal, debe ser procesado de manera tal que se refleje que realmente no se ha demostrado su responsabilidad dentro de los hechos objeto de investigación y posterior juzgamiento, hasta 151 tanto no se haya proferido y ejecutoriado una sentencia que lo condene. El perfecto cumplimiento de este postulado, exige que se respeten ciertos derechos y garantías procesales mínimas que le asisten al procesado conforme a nuestra Constitución Política y el Bloque de Constitucionalidad, más aún en el marco de un Estado de Derecho como lo es Colombia. 152 5. CONCLUSIONES Después de haber realizado el anterior estudio a través del cual se analizó el estado general de protección de los derechos fundamentales a la libertad, la presunción de inocencia y la intimidad en el derecho procesal penal colombiano, se han reunido los elementos suficientes para extraer del mismo, ciertas conclusiones que nos permitirán proponer constructivamente cambios al sistema de enjuiciamiento criminal actualmente vigente en Colombia. Queremos hacer un especial énfasis en lo que tiene que ver con el Bloque de Constitucionalidad. Hemos querido dedicar un capítulo independiente al estudio de esta doctrina, buscando que exista claridad, por una parte, en cuanto al estado actual a nivel internacional de las garantías mínimas judiciales, y por otra, en relación con los objetivos que en el ámbito interno deben trazarse en aras de adaptar el ordenamiento a los designios de la propia Constitución Política, y en consecuencia, de las obligaciones que la comunidad de naciones impone. Todo ello, con el fin de hacer una aproximación a las garantías 153 mencionadas, en un ambiente en donde exista total claridad en cuanto a las exigencias jurídicas para su protección139. Del estudio de cada una de ellas, se ha determinado, como lo explicaremos más adelante, que la legislación que pretende protegerlas no está a tono con lo preceptuado por los cuerpos normativos superiores a los que hemos hecho alusión. Por lo pronto, haremos una breve síntesis del estado de la cuestión de las tres garantías en el derecho procesal penal colombiano, visto desde la perspectiva del derecho comparado y de la doctrina del Bloque de Constitucionalidad. Derecho a la Intimidad El Estado, en cumplimiento de sus fines y como perseguidor de la comisión del delito, se ve en la necesidad de irrumpir en la esfera privada del individuo. Sin embargo, de acuerdo con los postulados modernos que regulan estas acciones, se debe garantizar la neutralidad e imparcialidad de quien toma estas decisiones dentro del proceso penal, como la vía más importante para proteger la intimidad de la 139 “Una sociedad se define por lo que prohíbe y castiga, y por cómo lo castiga, más que por lo que dice sostener y querer”. ZAMORA–PIERCE, Jesús. Garantías y Proceso Penal. México: Editorial Porrua S.A, 1991. Parte introductoria. 154 persona. En tal sentido, si bien la Constitución y las leyes proscriben el principio de reserva judicial en las órdenes que restringen este derecho, no existe una verdadera imparcialidad en el funcionario que las imparte. Derecho a la Libertad Como garantía procesal, la libertad del implicado se ve afectada en nuestro ordenamiento debido a las funciones de índole judicial que ejerce la Fiscalía General de la Nación. No obstante la reforma incorporada a través de la Ley 600 de 2000, y los aportes de la jurisprudencia de la Corte Constitucional frente al tema140, dichas facultades determinan que a través del régimen de la detención preventiva, se desconozcan los principios de imparcialidad del funcionario judicial y el de la separación de funciones acusadora y juzgadora dentro del proceso penal. Derecho a la Presunción de Inocencia 140 Nos referimos especialmente a la Sentencia C-774 de 2001 Corte Constitucional. 155 La presunción de inocencia como eje del procedimiento penal contemporáneo acusatorio, no puede aplicarse de manera íntegra en un sistema como el nuestro, en el que el ente a cargo de la instrucción, tiene la facultad de disponer fundamentales del implicado. directamente sobre los derechos Debido a que en Colombia la Fiscalía General de la Nación ejerce funciones de este corte, la garantía de la presunción de inocencia no se cumple a cabalidad, a pesar de tener expresa consagración constitucional y legal. 5.1 ESTADO GENERAL DEL PROCESO PENAL COLOMBIANO EN TÉRMINOS DE GARANTÍAS El análisis particular del derecho a la libertad, la presunción de inocencia y la intimidad, permite colegir el grado de protección de las garantías dentro del proceso penal. Son ellos derechos fundamentales de primera generación y pilares del proceso, que al revestir tal relevancia en el desarrollo del mismo, se constituyen en consecuencia, en un parámetro muy preciso para medir el estado de las garantías judiciales en general. Así pues, los tres derechos escogidos son garantías que por su carácter fundamental, incluyen y vinculan muchas otras, que por lo tanto están 156 cobijadas por el correcto tratamiento que se les de a las que les dan fundamento. Ahora bien, como conclusión de dicho estudio, hemos podido verificar que en Colombia, a pesar de la expresa consagración constitucional y legal que tienen estos derechos, ellos no son objeto de una real protección por parte del Estado. 5.1.1 Sistema Penal Acusatorio: Garantías Judiciales A partir de la promulgación de la Constitución Política de 1991, con la creación de la Fiscalía General de la Nación, se quizo adoptar en Colombia un acusatoria141, sistema con las de enjuiciamiento funciones de criminal investigación de y tendencia juzgamiento diferenciadas, y en cabeza de entes distintos. 141 Esta reforma en nuestro país se hizo en consonancia y dentro del marco de las reformas que venían adelantándose en Latinoamérica, en aras de conseguir una mejor administración de justicia en lo penal. En consecuencia, la instrucción del proceso penal pasó del Juez Instructor al Fiscal. “Las razones del cambio de titular de la instrucción del proceso penal pueden girar en torno a las siguientes cuestiones: 1. Por prever el derecho procesal del país afectado un proceso inquisitivo, escrito, en el que instruye y falla el mismo Juez, con lo cual se daría el primer argumento anteriormente anunciado, de carácter dogmático, de justificación de un modelo acusatorio. (...)”. GÓMEZ COLOMER, Juan-Luis. El Ministerio Fiscal, Eje de la Reforma Procesal Penal?. En: Problemas actuales de la justicia penal. Barcelona: José María Bosch Editor, 2001. p.31. 157 De acuerdo con la doctrina contemporánea, la adopción de un sistema de este corte supone la implementación de un régimen eminentemente garantista. En consonancia con ello, no sólo se elevaron a rango constitucional ciertos derechos fundamentales relacionados con el procedimiento penal, sino que igualmente, a través de los artículos 93 y 94 de la Carta, se incorporaron a nuestra legislación interna aquellas normas contenidas en los tratados internacionales sobre derechos humanos ratificados por Colombia. Ello no obstante, como lo hemos dicho, en la práctica ese garantismo se ha visto mermado por diferentes motivos. En primer lugar, por la interpretación que la Corte Constitucional le ha dado a la doctrina del Bloque de Constitucionalidad. Tal y como lo explicamos en su momento, ciertos derechos y garantías quedan desprotegidos al no estar incluidos, según la Corte, dentro de aquellos En palabras del Tribunal Constitucional alemán: “El Derecho Procesal Penal es el sismógrafo de la Constitución del Estado” (Sentencia del Tribunal Constitucional Alemán citada por Claus Roxin en su obra Derecho Procesal Penal (Buenos Aires: Editores del Puerto, 2000. p.10), y es por esto que uno de los objetivos fundamentales de las reformas llevadas a cabo en los países de América Latina en los últimos años, ha sido aplicar a la legislación relativa al procedimiento penal, el catálogo de garantías de rango constitucional contenido en los ordenamientos superiores de los diferentes países, y que básicamente corresponde a la realización del Estado de Derecho. Véase al respecto a AMBOS, Kai en Las Reformas Procesales Penales en América Latina. Buenos Aires: Editorial Ad-Hoc, 2000. p.17 y ss. 158 que no son susceptibles de limitación en Estados de Excepción y por no figurar expresamente en la Constitución y los convenios internacionales vigentes, aún siendo inherentes a la persona humana 142. En consecuencia, la interpretación strictu sensu de la doctrina, que ha adoptado esa Corporación, conlleva a que derechos como la libertad, no estén plenamente garantizados como sí lo están aquellos otros que hacen parte del Bloque de Constitucionalidad. Por la anterior, la doctrina del Bloque de Constitucionalidad de la manera como ha sido aplicada por la Corte Constitucional, se queda corta frente a las exigencias de la comunidad internacional y su aplicación no se acompasa con los postulados del Estatuto Superior, hecho que supone que la regulación procesal penal tampoco lo haga. En segundo lugar, el esquema garantista pretendido por la Constitución de 1991, se ve atenuado por las facultades que ejerce el ente 142 Según lo ha dicho la doctora Ilva Myriam Hoyos Castañeda: “La dignidad humana, eminencia de ser que comporta un deber-ser, se constituye en el fundamento de los derechos humanos y, en cuanto tal, es criterio básico de interpretación, de armonización y de integración de estos específicos derechos. Esto es igual a decir que los derechos humanos son la manifestación, determinación y concreción de la dignidad humana en una sociedad y en una época determinadas. Por esto mismo es que los derechos humanos se hallan entrelazados entre sí, no pueden excluirse ni desconocerse mutuamente”. Citado por POLO MONTALVO, Joaquín. El Derecho Internacional de los Derechos Humanos y algunos aspectos de la justicia en Colombia. En: Garantismo, Eficiencia y Reforma Procesal Penal. Corporación Excelencia en la Justicia. Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1999. p.141. 159 investigador y acusador en Colombia. Por la misma razón, en nuestro país tampoco se consiguió el establecimiento de un verdadero sistema de enjuiciamiento criminal de corte acusatorio. Así las cosas, nuestro ordenamiento, a partir del artículo 250 de la Constitución Política, establece las funciones de la Fiscalía General de la Nación, algunas de las cuales no son congruentes con sus propios fundamentos constitucionales, por tener por objeto la posibilidad de afectar los derechos fundamentales del implicado. De esta manera, el ente acusador, no debería ejercer funciones propias del juez quien se considera un sujeto realmente imparcial y objetivo, para el análisis y decisión de los asuntos que afectan estos derechos143, 144 . 143 Sobre el particular véase PICO I JUNOY, Joan. Nuevas Reflexiones sobre la Regla “Quien instruye no puede juzgar” En: Problemas actuales de la justicia penal. Barcelona: José María Bosch Editor, 2001. p.39 y s.s. 144 “En el desarrollo de los cambios institucionales efectuados por el Constituyente, se creó una Fiscalía General de la Nación, integrante de la rama judicial y con poderes judiciales, en lo que se llamó en su momento, el sistema acusatorio “a la colombiana”. La decisión del constituyente contradice uno de los principios fundamentales del sistema acusatorio, tal y como lo señala, por ejemplo, Michael R. Paul, de la escuela de leyes de la Universidad de Harvard, en su artículo publicado sobre la justicia criminal en Colombia, al indicar que los poderes de la Fiscalía violan un principio fundamental del sistema acusatorio, el de la separación de las funciones de investigar y perseguir el delito de las funciones propiamente judiciales. Hoy, la Fiscalía dirige la investigación y decide sobre su legitimidad, con un poder check and balance, desconociendo que en el sistema acusatorio, es el juez el garante de los derechos fundamentales de la persona, objeto de la investigación. POLO MONTALVO, Joaquín. El Derecho Internacional de los Derechos Humanos y algunos aspectos de la justicia en Colombia. En: Garantismo, Eficiencia y Reforma Procesal Penal. Corporación Excelencia en la Justicia. Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1999. p.142. 160 5.1.1.1 Principio de Imparcialidad del Funcionario Judicial A diferencia de la que ocupa el ente acusador, la posición del juez dentro del proceso, le permite el estudio de las pruebas y argumentos que aportan la Fiscalía y la defensa, con suficiente imparcialidad: “(...) Quien carece de imparcialidad no está en la capacidad intelectual de aceptar libremente las razones que la inteligencia no puede dejar de mirar como convincentes tras un examen integral y sincero de la cuestión”145. En general, lo que hace judicial una actuación es la autonomía, independencia e imparcialidad del funcionario al que llamamos juez. Ahora bien, si tenemos en cuenta que la fiscalía ejerce funciones judiciales, y en algún sentido es entonces juez, cabe destacar que debería ser autónoma, independiente e imparcial. Precisamente, uno de los argumentos principales al crear el ente instructor y acusador en Colombia a partir de la reforma constitucional de 1991, fue la protección de los derechos mínimos del implicado dentro del proceso penal, con fundamento en el principio de imparcialidad del 145 MORALES MARÍN, Gustavo. Procedimientos y Sistemas de Juzgamiento Penal. Bogotá: Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, 2001. p.179. 161 funcionario judicial146. No obstante, la creación de la Fiscalía General de la Nación, no solucionó los problemas en la administración de justicia que se presentaban con relación a las funciones que ejercían los Jueces de Instrucción. Al habérsele otorgado funciones de índole judicial a los fiscales, éstos siguen en la misma situación de parcialidad en la que se encontraban los funcionarios a los cuales sustituyeron. 5.2 LEY 600 DE 2000. INSUFICIENCIA DE LA REFORMA La Ley 600 de 2000, en virtud de la cual se aprobó y sancionó el Código de Procedimiento Penal, mantuvo la misma estructura del proceso, perdiéndose una inmejorable oportunidad para modernizar nuestro sistema de procesamiento criminal, dotando al Estado de un esquema ágil y garantista. 146 “El argumento más importante a favor de que instruya el Ministerio Fiscal es, en nuestra opinión, que no puede ser la misma persona la que considere necesario un acto de instrucción y la que valore su legalidad. En esencia el argumento se concreta de la siguiente manera: El Ministerio Fiscal debe asumir la instrucción, atribuyéndole el poder de investigador del delito mientras que el Juez debe quedar como controlador de la legalidad del los actos procesales que ha realizado el Fiscal, (...). Seguir manteniendo el sistema clásico es en definitiva una contradicción, porque el Juez es al mismo tiempo quien investiga y quien garantiza el respeto de los derechos del imputado. Cambiar estos papeles puede significar ciertamente una importante restricción del principio de investigación oficial, pero se fortalece extraordinariamente el más importante principio de la imparcialidad judicial. (...)”. GÓMEZ COLOMER, Juan-Luis. El Ministerio Fiscal, Eje de la Reforma Procesal Penal?. En: Problemas actuales de la justicia penal. Barcelona: José María Bosch Editor, 2001. p.33. 162 Las deficiencias de esta ley en la materia que nos ocupa, se simplifican a nuestro entender en dos hechos centrales: no acopló el sistema penal con los postulados fijados por la Constitución y desconoció los antecedentes jurisprudenciales de la Corte Constitucional, que ha sostenido en varias oportunidades la necesidad de que nuestro país se acoja un sistema de tendencia acusatoria. En este punto, no sobra recordar que la exposición de motivos de la mencionada Ley se enfocó en sentido opuesto al texto de la misma. En ella se plantea una orientación filosófica claramente direccionada a la consagración y efectivización de los derechos fundamentales, en virtud de los principios constitucionales y la doctrina del Bloque de Constitucionalidad. Esta orientación, en términos generales, se omite en el contenido de la Ley. Así, a más de contar con las deficiencias a las que hicimos alusión, su contenido definitivo se contradice con la motivación que la fundamenta, hecho que hace todavía más evidente la falta de rigor en la concepción del nuevo ordenamiento procesal penal147. 147 Con adición a este hecho, es imprescindible recordar que mediante sentencia C-760 de 2001, se derogaron cerca de 97 artículos del Código debido a vicios de forma en proceso legislativo que les dio origen, con lo cual se desarticuló aún más el sistema procesal penal colombiano. 163 5.3 CRISIS EN LA ADMINISTRACIÓN DE JUSTICIA Este estado de la cuestión, en el que existe un claro vacío en términos de protección de los derechos fundamentales, conlleva irremediablemente a una crisis en la administración de justicia, que se refleja en la incapacidad en la que se coloca al Estado de resolver los conflictos de una manera justa. “La finalidad de cumplir cabalmente con el ejercicio de la justicia, mediante el proceso penal, según determinada forma y según determinados criterios de evidente racionalidad, no puede lograrse en la vida humana si jurisdiccionales carece de imparcialidad”148. quien ejerce funciones Ahora bien, como es de suponerse, esta crisis genera en la comunidad falta de confianza en relación con esta función que detenta el Estado. En este punto, en donde irremediablemente se evoca la vieja discusión que coloca en balance a la eficiencia en la administración de justicia que se asegura en un sistema inquisitivo, frente al aseguramiento de la aplicación de las garantías, que supone el sistema acusatorio, creemos que debe hacerse un énfasis especial en el hecho de que un esquema garantista, no excluye la eficiencia en la administración de justicia. Más 148 MORALES MARÍN, Gustavo. Procedimientos y Sistemas de Juzgamiento Penal. Bogotá: Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, 2001. p.179. 164 aún, un sistema judicial eficiente, es indicador del compromiso que el Estado asume en proteger y respetar los derechos fundamentales149. Así mismo, la administración de justicia garantista y eficiente revierte en un sentimiento generalizado de credibilidad en ella. Es sabido que en Colombia la confianza por parte de la sociedad en el aparato judicial y en su capacidad para resolver los conflictos, es cada vez menor. Estudios realizados por entidades como la Corporación Excelencia en la Justicia, demuestran que la sociedad demanda un aparato judicial garantista y eficiente, que genere confianza en el mismo, y que por esa vía, permita que exista un ambiente propicio para que la ciudadanía se comprometa a colaborar con la función del Estado de administrar justicia150. 149 AMBOS, Kai. Las Reformas Procesales Penales en América Latina. Buenos Aires: Editorial Ad-Hoc, 2000. p.17 y ss. 150 En la revista Justicia y Desarrollo que fue publicada por la CEJ en junio de 2000, se muestra cómo según una encuesta realizada por el DANE en 1997, para las personas que no acudieron a la administración de justicia con el fin de resolver sus conflictos por tener ideas preconcebidas sobre la misma, “el principal obstáculo lo constituye la gran desconfianza en la operatividad y transparencia del sistema judicial (68% de los encuestados)”. CORPORACIÓN EXCELENCIA EN LA JUSTICIA. Justicia y desarrollo: Debates. Año III No.12, junio 2000. p.20. Con relación a este mismo tema, el Consejo Superior de la Judicatura realizó una encuesta en 1999, según la cual “la falta de credibilidad en el sistema judicial se cita entre las razones que dificultan el acceso [a la administración de justicia], confirmando que sigue siendo un problema que no se ha solucionado a pesar de los años y que cuenta con un peso significativo a nivel nacional”. CORPORACIÓN EXCELENCIA EN LA JUSTICIA. Justicia y desarrollo: Debates. Año III No.12, junio 2000. p.21; 165 En síntesis, un sistema de enjuiciamiento criminal garantista y a la vez eficiente, asegura gran parte de la solución a la crisis de credibilidad en la administración de justicia. Además, los resultados positivos en la lucha contra la impunidad, y la seguridad jurídica que produce la protección de los derechos y garantías mínimas a través del establecimiento de un sistema de corte acusatorio, generan una participación activa de la ciudadanía en el tema de la justicia y por lo tanto un mayor acceso a ella. igualmente, de acuerdo con este mismo estudio, “alrededor del 30% de los usuarios de las distintas jurisdicciones manifiestan una falta de credibilidad en el sistema”. Ibid. p.21. 166 6. RECOMENDACIONES Habiendo analizado el grado de protección de los derechos a la libertad, la presunción de inocencia y la intimidad en nuestro ordenamiento procesal penal, y después de expresadas las conclusiones en relación con el estado en general de las garantías mínimas judiciales, es pertinente sugerir los cambios que se deberían adoptar para remediar las deficiencias encontradas. Recomendaciones que se tornan urgentes, máxime teniendo en cuenta que nos encontramos en una sociedad democrática, regida por los postulados del Estado Social de Derecho, en la cual no debería teóricamente ponerse en entredicho la protección de las garantías que han sido objeto de nuestro estudio. La recomendación central consiste en la implementación de un sistema acusatorio. Ello implica abandonar definitivamente el de tendencia inquisitiva que rige en Colombia, sistema bajo el cual no existe la separación absoluta de funciones acusadora y enjuiciadora dentro del proceso penal. 167 Dicha recomendación, es decir, la implementación acusatorio, atendería a dos fines principales. del sistema Por un lado, estaría dirigida a la adaptación de nuestro ordenamiento procesal penal a los fundamentos y principios establecidos en la propia Constitución Política, y por otro, buscaría la adecuación de dicha normatividad a los nuevos desafíos del orden internacional, en consonancia con la jurisprudencia de la Corte Constitucional y la doctrina del Bloque de Constitucionalidad. La consecución de estos fines, no tendría éxito sin la efectivización de los principios básicos a los que hemos hecho alusión durante nuestra exposición, y que se refleja fundamentalmente en la imparcialidad del funcionario judicial. Este principio debe ir de la mano con la adopción de criterios de eficiencia en el desarrollo del proceso, que en términos sustantivos, se reflejan en la posibilidad de garantizar por esa vía, los demás derechos que se derivan de las tres garantías en comento. 6.1 ANTECEDENTES DEL SISTEMA ACUSATORIO EN COLOMBIA “Se puede llamar acusatorio a todo sistema procesal que concibe al juez como un sujeto pasivo rígidamente separado de las partes y al juicio como una contienda entre iguales iniciada por la acusación, a la que 168 compete la carga de la prueba, enfrentada a la defensa en un juicio contradictorio, oral y público y resuelta por el juez según su libre convicción”151, 152. La necesidad de establecer en nuestro país un sistema de este corte, no es reciente. La voluntad política en torno a propender por un modelo más garantista y eficiente, en contraposición al inquisitivo que nos rige desde la época de la colonia153, ha sido evidente. Es así como, ya desde 151 FERRAJOLI, Luigi. Derecho y Razón. Madrid: Editorial Trotta, 1995. p.564. 152 Para efectos de las presentes recomendaciones no consideramos pertinente hacer una explicación detallada de las características y elementos que conforman el sistema acusatorio. Baste con decir, que al respecto existen diversas posiciones a partir de las cuales éstos difieren. En relación con el tema pueden consultarse entre otros: AMBOS, Kai. Las Reformas Procesales Penales en América Latina. Buenos Aires: Editorial Ad-Hoc, 2000. ARMENTA DEU, Teresa. Principio Acusatorio y Derecho Penal. Barcelona: J.M.Bosch Editor, 1995. CARRIÓ, Alejandro. El Enjuiciamiento Penal en la Argentina y los Estados Unidos. Buenos Aires: Editorial EUDEBA, 1990. CHIESA, Ernesto. Derecho Procesal Penal de Puerto Rico y los Estados Unidos. Editorial Forum, 1995. Vol. I y II. FERRAJOLI, Luigi. Derecho y Razón. Madrid: Editorial Trotta, 1995. GRANADOS PEÑA, Jaime Enrique. El sistema acusatorio. En: Garantismo, Eficiencia y Reforma Procesal Penal. Corporación Excelencia en la Justicia. Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1999. MAIER, Julio B., AMBOS, Kai y WOISCHNIK, Jan. Las Reformas Procesales Penales en América Latina. Argentina: Editorial Ad-hoc, Konrad Adenauer Stiftung e Instituto Max Planck, 2000. MORALES MARÍN, Gustavo. Procedimientos y Sistemas de Juzgamiento Penal. Bogotá: Ediciones Jurídicas Gustavo Ibáñez, 2001. ROXIN, Claus. Derecho Procesal Penal. Buenos Aires: Editores del Puerto, 2000. RUEDA CONCHA, Luis. Los Tres Sistemas del Proceso Criminal. En: Conferencias de Derecho Procesal. Bogotá, 1923. 153 En Colombia, al igual que en los demás países latinoamericanos, ha predominado la influencia de la Europa colonizadora en cuanto a la organización judicial, que en lo penal se ha materializado en sistemas de enjuiciamiento criminal inquisitivos. En relación con la herencia europea en materia institucional según Julio B. Maier, “Particularmente la América hispana recibe de sus colonizadores todo el modelo de organización judicial y las reformas operativas de resolver conflictos sociales, cuyas bases políticas responden a los problemas y a las soluciones que la convivencia y la organización social planteaban en la 169 hace más de dos décadas, en 1979, se propuso reformar la Constitución Política de 1886 en lo atinente a las ramas del poder público legislativa y judicial, en busca de una administración de justicia pronta y cumplida, y a la vez respetuosa de los derechos fundamentales, recurriendo a un sistema judicial acusatorio. Mediante el Acto Legislativo número 1 de 1979, se creó entonces la Fiscalía General de la Nación, órgano que en adelante se encargaría privativamente de la instrucción y acusación en el proceso penal. Dicho Acto Legislativo fue aprobado por el Congreso de la República, y se expidió incluso un nuevo Código de Procedimiento Penal (Decreto 0181 de 1981), que derogaba el antiguo Decreto 409 de 1971, de corte claramente inquisitivo. Desafortunadamente, esta legislación no entró en vigencia, debido a una declaratoria de inexequibilidad del Acto Legislativo mencionado, que a su vez derrumbó el estatuto procesal penal de 1981154. En consecuencia, a pesar de este intento de adhesión a la tendencia metrólpoli”. MAIER, Julio B. Democracia y administración de justicia penal en Iberoamérica – Los proyectos para la reforma del sistema penal. En: Reformas Procesales en América Latina: La oralidad en los procesos. Santiago de Chile: Corporación de Promoción Universitaria, 1993. p.29. 154 Decisión ésta contenida en la Sentencia de inconstitucionalidad del 3 de noviembre de 1981 proferida por la Sala Plena de la Corte Suprema de Justicia. 170 contemporánea por establecer un sistema penal acusatorio, siguió rigiendo en Colombia un modelo con elementos del sistema inquisitivo, vigentes hasta nuestros días. En la Asamblea Nacional Constituyente de 1991, a propósito de la discusión sobre la necesidad de modificar la estructura de la justicia en lo penal, se definió que a partir de entonces quien investigara no podría ser quien posteriormente enjuiciara y condenara o absolviera al implicado. Así las cosas, fue evidente que la inclinación en aquel momento era la de institucionalizar un sistema penal acusatorio, que se distinguiera por materializar las garantías consagradas contendidas además en la en los instrumentos internacionales, propia Constitución. Sin embargo, a pesar de la pretendida separación de funciones, “triunfó la tesis que apoyaba un sistema mixto, de tendencia inquisitiva, que en últimas mantuvo la estructura anterior cambiando simplemente el nombre de juez de instrucción criminal por el de fiscal”155. Es así como, en la legislación procesal penal expedida en vigencia de la Carta de 1991 (Decreto 2700 de 1991 y Ley 600 de 2000), se ha 155 FUENTES HERNÁNDEZ, Alfredo y GRANADOS PEÑA, Jaime Enrique. “Reforma a la Fiscalía General”. En: FORO NACIONAL REFORMA A LAS FUNCIONES JUDICIALES DE LA FISCALÍA GENERAL DE LA NACIÓN. Publicaciones y otros documentos. Universidad de los Andes (Facultad de Derecho) 2001. p.12. 171 mantenido consistentemente la incongruencia con los principios y fundamentos constitucionales, al desarrollar el sistema de tendencia inquisitiva, tal y como se ha expresado a lo largo de este estudio. No obstante, a principios del año 2001, el Ministro de Justicia y del Derecho, doctor Rómulo González Trujillo, asumió la iniciativa de proponer una reforma constitucional tendiente a la desjudicialización de la Fiscalía General de la Nación, la que tras su frustración, fue retomada por el Representante a la Cámara, doctor William Darío Sicachá. Sin embargo, la reforma propuesta por el parlamentario a través del proyecto de Acto Legislativo número 151 de Cámara y 19 de Senado, no salió avante al ser votada en contra en la segunda vuelta de debates a finales de 2001. A través de dicha iniciativa, no solamente se suprimían las funciones judiciales que actualmente ejerce la Fiscalía General de la Nación, sino que además, a través de la reforma constitucional se pretendía no sólo fortalecer la judicatura al establecer un juicio oral, público y contradictorio, sino también, crear el Sistema Nacional de la Defensoría Pública en aras de lograr el equilibrio entre acusación y defensa. 172 A la fecha de la presentación de este trabajo, este es el antecedente más próximo a una posible reforma tendiente a implementar el sistema acusatorio en Colombia. 6.2 ALCANCES DE LA IMPLEMENTACIÓN DEL SISTEMA ACUSATORIO La supresión de las funciones judiciales que ejerce actualmente la Fiscalía General de la Nación, implica la separación definitiva de las funciones acusadora y juzgadora dentro del proceso y se constituye en el sustrato de un sistema acusatorio puro. Este hecho además, revierte en el aseguramiento de la imparcialidad y eficiencia necesarias para garantizar los derechos fundamentales156. 156 De conformidad con un estudio realizado recientemente, en el cual se aborda el tema de la justicia en lo penal, la desjudicialización de la Fiscalía General de la Nación es una de las prioridades del momento. Al respecto se ha dicho lo siguiente: “(...) es oportuno señalar que en la actualidad el país jurídico está en la obligación de adelantar el debate que se ha suscitado en torno al replanteamiento de las funciones de la Fiscalía, lo que, por medio de una modificación del texto constitucional, llevaría a una desjudicialización de la institución. Se considera que esta nueva oportunidad de debatir con rigor los puntos que otrora fueron evacuados superficialmente no se deba desaprovechar, con la convicción de que del éxito del debate dependerá en muy buena medida el futuro de una política criminal encaminada a fortalecer la lucha del Estado contra el crimen, sin desconocer los derechos fundamentales de los asociados”. REPENSAR A COLOMBIA, HACIA UN NUEVO CONTRATO SOCIAL. TALLERES DEL MILENIO. Bogotá: Tercer Mundo Editores, 2002. p.254. 173 6.2.1 Sistema Penal Garantista La implementación del sistema acusatorio, tendría como objetivo básico la total separación de funciones que ejercen la Fiscalía General de la Nación y la Judicatura. Así, debe despojarse al órgano investigador de las funciones judiciales que actualmente ejerce. La desjudicialización de la Fiscalía, garantizaría la imparcialidad en la toma de decisiones que afecten los derechos del implicado dentro del proceso penal, objetivo que se materializaría despojando al fiscal de las funciones judiciales que actualmente detenta. Así, mediante la creación de una figura como la del Juez de Garantías157, éstas serían asignadas a un funcionario realmente independiente. 157 Esta figura ha sido adoptada por algunos países en donde rige el sistema acusatorio puro. Al respecto, los tratadistas Kai Ambos y Jan Woischnik se han expresado así: “La denominación de juez de garantía o juez de control se explica a partir del hecho de que este juez también es responsable de ordenar medidas investigativas tales como allanamientos domiciliarios, requisas o intervenciones telefónicas a petición del fiscal. El Fiscal General no podrá ordenar por su propia cuenta estas injerencias en los derechos fundamentales, su legalidad debe ser “garantizada” o “controlada” por un juez”. AMBOS, Kai, WOISCHNIK, Jan. Resumen Comparativo de los Informes Nacionales. En: Las Reformas Procesales Penales en América Latina. Buenos Aires: Editorial Ad-Hoc, 2000. Consúltese igualmente CARRIÓ, Alejandro. El Enjuiciamiento Penal en la Argentina y los Estados Unidos. Buenos Aires: Editorial EUDEBA, 1990 y MAIER, Julio B. Democracia y administración de justicia penal en Iberoamérica – Los proyectos para la reforma del sistema penal. En: Reformas Procesales en América Latina: La oralidad en los procesos. Santiago de Chile: Corporación de Promoción Universitaria, 1993. 174 Sería el Juez de Garantías el llamado a decidir sobre aquellas medidas que se adopten dentro de la etapa de investigación. Este funcionario por ser juez, y sobre todo, por contar con las condiciones suficientes de objetividad frente a los hechos investigados, estaría en la capacidad de decidir sobre la privación de la libertad, o la intromisión en la esfera íntima de la persona, de una manera proporcionada, razonable y en atención a la necesidad de la afectación de los derechos, y por tanto, no arbitraria. Este juez sería además, un funcionario al cual acudiría el fiscal durante la etapa de investigación, antes de tomar la decisión, para que autorice la procedencia de la misma. De igual forma, el de garantías sería un juez diferente al de conocimiento, por cuanto no sería él quien después de hecha la acusación por parte del fiscal, tuviera a su cargo la resolución definitiva del caso. De lo contrario, se caería por otra vía, en el error de asignarle a un funcionario judicial, la resolución de asuntos que había conocido en una etapa precedente, hecho que supondría la existencia de una parcialidad que precisamente se habría logrado erradicar con la supresión de las funciones judiciales del fiscal. En este orden de ideas, como lo hemos explicado anteriormente, una vez garantizado el principio de imparcialidad del funcionario judicial, se 175 evitaría la afectación de los derechos a la libertad, la presunción de inocencia y la intimidad, y por ese camino, se protegería el estado general de las garantías judiciales. 6.2.2 Sistema Penal Eficiente La implementación de un sistema penal de corte acusatorio atiende a la necesidad de una administración de justicia pronta y cumplida. En primer lugar, debe señalarse que la supresión de la funciones judiciales de la Fiscalía, permitiría a sus funcionarios enfocarse en su misión como perseguidores del delito, factor que se constituye en el fundamento y objetivo central de su papel dentro del sistema procesal penal. La ineficiencia de la Fiscalía, tiene relación en gran medida con la cantidad de tiempo y recursos que se requieren en el estudio previo de la toma de decisiones en desarrollo de las funciones “judiciales” que este ente detenta. Estas facultades, que se suprimirían a partir del cambio que se propone, estarían en cabeza de otro órgano, hecho que de paso, 176 supondría una verdadera solución a la acumulación de procesos que deviene en ineficiente al ente investigador158. Por otra parte, no debe olvidarse que el sistema acusatorio comprende la adopción de un sistema oral. La oralidad como eje del desarrollo práctico del proceso, garantiza la rapidez en la toma de decisiones, y evita dilaciones injustificadas en el mismo. En ese sentido, a través de la implementación de un nuevo sistema, debe derogarse la escritura como mecanismo para surtir el proceso. Es preciso abandonar en Colombia la cultura del “escriturismo”, propia de un sistema inquisitivo, secreto y lento, en el que se ponen en juego las garantías procesales, entre otras, la de contradicción (posibilidad de las partes de contradecir las pruebas allegadas al proceso), e inmediación probatoria (contacto directo del funcionario judicial con la prueba que le sirve de base para tomar la decisión). En el sistema que nos rige actualmente, cuando el juez tiene el primer contacto con el soporte probatorio del proceso, se encuentra con un extenso expediente mediante el cual se hace un relato pormenorizado, pero ajeno, de las conclusiones que resultan de la 158 “Así, por ejemplo, para 1996 había aproximadamente 280.000 procesos represados en la Fiscalía General de la Nación, lo que equivalía a un 45% del total de los procesos activos, mientras que para 1999 el número de investigaciones represadas, era de 650.000 aproximadamente lo que equivale a más de un 50% de los procesos activos en manos de la entidad”. FUENTES HERNÁNDEZ, Alfredo y GRANADOS PEÑA, Jaime Enrique. “Reforma a la Fiscalía General”. En: FORO NACIONAL REFORMA A LAS FUNCIONES JUDICIALES DE LA FISCALÍA GENERAL DE LA NACIÓN. 177 práctica de las pruebas, que por lo demás, tuvieron lugar mucho tiempo atrás. Por el contrario, un sistema preminentemente oral, supone que las pruebas sean practicadas con mayor celeridad y eficiencia, pero por sobre todo, asegura que el juez y las partes tengan un contacto directo con los hechos y partícipes que son objeto de las mismas. mismo sentido, es nota característica de un sistema En ese oral, el aseguramiento de la publicidad del proceso como mecanismo para dotarlo de transparencia y permitir que la comunidad sea testigo directo de su desarrollo y no lo sea a través de filtros tergiversados como pueden ser los medios de comunicación159. Pero más allá de las consideraciones particulares en relación con los principios de oralidad, publicidad, contradicción e inmediación, el aspecto probatorio en general, reviste una especial significación en la implementación de un sistema acusatorio, pues la orientación filosófica del mismo, debe verse complementada por su dirección práctica dentro Publicaciones y otros documentos. Universidad de los Andes (Facultad de Derecho) 2001. p.12. 159 Al respecto, el tratadista Luigi Ferrajoli ha dicho lo siguiente: “La publicidad (...) asegura el control, tanto externo como interno, de la actividad judicial (...) Los procedimientos de formulación de hipótesis y de determinación de la responsabilidad penal tienen que producirse a la luz del sol, bajo el control de la opinión pública y, sobretodo, del imputado y su defensor”. FERRAJOLI, Luigi. Derecho y Razón. Madrid: Editorial Trotta, 1995. p.616. 178 de la cual dicho aspecto es el protagonista. Nuestro ordenamiento procesal penal actual, presenta grandes fallas al respecto por cuanto la Ley 600 de 2000 mantuvo el esquema del código derogado. “(...) el C.P.P. de 1991 no logró avanzar mucho en la dirección garantista acusatoria, puesto que permitió que las etapas de aseguramiento, práctica, asunción y contradicción de la prueba se hicieran en las fases de investigación previa e instrucción, despojándole al juicio de su verdadero papel, dado que apenas queda limitado a la valoración de la prueba por el juez de conocimiento. (...) Así, por ejemplo, conservó el principio de la permanencia de prueba surtida en la investigación previa e instrucción, en contravía de las garantías fundamentales de la oralidad, publicidad, inmediación y contradicción de la prueba”160. 6.3 IMPLEMENTACIÓN NORMATIVA DEL NUEVO SISTEMA PENAL Con independencia de la implementación práctica de los cambios normativos que le dan fundamento al proceso penal, tema que no pretendemos abarcar, las reformas que permitan materializar las 160 GRANADOS PEÑA, Jaime Enrique. La propuesta de un Nuevo Código de Procedimiento Penal. En: Garantismo, Eficiencia y Reforma Procesal Penal. Corporación Excelencia en la Justicia. Bogotá: Ediciones Tercer Mundo, 1999. p.37. 179 modificaciones propuestas, tendrían lugar en un ámbito tanto constitucional como legal. La implementación del sistema penal acusatorio en Colombia, debe efectuarse con base en una reforma constitucional a través de la cual se modifique el artículo 250 de la Carta. Como se mencionó anteriormente, dicha norma es el fundamento de las medidas judiciales otorgadas a la Fiscalía General de la Nación. Partiendo de ésta, el Código de Procedimiento Penal regula el aspecto procedimental de la ejecución de las medidas que adopta el ente investigador y que afectan las garantías mínimas del implicado. En este orden de ideas, la implementación del sistema requeriría reformar en su mayoría la legislación vigente, en consecuencia, se debería, o bien reestructurar el estatuto procesal penal, o adoptar un nuevo código, con las consecuencias políticas y de opinión que ello conlleva. Esto, en busca no sólo de acoplar la normatividad al nuevo sistema, sino además, de evitar la inseguridad jurídica resultante del fallo de la Corte Constitucional161, mediante el cual se derogó gran parte del articulado de la Ley 600 de 2000. 161 Sentencia C-760 de 2001 Corte Constitucional. 180 6.3.1 Reforma al Fuero Pleno Parlamentario Existe en nuestro ordenamiento una figura consagrada a nivel constitucional, que reviste gran importancia en relación con los cambios estructurales del sistema. Nos referimos al fuero pleno de los miembros del Congreso de la República, institución que en sí misma representa al sistema inquisitivo. Esta se encuentra contenida en el artículo 235 de la Constitución Política, que preceptúa que en cabeza de la Corte Suprema de Justicia están las funciones de investigación y juzgamiento en los procesos en los que estén vinculados los miembros del parlamento162. Es pertinente recordar, que la Constitución Política de 1886 no preveía el fuero para este tipo de funcionarios, y es a partir de la Carta vigente que se establece el sistema de juzgamiento actual de los parlamentarios. Esta figura fue propuesta por el Proyecto de Acto Reformatorio de la Constitución Política de Colombia, presentado por la Presidencia de la República en febrero de 1991, al plantear, dentro de las nuevas funciones de la Corte Suprema de Justicia relativas al fuero constitucional, la ampliación de éste, incluyendo a los Senadores y Representantes. 162 El artículo citado es del siguiente tenor: “Son atribuciones de la Corte Suprema de Justicia: (...) 3. Investigar y juzgar a los miembros del Congreso”. 181 En oposición a lo anterior, mediante un cambio en el sistema, se deberían separar las funciones de investigación y juzgamiento que actualmente ejerce la Corte Suprema de Justicia, de tal manera que la investigación del delito presuntamente cometido por miembros del Congreso, pase a manos del Fiscal General de la Nación. En aras de proteger la integridad del sistema, asumiendo que la reforma debe ser estructural e íntegra, es indispensable que esta figura del fuero pleno sea modificada163. Mal haríamos en conservar elementos inquisitivos en el ordenamiento, menos aún cuando se trata de un juicio penal en el que el implicado es un miembro del órgano legislativo. Ello sería impreciso no solamente en términos jurídicos, dada la falta de rigor y correspondencia que significaría el mantenimiento de la institución frente a los dictámenes superiores, sino inconveniente, en razón a que este hecho transmitiría un mensaje confuso a la comunidad 163 El objeto de la reforma que se propone, ha venido siendo cuestionado en diferentes escenarios académicos por tan importantes juristas como el Doctor Fernando Arboleda Ripoll, Magistrado de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia, quien manifestó que la reforma hacia un sistema de corte acusatorio debería comprender el fuero pleno de los parlamentarios para consagrar a cabalidad un sistema único. MEMORIAS DEL FORO NACIONAL: REFORMA A LAS FUNCIONES JUDICIALES DE LA FISCALÍA GENERAL DE LA NACIÓN. Universidad de los Andes. CEJ. Bogotá, 2001. p.65. En el mismo sentido se pronunció el Doctor Alfonso Gómez Méndez ex Fiscal General de la Nación. MEMORIAS DEL FORO NACIONAL: REFORMA A LAS FUNCIONES JUDICIALES DE LA FISCALÍA GENERAL DE LA NACIÓN. Universidad de los Andes. CEJ. Bogotá, 2001. p.37 y 38. 182 internacional y a la propia nación, en cuanto a la seriedad y efectividad de un cambio al sistema de enjuiciamiento criminal164. Finalmente, existe una importante razón por la cual debería reformarse el fuero parlamentario, que es la salvaguarda del principio de la igualdad. De acuerdo con la Corte Constitucional, “la igualdad se manifiesta como un derecho relacional que involucra usualmente, cargas, bienes o derechos constitucionales o legales, y cuya efectiva garantía no se traduce en la constatación de una paridad mecánica y matemática, sino en el otorgamiento de un trato igual a quienes se encuentran en situaciones jurídicamente análogas” (el subrayado es nuestro)165. Con base en este concepto, es evidente que el esquema actual de juzgamiento de los representantes y senadores, atenta contra este derecho, ya que no se encuentra argumento sobre la necesidad, proporcionalidad y razonabilidad de hacer ninguna distinción frente a otros altos funcionarios que igualmente gozan de fuero constitucional, y respecto de los cuales, el sistema de enjuiciamiento no es inquisitivo. Visto así, pareciera que se trata de un caso de discriminación contemplado desde la propia Constitución Política, que es urgente 164 Es pertinente precisar que el 24 de octubre de 2001 la H. Senadora Cecilia Rodríguez presentó al Congreso de la República, un proyecto de Acto Legislativo reformatorio de los artículos 234 y 235 de la Constitución Política, iniciativa que desafortunadamente no prosperó. 165 En la Sentencia C-252 de 2001 Corte Constitucional. 183 modificar por el respeto pleno a las garantías fundamentales de cualquier procesado. 6.4 CONCIENCIA SOCIAL DE LA REFORMA PENAL Para finalizar, no queremos dejar de hacer referencia a los grandes beneficios sociales que conllevaría la acogida de un sistema de corte acusatorio como el propuesto. Para nadie es secreto que en los tiempos presentes, tanto política, como económica y socialmente, es indispensable que exista un compromiso de la ciudadanía con los procesos de modernización institucional. Es necesario también, que a través de ellos, el Estado consiga una mayor unidad en sus asociados, para que coadyuven en la modificación de las deficientes estructuras sociales que existen. En materia penal, lo dicho cobra mayor validez. No sólo por el alto componente social que tiene este campo jurídico, sino por la relevancia política que supone. Siguiendo el enfoque que hemos mantenido a lo largo de toda nuestra exposición, creemos que la credibilidad y cooperación de la ciudadanía en la reforma penal es indispensable para su éxito, y así mismo, intercambiando la perspectiva de análisis, es de esperar que la 184 implementación de los cambios, produzca la referida confianza en la población. Una reforma al sistema penal, debe suponer una amplia participación de las diferentes esferas sociales. Es indudable que en caso de tener éxito, ella no sólo afectaría a quienes participan directamente en el procedimiento penal, valga decir, abogados litigantes, fiscales y jueces entre otros, sino también a la comunidad entera. Un sistema penal garantista y eficiente, produce confianza en la administración de justicia, sentimiento que a su vez, aumenta la participación de la ciudadanía en sus desarrollos166. Consecuentemente, este hecho se refleja en una mayor eficacia en la lucha contra el crimen, y por lo tanto, en la tan ansiada reducción de los índices de impunidad. 166 Al respecto se han realizado diversos estudios dentro de los cuales se destaca “El Caleidoscopio de las Justicias en Colombia”, según el cual: “(...) la segunda sugerencia, para moverse en la dirección de un sistema penal adecuado a lo que demandan los ciudadanos, sería la de buscar anclarlo a la realidad social en donde opera, la de ponerle un polo a tierra. Con la posible excepción de los delincuentes, o de los litigantes de oficio, no parece conveniente para nadie un sistema penal formalmente basado en el deber ser, en principios rectores universales del derecho penal, que ignora las circunstancias particulares del fenómeno criminal que enfrenta, o las prioridades de la ciudadanía que protege en materia de derechos y de justicia peal”. BOAVENTURA DE SOUSA, Santos y GARCÍA VILLEGAS, Mauricio. El Caleidoscopio de las Justicias en Colombia. Bogotá: Colciencias, Instituto Colombiano de Antropología e Historia, Universidad de Coimbra CES, Universidad de los Andes, Universidad Nacional de Colombia, Siglo del Hombre Editores, 2001. Tomo 1. p.420. 185 Es por todo esto, que sectores diferentes al estrictamente jurídico, como la empresa privada y la academia, deberían igualmente hacer sus aportes para tal fin y exigir el cambio, con el objeto de lograr la sensación de seguridad que produce una justicia eficaz en lo penal, que ha sido tan esquiva en estos tiempos. En síntesis, conseguir la implementación del sistema acusatorio, nos beneficiaría tanto, como nos afecta el presente sistema. Insistir en éste, mantendría a una administración de justicia que afecta la salvaguarda de los derechos humanos no sólo de quienes son sujetos directos de la misma, sino también de quienes simplemente se encuentran condenados a vivir con los altos niveles de criminalidad. Es momento para que Colombia finalmente asuma su condición de Estado de Derecho democrático, de tal manera que condicione su administración de justicia penal a ese fundamento. “La libertad política en el mundo contemporáneo no se resuelve por la adopción de formas simplistas o totalitarias, sino por el análisis de los límites y condiciones que en una situación determinada de desarrollo económico y cultural puedan hacer efectiva la posibilidad de que los ciudadanos orienten, promuevan o 186 modifiquen tanto la estructura como la gestión y composición de sus respectivos gobiernos”167. 167 NUEVA ENCICLOPEDIA LAROUSSE. Barcelona: Editorial Planeta, 1981. Tomo 6°, p. 5801. 187 BIBLIOGRAFÍA ALVAREZ, José Julián. Puerto Rico. La Protección de los Derechos Humanos en En: Revista Jurídica de la Universidad de Puerto Rico. 1988. Vol. LVII. ALVAREZ-CIENFUEGOS SUAREZ, José María. La Defensa de la Intimidad de los Ciudadanos y la Tecnología Informática. Pamplona: Editorial Aranzadi, 1999. 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CORTE SUPREMA DE JUSTICIA Proceso No. 06560. Magistrado Ponente: Juan Manuel Torres Fresneda, 24 de abril de 1992. Proceso No. 008740. Magistrado Ponente: Jorge Enrique Valencia Martínez, 17 de agosto de 1994. Proceso No. 009579. Magistrado Ponente: Fernando Arboleda Ripoll, 22 de octubre de 1996. 194 Proceso No. 013024. Magistrado Ponente: Jorge E. Córdoba Poveda, 7 de noviembre de 1997. Proceso No. 010094. Magistrado Ponente: Jorge Anibal Gómez Gallego, 26 de noviembre de 1997. Proceso No. 011387. Magistrado Ponente: Carlos Eduardo Mejía, 3 de febrero de 1998. Magistrado Ponente: Jorge E. Córdoba Poveda, 5 de marzo de 1998. Proceso No. 013310. Magistrado Ponente: Carlos Eduardo Mejía, 4 de diciembre de 1998. Proceso No. 014062. Magistrado Ponente: Edgar Lombana Trujillo, 23 de febrero de 1999. Proceso No. 013006. Magistrado Ponente: Edgar Lombana Trujillo, 20 de abril de 1999. Proceso No. 013813. Magistrado Ponente: Edgar Lombana Trujillo, 18 de noviembre de 1999. Proceso No. 010656. Magistrado Ponente: Jorge E. Córdoba Poveda, 22 de marzo de 2000. Proceso No. 010797. Magistrado Ponente: Fernando Arboleda Ripoll, 28 de junio de 2000. Proceso No. 015285. Magistrado Ponente: Jorge Anibal Gómez Gallego, 17 de agosto de 2000. 195 Proceso No. 010656. Magistrado Ponente: Jorge E. Córdoba Poveda, 15 de noviembre de 2000. Proceso No. 013810. Magistrado Ponente: Fernando Arboleda Ripoll, 23 de julio de 2001. Proceso No. 007026. Magistrado Ponente: Carlos Eduardo Mejía Escobar, 26 de julio de 2001. Proceso No. 016547. Magistrado Ponente: Fernando Arboleda Ripoll, 17 de octubre de 2001. Magistrado Ponente: Nilson Pinilla, 25 de octubre de 2001. Proceso No. 013948. Magistrado Ponente: Alvaro Orlando Pérez, 20 de noviembre de 2001. Magistrado Ponente: Carlos Eduardo Mejía Escobar; aprobado acta No. 187, 30 de noviembre de 2001. Magistrado Ponente: Fernando Arboleda Ripoll; aprobado acta No. 03, 17 de enero de 2002. JURISPRUDENCIA DEL CONSEJO DE ESTADO Sala Plena. No. Radicación: 9617 del 28 de noviembre de 1996. JURISPRUDENCIA INTERNACIONAL TRIBUNAL EUROPEO DE DERECHOS HUMANOS 196 Casos: Seizure and forfeiture of a film considered blasphemous / violation of art.10 ECHR; Neumeister, 27 de junio de 1968; Wenhoff, 27 de junio de 1968; Piersak, 1 de octubre de 1982; Corigliano, 10 de diciembre de 1982; Silver y otros, violación del secreto de la correspondencia en las cárceles, 25 de marzo de 1983; Gunay y otros v. Turquía, 27 de septiembre de 2001; Ilowiecki v. Polonia, 4 de octubre de 2001. TRIBUNAL SUPREMO DE PUERTO RICO Casos: E.L.A v. Coca Cola, 115 D.P.R 197, 207 (1984); Unión de Trabajadores de la Industria Eléctrica y Riego y otros v. Autoridad de Energía Eléctrica (1999). CORTE SUPREMA DE LOS ESTADOS UNIDOS Caso: NY Times v. Sullivan, 1994. CORTE SUPREMA DE LA REPÚBLICA DE PANAMÁ Sentencia de inconstitucionalidad de 1995. LA DIMENSIÓN INTERNACIONAL DE LOS DERECHOS HUMANOS. 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