Mercado, Predecibilidad y Catástrofes Luis Blaum, Martín Enrique Maulhardt y Santiago Oliveros 1 Introducción La crisis de 1994, conocida como “el Tequila”, reiteró un típico problema epistemológico de la Ciencia Económica que se relaciona con la naturaleza de su objeto: su capacidad de predicción. Este tema ha sido abordado recientemente por Olivera (1997) a través de la distinción entre predicción e inteligibilidad. De acuerdo a ella, aunque la predicción económica requiere la inteligibilidad, “un comportamiento plenamente inteligible en términos económicos puede no ser predecible”, lo cual no representa ningún impedimento para la “cientificidad” de la Economía. En efecto y siguiendo a dicho autor, la Economía es una hermenéutica social, de modo que en una ciencia de este tipo, la construcción de esquemas de interpretación, “bajo la forma de teorías sistemáticas” son modos de “traducir la realidad y de hacerla inteligible” (Olivera (1997), pág.5). En el mismo sentido, el desarrollo matemático de la denominada “teoría de las catástrofes” renuncia explícitamente a la descripción y predecibilidad cuantitativa, destacando la conveniencia de utilizar en determinadas condiciones, la explicación y/o descripción morfológica cualitativa. Siguiendo a Thom, supongamos un fenómeno cuyo análisis experimental se puede describir mediante una trayectoria y Ζ f Ε x Φ . A su vez, se formulan dos alternativas teóricas sobre ese fenómeno que dan lugar a y Ζ f ' Ε x Φ y a y Ζ f '' Ε x Φ respectivamente. Si, en el intervalo bajo consideración, la integral ò ξ f ϑ f 'ζ es menor que la ò ξ f ϑ f ''ζ , desde un punto de vista cuantitativo, f ' Ε x Φ es más apropiada que f '' Ε x Φ . Sin embargo, si el gráfico de f '' Ε x Φ posee la misma forma y “apariencia” que f Ε x Φ , es indudable que describirá en forma más acertada el mecanismo subyacente en f Ε x Φ , aún a costa del mayor error cuantitativo (Ver Thom (1997), pág. 28). Por lo tanto, la consideración de esta teoría tiene el propósito de agregar un instrumento a la “caja de herramientas” de la metodología hermenéutica de la económica aportando, como veremos, características que la hacen particularmente coherentes con el objeto de la misma. Una interpretación del “tequila” Imaginemos un país “pequeño” con tipo de cambio fijo, en el que el nivel de actividad representado por la tasa de crecimiento del ingreso, depende del flujo neto de capitales que responderá a su vez, al grado de “fragilidad financiera” que presente el país en cuestión. Siguiendo a Minsky (1982) y Dreizzen (1985), podemos definir la “fragilidad financiera” como la relación entre el flujo de pagos futuros en concepto de intereses y amortizaciones de la deuda y el flujo de ingresos futuros de una unidad económica2. Si para todos los períodos considerados, esta relación es superior a la unidad, se lo considera un financiamiento “hedged” o cubierto. Si en cambio para algunos períodos (el corto plazo), los ingresos netos no cubren el total de servicios de la deuda, estamos en presencia de un financiamiento “speculative” si al menos se cubren los intereses y “Ponzi” si no los cubre. En ambos casos se requerirá refinanciaciones o renegociaciones de la deuda, generándose una demanda inelástica de crédito por parte de estas unidades, lo cuál las hará más frágiles respecto a modificaciones en las variables que inciden sobre sus flujos de caja tales como los incrementos de la tasa de interés (Dreizzen (1985), pág.15). En nuestra perspectiva, interesa considerar este indicador en términos de la evaluación que los inversionistas y prestamistas realizan de su evolución futura y cómo, ante pequeños cambios en alguno de los parámetros que lo afectan, pueden anticiparse a una futura modificación de la condición de fragilidad/solvencia financiera3. Supongamos que este país posee una magnitud y estructura de deuda externa determinada y que, tomando como punto de partida una tasa de interés internacional relativamente baja y una situación favorable en el balance comercial, recibe un flujo de capitales neto positivo, denotando que su “grado de fragilidad financiera” esperada es un riesgo aceptable para los inversionistas y prestamistas. La tasa de crecimiento del ingreso sube y también los precios de los bienes no comercializables respecto de los comercializables. Esto genera la apreciación del tipo de cambio real y la aparición de un creciente déficit en el balance comercial4. La trayectoria de crecimiento seguida por la economía ha modificado el “paisaje” que enfrenta, puesto que ahora la tendencia de su flujo de caja requiere un creciente financiamiento externo y empeora su grado de fragilidad/solvencia financiera. Si en estas condiciones, se produjera un paulatino incremento en la tasa de interés internacional, además del efecto sobre la fragilidad financiera, se modificaría el “indicador de arbitraje” que tienen los inversores, aumentando el costo de oportunidad de seguir prestando a este país. En este contexto, las decisiones de cartera pueden ser “catastróficas”. Aunque el incremento de la tasa de interés sea suave, si los inversores esperan que ese movimiento se mantenga, es altamente probable que opten por retirarse de esa clase de “riesgo” cambiando a posiciones menos rentables pero más seguras. Este movimiento que para los inversores internacionales puede incidir sobre una parte pequeña de su cartera, provoca una abrupta salida de capitales y, como consecuencia, una alteración repentina y profunda en el ciclo económico en el país considerado y todos aquellos países de riesgo similar. Estos movimientos bruscos y por “paquetes” atañen también al costo de conseguir información, que depende notoriamente de su disponibilidad en tiempo y forma y, por lo tanto, se modifica con el ciclo. Efectivamente, la “aversión al riesgo” hace que en la fase descendente del valor de los activos resulte decisivo – y consiguientemente más costoso – tener un flujo de información continua de difícil consecución. De modo que resulta más barato hacer “paquetes” de riesgo que, alcanzado cierto límite de tasa de interés / precios, se abandonan en forma súbita. Por otra parte, la inflexibilidad que presenta el sistema de precios, le impide actuar como mecanismo de ajuste eficaz ante la salida de capitales y la consiguiente disminución en la cantidad de dinero5. Explicitemos nuestra intuición. Este ejemplo, que podría ser una interpretación posible de una crisis del tipo “tequila”, es de los que parece apropiado describir utilizando el instrumental provisto por la teoría de las catástrofes. En R 3 , la tasa de interés, el índice de fragilidad financiera y la tasa del flujo neto de capitales/tasa de crecimiento del ingreso, se relacionan mediante una ecuación diferencial, representada por una superficie que refleja la conducta del sistema. Los movimientos sobre la superficie son modificaciones de la conducta ante cambios “lentos” en las dos variables de control. Es decir, se supone que los movimientos de capital reaccionan o se ajustan mucho más rápido que las otras dos. Una de ellas (la fragilidad financiera ) presenta un valor crítico a partir del cuál aparece un borde o cornisa (catástrofe en cúspide). Una vez sobrepasado el mismo, las modificaciones en la otra variable de control pueden llevar al sistema hasta el borde o cornisa, abandonar la superficie y precipitarse a la hoja inferior. En otros términos, para valores “bajos” de fragilidad financiera, la relación entre la tasa de interés y el nivel de actividad se puede representar por una pendiente negativa “suave”6. En cambio, para valores “altos” de fragilidad financiera, aparece el pliegue que genera el salto o cambio brusco del sistema. Aplicabilidad: limitaciones y precisiones Conviene señalar que esta teoría presenta algunos aspectos que han sido fuente de ataques y críticas. Por una parte, ha sido aplicada con relativa simplicidad y versatilidad a numerosos fenómenos de muy distinta naturaleza, de manera que “si puede explicar todo, no explica anda”. Por otro lado, se trata de un análisis que se realiza alrededor de una singularidad y, por lo tanto, de tipo “local”, quedando sin comprobar el comportamiento total o global del sistema. En primer término, si bien es cierto que muchas de las aplicaciones y ejemplos parecen banales, la diversidad de aplicación de un instrumento matemático o metodológico e incluso su mala utilización, nada dice de su aptitud para el caso que nos concierne. Nuestra intención no es afirmar o negar dicha teoría, sino utilizarla en la medida que parece encajar en algunos fenómenos económicos y, desde esa perspectiva, enriquecer los “esquemas de interpretación” de los mismos. De todas formas, es necesario tomar en cuenta las consideraciones que formula Arnold (1987) en el sentido del rigor que se debe exigir en las aplicaciones o ejemplos, así como sus referencias a las relaciones entre la teoría de las catástrofes, la teoría de las singularidades de aplicaciones suaves de Whitney y la teoría de las bifurcaciones de sistemas dinámicos de Poincaré y Andronov 7. Por otra parte, es cierto que las singularidades “catastróficas” pueden ser excepcionales en el espacio de puntos de equilibrio de una economía8, es decir, su conjunto posee medida cero. Sin embargo, pueden representar un número considerable en el mismo sentido que “todo conjunto numerable de la recta tiene medida cero”9 y aún otros no numerables (como el conjunto de cantor que tiene cardinal c)”. Asimismo, aunque en “casi todo punto” la economía se comporte de manera “regular”, es posible que las singularidades catastróficas signifiquen graves problemas desde el punto de vista económico, exhibiendo a su vez, propiedades importantes del sistema global. En un sentido probabilístico podemos decir que el suceso de puntos catastróficos tiene probabilidad cero pero esto no significa que no pueda ocurrir. Debemos resaltar también que es posible aplicar la teoría de la probabilidad por haber hablado de medida, lo cual hace factible arrojar luz sobre la probabilidad de que ocurra o no una catástrofe. Allí una variable aleatoria es una función medible y un suceso es un conjunto medible cuya medida es su probabilidad. Finalmente, en cuanto a su “localidad”, debemos recordar que el análisis del equilibrio y de la estabilidad en el entorno del equilibrio (que actúa como atractor del sistema) es también “local”. Otro ejemplo en el mismo sentido, es la referencia de Olivera al postulado de rendimientos constantes a escala supuesto por Adam Smith, como una propiedad local de una función de producción lineal por tramos que refleja su otro postulado que relaciona la división del trabajo a la dimensión del mercado (Olivera (1997), pág. 96). Por lo tanto, los análisis de tipo local pertenecen a la tradición de la teoría económica. Más aún, como vimos en el ejemplo expuesto más arriba, representa una ventaja pues limita el análisis a determinadas circunstancias y/o “puntos de partida” como la puesta en marcha o modificación de una política económica en el contexto de una situación que refleja una determinada evolución histórica del sistema (Prigogine (1996), pág. 77). Economía y catástrofes: algunos antecedentes Los antecedentes de aplicación de la teoría catástrofes a la economía no alcanzan para considerar a este instrumento como una metodología de uso corriente, presentando además, una considerable dispersión. Sin pretender hacer una enumeración completa, la “franja” temática abarca desde el equilibrio general (Balasko (1978), Accinelli y Puchet (1998)), procesos de recesión aguda combinados con hiperinflación (Fernández-Poll (1980)), “puntos críticos” en conjuntos paretianos (Rand (1976)), cambios en la estabilidad de una economía en un modelo de equilibrio con racionamiento (Blad (1981)), reformas de los países de planificación central (Brown y Neuberger (1990)), fenómenos de aprendizaje y rendimientos sociales crecientes (Honkapohja y Evans (1991)), modelos de ciclo económico (Ichimura (1964), Torre (1977)) y otros. Aunque las razones este exiguo papel no son claras, creemos que además de las críticas ya mencionadas, se relacionan con el punto de vista epistemológico que se adopte respecto de la economía. Si se supone que la cientificidad de la economía está asociada a un cierto método y a la predecibilidad, no queda demasiado espacio para esta clase de metodologías. En cambio desde el perspectivismo cualitativo y hermenéutico, su consideración adquiere un sentido evidente. Aquí se consignan sólo algunos ejemplos que destacan aspectos especialmente atractivos para la teoría económica: el punto de vista diferencial (topología diferencial), la estabilidad estructural y las asimetrías en las velocidades de ajuste. En particular, nos detendremos en el más antiguo de todos, el modelo de Kaldor – Ichimura, en la medida que nos permite una articulación con lo desarrollado en el acápite anterior. Balasko (1978) presenta una aproximación axiomática a una economía de intercambio puro. Comienza definiendo los equilibrios (un set de precios y dotaciones iniciales) como un subconjunto de todas las combinaciones posibles. Luego asocia a través de una proyección a cada punto de equilibrio la dotación inicial que le corresponde restringiendo la proyección natural del espacio producto de los precios y las dotaciones a las dotaciones. Demuestra que esta restricción a la proyección es una variedad diferencial en el espacio Rh. Utilizando el teorema de Sard demuestra que la medida de Lebesgue del conjunto de puntos críticos es cero, de manera tal que es despreciable dentro del conjunto de todos los equilibrios. Esto le permite asegurar que, en el entorno de cada punto de equilibrio, los precios de equilibrio no se comportan de forma discontinua. Por lo tanto, a pesar de que no se puede descartar la existencia de algunos puntos de equilibrio catastróficos, estas propiedades le permiten demostrar que las economías regulares siguen existiendo y mantienen, todavía, las características tradicionales en la literatura. En el caso particular de la economía de dos agentes y dos bienes “el conjunto de las economías singulares es la envolvente de una familia de líneas de un solo parámetro”, de manera tal que deja lugar a la existencia de cúspides y “self-intersection points”. Continuando trabajos más recientes de Balasko (1978), Accinelli y Puchet (1998) utilizan una función de exceso de utilidad para probar que la variedad de equilibrios para modelos con una cantidad infinita de bienes, posee similares propiedades que la variedad de equilibrios con una cantidad finita de bienes. Asimismo, caracterizan la sub-variedad de equilibrios para economías no regulares (singulares), generándose en algunos casos, bifurcaciones. Estos modelos no se describen en términos del proceso del “tâtonnement” walrasiano: el cambio de las dotaciones iniciales genera movimientos en el sistema de precios sin necesidad de recurrir a la ley de demanda para caracterizar la variedad de equilibrios. Si bien en términos matemáticos el conjunto de las economías singulares es relativamente pequeño respecto a la variedad de equilibrios, posee una significativa importancia en términos económicos, especialmente si el objeto de análisis es el cambio en la estructura de la distribución de las “dotaciones iniciales” (Accinelli y Puchet (1998), pág.13). Es decir, cuando las modificaciones en las “dotaciones iniciales” cruzan las economías no regulares, se producen bifurcaciones. Siguiendo otra vía, Fernandez-Pol (1980) aplicó el instrumental de la teoría de las catástrofes al análisis de los fenómenos de recesión aguda que van unidos a la hiperinflación, a partir de una taxonomía del comportamiento empresario. El punto a destacar para nuestros propósitos es que se asocia ese proceso económico con la combinación entre una velocidad de respuesta rápida de las expectativas empresarias, con la reacción lenta respecto a la evolución de la economía a nivel macro, aspecto “cuya formulación precisa requiere el lenguaje de la topología diferencial referida a la dinámica cualitativa” (Fernandez-Pol (1980), pág. 73). De esta forma, se parte de la formulación de hipótesis ajustadas a la observación microeconómica, para construir determinadas variables significativas que, relacionadas por la ecuación diferencial pertinente, operan en un campo vectorial, dando lugar al proceso de flujo lento que conduce al conjunto de bifurcación y, consecuentemente, a la catástrofe. Otro ejemplo que destaca la distinción entre las velocidades relativas de ajuste de las variables lo constituye el trabajo de Blad (1981) relativo a los cambios en la estabilidad de una economía en un modelo de equilibrio con racionamiento. Siguiendo los lineamientos de Malinvaud (1977), la economía posee distintas combinaciones de precios /salarios que definen distintas zonas o conjuntos de “equilibrios con racionamiento”. En el largo plazo se supone que la velocidad de ajuste de las cantidades es mucho mayor que la de los precios, de manera que la relación precios /salarios traslada a la economía mediante cambios lentos mientras los movimientos rápidos en las cantidades mantienen al sistema en las superficies de “equilibrio”. En tanto la economía permanece dentro de cada región, la descripción de la evolución del sistema no presenta complicaciones. El problema aparece cuando el sistema debe cruzar la frontera entre dos regiones, produciéndose allí un cambio en la estabilidad, es decir, la trayectoria del sistema presenta una “esquina”. En esta situación, Blad (1981) elige una estrategia consistente en obtener una ecuación que: a) desarrolle apropiadamente la “dinámica rápida” junto a la coexistencia de equilibrios estables e inestables y muestre cambios suaves en las variables con relación al movimiento lento de los parámetros10, y b) sea una descripción “genérica” de lo que sucede cuando se cruza la frontera para obtener así un “desdoblamiento o despliegue universal” del punto crítico o singularidad11. De este modo, adapta el método dinámico-matemático que le parece más adecuado al problema bajo análisis, para luego desentrañar y discutir el contenido económico implícito. Para ello, mediante un cambio de variables, define el proceso de ajuste a través del gradiente de una función potencial. Este recurso le permite obtener una representación más adecuada desde el punto de vista económico, en la medida que los excesos de demanda /oferta en los distintos mercados pueden operar al mismo tiempo (Blad (1981), pág. 134). Asimismo, el “desdoblamiento universal” resulta de la introducción de un parámetro “oculto” que altera el conjunto de puntos de equilibrio y que luego se interpreta como la perturbación originada en la lentitud del ajuste de precios que “disparado” por el ajuste de cantidades, actúa como una “barrera” que comprime el proceso, impidiendo el ajuste perfecto de las cantidades y generando incluso, un camino catastrófico para pasar de una región a otra (Blad (1981), pág. 138). Uno de los antecedentes de aplicación de la teoría de las bifurcaciones y catástrofes más importantes y antiguos que podemos encontrar en Economía, proviene del análisis del ciclo desarrollado a partir del modelo de Kaldor – Kalecki (Kaldor (1960), pág. 15), cuyo objetivo es tratar de superar las dificultades que presentan las teorías dinámicas formuladas en términos lineales: si la propensión marginal a ahorrar supera a la propensión marginal a invertir, el equilibrio ahorro – inversión será estable, pero no habrá “ciclo”; en la situación contraria, dicho equilibrio no sólo será inestable, sino que tenderá a “infinito”. Este modelo ha suscitado una rica controversia respecto a las condiciones bajo las cuáles son posibles la existencia de ciclos límite12, aunque en nuestro caso, nos interesa encontrar un modo de aplicación ejemplar de la dinámica de bifurcaciones y catástrofes. En este sentido, Torre (1977) analiza la dependencia del “ciclo de negocios” respecto de los parámetros de las ecuaciones diferenciales de ajuste en un modelo IS-LM, utilizando la teoría de la “estabilidad estructural”, y la conclusión a la que llega es que la amplitud del ciclo dependerá de la relación entre esos parámetros que representan las “velocidades” de ajuste de las variables de estado (el ingreso y la tasa de interés)13. Sin embargo, estos análisis soslayan algunas consideraciones importantes implícitas en la advertencia de Hicks (1970) respecto a la pendiente de la IS. En efecto, Hicks (1970) generaliza el modelo e incluye el ingreso en la función de inversión, suponiendo que un incremento del empleo estimula la inversión ante las expectativas de mayores ventas. Allí, dedica un largo párrafo y una sugerente llamada (Hicks (1970), págs. 166/7) donde establece la posibilidad que la propensión marginal a invertir sea mayor que la propensión a ahorrar, aunque evita considerar qué sucedería si fueran iguales, caso en el cuál no es posible utilizar el teorema de la función implícita para el análisis mediante las curvas de demarcación en el espacio de fases en esos puntos. Además, si cómo ocurre en el modelo de Blad (1981), uno de los coeficientes de ajuste es mucho mayor que el otro, suponiendo incluso que uno de ellos se anule, se esteriliza el análisis de la estabilidad local mediante la linealización. Para enfrentar estas dificultades, seguiremos los lineamientos del profesor del MIT, S. Ichimura, quien sostenía que “todo cuanto sea significativo en el sistema económico debe permanecer inalterado cuando las formas funcionales del sistema varían ligeramente”, en tanto que “ninguna variable del sistema debe llegar a infinito con el transcurso del tiempo” (Ichimura (1964), pág. 217). Estas dos condiciones definen la estabilidad estructural de los sistemas económicos, las que no son cumplidas por los modelos dinámicos de ecuaciones lineales14. Uno de estos modelos desarrollados por Ichimura se basa en las relaciones funcionales del ahorro y la inversión con el ingreso y las existencias de capital utilizadas por Kaldor (1960). La forma que bajo esos supuestos adoptan las funciones (cúbicas) hacen que existan tres puntos en los que se produce la igualdad ahorro e inversión: uno intermedio, inestable en términos del ingreso, y los otros dos extremos, inestables en términos del stock de capital. Definamos las funciones de ahorro ( S ) e inversión ( I ) como: S Ζ S ΕY , K Φ ; En donde: Y = ingreso, Como es usual: De manera que: I Ζ I ΕY , K Φ K = stock de capital S ΕY , K Φ Ζ I ΕY , K Φ ⌡I ΕY , K Φ ⌡S ΕY , K Φ ϑ ⌡K dY ⌡K , Ζ dK ⌡I ΕY , K Φ ⌡S ΕY , K Φ ϑ ⌡Y ⌡Y en donde: - ⌡I ⌡S Ψ 0, [ 0 son las derivadas parciales de la inversión y el ahorro ⌡K ⌡K respecto al capital, - ⌡I ⌡S [ 0, [ 0 idem respecto al ingreso ⌡Y ⌡Y Las formas de las funciones (cúbicas) son tales que generan equilibrios múltiples en tres zonas: una intermedia en la que ⌡I ⌡S ⌡I ⌡S , y otras dos, donde . Para ello, basta [ Ψ ⌡Y ⌡Y ⌡Y ⌡Y que una sola de las funciones sea cúbica, pudiendo la otra permanecer lineal, de modo que aquí nos concentrémonos en la de inversión bruta. Según Kaldor (1960), la primer derivada de la inversión respecto del nivel de actividad (o el ingreso) será pequeña en ambos extremos del intervalo significativo de la función. Cuando la actividad es muy pequeña, este supuesto resulta casi obvio, puesto que con una gran capacidad instalada sin utilizar los empresarios no encuentran incentivos para ampliarla, registrándose una mínima inversión bruta positiva (aunque negativa en términos netos) debido a “inercias” en algunos proyectos de largo plazo. En el extremo opuesto, se argumenta que “los crecientes costos de fabricación, el aumento de precios y las dificultades en obtener préstamos disuadirán a los empresarios de expandirse aún más rápido cuando tienen ya un gran número de compromisos”15. Es decir, cuando la actividad es alta, aparece un elemento “financiero” para justificar el debilitamiento de la actitud inversora –tema sobre el que volveremos. De aceptarse estos argumentos, quedaría justificada la utilización de una función cúbica para la inversión bruta con relación al nivel de actividad y para una capacidad instalada determinada. Dados los supuestos sobre las pendientes relativas del ahorro y la inversión, obtendremos el equilibrio múltiple mencionado. El punto intermedio es inestable, pues cualquier perturbación en el ingreso será amplificada en la dirección de la perturbación, hasta alcanzar los extremos que son estables desde el punto de vista del ingreso. La condición para que esto ocurra, es que el efecto del ingreso sobre la inversión sea mayor que el del stock de capital16. Cuando la economía llega al extremo superior, la acumulación de capital tendrá un ritmo intenso restringiendo por lo tanto, las oportunidades de inversión, lo que hará desplazar la curva hacia abajo hasta que ⌡I ⌡S dY de manera que Ζ Ζ generándose una abrupta ⌡Y ⌡ Y dK caída en el ingreso. En términos de Ichimura (1964): “...cuando K cruza ciertos puntos críticos denominados ‘puntos de entronque’ (o bifurcaciones, en la terminología de Poincaré), el comportamiento de Y varía radicalmente; de aquí que varíe la propia naturaleza cualitativa del sistema” 17. De esta forma, se demuestra que en estas circunstancias, existen límites al ciclo económico que pueden ser “catastróficos”: a niveles muy altos de inversión, el incremento del stock de capital que esto significa reduce la “eficiencia marginal del capital” y la inversión (hasta que las curvas de ahorro e inversión se hacen tangentes), induciendo a una fuerte y rápida caída del ingreso18. En el otro extremo, donde la inversión neta es negativa, el capital disminuye (hasta que las curvas se hacen nuevamente tangentes) induciendo un ciclo lento e inverso de recuperación19. Este análisis es muy valioso porque no sólo muestra la pertinencia del concepto de “estabilidad estructural” en la teoría económica, sino que el tema de la modificación rápida o cambio brusco de estado en un sistema económico se puede representar con instrumentos matemáticos tradicionales. Por otra parte, podemos profundizar esta línea de análisis si consideramos más detenidamente los factores financieros insinuados por Kaldor para explicar la forma de la curva. En nuestro caso, diremos que hay un “parámetro oculto” y no es otro que la relación “Stock de la deuda / Stock de capital”, d Ζ D , que incidirá en el grado de “fragilidad K financiera” - mencionada en el acápite inicial. En otros términos, la relación de la Inversión respecto al nivel de actividad – medido por el ingreso - implica como parámetros a una capacidad productiva dada y al “stock” de endeudamiento previo ( o histórico) que ayudó a financiarlo20. Siguiendo a Hicks (1980), la inversión supone que genera una corriente temporal de egresos /ingresos de acuerdo a la figura siguiente: La inversión presenta un “perfil temporal” en el que se presenta un “período inicial” con gastos y sin ingresos. En otros términos, aunque se utilicen fondos propios, la inversión implica una disminución en la solvencia financiera. En este caso resulta conveniente destacar que los riesgos del prestamista y el prestatario no difieren en términos de este indicador - como quiera que se mida - sino en su distinta posición respecto al “negocio”. En ambos casos el riesgo financiero es el “descalce”: para el prestamista /banquero, entre los distintos plazos de los depósitos y préstamos, y para el prestatario /empresario, entre la certidumbre de sus egresos por amortización e intereses de la deuda y la incertidumbre de sus flujos de ingresos futuros. El incremento del ingreso a partir de sus niveles mínimos, no sólo implica un mayor grado de utilización de la capacidad instalada, sino también una disminución de la fragilidad financiera, generando una tendencia a la elevación de toda la curva. En el tramo donde el nivel de actividad es “normal”, la actividad inversora se incrementa fuertemente debido a que las empresas deben disuadir a nuevos inversores o bien, no ceder terreno ante los que están, previendo un adecuado incremento en la capacidad. Por lo tanto, el riesgo del prestatario-inversor no es sólo el financiero, sino también el que se deriva de la competencia, en tanto la inversión tiene que ver con su “participación en el mercado” (market share), de manera que el riesgo financiero estará ponderado por este factor, o bien sometido a un “arbitraje” respecto a “perder el negocio” (Malinvaud (1984), pág. 202). Para ello, se apalancan las ganancias mediante el endeudamiento pertinente y, puesto que la inversión se caracteriza por un financiamiento típicamente “speculative”21, puede llegar a elevarse paulatinamente el grado de fragilidad financiera. Finalmente, en el tramo superior, el efecto sobre el endeudamiento y por lo tanto, sobre la fragilidad es tal que hace “caer” toda la curva22. En todo este proceso, es importante insistir en al incidencia del stock de deuda como efecto de “corto plazo”, es decir, que opera como condicionante del proceso inversor antes que aumente la capacidad instalada. Es probable que situaciones de bajo endeudamiento previo ofrezcan un cuadro similar a la IS tradicional, es decir, sería una pendiente suave, -no catastrófica- que daría lugar a un proceso de “morfogénesis” de acuerdo al parámetro “d”. Si se parte de una situación de bajo endeudamiento, la inversión se comportará de un modo más flexible en las situaciones “extremas”: para niveles bajos de actividad reaccionará antes, mientras que para los niveles altos, el ritmo de la inversión tardará más en caer. Esto significa que sólo para valores elevados del parámetro “d” la “forma” de la curva sería como la de Ichimura (una “S” mayúscula invertida). En síntesis, si introducimos el parámetro adicional “d”, no tendremos una curva sino una superficie que, por provenir de una ecuación cúbica, es difeomorfa a una de las superficies de las catástrofes elementales (la cúspide), “lo que sugiere que deberíamos ser capaces de interpretar el sistema en términos de la teoría de las catástrofes” (Saunders (1989), pág. 105). Hemos establecido una conexión entre el modelo de Kaldor-Ichimura y el análisis del “ciclo de negocios” que, siguiendo a Minsky (1987), rescatan aquellos aspectos de la teoría keynesiana que enfatizan la relación entre las decisiones de inversión, el financiamiento y la incertidumbre y el hecho de estar sujetas a cambios bruscos y repentinos23. La interrelación que las teorías del ciclo exhiben entre los flujos del ingreso, la inversión y los stocks, invita a introducir el tema de la incertidumbre y las decisiones de cartera en donde las de inversión forman parte de una elección más general respecto de cuáles activos se desean tener, administrar o adquirir y cómo se financia esa posición. Conclusiones: Catástrofes y Política Económica El objetivo esencial de este trabajo es señalar las potencialidades que presenta la metodología de las “catástrofes” para la hermenéutica económica y, como consecuencia de lo anterior, especificar la significación que posee en términos de política económica Coherentemente con el planteo de Thom (1997), nuestra intención no ha sido descubrir “la naturaleza última de la realidad” económica – ideal de algunas escuelas de pensamiento - , sino la de construir modelos “locales” que contribuyan a comprender una determinada fenomenología24. En el caso de la economía, la teoría de las catástrofes no reemplaza a los métodos usuales, sino que las complementa: como hemos visto en el acápite III, a partir de una región teórica existente que comprende como descripción un conjunto de ecuaciones, es posible considerar lo que dicha teoría puede aportar sobre las soluciones de las mismas. En cierto modo, se trata de explorar diversos “experimentos” de mercado que pueden generar o desarrollar condiciones para los cambios bruscos, los saltos y las discontinuidades que no destruyen al sistema . El comportamiento de estos es generalmente regular y estable, salvo es ciertos puntos aislados - ubicados siempre en la misma región - donde “salta” en forma brusca, de modo que nos encontramos con inestabilidades que se producen de manera “ estructuralmente estable”25. En general, los fenómenos económicos son estructuralmente estables, concepto que se refiere a la repetibilidad del experimento, en el sentido que si las condiciones iniciales del experimento varían poco, los resultados serán “aproximadamente” los mismos. En términos matemáticos, definimos que una familia paramétrica de funciones es estructuralmente estable si y sólo si, para cualquier par de puntos suficientemente cercanos R y M , f Ε r Φ y f Ε m Φ tienen “la misma forma”. En todo caso, habrá que especificar para cada problema, qué tipo de perturbaciones vamos a permitir y que estados resultantes serán considerados equivalentes al inicial, lo que permite una gran libertad en la elección de los criterios que definen la estabilidad estructural de un sistema, de manera que cada disciplina o campo de análisis podrá establecer el que mejor corresponda a sus propósitos. Así por ejemplo, para una familia de funciones que relacione niveles de riqueza W ∫ 0 con utilidad U ∫ 0 - en el sentido de la axiomática tradicional de la teoría del consumidor ordinal -, podemos pedir que para todo 0 Ψ W Ψ N , la primer derivada sea positiva, y la segunda negativa, de manera que en ese entorno, todos los inversores “padecerán” aversión al riesgo. En este caso, las funciones tradicionales que se utilizan son exponenciales, cuadráticas o logarítmicas, de manera que en el tramo significativo, serán crecientes y cóncavas. En otros términos, dichas funciones poseen “la misma forma” y por lo tanto, son estructuralmente estables en los términos que la teoría económica impone como representación de la conducta del grupo de agentes con actitud similar frente al riesgo. Por lo tanto, resulta revelador contar con un instrumento que describa cómo, bajo ciertas condiciones, la discontinuidad no es contradictoria sino inherente a la estabilidad26. La hipótesis que subyace en este camino es que en una singularidad-discontinuidad (ciclos con cambios bruscos, crisis financieras, cambiarias, etc.), se concentra parte de las propiedades de funcionamiento del ente global (el mercado) que luego se deberán reconstruir27. No obstante, al privilegiar el análisis de la morfología de un determinado proceso – para luego remontarse a la dinámica que lo engendra – en detrimento de los modelos cuantitativos, deterministas y reversibles, no parece ser útil en términos de predicción y, por lo tanto, de política económica. Sin embargo, siguiendo a Olivera (1997), estos elementos nos conducen al concepto de política económica cualitativa, cuyo cometido se refiere a la organización económica de la sociedad antes que a la regulación de las variables del mercado. En términos de nuestro trabajo, esto significa que si bien el signo del ciclo no se puede cambiar, es posible alterar su velocidad y amplitud. Así, mercados mejor organizados implicarán superficies en que prevalezcan las zonas suaves respecto a las catastróficas. El significado de “mejor organizado” se puede determinar en función del grado de movilidad de los factores. En efecto, en forma análoga al sentido que le da Olivera (1980) al desarrollo económico, los mercados mejor organizados poseen una más alta movilidad de los factores productivos. En este caso, uno de los instrumentos más importantes para enfrentar los problemas en la movilidad de los factores, es el financiero: en países como el nuestro, que exhiben graves falencias en los mercados financieros y de capitales, las unidades económicas –fundamentalmente las más pequeñas- sufren importantes restricciones de liquidez, lo que redunda en la poca capacidad de ajuste que padecen y que se traslada a todo el sistema económico. En cambio, los países desarrollados muestran una vasta y muy regulada organización institucional de estos mercados. Por otra parte, un ejemplo del tipo de medidas que pertenecen al ámbito de la política económica cualitativa, fue la modificación de la carta orgánica del Banco Central luego de la experiencia del “tequila”, morigerando su papel de “caja de conversión” que había contribuido a la velocidad con que se rompió la cadena de pagos. Es decir, si bien la teoría de las catástrofes no ayuda a predecir en términos tradicionales, conduce a preocuparse por la “prevención” y “anticipación”, actuando sobre aquellos factores que impulsen o retarden los efectos del ciclo. En todo caso, frente a la falibilidad de los diagnósticos y políticas cuantitativas, nos ofrece una nueva perspectiva para interpretar y poder atacar más eficazmente algunos de los problemas económicos que enfrentamos. Bibliografía Accinelli, E. y M. Puchet, “A Characterization of the Singular Economies of the Infinite Dimensional Models in General Equilibrium Theory”, Universidad de la República Oriental del Uruguay, Enero 1998, Mimeo. A.D.Aleksandrov, A.N.Kolmogorov, M.A. Laurentiev y otros. "La matemática: su contenido, métodos y significado". Alianza Universidad. Madrid, 1994. Arnold, V.I., “Teoría de las Catástrofes”. Ed. Alianza, Madrid, 1987. Balasko, Y., “Economic Equilibrium and Catastrophe Econométrica, Vol. 46, N` 3, mayo de 1978. 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Asimismo, queremos destacar que este trabajo se relaciona con el proyecto de investigación TD02 que se desarrolla en la Universidad Nacional de Tres de Febrero por Luis Blaum y Martín Maulhardt, agradeciendo también a dicha institución por el apoyo brindado. 2 Podemos definir el concepto de fragilidad financiera de múltiples formas, pero conservando el sentido de un indicador de la capacidad financiera de la unidad en cuestión para enfrentarse a shocks externos. 3 Puesto que, salvo el stock de deuda, los demás parámetros que definen la condición financiera del agente son inciertos, la fragilidad/solvencia financiera es una variable aleatoria. 4 Podemos agregar en los supuestos que este “país pequeño” posee una alta elasticidad ingreso de las importaciones, de manera que el déficit es resultado tanto del cambio de precios relativos como del efecto ingreso. 5 Nos referimos al supuesto de inflexibilidad descendente de los precios utilizado en la teoría de la inflación estructural. Ver Olivera (1986 y 1988) 6 Similar a la “IS” tradicional. Ver más adelante. 7 Arnold (1987), Caps. 3 y 4, págs. 50 y 124. 8 Ver más adelante las referencias a los trabajos de Balasko (1978) y Accinelli y Puchet (1998). 9 Aleksandrov, et.al, (1994), T3, pág. 45, llamada 2. 10 Blad(1981). pág. 132. Suave significa que la derivada parcial respecto al conjunto de parámetros es continua. 11 Se denomina “genérico” a un objeto estructuralmente estable de la familia a la que pertenece. Ver Thom (1997), pág.45. Asimismo, cuando se “estabiliza” por ej. un polinomio, se le añaden parámetros que “despliegan” sus singularidades y, si tiene el mínimo número de parámetros posibles, se lo denomina universal. Ver Saunders (1989), pág. 24. 12 Ver, por ejemplo, Chang y Smith (1970) y Torre (1977). 13 Denominamos “variables internas o de estado” a aquellas cuyos valores especifican el estado de un sistema. En tanto “variables externas o de control” son aquellas cuyos valores determinan a los de las variables de estado. 14 Ver más adelante en el acápite 3, el concepto de “estabilidad estructural” utilizado por la teoría de las catástrofes. 15 Kaldor (1960), pág. 172. La cursiva –nuestra- intenta llamar la atención sobre el problema financiero que luego analizaremos en detalle. 16 Chang y Smith (1970), pág. 40, Matthews (1964), pág. 207, llamada 21. 17 Ichimura (1964), pág. 236 18 Ichimura (1964), págs. 236-38 19 Esto depende de ulteriores consideraciones respecto a la inversión de reposición. 20 Para poder comparar distintos grados de endeudamiento, se requiere especificar un plazo común. 21 Como señala Kaldor (1960) y asumiendo el argumento “aceleracionista”, es posible que la propensión marginal a invertir sea “mucho” mayor que la unidad, pero no así la propensión marginal a ahorrar que siempre será menor a la unidad. Los “empinamientos” en los extremos de la función de ahorro agregada provienen de modificaciones en la distribución del ingreso. 22 Es necesario conservar el supuesto que el movimiento ”sobre” la curva es más rápido que el de la curva. Asimismo, para la incidencia del riesgo sobre las tasas de interés que pagan las empresas ver Malinvaud (1984), págs. 206 y 207. 23 La interpretación del modelo de Minsky en términos de la teoría de las Catástrofes parece inmediata y en tal sentido, fue sugerida por Hal Varian a Kindleberger. Ver Kidleberger (1993), , pág. 9. 24 Thom (1997), pág. 31. 25 Saunders (1989),pág. 26. 26 Ver la distinción que marca Olivera (1997), pág. 6, respecto a la impredecibilidad que procede de los equilibrios múltiples y la que se estudia en el contexto de la teoría del caos. 27 Thom (1993), pág. 97.