Todos los derechos re se rv a d o s por © ED IT O R IA L T R O Q U E L S . A. BU EN O S A IR E S Descubrimiento del Río de la Plata. Descubrimiento de la costa patagónica. Alejo G a rc ía . Sebastián Gaboto. Diego G a rc ía . Corrientes pobladoras del territorio argentino. Con­ quista del Río de la Plata. El segundo adelantado. Hecho el depósito que establece la .le y 11.723 DESCUBRIM IENTO DEL RIO DE LA PLATA Publicado en fe b re ro de 1961 Undécim a edición enero de 1967 LIB R O DE EDICION ARG EN TIN A Ju a n D íaz de Solís En 1513, el conquistador espa­ ñol Vasco Núñez de Balboa des­ cubrió el M a r del Sur — llamado posteriormente por M a g a lla n e s océano Pacífico— , hallazgo que re­ dobló el entusiasmo de los portu­ gueses por encontrar un paso que comunicara ambos océanos. Con este objeto y ese mismo año, una embarcación lusitana, a cuyo bor­ do viajaba el piloto Juan de Lisboa, exploró el perfil de la costa atlán­ tica y llegó hasta las bocas del actual Río de la Plata, pero no lo descubrió totalmente. E l interés de los portugueses por hallar el canal interoceánico, alar­ mó a los españoles, quienes tam­ bién deseaban llegar a las islas de las Especias y a otras regiones del oriente, navegando rumbo al oeste. Femando V el Católico comi­ sionó a su piloto mayor, Juan Díaz de Solís, para que descubriera el acceso al M a r del Sur y a la vez determinara con precisión la zo­ na que correspondía a España por el Tratado de Tordesillas x. 1 V er capítulo II, página 58. i El in sig n e n a v e g a n te H e rn a n d o d e M a ­ g a lla n e s , según un g r a b a d o an tig u o . sus compañeros, con excepción del grumete Francisco del Puerto, quien quedó cautivo de los aborí­ genes. El resto de la expedición regre­ só a España al mando de Francisco de Torres; en las proximidades de la isla de Santa Catalina naufragó una embarcación y sólo dieciocho marinos salvaron la vida, al buscar refugio en la costa brasileña. Las dos carabelas restantes prosiguie­ ron la navegación y llegaron a Sevilla en la primera quincena de setiembre de 1516. Solís partió de Sanlúcar de Barrameda el 8 de octubre de 1515, con tres pequeñas carabelas. Lue­ go de cruzar el océano y de reca­ lar en la actual bahía de Río de Janeiro — donde los indígenas le facilitaron víveres— prosiguieron la navegación rumbo al sur, hasta que las naves penetraron en el estuario de un ancho río, que los con qu istadores denominaron de Santa M a ría o M a r D u lce, por el sabor de sus aguas1. Continuó Solís remontando el río hasta des­ cubrir una isla, que denominó M a rtín García, pues allí fue en­ terrado el despensero de igual nombre, fallecido a bordo. Solís desembarcó con ocho de sus hombres en la actual costa uruguaya (proximidades del hoy pueblo de Carm elo), pero cayó en una emboscada tendida por los indios y fue asesinado junto con DESCUBRIM IENTO DE LA C O ST A P A T A G Ó N IC A H ernando de M a g a llan e s El fracaso de Solís dejó pen­ diente la necesidad de un paso que comunicara el océano Atlántico con el M a r del Sur, arriesgada empresa que llevó a cabo Hernan­ do de Magallanes. portugués de nacimiento. Este marino comunicó sus proyectos al emperador Car­ los V y le aseguró que encontra­ ría un paso, a través del cual — navegando hacia occidente— po­ dría llegar a las Molucas. Magallanes partió de Sanlúcar de Barrameda, el 20 de setiembre de 1519, al mando de una flota de cinco naves2 con 265 tripu­ lantes. Luego de recalar en las islas Canarias, las embarcaciones siguieron un rumbo sudoeste, en 1 Los indios lo conocían como P aran á-G uazú y a su vez en los documentos de la época figura como río de S o lís o río Jordán. Posteriormente, a partir de la expedición de Gaboto, comenzó a llamarse R ío de la Plata. 3 Fueron las siguientes: Santiago, San A n to n io , C o n c e p c ió n , T rin id a d y V icto ria . 2 demanda de las actuales costas brasileñas. A comienzos de enero de 1520, la flota llegó a las bocas del ac­ tual Río de la Plata; pero, luego de penetrar en él y explorarlo cui­ dadosamente, Magallanes se con­ vence de que el río no puede ser el canal interocéanico y continúa con las embarcaciones rumbo al sur. Ayudadas por el buen viento, las naves anclan en San Julián (21 de m arzo) y a llí el jefe decide invernar. Varios capitanes se opusieron al pro­ yecto, pues argumentaron que “ ng te­ nían mantenimientos” y, como estaban convencidos de no encontrar el estre­ cho, era necesario regresar a España. Magallanes permaneció firme en sus convicciones, lo que determinó una su­ blevación encabezada por Cartagena y Gaspar de Quesada. Los conjurados se apoderaron de las naves San Antonio, Concepción y Victoria, mientras que la Santiago y la Trinidad permanecían ajenas a los hechos. Magallanes logró dominar la rebe­ lión y procedió con energía, para escar mentar a los rebeldes. Uno de los ca­ pitanes, Luis de Mendoza, fue descuar­ tizado en tierra, mientras que Gaspar de Quesada fue ajusticiado a puñaladas. Además ordenó que Cartagena y el clérigo Sánchez Reina quedaran aban­ donados en las costas patagónicas. Dominada la insurrección, la flota continuó viaje al sur a lo largo de la costa patagónica; el 14 de setiembre exploraron las bocas del río Santa Cruz y allí naufragó la nave Santiago. Descubrim iento del estrecho E l 21 de octubre doblaron el cabo de las Vírgenes y apareció ante los audaces navegantes una gran escotadura, que era el ansiado paso de mar a mar. Antes de pe­ netrar en él y en vista de la esca­ sez de víveres, M agallanes copsultó con sus capitanes, quienes le aconsejaron “ pasar adelante” . Sólo se opuso Esteban Gómez, el cual, El n a v e g a n te J u a n S e b a stiá n Elcan o , qu e reg re só a E s p a ñ a d e sp u és d e h a ­ ber e fe ctu a d o la p rim e ra v u e lta al m undo. ( G r a b a d o d e la é p o c a .) acobardado por los riesgos, regre­ só a Sevilla por la ruta del A tlán ­ tico ] . Con las tres embarcaciones restantes, se internaron por el estrecho con mu­ chas precauciones, debido a la gran cantidad de escollos, que eran visibles a simple vista. De noche observaron ho­ gueras en la costa sur, por lo que la denominaron Tierra del Fuego. El 27 de octubre del año 1520, después de pasar el Cabo de Todos los Santos, las embarcaciones llegaron a un inmenso océano, que por la tranquilidad de sus aguas fue llamado Pacífico. La empresa había sido coronada con el éxito. Magallanes denomi­ nó al canal de Todos los Santos, pero la posteridad lo ha inmorta­ lizado con el nombre de su descu­ bridor. I I regreso. Sebastián Elcano El cruce del océano en dirección al Asia, puso a prueba el temple de estos valientes. Hambrientos y sin agua potable, muchos perecie­ ron víctimas del escorbuto. A co­ mienzos de marzo de 1521 reca­ laron en las islas Marianas y des­ de a llí navegaron hasta las actua­ les Filipinas, que denominaron San Lázaro. M agallanes obtuvo la amistad del rey de la isla de Cebú, pero como los naturales del cercano is­ lote de Mactam se negaron a res­ petar la autoridad del monarca español, el valeroso marino come­ tió la imprudencia de atacarlos. El 27 de abril, M agallanes pereció asesinado en manos de los indíge­ nas. El rey de Cebú — para con­ graciarse con el de Mactam— ten­ dió una emboscada a los demás españoles y fueron ultimados los principales jefes. Reducidos en su número, los marinos se vieron for­ zados a destruir la nave Concep­ ción. Luego de estos incidentes, Juan Sebastián Elcano se hizo cargo de la V ictoria, y Gómez de Espinosa, de la Trinidad. Ambas embarcaciones, tripula­ das por 115 hombres en total, na­ vegaron juntas hasta las islas Molucas, donde cargaron las bodegas con gran cantidad de especias. E l­ cano inició el regreso a España por el océano Indico, mientras la Trinidad a causa de las averías 1 E n el viaje descubrió casualmente las islas M alvinas. E l hecho está com probado por un mapa que publicó D iego de Ribera en 1526 y en el cual se consignan con el nombre de islas Sansón. 4 Esta expedición fue la primera en hubo de quedar en el puerto de cruzar por tierra — utilizando una ruta Tidore x. desconocida para los europeos— una La Victoria soportó terribles gran extensión del continente; además, temporales y luego de doblar el demostró la existencia de oro y plata sur clel África tuvo que recalar en el Perú y desvió los viajes posterio­ res de Gaboto y Diego Garcia. en las islas de Cabo Verde por falta de víveres. A llí los portu­ gueses detuvieron a varios tripu­ lantes que desembarcaron en bus­ SEBASTIÁN G A B O TO ca de socorros. El regreso de la Victoria con las Entonces Elcano, con los restan­ bodegas llenas de especias y los tes, se hizo a la vela y finalmente relatos de sus tripulantes, intere­ entró en Sanlúcar el 7 de setiem­ saron a Carlos V, quien dispuso bre de 1522. Sólo dieciocho hom­ — de común acuerdo con los co­ bres habían conseguido dar la merciantes de Sevilla— organizar vuelta al mundo y demostrar la nuevas expediciones a las codicia­ esfericidad del planeta. das islas. Esta temeraria empresa ha sido E l marino veneciano Sebastián calificada — muy justicieramente—■ G a b oto2 firm ó una capitulación como “ la aventura más audaz de la humanidad” . A LEJO G A R C ÍA Hemos visto cómo una de las embar­ caciones de Solís naufragó al regresar en las costas del Brasil, en las proxi­ midades de la isla de Santa Catalina. Entre los sobrevivientes que se radica­ ron en esas tierras, se encontraba el portugués Alejo García, quien se enteró por los indios que muy al occidente existía un rey o cacique Blanco, sobe­ rano de un país pródigo en riquezas. Por el año 1525 partió García con cuatro compañeros y gran número de indígenas; penetró por el inmenso Cha­ co, pasó por el territorio de los indios chañes y llegó a las proximidades de Charcas. A llí permaneció largo tiempo y obtuvo gran cantidad de metales pre­ ciosos, pero en el viaje de regreso -—ha­ llándose cerca de Asunción— fue ase­ sinado por los indios payaguaes. 1 Posteriormente zarpó de las Molucas en dirección a Panamá, atravesando nuevamente el Pacífico, pero luego de diversas peripecias, fue capturada por los portugueses. Tras varios años de cautiverio, sólo cuatro tripulantes lograron volver a la península. 2 E n 1496 acompañó a su padre Juan Gaboto —marino veneciano al servicio de In gla­ t e r r a - en ]a empresa de descubrir un paso al oriente, por la Am érica del Norte. E n 1512, Sebastián G aboto pasó a España y a la muerte de Solís fue nombrado piloto mayor del t\emo (5 de febrero de 1 51 8). 5 barcaciones se hicieron nuevamen­ te a la vela y a mediados de oc­ tubre anclaron en el puerto de los Patos, frente a la isla de Santa Catalina 1. En ese lugar, dos náufragos de la expedición de Solís aludieron al viaje de Alejo García y suministraron nue­ vos informes sobre la existencia de ri­ quezas en la legendaria Sierra de la Plata. A pesar de esto, la resolución de alterar el rumbo, provocó nuevos mo­ tines entre los tripulantes, incidentes que Gaboto pudo dominar. Gaboto dejó en el fuerte una guarnición y a fines de diciembre remontó el Paraná. Luego de ven­ cer numerosas dificultades en la navegación, los españoles arribaron a la confluencia del Paraguay, pero torcieron hacia el este — por el río- que habían remontado— hasta Santa A na (actual Ita tí). A llí se detuvieron un mes, pero en El 21 de febrero de 1527, la flota penetró en el Río de la Plata y en la margen oriental Gaboto fundó el puerto de San Lázaro. A l poco tiempo se hizo presente Francisco del Puerto — el sobre­ viviente de la matanza de Solís— , quien confirmó las noticias refe­ rentes a la Sierra de la Plata. Descubrimiento de los ríos P a ra n á y P ara g u ay con Carlos V, por la cual se com­ prometía a cruzar el estrecho de Magallanes y llegar a las Molucas, para cargar sus bodegas con espe­ cias y piedras preciosas. Gaboto partió de Sanlúcar el 3 de abril de 1526 con cuatro em­ barcaciones y 210 tripulantes. Des­ pués de recalar en las Canarias, la flota cruzó el océano y a co­ mienzos de junio los fuertes vien­ tos la obligaron a entrar en el puerto de Pemambuco, donde ha­ bía una colonia portuguesa. 6 A llí, Gaboto enteróse de que el río de Solís — al que algunos ya llamaban de la Plata— conducía a regiones pródigas en riquezas, dominadas por el legendario rey Blanco. Persuadido sobre la con­ veniencia de alterar el rumbo a las Molucas e internarse por esas comarcas más cercanas, Gaboto co­ municó su decisión a los demás capitanes, quienes se opusieron, pero finalmente — seducidos por la codicia— aceptaron. A fines de setiembre, las em- Luego de dejar un destacamento en San Lázaro, con el resto de la expedición Gaboto ascendió por el Paraná y el 9 de junio de 1527 fundó en la confluencia de los ríos Carcarañá y Coronda el fuer­ te de Sancti Spiritus (Espíritu Santo). Esta primera población española en la región del Plata consistió en un rancho de paja, protegido con un te­ rraplén con empalizada. A llí el sacer­ dote Francisco García — integrante de la expedición— rezó la primera misa, en lo que luego fue el territorio argen­ tino. 1 Gaboto llam ó a la isla “ Santa Catalina” Catalina Medrano. la certeza de que habían equivo­ cado la ruta que los llevaría a la región del oro, resolvieron volver atrás y así llegaron — 31 de mar­ zo de 1528— a la desembocadura del río Paraguay. M ig u e l de Rifos se internó con un bergantín y 30 hombres en busca de la codiciada riqueza, peen recuerdo del cumpleaños de su esposa, 7 Prim era expedición a l interior de nuestro territorio Indígenas de la zona del Carcarañá comunicaron a los con­ quistadores la existencia de rique­ zas al sudoeste, en una región que ubicaban vagamente al sur de la actual provincia de Córdoba. Inte­ resado por la noticia, Gaboto comi­ sionó a Francisco César para que se internara al frente de 15 hom­ bres. ro todos fueron ultimados por los indígenas en la confluencia con el Bermejo. Enterado Gaboto y ante las no­ ticias de que naves españolas re­ montaban el Paraná, ordenó re­ gresar a Sancti Spiritus. En el viaje se encontró con Diego García. D IEG O G A R C ÍA üste marino había integrado la expedición de Solís al Plata, y vuelto a España capituló con el rey para dirigirse a las Molucas, por la ruta del estrecho de M a ­ gallanes. Diego García partió de La Coruña, al mando de dos naves, el 15 de enero de 1526; en Las Palmas 8 (islas Canarias) se encontró con la armada de Gaboto, quien zarpó de inmediato, a pesar de las des­ favorables condiciones atmosféri­ cas. Posteriormente lo hizo García en dirección a las islas de Cabo Verde y de a llí hasta las costas de Brasil, donde fue informado de las supuestas riquezas que podían ha­ llarse al remontar el río de Solís. Entonces resolvió internarse por “ el Plata” — como llamó al río— en busca de fortuna. A comienzos de mayo de 1528, se encontró con Gaboto. Ambos dis­ cutieron sobre sus respectivos de­ rechos a esas regiones, pero sin fuerzas para imponerse uno al otro, optaron por seguir juntos la empresa. Para reabastecerse, re­ gresaron a Sancti Spiritus. El comisionado partió en noviembre de 1528 y dividió su contingente en tres pequeñas columnas: una que debía costear el Carcarañá, otra tomar rumbo al noroeste y la tercera encaminarse al sudoeste. César marchó al frente de la primera, penetró en Córdoba sin perder de vista el río Tercero y probable­ mente llegó al valle de Conlara (San Luis). Emprendió el regreso y arribó a Sancti Spiritus, en febrero de 1529, donde relató que habia entrado a una región de “ gente muy rica en oro y plata” . La expedición de Francisco Cé­ sar no sólo tiene el mérito de ser la primera entrada al interior de nuestro territorio, sino que tam­ bién dio origen a la “ ciudad de los Césares” , leyenda que incitó varias expediciones posteriores. Destrucción de Sancti Spiritus Gaboto y García remontaron nuevamente el Paraná y se inter­ naron en el Paraguay, probable­ mente hasta el Pilcomayo, pero ante la ausencia de metales pre­ ciosos, decidieron volver aguas abajo. En Sancti Spiritus, Gaboto se en­ teró de la actitud hostil de los in­ dígenas, en franca rebelión por el mal trato a que eran sometidos por los españoles. Por este motivo, re­ forzó los efectivos y luego partió hacia el sur, pero aprovechando su ausencia los indígenas atacaron e incendiaron a Sancti Spiritus, re­ duciendo todo a cenizas (setiembre de 1529). A l comprobar el desastre, Ga­ boto y García decidieron regresar separadamente a España; primero lo hizo García y posteriormente zarpó el navegante veneciano. Des­ pués de un penoso viaje, llegaron a Sanlúcar en julio de 1530. CORRIENTES PO BLADO RAS DEL TERRITORIO A RG EN TIN O Nuestro territorio fue conquista­ do y colonizado por tres corrientes pobladoras, de origen hispánico: a) La del este. Procedió direc­ tamente de España a través del océano Atlántico y tuvo sus cen­ tros más destacados en Asunción y Buenos Aires. Se extendió a lo largo de la Mesopotamia, por las actuales provincias de Buenos A i ­ res, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y territorios situados al este del río Uruguay, hasta el océano. b ) La del norte. Procedente del Perú, abarcó la región conocida con el nombre del Tucumán, que comprendía las actuales provincias de Jujuy, Salta, Catamarca, La Rioja, Tucumán, Córdoba, Santia­ go del Estero y Chaco. c) La del oeste. Salió de Chile y luego de cruzar los Andes se ex­ tendió por las actuales provincias de Mendoza, San Juan y San Luis. 9 Don P ed ro de M e n d o za , el prim er a d e la n t a d o d e l R ío d e la P la ta . territorio estaba comprendido en­ tre los paralelos 25° y 36° de la­ titud sur, de este a oeste por am­ bos océanos. Mendoza recibía el título de adelantado 1 por dos v i­ das, autorizándolo a que constru­ yera tres fortalezas. La expedición CONQUISTA DIL RÍO DI LA PLATA Don Pedro de M endoza Los datos aportados en España por Gaboto y Diego García sobre los legendarios dominios del rey Blanco y las riquezas de la Sierra de la Plata despertaron gran en­ tusiasmo entre la Corte y el pue­ blo. En enero de 1534, Hernando Pizarro exhibió el tesoro del inca Atahualpa, lo que acentuó, aún mas, el deseo de poblar las co­ marcas del Plata. Era necesario encontrar un per­ sonaje adinerado para que solven­ tara los gastos de la nueva empre­ sa. La elección recayó en don leciro de Mendoza, quien el 21 de mayo de 1534 firm ó con Carlos V una capitulación, por la cual el monarca lo autorizaba a conquis­ tar y poblar la región “ del río de íjoüs, que llam an de la Plata” . El 10 La expedición demoró más de un año en zarpar, debido especialmente a que no se encontraban naves ni pilotos a causa del poco interés de los marinos avezados por un viaje al Río de la Plata. Fue necesario incorporar buen número de extranjeros, entre ellos el alemán Ulrico Schmidl, más tarde fa­ moso por su crónica. Entre los principales capitanes que se embarcaron, podemos citar: Juan de Osono, Juan de A y olas, Solazar de Espinosa, Felipe de Cáceres, Francisco de Mendoza, Diego de Abreu, Luis de Cepeda (hermano de Santa Teresa) y el hasta ese momento oscuro soldado Domingo Martínez de Irala. Entre los religiosos figuraban Luis de Miranda, Julián Carrasco, M artín de Armencia, Francisco de Andrada, etc. También subieron a las naves — por vez primera en una expedición al Pla­ ta— vanas mujeres, entre ellas una amiga del adelantado, María Dávila, e Isabel de Guevara que luego envió a’ la Corte una conocida carta en la que relata episodios de la conquista. Ademas fueron embarcados setenta y dos caballos y yeguas. ^ ^ de agosto de 1535 zarpa­ ron del puerto de Sanlúcar de Barrameda trece naves, a las que se agregaron tres más en las islas Canarias. — En el_cruce del océano, la flota 1 V e r capítulo II, página 47. se dividió: unas embarcaciones se dirigieron al Rio de la Plata, y el resto — a las órdenes del adelan­ tado— navegó rumbo a las costas del Brasil. En el transcurso del viaje, Juan de Ayolas acusó al maestre de campo Juan ele Osorio de un intento de amotinación. Pedro de Mendoza dispuso iniciar un proceso que fue a todas luces una in­ justicia. Luego de fondear las naves en Río de Janeiro, Osorio — acusado de amotinador— fue ajusticiado en )a playa de esa bahía (3 de diciembre). Bordeando la costa brasileña, las naves prosiguieron su derrotero y ya en él estuario del Plata, en las cercanías de la isla de San Gabriel, se encontraron con los demás inte­ grantes de la flota. Fundación de Buenos A ires Después de explorar la región, abandonaron la costa oriental y — de común acuerdo— se dirigie­ ron a la margen opuesta, que reunía mejores condiciones para edificar un poblado. E l desembarco se produjo en los primeros días de febrero de 1536. En aquellas épocas, desde la boca actual del Riachuelo hasta la calle Humberto I, emergía de las aguas un banco de arena (llamado isla del Pozo) que formaba con la costa un canal muy navegable. A llí se refugiaron las naves de Mendoza y anclaron en el ex­ tremo norte de la isla. Frente a ese lugar y sobre la tierra firme, en una zona ll&mada más tarde A lto de San Pedro, se fundó Rueños Aires. A llí se levanta hoy día la iglesia de San Telmo, en la manzana limitada por las calles Humberto I, Balcarce, San Juan y Defensa. El día 3 de febrero, Mendoza fundó Buenos Aires. El cronista Díaz de Guzmán afirma que el nombre tuvo su ori­ gen en una expresión del marino ciaron un sitio que se prolongó cerca de quince días. Gran parte de las casas y algunas naves fueron reducidas a cenizas, por lo que los conquistadores se refugiaron en las restantes embarcaciones, hasta que los indígenas levantaron el sitio. A mediados de julio regresó Ayolas con bastantes provisiones, haciendo buenas referencias del lugar donde había levantado el asiento de Corpus Christi. Con el objeto de observar personalmente la zona, Mendoza dejó en Buenos Aires a Ruiz Galán y se dirigió hacia el poblado. N o conforme con el lugar, el adelantado se trasladó cuatro leguas hacia el sur y fundó Sancho del Campo (cuñado de don Pedro), quien ante la atmós­ fera diáfana exclamó: “ ¡Qué bue­ nos aires son los de este suelo!” Actualmente no se acepta esta opi­ nión, pues se atribuye el nombre a un voto que Mendoza hizo a la virgen del Buen Aire, que se ve­ neraba en Cagliari (Cerdeña). En principio, los indígenas de la región se acercaron al pequeño poblado en actitud amistosa, pero al poco tiempo se alejaron en ma­ nifiesta hostilidad. Ante la falta de alimentos en la zona, para procurarlos, Mendoza envió un galeón a las costas del Brasil y más tarde a su ^igarteniente Juan de A jó la s hacia el norte. E l último se hizo a la vela con tres embarcaciones y el 15 de junio de 1536 fundó Corpus Christi, en las cercanías de la laguna Coronda (Santa F e). 12 Com bate de Corpus Christi En Buenos Aires, la falta de a li­ mentos se hacía más notoria, por lo cual el adelantado designó a su hermano D iego de Mendoza para que, acompañado por 300 sol­ dados y 30 jinetes, tratara de ha­ llarlos a la brevedad. Cuando los españoles se encon­ traban en las proximidades del ac­ tual Tigre, fueron atacados sor­ presivamente por los indios. El combate — llamado luego de Cor­ pus Christi (15 de ju n io )— term i­ nó con una completa derrota para los conquistadores. Perdieron la v i­ da Diego de Mendoza y treinta y ocho compañeros, entre ellos Pe­ dro Luján, quien falleció junto al río que hoy lleva su nombre. Los indios, estimulados por este triunfo, atacaron por millares a Buenos Aires y el 24 de junio in i­ una nueva población, a la que lla ­ mó Buena Esperanza. Para no demorar por más tiempo la búsqueda de la “ tierra rica” , el adelantado envió hacia el norte a Juan de Ayolas y a D om in go M a rtín ez de Irala, al frente de tres embarcaciones y 170 tripulantes, quienes partieron de Buena Espe­ ranza el 14 de octubre. Entretanto, Mendoza — debido al estado pre­ cario de su salud— decidió regre­ sar a Buenos Aires. La C a n d e la ria Ayolas remontó el Paraná y a los 20° 30' de latitud sur fundó el puerto que denominó La Can­ La A sunción. Irala y Ruiz G a lá n delaria. A llí dejó a Irala con un contingente y con 130 hombres se internó en la región chaqueña, en busca de riquezas. Ayolas llegó hasta los contra­ fuertes andinos — hoy Bolivia— y obtuvo buena cantidad de oro y plata; emprendió el regreso, pero al llegar a La Candelaria no en­ contró a Irala. Debido a esto, que­ dó sin refuerzos a merced de los indígenas sublevados, quienes lo ultimaron junto con todos sus compañeros. Mientras tanto, Mendoza había llegado a Buenos Aires y al care­ cer de noticias de Ayolas envió a Juan de Solazar al frente de dos naves, en una expedición de au­ xilio. Sintiéndose m uy enfermo, el adelantado designó teniente de gobernador a Ayolas, pero mien­ tras durase la ausencia de éste, lo reemplazaría Ruiz Galán. Poco después, Mendoza emprendió el viaje de regreso a España, mas fa­ lleció en alta mar, el 23 de junio de 1537. Por su parte, Salazar remontó el Paraná y se encontró con Irala al norte de La Candelaria. Ambos capitanes, luego de buscar infruc­ tuosamente a Ayolas, decidieron separarse; Irala zarpó rumbo a La Candelaria y Salazar a la con­ fluencia de los ríos Pilcomayo y Paraguay, donde fundó un poblado que denominó Nuestra Señora de la Asunción, el cual figura en los documentos de la época como “ ca­ sa-fuerte” (15 de agosto de 1537). A l poco tiempo, Salazar zarpó en dirección a Buenos Aires, donde los conquistadores le informaron que Mendoza había partido enfer­ mo a España y que, hasta tanto apareciera Ayolas, había suscrito un documento en favor de Ruiz Galán. Este último, dispuesto a enfrentar a Irala para ocupar el poder, reunió cuatro naves y re­ montó el Paraná acompañado por la mayoría de los conquistadores. Luego de agria disputa, ambos caudillos decidieron separarse; Irala marchó a La Candelaria y Ruiz Galán se dirigió nuevamente a Buenos Aires. Juan de Salazar que­ dó en la Asunción. Despoblación de Buenos A ires En noviembre de 1538 llegó a Buenos Aires el veedor Alonso de Cabrera, quien era portador de un importante documento firmado por el rey el 12 de setiembre de 1537. En el escrito, los conquistadores quedaban autorizados a elegir go­ bernador, siempre que hubiera fa­ llecido el designado por Mendoza. Con una flota de siete naves, el veedor marchó a la Asunción y enterado de la muerte de Ayolas puso en posesión del cargo de go­ bernador del R ío de la Plata a Domingo M artínez de Irala. Una vez confirmado en el man­ do, el último se trasladó a Buenos Aires acompañado del veedor Ca­ brera y de común acuerdo deci­ dieron destruir el poblado. En el mes de junio de 1541, Irala ordenó quemar todas las construcciones y dejó en la playa una calabaza al pie de un mástil, donde informaba a los futuros navegantes que los pobladores se habían trasladado a la Asunción. IL flO U N D O A C H A N T A D O A lv a r Núñez C a b e za de V a c a Carlos V carecía de noticias so­ bre Juan de Ayolas, sucesor de don Pedro de Mendoza en el Río de la Plata, y como no era aconsejable detener la marcha de la conquista, capituló y dio e l título de ade­ lantado a don A lva r N úñez Ca­ beza de Vaca. En diciembre de 1540 partió de Cádiz con tres naves y 400 hom­ bres y arribó a la isla de Santa Catalina (Brasil) en marzo de 1541. A llí se enteró de la despo­ blación de Buenos Aires y enton­ ces dispuso llegar por tierra a la Asunción, miéntras las embarca­ ciones debían hacerlo remontando los ríos. A lva r Núñez inició una penosa marcha y en el trayecto descubrió las cataratas del Iguazú. Una vez llegado a la ciudad de Asunción 1, el nuevo funcionario tomó posesión 1 E n esas épocas, la Asunción ya era una ciudad, porque Irala Tiabía establecido las autoridades comunales y organizado el primer cabildo en setiembre de 1541. 14 15 la vigilancia del veedor Alonso de Cabrera. E l proceso continuó en la península por espacio de siete años, y aunque finalm ente fue absuelto, renunció al título de ade­ lantado. Segundo gobierno de Irala del cargo, ante el encono de los partidarios de Irala, quienes cen­ suraron la severidad y orgullo del adelantado. Una de las mayores ambiciones de Á lva r Núñez era encontrar el camino que lo llevase a la región donde suponía hallar fabulosa ri­ queza. Por este motivo, comisionó a Irala para que explorara una zona apta para iniciar la empresa y sometiese a los indios, que se habían rebelado a la autoridad del rey. Irala llegó hasta el puerto lla ­ mado de Los Reyes y luego de do­ minar a los naturales regresó a la ciudad a mediados de febrero de 1543. Después de varios incidentes en­ tre el adelantado y los oficiales reales — que demoraron la partida de la expedición— todo estuvo lis­ to para el 8 de setiembre, día en que los españoles salieron rumbo al Potosí. Formaban la columna 400 conquistadores y 1200 indios 16 amigos, que en 10 bergantines y 120 canoas ascendieron el río Pa­ raguay hasta el puerto de Los Reyes. Desde ese lugar iniciaron una peno­ sa marcha, complicada por el extravío de los guías indígenas, que equivocaron la ruta. Las condiciones climáticas tampoco favorecieron a los españoles, pues fuer­ tes lluvias tropicales ocasionaron el des­ borde de los ríos y grandes inundacio­ nes; además, fiebres malignas abatie­ ron a los hombres. Los oficiales reales solicitaron el regreso al puerto de Los Reyes, a lo que accedió Á lva r Núñez, quien también estaba enfermo. Desde allí los expedicionarios se dirigieron a la Asunción, donde arribaron exhaustos. El malestar político culminó en la noche del 25 de abril de 1544, en que el adelantado fue apresado y luego remitido a España — con un largo capítulo de cargos— bajo En virtud de la real cédula de 1537, los pobladores de la Asun­ ción eligieron nuevamente gober­ nador a Domingo M artínez de Irala. Éste partió — noviembre de 1547— al frente de una expedi­ ción, en busca de la región del oro. Luego de cruzar el Chaco se enteró, por medio de los indios, que estaba en territorios pertene­ cientes a la jurisdicción del Perú; entonces envió a Nufrio de Chaves a la ciudad de Lima, para que se entrevistara con el licenciado de la Gasea a fin de ofrecerle sus ser­ vicios y solicitarle la confirmación del cargo de gobernador. Mientras aguardaban al comi­ sionado, los antiguos partidarios de Á lva r Núñez provocaron una revuelta y obligaron a Irala a em­ prender el regreso y a entregar el mando a Gonzalo de Mendoza (noviem bre de 1548). Por otra parte, en la Asunción, Francisco de M endoza — que ha­ bía sido designado lugarteniente por Irala— fue ajusticiado en un motin y reemplazado por D iego de Abreu. Los acontecimientos de la ciu­ dad movieron a los expedicionarios a designar nuevamente gobernador a Irala, pues Abreu era partidario de los “ leales” (adictos de Á lvar La reg ió n c h a q u e ñ a según un m a p a que se su p o n e o b ra d e l sa ce rd o te je su íta Jo sé C a r d ie l. N ú ñ ez). Cuando Irala se aproxi­ maba a la Asunción, Abreu huyó a la selva. Los S a n a b ria s Luego de la llegada de Álvar N ú­ ñez a España, el rey — enterado de las luchas que agitaban la Asunción— de­ cidió nombrar un nuevo gobernante. El 22 de julio de 1547, firmó en Monzón una capitulación a favor de Juan de Sanabria, dándole el título de adelantado del Río de la Plata. Sin embargo, éste falleció al poco tiempo, por lo cual su hijo Diego de Sanabria fue designado para el mismo cargo, en el año 1549. Partió de Sanlúcar de Barrameda en abril de 1550, pero el viaje fue muy accidentado y tras muchas peripecias llegó a las costas de Venezuela y de allí se dirigió hacia Lima, donde se radicó. Otras dos naves arribaron a la isla de Santa Catalina, donde recibieron auxilios de Irala y én esta forma pu­ dieron trasladarse hasta la Asunción Último gobierno de Irala A pesar de todos los fracasos, los conquistadores radicados en la Asunción no cejaban en su intento por encontrar riquezas. En enero de 1553, Irala partió al frente de 120 hombres y 2.000 indios auxi­ liares; exploró la zona circundan­ te a l puerto de San Femando, pero la llegada del invierno y los fuer­ tes aguaceros le obligaron a re­ gresar, sin haber conseguido su objeto. Por real cédula del 4 de octu­ bre de 1552, Irala fue confirmado como gobernador, pero el monarca — en otro escrito— le prohibía em­ prender nuevas campañas. En abril de 1556, llegó a la Asunción fra y Pedro Fernández de la Torre, segundo obispo titular (su antecesor fue Juan de Barrios, que no arribó) y el primero que pisaba esas tierras. E l 3 de octubre de ese año, a los 45 años de edad, falleció Do­ mingo M artínez de Irala, discutida personalidad de la conquista, pero indudablemente el hombre que sentó las bases de la colonización en la región del Guayrá (A lto Pa­ raná). i A sí llegaron al Paraguay doña Mencia las embarcaciones!50 ITS ’eres Sucesores de Irala Muerto Irala, le sucedió su yer­ no Gonzalo ele Mendoza, quien — dispuesto a poblar la región del Guayrá— envió una expedición a las órdenes de N u frio de Chaves. Éste fundó — febrero de 1561— la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, cincuenta leguas al este de la ac­ tual; repartió los indios en enco­ miendas y organizó el prim er Ca­ bildo, entre cuyos miembros figu ­ raba Juan de Garay. Mientras tanto, en julio de 1558 había fallecido —-sin dejar suce­ sor— Gonzalo de M endoza; enton­ ces los pobladores de la Asunción aplicaron la real cédula de 1537 y eligieron gobernador a Francisco O rtiz de V er gara, hombre de es­ casos méritos, quien marchó al Pe­ rú para confirmar su título. La Audiencia de Charcas no había autorizado el viaje, por lo que el go­ bernador debió detenerse un año en Santa Cruz de la Sierra. Este lapso fue aprovechado por Nufrio de Chaves y otros capitanes para imputarle ante la Audiencia numerosas acusaciones, de acuerdo con un plan trazado por Juan Ortiz de Zarate, vecino de Chuquisaca, que ambicionaba la gobernación del Pa­ raguay y del Río de la Plata. Cuando Ortiz de Vergara se presentó ante la Audiencia, enteróse de las acu­ saciones y aunque consiguió refutar todos los cargos decidió trasladarse a España, para someter el pleito al Con­ sejo de Indias. Calderón (m adrastra de D iego de Sanabría) mu)eres' Tam blén 1(1 hl2° nuevamente Juan de- Salazar, que mandaba ‘ uvieren honrosa descendencia: una de las hijas de doña Mencia se obisDo de T n Z t f v P 6-!? X S“ ’° fue í ray H ern a n d o de T r e jo y Sanabría, futuro „ -P Tucumán. Fallecido su esposo, casó con Martín Suárez de Toledo y de esta unión nació H em an darias de Saavedra. y e esia ^i,Ia de Mencia Calderón —Isabel Contreras— se casó con Juan de Salazar v tuvo dos bijas; una de ellas fue la esposa de Juan de Garay. * a El ad elan tad o Ju a n O rtiz de Z árate Desde la Asunción llegaron al Perú fabulosas versiones relativas a la existencia de oro y plata en el Guayrá; por tal motivo, el rico hacendado y minero Juan O rtiz de Zárate presentó su candidatura para gobernar esa región. Zárate se dirigió a Lim a y con­ siguió que la Audiencia lo nom­ brara adelantado, con la expresa condición de obtener en España la confirmación real. Partió hacia la península a fi­ nes de 1567, pero antes nombró lugarteniente a F elip e de Cáceres, quien salió de Chuquisaca y lue­ go de pasar por Santa Cruz de la Sierra — donde fue bien recibido por Nufrio de Chaves— llegó a la Asunción en diciembre de 1568. El gobierno de Cáceres se pro­ longó hasta el año 1572, en cuyo transcurso debió enfrentar la obs­ tinada oposición de sus adversarios políticos, encabezados por el obis­ po Pedro de la Torre. El gobernador se trasladó dos veces hasta las bocas del Río de la Plata, a la espera del nuevo adelantado; en el segundo de es­ tos viajes fue acompañado por Juan de Garay. ■ Los enemigos de Cáceres consi­ guieron finalmente deponerlo y lo enviaron a España — en calidad de detenido— bajo la custodia del obispo de la Torre. En su reem­ plazo fue designado gobernador M a rtín Suárez de Toledo. 19 C U ESTIO N A R IO 1. ¿Q ué itinerario siguió Solís hasta descubrir el Río de la Plata? 2. ¿En qué año y con cuántas naves partió M agallanes? 3. ¿Q ué sucedió en San Ju liá n ? 4. ¿Fue coronada con el éxito la empresa? 5. ¿Quién emprendió el regreso? 6. ¿Q ué importancia tiene el viaje de Alejo G a rc ía ? 7. ¿Q ué capitulaciones firmó G aboto? 8. ¿Por qué alteró el rumbo? 9. ¿C uál fue la primera población española en el Plata? 10. ¿Y la primera expedición al interior de nuestro territorio? 11. ¿Cómo terminó el fuerte de Sancti Spiritus? 12. ¿De dónde procedieron las tres corrientes pobladoras del territorio a r ­ gentino? 13. ¿Q ué derrotero siguió la expedición de don Pedro de M endoza? 14. ¿Dónde fué asesinado Osorio? 15. ¿Dónde y cuándo se fundó Buenos Aires? 16. ¿Quiénes fueron derrotados en el com­ bate de Corpus Christi? 17. ¿Por qué fue ultimado A yo las? 18. ¿Quién fundó la Asunción? 19. ¿Q ué importancia tiene la real cé­ dula del 12 de setiembre de 1537? 20. ¿Q uién fue el segundo ad e­ lantado? 21. ¿Por qué fue apresado? 22. ¿C uáles fueron los últimos gobiernos de Ira la ? 23. ¿Qué población fundó Nufrio de Chaves? 24. ¿Quién era Ju an O rtiz de Z árate? 25. ¿Cómo gobernó Felipe de Cáceres? Juan de G a ra y . G a ra y . Fundación de la ciudad de Buenos Aires. Juan Torres de V era y A ragón. H ernandarias de Saaved ra. División del territorio: las dos gobernaciones. El Tu­ cumán. Juan Núñez de Prado. La sublevación de los indígenas. Corriente pobladora del oeste. El Cuyo. La Patagonia. JU A N DE G A R A Y A Felipe de Cáceres le sucedió M a rtín Suárez de Toledo, quien gobernó la Asunción hasta la lle ­ gada del adelantado Ortiz de Zá­ rate. Suárez de Toledo comisionó a Juan de Garay para que fundara una población en las proximidades del Plata, mientras escoltaba hasta ese lugar la embarcación en que viajaba preso a la península Felipe de Cáceres. Como vimos, Garay acompañó a Cá­ ceres en el segundo de los viajes que el último efectuó al Rio de la Plata. A partir de ese momento, Garay propició la fundación de pueblos a lo largo del Paraná con el objeto de facilitar la ruta marítima y las comunicaciones con Es­ paña. Él afirma que fue nombrado para esa misión, “por el calor que yo puse en decir que abriésemos puertas a la tierra y no estuviésemos cerrados” (car­ ta del 20 de abril de 1582). Después de superar grandes d ifi­ cultades — debido a la escasez de medios— Garay equipó un bergan­ tín grande, ocho barcas de carga y unas pocas balsas. Para que lo acompañaran en la empresa, con­ siguió reunir 9 españoles y 75 criollos (llamados “ mancebos de la tierra” ). 21 El ten ie n te d e g o b e rn a d o r J u a n d e G a r a y , q u e dispu so la se g u n d a fu n d a ció n d e B uenos A ire s. río Carcaraña. Cuando llegó a las rui­ nas de la Torre de Gaboto (Sancti Spiritus) fue atacado por los indios, pero en esas circunstancias apareció providencialmente un grupo de jinetes españoles a las órdenes de Jerónimo Luis de Cabrera, conquistador que aca­ baba de fündar la ciudad de Córdoba. Ambos jefes decidieron separarse sin llegar a ningún acuerdo. Estos mestizos —hijos de españoles con mujeres indígenas— formaban la nueva generación que ansiaba parti­ cipar en las exploraciones de su propia tierra. La flotilla cargó armas, municiones, plantas, semillas, herramientas y todos los elementos necesarios para edificar una futura ciudad. Una parte de la expedición marchó por tierra, con caballos y ganado vacuno. Fundación de Santa Fe Garay partió de la Asunción a mediados de abril de 1573 y siguió a la carabela en que viajaba Cá­ ceres hasta la altura de Feliciano (paralelo 3 1); a llí dejó la escolta y desembarcó para reunirse con el resto de la expedición, que mar­ chaba por tierra. Seguidamente exploró la costa occi­ dental del Paraná con el objeto de en­ contrar una zona donde establecer un poblado. Una vez elegido el sitio — más tarde llamado Cayastá—- y mientras se realizaban los trabajos destinados a le­ vantar las primeras viviendas, se inter­ no con un grupo de compañeros por el 22 Garay regresó al lugar donde había dejado a la mayoría de sus hombres y el 15 de noviembre de 1573 fundo la ciudad que llamó de Santa Fe. En esos momentos recibió — por mano de un indio— una carta del adelantado Ortiz de Zárate, quien le comunicaba encontrarse en la isla de San Gabriel y le pedía ayuda por la pérdida de dos naves. Sin demorar, Garay partió con treinta hombres en una pequeña embarcación al encuentro del re­ cién llegado. O rtiz de Z arate Como sabemos, Zárate marchó a España para solicitar a la co­ rona su confirmación en el cargo de adelantado. Llegó a destino en setiembre de 1568, después de so­ portar graves inconvenientes pues la nave en que viajaba fue asaltada por unos piratas franceses, quienes le robaron gran cantidad de dinero y valiosas prendas. A pesar de todos los contra­ tiempos, consiguió firm ar capitu­ laciones con Felipe II, quien otor­ gó a Zarate el título de adelantaG^° T para X sus descendien­ tes— de las provincias del Río de la Plata. La expedición salió de Sanlúcar en octubre de 1572, integrada por cinco embarcaciones y 510 perso­ nas, en su mayoría pobres y sin profesión1. Después de una aza­ rosa travesía, llegaron a la isla de San Gabriel, en el Río de la Plata, donde solicitaron ayuda a Juan de Garay, quien acudió presuroso. Reabastecida la expedición, Zá­ rate dispuso levantar un poblado en la costa oriental y entonces fun­ dó San Salvador, de efímera exis­ tencia. El adelantado arribó a la Asun­ ción en febrero de 1575 e inició un gobierno mediocre. M urió al año siguiente y por testamento de­ jó heredera universal a su hija natural Juana, residente en Char­ cas. La joven contaba dieciséis años de edad y debía contraer matri­ monio con un hombre capacitado para gobernar, pues éste sería el nuevo adelantado. Garay fue de­ signado tutor y encargado de cum­ plir con las cláusulas testamen­ tarias. Por otra parte, Zárate dejó interina­ mente el gobierno en manos de su so­ brino Diego de Mendieta. Éste envió a Juan de Garay copia legalizada del testamento, con la orden expresa de cumplirlo. El último pasó a Charcas y comunicó a Juana las disposiciones tes­ tamentarias. La joven — con anuencia de Garay— prefirió al oidor Juan T o ­ rres de Vera y Aragón, pero las Leyes de Indias prohibían a estos funcionarios casarse dentro de los límites de su jurisdicción. A pesar de todo, la boda se celebró en di­ ciembre de 1577. Vera y A ragón consiguió que la Audiencia lo mantuviera en su cargo, aunque el virrey Toledo prohibió al matrimonio trasladarse a la Asunción; por esta causa, él primero nombró en su reemplazo a Juan de Garay en el cargo de teniente de gobernador del Río de la Plata. GARAY. FU N D A CIÓ N DE LA CIUDAD DE BUENOS AIRES A fines de abril de 1578, Juan de Garay salió de Charcas en di­ rección a Santa Fe y desde allí pasó a la Asunción, ciudad a la que arribó a mediados de setiem­ bre. E l resto de ese año y parte del siguiente lo empleó en repri­ m ir varias sublevaciones indígenas y en pacificar el territorio con­ fiado a su mando. En enero de 1580, Garay pre­ gonó en la Asunción la repobla­ ción del puerto de Buenos Aires, las condiciones requeridas para el enganche voluntario y las venta­ jas qué obtendrían los primeros habitantes 2. En la expedición se alistaron algo más de sesenta personas, en su mayoría jóvenes mestizos y 1 Subió a una nave el arcediano M a rtín del B arco C entenera, quien luego escribirla su conocido poema “ Argentina y conquista del Río Se la Plata” . Aunque embarcaron 45 artesanos y 68 labradores, la mayoría de los integrantes de la A n d ^ / ^ f 1^ 6ra " chusma va8abunda” , calificada por el tesorero Montalvo como “ escoria de . Por otra parte, las naves eran viejas y estaban mal aderezadas; a pesar de todo, 58 m use animaron a emprender la travesía, d f \ incentivo no fue -c o m o en tiempos de M e n d o z a - el oro y la plata. G aray sólo destacó como beneficios la abundancia de ganado caballar, la distribución de tierras aptas para el cultivo y el repartimiento de indígenas. 23 •ón __la Trinidad— fue la de la ciu­ misma. Seguidamente se publicó, como era de ley, la organización del gobierno municipal, siendo nombrados a l c a l d e s Rodrigo Ortiz de Tárate y don G o n z a lo M artel de Guzmán, con seis regidores que figuran en el acta (Quir ó s , Olaberrieta, Bermúdez, Gaitán, Ibarroía y Escobar), los cuales allí mismo fueron admitidos a sus oficios, después de sendos juramentos” . A continuación, Garay y demás miembros del gobierno se trasladaron al centro de la plaza, donde clavaron en tierra un tronco o “ rollo público” . Este “ árbol de la justicia” era el em­ blema visible de la jurisdicción real. Finalmente Garay tomó posesión de la ciudad y entonces — de acuerdo con una antiquísima costumbre— sacó su espada, cortó algunas hierbas y mien­ tras tiró varias estocadas dijo: “ si avia alguno que se lo contradiga, que pa­ rezca” y como nadie respondió “ lo pidió por testimonio” . dad criollos (mancebos de la tierra ); una mujer y dos religiosos. Todos se equiparon por su cuen­ ta, llevando — según expresión de Garay— “ sus armas, caballos y ganados” . Para el transporte flu ­ via l contaban con una carabela, dos bergantines y numerosas ca­ noas y balsas indígenas. U n gru­ po de hombres condujo el ganado (especialmente caballos y vacas) por tierra. El domingo 29 de mayo, día de la Santísima Trinidad, las embar­ caciones fondearon en el Riachue­ lo. En homenaje al día de llegada, Garay lla iró a la ciudad con el nombre de la festividad religiosa. En las proximidades del lugar, el teniente de gobernador hizo va­ rias exploraciones hasta que se de­ cidió por un sitio ubicado un poco más al norte de la prim itiva fun­ dación. Garay delimitó un rectángulo de 250 manzanas, pero sólo 46 se destinaron para solares urbanos; de aquéllas seis fueron adjudicadas para el Fuerte y Plaza M ayor (h oy de M a y o ), tres para conventos y una para hospital. Las manzanas restantes se destinaron a chacras. El sábado 11 de junio de 1580, Garay fundó la ciudad de la San­ tísima T rinid ad ; el puerto conser­ vó el nonjbre de Santa M a ría de Buenos Aires. La ceremonia de fundación se efectuó el sábado por la mañana, en el lugar destinado para la Plaza Mayor. Ante un centenar de españoles y criollos comenzó el acto el escribano Pedro de Jerez, quien leyó el acta de fundación. Luego — escribe el historiador Groussac— “ se plantó una cruz en el sitio destinado para iglesia mayor (el que ocupa hoy la Catedral), cuya advoca- Últimos años de G a ra y . Su muerte Terminado el conflicto de San­ ta Fe, Garay se trasladó a Buenos Aires y en noviembre de 1581 sa­ lió al frente de treinta hombres, en un viaje de exploración hacia el sur. Llegó a la altura de la Punta M ogotes (actual M a r del Plata) y regresó con la esperanza de volver a buscar la legendaria “ ciudad de los Césares” . Luego pasó a Santa Fe y de allí a la Asunción, donde permaneció hasta los primeros días de diciem­ bre de 1582, fecha en que regresó a Buenos Aires. En enero de 1583, llegó al Plata el nuevo gobernador de Chile, don Alonso de Sotomayor, quien so­ licitó ayuda a Garay para tras­ ladarse por tierra hasta su ju­ risdicción; este último accedió a acompañarlo hasta el río CarcaraEl 20 de octubre, los miembros del Cabildo — en presencia de Ga­ ñá, para lo cual, a mediados de ray— eligieron patrono a San marzo, embarcó en un bergantín M a rtín , obispo de Tou rs; también acompañado de unos cincuenta fue creado el escudo de la ciudad. hombres; en el trayecto, para abreviar camino, Garay se inter­ Mientras Garay se encontraba nó en una laguna (en las cerca­ en Buenos Aires, se produjo en nías del fuerte Gaboto), sin saber Santa Fe -— el 1 de junio de que había equivocado el rumbo. 1580— una rebelión encabezada A llí desembarcó y resolvió per­ por siete criollos. noctar en sus orillas. Cuando los Enterado de la “ revolución de españoles estaban durmiendo fue­ los mancebos” Garay se trasladó ron atacados por los indios, quie­ a Santa Fe y a llí consiguió calmar nes mataron a Garay y a doce de las rencillas, en base a una hábil sus hombres 1. política de pacificación. , 1 E l tesorero H ern a n d o de M o n ta lv o relata que Garay no quiso colocar centinelas, a pesar de que los indios los habían observado todo el día. Afirm a que todos los españoles fueron sorprendidos en el sueño y “ dan en ellos y matan primero al general sin poder decir Uios válgame” . , Por su parte, B arco Centenera dice que G aray confió en sí mismo y que C1a siempre falto” . fue de pruden- 25 E statua de H e r n a n d a r ia s d e S a a v e d r a , a q u ien el p a d re G u e v a r a c a lific ó co­ mo a "u n o d e los m ayores sujetos d e l N uevo M u n d o ". Fundación de Corrientes Fundación de Concepción del Bermejo JU A N TORRES DE VERA Y ARAGÓN Vera y Aragón continuaba re­ tenido en Chuquisaca y por tanto Mientras tanto, con Vera y A ra­ imposibilitado de trasladarse a su gón sucedía un hecho sin prece­ gobernación. A l tener conocimiento dentes en América hispana, por del trágico fin de Garay, nombró cuanto si bien se le negaba la au­ reemplazante a su sobrino Juan torización para trasladarse al Río Torres de Navarrete, quien se di­ de la Plata y al Paraguay, estos rigió a la Asunción y se hizo cargo territorios se hallaban gobernados del mando en marzo de 1584 con por sus lugartenientes. el título de teniente de gobernador. Finalmente, a principios de 1587 Navarrete comisionó a Alonso ya fallecida Juana de Zárate— de Vera ( “ Cara de perro” ) para Vera y Aragón obtuvo el anhelado que fundara una ciudad sobre el permiso, aunque el rey lo desig­ río Bermejo, que debería servir de nó adelantado interino, hasta tan­ enlace con los dominios del Perú. to justificara legalmente sus pre­ Entre los integrantes de esta em­ tensiones ante el Consejo de In ­ presa figuró Hernandarias de Saadias. vedra. Los expedicionarios p a rtie ro n Vera y Aragón salió de Chuqui­ hacia el Chaco y, luego de explorar saca en dirección a Concepción del la zona indicada, Alonso de Vera Bermejo y desde a llí — en compa­ fundó Concepción del Bermejo ñía de Alonso de Vera y Hernan­ (a b ril de 1585) en las proximida­ darias— siguió a la Asunción, ciu­ des de la confluencia de ese río con dad a la que arribó en agosto de el Paraguay. ese año. 26 Luego de emprender una cam­ paña represiva contra los indíge­ nas, Vera y Aragón decidió fun­ dar una ciudad a orillas del Pa­ raná. Ayudado por Hernandarias — quien reclutó un contingente, en su mayoría criollos— se trasladó hasta la orilla izquierda del Para­ ná (cerca de la confluencia con el río Paraguay) y a llí fundó la ciu­ dad de San Juan de Vera de las Siete Corrientes (3 de abril de 1588). Después de erigida la nueva ciu­ dad — el acto de más trascenden­ cia de su mandato— Vera y A ra ­ gón embarcó para Santa Fe, luego pasó a Buenos Aires y más tarde se trasladó a España. A llí, luego de un largo proceso 1 renunció a su cargo. H ERN AN DARIAS DE Nació en Asunción2, hijo del capi­ tán M artín Suárez de Toledo y de María de Sanabria. En aquella época no era obligatorio utilizar el apellido del progenitor y el niño fue llamado como su abuelo paterno, quien había ocupado el importante cargo de correo mayor en Sevilla. SA A V ED RA Fue el prim er gobernador crio­ llo de las provincias del Paraguay y Río de la Plata. De noble estir­ pe, este destacado “ hijo de la tie­ rra” se distinguió por sus dotes de gobernante y, como bien ha dicho el historiador Raúl A. M olina, fue la manifestación más pura de la estirpe criolla, el sujeto de mayor envergadura entre los hombres de su edad” . En febrero de 1590, el Cabildo de Asunción designó a H ernan­ darias teniente de gobernador, de­ bido al prestigio de que ya gozaba en esa ciudad. El gran criollo rea­ lizó una labor constructiva,' pues mejoró las costumbres, dio ocupa­ ción a los vagabundos, levantó templos y pacificó a los indígenas; gobernó en forma interina o como teniente del gobernador titular hasta 1597. . k a Audiencia de Charcas lo había acusado de “ nepotismo” , es decir, de ubicar a sus pa*lentes en los cargos oficiales. ma ?S historiadores divergen en cuanto a la fecha del nacimiento de Hernandarias. L a ai_yoria fija en el año 1564, pero otros afirman que nació en 1560, tomando como base gunas cartas que el citado gobernador envió al monarca. 27 Los tres gobiernos titulares En virtud de la real cédula de 1537, el Cabildo de la Asunción designó gobernador a Hernandarias — enero de 1598— con el apo­ yo y aplauso de todos los habitan­ tes. Solucionó con acierto las eno­ josas diferencias entre los vecinos debidas a los injustos repartos de tierras y creó un establecimiento educativo. Dejó el poder al año siguiente, cuando arribó al Plata un nuevo g o b e r n a d o r p e r o , muerto éste, Hernandarias volvió a ocupar el mando en 1602. Concedió a los habitantes de Buenos Aires fran­ quicias comerciales, promulgó unas importantes Ordenanzas en defen­ sa de los indios y exploró hasta las proximidades del Río Negro en busca de la legendaria “ ciudad de los Césares” . Hasta el término de su mandato legal en 1609, mejoró las rentas públicas, fomentó las tareas agrí­ colas, ordenó construir templos y molinos de viento; además, esta­ bleció una fábrica de tejas. En mayo de 1615, Hernandarias se hizo cargo por última vez de la gobernación del Río de la Plata y del Paraguay. En este período, reprimió el contrabando y favore­ ció el establecimiento de las m i­ siones jesuíticas en la región mesopotámica y en el norte del terri­ torio. El gran criollo gobernó hasta octubre de 1618, en que cesó en sus funciones por disposición real, a causa de la división del territorio bajo su mandato. Hernandarias falleció en Santa Fe, en 1634. El se llo de a rm a s d e H e r n a n d a r ia s , según una r e c o n s t r u c c ió n d e l doctor Raúl A . M o lin a. DIVISIÓN DEL TERRITORIO: LAS DOS G O B ERN A C IO N ES En diciembre de 1617, el rey Felipe I I I dividió el extenso terri­ torio de las provincias del Río de la Plata, en dos gobernaciones: del Paraguay (o Guayrá) y del R ío de la Plata. En esta forma com­ placía las solicitudes que desde tiempo atrás enviaban a la Corte destacados funcionarios de la pro­ vincia. Dos son los motivos que provocaron esta importante medida: a) La gran extensión territorial de la única gobernación dificultaba los trámites administrativos y descuidaba las poblaciones del norte — amenazadas por los portugueses y las sublevaciones indígenas— y del sur, sujetas a los ataques de los piratas. b) El rápido incremento de Buenos Aires, favorecida por su situación geo­ 1 E l rey Felipe I I designó gobernador a Rodrigo de Valdés y de la Banda, que ejerció su cargo hasta el año 1600; fue reemplazado por Francés de Beaumont y Navarra, a quien le sucedió Hernandarias. 28 gráfica, y la decadencia de la Asunción, que aiilada del intercambio comercial y de las corrientes de inmigración sen­ tía los esfuerzos de tantas expediciones pobladoras. La gobernación del Río de la Plata tuvo por capital a Buenos Aires y comprendía las ciudades de Santa Fe, Corrientes y Concep­ ción del Bermejo; la región pata­ gónica, el Chaco y la Banda Orien­ tal. La gobernación del Paraguay también abarcó parte del actual Brasil y su capital fue la Asunción. La gobernación del Río de la Plata La gobernación del Río de la Plata subsistió por espacio de cien­ to cincuenta y ocho años, desde 1618 en que ocupó el cargo su pri­ mer titular D iego de Góngora, hasta el año 1777 en que concluyó su mandato el último, V értiz y Salcedo. En el transcurso del gobierno de Góngora, el pontífice Paulo V creó — año 1620— el obispado de Buenos Aires y designó en el nue­ vo cargo a fray Pedro de Carranza. Durante varios años, el rígido monopolio comercial provocó una angustiosa situación económica, aliviada en parte por la práctica de un activo contrabando. En tiem­ pos del gobernador Pedro Baigorri (1653-60) la amenaza de los pi­ ratas y corsarios hizo v iv ir mo­ mentos de angustia a los habitan­ tes de Buenos Aires 1. En el año 1680 se inició un lar­ go conflicto con Portugal debido a En 1658, tres navios franceses, a las órdenes de T im o le ó n de O sm at bloquearon el Puerto de Buenos Aires por espacio de ocho meses. Finalmente, las embarcaciones debieron dejarse después de un combate naval —el primero en el R ío de la Plata— en el que participó una nave española y algunas holandesas. 29 la Colonia del Sacramento, funda­ da por los lusitanos en la costa oriental del Río de la Plata. El gobernador Pedro de Cevallos (1756-66) sitió y logró la rendi­ ción de la citada plaza. Le sucedió Francisco de Paula Bucarelli (1766-70), quien cumplió con la orden de expulsar a los sacerdotes jesuitas. Juan José de V értiz y Salcedo (1770-77). Americano de origen — había nacido en M éxico— , fue el más destacado de todos los gober­ nadores del Río de la Plata. Fundó escuelas de primeras letras, esta­ bleció el teatro de la Ranchería y creó el hospital de mujeres; mejo­ ró el aspecto edilicio de la ciudad y tomó otras progresistas medidas que anticiparon su posterior labor como virrey. EL TUCUMÁN Situación geográfica La vasta región ubicada al nor­ oeste de nuestro actual territorio era conocida en la época de la conquista con el nombre genérico de Tucumán. N o se sabe con certeza el origen del vocablo Tucumán. El padre Lozano afirma que deriva “ de un poderoso ca­ cique llamado Tucma” ; el padre M on ­ tesinos dice que el término ya se usaba antes de la llegada de los españoles. La mayoría de los estudiosos coincide en que la palabra Tucumán deriva de una lengua indígena y que dicha región sufrió durante muchos años la domina­ ción incaica. El territorio mencionado estaba situado entre Chile y el Río de la Plata, y debido a las escasas referencias geográficas de la época, no pueden precisarse con exactitud 30 los límites de su jurisdicción. Para facilitar el estudio, puede decirse que el Tucumán comprendía nues­ tras actuales provincias de Jujuy, Salta, Tucumán, Catamarca, La Rioja, Santiago del Estero y Cór­ doba. Está plenamente comprobada la uni­ dad, o mejor dicho, la vinculación de las tres corrientes pobladoras de nues­ tro territorio. Existiendo en América hispana una sola organización política, social y económica, debe admitirse que la obra civilizadora no derivó de un simple capricho, sino que se llevó a cabo de acuerdo con un plan precon­ cebido. A pesar de los numerosos problemas de jurisdicción que provocó el contacto de las tres corrientes pobladoras, es in­ dudable que las fundaciones del siglo xvi — que subsisten en su casi totali­ dad— fueron la resultante de premedi­ tados acuerdos. La corriente pobladora del norte — afirma el historiador Levillier— fue el “ fruto de maduradas ideologías, pues­ tas en práctica por razones económicas, estratégicas y políticas” . De acuerdo con las constancias documentales, el primero en pe­ netrar en la región del Tucumán fue Francisco César, quien, comi­ sionado por Gaboto, salió de Sanc­ ti Spiritus en 1528 y se internó por la actinal provincia de Córdoba. La primera expedición que ba­ jó del Perú estaba a las órdenes de D iego de A lm a gro, quien par­ tió en 1536. Penetró por la que­ brada de Humahuaca y luego de recerrer los valles calchaquíes cru­ zó la cordillera y se dirigió a Chile. La "gran entrada" de Diego de Rojas A fines de 1542, el gobernador del Perú, Vaca de Castro, autorizó al capitán D iego de Rojas para descubrir “ una provincia situada entre Chile y el Río de la Plata” , en la región donde se ubicaba a la legendaria “ ciudad de los Cé­ sares” . Rojas se asoció con Felipe G utié­ rrez y Nicolás de Heredia, quienes en este orden debían sucederle en el mando, en caso de desaparecer alguno. Después de equipar unos 200 hombres e indios auxiliares, los expedicionarios, divididos en tres grupos, salieron del Cuzco en mayo de 1543, rumbo a Charcas, donde completaron süs pertrechos. El primero en partir fue Diego de Rojas, quien penetró por la re­ gión de la Puna, cruzó las sierras del Aconquija y en medio de la tenaz resistencia de los indígenas llegó hasta Salavina (Santiago del Estero), donde se le incorporó Gu­ tiérrez. Rojas salió con sus hombres a explorar los alrededores, pero en un encuentro con los indios fue herido de un flechazo en una pier­ na y murió poco después (enero de 1544). Los españoles ignoraban que la fle­ cha tenía ponzoña y acusaron a Gutié­ rrez de querer envenenar a Rojas, por lo que el último — antes de morir— designó jefe de la expedición a Fran­ cisco de Mendoza, contrariando lo dis­ puesto por los socios antes de partir. Cuando Francisco de M e n d o za 1 asumió el mando, apresó a Gutié­ rrez y lo envió al Perú, acusado de instigar un motín. Los expedicionarios prosiguieron la marcha rumbo al sudoeste, y en el mes de mayo fueron alcan­ zados por Heredia. Unidas todas las fuerzas, prosiguieron hasta el valle de Cálamuchita (Córdoba), donde erigieron el fuerte de M a l­ aventura. A llí quedó Heredia, mientras Mendoza — a través de los ríos Tercero y Carcarañá— lle ­ gó hasta la T orre de Gaboto (Sanc­ ti Spiritus). Por cartas dejadas por Irala, enteróse de la existencia de la Asunción, pero optó por regre­ sar a Malaventura, que había sido atacada por los indígenas. Poco después se produjo un in ­ cidente 2 atizado por Heredia, en 1 Es sólo un homónimo del lugarteniente de Irala. 2 Mendoza quería dirigirse a la Asunción, y H ere jía regresar al Perú. Resulta evidente ^ue el primero no deseaba llegar al punto de partida, por cuanto era considerado un Usurpador del mando. 31 cuyo transcurso Francisco de M en­ doza fue asesinado. Los expedicio­ narios quedaron al mando de Heredia, quien emprendió el regreso y arribó al Perú, en setiembre de 1546, al frente de sus diezmadas fuerzas. A esta arriesgada expedición se la conoce con el nombre de “ la gran entrada” . riormente y debido a la hostilidad de los indígenas, trasladó la ciu­ dad hacia el sur y erigió una ter­ cera Barco (junio de 1552), próxi­ ma a la actual Santiago del Es­ tero. Fundación de Santiago del Estero JUAN NÚÑEZ DE PRADO Fundación de la ciudad del Barco Pedro de la Gasea, el goberna­ dor del Perú, autorizó a Juan N ú ­ ñez de Prado a poblar y evange­ liza r una región “ que se llam a en lengua de indios Tucumán” . Después de equipar unos 70 hombres, Núñez de Prado salió de Cuzco a fines de 1549 y probable­ mente siguió la ruta de Diego de Rojas, pues fue acompañado por algunos de los hombres que ha­ bían participado en esa expedición anterior. Prado penetró en la actual pro­ vincia de Tucumán y en setiembre de 1550 fundó la ciudad del Bar­ co 1 cerca de la actual Monteros. En noviembre de ese año, se en­ contró con Francisco de V illagra, quien al frente de otra expedición y procedente del Perú, llevaba a Chile socorros para Valdivia. La gobernación de Chile, otorgada al conquistador Pedro de Valdivia, se ex­ tendía desde Copiapó (27° de latitud sur) hasta los 41° de latitud sur y en un ancho impreciso de unas cien le­ guas. Por tal causa, podía argumentarse que dentro de los límites de esa juris­ dicción entraba buena parte del Tu­ cumán. Además, Valdivia deseaba ampliar su dominación más hacia el este, es decir,, hasta el Atlántico. V illagra intimó a Núñez de Prado para que se sometiera a la autoridad de Valdivia, pues sos­ tenía que la nueva ciudad y toda esa región pertenecían a Chile. Así lo aceptó Núñez de Prado e hizo renuncia de sus derechos. Sin embargo, cuando V illa gra se alejó rumbo a su destino, Núñez de Prado decidió trasladar la ciu­ dad al noroeste. Luego de recorrer los valles vecinos fundó una nueva Barco (en la actual provincia de Salta, cerca de San Carlos). Poste- ? L a ciudad recibió ese nombre porque Núñez de Prado quiso congraciarse con de la Gasea, quien había nacido en Barco de Ávila. Durante muchos años se discutió la ubicación de la ciudad del Barco. L a opinión más aceptada - d e l historiador Jaimes F r e ir e - la sitúa en el mismo lugar donde años después se fundo Cañete y posteriormente la primera San M iguel de Tucumán. 32 V aldivia — el gobernador de Chile— aprobó la conducta de V i­ llagra y decidió tomar posesión del territorio del Tucumán. En octu­ bre de 1551 designó a Francisco de A g u irre teniente de gobernador para dicho territorio, con amplias facultades. A l frente de unos 70 hombres, Aguirre cruzó la cordillera y se dirigió a la ciudad del Barco, don­ de impuso su autoridad y apresó a Núñez de Prado, quien fue en­ viado a Chile. Nó satisfecho con el lugar en que se había erigido la población, en busca de terrenos más altos la trasladó media legua al norte — cerca del río Dulce— y en junio de 1553 fundó Santiago del Es­ tero, la más antigua ciudad del interior. Juan Pérez de Zorita E l nuevo virrey del Perú, mar­ qués de Cañete, designó a su hijo don García Hurtado de Mendoza gobernador de Chile. Llegado a destino, envió al Tucumán a Juan Pérez de Zorita, con el título de teniente de gobernador, para que estableciera varias poblaciones, des­ tinadas a favorecer las comunica­ ciones y también para proteger a Santiago del Estero de los ataques de los indios. Zorita fundó en la región cata- marqueña habitada por los diaguitas la ciudad de Londres (1558) *. A l año siguiente erigió Qórdoba del Calchaquí (sobre Barco I I ) y en agosto de 1560 la ciudad de Cañete (en las ruinas de Barco I ) . Estas tres poblaciones — de efímera existencia— respondían a la idea fundamental de crear un triángulo defensivo entre ellas y a la vez de protección a Santiago del Estero. 1 Zorita llamó a la provincia “ Nueva In ­ glaterra” y a la ciudad “ Londres” en home­ naje a María Tudor (reina de Inglaterra), casada con Felipe I I de España. Gregorio Castañeda En 1560, Hurtado de Mendoza debió abandonar el gobierno de Chile y fue reemplazado por Francisco de Villagra. Éste — que se encontraba en Lima— obtuvo ante la Audiencia que la pro­ vincia del Tucumán estuviera compren­ dida dentro de los límites de su juris­ dicción. V illa gra envió al Tucumán a su teniente G regorio Castañeda; éste salió de Charcas y llegó a Santiago del Estero a fines de 1561. Como Zorita no quiso reconocer su auto­ ridad, Castañeda lo apresó y lo re­ m itió a Chile. E l nuevo gobernador se extrali­ mitó en su trato con los naturales y hasta agredió al jefe de una tri­ bu, llamado Juan Calchaquí. Es­ tos procedimientos desacertados provocaron un gran alzamiento de indígenas, que destruyeron las ciu­ dades de LondrQf, Córdoba del Cal­ chaquí y Cañete"' Los españoles sólo conservaron la ciudad de Santiago del Estero. El Tucumán separado de Chile E l conde de Nieva, virrey del Perú, solicitó a la M etrópoli la conveniencia de separar el Tucu­ mán de la gobernación de Chile. E l Consejo de Indias elevó sus conclusiones ante F elipe II, quien, el 29 de agosto de 1563, firm ó una real cédula por la cual el Tucu­ mán se consideraba autónomo, pe­ ro én asuntos judiciales depende­ ría de la Audiencia de Charcas y políticamente del virrey del Perú. Fundación de San Miguel del Tucumán Destruida la obra de Pérez de Zorita, el Tucumán había quedado reducido a la sola fundación de 34 Santiago del Estero, ciudad que subsistía gracias a la buena pre­ disposición de los indios juríes. En­ terado del grave problema, el con­ de de N ieva nombró gobernador al anciano Francisco de A guirre. A l frente de un grupo de conquista­ dores, el último marchó al Tucu­ mán y luego de someter a algunas tribus hostiles, decidió reedificar una nueva ciudad sobre las ruinas de Cañete. Con este fin, comisionó a su sobrino D iego de V illa rroel, quien el 31 de mayo de 1565 fun­ dó la ciudad de San M ig u e l del Tucumán. A l año siguiente, A gu irre par­ tió^ al país de los comechingones (Córdoba) dispuesto a fundar una ciudad, pero como se opuso al de­ seo de sus hombres de llegar hasta la fantástica “ ciudad de los Cé­ sares” , fue apresado y remitido a Charcas, acusado — entre otros car­ gos— de hereje. -En el trayecto ha­ cia el mencionado destino, los es­ pañoles fundaron la ciudad de Esteco. Enterada la Audiencia de la destitución de Aguirre, nombró nuevo gobernador a D iego Pache­ co, quien penetró por el valle de Jujuy y a mediados de agosto de 1567 fundó la ciudad de Tálavera de Esteco, en base a la anterior. Le sucedió en el gobierno del Tucu­ mán nuevamente Aguirre, quien, absuelto del proceso, arribó a Santiago del Estero. Dispuso varias medidas con­ tra los indígenas y promovió una serie de incidentes. Apresado y sometido a un nuevo proceso, Aguirre se retiró pa­ ra siempre a Chile. Cabrera. Fundación de Córdoba En setiembre de 1571, el virrey Francisco de Toledo nombró a Jerónim o Luis de Cabrera gober­ M apa del año 1598 en que figura el río Segundo a su paso por Córdoba. En este documento tan antiguo se ad ­ vierte la distribución de tierras e in­ dígenas. (Archivo de los Tribunales. Córdoba.) Dice Cabrera en uno de sus escritos: “ . . .para que se comuniquen los reinos del Perú y Chile, con las provincias del Río de la Plata y reinos de España” . Uno de sus primeros actos fue en­ viar una expedición destinada a paci­ ficar la región habitada por los indios comechingones; a su regreso, sus in­ tegrantes informaron que esa zona era apta para erigir una población. nador del Tucumán. En las ins­ trucciones le ordenaba pacificar el territorio y fundar un pueblo en Salta, para que sirviera de defensa y facilitara las comunicaciones en­ tre las ciudades del norte y del sur. A l frente de unos 120 hombres, Cabrera llegó a Santiago del Es­ tero en julio de 1572. Sin tener en cuenta las instruc­ ciones del virrey, Cabrera coinci­ dió con Francisco de Agu irre en extender la conquista hacia el sur y buscar una salida a España por el río de la Plata. Cabrera partió al frente de unos cien vecinos y el 6 de julio de 1573, a orillas del río Primero, fundó la ciudad de Córdoba1, eñ la provincia que llam ó Nueva A n ­ dalucía. Luego marchó con un grupo de hombres hacia el este, en dirección al río Paraná, y en un lugar pró­ ximo a la Torre de Gaboto fundó el puerto de San Luis, el que sub­ sistió m uy poco tiempo. En las cer­ canías se produjo el encuentro con Juan de Garay, como ya hemos visto. Desde allí Cabrera regresó a Córdoba. Gonzalo de Abreu El rey Felipe I I designó nuevo gobernador del Tucumán a G on­ zalo de Abreu, quien llegó a Cór­ doba en 1574. Como primera m e­ dida apresó a Cabrera y, luego de un juicio breve y arbitrario, lo en­ vió a Santiago del Estero, donde lo hizo ejecutar. Para congraciarse con el virrey Toledo, Abreu trató de fundar una población en el valle de Salta; por 1 E l historiador monseñor Cabrera afirma que el 11 de julio de 1577, Suarez de F igueroa trasladó la ciudad a su ubicación actual, a un cuarto de legua de distancia. Un tes­ tigo de la época dice que Cabrera “ fundó un fuerte media legua poco más o menos, de donde ahora está poblada esta ciudad de Córdoba” . 35 tres veces consecutivas pretendió erigir la ciudad de San Clemente, pero la agresividad de los aboríge­ nes le obligó a desistir de sus pro­ pósitos. Hernando de Lerma. Fundación de Salta En junio de 1580 llegó a San­ tiago del Estero el licenciado H er­ nando de Lerm a, designado por el monarca nuevo gobernador del Tucumán en reemplazo de Abreu, quien finalizaba ese año su man­ dato. Lerma fue un individuo cínico, artero y perverso, que no vaciló en cometer toda clase de atropellos. Ordenó el inmediato proceso de Abreu, quien detenido y engrillado murió después de diez meses de prisión, en los que fue torturado sin piedad. El hecho más destacado de su gobierno — en su mayor parte azo­ tado por desórdenes y crímenes-— fue m aterializar la vieja aspiración del virrey Toledo de erigir una ciudad en el yalle calchaquí o en el de Salta. Con este fin partió de Santiago del Estero a comienzos de 1582 y el 16 de abril de ese año fundó la ciudad de Lerm a, en el valle de Salta 1. Enterada la Audiencia de Char­ cas de la situación imperante en el Tucumán, envió un juez pesqui­ sidor, quien llegó a Santiago del Estero, en 1584 y apresó a Lerma. Fundación de La Rioja y Jujuy A mediados de julio de 1586, arribó a Santiago del Estero el nuevo gobernador Juan Ramírez de Velazco, designado por el rey. Desde el comienzo de sus funcio­ nes se destacó por su labor cons­ tructiva y puede afirmarse que elevó material y espiritualmente al Tucumán. 1 ^ nombre de Lerma, odiado por la mayoría de los pobladores, no se perpetuó. En 1588 por decisión~der nuevo gobierno y del Cabildo la ciudad se llamó Salta. Personaje prestigioso en la Corte, “ en sus venas latía la nobilísima san­ gre de los reyes de Navarra” . A l frente del gobierno, Velazco com­ prendió que era necesario mejorar la administración y la economía, dignifi­ car y pacificar la sociedad, evangelizar a los indígenas y limitar las atribucio­ nes de los encomenderos. Dedicó todos sus esfuerzos al cumplimiento de estos propósitos. Reorganizada la go b ern a ció n , Velazco decidió continuar la cam­ paña pobladora y el 20 de mayo de 1591 fundó la ciudad de Todos los Santos de la Nueva Rioja. A l 37 36 año siguiente, uno de sus capita­ nes erigió la de N ueva M adrid (en la actual provincia de Salta), de efímera existencia 1. Poco después, Velazco otorgó permiso a Francisco de Argañaraz para que levantara una población en tierras jujeñas. E l 19 de abril de 1593, el último fundó la ciu­ dad de San Salvador de Jujuy. Fernando de Z arate Por esas épocas, llegaron al Pe­ rú noticias procedentes de Buenos Aires, según las cuales una pode­ rosa flota pirata se acercaba para atacar el Río de la Plata. Ante el peligro y considerando que esta última región carecía de autorida­ des titulares y estaba gobernada por criollos, el virrey del Perú nombró a Fernando de Zarate go­ bernador del Tucumán y del Río de la Plata. Una vez en Buenos Aires, el nuevo funcionario organizó la de­ fensa e hizo construir el primer fuerte; sin embargo, la amenaza de los piratas desapareció, pues és­ tos desviaron el rumbo. Zárate fue reemplazado por Ram írez de Velazco, quien sólo se hizo cargo del Río de la Plata, por cuanto no tardó en arribar de Es­ paña el nuevo gobernador del T u ­ cumán, M ercado Peñaloza. LA SUBLEVACIÓ N DE LOS IN DÍG EN A S El Tucum án en el siglo XV II A comienzos del siglo x v i i , l a gobernación del Tucumán com1 Hasta esa época las ciudades que Tucumán, Córdoba, Esteco y Salta. 38 prendía una superficie de 700.000 kilómetros cuadrados, h ab itados por unos 2.500 españoles y criollos, quienes se agrupaban en ocho pobrísimas ciudades: Santiago del Estero, Tucumán, Talavera de Es­ teco, Córdoba, Salta, La Rioja, M a ­ drid de las Juntas (reemplazó a Nueva M adrid) y Jujuy. Con respecto a los indígenas so­ metidos, los datos son imprecisos, aunque puede calcularse en algo más de 24.000 aborígenes. En el año 1630 se inició en el Tucumán la llamada “ guerra de los calchaquíes” , cruenta lucha en­ tre indios y españoles, que se pro­ longó con intermitencias hasta 1666. E l conflicto puede dividirse en tres períodos: a) Primera guerra (1630-36). Bajo el gobierno de Felipe de A l­ bornoz, los naturales atacaron con saña varias ciudades y las autoridades de­ bieron recurrir a auxilios 'del virrey del Perú, quien envió una expedición. Con esta ayuda, pudo ser conjurado el peligro. b) Segunda guerra (1657-59).' A mediados de 1656, llegó al Tucuman el aventurero andaluz Pedro Bohórquez, que dijo descender de los in­ cas y luego se hizo reverenciar por los indígenas en el valle calchaquí como “ Inca Huallpa” . El aventurero se entrevistó con las autoridades españolas y' manifestó que conocía el lugar donde se hallaban te­ soros ocultos. La noticia provocó gran conmoción entre los conquistadores, pero enterado el virrey del Perú or­ denó la prisión de Bohórquez. Como réplica, el embaucador acaudi­ lló un nuevo levantamiento de indíge­ nas, quienes atacaron las poblaciones íar, erar» las siguientes: Santiago del Estero, je blancos. Esta segunda guerra con­ cluyó con la detención del aventurero, quían, conducido a Lima, fue sometido a proceso y ajusticiado. c) Tercera guerra (1665-66). Aunque con menor intensidad, los pueblos belicosos que habitaban la re­ gión calchaquí continuaron hostilizan­ do a los españoles. Cuando el goberna­ dor Mercado y Villacorta se hizo cargo por segunda vez de la gobernación del Tucumán, emprendió una victoriosa campaña y pudo dominar a los suble­ vados. Últimas fundaciones En marzo de 1681, ocupó la go­ bernación del Tucumán don F er­ nando de M endoza M a te de Luna, quien fundó la ciudad de San Fer­ nando de Catamarca, en la mar­ gen derecha del río del V a lle (5 de julio de 1683). A pesar del sitio elegido por Mate de Luna, los pobladores permanecieron por varios años sobre la margen iz­ quierda del río, región que ya habi­ taban con anterioridad. En octubre de 1693 — según el his­ toriador Larrouy— se trasladaron a la margen derecha, donde se edificó la definitiva ciudad de Catamarca. Por su parte, los vecinos de San M iguel del Tucum án solicitaron el traslado de la ciudad, perjudi­ cada por las inundaciones del río de la Quebrada y las fiebres ma­ lignas de los bañados próximos. El rey firm ó la correspondiente autorización y Fernando de M en ­ doza M ate de Lim a trasladó la ciudad a su ubicación actual. CORRIENTE p o b l a d o r a d e l OESTE. EL CU Y O Como vimos, en el año 1548 el Pacificador de la Gasea otorgó al conquistador Pedro de V aldivia la gobernación de Chile, que se ex­ tendía desde Copiapó (27° de lati­ tud sur) hasta los 41° de latitud sur y en un ancho impreciso de unas cien leguas (aproximada­ mente hasta el meridiano 65, por el este). Cuando se creó la gober­ nación del Tucumán quedó elim i­ nada de esa jurisdicción toda la zona norte — habitada por los diaguitas— conservando sin embargo la conocida con el nombre de Cu­ yo. Esta última región comprendía las actuales provincias de San Juan, San Luis, Mendoza y Neuquén; también, buena parte de La Pampa y Río Negro. Por muchos años, las provincias de Cuyo permanecieron aisladas administrativamente del resto del territorio que hoy es nuestra pa­ tria — pues dependían de Chile—y sólo en 1776 fueron incorpora­ das al virreinato del Río de la Plata. Fundaciones de M endoza, San Ju an y San Luis E l descubridor de Cuyo fue el capitán Francisco de V illa g ra , quien partió del Perú con refuer­ zos para Valdivia, y en 1551 cruzó las actuales provincias de San Juan y Mendoza, para luego diri­ girse a Chile. A l año siguiente, Francisco de A g u irre salió de Chile en direc­ ción al Tucumán y también pasó por Cuyo. Tiem po después, el gobernador de Chile, García Hurtado de M en ­ doza, dispuso iniciar la conquista efectiva y envió al capitán Pedro del Castillo, quien al frente de una expedición cruzó los Andes y fundó el 2 de marzo de 1561 la ciudad 39 El capitán español Pedro del Castillo, fundador de la ciudad de M endoza. (Óleo de P. Iriarte.) norte de la anterior— fundó San Juan de la Frontera (13 de junio de 1562). Cuando gobernaba Chile don M artín García Oñez de Loyola, el capitán Luis Jofré de Loaiza fundó la ciudad de San Luis de la Punta (octubre de 1594), que recién co­ menzó a poblarse dos años más tarde. Luego de dos traslados, se erigió en el lugar que actualmente ocupa. que llamó Mendoza, en homenaje al gobernador de Chile. Villagra, el nuevo gobernador, envió un contingente a las órdenes de Juan Jofré; éste trasladó la ciudad a media legua de distancia, en tierras más altas, y luego — al LA PATAGONIA Los primeros exploradores La expedición de Hernando de Magallanes fue la primera que arribó a la Patagonia — año 1520— y llam ó así a esa región austral de nuestro territorio. En 1526 recorrió esas costas García Jofré de Loaysa, cuya expe­ dición fracasó debido a las gran­ des tormentas, aunque uno de sus navios llegó hasta los 55° de lati­ tud sur, es decir, al término del continente. En setiembre de 1534, el marino Sim ón de Alcazaba partió de la península al frente de dos naves. Ancló en el litoral patagónico y exploró el río Chubut, pero en el transcurso de un motín pereció asesinado. En setiembre de 1554, el rey dis­ puso que la Patagonia pasara a depender de la gobernación de Chile. Tres años más tarde, el ma­ rino Juan L a d rillero zarpó del puerto de V aldivia y luego de ex­ plorar los archipiélagos del sur cruzó completamente el estrecho de Magallanes. Pedro Sarmiento de Gamboa Por esas épocas, los corsarios in ­ gleses comenzaron a atacar las posesiones españolas en América, entorpeciendo el tráfico marítimo entre éstas y la Metrópoli. Sarmiento de Gamboa conven­ ció al rey Felipe I I sobre la nece­ sidad de poblar y fortificar la re­ gión del estrecho. E l monarca ac­ cedió y el citado marino, al frente de una flotilla, se hizo a la vela desde el puerto de Sanlúcar. En febrero de 1584, las naves penetraron en el estrecho de M a ­ gallanes y luego de varias expío- Réplica de la nave insignia de la ex­ pedición Schouten y Le M aire. (Museo N aval. Tigre.) raciones Sarmiento de Gamboa fundó — a media legua del cabo de las Vírgenes— la población que llamó N om bre de Jesús. Algunas naves regresaron a la península y a pesar del inconve­ niente el intrépido marino se hizo a la vela con una sola embarcación y no m uy distante fundó otro po­ blado, al que puso el nombre de Real Felipe. Sarmiento de Gamboa regresó a Es­ paña, pero fue capturado por los pira­ tas, mientras unos cuatrocientos colonos quedaron abandonados a su suerte en aquellas lejanas latitudes. A fines de 1586, el corsario inglés Tomás Cavendish arribó a la zona del estrecho y sólo recogió a un sobrevi­ viente, abandonando cruelmente a los demás. Llamó al lugar Puerto del Hambre. En enero de 1616 llegó a las re­ giones fueguinas una flota holan­ desa a las órdenes de Schouten y L e M a ire, quienes descubrieron un nuevo paso para llegar al Pa­ cífico, que fue bautizado con el nombre del segundo. La isla que bordeaba el estrecho por el este fue llamada “ de los Estados” (de Holanda). Las naves prosiguieron la nave­ gación hacia el sur y entonces los marinos divisaron un gran pro­ montorio rocoso, al que denomina­ ron Cabo de H oorn (en recuerdo a la ciudad natal de Le M a ir e ); este vocablo se fue modificando hasta transformarse en Cabo de Hornos. — C U E S T I O N A R I O ----------------------------------------------------1. ¿Quiénes acompañaron a G a ra y en la fundación de Santa Fe? 2. ¿Q ué dispuso O rtiz de Zárate por testamento? 3. ¿En cuántos grupos se dividió la expedición de G a ra y hacia el Plata? 4. ¿Dónde fundó la ciudad de Buenos Aires? 5. ¿Q ué otras expediciones efectuó G a ra y antes de su muerte? 6. ¿Quién fundó Concepción del Bermejo? 7. ¿Y la ciudad de Corrientes? 8. ¿Q ué labor cumplió Hernandarias en sus tres gobiernos titulares? 9. ¿Por qué fue divi­ dido en dos gobernaciones el territorio del Río de la Plata? 10. ¿Qué episodios de importancia ocurrieron en el transcurso de la gobernación del Río de la Plata? 11. ¿Q ué regiones ab a rca b a el Tucumán? 12. ¿Quiénes encabezaron la expedición de Diego de Rojas? 13. ¿Qué itinerario siguieron? 14. ¿Quién fundó la primera ciudad del Barco? 15. ¿Cuál fue el origen de la ciudad de Santiago del Estero? 16. ¿Quiénes destruyeron las ciudades de Córdoba del C alchaquí, Londres y Cañete? 17. ¿Por qué motivo fue fundada la ciudad de Tucumán? 18. ¿Respetó C ab rera las instrucciones del vi­ rrey al fundar Córdoba? 19. ¿Cómo gobernó el fundador de la ciudad de S alta ? 20. ¿Quiénes fundaron La Rioja y Jujuy? 21. ¿En . cuántos períodos puede dividirse la "guerra de los calchaquíes"? 22. ¿Q ué provincias actuales comprendía la región de Cuyo? 23. ¿Quiénes fundaron M endoza, San Juan y San Luis? 24. ¿Cuáles fueron los primeros exploradores de la Patagonia? 25. ¿Q ué po­ blados fundó el marino Sarmiento de G am boa? El régimen político. El rey. El Consejo de Indias. La C asa de Contratación. El régimen local. Los virreyes. Las audiencias. Los cabildos. Los consulados. Acción cultural y religiosa, Las misiones jesuíticas. El monopolio comercial. Am agos e x ­ tranjeros: los portugueses. Los europeos en la Patagonia. Las M alvinas. EL RÉGIMEN POLÍTICO El gobierno de América hispana Luego del descubrimiento se fueron creando los primeros orga­ nismos para el gobierno político y administrativo de las Indias. A n ­ te la vastedad de las nuevas tierras y la difícil comunicación, no sólo con la M etrópoli sino entre las di­ versas poblaciones, la corona tra­ tó en lo posible de evitar que los funcionarios actuaran por propia voluntad. Por este motivo, la or­ ganización de los dominios espa­ ñoles en Am érica tuvo caracterís­ ticas particulares: ningún funcio­ nario ni organismo era depositario de todas las atribuciones. Las au­ toridades se complementaban mu­ tuamente y entre ellas existían di­ versos grados de dependencia, con­ trol y equilibrio. D el carácter absoluto de la mo­ narquía española en aquella épo­ ca se deriva la máxima funda­ mental que dirigió durante muchos años la política en América: “ Las Indias occidentales estaban sujetas directamente al rey por formar parte integrante de sus dominios hereditarios.” Los territorios del Nuevo Mundo eran reinos, ^ pro­ vincias , señoríos — no colonias , unidos exclusivamente al monarca y no a la Nación española. América hispana estaba gober43 42 Un monje obsequia un libro a los Re­ yes Católicos, según un grabado en madera del año 1502. brar y remover los funcionarios y tomar las medidas que creyera con­ venientes para mejorar la admi­ nistración de sus posesiones. En el aspecto religioso — por ex­ presa concesión pontificia— podía nombrar las autoridades eclesiás­ ticas y crear obispados y arzobis­ pados. EL CONSEJO DE INDIAS nada por autoridades m etropolita­ nas y residentes. Las primeras — establecidas en España— fue­ ron: el Rey, el Consejo de Indias y la Casa de Contratación. Las autoridades residentes te­ nían su sede en Am érica y eran las siguientes: adelantados, gober­ nadores, virreyes, capitanes gene­ rales, audiencias, consulados y ca­ bildos. EL REY Era la suprema e inapelable au­ toridad de las Indias y el superior político de todos sus dominios. El monarca estaba facultado para crear organismos de gobierno, dic­ tar leyes, anular sentencias, nom44 Después del descubrimiento de América, los Reyes Católicos desig­ naron al arcediano Juan Rodríguez de Fonseca — quien pertenecía al Consejo de Castilla— para que se hiciera cargo de las cuestiones re­ lativas a las nuevas tierras. En 1518, el emperador Carlos V designó a Fonseca presidente de la Junta de Indias — integrada por varios miembros— , que al año si­ guiente comenzó a figurar en los documentos oficiales con el título de Consejo de Indias. Este orga­ nismo _carecía en realidad de au­ tonomía, pues formaba parte del Consejo Real de Castilla. Así funcionó durante varios años hasta que, debido a la muerte de Fonseca y para emancipar los asun­ tos de Indias del Consejo de Cas­ tilla, el emperador Carlos V creó, el 1 de agosto de 1524, el Consejo Real y Supremo de las Indias, de­ signando presidente a García de Loaysa. E l Consejo fue la institución de mayor autoridad creada en la pe­ nínsula para el gobierno de las Indias y -sus integrantes debían ser hombres de buenas costumbres, “ nobleza y lim pieza de linaje, te­ merosos de Dios y escogidos en le­ tras y prudencia” . E l organismo entendía en los más variados asuntos. Resumiendo los podemos agrupar de la siguien­ te manera: a) Legislativos. F o rm u la b a y despachaba las leyes y resolucio­ nes. Aprobaba o rechazaba los pleitos y diversas cuestiones que le llegaban de América. Desde el punto de vista eclesiás­ tico, intervenía en el pase de las bulas papales — antes de promul­ garlas en Indias— y proponía ante el rey los candidatos para llenar los cargos, tanto eclesiásticos co­ mo civiles. t>) Judiciales. Resolvía las cau­ sas fiscales que se presentaban a la Aduana de Sevilla y la apela­ ción de los pleitos procedentes de las audiencias americanas y tam­ bién los elevados a la Casa de Contratación. Dictaminaba en los juicios, de residencia y las visitas 1. c) Adm inistrativos Se ocupaba de la organización de las flotas y expediciones al Nuevo Mundo; v i­ gilaba los intereses de la Real H a­ cienda y cobraba un tanto por ciento sobre las mercaderías que se exportaban. Posteriormente la Casa de Contratación de Sevilla se encargó de estas últimas funciones. d) M ilitares. La defensa de las posesiones en América, la seguri­ dad en la navegación, los delitos cometidos en el mar y las senten­ cias relativas a militares, corres­ pondían a un organismo del Con­ sejo, llamado Junta de Guerra. 1 Se estudian más adelante. 45 a) Con régim en autónomo En sus comienzos, la Casa de Contratación tuvo carácter exclu­ sivamente comercial, con funcio­ nes propias de una aduana, pues debía controlar todos los produc­ tos que llegaban de América. A partir del año 1508, la corona — para impulsar los conocimientos geográficos y científicos— creó en la Casa el cargo de p iloto mayor del reino, nombrando para desem­ peñar esa función al navegante A m érico Vespucio, a quien luego sucedió Juan D íaz de Solís. b) Dependiente del Consejo de Indias El g r a b a d o d e la é p o c a nos m uestra u n a c a r a ­ b e la d e la s q u e u sa b a n los co n q u ista d o re s es­ p a ñ o le s en sus v ia je s h a c ia A m é rica . LA C A S A DE CO N TR A TA CIÓ N A mediados de 1502, el tesorero Francisco Pinelo, quien junto con el arcediano Fonseca se ocupaba de los asuntos del Nuevo Mundo, presentó a los reyes un memorial en el que destacaba la necesidad de crear una casa donde podrían depositarse las mercaderías que llegaran o debieran embarcarse para las Indias. Este establecimien­ to estaría a cargo de un factor, un tesorero y dos contadores. Accediendo a lo solicitado, la corona creó en enero de 1503 la Casa de Contratación — con asien­ to en la ciudad de Sevilla— y nombró factor al propio Pinelo. Para el estudio de este organis­ mo, distinguiremos tres períodos: 46 Luego de la creación del Conse­ jo de Indias, la Casa pasó a de­ pender de ese alto organismo. N u e­ vas ordenanzas reglamentaron las funciones de la Contratación; el número de asesores letrados se aumentó a dos y comenzó a fun­ cionar una cárcel para la más rá­ pida administración de la justicia. Las disposiciones de la corona relativas al tráfico con América eran celosamente vigiladas por los funcionarios de este organismo. c) D ecadencia Numerosas son las causas que influyeron para que a fines del siglo xvi comenzara la decadencia de la Casa de Contratación. El puerto de Sevilla, si bien ofrecía ventajas de seguridad, carecía de aguas profundas, principal motivo que origi­ nó la creación de un nuevo organismo: la Casa de Contratación de La C-oruña. Esto dio origen a una serie de con­ flictos de jurisdicción entre este puerto y Sevilla, que deseaba mantener la supremacía de los viajes al Nuevo Mundo. Durante el gobierno de los re­ Borbones y a causa de la fun­ d ación de la Secretaría de Marina, ja Casa de Contratación fue tras­ lad ad a a Cádiz y por último, en 1790, Carlos IV la suprimió, debido a que sus funciones eran cumpli­ das por los Consulados del M ar. yes EL RÉGIM EN LO CAL Los adelan tad os El descubrimiento, conquista y colonización de Am érica hispana se caracterizó por ser una empresa popular, en donde el esfuerzo in ­ dividual o privado sobrepasó la ac­ ción oficial de la corona. Con el objeto de recompensar a los par­ ticulares que arriesgaban su vida y sus haciendas, se concedió al jefe de la expedición el título de adelantado, con carácter vitalicio y a veces hereditario. Fueron -—por orden cronológico— los primeros gobernantes españoles en el Nuevo Mundo. Este título se otorgaba en Castilla a funcionarios con atribuciones de jue­ ces y también a aquellos que, en las guerras de la reconquista española, “ adelantaban las fronteras” y libraban al territorio de los invasores. El adelantado firmaba con el rey (o sus representantes) un con­ trato o capitulación, por el cual se otorgaban al primero ciertos de­ rechos, pero también quedaba suleto a diversas obligaciones. Este funcionario ejercía el go­ bierno político, administrativo y m ilitar del territorio adjudicado en su jurisdicción. Estaba autorizado a fundar poblaciones y fortalezas, a dictar ordenanzas, repartir tie­ rras y dictaminar en asuntos ju­ diciales. Conviene aclarar que los adelan­ tados debían respetar la opinión de los oficiales reales (tesorero, con­ tador, factor y veedor) o represen­ tantes del monarca, quienes gene­ ralmente los acompañaban en sus expediciones. Los gobernadores Sucedieron a los adelantados y sus funciones eran similares, aun­ que no firmaban la capitulación y por esto carecían de los benefi­ cios y ganancias que tal contrato les hubiera otorgado. Eran nom­ brados por el monarca a propuesta del Consejo de Indias; sin embar­ go, algunos virreyes designaron gobernadores, los que estaban su­ jetos a la confirmación del sobe­ rano. La Real Hacienda les fijaba el sueldo y duraban en el cargo un plazo variable, que oscilaba de uno a cinco años. La Legislación de Indias no acla­ ra debidamente las atribuciones de los gobernadores, pero podemos afirm ar que eran bien amplias. Además de las facultades adminis­ trativas, poseían autoridad judi­ cial porque los fallos del Cabildo — siempre que la Audiencia estu­ viera distante— podían apelarse ante el gobernador. Sus atribucio­ nes militares comprendían todo lo relativo al mando de Tas tropas. Cuando el territorio bajo su jurisdic­ ción era muy extenso, estaban autori­ zados para designar tenientes de go­ bernador-, además, para evitar los ex­ cesos que se cometían con los natura­ les, podían nombrar corregidores en los pueblos indígenas. A l crearse los cargos de virrey y ca­ pitán general, los gobernadores pasaron a depender de estos funcionarios. 47 LOS VIRREYES Fueron los representantes direc­ tos del monarca y, por lo tanto, la más alta autoridad en América. Elegidos entre los nobles más des­ tacados de la Corte española, go­ zaban de preeminencias semejan­ tes a los reyes y figuran en los documentos con los títulos de “ ex­ celentísimos” y “ clarísimos” . A l principio el cargo de virrey fue vitalicio, pero luego se fijó su duración en tres años y más tarde en cinco. Las amplias facultades de los v i­ rreyes podemos resumirlas de la siguiente manera: La r e a l c é d u la d e l 2 0 d e ¡unió de 1661 con d isp o sicio n es d e l m o n arca refe ren tes a la in sta la ció n d e la A u ­ d ie n c ia en B uenos A ire s. e) Judiciales. Presidían — sijj voto— las audiencias y podían conmutar penas La labor de los virreyes estuvo fiscalizada por las audiencias y también por los juicios de residen­ cia y las visitas. Durante el trans­ curso de su mandato debían redac­ tar una m em oria para facilitar a su sucesor las tareas de gobierno 2, a ) Políticas. Les debían obedien­ cia todas las autoridades del virrei­ nato, exceptuando los adelantados. b ) Legislativas. Podían dictar bandos, instrucciones, reglamentos y ordenanzas destinados a los fun­ cionarios subordinados y al pueblo. c) Administrativas. Manejaban las rentas reales y como superin­ tendentes de Hacienda vigilaban todos los aspectos del tesoro. Esta­ ban facultados para nombrar a los gobernadores, corregidores, alcal­ des mayores de ciudad y oficiales de Hacienda, aunque luego estos funcionarios debían ser confirma­ dos por el rey. d) Eclesiásticas. Estaban autori­ zados para ejercer el vicepatronato, es decir, podían nombrar religiosos para ocupar las vacantes eclesiás­ ticas menores. LAS A UD IEN CIA S La Audiencia fue el más alto tribunal creado en América para la administración de la justicia. Una de las características de es-, te organismo fue el número varia­ ble de jueces que lo integraban; entre ellos podemos citar: los oi­ dores, el alguacil m ayor, los fisca­ les, los alcaldes de crim en y otros funcionarios de menor jerarquía. Los oidores eran personajes pres­ tigiosos, nombrados directamente por el monarca; usaban una toga talar, considerada ■como insignia del honor. A l igual que a los virre­ yes, les estaba prohibido mantener vinculaciones con personas resi­ dentes en el lugar donde funcio­ naba la Audiencia; no podían ser nativos de la zona ni asistir a ce­ remonias públicas que no fueran propias de su cargo. Los fiscales defendían los plei­ tos oficiales y los asuntos derivados de la Real Hacienda; el alguacil mayor velaba por el cumplimien­ to de las resoluciones de la A u ­ diencia y los alcaldes de crim en — propios de las audiencias virrei­ nales— integraban con el virrey un tribunal que entendía, en ape­ lación, las causas criminales dic­ tadas por los alcaldes. ^unciones quLÓ'L Í n Í r t » Z < a aeÍ e u f ^ ltaS tareas de s o b e r a o -e s c rib e Zorraquín B e c ú - la legislación PUíd ÍPorn e?eHÍCard caso de 48 ^ “ ‘^ ^ « " m p e ñ o ^ d e í u 'e l e v a d ! f u n c T ó n ! ^ ÍUdÍda1, PSra ^ . a) Judiciales. Alto tribunal con jurisdicción civil y crim inal; eran Necesarios dos votos de sus m iem ­ bros reunidos en acuerdo para dic­ tar sentencia en juicios civiles in ­ feriores a doscientos m il marave­ díes, y de tres de ellos para los demás casos. Los asuntos civiles que excedían de los seis m il pesos oro admitían una apelación ante el Consejo de Indias. En materia criminal trataba en primera instancia todas las causas que llegaban de los otros tribunales inferiores de justicia; los fallos se expedían en nombre del propio so­ berano y con el sello real. A partir del año 1550 se creó en las audiencias el juzgado de “ Bienes de Difuntos” a cargo de un oidor, que administraba las ri­ quezas de los fallecidos en Indias o en viaje a ellas, siempre que no tuviesen herederos. b) P olítico-a dm inistra tivas. Si los virreyes se extralimitaban en cualquiera de sus funciones, la Audiencia estaba facultada para llamarlos al orden — sin hacerlo público— , y en caso de reincidir comunicaba por escrito al rey la irregularidad. El juicio de residencia Para examinar la actuación de los altos funcionarios del gobierno, la co­ rona española estableció el juicio de residencia. En America tuvo su origen con la real cédula del año 1499, por la cual los Reyes Católicos designaron al comendador Francisco de Bobadilla “ juez pesquisidor” de Cristóbal Colón. A propuesta del Consejo de Indias o de la Audiencia, el juez residenciador se trasladaba al lugar donde había actuado el funcionario sujeto al juicio 49 y allí recogía todas las pruebas de acu­ sación y defensa. Terminado el proce­ so, enviaba las actuaciones al Consejo de Indias, el que daba el fallo defini­ tivo. Podían ser residenciados: los virre­ yes, gobernadores, alcaldes, corregido­ res, visitadores de indios, tasadores de tributos, algunos miembros del Cabildo, funcionarios de la Real Hacienda y de la Casa de Moneda. Otro procedimiento judicial fue el de la visita, a cargo de un inspector o visitador. El juicio de residencia se efectuaba públicamente al término de la actuación de un funcionario y no lesionaba su prestigio. La visita -—en cambio— era motivada por denuncias graves, se realizaba en cualquier mo­ mento y sus procedimientos eran gene­ ralmente secretos. Las penas aplicadas en ambos proce­ dimientos consistían en multas, inha­ bilitación o destierro. El monarca po­ día eximir del juicio a funcionarios de reconocida capacidad como sucedió con los virreyes Cevallos y Vértiz, en el Río de la Plata. La mayoría de las veces, estos pro­ cedimientos judiciales no tuvieron ver­ dadera eficacia, debido a diversos fac­ tores, entre ellos, la venalidad y el so­ borno de los jueces o el poderío de los juzgados. El quinto virrey del Perú, el marqués de Monte Claros, los ase­ meja “a los torbellinos que suele ha­ ber en plazas y calles, que no sirven sino para levantar el polvo’’. LOS CABILDOS E l cabildo era una corporación municipal que tuvo múltiples fun­ ciones y que correspondía a los viejos ayuntamientos o municipios castellanos de la Edad Media. De acuerdo con lo establecido en las Ordenanzas de Población, el cabildo se creaba al fundarse una ciudad. El conquistador que pre­ sidía la ceremonia — adelantado o gobernador— debía nombrar los primeros cabildantes; éstos cesaban 50 con el último día del año y el 1 de enero ellos mismos designaban a sus sucesores. Para ocupar los cargos concejiles, de carácter honorario y obligatorio, era condición necesaria ser vecino, es de­ cir, estar casado y afincado en el lu gar; se preferían los descendientes de conquistadores, que no tuvieran “ ofi cios viles” como ser “ tiendas de mer caderías” o tabernas. También se les exigía saber leer y escribir, aunque a veces no se tuvo en cuenta este ultime requisito. Constitución El por: cabildo estaba constituido a) E l alcalde mayor. Era el prim er magistrado municipal, que supervisaba todo el movimiento de ese organismo. b) E l alcalde de prim er voto. Desempeñaba la función de juez de primera instancia en lo civil. c) E l alcalde de segunao voto. Con igual jurisdicción que el an­ terior, pero en asuntos de carácter comercial o criminal. d ) Los reeidores Se ocupaban del abasto de la población, de las mejoras públicas y de la adminis­ tración en general. Su número os­ cilaba de cuatro a doce. e) E l alférez real. Llevaba el pendón del rey en todas las cere­ monias públicas y por la jerar­ quía de su función percibía más sueldo que los regidores. f ) E l fiel eiecutor. V igilaba el precio de los articulos, impedía el alza indebida de los mismos y de­ terminaba los lugares de venta. g ) E l síndico procurador. Encar­ gado de hacer valer los derechos de los pobladores de la ciudad ante las autoridades, inclusive ante el rey. h ) E l procurador general. Pro­ ponía reformas de acuerdo con las necesidades públicas. i) E l alguacil mayor. Especie de jefe de policía. Se ocupaba de la vigilancia de las cárceles, deten­ ción de delincuentes, reprimía el juego y castigaba los actos contra las buenas costumbres. Podía per­ manecer armado de capa y espada dentro del recinto del ayunta­ miento. j) E l escribano público. Era el secretario de actas, redactaba los libros de acuerdo y le estaba pro­ hibido divulgar lo tratado en las deliberaciones. k) E l mayordomo. Encargado de las diversas ceremonias públicas. Atribuciones E l cabildo tuvo múltiples atri­ buciones. Entre ellas podemos citar. a) Funciones judiciales. Estaban a cargo — como ya hemos visto— de los alcaldes de primero y se­ gundo voto. b ) Funciones ejecutivas. Proyec­ taba ordenanzas de buen gobierno, fijaba los impuestos, establecía disposiciones edilicias, policiales, de abasto y otorgaba tierras y solares. Las reales cédulas procedentes de la M etrópoli se abrían en el ayuntamiento, en presencia del v i­ rrey o del gobernador y luego se comunicaban por bando al pueblo, si ése era el deseo del soberano. c) Funciones a d m in is tra tiv a s. Se ocupaba de la creación y fun­ cionamiento de escuelas de prim e­ ras letras exceptuando las que es­ taban a cargo de religiosos; ad­ ministraba mercados, hospitales y realizaba obras de bien común. El cabildo obtenía recursos con dos clases de impuestos: 1) los pro­ pios: dinero que recibía con el arriendo o venta de las tierras de su propiedad; 2) los arbitrios: co­ brados a los comerciantes. d) Funciones electorales. Los cabildantes elegían a sus sucesores por medio del voto. C abildo abierto Era convocado en casos de ex­ trema gravedad y concurrían las autoridades civiles, eclesiásticas y militares, junto con la parte más representativa y “ sana de la po­ blación” , como figura en los docu­ mentos de la época. La convocatoria — que contaba con la anuencia del virrey o go­ bernador— obedecía a diversas causas que requerían una solución inmediata: resolver asuntos de guerra, ataques de piratas, impo­ ner castigos a los indios, epide­ mias, pérdidas de cosechas, etcétera. En América debemos distinguir el cabildo abierto tradicional o do la primera época y el revolucio­ nario o con fines estrictamente po líticos, propio de los albores de la emancipación. A mediados del siglo xvi y a causa de las guerras civiles, se con­ vocaron en el Perú los primeros cabildos abiertos revolucionarios; en el Río de la Plata este tipo de asamblea se reunió con motivo de las invasiones inglesas. LOS CO N SU LAD O S Desde la Edad Media, los comer­ ciantes españoles se agrupaban en tribunales mercantiles — conocidos con el nombre de Consulados o Universidades de M e rc a d e re s — con el objeto de defender sus pro­ pios intereses en materia de nave­ gación y comercio. Como sucedió con otras institu­ ciones ya existentes en la penín­ sula, el Consulado fue trasladado a las nuevas tierras con funciones adaptadas al medio en que debía actuar; es así que tuvo carácter de junta económica, pues fomentaba las actividades agrícola-ganaderas, la minería y las industrias. Et e d ific io de[ C o n s u la d o d e Buenos A ire s. A ñ o s d e sp u és -—en el p e río d o d ie n te — a l l í se sio n a ría n los d ip u ta d o s in te g ra n te s de in d e p e n ­ la A s a m b le a d e l a ñ o 1813. R ea l c é d u la p o r la c u a l el m o n arca e sp a ñ o l a u to riz a la re c o p ila c ió n de Leyes de In d ia s d e l a ñ o 16 8 2 . El Consulado estaba formado por un prior o presidente y dos cónsules, acompañados en sus funciones por un contador, un secretario, un tesorero y otros vocales. El monarca nombraba a sus inte­ grantes por dos años, al término de los cuales el presidente y los dos cónsules se renovaban, eligiéndose por sorteo nuevos candidatos de una lista presen­ tada por los comerciantes; no sucedía lo mismo con el contador, el secretario y el tesorero, que eran funcionarios permanentes. En materia judicial, los fallos del Consulado podían apelarse an­ te la Casa de Contratación de Se­ villa, siempre que el monto del pleito excediera los m il pesos fuer­ tes; posteriormente se facultó a la Audiencia para resolver estas cues­ tiones comerciales, la que entonces sesionaba como tribunal, compues­ to por el decano de este cuerpo . y dos colegas. En última instancia, el Consejo de Indias podía dictar sentencia definitiva, en cualquier pleito de carácter comercial. Las Leyes de Indias Las tierras del Nuevo Mundo fueron anexadas a la corona de Castilla y por esto las leyes caste­ llanas y no otras se aplicaron en América al comenzar la conquista y población del territorio. Sin em­ bargo, las diferencias de orden social, político, económico y geo­ gráfico que existían entre las po­ sesiones de ultramar y la M etró­ poli demostraron que esa legis­ lación castellana no se adaptaba —j-en muchos casos— a las exigen­ cias jurídicas de la incipiente so- P o r m andado del R e y nuestro Señor, Don Francisco Fernandez de M adrigal ciedad. Surgió en esta forma e! llamado Derecho indiano, es decir, la fusión del Derecho castellano con la prim itiva legislación indígena. La Legislación de Indias es el conjunto de disposiciones jurídicas destinadas a las nuevas tierras, que suscribieron autoridades metropo53 P o rta d a d e un e v a n g e liz a c ió n en Lim a, en el tra d u c id a a la s A C C IÓ N CULTURAL Y RELIGIOSA El Patronato El ju riscon su lto e sp a ñ o l Ju a n d e S o ló rz a no P e re ira — o id o r de la A u d ie n c ia de Lim a— , u n a d e la s g ra n d e s fig u r a s d e l D erecho in d ia n o . ( G r a b a d o d e la B ib lio ­ teca N a c io n a l de M a d rid .) litanas y residentes, tales como los reyes, virreyes, Consejo de Indias, gobernadores, consulados, audien­ cias, etcétera. Con el transcurso del tiempo se hizo necesario recopilar todo este gran pro­ ceso legislativo, es decir, reunir las leyes de acuerdo con un orden cro­ nológico y agruparlas por identidad de asuntos, a fin de simplificar su cono­ cimiento y facilitar su aplicación. Entre los juristas que se dedicaron a la gran tarea de recopilar y codifi­ car las Leyes de Indias merecen es­ pecial mención Antonio de León Pinelo y Juan de Solórzano Pereira. Final­ mente, en el año 1680, el rey Carlos I I promulgó la famosa Recopilación de Leyes de los Reinos de Indias. 54 E l Patronato era la prerrogativa concedida por el Papa a los mo­ narcas españoles, por la cual los facultaba a nombrar las autorida des eclesiásticas y crear obispados y arzobispados en sus dominios. Las bulas y breves pontificios debían ser examinados por el so­ berano antes de aplicarse en el Nuevo Mundo; no podían erigirse monasterios, iglesias u hospitales sin estar de acuerdo con las orde­ nanzas reales; los religiosos no po­ dían trasladarse a Am érica sin la orden expresa del monarca. En re­ sumen, toda la Iglesia de América hispana dependía — en lo referente a personas y temporalidades— de los reyes, sus patronos. Los primeros sacerdotes que lle ­ garon al Nuevo Mundo fueron los franciscanos y dominicos, llamados “ mendicantes” porque vivían de limosnas y de la caridad pública. Tam bién arribaron recoletos, mercedarios, agustinos y capuchinos. Merecen especial mención los jesuítas, cuya labor fue notable en todos los órdenes en que desarro­ llaron su múltiple actividad. Las au to rid ad es eclesiásticas Respondiendo a un pedido del emperador Carlos V, el Papa Pau­ lo I I I nombró en julio de 1547 obispo del Río de la Plata — con sede en la Asunción— al francis­ cano Juan de Barrios. Diversos in­ convenientes impidieron a este úl­ timo trasladarse a las Indias. Con el objeto de cubrir el cargo vacante, Carlos V nombró en fe­ brero de 1555 •— antes de abdicar— a fray Pedro Fernández de la To- catecism o d e stin a d o a la d e los in d íg e n a s , im preso a ñ o 15 8 4 . La o b ra e sta b a le n g u a s q u ic h u a y a y m a rá . mera vez esa silla episcopal N ic o ­ lás Videla del Pino. Toda la región del Plata depen­ día jurisdiccionalmente del arzo­ bispo de Charcas; la región de Cu­ yo estuvo sujeta — hasta 1806— a las autoridades eclesiásticas de Santiago de Chile, las que a su vez dependían de las de Charcas. La acción cultural mpttf fo c o n ífcc ncia d e í i R e a l A u d ( f n e ¡ a , e n la ¿t ¡11 B jriirUTt ¡mprtjfor cnejltt Rcjnos it l Pira. *A Ñ 0 2?E JM.'D . I X X X U U tAN OS. £¡ ia 44 t i n 7 ^ 4 /f t r u d é fittg o ,rn rre\ el nuevo prelado llegó a la Asunción en abril del año si­ guiente, acompañado por varios re­ ligiosos. La diócesis del Tucum án — con sede en Santiago del Estero— se creó en 1570 y fue su prim er ti­ tular el obispo Francisco de V ito ­ ria; le sucedió Hernando de Trejo y Sanabria, quien se destacó por su obra en defensa y evangeliza­ ro n de los indígenas. La diócesis fue traslada a Córdoba en 1699, porque esa región contaba con ma­ yores posibilidades de prosperidad. En 1620, el pontífice Paulo V erige la diócesis de Buenos Aires y Nombra en el cargo a fray Pedro p rim er obispo d e B u e n o s A ire s, m onse­ deñorCarranza. En 1807 se creó la P ed ro C a r r a n z a . (Ó le o d e! M useo diócesis Histórico de N a cSalta io n a l.) y ocupó por pri- España trasplantó a las Indias las características particulares de su cultura, y por medio de la en­ señanza trató de form ar una socie­ dad esencialmente cristiana. La tradición medieval otorgaba a la Iglesia el principal papel en el esfuerzo educativo, de ahí que la enseñanza de la primera época fuera particularmente misional y el primer acto educativo la catequización del indígena. Las Leyes de Indias contenían pocas disposiciones sobre la crea- indígenas y de tal manera la difusión del castellano se logró por obra de la Iglesia. a | \ LAS M ISIO N ES JESU ITICAS Su org anización Se designan con el nombre de “ misiones jesuíticas” a los estable­ cimientos fundados por esos reli­ giosos con el fin de civilizar y evangelizar a los indios. A principios del siglo x vn se establecieron en el Guayrá, donde • C ‘ CONQVISTA ESPIRITVAl H E C H A P O R LO , R E L I G I O S O S DE LA C O M P A N Í tic Iefus, en las Frouincias del Paragua Parana, Vruguay,yTape. e TO K E l PADRE <11 D IR I CI D A ción de colegios y universidades; en cambio, son numerosas las que tratan sobre el adoctrinamiento de los naturales, y para ellos fueron las primeras escuelas creadas en Am érica hispana. El fa cto r id iom á tico constituyó el problema más importante en el desarrollo cultural. La unificación del idioma, enca­ rada sobre la base del castellano o de la lengua indígena más avanza­ da, resultó un fracaso; sin embar­ go, en la práctica — por la convi­ vencia entre el aborigen y el con­ quistador— coexistieron las dos tendencias. Los misioneros inicia­ ron la confección de vocabularios 56 s c r i t a .ANTONIO mififíA Cn/ipjpM. La misión d e S a n Ig n a cio M in í segú n un c u a d ro d e Léon ie M atthis. O b sé rv e fren te a la p la z a el e d ificio d e la ig le s ia , q u e m e d ía 6 3 m de la rg o p o r 3 0 m d e a n c h o y co n sta b a de tres n ave s con m uros d e p ie d ra — u n id a con b a rro a re n o so — re fo rz a d o s con p ila re s de m ad era d e la p a c h o . B V t Z 01 A O C T A V I O CENTVR.O' Marques de Monailcrio. fundaron la “ Provincia jesuítica del Paraguay” . Más tarde, debido a la hostilidad de los m am elucos (mestizos de portugueses e indias) debieron emigrar hacia el sur, has­ ta detenerse a orillas de los ríos Paraná y Uruguay. A mediados del siglo x v i i , los pueblos ocupa­ ban una amplia región que com­ prendía el este del Paraguay, la provincia de Misiones, parte de Corrientes y porción oeste de los estados brasileños de Río Grande y Santa Catalina. Un superior religioso gobernaba cada pueblo, asistido por un te­ niente cura que vigilaba la ins­ trucción y las prácticas de piedad. Los pueblos levantados por los je­ suítas tenían entre sí un aspecto muy semejante: en el centro, una plaza de °rma cuadrada o rectangular; hacia j1® costado la iglesia, las viviendas de 0s sacerdotes, la escuela, los talleres, ePositos y el cementerio. En los otros costados de la plaza, se ubicaban en 0rrna simétrica las casas de los in­ dígenas, hechas de piedra y con techos a dos aguas. Las manualidades tuvieron gran desarrollo en la comunidad indí­ gena, pues surgieron carpinteros, tejedores, herreros, pintores, esta­ tuarios, relojeros, impresores, fun­ didores y hasta fabricantes de ins­ trumentos musicales. Los aboríge­ nes fueron artífices en la confec­ ción de imágenes sagradas y diver­ sos elementos destinados al culto. Por real cédula del mes de mar­ zo de 1767, Carlos I I I — a im ita­ ción de los reyes de Portugal y Francia— ordenó la expulsión de los jesuítas de España y de A m é­ rica. Además, el soberano creaba juntas de tem poralidades , para administrar los bienes que poseían los religiosos. Varios administradores se hicie­ ron cargo del aspecto material de los pueblos, mientras que sacerdo­ tes de otras órdenes (franciscanos, dominicos, mercedarios) reemplac>7 zaron a los jesuítas. E l procedi­ miento no tuvo éxito. Hacia el año 1776 los pueblos estaban en franca decadencia y a principios del siglo xix sólo que­ daban montones de ruinas. En po­ cos años había desaparecido la obra de dos siglos. EL M O N O PO LIO CO M ERCIA L La expulsión de moros y judíos ordenada por los Reyes Católicos, determinó la decadencia económi­ ca de la Metrópoli. Es por esto que en la época del descubrimiento y conquista de América, España no estaba en condiciones económicas para enfrentar tamaña empresa, aunque desde el punto de vista político era una de las grandes monarquías europeas. En los primeros tiempos — de acuerdo con lo que nos relata el propio Colón— el comercio entre castellanos e indígenas consistía en trocar utensilios de escaso valor por metales preciosos. En mayo de 1497, la corona dictó una real cé­ dula por la que permitía el libre intercambio comercial con las In ­ dias y otorgaba franquicias a los derechos dé importación y expor­ tación. Esta política liberal conti­ nuó con la creación de la Casa de Contratación de Sevilla y la poste­ rior erección de un organismo si­ m ilar en La Coruña. Sin embargo, a partir de 1543 comienza el período restrictivo con la aplicación del alm ojarifazgo, impuesto qué se cobraba a las mer­ caderías que entraban o salían de la península. En 1561, España implantó el sis­ tema del m o n o p o lio , por el cual sus posesiones en Am érica debían comerciar exclusivamente con la M etrópoli y les estaba prohibido hacerlo con cualquiera otra nación o colonia. El tráfico con las Indias Por real cédula del mes de junio de 1561, la Corona estableció que Se villa era el único puerto destinado al comercio con los dominios de ultramar Dos veces al año — enero y agosto— zarpaban dos flotas: una destinada a Nueva España (M éxico) y otra a Tie­ rra Firm e (América Central y del Sur). En los puertos donde anclaban las naves que procedían de la Metrópoli se realizaban ferias, en las cuales los comerciantes vendían sus productos y compraban artículos españoles. El sis­ tema monopolista perjudicó a las po­ blaciones distantes de las ferias, como sucedió con Buenos Aires. A M A G O S EXTRA N JERO S: LOS PORTUGUESES El Tratado de Tordesillas A principios del siglo xv, los portugueses se lanzaron con gran entusiasmo a las exploraciones ma­ rítimas. Cuando Colón regresó de su prim er viaje, el rey Fernando el C a tó lic o solicitó — para evitar incidentes con los lusitanos— la intervención del Pontífice, para que éste resolviera sobre el otor­ gamiento de tierras. E l Papa se expidió en favor de España, por medio de varias bu­ las 1, pero como se preveía un con­ flicto armado entre las dos nacio­ nes interesadas, los representantes 1 Entre esas bulas (o documentos pontificios) puede citarse la del 3 de mayo de 1493, por la cual Alejandro V I otorgó a los Reyes Católicos la posesión de nuevas tierras, siempre que, por disposiciones anteriores, no pertenecieran a otro soberano. el a r a b a d o rep ro d u ce un m a p a p ortu g ués j „ l a ñ o 1 5 8 0 . O b se rv e cóm o - s e g ú n a d ip lo m acia lu s it a n a - la lín e á d e l T ra ta d o . . T o rd e silla s d e b ía p a s a r p o r n uestra „ctu a l p ro v in cia de C ó r d o b a . L a s tie rra s c o m p ren d id a s d e sd e e sa lín e a h asta el A tlántico le p e rte n e c ía n . El e scudo in d ica |a so b e ra n ía p o rtu g u e sa. del monarca portugués llegaron a un acuerdo con los embajadores de los Reyes Católicos, y el 7 de junio de 1494 firmaron el Tratado de Tordesillas. En las deliberaciones quedo es­ que debía considerarse una línea imaginaria trazada a trescientas setenta leguas al oeste de las islas de Cabo Verde. Las tie­ rras situadas al oeste pertenece­ rían a España y las del este a Portugal. ta b le c id o Los portugueses en el Brasil En mayo del año 1500, una flota portuguesa al mando de P ed ro Álvar ez Cabral arribó a las costas brasileñas. La corona lusitana sos­ tuvo ante los Reyes Católicos su prioridad en el descubrimiento de esas tierras y para consolidar su soberanía se apresuró a enviar otras expediciones. Los viajes de los españoles es­ pecialmente Gaboto y García— y la ambición de conquistar la Sie­ rra de la Plata influyeron para que el rey de Portugal enviara a M a r tín A lfon so de Souza, quien inició la colonización del Brasil y en 1532 fundó la ciudad de San V icen te. La ambigüedad de lo resuelto en el Tratado de Tordesillas favore­ ció las ambiciones portuguesas so­ bre la región del Plata, en una política de expansión que perse­ guía dos fines: hacia el oeste , en busca de metales preciosos; y ha­ cia el sur , para adueñarse de las fértiles llanuras mesopotámicas y dominar el comercio del Plata con la posesión de Buenos Aires. Para estos fines, Portugal contaba con el apoyo de su aliada Inglaterra. LOS EUROPEOS EN LA PA T A G O N IA A comienzos del siglo x v ií , los piratas ingleses, franceses y holan­ deses reanudaron sus incursiones por las costas patagónicas, donde desembarcaban para reaprovisionar sus naves y también en busca de posibles riquezas. ., 7 En 1670, el marino ingles Juan N a rb o u ro u g h — en viaje al estre­ cho de M agallanes— recalo en Puerto Deseado y tomó posesion del lugar en nombre de su rey; este puerto quedó en poder de In­ glaterra por espacio de un siglo. 59 58 reció asesinado por los indígenas en diciembre de 1673. Q u iro g a, Strobel y C ard iel En diciembre de 1745, el gober­ nador de Buenos Aires, José de An donaegui — cumpliendo órdenes de la M etrópoli— , decidió establecer una misión en las tierras australes. Con este fin despachó una nave, en la que embarcaron los sacer­ dotes José Quiroga, M atías Strobel y José Cardiel. La embarcación recaló en varios lugares de la costa y al llegar a San Julián los citados religiosos comprobaron que ese puerto no era apto para levantar una misión. En el viaje de regreso bajaron a tierra en repetidas oportunidades y en cortas incursiones se inter­ naron en regiones hasta ese enton­ ces inexploradas. O cupación efectiva de la Patagonia Rosales y M ascardi E l primer evangelizador de la Patagonia fue el padre D iego de Rosales, quien procedente de Chile inició su labor — por el año 1650— en las regiones circundantes al la­ go Nahuel Huapí; este ilustre m i­ sionero pacificó a gran cantidad de indígenas, los que en esas épo­ cas se oponían al avance de los españoles. De regreso publicó su H istoria del Reino de C hile, en la que dejó constancia de las valiosas informa­ ciones de su viaje. Fue continuado en su labor evangelizadora por el padre N ic o ­ lás Mascardi, quien creó la prime­ ra misión en Nahuel Huapí. Pe­ 60 A fin de afianzar la soberanía española e impedir los desembar­ cos de piratas y corsarios extran­ jeros, el monarca Carlos I I I deci­ dió establecer una serie de fun­ daciones en las costas patagónicas. Para llevar a cabo con éxito la empresa ordenada desde la M etró­ poli, el virrey Vértiz dispuso que se hicieran a la vela seis naves en las que embarcaron — entre otros— Juan de L a Piedra, Francisco de Viedm a y Basilio V illarino. La flota zarpó de Montevideo en diciembre de 1778 y luego de anclar en la bahía de San José (Chubut), los españoles levanta­ ron en ese lugar la primera po­ blación patagónica. Francisco de Viedm a se trasladó hasta el río Negro, en cuyas pro- ^imidades fundó Mercedes de Patákones:> a causa de una inunda­ ción los pobladores se trasladaron a Ja margen opuesta del río y se establecieron en Carmen de Patasones. La prim itiva fundación sub­ s is t ió y más tarde fue llamada Viedm a. Basilio V illa rin o fue otro nave¿ante que se destacó por su incan­ sable actividad. Exploró detenida­ mente el río Negro y también re­ montó las aguas del río Lim ay; en sucesivos viajes recorrió una amplia zona que puede delimitarse entre la actual, ciudad de Bahía Blanca y la península de Valdés. LAS M ALVINAS El descubrimiento Nuestras Malvinas están ubica­ das en el Atlántico sur — próximas a la Patagonia— y forman un archipiélago en el que se destacan dos islas mayores: la occidental o Gran M a lvin a y la oriental o So­ ledad. Según algunos in vestiga d o re s fueron descubiertas por el piloto portugués Esteban Gómez, quien desertó de la expedición de M aga­ llanes y en 1520, al mando de una nave, avistó las islas en su viaje de regreso a Sevilla. Otros historiadores dicen que las Islas M alvinas fueron descubiertas P°r el marino holandés Sebaldo de Weert, quien en el año 1600 reco­ rrió sus costas y las llamó Sebaldinas, pero no desembarcó. En cuanto a los ingleses, quienes atribuyen la prioridad en el descubrimiento, ningún documento Prueba que hayan estado por el ar<hipiélago antes de los naveE n recuerdo del puerto de Saint M aló, gantes ya citados; por otra parte, dichas islas entraban dentro de la jurisdicción española. La ocupación efectiva En 1690, el corsario inglés Juan Strong, al frente de una nave, cru­ zó por vez primera el estrecho que separa las dos islas más grandes del archipiélago. Posteriormente arribaron algu­ nas expediciones francesas, dedi­ cadas a actividades pesqueras. Uno de estos n avega n tes — lla m a d o Saint Jean— las denominó M a lou in e sx, vocablo que más tarde los españoles transformaron en M a l­ vinas. Otra expedición francesa, al mando de Luis A ntonio de Bougainville, llegó a las islas en 1764 e inició la ocupación efectiva, pues fundó Puerto Luis (en homenaje al rey Luis X V ) en la isla Soledad. A l año siguiente, el inglés Juan Byron — abuelo del poeta— fundó en la isla occidental (Gran M a lv i­ n a) la población de Puerto Egm ont y llamó Falkland al archi­ piélago. Reclam aciones diplom áticas En conocimiento de los sucesos, el gobierno español inició las res­ pectivas reclamaciones diplomáti­ cas. La corona francesa accedió al retiro de sus efectivos en 1767, pre­ vio pago de una indemnización. Los españoles ocu paron Pu erto Luis al que denominaron Soledad. En cambio los ingleses fortifica­ ron Puerto Egmont y amenazaron con expulsar a los españoles de Soledad. La Corte de M adrid re­ clamó ante el gobierno de Londres donde h abía partido. 61 y ordenó al gobernador del Río de la Plata •— Francisco de Paula Bucarelli— que procediera a desalojar a los ingleses de las Malvinas. El gobernador envió al comandante Juan Ignacio Madariaga, quien al frente de una expedición expulsó a los intrusos en el año 1770. Inglaterra protestó enérgicamente y amenazó con solucionar la cuestión por medio de las armas. Ante la gravedad de los acontecímientos y para evitar úna guerra que no estaba en condiciones de emprender, España aceptó devolver Puerto Egmont a los ingle- - ses, pero en cláusulas del convenio celebrado dejó bien establecidos sus derechos sobre dichas islas; el citado puerto fue nuevamente ocu pado. En 1774, los ingleses se retira ron de las Malvinas, cumpliendo posiblemente con un pacto secreto firmado anteriormente con Espa ña. Con este episodio, el último país qu edó. en legítim o poder de las islas, las que — producida la Revolución de M ayo— ingresaron al patrimonio de nuestra soberan í a 1. . -t _____________ _________ » E l tema continúa en el capítulo X III. C U E S T I O N A R I O ----------— -------------------- ----- ■ 1. ¿Cómo fue gobernada la Am érica Hispana? 2. ¿Quién era la suprema autoridad de las Indias? 3. ¿Cómo surgió el Consejo de Indias? 4. ¿En qué asuntos entendía? 5. ¿Cuántos períodos pueden distinguirse para el estudio de la C asa de Contratación? 6. ¿Quiénes fueron los primeros gobernantes españoles del Nuevo Mundo? 7. ¿Qué atribuciones tenían los gobernadores? 8. ¿C uáles eran las am plias facultades de los virreyes? 9. ¿C uál fue el más alto tribunal de justicia en Am érica? 10. ¿Q ué funciones cumplían las audien­ cias? 11, ¿A qué se llamó el juicio de residencia? 12. ¿Q ué otro procedimiento judicial se utilizab a? 13. ¿Cómo estaba constituido un cabildo? 14. ¿C uáles eran las atribuciones de este organismo? 15. ¿Cuándo era convocado un cabildo abierto? 16. ¿Q ué fun­ ciones cumplían los consulados? 17. ¿Q ué fue la Legislación de Indias? 18. ¿Q ué era el Patronato? 19. ¿C uáles fueron las diócesis de la región del Plata? 20. ¿Q ué acción cultural desarrolló la Iglesia en Am érica? 21. ¿Dónde se establecieron definitivamente las misiones jesuíticas? 22. ¿En qué aspectos del arte sobresalieron los indígenas? 23. ¿Cómo se establecieron los portugueses en el Brasil? 24. ¿Quién tomó posesión de Puerto Deseado en 1670? 25. ¿Quién fue el primer evangelizad or de |a Patagonia? 26. ¿Q ué regiones exploraron los marinos Viedm a y Villarino ? 27. ¿Los ingleses tienen prioridad en el descubrimiento de las M alvinas? 28. ¿Quiénes ocu­ paron cronológicamente dichas islas? 29. ¿Por qué España inició reclamos diplomáticos? 30. ¿Q ué actitud asumió Inglaterra? 62 El virreinato del Río de la Plata. Los virreyes del Río de la Plata. O rganización político-administrativa del virreinato. Evo­ lución del régimen comercial. O rganización económica del virreinato. El ambiente cultural y social. La sociedad del vi­ rreinato. La cultura en el período hispánico. Los conflictos con Portugal hasta el Tratad o de San Ildefonso. EL VIRREIN ATO DEL RÍO DE LA PLATA Las cau sas de su creación Mientras gobernaron en la pe­ nínsula los soberanos de la casa de Austria, sólo hubo en Am érica dos virreinatos: el de Nueva España (M éx ico ), creado en 1535, y. el del Perii, erigido en 1544. Los Borbones procedieron a la subdivisión del territorio american° y crearon dos nuevos virreina­ tos, el de N ueva Granada (1718) y el del R ío de la Plata (1776). La creación del virreinato del Río de la Plata respondió al plan de reformas trazado por los reyes Borbones — particularmente Carlos X II — destinado a mejorar los t e ­ rritorios de ultramar con una nue­ va organización administrativa y legal. Diversas razones, tanto externas como internas, constituyen las cau­ sas de la creación del virreinato del Río de la Plata. Podemos re­ sumirlas de la siguiente manera: 63 económico, beneficiado por Vis franquicias que concedían es­ porádicamente los reyes Borbones. V Se elevaron los índices de la exportación de cueros y surgieron establecimientos destinados a salar la carne; la evolución también se extendió a otras ciudades. Era evidente que la dirección política-económica se orientaba en e l siglo x v i i i hacia Buenos Aires, ubicada en situación de privilegio para el comercio con Europa. Esta prosperidad económica aseguró la creación del virreinato, pero tam­ bién levantó muchas protestas en Lima, cuyos comerciantes veían lesionados sus intereses. n ie n to 1) Externas a) E l peligro portugués. Las cuestiones de límites con Portu­ gal por la posesión de la Colo­ nia del Sacramento habían alcan­ zado las proporciones de una grave amenaza para los dominios hispa­ nos del Río de la Plata. Para ter­ minar con la expansión territorial del enemigo, el rey Carlos I I I dis­ puso jerarquizar la gobernación de Buenos Aires y transformarla en virreinato. b) Amenaza extranjera contra la Patagonia. Ingleses y franceses merodeaban por las costas patagó­ nicas, muy aptas para las activi­ dades pesqueras; además, navios de esas naciones habían intentado ocupar las islas Malvinas. La v i­ gilancia de esas desoladas regiones no podía hacerse desde Lim a y tampoco las autoridades españolas de Buenos Aires contaban con me­ dios adecuados. 64 2) Internas a) La gran extensión territorial y el aumento de la población. Los territorios que luego formaron el virreinato del Río de la Plata — hasta su creación dependientes del Perú—- comprendían las go­ bernaciones de Buenos Aires (con la Patagonia), Paraguay, Tucu­ mán y Cuyo (separada de la Ca­ pitanía General de C h ile); ade­ más, Potosí, Charcas, Cochabamba y La Paz. Estos inmensos terri­ torios constituyen hoy la Repúbli­ ca Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y Río Grande (Brasil). La enorme extensión hizo nece­ sario establecer una autoridad pro­ pia, que gobernara independiente del virrey del Perú. Por otra parte, Buenos Aires y la zona ribereña había duplicado la población en un lapso de treinta años, dujo en Buenos Aires un increel aumento de la población se prob ) La evolución económica. Con virreinato del Rio de la Plata y designó en el cargo a don Pedro de Cevallos, quien antes había sido gobernador de las citadas provin­ cias. Zarpó de Cádiz en noviembre de ese año, al frente de una poderosa armada de ciento dieciseis embar­ caciones y unos nueve m il hom­ bres. Luego de desalojar a los por­ tugueses de la Banda Oriental, Ce­ vallos se trasladó a Buenos Aires para tomar posesión de su cargo. c) Insuficiencia administrativa. La gran extensión territorial y las dificultades de las comunicaciones, causaban serios perjuicios a las ac­ tividades administrativas, particu­ larmente judiciales. El virrey del Perú estaba radi­ cado en Lima, y la Audiencia en Charcas; por otra parte, Cuyo es­ taba separado de Chile por el im ­ ponente macizo andino. Esto favo­ reció la inercia de la justicia, por cuanto debían acatarse los fallos de los magistrados menores — ge­ neralmente incapaces— cuyas sen­ tencias eran prácticamente imposi­ bles de apelar. El virreinato provisional Debido al conflicto con Portu­ gal y ante las noticias alarmantes procedentes de Buenos Aires, el monarca español creó provisional­ mente — 1 de agosto de 1776— el B an d o d e l v irre y V é r tiz , en el cu a l in ­ form a a l p u eb lo q u e e stá p ro h ib id o p ra c ­ tic a r c u a lq u ie r c la s e d e ¡u egos d e a z a r . la inauguración de la Escuela de Náu­ sea y la aparición del periódico “ El T e lé g ra fo Mercantil” . . que llamo Casa de Comedias” d ic 5 ó ^ Ófíl ttrÍb!JnaI del “ P etó m eicato destinado a co n tro lar K m e d i c i n a mate, n a m ilitar, reorganizó el ejército L enV1° , tr0pas aI AIt0 Perú para sofocar la sublevación de indíne ñas acaudillada por T u p a C A m T ú . J o a q u ín del Pino (1801-04). Se ocupó de la correcta marcha de la administración y de la economía ¿el virreinato. Fomentó la educación y las labores intelectuales; también pro­ siguió con el adelanto edilicio, pues durante su gobierno se inauguró La Recova (en la actual Plaza de M ayo), y la Plaza de Toros (en el Retiro). Rafael de Sobremonte (1804-07j. Sucesores de Vértiz NlC(° m 4 d&9)CamP° ' mar(/ués de Loreto ' ¡colas de Arredondo (1789-95) e(r / 9 5 1 9 7) * Portu« al Y Villena Continuó discretamente la labor do bienestar de sus habitantes. Orde­ no el empedrado de dos calles v la sebo v í t P ubIlC0 con velas de bres v n -e’ •nie,?ro las costum­ bres y persiguió el juego t n materia cultural abrió el Colegio de San Carlos e hizo traer HnhUen° S ¿res la im Pr enta de Cór- momo Olaguer Feliú (1797-99), , ■^ ntre su,s escasas medidas de en bierno, pueden citarse algunas frannni ío r L Cr erCÍaleS’ con«dfdas para me-' jorar la situación de los habitantes de interno y la vigilancia d ef ordeí e S : r tem° r 3 levantamientos £ Gabriel 1X01), A» r Fierro (1799- jesuitas.Ue 3bía PerteneddfJ a ¡),,Crec? la “ Casa de Corrección” nara albergar mujeres de mala conducfa y produjeron adelantos ' culturales? com0 66 Preocupóse por solucionar los pro­ blemas económicos que afectaban a los pobladores, controló los precios de los artículos y trató de mejorar la situa­ ción de los indios. La deficiente actuación de Sobremonte durante las invasiones inglesas, como también los virreinatos de sus sucesores: Santiago de Liniers (18071809), Baltasar Hidalgo de Cisneros (1809-10) y Francisco Javier de Elío (1810-11), se estudian más adelante, ■vinculados con los acontecimientos pos­ teriores. O R G A N IZ A C IÓ N POLÍTICOADM INISTRATIVA DEL VIRREIN ATO La Real O rd e n a n za de Intendentes Las reformas implantadas por los Borbones, si bien hicieron sen­ tir con rapidez sus efectos en el orden económico, tardaron en va­ riar la administración territorial de las posesiones de América. Los virreinatos, gobernaciones y capi­ tanías generales mantuvieron su tradicional funcionamiento, altera­ do sólo por los nuevos límites y jurisdicciones. En las postrimerías del siglo x v i i i se creó en el Río de la Plata — por vez primera en Am érica— el régimen de intendencias, insti­ tución que transformó radicalmen­ te la vieja estructura y sirvió para uniformar la administración, has­ ta ese momento complicada por el excesivo poder de las autoridades residentes y la lentitud e inefica­ cia de su funcionamiento. El sistema de las intendencias tuvo su origen en Francia y fue implan­ tado por Richelieu para disminuir el poder de la nobleza y consolidar el absolutismo del monarca. En 1718, el rey Felipe V lo im­ plantó en España. III, siguiendo con la costumbre de E l 28 de enero de 1782, Carlos trasplantar a Am érica los organis­ mos metropolitanos, dictó la Real Ordenanza para el establecimiento 67 e instrucción de intendentes de ejército y provincia, código de dos­ cientos setenta y seis artículos que reglamentaba las atribuciones de los nuevos funcionarios. Dos causas principales influye­ ron para que el monarca im plan­ tara el régimen de intendencias en el Río de la Plata: a) la necesidad de no centralizar en el virrey la suma de las atribuciones, y b) de­ bilitar el poder local de los ca­ bildos. Los gobernadores intendentes Los virreinatos y capitanías ge­ nerales quedaron subdivididos en grandes provincias llamadas in ­ tendencias, a cuyo frente se halla­ ban los gobernadores intendentes. fu n cio n a rio s nombrados directa­ mente por el rey. Duraban cinco años en el cargo y al término de su mandato de­ bían someterse a juicio de residen­ cia. No obstante su aparente ca­ rácter fiscal y financiero, sustitu­ yeron a los gobernadores, a los adelantados y en algunos casos a lo¡? corregidores, con todas sus fa­ cultades. Su mando comprendía las si­ guientes atribuciones gubernati­ vas: tervenía también en el régimen fi­ nanciero de los cabildos, lo que provocó numerosos conflictos. y Guerra. Estaba encargado de] albergue, mantenimiento y vestua­ rio de la tropa; sin embargo, el mando de las fuerzas militares era privativo del virrey. 4® Policía. Debía asegurar el or­ den público, la vigilancia de los caminos y la lim pieza de la ciudad. Estaba obligado a levantar — asesorado por especialistas— ma­ pas topográficos de su provincia, con indicaciones de montañas, bos­ ques, ríos y lagunas.' 6" Intendencia de Cochabamba. En la región comprendida entre la cordillera de los Andes y la llanu­ ra de Santa Cruz. Jurisdicciones territoriales en el Río de la Plata 7* Intendencia de Charcas. La de menor extensión, entre el Pilcomayo y el río Grande. La ordenanza de 1782 dividió al vasto territorio del Río de la Plata en ocho intendencias y cua­ tro provincias subordinadas. 8" Intendencia de Potosí. Com­ prendía la parte sur del altiplano, con salida al Pacífico. 1’ Intendencia de Buenos Aires. Comprendía la provincia de Bue­ nos Aires, el litoral y toda la Pa­ tagonia. Por su importancia contó con un S u p e rin te n d e n te hasta 1788, en que el virrey se hizo car­ go del gobierno de la intendencia. 2’ Intendencia de Córdoba del 1 Justicia. Debía velar por la Tucum án. Abarcaba las actuales buena marcha de la misma y el provincias de Córdoba, San Luis, rápido despacho de los procesos. Mendoza, San Juan y La Rioja. Se ocupaba de las causas civiles 3* Intendencia de Salta del T u ­ y criminales, las que eran ape­ cumán. Comprendía Santiago del lables ante la Audiencia; en estas Estero, Tucumán, Catamarca, Salta funciones — que quitaban faculta­ y Jujuy. des judiciales a los cabildos— es­ taba asesorado por un teniente le­ 4 Intendencia del Paraguay. trado. Ubicada en el este del actual te­ rritorio paraguayo. 2 Hacienda. Debía percibir los impuestos y contabilizar los ingre­ Las siguientes eran del Alto sos públicos y las inversiones. In ­ Perú: 68 5* Intendencia de La Paz. L im i­ tada entre los Andes y el Lago T i­ ticaca. Parte del territorio correspon­ diente a la Intendencia de La Paz fue desintegrado en 1784, para for­ mar una nueva intendencia: la de Puno, que en 1796 pasó a formar parte del virreinato del Perú. Las p ro v in c ia s subordinadas eran: M oxos y Chiquitos, en Bolivia; M ontevideo (Banda Oriental) y las Misiones, en dicho territorio guaraní. La más alta significación de la real ordenanza de 1782 radica en el hecho de haber establecido para el Río de la Plata una nueva estructura insti­ tucional. El régimen de intendencias ha ori­ ginado numerosas polémicas entre los historiadores, pues algunos sostienen que defendió las autonomías provin­ ciales y otros, por el contrario, afir­ man que con esta medida se trato de organizar la centralización política y administrativa. Resulta evidente que la citada or­ denanza quitó atribuciones a los vi­ rreyes y en consecuencia descentralizo el gobierno; también restó prerroga­ tivas a los cabildos y en algunos aspec­ tos mejoró la marcha de los asuntos, administrativos. “ Conviene no exagerar — dice el his­ toriador Levene— las consecuencias in­ mediatas sobre el régimen político mtemo, derivadas de una institución que 69 como las intendencias, fueron implan­ tadas ya al término de la dominación española. Puede decirse que fue el pe­ ríodo al mismo tiempo más orgánico y de intensa crisis del virreinato, pues de su seno salieron las Provincias Uni­ das del Rio de la Plata, resultante fe­ cunda en la lucha de intendencias y cabildos.” EV O LU CIÓ N DEL RÉGIM EN COM ERCIAL El estudio de la evolución co­ m ercial del Río de la Plata puede facilitarse agrupándolo en cua­ tro períodos. Prim er período (1536-1622) Esta etapa se inicia con la pri­ mera fundación de Buenos Aires (1536) y finaliza con la creación de la Aduana Seca de Córdoba. En este lapso las actividades comercia­ les entre Buenos Aires y la M etró­ poli gozaron de relativa libertad, especialmente hasta el año 1561, en que España implantó el m ono­ polio con sus dominios. En 1602, bajo el gobierno de Hernandarias, el Río de la Plata fue beneficiado con una franqui­ cia comercial, pues el monarca au­ torizó por seis años la exportación de frutos del país (harina, char­ qui y sebo) a cambio de ropas, hierro y otros elementos necesa­ rios. Esta franquicia fue prorroga­ da en 1608 y 1614. A l m argen de las concesiones egales, en esa época se practicaba un activo com ercio de contrabando con el extranjero, lo que origin ó numerosas protestas de los com er­ ciantes del Perú, de cuyo v irre y dependía el Río de la Plata. 70 Las poblaciones ubicadas en el inte­ rior y al norte de la gobernación del io de la Plata eran explotadas por los aprovechados comerciantes limeños lodos los artículos que procedían del •teru estaban gravados con un precio exorbitante; asi, al llegar un producto a Potosí valia cuatro veces más caro que en Lima, y en la región del Tucu­ mán su precio se elevaba a ocho veces. Fácil resulta comprender que la in­ troducción de productos por Buenos Aires competía con mucha ventaja soPerú artlcul°s que procedían del Las reiteradas protestas de los comerciantes limeños ante la co n ^ V» ir0n éxit0 y en febrero de 1622 el monarca ordenó crear la Aduana Seca de Córdoba. Este organismo •- destinado a impedir el paso de artículos desde Buenos Aires al interior— elevaba un cin­ cuenta por ciento los precios de los productos que pasaban por di­ cha ciudad hacia el norte. Segundo período (1622-1713) . Esta segunda etapa se caracte­ riza por la aplicación rigurosa del régimen monopolista hispano res­ pecto de sus dominios de ultramar. Establecida la Aduana Seca, los comerciantes del Perú vigilaron celosamente todo intento por con­ ceder franquicias comerciales a sus rivales de Buenos Aires. Sin em­ bargo, la buena situación geográica de este último puerto y l a ride su campaña, hacían muy difícil controlar si se burlaban las disposiciones vigentes. Prueba de esto es que la primera creación de la Audiencia de Buenos Aires — es­ tablecida en 1661 para impedir el trafico, ilegal— fracasó totalmente. Este período de la evolución comercial finaliza en 1713, pues p o rtad a d e l "R e g la m e n to d e l C o m ercio Lib re" p ro m u lg ad o p o r el re y C a r lo s III de E sp añ a. en ese año se firm ó la Paz de U trech tl . Tercer período (1713-1796) El advenimiento de los reyes Borbones en el trono de España marca el comienzo de una nueva política económica. De acuerdo ron las ideas liberales de la época y aconsejados por hábiles minis­ tros, estos soberanos se preocupa­ ron por mejorar las industrias y corregir los errores del monopolio. Por una de las cláusulas de la Paz de Utrecht, Inglaterra obtuvo el privilegio de establecer en las más importantes ciudades de Am é­ rica hispana asientos de negros, es decir, lugares donde los britá­ nicos podían comerciar esclavos. Uno de estos “ asientos” funciono en Buenos Aires. En 1740, la corona española su­ primió el sistema monopolista de flotas y lo reemplazó por barcos de registro sueltos, que estaban autorizados para recalar en cual­ quier puerto hispanoamericano. En esta forma, el Rio de la Plata se liberó de la dominación económica a que lo tenía sometido el Perú. En 1765 fue suprimido el absur­ do sistema del puerto único y se permitió a nueve de España co­ merciar con América. De acuerdo con lo dispuesto el tráfico sólo po­ día realizarse con las Antillas y México, aunque más tarde en 1778— fue beneficiado él puerto de Buenos Aires, cuando Carlos I I I promulgó el Reglamento del Com ercio Libre. El soberano habilitaba trece puer­ tos de España, Mallorca y Canarias y veinticuatro americanos, entre ellos, Buenos Aires. Conviene aclarar que el comercio “ libre” entre la Metrópoli y sus domi­ nios estaba reservado exclusivamente a los españoles. Si un extranjero deseaba participar de ese comercio, debía recu­ rrir a intermediarios españoles. En 1795 los dominios españoles en América fueron autorizados a 1 L a Paz d e Utrecht puso fin a la C ™ * ' “n f r e n u / u n í fo X c ió n E u ro p e a ‘ integrada esta última nación -a lia d a con Francla- , r or^ d ic h a paz, Felipe V -p rim e r Por Inglaterra. Austria, Holanda y principaes a • España y de sus dominios de rey Borbón en el trono pcn n s u la r- fue r e c o c i d o « > ' ultramar; por otra parte, Inglaterra resulto la nación más tavoreciaa. 71 P rim era ho ja d e l "R e g la m e n to d e l C o m e r­ cio L ib re " d e 1778. nes neutrales año 1797). (real cédula del En el transcurso de la primera invasión inglesa, Beresford decretó — el 4 de agosto de 1806— el libre comercio para el puerto de Bue nos Aires. Hasta la Revolución de 1810 no se produjeron acontecí mientos económicos de trascenden cia, salvo la Representación de los Hacendados, que se estudia más adelante. O R G A N IZ A C IÓ N EC O N Ó M IC A DEL VIRREIN ATO El comerciar con colonias extranjeras, aunque no podían importar “ gé­ neros ni efectos similares a los producidos en España” . Este tercer período de la evolu­ ción económica del Río de la Pla­ ta termina en 1796, año en que se inicia la guerra entre España e Inglaterra. Cuarto período (1796-1810) Debido a la situación europea, el soberano español autorizó a sus dominios de ultramar el comercio con barcos pertenecientes a nació- Consulado de Buenos A ires En enero de 1794, el rey Carlos IV estableció un Consulado en Buenos Aires, organismo cuya fi­ nalidad era resolver los pleitos mercantiles, proteger y fomentar el comercio y procurar el adelanto de la agricultura. El monarca nombró secretario al joven abogado M a n u el Belgrano \ a la sazón en España, quien regresó a su patria para hacerse cargo de sus nuevas funciones. Desde que inició sus sesiones, dos tendencias dividieron a los in ­ tegrantes del Consulado de Bue­ nos Aires: los partidarios del sistema_ comercial implantado por España — es decir, los monopolis­ tas— ■ y los hombres jóvenes, de ilustración liberal, que tenían en 1 M a n u e l B elgrano nació en .Buenos Aires el 3 de iunin rlp 1 7 7 0 • *. j , familia, completó sus estudios en el Colegio de San Carlos F n J e n v írf i? padre; en 1789 obtuvo en ValladnliH #>l a r u^n t enviado a España por su 2£ » S S S v s S t S 72 B el secretario Belgrano su mejor re­ presentante. Todos los años, las sesiones del C o n s u l a d o se abrían con l a lectura de u n a memoria redactada por el secretario del cuerpo. En tal ca­ rácter y por medio de varios es­ critos, Belgrano propició estimu­ lar el comercio, establecer premios al trabajo y a la industria; destacó la importancia del cultivo del lino v del cáñamo y también bregó por la creación de una escuela de Co­ mercio y otra de Náutica, conoci­ mientos que eran muy necesarios a los hombres de su época. El Consulado de Buenos Aires subsistió hasta el año 1862, en que fue suprimido, debido a la sanción del Código de Comercio. La A d u an a de Buenos A ires Las aduanas eran organismos que funcionaban en las inmedia­ ciones de los puertos y estaban des­ tinadas a percibir el cobro de los diversos impuestos: si se estable­ cían en el interior del territorio se llamaban aduanas secas. Como consecuencia de la real cédula de 1778, que facultaba a Buenos Aires para comerciar con la Metrópoli, el monarca dispuso crear una Aduana en la mencio­ nada ciudad. Además de sus fun­ ciones fiscales, este organismo te­ nía jurisdicción en los asuntos de orden comercial o financiero, pues los derechos que percibía eran destinados a sufragar diversos gas­ tos de la administración. La m oneda en el Río de la Plata Durante el período de la con­ quista y población de América, y a causa de la política económica seguida por España con sus do­ minios, casi no existía moneda me­ tálica en la región del Río de la Plata. E l oro y la plata se consi­ deraban regalías y no se utilizaban para la confección de numerarios. Hasta fines del siglo xvi, las tran­ sacciones comerciales se realizaban con mercaderías de uso común, a las que se les asignaba un valor determinado; así, la vara de lienzo equivalía a dos reales. El Cabildo de Córdoba estableció que los pagos se efectuaran con herradu­ ras y cabras; posteriormente, también autorizó que se emplearan con el mis­ mo objeto carneros, ovejas, lanas y sebos. En el Paraguay se utilizaba co­ mo moneda la yerba mate y el taba­ co en rama. Alrededor del año 1575, comen­ zó a funcionar en Potosí una ceca (casa de moneda) que dependió de Buenos Aires después de la crea­ ción del virreinato del Río de la Plata. Las monedas de oro y plata que se utilizaban en España fueron las mismas que circularon en América. La unidad de las monedas de oro fue el escudo, aunque el real — unidad de las monedas de pla­ ta— fue la más empleada en el Nuevo Mundo. La g an a d e ría La ganadería fue la mayor ri­ queza del virreinato del Plata y la primera fuente de su progreso eco­ nómico. Esta actividad despertó el interés de los habitantes de la campaña, quienes con un mínimo de esfuerzo producían un elevado rendimiento. El primer ganado llegó a Bue­ nos Aires en 1536 con la expedi ción de Mendoza, quien trajo unos setenta caballos y yeguas y proba blemente cerdos. Destruida la po blación en 1541, los animales se hicieron cimarrones (errantes) y se reprodujeron con- rapidez. A lgo semejante sucedió con el ganado vacuno, introducido primeramente en la Asunción y traído por Ga­ ray a las extensas llanuras pam­ peanas, en sus viajes a las bocas del Plata. La gran abundancia de ganado determinó que 'los cabildos otor garan “ permisos de vaquerías” , es Un g r a b a d o a n tig u o rep ro d u ce la form a en q u e e ra n e n la z a d o s los v acu n o s p a r a luego sa crific a rlo s. La t a r e a se c u m p lía con sum a r a p id e z y a p e n a s sujeto el a n im a l — como pu ede o b se rv a rse en la ilu stració n — uno d e los g a u c h o s p ro c e d ía a u ltim arlo. decir, autorización para faenar animales y aprovechar los cueros. Las tareas agrícolas fueron descui­ dadas, pues requería mayor trabajo ex­ plotar la riqueza de la tierra — ame­ nazada por las sequías, las plagas y pisoteada por los animales— que dedi­ carse a la matanza del ganado. En los primeros tiempos se faena­ ban los animales para quitarles el cuero y aprovechar — en menor escala— el sebo, las crines y las aspas. La gran abundancia de carne excedía la de­ manda del consumo y por esto era común verla descomponerse al aire libre o servir de alimento a cuervos y perros cimarrones. Con la valorización de los cueros y el rápido incremento de las actividades ganaderas, nacieron las estancias. Es­ tos establecimientos comprendían una extensión de cinco leguas cuadradas de tierra, sin alambradas ni divisiones, en cuya parte central se levantaban algu­ nas toscas viviendas, de paredes de ado­ be y techos de paja. En ellas habitaban el mayordomo y los peones, por cuanto el patrón o estanciero sólo efectuaba periódicas visitas, pues vivía en la ciudad. El hombre de nuestra campaña fue el gaucho — mestizo de español e in­ dígena— , quien vestía una típica indu­ mentaria, gustaba de los bailes nativos y utilizaba como armas el facón, las boleadoras y el trabuco. La incontrolada matanza de va­ cunos hizo peligrar la estabilidad de la riqueza ganadera; los abusos fueron en parte limitados con me­ didas tomadas por algunos v i­ rreyes. En épocas del marqués de Loreto se incrementó la industria de la salazón de carnes; por este mo­ tivo en 1794 los hacendados solici­ taron al monarca les permitiera exportar dichos productos al Á fr i­ ca y al Asia. En el documento, llamado M em oria l de los Hacen­ dados., se exponen avanzadas ideas económicas relativas al comercio libre. Otra industria importante de la época virreinal fue la del cuero. Belgrano, como secretario del Con­ sulado, sostuvo la necesidad de instalar curtidurías. H o rn o s d e stin a d o s a la fu n d ició n d e l oro y la p la ta en el p e río d o h isp án ico . (L ito g ra fía d e T. M. B aynes.) La agricultura E l cultivo de la tierra tuvo un desarrollo menor que la ganade­ ría. Su lento avance se debió a la influencia perturbadora de varia­ dos factores, como las sequías, los incendios de campos, los ganados cimarrones que pisoteaban los sembrados, las mangas de langos­ ta y los pleitos originados al tra­ tar de delim itar las tierras culti­ vadas. Otra causa que gravitó en dis­ minución de las tareas agrícolas fue la escasez de brazos, debido a la mayor intensidad del trabajo. La m inería A pesar de su nombre, el Río de la Plata no contó con la riqueza de otros dominios hispanoameri­ canos. Existían yacimientos de azogue (m ercurio) en las misiones guaraníticas, oro en San Luis y La Rioja, plata en Mendoza y cobre en Córdoba. En enero de 1546 fue descubierto el cerro de Potosí, cu­ ya producción m etalífera superó a todas las demás del virreinato. Debido a su importancia se formó una población y en las tareas m i­ neras llegaron a trabajar hasta quince m il indios. Los tesoros americanos eran en­ viados a España, pero generalmen­ te a llí permanecían poco tiempo, pues eran utilizados para saldar deudas. E l rey Enrique IV de Francia afirmaba con ironía “ que no necesitaba tener yacimientos metalíferos mientras los tuvieran los españoles” que eran sus deu­ dores. 76 La pesca i Las actividades pesqueras se des- ■ arrollaron principalmente en el lú I toral patagónico, zona que — ant > I la amenaza de los corsarios ingle- I ses— fue recorrida por naves es- I pañolas. " En épocas de V értiz se practicó I la caza de ballenas y más tarde I una Compañía M a rítim a se dedicó I al aprovechamiento del cuero y del I aceite de los lobos marinos. I.a I industria dio buenos resultados y I cuando la citada compañía cesó, la I Real Hacienda se hizo cargo de I la faena. El desarrollo industrial Mientras no se aplicó la fuerza 1 motriz del vapor y de la electrici­ dad, la industria fue casi exclusi- I vamente manual. La América his- : pana desarrolló sus actividades manufactureras en pequeños talle­ res — algunas veces con ayuda de sencillas máquinas— donde traba­ jaba el maestro u hombre experto, con sus aprendices y colaboradores. En el Río de la Plata la industr ia se desarrolló especialmente en el inte­ rior, debido a la valiosa mano de obra í facilitada por los criollos, mestizos y | extranjeros. En su gran mayoría los I españoles llegados al Nuevo Mundo menospreciaban las labores manuales, i pues las consideraban “ oficios viles’ ■I En el transcurso del siglo x v i i y m i - I tad de la centuria siguiente, mientras estuvieron en vigor las trabas impueS' tas por el monopolio comercial, las pri' meras industrias del Rio de la Plata se ¡ desarrollaron con rapidez. La aplicación del Reglamento d& | Comercio Libre, de 1778, benefició elj vasta escala a Buenos Aires, que ele'-0 rápidamente su comercio exterior, J>e' I ro perjudicó a las industrias del inte' rior, debido a la competencia extra11' jera. La industria te xtil sobresalió en la región central, oeste y norte del virreinato, donde se fabricaban co­ bijas, frazadas y ropas de abrigo. La región de Cuyo y en menor escala Catamarca, producían vinos, aguardientes, pasas de uva y “ ore­ jones” (duraznos) que eran consu­ midos en su mayor parte por Bue­ nos Aires. En Tucumán y Mendoza se construyeron carretas y galeras Para el transporte y en Corrientes se levantaron pequeños astilleros, donde fueron botadas embarcaciones de poco calado. En las misio­ nes jesuíticas se confeccionaban imágenes religiosas, altares, púlpitos y ornamentos sagrados; allí también industrializaban la yerba mate y el algodón. . Las industrias derivadas de la g^ueza ganadera se instalaron en r-Upnos Aires: saladeros, curtidubriS’ ta^a^arterías5 graserias y fátcas de velas y jabones. t » / ° S ^u^ces no tenían fronteras, íu/t ,eran fabricados y también ados en todo el virreinato. Los grem ios En los primeros siglos de la Edad Media, los artesanos de un mismo oficio se reunían con el objeto de d irigir la práctica de su ocupación manual y defenderse contra los inhábiles o mal inten­ cionados, que desacreditaban el ofi­ cio y perjudicaban al consumidor. Como sucedió con otras institu­ ciones peninsulares, los gremios también se organizaron en el Nue­ vo Mundo. En el Río de la Plata, el super­ intendente Paula Sanz reglamen­ tó — en 1788— el funcionamiento del gremio de plateros. En la ci­ tada disposición se establecía que nadie estaba autorizado para abrir negocios “ sin que haga constar haber servido cinco años de apren­ diz y otros dos de oficial, con maestro conocido y que a su tiem­ po le dé la competente certifica­ ción” . En 1791 fue organizado el gremio de los panaderos, quienes habían in­ tentado encarecer el producto, simu­ lando malas cosechas. La " t r o p a " d e c a r r e ­ tas, uno d e los pocos m edios d e com un icación en el p e río d o h is p á n i­ co. El b a q u e a n o — a c a ­ b a llo — c o n ve rsa con los p a s a je ro s d e l lento y p e sa d o v e h ícu lo . (D ib u ­ jo d e R u g e n d as.) Los zapateros no pudieron agremiar­ se debido a las numerosas polémicas que originó la expulsión de extranje­ ros, pardos y negros del gobierno de la asociación. Los m edios de transporte El aislamiento de los diversos núcleos de población fue una de las características del período v i­ rreinal. Resultaba d ifícil comuni­ carse con las ciudades, debido a las grandes distancias, a los pri­ mitivos caminos y a la lentitud de los medios de transporte, que se efectuaba a caballo, a lomo de muía, en carretas, galeras y pe­ queñas embarcaciones para cruzar los cursos de agua. La muía era empleada en las regio­ nes montañosas, especialmente como animal de carga. La carreta era un pesado vehículo de dos altas rufedas, que sostenían una tosca caja de madera protegida de las inclemencias del tiempo por medio de cueros vacunos. Se utilizaba para el transporte de pasajeros y carga. Tiradas por yuntas de bueyes, las carretas marchaban, para proteger­ se, en conjunto ( “ tropas” ), acompa­ ñadas por baqueanos a caballo. Con 78 buen tiempo recorrían unas cinco le­ guas diarias. Según cuenta el padre Gervasoni, la travesía entre Buenos Aires y Córdoba demoró en el invierno de 1747 casi treinta días. Más veloces que las carretas eran las galeras, pequeños pero altos vehícu­ los arrastrados por caballos. A grandes distancias se encontraban postas aten­ didas por indígenas, en las que se refrescaban los animales y descansa­ ban los viajeros. EL AM BIENTE CULTURAL Y SO CIAL La población del virreinato Las restricciones para que las mujeres solteras viajaran a Am é­ rica, favorecieron la fusión de ra­ zas y tanto los inmigrados como los indígenas llegaron a mezclarse en elevada proporción, originando nuevos tipos etnológicos. La raza blanca de los conquistadores se unió a la aborigen y más tarde con la negra, lo que originó grafl variedad de cruzas. Los cinco millones de kilómetros cuadrados que constituían la su­ perficie del virreinato del Río de la Plata estaban poblados por unos 800.000 habitantes. La actual Re­ pública Argentina contaba con unos 380.000 habitantes, el Para­ guay con 100.000 y el A lto Perú con 320.000. Desde el punto de vista étnico, Ja sociedad del período hispánico aba formada por blancos, indí­ genas y negros. Los blancos comprendían los esfenoles, los criollos y los extran­ jeros. no podían compartir sus privile­ gios por el solo hecho de haber nacido en este continente. Los españoles ocupaban el go­ bierno y las principales funciones públicas. Administraban sus gana­ dos y haciendas, es decir, las tareas que resultaban más provechosas, pues — dice un documento de la época— “ su propensión e inclina­ ción los lleva a enriquecerse” . Los criollos Los españoles hidalgos españoles que paro 011, Nuevo Mundo conservan los caracteres propios de su a w P j A m biciosos y arrogantes, tuv 3 su tierra natal, manleron su fe religiosa y su carác' r autoritario. sider ” lediocre instrucción, se conatnP • superiores a sus iguales «canos — los criollos— quienes Hijos de padres españoles, pero nacidos en América, los criollos eran inteligentes, ambiciosos, alti­ vos y liberales. N o pudieron tole­ rar que los “ chapetones” recibie­ ran todos los privilegios y que — basados en una injusta descon­ fianza— los excluyeran de las fun­ ciones públicas. Aunque las leyes otorgaban a los españoles y a los criollos la 79 Los indios Así fueron llamados los natura­ les de América, sin mezcla de san­ gre europea. De acuerdo con el Derecho Castellano, los indios eran considerados hombres libres, pero en el orden de su adoctrinamiento estaban equiparados a personas que necesitaban de protección legal. Para facilitar la obra coloniza­ dora en América, la corona im­ plantó el trabajo obligatorio de los naturales, por medio del siste­ ma de las encomiendas (m ita y yanaconazgo), procedimiento que en la práctica dio origen a mu­ chos excesos por parte de los es­ pañoles 1. por constituir un elemento co­ mercial, los negros recibieron me­ jor trato que los indígenas. a) Los mestizos Los españoles del período virrei­ nal se alarmaron ante la gran cantidad de mestizos — hijos de blanco e india— ■, que eran hábi­ les jinetes y se destacaban por su arrogancia y falta de escrúpulos. Prefirieron abandonar la ciudad, donde se les reprochaba su mesti­ zaje, y se internaron en las cam­ pañas. En principio, estos campe­ sinos fueron llamados gauderios, y más tarde — siglo xix—- conoci­ dos como gauchos. Los negros igualdad jurídica, estas disposicio­ nes no se cumplían en la práctica. Los extranjeros Los monarcas españoles trataron de impedir la libre entrada de ex­ tranjeros en sus dominios de ultra­ mar. Procedían en esta forma, de acuerdo con principios políticos y religiosos comunes a la época. A pesar de lo que establecían las leyes vigentes, buen número de portugueses, ingleses, franceses, italianos y judíos, se radicaron en América para ejercer variados o fi­ cios (sastres, zapateros, carpinte­ ros, etcétera). 80 La necesidad de reemplazar a los indígenas que no respondían en los trabajos rudos, inició la trata o comercio de negros. Éstos eran adquiridos a sus reyes en la costa atlántica del África por tra­ ficantes ingleses, portugueses y franceses, quienes luego los ven­ dían como esclavos en América. En el Río de la Plata, el primer I asiento (contrato entre la corona y un j particular o compañía) fue otorgado j por real cédula de 1595 a Gómez Rey- I riel. Por la paz de Utrecht (1713), la I compañía inglesa “ Mar del Sur” fue I autorizada por el gobierno español pa-1 ra establecer un asiento en Buenos j Aires. LA SO CIED AD cracia, la plebe y los esclavos, se­ paradas por diferencias de naci­ miento y de alcurnia. La a r is t o c r a c ia Representada especialmente por españoles poseedores de títulos no­ biliarios y de fortuna. Esta aristo­ cracia oficial centralizaba honores, preeminencias y cargos públicos. Propietarios de campos y ganados, estos aristócratas miraban hacia España y estaban ausentes de la realidad del virreinato. Existía una nobleza criolla for­ mada por los descendientes de los conquistadores, la cual era subes­ timada por los peninsulares, quie­ nes los miraban con desconfianza y recelo. DEL VIRREIN ATO El aspecto dominante de la so­ ciedad del período hispánico fue la desigualdad. La población se agrupaba en tres clases: la aristo­ Formada por blancos de baja estirpe, mestizos y mulatos. Ejer­ cían oficios manuales y se dedica­ ban a labores humildes: peones, U n a m uestra c a lig rá fic a de! m aestro F ra n ­ cisco M o re y ra . (Fo to co p ia d e R a ú l A . M o lin a.) labradores, aguateros, serenos, pul­ peros, etcétera. Los hijos ilegítim os de aristócra­ tas y plebeyas europeas, llamados “ decentones” , se destacaron por su buena presencia y muchos de ellos — especialmente las mujeres— con­ siguieron vencer las trabas sociales y contraer matrimonio con figuras de la rancia aristocracia. c) Los ESCLAVO S Esta clase servil estaba integra­ da por los negros, mulatos y zam­ bos ] . Sus integrantes carecían de derechos y tenían a su cargo las tareas más pesadas. Resignados con su destino, sometían su existencia a la voluntad de sus patronos. En el Río de la Plata recibieron un trato humanitario e integraron el núcleo familiar. LA CULTURA EN EL PERÍODO H ISPÁ N ICO La enseñ an za prim aría Las Leyes de Indias o código que se aplicó en los dominios es­ pañoles de América, contienen muy escasas disposiciones referen­ tes a la educación infantil, pero en cambio son abundantes las que se ocupan de la catequización del indígena. El desarrollo de la población hizo necesario crear establecimien­ tos de primeras letras para los h i­ jos de españoles. En las ciudades, las escuelas elementales eran de tres categorías: a) conventuales o anexas a los conventos; b ) del rey, que tenían carácter gratuito pues eran sostenidas por los cabildos, y c) particulares o privadas, a cuyo frente se encontraban personas au­ torizadas. Los maestros laicos escaseaban, debido a que el trabajo era mal retribuido y considerado una labor menospreciada. Para abrir una es­ cuela era necesario obtener la co­ rrespondiente autorización del ca­ bildo local. Según las constancias documentales, el primer maestro seglar o laico autorizado por el Cabildo de Buenos Aíres fue Diego Rodríguez. n 1 J l ® , ™ '0?, de blanc° ,c™ in!Jio produjo el m estizo, que fue el elemento predominante. D e negro^y blanco resultó el m u la to y la cruza de indio y negro produjo el zam bo. 82 La enseñ an za m edia La enseñ an za superior Los primeros establecim ientos educativos de enseñanza media del virreinato fueron los de gramática o latinidad (porque el latín era la materia básica) y funcionaban en los conventos. En 1610, los jesuitas establecie­ ron en Córdoba el Colegio M á x i­ mo, destinado a la formación de religiosos, y tres años más tarde abrieron el Convictorio de San Ja­ vier. Estos dos establecimientos fueron la base de la futura uni­ versidad. Con respecto a la enseñanza me­ dia en la ciudad de Buenos Aires, puede afirmarse que a principios del siglo xvn los jesuitas erigieron un colegio frente a la Plaza M ayor (hoy de M a y o ), que en 1661 fue trasladado junto a la iglesia de San Ignacio con el nombre de Colegio Grande o de San Ignacio. La expulsión de los jesuitas en el año 1767 perjudicó la obra cul­ tural en que estaba empeñada di­ cha orden. En 1783, el virrey Vértiz fundó el Colegio de San Carlos o Real Convictorio Carolino, cuyo primer regente fue el canónigo Baltasar Maciel. Debido a que el establecimiento no otorgaba títulos, los alumnos que deseaban diploma estaban obligados a terminar sus estudios en las universidades del virrei­ nato (Córdoba o Chuquisaca). Se hicieron gestiones para transfor­ mar el colegio en universidad, per° no progresaron. Los jesuítas dirigieron las dos universidades que funcionaron en el virreinato del Rió de la Plata: la de Córdoba — la más antigua— y la de Charcas o Chuquisaca. La Universidad de Córdoba. En 1613, el obispo Hernando de Trejo y Sanabria consultó a los superio­ res jesuitas y obtuvo la autoriza­ ción necesaria para que en los co­ legios de esa orden — Colegio M á ­ ximo y Convictorio de San Ja­ vier— se enseñara latín, artes y teología; además, que pudieran otorgar grados de bachiller, licen­ ciado, maestro y doctor. Así quedó constituida la U n i­ versidad de Córdoba, destinada a los miembros de la orden jesuí­ tica, aunque más tarde los estu­ dios fueron públicos. Luego de la expulsión de dichos sacerdotes, el establecimiento pasó a depender de los franciscanos, hasta 1808. P o rta d a d e un lib ro d é A ritm é tica u sado en las e scu e la s d e B uenos A ire s a fin es d el sig lo X V III. La U n iv e rsid a d d e C h a r c a s , en el Alto P erú, en c u y a s a u la s no ta rd a ro n en pe n e tra r las ¡d e a s d e los eco nom istas y filósofos del sig lo X V III. gunda en importancia de América hispana. Pronto adquirió justo re nom bie la Facultad de Derecho, a la que fue anexada, en 1780. la Academia Carolina, destinada a la práctica forense. Las ideas liberales de los pensa dores del siglo x vm fueron acep­ tadas con entusiasmo por los jó venes universitarios y como bien ha dicho un autor “ la idea revo­ lucionaria se nutrió en este insti­ tuto de juristas” . Cursaron estudios en la U niver­ sidad de Charcas: Mariano M ore­ no, Juan José Castelli, Agustín Gascón, Bernardo Monteagudo, etcétera. La Universidad de Córdoba compren­ día dos facultades: de Artes y de Teo­ logía. Los cursos de la primera se des­ arrollaban en tres años y comprendían Lógica, Física y Metafísica; otorgaba grados de bachiller, licenciado y maes­ tro. La carrera culminaba con el título de Doctor en Teología, obtenido al cabo de cinco años de estudios en esa r acuitad. La Universidad, de Charcas. La Universidad de San Francisco Ja­ vier, también llamada de Charcas o Chuquisaca, fue fundada en marzo de 1624 por el padre Jaime Frías — provincial de la Compañía de Jesús— sobre la base del Colegio de San Juan Bautista, creado dos años antes. Aunque los estudios fueron de preferencia eclesiásticos, tuvo un carácter más liberal que la U n i­ versidad de Córd-iba y contó con una biblioteca ccnsiderada la se­ 84 La e n señ an za e sp e cia liza d a Por iniciativa de M an u el Bel­ grano — secretario del Consulado— la ciudad de Buenos Aires contó en 1799 con dos establecimientos de enseñanza especializada: la Es­ cuela de Náutica y la Escuela de Dibujo. Primer director de la Escuela de Nautica fue el geógrafo e ingeniero Pedro Cervino y su vicedirector el pi­ loto Juan Alsina. Ambos se encarga­ ron de la enseñanza a desarrollar en un lapso de cuatro años, de acuerdo con las siguientes materias: aritmética (algebra y trigonometría), geografía, hidrografía y navegación. Por orden del rey. el Consulado cede° 1807 Náutica a mediados En mayo de 1799 se inauguró la Es­ cuela de Dibujo del Consulado, con una asistencia de sesenta y cuatro M iguel O 'G o r m a n , el p rim er protom édico d e B uenos A ire s. C u a d r o d e a u ­ tor a n ó n im o existen te en el M useo H istórico N a c io n a l. alumnos, y funcionó regularmente cer­ ca de un año. Fue su primer profesor el tallista español Antonio Gaspar Her­ nández, quien utilizó el primitivo mé­ todo de la copia o reproducción fiel de láminas y grabados. El Protomedicato A mediados del siglo xv se creó en España el T rib u n a l del P roto­ medicato, organismo docente des­ tinado a combatir la práctica ile ­ gal de la medicina y encargado de vigilar el ejercicio de esa profe­ sión; además, otorgaba títulos pre­ carios a quienes demostraban ido­ neidad y conocimientos científicos. En 1570 estos tribunales fueron es­ tablecidos en México y Perú. En el Río de la Plata, el virrey Vértiz estableció el Protomedicato en 1780 y nombró titular al doc­ tor M ig u e l O ’Gorm an, graduado f,n París v Reims, con títulos re­ validados en España. Una vez al frente de sus funciones tomó exa­ men de competencia a todos aque­ llos que ostentaban títulos de “ bo­ ticario y sangrador” . En 1801 comenzó a funcionar la Escuela de Medicina, cuyo curso de Anatomía estuvo a cargo del doctor Agustín Fabre, y al año siguiente dier°n comienzo las clases de química far­ macéutica —correspondientes al se­ gundo curso— bajo la dirección del doctor Cosme Argerich, en reemplazo <te O’Gorman, que estaba enfermo. ■ En 1805 llegaron a Buenos Aires las Primeras vacunas antivariólicas, que Ue«m aplicadas con éxito. La entrada de libros La introducción de libros en América estuvo sujeta a restriccio­ nes de carácter general, semejan­ tes a las que regían en España, pero adaptadas al nuevo medio. Fueron censurados los libros que atentaban contra el dogma cató­ lico y los que difundían las nue­ vas ideas de los filósofos y enci­ clopedistas. No obstante estas prohibiciones, casi toda la producción literaria y filosófica de la época pasó a las nuevas tierras sin mayores incon­ venientes. Dos eruditos historiadores — José To­ rre Revello y Guillermo Furlong— han demostrado, sobre la base de una copiosísima documentación, “ que las obras impresas y leídas no sólo en la península (España y Portugal) sino aun las publicadas en Francia, en Ita­ lia, en los Países Bajos y en A le ­ mania (siempre que el idioma no fue­ ra un insalvable obstáculo) se leían a la par en el Río de la Plata” . Guiller­ mo Furlong: Bibliotecas Argentinas du­ rante la Dominación Hispánica. Bue­ nos Aires, 1944, página 21. 85 da de Europa por el año 1764 y luego se entregó al Colegio de Monserrat. Con la expulsión de la Compa­ ñía, la imprenta cesó de funcionar pero en 1780, el virrey V értiz la compró a los franciscanos y la hizo trasladar a Buenos Aíres. Instalada en un modesto local (actual es­ quina de Perú y M oreno) recibió el nombre de Real Im prenta de Niños Expósitos, pues los benefi­ cios obtenidos se destinaron a la citada institución. El taller impri­ mió bandos, proclamas, carteles, almanaques, formularios, periódi­ cos y libros diversos. El periodismo La im prenta en el Río de la Plata La primera imprenta del Río de la Plata no fue importada, sino creada en el territorio de las m i­ siones — reducciones de Guara­ níes— por obra de los jesuítas. En el año 1700, los misioneros Juan Bautista Neum an y José Serrano construyeron una prensa, con la colaboración de los indígenas; el papel fue el único material impor­ tado. E l primer impreso se tituló el M a rtirolog io Romano, del que no se conserva ningún ejemplar. La imprenta misionera estampó libritos de efemérides, anuarios, ta­ blas astronómicas, catecismos y ho­ jas sueltas. Tam bién por obra de los jesuí­ tas, la Universidad de Córdoba ad­ quirió una imprenta que fue traí- 86 A partir de la segunda mitad del siglo x v i i i , comenzaron a cir­ cular en Buenos Aires, primero en forma clandestina y luego públi­ camente, hojas manuscritas que difundían noticias locales y algu­ nas europeas. El 1 de abril de 1801 apareció el primer periódico editado en Buenos Aires, que se llamó: Telé­ grafo M erca n til, Rural, PolíticoEconóm ico e H istoriógrafo del Río de la Plata. Su fundador y direc­ tor fue el militar, abogado y es­ critor extremeño don Francisco Antonio Cabello y Mesa. El Telégrafo M ercantil se sos­ tenía gracias a la contribución de ciento cincuenta y nueve subscrip tores. Desde su creación hasta el mes de octubre, apareció miércoles y sábados; luego salió los domin­ gos. Llegó a publicar ciento diez n ú m e r o S j hasta octubre de 1802, eJ1 que fue clausurado por orden ¿el virrey del Pino 1. En setiembre de 1802, un mes antes de extinguirse el anterior, apareció un nuevo periódico: el Semanario de A gricultura, Indus­ tria y Comercio, dirigido por el comerciante criollo- Juan H ip ólito Vieytes. De acuerdo con su título, la citada publicación propició el fomento de las industrias, estimuló la producción y sostuvo la necesi­ dad del libre comercio interior y exterior. El 23 de mayo de 1807, los in ­ gleses iniciaron desde Montevideo la publicación de la Estrella del Sur (T h e Southern Star), periódi­ co bilingüe, escrito en inglés y castellano. Sus artículos difundían propaganda británica e incitaban a los criollos a abatir el yugo es­ pañol, para gozar de los beneficios de la libertad de comercio. Sólo aparecieron siete números. El 3 de marzo de 1810 — en vís­ peras de la Revolución— M anuel Belgrano comenzó a publicar el Correo de Comercio de Buenos A ire$, cuyo principal objeto sería “ el estudio de las ciencias, de las ar­ tes y de la historia” . El virrey CisReros brindó inconsciente apoyo a estos principios sin saber que, gra­ bas a la sagacidad de Belgrano, iban a utilizarse en servicio de la emancipación. Luego de publicar Cl*icuenta y dos números, dejó de aParecer en febrero de 1811. Las letras La historia literaria del Río de la Plata comienza con Luis de M iranda, clérigo español que llegó a estas playas con la expedición de Mendoza y escribió en la Asun­ ción un Romance que relata los padecimientos de los primeros po­ bladores de Buenos Aires. De acuerdo con el orden crono­ lógico de publicación, el segundo trabajo literario fue Comenta­ rios de A lvar N úñez Cabeza de Vaca, escritos por su secretario Pe­ ro Hernández. 1 L a m e d id a se d e b ió a u n a r tíc u lo a p a r e c id o e l 8 d e o c tu b r e d e 1 8 0 2 , t itu la d o : U n s t a n c ia s e n q u e s e h a l l a l a p r o v i n c i a d e B u e n o s A i r e s e is la s M a l v i n a s y m o d o d e g a rs e ” , a E s t e e s c r it o , c o n s i d e r a d o a g r a v i a n t e p o r l a s a u t o r i d a d e s , s e a t r i b u y ó d u r a n t e ( j e t a b e l l o y M e s a , a u n q u e a c t u a l m e n t e lo s h i s t o r i a d o r e s o p i n a n q u e f u e u n a tr a b a jo p e r te n e c ie n t e a J u an d e L a P ie d r a , d e l a ñ o 1 7 7 8 . “ C ir rep a ­ m u ch os años r e p r o d u c c ió n 87 fra n ca El so ld a d o a le m á n U lrico S ch m id l, q u e re ­ lató la co n q u ista d e l R ío d e la P la ta . El g r a b a d o p e rte n e ce a la ed ició n d e 15 99. Con la expedición de Mendoza llegó al Plata el soldado alemán V íric o Schm idl, quien escribió en su idioma D errotero y viaje de Es­ paña y las Indias, obra que descri­ be con bastante imparcialidad la historia de la conquista. Con la armada de Ortiz de Zá­ rate arribó el arcediano M a rtín del Barco Centenera, autor del poema “ Argentina y Conquista del Río de la Plata” que es una mez­ cla difusa de historia y geografía americanas. El relato de nuestra historia co­ mienza en realidad con Ruy Díaz de Guzmán — mestizo asunceño— , autor de “ La Argentina” , publi­ cada en Charcas en 1612. E l primer poeta nacido en nues­ tra patria fue el cordobés Luis de Tejeda, quien escribió por el año 1663 su conocido poema E l pere­ grin o en Babilonia. Este largo tra­ bajo, de carácter autobiográfico, compara el ambiente de Córdoba con la pecadora Babilonia. M an u el José de Lavardén fue el primer poeta porteño, autor de Siripo, obra inspirada en una le­ yenda de la conquista, que relata Ruy Díaz de Guzmán. También escribió su conocida Oda al Para­ ná, que publicó el Telégrafo M er­ cantil en su primer número. Las invasiones inglesas y la he­ roica actitud de los habitantes de Buenos Aires inspiraron a diver­ sos poetas; así Vicente López y violación de las leyes his­ p á n ic a s- La corona portuguesa estaba convencida de que el Río de la plata era “ el lím ite austral del Brasil” y que era necesario exten­ der su dominación hacia el sur para controlar el comercio flu vial del alto Paraná, h allar buenos pas­ tos para los ganados e intensificar el contrabando en perjuicio de España. Los lusitanos contaron con la ayuda de Inglaterra, siempre inte­ resada en disponer de un puerto amigo en el Plata. San Gabriel, la Colonia del Sacra­ mento. Consistió en un fuerte artillado, eri­ gido sobre una barranca que conducía hacia el río. El reducto portugués se estableció en pleno territorio sujeto a la jurisdicción de Buenos Aires y, en consecuencia, de España. Prim era ocupación españ o la (1680-1683) Enterado el gobernador del Río de la Plata, don José de Garro, informó de inmediato a la corona Planes se basa en la memorable reconquista para componer E l triunfo argentino, y Pantaleón Rivarola dedica dos Romances a la defensa. LOS CON FLICTOS C O N PO RTUGAL HASTA EL TRATADO DE SAN ILDEFONSO La ambigüedad de lo dispuesta en el Tratado de Tordesillas 1 esti muló las ambiciones portuguesa? sobre la región del Río de la Plata Los bandeirantes paulistas no tar daron en iniciar desde el Brasil una serie de ataques sistemáticos contra las posesiones españolas y en forma coetánea recrudeció el comercio ilegal o contrabando, en 1 E l C abo Verde es un archipiélago y no una isla, por lo tanto la línea del Tratado di Tordesillas varía de acuerdo a si consideiamos la isla más occidental o la más oriental A l tomar la línea desde la primera, se perjudicaba España, porque alimentaba en América los territorios concedidos a los portugueses; si se consideraba la segunda se producía 1¿1 cuestión contraria. Un g r a b a d o d e la época nos m uestra a tro p as e sp a ñ o la s cuando a ta c a n a los portugueses en una de las fo rta le z a s lev an ta d a s en la C o ­ lo nia H el S a c ra ­ mento. portugueses fundan Colonia , El 1 de enero de 1680, el go­ bernador de Río de Janeiro, M a Lobo — cumpliendo órdenes de Pedro II, rey de Portugal— , j^ndó en i a margen oriental del 10 de la Plata, frente a la isla de española, la que inició lentas ne­ gociaciones diplomáticas. Mientras tanto y ante la audacia de los in ­ trusos, el gobernador dispuso des­ alojarlos de dicha plaza, para lo cual comisionó a A ntonio de Vera y M u jica al frente de un' ejército, en su mayoría indígena. El jefe español consiguió la rendición de la Colonia y la ocupó en agosto de 1680. M anuel Lobo fue tomado pri­ sionero y la victoria celebrada ju­ bilosamente en toda la extensión del Río de la Plata. Segunda ocupación (1683-1705) portuguesa La noticia de la toma de la Co­ lonia por los españoles motivó una enérgica protesta de don Pedro II, el rey de Portugal, quien ame­ drentó al monarca hispano Carlos I I (E l Hechizado) y le obligó a firm ar el Tratado de Badajoz (m a­ yo de 1681). Por el mismo España — humillada a causa de su debi­ lidad— restituía la Colonia, reedi­ ficaba el fuerte y entregaba las armas y prisioneros tomados en la lucha. En esas épocas, España no estaba en condiciones de enfrentar una nueva guerra, en la que debía luchar no sólo contra Portugal, sino también contra Inglaterra. El gobernador Garro, a pesar de su heroico comportamiento, fue destituido del gobierno de Buenos Aires y enviado con igual cargo a Chile. En febrero de 1683, los portu­ gueses recuperaron la Colonia y mientras tañto — de acuerdo con el tratado de 1681— quedaba cons­ tituida una comisión mixta para estudiar la demarcación de lím i­ tes, tarea que nunca llegó a buen término. Segunda ocupación española (1705-1716) Durante la Guerra de la Suce­ sión española1 que comenzó en 1702, Portugal fue aliada de Espa ña, por lo que el rey Felipe V (prim er Borbón en el trono espa­ ñ ol) reconoció la soberanía portu guesa en la Colonia del Sacramen­ to. Pero al año siguiente, Portugal — unida a Inglaterra por el trata do de Methuen— pasó al bando contrario y entonces Felipe V en comendó al gobernador de Buenos Aires procediera contra la Colonia Éste envió un ejército a las órdenes de García Ros, quien tomó esa pía za luego de seis meses de asedio (marzo de 1705). Tercera ocupación portuguesa (1716-1762) La Guerra de la Sucesión espa ñola terminó con la Paz de U trecht (1713). En febrero do 1715, España y Portugal — bajo el control de Inglaterra— firmaron un tratado complementario del an­ terior, en el que se puso nueva­ mente de manifiesto la inferiori­ dad diplomática de los hispánicos. A llí se estableció que la Colonia pasaba al poder de los lusitanos, “ haciendo la dicha cesión en los términos más firmes” . La plaza fue entregada en noviembre de 1716. En los años siguientes, los por­ tugueses practicaron un activo contrabando con los pobladores del Plata e intentaron levantar un 1 L a Guerra de la Sucesión española (1 7 0 2 -1 7 1 3 ) se produjo a la muerte del rey C ar- ü s I I , quien no dejó descendientes, y entonces las coronas europeas se disputaron el trono peninsular. España y Francia apoyaron a Felipe de Anjou - q u e finalmente ceñiría la Habshurgo ^ ° contrario InSlaterra y Austria sostenían al archiduque Carlos de 90 fu erte en la bahía de Montevideo. Debido a la situación creada, el gobernador de Buenos Aires __Bruno Mauricio de Zavala— se trasladó hacia ese lugar al frente de un ejército. Ante su presencia, los intrusos se retiraron y enton­ ces para afianzar la dominación española en la banda del Plata, Zavala fundó San Felipe de M o n ­ tevideo, que luego de recibir po­ bladores, fue erigida ciudad el 24 de diciembre de 17261. En 1746 subió al trono de Es­ paña el mediocre soberano Fer­ nando V I — casado con la infanta portuguesa Bárbara de Braganza— , quien decidió poner fin a las luchas por la Colonia y en enero de 1750 firm ó en M adrid el Tratado de Permuta. A cambio de la citada plaza, los lusitanos recibían una gran extensión de tierras sobre la banda oriental del río Uruguay, en la que existían siete adelanta­ dos pueblos jesuíticos. “ Lo que hacía más absurdo el Tratado — es­ cribe Enrique Barba— es que Es­ paña cedía las Misiones que eran suyas, a trueque de la Colonia . . . que también por derecho le perte­ necía.” La guerra g u aran ítica El absurdo Tratado de Permuta establecía que los indígenas de los siete pueblos misioneros debían abandonar sus tierras y retirarse a la margen occidental del río Uru­ guay, entregando a los portugue­ ses sus casas, iglesias, colegios y grandes extensiones cu ltiva d a s. Por todo este sacrificio se les daba , 1 L a fecha es discutida. E l 1 de enero e 1730 se nombraron los componentes del P^m er Cabildo. U niform es u sad o s p o r a lg u n a s d e la s tro p a s d e ­ fe n so ras d e l R ío de la P la ta , en la é p o c a de los conflictos con P o rtu g al. A c r ib a , d e iz q u ie r d a a d e ­ re c h a : D ra g o n e s e In f a n t e ría d e B uenos A ire s. A b a jo : B la n d e n g u e s d e la Fro n te ra . (Tom ad o de E. U d a o n d o .) una compensación de 4.000 pesos por pueblo (que no alcanzaba a un peso por habitante). Como bien ha escrito el deán Funes, la tran­ sacción consideraba a los indios “ como un rebaño de bestias que se pasan de unos pastos a otros” . Los jesuitas se opusieron al tra­ tado y reclamaron sin cansancio, pero no fueron oídos por “ el im ­ bécil Fernando” , como ha sido ca­ lificado el monarca español. Los indígenas empuñaron las armas e iniciaron la llamada “ gue­ rra guaranítica” en que se dio el caso sumamente curioso de “ pelear los vasallos, contra su propio so­ berano, para no pasar al dominio de otro” . La lucha fue muy sangrienta y los indígenas — armados con arcos, flechas y cañones de madera— debieron en­ frentar al ejército combinado españolportugués. Resistieron durante tres años, hasta que finalmente los europeos vencieron en la batalla de Caybaté — febrero de 1756— y penetraron en los pueblos mi­ sioneros. Enterado Fernando V I de la cruenta lucha, dejó en suspenso el cumplimiento del tratado y su sucesor Carlos I I I lo anuló defi­ nitivamente en febrero de 1761. La Colonia del Sacramento siguió en poder de Portugal y España recuperó los territorios que había cedido en el convenio. Tercera ocupación esp añ o la (1762-1764) En 1756 se inició en Europa la llamada “ Guerra de los siete años” en que Austria, Rusia, Francia y España lucharon contra Prusia, Inglaterra, Holanda y Portugal. Nuevamente españoles y portu­ gueses se hallaban en bandos con­ trarios. Ante esta situación y de acuerdo con órdenes de la M etró­ poli, el gobernador del Río de la Plata, don Pedro de Cevallos, sitió la Colonia y finalmente consiguió la rendición de la guarnición por­ tuguesa (noviem bre de 1762). Por tercera vez los españoles ocuparon la disputada plaza. C u arta ocupación portuguesa (1764-1777) La “ Guerra de los siete años” finalizó en 1763, con el Tratado de París. Entre sus cláusulas se que España debía e n t r e ­ a Inglaterra — la más bene­ f i c i a d a —- la Florida y devolver a P o rtu g a l la Colonia de Sacra­ e s ta b le c ió gar m e n to . Los lusitanos solicitaron al go­ bierno de M adrid la entrega de las islas de M artín García y de San Gabriel, pero la petición fue denegada. Además, Río Grande quedó en poder de los españoles. Nuevamente dueños de la Colo­ nia, los portugueses reanudaron sus ataques contra los dominios hispánicos, en especial, los territo­ rios de las Misiones y zona de Río Grande. Cuarta ocupación española (1777) Para poner fin al secular con­ flicto, el rey Carlos I I I creó en forma provisional el V irreinato del Río de la Plata (1 de agosto de 1776) y designó en el cargo al ex gobernador don Pedro de Cevallos. Éste partió de Cádiz al frente de una poderosa expedición, integra­ da por ciento sesenta y seis barcos y nueve m il hombres, entre solda­ dos y tripulantes. En febrero de 1777, Cevallos ocupó la isla de Santa Catalina, cuya guar­ nición portuguesa rindióse ante la sola presencia del poderoso enemigo. Desde allí envió refuerzos a Vértiz, que lu­ chaba en Río Grande. A l frente de su ejército, Cevallos sitió la Colonia, que se entregó al cabo de tres días (4 de ju lio ). Des­ pués de destruir la citada plaza, se dirigió a Montevideo y allí re­ cibió noticias de la península, en las que se le ordenaba suspender la lucha, pues España y Portugal habían firmado la paz, por el T ra ­ tado de San. Ildefonso (1 de octu­ bre de 1777). España quedó con la Colonia, la zona de la Banda Oriental y las Misiones ubicadas en la orilla iz­ quierda del río Uruguay. Debió entregar a los lusitanos la isla de Santa Catalina y toda la parte del continente que — años antes— ha­ bía cedido a los últimos por el Tratado de Permuta. Una comisión hispano-lusitana procedió a efectuar la demarcación sobre el terreno, pero — aunque sus integrantes trabajaron casi diez años— no llegaron a determinar con exactitud los límites entre los dominios americanos de ambas naciones. La guerra por la Colonia influyó en la creación del virreinato del Río de la Plata y demostró la im ­ portancia económica de estas re­ giones. En el transcurso de la lucha, España ocupó el territorio oriental y se fundó Montevideo. Además, los jesuitas fueron acu­ sados de provocar la “ guerra gua­ ranítica” ; éste fue uno de los ar­ gumentos que sostuvieron los que años más tarde ordenarían la ex­ pulsión de esos religiosos: 93 C U ESTIO N A R IO 1. ¿Q ué causas externas e internas motivaron la creación del vi­ rreinato del Río de la Plata? 2. ¿Cuándo se creó en form a provi­ sional? 3. ¿Q ué actuación cumplieron los virreyes más destacados? 4. ¿Por qué el monarca implantó el régimen de intendencias? 5. ¿Q ué atribuciones gubernativas tenían los gobernadores intendentes? ó. ¿Cómo dividió el territorio del Río de la Plata la real ordenanza de 1782? 7. ¿En cuántos períodos puede agruparse la evolución del régimen com ercial? 8. ¿Q ué importantes disposiciones fueron tomadas en cada uno de ellos? 9. ¿Q ué tendencias dividieron a los integrantes del Consulado de Buenos Aires? 10. ¿Q ué funciones cumplía la A du an a de Buenos Aires? 11. ¿Cómo surgió la moneda en el Río de la Plata? 12. ¿Cuál fue la m ayor riqueza del virreinato? 13. ¿Por qué la agricultura no alcan zó gran desarrollo? 14. ¿Contó el Río de la Plata con abundante riqueza m inera? 15. ¿Cómo evo­ lucionó la industria? 16. ¿Q ué eran los gremios? 17. ¿Cómo se efectuaba el transporte? 18. ¿Cómo estaba integrada la sociedad del virreinato desde el punto de vista étnico? 19. ¿En cuántas clases se dividía la sociedad? 20. ¿Q ué establecimientos de primeras letras funcionaban en las ciudades? 21. ¿Cómo estaba o rg anizada la enseñanza media en Buenos Aires? 22. ¿Cuántas universidades fun­ cionaban en el virreinato del Río de la P lata? 23. ¿Existieron es­ tablecimientos de enseñanza e sp ecializad a? 24. ¿Q ué era el Protomedicato? 25. ¿Era permitida la libre introducción de libros? 26. ¿Quiénes construyeron la primera imprenta rioplatense? 27. ¿C uáles fueron los primeros periódicos que circularon en el Río de la Plata? 28. Mencione por orden cronológico los primeros trabajos literarios. 29. ¿Por qué los portugueses am bicionaban posesionarse del Río de la Plata? 30. ¿Cuándo fundaron la C olonia? 31. ¿Cómo fueron des­ alojados? 32. ¿Por qué se produjo la segunda ocupación portuguesa? 33. ¿Cómo volvió a poder de los españoles? 34. ¿Q ué sucedió después de la paz de Utrecht? 35. ¿Quién fundó Montevideo? 36. ¿Por qué estalló la guerra guaranítica? 37. ¿Q ué consecuencias produjo la guerra europea de los Siete Años? 38. ¿C uál fue la última ocupación portuguesa? 39. ¿Cómo terminó el conflicto por la Colonia del Sacram ento? 94 Antecedentes de las invasiones inglesas. Causas de las inva­ siones inglesas. La primera invasión inglesa. La Reconquista. Cabildo Abierto del 14 de agosto. Segunda invasión inglesa al Río de la Plata. La defensa. Consecuencias de las invasiones inglesas. La riv alid ad entre Inglaterra y España Cuando la reina Isabel ocupó el trono de Inglaterra (1558), esta nación — de religión anglicana— siguió una política inamistosa con­ tra España, cuyo monarca Felipe I I se mostró decidido defensor de los católicos. Ambos países lucha­ ron en bandos contrarios en las llamadas “ Guerras de Religión” y en el siglo xvn — al advenimiento de los Éstuardos— la mayoría del pueblo inglés era anglicano faná­ tico, mientras los católicos fueron perseguidos como integrantes de una secta “ que debía ser combatida y desterrada” . 95 La evolución económica de Inglaterra CA U SA S DE LAS IN V A SIO N ES El siglo x v i i i se caracteriza, en el aspecto económico, por el gran desarrollo de la industria y del comercio. Inglaterra es el país que más se destaca en este proceso evo­ lutivo, debido al incremento de la maquinaria, al empleo de nuevas fuentes de energía y a la apli­ cación de la fuerza motriz en la actividad industrial. Diversos fac­ tores, entre ellos los avances cien­ tíficos y el espíritu utilitario de la época, dieron origen a la lla ­ mada “ revolución m a q u in is ta ” , que consiguió sus mayores progre­ sos en la industria textil algodo­ nera. G ra n Bretaña a la conquista de nuevos m ercados La decadencia españ o la El período de mayor floreci­ miento de España se inicia con los Reyes Católicos, prosigue con Carlos V y culmina con el monar­ ca Felipe II. Sin embargo, m ien­ tras el siglo xvn señaló para la península una época de grandeza, en la centuria siguiente se inicia la decadencia o agotamiento espa­ ñol. Este período comienza cuan­ do ocupan el trono los 4 ustrias menores — Felipe III, Felipe IV y Carlos I I — , reyes incapaces que abandonaron el gobierno en ma­ nos de favoritos. El advenimiento de los Borbones remedió en parte la situación, aunque a pesar de los esfuerzos de estos monarcas por impulsar el progreso, no lograron devolver a España su anterior grandeza. Hom e P o p h am , el m arin o in g lé s jefe d e la e s c u a d ra q u e a t a c ó a Buenos A ire s en la p rim e ra in va sió n . 96 INGLES s Mientras sus industrias progre­ saban con rapidez y la marina acrecentaba su importancia, Gran Bretaña debió resolver el grave problema económico surgido de la independencia de sus trece colo­ nias en Am érica del Norte (4 de julio de 1776) y además del cie­ rre — para su comercio— de los puertos europeos, como consecuen­ cia de las frecuentes guerras con­ tra Francia y sus aliados. _ E l gobierno de Londres ambi­ cionó obtener materia prima y ubicar la superproducción de sus industrias en los dominios hispá­ nicos del Nuevo Mundo, pero las trabas comerciales impuestas a estos últimos vedaban toda posi­ bilidad legal. De tal manera, los ingleses iniciaron en el Río de la Plata un activo contrabando, mientras periódicamente sus na­ ves alarmaban a los pobladores del estuario. ios gestiones de M iran da El patriota/ venezolano FrandsMiranda recorrió varios países e u r o p e o s y en 1790 pasó a In gla ­ terra y expuso por vez primera al ministro W illiam s Pitt su proyecto je liberación de Am érica hispana con ayuda de tropas expediciona­ rias británicas. E l disparatado pro­ yecto no fue tenido en cuenta. En 1798, M iranda propuso nue­ vamente al ministro Pitt un plan de emancipación de las posesiones hispanas, que tampoco llegó a rea­ lizarse. Ante la indiferencia ofi­ cial, el incansable venezolano fun­ dó una sociedad secreta, con el fin de llevar adelante sus propó­ sitos revolucionarios. Así surgió la Logia Lautaro, organización de ca­ rácter político con ritos masónicos. En 1804, M iranda reanudó sus gestiones ante el gobierno de Lon­ dres y también se puso al habla con el marino Home Popham, quien luego presentó a las auto­ ridades un “ M em orial” en el que aconsejaba una expedición m ilitar a la Am érica del Sur. El proyecto fue bien recibido por las autoridades británicas, pero no se llevó a la práctica. El ataq ue a una flotilla españ o la En 1793, España se incorporó a la Primera coalición organizada por In­ glaterra contra los ejércitos de la Re­ volución Francesa. La alianza entre ambos países fue de corta duración, pues en 1795 España optó por aban­ donar la lucha y firmar la Paz de Ba­ stea. A l año siguiente, los hispanos se unieron a los franceses por el Tratado de San Ildefonso, que provocó una nueVa guerra anglo-española (1796-1802). En el transcurso del conflicto, la ar­ cada hispana fue vencida en la batalla del Cabo de San Vicente (1797) y los ingleses se apoderaron en América de la isla de Trinidad (desembocadura del río Orinoco). La guerra concluyó con la Paz de Amiens, firmada en 1802. La paz de Amiens fue de breve duración y en 1803 se inició una nueva guerra entre Inglaterra y Francia. Debido al sistema de alianzas, España debía intervenir directamente en favor de la ú lti­ ma, pero el rey Carlos IV prefirió firm ar con Napoleón — a la sazón prim er cónsul— un tratado secre­ to, llamado “ de los subsidios” . El monarca español se comprometía a entregar seis millones de francos mensuales, a cambio de una apa­ rente neutralidad (o c tu b re de 1803). E l gobierno de Londres no tardó en conocer la alianza secre­ ta y entonces ordenó a su flota atacar el tráfico comercial de Es­ paña, sin previa declaración de guerra. E l 5 de octubre de 1804, una flo tilla de cuatro fragatas de gue­ rra españolas fueron atacadas por una escuadra inglesa de igual nú­ mero de naves, pero de mayor ar­ mamento. La flotilla española había zarpado del puerto de Montevideo el 9 de agos­ to, con destino a la península, a las órdenes de José de Bustamante y Gue­ rra. Las embarcaciones transportaban — además de variado cargamento— cuatro millones de pesos fuertes, en su mayor parte producto de las arcas de Lima y Buenos Aires. E l encuentro se produjo en el océano, a unas millas del puerto de Cádiz. Después de un breve combate, resultó hundida una fra­ gata hispana y las tres restantes debieron rendirse. E l atentado motivó que España se uniera con Francia en contra de 97 El b rig a d ie r G u ille rm o C a r r B eresford qu e ocu pó a B uenos A ire s en 18 06, p e ro lu eg o fu e v en cid o y tom ado p risio n ero . Inglaterra. En octubre de 1805, la armada franco-española fue derro­ tada por la escuadra inglesa a las órdenes del almirante Nelson en el combate naval de Trafalgar. El dominio de las agua a quedaba en poder de los británicos. Expedición inglesa al C abo de Buena Esperanza Con el propósito de asegurar la ruta comercial que llevaba a la India, el gobierno británico dispu­ so apoderarse nuevamente de la co­ lonia holandesa del Cabo de Bue­ na Esperanza 1 ubicada al sur del África. Se equipó una expedición de 6.654 hombres de tropa, confiada a las órdenes del mayor general David Baird; segundo jefe era el brigadier G u illerm o Carr Beres­ ford. Una fuerza naval de seis na­ ves, mandada por el comodoro H om e Popham , debía escoltar a los transportes durante la nave­ gación y cooperar en la conquista. Una vez logrado su objetivo -— cu­ yo éxito se descontaba— parte de las fuerzas debía continuar para la India. E l Río de la Plata no figu­ raba en los planes del gabinete británico. En enero de 1806 la armada inglesa atacó la colonia del Cabo. Luego de una breve pero enérgica resistencia, los defensores capitu­ laron: el general Baird asumió las funciones de gobernador civil y militar. Una vez conquistada la colonia del Cabo, el comodoro Popham decidió atacar — en un golpe de mano audaz—- el Río de la Plata, empresa que consideraba de fácil realización, de acuerdo con not¡ cias recibidas sobre el estado ind< fenso de los puertos platenses. Re­ cordó el antiguo proyecto del m i­ nistro P itt tendiente a cooperar con el venezolano M iranda “ pan» alcanzar en Sudamérica una si­ tuación favorable al comercio in ­ glés” . Popham convenció al general David Baird sobre las bondades escasos riesgos de su proyecto, por lo que el último le facilitó part 1 E n setiembre de 1795, los ingleses ocuparon la colonia holandesa del C abo de Buen ¿.speranza, pero en febrero de 1803 debieron entregarla a sus antiguos poseedores, debido lo dispuesto en la paz general de Amiens. Inglaterra consideraba a Holanda nación enemiga, por cuanto la última estaba gobernad' por el rey L u is, hermano de Napoleón Bonaparte. ^ o p a d e l R ío de la plata t r a z a d o en el a fj0 1 8 06 en el cu a l puede o b se rv a rse |a posición d e las naves c u a n d o d e s­ embarcaron los efectivos in g le se s al comienzo d e la p ri­ mera in va sió n . de las tropas que se encontraban en el Cabo, las que fueron puestas a las órdenes del brigadier G u i­ llermo Carr Beresford. LA PRIMERA IN V ASIÓ N IN GLESA El desem barco La expedición zarpó del Cabo de Buena Esperanza el 14 de abril de 1806. Estaba integrada por seis naves de guerra al mando del co­ modoro Popham y cinco trans­ portes. Las tropas de desembarco fueron puestas a las órdenes del brigadier Beresford, quien — por °rden de Baird— sería el gober­ nador de los dominios españoles a conquistar. Viajaba con destino al Río de la Plael conocido regimiento N 5 71 de rifleros escoceses, con su jefe el general Ijponisio Pack. El convoy recaló en la isla de Santa Olería, cuyo gobernador facilitó un des­ tacamento de infantería y algunos ca­ rn es, que fueron embarcados en una ®ave mercante. El total de las fuerzas británicas as­ e d i a a unos 1.600 hombres. La escuadra cruzó el Atlántico en dirección al Río de la Plata y el 8 de junio llegó al cabo de San­ ta María, ubicado a la entrada del estuario. A l día siguiente, la flota fue observada — a pesar de la ne­ blina—- por el vigía de Maldonado, quien comunicó la inquietante no­ vedad al gobernador de M ontevi­ deo, don Pascual Ruiz Huidobro. En la certeza de que se trataba de naves enemigas, el último se apresuró a inform ar al virrey y puso en estado de alerta los ele­ mentos de defensa. Sobremonte envió a Montevideo las pocas fuerzas veteranas de que disponía, pues creyó en un ataque contra esa plaza, basado en el ta­ maño de las naves y la escasa pro­ fundidad de las aguas frente a Buenos Aires. Popham exploró el estuario y luego convocó a un consejo de gue­ rra, para resolver en definitiva so­ bre la ciudad donde se efectuaría el ataque: Buenos Aires o M ontevi­ deo. Los oficiales — con excepción de Beresford— votaron por la capi­ tal del virreinato. 99 98 En la mañana del 24 de junio, las naves inglesas pasaron frente a la Ensenada de Barragán, en esa época al mando del capitán de na­ vio Santiago de Liniers. Las bate­ rías de la costa abrieron fuego e impidieron acercarse a los inva­ sores. En la tarde del 25 de junio, las tropas británicas desembarcaron en Quilmes. “ Desde la altura — escri­ be Groussac— grupos de gauchos a caballo presenciaban el apeo de las casacas rojas, como los natura­ les de Guanahaní el desembarco de Colón: pronto cambiarían las co­ sas.” Toma de Buenos A ires E l 24 de junio — día anterior al desembarco— Sobremonte fes­ tejó con una función en la Casa de Comedias el cumpleaños de su U n a d e la s fo rtifica cio n e s le v a n t a d a s por los e sp a ñ o le s en la E n se n a d a d e B a r r a ­ g á n . E sa s d e fe n sa s e sta b a n a c a rg o d e Lin iers c u a n d o se p ro d u jo la p rim e ra in­ vasió n in g le sa . futuro yerno. A l promediar el es pectáculo, el virrey recibió un par te de Liniers, por el cual sr enteró de que naves enemigas ha bían pasado frente a la Ensenada. Debido a la confusión que pro­ dujo la noticia y a la desorganiza­ ción de las fuerzas defensivas, re­ cién el día 26 el subinspector de armas, don Pedro A rce, salió al encuentro de los ingleses con unos quinientos jinetes y seis piezas de artillería. Tomó posiciones frente al enemigo, sobre una elevación del terreno que cerraba el camino entre Quilmes y la capital del v i­ rreinato. Beresford, que había agrupado su ejército y cañones en la playa, tras grandes pajonales, ordenó el avance en dos columnas, con el aguerrido regimiento 71 a la dere­ cha. Las baterías abrieron fuego sobre los milicianos de Arce, quie­ nes en gran confusión emprendie­ ron la fuga. Los ingleses ocuparon las barrancas de Quilmes, mientras los defensores cruzaron el Riachue­ lo por el puente de Gálvez y luego lo incendiaron. Mientras tanto — en la madruada de ese día— el virrey había f cSpachado los caudales públicos rumbo a Luján en un convoy de c a r r e t a s con escolta.El 27 por la mañana, los inva­ sores consiguieron cruzar el Ria­ chuelo y vencieron una última re­ sistencia opuesta por los m ilicia­ nos en el paso de Barracas, que llevaba directamente a Buenos A i­ res. Ante el curso de los sucesos, el acobardado Sobremonte se retiró con su fam ilia y algunos jefes m i­ litares a Monte Castro (actual Flo­ resta) donde redactó un ^ pliego explicativo de su fuga, “ mucho tnás indigno y vergonzoso que cualquier capitulación’'. De a llí se trasladó a Luján, donde se halla­ ban las cajas reales, pero ante la noticia de que un destacamento in ­ glés marchaba en busca de ese di­ nero, el virrey — con su fam ilia y escolta— se dirigió a Córdoba, ciudad que pretendió transforaiar en “ capital provisional del virrei­ nato” . A las tres de la tarde del día 27 las tropas inglesas penetraron triunfantes por las calles de Bue­ nos Aires, “ a tambor batiente y banderas desplegadas” . El coronel de la Quintana, que era el jefe militar de mayor jerarquía en Buenos Aires, consideró inútil toda re­ sistencia . y comunicó que — por man­ dato de Sobremonte— debían las auto­ ridades presentes trasladarse a la For­ taleza para firmar “ una honrosa capi­ tulación” . Una vez en el Fuerte, Beresford asumió el cargo de gobernador y obligó a que los vencidos firmaran “ las condiciones concedidas por los generales de Su Majestad Britá­ nica” . Las tro p a s in g le sa s d e se m b a rc a n en la s p ro x im id a d e s de Q u ilm e s y e n p e r f e c t a fo rm a c ió ', se d irig e n p a r a o c u p a r a B uenos A ire s. La ilu stració n re p ro d u ce un g r a b a d o d e l a n o 1 8 0 6 , p u b lica d o en Lon dres. ineptitud de las autoridades encargadas de su defensa. La hu­ m illante actitud del virrey y la de­ bilidad de los jefes españoles sir­ vieron para acentuar los síntomas de reacción entre los habitantes, quienes trataron de expulsar por la fuerza a esos invasores, diferen­ tes en origen, religión e idioma. No en vano, Buenos Aires había sido reconocida anteriormente por la corona española con los títulos de “ muy noble y m uy lea l” . A n tes d e la o cu p ació n d e B uenos A ire s , e l v irre y So b rem o n te h a b ía e n v ia d o las c a ja s re a le s a Lu jan , donde^ fu ero n d e p o sita d a s en e l C a b ild o . C u a n d o los in va so re s d o m in aro n la situ ació n , se a p r o p ia r o n d e los c a u d a le s , con a n u e n c ia d e l v irre y y d e l p ro p io C a b ild o (A c u a re la de F. Fortuny.) Los ingleses en Buenos A ires Luego que el coronel de la Quin­ tana aceptó con su firma la rendi­ ción de las autoridades españolas — de acuerdo con órdenes del v i­ rrey— , Beresford dio a conocer un manifiesto, donde exponía a los habitantes de Buenos Aires el plan de acción política y administrativa a desarrollar durante la ocupación. La ciudad debió prestar juramento de obediencia al rey Jorge I I I de Gran Bretaña, mientras el jefe vencedor pretendía co n gra cia rse con la población mediante una se­ rie de disposiciones prudentes y moderadas. Aseguró el “ libre ejer­ cicio de la religión católica” , la protección a la propiedad privada, el normal funcionamiento de los tribunales de justicia y la libertad de comercio “ semejante a la que disfrutan todas las otras colonias de Su Majestad” . Como trofeo de la victoria, Be­ resford obtuvo la anuencia del v i­ rrey para la entrega aproximada de un m illón doscientos m il pesos fuertes, producto de los caudales — que fueron apresados en Luján— y de los fondos que habían que­ dado en Buenos Aires 1. Com bate de Perdriel Era evidente que la capital del virreinato había sido ocupada por los ingleses debido a la negligen- S í ^ “ *5 I1” ínillón- fue enviado a Londres en la fragata “ Narcisus” . E n aquella o m n l» ; ? 65. fu f on subidos en carros alegóricos y desfilaron en medio del júbilo popular, que aclamaba los nombres de Popham y Beresford. 3 U n a parte de este dinero fue repartida entre los principales jefes británicos y el resto, A los pocos días de la ocupación, dos ingenieros catalanes -Felipe Sentenach y Gerardo Esteve y Llac— , con la ayuda financiera del acaudalado co­ merciante Martín de Álzaga, propusie­ ron construir dos túneles que llevasen uno a la Fortaleza y otro al cuartel del regimiento N 9 71 (La Ranchería). Allí debían colocarse cargas de explo­ sivos destinadas a volar esos lugares ocupados por el grueso del enemigo. Los trabajos se iniciaron con el ma­ yor sigilo y luego de abrir sendas bocas en casas próximas las galerías avan­ zaron con rapidez, pero al poco tiempo fueron abandonadas las obras, por cau­ sas que se ignoran. La primera reacción organizada contra los ingleses se produjo en la campaña, donde Juan M a rtín de Pueyrredón consiguió equipar una fuerza de setecientos hombres, en­ tre milicianos y vecinos. Las acti­ vidades de los conjurados — entre los que figuraba M artín Rodrí­ guez— llegaron a conocimiento de Beresford, quien al frente de qui­ nientos soldados los enfrentó — el 1 de agosto— en la chacra de Perd riel, distante a cuatro leguas de Buenos Aires. Luego de breve combate, los bri­ tánicos consiguieron dispersar a sus bisoños adversarios, quienes, sin embargo, lograron apoderarse de un carro de municiones. S a n tia g o d e Lin ie rs, m arin o e sp a ñ o l d e o rig e n fra n cé s, d ir ig ió la d e fe n sa d e la c iu d a d d e B uenos A ire s co n tra los in g le se s. Fue d e sig n a d o v irre y d e l Río d e la P la ta y C o n d e d e Buenos A ire s. LA RECO N Q U ISTA Rendición de los ingleses El alto honor de reconquistar a Buenos Aires correspondió al fran­ cés Santiago de Liniers, quien — de acuerdo con un plan trazado— de­ cidió concentrar toda la acción en Montevideo y avanzar desde allí sobre la capital del virreinato. Liniers se trasladó a la vecina orilla donde su plan fue aprobado por una Junta de Guerra. La po­ blación colaboró con entusiasmo y con el aporte de numerosos volun­ tarios pudo formarse un ejército de m il trescientos hombres. Santiago de Liniers fue nom­ brado comandante en jefe de las tropas, las que marcharon por tie­ rra hasta Colonia, donde el 3 de agosto embarcaron en una flotilla de transportes, puesta a las órde­ nes del capitán de fragata G utié­ rrez de la Concha. El cruce del río de la Plata se efectuó sin mayores inconvenientes 104 y al día siguiente los expedición; rios desembarcaron en las proxim dades del río Luján (actual T ig re). Las lluvias demoraron el avance del ejército, que con grandes d ifi­ cultades arribó el 10 de agosto a los Corrales de M iserere, y desde a llí Liniers exigió la rendición de Beresford. La respuesta del último fue negativa. El mismo día 10 de agosto, L i­ niers avanzó con su ejército y to­ mó el Retiro, obligando a los in gleses a retroceder en dirección a la Plaza Mayor. Finalmente, el 12 de agosto, las fuerzas de la reconquista iniciaron el ataque decisivo. Luego de ofre­ cer tenaz resistencia, amparados en los muros de la Recova, los invaso­ res se encerraron en el Fuerte. Beresford accedió a izar la ban dera española a modo de rendición y luego se trasladó hasta la puerta del Cabildo, donde se entrevistó con Liniers para deponer formal mente las armas. M il doscientos soldados ingleses debieron rendirse — con armamen­ tos, banderas y estandartes— y sus bajas ascendían a trescientos hom bres, entre muertos y heridos. Por su parte, el ejército de la recon quista había perdido unos doscien tos hombres. Los vencidos fueron internados en calidad de prisio ñeros. CABILD O ABIERTO DEL 14 DE A G O ST O Como bien se ha dicho, “ la vic­ toria fue la única autoridad q u e e encontró en Buenos Aires el día j e la reconquista” . Acéfalo el go­ bierno por la ausencia del virrey desprestigiados muchos m ilita­ res españoles, era evidente que só­ lo el pueblo mantenía la gloria del triunfo sobre los ingleses. A l día siguiente de la rendición, el Cabildo — de acuerdo con las atribuciones que le otorgaban las leyes españolas— resolvió convo­ car un congreso general o Cabildo abierto para el 14 de agosto a las once de la mañana, con el propó­ sito de “ afirmar la victoria” . Fueron invitados cerca de cien vecinos de destacada figuración. Desde la Plaza M ayor, gran can­ tidad de público siguió con ansie­ dad las deliberaciones. La asamblea dispuso comunicar el triunfo a la corona española y también organizar cuerpos de m i­ licias para defender a Buenos A i­ res de una nueva invasión inglesa. Los miembros de la Audiencia — presentes en el debate— sostu­ vieron que esas medidas eran pri­ vativas del virrey, y se inclinaron por la designación interina de una Junta de Guerra. En medio de gran alboroto, la moción no prosperó y ante la pre.sión popular — que deseaba la des­ titución de Sobremonte— los cabil­ dantes otorgaron el mando m ilitar a Liniers y el político a la Au ­ diencia. Una comisión de tres miembros salió al encuentro del virrey para '^formarle de lo resuelto y exigir su cumplimiento. M i e n t r a s tanto, a comienzos de agosto, Sobremonte salía de CórU niform es d e a lg u n o s lu charo n co n tra los q u ie rd a a d e re c h a : beños. (D ib u jo d e L. reg im ien tos qu e in g le se s. De iz ­ P atricio s y A r r i­ B eau fo rt.) doba con unos 3.000 hombres en dirección a Buenos Aires. En el trayecto se enteró de lo dispuesto por el Cabildo abierto y entonces manifestó su total disconformidad; sin embargo, ante la importancia de los sucesos y hallándose en San Nicolás, el 28 de agosto delegó el mando m ilitar en Liniers y el po­ lítico en el regente de la Audien­ cia. Además, manifestó que se tras­ ladaría a Montevideo para dirigir la defensa de la ciudad en caso de un ataque británico. Aunque el Cabildo abierto del 14 de agosto mantuvo el respeto por la alta investidura del virrey, es evidente que resolvió suspen­ derlo en el gobierno de la ciudad en un movimiento de tendencia revolucionaria, que actuó bajo la decisiva influencia del pueblo de Buenos Aires. O rg an izació n de la s m ilicias A pesar de ford, la flota las órdenes de rodeando por la rendición de Beres­ inglesa que obedecía a Popham continuaba me­ el Río de la Plata, lo El g e n e ra l J u a n W h ite lo c k e , ¡efe su­ p rem o d e to d a s la s fu e rz a s in g le sa s q u e p a rtic ip a ro n en la se g u n d a invasión. que hacia suponer con fundamento un nuevo y próximo ataque del invasor contra Buenos Aires. El 6 de setiembre de 1806, Liniers expidió una proclama en la que exhor­ taba a los vecinos de Buenos Aires —^comprendidos entre los 16 y 50 anos— a incorporarse en diversos ba­ tallones, de acuerdo con el lugar de nacimiento. El pueblo respondió al lla­ mado con gran entusiasmo y en poco tiempo se crearon cuerpos de volunta­ rios que estuvieron listos para los ejer­ cicios de adiestramiento. Cabe destacar que los soldados nombraban por mayo­ 1806 zarpó el brigadier general ría de votos a sus oficiales y éstos a Samuel A chm uty al frente de unos ios jefes superiores. 3.600 hombres. Tam bién se hizo a Entre los cuerpos de infantería inte­ la vela el contraalmirante Stirling, grados por criollos merece especial quien debía reemplazar en el man­ mención el de Patricios, a las órdenes do al comodoro Popham, destituido de Cornelio Saavedra, a cuyas filas ingresaron numerosos jóvenes de des­ por haber abandonado la ciudad tacada actuación posterior, como Beldel Cabo — rumbo al Plata— sin grano, Viamonte, Díaz Vélez, Chiclaórdenes de su gobierno. na y otros. La caballería criolla contó Los ingleses ignoraban la rendi­ entre varios— con el cuerpo de H ú­ ción de Beresford; por esto el go­ sares, formado por tres escuadrones al bierno de Londres envió un ejér­ mando respectivo de Juan Martín de cito a las órdenes del brigadier Pueyrredón, Lucas Vivas y Ramón Roberto Crawfurd para que con­ Nuñez. Los cuerpos españoles se agru­ paron en Gallegos, Andaluces, Catala­ quistara Valparaíso, en la capita­ nes (o Miñones), Vizcaínos y Monta­ nía general de Chile. Sin embargo, ñeses. En octubre de 1806, las milicias con­ taban con unos 8.500 hombres, de los A sp ecto q u e p re s e n ta b a la c iu d a d de cuales sólo 3.000 eran españoles. M o ntevid eo en é p o c a s d e la se g u n d a in' SEG UN D A IN V A SIÓ N IN GLESA AL RÍO DE LA PLATA El gobierno de Londres envía refuerzos Para consolidar la conquista, el gabinete inglés dispuso enviar re­ fuerzos a sus efectivos que opera­ ban en el Río de la Plata; con este propósito, en noviembre de vasió n in g le sa a l R ío d e la P la ta . El g r a ­ b a d o se con oció en Lo n d res en 1807. , enterarse de la reconquista, el bínete ordenó a Crawfurd que ^«vegara rumbo al Plata; además, II® evitar rivalidades entre este ■’ltinio jefe y Achmuty, se resolvió u„;firar el mando de todas las berzas en el general Juan W hiteZcke , designado comandante en • fe y quien debía partir cuanto Lites a destino. Éste zarpó de In ­ glaterra en el mes de marzo de ¡807, con unos 1.600 hombres. La fuerza operativa designada «ara el Río de la Plata compren­ día un total de 12.000 hombres, embarcados en veinte naves de guerra y noventa transportes. Ocupación de Montevideo A mediados de enero de 1807, los ingleses desembarcaron en las proximidades de Montevideo, pues el general Achm uty — con anuen­ cia del contraalmirante Stirling juzgó oportuno ocupar esa ciudad como operación previa al asalto sobre Buenos Aires. Enterado de los sucesos, el in­ capaz Sobremonte envió sus dos mil milicianos para que im pidie­ ran el avance del enemigo, pero los bisoños defensores fueron dis­ persados por la infantería inglesa, la que actuó con el apoyo de los cañones de la flota. Mientras el yirrey se retiró a la campaña, los ¡nva sores acamparon en los subur­ bios de Montevideo. La noticia de la derrota experi­ mentada por los milicianos in dig­ nó a la población de la ciudad y, ante el peligro inminente, el go­ bernador Ruiz Huidobro dispuso la salida de la guarnición, pero las fuerzas de Achm uty volvieron a imponerse. Los británicos iniciaron el sitio de Montevideo, que se prolongó durante diecisiete días; finalmente, en la madrugada del 3 de febrero se apoderaron de la ciudad luego de encarnizado combate. Cayeron prision eros el gobernador Ruiz Huidobro y varios oficiales, entre ellos Rondeau y Balcarce, los que fueron enviados a Inglaterra. En Montevideo, los ingleses apli­ caron su ya acostumbrada política liberal, única forma de perm itir la tranquila ocupación de la ciu­ dad; dispusieron la apertura del puerto y la libre entrada de las mercaderías británicas. Suspensión y arresto del v irrey Sobremonte La desacertada conducta de So­ bremonte — que por ineptitud ha­ bía impedido la defensa de M onte­ video— provocó indignación en Buenos Aires; el pueblo se reunió frente al Cabildo para solicitar la deposición del virrey. Intérprete del sentir general fue el alcalde de primer voto, don M a rtín de Álzaga, quien obtuvo la aprobación del Cabildo para qui­ tar del mando al incapaz gober­ nante. Enterada la Audiencia, sus miembros dispusieron asumir el gobierno, previa delegación del v i­ rrey. Ante la delicada situación, Liniers convocó el 10 de febrero una Junta de Guerra destinada a solucionar el problema. Los presentes votaron por la sus­ pensión y el arresto del virrey, ba­ jo la ficción de que estaba enfer­ mo 1; también dispusieron entre­ gar el mando político a la A u ­ diencia. Una comisión se trasladó a la Banda Oriental, donde detuvo a Sobremonte y lo trajo a Buenos Aires 2; en esta forma se había pro­ ducido — dice Levene— “ la pri­ mera chispa de la revolución jurí­ dica de la América española” . El desem barco de los ingleses Dueños de Montevideo y tam­ bién de la Colonia los ingleses se dispusieron a completar la conquis­ ta del Río de la Plata con la toma de Buenos Aires. A mediados de mayo de 1807 arribó el general Whitelocke, comandante en jefe, quien dispuso todo lo necesario para emprender sin demora la ex­ pedición, aunque debió aguardar el arribo de las fuerzas del briga­ dier Crawfurd, pues eran insufi­ cientes los efectivos con que con­ taba. De tal manera, se reunió en la Ban­ da Oriental una flota de 20 naves de guerra y 90 transportes, con un ejército aproximado de 12.000 hombres. Whit. locke fraccionó estas fuerzas en cu!' tro divisiones, que confió a los destá cados militares Crawfurd, Achmu, v Lumley y Mahon, mientras la van’ flowe S6ría dirigida por eI general Basados en su mayor poderío y la superioridad numérica, los británi, 0 anticipaban un segundo triunfo sobro sus adversarios. Luego de dejar parte de sus efec­ tivos para la defensa de la Banda Oriental, W hitelocke embarcó con unos 9.000 hombres y el 28 de ju­ nio de 1807 sus naves anclaron en la Ensenada de Barragán; a llí se inicio el desembarco de las tropas operación que debió continuarse aí día siguiente. El com bate de M iserere E l 1 de julio, la columna bri­ tánica de vanguardia — al mam o del general Gower— avanzó sobre la capital hasta rebasar la Reduc­ ción de los Quilmes. Por otra par­ te, ese mismo día, Liniers — en temeraria maniobra— salió de ^ res frente de unos 7.000 hombres, para librar com­ bate en campo abierto, dejando prácticamente desguarnecida a la ciudad en caso de una probable derrota. En la mañana del 2 de julio, Liniers cruzó el Riachuelo y dis­ tribuyó su ejército en las proxim i­ dades del puente de Gálvez (en Barracas). La columna inglesa de vanguardia — para eludir* el conbate se desvió hacia su izquierda a ,t i t u t o r i d a d e n ^ f a C d e U , Libro 29) la cua, autorizaba a q u it o del mTndo a lo . de Indias Ia d < * ° sició" ¿ e 4 8 , Título 15. 1809,°y T á T ' ‘tarde6 r e m i t í ' “a E s p i f i r c T n ^ l a í g o ^ / ¡ nes deI suelto en 1813. go eaIntul° de cargos; por último fue ab- 108 y atravesó el río a dos leguas de distancia, por un vado conocido por Paso Chico. Guiado por el norteamericano Guillermo W hite — quien colaboró con los invaso­ res— , Gower se dirigió con sus tropas hasta los corrales de M ise­ rere. Ante la hábil maniobra del ene­ migo, Liniers se dirigió con parte de su ejército hacia Miserere y allí libró un desordenado combate, a cuyo término las fuerzas defen­ soras se desbandaron. M u y desmoralizado, Liniers se dirigió con algunos efectivos a la Chacarita de los Colegiales, donde — según propias palabras— “ pasó la noche más amarga de su vida” . Por su parte, el general Gower decidió no avanzar sobre Buenos Aires -— a la que ignoraba desguar­ necida—- y optó por esperar al grueso del ejército inglés. LA DEFENSA Después de la derrota de M ise­ rere todo parecía perdido; sin em­ bargo, y a pesar de la crítica si­ tuación, el vecindario de Buenos Aires decidió defender la ciudad del próximo ataque. E l Cabildo se declaró en sesión permanente y M a rtín de Álzaga, el alcalde de prim er voto, encabezó la ardua tarea de organizar la resistencia. En la noche del 2 de julio comen­ zaron a llegar los dispersos de Mise­ rere y las tropas que habían permane­ cido en las proximidades del Riachuelo. Álzaga impartió las órdenes más apremiantes. La Plaza Mayor se con­ virtió en un núcleo de resistencia y en las calles que convergían hacia ella se levantaron barricadas, protegidas con cañones. La defensa se organizó en base a tres líneas escalonadas. La primera, estable­ cida en la actual calle Lima, tenía por misión anunciar el paso de los ingleses y luego replegarse hasta la segunda lí­ nea, que bordeaba la Plaza Mayor por las actuales calles Relgrano, Tacuarí y Sarmiento. En este circuito debía con­ solidarse la resistencia principal y las casas serían utilizadas como bastiones, pues las azoteas habían sido fortifica­ das con armamentos. Los vecinos em­ plearían piedras, agua hirviendo y otros proyectiles. La tercera línea se extendía a una cuadra de la Plaza Mayor y la rodea­ ban las actuales calles Alsina, Bolívar y Bartolomé Mitre (ver mapa). A llí se abrieron trincheras de seis varas de ancho por cuatro de profundidad, pro­ tegidas por cañones. Esta tercera y úl­ tima línea constituía el número final de la defensa. W hitelocke arribó a los Corrales de Miserere con el grueso de sus tropas y el 4 de julio envió a los defensores una intimación, que fue rechazada. Decidió entonces tomar a Buenos Aires, según un plan concebido por el general Gower, quien dividía a las fuerzas atacantes en trece columnas, las cuales convergirían por el norte y el sur, en un movimiento envot vente sobre la Plaza Mayor. El ala izquierda (al norte) que ac­ tuaría bajo las órdenes de Achmuty debía apoderarse del Retiro y la Plaza de Toros. Las columnas del centro di­ rigidas por Lumley llegarían hasta el río para ocupar la zona comprendida entre la posición anterior y el Fuerte El ala derecha (sur) a las órdenes de Crawfurd y Pack debía tomar la Resi­ dencia 1. Finalmente las tropas atacan tes convergirían hacia la Plaza Mayor para rendir la Fortaleza. El ataq ue a Buenos A ires A l amanecer del 5 de julio de 1807, unos 6.000 soldados ingleses distribuidos en trece columnas in i­ ciaron el avance desde los Corrales de Miserere en dirección al río (de oeste a este). Sin usar las ar­ mas — tal era la orden impartida— debían penetrar en la ciudad, cu yas calles, cortadas en ángulo rec to, favorecían a los defensores. Ala izquierda (norte). Dos de las cinco columnas de Achmuty penetra­ ron por las actuales calles Charcas y Santa Fe y una vez en el Retiro lo­ graron ocupar esa posición después de hora y media de lucha. También cola­ boró en el ataque la columna N ” 13. Las columnas 9 y 10 avanzaron por las actuales calles Tucumán y Viamonte hasta el monasterio de las monjas catalinas, que fue ocupado. Acción del grupo central. Las cuatro columnas marcharon a las órdenes de Lumley. La columna X '1 5 avanzó por la actual calle Mitre, pero sus inte­ grantes se rindieron a la altura de la calle Maipú. Rsáneniuín 'íí Propied“ ¿ de, >°s jesu ítas- estaba ubicada entre las actuales callo: h o s p it a l ^ / H " n’ h" ‘ .° '• En épocas de las invasiones, a l l í funcionaba un Hospital, actualmente esos terrenos están ocupados por el t'dvonalo de la Infancia. B a le a r » „ 110 torre, pero una poderosa colum na de­ fe n s o ra avanzó p or B o lív a r y lu ego de combatir con en ergía consiguió la ren ­ dición de los invasores. A l caer la tarde, los ingleses ha­ bían fracasado, pues sólo ocupaban los puntos extremos: al sur, la Re­ sidencia, y al norte, la Plaza de Toros, en el Retiro. E l núcleo de la resistencia, la Plaza Mayor, permanecía intacto. L a colum na N 9 6 bajó p o r Sarm iento, pero debido a la tenaz resistencia i! sus armas en la actual calle 25 de M a y o . Las columnas N 9 7 y 8 avanzaron por C o m e n te s y L a v a lle hasta la casa de sotoca (m ás tarde de A n c h o ren a ) a ia que ocuparon p or poco tiem po, pues se viero n forzados a d irigirse al A la derecha (s u r ). Estas tropas eran las mas aguerridas y se in tern aron en cuatro columnas. Las columnas N 9 1 y 2 avanzaron probablem ente p or las actuales calles San Juan y H um berto l hasta el edificio de la Residencia, que fu e ocupado. Los ingleses enarbolaron su bandera en la iglesia contigua de San T elm o . L a colum na N ’ 3, a las órdenes de C ra w fu rd penetró p or V en ezu ela , y la 4, de Pack, p or B elgra n o. P a rte de estos efectivos fu eron rechazados con tuertes perdidas p o r los Patricios, quie­ nes estaban atrincherados en la Ran­ chería (P e rú y A ls in a ). A lg u n a s tro­ pas inglesas debieron refu giarse en la casa de la V irre in a V ie ja (P e r ú y Bel­ gra n o ). La capitulación de Whitelocke E n un ú ltim o intento, C ra w fu rd con­ siguió ocupar la iglesia de Santo Do­ m in g o y enarbolar su bandera en la Ante el curso de los aconteci­ mientos, Liniers envió una intim a­ ción a W hitelocke para que eva­ cuara su ejército del Río de la Plata, pero la negociación fue re­ chazada al día siguiente (6 de ju­ lio). Sin embargo, y debido a la enérgica actitud de los defensores •—que amenazaban con proseguir las hostilidades— , el jefe inglés de­ cidió firm ar el 7 de julio el tra­ tado que ponía fin a la lucha en el Río de la Plata. W hitelocke se comprometió a evacuar Buenos Aires en el plazo de diez días, y Montevideo y dettiás puertos de la margen oriental en el término de dos meses. En la capitulación, que se cumplió es­ trictamente, se estableció el canje ^e todos los prisioneros. U niform es q u e v e stía n los s o ld a d o s del fam oso "R e g im ien to N ? 7 1 " d e rifleros escoceses, q u e lu c h a ro n a las ó rd en es d e l g e n e ra l D io nisio P ack. En el d ib u jo o b ra d e L. B e a u fo rt— se a d v ie rte un g a ite r o y e l tam b o r m ayo r. 1 Por orden del rey —fechada el 28 de enero de 1808— Whitelocke compareció ante una Z9rte marcial presidida por el general M edows e integrada por cinco generales, catorce telf^;tes generales y el fiscal del ejército. . E l proceso se debatió en treinta y una extensas sesiones en cuyo transcurso ningún testigo ^ c la r ó a favor del acusado. E l 24 de marzo, la corte marcial dictó la siguiente sentencia: corte marcial condena al general Whitelocke a la pérdida del empleo y a que se le H .Ure incapaz e indigno de gozar empleo militar, de cualquier especie que sea, en el servicio e Su Majestad.” [ sentencia fue confirmada por el rey. L as otras fuerzas invasoras, dirigidas personalm ente p o r Pack, abandonaron sus proposites de acercarse a la Plaza M a y o r en las proxim idades de la ig le ­ sia de San Francisco. En el transcurso de la lucha, los ingleses perdieron unos 2.500 hom­ bres entre muertos, heridos y pri­ sioneros; por otra parte, las fuer­ zas de Liniers habían sufrido unas 800 bajas e igual número de pri­ sioneros. La capitulación de W hitelocke provocó hondo pesar en el gobier­ no y pueblo británicos A l fracaso de los planes de expansión terri­ torial y comercial se sumaba el desprestigio de las fuerzas arma­ das, vencidas por bisoños adversa­ rios. La indignación se volcó so­ bre el general W hitelocke, quien — indudablemente— había demos­ trado manifiesta incapacidad en el curso de los sucesos. Llegado a Inglaterra, el citado general fue sometido a proceso y finalmente condenado a la pérdida de su gra­ do militar. C O N SEC U EN CIA S DE LAS IN V A SIO N ES INGLESAS Las invasiones inglesas al Río de la Plata produjeron importan­ tes consecuencias políticas, socia­ les, militares y económicas. había sido derrotado por milicias en su mayoría criollas, las cuales — en su oportunidad— estaban ca­ pacitadas para enfrentar también a los cuerpos españoles. N adie du­ daba que tanto la reconquista co­ mo la heroica defensa habían sido victorias del esfuerzo popular. Los sucesos ahondaron el anta­ gonismo existente entre criollos y españoles, los que habían luchado contra el invasor en regimientos separados. Los comentarios sobre la victoria daban origen a frecuen­ tes incidentes, que demostraban la divergencia de intereses. c) Fomentaron los propósitos de emancipación. Es evidente que las dos invasiones provocaron un hon­ do sacudimiento en el espíritu ale­ targado de los habitantes del Pla­ 1) En el orden político y social ta. Después del fracaso de la conquista armada, los militares a) Se inició la crisis del sistema ingleses realizaron gestiones para p olítico español. La suspensión de transformar a Buenos Aires en un Sobremonte propuesta por el Ca­ protectorado británico, a fin de bildo abierto del 14 de agosto de poder comerciar sin ninguna traba 1806 — que entregó el mando m i­ económica. En tal sentido, los in­ litar a Liniers y el político a la vasores prometieron su apoyo a Audiencia— y la posterior deposi­ toda tentativa de emancipación de ción del citado virrey por la Junta España. de Guerra del 10 de febrero de 1807, señalaron el comienzo de la Hallándose Beresford confinado en gran crisis política que lenta y Lujan con Pack y otros oficiales— trabó relación con Saturnino Rodriguez gradualmente llevaría a la revo­ Peña, quien, con otros criollos, se había lución. En la capital del virreinato del Río de la Plata la decisión popu­ lar había suspendido en sus atri­ buciones al funcionario español de más elevada jerarquía. El hecho en sí demostraba la ineficacia del régimen imperante. . k) E l pueblo adquirió concien­ cia de sus propias fuerzas. E l po­ deroso y aguerrido ejército inglés afiliado a las logias creadas en Buenos Aires por los ingleses. El citado militar propuso sus planes para que el Plata se emancipara de España con el apoyo del ejército británico. Peña aceptó calurosamente la idea y la transmitió al alcalde M artín de A Izaga, pero éste no vaciló en comunicarla a las autori­ dades, lo que motivó el fin de las ges tiones. Conviene aclarar que algunos historiadores niegan tal confabulación de Beresford, pues se basan en las propias Manifestaciones del mencionado genera l1En una carta que Achmuty envío s u gobierno — 26 de marzo de 1807— ¿ice refiriéndose al espíritu de algunos c rio llo s: “ Si le prometiésemos la inde­ pendencia se levantarían inmediata­ m e n te y la gran masa de los habitan­ tes se nos uniría.” A pesar de que los ingleses di­ fundieron ideas liberales y trata­ ron de predisponer a la población contra España, sus efectos no se apreciaron en ese momento, por cuanto la opinión no estaba prepa­ rada para ningún cambio ni se ha­ bían robustecido las fuerzas que debían apoyarlo 2. 2) En el orden m ilitar A l producirse la primera inva­ sión inglesa, los efectivos militares del Río de la Plata presentaban un cuadro de total abandono. A l término de la lucha quedó organi­ zada una fuerza considerable, en su gran mayoría criolla y en la que habían hecho su bautismo de fuego los primeros oficiales que luego se destacarían en el futuro ejército patrio. 3) En el orden económico En el transcurso de la breve ocupación de Buenos Aires y de Montevideo los ingleses suprimie­ ron las trabas económicas, lo que permitió la venta de gran canti­ dad de frutos del país, que no sa­ lían por falta de compradores; además, se produjo la importación de productos manufacturados. En el aspecto financiero, Be­ resford aligeró los gravámenes que pesaban sobre la población de Buenos Aires •— impuestos inter­ nos, aranceles de aduana— , medi­ das que fueron recibidas con bene­ plácito por los habitantes. Después de la rendición de los ingleses y una vez visibles los be­ neficios del libre comercio, las au torid ad es españolas debieron vencer grandes dificultades para reimplantar su sistema económico. 1 “ Pero la verdad es que durante el tiempo que permanecí en Lu jan , nunca me¡ vi con aadie de Buenos Aires, exceptuando las personas que me fueron e n v i a d a s por el gobierno 0 aquellas que, de paso por la villa, me visitaban por curiosidad o cortesía. A rc h iv o l * e neral de la N a c ió n . In fo rm e del general B eresford a lo rd vizc o n d e de Castlereagh. , ! Después de la rendición de los ingleses, el general C ra w fu rd insinuó a M a n u e l fe lg r a n c Ja seguridad del apoyo de Gran Bretaña a toda tentativa por emancipar el Kío de la íla ta . i L a respuesta de Belgrano fue terminante: “ Q u erem os al am o v ie jo o a n in g u n o. 114 115 C U ESTIO N A R IO 1. ¿Q ué antecedentes lejanos influyeron sobre las invasiones in­ glesas al Río de la Plata? 2. ¿C uáles fueron las causas del ataque a Buenos Aires? 3. ¿Quiénes m andaban la expedición que partió h acia el Cabo de Buena Esperanza? 4. ¿Q ué decisión tomó el como­ doro Popham? 5. ¿Q ué día las naves inglesas pasaron frente a la Ensenada de B arragán ? ó. ¿Dónde desem barcaron? 7. ¿Estaba guarnecida la capital del virreinato? 8. ¿Quién salió al encuentro de los ingleses? 9. ¿Cómo avanzaron hasta Buenos Aires los inva­ sores? 10. ¿Q ué hábil política siguieron? 11. ¿Cómo se produjo el combate de Perdriel? 12. ¿Q ué plan trazó Santiago de Liniers? 13. ¿Cuándo arribó a los Corrales de Miserere el ejército reconquista­ dor? 14. ¿Q ué día capitularon los ingleses? 15. ¿C uál fue la impor­ tancia del C ab ildo abierto del 14 de agosto? 16. ¿Q ué m ilicias se organizaron para repeler una próxima segunda invasión? 17. ¿Q ué actitud asumió el gobierno de Londres? 18. ¿Cómo se rin­ dió Montevideo a los ingleses? 19. ¿Por qué fue suspendido y arrestado el virrey Sobremonte? 20. ¿Dónde desembarcaron por segunda vez los invasores? 21. ¿Q ué error táctico cometió Liniers al frente de las tropas defensoras? 22. ¿Q ué destacada actuación cumplió Martín de A lz a g a ? 23. ¿Q ué día y en cuántas columnas los ingleses atacaron a Buenos Aires? 24. ¿Cuándo firmó la cap i­ tulación W hitelocke? 25. ¿Q ué pérdidas sufrieron ambos bandos? 26. ¿Q ué consecuencias políticas, sociales, militares y económicas tuvieron las invasiones inglesas? 116 La invasión napoleónica en España. Repercusión de la polí­ tica europea en Am érica. El virrey Cisneros. Movimientos re­ volucionarios en el Alto Perú. La Representación de los H a­ cendados. Antecedentes externos de la Revolución de M ayo. Antecedentes locales. La Revolución de M ayo. Cabildo abierto del 22 de mayo. El 25 de mayo. Primera Junta de Gobierno. LA IN VASIÓ N N A PO LEÓ N ICA EN ESPAÑA José B onaparte, rey de Españ a y de la s Indias En 1806, Inglaterra levantó una cuarta coalición contra el empera°r francés Napoleón Bonaparte, P°r lo que el último decretó — a **iodo de réplica— el bloqueo con­ g e n i a l contra su enemiga. Portugal — aliada con Inglaterra—- no cumplió con las disposiCl°nes del bloqueo continental y eHtonces Napoleón Bonaparte or­ denó ocupar el territorio lusitano. E l rey de España, Carlos IV , auto­ rizó el paso de las tropas francesas que se dirigieran hacia Portugal. En noviembre de 1807, el último país fue ocupado mientras la fam i­ lia real lusitana buscaba refugio en el Brasil, en naves de bandera inglesa. La gran cantidad de efectivos franceses en suelo español — pues­ tos a las órdenes del mariscal Joa­ quín M u ra t— preocuparon a la opinión pública, pues era visible que el emperador extendería sus deseos de conquista. 117 ooPular— juraron fidelidad a Ornando V II,, el rey cautivo, fo n el proposito de unificar los e n tre 1808 y 18 13. Fue resistid o por f u e r z o s , se constituyó en M adrid el p u eb lo y a p o d a d o d e sp ectivam ente f Junta Central, instalada en se" P e p e B o te lla s". ■ mbre bajo la presidencia del tiende de Floridablanca. Este goVerno — producto de un acuerdo en favor de su hijo Femando; ei I “\ eral— estaba facultado para reministro Godoy fue apresado <rna» I olver los problemas exteriores y zo de 1808). "I acordar tratados de paz o guerra, Poco después, Carlos IV retraebebido a los avances de las tropas tóse de su abdicación — so pretexto f r a n c e s a s dentro del territorio es­ de haber sido coaccionado— y p¡. pañol, la Junta Central se vio for­ dió la ayuda de Napoleón. En esta z a d a a cambiar de residencia y se forma, España y sus dominios tu­ estableció en Sevilla. vieron dos reyes simultáneos. La proximidad del ejército na­ Entretanto, el general francés poleónico obligó a un nuevo tras­ M urat persuadió a Carlos IV y a lado de la Junta Central, que se Fernando V I I para que se diri­ estableció — enero de 1810— en la gieran a Bayona 1 con el objeto de isla de León (bahía de Cádiz). celebrar una entrevista con el em­ Allí transfirió sus poderes a un perador. A llí se realizó una agria Consejo de Regencia, integrado por reunión, en cuyo transcurso Fer­ cinco miembros. nando devolvió la corona a su pa­ dre, quien entonces cedió a Napo­ La lucha en España león todos sus derechos. El último contra Napoleón resolvió proclamar rey de España y de las Indias a su hermano José La dura contienda que libraron los Bonaparte, quien tomó posesión españoles para defender su territorio del trono el 1 1 de junio 2. se prolongó por seis largos años ( 1808Jo sé I B o n a p a rte — h e rm an o m ayor d e N a p o le ó n — q u e g o b e rn ó E sp a ñ a Los planes imperialistas de Napo­ león, perjudiciales para España, se vie­ ron favorecidos por el débil y bonda­ doso monarca Carlos IV y la política seguida por su primer ministro y favo­ rito Manuel Godoy. Era visible en la Corte la enemistad existente entre Go­ doy y el príncipe Fernando, hijo ma­ yor del monarca y heredero de la co­ rona. La impopularidad del primer minis­ tro hizo surgir el partido fernandista, que contó con gran cantidad de adeptos en España y también con el apoyo de Napoleón, quien había prometido ayu­ da a Fernando, con el solo objeto de derribar del trono a Carlos IV y a la monarquía borbónica que gobernaba la* península. Nuevas tropas francesas conti­ nuaron penetrando en España y entonces el ministro Godoy acon­ sejó a la Corte que se retirara ha­ cia el sur, para luego — en caso de empeorar la situación— poder embarcar rumbo a América. Así se hizo, pero cuando la Corte arri­ bó a la ciudad de Aranjuez se produjo un motín organizado por el partido fernandista, a raíz del cual Carlos IV abdicó la corona 1814). La Junta Central de Sevilla Los sucesos de Bayona provoca­ ron tremenda indignación en toda España y en las distintas provin­ cias comenzaron a equiparse bata­ llones para defender la indepen­ dencia del país. Protegido por las bayonetas francesas, José I llegó a M adrid el día 20 de junio. Las provincias de Oviedo y Gijón iniciaron levanta­ mientos, que rápidamente se ex­ tendieron a las demás partes del reino. Pronto surgieron juntas provinciales, que — con gran ap0' i Ciudad francesa cercana a los Pirineos, lengay y su padre" c I S o s * I V « " " c i m ií é g n e .S “ Entre los combates de mayor im­ portancia podemos citar la gran vic­ toria de Bailen (julio de 1808) sobre l°s franceses. Irritado por el fracaso de sus fuerZas, Napoleón se dirigió personalmente ® España y obtuvo buenos triunfos (en Madrid, Zaragoza, Burgos, etc.), pero oebíó abandonar la península en 1809, Aclamado por una conspiración contra ^ persona urdida en la ciudad de ^arís. v. En 1812, lord Wellington inició una lQlenta ofensiva contra las tropas im­ ánales; al año siguiente y favorecido por las derrotas de Napoleón en Rusia, venció a José I en la batalla de Vitoria, lo expulsó de Madrid y finalmente obligó a los franceses a dejar el terri­ torio español. REPERCUSIÓN DE LA POLÍTICA EU RO PEA EN A M ÉRICA V irreinato de Liniers A los pocos días de la deposi­ ción de Sobremonte— febrero de 1807— la Audiencia se hizo cargo del mando m ilitar y político_ del virreinato. En junio de ese año y de acuerdo con órdenes llegadas de España, el citado organismo entregó el mando a Liniers, quien pasó a desempeñar interinamente las funciones políticas y militares de virrey. En mayo de 1808, llegó a Bue­ nos Aires una real cédula de Carlos IV , en la que el monarca español confirmaba a Liniers co­ mo virrey interino del Río de la Plata. E l nuevo mandatario prestó juramento tres días después igno­ rando — por desconocer los ú lti­ mos sucesos europeos— que asu­ mía la representación de un rey cautivo y que España se hallaba en cruenta lucha contra su patria de nacimiento L En el transcurso del virreinato de Liniers se produjeron los si­ guientes sucesos de importancia: a) L as a m b ic io n e s de P ortugal SOBRE EL Río DE LA PLATA Expulsada por las armas napo­ leónicas, la fam ilia real portuguesa debió trasladarse al B ra sil2, epi­ sodio que produjo justificada in- l Santiago de Liniers h abía nacido en Niort (F r a n c ia ) el 25 de julio de 1753. p Así arribaron al suelo americano la reina madre M a ría L uisa, incapaz de gobeinar, Joq ?staba demente; su hijo Juan V I en funciones de príncipe regente, su esposa C arlota ,na y los hijos del matrimonio. castlllos de Francia: Fernando V I I en V » ' 119 118 L a p rin ce sa C a r lo t a J o a q u in a d e Borbón — e sp o sa d e Don J u a n d e Portu­ g a l— q u e p rete n d ió e x te n d e r su d o ­ m in ación a l R ío d e la P la ta . (P in tura d e la é p o c a .) tranquilidad en Buenos Aires, pues los lusitanos ambicionaban desde tiempo atrás extender su dominación por los territorios del Plata. Cuando en Río de Janeiro se confirmaron las noticias sobre las renuncias de los Borbones y la proclamación de José I, la princesa Carlota Joaquina — hija de Car­ los IV y hermana mayor de Fer­ nando V I I — no vaciló en procla­ mar sus pretensiones al trono de España, para protegerlo contra las usurpaciones de Napoleón. Soste­ nía sus derechos a gobernar toda la Am érica hispana en carácter de regente, para defender la inte­ gridad de esos dominios ante una probable invasión francesa. Aunque las pretensiones de la prince­ sa Carlota tenían aspectos legales, de­ bido a su vinculación con la monarquía española, era evidente que la Corte portuguesa la utilizaba como un simple instrumento para satisfacer las exigen­ cias comerciales de los ingleses — sus aliados— y dominar, por lo menos la Banda Oriental. Radicado en Río de Janeiro, Satur. nino Rodríguez Peña encabezó a un grupo de revolucionarios porteños quienes apoyaban los propósitos de la prin. cesa Carlota. Varios personajes sirvieron dé enlace y desarrollaron una compleja actividad con el mismo fin, tales como el contraalmirante Sidney Smith — jefe de la flota británica en el Bra­ sil—, el italiano Felipe Contucci, José Guezzi y otros. El plan consistía en trasladar a la princesa al Río de la Plata y procla­ marla regente de una monarquía cons­ titucional para gobernar toda la Amé­ rica hispana. Manuel Belgrano y José Castelli apoyaron la proclamación de la nueva dinastía, sobre la base de una posible emancipación de la Metrópoli. Todas las tratativas para coro­ nar a la princesa Carlota fracasa­ ron. E l regente Juan V I se opuso al viaje de su esposa al Río de la Plata y tampoco apoyó la inten­ tona el influyente lord Strangford, embajador inglés en Río de Janei­ ro. Por su parte, Liniers y las auto­ ridades de Buenos Aires no acce­ dieron a las pretensiones lusitanas. Los confusos sucesos ocurridos en España causaron incertidumbre en las autoridades del virreinato del Río de la Plata. Sin embargó ante las noticias llegadas de la pe' nínsula, Liniers dispuso efectuar la proclamación y jura de Fem an­ do V I I (agosto de 1808). Para comunicar el cambio di' , stico ocurrido en España y obte­ ner acatamiento al nuevo^ sobera® Napoleón envió al Río de la plata en misión diplomática al ■marqués de Sassenay. El emisario llegó a Buenos Aires m e d i a d o s de agosto. Liniers reu­ n i ó en el Fuerte a miembros del C a b i l d o y de la Audiencia y luego r e c i b i ó a Sassenay, quien hizo en­ t r e g a de los pliegos de que era p o r t a d o r . A l enterarse de su con­ t e n i d o , las autoridades dispusieron r e c h a z a r las proposiciones y em­ b a r c a r a la brevedad al emisario i m p e r i a l con destino a Europa. c) R iv a lid a d y e l e n tre e l C a b ild o v ir r e y Después de las invasiones in gle­ sas, el Cabildo de Buenos Aires ro­ busteció en forma vigorosa su pres­ tigio, lo que produjo un desequi­ librio en el ordenamiento político, al pretender ejercer la preeminen­ cia en el gobierno y actuar sobre la autoridad del virrey Liniers. La figura más destacada de esta acción opositora fue el alcalde de primer voto don M a rtín de Álzaga. Las vacilaciones del virrey para proceder a la jura de Fernando V II y el trato cordial que dispensó al marqués de Sassenay fueron ar­ gumentos bien utilizados por Á l­ zaga y los cabildantes para crear un ambiente adverso a Liniers. Éste era francés de nacimiento, lo que hacía dudar de su fidelidad a España. La lucha que se libraba en la península contra la invasión napoleónica, colocaba al virrey en delicada situación, pues todo ha­ cía suponer — a pesar de su reco­ nocida lealtad— que se inclinaba hacia el enemigo. d) S e p a r a c ió n de M o n te v id e o Francisco Javier de E lío, el go­ bernador de Montevideo, era un m ilitar díscolo y violento, que en­ cabezó la oposición al virrey. Acu­ só a Liniers de conducta sospechosa y efectuó la jura de Fernando V I I antes que en Buenos Aires. Final­ mente, a través de una nota, or­ denó al virrey que dejara el mando. Enterado Liniers del comporta­ miento de su subordinado, reem­ plazó al gobernador por el capitán de fragata Juan Á ngel M ichelena. Éste desembarcó en Montevideo el 20 de setiembre y sostuvo una vio­ lenta entrevista con Elío; al día siguiente, mientras el Cabildo es­ tudiaba la actitud del comisiona­ do, los hombres de Elío provocaron un tumulto y M ichelena se vio obligado a regresar a Buenos Aires. U n Cabildo abierto reunido en Montevideo resolvió desconocer la orden del virrey y mantuvo al enérgico gobernador en su puesto (21 de setiembre de 1808). Presi- El m ilita r e sp a ñ o l Fran cisco J a v ie r d e E lío , g o b e r n a d o r d e M o ntevid eo y m ás t a r d e — en 1 8 1 1 — v ir re y d e l R ío de la P la ta . 120 121 dida por Elío creóse en la vecina orilla una Junta de gobierno, autó­ noma de Buenos Aires, compuesta exclusivamente por españoles y que se proclamó subalterna de la Junta de Sevilla. En esta forma, la provincia de Montevideo quedó separada de la autoridad de Buenos Aires. A so n ad a del 1 de enero de 1809 El Cabildo de Buenos Aires, que estaba en connivencia con su simi­ lar de Montevideo, envió a la Jun­ ta de Sevilla un memorial solici­ tando el reemplazo de Liniers por un funcionario con mejores condiciones para el mando. Deseosos de derribar al virrey, los cabildantes de Buenos Aires prepararon un movimiento armado que debía estallar a mediados dé octubre de 1808, pero fue aplazado cuando el propio Liniers se enteró de esos propósitos subversivos. Fracasada la intentona, Álzaga empleó dos meses en preparar larga y dificultosamente un nuevo golpe. En una reunión celebrada en el obispado, los complotados fijaron para el motín la fecha 1 de enero de 1809, día en que el Cabildo de­ bía efectuar la renovación anual de sus miembros. Trascendió que L i­ niers nombraría candidatos favo­ rables a su persona, por lo cual era necesario impedir la maniobra y a la vez destituir al virrey. El 31 de diciembre, Liniers en­ vió al Cabildo la propuesta para el nombramiento de Bernardino Rivadavia para el cargo de alférez real. Los regidores rechazaron el pedido, argumentando que ese jo­ ven americano carecía de carrera 122 y de méritos. Ese mismo día, l0s I batallones que respondían a los I conjurados — Gallegos, Catalanes I y Vizcaínos— recibieron orden de presentarse al amanecer en la Pía- I za M ayor; por su parte, las tropas adictas al virrey estaban preveni- I das en sus respectivos cuarteles. En la mañana del 1 de enero I. el Cabildo efectuó la elección de sus miembros, resultando reelectos I los mismos regidores que debían cesar en sus funciones. A l ente- I rarse de lo resuelto, la multitud agrupada en la Plaza M ayor co­ menzó a gritar: “¡Junta como en I España! ¡A bajo el francés Liniers! ¡V iv a el Cabildo y muera el mal j gobierno!” Los regidores reunieron de in- [ mediato un Cabildo abierto, el que nombró una Junta Suprema com- I puesta exclusivamente por esnaño- I les, aunque sus secretarios fueren los criollos M ariano M oren o y Ju- [ lian de Leiva. Los miembros de la Junta se I trasladaron al Fuerte para comu- I nicar al virrey su destitución, pero [ cuando el último se disponía a ! acatarla, penetraron en el recinto ¡ los jefes leales a las órdenes Cornelio Saavedra, quienes lo g ra ^ l ron desbaratar la conspiración. Saavedra negó a los presentes en la reunión atribuciones como para oblígar a un virrey a suscribir su renuncia. Acto seguido tomó a Liniers de un brazo y le indicó que se presentase ante el pueblo reunido en la Plaza, ;i la multitud lo repudiaba, él y sus acompañantes firmarían el acta de la destitución. I I j i I j Cuando el virrey cruzó el puen- | te levadizo de la Fortaleza, la mul­ titud repitió a coro: “¡V iv a dort I Santiago de L in iers! ¡N o querem )S otro que nos mande!” B a lta sa r H id a lg o d e C ljn e ro » , e l v irre y de p u e sto p o r la R evolu ción d e M a y o . r Liniers destruyó el acta de su renuncia y las tropas rebeldes se rindieron. Álzaga — el principal cabecilla— y cuatro cabildantes fu e r o n condenados a destierro y embarcados rumbo a Carmen de patagones; pero Elío envió una nave que rescató a los presos y los condujo a Montevideo. La asonada del 1 de enero de 1809 “no excede de un pleito doméstico — di­ ce el historiador Ruiz Guiñazú— a base de rivalidades y presunciones” . Él origen del movimiento debe bus­ carse en la acción omnipotente del Ca­ bildo ante los organismos gubernamen­ tales: el virrey y la Audiencia. Liniers era un sincero realista y no debe olvidarse que sus defensores sos­ tenían, autoridades peninsulares igual que sus adversarios del Cabildo, por tal causa los criollos y los españoles se volcaron en uno y otro bando. La importancia de la asonada — acontecimiento oscuro en sus objetivos— radica en el hecho de acentuar la decadencia del régi­ men político hispánico y en que se aplica una tendencia que triun­ faría en 1810: el Cabildo abierto de tipo revolucionario y la crea­ ción de juntas de gobierno L EL VIRREY CISN EROS Desde Montevideo, Álzaga y sus adictos no cesaron de enviar a la Junta Central de Sevilla acusa­ ciones contra Liniers, cuya nacio­ nalidad aparecía como la causa directa de los conflictos. La Junta peninsular resolvió destituirlo y enquesuenreemplazo 1 Medítese bien la asonada deen­ 1809 vió un nuevo virrey al Río de la Plata, el español don Baltasar H i­ dalgo de Cisneros, marino que se había destacado en la batalla de Trafalgar. Embarcó en Cádiz en compañía de Vicente N ieto, designado reem­ plazante de Elío en el gobierno de Montevideo, quien a su vez había sido nombrado inspector de ar­ mas, con asiento en Buenos Aires. Una vez en Montevideo, Cisneros disolvió la Junta y envió un edecán a Buenos Aires para anun­ ciar su arribo. En esta última ciu­ dad, los criollos se mostraron hos­ tiles al nuevo virrey y particular­ mente con Elío. Un grupo de criollo6 — militares y civiles— dispuso resistir la entrada de Cisneros. A los conciliábulos asistieron Pueyrredón, Rodríguez Peña, Relgrano, Castelli, Ortiz de Ocampo y otros. No se sabe con certeza a quiénes la tendencia revolucionaria esta representada p°r el bando “ español” de Alzaga y sus adictos, quienes propiciaron el Cabildo abierto y a creación de una Junta de gobierno. 123 pensaban entregar el mando los revo­ lucionarios: unos proponían el estable­ cimiento de una Junta presidida por Liniers, y otros, la coronación de la princesa Carlota Joaquina. Saavedra se mostró más cauteloso y cuando se le consultó sobre el plan a desarrollar, replicó: “N o es tiempo, de­ jen ustedes que las brevas maduren y entonces las comeremos.” M OVIM IEN TOS REVO LU CIO N A RIO S EN EL ALTO PERÚ rú — pertenecientes 4a l virreina^ I del Río de la Plata—- insurrecci0, 1 nes contra las autoridades espa. I ñolas. El 25 de mayo estalló en Chy. I quisaca una revolución que tuvo I su origen en un incidente político entre el arzobispo M o x ó y el Cabildo eclesiástico. Los acontecímientos se precipitaron con la Hegada de José M a n u el Goyeneche emisario de la Junta Central dé Sevilla y portador de documentos “ carlotistas” tendientes a crear un protectorado portugués en el Alto Perú. Goyeneche contó con el apoyo del arzobispo M oxó y del inepto gobernador García P iza rro; pero no sucedió lo mismo con el Cabil­ do eclesiástico y la Audiencia. Es­ ta última ■ — que contaba con la adhesión de los criollos— denun­ ció al pueblo que el gobernador deseaba entregar esos territorios a la Corte portuguesa. E l patriota Bernardo de Monteagudo enardeció los ánimos y la agitación cundió rápidamente. El 25 de mayo, García Pizarro debió renunciar y la Audiencia asumió el mando; el coronel Alvarez de Arenales fue nombrado coman­ dante general del ejército. Aunque el nuevo gobierno se de­ claró dependiente del virrey de Buenos Aires y demostró su adhe­ sión a Femando V II, la importan­ cia del movimiento radica en el grupo americano, que despertó en la masa popular un fermento de emancipación. Revolución de C huquisaca Revolución de La Paz En 1809 se produjeron en dos importantes ciudades del A lto Pe­ A l poco tiempo, la importante ciudad de La Paz im itó el ejem' Por la oposición de los jefes criollos, Cisneros dejó a Elío al frente del gobierno de Montevideo y dispuso que Nieto se trasladase a Buenos Aires, con el cargo de inspector general de armas. Liniers marchó a la Colonia y en compañía del nuevo virrey re­ gresó el 30 de julio a Buenos Aires. A pesar de la tensión política exis­ tente, no se produjo ningún acto de hostilidad 1. Cisneros tenía experiencia en tareas de gobierno — había sido capitán general de Cartagena— y ante los “ muchos y graves asun­ tos” que debía resolver en Buenos Aires, prefirió adoptar una actitud conciliadora. Ante el ambiente de rebelión creó un Juzgado de V igila n cia Po­ lítica y decretó la libertad de co­ mercio con cualquier buque amigo procedente del extranjero. Estas medidas llegaban tarde para sal­ var un régimen condenado, pues — como bien se ha dicho— la revo­ lución ya estaba en marcha. 1 Liniers se alejó de Buenos Aires y en setiembre de 1809 se instaló en Córdoba, don^e le sorprendieron los sucesos de mayo. Pereció fusilado como luego verémos. 124 tos. A tal fin se dirigió por nota al Cabildo y al Consulado para que se expidieran sobre la necesidad de complacer la petición de los co­ merciantes ingleses. E l prim er or­ ganismo aprobó lo solicitado al solo efecto de congraciarse con la política del nuevo virrey— y el Consulado, bajo las directivas de Belgrano, también aceptó el pro­ cedimiento, aunque por el escaso margen de siete votos contra cinco. Todo parecía resuelto, cuan­ do el apoderado del Consulado de Cádiz, M ig u e l Fernández de A güe­ ro, se opuso al intento de comerciar con los ingleses por medio de un extenso alegato en favor del co­ mercio monopolista. Sostuvo que el permiso provocaría graves daños a la marina mercante española y significaría la ruina de la naciente industria del virreinato. Ante los argumentos expuestos por Fernández de Agüero, los ha­ cendados y labradores de ambas márgenes del Río de la Plata dis­ pusieron defender sus intereses y designaron representante al doctor M ariano M oreno. Éste redactó la Representación de los Hacendados, LA REPRESENTACIÓN trabajo que no lleva su firma y DE LOS H ACEN D A D O S que fue presentado el 30 de se­ tiembre. Cuando Cisneros ocupó su alto Reclama, apelando a la justicia, cargo, era muy notorio el déficit las ventajas del libre comercio y del erario. califica al monopolio de atentado A mediados de agosto de 1809 contra la libertad humana. Se Se presentó la oportunidad de con­ opone a las trabas que impedían seguir recursos, cuando dos comer­ la entrada de productos del exte­ ciantes ingleses — D illon y Thw airior, pues si éstos “ son inferiores ,tes—. solicitaron autorización para a los del país no causarán perjuicio desembarcar y luego vender pro­ y si son superiores, excitarán la ductos que traían en sus naves, emulación” . Recuerda a Cisneros Espetando las condiciones que que el soberano “ no confirió a c°nsiderasen justas. V. E. la alta dignidad de virrey Cisneros admitió la oferta, pues de estas provincias para velar por c°n ella se obtendrían recursos exla suerte de los comerciantes de traordinarios con los derechos de Cádiz, sino sobre la nuestra” . aduana que pagarían esos produc­ . de Chuquisaca. E l 16 de ju lj 0 P lió una revolución acaudillada e f los criollos, quienes eligieron ^mandante a Pedro D om ingo M u ■i]n e intendente a Juan IndaT } .. El pueblo se volcó en las S íe s a los gritos de “ ¡Viva Fer£ ndo V I I ! ” y “ ¡Mueran los cha­ llo n e s !” (españoles). £1 Cabildo asumió el gobierno hasta que se organizó una Junta tuitiva (defensora) de caracter consultivo, presidida por M u n llo e integrada exclusivamente por americanos. . Las autoridades realistas de L i­ ma y Buenos Aires enviaron fuer­ zas para reprim ir estos m ovim ien­ tos. Cisneros comisionó al mariscal Nieto para que se dirigiera a Chu­ quisaca; Abascal — virrey del Pe­ rú— dispuso que M anuel Goye­ neche — a la sazón presidente de Cuzco— sofocara la insurrección de La Paz. Los rebeldes carecieron de unidad y fueron vencidos en varios combates. 125 El escrito terminaba con una petición de siete artículos, en la que solicitaba: a) el franco co­ mercio por el término de dos años, hasta la definitiva aprobación de una junta económica; b ) los pro­ ductos ingleses debían ser nego­ ciados por apoderados españoles, y c) el que introducía mercaderías estaba obligado “ a exportar la m i­ tad de los valores importados, en frutos del país” . E l 6 de noviembre, Cisneros reu­ nió una Junta consultiva a la que asistieron veinticuatro vecinos “ de recomendada probidad” , quienes reglamentaron el franco comercio del Río de la Plata con buques ex­ tranjeros, de acuerdo con varias formalidades previas. La Representación de los H a­ cendados se publicó en Buenos Aires después de la Revolución de M ayo y luego — traducida al por­ tugués— también en Río de Ja­ neiro; además, se publicó en Lon­ dres, en el periódico “ El Espa­ ñol” !. ANTECEDENTES EXTERNO!» DE LA REVO LU CIÓ N DE M A YO La Revolución de M ayo de 1810 no fue un hecho casual, sino que — como todo acontecimiento de significación— es la resultante his­ tórica de una serie de anteceden­ tes, en este caso tanto europeos co, mo americanos y locales. El movimiento estallado en Bug. nos Aires forma parte de una corriente histórica de rebelión común a toda la Am érica hispana pues casi simultáneamente se pro! dujeron otros focos de tendencia separatista en diversos dominios españoles. Entre los antecedentes externos podemos citar: a) L a in d e p e n d e n c ia E stados de lo s U n id o s El 4 de julio de 1776 fue procla­ mada la independencia de las an­ tiguas colonias británicas en Amé­ rica del Norte, la que dio origen a una nueva entidad política lla­ mada Estados Unidos. España ayudó a los revoluciona­ rios en su lucha contra Gran Bre­ taña, sin medir las consecuencias de esta actitud para con los pobla­ dores de sus propios dominios en América. La corona española re­ conoció las legítimas aspiraciones de los rebeldes, que no tardarían en ser imitadas por otros herma­ nos de América. b) La denominó “ Declaración de los nerechos del Hombre y del CiudaV no” . Las ideas proclamadas por los revolucionarios, su espíritu crí­ tico y demoledor, encontraron rá­ bida difusión en la juventud ilus­ trada del virreinato del Río de la plata y de toda la Am érica his­ pana. R e v o lu c ió n LAS N U E V A S fra n c e s a t ID EAS La Revolución francesa de 1789 definió los derechos inalienables del pueblo en un documento que 1 E l historiador D ie g o L u is M o lin a ri niega la importancia atribuida por otros investi­ gadores a la Representación de los Hacendados; Com o el citado escrito se dio a publicidad después de la Revolución de M ayo “ mal pudo tener la influencia decisiva e independien*6 que se le atribuye” . E l decreto del 6 de noviembre fue obra de una asamblea en la “ no participó Moreno y sólo unos pocos de los que en ella intervinieron, habían leído Ia Representación” . ^ Además, Molinari sostiene que el decreto del 6 de noviembre ño consagró la libertad de comercio, en el verdadero sentido de la palabra. Afirm a que de acuerdo con ese docu' mentó “ el extranjero no podía comerciar directamente sus efectos, pues se necesitaba se* español para ejercer el comercio. Y aun así, los españoles consignatarios de extranjeros *l0 podían vender al por menor. ¿Puede llamarse a esto libertad de comercio?*' Véase: D ie g o L u is M o lin a r i: “ L a Representación de los Hacendados de Mariano Moreno* Su ninguna inifluencia en la vida económica del país y en los sucesos de mayo de 1810 • Buenos Aires, 1939. c) L a s id e a s l i b e r a l e s h is p a n o - IN D IA N A S Ilustres pensadores españoles sos­ tuvieron ideas liberales y se anti­ ciparon a los escritores franceses en las doctrinas sobre la soberanía po­ pular y los principios fundamen­ tales de la ciencia política y social. A partir del siglo xvi, esclarecidos teólogos defendieron la igualdad de los am ericanos y reclamaron la aplicación de principios más liberales. Entre estos ilustres religiosos podemos citar a Bar­ tolomé de las Casas y Francisco de Vitoria. El sabio jesuíta Francisco Suárez bregó a través de sus obras por los derechos del pueblo y en el siglo xvm se destacó el magistrado español Juan de Solórzano Pereira, autor de la fa­ mosa “ Política Indiana” en la que sos­ tiene la igualdad de criollos y peninsu­ lares. d) L a a c c ió n de los precur ­ sores Con los primeros movimientos Amados contra las autoridades es­ pañolas surgieron en la Am érica hispana ilustres patriotas de avan­ zadas ideas, los que han sido lla ­ gados precursores de la emancipa­ ban americana. Sus más destacados representan­ tes fueron Francisco M ira n d a 1 y A ntonio Nariño. Francisco Miranda nació en Caracas en 1750 y luego prestó servicios mili­ tares en España; de allí pasó al Nuevo Mundo, donde luchó en favor de la emancipación norteamericana; más tar­ de engrosó las filas de los revoluciona­ rios franceses. En 1795 se trasladó a Londres y empezó a trabajar con empeño por la emancipación hispanoamericana. Con el propósito de coordinar la acción re­ volucionaria fundó la “Gran Reunión Americana”, conocida comúnmente co­ mo. “ Logia Lautaro” . Antonio Nariño nació en Bogotá en 1765 y desde temprana edad forjó una sólida cultura. Su lucha por la libertad de América comienza en 1794, año en que tradujo el texto de la Declaración de los Derechos del Hombre” de los revolucionarios franceses y los publicó en castellano bajo el titulo de Decá­ logo de la sociedad regenerada . Su actividad en favor de la causa de la emancipación le ocasionaron el destierro y la cárcel. i Ver capítulo IV , página 97. 127 126 e) L a in v a s ió n n a p o le ó n ic a e n E spañ a Y a nos hemos referido a la crisis de la monarquía española como consecuencia de la invasión napo­ leónica y su repercusión en el Río de la Plata. AN TECED ENTES a) E LO CALES c o n ó m ic o s Debido a la imprevisora política seguida por España, puede afir­ marse que — desde fines del si­ glo xvm — sus dominios en A m é­ rica quedaron abandonados a su propia suerte. Las guerras y los conflictos eu­ ropeos interrumpían totalmente las transacciones comerciales con la M etrópoli, mientras las pobla­ ciones de ultramar sufrían las consecuencias del absurdo sistema del monopolio comercial. Los errores del gobierno penin­ sular favorecieron la acción de aquellos hombres de ideas progre­ sistas, los cuales, en verdades acción revolucionaria, defendían J¡ libre comercio y censuraban ] defectuosa administración est)aa ñola. b) P o l ít ic o s Después de la asonada del 1 (jf, enero de 1809 se intensificó la agj. tación política en Buenos Aires y a partir de junio de ese año Se iniciaron reuniones secretas contrarias al régimen imperante. Los cargos públicos eran ocupados en su casi totalidad por los españoles, en muchos casos inca­ paces, pero con la ventaja de ha­ ber nacido en la península. Otra causa política que merece destacarse es el criterio que im ­ peraba en la corona española res­ pecto de las posesiones en Améri­ ca. Estos territorios se consideraban propiedad personal del rey, no de la Nación. En consecuencia, pro­ ducido un cambio de gobierno en la península o cautivo el monarca, quedaban desatados de hecho los vínculos con la Metrópoli. L as in v a s io n e s in g l e s a s Ya hemos reseñado las impor­ t e s consecuencias de las invali'ones inglesas. gl virreinato en v ísp eras je la Revolución A comienzos de 1810, un grupo ¿e hombres jóvenes estaba dispues­ to y preparado para servir a la R e v o lu c ió n . Sus integrantes se reu­ nían en el negocio de H ipólito V i e y t e s , en la casa de Rodríguez Peña y en la quinta de Mariano de Orma. Asistían M anuel Belgrano, Cornelio Saavedra, Juan José Paso, Nicolás Rodríguez Pe­ ña, Manuel A lberti y otros. E l grupo revolucionario contaba con e l apoyo de la casi totalidad de la s fuerzas militares, pero ca­ recía de un verdadero dirigente y no contaba con un plan de acción determinado. Este grupo revolucionario ha sido llamado por muchos historiadores “ la Sociedad de los Siete” . En la actuali­ dad y debido a los estudios de Juan Canter, se niega la existencia de dicha sociedad como núcleo dirigente de la Revolución de Mayo. REVO LU CIÓ N DE M A YO proclam a del 18 de m ayo El 13 de mayo de 1810 recaló Montevideo una fragata inglesa Portadora de diversos periódicos, los cuales se informaba acerca 'je la caída de Andalucía en poder e los franceses. Los impresos traídos por la nase conocieron en Buenos Aires, 'l°nde provocaron justificada agiación. Ante el curso de los suceS°s> Cisneros optó por comunicar­ los al pueblo el 18 de mayo, por medio de una proclama en la que aconsejaba tranquilidad y obedien­ cia a las autoridades españolas. En el citado documento el virrey informaba sobre el avance de las tro­ pas francesas y agregaba que en el caso de una derrota total en la penín­ sula, ejercería el mando en Buenos Aires hasta que un congreso de virrei­ natos nombrara una Regencia en re­ presentación de Fernando V II. Enterados de la proclama, los patriotas requirieron la colabora­ ción de Cornelio Saavedra, jefe del Regimiento de Patricios, quien ma­ nifestó que había llegado el mo­ mento de actuar. El sáb ad o 19 de m ayo Por delegación de los patriotas, Saavedra y Belgrano se reunieron con el alcalde de prim er voto Juan José Lezica para solicitarle la ne­ cesidad de convocar, con anuencia de Cisneros, un Cabildo abierto “ al que concurriese el pueblo a deliberar y resolver sobre su suer­ te” . Castelli fue comisionado pa­ ra cumplir idéntica misión ante el síndico procurador Julián de Leiva. El domingo 20 de m ayo A l día siguiente, Lezica comu­ nicó lo acontecido a Cisneros, quien antes de tomar una decisión reunió en la Fortaleza a los jefes militares, para requerir su apoyo. En la entrevista, Saavedra — en nombre de todos— “ se explicó con tibieza” , por lo que el virrey se despidió sin tomar ninguna me­ didaPor la noche, los revolucionarios se reunieron en la casa de Rodrí129 E l a c a u d a la d o co m ercian te J u a n Jo sé L e z ic a , a lc a id e d e p rim e r voto d e l C a b ild o d e B uenos A ire s c u a n d o se p ro d u jo la R evolución d e M a y o . tuar la sesión pública el día si guiente — 22 de mayo— a las n Ue' ve de la mañana. Redactóse la esquela de invitación y se resolvió im prim irla sin pérdida de tiempo para que fuese repartida entre los más caracterizados miembros de la administración m ilitar, eclesiásti­ ca y civil. guez Peña y dispusieron que Caste lli y M a rtín Rodríguez se aper­ sonaran a Cisneros para exigirle la reunión de un Cabildo abierto. Los comisionados encolerizaron al virrey, quien — serenado por el oidor Caspe— finalmente aceptó la convocatoria. El lunes 21 de m ayo Núcleos de vecinos se reunieron en la Plaza M ayor para apoyar la solicitud de un Cabildo abierto. Los regidores obtuvieron la auto­ rización escrita del virrey para “ convocar por medio de esquelas, la principal y más sana parte del vecindario” . Conviene destacar que con su actitud, Cisneros aceptaba de he­ cho la revolución, por cuanto acce­ día a la imposición popular. Los regidores dispusieron efec- CABILD O ABIERTO DEL 22 DE M A YO A la hora establecida reunióse el Cabildo con la asistencia de doscientos cincuenta y un invita­ dos 1, sin contar los regidores que no tenían voz ni voto. Los ausentes eran en su mayoría partidarios del gobierno español y a la vez muchos de los presentes no reunían las condiciones reque­ ridas por el Cabildo. E l hecho se explica si se tiene en cuenta que las bocacalles próximas a la Plaza M ayor y la entrada al Ayunta­ miento estaban custodiadas por soldados del cuerpo de Patricios, efectivos favorables a los revolu­ cionarios, quienes controlaban el acceso. El debate La sesión la inició el escriban0 del Cabildo, don Justo N ú ñ "L- 1 Otros historiadores afirman que el número de asistentes era de doscientos c u a re n » y caiatro. L a divergencia de opiniones se ha producido por imperfecciones del acta y en el hecho cte que algunos “ se escabulleron en una u otra form a” . Pa u l Groussac da doscientos cuarenta y cuatro asistentes, representados por las siguiente* clases sociales: militares, 60; empleados civiles, 39; religiosos, 25; profesionales (e n esVe‘ cial abogados), 2b; comerciantes, hacendados y vecinos en general 94 Atenga no pudo concurrir y tampoco Sentenach, por no haber finalizado elproceso ¡e' guido contra ambos por su actuación el 1 de enero de 1809. 130 Kken leyó una proclama notoria­ mente realista, pues aconsejaba a lo s presentes “ evitar toda innova•¿>n o mudanza, pues general­ mente son peligrosas y expuestas a división” . Este discurso repetía conceptos ya enunciados en la proclama del 18 de mayo, lo que prueba el acuerdo previo existente entre el virrey, los miembros del Cabildo y de la Audiencia. Era evidente que Cisneros había aceptado la reunión de un Congreso general con la esperanza de obtener un triunfo y consolidarse en el poder. A l escribano siguió en el uso de la palabra el obispo de Buenos Aires, don Benito de Lué y Riega, quien se mostró contrario a toda innovación. Sostuvo que, aun en el caso de una pérdida total de^ la Península, los españoles debían continuar mandando en América y los hijos del país sólo podrían lle ­ gar al poder cuando no quedara ningún español en estas tierras. Para defender los ideales de los revolucionarios, habló a continua­ ción el doctor Juan José Castelli, quien sostuvo la caducidad deí poder en España debido al cauti­ verio de Fernando V I I y a la di­ solución de la Junta Central de Sevilla. Sobre estos principios, ar­ gumentó los derechos del pueblo de Buenos Aires para ejercer su soberanía e instalar un nuevo go­ bierno. Luego hizo uso de la palabra el m ilitar Ruiz Huidobro para desta­ car que Cisneros debía cesar en el mando — por haber caducado en España la autoridad que lo nom­ bró— y reasumirlo el Cabildo, pa­ ra luego entregarlo a otra persona. Opinó seguidamente el fiscal M anuel Genaro V illota , quien ne­ gó a Buenos Aires el derecho a de­ cidir sobre la legalidad del Conse­ jo de Regencia y menos aún en erigirse como gobierno soberano. Su argumentación trataba de de­ mostrar que el virrey debía conti­ nuar en el mando, pues las resolu­ ciones de los vecinos porteños carecían de validez. E l g r a b a d o re p ro d u ce u n a d e las v ita c io n e s q u e se e n v iaro n a los cin o s p a r a a sistir a l c a b ild o d e l 22 m ayo . O b se rv e a l p ie el nom bre la p e rso n a c ita d a . in* ve­ de de in fie r e la autoridad o mando.” Adhirieron a este parecer figuras j e singular notoriedad, como Castelli, Belgrano, Paso, TVjoreno, Rivadavia y otros. La ceremonia se había prolon­ gado en exceso, debido a la lenti­ tud del procedimiento utilizado, y se dejó para el día siguiente la verificación del escrutinio. En el acta consta que debió levantarse la sesión “ por ser ya pasada la hora de las doce de la noche y no ser posible de continuar el trabajo, después del incesante que se ha tenido en todo el día” . se decidió votar una proposiriñ. concreta para resolver si había r sado la autoridad del virrey y * tal caso quién debía reem plazad? A continuación los presentí manifestaron su parecer en " h , voz o p or escrito, de acuerdo con tic S o . i 11 P r o b a b ]e q u e después de Vií haJ'an intervenido en el de­ bate otros oradores \ entre ellos el t id a r in T Nepom uceno Solá, par­ e d a ñ o de entregar el poder al Cac )¿ !0- " l , COr¡ Vfí to decisivo del sínJunta r ífh !■ reunión de una Junta Gubernativa integrada por diputados de todo el virreinato. e atirma que entonces habló el abogado criollo Juan José Paso quien rebatió los conceptos de Tos oradores anteriores al sostener la eng Bni!ennneCA?Ídad de «ta b le cer b "ra «T v , r“ Una ,U m " G- La votación siedadCo ^ í ° de Íde3S Prov°có an­ siedad en los presentes, por lo cual encuentran en los in fo r m í ° ? " staVC!a valedera d e S a a ve d ra - y otras f , d e' VJrrey ^ de la riador Groussac a fírm » ^ a d ic io n a le s que obras de B a rtolom é M it r q U e r .Jos discursos e a u te n tic id a d ". » F .d e , L<fpez son /1 SUCes,ivo de asientos, mi, n t ,i r transcribia >°* El obispo L u é — intransigente en sus ideas— dio el voto rotundo en favor de la continuación del ; m “y en. e l mando, pero asociado al oidor Manuel Velazco y ai re gente de la Audiencia. El m ilitar R uiz H uidobro — jefe de la escuadra— fundó su voto en la cesación de Cisneros y su reemplazo por el Cabildo; fue seguido en su opinión por algunos patriol u -7Vpla-monte’ Chiclana y Rodrí­ guez Pena. reacción española se mani­ festó con el voto del oidor José de eyes favorable al virrey, pero aso­ ciado con el alcalde de primer w to y el sindico procurador. Saavedrar interpretó el sentir de­ mocrático de la mayoría del Conffr r ? v° tar Por la cesación del del ^ delegación interina del mando en el Cabildo hasta la formación de una Junta que lo I ' ' | La asamblea realizada en Buenos Aires el 22 de mayo de 1810 se di­ ferencia fundamentalmente de los tí­ picos cabildos abiertos, pues surgió y fue impuesta por el curso de los acon­ tecimientos, contra el parecer de los regidores y aun del propio virrey. Ya no fue un simple y cordial cambio de opiniones entre las autoridades espa­ ñolas y unos pocos vecinos, sino la expresión de un verdadero movimiento revolucionario. El escrutinio del día 23 Por la mañana, el Cabildo ordi­ nario efectuó el recuento de su­ fragios que arrojó las siguientes cifras: Por la destitución del virrey: 155 votos. Por su continuación en el man­ do (solo o asociado): 69 votos. n ! w r a ?<A,baSe a la Participación popular. N o queda duda — agre go— de que e l pueblo es e l que Recuérdese que los asistentes al Ca­ bildo abierto del 22 de mayo fueron 251, en consecuencia, y dada la canti­ dad de sufragios, no votaron 27 perso­ nas, probablemente por haberse retirado antes de emitir el voto. De los 155 que se expresaron por la cesantía de Cisneros, 87 disponían que el Cabildo asumiera interinamente el mando — con voto del síndico Leiva—■ Ia o p in ió " de los de ellos Las r< X ® pret?nder transcribir A u dien cia en ** más d et»Uadas se adolecen d e l r i i \ m !i™orias *-com o las inciden tes n n n íL J contradicciones. E l histo£ 132 hasta que se constituyera una Junta, “ no quedando duda de que el pueblo confería la autoridad o mando” . Conviene aclarar que los votos fue­ ron precedidos por extensas opiniones, en gran cantidad dispares. . La mayoría de los sufragios de­ cretaban ía cesantía del virrey y la entrega del gobierno provisio­ nalmente al Cabildo hasta cons­ tituirse una Junta, elegida por el pueblo. E l Cabildo abierto había demos­ trado el pensamiento de los patrio­ tas y la solidaridad de algunos grupos, pero era evidente la diver­ sidad de opiniones, debido a la falta de unidad de la masa revo­ lucionaria. Sus vacilaciones fueron aprovechadas por el Cabildo or­ dinario para elaborar un audaz plan que burlaba la voluntad po­ pular. En efecto: los regidores se creyeron con facultades suficientes como para nombrar por sí solos, sin consultar al pueblo, una Junta provisional, que tomaría el mando “ mientras se congregaran los dipu­ tados que se han de convocar de las provincias interiores, para es­ tablecer la forma de gobierno que corresponda". La audacia culminó con la desig­ nación del propio virrey como pre­ sidente de la Junta. Sólo 25 votos — de los 155 que dis­ ponían la cesantía del virrey— con­ ferían al Cabildo atribuciones para constituir una Junta en la forma que creyere más conveniente. Estos sufra­ gios minoritarios respondían a la fór muía de Ruiz Huidobro, que fue apo­ yada —entre O tros— por Chiclana. Enterado de lo dispuesto. Cisneros aceptó la resolución del Cabil­ do, pero juzgó prudente consultar al respecto con los jefes militares, pues estaba seguro qué el pueblo líl i no deseaba su permanencia en el mando. Seguidamente se efectuó una entrevista, en cuyo transcurso los jefes declararon que era nece­ sario hacer pública la destitución del virrey, única forma de aquie­ tar la efervescencia popular. La opinión de los militares fue aceptada y esa misma tarde un pregonero — escoltado por soldados patricios— leyó por las calles de Buenos Aires un bando relativo a la destitución del virrey. El jueves 24 de m ayo Por la mañana se reunió el Ca­ bildo y dispuso “ que continúe en el mando el Excmo. señor Virrey, don Baltasar Hidalgo de Cisneros” presidiendo una Junta de Gobierno integrada por Juan M . Solá, cura párroco de Montserrat, el comer­ ciante José Santos lncháurregui (ambos españoles) y los criollos Juan José Castelli, abogado de la Real Audiencia, y Cornelio Saave­ dra,, comandante del cuerpo de Pa­ tricios. Bajo la dirección del síndico Julián de Leiva — cabecilla de la reacción española— el Ayunta­ miento redactó un Reglamento de trece artículos, con el propósito de vig ila r el desempeño del nuevo organismo. El Cabildo se reservaba la atribución de nombrar el sustituto de cualquier miembro de la Junta (art. 49) y si sus integrantes no se desempeñaran con corrección podía deponerlos y reasumir la autoridad (art. 5’ ) . Además, la Jun­ ta no estaba facultada para imponer contribuciones sin la anuencia del Ayuntamiento. Otros artículos son verdaderas inno­ vaciones en el derecho político vigente hasta esa época. Así, la Junta no tenía atribuciones judiciales, pues éstas co­ 134 rrespondían a la Real Audiencia fa„ tículo 7V) y todos los primeros días dli mes debía publicar el estado de ]! finanzas (art. 8V). Ninguna orden rlj virrey sería valedera sin la confom,; (art. i i r de l0S demáS mieml,r°s Previa consulta con los jefes mi­ lit a r e s — que apoyaron a los elec tos— los integrantes de la Junta juraron esa tarde en la sala capi­ tular del Cabildo, que había sido ornamentada para la ceremonia Cisneros usó de la palabra con e] evidente propósito de mantener la tranquilidad pública y luego acompañado por los integrantes del nuevo gobierno, se trasladó al * uerte, entre “ repiques de campa­ nas y salvas de artillería” . sobre las armas dispuestos a brin­ ormanecía en el mando, la agi­ dar su apoyo a los revolucionarios. tación cundió por la Plaza M ayor Por la noche, Saavedra y Caste­ v ios cuarteles de Patricios. E l des­ lli comunicaron al virrey la gra­ contento era encabezado por D o­ vedad del momento y luego de una mingo French, Antonio Beruti y breve deliberación todos elevaron otros jóvenes criollos — en su ma­ su renuncia y devolvieron el po­ yoría de los suburbios— conocidos der al Cabildo. con el apodo de chisperos. E l síndico Leiva aceptó la con­ Por su parte, los principales re­ vocatoria del Ayuntamiento para volucionarios, civiles y m ilita­ el día siguiente, mientras los pa­ res, se reunieron en la casa de triotas se reunieron nuevamente en Rodríguez Peña. En esa entrevista, casa de Rodríguez Peña, hasta las Castelli admitió su error y prome­ primeras luces del alba. En esa tió elevar su renuncia como m iem ­ larga sesión se resolvió — -para evi­ bro de la Junta, a la vez que inter­ tar una maniobra reaccionaria cedería ante Saavedra para el mis­ presentar al Cabildo los nombres mo propósito. de las personas que integrarían la Fue necesario comunicar lo re­ nueva Junta de gobierno. Además suelto a los regimientos de Patri­ de confeccionar esa lista, se dispu­ cios y Arribeños, que ya estaban La agitación revolucionaria Aunque la Junta había logrado el consentimiento de los jefes m ili­ tares y la integraban dos represen­ tantes de los criollos — de buena fe, aunque equivocadamente— no cabía duda que tal solución era in­ aceptable. Cuando trascendió que el virrey El co ro n el A n to n io Luis B eruti a p o y ó d e sd e el com ienzo la g e sta d e M ay o . En e sa é p o c a in teg ró el g ru p o de jó v e n e s a p o d a d o s " c h isp e ro s" . m ientras com entan los sucesos p o lítico s q u e c u lm .n a r.a n esa |o rn a d a . EL 25 DE M A Y O La petición del pueblo Los jefes m ilitares niegan su apoyo a l v irrey Desde el amanecer del día 9k grupos de patriotas se trasladaron a la Plaza M ayor y debido a 1 inestabilidad del tiempo — lluvioso y frío— debieron dialogar bajo U arquerías del Cabildo y de la ¿ l acL 0Si,Ca^Ílcíantes se reunieron a las ocho de la manana y resolvie­ ron rechazar la renuncia de a Junta presidida por el virrey y ! la vez aconsejarle que se impu­ siera por la fuerza, en caso de ne­ cesidad. C o rn e lio S a a v e d r c , el p resid e n te y co m an d an te d e a rm a s d e la Prim e­ ra Ju n ta . (O le o He B. M a rc o l, en el M useo H istórico N a c io n a l.) Cuando trascendió lo resuelto un grupo de patriotas consigu.ó llegar hasta la sala y exigió la in­ mediata destitución de Cisneros; Leiva logro tranquilizarlos cuando les prometió ocuparse para lograr provTncbs” 16n 7 de estas )uz&aron nece­ sario dominar a los descontentos por medio de la fuerza y entonces so enviar a la brevedad una expe­ nada mejor que consultar la opi dición m ilitar al interior con ca­ nion de los jefes militares. Éstos rácter de auxiliadora” . se presentaron a las nueve y media de a manana y ante la pregunta da opinión más generaliza­ de si podían contar con un apoyo ste 7 drefendlda entre «tros por Grouspara sostener el gobierno estable­ sac y Levene— según la cual la lista cido , la mayoría contestó en for­ de los integrantes de la futura Junta ma negativa. Gubernativa se hizo el día 24 de mavo Por la noche. Con esto se rebatía' la Mientras los jefes militares per­ jpinion tradicional —sostenida por Mimanecían con los cabildantes, un grupo de patriotas penetró por los que Ub!Caba en la mañana del corredores del Ayuntamiento y lista gmeme 3 redaCC1Ón de la d *ada luego de dar fuertes golpes en la puerta^ cerrada de la sala, manifes­ dores Ia RaI tUat1Íd^ ’ ?lgunos hi" ñazú—" í Marfan>'’ Ruiz Gui- taron que querían saber de aué se trataba” . Fue necesario que el documentos, t e ^ d e ' MUre^pues comandante M artín Rodríguez sa­ lera hacia los corredores para Í S Í , ? ” 4' - » ™ contener a los más exaltados. Ante la delicada situación que se les presentaba, los cabildantes decidieron recabar la renuncia in ­ declinable del virrey y en conse­ cuencia de la Junta. Una delega­ ción salió rumbo al Fuerte y re­ gresó al cabo de un rato con la noticia de que Cisneros había aceptado la imposición. En esas circunstancias un nuevo grupo popular — encabezado por Beruti—• se hizo presente en la sala de acuerdos y dio a conocer oralmente la nómina de los ciu­ dadanos que integrarían la n,ueva Junta Gubernativa; además, una vez establecida la última, debería enviarse una expedición de 500 hombres al interior. “ Una junta gubernativa compuesta de Saavedra como presidente y coman­ dante de armas, de los vocales Castelli, Belgrano, Azcuénaga, Alberti, Matheu y Larrea, y de los doctores Paso y M o ­ reno como secretarios: con la precisa cualidad de que, establecida la Junta, debería enviarse en el término de quin­ ce días una expedición de 500 hombres para las provincias interiores” (acta capitular del 25 de mayo). Con el propósito de ganar tiem­ po, el síndico Leiva argumentó que era necesario presentar esa peti­ ción por escrito y firmada por sus adherentes. Así lo hicieron los re­ volucionarios y después de un lar­ go rato entregaron a los cabildan­ tes varios cuadernillos con nume­ rosas firmas 1. No conformes con el petitorio, Jos cabildantes exigieron la ratifi­ cación del mismo por el pueblo congregado en la plaza. E l síndico Leiva se asomó entonces al balcón y ante la vista de un grupo de vecinos preguntó con ironía a los patriotas: “ ¿Dónde está el pue­ blo?” Varios le replicaron “ que las gentes por ser hora inoportuna se habían retirado a sus casas; que se tocase la campana del Cabildo y que el pueblo se congregase en aquel lugar para satisfacción del Ayuntam iento; y que si por falta del badajo no se hacía uso de la campana, mandarían tocar gene­ rala y que se abriesen los cuarte- ■ les” . PRIMERA JU N TA DE G O B IERN O La Junta Provisional G u b ern ativa Sin medios con que resistir y para evitar actos de violencia, los cabildantes decidieron acatar la voluntad de los patriotas y recono­ cer la autoridad de la Junta revo­ lucionaria. Previa lectura del acta respectiva, el nuevo gobierno que­ dó integrado por nueve miembros, en la forma siguiente: Presidente y comandante de ar­ mas: Cornelio Saccvedra. Secretarios: doctores M ariano M oren o y Juan José Paso. Vocales: Pbro. M an u el A lb e rti, D. M ig u e l de Azcuénaga, Dr. M a ­ nuel Belgrano, Dr. Juan José Cas­ telli, D. D om ingo M atheu y D. Juan Larrea. Era evidente que la Junta daba re­ presentación a las principales clases so- 1 E l documento se conoce con el nombre de “ la p e tic ió n d e l p u e b lo” . Y a hemos dicho no todos los historiadores coinciden en que esa representación escrita se efectuó la noche anterior pues otros afirman que se hizo el 25 de mayo, durante el “ largo intervalo de espera” . K Las firmas son 401 y en su gran mayoría corresponden a los militares. 136 137 pos d e los se llo s qu e us¿ |a P rim e ra J u n ta j e G o b ie rn o . El d e la Izq u ie rd a re p re se n ta a l "Sup rem o P o d er E je cu ­ tivo d e las P ro vin cias U nidas d e! R ío d e la p la ta ". El sig u ie n te , a l " G o b ie r n o S u p e r io r Provisional d e la s Pro­ vincias U n id a s d e l Río de la P la ta a nom bre del S r. D. F e rn a n ­ do V I I " . cíales: asi e l clero estaba representado p or A lb e rti, y los abogados — los más numerosos— p or M oren o , Paso, Belgran o y Castelli. P o r su parte, los m i­ litares lo estaban p or Saavedra y A z cuénaga. F in a lm en te y con el propósito de con­ graciarse con los españoles que habían apoyado e l m o vim ien to o al menos p er­ m anecido neutrales, se designó a los co­ m erciantes L a rre a y M ath eu. La solemne ceremonia del jura­ mento se. efectuó a las tres de la 1 ail S s1 i t1uUa ó1n1 iiinpcittllic m p era n te C en E s p a ñ a , lia a “ L JU Uc UiU U iJOpnntt, la J u n ta y u n a d is t in t a in t e r p r e t a c ió n d e la tarde. En presencia de las más al­ tas autoridades — civiles y milita­ res— los miembros de la Junta se hincaron y con la mano d erech a apoyada sobre el libro de los Evan­ gelios juraron: "desempeñar legal­ mente el cargo, conservar in te g ra esta parte de A m érica a n u e s tro augusto soberano el señor don Fernando V I I y a sus legítimos su­ cesores y guardar p u n t u a lm e n t e la s leyes del reino” 1. de i1n c a c ió n u ax l >.auur r e y \j cau p o r lo s m ie m b r o s 1>v*o uv,av,iuu jj vt ij v i o iuo y S e m a n a d e M a y o , h a n h e c h o d u d a r —d e sd e m * a n t i g u o — s o b r e l a t e n d e n c i a e m a n c i p a d o r a d e l m o v i m i e n t o . U n o d e lo s p r i m e r o s e n ^ a c e ¿ . f u e Tomás Manuel de Anchorena, q u i e n e n c a r t a a s u p r i m o J u a n M a n u e l d e R o s a s í'x P ' ' \ n " t o d o s l o s p a p e l e s o f i c i a l e s n o r e s p i r a b a n s in o e n t u s ia s m o p o r l a o b e d i e n c i a y s u b o r d in a 01 a V i l ” . S i n e m b a r g o , e l p r i m e r o e n d u d a r s o b r e l a i d e a s e p a r a t is t a f u e F l ° renntíe t a r d e l e s i g u i e r o n Luis Dom ínguez, y a c t u a l m e n t e , e n t r e o t r o s , e l D r . En^Q ,, E s t e ú l t i m o s o s t ie n e q u e e l 2 5 d e m a y o “ s ó l o h u b o u n c a m b i o d e g o b i e i c o n s e c u e n c ia d e u n a g u e r r a c i v i l q u e c o m e n z ó e n é p o c a s d e L in ie r s . tí j F ern a n d o Varela; m á s de Gandía. a P o r su id e a l d e de m ayo lla m a d a , ja r o n ( a 138 p a r t e , l a m a y o r í a d e lo s h i s t o r i a d o r e s — d e M i t r e e n a d e l a n t e — a f i r m a q n e ^5 l a i n d e p e n d e n c i a d e e s ta s P r o v i n c i a s e s t á e x p l í c i t a m e n t e m a n i f e s t a d o a n t e s d e d e 1S ! 0 ” . L a in v o c a c ió n a l r e y c a u tiv o o “ m á s c a ra d e F e m a n d o ” c o m o h a ' s e u t i l i z ó — e s c r i b e A n d r é s L a m a s — “ p o r q u e la s c o n v e n i e n c i a s p o l í t i c a s l e a c o i la J u n t a ) e n c u b r ir b a jo es a s fo r m a s su p e n s a m ie n to fu n d a m e n t a l” . La autoridad del virrey había caducado definitivamente, y la J u n ta P r o v is io n a l G u b e rn a tiv a — tal como figura en los documen­ tos,— se trasladó al Fuerte en m e­ dio del entusiasmo popular,, mien­ tras se escuchaban salvas de arti­ llería y las campanas de los tem­ plos eran echadas a vuelo. Constituida la Junta Provisional Gubernativa 110 tardó en manifes­ tarse la sistemática oposición del Cabildo, de la Audiencia y del ex virrey. Estos focos contrarrevolu­ cionarios tenían la esperanza de volver al régimen anterior, confia­ dos en que los diputados provin­ ciales se pronunciarían contra la Junta, de carácter provisional. El Reglamento del d ía 25 Con el evidente propósito de controlar al nuevo gobierno y de hacer triunfar la contrarrevolución española, el Cabildo impuso a la “Unta un Reglamento de once ar­ tículos, muy similar al redactado f'ara la Junta presidida por Cis- tteros. , El documento figura en el acta día 25 y sus fines fundamenGs son: otorgar al nuevo gobier­ no un carácter provisional y some­ tido al Cabildo, refirmar la autori­ dad suprema del rey Fernando V II y consultar de inmediato a las in­ tendencias (o provincias) para for­ mar una junta general del virrei­ nato. E l R eg la m e n to del día 25 reconoce al Cabildo la facultad de destituir a los m iem bros de la Junta en caso de que faltasen a sus deberes. E l n uevo gob iern o gob ern aría en form a provisional hasta la creación de una junta gen era l del virrein a to , para lo cual debía convocarse a una reu ­ n ión en Buenos A ir e s a los represen­ tantes d el in terior. Éstos “ debían esta­ b lecer la form a de gob iern o que se considere más con ven ien te” . De acuerdo con lo dispuesto en el Reglamento, los diputados del interior no debían incorporarse a la Junta Gubernativa, sino formar un organismo separado. Prim eras disposiciones de la Junta El día 26 de mayo, la Junta pu­ blicó un bando — redactado por Mariano Moreno la noche ante­ rior— en el que se aconsejaba a 139 La p ro c la m a d e l 2 6 d e m ayo d e 1810. interior para volver al poder, pues eran los que debían expedirse so­ bre la legalidad del nuevo gobierno. £n el transcurso de toda la Semana de Mayo es visible el interés del virrey por convocar a esos diputados y así l o resolvieron los cabildantes el día 23, cuando en realidad la mayoría de los sufragios emitidos en el Cabildo abier­ to del día anterior no disponía esa convocatoria. A través de la circular del 27 de mayo, la Junta decidió continuar con e l pacífico desarrollo de los sucesos y optó por convocar a esos diputados, los cuales debían incorporarse al gobierno para abrazar su causa e interiorizarse de sus problemas. ¿ e l. e llo s rado sino al soberano ni debía jurar a otra autoridad” . También lo hicieron en disconformi­ dad miembros del Cabildo, de la Real Hacienda y del Tribunal de Cuentas. Los juramentos se efectuaron entre los días 26 y 27 de mayo. La circular del 27 de m ayo la población obedecer a las auto­ ridades y respetar la persona del ex virrey. Invitaba a todas las au­ toridades a una misa en acción de gracias por la instalación del nue­ vo gobierno. El mismo día se dio a conocer otra proclama con el propósito de ‘ ‘afianzar la tranquilidad y el bien general” . En uso de sus atribuciones, la Junta exigió a las autoridades ci­ viles y militarás de Buenos Aires el juramento de fidelidad. Varios funcionarios cumplieron con el requisito, pero bajo protesta. El fis­ cal de la Audiencia, don Antonio Caspe, argumentó que “jamás había ju­ 140 Para mantener la unidad y tran quidad del virreinato, la Junta en vió una circular a las autoridades del interior — fechada el 27 de ma yo— comunicándoles que se había hecho cargo del poder, y que de­ bían elegir sus diputados: quienes “ han de irse incorporando a esta Junta conform e y por el orden de llegada a la capital” . De esta manera, los representan tes del interior arribarían a Buenos Aires para integrar la Junta y no a formar un cuerpo separado. Además, el citado documento hace referencia al envío de una expedición de quinientos hombres, pues de otra forma “ no se harían libre y ordenadamente las eleccio nes” . Como la Revolución no hizo ini­ ciara y pública manifestación de su programa de gobierno y por razones politicas imperiosas debió invocar so metimiento al rey Fernando VII, los pueblos del interior permanecieron du rante un tiempo adictos al sistema po lítico imperante con Cisneros. Lo gobernadores, intendentes y cabildos provinciales no habían sido previamen te informados por los revolucionarios y respondian en su mayoría al régimen anterior. Era evidente que los enemigos de la Junta confiaban en los representantes El Reglam ento del 28 de m ayo Ln Junta Gubernativa no aceptó el Reglamento del día 25 — que la sometía a las directivas del Cabil­ do— y en ejercicio de sus legítim as atribuciones dictó el Reglamento administrativo del 28 de mayo. E l documento establecía el ho­ rario de trabajo de la Junta — dia­ riamente, por la mañana y la tar­ de— , organizaba la labor adminis­ trativa, los honores que correspon­ dían a sus integrantes y el ejerci­ cio del Patronato. Además, en el 10' artículo — el último—- dejaba constancia que cualquier vecino podía dirigirse al nuevo gobierno para “ comunicar cuanto crea conveniente a la segu­ ridad pública y felicidad del Es­ tado” . Las reacciones contra la Junta Desde un principio la Junta debió enfrentar la oposición de la Audiencia, el Cabildo y el ex v i­ rrey; también el obispo Benito Lué pretendió trabar la acción del nuevo gobierno. A comienzos de junio de 1810 llegó a Buenos Aires la noticia sobre la instalación del Consejo de Regencia, en Cádiz. La Audiencia consideró la lega­ lidad de aquel gobierno — repre­ sentaba a Fernando V I I — y orde­ nó a la Junta que procediera al juramento del citado Consejo. El secretario Moreno rechazó el re­ conocimiento al nuevo gobierno español — había sido elegido sin consultar a los pueblos de A m éri­ ca—• y aprovechó la circunstancia para manifestar a la Audiencia el desagrado con que la Junta obser­ vaba la oposición de ese tribunal. El 10 de junio, en horas de la no­ che, el fiscal de la Audiencia don An­ tonio Caspe fue agredido y derribado a sablazos por varios desconocidos. Para evitar la repetición de inci­ dentes, la Junta dio a conocer una Or­ denanza, con indicaciones a la pobla­ ción destinadas a mantener el orden. La Audiencia insistió en su te­ naz oposición y luego de jurar obe­ diencia al Consejo de Regencia comunicó a las autoridades del in ­ terior que imitaran su actitud. Ante el curso de los sucesos, el 22 de junio la Junta citó en el Fuerte a Cisneros y oidores de la Audiencia; allí se les informó que debían abandonar el territorio y partirían rumbo a las islírs Cana­ rias. La Junta designó a los reem­ plazantes de los oidores expulsa­ dos. Por otra parte, el obispo Lué -—ya conocido por su actuación en el Cabildo del 22 de mayo— dispuso efectuar una visita por su diócesis, pero la Junta le negó la autorización. 141 El citado religioso optó por trasla­ darse a Montevideo. E l .Cabildo se sumó a los inci­ dentes cuando dispuso que si los diputados del interior no se reu­ nían antes de los seis meses, nom­ braría una nueva Junta. La intro­ misión del Ayuntamiento en asun­ tos que no le correspondían fue rechazada. E l Cabildo no cesó en su plan contrarrevolucionario, hasta que a mediados de octubre la Junta des­ tituyó a los cabildantes y designó a los que debían reemplazarlos. — C U E S T I O N A R I O ------------------------------------------------- *------1. ¿Cómo José Bonaparte ocupó e! trono de España y de las Indias? 2. ¿Por qué se creó en España una Junta Central de gobierno? 3. ¿Q ué acontecimientos políticos de importancia se produjeron en el transcurso dei virreinato de Liniers? 4. ¿En qué form a Montevideo se separó de la autoridad de Buenos Aires? 5. ¿En qué consistió la asonada del 1 de enero de 1809? 6. ¿C uál es su importancia histórica? 7. ¿Por quién fue reem plazado Liniers? 8. ¿Cómo se pro­ dujo la revolución de Chuquisaca? 9. ¿En qué form a se extendió la insurrección a La Paz? 10. ¿Por qué Moreno redactó la Repre­ sentación de los Hacendados? 11. ¿Q ué solicitaba el escrito? 12. ¿Cuáles son los antecedentes externos de la Revolución de M ayo? 13. ¿Y los antecedentes locales? 14. ¿C uál era la situación del virreinato en vísperas de la Revolución? 15. ¿Por qué Cisneros debió publicar la proclama del 18 de m ayo? 16. ¿Q ué sucedió en los días 19, 20 y 21 de m ayo? 17. ¿Q ué se debatió en el C ab ildo ab ier­ to del 22 de m ayo? 18. ¿Q ué cifras arrojó el recuento de sufragios? 19. ¿Cómo se produjo la reacción española del 24 de m ayo? 20. ¿Fue aceptado io dispuesto en ese d ía? 21. ¿Q ué actitud asumieron los jefes m ilitares? 22. ¿Cómo reaccionó el pueblo? 23. ¿Quiénes integraron la Junta Provisional G ubernativa? 24. ¿Q ué disponía el Reglamento del día 25? 25. ¿C uáles fueron las prim eras disposiciones de la Junta? 26. ¿Q ué decía la circular del 27 de m ayo? 27. ¿C uál era el contenido del Reglamento del 28 de mayo? 28. ¿Por qué fueron expulsados los miembros de la Audiencia y del Cab ildo ? Las expediciones m ilitares. Expedición al Alto Perú. Expedi­ ción al Paragu ay. Expedición a la Banda O riental. LAS EX PED ICIO N ES MILITARES La resistencia a ia Junta en el interior La Revolución había triunfado en Buenos Aires, pero, de acuer­ do con el Reglamento del día 25, debía legitimarse con la aproba­ ción del resto del virreinato. E l 26 de mayo, el ex virrey comunicó su renuncia a los pueblos del interior, y al día siguiente la Junta envia­ ba notas sobre su instalación y la próxima convocatoria de diputados provinciales a una asamblea a rea­ lizarse en Buenos Aires. Si bien el cambio de gobierno se había producido en la capital, el resto del territorio mantenía intacta su organización y estaba controlado por los gobernadores intendentes del sistema virreinal. La adhesión a la causa revolucio­ naria no fue inmediata, pues la Junta no pudo revelar sus verda­ deras intenciones — ocultas bajo el sometimiento a Femando V I I — y tampoco impedir que los funciona­ rios españoles depuestos (oidores, regidores y el propio Cisneros) ins­ taran a las autoridades del interior a desconocer a la Junta recién esta­ blecida. Se sumaron a estas d ifi­ cultades la gran extensión territo­ rial, la ineficacia de las comunica­ ciones, el aislamiento de los pue­ blos y su espíritu localista, receloso de las innovaciones. Los principales centros donde se ra­ dicó la resistencia a la Junta patriota fueron: 143 T a) E l A lto Perú. Aunque compren­ dido dentro de los límites del virreinato del Rio de la Plata, fue siempre un organismo aparte, debido principalmen­ te a su situación geográfica — distante de Buenos Aires— y a sus intereses comerciales. El mariscal Nieto y el intendente de Potosí, don Francisco de Paula Sanz, decidieron no obedecer a la Junta pa­ triota. b) Córdoba. Ubicada en el centro geográfico del territorio, con buenos re­ cursos económicos, esta ciudad se cons­ tituyó en un foco reaccionario, bajo el indudable prestigio de Liniers secun­ dado por las autoridades españolas. c) La Asunción. El gobernador in­ tendente Bernardo Velazco — al frente de la provincia del Paraguay— si bien no hostilizó a los porteños, dispuso no reconocer a la Junta de Buenos Aires. d) Montevideo. Bajo las órdenes de Elio — que llegó con el título de virrey en 1811— la Banda Oriental se mostró desde un principio como enemiga de la Revolución. Buenos Aires. Esto motivó una apresurada reunión en casa del gobernador intendente Gutiérrez de la Concha, a la que asistieron Santiago de Liniers, el obispo Orellana, el deán de la Catedral, Gre­ gorio Funes, y algunos miembros del Cabildo. Estas autoridades -— con excepción del deán Funes—• resolvieron desconocer la autori­ dad de la Junta erigida en Buenos Aires. Recién el día 20 de junio se pro­ dujo la ruptura oficial de Córdoba con la Junta, pues el Cabildo de la primera juró al Consejo de Re­ gencia y comunicó a Buenos Aires que suspendiera la expedición al interior. Ante la actitud asumida por las autoridades de Córdoba, la Junta — por intermedio de M ariano M o ­ reno— resolvió iniciar una enér­ gica acción contra sus enemigos. A pesar de todos los inconve­ nientes, el gobierno revolucionario fue reconocido — hasta setiembre de 1810— por más de veinte ciu­ dades y pueblos. Los rebeldes de Córdoba habían dis­ puesto presentar combate al ejército de la Junta, para lo cual contarían con el apoyo de efectivos procedentes del Alto Perú, Montevideo y Paraguay. Aunque en principio tenían buenas, probabilidades de éxito, lentamente el plan se derrumbó. La unión con las autoridades realistas del norte quedó desarticulada, la mayoría de las pro­ vincias aceptaron enviar sus diputados a Buenos Aires, el deán Funes se puso en comunicación con la Junta para denunciar los planes de los complotados y Moreno trabajó con gran energía pa­ ra destruir la conspiración. EXPED ICIÓ N AL ALTO PERÚ La expedición al norte La situación en Córdoba De acuerdo con lo dispuesto en el acta del día 25, la Junta resol­ vió enviar una expedición sobre Córdoba y el A lto Perú, a fin de extender la Revolución e impedir el alzamiento de algunos núcleos El sentimiento de resistencia hacia Buenos Aires que hemos reseñado obe­ decía no sólo a causas de orden político, sino también económicas, pues era evi­ dente que la capital del virreinato ha­ bía sido beneficiada con el libre co­ mercio y otras ventajas derivadas de su situación geográfica. El 30 de mayo arribó a Córdoba un comisionado del ex virrey Cis­ neros quien informó a las autori­ dades de los sucesos ocurridos en 144 ¿el interior, que se mostraban reacios al reconocimiento del nuevo gobierno. . , El ejército se organizo en base a voluntarios de los cuerpos ya existentes, en un total de 1.150 hombres. Comandante en jefe fue designado el coronel Francisco A n ­ tonio O rtiz de Ocampo, y segundo el m ilitar de igual grado A ntonio González de Balcarce; representan­ te de la Junta fue nombrado H i­ pólito Vieytes, y auditor de guerra Feliciano Chiclana, que partió más tarde. El ejército se concentró en M on ­ te Castro (actual Floresta) y de a llí se dirigió a Luján, donde inició la marcha hacia el interior del te­ rritorio el 13 de julio de 1810. Poco antes de la partida, la Jun­ ta tuvo noticias confirmadas del golpe m ilitar y político que se pre­ paraba en Córdoba, Sucesivas notas de Moreno ordenaban la detención de los cabecillas y su inmediato envío a Bueno? Aires. Sin embar­ go, el 28 de julio y ante nuevas informaciones sobre los sucesos, la Junta ordena aplicar la pena má­ xima a los rebeldes “en el m om en­ to que todos o cada uno de ellos sean pillados, sean cuales fuesen las circunstancias, se ejecutará es­ ta resolución” . Ocampo ocupó sin resistencia la ciudad de Córdoba, mientras los contrarrevolucionarios escaparon rumbo al norte, pero fueron apre­ sados. Aunque sobre los rebeldes esta­ ba dictada la pena de muerte, de­ bido a los ruegos de la población cordobesa, del Cabildo y del clero, Ocampo decidió rem itir los presos a Buenos Aires y enviar una nota con la justificación de su proceder, Enterada la Junta del pedido de clemencia, insistió con energía en sli resolución anterior, comunican­ do a Ocampo que “ la obediencia es la prim era virtud de un gene ral” . Inmediatamente, el vocal Cas­ telli y Rodríguez Peña en carácter de secretario partieron con un con tingente para hacer cumplir la orden emitida por el gobierno. Los prisioneros estaban camino de Buenos Aires, cuando la partida enviada por la Junta los encontró el 26 de agosto cerca de la posta de Cabeza de T ig re (actuál pro­ vincia de Córdoba). Los prisione­ ros fueron llevados a un bosquecilio próximo — conocido con el Un p elotón d e fu sila m iento, a ías o rd e n e d e C a s t e lli, po n e fin la v id a d e lo s con t ra rre v o lu c io n a rio s de C ó r d o b a . Fu ero n rem a ta d o s in d iv id u alm en te y se a firm a d e sc a rg ó su la c a b e z a (C u a d r o d e R iel.) q u e French a rm a sobre d e Liniers F ra n z V a n a las órdenes de Balcarce; ante la proximidad de las tropas, Cochabamba y Oruro — ciudades del Alto Perú— se plegaron a los re­ volucionarios. El virrey del Perú, Fernando de Abascal, informado de los sucesos, resolvió anexar a su territorio las provincias norteñas del A lto Perú, La victoria de Suipacha que hasta ese entonces pertenecían al virreinato del Río de la Plata; Córdoba fue pacificada y desde además, designó al general Goyeallí la Revolución extendió su in ­ neche presidente de esos territorios fluencia por las provincias del y comandante en jefe de las tropas. norte y oeste. El 13 de agosto llegó a dicha ciudad el nuevo goberna­ Balcarce se aproximaba con sus dor intendente, Juan M a rtín de efectivos, cuando el enemigo se Pueyrredón, quien procedió a des­ adelantó hasta Tupiza, aunque tituir a los cabildantes anteriores. luego tomó posiciones detrás del río Cotagaita. Sin esperar la lle ­ Ante la actitud asumida por gada de refuerzos, Balcarce atacó Ocampo, la Junta dispuso quitarlo el 27 de octubre de 1810, pero fue del mando del ejército y lo reem­ rechazado y debió retirarse al sur. plazó por González de Balcarce', además, Vieytes fue sustituido por Envalentonados por el éxito, las Castelli, quien tomó en consecuen tropas realistas iniciaron la perse­ cia la función de representante del cución de los criollos, quienes se gobierno de Buenos Aires, con atri­ hicieron fuertes en la margen de­ buciones sobre la Junta de Comi­ recha del río Suipacha, donde re­ sión. cibieron refuerzos. A llí Balcarce obtuvo la primera victoria para las El ejército avanzó hacia el nor­ tes precedido por una vanguardia armas de la Revolución, el día 7 de nombre de Los Papagayos— y allí a las tres de la tarde se cumplió la sentencia. Cayeron arcabucea­ dos Liniers, el gobernador G utié­ rrez de la Concha, el oficial teso­ rero M oren o A llende y Rodríguez. Fue exceptuado el obispo Orellana 147 Castelli entró en negociaciones con Goyeneche y aceptó firmar una tregua de cuarenta días, co­ nocida con el nombre de armisti­ cio del Desaguadero. La tregua benefició a los realistas y privó a los patriotas de una victoria que, en esas circunstancias, hubiera sido decisiva para la suerte de la Revo­ lución sudamericana. El ejército expedicionario perdió la mentablemente un tiempo muy útil, en cuyo transcurso el campamento se transformó en un recinto de diver­ siones e indisciplina. Los soldados divi­ dieron sus opiniones de acuerdo con las noticias llegadas de Buenos Aires sobre divergencias e incidentes políti­ cos. El mando también se debilitó, pues algunos oficiales pretendían a Víamonte como jefe supremo. A bogado y p restig io so eco nom ista, M a n u e l B e lg ra n o es u n a d e la s g lo ría s m ás p u ra s de la a r g e n tin id a d . noviembre. Los jefes enemigos Córdoba, N ie to y Paula Sanz ca­ yeron prisioneros; enviados pos­ teriormente a Potosí, fueron ejecu­ tados por orden de Castelli. La derrota de Huaqui E l triunfo de los criollos en Suipacha motivó que el A lto Perú se plegara a la Revolución. El ejército a las órdenes de Cas­ telli y Balcarce — el primero con amplias atribuciones como repre­ sentante de la Junta— avanzó hasta^ acampar en la margen sur del río Desaguadero. 148 El ejército patriota se fraccionó en dos grupos, uno a las órdenes de Balcarce y otro bajo el mando de Viamonte, separados por una quebrada; por su parte los realis­ tas ocuparon las elevaciones y su­ pieron aprovechar el error táctico cometido por los criollos. Goyeneche dividió su ejército en tres columnas y el 20 de junio avanzó resueltamente sobre las tropas expedicionarias. Los realis­ tas tomaron la quebrada — objeti­ vo del ataque— y luego cayeron sobre los flancos del disperso ejér­ cito criollo, que debió rendirse. La derrota de las fuerzas revo­ lucionarias en Huaqui tuvo im ­ portantes consecuencias. Las pro­ vincias del A lto Perú se perdieron definitivamente, el norte quedó desguarnecido y el gobierno de Buenos Aires — que sufrió un rudo golpe ante la opinión pública—debió levantar el sitio de M ontevi­ deo 1. Buena parte de los tesoros ¿el Alto Perú quedaron en poder je los realistas, aunque Juan M a r­ tin de Pueyrredón — gobernador intendente de Chuquisaca— consi­ guió rescatar de la Casa de M o ­ neda de Potosí valiosas remesas de oro y plata y llevarlas a buen re­ caudo a Jujuy. e x p e d ic ió n al paraguay La actitud del P a ra g u a y Cuando las autoridades de la Asunción se enteraron de los su­ cesos de M ayo, reunieron un Ca­ bildo abierto, el cual dispuso jurar solemnemente al Consejo de Re­ gencia, no reconocer a la Junta de Buenos Aires, pero mantener con ella “ fraternal amistad” y consti­ tuir — para la defensa del territo­ rio— una Junta de Guerra presi­ dida por el gobernador Bernardo Velazco. En esas épocas, existían en el Pa­ raguay tres tendencias definidas: los realistas — acaudillados por el gober­ nador— querían continuar sometidos a España, los nativos encabezados por Rodríguez de Francia sostenían ideales i separatistas, y los porteños, dirigidos por Pedro Somellera, respondían a Bue­ nos Aires. Ante la actitud asumida por las autoridades de la Asunción, la Junta de Buenos Aires nombró a su vocal, el doctor M anuel Belí 1 E l primer sitio de Montevideo se estu­ dia más adelante. i r Después del desastre de H uaqui, los jefes criollos Castelli, Balcarce y Viamonte fueron fcWftmados a Buenos Aires y sometidos a pro­ ceso. Adem ás, los restos del ejército —refor­ jados con voluntarios— se enfrentaron con los realistas en S ip e -S ip e (1 3 de agosto de 1 81 1), pero fueron nuevamente vencidos. grano, comandante en jefe de las fuerzas expedicionarias que mar­ charían hacia el Paraguay. La em­ presa tenía tres objetivos funda­ mentales: difundir los ideales de la Revolución, derrotar a los ene­ migos y apoyar el levantamiento de los patriotas paraguayos. El ejército se concentró en la Bajada del Paraná, donde el im ­ provisado general logró reunir 950 hombres de caballería, seis caño­ nes y los pertrechos -necesarios. Las tropas carecían prácticamente d.e instrucción militar y el cuadro de ofi­ ciales demostraba escasa preparación. El armamento era poco eficaz y el ves­ tuario incompleto. Con estos deficientes elementos, Belgrano debía iniciar una operación que lo llevaría a más de mil kilómetros de distancia, a través de una ruta difícil, sin caminos y erizada de dificultades. B ataila de P a rag u ary A fines de octubre de 1810, el ejército partió de La Bajada (actual Paraná) y se internó por la Mesopotamia; al atravesar el norte de Entre Ríos, Belgrano fundó el pueblo de M andisoví y luego, al sur de Corrientes, erigió el de Curuzú-Cuatiá. A mediados de diciembre, el ejército cruzó penosamente el río Paraná y una vez en territorio pa­ raguayo dispersó a una guarnición enemiga en Campichuelo. Entusiasmado con el triunfo, Belgrano prosiguió su fatigoso aunque rápido avance en dirección a la Asunción. Por su parte, V e­ lazco — que era un hábil m ilitar—■ decidió atraer al ejército expedi­ cionario hacia el interior del te­ rritorio, privándolo de los víveres y recursos que pudiera hallar, al solo efecto de disminuir su efecti­ vidad, para finalmente enfrentar­ lo en una batalla sobre la línea defensiva del río Paraguay. Las tropas de Belgrano conti­ nuaron la marcha hasta que, el 19 de enero de 1811, se enfrenta­ ron con el ejército paraguayo de Velazco en las proximidades del arroyo Paraguary (a pocas leguas de la Asunción). El ejército paraguayo practicó un movimiento envolvente y con­ siguió derrotar a las fuerzas de Belgrano, las que debieron retro­ ceder hasta el río Tacuary, afluen­ te del Paraná. 150 Com bate n a v a l de San Nicolás Belgrano comunicó a Buenos Aires el curso desfavorable de l a campaña en el Paraguay y solici­ tó el envío de refuerzos a la bre­ vedad. La Junta juzgó necesario satisfacer el pedido y creó — en setiembre de 1810— la primera es­ cuadrilla naval patriota, cuyo mando confió a Juan Bautista A zopardo, a quien debían secundar H ip ólito Bouchard y A n g el Hubac. No fue tarea fácil organizar la flo­ tilla, aunque finalmente a mediados de febrero de 1811 se hicieron a la vela la goleta Invencible, el bergantín Veinticinco de Mayo y la balandra América, a las órdenes de Azopardo, Bouchard y Hubac, respectivamente. En total las naves llevaban doscientos tripulantes y 32 cañones. La partida de la pequeña escua­ dra no pasó inadvertida a las au­ toridades de Montevideo quienes enviaron tras ella una flota de siete naves — de mayor calado y armamento— a las órdenes del avezado capitán de fragata Jacin­ to Romarate. La escuadrilla patriota navegó aguas arriba hasta San Nicolás y, enterada de la persecución, fondeó en esa zona para rechazar al ene­ migo (2 de m arzo). Las naves de Romarate abrieron fuego y se generalizó el combate, mientras una batería levantada en la costa por los patriotas fue des­ truida. La dotación de la “ Veinti­ cinco de M a yo ” abandonó la lu­ cha y Azopardo — después de he­ roico comportamiento— decidió ca­ pitular ante el enemigo. Lamentablemente la pequeña escuadra había sido derrotada, des­ pués de sufrir fuertes pérdidas. La p rim e ra e sc u a d rilla n a v a l p a trio ta d e tres n ave s es v e n cid a por una flo ta d e siete e m b a rc a c io n e s en el com b ate d e S a n N ic o lá s. (Ó le o d e Ju sto Lynch.) B atalla de Tacuary Mientras tanto, Belgrano per­ maneció con sus tropas casi un mes en las proximidades del río Tacuary, hasta que el 9 de marzo fue atacado desde varias direccio­ nes por el ejército paraguayo bajo las órdenes del comandante Caba­ ñas. Éste dispuso un avance sobre la línea del frente, mientras varias naves remontaban el río para ata­ car el flanco izquierdo y otras cruzaban las aguas a cierta distan­ cia, con el propósito de arrollar la retaguardia del ejército expedicio­ nario, que se batió heroicamente. Comprendiendo que toda resis­ tencia era inútil, Belgrano concen­ tró el resto de sus tropas al pie de Una pequeña elevación del terre­ no ,— llamada desde ese momento Cerrito de los Porteños— y envió un parlamentario al campo ene­ migo. 1 Cabañas dispuso que el cese de las hostilidades sólo sería posible con la retirada del ejército expe­ dicionario hasta la margen sur del re a lista río Paraná, operación que debía realizarse al día siguiente. Belgra­ no aceptó el armisticio y en un escrito hizo presente los motivos que guiaron su empresa — de au­ x ilio y no de conquista— y los elevados ideales de la Revolución. Consecuencias de la expedición Si bien la expedición de Belgra­ no al Paraguay fracasó en el as­ pecto militar, su prédica revolucio­ naria germinó en muchos espíri­ tus. El gobernador Velazco perdió prestigio en el transcurso de la lucha, mientras otros — entre ellos Fulgencio Yegros— demostraron mayor valor. E l descontento con­ tra las autoridades constituidas fue atizado por Pedro Sometiera, quien bregó por un movimiento a favor de Buenos Aires. El 14 de mayo de 1811 los revo­ lucionarios ocuparon los cuarteles de la Asunción y nada pudo hacer el gobernador Velazco; el mando pasó a una Junta Gubernativa de tres miembros: Pedro Juan Caba­ 151 A sp ecto q u e p r e s e n ta b a la c iu d a d de M o n tev id e o a fin es d e l sig lo X V I I I , segú n un c u a d ro d e la p in to ra Lé o n ie M atthis. llero, Fulgencio Yegros. y Gaspar Rodríguez de Francia. Aunque la revolución paraguaya se había basado en las ideas pro­ cedentes de Buenos Aires, bien pronto el movimiento demostró su tendencia separatista, de acuerdo con el nuevo rumbo hacia el cual la orientó Bodríguez de Francia. Numerosos adictos al rey fueron apresados — entre ellos Velazco— , pero también se persiguió a los partidarios de los porteños, entre ellos Somellera. El nuevo gobierno comunicó a la Junta de Buenos Aires que no aceptaría someterse a su autori­ dad, a la vez que solicitaba am­ plia libertad de comercio. Para aclarar el problema planteado, Belgrano y Anastasio Echeverría viajaron a la Asunción, donde fir ­ maron un Tratado ( 1 2 de octubre de 1811) por el cual aceptaban la segregación del Paraguay, país que iniciaba una vida autónoma. EXPEDICIÓN A LA BAN D A ORIENTAL La Junta y M ontevideo La situación geográfica de la Banda Oriental y diversos factores económicos y políticos, unidos a la idiosincrasia de sus habitantes, permiten afirmar que dos años an­ tes de producirse la Bevolución de M ayo ese territorio se había sepa­ rado de la autoridad de Buenos Aires. Desde 1776, Montevideo inició una política hostil hacia Buenos Aires, 152 pues ambas ciudades disputaban la prioridad en el arribo de los buques de registro. Era evidente la despro porción entre los beneficios económicos recibidos por la capital del virreinato y Montevideo. En el aspecto político, sabemos que en 1808 el gobernador Elío creó una Junta Gubernativa que desconoció la autoridad de Buenos Aires. Tampoco debe olvidarse que la Banda Oriental se defendió casi sola de los periódicos ataques de los portugueses establecidos en el Brasil. Esta ciudad demostraba tácitamente la autonomía de esa pro vincia del Río de la Plata. El 31 de mayo el Cabildo de Montevideo recibió la comunica ción oficial de la Junta instalada en Buenos Aires, la cual le exigió el reconocimiento y el envío de un diputado al Congreso general. El gobernador Joaquín de Soria — Elío había marchado a Espa ña— reunió el 1 de junio un Ca bildo abierto que dispuso recono cer el nuevo gobierno de la vecina orilla; sin embargo, modificó su actitud al día siguiente — por do cumentos recién llegados— y re solvió jurar y acatar al Consejo de Regencia. Debido a la actitud asumida por las autoridades de la Banda Orien tal, la Junta envió a Montevideo a su secretario Juan José Paso, con la misión de evitar un rompimien­ to definitivo. Aunque en principio las autoridades realistas se nega­ ron a recibirlo, el comisionado pu­ do hablar el 15 de junio ante el Cabildo de aquella ciudad y defen­ der la causa de la Revolución y los motivos que impedían al gobierno de Buenos Aires jurar por el ConI sejo de Regencia; sostuvo además , 1 a necesidad de unificar todos los B esfuerzos, ante el peligro de una probable invasión portuguesa. El Cabildo se negó a reconocer f la Junta de Buenos Aires “ ni admiI tir pacto alguno de concordia y r amistad” . A mediados de agosto, la Junta I dispuso cortar las comunicaciones ■ con Montevideo y poblaciones de­ pendientes. El 12 de enero de 1811 arribó [ nuevamente a Montevideo FranK cisco Javier E lío, esta vez con el título de virrey del Bío de la P la ­ ta, conteriüo por el Consejo de Re­ gencia. No vaciló en declarar la guerra a la Junta de Buenos Aires, cuando ésta rechazó el someti­ miento a su autoridad. Casi simultáneamente con la llegada del nuevo virrey a M onte­ video, los pueblos de la campaña uruguaya comenzaron a levantar­ se contra las autoridades realistas. E l capitán de Blandengues José Gervasio Artigas K que se encon­ traba con sus tropas en la Colo­ nia, huyó a Buenos Aires y se pre­ sentó ante la Junta para “ llevar el estandarte de la libertad hasta los muros de Montevideo” . A los pocos días, se produjo en la Banda Oriental el primer m ovi­ miento organizado contra las auto­ ridades españolas, conocido histó­ ricamente con el nombre de G rito de Asencio. Un grupo de cien hombres capitaneado por Venan­ cio Bcnavídez y Pedro José Viera se reunió en las proximidades i José G erva sio A rtig a s nació en julio de 1764 en las proximidades de Montevi(tfeo. Creció en el seno de una familia acomodada y aprendió las primeras letras en la escuela de los padres franciscanos. Luego se dedicó a las tareas campestres en los establecimientos ganaderos de su padre, hasta que en 1797 ingresó en el cuerpo de Blandengues, donde alcanzó el grado de ayudante mayor. , . . .. . , Se incorporó a las fuerzas de Liniers durante la primera invasión inglesa y participo en la infructuosa defensa de Montevideo durante la segunda invasión. Cuando ofreció su espada a la causa de Mayo, la Junta lo ascendió a teniente coronel. 153 del arroyo Asencio (28 de febrero de 1811) y, luego de proclamar el fin de la dominación española, consiguió tomar las poblaciones de Mercedes y Soriano. Com bate de Las Piedras Con el propósito de apoyar la acción de los patriotas uruguayos, la Junta ordenó al general Bel­ grano ■— aún en el Paraguay— que marchara con sus tropas a la Ban­ da Oriental, al mismo tiempo que le enviaba refuerzos desde Buenos Aires. E l jefe patriota — que recibió las comunicaciones después de la ba­ talla de Tacuary— cumplió de in­ mediato y se puso en marcha con sus efectivos hacia Concepción del U ruguay; por su parte, los auxi­ lios de Buenos Aires, al mando de José Rondeau, se dirigieron hacia Arroyo de la China, para cruzar por esa zona el río Uruguay. José Artigas — al frente de 150 hom­ bres—• se adelantó y el 9 de abril penetró en territorio oriental, donde fue recibido calurosamente por sus paisanos, quienes lo reco­ nocieron como P rim er Jefe de los Orientales. Debido a los sucesos ocurridos en Buenos A ir e s 1, Belgrano fue destituido y llamado por el go­ bierno, por lo que debió entregar el mando de las tropas a Rondeau. A mediados de mayo de 1811, Elío sólo dominaba en M ontevi­ deo y la Colonia, por cuanto el ejército patriota, cuya vanguardia estaba al mando de José Artigas, había logrado avanzar hasta la lo­ calidad de Canelones, estrechando en esta forma el cerco tendido enemigo. Enterado Artigas de que un con­ tingente realista — más de 1.200 hombres— a las órdenes del coro­ nel José Posadas avanzaba para enfrentarlo, le salió al encuentro en un paraje llamado M o lin o de las Piedras. La acción tuve lugar el 18 de mayo y luego de seis ho­ ras de lucha los realistas fueron derrotados y debieron rendirse. Prim er sitio de M ontevideo Artigas avanzó en dirección a Montevideo y una vez en el Cerrito intimó a Elío la rendición de la ciudad; por otra parte, pidió la ayuda del grueso del ejército pa­ triota que bajo las órdenes de Rondeau se dirigía lentamente ha­ cia esa plaza. El último no creyó factible tomar la posición por asalto y acampó en Miguelete, donde estableció su cuartel ge neral. Entretanto, Artigas estrechó el cerco de Montevideo pero no pudo emprender un asalto decisivo por carecer de tropas y elementos bé licos adecuados; a pesar de esto, el sitio se prolongó de junio hasta octubre. En el mes de abril de 1811, el g<> bierno de Buenos Aires envió a Ma­ nuel de Sarratea en misión diploma tica a Río de Janeiro. Uno de los mo­ tivos del viaje era lograr el cese de las hostilidades por mediación de Ia Corte lusitana. 1 Como consecuencia de lo. sucesos del 5 y 6 de abril, que estudiaremos más a d e la n t . (p a g . 1 6 8 ). L a petición entregada p o r los revolucionarios decía en el tópico N « l 3 Quiere el pueblo que el vocal D . M anuel Belgrano, general de la expedición destinada al auxilio de nuestros hermanos los paraguayos, sea llamado y comparezca inmediatamente esta capital a responder a los cargos que se le formulen.” 154 Las negociaciones fueron muy com­ plicadas y en ellas se destaco por su adhesión a Buenos Aires lord Strang' ford, embajador inglés en el Brasil. La duración del sitio de M onte­ video motivó que Elío aceptara la ayuda m ilitar ofrecida desde tiérnpo atrás por la Corte lusitana ra­ dicada en el Brasil. U n ejército a las órdenes de D iego de Souza — capitán general de Río Gran­ de— cruzó la frontera y penetró en el territorio de la Banda Orien­ tal, a fin de proteger los eventua­ les derechos de la princesa Carlota Joaquina sobre esos dominios 1. Por otra parte, y a consecuencia de la derrota sufrida por las naves patrio­ tas en San Nicolás, Buenos Aires so­ portó —a mediados de julio— el bom> Dardeo de una flotilla española man­ dada por el capitán de fragata Angel de Micheiena. Siete naves, favorecidas por una noche fría y de escasa visi­ bilidad, cañonearon la ciudad. El ataque pretendía amedrentar al gobierno de Buenos Aires para que éste levantara el sitio de Montevideo. La Junta no aceptó y los realistas optaron por retirarse. Un ataque similar se produjo el 1 de agosto. El peligro que representaba la invasión portuguesa a la Banda Oriental y las noticias sobre la de­ rrota sufrida en Huaqui por el ejército patriota, motivaron que la Junta de Buenos Aires decidiera pactar directamente con Elío el ce­ se de las hostilidades. Por su parte, el último aceptó las negociaciones porque creyó en el fracaso de la Revolución y, en consecuencia, 1 L a s tropas lusitanas avanzaron sin mayor dificultad hasta la villa de M eló (2 3 de julio de 1 81 1). 155 los auxilios militares de los portu­ gueses no sólo eran innecesarios sino también peligrosos. En los primeros días de octubre, el doctor José Julián Pérez fue enviado a Montevideo, mientras Rondeau recibió órdenes de regresar con su ejército a Buenos Aires. Artigas manifestó su desagrado ante la posibilidad de un armisticio que per­ mitiera a Elio continuar al frente del gobierno de la Banda Oriental, en ca­ rácter de virrey. El armisticio — concertado el de octubre— estableció que “ las tropas de Buenos Aires deso­ cuparán enteramente la Banda Oriental, sin que en toda ella se reconozca otra autoridad que la 20 del Excmo. Sr. V irrey ” . Los efecti­ vos portugueses debían retirarse hasta sus fronteras y quedaban restablecidas las comunicaciones y el tráfico comercial entre Buenos Aires y Montevideo. Artigas resolvió no aceptar lo dispuesto por el tratado y acom­ pañado por sus tropas y gran can­ tidad de fam ilias cruzó el río Uru­ guay y se estableció en el Campa­ mento de A y uí, al norte de la actual Concordia (Entre Ríos). Este gran movimiento migratorio — conocido como éxodo del pueblo oriental— fue aceptado por el go­ bierno de Buenos Aires, que au­ xilió al caudillo, quien no deseaba someterse, con un regimiento de Blandengues. I— C U E S T I O N A R I O 1. ¿C uál era la situación del interior después de producida la Revolución de M ayo? 2. ¿En qué centros se radicó la resistencia realista? 3. ¿Q ué actitud asumieron las autoridades de Córdoba? 4. ¿C uál era el plan de los rebeldes? 5. ¿Q ué instrucciones llevó la expedición au xiliado ra al norte? 6. ¿Cómo terminó la intentona de los rebeldes? 7. ¿Dónde fue rechazado el ejército a las órdenes de Balcarce? 8. ¿C uál fue la primera victoria de las arm as de la Revolución? 9. ¿Por qué se produjo la derrota de Huaqui? 10. ¿C u á ­ les fueron sus consecuencias? 11. ¿C uál era la situación política del Paragu ay en esas épocas? 12. ¿Q ué fines persiguió la exp e­ dición de Belgrano? 13. ¿Dónde sufrió su primera derrota? 14. ¿Cómo surgió la primera escuadrilla naval patriota? 15. ¿Dónde volvió a ser derrotado el ejército de Belgrano? 16. ¿Q ué importantes con­ secuencias tuvo la expedición al Paragu ay? 17. ¿C uál fue la actitud del gobierno de Montevideo ante la revolución estallada en Buenos Aires? 18. ¿Q ué misión cumplió Juan José Paso? 19. ¿Con qué cargo arribó Ja v ie r de Elío a Montevideo? 20. ¿Q ué se entiende con el nombre de "G rito de Asencio"? 21. ¿Quién fue reconocido primer ¡efe de los orientales? 22. ¿Quiénes fueron derrotados en Las Piedras? 23. ¿Cómo se inició el primer sitio de Montevideo? 24. ¿Q ué actitud asumieron los portugueses del Brasil? 25. ¿Q ué dispuso el armisticio del 20 de octubre? 26. ¿Por qué se produjo el llam ado "éxodo del pueblo o riental"? La obra de la Primera Junta. Acción diplomática de la Junta. Los diputados del interior y la Junta G rand e La Junta G ra n ­ de Las ¡untas provinciales. Movimiento del 5 y 6 de ab ril. El Triunvirato. El Reglamento O rgánico. El Estatuto Provisio­ nal José de San Martín. La conjuración de A lza g a . O b ra de gobierno del Triunvirato. La revolución del 8 de octubre de 1812. U OBRA DE LA PRIM ERA JU N TA A l margen de su tendencia emancipadora, la Junta desarrollo ün plan de gobierno renovador, con. la aplicación de franquicias comerciales, fomento de la indus­ tria, reorganización m ilitar, apoyo ® la cultura, protección a los in ­ dígenas, etcétera. , El pensamiento de la Revolu­ ción y la mayoría de las iniciati­ vas correspondieron al secretario Mariano M oren o, quien poco ande conocer su nombramiento icpuso a su hermano M anuel los objetivos de la obra a realizar. Sostuvo que el nuevo gobierno no debía limitarse a reemplazar los funcionarios anteriores, sino que también “era necesario destruir los abusos de la administración, excitar y d irig ir el espíritu públi­ co, educar al pueblo y darj una nueva vida a las provincias . Otra figura destacada por su es­ píritu renovador fue Feliciano Chiclana, cuya acción en Salta sinte­ tiza el programa revolucionario. Nombrado auditor de guerra en la expedición al Alto Perú, ocupó luego el gobierno de la Intendencia de Salta. 157 El p o lítico y ju riscon su lto M a ria n o M o re n o , u n a d e las g r a n d e s fig u ra s d e la R evolución d e M ay o . indios, les concedió derechos p0l; ticos y los instó a que aprendieran un oficio. En el aspecto religioso y previa consulta con el deán Funes, la Junta sostuvo su derecho a ejer­ cer el Patronato. b) Cultural donde se destacó p or sus in iciativas en fa v o r de la R evolución. Cuando C h iclan a dejó e l gobiern o de la Intendencia entregó a su sucesor una Instrucción” , considerada p o r el his­ toriador L e v e n e com o “ adm irable sín­ tesis del p rogram a orgánico de la R e ­ v olu ció n ” . A través de diecinueve tó­ picos sostiene la necesidad de reservar los cargos de los nacidos en el país, de fom en ta r las obras públicas, re o rga n i­ zar el ejército, p ro te ger a los in d íg e ­ nas, etcétera. La obra de la Primera Junta puede agruparse: a) Política, social y administrativa Desde su instalación, la Junta exigió el juramento de fidelidad, dio a conocer proclamas, circulares e instrucciones a las autoridades del interior. Reemplazó a los miembros de la Audiencia y del Cabildo — orga­ nismos reaccionarios— , como tam­ bién a los alcaldes de barrio. Ocu­ póse de la situación social de los 158 Ante la necesidad de comunicar al pueblo su obra e ideales, el nuevo gobierno fundó un periódi­ co semanal titulado Gazeta de Buenos-Ayres, cuyo prim er número apareció el 7 de junio de 1810. En sus páginas se ilustró a la pobla­ ción sobre las ideas liberales y tu­ vieron cabida problemas de carác­ ter social, político y económico. El 7 de setiembre se dio a cono­ cer el decreto de creación de la Biblioteca Pública, cuyo protector fue Mariano Moreno. Ocuparon los cargos de primero y segundo bibliotecarios fray Cayetano Ro­ dríguez y Saturnino Seguróla. La Junta no descuidó la ense­ ñanza primaria y encargó a dos regidores que visitasen las escuelas y propusieran las reformas necesa­ rias. Elevado el informe se dic­ taron disposiciones tendientes a uniformar los procedimientos de enseñanza, reglamentar los e x á m e ­ nes, im prim ir un texto único y aumentar de 400 a 600 pesos fuer­ tes el sueldo de los maestros. c) Económica Fueron disminuidos los dere" chos que gravaban la e x p o r t a c i ó n de frutos del país y declaró de todo arancel la exportación de j,arinas, lo que estimuló la siem­ bra del trigo. Se tomaron medidas ara castigar el contrabando. Con el propósito de im pedir los abusos del antiguo régimen, la Junta dispuso redactar un nuevo ¡■eglamento de comercio y para fa­ cilitar las transacciones ordenó la apertura de varios puertos, entre ellos Maldonado y La Ensenada. Ante la desmedida matanza de ganado vacuno y lanar, la Junta anunció que esa faena sólo podría efectuarse previa autorización del gobierno. Para estimular la funda­ ción de poblaciones y a la vez me­ jorar la defensa de las fronteras, se ordenó la venta de parcelas cu­ yos compradores estaban obligados a levantar su vivienda. Además fue controlada la actividad de los usu­ reros, a quienes exigió un mínimo de interés para la devolución de los préstamos. d) Militar La Junta de gobierno dispuso la reorganización del ejército, aun­ que esta tarea se vio demorada en gran parte por la escasez de equi­ pos y armamentos, la falta de per­ sonal competente para instruir a {as tropas y la pérdida de material bélico ocurrida en algunos comba­ tes adversos. Estas dificultades se ®centuaron por la escasez de nu­ merario y la imposibilidad de ad­ quirir material en el exterior a causa del bloqueo de las naves El g r a b a d o re p ro d u ce el p r i m e F núm e­ ro He ln " G a z e t a d e B u e n o s-A yres", q u e fu e en r e a lid a d el prim er p e rió ­ d ico a rg e n tin o de c a r á c te r o ficia l. La fra se la tin a q u e p u ed e le erse d e b a jo de la fe ch a se tra d u c e : " R a r a fe lic i­ d a d de los tiem pos en q u e os es p e r­ m itido sen tir lo q u e q u e r á is y d e cir lo q u e sin tá is ." realistas. A pesar de todos los in­ convenientes apuntados, la Junta trabajó con empeño para lograr sus propósitos. Los batallones de infantería de milicias fueron transformados en siete regimientos de veteranos, in­ tegrado cada uno de ellos por 1.116 hombres. La reorganización de la caballe­ ría fue más lenta; a pesar de esto, se elevó el número de efectivos y se resolvió denominar al Regimien­ to de Blandengues — encargado de la custodia de las fronteras— co­ mo Regim iento de Caballería de la Patria. Los sucesos militares ya estudia­ dos, determinaron que la Junta dispusiera la creación de una fuer za naval revolucionaria, con e propósito de enviar auxilio a la ex­ pedición al Paraguay y elim inar a los realistas de las rutas flu ­ viales. A iniciativa del vocal Manuel Belgrano, en setiembre de 1810 se abrió una Escuela M ilita r de M a ­ temáticas destinada a la instruc­ ción de los oficiales, cuyo primer director fue el teniente coronel Felipe Sentenach. Además, la Jun­ ta dispuso la realización de con­ ferencias periódicas y publicar a través de varios números de la “ Gazeta” un Catecismo M ilita r. ACCIÓN DIPLOMÁTICA DE LA JUNTA La Junta de Buenos Aires des­ arrolló una labor diplomática ten­ diente a afianzar gradualmente su obra y conservar la unidad del te­ rritorio ante la amenaza de ata­ ques exteriores, particularmente de los portugueses, quienes en conni­ vencia con los realistas de M onte­ video apoyaban las pretensiones de la princesa Carlota sobre el de la Plata. 0 El nuevo gobierno trató dé 10, grar el apoyo indirecto de In gla] térra, potencia m uy vinculada a estas regiones, debido a sus intere­ ses comerciales. Otro de los pro' pósitos que guiaron la labor di­ plomática de la Junta fue fomentar el espíritu de rebelión de Chile y el A lto Perú. Para llevar a cabo esta tarea debió vencer numerosos in­ convenientes surgidos de su posi­ ción revolucionaria, en aparente sometimiento -—por razones de conveniencia política— al rey cau­ tivo Femando V II. Según algunos historiadores, la Junta designó al vocal Manuel Belgrano para que redac.tara un programa que sería la base de la política interna y externa del nuevo gobierno. En materia exte­ rior debían consignarse los procedi­ mientos a seguir para obtener la ren­ La P la z a M a y o r — ho y d e M a y o — d e B uenos A ire s en é p o c a s d e la R evolu ción . A la iz­ q u ie rd a se a d v ie rte el e d ific io d e la R ecova V ie ja , q u e c r u z a b a la m e n c io n a d a p ie z a o la a ltu ra d e l n acim ien to d e la s a c tu a le s c a lle s R eco n q u ista y D e fe n sa , y q u e la di ¡dio en d o s: la m itad oeste se den o m in ó " P la z a d e la V ic t o r ia " d e sp u é s d e la s i n v a s i o n e s in g le sa s y en su cen tro se le va n tó la P irám id e d e M a y o ; la m itad este re cib ió los nombre* d e 'P la z a d e l F u e rte " y " 2 5 d e M a y o " d e sp u é s d e la R evolu ción , La R ecova V ie ja fu® d e m o lid a en el añ o 18 84 y enton ces la unión d e las d o s m a n z a n a s constituyó la ectuol P la z a de M a y o . (Pint. d e C . E. P e lle g rin i.) dición de los realistas de Montevideo; ¡ j eHiás, la política a seguir con Ingla®jra, Portugal y España, como tamla necesidad de fomentar suble­ vaciones en el Brasil. El 18 de julio de 1810, la Junta ha^ía comisionado para la redacción del t r a b a jo al doctor Mariano Moreno. jjace unos años, fue hallada en los Archivos de Sevilla una copia del do­ c u m e n t o , titulado: “Plan que mani­ fiesta el método de las operaciones que el nuevo gobierno provisional de las provincias Unidas del Río de la Plata jebe poner en práctica hasta consolidar el grande sistema de la obra de nuestra libertad e independencia. Buenos Aires, 10 de agosto de 1810.” En el citado escrito figuran procedi­ mientos en extremo rigurosos para im­ poner el movimiento revolucionario, en su mayoría basados en la violencia y en la expansión territorial. El historiador Ricardo Levene niega en absoluto la autenticidad del “ Plan” , al que califica de “monstruoso en sus medios preconizados y las ideas que sustenta” . Sus investigaciones le per­ miten afirmar que el documento ha sido escrito por un enemigo de la Re­ volución y deduce — después de estu­ dios caligráficos— que el autor de la copia hallada en Sevilla es Andrés Álvarez de Toledo, capitán al servicio ie España, radicado en Montevideo Relaciones diplom áticas con G ra n Bretaña La actividad diplomática de la Junta se inició el 28 de mayo de 1810, cuando comunicó a lord Strangford — embajador británico en Bío de Janeiro— los propósitos que motivaron su instalación; el último replicó complacido y a par­ tir de ese momento prestó impor­ tantes servicios a los hombres de la Revolución. El capitán de navio M atías Ir igoyen — el prim er representante diplomático de la Junta— fue en­ viado secretamente a Inglaterra por decreto del mes de mayo de 1810. Sus propósitos eran obtener la intervención de esa potencia contra la amenaza portuguesa so­ bre el Río de la Plata y además conseguir autorización para adqui­ rir armamentos. El comisionado no logró sus propósitos debido al tra­ tado de amistad que vinculaba en esos momentos a Gran Bretaña con España; por el mismo motivo, el pedido de armamentos tampoco se concretó, aunque Irigoyen lo­ gró adquirir algunas armas de fuego en fábricas privadas. Para continuar las gestiones an­ teriores y como consecuencia de los sucesos políticos producidos en el seno de la Junta Gubernativa — que luego estudiaremos— el doc­ tor M ariano M oren o solicitó de­ sempeñar una misión diplomática ante los gobiernos de Río de Ja­ neiro y Londres, pero no llegó a destino pues falleció en el viaje. Su hermano M anuel entregó los pliegos al gobierno británico, que procedió con cautela, para no per­ judicar sus relaciones con España. Consúltese: M a ria n o M o re n o y la R e v o lu c ió n de M a y o , por Ricardo * Levene. Buenos jyres, 1925. Tom o II, pág. 161. Este autor repite idénticos conceptos en H istoria de la ac ió n A rg en tin a . Buenos Aires, 1941. Tom o V , segunda sección, pág. 244. . No todos los historiadores niegan la autenticidad del “ Plan” . R u iz G u iñ a zu afirma que el J^bajo pertenece en realidad a Moreno y que “ es el principal y más interesante de los jjjaouscritos secretos referentes a la obra orgánica de la Revolución” . Examina cuidadosa? ente la documentación procedente de Sevilla, de M adrid, de Londres y del. archivo imperial ® Metrópolis y deduce que “ las afirmaciones dogmáticas en la supuesta apocrificidad están ««ijtradichas con el verismo histórico” . E n un apéndice publica íntegramente el citado •Un” . a j é ase; Enrique Ruiz Guiñazú: E p ifa n ía de la L ib e rta d . D o cu m e n to s secretos de la R e ­ g i ó n de M ay o. Buenos Aires, 1952. Págs. 179 y siguientes. Relaciones diplom áticas con Chile Sarratea en misión diplomática Río de Janeiro (a b ril de 1811) 9 Las conversaciones fueron de n0 sí muy complicadas y en defin/ tiva sirvieron para demorar la vasión portuguesa sobre la Banda Oriental. Sarratea regresó a Bue. nos Aires en una nave británica El 18 de setiembre de 1810, los patriotas chilenos establecieron una Junta de gobierno de tenden­ cia separatista, lo que permitió a las nuevas autoridades estrechar vínculos — como aliados en una causa común— con la Junta de Buenos Aires. La última envió a LOS DIPUTADOS DEL INTERIOR Santiago en «nisión diplomática a Y LA JU N TA GRANDE A ntonio Álvarez Jonte, quien ha­ Moreno y Sao ved ra bía residido largo tiempo en Chile y trabajaba desde comienzos de Constituida la Junta y a poa ese año en la emancipación de de iniciada su labor, no tardaron ambos gobiernos. en aparecer serias divergencias en­ El comisionado debió vencer tre dos figuras de destacada actua­ numerosas dificultades creadas en ción en el movimiento: Mariano su mayoría por los integrantes del M oren o y Cornelia Saavedra. partido realista. Tampoco prosperó En el mes de noviembre de su iniciativa de firm ar un tratado 1810, ya se presentaban definidas de alianza y de comercio denomi­ las dos facciones en pugna, cuyo nado Prim era U n ión del Sur. antagonismo residía especialmen­ te en el modo de resolver los pro­ blemas de gobierno. Misión de Sarratea Saavedra era un hombre madu­ ante el gobierno del Brasil ro, disciplinado y jerárquico, que acostumbraba a elaborar con suma Cuando la Junta de Buenos prudencia las decisiones; su tem­ Aires desconoció la autoridad del peramento reposado le hacía re­ virrey Elío, éste aceptó la ayuda chazar toda innovación extrema, m ilitar ofrecida por los portugue­ tanto en el orden político como ses del Brasil, quienes sostenían las social. pretensiones de la princesa Carlo­ Por su parte M oren o era un jo­ ta Joaquina. Pero lord Strangford ven abogado de escasa experiencia manifestó a M artínez de Irujo política pero capaz, apasionado y — embajador español en Río de Ja­ fogoso. Se inclinaba a resolver con neiro— que la actitud del ejército rapidez los problemas más difíci­ portugués podría ocasionar graves les y utilizaba la pluma con gran consecuencias, por cuanto violaba destreza para apoyar sus argu­ expresas directivas del gobierno mentos. hispánico. Los saavedristas se resistían ® Irujo vaciló en apoyar la inva­ cambiar profundamente las insti­ sión lusitana en la Banda Oriental, tuciones y no compartían las aun cuando sus propósitos fueran vas teorías liberales. La general1' derrotar al gobierno de Buenos dad respondía a esta tendeo0! Aires. La situación creada motivó conservadora, que contaba con que la Junta enviara a M anuel adhesión de las tropas y una i®8’ 162 roría popular de blancos proleta­ rios y gente de color ■ — negros, Lestizos, etc.— , “ que no discrimidice Ravignani, pero que sirve ¡os fines políticos de quienes la ^anejan” . Tam bién la gente del interior o provincianos adherían a estos principios moderados. El grupo continuador de Morea0 — los morenistas— lo formaban los hombres ilustrados, partidarios de las nuevas ideas, quienes bre­ gaban por un gobierno democráti­ co y republicano. Este partido ha­ bía nacido en Buenos Aires y pre­ tendía imponer en el interior las teorías que entonces circulaban por Europa. Sus integrantes eran revo­ lucionarios exaltados y debido a que no contaban con el apoyo de las provincias se inclinaron a los procedimientos enérgicos, en de­ fensa de un acentuado porteñismo. Un incidente acentuó el males­ tar entre ambos bandos. E l 5 de diciembre, en un banquete cele­ brado en el cuartel de Patricios x, un oficial — probablemente em­ briagado— • se excedió en sus elo­ gios al brindar por Saavedra. Enterado del episodio, Moreno redactó el “ decreto de supresión de los honores” que constaba de dieciséis artículos. Dejaba sin efec­ to lo dispuesto en el Reglamento del 28 de mayo, que otorgaba al Presidente de la Junta honores se­ mejantes a los virreyes. El documento redactado por el J^retario disponía la absoluta l8ualdad entre todos los m iem ­ bros del organismo “ sin más dife­ rencian que el orden de los asien­ tos” . Le estaba prohibido al presidente — o a su esposa— recibir honores indivi­ duales y sólo se permitían homenajes a la Junta en pleno. Por el brindis pronunciado conde­ naba a muerte al capitán Duarte, pero debido a su estado de embriaguez se le conmutaba la pena por el destierro perpetuo, “ porque ningún hijo de Bueno§ Aires, ni ebrio ni dormido, debe tener expresiones contra la libertad de su país” . Además establecía que todo decreto emanado de la Junta sólo tendría va­ lidez con un mínimo de cuatro firmas y la del secretario. A l día siguiente — 6 de diciem­ bre— Moreno llevo el decreto al propio Saavedra, quien lo firm ó evidentemente afectado. Los diputados del interior En el transcurso de la Semana de M ayo fue visible el empeño de Cisneros y de sus partidarios por convocar a los diputados del inte­ rior para realizar un Congreso ge­ neral en Buenos Aires, a fin de establecer un gobierno definitivo. Aunque la posición se basaba en la unidad del virreinato y era a todas luces legal, detrás de ella se escon­ día una hábil maniobra, por cuan­ to las autoridades del interior — in­ tendentes, gobernadores y cabil­ dos— no habían sido removidas y en consecuencia respondían al , . a L a reunión se efectuó en la -loche del 5 de diciembre de 1810, con motivo de la M o r ia obtenida por las fuerzas patriotas en Suipacha y en homenaje a C om elio Saavedra. * 4 concurrencia fue numerosa y sólo se permitió el libre^ acceso al que vestía uniforme m,»tar, o bien a los civiles sindicados como “ saavedristas . j Moreno trató de asistir sin demostrar su identidad, y el centinela - q u e no lo reconocióe i?e8ó la entrada en el recinto. _ , _ . , , En «1 transcurso de la reunión, el capitán Atanasio Duarte -excitado por la b eb id a sobre la frente de la esposa de Saavedra una corona de azúcar y dirigiéndose al *oio gritó: “ V iva el emperador de América” , 163 ta exigía la reunión de ca b il^ abiertos pero de tipo revolucioné a°’ , S m,° sucedió en Bueno,' Aires el 22 de mayo. Era evidemf que de no precederse de esa for­ ma solo se permitiría el acceso los miembros del partido español M ariano Moreno consideraba que los diputados provinciales de bian dictar una Constitución v establecer un “gobierno sólido í 'Permanente”, en consecuencia, se oponía — junto con sus partida­ rios— a que esos representantes se incorporaran a un gobierno provi­ sional. LA JU N TA GRANDE partido español. Además, debe te­ nerse en cuenta que en los prime­ ros momentos el vecindario del interior ignoraba los verdaderos proposites de los revolucionarios W Reglamento del 25 de mavo — impuesto por el Cabildo a la Junta— disponía que los diputa­ dos provinciales arribarían a Bue­ nos Aires para integrar un orga­ nismo separado de la Junta. iNo expresaba lo mismo la circu­ lar emitida el 27 de mayo por la unta. En ella, el nuevo gobierno comunico a las autoridades del in­ terior que debían elegir represen­ tantes, los cuales “han de irse in­ corporando a esta Junta, conforme % llegada a esta ca­ pital . En este caso, los diputados debían participar directamente en el gobierno, por cuanto serían vo­ cales de la Junta misma. Con respecto a la elección de diputados provinciales, la Jun­ A fines de junio comenzaron a llegar a Buenos Aires los diputa­ dos electos por los cabildos del in­ terior, con documentos relativos a sus poderes y la misión que les era encomendada. E l plan concebido por los adver­ sarios de Moreno consistía en in­ corporar esos representantes a la Junta' con carácter de vocales, para dar satisfacción a Saavedra — des­ prestigiando al secretario— y apla­ zar la reunión del Congreso. La fracción conservadora deseaba que el movimiento revolucionario con­ tinuara sin definirse, a la espora de los sucesos que agitaban la pe­ nínsula. A l no reunirse el Con­ greso no podía dictarse una Cons­ titución, ni tampoco cortar d efin í' tivamente los vínculos políticos con España. A mediados de diciembre se co­ nocía el nombramiento de catorce diputados, nueve de los cuales y® estaban en Buenos Aires, entre ellos el deán G regorio Funes, re­ presentante de Córdoba, quien se solidarizó con Saavedra, pues an1' bos coincidían en que Moreno se adelantaba a los sucesos en una actitud que podría perjudicar a la Revolución. Con motivo del decre­ to del 6 de diciembre — que fue muy censurado por la opinión opo­ sitora— , el deán propuso a Saave­ dra la incorporación de los dipu­ tados. En la sesión del 18 de diciembre la Junta en pleno recibió a nueve diputados 1 y en nombre de ellos habló el deán Funes. Argumentó que Buenos Aires “no tenía títulos legítimos para elegir por sí sola gobernadores” y que a la Junta “no se le presentaba otro remedio más legal, seguro y equitativo, que la aso­ ciación de los diputados a los vocales” . Funes sostuvo que el gobierno no contaba con la confianza pública y en­ tonces “ era necesario reparar esta quie­ bra con la incorporación de los diputa­ dos que los mismos descontentos recla­ maban” . 'La mayoría de los vocales se mos­ traron contrarios a la incorporación de los representantes del interior. Su opo­ sición se basó en los fundamentos si­ guientes: a) el propósito de los di­ putados era integrar un congreso; b) no debían incorporarse a la Junta por­ que ésta era un organismo provisorio, y c) la invitación qué figuraba en la circular del 27 de mayo “ había sido un rasgo de inexperiencia, que el tiem­ po había acreditado después enteramen­ te impracticable” . Para resolver el problema se dispuso efectuar una votación con­ junta, es decir, “ reunidos los voca­ les con los diputados presentes” . Catorce lo hicieron en favor y sólo dos -—Moreno y Paso— se opu­ sieron 2. Con la incorporación de los di­ putados provinciales quedó consti­ tuido un nuevo organismo provi­ sional de gobierno, que se llamó Junta Grande. A partir de, ese mo­ mento — dice el historiador Ravignani— “ surge un nuevo elemento político: e l factor provincia. Co­ mienza a tener la consistencia de una facción para convertirse en partido, que gravitará de una ma­ nera singular en la contextura del Estado argentino” . Renuncia y muerte de Moreno Firm e en sus convicciones y desautorizado ante la votación, Mariano Moreno presentó la re­ nuncia al cargo de secretario de la Junta y solicitó partir hacia Euro­ pa, en misión diplomática ante el gobierno de Londres. E l 22 de enero de 1811 se alejó de Buenos Aires en una pequeña embarcación rumbo a La Ensenada y a llí trasbordó — el 24 de ene­ ro— a la fragata inglesa L a Fama, la que partió de inmediato. Fue acompañado por su hermano M a ­ nuel y Tomás Guido, en carácter de secretarios. En el transcurso de una penosa navegación, enfermó de cuidado 1 Lo s nueve diputados provinciales eran los siguientes: Gregorio F u n es (C ó r d o b a ), S im ó n G a rc ía de Cossio (C orrien tes), F ra n cis co de G urru ch a g a (S a lt a ), M a n u e l Ig n a c io M o lin a (M e n d o z a ), José A n to n io O lm o s de A g u ile ra (C ata m a rc a ), Juan F ra n cisco Tarragon a (S a n ­ ta F e ) , M a n u e l F e lip e M o lin a (T u c u m á n ), Ju liá n P érez (T a r ija ), y Juan Ig n a c io G o r r iti (J u ju y ). 2 Lo s diputados del interior —favorables lógicamente a la incorporación— eran nueve, mientras la Junta se encontraba reducida a siete vocales, por ausencia de Castelli y Belgrano. Saavedra dio su voto afirmativo, basado en la “ conveniencia pública” y le siguieron Alberti y Matheu; por su parte, Larrea y Azcuénaga lo hicieron argumentando la unidad Política. Moreno fundamentó su voto negativo en que la incorporación de los diputados era con­ traria al derecho y al bien general del Estado” . 164 165 y después de tres días de sufri­ mientos falleció en alta mar, el 4 de marzo. Su cuerpo fue echado al océano 1. El nuevo gobierno El 22 de diciembre el deán Fu­ nes comunicó a las provincias la incorporación de los diputados “ para tomar parte activa en el go­ bierno” . La Junta Grande cambió el len­ guaje político utilizado hasta ese momento por el anterior organis­ mo y volvió a invocar “ a nuestra amada M etrópoli” , en una actitud que pretendía apaciguar “ las jus­ tas quejas de los españoles euro­ peos” . El nuevo gobierno de dieciséis ■ miembros — más adelante alcanzó a veintidós— careció de unidad en la acción y no pudo impedir las rencillas internas, propias de un ejecutivo numeroso. Saavedra si­ guió ocupando el cargo de presi­ dente y el deán Funes tomó la iniciativa que antes había corres­ pondido a M oren o2; a pesar de la desaparición del último, sus parti­ darios — los jóvenes morenistas— no tardaron en organizarse y cons­ tituir un núcleo activo, de oposi­ ción al gobierno. LAS JUN TAS PROVIN CIALES Con la incorporación de los di­ putados, la Junta Grande estuvo a asesinado.6 merced del elemento provinciano y con el objeto de satisfacer la opi nión del interior el deán Funes dictó el Reglamento del 10 de fe­ brero de 1811, por el cual se crea ron juntas provinciales. El citado reglamento — la pri­ mera carta orgánica de la Revolu­ ción— es de gran importancia, por cuanto extendió a las provincias el sistema de gobierno colegiado. Dis­ ponía la creación de juntas p rinci pales y subordinadas (o menores) Las principales se compondrían de cinco miembros' es decir, “ el presidente o gobernador intenden­ te nombrado como tal y cuatro co­ legas (vocales) que eligiese el pueblo” . Las juntas subordinadas se es­ tablecerían — según aclara el ar­ tículo 69 del reglamento— en las ciudades o villas que tuvieran re­ presentantes ante Buenos Aires. Estarían integrada* por tres miem­ bros, a saber “ el comandante de armas que actualmente lo fuese y los dos socios que se eligiesen” . La duración de las juntas pro­ vinciales estaría limitada hasta la reunión del Congreso general. Aunque se afirma que el regla mentó del deán Funes es el pri­ mer antecedente de un sistema fe­ deral, el historiador Ravignani sostiene con fundamento que es de neto corte unitario. El presidente no surge de la elección popular y es en realidad el mismo d ?cumentos de ,la y 1» f o n a c i ó n de M anuel Moreno, que comparó la hermano con la de Sócrates, Inzo afirmar que el joven secretario h abía sido E l historiador Levene niega tal versión y sostiene que Mariano M oreno embarcó enferme del estomago y con una profunda depresión espiritual. U n a excesiva dosis de antimonii' * aE u su c T é o ' d e t a7 ’ aci™ * e P ° r i más tarde p o r % p ¡U to V ^ Z ’. R o f r í g u e ? P e ñ Z e ItÍ “ Pitón de la nave, habría apresurado el dece" , r e m p la z a d o interinamente por Julián P érez v a comienzos del mes de febrero y en su lugar fue nombrado intendente que subsiste como restos de la organización hispánica. El derecho de sufragio estaba limitado a “ todos los vecinos españoles” y en consecuencia la palabra “ pueblo” se refiere a los vecinos de raza blanca afincados y con familia, pero no a la masa de los ha­ bitantes \ Las juntas menores estaban subor­ dinadas a su respectiva principal, pero éstas a su vez dependían directamente de Buenos Aires. El canónigo Gorriti — diputado jujeño— criticó las disposiciones del re­ glamento basado en la absoluta igual­ dad de derechos de todos los pueblos. Sostuvo que las juntas debían llamarse territoriales y que cada una de ellas ejerciera en su jurisdicción “ la plenitud de sus facultades” . Las juntas provinciales subsis­ tieron hasta fines de diciembre de 1811, en que el nuevo gobierno — el Triunvirato— las disolvió, de­ bido a “ la heroica resolución de concentrar el poder” . La Sociedad Patriótica E l año 1811 marca el comienzo de la crisis del gobierno revolucio­ nario, por el poco éxito de las cam­ pañas militares y las disidencias internas. En este último aspecto se agrupan las facciones que más tarde formarán partidos y se dis­ persan muchos esfuerzos debido a la aparición de las primeras revo­ luciones o episodios violentos de la vida política argentina: Prácticamente el virreinato se había desmembrado con la auto­ nomía del Paraguay, la pérdida del A lto Perú — después de Hua­ qui— y la situación de la Banda Oriental, ante la actitud de Elío y también de Artigas. El co ro n el D om ingo Fre n c h , q u e d e s­ em peñ ó im p o rtan te p a p e l en los su ce­ sos re v o lu cio n a rio s d e 18 1 0 . La Prim e­ r a J u n ta le co n fió el m and o reg im ien to " L a E stre lla " . del A comienzos de marzo de 1811, los morenistas — que formaban una minoría intelectual— decidie­ ron “ reanimar el espíritu amorti­ guado de la Revolución” e ilustrar al pueblo sobre la necesidad de un cambio en la dirección gubernati­ va. Con este propósito, formaron un centro que llamaron “ Sociedad Patriótica” . Estos revolucionarios, que se reunían en el café de Marcos (frente a la igle­ sia de San Ignacio), adoptaron como distintivos cintas celestes y blancas. Dice un documento de la época: “ los complotados tomaron por divisa un lazo de cintas azul y blanca y corriendo por las calles y plazas convocaban al pueblo para el 23 de marzo en el café de Marcos” . 1 Ií„ fip 1S21 recién se esboza un intento de verdadero sufragio popular. Hasta esa época, en ías elecciones de autoridades predomina una minoría de clase med.a o burguesa. 167 166 En esas circunstancias, los jóvenes propagandistas fueron detenidos por orden del gobierno y alojados en la Fortaleza. Pronto recuperaron su liber­ tad y entonces volvieron a gritar por las calles: “ ¡A l café! ¡A l café!” de privilegio, hasta tanto no fue­ ran eliminados sus adversarios. c) Los provincianos — encabe­ zados por el deán Funes— soste­ nían que la Junta Grande estaba sujeta al predominio centralista Los integrantes de la Sociedad de Buenos Aires y en consecuen­ — que se destacaron por su acen­ cia no representaba la voluntad tuado porteñismo—- sólo contaban de todos los pobladores de la cam­ con el apoyo de dos jefes militares: paña. D om ingo French, comandante del En la noche del 5 al 6 de abril regimiento “ La Estrella” , y Floren­ de 1811 se produjo en Buenos cio Terrada, que dirigía el “ Gra­ Aires el primer intento de revolu­ naderos de Fernando V I I ” . Ade­ ción contra las autoridades consti­ más, seguían la orientación moretuidas — no españolas— que mar­ nista el doctor Pedro Agrelo, quien ca el comienzo de nuestras luchas utilizaba las páginas de la “ Gazeinternas. ta” para la propaganda política, y E l movimiento finalizó con una Julián Álvarez, dirigente de una nueva victoria del bando saavelogia con rituales masónicos. drista y permitió a la Junta Gran­ de subsistir un tiempo más al fren­ te del gobierno. Aunque la asonada M OVIM IEN TO DEL 5 dominó aparentemente la tenaz Y 6 DE ABRIL oposición morenista, sus orígenes no están aclarados y las fuentes Creciente acción opositora históricas se presentan confusas. de los m orenistas En la noche del 5 de abril, gru­ pos de pobladores procedentes de A comienzos de 1811, tres parti­ los suburbios de Buenos Aires dos se disputaban el predominio ■ —chacras y quintas— se reunie­ en el mando: ron en los Corrales de Miserere, a) Los morenistas deseaban re­ acaudillados por Tomás Grigera, tomar el poder que habían perdido conocido como “el alcalde de las después de la incorporación de los quintas” y partidario de la facción diputados provinciales a la Junta saavedrista. Era evidente que “ los y del alejamiento de su más desta­ hombres de poncho y chiripá” se cada figura. Como vimos, su acción agrupaban para enfrentar a “ los opositora se concentró en la So­ hombres de capa y casaca” . ciedad Patriótica. La compacta y heterogénea mul­ b ) Los saavedristas contaban con titud llegó a la Plaza de la V ic­ el apoyo de la casi totalidad de las toria en la madrugada del día 6, fuerzas militares y del elemento protegida por los sables de las humilde de los suburbios. Su hos­ fuerzas militares. En esas circuns­ tilidad hacia los morenistas se ha­ tancias, Saavedra se encontraba en bía acentuado luego del “ decreto el Fuerte con miembros del go­ de los honores” (6 de diciembre de bierno, a la espera de los aconteci­ 1810). Aunque tenían el mando, mientos; por su parte, el Cabildo consideraban efímera esta posición también se hallaba reunido. 168 gobierno para inform ar sobre la derrota sufrida por sus tropas en el P a ragu ay1. c) Expatriación de varios more­ nistas (French, Beruti y otros) y designación de un Trib u n a l de Seguridad para v ig ila r la tranqui­ lidad pública. Exceptuando la concentración del poder en Saavedra, la Junta Grande aceptó las condiciones im ­ puestas por los cabecillas del mo­ vimiento. EL TRIUNVIRATO La situación a m ediados de 1811 | Una comisión encabezada por el doctor Joaquín Campana ■ — hom­ bre mediocre a pesar de su títu­ lo— se adelantó hasta el Cabildo e hizo entrega de un largo memo­ rial que :—en síntesis— expresaba lo siguiente: a) Separación de cuatro miem­ bros de la Junta Grande: Rodrí­ guez Peña, Vieytes, Azcuénaga y Larrea. Se los acusaba de haber sido designados sin consultar la voluntad del pueblo. En su reem­ plazo ocuparían las vacantes F eli­ ciano Chiclana, Atanasio Gutié­ rrez, Juan de Alagón y Joaquín Campana, este último en el cargo de secretario. b) Exigía que Saavedra volvie­ ra a ocupar el cargo de comandan­ te general de armas. M anuel Bel­ grano debía comparecer ante el i A fines de junio, la delicada si­ tuación de la Junta Grande se tor­ nó más crítica. La tensión se agra­ vó cuando llegó a Buenos Aires la noticia de la derrota de Huaqui, contraste que obligó a levantar el sitio de Montevideo. Como réplica, naves realistas bloquearon y caño­ nearon el puerto de Buenos Aires. La Junta Grande dispuso, a fines de agosto, que Cornelio Saavedra se trasladara al norte del territo­ rio para reorganizar el ejército re­ cientemente vencido. Trascendió en la capital que el alejamiento del presidente obedecía al propó­ sito de eludir la delicada situa­ ción. Aunque disuelta la Sociedad Pa­ triótica, los opositores porteños no cesaban en su actividad y hacían responsable al gobierno de todos 1 Belgrano recibió las comunicaciones cuando marchaba para auxiliar a los patriotas de la Banda Oriental; entregó el mando a Róndeau y regresó a Buenos Aires. Abierto el proceso, defendió su correcto proceder con estas notables palabras: “ F io mi ^ fe n s a a la correspondencia que he tenido con V . E . (l a Jun ta); la dejo a las declaraciones cuantos han presenciado mi conducta, sean los^ que fueren, castigados o no por mí, tal es la confianza que tengo de haber procedido según mis obligaciones.” «,JEl 9 de agosto se dictó la sentencia que lo eximió de culpa y cargo.D ice eldocumento: El general Belgrano se ha conducido en el mando de aquel ejército con un valor, celo y in sta n c ia dignos del reconocimiento de la patria.” 169 Fe lic ia n o A n to n io C h lc la n u N o c id o en B uenos A ire s , se g r a d u ó d e a b o g a d o en C h ile y m ás ta r d e a d h ir ió a la c a u sa d e la rev o lu ció n . Fu e m iem bro d e l P rim er T riu n virato . J u a n Jo sé P aso (1 7 5 8 -1 8 3 3 ). A sistió a l C a b ild o a b ie rto d e l 2 2 d e m ayo d e 1 8 1 0 ; fu e se c re ta rio — con M o r e n o d e la P rim e ra J u n ta e in te g ró am b o s T riu n virato s. C u m p lió u n a rele v a n te actu a ció n en el C o n g re so de Tu cum án . Así quedó establecido un nuevo gobierno o Triu n vira to 1 integrado por Feliciano Chiclana, M a n u el de Sarratea y Juan José Paso; secre­ tarios: Bernardina Rivadavia, de Guerra; José Julián Pérez, de Go­ bierno, y Vicente López, de Ha­ cienda. los fracasos. Argumentaban que la mayoría provinciana integrante de la Junta carecía de prestigio y eficacia por su excesivo número; además se decía que estaba bajo la influencia de elementos “ carlotistas” . Debido a la agitación pública y ante las exigencias del Cabildo, el secretario Campana fue destituido y más tarde confinado en San A n ­ tonio de Areco. Creación del Triunvirato Ante la hostilidad de la opinión pública y por mediación del Ca­ bildo, la Junta Grande — a la sa­ zón _ presidida por Matheu— de­ cretó el 23 de setiembre de 1811 “la creación de un ejecutivo, cu­ ya conducta debía quedar ajustada a las disposiciones que le dictaría la Junta” . E l decreto del 23 de setiembre establecía además que “ los seño­ res diputados de los pueblos y pro­ vincias” , es decir, los integrantes de la desprestigiada Junta Grande, deberían integrar una Junta Con­ servadora 2, de quien dependían los miembros del Triunvirato. D e los seis integrantes del Triun­ virato, cinco eran porteños y uno solo provinciano: José Julián Pé­ rez. Habían triunfado la tendencia morenista y la disuelta Sociedad Patriótica; en la misma corriente ideológica no tardaría en destacar­ se Bernardino Rivadavia, genuino representante del centralismo por­ teño. La Junta C onservadora y el Triunvirato El decreto del 23 de setiembre ordenaba que el Triunvirato debía gobernar ateniéndose a las normas que le fijara la Junta Conservadora, pero ambos organismos •— eje­ cutivo y legislativo respectivameii- , .E1 nuev° gob>erno se conoce en nuestra Historia como P r im e r T riu n v ira to , a u n q u e en i 7% - U ra7?om°r. í m » S u p erior de las P rov in cia s Unid as d el R ío de la P l“ ta a n om bre del S eñor D o n F e rn a n d o V i l \ leyes n a cion a les" " C ouservadora 170 de la soberanía del Señor Don Fem ando V II y de i“s te__no tardaron en distanciarse, a ca u s a de divergencias políticas. » E 1 Triunvirato representaba el porteñismo en marcha y Rivada­ via — su más destacada figura— sostenía que la difícil situación in ­ terna y externa obligaba a esta­ blecer un gobierno centralizado que desde Buenos Aires impusiera su autoridad sobre el resto del te­ rritorio. I La Junta Conservadora — bajo la influencia de Funes— era el sentir pro’vinciano, que también aspiraba al predominio político. Conviene destacar que si bien el Triunvirato representaba al núcleo dirigente de la capital, la Junta Conservadora — disminuida y des­ prestigiada— era en esos momen­ tos la expresión del país entero. ’ La confusión de poderes entre ambos organismos en pugna pro­ dujo inconvenientes a las autori­ dades del interior, quienes al tan­ to de los sucesos no sabían a qué atenerse. Para consolidarse en el mando, el Triunvirato comenzó a gober­ nar sin tener en cuenta a la Junta Conservadora, lo que aumento la divergencia entre ambos organis­ mos. mas a que debía atenerse en el desempeño de su mandato. Bajo la dirección del deán Funes, la Jun­ ta redactó un Reglamento Orgá­ nico que envió al Triunvirato el 22 de octubre de 1811. Por vez primera se establece en nuestro país la separación de po­ deres: Ejecutivo (T riu n virato), L e­ gislativo (Junta Conservadora) y Judicial (Tribunales independien­ tes), aunque otorga al segundo fa­ cultades preeminentes sobre el eje­ cutivo. El documento constaba de tres secciones. En la primera determi­ naba las atribuciones de la Junta Conservadora, entre ellas, el poder nombrar a los miembros del T riu n ­ virato. Los diputados de la mencionada Junta serían inviolables y perma­ EL REGLAM ENTO O R G Á N IC O necerían en sus funciones hasta la reunión de un Congreso. A poco de instalado, el Triu n ­ De acuerdo con lo establecido en virato reconoció las atribuciones la segunda sección, el Triunvirato constituyentes de la Junta Conser­ se ocuparía de la administración vadora, pues se dirigió a ella, soli­ pública, de organizar ejércitos y citándole le reglamentara las ñor171 de las finanzas. Sus integrantes durarían un año y medio en el cargo v serían responsables de sus actos ante la Junta Conservadora. La tercera sección declaraba la independencia del Poder Judicial de los otros dos poderes. E l Triunvirato acusó recibo del Reglamento y consideró que la Junta Conservadora se reservaba excesivas atribuciones; por tal cau­ sa, sometió el documento a estu­ dio del Cabildo, organismo que, legalmente, no estaba facultado para intervenir. Mientras se efectuaban estas tra­ mitaciones, la Junta dispuso publi­ car el Reglamento Orgánico y en­ viarlo a las provincias. Ante el curso de los sucesos, Rivadavia decidió terminar con el conflicto y ordenó el 7 de noviem­ bre de 1811 la disolución de la Junta Conservadora y derogó el Reglamento. Los diputados recibie­ ron comunicaciones para que se dirigieran a la brevedad a sus res­ pectivas provincias. E l golpe de Estado ahondó el antagonismo entre los pueblos del interior y Buenos Aires. “ Con esta violenta medida — escribe el his­ toriador P iccirilli— el Triunvirato aclaraba aparentemente el hori­ zonte político, pero estaba lejos de consolidar la autoridad del gobier­ no.” EL ESTATUTO PRO VISIO N AL Disuelta la Junta Conservadora, Rivadavia redactó un programa a fin de reglamentar la actuación del Iriu n virato. E l 22 de noviembre de 1811 dio a conocer el Estatuto P ro v is io n a l 1 en cuya larga intro­ ducción justifica su actitud ante i Junta y hace resaltar los error/ cometidos por dicho organismo. S Debido a la situación imperante y ante “ la necesidad urgente (¡e concentrar el poder” decreta qUe el Triunvirato continuará en ej mando hasta que los diputados reu. nidos en un Congreso general “ establezcan una Constitución per­ manente” . Disponía la remoción periódica de los vocales ■— cada seis m esespero no de los secretarios, que es­ taban facultados para reempla­ zarlos. Para designar a los vocales que ter­ minaran su periodo creaba una asam­ blea electoral mediante una elección hecha por el Cabildo de Buenos Aires, un número de ciudadanos designados por la Capital y representantes que enviaran los pueblos. Es interesante destacar que los se­ cretarios eran inamovibles, situación que permitía a Rivadavia permanecer en el gobierno. El Estatuto Provisional fue apro­ bado por el Cabildo y el 1 de di­ ciembre se efectuó la ceremonia de la jura en la Plaza de la V ic-. toria, ante las tropas que regresa­ ban de la Banda Oriental, luego del tratado de pacificación f i r m a d o con Elío. El motín de las trenzas A los pocos días de jurado el Estatuto, se produjo en Buenos A i­ res la sublevación del cuerpo de Patricios, episodio que se vinculó a la tensa situación política. Absuelto del injusto proceso, Bel' grano fue designado coronel del Regimiento de Patricios, en reem­ plazo de Saavedra, quien lo había mandado hasta entonces. En su gran mayoría, los soldados eran adictos al jefe anterior y entre sus filas también se encontraban mu­ chos “ provincianos” ; en consecuen­ cia, el cambio de mando dispuesto por el Triunvirato tenía por obje­ to im pedir todo acto de indisci­ plina. E l descontento inicial se tradujo en abierta rebelión cuando Belgra­ no ordenó que todos los soldados debían cortarse la coleta o trenza, considerada por ellos valeroso dis­ tintivo del regimiento. E l 7 de diciembre y después de expulsar a sus oficiales, los patri­ cios se atrincheraron en su cuar­ tel dispuestos a resistir. De acuerdo con una orden del Triunvirato, Rondeau — con las tro­ pas que acababan de regresar de la Banda Oriental— en desigual combate los obligó a rendirse. Los cabecillas fueron ajusticiados. E l sangriento episodio tuvo de­ rivación política, por cuanto Riva­ davia culpó al deán Funes y otros opositores — saavedristas y provin­ cianos de la disuelta Junta Conser­ vadora— de todos los incidentes. Por tal causa, comunicó a los di­ putados que aún permanecían en Buenos Aires la imperiosa necesi­ dad de abandonar inmediatamente la capital, en el plazo de veinticua­ tro horas. “ Así fue condenada al ostracismo — escribe Mitre— la última sombra del partido vencido. Los diputados perse- Los m iem bros d e la S o c ie d a d P atrió ti­ c a escu ch an la p a la b r a d e B e rn a rd o d e M o n te a g u d o . (R e lie v e d e G u sta v o E b e rle in .) 172 guidos, dispersándose en las provincias como las postreras chispas de una ho­ guera casi extinguida, fueron a llevar a ellas nuevos elementos de combustión y descontento.” Rivadavia continuó con su polí­ tica centralista en favor de Buenos Aires y en enero de 1812 ordenó la supresión de las juntas provin­ ciales, debido a “ la necesidad de expedirse con rapidez en los gran­ des negocios y de restablecer la ar­ monía y el orden en la política . N uevam ente la Sociedad Patriótica Sabemos que la primera Socie­ dad Patriótica fue disuelta después de la asonada del 6 de abril. A comienzos de enero de 1812 y mientras algunos morenistas — Pa­ so y Chiclana— ocupaban el go­ bierno, Rivadavia decidió la aper­ tura de la Sociedad, brindándole el apoyo oficial pues anticipaba su adhesión. El Triunvirato autorizó las reu­ niones en el edificio del Consulado, y el 13 de enero Bernardo de M o n teagudo — la figura más destaca­ da—- pronunció el discurso inaugu­ ral. Desde la dirección de la “ Ga­ zeta” , el último comenzó a distan­ ciarse del gobierno, el que nombró un fiscal para informarse de los asuntos tratados en las reuniones de la Sociedad. La “ Gazeta” que aparecía los martes era dirigida por Vicente Pazos Silva, y la editada los viernes, por Monteagudo. Ambos sotenían polémicas de carácter político con prescindencia del Triunvirato. Más tarde, Pazos Silva continuó su prédica a través de las páginas de un nuevo periódico: E l Censor. En el mes de marzo, el Triu n vi­ rato creó la Gaceta M in is te ria l del gobierno de Buenos Aires, en reemplazo de la anterior. Por su parte, Monteagudo editó un nuevo periódico — de vida efímera— titu­ lado M á rtir o Libre. La Sociedad Patriótica colaboró luego con la L ogia Lautaro y fin al­ mente fue absorbida por ésta 1. La A sam b le a G en e ral Legislativa El Estatuto disponía la reunión de una Asamblea General y si bien el Triunvirato no estaba dispuesto a hacerlo, la tensión política exis­ tente y la acción opositora de la Sociedad Patriótica determinaron su convocatoria. El 19 de febrero de 1812 fue publicado el Reglamento que da form a a la Asamblea, cuyas vein­ te disposiciones tratan sobre l as normas para la elección de sus miembros y concede nuevamente a Buenos Aires el predominio sobre el interior del país. La Asamblea tenía carácter le gislativo, pero no constituyente, y debía actuar como reguladora de las decisiones del Triunvirato. La Asamblea debía integrarse con los miembros del Cabildo de Buenos Aires — quienes la presidirían—, los apoderados de las ciudades del interior en calidad de diputados y 100 ciuda danos de Buenos Aires elegidos por un complicado sistema de voto calificado Fácil es deducir que estaba asegu rada la mayoría de la capital en la composición del organismo. El Triunvirato su bordin ó la Asamblea a su entera voluntad, por cuanto — dice uno de los artícu­ los— “sólo el gobierno puede con vocarla” por un máximo de ocho días y también disolverla “si lo exigen la seguridad y la tranqui hdaa pública” . El organismo se reunió el 4 de abril, presidido por diez miembros del Cabildo de Buenos Aires, además de treinta y tres representan­ tes porteños y once provincianos. La Asamblea sólo sesionó dos días porque a causa de un inci» dente con el T riu n virato 2 R iva ­ davia ordenó su disolución el 6 de abril; el Cabildo fue suspendido en sus funciones hasta nueva or den. 1 Ver página 180. Juan M a rtín de fue11b ie n 'r e c ib ^ d o "^ "^ ^ ! T •Asa” b *ea desi8?ó sucesor a ción como suplente de José D ía z V é le z pues el ¡m hi>r„n / J Triunvirato, no así la designaque tal interinato correspondía a R W ad” ?a. g ° b lem ° SOStuv° ~ en base al Estatuto vigente- 174 ( El g lo rio so L ib e rta d o r d e su p a t r ia , d e C h ile y d e l P erú : e l g e n e ra l don J o s é d e S a n M a rtín , JO S É DE SAN MARTÍN A fines del verano de 1812, el día 9 de marzo, arribó al puerto de Buenos Aires, procedente de Londres, la fragata inglesa “ Jor­ ge Canning” , trayendo a su bordo a un varón de epopeya, el entonces teniente coronel José de San M a r­ tín., quien más tarde sería apelli­ dado con justicia “ el más grande de los criollos del Nuevo Mundo . Regresaba a la tierra natal con sus compatriotas el alférez Car­ los de A lvea r y el oficial Matías Zapiola, el barón de Holm berg y otros. Soldado genial, abnegado y aus\ tero, sin más fortuna que su espa­ da, San M artín llegaba a su pa­ tria para entregarse por entero a la causa de la emancipación de me­ dio continente. Martín debió trasladarse al Áfnca y allí hizo su bautismo de fuego al defen­ der valerosamente la ciudad de Oran contra un sitio de los moros. En 1793 regresó a España y lucho contra la invasión de los franceses ba]0 las órdenes del ilustre general Ricar­ dos; por su destacado comportamiento fue ascendido a subteniente del regi­ miento de Murcia. Poco después, el jo­ José de San M artín había nacido en ven oficial también conoció la lucha Yapeyú, pueblo de las antiguas misio­ en el mar, pues su regimiento embarco nes jesuíticas, el 25 de febrero de 1778. en la flota española y se batió contra Era hijo del oficial español Juan de los británicos en la batalla del Cabo San Martín — designado teniente de g_oI bemador de las Misiones y de doña de San Vicente (febrero de 1797). Con­ : Gregoria Matorras, de igual naciona- cluyó su experiencia marina cuando la embarcación en que navegaba — ‘ La { lidad. Dorotea” — fue apresada por un barco A los ocho años de edad, fue llevado inglés y, tras fuerte resistencia, San a España por sus padres e ingresó como Martín cayó prisionero con los demás alumno en el Seminario de Nobles de tripulantes. Madrid, para continuar con el apren­ En 1801 participó de la guerra de­ dizaje de las primeras letras. clarada por España a Portugal, como En julio de 1789, José de San Mar­ segundo capitán del Batallón de Vo­ tín inició su carrera militar en el re­ luntarios de Campo Mayor', en su foja gimiento de Murcia, sentando plaza de de servicios consta el honroso desem­ cadete. “ El uniforme — escribe el his­ peño que le cupo. Concluida la cam­ toriador Mitre— era celeste y blanco paña regresó a Cádiz y allí soportó la y el joven aspirante vistió con el, los colores que treinta años después debía 175 pasear en triunfo por la mitad de un continente.” Con su regimiento, San A esta altura de la vida, San M artín era un hombre de vigorosa contextura física, bien proporcio­ nado y de rasgos a t r a y e n t e s A mediados de noviembre casó con M aría de los Remedios Escalada, joven de quince años que pertene­ cía a una distinguida familia. El Regimiento de Granaderos a Caballo terrible epidemia de cólera de 1804 que puso a prueba su hombría y ele­ vados sentimientos. San Martín inició una nueva etapa de su vida cuando se puso en con­ tacto con Jos ideales liberales que en esa época se esparcían por Europa lluego ingresó en la Logia Lautaro, sociedad secreta de acción libertadora que era una filial de la Gran Reunión Americana fundada en Londres por el precursor Francisco Miranda. En mayo de 1808 el pueblo español se levantó en armas contra los ejérci­ tos de ocupación franceses y en Cádiz le tocó a San Martín observar los ex­ cesos de la multitud que culminaron con el asesinato del gobernador de dicha plaza, general Francisco Solano Urtiz. La tragedia impresionó su espíy desde ese momento nunca justiiico los actos incontrolados de la mu­ chedumbre. Más tarde, San Martín luchó vale­ rosamente contra los ejércitos napoleó­ nicos en la batalla de Arjonilla, donde salvo la vida gracias a la intervención i L a ™ de ?us homt>res. En julio de 1808 tuvo destacada actuación en la batalla de Bailen y fue ascendido a teniente coronel; en mayo de 1811 volvio a enfrentar a las tropas francesas en la batalla de Albuera. Después del último combate, San Martin dio un nuevo rumbo a su exis­ tencia al seguir el llamado de su patria -—que se había levantado contra la Metropoli— y abrazar la causa de la emancipación americana. Había com­ batido por tierra y por mar veintiún anos en favor de España, pero juzgó llegado el momento de obedecer al dictamen de su conciencia. “ Sin tener más que una vaga idea del verdadero estado de la lucha en America escribe su contemporáneo el general Guillermo M iller— resolvió marchar a serle tan útil como pudiera.” San Martín solicitó su retiro del Ljercito español y al mismo tiempo la autorización para trasladarse al Perú con el pretexto de atender intereses’ personales. Concedida la baja, a me­ diados de setiembre zarpó de Cádiz pe­ ro con destino a Inglaterra, luego de aceptar la valiosa ayuda del noble es­ coces lord Macduff. . En Londres trabó amistad con va­ rios americanos, entre ellos Manuel M oreno — hermano del “numen de la Revolución”— , Tomás Guido y el venezolano Andrés Bello. Estos jóvenes pertenecían a la sociedad secreta fun­ dada por Miranda, que era matriz de la que funcionaba en Cádiz. San M artín no trajo otros títu­ los que no fueran su destacada ac­ tuación m ilitar en la península, mas, por tal causa, su presencia en Buenos Aires despertó recelos en los miembros del Triunvirato. Sin embargo, disipadas las dudas, el 16 de marzo fue reconocido en su gra­ do de teniente coronel. E l gobierno encomendó a San M artín la organización de un es­ cuadrón de caballería y designó segundos jefes a A lvea r y a Zapiola, sus compañeros de viaje. Así surgió el más tarde famoso regi­ miento de Granaderos a Caballo, cuyo cuartel se estableció en el Retiro, al norte de la ciudad. San M artín eligió uno a uno los oficiales y soldados, todos ellos jó­ venes de alta talla, física y moral­ mente sanos. Les enseñó en persona el manejo de las armas y su ex­ periencia guerrera, a •la vez que los dotó de un vistoso uniforme. “ E l jefe — escribe Ricardo Rojas— viste uniforme de paño azul con vivos rojos, botas de cuero opaco, sable corvo, espuelas ‘y falucho fo­ rrado de hule.” San M artín inculcó en sus hom­ bres el culto de la dignidad y del coraje, para lo cual reglamentó un código de honor destinado a los oficiales del regimiento y que cas­ tigaba, entre otras faltas, la cobar­ día en acción de guerra. Mensualmente se reunía en un tribunal destinado a vig ila r el es­ tricto cumplimiento del código. De esta manera se forjó el heroico cuerpo que debía derramar su san­ gre en las luchas por la indepen­ dencia. LA CONJURACIÓN DE ÁLZAGA Don M a rtín de Álzaga, ^a figu ­ ra más destacada del partido es­ pañol, elaboró un cuidadoso plan para adueñarse del poder, ejecutar a las autoridades patriotas y esta•blecer un gobierno que respondiera al Consejo de Regencia de Cádiz. Los conjurados iniciaron lina.se­ rie de reuniones en comercios y domicilios particulares, y en los últimos días de junio de 1812 todo estaba preparado para la intentona. E l momento era oportuno, pues-el T r iu n v ir a to gobernaba ' asediado por la oposición y sólo unos pocos efectivos militares defendíáh a Buenos Aires. ' Es m uy probable que el complot contara con el apoyo exterior de las tropas realistas de la Banda Oriental y del ejército portugués que aún permanecía en el terri­ torio. fra c a sa la conjuración E l estallido del movimiento su­ frió una demora, pues Álzaga de­ seaba que coincidiera con el ani­ versario de la heroica defensa (5 de ju lio ); esta actitud fue provi­ 176 177 [ dencial para los patriotas, por cuanto permitió reprim ir can éxito la rebelión. En esos días integraban el go­ bierno Juan M a rtín de Pueyrredón, Feliciano Chiclana y Bernardino Rivadavia; la rivalidad entre los dos primeros les hacía no dar mayor trascendencia a los rumores sobre el peligro, pero no sucedió lo mismo con Rivadavia, quien se dispuso a actuar con toda energía. Varias denuncias llegaron al go­ bierno por distintos conductos. La primera información concreta la suministró un esclavo de color lla ­ mado Ventura, quien lo comunicó a su dueña, ésta al alcalde de Ba­ rracas y el último al Triunvirato (1 de ju lio). A l día siguiente, Rivadavia comisionó a Chiclana para que iniciara la investigación; el 3 de julio, la comadre de Álzaga con­ fesó que en su propio domicilio los conjurados efectuaban reunio­ nes. Descubierta la conspiración, Rivadavia decreta — ese mismo día— la pena de muerte sobre los principales cabecillas. Álzaga cambió varias veces de escondite, hasta que finalmente fue apresado en la madrugada del 6 de julio y ejecutado esa mañana. U n tribunal creado al efecto orde­ nó penas de muerte -—fusilados y colgados de la horca— , condenas a varios años de prisión o confina­ mientos, según la culpabilidad. Después del ejemplar castigo y para tranquilizar los ánimos, el gobierno publicó — a intercesión del Cabildo— una circular dirigi­ da al pueblo, que Comenzaba con estas palabras: “ Ciudadanos, basta de sangre: perecieron los principa­ les autores de la conjuración y es necesario que la clemencia subs­ tituya al rigor de la justicia.” OBRA DE G O BIERN O DEL TRIUNVIRATO A m plia e intensa fue la obra del Triunvirato, debida en gran parte a la acción de Rivadavia. Podemos agruparla de la siguiente manera: a) P o lít ic a y ju d ic ia l b) C u lt u r a l y e c o n ó m ic a Rivadavia consideraba que la El 26 de octubre de 1811, el instrucción era la base del bienes­ Triunvirato creó una Junta P ro­ tar social y bregó por mejorar el tectora de libertad de im prenta n ivel cultural. Fueron creadas dos integrada por nueve miembros y escuelas primarias y solicitó la cuya misión era reprim ir los de­ venida al país de profesores euro­ litos de prensa. Esta disposición fi­ peos para destinarlos a estableci­ guraba en un decreto publicado mientos de segunda enseñanza, con en base a un trabajo anterior del el objeto de formar “ al químico, al deán Funes. naturalista, al geómetra, al m ili­ Tam bién se dio a conocer el D e­ tar, al político, en fin a todos los creto de la seguridad individual que deben ser con el tiempo la — anticipo del actual habeos corcolumna de la sociedad” . pus— , que juntamente con el de En materia económica, el Triu n ­ libertad de im prenta se consideran virato suprimió el estanco del ta­ parte del Estatuto Provisional. baco, es decir, el monopolio de ese A instancias del Cabildo y para artículo por cuenta del Estado. Dio impulso a la agricultura y a las elim inar los prejuicios raciales, el Triunvirato prohibio el trafico de industrias; además fomentó el des­ arrollo de la minería. Ordenó le ­ esclavos en todo el territorio de las vantar un plano topográfico del te­ Provincias Unidas. Tam bién dis­ rritorio de Buenos Aires con el fin puso otorgar la carta de ciudada­ de distribuir tierras para sembrar. nía a los extranjeros que se hu­ Rivadavia reformó la legislación biesen hecho acreedores “ a la es­ aduanera y permitió la libre ex­ timación y reconocimiento de la portación de las carnes saladas y patria” . La primera fue expedida las mantas. Con el propósito de a favor de Roberto Billinghurst, a mejorar el déficit dispuso una se­ la sazón m ilitar del Ejército de la rie de medidas económicas, entre Banda Oriental. ellas la supresión de los empleos Decretó la creación de la esca­ innecesarios. rapela nacional — 18 de febrero de 1812— a solicitud del general Bel­ c) M i l i t a r grano; además el gobierno ordenó Las mejoras militares del Triu n ­ componer un him no o canción pa­ virato fueron respaldadas por la triótica y con tal motivo notificó colaboración de tres jefes destaca­ al Cabildo la necesidad de encon­ dos: San Martín, Belgrano y Pueytrar un músico y poeta. rredón. Se instaló un Estado M a ­ El Triunvirato tomó una serie yor M ilita r para reformar y disci­ de importantes medidas de carác­ plinar el ejército; como vimos, se creó el Regimiento de Granaderos ter judicial. E l 23 de enero de 1812 a Caballo y además se dispuso la dio a conocer el Reglamento de reorganización de los existentes. institución y administración de Tampoco fue descuidada la fabri­ justicia, que reemplaza la antigua cación de armas y de pólvora. Audiencia por la Cámara de Ape­ Las peligrosas incursiones de las laciones y además establece un naves enemigas procedentes de T rib unal de Concordia. 179 Montevideo motivaron la cons­ trucción de baterías sobre los ríos Uruguay y Paraná. La Logia Lautaro A poco de su arribo, San M artín considero indispensable organizar y disciplinar las fuerzas políticas, para dar unidad al movimiento re­ volucionario. A mediados de 1812, fundó -—con A lvea r y Zapiola— la L og ia Lautaro, sociedad secreta con fines exclusivamente políticos. Sus integrantes se propusieron trabajar por “ la independencia de Am érica y su felicidad, obrando con honor y procediendo con justicia” . La Logia — semejante a la crea­ da por M iranda en Inglaterra— tomó de la masonería su misterio, disciplina, jerarquía y algunos símbolos. “ Los afiliados — escribe M itre— se daban el título de H er­ manos y su leyenda mística estaba simbolizada por estas tres letras: U.F.V. que quieren decir: Unión, Fe, Victoria.” Los miembros de la Logia Lautaro estaban ligados a misteriosos vínculos que mantuvieron en secreto hasta la muerte. Datos de interés sobre la cons­ titución de esa sociedad se conocieron cuando muerto O’Higgins se hallaron entre sus papeles varios documentos aclaratorios. En el grado de iniciación, el jura­ mento era el siguiente: “trabajar por La independencia americana”, y en el segundo se exigía “la profesión de fe det dogma republicano”. Los integrantes de la Logia de­ bían ser americanos y, además de juramentarse mutua ayuda, esta­ ban obligados a consultar la vo­ luntad del organismo en caso de ocupar — cualquiera de ellos— un cargo público. 180 La sociedad secreta sostenía dos principios básicos: Independen<;n y Constitución republicana, por tanto, sería opositora de toda auto ridad que no los respetara. Por Pc_ ta causa no tardó en enfrentar al Triunvirato, dirigido en esas ép0 cas con mano firm e por Rivadavia La L og ia Lautaro y la Sociednrl Patriótica unificaron su acción contra el gobierno, pero utilizaron distintos procedimientos: la prime­ ra actuaba en secreto, mientras l a agrupación de Monteagudo traba­ jaba publicamente, a través del p.» riodismo, de reuniones, etcétera. LA REVO LU CIÓ N DEL 8 DE OCTUBRE DE 1812 Se convoca a una nueva A sam b le a tJ n T ^ d0S de- 1812’ el desPres tigio del Triunvirato era público La activa oposición — encabezada por la Logia Lautaro y la Sociedad Patriótica— censuraba el marcado centralismo del gobierno y lo acu­ saba de querer perpetuarse en el mando, al demorar la convocatoria ae un Congreso general. A las dificultades de orden po iiticp se sumaba la grave situación del Ejercito del Norte, asediado por el enemigo Gran descontento pro­ dujo la orden enviada desde Bue­ nos Aires al general Belgrano para que se retirara con sus tropas sin librar combate. , Presionado por sus adversarios, el 1 nunvirato convocó a los cabil­ dos del interior — el 3 de j u n i o para- que enviaran representantes ante una nueva Asamblea, que reemplazaría a la disuelta en los primeros días de abril. ■ Los diputados provinciales debían Kncurrir a Buenos Aires para integrar Asamblea electoral dispuesta a ajicionar Una ley, a fin de reunir más tarde una Asamblea constituyente. De taí manera, se pretendía reemplazar a ia última — que todos anhelaban—■'por una simple asamblea de carácter elec­ toral- 1 El Triunvirato dispuso que el Cabildo de Buenos Aires debía ele­ gir los diputados por la capital y también examinar los poderes de los representantes del interior; en este último caso, el Ayuntamiento ¿staba facultado para rechazar a cualquiera de ellos y nombrar el suplente. ■ Mendoza eligió diputado a M on­ teagudo — residente en Buenos A i­ res y candidato de la Logia— , pero su designación no fue aceptada por el gobierno, quien lo comu­ nicó al Cabildo, para que éste nom­ brara a un reem plazante1; tam­ bién fueron rechazados los repre­ sentantes de Salta y Jujuy. La revolución. El Segundo Triunvirato ■ E l 5 de octubre llegó a Buenos Aires la noticia de la victoria del general Belgrano en Tucumán, pe­ ro el triunfo benefició a la oposi­ ción por cuanto era público que el vencedor había desobedecido ór­ denes expresas del Triunvirato. ■ E l 6 de octubre se reunió la ÍAsamblea e le c to ra l y design ó triunviro — en reemplazo de Sa-fratea que había cesado— al doc­ tor Pedro M ediano. Éste era el ¿Candidato sostenido por Rivadavia y, por tal motivo, los opositores A n to n io Á lv a r e z Jo n te (1 7 8 4 -1 8 2 0 ). A d h irió a l m ovim iento de M a y o e in teg ró el S e g u n d o T riu n virato . demostraron su indignación y el descontento se hizo general. Ante el curso de los sucesos, los componentes de la Logia Lautaro organizaron una revolución. A l amanecer del 8 de octubre se pre­ sentaron en la plaza de la Victoria las tropas de la guarnición: el cuerpo de Granaderos a Caballo, a las órdenes de San M a rtín , el re­ gimiento N ? 2, dirigido por O rtiz de Ocampo, y la artillería del co­ mandante M a n u el Pinto. Num ero­ so público acompañaba a estos efectivos. Los revolucionarios convocaron a un Cabildo abierto y entregaron un petitorio donde exigían: “ que en el acto se suspendiera la Asam­ blea y cesara el gobierno en sus funciones y, reasumiendo la auto­ ridad de que fuera investido por el pueblo el 22 de mayo de 1810, creara un E jecutivo compuesto por las personas más dignas del sufra­ gio público, debiendo convocarse a una Asamblea General Extraordv 1 Fue designado José A n to n io V illa n u e v a , partidario de Rivadavia. E l Cabildo de M e n ­ doza protestó contra el centralismo de Buenos Aires, cuyo Cabildo —dice el documento— tiene jurisdicción alguna sobre la ciudad de M endoza” . noria en el preciso término de no­ venta días” . El Cabildo accedió a lo solicitado y nombró para ejercer un nuevo gobierno provisional — hasta la reunión de la Asamblea— a Juan José Paso, Nicolás Rodríguez P e­ ña y A ntonio Alvarez Jonte. Este segundo Triunvirato gobernó con acierto y orientó el país de acuer­ do con los propósitos de la Logia Lautaro: Independencia y Consti­ tución. “ La revolución del 8 de octubre ,i 1812 — escribe Mitre— fue como la <} i 25 de mayo esencialmente nacional t, democrática en su tendencia. ^ "Ésta fue la primera vez que se vin a San Martín tomar parte directa en un movimiento revolucionario y S{ji por accidente otra vez más tomó parto indirecta en la caída de un gobierno Encaminada la Revolución y establecí’ da la disciplina de la Logia creada por él, se alejó para siempre de los partidos militantes en la política doméstica consagrándose exclusivamente a la rea­ lización de sus planes militares contra el enemigo común.” - C U E S T I O N A R I O _________________________________________________ _ 1. ¿Q ué propósitos persiguió la Primera Junta de G obierno? 2. ¿Cuál fue su obra política, cultural y economica? 3. ¿De qué forma reor­ ganizó el ejército? 4. ¿Cuáles fueron los propósitos de la labor diplomática del Primer Gobierno Patrio? 5. ¿Q ué misión cumplió M atías Irigoyen? ó. ¿Q ué relaciones diplomáticas se iniciaron con los gobiernos de Chile y el Brasil? 7. ¿Q ué divergencias separaban a los morenistas de los saavedristas? 8. ¿Q ué disponía el "decreto de supresión de honores"? 9. ¿Por qué se opuso Moreno a que los diputados del interior se incorporasen a la Junta? 10. ¿Cómo se integró la Junta G rand e? 11. ¿Q ué disponía el Reglamento sobre creación de juntas provinciales? 12. ¿Cómo se constituyó la Socieaad Patriótica? 13. ¿Cuándo se produjo el primer intento de re­ volución contra las autoridades constituidas, no españolas? 14. ¿Q ué consiguieron los revolucionarios? 15. ¿Q ué situación im peraba en Buenos Aires a mediados de 1811? 16. ¿Cómo surgió el Primer Triun­ virato? 17. ¿Quiénes lo integraban? 18. ¿Q ué situación se produjo entre el Triunvirato y la Junta Conservadora? 19. ¿C uáles eran las principales disposiciones del Reglamento O rgánico? 20. ¿Por qué fue rechazado por el Triunvirato? 21. ¿Qué disponía el Estatuto Provisional? 22. ¿Cómo se produjo el motín de las trenzas? 23. ¿Por qué fue disuelta la Asam blea del mes de ab ril? 24. Resuma la bio­ g rafía de San Martín hasta su regreso de Europa en 1812. 25. ¿De qué forma pretendía Martín de A lza g a adueñarse del gobierno? 26. ¿Cómo fue sofocada la revolución? 27. ¿C uál fue la obra de gobierno del Primer Triunvirato? 28. ¿Q ué principios básicos sostenía la Logia Lautaro? 29. ¿Cuáles fueron las consecuencias de la revo­ lución del 8 de octubre de 1812? Belgrano Tucumán. Combate ción de y la creación de la Bandera N acional. Batalla de Batalla de S alta . Segunda cam paña al Alto Perú. de San Lorenzo. Segundo sitio de Montevideo. C re a ­ la Escuadra. Brown. Capitulación de Montevideo. Artigas. BELGRANO Y LA CREA CIÓ N DE LA BANDERA N A C IO N A L La e scarap ela f A fines de 1811, el primer Triunvirato debía enfrentar una delicada situación m ilitar. Después de la derrota de Huaqui, el enemi­ go se preparaba oara un vasto plan de ataque en él norte, mien­ t r a s en la Banda Orienjal los rea­ listas se afirmaban en sus posiJciones. | A mediados de noviembre, Elío Epartió de regreso a España y dejó I en el mando — con el cargo de capitán general—- a Antonio Gas­ par de Vigodet. La tensa situación culminó con una nueva lucha entre ambas ciu­ dades del Plata. En busca de víve­ res, la escuadra de Montevideo in i­ ció una serie de incursiones y actos de pillaje por los ríos Paraná y Uruguay. Para proteger el litoral, el Triunvirato dispuso levantar pe­ queñas fortificaciones de carácter defensivo. De acuerdo con el plan trazado, se construyeron baterías costaneras en el Rosario, sobre las barrancas del Paraná, cuyo mando se confió al general Belgrano, quien llegó a 183 . . • destino a mediados de febrero de 1812, con fuerzas del Regimiento de Patricios. No habían terminado las obras de fortificación, cuando llegaron noticias de que una escuadra ene­ miga estaba próxima a zarpar de Montevideo en dirección al Rosa­ rio. Ante la inminencia del peli­ gro, Belgrano resolvió levantar el patriotismo de sus tropas por me­ dio de un símbolo, que sería a la vez el distintivo de la Revolución. El 13 de febrero se dirigió al Triunvirato solicitándole la auto­ rización para el uso de una “esca­ rapela nacional”, con los colores azul celeste y blanco. En el acuerdo del 18 de febrero de 1812, el gobierno resolvió re­ conocer la Escarapela N acional de las Provincias Unidas del R ío de la Plata, “ declarándose como tal la de los colores blanco y azul celeste, quedando abolida la roja con que antiguamente se distinguía” . El día 23, Belgrano entregó el nuevo distintivo a sus soldados. La B and era N acional Continuando con sus nobles de­ cisiones, Belgrano juzgó que con los mismos colores de la escarapela debía flam ear una bandera bajo el cielo de la Patria. E l 27 de fe­ brero de 1812 inauguró las bate­ rías y llamó Libertad a la ubicada en la barranca, e Independencia a la erigida sobre la isla próxima. En esas circunstancias enarboló una nueva bandera “ conforme a los colores de la escarapela nacio­ nal” . Así lo comunicó al T riu n vi­ rato. El santafecino Cosme Maciel izó la bandera argentina ante las tropas for­ madas en solemne ceremonia. Belgrano 184 pronunció estas palabras: “ ¡Soldado de la Patria! En este punto hemos tpS nido la gloria de vestir la escarape] nacional: en aquél (señalando la teria “ Independencia” ) nuestras armas aumentarán sus glorias. Juremos ven! cer a nuestros enemigos interiores y exteriores y la América del Sur ser¿ el templo de la Independencia y de 1» libertad.” a E l gobierno juzgó imprudente tal actitud — que implicaba una alteración de la cautelosa política exterior seguida hasta entonces—. y ordenó a Belgrano que ocultase con disimulo la nueva bandera a la vez que le envió, para reempla­ zarla, una semejante a la que on­ deaba en el Fuerte. Belgrano no recibió la comuni­ cación, por cuanto debió trasla­ darse al norte, para hacerse cargo del mando del ejército. A l llegar a Jujuy, al celebrarse el 25 de M ayo desplegó la nueva bandera, la que fue bendecida por el canó­ nigo Ignacio Gorriti y presentada al pueblo desde los balcones del Cabildo. Enterado el Triunvirato, desau­ torizó nuevamente el proceder de Belgrano, quien entonces dispuso reservarla para que flameara “ el día de una gran victoria” . D esp u és del triunfo de Tucumán, el procer enarboló nuevamente la Bandera de la Patria en el río Pasaje (13 de febrero de 1813). Belgrano reo rgan iza el Ejército del Norte E l 27 de febrero de 1812, el Triunvirato designó a Belgrano je* fe del Ejército del Norte, en reei*1' 'plazo de Pueyrredón, quien había renunciado por motivos de saludCon la orden de partida hacia ese nuevo destino, Belgrano r e c ib í0 «instrucciones para que iniciara ■una retirada general en dicho fren­ te 1, a fin de facilitar una ofensiva contra la Banda Oriental. E l 1 de marzo de 1812 partió de Rosario y el 26 del mismo mes Pueyrredón le entregó el mando ten la posta de Yatasto (actual proK n c ia de Salta). B El ejército enemigo a las órde­ nes de Goyeneche había demorado su esperada invasión por cuanto ■¡debió acudir para sofocar el m ovi­ miento revolucionario estallado en la ciudad de Cochabamba. Belgra­ no aprovechó el lapso para reorga­ n i z a r sus débiles tropas y en ver­ dad que demostró su capacidad en líUna labor de gran magnitud. I Fueron sus colaboradores dos militares destacados, los coroneles Ramón Balcarce y D íaz Vélez, ade­ más de varios jóvenes oficiales que más tarde alcanzarían justo re­ nombre, tales como losé M aría Paz y M anuel Dorrego. A mediados de mayo, Belgrano estableció su cuartel general en Jujuy y allí — como sabemos le ­ vantó el espíritu patriótico del pue­ blo al enarbolar por segunda vez la bandera celeste y blanca. El ejército enemigo — después de la rendición de Cochabamba— avanzó hacia el sur y a comienzos del mes de agosto unos tres m il hombres se aprestaban para inva­ dir las provincias del norte. Goye- I1 Sabemos que después de la derrota de H u aqui, Juan Martín d e l l e y ^ í J íe s r a t ir df> la Casa de M oneda de Potosí valiosas remesas de oro y P la ta y llevarías ^ V ie n recaudo a Jujuy (setiembre de 1 8 1 1 ). A llí se hizo cargo del E jé rc to del Norte. 185 neche confió el mando de las tro­ pas a su primo P ío T ristón, gene­ ral nacido -—como el anterior— en Arequipa. A l tener noticias de la invasión realista, Belgrano juzgó prudente respetar las instrucciones del pri­ mer Triunvirato e iniciar la reti­ rada, por cuanto su ejército — aun­ que reorganizado— era inferior en número y elementos bélicos; por otra parte, Buenos Aires no podía enviarle refuerzos. E l 23 de agosto, las tropas pa­ triotas abandonaron Jujuy en di­ rección a Tucumán, precedidas por numerosas familias, las que lleva­ ban consigo sus alimentos y ha­ ciendas, para que la provincia — dice un documento— “ sólo fue­ ra campo de silencio y desolación, a fin de que el ejército real nada hallara” . Este episodio se conoce en nuestra historia con. el nom­ bre de “éxodo del pueblo jujeño” . E1 3 de setiembre, la retaguar­ dia patriota al mando de Díaz Vélez fue atacada por un destaca­ mento de vanguardia enemigo a orillas d,el río Las Piedras y obli­ gada a retirarse precipitadamente. Enterado Belgraro, acudió con el grueso de sus fuerzas y derrotó a los atacantes; el triunfo — aunque pequeño— levantó la moral de las tropas e infundió confianza a su jefe. BATALLA DE TUCUM ÁN Belgrano se persuadió de que cuanto más retrocedía, más difícil le sería reconquistar el territorio perdido y mantener el espíritu combativo de sus tropas, bajo la presión de un tenaz perseguidor. Una vez en Tucumán y ante el apoyo del pueblo, resolvió impe­ dir el avance del enemigo y asu­ m ir la responsabilidad de la des­ obediencia, pues el Triunvirato le había ordenado una retirada ge­ neral hasta Córdoba. A l frente de unos 1.500 hom­ bres, Belgrano decidió esperar a los realistas frente a una planicie conocida como “ campo de las ca­ rreras” , en las afueras de la ciudad. E l ejército patriota tomó posi­ ción de combate mirando hacia el norte, pero Tristán — evitando la lucha— avanzó sobre la izquierda con el objeto de cortarle la retira­ da hacia el sur. E l ejército defensor quedaba en187 tonces amenazado por la espalda, pero Belgrano ordenó un rápido cambio de frente, lo que permitió a sus hombres quedar a la vista del enemigo. La batalla se libró el 24 de se­ tiembre de 1812. La infantería y la caballería pa­ triotas iniciaron el combate al car­ gar con ímpetu sobre las fuerzas de Tristán. Pronto se generalizó la lucha, m uy confusa debido a suce­ sivos avances y repliegues de am­ bos bandos, fraccionados en diver­ sos combates aislados, difíciles de distinguir entre la humareda de los pajonales incendiados. A l caer la tarde, Belgrano — que ignoraba el resultado fin al del en­ cuentro— se dirigió con unos dos­ cientos hombres a la estancia El Rincón, ubicada a tres leguas al sur de Tucumán. Esa noche se enteró del fracaso realista y al día siguiente volvió a la ciudad para intim ar la rendición del ene­ migo. Tristán se negó, pero al anochecer ordenó el repliegue de sus tropas rumbo a Salta. Las pérdidas del invasor alcanzaban a 450 muertos y 690 prisioneros entre oficiales y soldados; además cayeron en poder de los patriotas tres banderas y dos estandartes; 7 cañones y todo el parque, consistente en doce carretas cargadas con 71 cajones de municiones, 400 fusiles y gran cantidad de equipa­ jes y monturas. Las pérdidas de los defensores al­ canzaron a 80 muertos y 200 heridos. Consecuencias de la victoria “ Aunque el triunfo de Tucumán — escribe M itre— fue el resultado de un cúmulo de circunstancias imprevistas” , cabe a Belgrano “ la gloria de haber ganado una bata­ lla contra toda probabilidad y con­ 188 tra la voluntad del gobierno tn m o” . nisLa victoria consolidó la obra d la Revolución y alejó momentánea6 mente el peligro de un verdadero desastre. Si el ejército patriota hubiera retirado, las provincias del norte se pierden para siempre el enemigo, dueño de un extenso territorio, habría llegado hasta Córdoba, donde le hubiera sido más fácil obtener la cooperación de los realistas de la Banda Oriental y de las tropas portuguesas del Brasil. Tam bién el triunfo tuvo impor­ tantes consecuencias políticas, por cuanto Belgrano — que contaba con la simpatía de la Logia Lau­ taro— había derrotado al invasor contrariando disposiciones del go­ bierno y demostrado el acierto de los opositores cuando pedían au­ xilios para rem itir al Ejército del Norte. A los tres días de conocerse la noticia del combate en Buenos Aires, el prim er Triunvirato fue derribado por la revolución del 8 de octubre. Belgrano nombró Generala del E jército a la virgen de las M erce­ des -—la victoria se había logrado el día de su advocación— y depo­ sitó ante la imagen, en el trans­ curso de una procesión, su bastón de mando. E l segundo Triunvirato concedió a los integrantes del ejército el us.° (;^e un distintivo con la ins­ cripción: “ L a Patria a su defensa*1 en Tucum án” -, también dispuso que los nombres de los soldados figurasen en el libro de honor de los respectivos cabildos de Buenos Aires y Tucumán. Belgrano fue designado capitán general, pero rehusó el ascenso con suma mo­ destia. I a TALLA de salta ■ L u e g o de la victoria <ie lucu f c á n , el gobierno de Buenos Aires Salta, i'.n las proxim idades de esa ciudad se enteró Belgrano de que existía un sendero a través de la quebrada de Chachapoyas, el cual le perm itía atacar al enem igo por retaguardia. Bajo una copiosa lluvia, las tropas siguieron ese rumbo y el 19 de febrero llega ro n a Ja hacienda de Castañares, una legua al norte de Salta. a Belgrano iniciar una hasta terca del río DesaIguadero, en el Alto Perú. ■ M ie n tra s lanío, el ejército de IT iistári se había concentrado en ■Salta hasta que cesara la estación 1 de las lluvias, para luego contxEl general Tristán ignoraba ese paso ín u a r sus operaciones. a través de la quebrada y grande fue ■ j.,1 12 de enero de 1813, los efecs u sorpresa cuando se enteró que• Belgrano se encontraba al norte de Salta, ■tivos patriotas iniciaron su avance cortándole en esa forma toda comu­ lha< 1a el norte y a comienzos del nicación con Goyeneche e impidiéndole f ines siguiente vadearon el n o 1 ala retirada en caso de una derrota. Se ■saje. cuyas aguas estaban muy creafirma que exclamó: “ Sólo que fueran K id a s a causa de los frecuentes pájaros. -i R g u a < cros, por lo que el cruce “ La maniobra de Belgrano — esenpe ■ d e m o r ó tres días. Una vez en la Mitre— , perfectamente concebida y eje­ K > rilla opuesta, el 13 de febrero cutada con habilidad, no dejo duda a nadie que su intención era repetir e ■ S U g ra n o hizo jurar á su ejercito mismo movimiento que 1 nstan había K tb ed i encía a la Asamblea general ensayado con tan mal éxito en lucu■ reu n id a en Buenos Aires y a la man.” ■ ban dera bicolor que tiempo atras ■ había creado. El ejército realista maniobró pa­ I I A pesar del mal tiempo y de los ra colocarse en posición de corn­ B ín a lo s caminos, los patriotas proija te y el 20 de febrero de 1813 ■ siguieron su avance en dirección a ■ o rd e n ó lo fi- n s iv a El g e n e ra l espc,!Í0| P ío Tristón se ri a B e lg ra n o , a | , j (q sig u ie n te d e libi la b a t a lla d e So a el d ía 21 de ¿ b re ro d e 1813. An. te la s tro p a s vence, d o r a s en formación e l ¡efe r e a lis ta ¡un‘ to con sus oficio-es y s o ld a d o s entreg n la s a rm a s. B a jo pa. la b r a d e h o n o r, 2| g e n e ra l B e l g r o -0 los d e jó en lib . t a d . (A c u a r e la de F ra n z V a n Riel.) — mejorado el tiempo— se libró la importante batalla de Salta. Belgrano despertó enfermo, pero logró reponerse y d irigir personal­ mente la reserva del ejército pa­ triota, que por vez primera marcriaba al combate con la bandera celeste y blanca. E l ala derecha estaba a las órdenes del mayor D íaz Vélez y al mando de la pri­ mera columna el coronel M an u el D o rreg o; el ala izquierda obedecía al coronel M a rtín Rodríguez. Iniciada la lucha, Dorrego avan­ zó con ímpetu y aunque rechazado en principio, logró quebrar la re­ sistencia del ala izquierda realista, cuyos integrantes re tro c e d ie ro n hasta la ciudad. E l combate adqui­ rió m ayor violencia, mientras el centro de las fuerzas de Tristán también debió replegarse hacia Salta. Por su parte, el ala izquierda patriota encontró obstinada resis­ tencia que cesó ante la llegada de Belgrano con fuerzas de la reser­ va. La lucha prosiguió dentro de la ciudad, hasta que finalmente pudo observarse en la torre del templo de La M erced un poncho con los colores argentinos, anun­ ciando la victoria. La capitulación. Consecuencias de la b a ta lla . / r i * se convenció de la inuti­ lidad de sus esfuerzos y ofreció a Belgrano la capitulación de las fuerzas realistas. E l último la con­ cedió en términos demasiado bené­ volos, pues a cambio de entregar las armas y bagajes, los vencidos quedaban en completa libertad, bajo el juramento de que nunca volverían a luchar contra las Pro­ vincias Unidas. Este rasgo de ge nerosidad por parte de Belgrano perjudicó el triunfo, por cuanto el juramento no fue respetado. E l 21 se^ efectuó la ceremonia de la rendición y al día siguiente las tropas realistas se retiraban hacia el norte, en una apresurada eva­ cuación tendiente a evitar la con­ fraternidad entre los soldados de ambos bandos. j e una invasión enemiga, consoli­ d ó al gobierno de Buenos Aires y despertó el sentimiento patriótico. ■ En el orden m ilitar, el ejercito le a lista sufrió un rudo golpe y la foérdida de gran cantidad de mate­ rial bélico; también ia renuncia de Goyeneche. f La Asamblea del Ano X I I I con­ c e d ió a los oficiales y soldados patriotas el uso de un distintivo con la siguiente inscripción: La patria a los vencedores de baita . Regaló a Belgrano un sable con ■guarnición de oro y la suma de I 40.000 pesos, que — con gran des|interés— no aceptó y dispuso desa la creación de cuatro escue­ las de primeras letras en Jujuy, Tucumán, Santiago del Es­ tero y Tarija. p recip ito Itinar pú blicas EGUNDA C A M P A Ñ A KL ALTO PERÚ V ilcapu gio Después de la derrota sufrida en Salta, los realistas se retiraron has­ ta Oruro y quedaron a las órdenes del brigadier Joaquín de la Petzuela. Por su parte,^ el ejército revolu­ cionario avanzo lentamente y a mediados de junio de 1813 esta­ bleció su cuartel general en Po­ tosí 1. En los primeros días de setiembre, las tropas marcharon hacia el norte hasta llegar a la pampa de V ilca p u gio — llanura rodeada de altas montañas— donde Belgrano estableció su campamen­ to a la espera de concentrar todas sus fuerzas. Enterado Pezuela de estos pla­ nes resolvió anticiparse y al ama­ necer del 1 de octubre de 1813 penetró con su ejército en la lla ­ nura de Vilcapugio. A pesar del ataque sorpresivo, las tropas de Belgrano rechazaron el centro y el ala izquierda enemiga, pero luego se produjo una confusión en sus filas, circunstancias que aprove­ charon los realistas para vencerlos. Belgrano emprendió una ordenada retirada y acampó en el pueblo de Macha, tres leguas al norte de la pampa de Ayohuma. A yoh u m a Incansable en el cumplimiento de su deber, Belgrano recibió al­ gunos refuerzos y reorganizó con rapidez sus tropas. Enterado que los realistas avanzaban para en­ frentarlo, decidió no esquivar el combate, cuando la prudencia le habría aconsejado en esas circuns­ tancias emprender la retirada, pa­ ra consolidar sus posiciones y fati­ gar al enemigo. Pezuela atacó a los patriotas el 14 de noviembre de 1813 en la pampa de Ayohuma. Después de soportar un mortífero cañoneo y el fuego cruzado de la fusilería ene­ miga, el ejército revolucionario de­ bió entregar las armas; la caballe­ ría se encargó de perseguir a los dispersos 2. Debido a este nuevo contraste Enr a CS f 6nB1 fíanAlto depeCrÓ r L d e n d f ^ S d e s fg n 'ó ^ A n to n ^ de Arenales gobernador de Cochabam ba. creó un tn bunal militar para reprimir las actividades de los enemigos, etcétera. historia como las M u je re s de A y oh um a. Políticamente, la victoria de Sal­ ta alejó por un tiempo el peligro 191 190 ,J — más grave que el de Vílcapugio • los patriotas debieron reti­ narse hasta Salta y en consecuen­ cia se perdió por segunda vez el A lto Perú. La .Revolución volvía a quedar amenazada desde el norte. COMBATE DE SAN IORENZO Las naves realistas procedentes de Montevideo mantenían en cons­ tante zozobra la zona costera del lío de la Plata y sus afluentes. Cuando trascendió que una escua­ drilla con tiopas de desembarco había partido para incursionar so­ bre las costas del Paraná, el se­ gundo Triunvirato encargó a San M artin para que al frente de un regimiento de Granaderos a Caba lio impidiese la acción de los rea­ listas. E l entonces coronel partió a fi­ nes de enero de 1813, con 120 de sus hombres, convencido que “ esa fuerza sería suficiente para dar a los españoles el escarmiento que le había encomendado el gobier­ no” . A trote y galope el destacamento siguió un derrotero paralelo a las naves enemigas, pero los soldados andaban sólo de noche, para evi tar que la polvareda levantada por los caballos lucra observada desde el río. Por su parte la flotilla — 11 embarcaciones y más de 300 hom­ bres— impulsada por viento favo­ rable consiguió adelantarse dos jornadas sobre sus ocultos perse­ guidores. 11 30 de enero la flo ­ tilla ancló frente a San Lorenzo. veintiséis kilómetros al norte de Rosario Las costas altas formaban una amplia barranca y en lo alto de esa planicie, oculto entre los arbustos, emergía el monasterio de San ('arlos, convento de los reli giosos franciscanos. Derrota de los realistas A l caer la tarde del 2 de febre­ ro, los granaderos llegaron a la posta de San .Lorenzo, donde cam ­ biaron sus agotados caballos. A llí San M artín se enteró de la activi­ dad desplegada por el enemigo y tuvo el ron vencimiento que elegi­ Se afirma que San M artín escribió rían esa zona para un desembarco id parte del combate al pie de un jeon todos sus efectivos. pino existente en San Lorenzo y I Poco después de medianoche, que se conserva como una reliquia gan M artín penetró cautelosamen­ histórica. Este encuentro — aunque te con sus hombres en el monas de poca importancia m ilitar— tie­ (erio — cuyas celdas estaban de­ ne gran trascendencia histórica, siertas— y dispuso ocultarse con pues en él recibió su bautismo de ellos tras los muros posteriores. fuego el regimiento creado por A l amanecer del 3 de febrero de nuestro héroe máximo. 1813. los realistas desembarcaron A consecuencia de la derrota su­ a las órdenes del comandante Juan frida en San Lorenzo, los realistas A ntonio Z abala y avanzaron en i osaron temporariamente en sus dirección al edificio en numero incursiones, se pacificó el litoral y »de 250 hombres divididos en dos se mantuvieron las comunicaciones columnas de infantería >n forma de los pueblos ribereños. ción de combate. En esas circuns­ tancias, San M artín ordenó el ata­ que y los granaderos embistieron SEGUNDO SITIO i resueltamente al enemigo, quien a DE MONTEVIDEO : pesar de la sorpresa reacciono con nutrido fuego de m etralla y fusi­ Hemos visto 1 que el prim er si­ lería. tio de Montevideo se levantó por el armisticio firmado en octubre En medio del combate, «na bala de de 1811; al mes siguiente, se cañón derribó el caballo que montaba hizo cargo del poder en la vecina San Martín, cuya pierna q u e d ó apre­ orilla Gaspar Vigodet. Éste no sólo tada por el cuerpo del animal Un toleró la permanencia de las tro­ enemigo se dispuso a ultimarlo, pero el granadero Baigorria atravesó con su pas lusitanas sino que im pidió al lanza al soldado realista. primer Triunvirato el envío de re­ San Martín hubiera perecido si no fuerzos a Artigas, que se hallaba es por la intervención del correntmo en el campamento de Ayuí. Juan Bautista Cabral. quien ayudo a su jefe a incorporarse, pero en mentó a su arrojo recibió dos heridas morta­ les. Antes de expirar exclamó: “ Muero contento, liemos batido al enemigo. A l cabo do un rato, la lucha se definió en favor de los patriotas. I/is realistas huyeron dejando 40 muertos y 14 prisioneros, además de material bélico; los granaderos tuvieron 15 muertos y 27 heridos. <dúdS»“ del* pj"™ '''1''' ambas épocas, Artigas as e m p e z / a ^ d ' * '« s dd '* » " < ■ »*. e » i i f e f á s a - ^ llegada del nuevo jefe al campa­ mento de A yu í provocó rozamien­ tos con Artigas, por lo cual Sarratea concentró sus efectivos en A rroyo de la China (actual Con­ cepción del U ru gu a y)1. Los efectivos portugueses no tar­ daron en retirarse y entonces A rti­ gas — con sus hombres y los inte­ grantes del éxodo— regresó a la Banda Oriental, mientras Sarratea también penetraba en ese territo­ rio y destacaba una vanguardia al mando de Rondeau para que se adelantara sobre Montevideo. Así comenzó, el 20 de octubre de 1812, el segundo sitio de esa plaza. Com bate del Cerrito Los roces entre Artigas y Sarra­ tea se acentuaron cuando el 8 de octubre cayó el Triunvirato y en consecuencia el segundo perdió su apoyo político, único título que justificaba su presencia de coman­ dante en jefe. Por su parte, Vigodet había con­ cebido — en principio— un plan defensivo, pero dueño de las aguas y enterado de que el ejército si­ tiador carecía de m aterial bélico, decidió emprender un ataque por sorpresa. El 31 de diciembre avanzó al frente de 2.300 hombres y, después de vencer la resistencia del coro­ nel Estanislao Soler, logró tomar el Cerrito, elevación situada una legua y media al nordeste de M on ­ tevideo, donde los patriotas habían establecido su cuartel. Rondeau consiguió reagrupar las fuerzas y en violento contraataque rechazó al enemigo y lo obligó a refugiar­ se nuevamente tras los muros de Montevideo. En los primeros meses de 1813, las desavenencias entre Artigas y Sarratea crearon malestar entre las filas del ejército sitiador, hasta que finalmente las tropas depusie­ ron a Sarratea y entregaron el mando a Rondeau, actitud que el gobierno de Buenos Aires terminó por aceptar. Debido a esto, A rti­ gas se incorporó con sus fuerzas orientales al ejército patriota. Hasta fines de 1813, el sitio de Montevideo siguió sin mayores va­ riantes. Rondeau estrechó el cerco hasta donde se lo permitió el al195 E l m arin o G u ille rm o Brown — irla n d é s d e o rig e h — q u e en v a r ia s o p o rtu n i­ d a d e s d ir ig ió , con v a le ro so d e se m p e ­ ño, la s fu e rz a s n a v a le s a rg e n tin a s. C REA C IÓ N DE LA ESCUADRA. BROWN La seg u n d a fu e rz o noval ] Vspiu's de la derrota naval de San Nicolás, el gobierno patrio ca­ reen, de una flotilla para enfren­ tar a los realistas, quienes domina­ ban a su voluntad el estuario del Plata \ los ríos Paraná y Uruguay. Repuestos del contraste sufrido en San Lorenzo, reanudaron los ata contra las poblaciones ribe roñas: por otra parto, Montevidoo estaba sitiada por tierra, pero r e ­ cibía socorros y «ibas toe inri en tos por vía marítima v fluvial. II director supremo Gervasio Postulas apoyó la iniciativa del se ( i cl iiio <le 1lacienda Juan Larrea v d-l coronel Carlos de Alvear. tendiente a crear una nueva fuer­ za naval. 1.a 1inane ¡ación de la empresa correspondió al adinerado comerciante norteamericano G u i­ llerm o W hite y el mando se con­ fio al marino irlandés G u illerm o (7, quien el I de marzo de luí1 nombrado teniente co­ ronel del ejército al servicio de la armada. A esta altura de su vid-i contaba 37 años y había navegado alrededor de 25— era experto conocedor de las aguas del estuario y como bien ha dicho un autor “ fueron sus méritos lo que impuso al gobierno su elec­ ción” 1 I.mrea i White se encargaron de adquirir en principio tres naves que pronto fueron artilladas y estuvie ron en condiciones de salir a luchar. Lomo no había tripulantes criollos adiestrados fue necesario reemplazarlos 1 Guillerm o fírmen había nacido el 23 de iunin H,. 1 - 7 1 Oxford. Hasta los nueve años pcimai-.eció ™ Vi 1 , , irlandés de tío sacerdote. lluego pasó i FiLuloIfi» \ ««i \ ^ natal, donde fue educado por un surcar durante muchos años el océano Atlántico canoríaJJava,2 ltV 1,K le Permitió 1796 se matriculó de capitán Atlántico y el mar de las Antillas. Por el año Brown aparece por vez primera en el Rio de I . ri ii-, .... mnó mente en Montevideo. Al año siKiiicnte llegó a Buenos Aire. 1 ,y s,e r¡" llci! twnporariapropiedad y presenció lo, importantes^ a c o n t e c f m S dí^M avo ^ <,P mm fr“* at‘ de *“ Brown toe llamado por el S 196 o .t o ^ t Te ™ ” d° por m arinos extranjeros, retenidos circunstancialm ente en Buenos A ir e s a causa d el bloqueo. Sin em bargo, los hijos d el país — que no tardaron en ser m a yo ría — fu ero n embarcados como in fa n tería de m arin a y para el m a­ nejo de la artillería. Finalmente se equiparon siete naves que se hicieron a la vela rumbo a la isla de M artin García, donde el capitán de fragata Jacin­ to Romarate — el vencedor de San Nicolás— había fondeado con tre­ ce embarcaciones. El 11 de marzo la escuadrilla patriota inició el ataque, que de­ bió suspender porque la nave ca­ pitana — “ H é rc u le s ” — en ca lló, luego de soportar un intenso caño­ neo del enemigo. A los cuatro días, Brown consi­ guió desembarcar un contingente en la isla, el cual dominó a la guarnición realista y se apoderó de varios cañones. Ante el curso de los sucesos, la flota de Roma­ rate se internó por el río Uruguay, donde quedó un tiempo bloqueada por las naves patriotas. Com bate n av a l de Montevideo Las embarcaciones de Brown se dirigieron hacia Buenos Aires pa­ ra reaprovisionarse y a mediados de abril de 1814 se hicieron nue­ vamente a la vela rumbo a M on­ tevideo. E l 20 de ese mes la flota patriota inició el bloqueo de dicha plaza, en medio del entusiasmo del ejército sitiador y del temor de Vigodet, quien dispuso la salida de la flota realista para librar combate. De acuerdo con un plan, el 14 de mayo Brown simuló retirarse y entonces las naves realistas lo siguieron hasta la altura del Bu­ ceo, donde la flota patriota inició el combate, pero la nave capitana enemiga abandonó la lucha nave­ gando hacia el sur. E l día 16 co­ mienza el encuentro definitivo que culminó al día siguiente con la total victoria de Brown; la escua­ dra realista quedó prácticamente destruida y las numerosas naves que se rindieron fueron incorpo­ radas a nuestra flota. CAPITU LACIÓ N DE M ON TEVIDEO A rtig as se retira del sitio Dijimos que hasta fines de 1813, el sitio de Montevideo continuaba sin mayores variantes. A mediados de enero del año siguiente, el ejér­ cito patriota se enteró de la derro­ ta sufrida por Belgrano en Ayohuma y al poco tiempo Vigodet recibió tropas de refuerzo proce­ dentes de España. En esas circunstancias tan de­ licadas para la causa de la revo­ lución, Artigas abandonó el sitio de Montevideo el 20 de enero de 1814 y al frente de unos 2.000 hombres se dirigió a Belén (actual Uruguay, frontera de Entre Ríos y Corrientes). Se había distanciado definitivamente del gobierno de Buenos Aires y ante esa actitud el Director Supremo Gervasio Posa­ das publica un decreto por el cual declara a Artigas traidor y ofrece seis m il pesos fuertes “ al que lo presentare vivo o muerto” (14 de febrero). A rtig a s proclam aba la independen­ cia del dom inio hispánico y había le ­ vantado la- bandera del federalism o, pero a su v e z sostenía que la Banda O rien tal debía regirse p or un gobiern o “ fu era de Buenos A ir e s ” , no ad m itien ­ do otro sistema que e l de la “ Confede- 197 ración , es decir, de la unión de varios listados — en igualdad de derechos— que se someten a ciertas leyes comunes. A lv e a r. Rendición de la p la za El gobierno de Buenos Aires re­ solvió superar las contrariedades y, mientras organizaba la segunda escuadra patriota a las órdenes de Brown, designó al joven coronel Carlos de Alvear “ general en je­ te de las fuerzas de la capital” . Ante los sucesos ocurridos en la vecina orilla, el Director Supremo aceptó la renuncia presentada por Hondean y nombró en su reempla­ zo a Alvear. Era necesario proce­ der con rapidez, pues Artigas no sólo hostigaba con guerrillas al ejército sitiador, sino que se tenían noticias de un entendimiento en­ tre el caudillo oriental y Vigodet. Alvear había llegado a Buenos Aires el 9 de marzo de 1812, en la fragata Jorge Canning , en compañía de San Martin y otros militares. Se dedicó en seguida a la política y fue uno de los organizadores de la Logia Lautaro. Presidio la Asamblea del Año X I I I y no tardó en distanciarse de San Mar­ tin, en quien veía un obstáculo para sus ambiciones de mando. Por esta cau­ sa, mlluyo para que el vencedor de Lorenzo se alejara de Buenos A i­ res como jefe del Ejército del Norte (Imes de diciembre de 1813); estaba persuadido de que San Martín fraca­ saría en aquella “ frontera fatídica” ! Designado general, Alvear necesi­ taba una victoriosa campaña militar para favorecer su carrera política y en­ tonces su tío, el Director Gervasio P(¿ sadas, lo designó jefe del ejército si‘ °í Ia Banda Oriental, cuando en realidad la campaña ya estaba bastan­ 1 Escribe el historiador Mitre- “ A lvear i« te adelantada y los sitiados —por falt de víveres— no tardarían en rendirs* A principios de mayo, A lvea r SP üirigio a la Banda Oriental al frente de unos 1.500 hombres de refuerzo, donde reemplazó a Ron deau en el mando de las tropas 2. por su parte, Brown había esta­ blecido el bloqueo flu via l a Mon tevideo. ,r„!í 0f ieaido ■p0r agua y tierra, godet solicito un armisticio al bierno de Buenos Aires, pero consiguió que se le escuchase. V i­ go­ no Fi coanmA ? te’ entFÓ 6n neg°ciaciones con Alvear, quien — persuadido de la rendición de la plaza— se in tC! l n° por las trata ti vas, para evi tar derramamientos de sangre El 23 de jumo de 1814, Montevideo ° 3 Aires tr° PaS de Buenos A l día siguiente, A lvea r salió a fa campana para enfrentar a Otor gues, lugarteniente de Artigas- el encuentro se produjo en Las P ie­ dras y los artiguistas fueron de­ rrotados. Consecuencias La rendición de M o n te v id e o ultimo baluarte realista en el io e la Plata tuvo importan­ tes consecuencias. Buenos Aires se vio libre de una amenaza perma­ nente y los realistas carecieron de una base para enviar cualquier expedición reconquistadora. El dominio de las aguas del Plata por parte de los patriotas be­ neficio directamente al comercio de Buenos Aires, muy perjudicado por el bloqueo del enemigo. , El numeroso b o tín obten id o __armas y naves— fortaleció el ejército de la Revolución, cuyos efectivos pudieron atender la gue­ rra en otros frentes. Por su parte, A lvea r acrecentó su prestigio y iue distinguido por la Asamblea de Año X I I I con el título de Bene­ mérito de la Patria en grado he___ roico” . En el mes de julio, el gobierno de Buenos Aires nombró a Nicolás Rodríguez Peña gobernador inten­ dente de la Provincia Oriental del Uruguay. mienzos de julio de 1814 ^declaró a Artigas “ buen servidor , resti­ tuyéndole el grado de coronel y nombrándole comandante de cam­ paña de la Banda Oriental. a r t ig a s El caudillo oriental acrecienta su poder Los territorios de Entre Ríos y Corrientes — cuyos pueblos teman afinidad con los de la Banda Oriental— no tardaron en plegar­ se al movimiento iniciado por A r­ tigas contra Buenos Aires. Hemos visto que el caudillo se había establecido en las proximidades del pueblo uruguayo de Belen, desde donde dirigía las operaciones. No por esto cesaron las hostilidades; la guarnición de Montevideo fue re­ forzada y volvieron a producirse cho­ ques con las montoneras artiguistas. El 25 de agosto, Estanislao Soler iue nombrado gobernador intendente de Montevideo. Comisionado por Alvear, Dorrego sa­ lió de Montevideo al frente de unos 1 000 hombres para cooperar en un ataque contra los artiguistas; el 5 de octubre de 1814, sorprendió a Otorgues en su campamento de Marmaraja y consiguió derrotarlo. Posteriormente — en enero de 1815— Dorrego fue ven­ cido por Fructuoso Rivera, lugarte­ niente de Artigas, en la localidad Guayabos. El coronel Holmberg, enviado por el director Posadas, se dmgio con un ejército a Entre Ríos para enfrentar a Eusebio Hereñú — artiguista que do­ minaba ese territorio— , pero fue ven­ cido por el último, quien también con­ tó con la ayuda de Otorgues Holmberg cayó prisionero con casi todos sus onciales. Persuadido A lvea r de que el artieuismo representaba una fuerza d ifícil de vencer y ú til de con­ quistar, dejó sin efecto un decreto anterior del Directorio y a co­ Mientras tanto, Posadas había renunciado a su cargo de Director Supremo y fue reemplazado por Alvear, quien ordenó a las tropas de Buenos Aires que evacuaran la Banda Oriental. En febrero de 1815, Otorgués fue designado por Artigas gobernador m ilitar de Montevideo. Consolidada la autoridad de A r­ tigas en la Banda Oriental, puede afirmarse que a fines de marzo de 1815 el caudillo dominaba Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y tam­ bién Córdoba. Su influencia se ex­ tendió a las Misiones orientales, por acción de su hijo adoptivo A ndresito (Andrés Artigas o Andrés Guacararí). Por esas épocas, Artigas osten­ taba los títulos de “ Tefe de los Orientales” y “ Protector de los Pueblos Libres” . h“ ' '■ “ “ 198 199 " " " C U E S T I O N A R ! O — ----------------------------------------------------- 1. ¿Q ué situación militar debía enfrentar el Primer Triunvirato a comienzos de 1812? 2. ¿Cuándo el gobierno revolucionario reco­ noció oficialm ente la escarap ela nacional? 3. ¿En qué circunstan­ cia Belgrano enarboló por vez prim era la bandera de la p atria? 4. ¿Q ué se entiende por el "éxodo del pueblo ¡u¡eño"? 5. ¿Por qué Belgrano interrumpió su retirad a? ó. ¿Dónde enfrentó a los rea­ listas? 7. ¿Cuáles fueron las consecuencias de la victoria de Tucu­ mán? 8. ¿Hasta dónde avanzaro n los patriotas? 9. ¿Cómo se pro­ dujo la b atalla de S a lta ? 10. Mencione sus consecuencias. 11. ¿Q ué contrastes sufrió luego el ejército de Belgrano? 12. ¿Q ué mi®ncomendó 61 Triunvirato al general San M artín en enero de 1813? 13. ¿Dónde desem barcaron los realistas? 14. ¿Cómo se libró el combate de San Lorenzo? 15. ¿Cómo se inició el segundo sitio de Montevideo? 16. ¿Por qué el gobierno de Buenos Aires decidió crear una segunda fuerza n aval? 17. ¿A quién se confió el mando de la flo tilla? 18. ¿Q ué encuentros se produjeron entre las naves patriotas y las realistas? 19. ¿Q ué actuación tuvo A lv e a r en la vecina o rilla? 20. ¿Cuáles fueron las consecuencias de la ren­ dición de Montevideo? 21. ¿En qué form a el caudillo Artigas a c re ­ centó su poder? La Asam blea del Año XIII. La Asam blea G en eral y los dipu­ tados orientales. La obra de la Asam blea. Proyectos cons­ titucionales. Nuestros símbolos patrios. Reformas territoriales. El Directorio. Las misiones diplomáticas. Sublevación del Ejér­ cito del Norte. Directorio de A lvear. La revolución federal de 1815. El Estatuto Provisional de 1815. Directorio de A |va re z Thomas. Directorio de Antonio G o n zález B alcarce. Tercera cam paña del Alto Perú. Güemes y la guerra gaucha. LA ASAMBLEA DEL AÑO XIII In auguración de la A sam b le a Sabemos que el segundo Triu n ­ virato surgió del movimiento po­ pular del 8 de octubre — dirigido ! por la Logia Lautaro— y que los I revolucionarios exigieron la conI vocatoria de una asamblea geneI ral, a realizarse en el término de I noventa días. Recordemos también I que desde la Semana de M ayo se I venía exigiendo la tan anhelada I asamblea. 200 A fines de octubre de 1812, el gobierno publicó el reglamento de convocatoria, el cual establecía la forma de elección de los dipuja­ dos. Éstos serían cuatro por Bue­ nos Aires, dos por cada capital de provincia y uno por cada ciudad dependiente de las últimas. Fue exceptuada Tucumán — depen­ diente de Salta— , quien pudo en­ viar dos diputados por el apoyo de su población al ejército de Bel­ grano. Ningún representante po­ día traer limitaciones a sus po­ deres. El p rim e r núm ero d e " E l R e d a cto r d e |0 A s a m b le a " , p e rió d ico q u e a p a re c ió el 27 d e fe b re ro d e 18 1 3 . En este ó rg a n o ofi­ c ia l d e l g o b ie rn o se p u b lic a ro n resúm enes — no h a b ía ta q u íg r a fo s — d e lo tratad o en la A s a m b le a G e n e r a l C o n stitu ye n te . El últim o núm ero d e l p e rió d ico tie n e fech a d e l 3 0 de e n e ro d e 18 15. José Ugarteche (La Bioja), Pablo Vi­ dal (Jujuy), Bernardo Monteagudo (Mendoza), Agustín Donado (San Luis), José Agrelo y José de Moldes (Salta). El 31 de enero de 1813, la Asamblea General Constituyente inició sus sesiones en el antiguo edificio del Consulado. E l triunviro Paso pronunció el discurso de apertura y a continua­ ción fue elegido presidente Carlos de Alvear — representante de Co­ rrientes—■ y secretarios los dipu­ tados por Buenos Aires, H ip ó lito Vieytes y V alentín Gómez, este úl­ timo sacerdote. La Asamblea inauguró sus sesiones con los siguientes diputados: Carlos A l-, vear (Corrientes), Mariano Perdriel (Santiago del Estero), Juan Larrea y Gervasio Posadas (Córdoba), Fermín Sarmiento (Catamarca), Vicente Ló­ pez, Hipólito Vieytes y Valentín Gó­ mez (Buenos Aires), Francisco Argerich (Luján), Antonio Valle (San Juan), Ramón Balcarce (Tucumán), La primera disposición fue un decreto de diez artículos, a través de los cuales asumió la “ represen­ tación de la soberanía” , decretó la inviolabilidad de sus diputados y confirmó en el gobierno a los miembros del segundo Triunvira­ to, hasta que ella “ tenga a bien disponer otra cosa” . La Asamblea del Año X I I I hizo público el ideal de independencia cuando asumió el ejercicio de la soberanía de las Provincias Unidas del R ío de la Plata, y aunque no llegó a dictar una Constitución — a pesar de su denominación “ Constituyente” — tomó varias dis­ posiciones que equivalían a haber­ la promulgado. Las dos tendencias en el seno de la Asam blea Dijimos anteriormente que la Logia Lautaro — unificada con la Sociedad Patriótica— sostenía dos principios fundamentales: decla­ rar la Independencia y dictar una Constitución republicana 1. 1 Conviene recapitular la acción de los grupos políticos hasta esa época. E n la Primer3 Junta se distinguen dos facciones: morenxstas y saavedristas; triunfan momentáneamente J últimos y se produce la incorporación de los diputados del interior y la formación de l9 Después del movimiento del 8 de octubre, dos tendencias se vis­ lumbraron dentro de la Logia, que luego se hicieron presentes en el seno de la Asamblea del Año X III. San M artín deseaba cumplir con las directivas trazadas por dicha sociedad secreta y bregaba por re­ solver cuanto antes el problema interno, en base a la independencia y á una constitución. Por su parte, A lvea r consideraba necesario adecuar la situación in ­ terna del país a los problemas ex­ teriores: política europea, amenaza portuguesa y probable invasión realista. Defendía un Poder Eje­ cutivo representado en una sola persona y a su juicio podían pos­ tergarse los dos principios funda­ mentales defendidos por la Logia. Según constancias documentales que pertenecieron a Zapiola (uno de los integrantes de la Logia que mantuvo amistad con San M a rtín ) los diputados de la Asamblea — de acuerdo con sus tendencias— po­ dían agruparse en “ alvearistas” , “ sanmartinistas” , “ acomodaticios” , “ teocráticos” e “ independientes” . Los primeros no tardaron en cons­ tituir mayoría. Los teocráticos o de marcada ten­ dencia conservadora no gustaban de las innovaciones y formaban un grupo semejante a los independientes en cuan­ to a su falta de una posición definida, al margen de cualquier apoyo a otras facciones. Los alvearistas se hallaban represen­ tados en principio por seis diputados, pero de inmediato contaron con la adhesión de los acomodaticios •—trece diputados— y en consecuencia forma­ ron un grupo de diecinueve represen­ tantes; por su parte los sanmartinistas — cinco en total—• no fueron apoyados en sus principios y a su vez su jefe debió alejarse para luchar en San Lo­ renzo. LA ASAMBLEA GENERAL Y LOS DIPUTADOS ORIENTALES Enterado de la instalación de la Asamblea General Constituyente en Buenos Aires, Artigas reunió el 4 de abril — en las proximidades de Montevideo— un Congreso de representantes de la Banda Orien­ tal, el cual dispuso reconocer a la Asamblea reunida en Buenos Aires, siempre que ésta aceptara el sistema político de la “ Confede­ ración” y respetara la autonomía oriental, dentro de la obediencia a la Constitución que promulgare la citada Asamblea. Fueron elegidos seis diputados para representar a la Banda Orien­ tal ante la Asamblea General Constituyente. Las instrucciones de los diputados orientales El 13 de abril de 1813, el Con­ greso reunido en las proximidades de Montevideo impartió varias Instrucciones a los diputados que debían viajar a Buenos Aires. Sus puntos fundamentales eran los siguientes: a) Proclam ación de la Indepen­ dencia. El artículo l* dice textual­ mente: “ pedirán la declaración de la independencia absoluta de estas el Prim er Triunvirato , de marcada posición porteña, quien envía de regreso al interior a los diputados provinciales. En esas circunstancias surge la segunda Sociedad Patriótica y la Logia Lautaro con sus principios Independencia y Constitución. Los grupos logistas pro­ vocan la caída del gobierno y apoyan al segundo Triunvirato, cuyos miembros —al subir al poder— reúnen la Asam blea del Añ o X III, para cumplir con los designios de la L o gia: Independencia y Constitución. Junta Grande. L a Sociedad Patriótica atiza el descontento popular contra los saavedristas y se produce el movimiento del 5 y 6 de abril; la tendencia morenista no tarda en imponerse y surg* 202 203 I Las instrucciones de esos repre­ sentantes no respetaban lo dispues­ to en el artículo 8’ del reglamento de convocatoria, según el cual, los diputados no podían obrar por co­ misión 1. I Ante la situación creada, A rti­ gas se retiró con sus tropas del si­ tio de Montevideo (20 de enero de 1814). k O BRA DE LA ASA M BLEA colonias, que ellas están absueltas de toda obligación de fidelidad a la corona de España” . b ) Gobierno confederativo. “ El Gobierno Supremo” de la Confe­ deración sólo se ocuparía de “ los negocios generales del Estado” y la Banda Oriental “ retendrá su so­ beranía, libertad o independen­ cia” ; además se comprometía a entrar “ en una firm e liga de amis­ tad” con las demás provincia^ “ pa­ ra su defensa común, seguridad de su libertad y para su mutua y general felicidad” . La Banda Oriental quedaría autorizada — al igual que las de­ más provincias— a dictar su pro­ pia Constitución. c) Libertad c iv il y religiosa. Debía proclamarse la libertad ci­ v il y religiosa y asegurar — por parte de los gobiernos— el respe­ to a la igualdad de los ciudadanos y de los pueblos. d) Im ped ir la decisiva influen­ cia de Buenos Aires. E l artículo 19'; establecía que la capital de la Confederación se erigiera “ preci­ sa e indispensablemente fuera de Buenos A ires” . La lectura de las instrucciones per mite deducir los siguientes conceptos: Los anhelos de independencia son muy 204 semejantes a los proclamados años más tarde por el Congreso Nacional reunido en Tucumán. Las bases de nuestro fe­ deralismo están presentes en el gobier­ no de tipo confederativo. La consagra­ ción de la libertad civil y religiosa nos recuerda el Acta de la Confederación norteamericana de 1777. Con respecto al temor e inquina que provocaba el centralismo porteño no sólo fue expresado a los diputados orientales, sino que instrucciones se­ mejantes recibieron los representantes de Tucumán, Jujuy y Potosí; además el deseo de que la capital se situara en lugar diferente a Buenos Aires figura en los dos proyectos constitucionales, que estudiaremos seguidamente, presen­ tados ante la Asamblea General. El rechazo de los diputados Los diputados orientales — pre­ sididos por Dámaso Larrañaga— presentaron sus poderes en Bue­ nos Aires el 1 de junio de 1813, ante la Asamblea General reunida en sesión secreta. La mayoría al vearista que integraba el organis­ mo rechazó el mismo día los po deres de esos representantes, argu mentando que los nombramientos se habían efectuado sin llenar los requisitos de forma exigidos por la convocatoria. E l 11 de junio, los diputados artiguistas insisten en incorporarse a la Asamblea, pero se les rechaza nuevamente. f La Asamblea del Año X I I I — la primera de carácter nacional ar­ gentino— realizó una amplia y ¡fecunda labor, especialmente en el prim er período de sesiones que se prolongó desde el 1 de febrero al &8 de noviembre de 1813, en cuyo transcurso los diputados trabajaron en forma intensa y con decisión Revolucionaria. Posteriormente el ¡organismo careció de orientación ¡definida y vaciló ante los proble­ mas políticos y las disensiones in ­ ternas, hasta que clausuró sus se­ siones el 26 de enero de 18152. í La labor de la Asamblea puede sintetizarse de la siguiente ma­ nera: 1) Reform as políticas I Reglamentó las atribuciones y facultades del segundo Triun vira­ to como también el funcionamien­ to del mismo. Más tarde — enero de 1814— creó el cargo de D ire c­ tor Supremo y un Consejo de Es­ tado. Resolvió someter a ju icio de re­ sidencia (e l antiguo sistema apli­ cado por las leyes españolas) a todos los gobernantes que hubie­ ran actuado a partir de 1810. Se iniciaron numerosos procesos, pero esta tarea convulsionó la opinión pública, por lo cual se dictó una ley de amnistía, cuyos .beneficios no alcanzaron a Saavedra y Cam­ pana, condenados a destierro por su actuación en el motín del 5 y 6 de abril. Dispuso que los españoles euro­ peos fueran “ removidos de los em­ pleos eclesiásticos, civiles y m ilita­ res” si en el lapso de quince días no hubieran obtenido la carta de ciudadanía. 2) Reform as sociales Uno de los aspectos más desta­ cados de la obra cumplida por la Asamblea del Año X I I I fueron las reformas de carácter social, las cuales pusieron fin a una serie de disposiciones hispánicas vigentes hasta esa época. Decretó la libertad ac vientres, según la cual, los hijos de escla­ vos nacidos a partir del 31 de ene­ ro de 1813 debían ser considera­ dos hombres libres. También declaró libres a todos los esclavos de países extranjeros, por el i 1 Es evidente que detrás de esa situación legal la mayoría alvearista que dominaba la [Asamblea General rechazó a los diputados artiguistas porque, de incorporarse, los últimos sr sumarían a los partidarios de San M artín, de quien A lvear estaba distanciado ideológicafoente. ■ í ® Com o dijimos, el primer período de sesiones de la Asam blea se prolongó del 1 de febrero al 18 de noviembre de 1813, en cuyo transcurso se votaron 114 resoluciones. [Convocado por el segundo Triunvirato a raíz de urgentes problemas internos, el organismo reanudó sus sesiones el 21 de enero de 1814 hasta el 8 de febrero de ese año, en que sancionó la ley de amnistía. Los diputados volvieron a reunirse desde el 25 al 29 de agosto |d« ese año, en que se votaron escasas leyes. Finalmente, la Asam blea se congregó nueva­ mente en enero de 1814, hasta el d ía 26, en que clausuró sus sesiones y publicó un ^Manifiesto. 205 Facsím il d e l d e cre to p o r e l c u a l la A sa m ­ b le a d e c la r a a b o lid o el uso d e l torm ento (21 d e m ayo d e 18 1 3 ). P a r a cu m p lir con lo d isp u esto por la m e n c io n a d a le y , un v e rd u g o de B uenos A ire s a rr o jó a la s lla ­ m as u n a s illa de to rtu ra — d e n o m in a d a po tro — q u e se u tiliz a b a p a r a los castigos en la c á rc e l. La c ere m o n ia se r e a liz ó en la P la z a M a y o r. 3) Reform as judiciales La Asamblea abolió el uso del tormento, vigente en la legisla­ ción española para hacer confesar a los detenidos. Delim itó las atribuciones del go­ bierno ante el Poder Judicial y aprobó un Reglamento de A d m i­ nistración de Justicia, dividido en tres secciones. 4) Reform as eclesiásticas solo hecho de pisar el territorio de las Provincias Unidas. Sin embargo, de­ bido a una protesta del gobierno por­ tugués en el Brasil, esta disposición fue modificada y no alcanzó a los es­ clavos fugados ni a los sirvientes de los viajeros. La Asamblea sancionó un de­ creto anterior de la Junta Grande y declaró extinguido el tributo, la mita, la encomienda, el yanacon(izgo, y toda forma de servicio personal de los indios. Haciéndose eco de un anhelo popular, sentó las bases de una sociedad democrática, al prohibir los mayorazgos y ordenar la abo­ lición de los escudos y todo dis­ tintivo de nobleza, que hasta esa época se acostumbraba a colocar en las fachadas de las casas. 206 La Asamblea dispuso que las autoridades eclesiásticas debían subordinar sus actos a la sobera­ nía de ese organismo y también del Triunvirato. Declaró que las comunidades religiosas del Río de la Plata que­ daban independientes de toda au­ toridad eclesiástica española; ade­ más dispuso que cesaba sobre los obispos la obediencia al nuncio apostólico residente en la penín­ sula. Abolió la Inquisición y prohi­ bió a los religiosos de ambos se­ xos profesar antes de los treinta años. 5) Reform as económ icas La Asamblea ordenó acuñar en la' ceca de Potosí — en poder de los patriotas después de la victoria de Belgrano en Salta— m one­ das de oro y plata, iguales en pes° y valor a las que circulaban en esa época, pero con diferentes I grabados. La imagen del rey fue I eliminada. Las monedas de plata tendrían de un lado el sello de la Asamblea con la siguíente inscripción: “Provincias Unidas del Río ele la Plata"; en el reverso un sol y debajo: “En unión y libertad’. Las de oro semejantes con el agregado I de algunos emblemas guerreros. CuanI do Potosí volvió a caer en poder de los I realistas, la acuñación se suspendió. I I I I í I I I I | I I [ | El agudo déficit de las finanzas públicas, debido en gran parte a los ingentes gastos de las campañas militares -—pago de sueldos, compra de equipos y armas— , motivó que la Asamblea decretara un empréstito de 500.000 pesos, con cuyos recursos se mejoró la situación y permitió equipar la escuadra naval puesta a las órdenes de Brown. 6) Reform as m ilitares La Asamblea continuó con las reformas militares iniciadas con éxito por el Triunvirato. Dispuso que el cargo de brigadier general fuera el más alto grado del escalafón, prohibió el uso indebido del uniform e y aplicó castigos muy severos a los desertores. Ordenó la creación de una AcaI demia M ilita r para la oficialidad | y encomendó a Pedro Cerviño la I redacción de los planes de estudio. I A fines de mayo, la Asamblea es­ tableció el Instituto M édico M i l i ­ tar y nombró al doctor Cosme M . A rgerich director y catedrático de medicina. I I | | I i I cia l — designada por el Triun vira­ to el 18 de noviembre de 1812— y otro remitido por miembros de la Sociedad Patriótica. Ambos proyectos admiten que el poder del Estado emana de la vo­ luntad popular y, como bien ha dicho el historiador Ravignani, “ esto es romper el molde del ori­ gen divino de los gobiernos para reconocerlo en la democracia” . El proyecto de la Comisión ofi­ cial adopta la forma republicana unitaria de gobierno y declara que “ las Provincias Unidas del Río de la Plata forman una repú­ blica libre e independiente” . Establece la división del gobier­ no en tres poderes: el Ejecutivo, a cargo de un Directorio compuesto por tres miembros; el Legislativo, integrado por tres organismos (C á­ mara de Representantes, Senado y Consejo de Estado), y el Judicial, encabezado por la Corte Suprema de Justicia. E l proyecto de la Sociedad Pa­ triótica es más acertado que el an­ terior por cuanto dispone un Poder Ejecutivo unipersonal, desempeña­ do por un ciudadano con el título de Presidente. Los proyectos de la Comisión oficial y de la Sociedad Patriótica fueron presentados ante la Asam­ blea, pero la mayoría alvearista se opuso a tratarlos, argumentando que las circunstancias por que atravesaba el país impedían decla­ rar expresamente la independen­ cia y “ no era oportuno pensar en constitución escrita” . PROYECTOS CONSTITUCIONALES NUESTROS Dos importantes proyectos cons­ titucionales fueron presentados an­ te la Asamblea del Año X III. Uno El Himno N acional SÍM BOLOS PATRIOS El 6 de marzo de 1813, la Asam­ blea comisionó al diputado Vicen207 « E x a c t a y v e r d a d e r a rep re se n ta c ió n d e l Es­ cud o n a c io n a l. R ep ro d u cid o d e l sello en la c re u sa d o p o r la A s a m b le a C o n stitu ye n te d e 1813 en un docu m en to q u e re fre n d a el título d e c iu d a d a n o d e la s P ro vin cias U n id a s d e l R ío d e la P la ta o to rg a d o a d on Fran cisco de P a u la S a u b id e t (22 d e fe b re ro He 18 13). V ice n te Lóp ez y P lan es (1 7 8 5 -1 8 5 6 ), d ip u ta d o p o r B uenos A ire s a n te la A s a m b le a G e n e r a l C o n stitu ye n te , es­ c rib ió la letra de nuestro Him no N a ­ c io n al. E sp a ñ o l d e n acim ien to , B la s P a re ra luchó p o r la d e fe n sa de B uenos A ires en la s in v a sio n e s in g le sas. O rg a n is ta d e ig le s ia , com puso la m úsica d e l Him no N a c io n a l. te López — y tal vez a algún otro poeta— para que presentara una canción patriótica. El trabajo fue leído en la sesión del 11 de mayo y declarado por aclamación como: “ La única canción de las Provin­ cias Unidas” . Informado el segun­ do Triunvirato, envió comunica­ ciones a las intendencias, para que la Marcha Patriótica “ sirva a los fines que dispone la Soberana Asamblea, a inspirar el inestima­ ble carácter nacional y aquel he­ roísmo y ambición de gloria que ha inmortalizado a los hombres libres” . este último no se publicaba todo io tratado y lamentablemente nada figura que permita aclarar debidamente en qué circunstancias y cuándo fue com puesto el Himno Nacional. Existe una versión tradicional, muy respetada si se tienen en cuenta los valores de quienes la han formulado; sin embargo, actualmente se considera que nuestra canción patriótica se es cribió en 1812, debido a una representación efectuada en el Coliseo Provi­ sional —teatro ubicado frente a la igle sia de La Merced— en la noche del 24 de mayo. Variadas y contradictorias son las opiniones de los historiadores con res­ pecto a los orígenes de nuestro Himno. Las Actas de la Asamblea del año X III se han perdido y sólo ha llegado hasta nosotros el Redactor de la Asamblea, órgano oficial de esa corporación. En 208 La música fue compuesta por el maestro Blas Parera y sus origi nales — como ocurrió con la le tra— también se han perdido El texto auténtico de la letra del Him no Nacional se conserva en el Archivo General de la Na ción y consiste en una copia rerni tida por el Triunvirato, junto con la circular del 12 de mayo de 1813, í a don Bernardo Vélez, secretario I de gobierno de la Intendencia de [ Buenos Aires. La partitura que se interpreta ■ actualmente es la versión que esI cribió en 1860 el maestro Juan \Pedro Esnaola, destacado pianista ¡que conservó exactamente la pri(m itiva melodía de Parera, pero ¡ agregó ciertas modificaciones y I detalles de armonización. El Himno Nacional es una com! posición majestuosa e imponente, ¿que evoca el recuerdo de las lu! chas heroicas de la Patria, nos j describe al pueblo en armas y proic la in a ante el mundo el surgímienI to de una “ nueva y gloriosa na1 ción” . Arm oniza con sus bellas [estrofas la magnificencia y ritmo [de su música, todo lo cual eleva [e l espíritu a las más puras emo|ciones del patriotismo. i El Escudo Nacional E l escudo argentino tiene su (origen en el sello usado por la {Asam blea General Constituyente. Í A pesar de los esfuerzos de iluslíres investigadores, se desconoce Iquién realizó el dibujo original y lia fecha en que la citada corporaFción mandó componer y aprobó su [distintivo gráfico. Recién instalada, la Asamblea jse declaró depositaría del “ ejerci­ 1 Los gobiernos sucedidos hasta esa época Inombramientos, despachos y resoluciones. cio de la soberanía de las Provin­ cias Unidas del Río de la Plata” , en consecuencia es lógico afirmar que de inmediato ordenó la con­ fección de su sello Se encomendó tal tarea al diputado por San Luis, Agustín Donado, quien encargó el trabajo de burilar la pieza a Juan de Dios Rivera, hábil artífice pe­ ruano, quien ya había confeccio­ nado el escudo del Consulado y varias medallas con efigies de mo­ narcas españoles. Si bien Rivera es el ejecutor material del sello, “ nada autoriza a tenerlo como autor del dibujo origin al” . El 12 de marzo, la Asamblea dispuso “ que el Supremo Poder Ejecutivo use del mismo sello de este cuerpo soberano” con diferen­ te inscripción. E l 13 de abril, el utilizaban el sello español para refrendar 209 citado organismo ordenó que las nuevas monedas a acuñar en la ceca de Potosí debían llevar gra­ bado el dicho sello. E l 27 del mis­ mo mes, resolvió que el último reemplazara — en lugares públicos o emblemas— a las armas del rey. De tal manera, el sello de la So­ berana Asamblea adquirió paula­ tinamente el carácter de escudo, debido a varias disposiciones que extendieron su uso en todos los aspectos de la vida nacional. El escudo argentino debe describirse tomando como base el sello de la Asam­ blea. Consta de un óvalo cuya mitad superior ostenta un rayado horizontal, que en heráldica significa “ azul celes­ te” , y la inferior, por estar en blanco, completa los colores de nuestra ban­ dera. En la mitad inferior del óvalo figu­ ran dos antebrazos diestros y desnudos con sus manos estrechadas en un apre­ tón. Éítas sostienen la pica — antigua lanza que usaba la infantería— que alza ün gorro frigio. Toda la elipse está rodeada de una corona de ramas finas de laurel. En la cabecera superior aparece el sol mos­ trando su cara, con treinta y dos rayos rectos y ondulantes, alternados. Las manos entrelazadas y el gorro frigio — distintivo de los esclavos libe­ rados— simbolizan la “ Unión y L i­ bertad” de las Provincias del Rio de la Plata. La corona de laurel es prenda de triunfo y el sol, en recuerdo del culto que le tributaban los incas, es naciente, como la Nación que lo adop­ taba. La B and era N acional Como vimos, el 27 de febrero de 1812 el general Belgrano enar­ boló por vez primera la bandera argentina, con los colores de la es­ carapela. E l 23 de agosto de ese año, los porteños vieron flamear la que por siempre sería su ban­ 210 dera, en la torre de la iglesia de San Nicolás, con motivo de cele­ brarse una misa en acción de gra­ cias por el fracaso de la conspira­ ción de Álzaga. El episodio lo describe Juan Manuel Beruti en sus Memorias Curiosas. “ Toda la torre en sus cuatro perillas estaba puesta una bandera celeste y blanca de seda, y cubierta por los cua tro frentes de una iluminación espíen dida, como también los demás del fron­ tis de la iglesia, de cuya ventana del coro, salía otra igual bandera.” La iglesia de San Nicolás estaba próxima a la actual Plaza de la Re pública y por esto una inscripción en la cara norte del obelisco recuerda el episodio. De acuerdo con las constancias documentales, la Asamblea Gene ral Constituyente no tomó ningu na resolución con respecto a la bandera y fue el Congreso de Tu cumán — en 1816— quien dispuso que el distintivo de las Provincias Unidas fuese “ la bandera celeste y blanca que se ha usado hasta el presente” REFORMAS TERRITORIALES La Real Ordenanza de 1782 había dividido el vasto territorio del virrei­ nato del Río de la Plata en ocho in­ tendencias y cuatro provincias subor­ dinadas. La Revolución de Mayo conservó la misma organización territorial del pe­ riodo hispánico. En 1811, la Junta Grande dispuso separar las Misiones de la Intendencia del Paraguay y en enero de 1812 se creó el cargo de -Gobernador Intendente de la Provincia de Buenos Aires, es decir, un gobierno con jurisdicción lo­ cal, separado de la que ejercía el Triunvirato. Ocupó el cargo M iguel de Azcuénaga. En noviembre de 1813, la Intenden­ cia de Cuyo (Mendoza, San Juan y San Luis) fue separada de la Intendencia de Córdoba (La Rioja y Córdoba). En marzo de 1814 se creó la Gober­ nación Intendencia de Montevideo y en setiembre de ese año la Intendencia de Buenos Aires fue dividida en dos: la de Entre Ríos y la de Corrientes. En octubre sucedió lo mismo con la Intendencia de Salta, de la cual se desprendió la Intendencia de Tucumán (Tucumán, Santiago del Estero y Catamarca). EL DIRECTORIO La concentración del poder Los acontecimientos europeos anunciaban el próximo retomo del monarca Fernando V I I al trono peninsular, después de las derrotas sufridas por Napoleón en sus cam­ pañas. Era evidente que el monar­ ca restaurado no tardaría en en­ viar una expedición armada hacia el Río de la Plata, para sofocar la revolución con ayuda de los realis­ tas de Montevideo. La delicada situación externa unida a los contrastes sufridos por el ejército patriota en Vilcapugio y Ayohuma y las disensiones in­ ternas determinaron que se lleva­ ra a la piáctica la concentración del gobierno en una sola persona, anhelo que desde tiempo atrás sostenían los “ alvearistas” . El 8 de setiembre de 1813, la Asamblea decidió suspender por un tiempo sus sesiones y nombrar una Comisión permanente de cin­ co miembros, que debía convocar a los diputados en caso de nece­ sidad. Por la misma resolución autorizó al Triunvirato “para que obre de por sí, con absoluta inde­ pendencia durante la suspensión de las s e s i o n e s Esto significaba otorgar al gobierno “ facultades ex­ traordinarias” 1. E l 21 de enero de 1814 la Asamblea reanudó sus sesiones, convocada por el segundo Triu n ­ virato. El último — compuesto en esas épocas por Gervasio Posadas 2, Nicolás Rodríguez Peña y Juan Larrea— elevó una nota indican­ do que era indispensable “ la con­ centración del poder en una sola mano” . Sometida la nota a discusión y expuestos los pareceres de los di­ putados, la Asamblea decretó la concentración del Poder Ejecutivo en una sola persona, “ bajo las cua­ lidades que establecerá la ley ” . Creación del Directorio E l 26 de enero de 1814, la Asamblea creó el D irectorio Su­ premo del Río de la Plata y “ por universalidad de votos” eligió para dicho cargo a Gervasio• Antonio de Posadas y dispuso que el nuevo funcionario cruzaría su pecho con una banda bicolor, blanca al cen­ tro y azul a los costados. “ Art. I 9. La Asamblea ordena que en la persona en quien se concentrase la Suprema Potestad Ejecutiva, recai­ gan todas las facultades y preeminen­ cias acordadas al Supremo Gobierno por el Estatuto del 27 de febrero de 1813. 1 D ice el historiador Ravignanú “ N o hay que sorprenderse, pues, que más adelante se h aga uso de estas facultades extraordinarias, las cuales no se originaron ni en 1820 ni en tiempos de Rosas, sino en 1813.” L a Asam blea reanudó sus sesiones el 1 de octubre hasta el 18 de noviembre de 1813, en que volvió a conceder al ejecutivo “ facultades extraordinarias” . 2 E l 19 de agosto de 1813, Posadas reemplazó a Álvarez Jonte en el cargo de vocal del Triunvirato. 211 te del Consejo de Estado a Nicolás Rodríguez Peña. Entre los siete vocales del Consejo de Estado figuraban los tres secretarios o ministros del Director Supremo. Desde la Semana de Mayo, la ev. lución política de las Provincias Uní das había seguido el siguiente proceso: Primera Junta, Junta Grande, Triunviratos y el Directorio. Con es!, último, el gobierno nacional se con centraba en una sola persona. G e rv a s io A n to n io P o sa d a s a d h ir ió a la R evolución d e M ay o y fu e m iem bro d e la S o c ie d a d P atrió tica. En e n e ro de 18 1 4 , la A s a m b le a G e n e r a l C o n stitu ­ ye n te lo e lig ió D irecto r S u p re m o del R ío d e lo P in ta. ”Art. 29. Ella será distinguida con la denominación de Director Supremo de las Provincias Unidas; tendrá el trata miento de Excelencia y la escolta com petente. ”Art. 39. Llevará una banda bicolor, blanca al centro y azul a los costados, terminada en una borla de oro, como distintivo de su alta representación.” El D irector Supremo duraba dos años en sus funciones y sería acompañado en su gestión guber­ nativa por tres secretarios. Tam ­ bién la Asamblea creó un Con­ sejo de Estado, organismo consul­ tivo compuesto por un presidente (que reemplazaría al Director Su­ premo en caso de ausencia o en­ ferm edad), un secretario y siete vocales. La Asamblea designó presiden­ 212 El Director Posadas asumió el mando el 31 de enero de 1814 y fueron sus ministros Nicolás He rrera, de Gobierno y Relaciones Exteriores; el coronel Francisco Javier Viana, de Guerra, y Juan Larrea, de Hacienda. Los hechos más destacados de su gobierno fueron la creación de la escuadra naval puesta a las órdenes de Brown, la rendición de la plaza de Montevideo después de un largo sitio y el envío de mi siones diplomáticas al exterior. Aunque en sus Memorias escribió Posadas: “yo goberné y no fui gober nado”, la mayoría de los historiadores opinan que durante su período de man dato la cabeza dirigente fue su sobrino Carlos de Alvear. Joven aún, el último no deseaba ocupar todavía el alto cargo de Director Supremo, hasta aumenta) su prestigio con triunfos militares en la Banda Oriental y en el norte, ob­ jetivos a los que dedicó sus energías. LAS MISIONES DIPLOMÁTICAS La difícil situación a fines de 1814 Dijimos que a fines de 1814 nu merosos peligros externos e intei nos amenazaban a la Revolución Los primeros se debían al hecho de que — hasta ese momento— las luchas por la emancipación ame­ ricana eran desfavorables a los patriotas, mientras el monarca Fernando V I I — restaurado en el trono español— pensaba enviar hacia el Río de la Plata una fuer­ te expedición puesta a las órdenes del general M orillo. La frontera norte era constante­ mente amenazada por el enemigo, y en el litoral se tornaba delicada la creciente influencia de Artigas. La desmoralización cundía en el ejército, las facciones dividían la Asamblea General y la crisis esta­ ba visible en los gobiernos patrios que se sucedían unos a otros. Ante la gravedad de los aconte­ cimientos, el Directorio resolvió buscar aliados exteriores para la Revolución y con este objeto en­ vió comisionados a Europa. Sus propósitos eran obtener el recono­ cimiento de nuestra independencia por parte de Inglaterra, abrir ne­ gociaciones ante la Corte española para llegar a un arreglo pacífico y asegurar la neutralidad de las autoridades portuguesas estableci­ das en el Brasil, siempre prontas a colaborar con cualquier intento de agresión al Plata. El Director Posadas confió la misión diplomática a M a n u el Bel­ grano y a Bernardino Rivadavia, quienes recibieron instrucciones m uy amplias, aunque el propósi­ to fundamental era “ asegurar la independencia de Am érica” . Los comisionados debían proponer al monarca español el establecimien­ to de una monarquía, representa­ da por un príncipe de la fam ilia reinante, para que gobernase el M a n u e l Jo s é G a r c ía (1 7 8 4 -1 8 4 8 ). D e ­ sem peñ ó d iv e rs a s fu n cio n e s d e g o b ie r­ no y cu m p lió la r g a tra y e c to ria d ip lo ­ m ática. Río de la Plata “ bajo las formas constitucionales que estableciesen las provincias” . Los com isionados en Río de Jan e iro Belgrano y Rivadavia salieron de Buenos Aires el 28 de diciem­ bre de 1814 y arribaron a Río de Janeiro a mediados de enero de 1815. A llí se entrevistaron con el embajador inglés lord Strangford, pero éste — muy cauteloso— no arriesgó una opinión definitiva. A l mes siguiente, llegó a Río de Janeiro el doctor M an u el José García, quien había sido designado “ enviado confidencial” por el nue­ vo Director Supremo, Carlos de A l­ vear. Era portador de dos notas, una destinada al gabinete de Lon­ dres y otra para lord Strangford, en las que solicitaba el protecto­ rado británico para el Río de la Plata. García enteró del contenido de esos documentos a Rivadavia y Belgrano, quienes lo persuadieron para que no diera curso a dichos pliegos; en consecuencia, el pri­ mero retuvo la nota dirigida al embajador inglés y entregó a R i­ vadavia la destinada al gabinete de Londres, para que procediera de acuerdo con su criterio. Estos plie­ gos no llegaron al destino prefi­ jado. Por último, los comisionados partieron a mediados de marzo con destino a Inglaterra; García quedó en el Brasil. Las gestiones en Londres Cuando llegaron a Londres, R i­ vadavia y Belgrano se pusieron al habla con M a n u el de Sarratea, quien se encontraba en esa capi­ tal desde mediados del año an­ terior. La llegada de los comisionados a Londres se produjo en circuns­ tancias difíciles, pues Napoleón — luego de su destierro en la isla de Elba— penetraba triunfalmen­ te en París. Rivadavia y Belgrano no tuvie­ ron éxito en sus gestiones ante el gabinete de Londres y aceptaron un plan propuesto por Sarratea. Éste había iniciado negociaciones con el ex rey de España Carlos IV — a la sazón exiliado en Roma-—■ para crear en el Río de la Plata un reino constitucional que sería gobernado por el infante Francis­ co de Paula, hijo menor del citado monarca. Intermediario en las conversaciones sería el conde de Cabarrús, aventurero francés con quien Sarratea había trabado amis­ tad en Londres. E l plan contaba con el apoyo de Napoleón en fa­ vor de Carlos IV. 214 A fines de junio, Cabarrús salió de Londres con instrucciones y do­ cumentos, entre éstos un proyecto de constitución ■ — redactado por Belgrano— para aplicarlo en el futuro “ Reino Unido de la Plata, Perú y Chile” . Cuando llegó a Ita lia ya se había producido la caída definitiva de Napoleón en Waterloo, lo que motivó el fracaso del plan. Carlos IV se negó a continuar las negociaciones, pues “ su con ciencia le mandaba no hacer nada, que no fuera favorable al rey de España” . Enterado Sarratea, propuso en última instancia raptar al infante y trasladarlo secretamente hasta el Río de la Plata, pero Rivadavia y Belgrano se opusieron terminante­ mente. Así concluyó este proyecto por establecer una monarquía en América. En noviembre de 1815, Belgra­ no regresó a Buenos Aires y Riva­ davia quedó en Europa para in­ tentar una negociación ante la Corte española. Misión de R iv a d a v ia en M adrid Luego de viajar a París, Riva­ davia se trasladó a España y en mayo de 1816 consiguió una en­ trevista con Pedro de Cevallos, ministro de Estado español. Las conversaciones se iniciaron en términos cordiales, aunque fi­ nalmente el ministro español de­ cidió suspenderlas, argumentando sus dudas con respecto a los po­ deres que exhibía el comisionado y su carencia de instrucciones precisas. L e ordenó que se retirara de España porque “ el decoro del rey no permite que por más tiem­ po se prolongue la permanencia de usted en la Península” . Rivadavia continuó un tiempo en territorio español, hasta que el 15 de julio partió nuevamente rumbo a París. A l mes siguiente recibió un despacho del gobierno de Buenos Aires — a cuyo frente se encontraba Pueyrredón— por el cual era nombrado Diputado de las Provincias Unidas ante las Cortes europeas. UBLEVACiÓN DEL EJÉRCITO EL NORTE Como sabemos, en mayo de 1814, Posadas designó a Carlos de A lvear jefe del ejército sitia­ dor de Montevideo, en reemplazo de Rondeau. E l ejército destacado en el nor­ te también sufrió cambios en el mando. A fines de enero de 1814, San M artín reemplazó a Belgrano, quien había solicitado su relevo. Sin embargo, en marzo de ese año, el nuevo jefe solicitó licencia para trasladarse a Córdoba, argumen­ tando motivos de salud. Las tropas quedaron interinamente al man­ do del coronel Francisco de la Cruz. El Director Supremo autorizó la licencia de San M artín y lo reem­ plazó por José Rondeau, quien se hizo cargo del Ejército del Norte en julio de 1814. Mientras tanto, A lvea r — de re­ greso en Buenos Aires después de su campaña en Montevideo— dis­ puso agregar nuevos éxitos a su carrera m ilitar, esta vez al frente del ejército destacado en la fron­ tera norte. Deseaba emprender una rápida y victoriosa campaña que lo llevara no sólo hasta el A lto Perú, sino también al Ecuador y si era posible a Bogotá. En un campamento erigido en 31i vos, A lvear disciplinó las tro­ pas que habían regresado de M on ­ tevideo — a las que incorporó es­ pañoles prisioneros— y también a efectivos de Buenos Aires. La sublevación de la s tropas T a l como se suponía, el Director Posadas nombró jefe del Ejército del Norte a su sobrino Alvear, en reemplazo de Rondeau; acompa­ ñado de su Estado M ayor, el nue­ vo jefe partió inmediatamente ha­ cia ese destino. Mientras tanto, un grupo de ofi­ ciales del ejército acampado en Jujuy, al enterarse de los cam­ bios se declaró abiertamente en favor de Rondeau y en la noche del 7 de diciembre los coroneles M a rtin Rodríguez, M a n u el Pagola, Carlos Forest y otros lograron apresar a varios militares partida­ rios de Alvear. Los sublevados co­ municaron a Rondeau que estaban dispuestos a sostenerlo por la fuer­ za de las armas si las circunstan­ cias así lo requerían. Por su parte, A lvea r se encon­ traba en la provincia de Córdoba — Posta de Santa Cruz— , camino a Jujuy, cuando se enteró de lo su­ cedido. Después de enviar una enérgica desaprobación a esa acti­ tud de indisciplina m ilitar, dis­ puso regresar a Buenos Aires, an­ tes que los sucesos agitaran aún más la ya crítica situación y en­ contraran apoyo en las tropas de la capital. E l 18 de diciembre, Rondeau in­ formó oficialmente al gobierno de lo ocurrido y le anunciaba “ que había tomado las medidas que le dictaba la prudencia para aquie­ tar los ánimos” . Cuando A lvear llegó a Buenos Aires, la opinión pública censura­ ba la actuación de Posadas, debido 215 Los núcleos de oposición al nuevo Director Carlos M aría de A lvear (1789-1852). G o ­ bernante enérgico, la oposición sólo le per­ mitió re aliza r un corto gobierno. Como bien ha dicho el historiador M itre, "fue bravo en el campo de batalla, pero de­ vorado por la fiebre de la am bición". a la reciente sublevación del Ejér­ cito del Norte, al fracaso de la misión diplomática de Belgrano y Rivadavia y a la situación en que se encontraban las provincias, en buena parte dominadas por la acción de Artigas. A lvear exigía al gobierno un plan enérgico de represión y de severos castigos, lo que motivó — junto con la sublevación del Ejército del Norte— la renuncia del Director Supremo Gervasio Po­ sadas, con fecha 9 de enero de 1815. 1 Ya hem os d ic h o d fd n que a p a r tir de la La Asamblea discutió la renun­ cia presentada por Posadas y, lue­ go de aceptarla, puso a votación la persona que debía sucederle, por el tiempo que le faltaba para ter­ m inar su período. Por mayoría de sufragios, la elección recayó en el general Carlos M a ría de A lvear, quien prestó juramento el 10 de enero de 1815. E l nuevo Director Supremo — que sólo gobernó tres meses— mantuvo los ministros del gobierno anterior. A lvea r asumió el poder en cir­ cunstancias m uy difíciles: el re­ torno de Fernando V I I al trono español, la sublevación del Ejérci­ to del Norte, el artiguismo encen­ diendo la guerra civil en el inte­ rior y la opinión pública de Bue­ nos Aires enconada y recelosa. El mismo día del juramento, Dorrego era derrotado en la Banda Oriental (Guayabos) y como consecuencia de este contraste las tropas de Buenos Aires debieron abandonar ese territorio. Apoyado por la Logia Lautaro 1, el nuevo gobernante pretendió consolidarse en el, mando a través de una acción enérgica y vigoro­ sa, que sólo sirvió para precipitar su caída. Pretendió un acercamiento con el Ejército del Norte, pero Rondeau r e v o lu c ió n del 8 de o c tu b re de 1812 dos te n - ? n , Ses ^ C1í rf0 w ' P r e fe ,ite S 6 n í S6? ° d e l a L o g i a L a u t a r o . E l i d e a l r e v o l u c i o n a r i o , d e f e n a r e e m p l a z a d o p o r u n partido personalista a c a u d i l l a d o p o r A l v e a r , q u e m o t i v ó la d e r r o t a d e lo s p a r t id a r io s d e l p r i m e r o e n la A s a m b le a d e l A ñ o X I I I . ; , . f ? StL p 1T /u e ra L .°g i a , L a u t a r o íf d ir e c c ^ d r S 0 Gufdo fu e un d ó c il in s tr u m e n to rtm SUfgÍÓ “ de A lv e a r 1816 UDa y cayó ju n to con su S6gUnda L0gia Lautaro’ C° n le negó obediencia. Tam bién in i­ ció negociaciones con Artigas para llegar a un arreglo en base al re­ conocimiento de la independencia de la Banda Oriental a cambio de que el caudillo retirara sus fuer­ zas del litoral; las gestiones fra­ casaron por negativa del último. San M artín ocupaba el cargo de gobernador intendente de Cu­ yo, pero enterado del cambio de gobierno ocurrido en Buenos Aires presentó su renuncia, la que fue aceptada por A lvear, quien a su vez designó reemplazante al coro­ nel Gregorio Perdriel. Pero un Cabildo abierto reunido en M en ­ doza rechazó la medida y confir­ mó a San M artín en el cargo 1. Ya hemos dicho que no sólo en el norte y en Cuyo la situación era des­ favorable para Alvear, por cuanto A r­ tigas controlaba la Banda Oriental y varias provincias a través de goberna­ dores adictos: en Entre Ríos el caudillo Eusebio Hereñú; en Corrientes, Juan Bautista Méndez; Francisco Candioti, en Santa Fe, y José Javier Díaz, en Córdoba. La bandera nacional fue reempla­ zada por la artiguista, de color celeste y blanco, pero cruzada en diagonal por una franja roja. Combatido por la opinión públi­ ca, puede afirmarse qtie la juris­ dicción de A lvear — en su carác­ ter de gobernante— no pasaba de una fracción de la actual provin­ cia de Buenos Aires. E l encono aumentó cuando dio a conocer un decreto por el cual condenaba a muerte a todo el que censurase su actuación. A comienzos de abril y debido a la situación imperante, A lvea r sa­ lió de Buenos Aires y se refugió, con fuerzas que le eran adictas, en el campamento de Olivos. Para derribar al Director Su­ premo, los opositores llegaron a un acuerdo con Artigas, quien de inmediato dispuso avanzar sobre Santa Fe para luego dirigirse a Buenos Aires. Enterado A lvear, or­ denó la salida de 1.600 hombres a las órdenes del brigadier Ignacio A lvar ez Thomas, pero cuando es­ tas tropas llegaron a Fontezuelas — cerca de Arrecifes, en la ruta a Santa Fe— su jefe se sublevó con­ tra el Director Supremo (3 de abril) al mismo tiempo que negoció con Artigas. Desde ese lugar, dirigió una violenta proclama al gobier­ no e hizo presente el descontento popular, debido a los errores co­ metidos; en consecuencia exigió la renuncia de A lvea r y su reempla­ zo por un mandatario que contara con el apoyo general. Disolución de la A sa m b le a . Renuncia de A lv e a r La actitud de Á lvarez Thomas y su ejército en Fontezuelas en­ contró apoyo en Buenos Aires, donde el movimiento fue dirigido por Estanislao Soler. A l llegar a la capital la noticia de la sublevación, A lvea r optó por elevar su renuncia a la Asamblea, pero retuvo el mando de las tro­ pas. E l citado organismo designó 1 P a r a ju z g a r la im p o r t a n c ia d e l e p is o d io d e b e te n e r s e e n c u e n ta q u e a lo s g o b e r n a d o r e s i n t e n d e n t e s s ó l o lo s n o m b r a b a e l D i r e c t o r S u p r e m o . S a n M a r t í n f u e c o n f i r m a d o e n e l c a r g o p o r e l C a b ild o d e M e n d o z a , c o n tr a r ia n d o ó r d e n e s e x p r e s a s d e l c o b ie r n o d e B u e n o s A ir e s . C o n s tit u y e , en c o n s e c u e n c ia , un a c to de fe d e r a lis m o . 216 217 Portada del año 1815. Estatuto Provisional SL E S T A T U T O del P R O V IS IO N A L DE 1 8 1 5 en su reemplazo un Triunvirato, formado por Rodríguez Peña, San M a rtín y M atías Irigoyen. Ante la desaprobación popular, el 15 de abril el Cabildo aceptó la renuncia de A lvear, proclamó la disolución de la Asamblea y de­ claró nulo el efímero tercer Triun­ virato. Desde ese momento, el Ayuntamiento se atribuyó funcio­ nes gubernativas. Finalmente, A lvea r entregó el mando de su ejército al general Juan José Viam onte y se alejó de inmediato a Río de Janeiro, en una fragata inglesa. La revolución de abril de 1815 ha sido llamada “ movimiento fe­ deral por cuanto el gobierno cen­ tral establecido en Buenos Aires fue derribado por la presión de las fuerzas del interior. Contribuyeron en mayor o en menor grado la rebelión del Ejército del Norte, el litoral sublevado a las órdenes de Artigas y las provincias de Cuyo que desconocieron la voluntad del Director Supremo. En la misma ciudad de Buenos Aires la opinión pública se volcó contra el gobier­ no y precipitó los acontecimientos, que determinaron la disolución de la Asamblea, la caída de A lvea r y la entrega del poder al Cabildo. Se elige un nuevo Director Suprem o Ante la situación creada, e l Ca­ bildo convocó al pueblo de Bue­ nos Aires para que eligiese u n grupo de electores con facultades para nombrar un gobierno provi­ sional hasta la reunión de un C on ­ greso General de las Provincias. 218 ■^ c?e abril, los electores eli­ gieron Director Supremo proviso­ rio al general Rondeau, quien se­ n a reemplazado — mientras per­ maneciese al frente del Ejército del Norte— por Ignacio Álvarez 1 nomas en calidad de suplente. Para im pedir los males que pu­ dieran sobrevenir de un ejecutivo unipersonal, agravado por la diso­ lución de la Asamblea, el Cabildo nombró una Junta de Observación compuesta de cinco miembros, con atribuciones para im pedir excesos del Director Supremo y encargada de dictar un Estatuto. E l 21 de abril, Álvarez Thomas prestó juramento, pero hasta que se sancionase el mencionado Es­ tatuto ejercería sólo el mando m i­ litar, quedando el político a cargo del Cabildo. T a l como había quedado esta­ blecido, la Junta de Observación redactó el Estatuto Provisional pa­ ra la administración y dirección del Estado. El 16 de mayo, el do­ cumento fue aceptado y jurado por el Director Suplente; de tal manera, Álvarez Thomas recibió el mando superior de las Provin cias Unidas. E l Estatuto Provisional de 1815 es muy semejante — “ mala copia , dice el historiador Ravignani— al proyecto de Constitución que la Sociedad Patriótica presentó ante la Asamblea del Año X III. Sin embargo, las circunstancias no eran las mismas, por cuanto en la época en que se redactó el pr°" yecto era necesario un Poder Eje­ cutivo fuerte; en cambio, en 1815 los errores cometidos por A lvea r reclamaban un gobierno sujeto a limitaciones en el mando. E l Estatuto surgió a consecuen­ cia de una revolución federal, pero* su contenido, como el modelo que le sirvió de inspiración, es de ca­ rácter unitario. Establece tres poderes: el Eje­ cutivo, a cargo del Director Supre­ mo; el Legislativo, representado por la Junta de Observación, y el Judicial, por un Tribu nal superior y las cámaras de apelaciones. Su­ bordinaba el Poder Ejecutivo al Legislativo, por cuanto el Director podía cesar en su mandato a re­ querimiento de la Junta de Obser­ vación y del Cabildo. La disposición más importante del Estatuto Provisional es la que concedía al Director Supremo la facultad de convocar a las provin­ cias “ para el pronto nombramien­ to de diputados que hayan de for­ mar la Constitución, los cuales deberán reunirse en la ciudad de Tucum án” . El Estatuto Provisional es un com­ plicado código que consta de un largo preámbulo, seguido de siete secciones divididas en capítulos, un reglamento para la Junta de Observación y final­ mente varias disposiciones generales. El Estatuto Provisional fue co­ municado a las provincias, pero éstas lo rechazaron, aunque todas — con excepción de las dominadas por Artigas— estuvieron de acuer­ do en la cláusula referente a la convocatoria de todos los pueblos a un Congreso General. De tal manera, el Estatuto de 1815 sólo fue aplicado en Buenos Aires y empleado en la designación de los diputados porteños. D IR E C TO R IO DE Á L V A R E Z T H O M A S Fracasan la s gestiones con A rtig as A l frente del gobierno, Álvarez Thomas trató de mantener el equi­ librio político, agitado por los problemas exteriores, las discor­ dias civiles, la actitud de Artigas y el conflicto de poderes con la Junta de Observación, que paula­ tinamente pretendió imponerle su autoridad. El Director Supremo y la Junta de Observación creyeron tarea fá­ cil llegar a un arreglo con Artigas, por cuanto éste había prestado su apoyo a la revolución que derribó a Alvear. El Cabildo porteño cam­ bió su anterior actitud y elogió “ al ilustre y benemérito jefe de los orientales” , y por su parte el 219 gobierno de Buenos Aires envió comisionados al campamento de la Purificación (sobre el río Uru­ guay). Para resolver la actitud a se­ guir, Artigas reunió una asamblea a la que asistieron representantes de la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe y Córdoba, es decir, de las provincias que form a­ ban la liga artiguista. La asam­ blea entregó una serie de exigen­ cias a los comisionados porteños, las cuales hacían prácticamente imposible llegar a una solución amistosa. Ante el curso de los sucesos, el Director y la Junta de Observa­ ción enviaron un ejército a las ór­ denes de Viamonte, el cual ocupó la capital de Santa Fe en agosto de 1815. La situación parecía asegurada; sin embargo, el gobierno de Bue­ nos Aires debilitó las tropas de Viamonte al enviar hombres de refuerzo al Ejército del Norte. La provincia de Santa Fe no 220 pudo mantener la . paz por largo tiempo. El artiguista M ariano Ve­ ra se levantó contra los porteños y fue auxiliado por el caudillo en trerriano Francisco Ramírez, quien obedeciendo órdenes de Artigas atravesó el Paraná e invadió a Santa Fe; también el caudillo Estanislao López marchó contra Viamonte. El último no contaba con fuer­ zas suficientes y debió atrincherar se en la capital de la provincia, donde finalmente se rindió el 31 de marzo de 1816, luego de sopor­ tar un sitio de veinte días. V ia ­ monte y sus oficiales cayeron pri­ sioneros. Mariano Vera fue proclamado gobernador de Santa Fe y la pro­ vincia volvió a quedar separada de la obediencia de Buenos Aires. El Pacto de Santo Tomé. Renuncia de Á lv a re z Thom as Ante los sucesos de Santa Fe, el gobierno de Buenos Aires de­ signó. al general M a n u el Belgrano — quien había regresado de su m i­ sión diplomática— jefe de las tro­ pas que debían operar en dicha provincia. Trasladado a destino y para terminar con la guerra civil, Belgrano comisiono al general Eustaquio D íaz Vélez para que in i­ ciase negociaciones de paz con A r­ tigas. Díaz Véléz se extralimitó en los alcances de su misión y no vaciló en firm ar con el representante ar­ tiguista Cosme M aciel un armis­ ticio subversivo, conocido con el nombre de Pacto de Santo Tom é, por el lugar del territorio santafecino donde se suscribió (9 de abril de 1816). El tratado estable­ cía la evacuación de esa provincia por las fuerzas de Buenos Aires, nar Director Supremo titular al la destitución del Director Álvarez general Juan M a rtin de Pueyrre­ Thomas y la separación de Belgra­ dón y luego comunico a Balcarce no del mando del ejército, quien que hasta el arribo del nuevo debía ser reemplazado por Díaz mandatario su jurisdicción se re­ Vélez. Las tropas adhirieron a lo duciría a la provincia de Buenos pactado y se dispusieron a hacerlo cumplir por la fuerza de las ar­ Después de electo, Pueyrredón mas. quedó dos meses más en Tucumán. A l llegar a Buenos Aires la no­ ticia de lo resuelto en Santo Tomé, A gitación federal el Cabildo comunicó los alcances en Buenos A ires del pacto al Director Supremo Al•varez Thomas, quien no tardó en Desde la caída de Alvear, surgió presentar la renuncia de su car­ en Buenos Aires una tendencia go a la Junta de Observación (16 política de carácter federal que se de abril). inclinaba a respetar las autonomías Mientras tanto, el Congreso de provinciales y admitía que Buenos Tucumán — que A lvarez Thomas Aires no fuese la cabeza dirigente ; tuvo el honor de convocar— había del país. Sus partidarios afirma­ iniciado sus sesiones el mes ante­ ban que la mejor forma de luchar rior. contra Artigas era suprimirle el motivo fundamental de su disiden­ cia y que si Buenos Aires respe­ D IRE C TO RIO taba los deseos del interior, las DE A N T O N I O G O N Z Á L E Z provincias de Córdoba y Santa Fe B A LC A R C E dejarían con agrado la liga arti­ guista. La Junta de Observación y el Estas ideas ganaron adeptos en­ Cabildo aceptaron la renuncia de tre la población porteña y contaron Álvarez Thomas y de inmediato con el apoyo de militares destaca­ designaron Director Supremo al dos (Soler, D orrego) y civiles de general A ntonio González Balcar­ relieve (Sarratea, Chiclana, Agrece, quien tomó posesión del mando lo ). Los integrantes de esta fac­ el 17 de abril de 1816. ción recibieron con desagrado el nombramiento de Pueyrredón pa­ Con esta actitud, el grupo dirigente ra el cargo de Director Supremo. de Buenos Aires volvió a demostrar su Por otra parte, la tendencia po­ política centralista, por cuanto el D i­ lítica contraria a la anterior esta­ rector Supremo gobernaba las Provin­ cias Unidas” , y no era un proceder ba encabezada por la Junta de Ob­ equitativo el que dos organismos por­ servación y el Cabildo de Buenos teños designaran sucesor para ese alto Aires, los cuales apoyados por gran cargo sin consultar al Congreso reu­ número de partidarios defendían nido en Tucumán ni al legitimo titu­ la autoridad del Congreso reunido lar, el general Rondeau, a la sazón en en Tucumán y el principio del la frontera norte. predominio ejercido tradicional­ mente por la capital. A l enterarse el Congreso de k> Los federales porteños hicieron ocurrido en Buenos Aires, resolvió, pública una declaración en la cual en la sesión del 3 de mayo, desig­ 221 La p rim e ra h o ja d e l p e rió d ic o " E l C e n so r" co rre sp o n d ie n te a l ju eves 9 d e n oviem bre de 18 15. En los sucesos p o lítico s q u e cu l­ m inaron con la re n u n cia d e l D irecto r S u ­ prem o G o n z á le z B a lc a rc e , el c ita d o p e rió ­ d ico rep re se n tó la o pinión d e l C a b ild o y la J u n ta d e O b se rv a c ió n . ce publicó un bando por el cual autorizaba la reunión de los peti­ cionantes en la iglesia de San Ig ­ nacio, lo que equivalía a un Ca­ bildo abierto y en consecuencia una contradicción a su actitud del día anterior. afirmaban que el pueblo de Bue­ nos Aires “ quiere y desea pública y notoriamente, reducirse a una provincia como todas las demás en consecuencia, se gobernaría por sus propias leyes, pero reconocien­ do al Director Supremo nombrado por el Congreso. Renuncia de Balcarce Los partidarios de la autonomía provincial contaban con el apoyo de varios regimientos y solicitaron la reunión de un Cabildo abierto. Ante el curso de los sucesos, la Junta de Observación y el Ayunta­ miento porteños — con anuencia del Director González Balcarce— convocaron a una Junta de repre­ sentantes. Sin embargo, al día siguiente — 19 de junio— el Director Balear222 L a reun ión se efectuó a pesar de las protestas de la Junta de O bservación y las deliberaciones fu eron sum am ente agitadas, debido a las d ivergen cias de opiniones. E l D ire cto r Balcarce, apoyado ahora p or los hombres de tendencia federal, sostenía la necesidad de re u n ir e l Ca­ bildo abierto, m ientras la Junta de O b­ servación y el C abildo d efen dían el p rin cip io de e le g ir representantes de la ciudad y la campaña, con plenos poderes. Cuando se efectuaron comicios para decidir las opiniones, triunfa­ ron por amplia mayoría los parti­ darios del sistema de representan­ tes y en consecuencia los federales de Buenos Aires fueron derrotados. E l Director Supremo González Balcarce recibió la intimación de cesar en el mando y presentó su renuncia el 12 de julio de 1816. La Junta de Observación y el Cabildo nombraron para reempla­ zarle una Comisión Superior G u­ bernativa de dos miembros: A n to­ nio Escalada, en representación del Ayuntamiento, y M ig u e l de Irig oyen, de la Junta. Esta comisión gobernó hasta el 29 de julio, en que el nuevo D i­ rector Supremo Juan M artín de Pueyrredón ocupó su alto cargo. TERCERA C A M PA Ñ A DEL a l t o p e r ú San M artín, ¡efe del Ejército del Norte Sabemos que, a fines de enero de 1814, San M artin reemplazo s Belgrano en el mando del Ejercito del N orte; estos efectivos no pa­ saban de dos m il hombres, en su mayor parte bisoños, mal armados T i n moral combativa. E l nuevo L e se dedicó inmediatamente a r e o r g a n iz a r esas tropas só b re la s bases de una estricta disciplina y una mejor instrucción. San M a r tin inculcó a los oficiales y o L trnnas aue “ la subordinación y La cieg a obediencia es e l a lm a del slsten™ m ifita r ” . Solicitó e l e n v í o de refu erzos v en esta form a elev ó el num ero de soldados a unos tres m il. P a ra c0™ Ple , ta r su lab or de r e o r g a n iz a c ió n fundo una A c a d e m i a M il it a r - a la, que asin­ tió gustoso B e l g r a n o - y ordeno este b lec er en las proxim idades de T u cu m á n e l cam po atrincherado de la L i u dadela, así llam ado p or su proxim ida a la ciudad; el recin to era de form a pen tagon al y s e u tilizo para e l aloja m ien to de los efectivos. Por otra parte, consideraba muy apropiado para la zona en que luchaba el Ejército del Norte sistema de guerrillas empleado con éxito por M a rtín Guemes y sus gauchos salteños, a quienes había confiado la línea de avanzada so­ bre el enemigo. N o se habían cumplido cuatro meses de su permanencia al fren­ te del ejército, cuando San M ar tín solicitó licencia argumentando motivos de salud, y en a b rú de 1814 entregó el mando al genera Francisco Fernandez de la Cruz, auien lo ejerció en forma interina “ el mes de julio, en que » hizo cargo de esas tropas el ge neral José Rondeau, su nuevo jefe. A pesar de su incansable acti­ vidad, San M artín no se encontro satisfecho con el resultado de sús esfuerzos, especialmente e n m a te ria de disciplina. Juzgaba que esos efectivos no estaban en condiciones de enfrentar con éxito a los rea lis ta s guerreros avezados que aca­ b a l a n de triunfar en Vilcapugio y Ayohuma. Esta circunstancia, unida a lo escabroso del terreno, le persuadieron de que existían otras zonas más propicias para ata­ car al e n e m i g o . _________ Z Com ienza la tercera cam p añ a Luego de las derrotas sufridas por los patriotas en Vilcapugio y Ayohuma, el ejército realista, a las órdenes de Pezuela, había invadi­ do el norte del territorio argentino hasta la provincia de Salta con el propósito de avanzar hasta lu c u mán, para c o m b in a r operaciones con otros núcleos realistas y — de ser posible— dominar el litoral del plata Después de la retirada de los patriotas, los gobernadores desig­ nados por ellos en el A lto Perú decidieron oponerse a las J Pezuela. E l comandante Alvarez de Arenales, gobernador de la proS n d a de fc S U a m b a organizo vina campaña de guerrillas, y mayo de 1814 derroto a fuerzas muy superiores en el paraje La Florida i. Una revolución estallada en e 223 Martín Rodríguez y vanos oficiales cayeron prisioneros. El capitán Maria­ no Necochea y un grupo de sus hom­ bres fueron rodeados por tropas ene­ migas muy superiores en número, pero en un acto de arrojo el citado capitán logró salvarse al escapar del asedio realista. Posteriormente, Rodríguez recuperó la libertad, pues fue canjeado por dos oficiales, bajo la promesa de negociar una tregua, que no se llevó a cabo. Cuzco y la victoria de Arenales motivaron el repliegue de Pezuela. Com bates de El Tejar y Puesto del M arqués En julio de 1814, Rondeau se nizo cargo del Ejército del Norte y luego avanzó hasta Jujuy, donde estableció su cuartel general. A mediados de febrero de 1815, el coronel M a rtín Rodríguez in­ tento un reconocimiento, pero fue derrotado por los realistas en E l Tejar. A mediados de abril, los patrio­ tas consiguieron el único triunfo de su campaña. Una columna a las órdenes del general Fernández de la Cruz, que contaba con el apo­ yo de los gauchos de Güemes, de­ rrotó a las tropas realistas en el Puesto del M arqués, al norte de la provincia de Salta. Presintiendo un fracaso en fu­ turas acciones y no conforme con someterse a las órdenes del ejér­ cito, Güemes se retiró con sus hom­ bres del frente de combate y re­ gresó a Salta. Por su parte, des­ pués del contraste de Puesto del Marqués, el jefe realista Pezuela retrocedió hasta Oruro, mientras Los patriotas altoperuanos ocupa­ ban Potosí, Cochabamba y Chuquísaca. Com bates de V enta y M edia y Sipe-Sipe M artín Rodríguez volvió a ocu­ par su puesto al frente de las tro­ pas de vanguardia y obtuvo el consentimiento de Rondeau para atacar al enemigo en el poblado de Venta y M edia (actual terri­ torio de B olivia). E l encuentro se produjo el 21 de octubre y term i­ nó con la derrota de los patriotas; en el transcurso de la lucha, el entonces mayor José M a ría Paz recibió una herida que le inutilizó para siempre el brazo derecho. Pezuela aprovechó la victoria para tomar la ofensiva y enterado de que Rondeau se dirigía con su ejército hacia la ciudad de Cochabamba, a la espera de refuerzos, acortó distancias en dirección a la pampa de Sipe-Sipe, próxima a la cuesta de V ilu m a ; los patriotas acamparon en esa llanura, con el propósito de combatir al enemigo. Las tropas de Pezuela escalaron la cuesta que Rondeau no había fortificado por creerla inaccesible y desde allí — en hábil movim ien­ to— cayeron sobre el flanco de los patriotas, quienes a pesar de resis­ 224 225 M artín Miguel Güem es, el caudillo salterio, quien ha sido llam ado “ heroico soldado de la libertad am ericana". tir con bravura fueron vencidos (29 de noviem bre). A consecuencia de la derrota de Sipe-Sipe las provincias del A lto Perú se perdieron definitivamente para nuestro país y el norte vol­ vió a ser amenazado por los rea­ listas, quienes felizm ente fueron contenidos por la indomable acción de Güemes y sus gauchos. Los restos del ejército de Ron­ deau se retiraron en dirección a Tupiza y finalmente se establecie­ ron en el norte de Jujuy. En agosto de 1816, el general M anuel Belgrano reemplazó a Rondeau en el mando del ejército y acampó en la Ciudadela (T u ­ cumán) . Las guerras de las Republiquetas En el territorio del Alto Perú y de­ trás de las avanzadas realistas, varios centros de resistencia continuaron su lucha en favor de la causa revolucio­ naria. Estas insurrecciones populares, dirigidas en su mayoría por oscuros caudillos, fueron llamadas guerras de las Republiquetas, las que se prolon226 garon varios años en medio de san­ grientos episodios y crueles represalias Su importancia militar radica en el he­ cho de haber detenido, en más de una oportunidad, la acción de los ejércitos de Pezuela. Después del triunfo de los realistas en Sipe-Sipe, la insurrección se exten­ dió con energía por la región altoperuana, asumiendo los caracteres de una verdadera guerra. Cada población, al­ dea o valle era un centro de insurrec­ ción o republiqueta, bajo las órdenes de un jefe independiente; es notable destacar que los sublevados eran en su mayoría indígenas, armados a veces de palos y piedras. Los principales caudillos fueron Ma­ nuel Aniceto Padilla y su esposa Juana Azurduy, Ignacio Warnés, Miguel Lan­ za, etc. Este movimiento de guerrillas tuvo en el general Antonio Álvarez de Arenales al jefe coordinador. Semblanza de Güemes Después del fracaso de la ter­ cera campaña al A lto Perú, el nor­ te argentino hubiera caído en po­ der de^ los realistas, de no mediar la enérgica y eficaz acción de­ fensiva de M a rtín M ig u e l Güemes y sus gauchos salteños. A m igo per­ sonal de los generales San M artín y Belgrano, contuvo hasta su muerte las sucesivas embestidas del enemigo y a través de esta ardua y tesonera lucha c o la b o r ó en la. magna empresa continental del Libertador. Martín Miguel Güemes nació en Salta, en febrero de 1785, d e s c e n d ie n t e d e una acaudalada familia que le pudo brindar esmerada educación. A los ca- torce años ingresó como cadete en el regimiento “ Fijo de Buenos Aires a la sazón en esa provincia— y con ese cuerpo se trasladó a la última ciudad, donde luchó contra los ingleses en el transcurso de la primera invasión. Por esas épocas ingresó en el Colegio de San Carlos, donde estudio especial­ mente las matemáticas y el dibujo. Producida la Revolución de Mayo, Güemes adhirió de inmediato a la cau­ sa de los patriotas y marchó a Salta para incorporarse a su guarnición con el grado de comandante general de milicias, a fin de llevar a la practica un plan defensivo contra el avance de los realistas. Siempre se mantuvo aler­ ta en la frontera y prestó su concurso a las tropas de Balcarce y más tarde de Pueyrredón. Cuando en 1814 el general San Martín se hizo cargo del Ejército del Norte, confió a Güemes la defensa de Salta, como jefe de avanzadas. O Conocedor de todos los rincones de su tierra natal, hábil jinete, va­ liente hasta la temeridad, Güemes fue respetado y querido por sus hombres. Empleaba una tactica defensivo-ofensiva, que se adapta­ ba perfectamente a las modalida­ des del terreno, sembrando con ella la confusión en las filas ene­ migas; concebía el plan en lo in ­ trincado de un bosque o mientras descansaba en su campamento al lado de un fogón, generalmente la víspera del ataque. Por medio de su cautivante personalidad incul­ có a sus hombres el amor por la independencia y la libertad, a tra­ vés de la llamada “ guerra de los gauchos” , palabras que simboliza­ ban el sentir de un pueblo insobor­ nable, que jamás claudicaría. El fracaso de los realistas Después del combate de Puesto del Marqués, Güemes — disconfor­ me con Rondeau— marchó de re­ greso a su provincia, pero al pasar por Jujuy se apropió de armas pertenecientes al Ejército del N o r­ te. Llegado a Salta fue elegido gobernador (m ayo de 1815) y en esta forma inició s k gobierno per­ sonal. Cuando Rondeau retrocedió des­ pués de la derrota de Sipe-Sipe, dispuso separar a Güemes del man­ do, pero ante la actitud del pue­ blo con su caudillo, prefirió firm ar con el último un tratado de “ paz y amistad eterna” . Mientras tanto, Pezuela había sido designado virrey del Perú y lo reemplazó en el mando del ejér­ cito realista el brigadier José de La Serna. Éste inició la invasión del norte argentino y entró triun­ fante en Jujuy, pero fue cercado por las guerrillas. Destinó una compañía para la búsqueda de a li­ mentos, pero estos efectivos fueron derrotados por los gauchos en los campos de San Pedrito. A pesar de la tenaz resistencia, La Sema emprendió a mediados de abril la invasión de Salta y aunque llegó a ocupar la ciudad, dispuso — debido a la gravedad de la situación— iniciar la retirada hacia el norte; a mediados de ma­ yo, el ejército invasor había aban­ donado a Jujuy. En el lapso comprendido entre 1817 y 1821, los realistas no ceja­ ron en su intento por avanzar a través del norte del territorio ar­ gentino, pero las sucesivas embes­ tidas fracasaron ante el heroico comportamiento de los gauchos salteños. En el transcurso de una última invasión, Güemes fue sor­ prendido por una patrulla enemi­ ga y resultó herido de gravedad; murió a los pocos días (17 de ju­ nio de 1821). 227 — C U E S T I O N A R I O -----------------------------------------------------I . ¿Q ué establecía el reglamento de convocatoria del 24 de octubre de 1812? 2. ¿C uál fue el carácter de la Asam blea G en eral Cons­ tituyente? 3. ¿Q ué disidencias se produjeron en su seno? 4. ¿C uáles eran las instrucciones de los diputados artiguistas? 5. ¿Por qué los rechazaron? 6. ¿Cuáles fueron las principales reformas políticas y sociales de la Asam blea? 7. Mencione las reformas judiciales, ecle ­ siásticas, económicas y militares. 8. ¿Qué establecía el proyecto de Constitución presentado por la Comisión o ficial? 9. ¿Y el de la So­ ciedad Patriótica? 10. ¿C uál fue el origen de nuestro Himno? I I . ¿De dónde derivó el escudo nacional? 12. ¿Tomó la Asam blea alguna disposición con respecto a la b andera? 13. ¿Q ué reformas tem toriales se produjeron hasta 1814? 14. ¿Por qué causas la Asdm blea dispuso concentrar el Poder Ejecutivo en el Director Su­ premo? 15. ¿Cuáles fueron los hechos más destacados del Directorio de G ervasio Posadas? 16. ¿Q ué peligros externos e internos am e­ nazaban a la Revolución a fines de 1814? 17. ¿Q ué misión diplo­ m ática se confió a Belgrano y a R ivadavia? 18. ¿C uál fue la acti­ vidad diplomática de Manuel José G a rc ía en Río de Janeiro ? 19. ¿Q ué gestiones cumplieron Rivadavia y Belgrano en Londres? 20. ¿Q ué misión diplomática cumplió Rivadavia en España? 21. ¿A quién reem plazó Rondeau en el mando del Ejército del Norte, en julio de 1814? 22. ¿Por qué se sublevaron sus tropas? 23. ¿Q ué circuns­ tancias motivaron la renuncia de Posadas? 24. ¿Q ué situación debió enfrentar A lvear cuando se hizo cargo del gobierno? 25. ¿Q ué medidas enconaron a la oposición? 26. ¿Q ué sucedió en Fontezuelas? 27. ¿Q ué actitud asumió A lvea r? 28. ¿Quién lo reem plazó en el gobierno? 29. ¿Q ué problemas originó la creación de la Junta de O bservación? 30. ¿C uál era el contenido del Estatuto Provisional de 1815? 31. ¿Q ué política siguió Á lv are z Thomas al frente del gobierno? 32. ¿C uál fue la actitud de Artigas? 33. ¿Qué luchas se produjeron en Santa Fe? 34. ¿Q ué se estableció en el pacto sub­ versivo de Santo Tomé? 35. ¿Quién reem plazó a A lv are z Thomas? 36. ¿Q ué actividad inició el núcleo federalista de Buenos Aires? 37. ¿Por qué renunció B alcarce? 38. ¿En qué form a San Martín reorganizó el Ejército del Norte? 39. ¿En qué combate fueron derrotados los patriotas en el transcurso de la tercera cam paña del Alto Perú? 40. ¿C uáles fueron sus consecuencias? 41. ¿Quién fue Martin Güemes? 42. ¿Con qué táctica enfrentó a los realistas? 43. ¿Cómo pereció? 228 El Congreso de Tucumán. Declaración de la Independencia. El Reglamento Provisorio de 1817. Directorio de Pueyrredón. La invasión portuguesa a la Banda O riental. La guerra de corso. Brown y Bouchard. La Constitución de 1819. La acción diplomática. EL CONGRESO DE TUCUMÁN La elección de los diputados Sabemos que la disposición más importante del Estatuto Provisio­ nal de 1815 fue la convocatoria de un Congreso a reunirse en Tucu­ mán. T a l como lo indicaba el citado documento, se aplicó el sistema de votación indirecta y se eligieron diputados a razón de uno cada quince m il habitantes o fracción mayor de siete m il quinientos. Los diputados electos por Buenos Aires recibieron instrucciones para dictar una Constitución, en la que figurasen separados los tres pode- res, asegurase al pueblo el ejercicio de la soberanía y que el Ejecutivo recayera en una sola persona. Las instrucciones nada decían respecto del delicado problema de la forma de gobierno. De acuerdo con la convocatoria remitida por el gobierno de Bue­ nos Aires, en el interior también se efectuaron las elecciones, aun­ que no respondieron las provincias sujetas a la influencia de Artigas, es decir, la Banda Oriental y el litoral (Corrientes, Entre Ríos y Santa F e ); por su parte el Para­ guay — bajo las órdenes del dicta­ dor Francia— se mantuvo en su tradicional aislamiento. 229 Como hemos visto, en Salta se produjo un serio incidente entre Güemes y Rondeau, resuelto des­ pués de momentos inquietantés, y en la propia Buenos Aires la agitación federal había encontrado apoyo en destacadas figuras, quie­ nes pretendieron im pedir el arribo a la ciudad del nuevo Director Pueyrredón. El Congreso Problem as externos e internos A comienzos de 1816 y en vís­ peras de reunirse el Congreso de Tucumán, graves peligros amena­ zaban a la Revolución Argentina. En el orden externo, la restau­ ración del monarca Fernando V I I y sus procedimientos absolutistas indicaban claramente a los gobier­ nos de la América hispana que de­ bían reanudar con mayor empeño la lucha por la emancipación. Las armas españolas vencían desde M éxico hasta el Cabo de Hornos. El sacerdote Morelos — patriota mejicano— había caído fusilado en manos de sus enemigos, mien­ tras la tan anunciada expedición de M o rillo — que amenazó en principio el Río de la Plata— • do­ blegaba a los patriotas de Vene­ zuela y Colombia. En Chile la si­ tuación no era mejor, por cuanto después de Rancagua los realistas dominaban ese territorio con un poderoso ejército. En esas circunstancias, la Revo­ lución Argentina era la única que mantenía erguido el estandarte de la rebelión, aunque amenazada por el enemigo, después de la de­ rrota de Sipe-Sipe. Para colmo de males, el tradicional peligro por­ tugués se hizo presente una vez más en ese año de 1816 — llamado “ de prueba” — y en el mes de agosto los ejércitos lusitanos inva­ dieron la Banda Oriental. En el orden interno, el mayor problema lo representaba Artigas, quien había formado una liga de provincias federales, las cuales ne­ garon obediencia no sólo al D i­ rector Supremo, sino también al Congreso; de tal manera, la Banda Oriental, Entre Ríos, Corrientes y Santa Fe no enviaron diputados y Córdoba demostró bastante recelo hacia la asamblea. inicia sus sesiones A principios de 1816 y en medio de los problemas que hemos men­ cionado los representantes de los pueblos comenzaron a llegar a la ciudad de Tucumán, elegida por distante de Buenos Aires, a fin de no despertar los recelos del inte­ rior hacia el centralismo porteño. En su mayor parte, los diputa­ dos pertenecían al clero o ' eran hombres de leyes y Te seguían en menor cantidad los hacendados y comerciantes. Entre los religiosos podemos mencionar a fray Justo de Santa M a ría de O ro, A ntonio Sáenz, Pedro Ignacio Castro Ba­ rros y fray Cayetano Rodríguez 1. Tam bién integraron el Congreso las destacadas figuras: Juan José Paso, Pedro M edrano, Tomás G o­ doy Cruz, Narciso Laprida, Juan M a rtín de Pueyrredón, Eduardo Pérez Bulnes, Ignacio G o rriti y otros. E l Congreso se in te g ró con trein ta y un diputados. Buenos A ir e s en vió siete; C u yo, cinco; Córdoba, cinco; T u ­ cumán, seis; Salta, tres, y e l A lt o P e ­ rú, cinco. Escribe el historiador M it r e : “ Los hom bres en quienes los pueblos se fija ­ ron para d ele ga r en ellos su soberanía, fu eron gen era lm en te los más dignos y respetables de cada p rovin cia, p ero con raras excepciones sus nom bres eran desconocidos a la N a c ió n ; poca o n in ­ gu na parte habían tom ado en e l m o v i­ m ien to gen era l de la K evolu ción y m a l preparados para la vid a pública, n o te ­ n ían ideas fijas sobre adm inistración n i gobiern o.” Con la presencia de dos tercios de sus miembros y para no de­ morar por más tiempo el comienzo de las deliberaciones, el Congreso asistió el 24 de marzo de 1816 a una solemne misa en el templo de San Francisco y ese mismo día, a las 9 de la mañana, declaró abier­ tas las sesiones en la casa de doña Carmen Bazán y Laguna de Z avalía. El doctor Pedro M edrano fue elegido presidente — al igual que en la Asamblea del Año X I I I se renovaba mensualmente— y secre­ tarios los doctores Paso y Serrano. A diferencia de anteriores asam­ bleas, el Congreso de Tucumán tu­ vo las siguientes atribuciones:^ a) constituyentes, porque redactó el Reglamento de 1817 y la Constitu­ ción de 1819; b ) ejecutivas, por cuanto dio instrucciones y normas de gobierno al Director Supremo; c ) legislativas, debido a que dictó diversas leyes; y d) judiciales, porque también se ocupó de rever sentencias. Varios eran los asuntos funda­ mentales que debía resolver el Congreso, entre ellos la declaración de la Independencia, la unión del t F m v C iv e ta n o R o d ríg u e z fu e el prim er director d e “ E l R ed actor” d el Congreso, cuyo núm ero 1ii>arec^ó en Buenos A i L el 1 de m ayo d e 1816 E ste P - . ó d . c o representa L a im portante fu en te d e in form ación para historiar las sesionesi de^ l a 1 decretos dictados por la m ism a. L a colecció n com pleta d e E l R ed actor consta d e 52 num y e l ú ltim o ejem plar lle v a fec h a d e l 28 d e enero de 1820. p r im e r 23.1 230 país, el dictado de una Constitu­ ción y la forma de gobierno a adoptarse. Elección de Pueyrredón La destitución de Álvarez Tho­ mas y la designación interina de Balcarce motivaron que el Congre­ so resolviera en seguida el nom­ bramiento de un Director Supremo titular. Con este propósito, los di­ putados se reunieron en sesión ex­ traordinaria en la mañana del 3 de mayo, bajo la presidencia del canónigo Ignacio Castro Barros y ante numeroso público. Acto seguido se procedió a la vo­ tación, y de los veinticuatro dipu­ tados presentes veintitrés lo hicie­ ron en favor de Juan M a rtín de Pueyrredón, representante por San Luis. En esos momentos, el país estaba dividido por las rencillas interio­ res, el gobierno central había per­ dido autoridad ante las provincias rebeladas y los enemigos del ex­ terior amenazaban la integridad territorial. En tales circunstancias, la designación de Pueyrredón fue un acierto, porque dio estabilidad a su alto cargo — cumplió el pe­ ríodo completo de tres años— y en la medida de sus posibilidades contuvo la anarquía política que se insinuaba amenazante. Contó con el apoyo de San M artín y co­ laboró eficazmente con los planes del Libertador. Cuando en 1814 San Martín pasaba por la provincia de San Luis con des­ tino a Mendoza para hacerse cargo del gobierno, visitó en el mes de agosto a Pueyrredón, quien se encontraba en las afueras ^de la ciudad, en su hacienda de la Aguadita” . A llí ambos coinci­ dieron en sus ideales con respecto a la lucha por la Independencia. Puede afirmarse que el nombramien­ to de Pueyrredón en el cargo de Di­ rector Supremo se debió en gran parte a la influencia de San Martín. Designado el nuevo mandatario, todo hacía pensar que se traslada­ ría de inmediato a Buenos Aires para hacerse cargo de sus funcio­ nes; sin embargo, prefirió marchar hacia el norte, para m ediar en el conflicto producido entre Güemes y Rondeau. De allí, Pueyrredón volvió a Tucumán para insistir an­ te los congresales sobre la necesi­ dad de proclamar inmediatamente la Independencia; luego pasó a Códoba, donde — a mediados del mes de julio— se entrevistó secre­ tamente con San M artín, para uni­ ficar ideas con respecto al plan de libertar a Chile. D ECLARACIÓ N DE LA IN D EPEN D EN CIA Acción de San M artín y Belgrano Decisiva fue la influencia de San M artín y Belgrano sobre los congresales, para que procedieran a la inmediata declaración de nuestra Independencia. “ Si ésta no se hace — escribió San M artín a Godoy Cruz— el Congreso es nulo en todas sus partes” , y como el diputado por Cuyo le respondió que la declaración “ no era soplar y hacer botellas” , el ilustre pa­ triota agregó: “ que m il veces es más fácil hacer la Independencia, que el que haya un americano que haga una sola botella” . El anhelo de San M artín fue compartido por la mayoría de los congresales y particularmente por el general Belgrano — otra presti­ giosa figura de la época— , quien Francisco Narciso de Laprida (17861829). Diputado por San Juan ante el Congreso de Tucumán, firmó en ca­ rácter de presidente de dicha asam ­ blea el Acta de la Declaración de nuestra Independencia. sostuvo con ardor la necesidad de una categórica definición con res­ pecto a nuestros vínculos con la corona peninsular. Declaración y jura de la Independencia Una vez electo Pueyrredón, y ante los anhelos populares repre­ sentados por San M artín y Bel­ grano a través de sus gestiones, los congresales dispusieron declarar oficialmente que las Provincias Unidas del Río de la Plata for­ maban una Nación soberana, des­ ligada de todo vínculo de someti­ miento con respecto a los reyes de España. Era evidente que tal pro­ clamación ejercería beneficiosa in ­ fluencia sobre el espíritu del país y daría poderoso estímulo a los ejércitos revolucionarios. Los diputados Gascón, Serrano y Sánchez de Bustamante habían redac­ tado una lista de diecisiete asuntos fundamentales que debía tratar el Con­ greso. El punto tercero se ocupaba so­ bre la necesidad de declarar la Inde­ pendencia. En la sesión del 9 de ju lio de 1816, el presidente de turno, Fran­ cisco Narciso de Laprida, propuso que el Congreso tratara el punto tercero del plan de asuntos funda­ mentales, referente a la Indepen­ dencia. El secretario Paso leyó la pro­ posición que debía votarse y luego preguntó a los diputados “ Si que­ rían que las Provincias Unidas fuesen una Nación libre e inde­ pendiente de los reyes de España y su M etrópoli” . La decisión unánime de los di­ putados provocó manifestaciones de júbilo en el numeroso público presente, que exteriorizó en esa forma su satisfacción por la tras­ cendencia del pronunciamiento. Consta en el acta respectiva — re­ dactada por el secretario y diputado por Charcas, José Maria Serrano— que “ aclamaron primero llenos del santo "ardor de la justicia y uno a uno, su” cesivamente reiteraron su unánime y "espontáneo decidido voto por la in­ dependencia del país, fijando en su ” virtud, la determinación siguiente: ” Nos, los representantes de las Pro­ vincias Unidas de Sud América, reu­ nidos en Congreso General, invocando ” el Eterno que preside el Universo, ” en el nombre y por la autoridad de ” los pueblos que representamos, pro­ testando al cielo, a las naciones y ” hombres todos del globo la justicia ” que regla nuestros votos, declaramos ” solemnemente, a la faz de la tierra, 233 El A c ta d e la in d e p e n d e n c ia d e los p u e b lo s c o n fe d e ra d o s d e la R e p ú b lic a A rg e n tin a . E l 19 de ju lio los congresales efec­ tuaron dos sesiones, una pública y otra privada. E n la p rim era se aprobó la fó rm jila d el ju ram en to que debían u ti­ liz a r los diputados y altos funcionarios: “ ¿Juráis p or D ios N u estro S eñor y esta señal de Cruz, p ro m o ve r y defen d er la lib ertad de las P ro vin cias Unidas de Sud A m é ric a y su in dependencia del r e y de España, Fern an d o V I I , sus su­ cesores y M e tró p o li y de toda otra dom inación extran jera? 1 ¿Juráis a Dios N u estro Señor y prom etéis a la P atria, e l sostén de estos derechos, hasta con la vida, haberes y fam a? Si así lo h i­ ciereis D ios os ayude y si no, É l y la P a tria os h agan cargo.” ” que es volu n tad un ánim e e indu bita­ b l e de estas provin cias ro m p er los "v io len tos vínculos que las liga b a n a ” los reyes de España, recu p era r los "derechos de que fu eron despojados e "in vestirse d el alto carácter de una "n a ció n lib re e independiente d el r e y "F ern a n d o V I I , sus sucesores y M e tró "p o li. Quedan en consecuencia, de he"ch o y de derecho, con am p lio y p len o "p o d e r para darse las form as que exija " la justicia e im p ere e l cúm ulo de sus "actuales circunstancias. Todas y cada "u n a de ellas así lo publican, declaran "y ra tifica n , com prom etiéndose por "n u estro m edio, al cu m p lim ien to y sos” tén de esta volu n tad, bajo e l seguro ” y garantías de sus vidas, haberes y "fa m a .” tt En la sesión del 21 de julio, las autoridades civiles, militares y eclesiásticas juraron solemnemente la Independencia. E l 25 de julio, el Congreso adop­ tó oficialmente nuestra bandera celeste y blanca. E l 18 de ju lio, el diputado Juan José Paso h izo m oción “ para que se fijase y jurase la bandera n acion al” . E l día 20, otro representante p or Buenos A i ­ res, Esteban Gascón, reiteró ese p ro­ pósito, y el 25 de ju lio el Congreso aprobó un decreto según e l cual el p ecu lia r d istin tivo de las P rovin cias Unidas fuese “ la bandera celeste y blanca q u e se ha usado hasta e l p re ­ sente” 2. 1 En l a s e s ió n p r i v a d a o s e cre ta , e l d ip u ta d o M e d r a n o p ro p u s o a g r e g a r la e x p r e s ió n d e s p u é s d e d o n d e d i c e : “ F e r n a n d o V I I , su s s u c e s o r e s M e t r ó p o l i ' . C o n e s t o s e d e s v i r t u a b a n lo s r u m o r e s s e g ú n lo s c u a l e s e l d i r e c t o r P u e y r r e d ó n a l g u n o s c o n g r e s a l e s e s t a b a n d is p u e s t o s a a c e p t a r e l p r o t e c t o r a d o d e P o r t u g a l . y “ e toda otra dom inación extranjera” y y 2 La b a n d e r a a d o p ta d a te n ía e l c a r á c te r d e “ m e n o r ” p u e s se e s p e ra b a u n a d e fin ic ió n c o n r e s p e c t o a l a f o r m a d e g o b i e r n o , p a r a d e t e r m i n a r lo s a t r i b u t o s d e l a b a n d e r a “ m a y o r ” . I r a s la d a d o e l C o n g r e s o a B u e n o s A ir e s y e n b a s e a u n d ic ta m e n íe d a c t a d o p o r e l d ip u ta d o C h o r r o a r m , e l 2 5 d e f e b r e r o d e 1 8 1 8 , la a s a m b le a r e s o lv ió p o r l e y q u e la b a n d e r a m a y o r o d e g u e r r a l l e v a r í a “ u n sol pintado en medio de ella” . 234 F r a y Justo S a n t a M a r ía d e O r o , según un c u a d ro existen te en el M useo H istó­ rico N a c io n a l. R ep re se n tan te p o r la p ro v in cia d e S a n J u a n an te el C o n g re so , d e fe n d ió con a r d o r su posición re p u b lic a n a . El problem a de la form a de gobierno Declarada la Independencia, el Congreso se ocupó en resolver la forma de gobierno que debería re­ g ir los destinos de las. Provincias Unidas. De acuerdo con el punto cuarto del plan de trabajos, era necesario consultar la opinión de los pueblos del interior al respecto, pero la asamblea no tuvo en cuen­ ta esta disposición. E l día 6 de julio, los congresa­ les se habían reunido en sesión se­ creta para escuchar la palabra de Belgrano sobre las ideas que pre­ dominaban en Europa, “ concepto que ante las naciones de aquella parte del globo se habían formado de las Provincias Unidas y espe­ ranzas que éstas podían tener de su protección” . Manifestó que las luchas internas no habían impre­ sionado favorablemente y en ma­ teria de gobierno sostuvo la con­ veniencia de instalar una mo­ narquía constitucional — como la de Inglaterra— representada por la dinastía de los incas, para es­ tablecer un Estado con capital en el Cuzco. E l 12 de julio, el diputado M a ­ nuel de Acevedo propuso discutir la forma de gobierno y se inclinó por la idea de Belgrano, es decir, el restablecimiento de la dinastía incaica. E l día 15, el diputado fray Justo Santa M a ría de Oro sostuvo que antes de expedirse sobre el asunto en debate “ era preciso con­ sultar previamente a los pueblos” y en caso de aceptarse el sistema monárquico sin este requisito “ se le permitiese retirarse del Con­ greso” . El 6 de agosto, el diputado T o ­ más Anchorena sostuvo que la “ fe­ deración de provincias” era la única forma de gobierno que con­ ciliaria todas las diferencias. E l debate prosiguió y no se lle ­ gó a nada definitivo, aunque el proyecto incaico fue desechado. Si bien el Congreso desarrolló sus actividades en base a una uni­ dad de criterios, las divergencias sobre la forma de gobierno per­ miten distinguir las tendencias en que se dividieron los diputados: los monarquistas, que sostenían la di­ nastía incaica o bien la candidatu­ ra de un príncipe portugués, y los republicanos, divididos a su vez en unitarios (defensores del centra­ lismo porteño) y federales o par­ tidarios de las autonomías provin­ ciales, encabezados por los repre­ sentantes de Córdoba. 235 Los congresales se traslad an a Buenos A ires A medida que transcurría el año 1816 se generalizó la idea sos­ tenida desde un principio por los diputados porteños, tendiente a trasladar el Congreso a Buenos Aires. Existían temores por los avances de los realistas en la fron­ tera norte y también era probable un golpe de mano efectuado por los caudillos, disconformes con la marcha de las deliberaciones. Por otra parte y debido a la si­ tuación anárquica de algunas pro­ vincias, era necesario que el Con­ greso estuviera cerca del Director Supremo para favorecer la centra­ lización del poder, tendencia a la que se inclinaban la mayoría de los congresales; además, las tram i­ taciones diplomáticas con el ex­ tranjero y la celeridad en los pro­ cedimientos exigían una estrecha colaboración con el Poder Ejecu­ tivo. Aunque a fines de 1816 ya se había aprobado el cambio de resi­ dencia, el Congreso sesionó en T u ­ cumán hasta el 4 de febrero de 1817, fecha en que se levantaron las deliberaciones para reanudar­ las el 12 de mayo en Buenos Aires. EL REGLAM ENTO PRO VISO RIO DE 1817 Sabemos que el Congreso de T u ­ cumán se reunió en base a lo dis­ puesto por el Estatuto Provisional de 1815. El tiempo había demos­ trado las imperfecciones de esas leyes y en consecuencia era nece­ sario reemplazarlas por otras, que estuvieran más de acuerdo con las exigencias de la época. Una comisión lo sometió a es­ tudio y le introdujo modificacio­ nes. Después de largas discusiones, el Congreso ■— ya instalado en Bue­ nos Aires— sancionó el día 3 de diciembre el Reglamento P ro v i­ sorio, cuerpo de leyes que, como su nombre lo indicaba, regiría hasta que se promulgase una Cons­ titución definitivá. El Reglamento del año 1817 consta de siete secciones. Se inicia con una enumeración de los dere­ chos y deberes del hombre y deja expresa constancia de que la segu­ ridad individual “ jamás podrá sus­ penderse” ; además, ninguna auto­ ridad puede privar del goce de los derechos políticos. Facsím il d e la p o rta d a d e l R eg lam en to P ro visorio d e l a ñ o 18 17. El Poder Ejecutivo lo designa con el nombre de “ Director de Estado , desempeñado por un ciudadano elegido por el Congreso. El Poder Legislativo lo constituye el Congreso reunido en esa época. El Poder Judicial no s u f r í a mayores variantes, salvo una nueva Cámara de Apelaciones. Los jueces eran nombra­ dos por el Director. E l Reglamento Provisorio de 1817 es el mismo Estatuto de 1815 con algunas modificaciones y al io-ual que el modelo utilizado para su redacción es, en líneas gene­ rales, de marcada tendencia uni­ taria D IRECTORIO DE PUEYRREDÓN Después de entrevistarse con San M artín en Córdoba, Pueyrre­ dón arribó a Buenos Aires el ¿9 de julio de 1816. Debía afrontar una d ifícil situación, tanto en el orden externo como en el interno. Los portugueses avanzaban sobre la Banda Oriental, varias provin­ cias se habían alzado contra la autoridad del Congreso y en Bue­ nos Aires un partido defensor de las autonomías provinciales pro­ clamaba abiertamente su oposicion al nuevo Director. A pesar de todo, el mandatario fue bien recibido cuando hizo su entrada en la ciu­ dad. La activid ad de la oposición en Buenos A ires Hemos visto que en la provin­ cia y en la ciudad de Buenos A i­ res se había formado un partido federalista, opositor al Congreso y al Director Pueyrredón. Esto dio origen a la formación de dos ten­ dencias políticas antagónicas: el partido de los congresales, que agrupaba a la clase media (comer­ ciantes, diputados, propietarios) y brindó su apoyo a Pueyrredón y al Congreso, y el partido de los segregatistas, de tendencia repu­ blicana y federal, encabezado por Dorrego, Chiclana, A grelo, French, Pazos Silva, M anuel Moreno y otros. Los republicanos expresaban sus ideas por medio del periódico f ti­ tulado “ La Crónica A rgentina” , a través del cual censuraban las ideas monárquicas propiciadas por Pueyrredón y la mayoría de los diputados del Congreso. Cuando en julio de 1816 los portugueses avanzaron sobre el te­ rritorio de la Banda Oriental, Do­ rrego y sus partidarios acusaron a Pueyrredón de recibir instruc237 dones del Congreso tendientes a negociar con los invasores, a fin de contar con la ayuda de los úl­ timos para imponer los planes monárquicos. Esta prédica atizó el descontento popular y después de un artículo aparecido en “ La Cró­ nica A rgentina” , Pueyrredón or­ denó la detención y el destierro de Dorrego, el 15 de diciembre de 1816. inclinar a Santa Fe en favor de A r­ tigas, contra los porteños. Córdoba. Esta provincia procla­ mó su autonomía en mayo de 1815 y cuando llegaron noticias sobre la invasión de D íaz V élez sobre Santa Fe el artiguista Pablo Bulnes (hermano del diputado) logró que el Cabildo lo designara co­ mandante de un contingente que partió hacia la vecina provincia. N o pudo luchar contra D íaz V élez Por su parte, y el mismo día de — ya se había retirado— , entonces la detención de Dorrego, el Director Bulnes regresó a Córdoba y se pu­ Pueyrredón publicó un decreto por el so al frente del gobierno. cual mantenía su cargo militar al co­ A nte la situación creada, Puey­ ronel apresado, ordenaba entregar a rredón sometió el problema a Bel­ la esposa e hijos la mitad del sueldo correspondiente y destacaba — demos­ grano, quien envió tropas, las cua­ trando pesar en la medida tomada— les vencieron a Bulnes. En esta “los recomendables servicios que prestó forma fracaso el intento artiguista a su país durante la gloriosa Revolu­ por dominar a Córdoba. ción” . Santiago del Estero. Desde el mes de agosto de 1816, el coman­ Los opositores no cedieron en su dante Francisco Borges — de ten­ actitud y entonces, en febrero de dencia federalista— proclamó la 1817, fueron expulsados — acusa­ autonomía de Santiago del Estero. dos de conspiración— los doctores Belgrano comisionó un contin­ M anuel Moreno, Agrelo, Chiclana gente a las órdenes del general La y Pazos Silva; también los m ilita­ Madrid, quien derrotó a Borsres y res French, Pagóla y Valdenegro. lo hizo fusilar. L a Rioja. Los autonomistas rioLa situación en las provincias janos negaron obediencia al go­ bierno central. Para terminar con A poco de iniciar Pueyrredón su los incidentes fue enviada una ex­ mandato, en las provincias se ha­ pedición m ilitar al mando de A le ­ bían producido diversos disturbios o actos de rebeldía contra el go­ jandro Heredia, quien logró res­ tablecer el orden político. bierno central y el Congreso. La hostilidad de los caudillos Santa Fe. Después del Pacto de del litoral frente al gobierno por­ Santo Tomé (a b ril de 1816) se teño se estudia más adelante (ca­ iniciaron gestiones para lograr una pítulo X ). paz duradera, pero las tratativas fracasaron y entonces un ejército O b ra cuftural y adm inistrativa directorial, a las órdenes de Díaz de Pueyrredón Vélez, consiguió ocupar la ciudad de Santa Fe, pero debió retirarse T a l como lo había prometido ante la tenaz resistencia de los anteriormente a San Martín, una defensores. vez al frente del gobierno Puey­ La expedición sólo sirvió para rredón dedicó todos sus esfuerzos 238 para que el futuro Libertador equipara al ejército que se cubri­ ría de gloria luchando a través de medio continente. A pesar de los múltiples proble­ mas que preocupaban al Director Pueyrredón, uno de sus mayores a,nhelos fue el de fomentar la edu­ cación del pueblo. Dedicóse con empeño a difundir la instrucción “ cual corresponde — son sus pala­ bras— a los altos destinos a que es llamada nuestra Patria” . Por decreto del 2 de junio de 1817, el Director transformó el an­ tiguo colegio de San Carlos en el Colegio de la U n ió n del Sud y en­ cargó a los secretarios de Hacienda y Gobierno para que dispusiesen “ las medidas que fuese preciso adoptar” . Fue inaugurado a me­ diados de julio del año siguiente, bajo la dirección del rector canó­ nigo D om ingo Achega y del vice­ rrector presbítero José M a ría TeCon respecto a la instrucción prima­ ria, las escuelas eran muy escasas en esa época y los métodos utilizados por los maestros, bastante rigurosos. Por este motivo, en mayo de 1819, Puey­ rredón dio a conocer un decreto acon­ sejando “ que no se haga uso de azotes en las escuelas” . El Director también se preocupó por establecer una casa de estu­ dios superiores y así a fines de mayo de 1819 propuso al Congreso la fundación de una Universidad en Buenos Aires. Pueyrredón debió enfrentar una d ifícil situación económica porque las finanzas nacionales habían em­ peorado en el transcurso de los años como consecuencia del des­ equilibrio comercial. Los recursos se habían agotado, los ingresos es­ caseaban y San M artín solicitaba 239 J fondos con urgencia para su cam­ paña libertadora 1. En marzo de 1818 y a solicitud del Director Supremo, el Congreso aprobó un “ empréstito forzoso” que recaía sobre los comerciantes y vecinos pudientes de Buenos A i­ res; debía cubrirse hasta una suma de 500.000 pesos, de acuerdo con una cuota prefijada. ron reorganizados los regimientos de Blandengues y se establecieron milicias de la campaña. Debido al rompimiento con Es­ paña, la Iglesia se desenvolvía en forma irregular; por esta causa, Pueyrredón fue autorizado a “ pro­ veer los cargos eclesiásticos va­ cantes” . El Estado recibía dinero de los par­ ticulares y se obligaba a pagar un in­ terés y devolver al acreedor la suma recibida en un plazo estipulado. La cantidad que debían entregar los subs­ criptores la fijaba el Consulado; por esto, el empréstito tenía el carácter de “ forzoso” . LA IN V A SIÓ N PORTUGUESA A LA BAN D A ORIENTAL En noviembre de 1818, Pueyrre­ dón creó la Caja N acion al de Fon­ dos de. Sud Am érica, prim er esta­ blecimiento bancario cuya fin a li­ dad era recibir dinero de los par­ ticulares a cambio de un interés del 15 % anual. Debido a la si­ tuación económica imperante, el citado organismo fracasó al cabo de un tiempo. En el orden m ilitar, el Poder Ejecutivo reorganizó la Academia de Matemáticas — fundada por Á l­ varez Thomas en 1816— a cuyo frente se destacó Felipe Senillosa. Se estableció una fábrica de armas “ por el nuevo sistema de repeti­ ción” . A propuesta del Director, el Congreso autorizó extender la l í ­ nea de fronteras sobre los indios y entregar a los pobladores las tierras en propiedad. Para el cui­ dado de estas delimitaciones fue­ Sabemos que en el transcurso del prim er sitio de Montevideo, los portugueses invadieron la Banda Oriental y que luego se retiraron por el pacto del 26 de mayo de 1812. Cuando el Brasil fue elevado a la dignidad de reino, se reanuda­ ron las antiguas ambiciones portu­ guesas sobre el Río de la Plata. La Corte lusitana dispuso avanzar so­ bre la Banda Oriental para exten­ der sus fronteras hasta las bocas del estuario y ocupar luego la actual región mesopotámica argen­ tina. Los incidentes fronterizos provocados por las milicias de A r ­ tigas, dieron al monarca portugués motivos suficientes como para jus­ tificar el ataque. El éxito de la campaña a em­ prenderse estaba asegurado por cuanto el gobierno de Buenos A i­ res nc intervendría en forma di­ recta, debido a su enemistad con Artigas. Los monarquistas porteños adherían a la actitud de los lu­ sitanos, mientras los diplomáticos M anuel José García y Nicolás H e­ 1 D e s d e n o v ie m b r e d e 1809 en qu e e l v ir r e y C is n e r o s a b r i ó la s ¡p u e r t a s a l c o m e r c i o b r it á n ic o , se in ic ió u n d e s e q u ilib r io c o m e r c ia l q u e a u m e n t ó c o n e l t r a n s c u r s o d e lo s a ñ o s . L a i n d u s t r i a n a c i o n a l s e p e r j u d i c ó c o n l a c o m p e t e n c i a e x t r a n j e r a , la s g u e r r a s y la s lu c h a s in te r n a s , e n c o n s e c u e n c ia e r a n e c e s a r io c o m p r a r m u c h o m á s d e l o q u e s e e x p o r ta b a . E n e s te ú l t i m o a s p e c t o , e r a n e s c a s o s l o s p r o d u c t o s q u e s e p o d í a n v e n d e r a l e x t r a n j e r o ( c a r n e s a la d a , s e b o , c u e r o s ) y e n to n c e s s a lía g r a n c a n t id a d d e o r o y p la t a . L a s itu a c ió n e m p e o r ó a ú n m á s c u a n d o lo s r e a lis t a s v o l v i e r o n a o c u p a r l a c e c a d e P o to s í. 240 rrera — destacados en Río de Ja­ neiro por el Directorio— sostenían la necesidad de coronar un monar­ ca portugués en el Río de la Plata. Se inicia la invasión El ataque portugués contra la Banda Oriental se inició en julio de 1816. Las tropas invadieron a las órdenes del general Carlos Fe­ derico Lecor, divididas en tres co­ lumnas: por el este, es decir, pró­ ximo al Atlántico, avanzó el pro­ pio Lecor; por la región central, a través del Cerro Largo, lo hizo el general Silveira, con intención El g en eral C arlo s Federico Lecor, que dirigió la invasión portuguesa a la Banda O riental en 1816. (Ó leo de M iguel Benzo.) Grande, mientras atacaba las Misiones orientales, a fin de que-los portugueses acudieran a defenderlas y en esta forma desistieran de ocupar la Banda Orien­ tal. Este plan defensivo era de difícil realización, pues exigía comandos bien organizados y tropas experimentadas; además resultaba muy problemático que los invasores dejaran de cumplir sus objetivos fundamentales al solo efecto de acudir en defensa de las M i­ siones orientales. de dirigirse — junto con la colum­ na anterior— sobre Montevideo. U n tercer contingente, a las órde­ nes del general Curado, penetró por el norte en dirección a las M i­ siones orientales, con ánimo de torcer hacia el sur, bordeando el río U ruguay; una cuarta columna quedó de refuerzo en Río Grande. Los efectivos portugueses sumaban en total unos 12.000 hombres. Artigas no fue sorprendido por la invasión y rápidamente puso en práctica un plan defensivo, con­ cebido con anterioridad. El caudillo oriental pretendía llevar una ofensiva combinada sobre Río 242 El caudillo oriental destacó a su lugarteniente Fructuoso Rivera para que contuviera a Lecor, y a Fernando Otorgués a fin de im ­ pedir el avance de la columna a las órdenes de Silveira. Por su par­ te, Artigas dispuso emprender per­ sonalmente la campaña contra las tropas portuguesas, las que, coman­ dadas por Curado, avanzaban so­ bre el norte del territorio oriental. El caudillo había organizado militarm ente las Misiones occiden­ tales, de las que era gobernador su hijo adoptivo Andresito (A n ­ drés Guacurarí), y en combinación con esas tropas dispuso invadir las Misiones orientales, para atacar al enemigo por la retaguardia. E l intento fracasó. Andresito in ­ vadió el territorio pero fue derro­ tado por tropas portuguesas y de­ bió replegarse, mientras Artigas sufrió igual suerte en su campo de Carumbé (27 de octubre de 1816). En los otros frentes de combate, las acciones tampoco favorecían a los defensores. Silveira derrotó a Otorgués en el combate de Cerro Largo y Fructuoso Rivera — el más destacado lugarteniente de A r ti­ gas— fue vencido en Ind ia M u e r­ ta, al pretender atacar a las fuer­ zas de Lecor (19 de noviem bre). se atrevieron a darle su aproba­ ción por cuanto descontaban — co­ mo así sucedió— el rechazo por parte de Artigas. F racasan las negociaciones con Buenos A ires La Provincia C isp latin a Mientras tanto, el desarrollo de las operaciones militares en la Banda Oriental había agitado la opinión pública en Buenos Aires y ya hemos visto las acusaciones le ­ vantadas por Dorrego y sus parti­ darios a la política seguida por el Directorio, aunque también era evidente que Artigas — a pesar de su d ifícil situación— no deseaba llegar a un entendimiento con el gobierno central. En medio de tantas dificultades, Pueyrredón decidió enviar al co­ ronel Nicolás de Vedia para exi­ gir a los portugueses el cumpli­ miento del armisticio firmado en el año 1812. E l último se entre­ vistó con Lecor, quien le aseguró su neutralidad con respecto a Bue­ nos Aires, pero que sus órdenes eran continuar el avance; Vedia regresó en diciembre de 1816. Las derrotas sufridas por A rti­ gas motivaron que el Cabildo de Montevideo y el delegado del cau­ dillo, M a n u el Barreño, enviaran dos comisionados a Buenos Aires para solicitar la ayuda de Puey­ rredón. Después de varias deliberaciones se firm ó un tratado por el cual los orientales recibirían lo solicitado a cambio de aceptar la autoridad del Director Supremo y del Con­ greso. Cuando los términos del acuerdo llegaron a conocimiento del Cabildo de la vecina orilla y del delegado Barreiro, ambos no A l no aceptar las condiciones impuestas por Buenos Aires, los orientales continuaron sin ayuda la desfavorable campaña contra los portugueses. A comienzos de 1817, tropas invasoras cruzaron el río Cuareim y el 3 de enero Abreu — lugarteniente de Curado— de­ rrotó a Artigas en el arroyo Ca­ talán. La columna a las órdenes de Lecor prosiguió su avance, y el 20 de enero futraba en Montevideo sin m ayor' dificultad. Artigas prosiguió la lucha con­ tra los invasores, hasta que el 14 de enero de 1820 fue vencido en Tacuarembó y debió trasladarse a la provincia de Entre Ríos. La guerra había terminado con el triunfo de los portugueses. Para otorgar a la ocupación apariencias de legalidad, los ven­ cedores reunieron el 18 de julio de 1821 un Congreso Cisplatino, cuyos integrantes se pronunciaron . en favor de la anexión con los in ­ vasores. En consecuencia, la Ban­ da Oriental pasó a depender del Reino Unido de Portugal, con el nombre de Estado Cisplatino o Provincia Cisplatina. LA GUERRA DE C O R SO . BROW N Y BOUCHARD Los corsarios del Río de la Plata A comienzos de 1815, el Direc­ torio dispuso que naves pertene243 cientes a particulares, sujetas a re­ glamentaciones y previamente au­ torizadas, se dedicaran a destruir el comercio marítimo del enemigo, representado en aquella época por España. Estas embarcaciones desarrolla­ ron su “ campaña de corso” parti­ cularmente de 1816 a 1820 y con­ viene destacar que nuestros corsa­ rios operaron con evidente correc­ ción porque antepusieron los obje­ tivos revolucionarios a su afán de lucro. El gobierno entregaba al capitán cor­ sario una Patente en la cual constaban sus obligaciones y derechos; desde ese momento, la nave y sus tripulantes permanecían al servicio de la marina del país, de acuerdo con un plazo es­ tipulado. A l regreso de su expedición, el ca­ pitán debía rendir cuenta de sus actos, y las embarcaciones que capturara quedaban sometidas — junto con su carga— al Tribunal de Presas. Una vez establecida la legalidad del proce­ dimiento, la embarcación y el conte­ nido de sus bodegas eran subastados públicamente, con excepción de las ar­ mas y municiones, que pasaban a po­ der del. Estado. El corsario y sus tripulantes recibían un porcentaje sobre los productos cap­ turados. La cam p a ñ a de Brown En setiembre de 1815, el alm i­ rante Brown inició una campaña de corso. Formó su expedición con la nave capitana Hércules, el ber­ gantín Trinidad, la goleta Consti­ tución y la corbeta H alcón, las dos últimas a las órdenes de H ip ó­ lito Bouchard. El primero en zarpar fue Brown, quien luego de hacer escalas en Colonia y Montevideo, puso proa al sur, en demanda del estrecho de Magallanes. Por su parte, Bou­ chard fue sorprendido por un fuer­ te temporal y sufrió la pérdida de la nave “ Constitución” , la que se hundió con todos sus tripulantes — alrededor de cien hombres— en las proximidades del Cabo de Hornos. Mientras tanto, las embarcacio­ nes de Brown, luego de cruzar el estrecho, anclaron en la costa chi­ lena, donde más tarde se le unió Bouchard con la corbeta “ Halcón” . Desde a llí las tres naves corsarias siguieron hacia el norte, para cum­ p lir su cometido frente a las costas peruanas, donde apresaron a varios navios españoles, entre ellos la fragata Consecuencia, que poste­ riormente y a las órdenes de Bou- Tres naves corsarias a r­ gentinas se disponen a capturar una em barca­ ción española en aguas d e l o c é a n o P a c íf ic o . El grabado — que re­ produce un óleo de E. Biggeri— nos muestra a la " H é r c u l e s " , "Trini­ d a d " y "H alcó n" cum­ pliendo la guerra de corso en el año 1815. Hipólito Bouchard (1783-1843), el va­ leroso marino francés que se destacó por su actuación al servicio de nues­ tra patria. chard se haría famosa con el nom­ bre de La Argentina. El 20 de enero de 1816, Brown blo­ queó durante diez días el puerto del Callao y luego la flota corsaria se di­ rigió hacia el golfo de Guayaquil, don­ de en arriesgada operación penetró río adentro, sembrando la destrucción entre los enemigos. En el transcurso de la lucha, varó la “ Trinidad” , y Brown — que estuvo a punto de pere­ cer— fue apresado por tropas del go­ bernador de la plaza. Después de varias negociaciones y ante ¡a amenaza de bombardeo por parte de las naves corsarias, los rea­ listas accedieron a libertarlo y a res­ tituirle la embarcación que había en­ callado. La escuadra se hizo nuevamente a la vela rumbo a las islas Galá­ pagos y desde allí Bouchard re­ gresó al Plata a bordo de la “ Con­ secuencia” , mientras Brown nave­ gó hacia las costas colombianas donde ofreció sus servicios a los patriotas que luchaban contra los españoles. El viaje de retom o fue largo y jalonado de peripecias. A bordo de la “ Hércules” — única nave que le quedaba—- enfiló rumbo a las Ga­ lápagos, luego cruzó el Cabo de Hornos y pasó a la altura del Río de la Plata con destino al mar de las Antillas donde ancló en la isla Barbados. A llí las autoridades in­ glesas se apropiaron de la nave y de todo su valioso cargamento. Desalentado, Brown se dirigió a Londres para gestionar ante el Alm irantazgo la revocación de la medida. N o obtuvo éxito y en 1818 estaba nuevamente en Bue­ nos Aires. Bouchard y "La A rg en tin a" La más destacada campaña de corso contra las naves y posesiones españolas la cumplió el capitán H ipólito Bouchard, estimulado por un decreto de Pueyrredón — mayo de 1817— , cuyas disposiciones die­ ron mayor impulso a este tipo de actividades. Cuando la fragata “ Consecuen­ cia” llegó a Buenos Aires, el T r i­ bunal competente la declaró “ bue­ na presa” y entonces fue transfor­ mada en un barco de guerra, con 38 cañones y preparada para una larga travesía. Con el nombre de La Argentina y bajo las órdenes de Bouchard, la nave partió de La Ensenada el 9 de julio de 1817, con 250 tripu­ lantes a bordo. De acuerdo con lo que constaba en la patente de cor­ so, debía hostilizar el tráfico es­ pañol por los mares de la India, en un lapso de dieciséis meses. La fragata cruzó directamente el océano Atlántico en dirección al 245 Cabo de Buena Esperanza y luego de dos meses arribó a Madagascar, donde sus tripulantes ayudaron a los británicos a reprim ir el tráfico negrero. Luego prosiguió su ruta por el océano Indico y a la altura del estrecho de Sonda una gran epidemia de escorbuto produjo nu­ merosas bajas entre los tripulantes. Después de rechazar un ataque de una flo tilla de piratas malayos, la nave corsaria llegó a M an ila y a llí hundió dieciséis barcos espa­ ñoles y apresó un bergantín arti­ llado. A pesar de la constante merma de la tripulación — consecuencia de los combates y en ferm edadesla fragata navegó hasta las islas H aw aii, donde Bouchard encontró a la corbeta argentina “ Chacabuco” , vendida por su tripulación amotinada a un rey de la isla. Los insurgentes fueron dominados y, después de recuperada la embar­ cación, Bouchard obtuvo de aquel mandatario indígena el primer reconocimiento de la Independen­ cia nacional. Junto con la nave adquirida — llamada ahora “ Santa Rosa” — “ La Argentina” llegó a las inme­ diaciones de California, para ata­ car la importante guarnición es­ pañola de M onterrey; a llí se libró un violento combate, a cuyo tér­ mino fueron arrasados la fortaleza, polvorines y almacenes. La nave corsaria prosiguió su actividad por las costas de México y la Am érica Central. En aguas nicaragüenses atacó el puerto for­ tificado del Realejo, donde luchó contra cuatro barcos enemigos, de los que hundió dos. Por último, en julio de 1819, el intrépido marino concluyó su lar246 go itinerario al fondear en el puer­ to de Valparaíso. Facsímil de la portada de la "Cons­ titución de 1819". LA CO N STITU CIO N DE 1819 Establecido el Congreso en Bue­ nos Aires, designó una comisión de cinco miembros para que re­ dactase un proyecto de Constitu­ ción, a fin de reemplazar al Re­ glamento Provisorio. La comisión redactora tuvo en cuenta las resoluciones dictadas a partir de mayo de 1-810, los pro­ yectos de lá Sociedad Patriótica y de la Comisión oficial que fueron presentados ante la Asamblea del Año X III, el Estatuto de 1815 y el Reglamento Provisorio de 1817. En el orden externo fue consulta­ da la Constitución de los Estados Unidos, la francesa de 1791 y la Constitución de Cádiz de 1812. Después de nueve meses de de­ bates, la Constitución fue sancio­ nada el 20 de abril de 1819, aun­ que la jura se aplazó hasta el 25 de mayo. El documento mantenía la divi­ sión de poderes. El Poder Legislativo lo organi­ zaba sobre la base de un sistema bicamarista. La Cámara de Repre­ sentantes estaba integrada por di­ putados, elegidos uno por cada 25.000 habitantes o fracción no in ­ ferior a 16.000. E l procedimiento de elección era indirecto y dura­ ban en el cargo cuatro años. La Cámara de Senadores estaba for­ mada por un representante por cada provincia, tres senadores m i­ litares, cuatro religiosos — un obis­ po y tres eclesiásticos— , un sena­ dor por cada Universidad y el D i­ rector de Estado una vez concluido su mandato. Duraban doce años en su cargo, pero la Cámara se reno­ vaba por tercios cada cuatro años. E l Poder Ejecutivo sería desem­ peñado por un Director Supremo elegido por ambas Cámaras a ma­ yoría de sufragios. Permanecería cinco años en sus funciones y po­ día ser reelecto una sola vez, si reunía dos tercios de votos E l Poder Judicial estaba repre­ sentado por la A lta Corte de Jus­ ticia y demás tribunales inferiores. Integraban la primera siete jueces y dos fiscales, todos ellos aboga­ dos. Serían designados por el D i­ rector con acuerdo del Senado y permanecerían en sus funciones mientras merecieran la confianza general. La Constitución también se ocu­ paba de las garantías individuales, derechos de los particulares, fina­ lidad de las cárceles, etc. Procla­ maba como religión del Estado a la católica, apostólica, romana. El porqué de su fracaso La Constitución fue jurada por el pueblo el 25 de mayo de 1819, pero no lo hicieron las provin­ cias de Entre Ríos, Santa Fe, Co­ rrientes y la Banda Oriental, to­ das ellas distanciadas políticamen­ te del Directorio. Los juristas que la redactaron pretendieron imponer una serie de leyes perfectas, que no tenían apli­ cación en un país convulsionado por las disensiones internas. Como bien se ha dicho “ era un traje magnífico, pero equivocado en las medidas e inepto por consiguien­ te a quien se destinaba” . La Constitución de 1819 fue re­ chazada por su contenido centra­ lista, monarquista y aristocrático. Mientras las provincias se sentían impulsadas por un sentimiento au­ tonomista o federal, la Constitu­ ción establecía un sistema de go­ bierno unitario a través de una orientación monárquica, que res­ pondía a la política imperante en esa época entre la clase dirigente. La Carta fundamental organizaba un gobierno unitario o centralista del cual dependerían las provincias. Cuando el Congreso trató el proyecto referente al Poder Ejecutivo, se votó en favor del sistema unipersonal que satisfacía a la tendencia monárquica. El Senado sería un cuerpo aristocrá­ tico, integrado por hombres distingui­ 247 dos — civiles, militares, eclesiásticos— , semejante a la Cámara de los Lores de Inglaterra. Los diputados de la Cámara de Representantes serían ciudadanos “ de la clase común” , que recuerda a la organización de la Cámara de los Comunes inglesa. Dice un documento de la época: “ Depositante el Poder Ejecutivo en una sola persona, el proyecto apropia a nuestro gobierno la unidad, esa cua­ lidad importante de las monarquías.” A pesar de sus errores, la Cons­ titución de 1819 señala una etapa importante en la historia del De­ recho Argentino y fue el antece­ dente más destacado — anterior a la Carta Fundamental de 1853— para organizar sobre bases estables a la Nación. LA A C C IÓ N DIPLOM ÁTICA M isión de A guirre en los Estados Unidos En cumplimiento de directivas emanadas del Congreso, tendientes a estrechar vínculos con los Esta­ dos Unidos de América, Pueyrre­ dón designó a fines de abril de 1817 a M an u el H erm enegildo de A g u irre comisionado ante esa Re­ pública del Norte. Los propósitos fundamentales de la misión eran gestionar el reconocimiento de la Independencia de las Provincias Unidas y adquirir naves y arma­ mentos para la expedición que equipaba San M artín con destino al Perú. A gu irre mantuvo varias entre­ vistas con destacadas figuras de la política norteamericana, a quienes logró interesar sobre el m ovim ien­ to emancipador de la Am érica his­ pana. E l presidente M onroe mani­ festó su adhesión a la causa de los patriotas, pero se mantuvo en una prudente actitud con respecto de España, país con el que había in i­ ciado gestiones para la compra de La Florida. A comienzos de 1818 llegó a Buenos Aires una misión oficial con el objeto de inform ar al par­ lamento de Washington sobre la acción de los patriotas. Las gestiones iniciadas por A gu i­ rre -—diplomático que regresó en 1818— fueron posteriormente co­ ronadas por el éxito, por cuanto los Estados Unidos reconocieron nuestra Independencia en marzo de 1822. R iv a d a v ia prosigue sus gestiones en Europa Después de su infructuosa ten­ tativa ante la Corte española, Ri­ vadavia se estableció en París y a llí continuó sus gestiones ten­ dientes a la coronación de un mo­ narca en el Río de la Plata, como medio para asegurar el orden en las Provincias Unidas y lograr el reconocimiento de la Independen­ cia por parte de los soberanos eu­ ropeos. Debido a la situación imperante en el V iejo Mundo, el diplomá­ tico americano debió vencer mu­ chas dificultades. De acuerdo con lo dispuesto por la Santa Alianza, España — apoyada por Rusia— sos­ tenía la legitim idad de sus dere­ chos sobre sus antiguas posesiones en América, mientras Portugal ha­ bía invadido la Banda Oriental y en hábil política negociaba con el gobierno de Buenos Aires. Por su parte Inglaterra no deseaba per­ judicar sus buenas relaciones co­ merciales con los países hispano­ americanos y en consecuencia se inclinaba a una política de media­ ción. Rivadavia recibió amplios pode­ res y se puso en contacto con el embajador español en Londres pa­ ra coronar en el Río de la Plata a un hermano de Fernando V II, pero el gobierno de Buenos Aires, enterado de sus gestiones, le orde­ nó que desistiera de ellas. Rivadavia también inició nego­ ciaciones monárquicas con Fran­ cia y a mediados de 1818 arribó a Buenos Aires el coronel L e M oy ne, representante del embajador francés en Inglaterra. El comisio­ nado se entrevistó con Pueyrredón y le hizo presente las gestiones que se realizaban para coronar rey del Río de la Plata y Chile al duque de Orleáns. No se llegó a nada definitivo y Le M oyne par­ tió de regreso a Francia. Misión de V alen tín Góm ez Ante noticias del apresto de una nueva expedición que se equipaba en Cádiz para atacar a Buenos A i­ res y a fin de obtener apoyo a sus proyectos monárquicos, el Directo­ rio creyó conveniente activar las negociaciones con Francia. En con­ secuencia dispuso enviar en cali­ dad de agente diplomático al ca­ nónigo Valentín Gómez. Según las instrucciones, el co­ misionado debía ponerse al tanto de las actividades de Rivadavia y luego llegar a un acuerdo con la corona francesa en “ los términos más ventajosos para la indepen­ dencia absoluta del país” , y en ca­ so negativo acercarse a otra po­ tencia “ que no fuera España” ; no podía llevar a término ninguna negociación “ sin esperar la san­ ción del Congreso” . Por su parte, Rivadavia debía pasar a Londres. El sacerdote y abogado José Valentín Góm ez (1774-1833), cuya gestión di­ plomática ante las cortes europeas fue !a última tentativa monárquica. A fines de 1818, Valentín Gómez llegó a París y se entrevistó con el ministro de Relaciones Exterio­ res, quien le hizo presente que el duque de Orleáns no deseaba cam­ biar sus derechos a la corona fran­ cesa, por un trono inseguro en el Río de la Plata. En nuevas negociaciones surgió la candidatura del príncipe de Lú ­ ea, que no tendría reparos por par­ te del gobierno español, por cuanto era sobrino de Fernando V IL El nuevo monarca Borbón contraería enlace con una princesa del Brasil, lo que resolvería el problema de la Banda Oriental. El Congreso aprobó las gestiones de Valentín Gómez, pero la ba­ talla de Cepeda y la caída del D i­ rectorio hicieron fracasar la ten­ tativa. Como bien dice el historia­ dor M itre: “ el príncipe de Luca fue el ú ltim o soberano que reinó en la im aginación de los monar­ quistas del Río de la Plata” . 249 248 C U ESTIO N A R IO 1. ¿C uál fue la disposición más importante del Estatuto Provisional? 2. ¿Q ué sistema se aplicó para elegir a los diputados? 3. ¿Q ué pe­ ligros am enazaban a la Revolución Argentina a comienzos d e '1816? 4. ¿Cuándo inició sus sesiones el Congreso de Tucumán? 5. ¿Q ué atri­ buciones tuvo la asam blea? 6. ¿Q ué asuntos fundam entales debía resolver? 7. ¿Fue un acierto la designación de Pueyrredón? 8. ¿Por qué bregaron San Martín y Belgrano ante los congresales? 9. ¿C u án ­ do fu^ d eclarad a solemnemente nuestra Independencia? 10. ¿Q ué ideas predom inaban con respecto a la forma de gobierno a ad op ­ tar? 11. ¿Q ué causas motivaron el traslado del Congreso a Buenos Aires? 12. ¿Por qué sufrió modificaciones el Estatuto de 1815? 13. ¿Cómo dividía los poderes el Reglamento Provisorio de 1817? 14. ¿Q ué dificultades internas debió vencer Pueyrredón? 15. ¿Quiénes fueron desterrados? 16. ¿C uál era la situación en las provincias? 17. ¿Cómo terminaron los incidentes en Córdoba, Santiago del Es­ tero y La Rioja? 18. ¿C uál fue la obra cultural y adm inistrativa de Pueyrredón al frente del gobierno? 19. Mencione algunos motivos de la invasión portuguesa a la Banda O riental en 1816. 20. ¿Con cuántas columnas invadieron los portugueses el territorio oriental? 21. ¿Q ué plan defensivo aplicó Artigas? 22. ¿Aceptaron los orien­ tales la ayuda de Buenos Aires? 23. ¿Cómo terminó la guerra? 24. ¿Qué características tuvo la acción de nuestras naves corsarias? 25. ¿Q ué cam paña cumplió la flotilla a las órdenes del alm irante Brown? 26. ¿C uál fue el derrotero de Bouchard a bordo de "La A rgentin a"? 27. ¿Q ué antecedentes tuvo en cuenta la comisión que redactó la Constitución de 1819? 28. ¿C uál era el contenido de la citada Constitución? 29. ¿Por qué fue rech azad a? 30. Resuma la acción diplomática cumplida por Manuel Hermenegildo de Aguirre, Bernardino Rivadavia y Valentín Gómez. La situación en Chile. San M artín, gobernador intendente de Cuyo. El Ejército de los Andes. El paso de los Andes. Chacabuco. La cam paña del sur de Chile. La b atalla de M aipú. La expedición libertadora al Perú. Proclamación de la inde­ pendencia del Perú. Síntesis de la cam paña de Bolívar hasta 1822. La entrevista de G u ayaq uil. El ostracismo del héroe. LA SITUACIÓN EN CHILE La derrota de R ancagua El 18 de setiembre de 1810 se inició en Chile el movimiento emancipador, que no pudo conso­ lidarse debido a las rencillas in ­ ternas. Poco más tarde se produjo un nuevo cambio de gobierno, cuando el audaz chileno José M i ­ guel Carrera — ayudado por sus hermanos Juan José y Luis— se adueñó del poder e implantó una dictadura. Mientras tanto, aprovechando que las pasiones políticas dividían a los revolucionarios, las fuerzas realistas se organizaban para re­ conquistar el territorio chileno. Por esas épocas comenzó a des­ tacarse el teniente coronel Bernar­ do de O ’H iggins, patriota valeroso, quien tomó el mando de las tro­ pas defensoras, ante varios fracasos de Carrera. U n gran distanciamiento existía entre ambos hom­ bres públicos. Finalmente, el 1 de octubre de 1814, el ejército realista cayó sobre Rancagua y venció a O’Higgins, quien se abrió paso entre las filas enemigas y seguido de quinientos hombres logró trasladarse a M en ­ doza. 251 Por su parte, José M igu el Ca­ rrera — también perseguido por los realistas— transpuso la cordi­ llera para no volver nunca más a su patria. La derrota de Rancagua permi­ tió a los españoles ocupar la ciu­ dad de Santiago y restablecer su dominación en Chile. SAN MARTIN, G O B ERN A D O R INTENDENTE DE CU YO San M artín entregó el mando del Ejército del Norte en abril de 1814 y de allí -e dirigió a una estancia próxima a la ciudad de Córdoba, donde maduró sus pla­ nes de cruzar los Andes, para bus­ car por Chile la ruta de Lima. A su solicitud, el Director Posadas lo designó el 10 de agosto de ese año gobernador intendente de Cuyo, región que comprendía las actua­ les provincias de Mendoza, San Juan y San Luis. 252 San M artín se hizo cargo de sus nuevas funciones en los primeros días de setiembre y bien puede afirmarse que su llegada a M en ­ doza fue providencial, pues en esos momentos los ejércitos realis­ tas vencían a los patriotas chilenos y amenazaban la libertad de las Provincias Unidas. Hacía un mes que San M artín se encontraba en Mendoza, cuan­ do llegaron a esa ciudad los dis­ persos del ejército chileno destrui­ do en Rancagua. Inmediatamente organizó el auxilio de los emigra­ dos, pero José M igu el Carrera — altanero y ambicioso— preten­ dió imponer su voluntad, sin res­ petar las directivas ni la jurisdic­ ción del gobernador intendente. Varios incidentes provocaron una creciente tirantez de relacio­ nes, hasta que el 30 de octubre San M artín con sus fuerzas — apo­ yado por O’Higgins— rodeó el campamento del jefe chileno y le exigió que, junto con sus hombres, depusiera las armas en el acto. Carrera debió aceptar la orden, pero desde ese momento guardó profunda enemistad al gobernador de Cuyo. A l enterarse San Mártín de que, el 10 de enero de 1815, Carlos de Alvear había reemplazado a Posadas en el cargo de Director Supremo, presentó la renuncia de gobernador intendente de Cuyo, argumentando motivos de salud. Alvear se apresuró a concedersela y nombró en su lugar a Gregorio Per­ driel, quien partió en seguida hacia Mendoza. El pueblo cuyano manifestó su dis­ conformidad con el alejamiento de San Martín, y un Cabildo abierto, reunido en Mendoza, resolvió — desconociendo la orden impartida desde Buenos A i­ res— que el ilustre argén lino conti- Retrato del general San M artín, según un óleo de G il de Castro. (Museo Histórico N acional.) nuara al frente de la gobernación. A l­ vear debió aceptar el hecho consumado. A l frente de la provincia de Cu­ yo, San M artín se reveló como ejemplo de energía y organiza­ ción, por cuanto desplegó una m últiple actividad, tanto en el or­ den m ilita r, con la formación del Ejército de los Andes, como en el administrativo y político. Acción política Hemos visto la influencia ejer­ cida por San M artín a través de , los diputados cuyanos sobre el Congreso de Tucumán, para que éste procediera sin demora a la de­ claración de la Independencia. El gobernador de Cuyo también sostuvo la candidatura de Puey­ rredón para el cargo de Director Supremo, y cuando el último — ya designado— se disponía a trasla­ darse a Buenos Aires para asumir sus funciones le propuso una en­ trevista, dado que el éxito de la campaña emancipadora exigía el más franco apoyo del gobierno de Buenos Aires. San M artín y Pueyrredón se en­ trevistaron en la ciudad de Córdo­ ba el 15 de julio de 1816, dentro del mayor secreto, “ desde las cin­ co de la tarde hasta la una del día siguiente” . El Director Supre­ mo aceptó el plan del futuro l i ­ bertador y cumplió con honor el sagrado compromiso de ayudar a equipar el Ejército de los Andes. Acción adm inistrativa A comienzos del año 1815, la provincia de Cuyo debía enfrentar una delicada situación financiera, por cuanto la interrupción de su comercio con Chile, a causa de la derrota de Rancagua, había redu­ cido sus ingresos a menos de la tercera parte. San M artín ordenó rápidas y enérgicas medidas de emergencia. Decretó un impuesto general so­ bre todos los habitantes, de acuer­ do con la cantidad de sus bienes; aplicó empréstitos forzosos a los residentes españoles y ordenó la venta de las tierras públicas. En esta acción económica — cu­ ya finalidad era transformar a la provincia en el baluarte de la Re­ volución— colaboraron con efica­ cia los tenientes de gobernador de San Juan y San Luis, Ignacio de la Rosa y Vicente Dupuy, respec­ tivamente. Además, el noble y ge­ neroso pueblo cuyano entregó nu­ merosas donaciones, tanto en di­ nero como en especie. 253 En otros aspectos de su múltiple ac­ tividad, San Martín reglamentó el tra­ bajo de los peones en el campo, y para impedir el vicio controló el funciona­ miento de las pulperías. Dispuso que todo propietario de tierra entregara un plano con la extensión de las mismas, a fin de precisar con exactitud los impuestos. Ordenó aplicar la vacuna antivarió­ lica a los pobladores de la ciudad y la campaña; reglamentó el servicio de postas y prohibió el giro de cartas de un pueblo a otro, para que no tras­ cendieran al enemigo sus preparativos militares. También se preocupó por el aspecto edilicio de Mendoza. Además se interesó por la edu­ cación popular y debido a su apo­ yo comenzó a funcionar el colegio de la Santísima Trinidad de M en ­ doza. Para dedicarse preferentemente a la formación del Ejército de los Andes y de acuerdo con una dis­ posición del Directorio, San M ar­ tín entregó el mando civil de la provincia de Cuyo — en setiembre de 1816— al nuevo gobernador intendente, coronel T orib io Luzuriaga. EL EJÉRCITO DE LOS ANDES La form ación de los efectivos San M artín formó el plantel in i­ cial de su ejército con dos compa­ ñías de infantería, dos escuadrones del regimiento de Granaderos a Caballo y el batallón N ’ l l co­ mandado por Gregorio Las Heras; desde Buenos Aires llegaron varios i L a c r e a c ió n d e l M a r tín y P u e y r r e d ó n 1 d e a g o s to d e contingentes con armas y muni­ ciones. Para alcanzar el número de sol­ dados requerido, era necesario el aporte local y San M artin se preo­ cupó desde un principio en exal­ tar el patriotismo y el espíritu combativo del pueblo cuyano. De­ cretó el reclutamiento obligatorio de todos los hombres aptos com­ prendidos entre los 16 y 50 años, y ordenó a los tenientes de gober­ nador de San Juan y San Luis que tomaran idénticas medidas. A fines de enero de 1815, dispuso la incorporación de los esclavos pertenecientes a los españoles eu­ ropeos, quienes desde ese momento debían considerarse libertos. San M artín vigilaba todos los detalles relativos al personal y a la organización material del ejér­ cito, sin olvidar el estudio de­ tenido de mapas y estadísticas. Fueron sus principales colaborado­ res el general chileno Bernardo O ’H iggins y el teniente coronel Las Heras. Una de las primeras disposicio­ nes de Pueyrredón cuando arribó a Buenos Aires fue designar a San M artín general en jefe del E jército de los Andes 1. T a l como lo había prometido, envió al futuro Libertador todos los elementos que estaban a su alcance y que pudie­ ran ser de utilidad para la em­ presa andina. Las entregas se prolongaron por un lapso de seis meses, hasta fines de 1816, y así arribaron a Cuyo gran cantidad E j é r c i t o d e lo s A n d e s s e r e s o l v i ó e n l a e n t r e v i s t a e n C ó r d o b a . E l d e c r e to c o n la d e s ig n a c ió n d e S a n s o s te n id a p o r S a n M a r t in tie n e fe c h a 1816. P o r s u p a r t e , e l C o n g r e s o d e T u c u m á n d i s p u s o o t o r g a r a l il u s t r e p a t r i o t a e l g r a d o d e " C a p it á n G e n e r a l d e P r o v in c ia c o n e l tr a ta m ie n to d e E x c e le n c ia ” , p e r o é s te re h u s ó a c e p ta r la d is tin c ió n . 254 de frazadas, arrobas de charqui, pon­ chos, recados, etcétera. Para valorar la actitud del Director Supremo debe tenerse en cuenta la de­ licada situación política imperante en Buenos Aires, la escasez de recursos, la necesidad de no abandonar la atención del Ejército del Norte y los aconteci­ mientos que se producían en la Banda Oriental con la invasión portuguesa. En una carta redactada a fines de 1816, Pueyrredón le dice a San Mar­ tin: “no me vuelva usted a pedir más, si no quiere recibir la noticia de que he amanecido colgado en un tirante de la Fortaleza” . Los armamentos que debían utilizar las tropas fueron en su gran mayoría fabricados en M en ­ doza, en una maestranza que San M artín confió a fray Luis Beltrán, hombre de ingenio que demostró gran capacidad y probado patrio­ tismo. A la luz de las fraguas y con precarios elementos de traba­ jo, dirigió la fabricación de caño­ nes, balas, cureñas, bayonetas y otros elementos de suma utilidad para el ejército. El mayor A ntonio Álvarez Condarco se encargó de dirigir la ela­ boración de la pólvora, en canti­ dad suficiente como para satisfa­ cer la demanda del ejército. Las mujeres cuyanas trabajaron en la confección de los uniformes hechos con tela de bayeta, previa­ mente teñida de azul. En la primavera del año 1816 y a fin de adiestrar y disciplinar a sus soldados, San M artín concen­ tró su ejército en el campamento del P lum erilla , próximo a M endo­ za. En ese sitio se construyeron cuarteles espaciosos, con divisiones para las compañías y alojamientos de jefes y oficiales. . Los ejercicios militares se in i­ ciaban al salir el sol y se prolon­ gaban hasta el anochecer, aunque algunas veces la madrugada sor­ prendía a los hombres en plena actividad. San M artín aleccionaba personalmente a los soldados, im ­ partía lecciones de academia a los oficiales, vigilaba el cumplimien­ to de las órdenes establecidas y se mostraba in flexible en el castigo, 255 ron las verdaderas actividades de Var­ gas, a quien calificó de “benemérito ciudadano” . El ingeniero Á lvarez Condarco dirigió la fabricación de la pólvora y también efec­ tuó el reconocimiento de los pasos cordi­ lleranos — Los Patos y U spallata— para comprobar si era posible que ei ejército de San M artín ios cru zara rumbo a Chile. cuando las circunstancias así lo exigían. La actividad secreta contra el enem igo Mientras San M artín organiza­ ba su ejército, dispuso tender una red de espionaje sobre el campo enemigo, que llamó “ la guerra de zapa” . Con suma habilidad pudo obtener datos de interés para el futuro desarrollo de las operacio­ nes, propaló noticias falsas al solo objeto de confundir a los realistas y utilizó su buena dosis de ingenio para reprim ir un peligro u obte­ ner una ventaja. En este nuevo aspecto de su personalidad, el L i­ bertador demostró excepcionales condiciones. En diciembre de 1815, arribó a Santiago el mariscal Francisco M a rcó del Pont, quien reemplazó a Osorio en el cargo de capitón general de Chile. E l nuevo manda­ tario era un hombre incapaz, que al extremar los rigores del absolu­ tismo realista atizó el desconten­ to de los patriotas y persuadió aún más a San M artín sobre la nece­ sidad de llevar a la práctica sus planes de liberación. En enero de 1816, San Martín dis­ puso aprovechar el entusiasmo del ene­ migo después de Sipe-Sipe y para atraerlo hacia Mendoza, donde pensa­ ba derrotarlo, enteró a Marcó del Pont de que las provincias de Cuyo queda­ rían desguarnecidas, por cuanto el go­ bernador debía marchar hacia el norte. “Con esta tramoya — escribió San Mar­ 256 tín— el enemigo se confía, viene a bus­ carnos y en los campos de Mendoza conquistamos a Chile.” Marcó del Pont creyó en el éxito de la operación, pero guiado por su ineptitud no se atrevió a realizarla. Varios fueron los hombres que utilizando los más variados proce­ dimientos se hicieron acreedores a la confianza de los realistas y en esta forma obtuvieron valiosa in­ formación. En esta peligrosa tarea colaboraron varios emigrados chi­ lenos, que volvieron a su tierra quejosos de supuestos malos tratos. Los agentes secretos no sólo enviaron datos de interés al general San Martín, sino también se dedicaron a difundir falsas informaciones, que sembraron el desconcierto entre las filas enemigas. Entre los numerosos nombres que podrían citarse, bástanos mencionar a Manuel Rodríguez, chileno que desem­ peñó riesgosas empresas, y a Pedro Vargas, natural de Mendoza. El último demostró públicamente su fingida fi­ delidad a la corona española y como verdadero mártir de la causa sufrió cárceles y confinamientos. En esta for­ ma pudo obtener de los más acérrimos realistas datos de sumo interés para la campaña emancipadora. Después de la batalla de Maipú, San Martín comu­ nicó al gobierno argentino cuáles fue­ A comienzos de diciembre de 1816, San M artín comisionó a su ayudante, el mayor Álvarez Con­ darco, para que entregara al go­ bernador de Chile una copia del acta de la Independencia argen­ tina. Sin embargo, el verdadero propósito del viaje era que el co­ misionado — poseedor de una ex­ celente memoria visual—- retuvie­ se los accidentes geográficos, a fin de trazar el itinerario a seguir por el grueso del ejército en el cruce de los Andes. Condarco transpuso la cordille­ ra por el paso de Los Patos, y una vez en Santiago — tal como era de prever— Marcó del Pont ordenó quemar las comunicaciones en la plaza pública y le obligó a regre­ sar en el acto por el paso más corto, que era el de Uspallata. Los fines de la misión se habían cumplido: Condarco obtuvo datos precisos de la topografía cordille­ rana. La p atrañ a y la B and era del Ejército Para consolidar la organización de las tropas, San M artín estable­ ció sólidas bases morales; con este propósito — a imitación de Bel­ grano— introdujo entre sus hom­ bres las prácticas religiosas. Eligió patrona del ejército a la Virgen del Carmen e hizo enar­ bolar la bandera nacional bajo la advocación de la divinidad y de la patria en una solemne ceremonia que se realizó en la ciudad de Mendoza el 5 de enero de 1817, pocos días antes de la partida del ejército hacia la magna empresa libertadora. A l amanecer de ese día, el ejército con uniforme de gala abandonó el campamento del Plumerillo y a las diez de la mañana hizo su entrada en la ciudad de Mendoza. El historiador Pacífico Otero descri­ be la ceremonia en la siguiente forma: “ La columna hizo alto frente al tem­ plo de San Francisco, para esperar allí que saliera la imagen de Nuestra Se­ ñora del Carmen, declarada Patrona B a n d e ra d e l Ejército d e ios A n d e s, b o r d a ­ d a en M e n d o za p o r R em edios E s c a la d a d e S a n M a rtin , L a u re a n o d e O l a z á b a l, M a r ­ g a r it a C o r v a lá n , M e rce d e s Á lv a r e z y Do­ lo re s P rats. El g e n e ra l S a n M a rtín p resen tó la g lo ­ rio sa b a n d e ra a su e jército el 5 d e e n e ro d e 18 17. columnas secundarias cruzaran los Andes por otros pasos, para luego reunirse con todos los efectivos en territorio chileno. levantado en América! La batió por tres veces mientras la tropa y el pue­ blo respondían con un ¡Viva la Patria!, rompían diana las bandas militares y la artillería hacía una salva de veinti­ cinco cañonazos.” Luego San Martín agregó: “ ¡Solda­ dos! ¿Juráis sostenerla muriendo en su defensa como yo lo juro?” “ ¡L o ju­ ramos!”, respondieron ías tropas a coro. El cruce de la cordillera E l 12 de enero de 1817 inició la marcha desde San Juan una co­ lumna que integraba el ala norte del ejército, a las órdenes del co­ ronel Bautista Cabot. Después de cruzar el paso de Guana, se inter­ nó en territorio chileno v tomó la ciudad de la Serena y el puerto de Coquimbo. Casi simultáneamente partió de La Rioja otro destacamento a car­ go de los coroneles Francisco Zelada y Nicolás D ávila; estos efec­ tivos atravesaron la cordillera por el paso de Come Caballos, para adueñarse de Copiapó, al norte de Chile. EL PA SO DE LOS ANDES del Ejército de los Andes. Luego se inició una procesión hacia la iglesia matriz, en donde en un sitial, cubierto con un tapete de damasco rojo, había sido colocada la bandera, sobre una bandeja de plata.” “ A la bendición de la bandera siguió la misa cantada y después del evange­ lio, el capellán castrense, don Lorenzo Güiraldes, pronunció un discurso re­ lacionado con la solemnidad. A l fina­ lizar la misa, cantóse un Tedeum y entonces, se organizó de nuevo la procesión. San Martín y los que le acompañaban formaron el cortejo y se dirigieron hacia un tablado construido al costado de la iglesia y con frente a la plaza.” “ A l asomar la bandera y con ella la imagen de la Virgen, los cuerpos presentaron armas y batieron marcha. Acto continuo San Martín se acercó a la imagen y puso en su mano su bastón de mando. Luego tomó la ban­ dera y con voz alta pronunció estas palabras: ¡Soldados, ésta es la prime­ ra bandera independiente que se ha 258 A mediados de enero de 1817 — época de los deshielos— el Ejér­ cito de los Andes se encontraba listo para iniciar la campaña. Con­ taba con 4.000 hombres de tropa y 1.200 milicianos auxiliares, para conducir víveres y municiones, to­ dos bajo el mando supremo del general San M artín, de quien de­ pendían a su vez unos doscientos jefes y oficiales. Junto con los efectivos debían cruzar las montañas 10.600 muías de silla y carga, 1.600 caballos y 700 cabezas de ganado, las últimas destinadas a la alimentación. San M artín resolvió que el terri­ torio chileno debía ser invadido a través de los pasos de Uspallata y Los Patos, para cortar por el cen­ tro a las líneas realistas y dirigir­ se luego a la capital. Sin embargo, era necesario que el enemigo — ya desorientado por la guerra de za­ pa— ignorara la zona donde ata­ caría el grueso del ejército patrio­ ta; en consecuencia, dispuso que S a n M a rtín a l fren te d e l Ejército L ib e rta d o r a v a n ­ z a por los a b ru p to s c a ­ m inos d e la c o r d ille r a , b o rd e a d o s p o r p re c ip i­ cios y en m edio d e l frío y la d eso lació n . D e b id o a lo riesg oso de la tr a v e s ía , los cañ o n e s fu ero n p ro te g id o s con p ie le s d e v a c a y g ru e sa s c a p a s d e la n a , m ientras la s m un icion es, cu re ñ a s y~c*ros im plem en tos h é ­ ticos e ra n co n d u cid o s a lom o d e m uía. (Ó le o d e P. M a g g i.) Una de las columnas del ala sur, a las órdenes del coronel chileno Ramón Freire, inició la marcha el 14 de enero y luego de cruzar el paso del Planchón venció a un contingente realista en la región denominada Vegas del Cumpeo y penetró en la ciudad de Talca. Otra de las columnas auxiliares destacadas al sur, bajo las órdenes del comandante José Lemos, atra­ vesó la cordillera por el paso del Portillo, con tropas pertenecientes al fuerte de San Carlos. Mientras tanto, el grueso del ejército patriota inició el avance dividido en cuatro cuerpos, a las órdenes respectivas de Las Heras, Soler, O’H iggins y San Martín. La columna del primero empren­ dió la marcha el 18 de enero y se internó por el paso de Uspallata, seguida a dos jornadas por fray Luis Beltrán con la artillería y el parque. A l día siguiente avanzó por Los Patos la vanguardia de la restante columna bajo el mando de Soler, y a distancia de una jornada, la reserva con O’H iggins y San M ar­ tín. E l fraccionamiento de las tro­ pas era una medida necesaria pa­ ra evitar la congestión en los estrechos senderos cordilleranos. El paso de los Andes ha sido comparado con las hazañas de Aníbal y Napoleón; sin embargo, los últimos fueron guiados por la venganza y la ambición, en cam­ bio, la epopeya sanmartiniana, grande en sí militarmente, supera a otras por la nobleza de sus obje­ tivos: la independencia y la li­ bertad. C H A C A B U CO En los primeros días de febrero de 1817, el Ejército de los Andes había cumplido su memorable ha­ zaña y descendía por las cuestas occidentales de la cordillera. La división del general Las H e­ ras encontró resistencia del ene­ migo en Picheuta, pero luego lo venció en Potrerillos, mientras la vanguardia tomaba la posición fortificada de Guardia Vieja. A los pocos días, esta división penetra­ ba en la ciudad de Santa Rosa de los Andes. Por su parte, la vanguardia de Soler derrotó a los realistas en Achupallas y luego volvió a ven­ cerlos en Las Coimas. Estas victorias permitieron a San M artín concentrar sus efecti­ En medio de encarniza­ da lucha, el general San M artín, al frente de los granaderos, decide en su favor la batalla de Chacabuco. (Óleo de Tomás Vandorse.) vos e n . las proximidades de la cuesta de Chacabuco, para iniciar — de acuerdo con sus planes— un movimiento convergente sobre la ciudad de Santiago. La b a ta lla de C hacabuco Para ocupar la capital de Chile, San M artín debía franquear el cerro de Chacabuco — de una al­ tura máxima de 1.300 metros— que lo separaba del valle donde está erigida la ciudad de San­ tiago. Por su parte, el general Marcó del Pont reunió sus dispersas tro­ pas y designó general en jefe a Rafael M aroto, enérgico m ilitar que sin tardanza marchó a la ha­ cienda de Chacabuco, donde esta­ bleció su campamento. El 12 de febrero de 1817, San M artín distribuyó su ejército en dos divisiones: la que debía avan­ zar por la derecha la confió a Soler y la de la izquierda a O’Higgins. Ambas debían efectuar un ataque simultáneo y conver­ gente sobre las posiciones ene­ migas. O’H iggins avanzó sin dificultad y olvidando la consigna atacó de inmediato a las tropas de Maroto, pero fue rechazado. Advertido San M artín de que el combate se ha­ bía iniciado antes de tiempo, ordenó a Soler que apurase su avance y luego personalmente em­ bistió al enemigo con sus granade­ ros. En esas circunstancias, la di­ visión de Soler atacó el flanco iz ­ quierdo realista. Los soldados de Maroto buscaron su salvación en la huida. Los españoles tuvieron 500 muer­ tos, 600 soldados cayeron prisio­ neros y dejaron en el campo de batalla gran cantidad de armas, municiones, el parque, varias ban­ deras y estandartes. Las pérdidas de los patriotas fueron escasas: 12 muertos y 120 heridos. La batalla de Chacabuco fue la resultante de un hábil plan táctico trazado por San M artín, quien — según gráfica expresión— lleva­ ba “ la victoria en el bolsillo” . De no mediar la temeridad de O’Higgins, reconocido, sin embar­ go, como el héroe de la jornada, la lucha hubiera sido m uy breve y menos encarnizada. Consecuencias de la victoria ' San M artín dispuso que su cu­ ñado, el coronel M anuel Escalada, se trasladase a Buenos Aires para comunicar el resultado del en­ cuentro. El comisionado cruzó los Andes, pasó por Mendoza y el 26 de febrero fue recibido por 261 Documento de puño y letra del general San M artín, en el que comunica a l Direc­ tor Supremo de las Provincias U nidas del Río de la Plata la entrada del Ejército Libertador en la ciudad de San tiag o, ca­ pital de Ch ile . (Archivo G en e ral de la Nación.) de Santiago y pretendió lle g a r a V alparaíso con ánim o de pasar a L im a , pero fue apresado. Llevado a presencia de San Martín, sostuvo con su vencedor una conferen­ cia y luego fue trasladado a Mendoza, en calidad de prisionero de guerra. De allí pasó a San Luis, donde fue tes­ tigo de la conspiración encabezada por otros jefes españoles detenidos. Final­ mente, Marcó del Pont falleció en una estancia puntana, en mayo de 1821. Pueyrredón, a quien entregó una bandera tomada a los realistas. Buenos Aires recibió con júbilo el triunfo de Chacabuco. El trofeo fue paseado en medio de repiques de cam­ panas, salvas de artillería y aclamacio­ nes populares. Los poetas escribieron odas inspira­ das en la victoria y a San Martín se lo calificó de “ Héroe de los Andes” . El gobierno otorgó a su hija María Mercedes la pensión vitalicia de 600 pesos fuertes anuales1. También se confirió a San Martín el grado de Brigadier de los Ejércitos de la Patria, pero el insigne militar rechazó el ho­ menaje con estos términos: “ Tengo empeñada solemnemente mi palabra de no admitir grado ni empleo alguno militar ni político.” Después de su fracaso en Chacabuco, Marcó del Pont evacuó rápi­ damente con sus tropas la ciudad E n la m añana del 14 de febrero, San M a rtín entró con su ejército en la ciudad de Santiago, entre las aclamaciones de la m ultitud, aun­ que con su acostumbrada modes­ tia eludió todos los homenajes. Ig u a l actitud asumió cuando un C abildo abierto le quiso entregar el gobiern o; entonces fu e designa­ do D irector Supremo del Estado de C h ile e l gen eral Bernardo de O’H iggin s. El gobierno chileno quiso honrar a San Martín y lo designó Brigadier Ge­ neral de Ejército, pero, de acuerdo con sus principios, el ilustre argentino re­ chazó el nombramiento, aunque acep­ tó conservar la jefatura de las tropas, para llevar adelante sus planes eman­ cipadores. El Cabildo de Santiago le otorgó un premio de diez mil onzas de oro, que el vencedor de Chacabuco destinó a la creación de una biblioteca pública en aquella ciudad, para “ que todos se ilus­ tren en los sagrados derechos que for­ man la ciencia de los hombres libres” . 1 San M artín contrajo enlace con M a ría de los R em ed ios Escalada el 12 de setiembre de 1812. L a señora se trasladó a M endoza con su esposo y allí nació —el 24 de agosto de 1816— la niña M a ría M erced es Tom asa San M a r tín . 262 San Martín decidió viajar a Buenos Aires a fin de obtener los recursos necesarios para continuar la campaña rumbo al Perú. Salió de Santiago — acompañado de su edecán y baquea­ no—- en marzo de 1817 y luego de pasar por Mendoza, donde no pudo eludir una fervorosa recepción, llegó de incógnito a la capital del Plata. Conferenció con Pueyrredón y le hizo presente la necesidad de conseguir na­ ves y con este propósito se resolvió co­ misionar ante los Estados Unidos a Manuel Hermenegildo de Aguirre y a Gregorio Gómez. A mediados de mayo, San Martín estaba de regreso en San­ tiago. Una de sus primeras disposicio­ nes fue establecer en esa ciudad una filial de la Logia Lautaro, or­ ganización secreta que tuvo activa participación en el desarrollo de los sucesos políticos chilenos. O’Higgins — también afiliado a la Logia—- encabezaba el partido gubernista, el que debió enfrentar la oposición de los hermanos Carre­ ra, por entonces establecidos en territorio argentino. LA C A M PA Ñ A DEL SUR DE CHILE Curctpaligüe y G a v ilá n Después de la derrota sufrida en Chacabuco, los realistas se agruparon al sur del territorio chi­ leno, bajo las órdenes de José Ordóñez, hábil militar que desem­ peñaba el cargo de gobernador de la ciudad de Concepción. El general San Martín dispuso terminar con ese foco de resisten­ cia y en febrero de 1817 envió a Las Heras al frente de una colum­ na expedicionaria. Estos efectivos acamparon en la hacienda de Curapaligüe y allí se impusieron a Ordóñez — que pretendió sorpren­ derlos— el día 5 de abril. La victoria permitió a Las Heras ocupar la ciudad de Concep­ ción, mientras los realistas se re­ fugiaron en Talcahuano. Ordóñez recibió refuerzos por mar y entonces dispuso atacar al pequeño ejército independiente, que había acampado en el cerro Gavilán. El 5 de mayo se produjo el encuentro, a cuyo término los realistas fueron rechazados con grandes pérdidas y debieron bus­ car nuevamente refugio en el puerto fortificado de Talcahuano. Cuando el enemigo ya estaba en fuga, llegaron al campo de ba­ talla refuerzos a las órdenes de O’Higgins. Con estos efectivos, los patriotas consolidaron sus posicio­ nes e iniciaron el sitio de Talca­ huano, que se erigió en el centro de la resistencia realista en el sur de Chile. A l cabo de cinco meses de ase­ dio, el Director de Chile dispuso tomar esa plaza por asalto. El 6 de diciembre y dividido en tres co­ lumnas el ejército independiente se lanzó contra las fortificaciones defendidas por las fuerzas de Or­ dóñez. Aunque las tropas argentinas y chilenas lucharon con legendario valor, no consiguieron tomar la plaza de Talcahuano. San Martín ordenó a O’Higgins que se retira­ ra hacia el norte, a fin de empren­ der con éxito futuras acciones. Proclam ación de la independencia de Chile El curso de la lucha hacía nece­ saria una pública demostración de patriotismo como prueba de fe en el triunfo final. O’Higgins dispuso consultar la opinión popular para 263 que Chile declarase su indepen­ dencia y, obtenido el consentimien­ to, la solemne ceremonia se efec­ tuó en la plaza principal de San­ tiago, el 12 de febrero de 1818, prim er aniversario de la victoria de Chacabuco. El pueblo se expresó en favor de la independencia por medio de sufragios en los cuales debía manifestar si quería volver al régimen anterior o romper los vínculos que ligaban al país con España. No se registró un solo voto favorable a la sumisión. A la solemne ceremonia realizada en la plaza principal de Santiago asistie­ ron el general San Martín, el Director Delegado Luis de la Cruz (O ’Higgins se encontraba en el sur), funcionarios, efectivos militares y numeroso público. El ministro de Estado, don Miguel Zañartú, leyó el acta de la Indepen­ dencia, por la cual “ el territorio conti­ nental de Chile y sus islas adyacentes forman de hecho y por derecho un Es­ tado libre, independiente y soberano y quedan para siempre separados de la monarquía de España” . Luego se efec­ tuó la jura “ en nombre de Dios y de la Patria”. El acta fue enviada a O’Higgins, quien la firmó en su cam­ pamento. La invasión de Osorio. C an cha R a yad a A fin de efectuar una ofensiva contra los patriotas, el virrey del Perú envió una flota a las órdenes de M ariano Osorio — el vencedor de Rancagua— , que a mediados de 1818 desembarcó en Talcahuano 3.500 hombres, que se sumaron a los 1.700 realistas atrincherados en esa plaza. Para esperar al enemigo, que de acuerdo con sus informes debía desembarcar cerca de Valparaíso, San M artín acampó en la hacien­ da de Las Tablas, pero enterado de que los realistas avanzaban por 264 tierra hacia la línea del río M au­ lé, dispuso marchar rumbo al sur, para unir sus fuerzas con las de O’Higgins. Ambos ejércitos patrio­ tas se encontraron el 6 de marzo en la población de San Fernando. Osorio con sus tropas cruzó el río Maulé, pero el general argen­ tino — a quien el jefe realista creía en retirada— avanzó inme­ diatamente y ante esta actitud los españoles retrocedieron por el ca­ mino de la costa, seguidos en marcha casi paralela por los pa­ triotas, deseosos de cortar la reti­ rada del enemigo. A l tanto de la maniobra, Osorio apuró su retro­ ceso y buscó refugio en Talca. San M artín, con el ejército argentinochileno, acampó frente al realista en un terreno accidentado, cono­ cido con el nombre de Cancha Rayada. En la tarde del 19 de marzo de 1818, San M artín dispuso los efec­ tivos en dos columnas, pero resol­ vió atacar al día siguiente, por cuanto el sol se ocultaba en el ho­ rizonte. Esa misma noche, Ordóñez propuso a Osorio sorprender a los patriotas, quienes se verían perjudicados por la oscuridad rei­ nante. En previsión de un ataque sor­ presivo, San M artín ordenó a su ejército un cambio de frente, pero en esas circunstancias los realistas embistieron con ímpetu, lo que originó un confuso y sangriento combate. A l cabo de dos horas, el ejército independiente debió dis­ persarse, abandonando sus per­ trechos, parque y artillería. “ El general O’H iggins — dice un do­ cumento— , cuyo caballo había si­ do muerto por un balazo, acababa de montar otro que le presentaba uno de sus ayudantes, cuando reci­ La solemne ceremo­ nia de la proclam a­ ción de la indepen­ d e n c ia d e C h ile , según un cuadro de Pedro Subercaseaux. bió una herida de bala que le frac­ turó el brazo derecho.” A pesar del contraste, Las H e­ ras — que pudo efectuar el cam­ bio de frente— retiró en orden su división, integrada por más de 3.000 hombres. Cuando la noticia del revés su­ frido en Cancha Rayada se cono­ ció en Santiago, la ansiedad y el pánico cundieron entre los pobla­ dores. Los confusos detalles apor­ tados por testigos de aquella trá­ gica noche, lo daban todo por per­ dido. Enterado de lo que sucedía, el Director O’H iggins apuró su mar­ cha y una vez en Santiago -— a pesar de su brazo herido— asumió el mando en la mañana del 24 de marzo. A l día siguiente llegó a la capital el general San Martín, en medio de entusiastas aclamaciones del pueblo, quien así recobraba su fe en el triunfo, luego de las an­ gustias pasadas. El viajero inglés Samuel Haig, tes­ tigo de la llegada de San Martín a Santiago, escribe: “ Parecía muy fati­ gado y cubierto de polvo. No se había quitado la ropa, ni siquiera las botas en varios días; sin embargo, a pesar de su cansancio estaba de buen ánimo.” Después de conferenciar dos horas con O’Higgins, el Libertador, a pedi­ do de la muchedumbre, improvisó un corto discurso y terminó con estas pa­ labras: “La patria existe y triunfará y yo empeño mi palabra de honor de dar en breve un día de gloria a la América del Sur.” LA BATALLA DE MAIPÚ San M artín reunió en Santiago una junta de guerra, a la que asis­ tieron los jefes militares y en ella impuso su opinión de reorganizar en el acto el ejército para salir a luchar contra el enemigo, a fin de proteger a la capital de un se­ guro ataque. El capitán-fraile Luis Beltrán se dedicó nuevamente a la fabrica­ ción de armas y municiones, m ien­ tras todos los trabajos militares contaron con apoyo unánime de la población, de tal manera que a co­ mienzos de abril logróse equipar a 5.500 hombres. En pocos días el ejército unido, compuesto de nue­ ve batallones — cinco chilenos y cuatro argentinos— , se había or­ ganizado sobre la base de la divi­ sión de Las Heras. San M artín acampó con sus tro­ pas a diez kilómetros de la ciudad 265 lar, de manera que ambos beligerantes — a la vista uno de otro— tenían de por medio un valle longitudinal, de mayor amplitud hacia el oeste que al este. Cuando San Martín observó que los realistas efectuaban un movimiento táctico desfavorable, en dirección al camino que llevaba a Santiago, excla­ mó: “Osorio es más torpe de lo que yo pensaba”, y luego dijo a sus ayu­ dantes: “El triunfo de este día es nues­ tro. El sol por testigo.” La batalla de M aipú se libró en la mañana del domingo 5 de abril de 1818. San M artín dividió el ejército independiente en tres cuerpos. La derecha a las órdenes de Las H eras, la izquierda al mando de A lvarado y la reserva dirigida por el general H ilarión de la Quintana. A causa de su herida, O’Higgins había quedado en Santiago. Ante la intención de Osorio de cortar el camino que conducía a la capital chilena, San M artín in i­ ció el combate al ordenar el avan­ de Santiago, sobre una meseta lla ­ mada Lomas Blancas (por su sue­ lo calizo), próxima al río M a ip ú 1. Por su parte, Osorio prosiguió su avance cautelosamente, por cuan­ to la retirada de Las Heras le im ­ pedía valorar las fuerzas del ad­ versario, y dispuso atacar la ca­ pital por el sudoeste; y con este propósito cruzó el río M aipú y a llí avistó al ejército patriota. Ubicó sus fuerzas sobre una meseta de forma triangular, uno de cuyos vértices daba sobre la hacienda del Espejo. " ^ 3 M f “p o “ Maipo. N o h is t o ™ d o r es El lugar elegido por San Martín para enfrentar a los realistas era una extensa llanura limitada al norte y al oeste por serranías, al este por el río Mapocho y al sur por el río Maipú o Maipo (en idioma indígena “ la tierra nativa” ) . En esta llanura podía observarse una serie de elevaciones del terreno y sobre la más baja — la Loma Blanca— el general San Martín se situó con su ejército. Desde allí dominaba los tres caminos que conducían a la capital, distante pocos kilómetros. Las tropas de Osorio acamparon de frente y en línea paralela a los inde­ pendientes, sobre una meseta triangu­ V ? “ I o s . t r a b a > ° s í l e l ° s i n v e s t i g a d o r e s p u e d e le e r s e i n d i s t i n t a m e n t e t o d a s la s o p im o n e s c o in c id e n c o n r e s p e c t o a l v e r d a d e r o n o m b r e , a u n q u e -c o m o e l c h ile n o A lb e r t o d e l S o la r a fir m a n q u e lo c o rre c to es ce de su ala derecha, que logró su objetivo al desalojar a los realistas de los cerrillos de Errázuri, pero la izquierda de Alvarado se trabó en furiosa lucha con el grueso de la infantería española y sufrió se­ rios tropiezos. En esas circunstan­ cias el general argentino dispuso que la reserva de Quintana embis­ tiera al enemigo en orden oblicuo. Esta arriesgada maniobra produjo la desorganización de las filas ene­ migas, las que retrocedieron y an­ tes de rendir sus armas hicieron una última resistencia en la ha­ cienda del Espejo. En momentos en que San Martín se disponía al último ataque sobre la ha­ cienda del Espejo, llegó al campo de batalla el general O’Higgins, quien, pasando su brazo izquierdo por el cue­ llo del militar argentino, exclamó: “Gloria al salvador de Chile.” El ven­ cedor le replicó: “ General: Chile no olvidará jamás su sacrificio presentán­ dose en el campo de batalla, con su gloriosa herida abierta." procedió a destruirlas por el fuego. Años después, O’Brien construyó en ese sitio una casa quinta y en ella erigió una columna conmemorativa, para re­ cordar, a través de los años, el ejemplo moral de San Martín. Muerte de los herm anos C a rre ra y de Rodríguez Resultados y consecuencias de la b atalla La victoria había sido reñida, pero completa. Los realistas deja­ ron m il muertos en el campo de la acción, casi todo su material bé­ lico y cayeron, prisioneros sus principales jefes, entre ellos Ordóñez y Morgado x. Por su parte, los patriotas — entre muertos y he­ ridos— tuvieron igual número de bajas que sus enemigos. El triunfo del ejército unido ase­ guró definitivamente la libertad de Chile y consolidó al mismo tiempo la independencia argentina amenazada por los realistas a tra­ vés de los Andes. Perm itió contar con una base segura para la expe­ dición al Perú, desbarató el plan de reconquista soñado por Pezuela y sembró el desconcierto entre los que aún sostenían la causa del rey en tierras americanas. El capitán O’Brien retiró del campo de batalla de Maipú una valija que contenía la correspondencia recibida por Osorio, y la entregó a San Martin. Éste encontró en ella varias cartas que comprometían a ciudadanos de San­ tiago, quienes — creyendo al enemigo triunfante después de Cancha Rayada— se declararon partidarios del rey, para salvar sus vidas e intereses. El vencedor leyó aquellas constancias que hubieran servido para ajusticiar a más de uno, y en magnánimo gesto 1 E s t o s je f e s r e a lis t a s f u e r o n c o n fin a d o s — c o n o t ro s p r is io n e r o s — e n l a c iu d a d d e S a n L u is y a l l í s e s u b le v a r o n e l 8 d e f e b r e r o d e 1 8 1 9 . L a in t e n to n a fr a c a s ó y e n la lu c h a p e r e ­ c ie r o n e l b r ig a d ie r O r d ó ñ e z y e l c o r o n e l M o r g a d o . 268 Por esas épocas se produjo un suceso de honda repercusión en el país tras­ andino. Los hermanos Juan José y Luis Carrera se encontraban presos en Men­ doza, acusados de conspirar contra la revolución chilena desde territorio ar­ gentino. Después de la sorpresa de Cancha Rayada, Toribio Luzuriaga, el gober­ nador de Cuyo, temió por los presos confiados a su custodia y, aconsejado por Bernardo Monteagudo, resolvió eli­ minar a los detenidos. El 8 de abril, los hermanos Juan José y Luis Carrera fueron fusilados. Mientras tanto, y al día siguiente de lo ocurrido, en la ciudad de Santiago, la esposa de Juan José Carrera inter­ cedió ante San Martín por la vida del detenido, ignorando ambos el trágico fin de los hermanos. El general argen­ tino — olvidando anteriores agravios— transmitió el pedido a O’Higgins, “ para suplicarle se sobresea en la causa que se sigue” ; el director chileno accedió a lo solicitado por su amigo, “ aun cuan­ do la causa de la patria peligrase por la existencia de esos hombres” . Todo fue en vano, por cuanto los Carrera ya habían sido ajusticiados. El episodio dio motivos para que. los enemigos de San Martín y O’Higgins acusaran a ambos — infundadamente— de complicidad en la tragedia. Otro suceso de consecuencias seme­ jantes ocurrió el 24 de mayo, día en Poco antes de su ejecución, los herm a­ nos Juan José y Luis C arre ra son asis­ tidos espiritualmente por un sacerdote. El sacrificio de estos hombres fue esté­ ril y produjo honda repercusión en Chile. (Litografía de Beaubeuf.) que el chileno Manuel Rodríguez fue asesinado por el oficial encargado de su custodia, quien pretextó la fuga del detenido. Rodríguez había desarrollado intensa actividad en la “ guerra de zapa” , pero luego ingresó en el partido de los Ca­ rrera y en consecuencia militó entre los opositores de San Martín y O’Higgins. Gestiones de San M artín en Buenos A ires T a l como hiciera después de Chacabuco, San M artín partió una vez más hacia Buenos Aires, a los pocos días de la victoria de Maipú. Para eludir los homenajes, hizo su entrada en la ciudad en la madru­ gada del 11 de mayo de 1818, pues el único objetivo de su viaje era obtener recursos para la futu­ ra expedición libertadora al Perú. A pesar de su natural modestia, no pudo im pedir el caluroso reci­ bimiento popular y el homenaje que le tributó el Congreso el 17 de mayo. Ese día, el general San M artín se presentó en la sala de sesiones acompañado por el Direc­ tor Pueyrredón y funcionarios del gobierno, entre el júbilo de la po­ blación, que colmaba las calles ad­ yacentes. procedió a destruirlas por el fuego. Años después, O’Brien construyó en ese sitio una casa quinta y en ella erigió una columna conmemorativa, para re­ cordar, a través de los años, el ejemplo moral de San Martín. Muerte de los herm anos C a rre ra y de Rodríguez Resultados y consecuencias de la b atalla La victoria había sido reñida, pero completa. Los realistas deja­ ron m il muertos en el campo de la acción, casi todo su material bé­ lico y cayeron, prisioneros sus principales jefes, entre ellos Ordóñez y Morgado Por su parte, los patriotas — entre muertos y he­ ridos— tuvieron igual número de bajas que sus enemigos. El triunfo del ejército unido ase­ guró definitivamente la libertad de Chile y consolidó al mismo tiempo la independencia argentina amenazada por los realistas a tra­ vés de los Andes. Perm itió contar con una base segura para la expe­ dición al Perú, desbarató el plan de reconquista soñado por Pezuela y sembró el desconcierto entre los que aún sostenían la causa del rey en tierras americanas. El capitán O’Brien retiró del campo de batalla de Maipú una valija que contenia la correspondencia recibida por Osorio, y la entregó a San Martín. Éste encontró en ella varias cartas que comprometían a ciudadanos de San­ tiago, quienes ■— creyendo al enemigo triunfante después de Cancha Rayada— se declararon partidarios del rey, para salvar sus vidas e intereses. El vencedor leyó aquellas constancias que hubieran servido para ajusticiar a más de uno, y en magnánimo gesto 1 E s to s j e f e s r e a lis t a s f u e r o n c o n fin a d o s - c o n o tro s p r is io n e r o s - e n la c iu d a d d e S a n L u is y a l l í s e s u b le v a r o n e l 8 d e f e b r e r o d e 1 8 1 9 . L a in t e n to n a fr a c a s ó y e n la lu c h a p e r e ­ c ie r o n e l b r ig a d ie r O r d ó ñ e z y e l c o r o n e l M o r g a d o . 268 Por esas épocas se produjo un suceso de honda repercusión en el país tras­ andino. Los hermanos Juan José y Luis Carrera se encontraban presos en Men­ doza, acusados de conspirar contra la revolución chilena desde territorio ar­ gentino. Después de la sorpresa de Cancha Rayada, Toribio Luzuriaga, el gober­ nador de Cuyo, temió por los presos confiados a su custodia y, aconsejado por Bernardo Monteagudo, resolvió eli­ minar a los detenidos. El 8 de abril, los hermanos Juan José y Luis Carrera fueron fusilados. Mientras tanto, y al día siguiente de lo ocurrido, en la ciudad de Santiago, la esposa de Juan José Carrera inter­ cedió ante San Martín por la vida del detenido, ignorando ambos el trágico fin de los hermanos. El general argen­ tino — olvidando anteriores agravios— transmitió el pedido a O’Higgins, “ para suplicarle se sobresea en la causa que se sigue” ; el director chileno accedió a lo solicitado por su amigo, “ aun cuan­ do la causa de la patria peligrase por la existencia de esos hombres” . Todo fue en vano, por cuanto los Carrera ya habían sido ajusticiados. El episodio dio motivos para que. los enemigos de San Martín y O’Higgins acusaran a ambos — infundadamente— de complicidad en la tragedia. Otro suceso de consecuencias seme­ jantes ocurrió el 24 de mayo, día en Poco antes de su ejecución, los hermanos Juan José y Luis C a rre ra son asis­ tidos espiritualmente por un sacerdote. El sacrificio de estos hombres fue esté­ ril y produjo honda repercusión en Chile. (Litografía de Beaubeuf.) que el chileno Manuel Rodríguez fue asesinado por el oficial encargado de su custodia, quien pretextó la fuga del detenido. Rodríguez había desarrollado intensa actividad en la “ guerra de zapa” , pero luego ingresó en el partido de los Ca­ rrera y en consecuencia militó entre los opositores de San Martín y O’H ig­ gins. Gestiones de San M artín en Buenos A ires T a l como hiciera después de Chacabuco, San M artín partió una vez más hacia Buenos Aires, a los pocos días de la victoria de Maipú. Para eludir los homenajes, hizo su entrada en la ciudad en la madru­ gada del 11 de mayo de 1818, pues el único objetivo de su viaje era obtener recursos para la futu­ ra expedición libertadora al Perú. A pesar de su natural modestia, no pudo im pedir el caluroso reci­ bimiento popular y el homenaje que le tributó el Congreso el 17 de mayo. Ese día, el general San M artín se presentó en la sala de sesiones acompañado por el Direc­ tor Pueyrredón y funcionarios del gobierno, entre el júbilo de la po­ blación, que colmaba las calles ad­ yacentes. La bienvenida estuvo a cargo del presidente de turno del Congreso, quien en un conceptuoso discurso agradeció a San Martín los servicios prestados en bien de la patria. El Libertador replicó con suma mo­ destia y “ se empeñó — consta en la “ Gazeta”— en aminorar su influencia en la victoria para realzar los servicios de sus compañeros de armas” . El ilustre argentino dedicó más de tres meses a realizar diversas gestiones para conseguir el apoyo tan necesario a sus planes futuros. En una reunión a la que asistieron el Director Supremo y los más des­ tacados miembros de la Logia Lau­ taro, obtuvo la promesa de 500.000 pesos para el Ejército de los Andes, dinero que podría conseguirse me­ diante un empréstito interno. Resuelto el motivo fundamental de su viaje, San M artín empren­ dió el regreso, pero al llegar a Mendoza se enteró de que el go­ bierno estaba imposibilitado para conseguir la ayuda monetaria. La noticia echaba por tierra sus pro­ yectos y ante el problema plan­ teado optó por presentar su renun­ cia como jefe del ejército unido. La determinación de San M a r­ tín provocó justificada alarma, tanto en Buenos Aires como en Santiago. A l poco tiempo, Puey­ rredón le solicitó el retiro de la re­ nuncia, a la vez que le prometía buena parte de la ayuda estable­ cida. El rigor del invierno le impidió el cruce inmediato de la cordillera y recién pudo hacerlo a mediados de octubre; el 29 de ese mes el lib ertad or llegó a Santiago. N ueva cam p añ a a! sur de Chile Después de Maipú, los realistas retrocedieron y se hicieron fuertes 270 al sur de Chile. Para terminar con esta guerra crónica, San M artín destacó al general A ntonio Gon­ zález Balcarce, quien al frente de sus tropas ocupó la línea del río Bío Bío — enero de 1819— con el propósito de desalojar al enemigo de toda esa región. El ejército independiente logró ocupar Talcahuano, pero los espa­ ñoles se atrincheraron en V a ld i­ via. Luego se inició una lucha de guerrillas encabezada por el realis­ ta Benavídez, quien contó con el apoyo de los indios araucanos. Aunque como bien se ha dicho sólo restaba por hacer “ una guerra de mera policía” , la resistencia se prolongó hasta 1826 en que cayó en poder de los patriotas el archi­ piélago de Chiloé. La escu ad ra chilena El dominio de las aguas era in­ dispensable para llevar la guerra al Perú y de acuerdo con el plan concebido por San M artín se fue materializando en Chile la form a­ ción de una escuadra. Luego de vencer numerosas di­ ficultades lograron equiparse cua­ tro embarcaciones, que fueron lla ­ madas San M a rtín , Lautaro, Chacabuco y Araucano. El mando su­ perior fue confiado al coronel de artillería M an u el Blanco Enca­ lada, nacido en Buenos Aires. En octubre de 1818, las naves independientes se hicieron a la ve­ la para enfrentar a un convoy es­ pañol de once transportes, el que, protegido por la poderosa fragata M aría Isabel, navegaba por las costas chilenas para desembarcar refuerzos al enemigo. Blanco En­ calada enfiló sus embarcaciones hacia Talcahuano y a llí sorprendió a la fragata española anclada bajo la protección de las baterías terres­ tres. Después de ruda lucha, la “ M a ­ ría Isabel” fue capturada y se su­ mó a la armada patriota con el nombre de O ’H iggin s; más tarde también cayeron cinco transportes enemigos, con lo que fracasó el intento de auxilio enviado por los españoles. En el mes de noviembre arribó a Valparaíso el almirante inglés Tomás Alejandro Cochrane, quien había sido contratado en Londres para dirigir la escuadra indepen­ diente. Blanco Encalada renunció al mando y aceptó quedar a las ór­ denes del nuevo jefe, que en el acto asumió sus funciones. En enero de 1819, la flota zar­ pó con destino al puerto del Ca­ llao, donde con gran audacia y por dos veces consecutivas atacó' a la escuadra española en su fondea­ dero. Cochrane prosiguió su actividad naval en favor de los indepen­ dientes y en febrero de 1820 tomó el puerto de Valdivia, importante reducto del sur de Chile, donde se habían hecho fuertes los realis­ tas. La costa del país trasandino había quedado libre de naves ene­ migas. Acritud de San M artín ante las luchas fratricid as En febrero de 1819, San M artín se trasladó a Mendoza a fin de intentar una mediación que paci­ ficara las Provincias Unidas, por cuanto la anarquía asolaba el te­ rritorio y la guerra civil se había desatado en el litoral. La amenaza de una expedición española que se disponía a partir de Cádiz para el Río de la Plata motivó que el Libertador ordenara el repaso de los Andes a la primera división de su ejército, aunque dejó en Chile otros efectivos. El gobierno de Buenos Aires exigía que el Ejército de los Andes se retirara de Chile para defender al país de los peligros internos y externos. 271 I II llevada en hombros por sus soldados, a causa de su precaria sa- ■ ^uc^' ., A comienzos de marzo, el Libertador se enteró de los sucesos ocurridos en Buenos Aires, que culminaron con la caída del Director Rondeau y la disolución del Con­ greso. Las autoridades nacionales habían caducado y como de ellas emanaba su nombramiento el general San M artín dispuso renunciar a su cargo al frente del ejército. Elevó el escrito al general Las Heras — jefe del Estado M a ­ yor— y éste reunió una asamblea de oficiales en la localidad de Ran­ cagua, donde se encontraba acam­ pado el Ejército de los Andes. Enterados del contenido del ofi­ cio, lo rechazaron por unanimidad y ese mismo día — 2 de abril de 1820— se redactó un documento conocido como Acta de Rancagua, en el cual los jefes y oficiales ex­ presaron que la autoridad de San M artín no había caducado “ ni puede cadutar, porque su origen, que es la salud del pueblo, es inmutable” . E l Libertador aceptó lo resuelto y al mes siguiente O’H iggins lo I I I I! j i I 1 [ , Para concluir con la guerra civil, San Martín envió comunicaciones a los caudillos Artigas y Estanislao López y en ellas fijaba Su posición de no in­ tervenir en rencillas internas, por cuan­ to “M i sable jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas”. Una delegación de la Logia Lautaro se trasladó a Mendoza para apoyar ca­ lurosamente la empresa del Perú, pro­ yecto al que el ilustre general no re­ nunciaba, a pesar de todas las dificul­ tades. Enterado de que la expedición española no había partido, San Martín desechó la idea de trasladar sus efec­ tivos a Buenos Aires. A comienzos de junio, el Direc­ tor Pueyrredón presentó la renun­ cia y fue reemplazado en su alto cargo por el general José Rondeau, quien ordenó a San M artín que se trasladara con sus tropas a la ca­ pital, para combatir en favor de los unitarios contra el alzamiento de los caudillos federales. Firm e en su determinación de no complicar­ se en luchas fratricidas, el vence­ 1 D esde d ic a m e n te te r m a le s . 272 t ie m p o a trá s , e l lo p o s tra b a en dor de M aipú resolvió no cumplir la orden. Escribe el historiador Ricardo Levene: “ San Martín se hallaba frente a dos deberes: o mezclaba su ejército en la guerra civil para sostener al go­ bierno o desobedecía la orden para pro­ seguir su campaña de emancipación. Estimaba que la independencia de su patria no estaba todavía asegurada, que era poderosa y fuerte la resistencia es­ pañola del Perú, hasta donde debía llegar para consolidar la emancipa­ ción.” “ Por otra parte, la anarquía era un fenómeno político que estaba en la na­ turaleza del pueblo y no sería por cier­ to un ejército el medio más adecuado para detener la potente fuerza y rea­ lidad de una evolución histórica." El A cta de R ancag u a Para dirigir personalmente los preparativos de su empresa conti­ nental, San M artín se trasladó a Chile en enero de 1820, pero debió cruzar los Andes en una camilla 1 g e n e r a l s u fr ía d e u n cam a y le o b lig a b a a g u d o r e u m a t is m o , e n fe r m e d a d q u e a s o m e te rs e a u n tr a ta m ie n to d e p e r ió ­ baños r nombró general en jefe de las tro­ pas argentino-chilenas que debían marchar al Perú. LA EX PED ICIÓ N LIBERTADORA AL PERÚ Logrado el apoyo del gobierno chileno, el ejército expedicionario estaba listo para iniciar la magna empresa a mediados del mes de agosto. En la rada de Valparaíso se reunieron ocho naves de guerra y dieciséis transportes con 1.600 tripulantes a las órdenes del alm i­ rante Cochrane. En ellas embar­ caron 4.430 soldados, de los cuales 2.300 eran argentinos del Ejército de los Andes y 1.800 pertenecían al Ejército de Chile. Mandaba con carácter de jefe supremo la expe­ dición el general San M artín y le acompañaban como integrantes del Estado M ayor los generales Las Heras y A ntonio Álvarez de A re­ nales y el ex gobernador de Cuyo T orib io Luzuriaga. E l amigo del Libertador, Tomás Guido, también embarcó como edecán y confidente. La expedición zarpó el 20 de agosto de 1820. Juan Antonio Á lv arez de Arenales (1770-1831), que realizó la llam ada cam paña de la sierra, en la que obtu­ vo triunfos de importancia para el Ejército Libertador. Jauja, dedicándose luego a organi­ zar política y m ilitarm ente las re­ giones circundantes. Un ejército realista que preten­ dió detener la acción libertadora fue vencido en el combate de Pas­ co (6 de diciembre). Así concluyó la llamada “ prim ;ra campaña de la sierra” . Po­ co más tarde, Arenales se dirigió ai litoral peruano para reunirse con San Martín. Lo prim era cam p añ a de la sierra El 7 de setiembre la flota se de­ tuvo en la bahía de Paracas y San M artín ordenó el desembarco de una división de vanguardia al mando de Las Heras, quien tres leguas más al norte ocupó la po­ blación de Pisco; a llí desembarcó luego el general en jefe con el grueso de las tropas, sin resisten­ cia del enemigo. Ante el curso de los sucesos, Pezuela — el virrey del Perú— dis­ puso tratar pacíficamente con San Martín, pero los representantes de ambas partes, reunidos en M ira flores, no llegaron a un acuerdo. San M artín comisionó al gene­ ral Arenales para que al frente de unos 1.100 hombres se internara en el territorio peruano a través de las sierras, con el objeto de propagar la acción libertadora. La columna ocupó el poblado de lea, venció a los realistas en Nazca y despejó de enemigos el sur del te­ rritorio. Arenales cruzó los Andes por un desfiladero y llegó hasta La acción libertadora Desde Pisco, San M artín se diri­ gió por mar hasta la bahía de A n ­ cón y desde a llí el convoy expe­ dicionario navegó hacia el norte, hasta Huacho, donde desembarca­ ron los efectivos para establecerse en Huaura. Pezuela — acampado en Aznapuquio— vacilaba en enfrentar a los patriotas. El descontento que produjo su actitud y la división de los realistas en absolutistas y libe­ rales (partidarios de la Constitu­ ción de 1812) determinaron su re­ nuncia (enero de 1821). Le suce­ dió en el cargo de virrey José de La Serna. Por orden de San M artín, el co­ ronel M iller, en combinación con parte de la escuadra de Cochrane, realizó la campaña llamada de puertos intermedios (entre Callao y Valparaíso). En forma simultá­ nea, Arenales emprendió la “ se­ gunda campaña de la sierra” y reconquistó poblaciones que ha­ bían caído nuevamente en poder de los realistas (Pasco, Jauja). PRO CLAM A CIÓ N DE LA IN D EPEN D EN CIA DEL PERÚ Restablecida en España la Cons­ titución liberal, el gobierno inició una p o litic é de acercamiento con sus dominios y envió comisionados a Colombia, M éxico y Perú. A este último país arribó en tal carácter M anuel Abreu, con el propósito de negociar la paz entre los belige­ rantes. San M artín y La Serna aceptaron la mediación y el 2 de junio de 1821 ambos conferencia­ ron en la hacienda de Punchauca. Aunque las deliberaciones se efec­ tuaron en un marco de cordiali­ dad, no se llegó a ningún arreglo. Reanudada la guerra y ante la situación creada por el avance de las tropas independientes, La Ser­ na resolvió evacuar con parte de sus tropas la ciudad de Lim a y continuar la lucha en el interior del país x. San M artín no se apresuró a entrar en la capital y recién lo hizo el día 10 de julio, con su acostumbrada modestia, aunque no pudo eludir el júbilo de la pobla­ ción. Restablecida la normalidad, a pocos días fue convocada una junta de vecinos destacados, para que ex­ presaran “ si la opinión general se hallaba decidida por la indepen­ dencia” . La asamblea votó por la afirm ativa y el acta fue refrenda­ da por numerosas firmas. E l 28 de ju lio de 1821, el Liber- La ceremonia se realizó en un palco levantado en el centro de la Plaza Ma- s a r i E s r ^ a a t i s s ¡s i p a c ió n tador proclamó pública y solemne­ mente la independencia del Perú. de L im a le s d a r ía el t r iu n fo d e fin itiv o sob re lo s e n e m ig o s . 275 274 El general y estadista venezolano Si­ món Bolívar (1783-1830), destacada figura de la em ancipación am ericana. El 28 de julio de 1821, S a n M a r t ín proclama s o le m n e ­ mente la in d e p e n ­ dencia del Perú, en la Plaza Mayor de la ciudad de Lima. Las más altas autorida­ des eclesiásticas, mi­ litares y civiles pre­ senciaron la emocio­ nante ceremonia. yor de Lima. Rodeaban el tablado al­ tas autoridades militares, eclesiásticas y civiles, en medio de jubilosa adhesión popular. San Martín enarboló la bandera pe­ ruana (que había creado durante su estada en Pisco) y pronunció estas pa­ labras: “El Perú es desde estos mo­ mentos libre e independiente por la voluntad general de los pueblos y por la justicia de su causa que Dios de­ fiende.” Luego dio vivas a la patria, a la libertad y. a la independencia. San M artín asumió el 2 de agos­ to el mando transitorio del país — hasta el fin de la lucha— con el título de Protector del Perú. Ajeno a toda ambición, llegó al gobierno para asegurar la inde­ pendencia y la libertad, de acuerdo con el pedido popular y lo solici­ tado por la Logia Lautaro. El Protector ejerció una obra constructiva de gobierno. Fue ga­ rantizada la libertad individual de los ciudadanos y suprimida la esclavitud y el servicio personal de los indios, como también el uso del tormento. Otros decretos esta­ blecieron la libertad de imprenta y en materia religiosa la católica tuvo carácter oficial. En el aspecto cultural fue creada la Biblioteca 276 Nacional de Lim a y se abrieron escuelas públicas. El 8 de octubre de 1821, San M artín puso en vigencia el Esta­ tuto provisional del Perú, que de­ bía respetarse hasta el dictado de una Constitución permanente. De acuerdo con la tendencia monár­ quica que predominaba en el go­ bierno, se estableció “ La Orden del Sol” , título nobiliario por el cual se entregaban pensiones y otros beneficios a los que habían prestado grandes servicios a la patria. Mientras tanto, las acciones m i­ litares se reducían en esa época al sitio del Callao, bajo las órdenes de Las He ras con efectivos terrestres y Cochrane con la flota; la plaza se rindió en el mes de setiembre y su jefe, el general La M a r — natu­ ral del Perú— , se incorporó poco después en las fuerzas indepen­ dientes. Su ejemplo fue seguido por otros militares americanos al servicio de España, como el coro­ nel Andrés Santa Cruz y el gene­ ral Domingo Tristán. Después del revés, los realistas abandonaron el litoral a los pa­ triotas, pero acrecentaron su po- derío en la región de las sierras y en los valles interiores del Perú, donde se reagruparon a la espera de iniciar una ofensiva. SÍNTESIS DE LA C A M PA Ñ A DE BO LÍVAR HASTA 1822 La República de Colom bia Simultáneamente con los suce­ sos que relatamos, el general vene­ zolano Sim ón Bolívar realizaba desde el norte una importante campaña emancipadora. É l 7 de agosto de 1819 venció al ejército del virrey de Nueva Granada, a orillas del riachuelo de Boyacá, triunfo que aseguró la indepen­ dencia de ese territorio y consolidó el predominio de los patriotas en el norte del continente. Bolívar regresó a Venezuela y reunió un Congreso que creó la República de Colombia, al agrupar bajo la autoridad del general ven­ cedor la capitanía de Venezuela y el virreinato de Nueva Granada. A pesar de todo, los realistas do­ minaban buena parte de Venezue­ la y Colombia al norte, y la pre­ sidencia de Quito (Ecuador) al sur. Bolívar prosiguió la campaña emancipadora y el 24 de junio de 1821 venció al grueso del ejército enemigo en la llanura de Carabobo y luego entró triunfante en Caracas, la capital de Venezuela. Sucre y la c a m p a ñ a ecu atoriana Bolívar decidió elim inar a los realistas del sur de Colombia y del Ecuador, que comprendía — en aquellas épocas— la presidencia de Quito. Para auxiliar a los patriotas ecuatorianos y negociar la incor­ poración del territorio a la Repú­ blica de Colombia, Bolívar envió al general A ntonio José de Sucre al frente de 1.500 hombres. En mayo de 1821, Sucre desem­ barcó en Guayaquil y desde allí marchó contra los realistas, pero ante el curso desfavorable de la campaña, solicitó la ayuda del general San M artín, quien desde el Perú mandó una división de 1.500 hombres a las órdenes del general Andrés Santa Cruz. Auxiliado con esos efectivos, Su­ cre venció a las tropas realistas en el valle de Riobamba (12 de abril de 1822) y luego volvió a triunfar en la escabrosa falda del volcán P ichincha (24 de m ayo) a la vista de la ciudad de Quito. La batalla de Pichincha, obte­ nida por la acción conjunta de las 277 Los dos grandes liber­ tadores, del sur y del norte, San M artín y Bo­ lívar, se encuentran en G u ayaqu il. Refiriéndose a ambos, e s c r ib ió M it re ; ''S o n grandes intrínsecamente y por sí mismos y no se puede concebirla acción concurrente del uno, sin la recíproca del otro." armas independientes, aseguró la libertad de la América meridional. Poco tiempo después, Bolívar entró victorioso en Quito y declaró in ­ corporado el territorio ecuatoriano a la República de Colombia. LA ENTREVISTA DE G U A Y A Q U IL A l aproximarse las campañas emancipadoras del norte y del sur, prácticamente la Am érica meridio­ nal había quedado libre del ene­ migo y sólo restaba liberar una parte del Perú, que continuaba en poder de los ejércitos realistas. San M artín dispuso entonces entrevis­ tarse con Simón Bolívar para “ arreglar de común acuerdo la suerte de la Am érica” . Ambos libertadores Se encontra­ ron el 26 de julio de 1822 en Gua­ yaquil, donde se reunieron por la mañana y la tarde. La conferencia más importante se realizó al día siguiente. 278 Aunque las reuniones fueron secretas, a la luz de los documen­ tos las cuestiones fundamentales pueden resumirse: a) Necesidad de unir las fuer­ zas libertadoras para terminar con éxito la campaña del Perú y ase­ gurar definitivamente la emanci­ pación americana. b ) Situación política de Guaya­ quil, que si bien había pertene­ cido al virreinato de Nueva Gra­ nada, después de su emancipación deseaba incorporarse al Perú. c) Acordar la forma de gobier­ no más conveniente para los paí­ ses liberados, en esencial el Perú. Bolívar se negó a entregar la amplia cooperación m ilitar solici­ tada por San M artín y sólo le ofreció un contingente de algo más de m il hombres como retribución a la ayuda prestada por el general argentino a Sucre. Tampoco aceptó el desinteresado ofrecimiento de San M artín de luchar bajo sus ór­ denes. La cuestión de Guayaquil fue secundaria, por cuanto San M a r­ tín — de acuerdo con su invariable conducta de Libertador— aceptó lo ya resuelto por Bolívar con res­ pecto a ese territorio ecuatoriano. El general venezolano había obli­ gado a la Asamblea a entregarle el mando y en consecuencia la provincia quedó de hecho incor­ porada a Colombia. La forma de gobierno y la orga­ nización de los nuevos países fue­ ron tratados incidentalmente. San M artín sostuvo sus principios mo­ nárquicos constitucionales y Bolí­ var abogó por el sistema republi­ cano, porque pretendía una presi­ dencia dictatorial y vitalicia. Cuando terminaron las delibera­ ciones, se sirvió un banquete cuyos brindis reflejan con exactitud la personalidad de ambas figuras. Bolívar lo hizo “ por los dos hom ­ bres más grandes de Am érica del sur, el general San M a rtín y yo” . Por su parte, el general argentino brindó con estas sencillas palabras: “ P or la pronta term inación de la guerra, por la organización de las nuevas repúblicas del continente americano y por la salud del L i ­ bertador de Colombia.” EL OSTRA CISM O DEL HÉROE San M artín renuncia a los atributos del m ando Después del fracaso de la con­ ferencia, San M artín partió de in ­ mediato rumbo al Perú, decidido a hacer un último sacrificio por la causa americana: alejarse en voluntario ostracismo del escenario de sus brillantes luchas, para de­ jar el término de la campaña en manos de Simón Bolívar, quien no deseaba compartir con nadie los galardones del triunfo final. A rribó al Callao en agosto de 1822 y allí se enteró de que su ministro Monteagudo había sido depuesto por un movimiento po­ pular; este desagradable episodio fortaleció su firm e resolución de retirarse a la vida privada. El Libertador reasumió el man­ do y convocó con urgencia un so­ lemne Congreso Constituyente pe­ ruano. La asamblea se instaló el 20 de setiembre de 1822 y ese mis­ mo día San M artín presentó la renuncia indeclinable al cargo de Protector y se despojó al instante de la banda roja y blanca que cruzaba su pecho. El Congreso, conmovido por la actitud, le acordó el título de “ Fundador de la Libertad del Pe­ rú” , lo nombró generalísimo de los ejércitos y votó una pensión vita­ licia de doce m il pesos anuales. San M artín declinó todos estos honores. El Libertador se trasladó — jun­ to con su amigo Tomás Guido— a su residencia de campo, en las proximidades de Lima. Hasta allí fue a entrevistarlo una comisión del Congreso para solicitarle con­ tinuara en el mando, pero el ge­ neral argentino se rehusó en for­ ma categórica, argumentando que “ su presencia en el poder político ya no sólo era inútil, sino perju­ dicial” . Esa misma noche partió hacia el puerto de Ancón, donde se embarcó rumbo a Chile. A modo de despedida, el ilustre jefe dejó escritos los siguientes conceptos: “ Mis promesas para con los pueblos en ue he hecho la guerra están cumplí­ as: hacer su independencia y dejar a 279 su volu n tad la elección de sus go b ier­ nos. L a presencia de un m ilita r afo rtu ­ nado, p o r más desprendim iento que tenga, es tem ib le a los Estados que de n uevo se constituyen.” El G ra n C ap itán se a leja de su patria San M artín llegó a Chile en octubre de 1822 y salvo la cordia­ lidad de unos pocos amigos — en­ tre ellos O’H iggins— fue recibido con marcada hostilidad. E l descon­ tento había sido atizado por los integrantes del partido carrerino. E l 28 de enero de 1823, el D i­ rector O’H iggins fue depuesto y reemplazado por una Junta Pro­ visoria de Gobierno. Pocos días an­ tes, San M artín — enfermo y aba­ tido— atravesaba los Andes en di­ rección a Mendoza. A poco de lle ­ gar, se trasladó a una chacra de su propiedad, donde pasó un tiempo dedicado a los trabajos rurales. Sus intenciones eran trasladarse en seguida a Buenos A ire s , para visitar a su h ija M erceditas y a su esposa Rem edios Escalada, esta ú ltim a g ra v e ­ m ente en ferm a, pero se enteró de que partidas armadas estaban prontas para apresarlo en e l trayecto. L a hostilidad del gob iern o de Bue­ nos A ir e s 1 am argó aún más su exis­ tencia, por cuanto San M a rtín y a es­ taba profu ndam en te afectado p or la destitución de su am igo O’H ig g in s en C h ile y los desórdenes que destruían su obra en el Perú . En diciembre pudo viajar a Bue­ nos Aires, pero con la firm e deci­ sión de abandonar el país: su es­ posa ya había fallecido el 3 de agosto 2. El 10 de febrero de 1824, el ilus­ tre argentino partió con rumbo a Europa, acompañado por su hija Merceditas, a la sazón de siete años de edad. Residió un tiempo en Inglaterra y de a llí se trasladó a Bruselas (B élgica). Enterado de la guerra que se libraba contra el Imperio del Bra­ sil, San M artín ofreció sus servi­ cios militares al presidente interi­ no Vicente López. Luego se em­ barcó con destino al Río de la P la ­ ta y llegó al puerto de Buenos Aires en los primeros días de fe­ brero de 1829; sin embargo, no descendió de la nave, ante los su­ cesos políticos derivados de la re­ volución que concluyó con el fusi­ lamiento de Dorrego y la hostili­ dad de ciertos periódicos. No con­ taba -— son sus palabras— “ con la tranquilidad completa que suponía debía gozar en nuestro país” . San M artín se alejó de Buenos Aires y previa estada en M onte­ video, donde fue calurosamente recibido, regresó a Bélgica. Pasó luego a París, donde habitó junto al Sena, en la finca de GrandBourg, la que logró adquirir, a pe­ sar de su apremiante situación eco­ nómica, gracias a la intervención de su adinerado amigo el banque­ ro Alejandro Aguado. En diciem­ bre de 1832, su hija Mercedes se unió en matrimonio con Mariano Balcarce, hijo del general que fue 1 Las obras de im portancia sobre este tem a describen los recelos y actitudes del gobierno de Buenos A ires hacia San M a rtín . Para aclarar el punto, pu eden consultarse —entre otras— las siguientes: José P a c ífic o O te ro : “ H istoria d el L ib erta d or José de San M a rtin ” (to m o I V , cap. I I I . Buenos A ires, 1 9 4 9 ), y C arlos Ib a rg u re n : “ San M a rtín ín tim o” (c a p . V . Buenos A ires, 1 9 5 0 ). 2 A ntes de partir para el extranjero, le h izo construir en la R ecoleta un pequ eñ o mausoleo, en el qu e sin tetizó su d o lor con la siguiente in scrip ción : “ A q u í yace Rem edios Escalada, esposa y am iga d el general San M a rtín .” U n e p iso d io d e la sa n ­ g rie n ta b a t a lla d e A yac u c h o , e n la c u a l el e jército p a t r i o t a com ­ p u esto d e unos seis mil h o m b re s (co lo m b ia n o s, a rg e n tin o s y p e ru a n o s), a l m and o d e l g e n e ra l J o s é d e S u c re , o b tien e u n a v ic to ria d e cisiv a so­ b re la s fu e r z a s re a lis­ t a s . É stas recon ociero n la i n d e p e n d e n c i a del P e rú , ú lt im o b a l u a r t e e sp a ñ o l en A m é rica . (Li­ t o g r a f ía d e V illa in .) su colaborador en las luchas por la independencia. Debilitadas sus fuerzas físicas y ante la revolución que produjo la caída del rey Luis Felipe I, San M artín abandonó a París y se tras­ ladó con su fam ilia a la ciudad marítima de Boulogne-Sur-Mer. A llí falleció el Gran Capitán, a las tres de la tarde del día 17 de agos­ to de 1850. E l 28 de mayo de 1880 sus res­ tos llegaron a Buenos Aires y des­ de entonces son venerados en la iglesia Catedral x. Los realistas capitulan definitivam ente en el Perú Cuando San M artín se alejó del Perú, le sucedió en el gobierno una junta de tres miembros, que debió renunciar debido a los fra­ casos de la guerra contra los rea­ listas. La situación política em- peoró y ante nuevos reveses de las tropas el Congreso entregó el mando supremo del país a Simón Bolívar. Mientras tanto, los realistas ha­ bían ocupado a Lim a y al término de una sublevación también pe­ netraron en la fortaleza del Ca­ llao. El curso de los sucesos de­ terminó que Bolívar iniciara una campaña a través de los Andes peruanos y el 6 de agosto de 1824 venció al enemigo en la pampa de Jun ín ; no se disparó un solo tiro, pues la batalla se libró cuer­ po a cuerpo, con arma blanca. Los realistas consiguieron reagruparse, pero el general Sucre volvió a vencerlos en el acciden­ tado valle de Ayacucho, el 9 de noviembre de ese año; el ejército derrotado capituló en su totalidad. La victoria de Ayacucho aseguró para siempre la independencia de la Am érica meridional. 1 En el testam ento que San M a rtín redactó en París, el 23 de enero de 1844, expresa —entre otras cosas— que a su m uerte 1 1 0 d eb ía hacerse ningún género de fu neral, pero su especial deseo consistía en qu e su corazón fuese depositado en e l cem en terio d e Buenos A ires. 280 281 — C U E S T I O N A R I O --------------------------------------------------------1. ¿Q ué luchas dividían a los revolucionarios chilenos en 1810? 2. ¿Cómo terminaron los esfuerzos de los patriotas? 3. ¿Q ué acción política y administrativa cumplió San Martín al frente de la In­ tendencia de Cuyo? 4. ¿Cómo formó el Ejército de los Andes? 5. ¿Dónele estableció su campamento? 6. ¿Q ué se entiende por " la guerra de za p a "? 7. ¿Con cuántos efectivos contaba el Ejército Li­ bertador a mediados de enero de 1817? 8. ¿En cuántas columnas el ejército atravesó la Cordillera de los Andes? 9. ¿Q ué victorias obtuvieron las columnas principales? 10. ¿Cómo se libró la batalla de Chacabuco? 11. ¿Cuáles fueron sus consecuencias? 12. ¿Quién fue nombrado Director Supremo de Chile? 13. ¿Dónde ofrecieron resistencia los realistas después de Chacabuco? 14. ¿Fue posible tomar la p laza de Talcahuano? 15. ¿En qué forma se proclamó la independencia de Chile? 16. ¿Cómo se produjo el revés de Cancha R ayada? 17. ¿Qué lugar eligió San Martín para enfrentar a los realistas? 18. ¿Q ué arriesgada maniobra permitió el triunfo de los patriotas en M aipú? 19. ¿Cuáles fueron los resultados de la b atalla? 20. ¿Qué gestiones cumplió San Martín en Buenos Aires? 21. ¿Cómo terminó la cam paña en el sur de Chile? 22. ¿Con qué naves se formó la flota chilena independiente? 23. ¿Q ué ac­ titud asumió San Martín ante las luchas fratricidas que se libraban en nuestro país? 24. ¿Q ué dispuso el Acta de Rancagua? 25. ¿Cómo estaba formado el ejército expedicionario que debía partir para libertar el Perú? 26. ¿Quién efectuó la llam ada primera campaña de la sierra? 27. ¿Q ué acción libertadora realizó San M artín? 28. ¿Dónde continuaron la resistencia los realistas? 29. ¿Cuándo se proclamó la independencia del Perú? 30. ¿Cuál fue la obra cons­ tructiva de San Martín en su cargo de Protector del Perú? 31. ¿Q ué cam paña militar había cumplido hasta esa época el general Simón Bolívar? 32. ¿Cuál es la importancia de la batalla de Pichincha? 33. ¿Q ué cuestiones fundamentales trataron San Martín y Bolívar en la entrevista de G uayaq uil? 34, ¿Q ué actitud asumió San Martín? 35. ¿Q ué itinerario siguió el ¡lustre argentino hasta su partida para Europa? 36. ¿Dónde falleció? 37. ¿Q ué victoria aseguró para siem­ pre la independencia de la Am érica meridional? Las. aspiraciones provinciales y populares, l o s caudillos del litoral frente al gobierno de Buenos Aires. Batalla de Cepeda. C aíd a del Directorio. Disolución del Congreso. El Tratado del Pilar. Las luchas entre los caudillos. Las autonomías pro­ vinciales. Gobierno de Martín Rodríguez. Reformas orgánicas. El Tratado del Cuadrilátero. El Congreso a reunirse en C ó r­ doba. La política internacional. LAS A SPIRACIO N ES PROVIN CIALES Y POPULARES Los gérm enes del federalism o Tres corrientes pobladoras pro­ cedentes de España, Perú y Chile efectuaron la conquista y coloniza­ ción de lo que hoy es el territorio argentino. Fundadas las primeras poblaciones, algunas desaparecie­ ron, pero otras — favorecidas por el medio geográfico y social— no tardaron en desarrollarse y luego de organizar su vida política en tom o a un cabildo se transforma­ ron en ciudades. Diseminadas en tan vasto terri­ torio, las ciudades extendieron sus influencias a la zona rural circun­ dante y así dieron origen a las ca­ pitales de las provincias. El aisla­ miento de esos centros poblados y la idiosincrasia de sus habitantes hicieron surgir un sentimiento lo­ calista, de marcada hostilidad a to do lo extraño. Por otra parte, los cabildos se desempeñaron — en el aspecto po­ lítico— como organismos de go­ bierno y fueron celosos defensores de los intereses locales. Además, la división del territorio en intenden283 cias (Real Ordenanza de 1782) es­ timuló la formación de núcleos au­ tónomos 1. De tal manera, las provincias subsistieron con sus propias fuer­ zas y recursos y sus pobladores adoptaron como bandera la de­ fensa de los ideales y costumbres que imponía el pasado tradicional. Como entidades autónomas, las provincias tenían derecho a par­ ticipar en el gobierno del país y por eso sus habitantes no acepta­ ron ni concibieron la tutela ejer­ cida por Buenos Aires. “ La resistencia de las provincias contra el centralismo porteño — es­ cribe Zorraquín Becú— constituye el germen del federalismo polí­ tico.” 2 El predom inio de Buenos A ires Desde la época de la dominación española, Buenos Aires ejerció un evidente predominio sobre el resto del país. Esta primacía obedeció a factores económicos y políticos. a) Económicos. Con un puerto apto para el arribo de embarcacio­ nes extranjeras, Buenos Aires se benefició desde un principio con el intercambio comercial. Sólo li­ mitó su actividad cuando las res­ tricciones económicas se hicieron más enérgicas y esas circunstan­ cias fueron beneficiosas para la incipiente industria del interior, que no se vio perjudicada con la competencia europea. Reabierto el comercio, Buenos Aires aseguró su riqueza y superioridad comercial. Este predominio económico perju­ dicó particularmente a las provin­ cias del litoral, debido a que el puerto rioplatense cobraba dere­ chos aduaneros, impedía el paso de armamentos y fiscalizaba todo el tráfico fluvial. b) Políticos. Capital del virrei­ nato y sede de las autoridades en el período hispánico, Buenos Aires fue testigo de la gesta de M ayo y envió las expediciones militares que difundieron los ideales revo­ lucionarios. Los gobiernos que se sucedieron fueron controlados por la culta burguesía porteña, que aspiró al predominio político sobre el resto del país, a pesar de la creciente oposición de las provincias. La Revolución de Mayo dio los pri­ meros pasos para el establecimiento de un sistema federal. En el Reglamento del día 25, la Primera Junta dispuso consultar de inmediato a las inten­ 1 A l explicar los orígenes del federalismo, la mayoría de los estudiosos destacan la importancia de los cabildos y la creación de las intendencias. E l historiador Zorraquín Becú sostiene que tales afirmaciones son erróneas, pues hacen depender los sucesos de las insti­ tuciones. Escribe el citado historiador: “ A l hacerlo, se asigna a esas instituciones —que eran meros instrumentos en manos de los revolucionarios— un papel preponderante en los movimien­ tos sociales, cuando es evidente que ni los cabildos en cuanto cuerpos colegiados, ni las intendencias como entidades territoriales, iniciaron o dirigieron los hechos históricos que die­ ron origen al sistema federal.” Véase: “ E l Federalismo Argentino” . Buenos Aires, 1953, pá­ gina 95. 3 Llám ase fe d eralism o al sistema político por el cual un Estado se organiza sobre la base de un gobierno central —que atiende los intereses comunes a toda la nación— y de leyes generales, pero cada una de sus partes o provincias conservan su autonomía, se gobiernan según sus propias instituciones y eligen sus autoridades por la libre voluntad de sus habitantes. E l gobierno u n ita rio es el que consta de un organismo político centralizado, que sólo admite en el territorio del país “ divisiones administrativas” , dependientes de su autoridad. 284 dencias, es decir, a las provincias, y en la circular del día 27 insistió en estos propósitos. Mariano Moreno defendió el principio de la soberanía popular y sostuvo que los diputados del interior debían llegar a la capital para dictar una Constitución y establecer un go­ bierno sólido y permanente. La creación de la Junta Grande “hizo surgir — dice Ravignani— un nuevo elemento politico, el factor pro­ vincia” . Para satisfacer la opinión del interior, este organismo de gobierno creó las Juntas Provinciales. La caída de la Junta Grande y la erección del Primer Triunvirato mar­ ca el comienzo de una política basada en el predominio porteño; la difícil situación interna y externa obligan a establecer un gobierno centralista o unitario. La Junta Conservadora fue disuelta y los diputados del interior marcharon a sus provincias. El histo­ riador Mitre afirma que esos repre­ sentantes “fueron a llevar a sus res­ pectivas provincias nuevos elementos de combustión y descontento” . El Primer Triunvirato fue derribado por la revolución del 8 de octubre, pro­ movida por la Logia Lautaro, organi­ zación secreta que sostenía dos princi­ pios básicos: “ La Independencia y la Constitución republicana.” Luego ocupó el poder el Segundo Triunvirato, el cual convocó a la Asam­ blea del Año XI I I , a fin de aquietar el descontento del interior ante el cen­ tralismo porteño. En esta Asamblea no tardó en imponerse la facción acaudi­ llada por Alvear, quien defendía un poder centralizado y postergaba para más adelante los dos fines de la Logia. Artigas sostuvo principios democrá­ ticos en las instrucciones que entregó a sus diputados, entre ellos la proclama­ ción de la independencia, organizar el país bajo un sistema federativo y anu- El g r a b a d o — un d ib u jo a n tig u o — re ­ p rodu ce a un m iliciano u n ifo rm ad o perte n e cien te a los cu e rp o s q u e lu c h a ­ ron b a jo la s ó rd e n e s d e l c a u d illo R a m íre z . lar la creciente influencia de Buenos Aires. Coincidieron en estos propósitos los representantes de Potosí, Tucumán y Jujuy. Sabemos que la mayoría alvearista rechazó a los diputados orien­ tales. Debido a la situación imperante, la Asamblea unificó el poder y creó — en enero de 1814— el Directorio. A par­ tir de esa época comenzaron a enviarse misiones al exterior con el propósito de obtener el apoyo de las potencias eu­ ropeas previa coronación de un prín­ cipe extranjero en Buenos Aires. Estos manejos diplomáticos fueron recibidos con desagrado por los adversarios del centralismo porteño. Cuando en enero de 1815 Alvear ocupó el Directorio debió enfrentar a sus opositores federales: Soler en Bue­ nos Aires y Artigas en la Banda Orien­ tal; el mandatario fue depuesto por una revolución y le sucedió Álvarez Thomas, bajo cuyo mandato se publicó el Estatuto Provisional de 1815, que fue rechazado por las provincias de­ bido a su carácter unitario. Después de la caída de Alvear, un grupo de federales organizó una fac­ ción política en la capital, que admitía las autonomías provinciales y conside­ raba prudente que Buenos Aires no impusiera su autoridad sobre el resto del país. Cuando se efectuaron comicios para decidir las opiniones, los federales fueron derrotados (Dorrego, Agrelo, Chiclana, etc.) y más tarde Pueyrre­ dón ordenó su destierro. A principios de 1816 inició sus se­ siones el Congreso de Tucumán, el cual si bien declaró la Independencia, no resolvió el problema de la forma de gobierno. En el seno de dicha asamblea existían dos tendencias: monarquistas y republicanos, estos últimos a su vez divididos en unitarios y federales, de acuerdo con su posición frente a la política de Buenos Aires. Trasladado a la última ciudad, el Congreso publicó el Reglamento Provisorio de 1817 y la Constitución de 1819, ambos de ten­ dencia unitaria y en consecuencia fue­ ron rechazados por las provincias. El estallido fed eral. Los caudillos En los diez años siguientes a la Revolución de M ayo se produje­ ron sucesivas convulsiones en la política interna y cambios de go­ bierno que culminaron en el año 1820 con la batalla de Cepeda. Es­ ta victoria de los caudillos López y Ramírez sobre el Director Su­ premo Rondeau significó el triun­ fo del federalismo en oposición al gobierno directorial porteño. Desde el comienzo de nuestro período independiente, dos fuerzas antagónicas trataban de ocupar el gobierno. Una minoría porteña y culta pugnaba por aplicar los principios innovadores y progresistas de las ideas liberales; sus adeptos propiciaban un gobierno cen­ tralizado, y su contenido ideológico lo representan los términos lirectoriales o unitarios. Los opositores militaban en el par­ tido federal, cuyos integrantes se re­ sistían a la influencia de las nuevas ideas, bajo una posición conservadora y tradicional. Han sido llamados demo­ cráticos, pues sus gobiernos surgieron a través de plebiscitos mayoritarios. Ante la derrota de las autori­ dades nacionales y debido a la au­ sencia de instituciones orgánicas que consolidaran el régimen polí­ tico interno, se inició el período de la ana rqu ía1. Representantes de la rebelión popular, los caudi­ llos se opusieron a la política de Buenos Aires, con la bandera de la democracia y la federación. Los caudillos lucharon por con­ servar el espíritu histórico y polí­ tico del lugar donde habían naci­ do y al frente de sus “ montoneras” o milicias lugareñas representaron la fuerza autóctona y viva de la tierra. Rudos como el medio en que actuaron, sus ideas no podían sujetarse a normas jurídicas, pero es innegable que en ellos predo­ minó el patriotismo y el sentido de la nacionalidad. Basta mencionar, entre otros, a José Gervasio Artigas, llamádo “ El heraldo del federalismo rioplatense” ; a M a rtín M ig u e l de Güemes, quien dirigió la epopeya de la guerra gaucha; a Estanislao L ó ­ pez, quien anheló la organización de la República, etcétera. En resumen: el estallido del año 1820 consolidó tres aspiraciones 1 L a m a y o r ía d e lo s h is t o r ia d o r e s c o in c id e n e n q u e e l p e r í o d o d e l a a n a r q u ía p o l í t i c a se p r o l o n g a e n n u e s t r a h i s t o r i a a t r a v é s d e n u e v e a ñ o s : 1 8 2 0 a 1 8 2 9 ; e n e s t e l a p s o , c e s a r o n la s a u t o r i d a d e s n a c i o n a l e s , c o n e x c e p c ió n d e la p r e s id e n c ia d e R iv a d a v ia , q u e fu e b re v e . E n e l tra n scu rso d e la a n a r q u í a , la s p r o v i n c i a s f u e r o n d o m i n a d a s p o r su p a r t e la p r o v in c ia d e B u e n o s A ir e s p r o g r e s ó b a jo lo s g o b ie r n o s d e L a s H e ra s y D o rreg o . 286 p o r lo s M a r tín c a u d illo s y R o d r íg u e z , populares: a) la democracia, por­ que la opinión pública se orien­ ta hacia la forma republicana de gobierno y rechaza las tendencias monárquicas; b ) el federalismo, como expresión del sentimiento nacional, y c) el surgim iento de las provincias, que se erigen en entidades autónomas y dictan sus propias constituciones. LOS CAUDILLOS DEL LITORAL FRENTE AL G O B IERN O DE BUENOS AIRES López y Ram írez Ya nos hemos referido a la ac­ titud rebelde de las provincias a poco de ocupar el gobierno el D i­ rector Pueyrredón. La hostilidad del interior — particularmente del litoral— hacia las autoridades de Buenos Aires se acrecentó durante el mandato del citado Director. En Santa Fe, el caudillo Esta­ nislao López ocupó el gobierno el 23 de julio de 1818 y en él perma­ neció durante veinte años, hasta su muerte. A poco de ocupar el man­ do, debió enfrentar una invasión de tropas enviadas por Pueyrre­ dón desde Buenos Aires, en com­ binación con efectivos cordobeses. López defendió con energía su provincia y aunque los directoriales ocuparon la capital — noviem ­ bre de 1818— debieron retirarse al poco tiempo, ante la carencia de víveres y la hostilidad de los santafecinos. Francisco Ram írez (1786-1821). Fue cono­ cido con el nombre de Supremo Entrerriano, aunque sus montoneros lo llam aban Pancho Ram írez. La moderna crítica histó­ rica ha reivindicado su memoria y lo con­ sidera un demócrata federal. (Archivo General de la Nación.) Estanislao López (1786-1838), el caudillo santafecino que sostuvo la necesidad de organizar el país sobre la base de una constitución federal. Ha sido llam ado con justicia "El patriarca de la federación". (Archivo G e n e ral de la Nación.) En Entre Ríos, el caudillo Fran­ cisco Ram írez también se opuso con éxito a los intentos de ocupa­ ción efectuados por tropas porteñas. Apoyado por sus paisanos, Ramírez derrotó a las fuerzas directoriales de M ontes de Oca a orillas del arroyo Cevállos (25 de noviembre de 1817). Otra colum­ na que avanzaba sobre la provin­ cia, a las órdenes de M arcos Bal­ carce, también fue rechazada en el combate de Saucecito, el 25 de marzo de 1818; estos éxitos con­ solidaron la posición de Ramírez en Entre Ríos. En Corrientes los acontecimien­ tos tampoco favorecieron la políti­ ca del gobierno de Buenos Aires. U n intento por deponer al gober­ nador Juan Bautista M éndez tuvo efímero éxito y a principios de 1819 fue repuésto en el cargo. El arm isticio de San Lorenzo E l curso desfavorable de los su­ cesos motivó que el Director Puey­ rredón decidiera atacar nuevamen­ te a la provincia de Santa Fe, para lo cual solicitó la cooperación de las tropas de San M artín y comu­ nicó a Belgrano — íjue se hallaba en Tucumán— que marchase con su ejército hacia el litoral. E l L i­ bertador mantuvo su actitud de no participar en las luchas internas, mientras que Belgrano se trasladó al nuevo escenario de combate. Las tropas de Buenos Aires fue­ ron puestas a las órdenes de Juan José Viam onte, quien invadió a Santa Fe, pero fue derrotado por López y debió replegarse a Rosa­ rio (marzo de 1819). Enterado el caudillo santafecino del vasto plan preparado por Puey­ rredón y ante la posibilidad de que San M artín llevase al litoral su victorioso ejército de Chile, dis­ puso iniciar negociaciones de paz. Belgrano se encontraba cerca de Rosario cuando le fueron comuni­ cados estos deseos. Las negociaciones se abrieron en San Lorenzo el 12 de abril de 1819 y a su término se acordó el cese de la lucha. El armisticio dispuso que las fuer­ zas del Directorio debían abandonar el territorio de Santa Fe y las que se encontraban en Entre Ríos lo Harían hasta San Nicolás. Por su parte, las tropas provinciales debían retroceder hasta el norte del rio Salado; en con­ secuencia, Belgrano acamparía en Cruz Alta (Córdoba) y Viamonte en San Nicolás. El acuerdo debía comunicarse a Ra­ mírez para que éste enviase represen­ tantes a una reunión con el fin de llegar a un arreglo definitivo. El armisticio de San Lorenzo no fue bien recibido por el gobierno de Buenos Aires ni tampoco por Artigas, quien lo consideró contra­ rio a la unidad de las provincias que le eran adictas. Directorio de Rondeau La tregua entre los caudillos del litoral y el gobierno central fue de efímera duración, pues la hosti­ lidad volvió a manifestarse cuan­ do el 20 de abril fue sancionada en Buenos Aires la “ Constitución de 1819” . Fatigado por tantas luchas y presagiando males mayores, Puey­ rredón — terminado su período gu­ bernativo— presentó sin tardanza su renuncia; ante la negativa del Congreso, insistió en su actitud dos veces, hasta que le fue acep­ tada la dimisión el 11 de junio. Lo reemplazó en el' cargo de D i­ rector Supremo — con carácter in ­ terino— el general Rondeau. El cambio de gobierno no alteró la anterior política de conciliación hacia los portugueses, que era uno de los motivos de los conflictos con Artigas y los caudillos del litoral. ladó a Cuyo y allí fracasó en sus in­ tentos de imponer su autoridad sobre San Martín, gobernador de esa pro­ vincia. Despechado, viajó a Buenos A i­ res y se presentó quejoso ante el Di­ rector Alvear, con quien mantenía amistad. Más tarde, Carrera partió hacia Es­ tados Unidos donde equipó una escua­ dra que trajo de regreso a Buenos A i­ res, con ánimo de dirigirse a Chile para luchar contra los realistas. En esos momentos, Pueyrredón ocupaba el Di­ rectorio y para evitarle conflictos a San Martín — que había iniciado vic­ torioso su campaña— apresó a Carrera. Cuando después de Chacabuco el L i­ bertador llegó a Buenos Aires, en gesto desinteresado entrevistó al caudillo chi­ leno en la cárcel y le prometió la li­ bertad, pero el último se negó a aceptar cualquier conciliación. Carrera logró escapar a Montevideo y desde allí preparó el futuro regreso a su patria, por medio de un plan ofensivo contra los realistas; para ul­ timar los detalles, envió a Mendoza a sus hermanos Juan José y Luis, pero éstos fueron apresados y fusilados en dicha provincia. Varios expatriados chilenos en Mon­ tevideo contaron a Carrera el trágico fin de sus hermanos y entonces, fuera de sí, golpeó la pared con ambos puños y gritó: “Basta de lágrimas, los ven­ garé o perderé la vida.” A partir de ese momento, una insa­ ciable sed de venganza guió los actos del caudillo chileno, quien contó para estos fines con la colaboración de su hermana Javiera Carrera de Díaz Valdés. Con tal de perjudicar al gobierno de Buenos Aires, se proclamó adicto de Artigas, aunque éste siempre descon­ fió de la sinceridad de sus declaracio­ nes. Dedicóse también a imprimir pan­ fletos censurando la política del Di­ rectorio, hojas que eran leídas en el litoral. Luego Carrera pasó a Entre Ríos junto con Carlos de Alvear y am­ bos ofrecieron sus servicios a Francisco Ramírez, quien se preparaba para ini­ ciar una ofensiva sobre Buenos Aires. La insidia de José M ig u e l Ca­ rrera atizó el descontento de los caudillos del litoral hacia Buenos Aires, tarea en la que también co­ laboró el general Carlos M aría de Alvear. A mediados de octubre, atrave­ saba la provincia de Santa Fe una caravana de carretas, en la que viajaban el general Marcos Bal­ carce y el doctor M ariano Serra­ no x; un contingente que respon­ día a las órdenes de Estanislao López tomó prisioneros a los co­ misionados y los condujo a Santa Fe. Desde ese momento, López — acompañado por Ramírez y Ca­ rrera— inició nuevamente la gue­ rra contra el gobierno de Buenos Aires y en consecuencia quedó anulado el armisticio de San Lo­ renzo. Rondeau debía afrontar una crítica situación en casi todo el país. Tucumán se había declarado “ República Indepen­ diente” , bajo las órdenes de Bernabé Aráoz, quien, a su vez, controlaba San­ tiago del Estero y Catamarca. El lito­ ral, Córdoba y La Rioja tampoco obe­ decían al gobierno nacional. Rondeau no podía contar con la ayu­ da de San Martín, quien preparaba su expedición al Perú. Para .complicar la situación, el Regimiento número uno de Los Andes, que el Libertador había enviado como auxilio, se sublevó al lle­ gar a San Juan, depuso al gobernador y creó una provincia autónoma. En el aspecto exterior, la situación tampoco era favorable. Los portugueses llegaban al término de su victoriosa Actitud de José M iguel C arre ra Sabemos que después de Rancagua el chileno José Miguel Carrera se tras­ 1 E l g en era l M arco s B a lc a r c e se d ir ig ía a C u yo , p ara a p res u ra r la a S a n M a r t ín , y e l d o c to r S e r ra n o v ia ja b a r u m b o a T u c u m á n e n m is ió n e n c o m e n d a d a p o r e l D ir e c to r io . ayuda s o lic ita d a p o lít ic a , ta m b ié n 289 El general José Rondeau, vencido por los caudillos en la batalla de Cepeda. Fue el último Director Supremo, por cuanto su renuncia marcó el fin del gobierno centralista de Buenos Aires. tación revolucionaria que Carrera y A lvea r habían provocado va­ liéndose de López y Ram írez” x. Sublevación de Arequito De acuerdo con órdenes del D i­ rectorio, el general Fernández de la Cruz al frente del Ejército au­ xiliar del norte avanzó hasta Cór­ doba y desde a llí — a mediados de diciembre de 1819— continuó su marcha en dirección a la provin­ cia de Buenos Aires, donde debía reunirse con otras fuerzas. campaña en la Banda Oriental y desde Cádiz se anunciaba el envío de una expedición española al Río de la Plata. El levantamiento del litoral -— y de las provincias del interior— contra Buenos Aires obedecía a motivos fundamentales y ocasiona­ les. Entre los primeros pueden ci­ tarse la acusación al gobierno cen­ tral de pretender “ entregar el país a príncipes extranjeros” contra­ riando el anhelo republicano de la mayoría y de promulgar una Constitución que desconocía las autonomías provinciales. Las cau­ sas ocasionales residían “ en la ma­ la política de avenimiento que Buenos Aires había usado con Santa Fe y Entre Ríos y la agí290 A l pisar la jurisdicción de San­ ta Fe, en la posta de A requ ito (so­ bre la margen derecha del río Carcarañá), una parte de estas tropas se sublevó en la noche del 7 al 8 de febrero de 1820. Los cabecillas del movimiento fueron el general Juan Bautista Bustos, secundado por el coronel A lejan­ dro Heredia y el comandante José M a ría Paz, quienes manifestaron su firm e resolución de no partici­ par en la guerra civil. Pocas horas después y ante la im ­ posibilidad de someter a las fuer­ zas sublevadas, Cruz capituló con Bustos, quien — desde ese momen­ to dueño del ejército— retrocedió hasta Córdoba, no sin antes recha­ zar proposiciones de los caudillos del litoral para que esas tropas fueran empleadas contra los efec­ tivos de Buenos Aires. 1 R ic a r d o A r g e n tin a ” . Leven e: “ L e c c io n e s de H is to r ia Cuando Bustos llegó a Córdoba se hizo nombrar gobernador, ac­ titud que fue imitada por otros jefes: Juan F elip e Ibarra, en San­ tiago del Estero; Dupuy, en San Luis, y Barrenechea, en La Rioja. BATALLA DE CEPED A Para cerrar el paso hacia Buenos Aires a los montoneros, Rondeau se concentró con tropas de línea y milicias en Luján, mientras los caudillos del litoral hacían lo mismo con sus efectivos en Santa Fe, en las inmediaciones del A rro­ yo del Medio. Mientras tanto, el Congreso — que continuaba reunido en Bue­ nos Aires—- resolvió nombrar “ D i­ rector substituto” a Juan Pedro A guirre, alcalde de prim er voto y principal funcionario del Cabildo porteño. Para adelantarse a los invasores, el general Rondeau avanzó hasta San Nicolás, donde se unió con los efectivos de Balcarce, y desde allí, al frente de unos 2.000 hombres, marchó hasta la Cañada de Cepe- da. En esa región libró combate contra el grueso de las fuerzas fe­ derales — unos 1.500 hombres— el 1 de febrero de 1820. El general Rondeau contaba con un ejército bastante poderoso, cuya caba­ llería dirigió personalmente, mientras confió la infantería y la artillería al general Juan Ramón Balcarce. Las tropas federales estaban forma­ das por los milicianos de Santa Fe, a las órdenes de López, una división de correntinos e indios guaraníes dirigidos por Campbell, un contingente de entrerrianos de Ramírez y los emigrados chilenos, de José M iguel Carrera. Las fuerzas de Ramírez y Ca­ rrera atacaron a los efectivos de Ralcarce, mientras López y Camp­ bell embestían a la caballería de Rondeau, la que retrocedió casi sin combatir, en medio de gran con­ fusión. La batalla duró escasamente diez minutos, a cUyo término las tropas directoriales se desbanda­ ron, salvando el prestigio m ilitar de Buenos Aires el general Bal­ carce, quien después de enérgica resistencia pudo reorganizar sus efectivos, rechazó dignamente una intimación de rendirse y consiguió llegar a San Nicolás al frente de unos 900 hombres. Los caudillos, en lugar de em­ prender nueva lucha contra Bal­ carce, optaron por marchar direc­ tamente hacia la capital. CAÍDA DEL DIRECTORIO. DISOLUCIÓN DEL CONGRESO La derrota de las fuerzas direc­ toriales en Cepeda produjo pánico en Buenos Aires, por cuanto los habitantes temían el saqueo de la ciudad por parte de los vencedores. Con gran energía, el Director substituto Agu irre convocó al pue­ blo para la defensa y confió el mando m ilitar al general Soler, quien concentró sus efectivos en Puente de Márquez, a siete leguas de Buenos Aires. Los caudillos triunfantes prefi­ rieron iniciar negociaciones pací­ ficas. Ramírez y López enviaron sendas notas al Cabildo porteño (desconocían cualquiera otra au­ toridad) en las que, a modo de u l­ timátum, ordenaban la destitución del Director Supremo, la supresión del Congreso y la adopción del sistema federal. A u n q u e a lg u n o s c a u d i l l o s d isp u sie ro n d e e jército s re ­ g u la r e s y d is c ip lin a d o s, la m ayo r p a rte de sus efecti­ vos se c o n o c ía n con el nom ­ b re d e " m o n to n e ra s" , es d e cir, d e con jun tos d e jin e ­ tes — m ontones— q u e e m b es­ t ía a l ene m ig o con a u d a c ia , p ero sin o rd e n ni p la n p re ­ co n ceb id o . El g r a b a d o re p ro d u c e una a c u a r e la d e l p in tor C a r lo s E n riq u e P e lle g rin i, titu la d o ''La m o n to n e ra ". Ramírez exigió que se publicaran las actas secretas del Congreso, en las cua­ les constaba el proyecto de establecer una monarquía en el Río de la Plata, entregando la corona al príncipe De Luca, perteneciente a la Casa de Rorbón. Soler también apoyó lo dispuesto por los caudillos; en consecuencia, volvió las armas contra el gobierno nacional. El 11 de febrero de 1820, el D i­ rector Rondeau y el Congreso ce­ dieron a la intim ación; las auto­ ridades nacionales habían cesado. E l Ayuntamiento se hizo cargo del poder con el nombre de “ Cabildo gobernador” , en ejercicio de la autoridad, hasta que fuera desig­ nado un mandatario para la ciu­ dad y la provincia de Buenos Aires. Sarratea es elegido gobernador E l Cabildo había asumido el mando de la ciudad y de la pro­ vincia de Buenos Aires, pero Ra­ m írez manifestó que sólo trataría con un gobierno elegido por el pueblo, opinión que también com­ partía Estanislao López. La actitud de los caudillos de­ terminó que el 16 de febrero se reuniera un Cabildo abierto, con la asistencia de 182 ciudadanos, a fin de elegir un gobierno “ fine siendo la obra de un acto libre, reuniese en sí solo, toda la confian­ za pública” . Cada ciudadano votó por dos personas y las doce que obtuvie­ ron mayoría de sufragios pasaron a integrar la Junta de Represen­ tantes que en su primera sesión — madrugada del día 17— eligió gobernador de Buenos Aires al ex triunviro y agente diplomático M anuel de Sarratea. Éste ejercería el cargo en forma provisional, has­ ta tanto se conociera la opinión de la campaña, en gran parte ocu­ pada por los ejércitos federales. De tal manera, la provincia de Buenos Aires quedó constituida con un cuerpo legislativo de ori­ gen popular — la Junta de Repre­ sentantes— y un gobernador — o Poder Ejecutivo— elegido por su­ fragio indirecto. El mismo día 17, Soler se en­ trevistó en Luján con Ramírez y obtuvo del caudillo un armisticio de tres días, en cuyo transcurso debían eliminarse de los empleos administrativos a todos los que habían pertenecido al gobierno de­ rrocado. Debido a esto, fueron reemplazados los miembros del Cabildo. 293 EL T R A T A D O DEL P ILA R Sarratea asumió el mando el 17 de febrero, pero de inmediato par­ tió hacia Pilar, donde debía reu­ nirse con los caudillos del litoral, a fin de acordar un tratado de paz. E l 23 de febrero de 1820, en la capilla del Pila r, Sarratea firm ó con López y Ramírez un tratado, por el cual los gobernadores de Buenos Aires, Santa Fe y Entre Ríos se obligaban a organizar el país bajo el sistema republicano federal, sometiendo la resolución definitiva a un congreso a reunirse en el término de sesenta días, en el convento de San Lorenzo (San­ ta Fe). Aunque el pacto trataba la am­ nistía, una de sus cláusulas orde­ naba el enjuiciamiento de los di­ rectores supremos y congresales que habían formado parte del go­ bierno derrocado. El Tratado del P ila r fue ratifi­ cado por la Junta de Representan­ tes de Buenos Aires el 24 de fe­ brero. El pacto consta de doce artículos. El artículo l 9 afirma que las partes contratantes —Buenos Aires, Entre Ríos y Santa Fe— se pronuncian en favor del sistema federal e invitan a las demás provincias a un congreso a reunirse en San Lorenzo, para organi­ zar definitivamente el país. El artículo 29 establece que desde el mismo día de la firma del pacto cesa­ rán las hostilidades y los ejércitos de Entre Ríos y Santa Fe se retirarán a sus respectivas provincias. El artículo 3V dispone la alianza co­ mún de las provincias signatarias para enfrentar la agresión portuguesa. El artículo 49 decreta la libre na­ vegación de los ríos, en razón de que el puerto de Buenos Aires cobraba de­ rechos aduaneros y fiscalizaba todo el tráfico fluvial. El artículo 59 concedía amnistía a los ciudadanos expatriados por causas po­ líticas, quienes recobrarían el goce de todos sus derechos. El artículo 69 se ocupa de los lím i­ tes interprovinciales y el artículo 79 ordena abrir proceso a los miembros del Directorio y del Congreso “ por com­ prometer la libertad de la Nación, con En el g r a b a d o pod em os o b s e rv a r p a rte d e l texto - h a s t a el a rtic u lo 4 9 - d e l T ra ta d o d e l P ila r. El docu m en to se in ic ia en esta fo rm a: " C o n v e n c ió n h e ch a y c o n clu id a entre los g o b e r­ n a d o re s Don M a n u e l d e S a r r a t e a de la p ro v in cia d e B uenos A ire s , Don F ran cisco R a m íre z de la d e Entre R íos, Don E sta n isla o Ló p ez d e la d e S a n t a Fe el d ía v ein te y tres d e fe b re ro d s l an o d e l S .ñ o r mil ocho cien to s v e in te , con el fin d e te rm in a r la g u e rra s u s c i t a d a .. . ° otros excesos de enorme magnitud” . Motivaba esta cláusula las misiones diplomáticas al extranjero, tendientes a coronar ’in príncipe europeo en el Río de la Plata. El artículo 8f dispone que Buenos Aires no podrá impedir el paso de armas y municiones a las provincias federales. El artículo 99 ordenaba la libertad de los prisioneros de guerra. El artículo 109 establece que el pacto sería comunicado a Artigas y que la incorporación de la Banda Oriental a las demás provincias federales “ se mi­ raría como un dichoso acontecimiento . Los artículos l l 9 y 129 daban nor­ mas para el retiro de los ejércitos y fijaban un plazo de dos días para que el pacto fuera ratificado por la Junta de Representantes de Buenos Aires. En virtud del artículo tercero y de un pacto secreto que no se dio a co­ nocer para no alarmar al gobierno portugués, Sarratea entregó armas y vestuario al ejército federal. El histo­ riador Ricardo Levene ha demostrado categóricamente la existencia de un acuerdo secreto. El Tratado de P ila r es el primer pacto in t e T p r o v in c ia l que reconoce el sistema federal de g o b ie r n o y dio origen a una importante re­ forma institucional en nuestra his­ t o r ia . De su lectura se deducen claramente los anhelos por organi­ zar todas las provincias en una so­ la nación s o b r e el principió de la nacionalidad. Artigas sólo era reconocido como “ Capitán General de la Banda Oriental” pero no en carácter de “ Protector de los Pueblos Libres” ; en consecuencia — por obra de Ra­ mírez—- era despojado de toda au­ toridad sobre las provincias de En­ tre Ríos y Santa Fe. Si bien el caudillo oriental era invitado a incorporarse a la alianza, se lo desconocía como árbitro y sólo lle ­ garía a su poder una copia de lo ya resuelto. Gobierno de Sarratea De conformidad con lo dispues­ to en el Tratado del Pilar, Sarra­ tea ordenó la entrega de armas, municiones y dinero a Ramírez; esta actitud y el castigo a que se­ rían sometidos los miembros del gobierno denocado provocaron desagrado entre los integrantes del partido directorial. Estos últimos recibieron calurosamente a Balcar­ ce, cuando regresó a Buenos Aires luego de su valeroso comporta­ miento en Cepeda. E l 6 de marzo, los descontentos con el gobierno — atizados por un grupo de jóvenes— se reunieron en la Plaza de la Victoria, mani­ festando sus ideas centralistas y antifederales. Presentaron un es­ crito al Ayuntamiento por el cual exigían la destitución de Sarratea. Reunido inmediatamente un Ca­ bildo abierto, el gobernador fue destituido y en su reemplazo eli­ gió interinamente a Juan Ramón Balcarce. Sarratea se retiró a P ila r y des­ de allí reclamó la obediencia que le era debida, pero como la reso­ lución del Cabildo no fue m odifi­ cada, recurrió a los elementos que le eran adictos. De tal manera So­ ler salió de Buenos Aires con sus tropas, y los caudillos López y Ra­ mírez avanzaron hasta los subur­ bios de la ciudad; el último ame­ nazó con desatar nuevamente la guerra civil si Sarratea no era reco­ nocido como legítim o gobernador. A l día siguiente, Sarratea dio a conocer un decreto en que orde­ naba iniciar un proceso de alta 295 El día de los tres gobernadores Ramos M ejía, hasta entonces sin mayor actuación, gobernó escaso tiempo: desde el 2 de mayo hasta el 23 de junio. Adicto al partido directorial derrotado, dio curso a una disposición de la Junta por la cual eran absueltos algunos de los ciudadanos sometidos a proceso. Aceptó también el cargo de Capi­ tán General de la provincia, es decir, el mando supremo de las fuerzas militares, en perjuicio de Soler, quien lo ejercía con el apoyo del ejército. traición a los miembros del Con­ greso y del Directorio. Figuras de prestigio se vieron afectadas por esa medida, aunque más tarde los acusados fueron absueltos. En medio de hondo malestar político se realizaron las elecciones para elegir la nueva Junta de Re­ presentantes, cuyo resultado fue desfavorable para Sarratea, por cuanto el organismo quedó inte­ grado con hombres pertenecientes al partido directorial, de ideas cen­ tralistas y monárquicas. Sarratea presentó la renuncia de su cargo, la que fue aceptada; en su reemplazo, la Junta de Repre­ sentantes eligió a su presidente I l ­ defonso Ramos M e jía gobernador interino de la provincia de Buenos Aires, hasta tanto se designase un gobernador propietario. 296 El 15 de mayo, la Junta de Repre­ sentantes eligió a Matías Patrón di­ putado por Buenos Aires ante el con­ greso a realizarse en San Lorenzo. El 27 de ese mes, llegaron oficios de los caudillos de Santa Fe y Entre Bíos, según los cuales esas provincias no reconocían a Ramos Mejía en su carácter de gobernador. El problema económico — la capital absorbía el co­ mercio— motivaba una creciente hos­ tilidad por parte de los caudillos del litoral. El 16 de junio, los jefes y ofi­ ciales del ejército, invocando “ la voluntad general de la campaña” repusieron a Soler en el cargo de Capitán General y obtuvieron que el Cabildo de Luján lo reconociera como gobernador. Soler comunicó lo resuelto a la Junta de Representantes de Bue­ nos Aires, para que ésta lo hiciese reconocer en toda la provincia. Ramos M ejía presentó la renuncia de su cargo, pero la Junta, sin aceptarla, le ordenó que entre­ gase el bastón de mando al Ca­ bildo y al mismo tiempo comuni­ caba a Soler que podía penetrar en la ciudad sin dificultades. E l 20 de junio de 1820 desem' peñaban el gobierno de la provin­ cia Ildefonso Ramos M ejía, el ge­ neral Soler y el Cabildo; ese día se conoce en nuestra historia como “ el día de los tres gobernadores” . En ese momento en que se agudi­ zaba la crisis política, fallecía en Buenos Aires una de las glorias más puyas de la argentinidad: el general M a n u el Belgrano. i t Gobierno de Soler E l general Soler estuvo al frente de la provincia de Buenos Aires escaso tiempo, del 23 al 28 de ju­ nio. Cuando arribó a la capital fue reconocido como gobernador, pero al día siguiente ■ — 24 de junio— • dejó en su reemplazo a M anuel D o rrego 1 y se dirigió a Luján, donde estableció su cuartel, para enfrentar a los caudillos López, A lvea r y Carrera, quienes avan­ zaban nuevamente sobre la pro­ vincia de Buenos Aires. El 28 de junio, las tropas de Soler y de López chocaron en la Cañada de la Cruz y los efectivos del primero fueron arrollados y sufrieron grandes pérdidas. Soler comunicó su fracaso al Cabildo y huyó a la Colonia, en la Banda Oriental. Gobierno de Dorrego Después de su triunfo, López convocó el 1 de julio a los repre­ sentantes de los pueblos de la cam­ paña, los que se reunieron en la villa de Luján y eligieron gober­ nador a Alvear. El Cabildo de Buenos Aires des­ conoció lo resuelto y el 4 de julio la Junta de Representantes designó a Dorrego gobernador interino con jurisdicción sobre la ciudad. Buenos Aires inició gestiones conciliatorias para que la campaña revocase el nombramiento de A l ­ vear, por cuanto Estanislao López no podía erigirse en dueño de la soberanía de la provincia, pero las tratativas fracasaron debido a la intransigencia demostrada por el caudillo santafecino. 1 Dorrego regresaba del destierro a que había sido condenado por Pueyrredón. Políticamente estaba definido contra la monarquía y desde ese momento lucharía por las ideas republicanas y federales, hasta su trágico fin en Navarro. 297 Como no quedaba otra solución que la guerra, Dorrego se dedicó a organizar la defensa de la ciudad. Contó con la colaboración de M a r­ tín Rodríguez y del joven hacen­ dado Juan M an u el de Rosas; el primero fue designado jefe de las m ilicias del sur, y el segundo se encargó de reunir y equipar esos efectivos, que tuvieron destacada actuación en los sucesos de la época. Iniciada la lucha, López, A lvear y Carrera sitiaron a Buenos Aires, pero la enérgica defensa hizo fra­ casar los intentos por ocupar la ciudad. A lvear y Carrera decidieron acampar en San Nicolás, pues el primero no quería alejarse dema­ siado de Buenos Aires, temeroso de perder sus derechos sobre el go­ bierno. Dorrego dirigió sus fuerzas hacia aquella zona, y el 1 de agos­ to venció completamente a los dos caudillos. Por su parte, López tam­ bién fue derrotado por Dorrego al norte del arroyo Pavón (12 de agosto de 1820). 298 Alentado por los triunfos, Do­ rrego se internó en territorio santafecino para proseguir la lucha, a pesar de que el general M artín Rodríguez y el comandante Juan M anuel de Rosas licenciaron a sus tropas, pues deseaban firm ar la paz. Con escasas fuerzas, Dorrego fue atacado y vencido por López en Gam onal, el 2 de setiembre. El caudillo santafecino comuni­ có al Cabildo de Buenos Aires que estaba dispuesto a poner fin a la lucha, siempre que Dorrego fuese eliminado del gobierno. M artín Rodríguez, gobernador de la provincia de Buenos A ires Dorrego dispuso convocar a los habitantes de la provincia de Bue­ nos Aires a fines de agosto, para constituir una Junta de Represen­ tantes, la cual debía nombrar un gobernador. E l propio Dorrego era candidato, pero lo combatían los jóvenes pertenecientes al partido directorial. Realizadas las elecciones, la ci­ tada Junta nombró a M a rtín Ro­ dríguez gobernador de la provin­ cia de Buenos Aires (26 de se­ tiem bre). La facción federal, que deseaba ubicar en el gobierno a Dorrego, se sublevó el 1 de octubre a las órdenes del doctor José A grelo con las tropas de la guarnición que mandaba el coronel Pagóla. Des­ pués de sangriento combate, los amotinados — al grito de ¡abajo los directoriales!— ocuparon el Fuer- te y se adueñaron de la ciudad. Casi en el acto convocaron a un Cabildo abierto en el templo de San Ignacio, para proceder a ele­ g ir un nuevo gobernador. Por su parte, M artín Rodríguez — que se había alejado de Buenos Aires— avanzó sobre la ciudad con la protección de Juan M anuel de Rosas, quien marchaba al frente de su regimiento N " 5, llamado Los Colorados del M onte, que había equipado a su costa. Para firmar la paz con Buenos Aires, el caudillo López había exigido que Dorrego fuese eliminado del gobierno. Rosas, que deseaba el fin de la lucha con Santa Fe y a su vez obediente a las autoridades constituidas, brindó su apoyo a Rodríguez, .a pesar de que éste pertenecía al partido directorial o uni­ tario. Cuando en el Cabildo abierto se proponía el nombramiento de Do­ rrego, entraron en la ciudad los colorados de Rosas, a quienes se­ guía el general Rodríguez. La Junta de Representantes se reunió nuevamente y entonces ra­ tificó — el 5 de octubre—- la elec­ ción de M artín Rodríguez; al día siguiente, otorgó al gobernador, por el lapso de tres meses, faculta­ des extraordinarias. A las órdenes de Pagóla, los in ­ surrectos no aceptaron lo dispues­ to, pero fueron atacados y venci­ dos por las tropas de Rosas. Mientras tanto, Dorrego había avanzado con su ejército hasta Lu ­ ján, donde — enterado de lo ocu­ rrido-— depuso sus ambiciones al mando y aceptó a Rodríguez como gobernador de la provincia; no obstante, rehusó ponerse a sus ór­ denes. El Tratado de Benegas La paz entre Buenos Aires y Santa Fe se concertó el 24 de no- viem bre de 1820 en la estancia de Tiburcio Benegas, situada en los limites de ambas provincias, en las márgenes del Arroyo del M edio. Acudieron representantes de los dos gobiernos y — en carác­ ter de mediadores amigables—- lo hicieron comisionados por Córdo­ ba. E l gobernador de esta última provincia, Juan Bautista Bustos, y también Rosas, intercedieron favo­ rablemente ante López para apre­ surar las negociaciones. E l Trotado de Benegas — así llamado por lo ya expuesto— cons­ ta de siete artículos y aunque na­ da resolvió con respecto a la forma de gobierno, merece destacarse lo dispuesto por el artículo segundo, que ordenaba reunir, en el térm i­ no de dos meses, un congreso ge­ neral en Córdoba; otras cláusulas disponían el fin de la guerra entre Buenos Aires y Santa Fe y la l i ­ bertad de los prisioneros. Pero antes de concluir el trata­ do, el caudillo López exigió para su provincia la entrega de 25.000 cabezas de ganado para distribuir­ las entre los pobladores afectados por la lucha. Rodríguez se negó a aceptar esta condición. La dificultad fue salvada por Rosas, quien se comprometió par­ ticularmente a entregar esa in ­ demnización a Santa Fe. Rosas pudo cumplir con el compro­ miso después de vencer numerosas di­ ficultades. Las 25.000 cabezas de ga­ nado debían ser trasladadas hasta el Arroyo del Medio. En aquella época representaban 120.000 pesos de plata. El número de animales entregados se elevó a 30.146, es decir con un ex­ ceso de 5.146 sobre lo tratado, así lo dejó escrito el gobernador de Santa Fe al pie de la obligación contraída por Rosas: “ Queda cancelado el presente documento. . . con el exceso de 5.146 cabezas más . . ( 1 0 de abril de 1823). E l Tratado de Benegas anuló lo dispuesto en el de Pilar, referente al congreso de San Lorenzo, a reu­ nirse ahora en Córdoba, y excluyó de las negociaciones a Ramírez y Carrera, lo que produjo la ruptura entre estos últimos y López. LAS LUCHAS ENTRE LOS CAUDILLOS Derrota d efinitiva de A rtig as Vencido por los portugueses, A r­ tigas buscó refugio en Corrientes y estableció su campamento en Curuzú-Cuatiá. A l enterarse de lo re­ suelto en el Tratado del Pila r — fir­ mado sin su consentimiento— in ­ crepó a Ramírez, acusándolo de confabularse con los directoriales. No tardó en estallar la guerra en­ tre ambos. Artigas invadió con sus tropas la provincia de Entre Ríos y ven­ ció con dificultades a Ramírez en Las Guachas; el último debió re­ plegarse, pero en un nuevo en­ cuentro en Las Tunas derrotó al caudillo oriental. Éste retrocedió hasta el Rincón de Ábalos — pró­ ximo a Curuzú-Cuatiá— y a llí Ra­ mírez lo venció definitivamente, el 29 de julio de 1820. Perseguido hasta el norte de Co­ rrientes, Artigas cruzó la frontera del Paraguay y buscó asilo en ese país, donde — después de treinta años de confinamiento— falleció en 1850. Predom inio de Ram írez Alejado Artigas del escenario de la lucha, Ramírez dominó a Entre Ríos, Corrientes y Las Misiones. No tardó en unir esos territorios mesopotámicos en un solo Estado, al que denominó “ República de Entre Ríos” ; al asumir esta acti­ tud, no lo guiaba un propósito se­ paratista, sino que procuró fundar una gran provincia, dentro de la nacionalidad argentina. Ramírez fue elegido jefe supremo de dicho Estado. Para extender los límites de su hegemonía, el caudillo entrerriano dispuso reintegrar el Paraguay al dominio argentino — que había formado parte del virreinato— , di­ rigirse luego sobre Buenos Aires y pasar finalmente a la Banda Oriental para recuperar esa pro­ vincia ocupada por los portugueses. Con estos propósitos, trató de ob­ tener el apoyo de Estanislao Ló­ pez, pero éste se negó, pues — por el Tratado de Benegas— estaba aliado con Rodríguez y Bustos, gobernadores de Buenos Aires y Córdoba, respectivamente. No quedaba al “ supremo entrerriano” otro aliado que José M i­ guel Carrera, quien — con sus chi­ lenos— fue obligado por López a abandonar la provincia de Santa Fe. Con el propósito de llegar a su tierra natal, realizó correrías por la campaña bonaerense, para luego asolar las provincias de Cór­ doba y San Luis. Carrera pudo continuar su mar­ cha hacia Chile, pero decidió mar­ char hacia el litoral, ante un lla ­ mado de Ramírez, quien lo in vi­ taba a invadir Buenos Aires. D esaparición de Ram írez y de C arre ra Ramírez tomó posiciones en la margen oriental del Paraná, mien­ tras López y Rodríguez decidieron enfrentarlo en un movimiento combinado. E l caudillo entrerriano hizo adelantar su vanguardia, con la que tomó Coronda, y luego de cruzar el río con el grueso de sus efectivos invadió el territorio santafecino. Ante la situación por que atra­ vesaba su provincia, López dispuso iniciar una ofensiva y el 26 de mayo de 1821 venció a Ramírez en Coronda. E l caudillo entrerria­ no reorganizó parte de sus tropas y se dirigió hacia Córdoba, donde se reunió con Carrera; ambos mar­ charon contra Bustos, pero éste los venció en Cruz A lta , en las proxi­ midades del río Tercero (16 de junio). Después de la derrota sufrida, Ramírez y Carrera — enemista­ dos— decidieron separarse. E l pri­ mero se dirigió hacia el norte, pa­ ra buscar el camino de Entre Ríos, a través de la provincia de Córdo­ ba, y el segundo, en dirección a Chile, por Cuyo. Francisco Bedoya, el gobernador substituto de Córdoba, reforzado con contingentes santafecinos, salió en persecución del caudillo entrerriano, a quien alcanzó y venció en San Francisco, cerca del rio Seco. Ramírez logró escapar, pero al enterarse de que su compañera doña Delfina —-que vestida de ofi­ cial le acompañaba en sus cam­ pañas— había caído prisionera, retrocedió para rescatarla y en esas circunstancias recibió el cau­ dillo un balazo en el pecho, que le ocasionó la muerte instantánea (10 de julio de 1821) 1. Su desapa­ rición permitió que renaciera la paz en el litoral. Por su parte, Carrera se dirigió hacia San Luis y derrotó a una división que salió a combatirlo, pero debido a la superioridad de las fuerzas adversarias marchó a Mendoza. A l entrar en esa provin­ cia sufrió una derrota en Punta del M édano y fue apresado, debido a la traición de un grupo de sus hombres. En la plaza de esa ciu­ dad — donde habían caído ajusti­ ciados sus hermanos— el caudillo chileno fue fusilado el 4 de se­ tiembre de 1821. LAS A U TO N O M IA S PROVIN CIALES A partir del año 1819 las pro­ vincias se erigen en entidades au­ tónomas, y basadas en su espíritu federalista dictan leyes orgánicas que dan origen a un importante proceso histórico de carácter cons­ titucional. Este período de forma­ ción del derecho provincial — que Santa Fe Como hemos visto, Estanislao López asumió el gobierno de Santa Fe en julio de 1818. Con el objeto de organizar los poderes del Es­ tado y reconocer los derechos de los habitantes hizo redactar — o redactó como afirman otros histo­ riadores— el Estatuto Provisorio que fue aprobado por el Cabildo el 26 de agosto de 1819. De tal ma­ nera, Santa Fe fue la primera pro­ vincia que dictó una Constitución. 302 de una ja u la de Por su parte, Catamarca reunió un Cabildo abierto el 25 de agosto de 1821, el que declaró anulados los compromisos con Tucumán y pro­ clamó la autonomía de la provin­ cia. E l primer gobernador titular del nuevo Estado autónomo fue Nicolás Avellaneda y T u la 1', le sucedió Eusebio Ruzo, durante cu­ yo período fue jurada — en julio de 1823— la primera Constitución provincial. Córdoba Tucum án, Santiago del Estero y C atam arca En octubre de 1814, el Director Posadas creó la Gobernación In ­ tendencia de Tucum án, integrada por esta última provincia, Santia­ go del Estero y Catamarca. E l Ca­ bildo tucumano eligió al coronel Bernabé Aráoz. prim er goberna­ dor intendente de la nueva provin­ cia. Éste resolvió organizar el vasto territorio que gobernaba en una provincia federal y entonces creó — sin propósitos separatistas— la “ República de Tucumán” . En abril de 1820, Santiago del Estero se declaró independiente de Tucumán y se erigió en provincia autónoma, designando gobernador a Juan Felipe Ibarra. En 1826, fue dictado el Reglamento P rovin cia l, que luego sufrió modificaciones. 1 U n o f ic ia l s a n t a fe c in o o r d e n ó c o r ta r la c a b e z a d e l c a d á v e r d e R a m ír e z y e m b a ls a m a d a la e n v ió c o m o t r o f e o a E s ta n is la o L ó p e z . É s te a d o r n ó c o n e lla la m e s a e n q u e f ir m a b a su c o r r e s p o n d e n c ia y lu e g o la r e m it ió a l C a b i ld o d e S a n ta F e , e n c u y o b a lc ó n f u e e x h ib id a , d e n tro Juan Felipe Ib a rra, elegido goberna­ dor de Santiago del Estero en abril de 1820. Fue el primer m andatario que actuó con ese título en dicha provincia, por cuanto en esa época Santiago del Estero se declaró autó­ noma de Tucumán. (Cuadro existente en el Museo Histórico N acional.) se extiende hasta 1825— ha per­ mitido afirm ar al historiador Ravignani que “ el año 20 no es pre­ cisamente un caos, sino un punto de partida de fecunda acción cons­ titucional” . En setiembre de 1816, Am brosio Funes — partidario del centralismo porteño— ocupó el gobierno de la provincia de Córdoba. Luego llegó al poder otro hombre de la misma tendencia, M a n u e l A ntonio de Castro, quien — como consecuencia de la sublevación de Arequito— debió renunciar y fue reemplaza­ do por José Javier D ía z; éste reu­ nió una Asamblea de representan­ tes e hizo proclamar la autonomía de la provincia. En marzo de 1820 se hizo elegir gobernador Juan Bautista Bustos, y el 30 de enero de 1821 dio a pu­ blicidad el “ Reglamento Proviso­ rio” , basado en el sistema federal. Entre Ríos Dijimos que después de derrotar a Artigas, el caudillo Ramírez consolidó su hegemonía sobre En­ 1 F u e p a d re d e e l p r e s id e n te llaneda, M arco M . Avellaneda de la tre Ríos, Corrientes y Misiones, te­ rritorios que agrupó en un solo Estado, a los que denominó “ Re­ pública de Entre Ríos” . La muerte de Ramírez significó el derrumbe de la efímera “ Re­ pública” . L e sucedió en el mando de la provincia de Entre Ríos su hermanastro Ricardo López Jor­ dán, quien a su vez fue depuesto — en setiembre de 1821-— por una revolución. Ocupó el gobierno el coronel Lucio M ansilla. Durante su man­ dato se reunió un Congreso en Paraná que sancionó el primer Estatuto Provisorio Constitucional de Entre Ríos (4 de marzo de 1822). Consta de 14 secciones. La primera sección se ocupa de la “ Declaración del Estado y forma de gobierno” y el ar­ tículo l 9 declara que Entre Ríos “ es parle integrante de las Provincias Uni­ das del Río de la Plata” . El Estatuto Provisorio Constitucio­ nal determina la división del Estado en tres poderes y a través de sus dis­ tintas secciones se ocupa del Poder Ejecutivo; atribuciones del gobierno; (d e g o lla d o en M e tá n ) y a b u e lo de Nicolás A ve­ R e p ú b lic a . h ie r r o . 303 forma y elección de los diputados que debían integrar un Congreso; sanción de leyes y organización de la justicia. También figuran acertadas disposi­ ciones referentes al sufragio universal, a la ciudadanía y a los derechos de los particulares. E l Estatuto Provisorio de la pro­ vincia de Entre Ríos fue un ex­ celente cuerpo de leyes, de no­ toria superioridad sobre otros de su época. Corrientes José Vedoya, el gobernador de Corrientes, fue despojado del man­ do por Andresito Artigas, quien repuso en el gobierno a Juan Bau­ tista M éndez, partidario del cau­ dillo oriental. Más tarde, Ramírez — que ya había vencido a Gervasio A rti­ gas— anexó la provincia a la “ Re­ pública de Entre Ríos” , pero al desaparecer el primero Corrientes recuperó su autonomía. En setiembre de 1821 fue con­ vocado un Congreso General que sancionó el Reglam ento Proviso­ rio Constitucional de la Provincia. E l coronel José Fernández Blan-, co fue el prim er gobernador cons­ titucional de Corrientes y en el tiempo de su mando se sancionó la Constitución P o lítica de la P ro­ vincia (24 de setiembre de 1824). Le sucedió en el' gobierno Pedro Ferré, hombre enérgico, capaz y progresista. M endoza, San Ju a n y S an Luis En noviembre de 1813, el Triun­ virato creó la Intendencia de Cu­ yo, que comprendía las actuales provincias de Mendoza, San Juan y San Luis; la sede de las auto­ ridades fue la ciudad de Mendoza. 304 E l prim er gobernador intenden­ te fue Juan Florencio Terrada y luego — en setiembre de 1814— el general José de San Martín, quien al cabo de dos años delegó el man­ do en T orib io Luzuriaga. E l 9 de enero de 1820 se su­ blevó en San Juan el Batallón, número uno de Cazadores de los Andes y a consecuencia de esa revolución Cuyo se dividió en tres provincias autónomas. En Mendoza, Luzuriaga debió renunciar y fue reemplazado por Tomás Godoy Cruz — amigo y confidente de San M artín— •, quien organizó el gobierno e hizo reu­ nir una Junta de Representantes. En San Juan, también como con­ secuencia de la asonada, ocupó el gobierno su cabecilla M ariano M endizábál, durante cuyo manda­ to la provincia se declaró autóno­ ma. Posteriormente asumió el mando Salvador M a ría del C arril, progresista gobernante que fomen­ tó la cultura, el comercio y las in ­ dustrias de la provincia. Redactó la Carta de M ayo, que fue san­ cionada el 13 de julio de 1825. Por su parte, San Luis se decla­ ró autónoma el 1 de marzo de 1820 e inmediatamente ocupó el gobierno José Santos Ortiz. Salta y Ju ju y A partir de 1814, M a rtín M i ­ guel de Güemes fue el valeroso caudillo que levantó al pueblo salteño para defender la frontera nor­ te de nuestro territorio del ataque realista. Buen gobernante, dirigió los destinos de su provincia sobre las bases de la autonomía y del respeto recíproco. Después de su desaparición fue convocada una Junta con repre­ sentantes de toda Salta; este orga­ El general M artín Rodríguez, bajo cu­ yo mandato —debido a sus hábiles ministros— la provincia de Buenos Aires inició un período de franco progreso. G O BIERN O DE MARTIN RO DRIGUEZ. REFORMAS O R G Á N IC A S B ernardino R iv ad av ia y M anuel José G a rcía nismo, con la dirección del dipu­ tado Facundo Zuviría , sancionó la primera Constitución de la provin­ cia (9 de agosto de 1821). El primer gobernador constitu­ cional fue A ntonio Fernández Cor­ nejo. Por su parte, Jujuy participó con Salta en la heroica “ guerra gaucha” y siguió unida a esta úl­ tima provincia hasta el 18 de no­ viembre de 1834, en que se de­ claró autónoma. La Rioja En principio formaba parte de la Intendencia de Córdoba del T u ­ cumán, y si bien en mayo de 1815 La Rioja declaró su autonomía, por resolución del Congreso de T u ­ cumán volvió a su situación de dependencia. Recién en enero de 1820 la provincia se desvinculó de Córdoba y eligió prim er goberna­ dor propietario a Francisco O rtiz Ocampo. En marzo de 1823, llegó al po­ der el caudillo Juan Facundo Quiroga. Sabemos que, después de la de­ rrota de Dorrego, la Junta de Re­ presentantes de Buenos Aires eligió — el 26 de setiembre de 1820—• gobernador de la provincia al ge­ neral M artín Rodríguez. El nuevo mandatario no era un estadista de relevantes condiciones, pero sí un buen patriota, quien — por tener un claro concepto de las funciones de gobernante— su­ po elegir colaboradores a hombres de probada competencia. Designó a Bernardino Rivadavia ministro de Gobierno y Relaciones Exterio­ res; a M an u el José García, de H a­ cienda, y al general Francisco de la Cruz en la cartera de Guerra. Asegurada la paz interna, este gobierno se dedicó por tres años — hasta 1824— a elevar el nivel espiritual y material de la provin­ cia de Buenos Aires. Rivadavia había regresado de su misión diplomática después de ocho años de permanencia en Eu­ ropa y desde ese momento consa­ gró sus esfuerzos a una labor de reconstrucción, sobre la base de principios liberales y progresistas; en esta tarea contó con la aproba­ ción del gobernador Rodríguez, quien delegó varias veces el man­ do, a fin de realizar frecuentes expediciones contra los indios, 305 signarse las leyes y ordenanzas del gobierno. En materia edilicia, se trazaron calles de mayor amplitud, se m e­ joraron los desagües, fue obligato­ ria la demarcación de ochavas en las esquinas, etc. quienes amenazaban la_ seguridad de las frónteras. Rivadavia tuvo un digno colabo­ rador en el doctor M anuel José García, quien a su talento en ma­ teria económica unía un espíritu organizador y metódico. Estos dos hombres — particularmente Riva­ davia— inspiraron múltiples re­ formas orgánicas, las que para mayor claridad pueden agruparse en: políticas y administrativas; económicas y financieras; m ilita­ res, eclesiásticas, educativas, cul­ turales y sociales. Reform as políticas y adm in istrativas Con el objeto de otorgar a la Junta de Representantes la jerar­ quía de un verdadero parlamento, fue duplicado el número de sus 306 miembros, quienes serían elegidos en forma directa por medio del sufragio universal; los represen­ tantes sesionaban entre los meses de mayo y agosto y se renovaban por mitades anualmente. Por ley del 20 de diciembre de 1821, cesó de funcionar en Buenos Aires y en Luján la antigua ins­ titución del Cabildo, cuyas excesi­ vas atribuciones fueron repartidas entre los tres poderes del estado. Además se dictó la L ey de O lv i­ do, por la cual podían regresar al país los expatriados por causas políticas. Fueron ratificados los anteriores decretos sobre la seguridad indi­ vidual, inviolabilidad de la pro­ piedad y libertad de imprenta. Para asegurar la paz y la unión con las demás provincias, Buenos Aires firm ó con Entre Ríos, San­ ta Fe y Corrientes el Tratado del Cuadrilátero. Debido a la supresión del Ca­ bildo, debieron reorganizarse las tareas judiciales. La justicia ordi­ naria fue administrada por cinco jueces de primera instancia, ina­ movibles en el desempeño de sus funciones; también se creó la jus­ ticia de paz, con jurisdicción sobre la ciudad y la campaña. En agosto de 1821 fue creado el A rch ivo General de la N ación y se dispuso que una comisión de tres miembros tuviese a su cargo la recepción de los documentos ofi­ ciales. Tam bién se estableció el Registro Oficial, donde debían con- Reform as económ icas y fin a n ciera s De acuerdo con una ley del 20 de junio de 1822 se creó el Banco de Descuentos, bajo la autoriza­ ción de un directorio o “ Junta Ge­ neral de Accionistas” . Este orga­ nismo de dominio particular, con­ trolado por el gobierno, se inició con un capital de un m illón de pesos fuertes, en acciones de m il pesos; estaba autorizado para emi­ tir papel moneda. E l gob iern o encargó en Londres la im presión de billetes y la acuñación de m onedas de cobre. L a em isión de p ap el m oneda p ro ­ dujo inm ediatos beneficios, pues fa c ilitó el com ercio y a g ilitó las transacciones. Sin em bargo, la prosperidad fu e iluso­ ria, porque se abusó del recurso, a l im p rim ir m a y o r cantidad que e l fondo m etálico de respaldo, lo que o rigin ó un m arcado desequilibrio económico. Se instaló en el edificio del Consulado la Bolsa M erca n til, ins­ titución destinada a transacciones de carácter comercial; los aconte­ cimientos políticos posteriores y la guerra con el Brasil produjeron la desaparición de este organismo. En agosto de 1822, la Junta de Representantes autorizó por ley al gobierno de la provincia para con­ tratar en Londres un empréstito de cinco millones de pesos fuertes, que se destinarían a la construc­ ción del puerto de Buenos Aires, a la fundación de tres pueblos en la costa sur y a instalar un servicio de aguas corrientes y desagües en la ciudad. La operación fue acordada en 1824 y se negoció con la casa Baring Brothers, sobre un interés del 6 % . “ Obtenido el préstamo — es­ cribe el historiador P iccirilli— la finalidad para la cual se contrajo no fue cumplida y la oposición encontró motivo para form ular se­ rios cargos al gobierno.” 1 A fin de garantizar el pago de los intereses y amortizar la deuda, debió ordenarse que las tierras pú­ blicas — fuente de recursos para el gobierno— no podían ser ven­ didas ni donadas2. Para salvar la dificultad y obtener de esas tierras una renta, se aplicó a partir de 1822 el sistema de enfiteusis, por la cual se las entregaba a particu­ lares por un plazo establecido, pe­ ro el gobierno se reservaba la pro­ piedad de dichas tierras. En 1826, el procedimiento fue convertido en l e y 3. El 5 de marzo de 1823 se fundó la Caja de Ahorros, a fin de esti- 1 Ricardo P iccirilli: “ Rivadavia” . Buenos Aires, 1952, pág. 298. Los cinco millones de pesos fuertes equivalían a un m illón de libras esterlinas, de las que sólo se recibieron 560.000 libras; a pesar de esto, el gobierno de la provincia quedó endeudado por la totalidad del préstamo más los intereses correspondientes. La deuda contraída pov la provincia de Buenos Aires más tarde pasó a la Nación; fue saldada en 1905, después de pagar —a través de los años— cerca de ocho veces el val oí del importe recibido. 2 Para proceder a la venta de las tierras públicas, el gobierno debía obtener permiso de los acreedores hipotecarios. 8 La enfiteusis se estudia más adelante. Capítulo X I, pág. 327. 307 mular la economía de la pobla­ ción x. E l gobierno siguió una política de fomento inmigratorio y con es­ te propósito apoyó al inglés Barber Beaumont, quien, al frente de una compañía denominada Asociación A grícola del R ío de la Plata, ad­ quirió tierras en la actual pobla­ ción de San Pedro y en la Calera Barquín (Entre Ríos). En 1824 se estableció una Comisión de In m i­ gración encargada de traer al país artesanos contratados en Europa. La reforma económica también proyectó la explotación minera de Famatina y aunque sé llegó a un acuerdo con capitalistas ingleses para crear la Sociedad de M inas del Río de la Plata, varios incon­ venientes malograron la empresa. Reform as m ilitares ♦ Después de la Revolución de Mayo, los gobiernos patrios que se sucedieron se preocuparon por con­ tar con un ejército disciplinado y aguerrido, pero en la práctica — con excepción del equipado por San M artín— no siempre se cum­ plieron estos propósitos. Reclutados apresuradamente, los oficiales ca­ recían de verdadera instrucción m ilitar y una vez que se alejaban de los ejércitos en campaña pre­ ferían participar en la agitada v i­ da política. En Buenos Aires se los llamaba “ espadas ociosas” . E l ministro de Guerra, general Cruz, decidió reformar las fuerzas armadas, para restablecer la dis­ ciplina, proteger y premiar a los militares que habían participado en las campañas de la Indepen­ dencia y dar a la provincia de Buenos Aires un ejército que ga­ rantizase la seguridad y el orden. La Junta de Representantes san­ cionó la L ey de Retiro y la L ey de Prem io. La primera permitía de­ jar el servicio activo a los jefes y oficiales en condiciones de hacer­ lo, con un sueldo mensual; en caso contrario, podían optar — de acuer­ do con la segunda ley— a una su­ ma única que debían percibir en el lapso de veinte años, en títu­ los de la deuda pública. Las viudas y los huérfanos de militares serían beneficiados con una pensión. E l decreto fundamental de la re­ forma m ilitar se dio a conocer el 28 de febrero de 1822; luego se pu­ blicó la lista de unos 250 jefes y oficiales que pasaban a situación de retiro. El gobierno de Rodríguez dispu­ so la formación de nuevos cuerpos: el Regim iento del Orden, la L e­ gión Patricia, y el Regim iento de Voluntarios de la Campaña. En 1822 se restableció el cuerpo de Blandengues de la Frontera, des­ tinado a la conservación del orden contra los ataques de los indios. M erecieron especial cuidado el vestuario y las armas que debían u tilizar las nuevas unidades. Reform as eclesiásticas Como hemos visto, la Asamblea del Año X I I I legisló en materia religiosa y tomó medidas concer­ nientes al régimen eclesiástico. En el gobierno de M artín Rodríguez, y por inspiración de Rivadavia, se 1 No d e b e c o n f u n d i r s e c o n la a c t u a l Caja Nacional de d e l 6 d e o c tu b r e d e 1 9 1 4 y q u e c o m e n z ó a fu n c io n a r e l 5 d e la c a lle T a lc a h u a n o y V ia m o n te . 308 Ahorro Postal, de a b r il de cread a 1 9 15 en p o r le y e l lo c a l continuó con esta orientación y así fue sancionada la ley de Reforma General del Orden Eclesiástico. Fue abolido el fuero eclesiástico o privilegio de los miembros de la Iglesia para ser juzgados por tribunales propios; desde ese mo­ mento, la ley los sometió a los jue­ ces civiles. Tam bién se suprimió el diezmo o impuesto destinado al sostenimiento del culto, que obli­ gó a las organizaciones eclesiásti­ cas a rendir cuentas de sus bienes al Estado. Se prohibió a los religiosos ha­ cer votos antes de los veinticinco años y fue limitado en un má­ ximo de 30 y un mínimo de 16 el número de sacerdotes de cada con­ vento. Fueron suprimidas las congre­ gaciones de betlemitas, recoletos y mercedarios, cuyos bienes muebles e inmuebles pasaron a poder del Estado. E l convento de la Recoleta fue habilitado para cementerio del Norte. También pasó a jurisdic­ ción del gobierno el Seminario Conciliar, transformado en Cole­ gio N acional de Estudios Eclesiás­ ticos. Aunque estas medidas contaron con la aprobación de prestigiosos sacerdotes — Funes, Zavaleta, V a ­ lentín Gómez, etc.— no tardaron en despertar una tenaz oposición, debido particularmente al espíritu religioso de la época. Entre los más decididos adversarios de la re­ forma merecen citarse fray Caye­ tano Rodríguez y fray Francisco de Paula Castañeda; este último bregó a través de su pluma pinto­ resca y polemista. Castañeda combatió la reforma eclesiástica con tono destemplado y sin escatimar medios de expresión. Fue ad- El sacerdote Francisco de Paula C astañeda se opuso en m ateria educativa a los avan ­ ces de las nuevas ¡deas. C uando Rivadavia aplicó varias reformas eclesiásticas, lo com­ batió con la pluma sin escatim ar medios de expresión. Esta prédica opositora le ocasionó muchas dificultades. versario de Rivadavia, de Juan Cruz Varela y también de Artigas. Mordaz e hiriente, Castañeda debió enfrentar numerosas dificultades. En setiembre de 1821, la Junta de Repre­ sentantes ordenó “ que se le prohíba escribir por cuatro años y se reco­ miende al gobierno, para que aperci­ biéndole seria y formalmente, le separe de esta ciudad a alguna distancia” . Luego de un primer confinamiento en Maipú (provincia de Buenos Aires), el fraile polemista reincidió en su pré­ dica y entonces fue enviado a Pata­ gones. E l m o t í n d e T a g l e . El partido opositor a la reforma fue encabe­ zado por un jefe civil, el doctor Gregorio Tagle. Después de engro­ sar sus filas con hombres de va­ riadas tendencias políticas, orga­ nizó un movimiento revolucio­ nario cuyos propósitos eran derro­ car al gobierno de Rodríguez. En la madrugada del 20 de mar­ zo de 1823, los revolucionarios pe­ netraron en la Plaza de la Victo­ 309 La sobm ne ceremo­ nia de la fundación de la U n iv e r s id a d de Buenos Aires, en el interior de la igle­ sia de San Ignacio. Se observa al go­ bernador M artín Ro­ dríguez y al ministro Bernardino Rivada­ via rodeados de a l­ tas autoridades. Detalle de utt fresco del pintor G o nzález Moreno existente en la Facultad de De­ re ch o d e B u e n o s Aires ria a los gritos de “ ¡Viva la reli­ gión! ¡Mueran los herejes!” Después de corta pero encar­ nizada lucha, la asonada políticoreligiosa fracasó y los complotados huyeron por las calles trans­ versales. Rivadavia encomendó a Dorrego una batida por la cam­ paña próxima a Buenos Aires, pa­ ra apresar a los cabecillas. Aunque T a gle fue aprehendido, Dorrego ■— en un rasgo de generosidad— le permitió escapar a la Banda Orien­ tal x. Reform as educativas, culturales y sociales Una de las mayores preocupa­ ciones de Rivadavia fue el desarro­ llo de la cultura popular y para llevar a cabo este propósito deci­ dió elevar el caudal de conoci­ mientos, a través de un decidido impulso en los tres ciclos de la enseñanza. F u n d a c ió n d e l a U n iv e r s id a d d e B u e n o s A i r e s . Debido al em­ peño del presbítero Antonio Sáenz y a la actividad del ministro R i­ vadavia, se concretó el anhelo de dotar de una Universidad a Bue­ nos Aires. El edicto de creación se firm ó el 9 de agosto de 1821 y la Universi­ dad se inauguró el 12 de agosto en el templo de San Ignacio en una lucida ceremonia a la que asistieron las altas autoridades eclesiásticas, militares y civiles. Fue designado rector el presbítero Antonio Sáenz, quien era el autor del Reglamento Provisional U n i­ versitario. La Universidad de Buenos A i­ res se dividió en Departamentos Científicos (Facultades) dirigidos por Prefectos; la reunión de los últimos constituía el T rib u n a l L i ­ terario, cuyo Presidente era el Rec­ tor de la Universidad. 1 R iv a d a v ia h a b ía p u e s to p r e c io a la cab eza de lo s je fe s de la r e v u e lta y o fr e c ió 2 .0 0 0 p e s o s fu e r t e s p o r l a d e t e n c ió n d e T a g le . É s te fu e e n c o n tr a d o p o r D o r r e g o , q u ie n le d ijo : “ [V á y a s e , d o c to r , y q u e D io s lo a y u d e !” E s in t e r e s a n te d e s t a c a r q u e T a g l e , e n 1 8 1 6 , h a b ía c o n d e n a d o a D o r r e g o a l d e s t ie r r o . , . . . N o t u v ie r o n ig u a l s u e rte o tro s r e v o lto s o s , q u ie n e s f u e r o n ju z g a d o s p o r la ju s tic ia o r d in a r ia y c o n d e n a d o s a l a ú l t i m a p e n a , d e a c u e r d o c o n l e y e s e s p a ñ o la s y a a b o l i d a s p o r la s a s a m b le a s r e v o lu c io n a r ia s . D e t a l m a n e r a c a y e r o n fu s ila d o s B e n it o P e r a lt a , J o s é U r ie n y F r a n c is c o G a r c ía . 310 Los estudios comprendían seis departamentos: 1) de Primeras Letras, 2) de Estudios Preparato­ rios, 3) de Ciencias Exactas, 4) de Medicina, 5) de Jurisprudencia, 6) de Ciencias Sagradas. Toda la enseñanza dependía de la Universidad y el estudiante que­ daba subordinado a ella desde que iniciaba su carrera, pues el De­ partamento de Primeras Letras in­ cluía las escuelas Primarias. Prim er rector fue designado M i ­ guel Belgrano, vicerrector el pres­ bítero M a rtín Boneo y prefecto de estudios José de la Peña. El colegio era un internado, y el gobierno se comprometió a cos­ tear los estudios de seis alumnos por provincia, de acuerdo con “ be­ cas de gracia” ; los restantes debían pagar 120 pesos fuertes anuales de pensión. Era obligatorio el uso de uniforme. E l C o le g io d e C ie n c ia s M o r a ­ le s . Sabemos que en 1817 Pueyrre­ L a e n s e ñ a n z a p r i m a r i a . Una reforma pedagógica de importan­ cia fue la aplicación en el país del sistema educacional de Lancaster. Diego Thompson, uno de los miembros de la Sociedad Lancasteriana de Londres, llegó a Buenos Aires a comienzos de octubre de 1818. Aunque en principio no ha­ lló buena disposición para el m é­ todo a aplicar, más tarde, en 1820, recibió la autorización correspon­ diente. dón transformó el Colegio de San Carlos en el Colegio de la Unión del Sur; en mayo de 1823, Riva­ davia refundió esta última casa de estudios en el Colegio de Ciencias Morales. Este establecimiento de ense­ ñanza secundaria era similar al anterior respecto de su sistema dis­ ciplinario y a su orientación, aun­ que permitía ingresar a jóvenes de todo el país y su programa de es­ tudios se adaptó a la posterior ca­ rrera universitaria. José Lancaster (1778-1838) no fue en realidad el creador del método de Aspecto que pres3ntaba el edificio d3 la Universidad de Buenos Aires a mediados del siglo XIX. Junto con otros organismos culturales y del Estado, se h allab a ubicado ®n la denom inada "M anzan a de las luces", lim itada por las actuales calles Perú, A lsin a, Bolívar y Moreno. enseñanza que lleva su nombre, pues se limitó a modificar ligeramente el sistema aplicado en la India por A n­ drés Bell. A su vez, el último perfec­ cionó la didéctica utilizada por misio­ neros protestantes, en las escuelas de su creación. E l sistema pedagógico sólo re­ quiere un maestro por escuela, sin tener en cuenta el número de alumnos que concurren. Este maestro-director instruye suficien­ temente a varios alumnos — ele­ gidos entre los más capaces y do­ tados— a fin de que cada uno de ellos enseñe^ a su vez a un número determinado de alumnos, sobre la base del método seguido por el di­ rector. Era en realidad una “ ense­ ñanza mutua” efectuada por me­ dio de “ instructores” . A mediados de 1821, existían en la ciudad y en la campaña de Buenos Aires dieciséis escuelas de tipo lancasteriano. L a e d u c a c i ó n d e l a m u j e r . Por decreto del 2 de enero de 1823 fue creada la Sociedad de Beneficen­ cia, la que se instaló poco después bajo la presidencia de Mercedes Lósala de Riglos. E l citado orga­ nismo controló todos los estableci­ mientos creados en beneficio de la mujer, es decir, el Colegio de Huérfanas, el Hospital de M u je­ res, la Casa de Expósitos, aunque su aspecto más destacado fue la creación de escuelas para niñas en la ciudad y en la campaña. Esto significó extender los beneficios de la enseñanza a todas las clases so­ ciales, por cuanto hasta esa época la instrucción de la mujer estaba m uy descuidada. La Sociedad de Beneficencia dis­ puso otorgar premios a la moral, a la industria (es decir, al traba­ jo manual) y al amor filial. 312 O tr a s c r e a c io n e s c u ltu r a le s . A comienzos de 1822, se organizó la Sociedad Litera ria bajo la ins­ piración de Julián de A güero y compuesta por veinticinco m iem ­ bros. Esta entidad se propuso di­ fundir la cultura e hizo publicar — dos veces por semana—■ el perió­ dico titulado “ E l Argos de Buenos A ires” ; también im prim ió “ La Abeja A rgentina” , revista men­ sual de contenido científico y l i ­ terario. A mediados de abril del mismo año se constituyó la Sociedad de Ciencias Físicas y Matemáticas, la que se ocupó de difundir las dis­ ciplinas vinculadas con su título. Tam bién surgieron en esta épo­ ca progresista la Academia de Ju­ risprudencia teórico-práctica, la Biblioteca Pública, la Academiade M edicina, la Escuela de A g ri­ cultura, el Museo P úb lico, la Aca­ demia de M úsica, etc. EL TRATADO DEL CUADRILÁTERO La muerte de Ramírez permitió el acercamiento político de las pro­ vincias del litoral con Buenos A i­ res, cuyo gobierno — por inspira­ ción de Rivadavia— se inclinó a cimentar la paz y la unión con las primeras. El 25 de enero de 1822, los re­ presentantes de Buenos Aires, En­ tre Ríos, Santa Fe y Corrientes, firmaron en la ciudad de Santa Fe el Tratado del Cuadrilátero, así llamado por ser cuatro las par­ tes signatarias. Por el artículo l 9 las provincias contratantes se comprometían a asegurar “ una paz firme, verda­ dera amistad y unión permanen­ te” . E l artículo 2° garantizaba la integridad del territorio “ si los es­ pañoles, portugueses, o cualquier otro poder extranjero” lo invadie­ sen. El artículo siguiente fijaba en forma provisional los límites de Entre Ríos y Corrientes. El 8V ase­ guraba la libre navegación de los ríos y el comercio interprovincial. El artículo 13'’ respondía a la orientación política seguida por el gobierno de Buenos Aires, pues desligaba a las provincias signata­ rias de “ su concurrencia al dim i­ nuto Congreso reunido en Córdo­ ba” , disposición que contrariaba lo dispuesto anteriormente por el Tratado de Benegas. El artículo 14'’ estipulaba que cualquiera de las partes contratan­ tes podía convocar un Congreso General “ si creyese ser llegada la oportunidad de instalarse” . EL C O N G R ESO A REUNIRSE EN C Ó R D O BA Como sabemos, el Tratado del Pila r disponía organizar el país, por medio de un congreso a reali­ zarse en San Lorenzo (Santa F e). El intento fracasó por la actitud de Bustos, el gobernador de Cór­ doba, quien consideraba impru­ dente una reunión en el litoral, por cuanto la asamblea podía caer bajo la influencia de José M igu el Carrera y Carlos de A lvear, per­ sonajes que trataban de recuperar el poder. En consecuencia, Bustos trató de desplazar el centro de reu­ nión hacia la provincia de Córdo­ ba, para quitar a Buenos Aires la posibilidad de cualquier predo­ minio. La lucha que libraban Buenos Aires y Santa Fe favoreció las as­ piraciones de Bustos, quien se di­ rigió a las provincias para poner fin a las hostilidades y reunir un futuro congreso. El Tratado de Benegas señaló el fin de la lucha en el litoral y, de acuerdo con una de sus cláusulas, Buenos Aires resolvió enviar una diputación a Córdoba. Sin embar­ go, la designación de esos repre­ sentantes se hizo en medio de grandes dificultades porque los ele­ gidos se negaban a aceptar el car­ go, argumentando carecer de in ­ munidades o seguridad en el des­ empeño de sus funciones. No debe olvidarse que en el gobierno de Buenos Aires preva­ lecían las ideas políticas unitarias y sus integrantes se empeñaban en hacer fracasar el congreso, que respondía a la tendencia federal. Después de largas tramitaciones, el 20 de febrero de 1821, la Junta de Representantes eligió cuatro di­ putados, que representaban a la ciudad y a la campaña de Buenos Aires. Cuando todos esperaban la aper­ tura del Congreso federativo de Córdoba, en agosto de 1821, ocu­ pó la cartera de gobierno en Bue­ nos Aires el ministro Bernardino Rivadavia, quien consideró que no era oportuno instalar la asam­ blea — por no hallarse las provin­ cias organizadas institucionalmen­ te— y el 24 de setiembre revocó los poderes de los diputados bo­ naerenses. Éstos regresaron a Bue­ nos Aires, pero antes firm aron con el gobierno cordobés un acuerdo sobre postas y correos. A pesar de los esfuerzos de Bus­ tos, el Congreso había fracasado. LA POLÍTICA IN TERN ACIO N AL Ya han sido tratadas las gestio­ nes diplomáticas llevadas a cabo 313 Chile, Perú y Colombia la adhe­ sión a lo tratado con España. Las tramitaciones fracasaron e igual suerte sufrieron los delegados que marcharon a las provincias argen­ tinas. Poco después, el gobierno libe­ ral español cayó y Fernando V I I — repuesto en el trono con pode­ res absolutos— anuló lo tratado por los comisionados regios. La doctrina de Monroe por los distintos gobiernos que se sucedieron a partir de 1810. M en ­ cionaremos ahora — someramen­ te— las cuestiones internacionales ocurridas bajo el gobierno de M ar­ tín Rodríguez, quien debió asumir — de hecho— la representación na­ cional en sus relaciones con el ex­ terior. Los com isionados regios La revolución liberal estallada en España en 1820, obligó al rey Fernando V I I a cambiar de po­ lítica y a convocar a las Cortes, asamblea a la que debían asis­ tir los representantes de las pro­ vincias de ultramar. De acuerdo con la nueva orien­ tación política, Fernando V I I en­ vió representantes diplomáticos, o comisionados regios, para llegar a un arreglo entre España y los países hispanoamericanos. Una primera comisión llegó al puerto de Buenos Aires el 4 de diciembre de 1820, pero no logró su cometido. Dos años después, la corona es­ pañola obtuvo amplias atribucio­ nes de las Cortes, para resolver los problemas de ultramar; entonces Fernando V I I envió ante el go­ bierno de Buenos Aires una nueva comisión integrada por el doctor Luis Pereira y el coronel Luis de la Robla; llegaron al Plata a fi­ nes de mayo de 1823. Los comisionados regios fueron reconocidos como enviados del mo­ narca español, pero la Junta de Representantes — de acuerdo con un proyecto de Rivadavia— apro­ bó una ley según la cual el go­ bierno de Buenos Aires no firm a­ ría tratados de paz ni de comercio, si España no cesaba las hostilida­ des en todos los países ameripanos y reconocía sus independencias. Los comisionados sólo pudieron negociar, el 4 de julio de 1823, una convención, prelim inar al tra­ tado de paz definitivo. Ratificada la convención, el go­ bierno de Rodríguez envió a Félix de Álzaga para gestionar ante En marzo de 1822, Estados U n i­ dos reconoció la independencia ar­ gentina. Gobernaba en esos mo­ mentos el país del Norte su quinto presidente, Jacobo M onroe, quien en el mensaje anual al Congreso, del 2 de diciembre de 1823, decla­ ró que: “ los continentes america­ nos, en virtud de la condición li­ bre e independiente que han asu­ mido y mantenido, no han de ser considerados, en adelante, sujetos a colonización futura por ninguna de las potencias europeas” . Esta importante doctrina del de­ recho internacional — que lleva el nombre de su autor— debió su ori­ gen a la amenaza de intervención de la Santa A lianza en los domi­ nios hispanoamericanos, a fin de restablecer la autoridad del mo­ narca español. E l ministro britá­ nico Jorge Canning se opuso a es­ ta intervención de los soberanos absolutistas europeos y entonces el presidente de los Estados Unidos apoyó esos principios en su famoso mensaje. La doctrina de M on roe ha sido sintetizada en esta breve frase: A m érica para los americanos. Relaciones con el Brasil A imitación de lo ocurrido en España, los liberales portugueses hicieron un pronunciamiento en la ciudad de Oporto (agosto de 1820). El movimiento repercutió en el Brasil y el rey Juan V I de­ cidió regresar a Lisboa. Esta acti­ tud hizo pensar en el abandono de la Banda Oriental por las fuer­ zas ocupantes, pero el monarca portugués envió a Buenos Aires a su representante M a n u e l de F igueiredo, a la vez que comunicó sus deseos de reunir un Congreso en Montevideo para resolver si la Banda Oriental se incorporaba al Brasil o se declaraba indepen­ diente. Juan V I regresó a su patria en abril de 1821 y poco después el general Lecor reunió el mencio­ nado Congreso, pero con elementos que le eran adictos, y entonces los diputados proclamaron la anexión de la Banda Oriental al Brasil con el nombre de P rovincia Cisplatina. El príncipe don Pedro — hijo y sucesor de Juan V I— encabezó en el Brasil el partido patriota y el 7 de setiembre de 18221 pro­ clamó la independencia de ese te­ rritorio y su separación absoluta de Portugal; luego fue coronado con el título de emperador. Ante el curso de los sucesos, Rivadavia planteó al Brasil la res­ titución de la Banda Oriental y en agosto de 1823 envió a Río de Ja­ neiro a José V alentín Góm ez y Esteban de Luca. El emperador don Pedro I se negó a devolver el territorio orien­ tal. Desde ese momento, no que­ daba otra solución que la guerra. 315 314 r — C U E S T I O N A R I O ----------------------------------------------------------1. ¿Cuáles son las bases del federalism o político? 2. ¿Q ué factores económicos y políticos determinaron el predominio de Buenos Aires sobre el resto del país? 3. ¿Q ué significó la victoria de los caudillos? 4. ¿Q ué aspiraciones populares consolidó el estallido del año 1820? 5. ¿Q ué actitud asumieron López y Ramírez ante el gobierno de Buenos Aires? ó. ¿Q ué dispuso el armisticio de San Lorenzo? 7. ¿Por qué presentó su renuncia el Director Pueyrredón? 8. ¿Quiénes fue­ ron los cabecillas de la sublevación de Arequito? 9. ¿En qué b a ­ ta lla los caudillos se impusieron a las fuerzas del Directorio? 10. ¿Q ué importantes consecuencias tuvo el encuentro? 11. ¿Cómo se organizó políticamente la provincia de Buenos Aires? 12. ¿Q ué dis­ ponía el Tratado del Pilar? 13. ¿Cuál es su im portancia? 14. ¿Q ué medidas de gobierno tomó Sarrate a? 15. ¿Q ué se entiende por el día de los tres gobernadores"? 16. ¿Cuánto tiempo estuvo el general Soler al frente de la provincia de Buenos Aires? 17. ¿Q ué cam paña militar cumplió Dorrego? 18. ¿Cómo llegó al poder Martín Rodrí­ guez? 19. ¿Cuáles fueron las principales disposiciones del Tratado de Benegas? 20. ¿Quién derrotó definitivamente a Artigas? 21. ¿Q ué territorios comprendió la llam ada "República de Entre Ríos ? 22. ¿Cómo desaparecieron Ramírez y C a rre ra ? 23. ¿A partir de qué año las provincias comienzan a organizarse sobre las bases de sus respectivas autonomías? 24. ¿C uál fue la primera provincia que dictó su Constitución? 25. ¿Cuál era la jurisdicción de la llam ada "República de Tucum án"? 26. ¿De qué forma se separaron Santiago del Estero y C atam arca? 27. ¿Q ué Reglamento se publicó en Cór­ doba bajo el mandato de Bustos? 28. ¿Cómo se organizó Entre Ríos a la muerte de Ramírez? 29. ¿Q ué sancionó en Corrientes el Con­ greso de 1821? 30. ¿Cómo se declararon autónomas las provincias de M endoza, San Juan y San Luis? 31. ¿Cuándo se sancionó la primera Constitución salteña? 32. ¿Quién fue el primer gobernador propietario de La Rioja? 33. ¿Q ué actuación cumplió Rivadavia en su carácter de ministro? 34. ¿C uáles fueron las principales re­ formas políticas, adm inistrativas, económicas y financieras? 35. ¿Q ué disposiciones se tomaron desde el punto de vista militar y en el orden eclesiástico? 36. ¿C uáles fueron las causas del motín de Tagle? 37. Mencione las reformas educativas, culturales y sociales. 38. ¿Q ué disponía el Tratado del C u adrilátero ? 39. ¿Por qué fracasó el Congreso federativo de Córdoba? 40. Resuma la política inter­ nacional del gobierno de Martín Rodríguez. El gobierno de Las Heras. El Congreso G en eral Constituyente. Política exterior de Las Heras. Presidencia de R ivadavia. La Constitución de 1826. Las provincias rechazan la Constitución. Gobierno de R ivadavia. G uerra con el Brasil. Acciones terres­ tres. Acciones navales. Renuncia de Rivadavia. Disolución del régimen nacional. EL G O B IERN O DE LAS HERAS La Junta de Representantes de Buenos Aires eligió gobernador de la provincia, el 2 de abril de 1824, al general Juan Gregorio de Las Heras, en reemplazo de M artin Rodríguez, quien había concluido su mandato. Am igo de San M artín y de Bo­ lívar, de valeroso desempeño en Cancha Rayada y Talcahuano, Las Heras se hizo cargo del gobierno el día 9 de mayo. Confirmó el gabinete de su antecesor, pero R i­ vadavia no aceptó y entonces M a ­ nuel José García ocupó los minis­ terios de Gobierno, Relaciones Ex­ teriores y Hacienda. El general Francisco de la Cruz continuó al frente de la cartera de Guerra. Rivadavia se alejó hacia Lon­ dres, como simple particular, para fomentar las relaciones con Gran Bretaña. La obra de gobierno más impor­ tante realizada bajo la adminis­ tración de Las Heras fue la reu­ nión del Congreso General Cons­ tituyente. El general Juan G rego rio de las Heras (1780-1866). Luego de cumplir relevante actuación en la cam paña libertadora de San M artín, regresó a Buenos Aires donde fue elegido gobernador de esa provincia, cargo que desempeñó con patriotismo. por otra parte, era necesario dictar una Constitución, a fin de obtener el reconocimiento de nuestra In ­ dependencia. E l 27 de febrero de 1824, el go­ bierno de Buenos Aires convocó oficialmente a todo el país ‘ a fin de reunir lo más pronto posible la representación nacional . EL C O N G R ESO G EN ERAL CON STITUYENTE E l fracaso del Congreso federa­ tivo de Córdoba demostró la im ­ portancia de Buenos Aires y per­ suadió a las provincias que su por­ venir y grandeza dependían de la unión de todas en un solo cuerpo de la Nación. En su carácter de ministro, R i­ vadavia trabajó con empeño para reunir un Congreso Constituyente en Buenos Aires. Con suma habi­ lidad pactó con las provincias del litoral a través del Tratado del Cuadrilátero y más tarde, para allanar dificultades, envió al in ­ terior una comisión integrada por hombres de reconocido prestigio. La anexión de la Banda Orien­ tal al Brasil precipitó los aconte­ cimientos, pues esta virtual ame­ naza de guerra obligaba a la unión entre todas las provincias; Para la elección de diputados, Bue­ nos Aires tomó como base la ley del sufragio universal y eligió — al igual que las provincias— uno por cada 15.000 habitantes o fracción mayor de 7.500. De acuerdo con su población --135.000 habitantes— Buenos Aires designó 9 representantes. Las provincias eligieron a Bue­ nos Aires como sede del Congreso, con excepción de San Luis, que lo hizo por Tucumán. A pertura del Congreso Convocado por Rivadavia, el Congreso inició sus sesiones duran­ te el gobierno de Las Heras, el 16 de diciembre de 1824. Enviaron representantes dieci­ siete provincias: Buenos Aires; cuatro del litoral (Entre Ríos, San­ ta Fe, Corrientes y M ision es); tres de Cuyo (M endoza, San Juan y San L u is); tres del interior (Cór­ doba, Santiago del Estero y La R io ja ); cuatro del norte (Jujuy, Salta, Catamarca y Tu cu m án ); además de la Banda Oriental y de Tarija. El Congreso, que constituía una nueva esperanza para organizar el país, se atribuyó la representación de la soberanía nacional, como también facultades legislativas y constituyentes. Se incorporaron en su seno destacadas figuras de la época x; fue presidente el diputado por Buenos Aires, M an u el A ntonio Castro, y vicepresidente Francis­ co Narciso de Laprida, represen­ tante por San Juan. El Congreso cumplió una im ­ portante labor institucional, san­ cionó la Ley Fundamental, las le­ yes de presidencia y capitalizüción y la ' Constitución de 1826. La asamblea se declaró disuelta el 18 de agosto de 1827. La Ley Fu rd am e n ta l Teniendo en cuenta un proyec­ to anterior del diputado correntino Francisco Acosta, el Congreso sancionó — el 23 de enero de 1825— la denominada L ey Fun­ damental. El artículo V destacaba la unión de todas las provincias y reafir­ maba el ideal de independencia; el artículo 2C dejaba constancia que la denominación del Estado sería “ Provincias Unidas del Río de la Plata” , y en el siguiente fi­ guraba que las provincias debían E n tre regirse ciones. por sus propias institu­ Los artículos 49 y 5" fijaban las atribuciones propias del Congre­ so, particularmente en lo relativo a la “ independencia, integridad, seguridad, defensa y prosperidad nacional” . El artículo 6’ resolvía que la Constitución a sancionar por el Congreso sería sometida a consideración de las provincias an­ tes de ser promulgada; el artícu­ lo 7" — complementario del ante­ rior— fue suprimido por cuanto contrariaba lo dispuesto en el 352. El artículo 8" — que pasó a ser confiaba el Poder Ejecutivo del país, con carácter provisional, al gobierno de la provincia de Buenos Aires y le señalaba sus atribuciones: las relaciones exte­ riores, la firm a de tratados con autorización del Congreso y obli­ gatoriedad de comunicar sus reso­ luciones a los demás gobiernos. Por su carácter federal, la L ey Fundamental de 1825 fue bien re­ cibida y aceptada en todo el terri­ torio. Debido a la actuación ex­ terna, encargó el Poder Ejecutivo a un solo gobierno, pero respetó las autonomías provinciales sobre la base de la independencia y de la unidad nacional y otorgó al Congreso el carácter de constitu­ yente. e lla s p o d e m o s m e n c i o n a r : B u e n o s A i r e s , Juan José Paso, Valentín Góm ez v JulUn p o r C ó r d o b a e l d e á n F u n e s ; e l d o c t o r Dalmacio Vélez SArsfield p o r S a n ' L u í ? - de Agüero; “ P T i Sr IT i i ( S a n t i a g o d e l E s t e r o ) ; Alejandro sco Caste,!an°s t e r a . 5" ? s te C on greso es D e s e ^ a 'n se rv a n ° S la s r n t if ü e C la A c ta s el de la p r im e r a a s a m b le a n a c io n a l en t a l ™ a n e r a ' * ‘ ™ é s d e l D iario ,q u e d l.e r o n o r i g e n l a s a n c i ó n d e la s s e s io n e s p ú b l i c a s y l a s A c t a s a r tíc u lo M a í s ü T aanparan ta r ía n la C o n s tit u c ió n Delgado y Manuel Villanueva ( M e n d o z a ) ; Félix F r í a s Heredia y Manuel Arroyo ( T u c u m á n ) ; Juan Ignacio G o ­ Lu cio Mansilla y Evaristo Carriego ( E n t r e R f o s ) ; e t c é - (S a lta ); 79 que P la C C o n s tit u c ió n ° te n d r ía que in t e r v in ie r o n ta a u fffr a fo s c o n tra de S e ^ ^ í o s T n v e X a d f r e ! pu eden ' la s d i f e r e n t e s l e y e s . T a m b i é n s e c o n ­ s e c re ta s . on v a lid e z SUS h a b i t ? n t e s - F u e P a n d a s d e b ía n e n tre la s p r o v in c ia s aue lo a c e p t a d a la m o c i ó n d e l d ip u t a d o d e te r m in a r d e q u é fo r m a a c e p - 318 319 El diplomático inglés W oodbine Parish, el primer representante de G ra n Bretaña a c r e d it a d o a n t e nuestro Pa!SHombre culto e inteligente, cumplió una larg a trayectoria en Buenos Aires. R e c o n o c im ie n to de la independencia de Bolivia Como sabemos, en noviembre de 1824, el general Sucre venció a los realistas en Ayacucho y ase­ guró la independencia de la Am érica meridional. E l ejército enemigo se disolvio a causa de una sublevación — en la que pe­ reció el general Olañeta— y el vencedor ocupo m ilitarm ente el Alto Perú. En julio de 1825, Sucre convoco p o l ít ic a e x t e r io r una Asamblea General en Chuqui­ saca, la cual proclamó — el 6 de DE LAS HERAS agosto— la independencia del A l­ El tratado con Inglaterra to Perú, no sólo de España, sino también de las Provincias Unidas El 2 de febrero de 1825; el m i­ del Río de la Plata, a las que ha­ nistro de Relaciones Exteriores bía pertenecido. El nuevo Estado M anuel José García y el cónsul se denominó República de Bolívar W oodbine Parish firmaron un — como homenaje al procer- , más Tratado de amistad, comercio y tarde transformado en Bolivia. navegación entre las Provincias Enterado de los acontecimienUnidas del Río de la Plata y la tos, el gobierno de Buenos Aires Gran Bretaña, por el cual la pri­ envió al general Carlos de Alvear mera era reconocida como Nación y al doctor José Díaz V élez hacia independiente. Potosí, donde consiguieron entre­ A través de quince artículos, el vistarse con Sim ón Bolívar. tratado establecía la recíproca l i ­ E l objetivo diplomático de los bertad de comercio, la disminución comisionados argentinos era obte­ de los derechos de importación por ner la ayuda de Bolívar para ha­ ambas partes, el respeto a la l i ­ cer frente al impario del Brasil, bertad de conciencia para los súb­ que había ocupado la Banda ditos ingleses radicados en nuestro Oriental. Los comisionados preten­ país y la abolición total de es­ dieron formar una liga ofensiva clavos. de cuatro repúblicas sudamerica­ E l Congreso y el general Las nas — Colombia, Perú, Provincias Heras — a cargo del Poder Ejecu­ tivo de las Provincias Unidas—■ Unidas y Chile— para contener la peligrosa expansión brasileña. ratificaron el tratado, que también Aunque al principio Bolívar se mereció la aprobación del rey interesó, no se llegó a ningún reJorge IV. 320 sultado positivo, por cuanto el pri­ mero temía la reacción de In gla ­ terra si Perú y Colombia inter­ venían en la cuestión. PRESIDEN CIA DE RIV A D A V IA Los problem as exteriores A l comenzar el año 1826, los sucesos políticos están unidos es­ trechamente a la situación exte­ rior, es decir, a la guerra con el Brasil, que luego estudiaremos. El conflicto se convirtió en un pro­ blema nacional, tal como lo ha­ bían sostenido desde tiempo atrás los hombres dirigentes de Buenos Aires, quienes argumentaban que el peso de la lucha no debía so­ portarlo una sola provincia, sino que correspondía a toda la N a ­ ción. Ya hemos dicho que una de las causas por las cuales se reu­ nió el Congreso fue la unidad del país frente al peligro exterior. Aunque por razones nacionales todo el país debía colaborar en la guerra contra el Brasil, las provincias del li­ toral — cuyas fronteras limitaban con el enemigo— y la propia Buenos A i­ res sentían la imperiosa necesidad de expulsar a los brasileños de la Banda Oriental. Para el resto de las Provincias Uni­ das, que nunca habian sentido la pe­ ligrosa proximidad del enemigo, la cuestión no era tan importante ni urgente. De tal manera, a comienzos de 1826 debían resolverse tres pro­ blemas de importancia: la unión de todas las provincias para la lu ­ cha exterior; concentrar la autori­ dad del gobierno en una sola per­ sona y mejorar la situación finan­ ciera a fin de abastecer el ejército y crear una escuadra. Los problemas exteriores favo­ recieron a los hombres del partido unitario, quienes eran mayoría dentro del Congreso, pero no en el país. Cultos e ilustrados, los unita­ rios se oponían desde tiempo atrás a las autonomías provinciales y bregaban por el predominio por­ teño. La guerra contra el Brasil y la necesidad de concentrar el po­ der favorecieron sus aspiraciones por el mando. En las filas de este partido — que apoyaba a Rivadav>a— militaban, entre otros, Ju­ lián Agüero, M a n u el Castro y Va­ lentín Gómez. El partido federal, opositor del anterior, contaba con la adhesión de los caudillos y los pueblos del interior; sus integrantes defendían sus propias instituciones y lucha­ ban contra la tendencia centralizadora de Buenos Aires. Entre sus principales representantes pueden citarse a M anuel Moreno y M a ­ nuel Dorrego. La Ley de Presidencia De acuerdo con la L ey Funda­ mental, el general Las Heras de­ sempeñaba provisionalmente el Po­ der Ejecutivo de las Provincias Unidas del Río de la Plata, sin abandonar sus funciones de gober­ nador de la provincia de Buenos Aires. En julio de 1825, el citado m ilitar ya había presentado su renuncia, considerando que le re­ sultaba muy d ifícil la atención de ambos cargos; en esas circunstan-cias, el Congreso no le aceptó — al menos por el momento— su dim i­ sión. Declarada la guerra contra el Brasil y ante las difíciles circuns­ tancias, el Congreso estudió un proyecto destinado a crear un Po321 Bernardino Rivadavia cuando ocupaba el cargo de Presidente de las Provin­ cias Unidas del Río de la Plata. El retrato —un óleo sobre te la-- es obra del pintor Prilidiano Pueyrredón. der Ejecutivo permanente, de ca­ rácter nacional, separado del car­ go de gobernador de Buenos Aires. A pesar de la oposición de los diputados federales, el proyecto fue aprobado el 6 de febrero de 1826, y en esta forma fue creado un Poder Ejecutivo nacional, con el título de Presidente de las P ro ­ vincias Unidas del R ío de la Plata, funcionario que sería elegido por la propia asamblea. É l 7 de febrero, el Congreso — con mayoría unitaria— eligió presidente a Bernardino Rivada­ via, por 35 votos contra 3 dis­ persos 1. Al día siguiente, Rivadavia — que había llegado de Europa en octubre del año anterior— 1pres­ tó juramento y tomó posesión de su alto cargo. En un discurso, ma­ nifestó su decisión de consolidar la autoridad de las Provincias Unidas sobre bases nacionales. Designó ministros a Julián Se­ gundo Agüero, de gobierno; Car­ los de Alvear, de Guerra y M a ­ rina; Fernández de la Cruz, en la cartera de Relaciones Exteriores, y Salvador M a ría del Carril, en la de Hacienda. E l nombramiento de Rivadavia produjo desfavorable impresión en todas las provincias porque ello significaba el establecimiento de un Poder Ejecutivo “ para toda la Nación” , violando lo dispuesto por la L ey Fundamental y antes de sancionar la Constitución, único cuerpo de leyes que podía crear tan alta magistratura. La capitalización de Buenos A ires T a l como lo había anunciado en su discurso del programa inau­ g u r a l2, Rivadavia envió al día si­ guiente un proyecto al Congreso, 1 R e c i b i e r o n u n v o t o c a d a u n o lo s g e n e r a l e s A l v e a r , L a v a l l e j a y Á l v a r e z d e A r e n a l e s . C o n v i e n e a c l a r a r q u e e l 1 9 d e n o v i e m b r e d e l a ñ o a n t e r i o r e l C o n g r e s o r e s o l v i ó duplicar e l n ú m e r o d e sus m ie m b r o s , a c t it u d q u e f a v o r e c i ó a B u e n o s A ir e s , q u e p a s ó a t e n e r l o d ip u ta d o s , d e t e n d e n c ia u n ita r ia , n ú m e r o s u fic ie n te p a r a e l qu ó ru m . 2 E n e l d i s c u r s o q u e e l 8 d e f e b r e r o p r o n u n c i ó R i v a d a v i a a l a s u m ir la p r im e r a m a g is ­ tra tu ra , a fir m ó q u e la b a s e d e l a o r g a n i z a c i ó n “ e s d a r a t o d o s lo s p u e b l o s una cab eza, un p u n to c a p ita l que r e g le a to d o s , y sob re el que t o d o s se a p o y e n . Aspecto que presentaba el Fuerte de Buenos Aires a mediados del siglo XIX. El edificio se levantaba en el lu gar que hoy ocupa la C asa de Gobierno. O bserve en segundo plano el río, que llegaba muy cerca de la construcción. (G rab ad o de la época.) por el cual declaraba a la ciudad de Buenos Aires y parte de la cam­ paña capital de todo el Estado. Con el resto del territorio de la provincia de Buenos Aires — que también pasaría a depender del gobierno central— sería posterior­ mente creada una provincia 1. Aprobado por la Comisión de Asuntos Constitucionales, el pro­ yecto motivó una larga discusión en el seno del Congreso. Defendi­ do, entre otros, por el ministro Agüero, fue censurado por la opo­ sición, encabezada por M anuel Moreno. en este país, si este proyecto pasa en el Congreso.” En el transcurso de su exposición, Agüero sostuvo “ ‘que la cabeza de la República debe estar en su lugar’ y que era necesario estar muy apegado a las tradiciones locales para no darse cuenta de que no hay otro punto en toda la extensión de la República, si no es la ciudad de Buenos Aires, capital de la provincia de su nombre” . Por su parte, Manuel Moreno cali­ ficó duramente el proyecto en discusión y afirmó: “ He dicho, señores, con opi­ nión constante, que la libertad peligra La ley de capitalización eliminaba del país a la provincia de Buenos A i­ res y despojaba a sus autoridades -—sin consultarlas— de toda jurisdicción te­ rritorial. De tal manera, quedaba vio­ lada expresamente la Ley Funda­ mental. La aprobación del proyecto hizo sur­ gir nuevamente una de las causas de la guerra civil que había azotado el país, es decir, el predominio de Buenos Aires — que se convertía en capital de nación unitaria— sobre las provincias. Finalmente, el 4 de marzo de 1826, el proyecto fue convertido en ley, por veinticinco votos con­ tra catorce. Los federales se opusieron a que Buenos Aires fuera declarada ca­ pital del Estado, en defensa del derecho de las provincias, de re­ girse por sus propias instituciones. Como representante de los hacen­ dados de la campaña, el coronel Rosas envió al Congreso un memo­ rial de protesta, con las firmas de miles de personas. j i ? e “ c u e r d o c<m } ° q u e e s t a b l e c í a l a l e y e n s u a r t í c u l o 6 ? lo s l í m i t e s d e a e l E s ta d o c o m p r e n d ía n : a l n o r t e la a c tu a l T ig r e , a l e s te e l r ío d e la P la ta , E n s e n a d a y a l o e s te u n a lín e a q u e , p a s a r a p o r la a c tu a l p o b la c ió n d e M e r lo . la al C a p ita l sur L a 322 323 P o rta d a de la Constitució n del añ o 1826. putados, pero había que fija r la forma: unitaria o federal. A n á lisis de la Constitución LA C O N S T IT U C IÓ N DE 1 8 2 6 Las tendencias unitaria y fed eral El 7 de marzo, el Poder Ejecuti­ vo firm ó un decreto por el cual el general Las Heras cesaba en sus funciones de gobernador de la provincia de Buenos Aires 1. A l día siguiente fue disuelta la Junta de Representantes, y las tierras pú­ blicas — aun las que estaban bajo la autoridad de otros gobiernos provinciales— pasaron a depender del Estado; también fueron nacio­ nalizadas las aduanas. El federalismo había recibido un duro golpe, pero debido a los sucesos políticos posteriores la ley de capitalización no prosperó. A pesar de todas las resoluciones tomadas, el Congreso tenía que ex­ pedirse sobre la más importante, el dictado de la Constitución, por cuanto había proclamado su ca­ rácter de “ constituyente” . Ya nos hemos referido a las dos tendencias que predominaban en el Congreso y que debían enfren­ tarse nuevamente con motivo de la sanción de dicha Carta Orgá­ nica. Los unitarios, que habían hecho fracasar el Congreso federativo de Córdoba, insistían en organizar el país bajo un régimen centralizado. El principio no era malo, pero sí im practicable en nuestro m e d io 2 donde el aislamiento y la autono­ mía eran características funda­ mentales. Teóricos más que prác­ ticos, los unitarios trataron de or­ ganizar la nación de acuerdo con préceptos legislativos, sin tener en cuenta n i la conveniencia ni la oportunidad de su aplicación. Por su parte, los federales, ins­ pirados en un tradicional ordena­ miento político y social, se opusie­ ron a sancionar una Constitución que — si bien teóricamente per­ fecta— no conciliaba los intereses de todo el país. Con respecto al gobierno a adop­ tarse, el sistema representativo y republicano no ofrecía problemas y era apoyado por todos los di- 1 E n defensa de sus derechos, Las Heras pudo reiniciar una nueva guerra civil, pues contaba con el apoyo de efectivos militares, pero optó por alejarse definitivamente del país rumbo a Chile, donde falleció en el año 1866. 10 0- 7 \ 2 A sí lo afirmó Juan Bautista Alberdi. Véase “ O bras Completas , tomo II I ( 1S80-188/-J. 324 Después de largas discusiones, la Constitución fue sancionada el 24 de diciembre de 1826, con la aprobación de setenta y dos dipu­ tados de todo el país. La comisión redactora había tenido m uy en cuenta la Constitución del año 1819, la cual poseía — según dicha comisión— “ títulos respetables que es justo reconocer” . La Constitución de 1826 se di­ vidía en diez secciones (la última fijaba normas para su “ examen y libre aceptación” por la Capital y las provincias). La Sección P rim era proclamaba la independencia de la Nación, desechaba la forma monárquica y establecía el catolicismo como re­ ligión oficial. La Sección Segunda se ocupaba de la ciudadanía. La Sección Tercera disponía: “ La Nación Argentina adopta para su gobierno la forma representati­ va, republicana, consolidada en la unidad de régim en." La Sección Cuarta organizaba el Poder Legislativo en dos cáma­ ras: una de Representantes (D i­ putados) y otra de Senadores; los primeros serían elegidos por su­ fragio directo y permanecerían cuatro años en sus funciones, re­ novándose por mitades cada bie­ nio. Los senadores — dos por pro­ vincia— eran designados por jun­ tas electorales, ocuparían el cargo por nueve años y se renovaban por tercios cada tres años. La Sección Quinta confiaba el Poder Ejecutivo a una sola perso­ na con el título de Presidente de la N a ción ; sería elegido en forma indirecta, de igual manera que los senadores. Ambas cámaras realizarían el escrutinio. El pri­ mer magistrado — con funciones análogas al actual— permanecería cinco años en el cargo e integraría su Consejo de Gobierno, con cinco ministros secretarios. La Sección Sexta organizaba el Poder Judicial en una A lta Corte de Justicia — constituida por nue­ ve jueces y dos fiscales— , tribuna­ les superiores y juzgados. La Sección Séptima disponía que el ejecutivo de las provincias sería ejercido por los gobernado­ res, pero elegidos por el presiden­ te de la Nación con acuerdo del Senado; permanecerían tres años en sus funciones. En la capital de cada provincia se creaban Consejos de A dm inis­ tración, con miembros elegidos por el pueblo, destinados a la vigilan ­ cia de los intereses generales. En algunas capitales, también se eri­ girían Tribunales Superiores de Justicia. La Sección Octava enumeraba los derechos civiles, y la Sección Novena establecía los procedi­ mientos a seguir, en caso de una futura reforma de la Constitución. “ El Congreso había dado fin a su teórica tarea constituyente — es­ cribe el historiador Ravignani— mediante una obra llena de sabias disposiciones, pero que contenía una falla capital: el sistema uni­ tario de gobierno republicano, en contra de la opinión de los pueblos.” 325 puesta de la Leg'slatura; algo se­ mejante le ocurrió a D iego Zabaleta en el gobierno de Entre Ríos. Actitud de Facundo Q uiroga LA S P R O V IN C IA S R E C H A Z A N LA C O N S T IT U C IÓ N Después de sancionada la Cons­ titución, era necesario que su texto fuera conocido y aprobado por las provincias. Con este propósito, el Congreso envió comisionados y eligió para esa delicada misión a figuras de reconocido prestigio. Juan Ignacio G o rriti marchó hacia Córdoba y entregó un ejemplar de la Constitución a Bus­ tos, quien devolvió los pliegos sin estudiarlos, argumentando que su provincia estaba desligada de todo compromiso con el gobierno de Buenos Aires. M ariano Andrade se dirigió a Santa Fe donde no obtuvo res­ En el noroeste del territorio, la situación era más grave. Rivadavia había enviado al coronel Larriadrid — de marcada tendencia uni­ taria— a la provincia de Tucumán, para que organizara un contingente, a fin de reforzar el ejército que en esas épocas lucha­ ba contra el Brasil. Bajo su respon­ sabilidad, el citado m ilitar provo­ có una revolución, depuso a las autoridades y se apoderó de la pro­ vincia. No tardó en unirse con los gobernadores de Salta y Catamarca, también de ideas unitarias. El procedimiento de Lamadrid provocó indignación en las demás provincias, cuyas autoridades h i­ cieron recaer toda la responsabili­ dad en Rivadavia. El caudillo riojano Juan Facun­ do Q u iro g a 1, cuya provincia no había reconocido al gobierno de Buenos Aires, avanzó contra La­ madrid y lo venció en la batalla del Tala (octubre de 1826)2. Poco después ocupó la provincia de Tucumán y nombró gobernadores adictos en Catamarca, San Juan y Mendoza; de tal manera, formó ■— junto con La Rioja— una alian­ za de cinco provincias netamente federales. En consecuencia, el go­ bierno de Buenos Aires quedó pri­ vado de un valioso apoyo m ilitar para su lucha exterior. 1 Q u iroga había n acido en 1788, en los L la n o s, provin cia d e L a R io ja ; de a llí su apodo “ E l T ig r e d e los L la n o s” . 2 Q u iroga m an ifestó pú blicam ente su discon form id ad con los acuerdos firm ados por R iv a d a v ia con In gla terra y ciertas m edidas relativas al clero. En los campos d el T a la , el ca u dillo riojano h izo fla m e a r una bandera n egra, con trna cruz y la in scrip ción : “ R e lig ió n o m uerte” . Debido a la situación creada, tampoco logró sus objetivos el co­ misionado del Congreso, Francisco Castellanos, enviado a La Rioja. Tezanos Pinto, destinado ante el gobierno de Santiago del Estero, se entrevistó con el caudillo Felipe lbarra sin obtener una respuesta satisfactoria y acto seguido el comisionado recibió orden de abandonar la provincia. E l cuadro adverso que ofrecía el interior de la República también se reflejó en el seno del Congreso, cuando Rivadavia presentó un pro­ yecto de ley, por el cual dividía el territorio de la provincia de Buenos Aires en dos: uno al norte, denominado del Paraná, con capi­ tal en San Nicolás, y otro al sur, el del Salado, cuya capital sería Chascomús. Durante la presidencia de Riva­ davia se aprobó, el 20 de mayo de 1826, la llamada Ley de E n fiteu ­ sis. Las tierras públicas — que no podían ser vendidas— fueron en­ tregadas por el gobierno a los par­ ticulares, en una especie de arren­ damiento a largo plazo. Las tierras eran entregadas p or un térm in o m ín im o de 20 años y tasadas p or un jurado de cinco propietarios. E l enfiteu ta se o bligab a a p aga r en los d iez prim eros años la ren ta de un 8 % anual sobre el v a lo r del lote, cuan­ do esa tierra fuese de pastoreó; se re ­ ducía a un 4 % , si eran agrícolas o “ de pan lle v a r ” . Concluida la p rim era dé­ cada, el Congreso debía re n o v a r la ta ­ sación. 1) M ed id as económicofin an cieras Como la ley de eufiteusis no de­ terminaba la extensión de las tie­ rras ni tampoco obligaba a que se poblaran, los más adinerados no tardaron en acapararlas y form ar latifundios. A este inconveniente debieron sumarse las ínfimas ta­ saciones y la gran demora en el pago de las rentas. La enfiteusis fue resistida por las provincias y sólo se aplicó en Buenos Aires. En el gobierno de Dorrego la citada ley fue mejora­ da y más tarde Rosas — para evi­ tar los abusos— exigió el estricto cumplimiento de las cláusulas. a) Ley de Enfiteusis. En 1822, la provincia de Buenos Aires con­ trató un empréstito en Londres y para garantizar el pago de inte­ reses y amortizar la deuda fue necesario hipotecar las tierras púb l;cas bajo el sistema de enfi­ teusis 1. b) Creación del Banco N a cio ­ nal. A mediados de 1824, un grupo de capitalistas solicitó al gobierno transformar el antiguo Banco pro­ vincial de Descuentos — en esa época con grandes quebrantos— en un Banco Nacional. La idea fue aceptada y, luego de nombrar una G O B IE R N O DE R IV A D A V IA En los meses en que estuvo al frente del gobierno — febrero de 1826 a junio de 1827—• Rivadavia desarrolló intensa actividad, a pe­ sar de la oposición interna y de los peligros exteriores. Su labor puede agruparse de la siguiente manera: 1 C a p ítu lo X , pá gin a 307. L a en f teusis se p ract'có en la E d a d M ed ia, con e l fin d e d elim itar los derechos entre el señor o du eñ o de la tierra y el vasa llo o enfiteuta. Hasta la aplica ció n d e la enfiteusis en nuestro país, las tierras pú blicas se v en d ía n a precios m u y bajos y con e l sistema se preten d ió valorizarlas. 327 326 Se construyeron locales destina­ dos a la enseñanza elemental y fue declarada obligatoria la vacu­ nación de los escolares contra la viruela. comisión para redactar los estatu­ tos, en enero de 1826 se sancionó la ley que creaba el Banco N a ­ cional de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Se inició con diez millones de pesos, suma integrada con el em­ préstito contratado en Londres, el capital del Banco de Descuentos y subscripciones particulares. E l or­ ganismo estaba facultado para im ­ prim ir y acuñar moneda y conce­ der préstamos. La medida fue re­ sistida por los federales de Buenos Aires y del interior. Los gastos que demandaba la guerra contra el Brasil y las lu­ chas políticas originaron una agu­ da crisis económica y en su trans­ curso el gobierno debió im prim ir gran cantidad de billetes sin res­ paldo metálico. El Banco Nacional subsistió a través de los años en medio de grandes dificultades económicas, hasta que en 1837 Rosas lo disol­ vió, reemplazándolo por la Casa de Moneda. 328 c) Las Aduanas provinciales fueron nacionalizadas y puestas bajo el control del gobierno cen­ tral, el que en adelante recibía sus ingresos. Esta disposición también fue resistida en el interior. 2) M edidas ad m in istrativas y ed ucacionales Para agilitar las lentas comuni­ caciones fue creada la D irección General de Correos y en otro or­ den de cosas prosiguió la obra de mejoramiento edilicio. Por iniciativa de Rivadavia, el Congreso trató la creación del Ca­ nal de los Andes, proyecto que contemplaba la posibilidad de unir — a través de los ríos— la región cordillerana con el Paraná. La cultura no fue descuidada. En el convento de Santo Domingo se instalaron laboratorios de física y química y un museo; también llegaron al país profesores uni­ versitarios contratados en el ex­ tranjero. GUERRA C O N EL BRASIL Expedición de los treinta y tres orientales Sabemos que en abril de 1821, la Banda Oriental proclamó su in­ corporación al Imperio del Brasil con el nombre de Provincia Cisplatina. La anexión — declarada por un Congreso—- no respondía a los deseos del pueblo oriental, tan enemigo de su sometimiento al Brasil, como de aceptar incorpo­ rarse a las Provincias Unidas. Varios orientales se trasladaron a Buenos Aires y decidieron recon­ quistar la libertad perdida. Los patriotas emigrados, Juan A ntonio Lavalleja y M a n u el Oribe, logra­ ron reunir armas y pertrechos con el propósito de emprender una ex­ pedición libertadora 1. En número de treinta y tres hombres y bajo las órdenes de La ­ valleja partieron del actual San Isidro y desembarcaron en la cos­ ta uruguaya, en la playa de la Agraciada, el 19 de abril de 1825. Los llamados treinta y tres orientales -— once eran argenti­ nos—- consiguieron engrosar sus filas con importantes contingentes, entre ellos el general uruguayo Fructuoso Rivera y sus tropas, hasta ese entonces a las órdenes del gobierno brasileño. Auxiliados con fuerzas entrerrianas2, los libertadores vencie­ ron a los imperiales en el Rincón de las Gallinas y luego sitiaron la plaza de Montevideo. Mientras la rebelión se extendía por el territorio, Lavalleja reunió un Congreso en el pueblo de La Florida, el cual lo nombró gober­ nador y proclamó — el 25 de agos­ to de 1825— la unidad de la Banda Oriental con las demás pro­ vincias argentinas, “ a que siem­ pre perteneció por los vínculos más sagrados que el mundo cono­ ce” . Diputado ante el Congreso de Buenos Aires fue designado Javier Gomensoro. 1 Lavalleja fue ayudado por miembros del partido federal de Buenos Aires, entre ellos, ■sorregó, Kosas, los hermanos Anchorena, etc. a ^ s^.uac*ón creada, el gobernador Las Heras estableció en la provincia de ^ntre Ríos un Ejercito de Observación. 329 ler, Federico Brandsen y José de Olavarría. E l Ejército Im perial o brasileño, bajo las órdenes del marqués de Barbacena, se componía de unos 10.000 soldados — entre ellos 2.000 alemanes—- y también era dirigido por jefes de prestigio. A fines de diciembre de 1826, el general A lvea r emprendió una ofensiva y dividió su ejército en tres cuerpos: la vanguardia, com­ puesta por caballería uruguaya a las órdenes de Lavalleja; la segun­ Las acciones militares prosiguie­ ron y el 12 de octubre Lavalleja venció a los brasileños en la im ­ portante batalla de Sarandí. Poco después, el Congreso reuni­ do en Buenos Aires aceptó la rein­ corporación de la Banda Oriental a las Provincias Unidas; el minis­ tro García comunicó esa resolu­ ción al gobierno brasileño y le hizo presente que serían desaloja­ das las fuerzas invasoras. Como respuesta, el Brasil de­ claró la guerra a las Provincias Unidas el 10 de diciembre de 1825 y a los pocos días naves de aque­ lla nación bloquearon el Río de la Plata. A C C IO N E S TERRESTRES El Ejército Republicano Antes de iniciar las hostilidades, ambos beligerantes habían efec­ tuado preparativos militares. El gobierno brasileño reforzó los efectivos de su ejército en la Ban­ da Oriental y el general Las H e­ ras — gobernador de Buenos Aires a cargo de las relaciones exterio­ res—- concentró cerca de Concep­ ción del U ruguay (provincia de Entre Ríos) un Ejército de Obser­ vación, bajo las órdenes del gene­ ral M artín Rodríguez. E l 1 de enero de 1826, el go­ bierno argentino declaró la guerra al Brasil y a fines de ese mes el Ejército de Observación cruzó el río Uruguay y acampó en las pro­ ximidades del arroyo San José, donde se le incorporaron contin­ gentes orientales. Las tropas permanecieron inac­ tivas debido a la falta de decisión m ilitar de Rodríguez y a los inci­ dentes que sostuvo con Lavalleja, quien deseaba el mando de los efectivos. E l primero renunció y el presidente Rivadavia designó en su reemplazo al general Carlos ele Alvear, quien en ese entonces ocu­ paba el ministerio de guerra. E l nuevo jefe concentró el ejército — llamado ahora Republicano— en el campamento de Arroyo Grande. E l Ejército Republicano contaba con unos 5.500 hombres, en su ma­ yor- parte de caballería, bajo las órdenes de un brillante grupo de oficiales, entre ellos José M aría Paz, Juan Lavalle, Estanislao So­ da división comandada por el pro­ pio general en jefe y por el gene­ ral M ansilla; la tercera de infan­ tería y artillería, bajo la dirección del general Soler. El triunfo de Ituzaingó El grueso del Ejército Republi­ cano se dirigió hacia el norte y el 26 de enero de 1827 ocupó Bagé, avance que obligó a los brasileños a buscar refugio en la Sierra de Camacuá, donde pudieron aumen­ tar sus efectivos. Con el propósito de alejar al enemigo de esa posi­ ción defensiva, A lvea r simuló una retirada en dirección a San Ga­ briel, ardid que tuvo éxito, pues Barbacena y sus tropas dejaron la Sierra en persecución del ejército argentino. Mientras tanto, una columna a las órdenes del coronel Lavalle venció a una división im perial en Bacacay y el general Mansilla obtuvo otro triunfo en el combate de Ombú. La batalla más importante de la guerra se libró el 20 de febrero de 1827 en las proximidades del arroyo Ituzaingó; después de una sangrienta lucha, los republicanos vencieron a un enemigo más nu­ meroso y mejor equipado. Nues­ tras tropas se cubrieron de gloria y al término del combate ■ — que costó la vida al heroico coronel Brandsen—• hicieron numerosos prisioneros y se apoderaron de va­ rias banderas. Poco después, los brasileños vo l­ vieron a caer derrotados en Camacuá y en Yerbal. Debido a la falta de refuerzos y a la escasez de caballada, el gene­ ral A lvear no pudo aprovechar de­ bidamente los triunfos y debió re­ troceder. A C C IO N ES N A VALES E l Río de la Plata fue el prin­ cipal escenario de la guerra naval y en sus aguas nuestros valerosos marinos enfrentaron a la escuadra enemiga, muy poderosa en cuanto al número y potencia de sus barcos. A mediados de diciembre de 1826, buena parte de la flota que obedecía las órdenes del almirante Ferreira Lobo bloqueó el Río de la Plata, lo que produjo gran inquie­ tud entre los pobladores de Bue­ nos Aires y perjudicó el movim ien­ to comercial. Ante el peligro inminente, el gobierno argentino improvisó de inmediato una escuadra — con na­ ves mercantes y marinos bisoños— , Cuyo mando supremo confió al almirante G u illerm o Brown; se­ gundo jefe fue designado Juan Bautista Azopardo, en tanto que los capitanes Espora y Rosales fue­ ron destinados a la jefatura de un grupo de cañoneras. La escuadra patriota se hizo a la vela y llegó hasta la Colonia, don­ de atacó a naves brasileñas fon­ deadas en el muelle; la acción des­ plegada por nuestros bravos m ari­ nos — particularmente Espora y Rosales— obligó a la flota bloqueadora a alejarse de sus posi­ ciones. El 11 de junio de 1826, encon­ trándose la escuadra argentina en el fondeadero de Los Pozos — en Buenos Aires, frente al actual Puerto Nuevo— fue atacada por una poderosa flota enemiga de treinta y un barcos; ante la enér­ gica defensa, las naves agresoras debieron replegarse. U n nuevo encuentro se produjo el 30 de julio a la altura de Q uilmes, en cuyo transcurso Brown perdió una nave y el bravo capi­ tán Espora resultó herido; a pesar de esto, los atacantes desviaron el rumbo. El combate de mayor importan­ cia se libró al año siguiente, cuan­ do una escuadra enemiga de die­ cisiete naves, a las órdenes del capitán Sena Pereira, penetró en el río Uruguay para im pedir que el ejército de A lvea r recibiese ayuda. El almirante Brown salió en su persecución y el 9 de febre­ ro de 1827 in fligió una grave de­ rrota a la flo tilla enemiga en las proximidades de la isla de Juncal. Los imperiales perdieron la casi totalidad de las naves y su capitán fue apresado. Otro episodio de importancia en la guerra naval contra el Brasil fue la defensa de Carmen de Pa­ tagones, poblado al sur de la pro­ vincia de Buenos Aires, que era 333 utilizado como base de operaciones por los tripulantes de las naves argentinas. A comienzos de febre­ ro de 1827, una escuadrilla impe­ rial desembarcó efectivos que fue­ ron rechazados por el coronel M artín Lacarra al frente de los defensores. Por otra parte, las cua­ tro naves agresoras fueron aborda­ das y capturadas. Antes del cese de las hostilida­ des, el gobierno argentino ordenó una activa campaña de corso con­ tra el comercio enemigo, acciones en las que se destacaron el capitán francés César F ournier y el nor­ teamericano Jorge Dekay. M isión de M anuel Jo sé G a rcía A pesar de los triunfos militares obtenidos por nuestras armas en la guerra contra el Brasil, la crí­ tica situación política interna del país hacía peligrar la autoridad del gobierno nacional. Las provin­ cias habían rechazado la Constitu­ ción unitaria y los caudillos no aceptaban las directivas del presi­ dente y se negaban a enviar tro­ pas para reforzar los ejércitos en lucha. Poco después de la batalla de ltuzaingó, Rivadavia — debido a la situación interna ' existente—• dispuso firm ar la paz con el Bra­ sil con la mediación de lord Ponsonby, ministro inglés ante el go­ bierno imperial. Fue designado comisionado ar­ gentino el veterano diplomático M a n u el José García, quien mar­ chó a Río de Janeiro con amplias facultades para obtener el cese de la lucha. El emperador había declarado que no cesaría la lucha hasta que la Provincia Cisplatina pasara a depender nuevamente del Brasil. Esta actitud irreducible, sumada a la crítica situación existente en las Provincias Unidas, motivaron que García firmara -— el 24 de ma­ yo de 1827— una desventajosa Convención P relim in a r de Paz. De acuerdo con el tratado, nues­ tros país renunciaba a sus dere­ chos sobre la Banda Oriental — que se incorporaba al imperio— y debía retirar sus tropas de la ve­ cina orilla; además, la isla ar­ gentina de M artín García sería desarmada y los brasileños indem­ nizados por la acción de los cor­ sarios. “ En verdad — escribe el historiador Levene—■ este acto era un sarcasmo. E l país había triun­ fado en las campañas de mar y tierra y terminaba la guerra en­ tregándole todo al vencido.” REN U N CIA DE R IV A D A V IA Cuando llegaron a Buenos Aires las noticias sobre el convenio fir ­ mado por García, el pueblo mani­ festó su indignación y el Congreso se dispuso a rechazar lo pactado. E l episodio atizó el descontento político y entonces Rivadavia pre­ sentó su renuncia el 27 de junio de 1827. En el documento afirmó que: “ cercado sin cesar de obstácu­ los y de contradicciones de todo género, he dado a la patria días de gloria que sabrá ella recordar con orgullo” . En una proclama dirigida a to­ do el país, repudió el tratado de paz firmado con el Brasil y agregó que la renuncia a su alto cargo era el mayor sacrificio que podía hacer en bien de la Nación. E l 30' de junio, el Congreso — que había creado la presidencia unitaria — aceptó la renuncia por 48 votos contra dos 1. DISOLUCIÓN DEL RÉGIM EN N A C IO N A L Vicente López, presidente provisional La caída de Rivadavia signifi­ caba una derrota para el partido unitario y el fracaso de su régimen presidencial. Dos graves proble­ mas amenazaban al país: la situa­ ción interna y el peligro exterior de la guerra contra el Brasil. En esas circunstancias, era necesario un gobierno de conciliación que armonizara con los intereses gene­ rales. El Congreso reconoció su falta de apoyo popular y el 3 de julio aprobó una ley según la cual de­ bía designarse un presidente pro­ visional que gobernaría la Repú­ blica hasta la reunión de una Con­ vención Nacional, integrada con un representante por cada provin­ cia. A l instalarse esta última asamblea — cuya finalidad sería elegir presidente permanente y aceptar o rechazar la Constitu­ ción— el Congreso quedaría di­ suelto. 1 Rivadavia continuó su sucesor. Después de E n 1829, Rivadavia debió reembarcarse de de Janeiro. Residió unos y definitiva etapa de su En otro de sus artículos, la ci­ tada ley restablecía las autoridades de la provincia de Buenos Aires. El 5 de julio de 1827, el Con­ greso eligió presidente provisional al doctor V icente López y Planes, a quien Rivadavia entregó el man­ do dos días después. En cumplimiento de la ley del 3 de julio, López reinstaló la Jun­ ta de Representantes de la provin­ cia de Buenos Aires, la cual desig­ nó — el 12 de agosto— gobernador de dicha provincia al coronel M a ­ nuel Dorrego. La República sin gobierno nacional Ante el curso de los sucesos, Ló­ pez presentó su renuncia al Con­ greso. Este organismo, por le y del 18 de agosto, aceptó la dimisión del presidente provisional y a la vez se declaró disuelto. Por un ar­ tículo de dicha ley, el gobierno de la provincia de Buenos Aires asumiría la dirección de la guerra y de las relaciones exteriores. “ En un solo acto — dice Ravignani— Ejecutivo y Congreso N a ­ cional desaparecieron para pasar la gestión de los intereses genera­ les al gobernador de la provincia de Buenos Aires, restaurada en sus instituciones.” interinamente en el mando hasta la designación de Vicente López, esto se alejó para siempre de la vida política. marchó a París y en abril de 1834 regresó a Buenos Aires, pero inmediato rumbo a la Banda Oriental y más tarde pasó a Río años en territorio brasileño hasta que se dirigió a Cádiz, la última expatriación. A llí falleció el 2 de setiembre de 1845. 335 334 CU EST ION AR IO 1. ¿C uál fue la obra más importante re a lizad a bajo la adminis­ tración de Las Heras? 2. ¿Qué provincias estuvieron representadas? 3. ¿Q ué disponía la Ley Fundam ental? 4. ¿C uál fue la política exterior del gobierno de Las Heras? 5. ¿Q ué problemas debían re­ solverse a comienzos de 1826? 6. ¿Cómo fue elegido presidente R ivadavia? 7. ¿Q ué ordenaba la ley de capitalización? 8. ¿En cuántas tendencias se dividían los diputados del Congreso? 9. ¿En cuántas secciones se dividía la Constitución de 1826? 10. ¿Q ué actitud asumieron las provincias? 11. ¿C uál fue la obra desarro­ llad a por R ivadavia en los meses que estuvo al frente del gobierno? 12. ¿Q ué acción cumplieron los treinta y tres orientales? 13. ¿Por qué el Brasil declaró la guerra a las Provincias Unidas? 14. ¿Q ué distinguidos oficiales se incorporaron al Ejército Republicano? 15. ¿C uál fue la b atalla más importante de la guerra? 16. ¿Q ué a c ­ tuación cumplió Brown al frente de la escuadra argentina? 17. ¿Cuál fue la misión de Manuel José G a rc ía en Río de Janeiro ? 18. ¿Q ué efectos produjo en Buenos Aires la Convención Prelim inar de P az? 19. ¿Por qué renunció R ivadavia? 20. ¿Quién le sucedió? Gobierno de Dorrego. Revolución del 1 de diciembre de 1828. Cam pañas de los generales Lavalle y Paz. Convenciones de Cañuelas y Barracas. El general Paz domina el interior. El pacto fed eral. Los federales vencen a los unitarios. Juan Manuel de Rosas. Primer gobierno de Rosas. Gobierno de Balcarce. La cam paña de Rosas al desierto. La revolución de los restauradores. Gobierno de Viam onte. Asesinato de Q uiroga. ¡ G O B IERN O DE DO RREG O La situación de] país En el lapso comprendido entre 1824 y 1827 había fracasado el en­ sayo unitario conocido como régi­ men nacional. Cuando el 12 de agosto de 1827 el coronel M a n u el Dorrego fue elegido gobernador de la provin­ cia de Buenos Aires, a cargo de las relaciones exteriores, el país re­ tornó al sistema político federal, semejante al que imperó entre los años 1820 y 1824, con la diferen­ cia de que este segundo período encontraba a la República en si­ tuación aún más desventajosa. Los dirigentes unitarios habían actuado con marcado porteñismo, y los gobiernos del interior — en lugar de organizar sus institucio­ nes— se preparaban a la lucha fratricida con tal de no ceder en sus respectivas autonomías. 337 M an u el D o rreg o (1 7 8 7 -1 8 2 8 ). R etrato a l ó leo d e l p ro ce r f e d e r a l — d e au tor a n ó n im o — o b s e q u ia d o p o r a q u é l a la L e g is la tu ra d e B uenos A ire s , en 18 28. (M useo H istórico N a c io n a l.) La vida política de la época ori­ ginaba tensiones y rivalidades en­ tre el grupo dirigente liberal de Buenos Aires — los unitarios— y los caudillos provincianos defen­ sores de su propia libertad e inte­ reses. En resumen, se iniciaba una nueva época de luchas entre ambas facciones y por esta causa — escribe Ravignani— “ el país se­ guirá en estado de inconstitución hasta 1853, con el predominio efectivo del federalismo” . M anuel Dorrego E l gobernador Dorrego, cabeza visible del partido federal, soste­ nía la necesidad de emprender una política de conciliación que armo­ nizara los intereses de toda la Re­ pública. Dorrego no sólo era valiente militar — había luchado en las campañas de la independencia— , sino también desta­ cada figura política. Se opuso desde un principio a las ideas monárquicas y centralistas de los miembros del partido directorial y bregó por el res­ peto de las autonomías provinciales, particularmente cuando el disuelto Congreso de 1824 discutió la Constitu­ ción unitaria. Destacada figura del federalismo ar­ gentino — no sólo político, sino tam­ bién social y económico— utilizó la pluma en defensa de sus ideales y fus­ tigó al gobierno unitario a través de “ El Argentino” y más tarde de “ El Tribuno” . Tolerante, culto, respetuoso del ad­ versario político — a pesar de las per­ secuciones que sufrió como opositor— e inclinado siempre al perdón, Dorrego ha sido calificado con justicia “ El de­ mócrata federal” . Designó ministros a M anuel M oreno, de Gobierno; Juan Ra­ món Balcarce, de Guerra, y José M aría Rojas, de Hacienda. Para resolver el problema polí­ tico interno — sumado al financie­ ro— y el externo de la lucha con­ tra el Brasil, Dorrego reanudó los acuerdos interprovinciales de Bue­ nos Aires, reunió una Convención Nacional y firm ó la paz con el imperio. En otro orden de cosas, el gober­ nador de Buenos Aires mejoró el estado de las finanzas, se preocupó por extender hacia el sur las lí­ neas de frontera sobre los indios, fomentó la inmigración y regula­ rizó la actividad de los corsarios contra el comercio brasileño. En materia cultural estableció nuevas cátedras en la Universidad y esti­ muló la creación de establecimien­ tos educativos. Tratados interprovinciales. Convención N acional de Santa Fe De acuerdo con sus ideas fede­ rales, Dorrego resolvió elim inar las dificultades entre el gobierno de Buenos Aires y las demás pro­ vincias. A fin de iniciar una polí­ tica de acercamiento con los cau­ dillos envió comisionados al inte­ rior del país y en virtud de esas gestiones se firmaron tratados de alianza sobre la base del recono­ cimiento de la nacionalidad e igualdad de derechos y deberes. Las provincias dispusieron en­ viar diputados a una Convención a reunirse en Santa Fe, con el ob­ jeto de promulgar una Constitu­ ción federal, designar provisional­ mente un Ejecutivo Nacional y disponer lo necesario para concluir con éxito la guerra contra el Brasil. Debido a las ambiciones perso­ nales del caudillo Bustos, la Con­ vención Nacional demoró bastan­ te en reunirse. Finalmente, la asamblea se instaló el 31 de julio de 1828 y, aunque no asistieron to­ das las provincias, se tituló Repre­ sentación Nacional de las P rov in ­ cias Unidas. Su resolución más importante fue aprobar la paz con el Brasil, auspiciada por Dorrego. Después de producido el movimiento revo­ lucionario del 1 de diciembre de 1828 (que luego estudiaremos) la Convención negó autoridad al go­ bierno unitario de Lavalle y de­ claró “ que los cabecillas deberán responder de sus actos a la N a ­ ción” . Los acontecimientos políti­ cos derivados del último episodio impidieron a la Convención de Santa Fe organizar el país. La asamblea se disolvió en agosto de 1829. Paz con el Brasil E l gobernador Dorrego, que es­ taba a cargo de las relaciones ex­ teriores, decidió continuar la lucha contra el imperio. Aceptó la re­ nuncia de A lvea r al cargo de co­ mandante en jefe del ejército y cometió el error de reemplazarlo por Lavalleja, quien carecía de capacidad para el mando y ade­ más era partidario de segregar la Banda Oriental. La guerra se redujo principal­ mente a operaciones marítimas de nuestros corsarios y a una cam­ paña terrestre contra las Misiones orientales sobre el U ruguay — ocu­ padas por los portugueses— reali­ zada con éxito por Fructuoso R i­ vera. Por su parte, Lavalleja — ene­ mistado con Rivera y a espaldas de Dorrego— había iniciado por su cuenta negociaciones para firm ar la paz con el Brasil sobre la base de la independencia de la Banda Oriental. Aunque Dorrego pretendió con­ tinuar con la guerra y trató de sublevar a los mercenarios ale­ manes que luchaban en favor del imperio, era evidente que la paz era la solución reclamada por ambos países en lucha. Aceptada por los beligerantes la mediación de lord Ponsonby, en­ viado confidencial del gabinete inglés, el gobernador Dorrego de­ signó a Ramón Balcarce y Tomás Guido para que se trasladaran a la capital brasileña. El 27 de agosto de 1828 se firmó la Convención Prelim in a r de Paz, por la cual los gobiernos de Brasil y las Provincias Unidas recono­ cían y garantizaban la indepen­ dencia de la Banda Oriental. La nueva república se regiría por un 339 338 gobierno provisional hasta que una Constitución determinara las auto­ ridades definitivas. Los ejércitos ocupantes debían evacuar el terri­ torio en el término de dos meses. Una asamblea de representan­ tes convocada en la vecina orilla designó al general Rondeau — na­ cido en Buenos Aires— goberna­ dor y capitán general provisorio de la República Oriental del Uru­ guay. E l citado Congreso sancionó luego una Constitución que fue jurada en Montevideo el 18 de junio de 1830, previa aprobación por los gobiernos de Argentina y Brasil R EVO LU CIÓ N DEL 1 DE DICIEM BRE DE 1828 La agitación política Dorrego trató de gobernar un país anarquizado, sin una Consti­ tución que lo rigiera, en medio de profundas disensiones políticas, crisis económicas y problemas ex­ teriores. Perturbado por la tenaz oposi­ ción de los unitarios, Dorrego pre­ tendió sofocar las críticas exalta­ das y promulgó una ley que lim itó la libertad de im p ren ta1, medida que sólo sirvió para atizar el descontento. Mientras los adversarios fustiga­ ban a Dorrego — seguros de una próxima restauración en el man­ do— , sus propios partidarios, mo­ vidos por pasiones e intereses personales, lo abandonaban. La Convención de Santa Fe había fra­ casado, debido en gran parte a las maniobras del caudillo Bustos, in ­ teresado en dirigir los destinos de la República y en trasladar la ci­ tada asamblea a la provincia de Córdoba. o Cuando trascendió que la paz con el Brasil importaba la pérdi­ da de la Banda Oriental, el pue­ blo y los periódicos censuraron a los hombres de gobierno, particu­ larmente a Dorrego. E l jefe del partidario unitario en esa época, doctor Julián Segundo Agüero, d i­ jo al respecto: “Nuestro hombre está perdido, él mismo se ha la­ brado su ruina.” Dorrego solicitó al comandante de campaña Juan Manuel de Rosas — en esas circunstancias también distanciado del gobernador— una opinión con res­ pecto al tratado, y el último le respon­ dió: “ Será tan ventajoso como usted dice, pero no es menos cierto que usted ha contribuido a formar una grande estancia con el nombre de Estado del Uruguay. Y esto no se lo perdonaría a usted. Quiera Dios no sea el pato de la boda en estas cosas.” La Revolución. Lav alle, gobernador Desde tiempo atrás, los unita­ rios, dirigidos por Agüero — ex ministro de Rivadavia— , tramaban una revolución para restaurarse en el gobierno. A tal fin decidie­ ron apoyarse en las.'tropas que re­ gresarían de la campaña contra el Brasil y comprometieron al gene­ ral Juan Lavalle para que acepta­ ra la* dirección m ilitar del m ovi­ miento. La oficialidad del ejército republicano había abrazado la cau- 1 Los periódicos de tendencia unitaria lanzaban ataques violentos contra las autoridades constituidas y los miembros del partido federal. E n mayo de 1828 se prom ulgó una ley que castigaba los impresos sediciosos y aquellos que atentasen contra la religión católica y la decencia én general. 340 sa de los conspiradores y se mos­ traba partidaria de adherir a la revolución. Aunque eran públicas las inten­ ciones de los unitarios, Dorrego no creyó en un golpe armado y or­ denó brindar una calurosa recep­ ción a las tropas que habían ven­ cido a los imperiales. A fines de noviembre de 1828, esos efectivos comenzaron a llegar a Buenos Aires. A l amanecer del 1 de diciem­ bre, el general Lavalle y el coro­ nel José Olavarría, al frente de la Primera División del ejército, ocu­ paron la Plaza de la Victoria, en medio de las aclamaciones de los unitarios. Sin fuerzas con que oponerse, el gobernador Dorrego abandonó la Fortaleza por una puerta trasera y luego de ocultarse algunas ho­ ras marchó a la campaña. Dueño de la ciudad, Lavalle se dirigió por la tarde a la Capilla de San Roque — próxima a la ig le ­ sia de San Francisco— donde ha­ bía convocado a una centena de ciudadanos, acaudillados por el doctor Agüero, para un simulacro de elección popular. A l solo nom­ bre del candidato y únicamente en caso de aprobación, los presen­ tes debían alzar su sombrero. Cuando se propuso a Juan Lavalle, todos lo aclamaron y en conse­ cuencia — debido a tan singular procedimiento— el citado m ilitar fue electo gobernador provisional de la provincia de Buenos Aires. En la reunión también se resolvió el cese de la Junta de Representan­ tes, cuyos nuevos miembros serían elegidos posteriormente. Muerte de Dorrego Mientras tanto, Dorrego se diri­ gió a Cañuelas donde se reunió con Rosas, quien — enterado de los su­ cesos— había comenzado a reclu341 tar paisanos e indios. Por su parte, Lavalle delegó el mando en el al­ mirante Brown, y al frente de un regimiento de caballería salió en persecución del gobernador derro­ cado. Ambas fuerzas se encontraron en Navarro el 9 de diciembre. Derro­ tados los federales, optaron por se­ pararse: Rosas marchó rumbo a Santa Fe y Dorrego pretendió lle ­ gar a San Antonio de Areco, pero fue apresado por sus propios efec­ tivos — sublevados por el coronel Escribano— y puesto a disposición de Lavalle, quien se encontraba en su campamento de Navarro. Cuando el prisionero llegó a dicho lugar, ese mismo día, 13 de diciembre de 1828, se enteró de que sería fusilado en el término de una hora. En ese lapso, Dorrego escri­ bió varias cartas de despedida y algunas esquelas sobre asuntos par­ ticulares. Por orden del general Lavalle y sin ajustarse a las más elementales normas de legalidad, una descarga puso término a la vida del gober­ nador de la provincia de Buenos Aires. El general Lavalle asumió la res­ ponsabilidad histórica del trágico epi­ sodio y de inmediato escribió al minis­ tro de gobierno Díaz Velez: “ Navarro, diciembre 13 de 1828. ”Señor ministro: ”Participo al gobierno delegado que el coronel don Manuel Dorrego acaba de ser fusilado por mi orden, al frente de los regimientos que componen esta división. ”La historia, señor ministro, juzgará imparcialmente si el coronel Dorrego, ha debido o no morir; y si al sacri­ ficarlo a la tranquilidad de un pueblo enlutado por él, puedo haber estado poseído de otro sentimiento que el del bien público. ”Quiera persuadirse el pueblo de Bue­ nos Aires que la muerte del coronel Dorrego, es el sacrificio mayor aue puedo hacer en su obsequio. ”Saludo al señor ministro con toda atención. ” Ju a n L a v a l l e .” Destacadas figuras del partido unitário habían pedido con anterioridad a Lavalle el sacrificio de Dorrego. Así Salvador María del Carril le' escribió: “ Hemos estado de acuerdo antes de ahora; ha llegado el momento de eje­ cutarla” ; el doctor Agüero le aconsejó: “ Hay que cortar la primera cabeza de la hidra.” La muerte de Dorrego privó al partido federal y al país entero de una de sus figuras más destacadas. Todas las provincias — exceptuan­ do Tucumán y Salta con gobiernos unitarios— protestaron ante el do­ loroso episodio, cuya consecuencia más importante fue el surgimien­ to de Juan M anuel de Rosas al poder. La convención reunida en San­ ta Fe condenó el fusilamiento del legítim o gobernador y designó a Estanislao López jefe de las fuer­ zas que debían oponerse al pro­ nunciamiento de Lavalle. CA M PA Ñ A S DE LOS GENERALES IAVALLE Y PAZ Los federales vencen a Lavalle Lavalle decidió derrotar a los caudillos para luego sentar en la República las bases de un gobier­ no definitivo de carácter unitario. A comienzos de 1829, llegó a Buenos Aires el general José M a ­ ría Paz — de ideas políticas unita­ rias— , jefe del segundo cuerpo de ejército que había luchado contra los brasileños. Inmediatamente Lavalle trazó su plan de acción: debía destruir el ejército federal que se agrupaba en Santa Fe; impedir que se reu­ nieran las tropas que preparaban otras provincias y pacificar la cam­ paña de Buenos Aires, que respon­ día a las directivas de Rosas, a la sazón en Santa Fe. Para actuar contra las fuerzas adversarias que se organizaban al sur de la provincia de Buenos A i­ res, Lavalle comisionó un regi­ miento a las órdenes del coronel prusiano Federico Rauch, quien en Las Vizcacheras — inmediaciones del río Salado— fue vencido por los montoneros (marzo de 1829); el citado jefe pereció en la acción. Otro fracaso lo constituyó la en­ fermedad del coronel Ramón Estomba, comandante general de la frontera sur, quien al perder el juicio agotó su división con con­ tramarchas innecesarias. , de abril en el Puente de M árquez. Después de usa sangriento comba­ te, L avalle fue derrotado y debió replegarse hasta la ciudad de Bue­ nos Aires, en cuyas inmediaciones llegaron sus perseguidores. López no tardó en regresar con sus efectivos a Santa Fe, pues te­ mía que su provincia fuese atacada por el general Paz, victorioso en el interior del país. Rosas quedó fren­ te a Buenos Aires con el grueso del ejército federal. Después de algunos intentos in­ fructuosos contra Estanislao L ó ­ pez 1, jefe de todas las fuerzas fede­ rales, el general Lavalle se entre­ vistó con Paz al sur de la provincia de Santa Fe — próximo al río Des­ mochado—• a fin de resolver la ac­ tividad futura de ambos ejércitos. El general Paz marchó hacia Córdoba, para quitar del mando al caudillo Bustos y consolidar el movimiento unitario en el inte­ rior; por su parte Lavalle — ante lo ocurrido a Rauch y Estomba—• abandonó la provincia de Santa Fe, donde las acciones no le eran favorables, y se dirigió hacia la campaña Tfe Buenos Aires. López y Rosas salieron en su persecución y lo alcanzaron el 26 Triunfos del general Paz en el interior Mientras tanto, el general Paz avanzó hasta Córdoba sin encon­ trar resistencia y finalmente llegó a la hacienda de San Roque — al norte de la capital— donde Bustos inició negociaciones al solo objeto de ganar el tiempo necesario para que llegasen refuerzos prometidos por los caudillos vecinos. Paz ata­ có de inmediato a su adversario, venciéndolo el 27 de abril en la Hacienda de San Roque. Después de este triunfo, se dirigió a Cór­ doba donde fue elegido goberna­ dor de la provincia. No hubo opo­ sición al nombramiento por cuanto el general Paz era bien visto por los hombres cultos del partido fe­ deral. 1 Estanislao L ó pez era un hombre valiente y muy astuto. D om inaba a la perfección la clásica guerra de guerrillas de los montoneros y atacaba con una formación ingeniosa llamada el aba n ico, debido al frente semicircular que ofrecían sus hombres. Lavalle preten­ dió sorprenderlo o bien derrotarlo, en un combate definitivo, pero L ó pez no se prestó a ninguno de los dos planes. E l caudillo no cesó de hostilizar asu adversario y en momento oportuno atrajo al ejército unitario —extenuado y hambriento— a unos pastos nocivos, que produjeron gran mortandad en la caballada. 344 José María Paz era hijo de padre porteño y de madre cordobesa. Estu­ dioso y de esmerada educación, perte­ neció al grupo de revolucionarios que se graduaron en la Universidad de Cór­ doba. No conoció Europa ni había reci­ bido la enseñanza, que allá se impar­ tía. Abrazó el ideal unitario y luchó contra los caudillos, pues creía nece­ sario extirpar la anarquía y organizar el país, pero como auténtico hijo del suelo no ignoró la realidad argentina y en esto coincidía con los hombres del partido federal. Eximio militar, Paz está considerado el primer táctico de nuestro Ejército. Riguroso en la disciplina, audaz en el combate, frío en las resoluciones aun­ que clemente con el vencido, estudiaba la capacidad del adversario, para luego derrotarlo con la habilidad del estra­ tego. Actor destacado de un importante período de la historia argentina, ha dejado a la posteridad sus Memorias Postumas, obra de gran valor en las que une la facilidad de estilo con la agudeza de la observación. Bustos se dirigió a la provincia de La Rioja, donde Juan Facundo Quiroga preparaba un ejército con el apoyo de Catamarca y Cuyo. Cuando todo estuvo listo, el cau­ dillo riojano invadió la provincia de Córdoba y después de eludir con gran rodeo a las tropas de Paz — que habían salido a combatir­ lo— marchó sobre la ciudad, que cayó en poder de los federales des­ pués de breve resistencia. E l general Paz, al frente de “ ■300 hombres, apresuró su marcha Para socorrer a Córdoba y el 22 de junio de 1829 libró batalla contra Quiroga. El encuentro se produjo ®u La Tablada, a la vista de la ciudad. El “ T ig re de los Llanos” — al frente de 5.000 hombres— , con sus lugartenientes Bustos y Félix A l- dao, fue rechazado después de va­ rias furiosas embestidas; al día si­ guiente consiguió rehacerse, pero fue totalmente vencido y debió re­ troceder en dirección a Cuyo. Con sus tropas victoriosas, Paz penetró nuevamente en la capital cordobesa. Gobierno de Lavalle Después de la derrota sufrida en Puente de Márquez, Lavalle debió afrontar en Buenos Aires una difícil situación. No conforme con la dirección política del jefe unitario, las figuras más destaca­ das del partido comenzaron a emi­ grar. La ciudad estaba sitiada por Rosas, y para reprim ir cualquier revuelta Lavalle ordenó apresar a los dirigentes federales, acusados de conspiración. El 6 de febrero de 1829 había arri­ bado a Buenos Aires procedente de Inglaterra el general San Martin, con el propósito de retirarse a su chacra de Mendoza. Enterado del trágico fin de Dorrego y de las luchas políticas que agitaban al país, se negó a desembar­ car y regresó a Europa en la misma nave. En Montevideo fue entrevistado por dos delegados de Lavalle, quienes le ofrecieron el gobierno de la provin­ cia y el mando de las tropas, pero el ilustre militar rechazó la propuesta, decidido a no participar en las luchas internas. En el mes de abril, el gobierno de Buenos Aires dictó un decreto — de acuerdo con una ley del 10 de abril de 1821— por el cual los extranjeros debían incorporarse en las milicias; fue creado el Batallón Am igos del Orden y en sus filas debieron ingresar buena cantidad de franceses. Esto motivó una enér­ gica protesta del cónsul de esa na­ ción, quien, al no ser atendido, pi­ dió sus pasaportes. 345 En la noche del 16 de junio y desde su campamento en Los T a ­ piales (cerca del actual Ramos M e jía ) Lavalle partió a caballo, acompañado de un ayudante, en dirección a Cañuelas, donde Rosas había establecido su cuartel ge­ neral. Debido a la situación creada, una noche del mes de mayo el co­ modoro francés Vizconde de Venancourt, al frente de sus naves — dos embarcaciones desprendidas del grueso de la flota que se halla­ ba en Río de Janeiro— atacó a va­ rios buques argentinos surtos en el puerto de Buenos Aires. Los pri­ sioneros federales, que se hallaban a bordo de un pontón, fueron pues­ tos en libertad. C O N V EN C IO N ES Y B ARRACA S DE CA Ñ U ELA S Ante las insuperables dificulta­ des que debía vencer, Lavalle de­ cidió pactar con Rosas, persuadido de la influencia del último en la campaña y creyendo contar con el apoyo del partido unitario para tal actitud. Cuando el general unitario llegó a destino, los asombrados oficiales de Rosas le manifestaron que su jefe no estaba en el campamento, pues había salido a inspeccionar las tropas. M uy cansado, Lavalle se acostó en el catre de su adversario y quedó dormido. Ro­ sas se presentó al amanecer y entonces ambos jefes iniciaron una cordial en­ trevista 1. La entrevista permitió que el general Lavalle, en representación del gobierno de la ciudad, y el coronel Rosas, “ a nombre del pue­ blo armado de la campaña” , fir­ maran el 24 de junio de 1829 un tratado conocido históricamente con el nombre de Convención de Cañuelas. A través de siete artículos dis­ pusieron el cese de las hostilidades y la inmediata elección de los re­ presentantes de la provincia, quie­ nes a su vez deberían designar el nuevo gobernador de Buenos A i­ res. Por un pacto único y secreto, ambos firmantes se comprometían * Conviene aclarar que las familias de Lavalle y Rosas h abían vivido muy unidas años atrás y que la amistad se cortó cuando ambos hombres militaron en distintos partidos P°M u c h ó tiempo después y encontrándose Rosas en Southampton, recordó la entrevista en una carta dirigida a un amigo: “ Cuando recibí el mensaje, le envié un mate y el aviso de que iba a verle y a tener el gran placer de abrazarlo; cuando el general Lavalle me vio, se dirigió a m í con los brazos abiertos.” Carta del 25 de julio de 1869. Publicada por Adolfo Saldías. 346 a auspiciar la candidatura de Félix de Álzaga para gobernador, de V i­ cente López y M anuel Garcífa en calidad de ministros; además, los diputados serían elegidos en una lista mixta, propuesta por ambos contratantes. Mientras tanto, ya habían lle ­ gado a Buenos Aires las noticias sobre las victorias obtenidas por el general Paz en Córdoba y enton­ ces los unitarios — alentados por el éxito— se opusieron a todo acuerdo con Rosas. Las elecciones para renovar la Junta de Representantes se efec­ tuaron en un ambiente de gran agitación, y la lista propiciada en Cañuelas fue derrotada por otra integrada exclusivamente por uni­ tarios. Lavalle declaró ilegal la elección y la anuló. El convenio no había sido res­ petado. Cuando la lucha civil pa­ recía reanudarse, Lavalle y Rosas se entrevistaron nuevamente, esta vez en la quinta de Piñeiro, sobre la margen derecha del río Barra­ cas. El 24 de agosto firmaron el lla ­ mado Pacto de Barracas por el cual fue designado gobernador provisorio de la provincia de Bue­ nos Aires el general Juan José Viam onte — hombre prestigioso y apolítico— , quien debía reunir a la brevedad una nueva Junta de Representantes, con diputados ele­ gidos por Rosas y Lavalle. Rosas es elegido gobernador de la provincia Con la elección de Viamonte se llegó a un gobierno de transacción y el mandatario interino se dio cuenta que permanecería en el poder hasta que los federales con­ solidaran sus posiciones. Los en­ conos políticos, atizados por la gue­ rra en el interior del país y por el periodismo, eran profundos.^ Ante el curso de los sucesos, el partido unitario se desmembraba y el general Lavalle — hostilizado por sus mismos partidarios— optó por renunciar a la Comandancia de Caballería y marchó luego a Montevideo. Por su parte Rosas, desde su es­ tancia Los Cerrillos — en aparien­ cia alejado de Viamonte— dirigía 347 prácticamente toda la política y hasta contaba con el apoyo de la burguesía porteña. Viamonte debía instalar una nueva legislatura y entonces con­ sultó a Rosas, quien se opuso a lla ­ mar a elecciones y propició res­ tablecer la Junta de Representan­ tes — que había elegido goberna­ dor a Dorrego— , disuelta por los unitarios después de la revolución del 1 de diciembre del año an­ terior. Viamonte aceptó y el 1 de di­ ciembre de 1829 se reunió nueva­ mente la legislatura derrocada. El 6 de diciembre la cámara eligió gobernador de la provincia a Juan M anuel de Rosas, concediéndole “ las facultades extraordinarias que juzgue necesarias” pudo reorganizar sus fuerzas en Mendoza y al frente de ejércitos cuyanos invadió nuevamente la provincia de Córdoba. En esas cir­ cunstancias llegó una comisión mediadora enviada por el gobierno de Buenos Aires, la cual — a pesar de haber entrevistado a ambos je­ fes— no llegó a nada positivo. El general Paz se dirigió con su ejército en busca de las tropas de su adversario y ambos chocaron el 25 de febrero de 1830 en la lla ­ nura de Oncativo, a unas veinte leguas de Córdoba. Quiroga fue derrotado y sus fuerzas destruidas luego de una hábil persecución. E l caudillo rio­ jano debió escapar en dirección a Buenos Aires. La Liga U nitaria Las facultades extraordinarias signi­ ficaba otorgar al gobernador poderes absolutos, lo que motivó debates en el seno de la asamblea, pero la mayoría aprobó el proyecto, temerosa de un complot unitario y “ ante el cúmulo de peligros por que atravesaba el país” . Rosas fue elegido por 32 votos con­ tra uno, de su amigo Terrero, quien lo hizo por Viamonte. EL G EN ERAL PAZ DOM IN A EL INTERIOR B atalla de O ncativo Después de la victoria del gene­ ral Paz en La Tablada, llegaron a Córdoba comisionados santafecinos para mediar amistosamente en la lucha que libraba el primero contra el caudillo riojano, pero no consiguieron su objetivo. Quiroga Después de su triunfo, el gene­ ral Paz acrecentó su prestigio y con el objeto de form ar una coali­ ción de provincias en el interior del país, envió una serie de expe­ diciones militares, para deponer a los gobernadores federales. Consolidado el movimiento uni­ tario, las provincias de Córdoba, Catamarca, Santiago del Estero, Salta, Tucumán, La Rioja, M endo­ za, San Luis y San Juan adhirie­ ron en una alianza defensiva y ofensiva, denominada L iga U nita­ ria o L iga del In te rio r, cuyos con­ venios fueron firmados en la ciu­ dad de Córdoba, el 31 de agosto de 1830. Las nueve provincias citadas ex­ presaron sus deseos de organizarse políticamente “ bajo el sistema 1 N o era la primera vez que se concedían facultades extraordinarias. E l primer antece­ dente se remonta a 1813, año en que la Asam blea concedió poderes absolutos al Segundo Triunvirato. 348 Entre los a ñ o s 1 8 3 0 y 1831 se p u b licó en la p ro v in cia d e S a n t a Fe un p e ­ rió d ico titu la d o " E l F e d e r a l" , cuyo facsím il d e l N 9 17, c o rresp o n d ien te a l sá b a d o 15 d e e n e ro d e 18 3 1 , re p ro ­ du ce el g r a b a d o . constitucional que adoptase la ma­ yoría de las Provincias reunidas en Congreso” a fin de terminar con las luchas internas. El acuerdo dispuso la creación de un Supremo Poder M ilita r pro­ visional y designó en ese alto car­ go al general José M aría Paz. El Supremo Poder Militar permane­ cería ocho meses en sus funciones y cumplido ese lapso debía reunirse un Congreso de carácter nacional. El general Paz estaba obligado 9 con­ vocar dicha asamblea, a defender la integridad de las provincias firmantes del tratado y a mantener el orden in­ terno en cada una de ellas. Podía dis­ poner de los fondos monetarios de una caja militar, para cuya formación las provincias debían aportar la cuarta par­ te de sus rentas ordinarias. El dinero sería destinado a la formación de tro­ pas y a otorgar grados militares. Sin tardanza, se enviaron comu­ nicaciones a los gobiernos del li­ toral para que adhirieran al con­ venio y mandasen diputados a Cór­ doba, pero la invitación fue consi­ derada una amenaza, por cuanto esos gobiernos federales no habían sido consultados — en especial Bue­ nos Aires por su importancia— ni tampoco deseaban someterse a la suprema autoridad del general Unitario. E l PACTO FEDERAL ^ El movimiento unitario tenía ta i111 en la Banda Orien91 y en Entre Ríos. En esta última provincia estalló en noviembre de 1830 una revolución destinada a derrocar a las autoridades federa­ les, pero el movimiento fracasó — al cabo de cuatro meses— debido a divergencias entre sus dirigentes. Las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes habían entablado — desde tiempo atrás— negociaciones amistosas; ante la revuelta estallada en En­ tre Ríos y la creación del Supremo Poder M ilita r en Córdoba, se apre­ suraron a firm ar el 4 de enero de 1831, en la ciudad de Santa Fe, el llamado Pacto Federal o L iga del Litoral. En diecisiete artículos y dos adi­ cionales, el documento sentaba las bases para la posterior organiza­ ción del país, bajo el sistema re­ publicano federal. Creaban una kan representados por Juan M a ­ Comisión Representativa de los go­ biernos de las provincias litorales (artículo X V ) compuesta por un diputado por cada provincia signa­ taria, con sede en la ciudad de Santa Fe. Entre las atribuciones de esta comisión figuraba — artículo X V I, inciso 59— invitar a todas las provincias, una vez pacificadas, a reunirse en un Congreso General para organizar el país bajo el sis­ tema federal y propender al “ en­ grandecimiento general de la Re­ pública, su crédito interior y ex­ terior, y la soberanía, libertad e independencia de cada una de las provincias” 1. En otros artículos, los gobiernos sig­ natarios constituían una liga defensiva y ofensiva contra toda agresión exter­ na o interna — “ lo que Dios no permi­ ta” , dice el documento— y reconocían mutuamente su libertad, representación y derechos. En el Pacto figuraba una declara­ ción de garantías y derechos en favor de los ciudadanos y disponía la libertad de tránsito y de comercio interprovin­ cial. Daba normas sobre extradición nuel de Rosas y Estanislao López. gobernadores de Buenos Aires y Santa Fe, respectivam ente. El momento era decisivo y el triunfo de cualquiera de las dos facciones aseguraría su preeminen­ cia en todo el territorio. La Comisión Representativa se reunió en Santa Fe y, luego de designar a López jefe del ejército federal, dispuso iniciar al instante las hostilidades contra el general Paz. La provincia de Córdoba fue invadida desde varios frentes, mientras en Buenos Aires el ge­ neral Juan Ramón Balcarce se hacía cargo del mando de las tro­ de crimínales y dejaba constancia de pas porteñas. que las provincias adheridas no podían firmar tratados particulares sin previo A comienzos de febrero de 1831, conocimiento de las demás. contingentes santafecinos a las ór­ denes de los hermanos G u illerm o E l Pacto Federal es de gran im y Francisco Reinafé ocuparon bue­ portancia jurídica y, como bien se na parte de la campaña cordobesa. ha dicho, guió el desarrollo insti El 5 de febrero una división de tucional de nuestro país hasta el vanguardia porteña, al mando del Congreso Constituyente de 1852. coronel Á n g el Pacheco, venció en Ha sido calificado como “ una ver­ Fraile M u erto a las tropas del co­ dadera constitución bosquejada a ronel unitario Pedemera. grandes rasgos” . El caudillo Facundo Quiroga inició una violenta ofensiva y a comienzos de marzo tomó la villa LOS FEDERALES de R ío Cuarto, después de vencer VENCEN A LOS UNITARIOS al coronel Pascual Pringles, quien ™e perseguido y muerto por los Luchas entre las Ligas Unitaria federales. y Federal El T ig re de los Llanos prosiguió Con la firm a del Pacto Federal, su campaña y luego de ocupar sin la República quedó dividida en dos Resistencia la provincia de San ligas antagónicas. E l partido unita­ , lts, marchó a Mendoza, cuyo goernador V idela Castillo lo en­ rio triunfaba hasta esos momentos j u t ó en el Potrero Chacón, pero en el interior del país y su figura ayo vencido y sus tropas fueron más destacada era el general P a lspersadas. La victoria permitió gobernador de Córdoba. Por sl1 parte los federales del litoral estadel S f sioneroe ^ 1 Esta cláusula yente de 1852. está considerada como uno j a Quiroga ocupar la provincia cuyana. Prisión del general Paz Las sucesivas victorias federales habían comprometido la situación del general Paz, rodeado virtual­ mente de en em ig o v pues a los an­ teriores se había sumado Ibarra, el caudillo de Santiago del Estero, quien también avanzaba para ata­ carlo. A pesar de todo, el bravo m ilitar dispuso enfrentar a López, el jefe de los federales. El general unitario se encontra­ ba con sus tropas cerca de E l T ío (a l sur de la laguna M a r Chiqui­ ta, Córdoba) cuando se adelantó para reconocer las posiciones del enemigo, pero con tan mala for­ tuna que en un momento de con­ fusión fue sorprendido y hecho prisionero por una partida federal (10 de mayo de 1831). El general Paz se internó a caballo por un bosquecillo y a insinuación de su guía tomó por un sendero que lo llevaba justamente al flanco del ene­ migo, el cual había cambiado de posi­ ción y cuyos hombres, en lugar de ostentar la divisa punzó, usaban ■—al igual que los unitarios— una chaque­ tilla? blanca. El jefe supremo de los unitarios fue reconocido en seguida por los monto­ neros; él, en principio, creyó que era un contingente de sus hombres y apu­ ró la marcha; sin embargo — cuando se dio cuenta de la situación— , trató de escapar, pero le bolearon el caballo y fue hecho prisionero. Llevado en presencia de Estanislao López, el general Paz fue tratado con corrección y enviado —-más tarde— a Santa Fe *. "r1 general Paz fue trasladado a Buenos Aires. Según consta en las “ Mem orias” recibió un trato correcto en los ocho años en que permaneció pri- de los antecedentes del Congreso Constit 1 351 Los federales habían asegurado su victoria fin a l con el dominio sobre Córdoba y Cuyo. Cautivo Paz, fue reemplazado por el gene­ ral G regorio Lam adrid \ quien se retiró con las tropas hacia Tucu­ mán, pero fue. vencido por el cau­ dillo Quiroga en la Ciudadela (4 de noviem bre). La guerra civil iniciada tres años atrás, con la muerte de D o­ rrego, había terminado con el triunfo federal. A comienzos de 1832, los hombres de dicho parti­ do controlaban toda la República. ( JUAN MANUEL DE ROSAS El estanciero E l 30 de marzo de 1793, nacía en la ciudad de Buenos Aires Juan M anuel de Rosas, prim er hijo va­ rón de León Ortiz de Rosas y de su esposa Agustina López Osornio, miembros de una fam ilia de hol­ gada posición económica. A los ocho años, el niño ingresó en la escuela primaria de don Francisco Javier Argerich, donde aprendió a leer, escribir y contar. Según lo relató el mismo Rosas a un hombre de negocios inglés en 1847, el maestro acostumbraba a decirle: “ No se haga mala sangre por cosas de libros; aprenda a escribir con buena letra, su vida va a pasar en una es­ tancia, no se preocupe mucho por aprender.” Todos los años, sus padres lo llevaban por largas temporadas a la antigua estancia el “ Rincón de López” -— la que había perteneci­ do a su abuelo materno— , ubicada en la desembocadura del río Sa­ lado del sur. A llí se acostumbró a la vida agreste y a las rudas fae­ nas del campo que atraían al niño con irresistible inclinación. En ese medio concordante iba a desarro­ lla r su personalidad psíquica, f í ­ sica y política. Cuando se produjeron las inva­ siones inglesas, Juan M anuel par­ ticipó en ambas campañas hasta la expulsión de los atacantes 2. En 1811, don León confió a su hijo la administración de la estan­ cia, pues el joven — tenía dieciocho años— estaba capacitado para ase­ gurar la prosperidad del estableci­ miento. Dos años más tarde, Rosas casó con Encarnación Ezcurra y luego de abandonar la administración de la estancia paterna se asoció con Nepomuceno Terrero para dedi­ carse a la salazón de carnes y pes­ cado, en el partido de Quilmes Más tarde, la sociedad compró campos en Guardia del M onte y así surgió la gran estancia “ Los Cerrillos” , donde Rosas se trans­ formó — escribe Saldías— en un “ señor de horca y cuchillo” , quien vigilaba celosamente la dura dis­ ciplina del trabajo, castigaba la ociosidad, la embriaguez y el robo 1 Según un relato del soldado Saturnino Gallegos, el general Paz declaró a López “ . . . falto yo, todo está perdido, pues Lam adrid, que es quien queda a la cabeza, es incapaz de sacar ventaja alguna de su posición, careciendo de aptitudes para llevar a cabo mis planes” . 2 A sí lo afirman los historiadores M anuel Bilbao y Adolfo Saldías. Por su parte Ernesto Celesia sostiene que Rosas no participó en la Defensa (1 8 0 7 ) y otros niegan que haya intervenido en ninguna de las dos invasiones. Cuando se produjo la Revolución de Mayo, Rosas se encontraba dedicado a sus actividade.' rurales y fue en absoluto ajeno al movimiento, al que, además, nunca le asignó importancia 352 Dice Ibarguren: “ La pampa nutrió a Rosas y modeló en su persona el aruetipo del patrón. La estancia era un ilatado señorío: extensos dominios, rebaños numerosísimos, peones milita­ rizados, rudos trabajos y guerra contra los indígenas. El patrón era caudillo, gobernante, diplomático y guerrero. Debía comprender a los paisanos e in­ terpretar su alma para dominarlos, ad­ ministrar hasta la extrema minucia para obtener el mayor provecho de la explotación, observar profundamente a las gentes y a los ganados, mirar a los ganados como si fueran hombres y ma­ nejar a los hombres como si fueran ganados.” El comienzo de la v id a política A partir del año 1818, Rosas comenzó a intervenir en la vida pública en defensa del progreso de la Campaña, y dos años más tar­ de colaboró activamente con M ar­ tín Rodríguez en equipar las tropas que defenderían a Dorrego, el go­ bernador interino de Buenós Aires. En los críticos sucesos del año 1820, ya estudiados x, el regimiento N 9 5, “ Los Colorados” , del coman­ dante Juan M anuel de Rosas, re­ presentó la fuerza más poderosa y organizada; apoyó la paz entre Buenos Aires y Santa Fe — Tratado de Benegas— y para asegurarla se comprometió personalmente a en­ tregar al gobierno santafecino una indemnización de veinticinco m il cabezas de ganado. Cuando los unitarios ocuparon el gobierno en 1821, Rosas se apar­ tó de la vida política y se dedicó a vig ila r sus intereses de hacen­ dado, particularmente contra el ataque de los indios. Con el trans­ curso de los años, acrecentó su prestigio e influencia, no sólo en la campaña sino también en la ciudad de Buenos Aires. Después de la caída de Rivada­ via, Rosas volvió nuevamente a la escena política, cuando el presi­ dente provisional Vicente López y Planes lo designó comandante ge­ neral de milicias de la campaña bonaerense. Como hemos visto, luego de la revolución del 1 de diciembre, Dorrego se unió con Rosas, y fu ­ silado el primero, el segundo ven­ ció a Lavalle, quien debió firm ar las convenciones de Cañuelas y Barracas. A l efímero mandato de Viamonte, le sucedió el prim er go­ bierno de Rosas. Retrato físico. Ideología U n diplomático francés descri­ bió físicamente a Rosas como “ un hombre de talla mediana, bastante grueso y dotado, según todas las apariencias, de un gran vigor mus­ cular. Los rasgos de su fisonomía — agrega— son proporcionados; tiene la tez blanca y los cabellos rubios, en nada se asemeja al tipo español. H ay en su expresión una extraña mezcla de astucia y de fuerza; de ordinario mantiene un gesto apacible y hasta suave, pero por momentos la contracción de los labios le da una singular ex­ presión de dureza reflexiva. Se ex­ presa con mucha facilidad y como un hombre perfectamente dueño de su pensamiento y de su palaE1 escritor y militar argentino Lucio V. Mansilla, sobrino de Rosas, descri- * Capítulo X. . . Alfred de Brossard, diplomático que llegó al Plata en 1847. Autor de "Considerations j^storjques et politiques sur les Républiques de la Plata dans leurs rapport» avec la r *ance et l’Anglaterre” . Traducción de José Luis Busaniche. 353 cuerdo de sus excesos y de su intolerancia política. PRIMER G O B IER N O DE RO SA S bió a su tío de la siguiente m anera: “ M i tío apareció: era un h om bre alto, rubio, blanco, sem ipálido, com binación de sangre y de b ilis; de fren te perp en ­ dicular, am plia, rasa com o una p la n ­ cha de m á rm o l frío , lo m ism o que sus concepciones; de cejas no m u y gu ar­ necidas, poco arqueadas, de m irada fu erte, tem plada p or e l azul de una pupila, casi perdida p o r el tenue del m atiz, dentro de unas órbitas escon­ didas en concavidades insondables; de n a riz afilad a y correcta, tirando más al g rie g o que al rom ano; de labios d el­ gados casi cerrados, como dando la m edida de su reserva, de la firm e za de sus resoluciones; sin pelo de barba, p erfectam en te afeitado, de m odo que e l ju ego de sus músculos era percep­ tib le.” 1 Rosas hizo de la vida en la cam­ paña su escuela política. A llí fue el jefe supremo, el más hábil, el más trabajador y también el más enérgico, el más duro e inflexible. 1 El Rosas 2A a los 354 U nió al espíritu autoritario del es­ tanciero, la destreza del gaucho y la desconfianza del indio. Cuando interpretó que los uni tarios desconocían los intereses de la campaña, Rosas se hizo heredero de Dorrego y levantó la bandera del federalismo, pero como simple mística, al solo efecto de lograr el apoyo de la mayoría. Espíritu au toritario, amante del orden y de los gobiernos fuertes, estaba per­ suadido de que las autonomías pro vinciales le impedirían controlar el país bajo su mando. En los lar­ gos años de su gobierno, prefirió no organizar a la República y continuar con un régimen provi­ sional, pues juzgaba prematuro es­ tablecer un orden constitucional 2. Insensible y cruel por cálculo político, persiguió a sus enemigos con saña implacable y los eliminó con astucia y rigor. Consiguió la adhesión de la masa popular — constituida por las clases hum il­ des— que no entendía a teóricos e ideólogos y llevó a la práctica un gobierno primitivo, limitado a las exigencias del momento. Defendió la soberanía del país contra el ataque extranjero y fue laborioso y honrado en el manejo de los negocios públicos. Después de una larga perma­ nencia en el poder y cansado de tantos esfuerzos sin resultado po­ sitivo, Rosas se alejó de la escena nacional dejando tras de sí el re- escritor, militar y diplomático Lucio V . Mansilla (1 8 3 1 -1 9 1 3 ) era hijo de 'Agustín51 y del general homónimo. pesar de esto, impidió la disgregación del territorio, contuvo la anarquía y habituó gobernadores provinciales a aceptar las directivas del gobierno central. Acción política El 8 de diciembre de 1829 y en medio de gran entusiasmo popular Rosas se hizo cargo del gobierno de la provincia. Nombró a Tomás Guido, ministro de Gobierno y Re­ laciones Exteriores; a Juan Ramón Balcarce, de Guerra, y a M a n u el José García en la cartera de Ha­ cienda. Como sabemos, Rosas asumió el poder con las facultades extraor­ dinarias; en enero de 1830, la L e­ gislatura — en adulación colecti­ va— lo aclamó otorgándole el gra­ do de Brigadier y el título de “ Res­ taurador de las Leyes” . Una de las primeras disposicio­ nes del nuevo gobernador fue tri­ butar solemnes exequias a la m e­ moria de Dorrego, cuyos restos se trasladaron desde Navarro a Bue­ nos Aires, donde recibieron sepul- tura al término de una imponente ceremonia. E n e l cem en terio y a l p ie d el m au ­ soleo erigid o en m em o ria de D o rrego , Rosas concluyó una b reve alocución con estos térm inos: “ . . . A l l á ante el E tern o Á r b itro d el mundo, donde la justicia dom ina, vuestras acciones han sido y a juzgadas; lo serán tam bién las de vuestros jefes; y la inocencia y el crim en no serán con fu n d idos. . . D es­ cansa en paz con los justos. . . A d ió s . . . A d iós para siem pre.” El 3 de febrero de 1830, Rosas ordenó por decreto el uso obliga­ torio de la divisa punzó. La cinta roja debía colocarse del lado iz­ quierdo del pecho; los civiles y eclesiásticos usarían el distintivo con la palabra Federación y los militares con Federación o M uerte. Como repudio a sus adversarios, el gobernador ordenó “ quemar por mano de verdugo en los portales de la Casa de Justicia” las publi­ caciones que hubiesen atacado a los federales, en el lapso compren­ dido entre el 1 de diciembre de Un so ld a d o d e la g u a r d ia d e R osas, seg ú n d ib u jo d e l p in to r fra n cé s A d o l­ fo D 'H a stre l, q u ie n v isitó a B uenos A ire s entre los a ñ o s 1 8 3 9 y 18 40. al igual que la matanza de ga­ nado vacuno. Cerró las pulperías de la campaña y prohibió — debi­ do a sus excesos— los juegos de carnaval. Política exterior 1828 y el 24 de junio de 18291. Los participantes de la revolu­ ción unitaria, — que luego no hu­ bieran cambiado de ideología— fueron declarados “ reos de rebe­ lión ” , como también “ todo el que de palabra o escrito o de cualquie­ ra otra manera, se manifieste adic­ to al expresado motín” . Ante las críticas de algunos pe­ riódicos, Rosas ordenó el cierre de dos de ellos — “ Nuevo Tribuno” y “ E l Cometa” — y dispuso que an­ tes de aparecer una publicación debía solicitar el permiso corres­ pondiente del gobierno. O b ra adm inistrativa Cuando Rosas ocupó el gobierno de la provincia, la situación de la hacienda pública era muy preca­ ria; basta señalar que en 1829 las entradas habían totalizado 8 m i­ llones de pesos fuertes contra más de 23 millones de salidas. E l déficit aumentó debido a los gastos de la guerra interior. Eira necesario equipar y mantener un buen ejército para enfrentar a la L iga Unitaria y después de ven­ cida la última prosiguió el pro­ blema de avanzar las fronteras so­ bre los indios. Rosas dispuso con­ trolar severamente las inversiones y para obtener ingresos vendió — a comerciantes y hacendados—■ fondos públicos por valor de cua­ tro millones; también aumentó las tarifas postales. En el aspecto eclesiástico reco­ noció vicario apostólico — con los honores establecidos por las Leyes de Indias— al obispo M ariano M edrarlo y declaró obligatoria la enseñanza de la doctrina cristiana en las escuelas. En otro orden de cosas exigió la incorporación de los extranjeros al ejército; estableció un tribunal para castigar a los desertores; tam­ bién fueron sancionados los parti­ culares que llevasen armas. A d e­ más, reglamentó las funciones de la policía y las atribuciones de los jueces de la Corte de Justicia. Im ­ pidió la extracción de oro y plata, 1 Las fechas recuerdan la revolución unitaria y la reunión do la Convención de Cafiuelas. 356 Rosas reanudó las relaciones con el Vaticano — interrumpidas desde 1810— y propuso al Pontífice el nom bre. de M ariano Medrano pa­ ra ocupar la diócesis de Buenos Aires. A fines de diciembre de 1831, la fragata de guerra estadounidense “ Lexington” atacó y destruyó un destacamento argentino en las Is­ las Malvinas. Rosas, por interme­ dio de su ministro García, presentó una form al protesta ante el go­ bierno norteamericano. Las relaciones internacionales no fueron descuidadas. M anuel Moreno se hizo cargo de la repre­ sentación diplomática ante Gran Bretaña, y Eugenio Santa Coloma se dirigió con el mismo objeto hacia Francia; por su parte Carlos de A lvear fue comisionado ante el gobierno de Washigton. Rosas rechaza su reelección La Comisión Representativa que se había reunido en Santa Fe, de acuerdo con lo dispuesto por el Pacto Federal, no contó con el apoyo de Bosas. Éste sostuvo que debido a la tensa situación polí­ tica imperante el país no estaba en condiciones de organizarse bajo una carta orgánica; sin embargo, era evidente que de cumplir su cometido dicha asamblea el go­ bernador de Buenos Aires perdería el predominio sobre el resto de la República. E l último rftiró su di­ putado ante la Comisión Represen­ tativa y poco después el citado or­ ganismo se disolvió. El 7 de mayo de 1832, Rosas en­ vió un mensaje a la Legislatura de Buenos Aires, por el cual renun­ ciaba a las facultades extraordina­ rias que ejercía desde su elección. Motivaban esta actitud — en apa­ riencia sincera— los intensos de­ bates y las discusiones públicas a 357 que habían dado origen esos po­ deres absolutos E l problema había dividido al partido federal, pues su grupo m i­ noritario, de tendencia moderada — más tarde apodado “ lomos ne­ gros” — , se resistía a conceder nue­ vamente esas facultades. Después de larga y acalorada discusión, los últimos triunfaron y la Legisla­ tura dispuso reelegir a Rosas — que había terminado su período le­ gal— pero sin otorgarle los pode­ res absolutos. Disgustado con esa determina­ ción, rechazó su nombramiento y como la Cámara insistió dos ve­ ces más, Rosas declinó en ambos casos volver a ocupar el gobierno. Finalmente le fue aceptada la re­ nuncia (diciem bre de 1832). G O B IERN O DE BALCARCE Los "cismáticos" y los "apostólicos" En reemplazo de Rosas, la L e­ gislatura eligió gobernador de la provincia de Buenos Aires al ge­ neral Juan Ramón Balcarce, quien se hizo cargo de sus funciones el 17 de diciembre de 1832. E l nuevo gobernador era uno de los miembros más destacados del partido federal y apenas llegado al poder todo indicaba que con­ tinuaría con la orientación trazada por su antecesor. Sm embargo, no aceptó la presión de los rosistas y aconsejado por su ministro de Gue­ rra, el general E n riqu e M a rtín ez, no tardó en oponerse a la política de Rosas, aprovechando que el úl­ timo había partido — en marzo de 1833— a luchar contra los indios en la campaña al desierto, como veremos más adelante. La actitud de Balcarce aumentó las disensiones que desde tiempo atrás — con motivo de las faculta­ des extraordinarias— dividían al partido federal. La Legislatura, en cuyo seno tenía apoyo el nuevo gobernador, derogó el decreto que restringía la libertad de imprenta y negó ayuda monetaria a la ex­ pedición que encabezaba Rosas. A fines de abril de 1833, y con motivo de las elecciones para di­ putados, surgieron dos listas: la propiciada por los “ cismáticos” o “ lomos negros” 2, es decir, los fe­ derales moderados de Balcarce y los “ federales netos” también co­ nocidos como “ apostólicos” . El triunfo correspondió a los prime­ ros, lo que originó una gran ten­ sión política y la renuncia de al­ gunos diputados federales netos. A mediados de jim io se efectuaron nuevos comicios a fin de llenar esas vacantes, pero a causa de los tumultos el gobierno las suspen­ dió cuando los apostólicos llevaban ventajas. Mientras tanto, Rosas — desde el río Colorado— seguía el curso de los sucesos y confiaba el manejo de sus negocios políticos en Buenos Aires a su esposa doña Encama­ ción, quien conspiraba contra Bal­ carce y mantenía la actividad opo­ sitora de los federales netos. 1 Rosas era un hábil político y tomó esa determinación para congraciarse con la opinión pública, pero seguro de que le serían otorgadas nuevamente. D e acuerdo con su concepto de gobierno, las facultades extraordinarias le eran indispensables. 2 Saldías afirma que el ap do de “ lomos negros” p 'viene del color utilizado por esos federales moderados en sus boletas para el com ido. Otros historiadores sostienen que se debe a la levita que vestían sus componentes, como antes lo habían hecho —a m odo de distintivo— los unitarios. 358 LA CA M P A Ñ A DE ROSAS AL DESIERTO Se organiza la empresa Los indígenas que habitaban el sur de la provincia de Buenos A i­ res y también la amplia región surcada por los ríos Colorado y Negro atacaban periódicamente a las poblaciones fronterizas y co­ metían todo género de excesos. Los integrantes del malón irrumpían por sorpresa, incendiaban las v i­ viendas, mataban a los hombres, llevaban cautivas a las mujeres y arreaban el ganado, que era ven­ dido a bajo precio en Chile. No eran ajenos a estas actividades al­ gunos blancos, quienes se benefi­ ciaban con el producto del robo. Los salvajes también asaltaban las postas y los carruajes con pasa­ jeros. Rosas se había criado en contac­ to con los indios y conocía el peli­ gro del malón; por esta causa, cuando asumió el cargo de coman­ dante general de la campaña se dedicó a someter a los más dóciles — considerados entonces “ indios amigos” — , persuadido de que era necesario emprender contra los más agresivos una amplia campa­ ña punitiva a través del desierto, como se llamaba entonces a la re­ gión pampeana. Rosas proyectó la campana por me­ dio de tres divisiones. El ala derecha la formarían tropas chilenas a las ór­ denes del general Bulnes, cuya misión sería destruir a las tribus que — em­ pujadas desde el territorio argentino— cruzasen la cordillera. Las fuerzas del centro las dirigiría el caudillo Facundo Quiroga, mientras que Rosas en per­ sona encabezaría el ala izquierda. Todo estaba preparado cuando una revolución estalló en Chile e impidió el concurso de las tropas de ese país; por otra parte, Quiroga declinó el mando, só pretexto de que no conocía ese tipo de lucha contra los indígenas. Finalmente la empresa quedó organizada por medio de tres co­ lumnas argentinas: la izquierda a las órdenes de Rosas, la del centro al mando del general R u iz H u id o bro , y la derecha dirigida por F é ­ lix A ldao. 359 La primera debía salir de Bue­ nos Aires y operar sobre los ríos Colorado y N egro; la segunda lo haría de San Luis y debía desalo­ jar a los indios de la pampa cen­ tral, y la tercera partiría de M en ­ doza para pacificar la región an­ dina y luego unirse con la pri­ mera en Neuquén. Rosas organizó la expedición cuando era gobernador, y una vez terminado su mandato consiguió que Balcarce lo designara jefe de las fuerzas que debían actuar con­ tra los indios. La expedición al desierto Rosas concentró sus efectivos en la Guardia del Monte, a los que incorporó un grupo de técnicos para que estudiara las caracterís­ ticas geográficas y geológicas de la región a explorar. Inició la mar­ cha el 22 de marzo de 1833, al frente de unos 2.000 hombres, y en las cercanías del arroyo Tapalqué engrosaron las filas — como auxi­ liares— unos 600 indios amigos. Rosas prosiguió su avance hacia el sur y a mediados de mayo acampó en las márgenes del río Colorado. Entretanto, la división del cen­ tro había luchado con buen éxito contra los indios ranqueles, a quie­ nes derrotó en Las Acollaradas (sur de San Lu is), pero se vio for­ zada a regresar porque el gobier­ no de Córdoba no le había enviado una ayuda prometida. La colum na de la derecha — que debía luchar en la región cordi­ lleran a— cruzó los ríos D iam ante y Atuel y con gran energía consi­ guió dispersar a los indios, aunque más adelante -—por falta de caba­ llada— debió detenerse y luego regresar. Rosas quedó al frente de la úni­ ca división que concluyó con éxito la campaña. Dispuso dividir a sus efectivos en columnas explorado­ ras, para que cruzaran el desierto en varias direcciones. A l frente de una de ellas, el general Pacheco costeó el río N egro hasta la isla Choele-Choel, donde destruyó una tribu araucana; luego prosiguió su avance hasta la confluencia de los ríos L im a y y Neuquén. A comienzos de 1834, Rosas re­ gresó con sus efectivos hasta N a postá (próxim o a Bahía Blanca) y puso fin a la campaña, que había durado cerca de un año. En ese lapso, sus efectivos habían elim i­ nado a más de 6.000 indios y res­ catado unos 4.000 cautivos; tam­ bién quedaban una serie de forti­ nes y algunas guarniciones en la isla de Choele-Choel, las m árge­ nes del río N egro y en campamen­ to sobre el río Colorado. LA R EV O LU C IÓ N ■>E LOS RESTA U RAD O RES E l encono político entre federa­ les netos y “ lomos negros” fue ati­ zado por los periódicos de la épo­ ca, que se atacaban con suma v i­ rulencia y hasta con términos soeCes. Cuando la tensión recrudecía, aPareció un periódico de tendencia Asista titulado “ E l Restaurador de las Leyes” , dirigido por Nicolás Mariño. A l arreciar los ataques procaces,' Balcarce ordenó al doctor José A grelo — fiscal del Estado— que iniciara proceso a los periódicos que abusaban de la libertad de im ­ prenta. Fueron sancionados cinco de la oposición y una gaceta m i­ nisterial. A l amanecer del 11 de octubre de 1833, los habitantes de Buenos Aires pudieron observar varios car­ teles que anunciaban para las diez de la mañana el comienzo del ju i­ cio al “ Restaurador de las Leyes” . La noticia aludía al periódico diri­ gido por M ariño, pero los partidar'os de Rosas — ante el equívoco a que se prestaba el título— sostu­ vieron que el juzgado sería el pro­ pio Juan M a n u e l1. Numeroso público en actitud hostil se aglomeró frente al T r i­ bunal, que debió suspender el jui­ cio. La agitación cundió en seguida y a las pocas horas varios millares de rosistas se habían concentrado en Barracas, mientras el gobierno trataba infructuosamente de domi­ nar la situación. La asonada adquirió el carácter de una revolución cuando se ple­ garon al movimiento efectivos m i­ litares y m ilicias de la campaña, todos bajo el mando del general Agustín Pinedo. Los insurrectos avanzaron y luego de derrotar par­ cialmente a las fuerzas leales pu­ sieron sitio a la ciudad de Buenos Aires, mientras exigían la renun­ cia del gobernador. 1 E n esos momentos, Rosas se encontraba a más de cuatrocientas leguas de Buenos lres, luchando contra los indios en la campaña del desierto. A pesar de esto, .®yidente que la “ revolución de los restauradores” se gestó en su casa de Buenos Aires, bajo activa d_recc^ n de su esposa, Encarnación Ezcurra, mujer de gran energía y con singular68 aptitus Para la lucha política. 361 La primera debía salir de Bue­ nos Aires y operar sobre los ríos Colorado y N egro; la segunda lo haría de San Luis y debía desalo­ jar a los indios de la pampa cen­ tral, y la tercera partiría de M en­ doza para pacificar la región an­ dina y luego unirse con la pri­ mera en Neuquén. Rosas organizó la expedición cuando era gobernador, y una vez terminado su mandato consiguió que Balcarce lo designara jefe de las fuerzas que debían actuar con­ tra los indios. La expedición al desierto Rosas concentró sus efectivos en la Guardia del Monte, a los que incorporó un grupo de técnicos para que estudiara las caracterís­ 360 ticas geográficas y geológicas de la región a explorar. Inició la mar­ cha el 22 de marzo de 1833, al frente de unos 2.000 hombres, y en las cercanías del arroyo Tapalqué engrosaron las filas — como auxi­ liares— unos 600 indios amigos. Rosas prosiguió su avance hacia el sur y a mediados de mayo acampó en las márgenes del río Colorado. Entretanto, lá división del cen­ tro había luchado con buen éxito contra los indios ranqueles, a quie­ nes derrotó en Las Acollaradas (sur de San Lu is), pero se vio for­ zada a regresar porque el gobier­ no de Córdoba no le había enviado una ayuda prometida. La columna de la derecha — que debía luchar en la región cordi­ llerana—• cruzó los ríos Diamante y Atuel y con gran energía consi­ guió dispersar a los indios, aunque más adelante — por falta de caba­ llada— debió detenerse y luego regresar. Rosas quedó al frente de la úni­ ca división que concluyó con éxito la campaña. Dispuso dividir a sus efectivos en columnas explorado­ ras, para que cruzaran el desierto en Varias direcciones. A l frente de una de ellas, el general Pacheco costeó el río Negro hasta la isla Choele-Choel, donde destruyó una tribu araucana; luego prosiguió su avance hasta la confluencia de los ríos Lim ay y Neuquén. A comienzos de 1834, Rosas re­ gresó con sus efectivos hasta N apostá (próxim o a Bahía Blanca) y puso fin a la campaña, que había durado cerca de un año. En ese lapso, sus efectivos habían elim i­ nado a más de 6.000 indios y res­ catado unos 4.000 cautivos; tam­ bién quedaban una serie de forti­ nes y algunas guarniciones en la isla de Choele-Choel, las m árge­ nes del río Negro y en campamen­ to sobre el río Colorado. E l encono político entre federa­ les netos y “ lomos negros” fue ati­ zado por los periódicos de la épo­ ca, que se atacaban con suma v i­ rulencia y hasta con términos soe­ ces. Cuando la tensión recrudecía, apareció un periódico de tendencia rosista titulado “ E l Restaurador de las Leyes” , dirigido por Nicolás Mariño. A l arreciar los ataques procaces,’ Balcarce ordenó al doctor José A g re lo — fiscal del Estado— que iniciara proceso a los periódicos que abusaban de la libertad de im ­ prenta. Fueron sancionados cinco de la oposición y una gaceta m i­ nisterial. A l amanecer del 11 de octubre de 1833, los habitantes de Buenos A ’ res pudieron observar varios car­ teles que anunciaban para las diez de la mañana el comienzo del ju i­ cio al “ Restaurador de las Leyes” . La noticia aludía al periódico diri­ gido por Mariño, pero los partidaro s de Rosas — ante el equívoco a que se prestaba el título— sostu­ vieron que el juzgado sería el pro­ pio Juan M anuel *. Numeroso público en actitud hostil se aglomeró frente al T r i­ bunal, que debió suspender el ju i­ cio. La agitación cundió en seguida y a las pocas horas varios millares de resistas se habían concentrado en Barracas, mientras el gobierno trataba infructuosamente de domi­ nar la situación. La asonada adquirió el carácter de una revolución cuando se ple­ garon al movimiento efectivos m i­ litares y m ilicias de la campaña, todos bajo el mando del general Agustín Pinedo. Los insurrectos avanzaron y luego de derrotar par­ cialmente a las fuerzas leales pu­ sieron sitio a la ciudad de Buenos Aires, mientras exigían la renun­ cia del gobernador. 1 E n esos momentos, Rosas se encontraba a más de cuatrocientas leguas de Buenos Aires, luchando contra los indios en la campaña del desierto. A pesar de esto, es evidente que la “ revolución de los restauradores” se gestó en su casa de Buenos Aires, bajo la activa dirección de su esposa, Encarnación Ezcurra, mujer de gran energía y con singulares aptitu­ des para la lucha política. 361 El d ib u jo — cuyo a u to r fu e el a rtista R u g e n d a s— nos m uestra a un m azorq u e ro , es d e cir, a un m iem bro de la tristem ente cé le b re M a z o rc a o S o c ie ­ d a d P o p u la r R e s ta u ra d o ra . Varios miembros de la Legisla­ tura parlamentaron con los revo­ lucionarios y consiguieron suspen­ der momentáneamente las hostili­ dades. Las tropas gubernamentales intentaron sin éxito un ataque por sorpresa y entonces los sitiadores avanzaron desde varios frentes so­ bre la ciudad. Ante la crítica situación, la L e ­ gislatura sancionó el 3 de noviem­ bre una ley por la cual el gober­ nador Balcarce cesaba en el mando y nombraba en su reemplazo al general Viamonte. É M G O B IERN O DE V IA M O N TE El predom inio de los fe d e rales netos Viamonte ocupó interinamente el gobierno de la provincia de Bue­ nos Aires, el 4 de noviembre de 1833. Designó ministros al gene­ ral Guido y al doctor M anuel Gar­ cía, quienes habían colaborado con Rosas en el prim er gobierno, pero defendían las ideas liberales. Viamonte ordenó dar la más amplia publicidad a los actos del gobierno, otorgó libertades al pe­ riodismo y tomó medidas de im ­ portancia para esa época, como la creación de un registro civ il, don­ de las personas de religión cató­ lica podían hacer constar sus ma­ ban a los pobladores de Buenos Aires y descargaban sus armas de fuego contra las viviendas de los “ cismáticos” , muchos de los cuales decidieron emigrar, como los gene­ rales Balcarce, Iriarte y Martínez. A fines de 1833 y bajo la inspi­ ración de Encarnación Ezcurra fue creada la Sociedad Popular Restauradora o M a z o rc a 1 con el objeto de organizar los actos de adhesión a Rosas y perseguir a sus opositores. La integraron hombres pertenecientes a distintas clases sociales — algunos de caracteriza­ das familias porteñas— , pero luego se transformó en una organización terrorista y represiva cuando integraron sus filas individuos de clases bajas, pendencieros y fa­ náticos. Cuando en Buenos Aires circu­ laban noticias referentes a una conspiración de federales cismáti­ cos vinculados con unitarios, arri­ bó del destierro al puerto de Bue­ nos Aires don Bernardino Rivada­ via (28 de abril de 1834). Los fe­ derales rosistas se opusieron a la permanencia del ex presidente en la ciudad — argumentando razones políticas— por lo que fue obligado a reembarcarse y zarpar nueva­ mente para el exterior. trimonios, nacimientos y defun­ ciones L Con motivo de la designación del doctor M ariano Medrano obis­ po de la iglesia de Buenos Aires, el gobierno reunió una junta de hombres del clero, el foro y las letras, la que determinó el ejercicio del Patronato con respecto a la pro­ visión de los cargos eclesiásticos. Viamonte no tardó en quedar sometido al predominio de los rosistas, quienes censuraban su ac­ tuación y se aprestaban para la lucha. Estos federales netos, orga­ nizados en pandillas, atemoriza- 1 Los católicos cum plían esos requisitos en sus respectivas parroquias. Para favorecer la inmigración de personas pertenecientes a cultos disidentes, el gobierno dispuso que un juez legalizaría los matrimonios de aquéllos e inscribiría en los registros públicos los nacimientos y las defunciones. Tam bién estaban autorizados para unirse por la religión de sus creencias. Rivadavia permaneció casi un mes a bordo del bergantín “ Herminie", mientras el gobernador y la Legislatura debatían la situación creada con su arribo. El caudillo Facundo Quiroga, que se_ encontraba en Buenos Aires, ofre­ ció sus servicios y hasta su fianza a Rivadavia, quien agradeció el gesto de su adversario. Mientras tanto, los mazorqueros pro­ vocaban serios tumultos y para ame­ drentar al gobernador y al ministro García tiroteaban sus viviendas. A fin de calmar los ánimos, el ci­ tado ministro firmó una disposición por la cual el ex presidente debía ale­ jarse del país. Rivadavia partió rumbo a la Banda Oriental y más tarde pasó a Europa. Elección de M anuel Vicente M aza Debido a la d ifícil situación po­ lítica, el general Viamonte elevó su renuncia, la que fue aceptada por la Cámara a fines de junio de 1834. A los pocos días designó en su reemplazo a Rosas, pero éste re­ chazó el cargo de gobernador. Sostenía que el país atravesaba un momento de crisis política, pues hasta los federales estaban dividi­ dos, y que las circunstancias obli­ gaban a robustecer la autoridad del gobierno; en otras palabras, el Restaurador solicitaba nuevamente las facultades extraordinarias. Sin otorgarle esos poderes absolutos, la Sala volvió a elegirlo hasta una cuarta vez, pero Rosas rechazó to­ dos los ofrecimientos. E l 14 de agosto fue designado gobernador de la provincia el doc­ tor Tomás M a n u el de Anchorena, quien declinó el cargo, al igual que Nicolás Anchorena, propuesto a continuación. La Legislatura nombró sucesiva­ mente a otros dos amigos del Res­ taurador: el comerciante Juan N epomuceno Terrero y el general Á n gel Pacheco, pero ambos dim i­ tieron. Por último, aceptó provisional­ mente el poder ejecutivo el pre- L a Sociedad ostentó como emblema la mazorca "~como el marlo— la unión de sus integrantes. o espiga de maíz, que significaba 363 362 Enterado de la guerra civil, el gobernador M aza nombró su re­ presentante a Facundo Quiroga, para que mediara amistosamente en el conflicto. Desde tiempo atrás, Quiroga se encontraba enemistado con Esta­ nislao López y con José Vicente Reinafé, gobernadores de Santa Fe y Córdoba, respectivamente. Q uiroga y L ó p e z am bicionaban el control de la p ro vin cia de Córdoba, ubicada estratégicam ente en e l m edio del país. E n agosto de 1831 ocupó el gobiern o de dicha p rovin cia José V i ­ cente R ein a fé, con e l apoyo directo del caudillo santafecino, pero resistido p or Quiroga. E n ju n io de 1833, estalló en R ío Cuarto un m o vim ien to revolu cion ario que lu ego fracasó. Los R ein a fé — eran varios herm anos— culparon a Q uiroga d ' 1' intentona, y éste no ocultó su ■idhesión los enem igos de' gobern a­ dor cordobés. sidente de la Cámara, doctor M a ­ nuel Vicente M aza, quien el 1 de octubre se hizo cargo del mando de la provincia. A SESIN A TO DE Q U IR O G A El conflicto en el norte del país Cuando el doctor M aza ocupó el gobierno de Buenos Aires, el norte del país estaba agitado por los enconos personales y políticos. Un grave conflicto se había producido entre los gobernadores Alejandro Heredia, de Tucumán, y Pablo Latorre, de Salta. Ambos mandata­ rios se acusaban de mutua agre­ sión — inclusive de connivencia con los unitarios—- con el objeto de conseguir ventajas políticas y territoriales para sus respectivos gobiernos. 364 B arran ca Yaco Antes de partir hacia el norte, para cumplir con su misión con­ ciliadora, Quiroga se reunió con Rosas para cambiar ideas sobre la mejor forma de poner término a la guerra civil. El 17 de diciembre de 1834, Quiroga salió de Buenos Aires con su secretario el doctor José Santos Ortiz; Rosas los acompañó hasta San Antonio de Areco, donde vol­ vieron a conferenciar por última vez en la Hacienda de Figueroa. A llí convinieron en que el comi­ sionado proseguiría hacia el in­ terior, mientras Rosas le haría lle ­ gar en una carta sus opiniones sobre el momento político y el pro­ blema institucional, “ para dar más fuerza á la misión que se le había encomendado” . Un chasqui llevó con rapidez el documento y a unas veinticinco leguas de Santiago del Estero lo entregó a Quiroga. Rosas dictó la carta — fechada el 20 de diciem bre— a su secretario A n to n in o Reyes. A través de un extenso escrito, sos­ tien e que era necesario p acificar el te ­ rrito rio antes de p ro cla m ar una Cons­ titución y de lo in efic a z que resultaría apresurar la organización del país, con el propósito de rem ed ia r los m ales de la época El caudillo de los Llanos avanzó con rapidez, pero al llegar a P itambalá (Santiago del Estero) se enteró de que Latorre había sido derrotado y más tarde muerto en una revuelta. Dispuesto a cumplir con su misión, Quiroga logró que los gobiernos de Salta, Tucumán y Santiago del Estero saldaran sus diferencias sin recurrir a las ar­ mas. Hecho esto, emprendió el regre­ so a Buenos Aires por jurisdicción de la provincia de Córdoba, sin escuchar prudentes consejos y no­ ticias ciertas, según las cuales los hermanos Reinafé habían ordena­ do su muerte. En la mañana del 16 de febrero de 1835, cuando la comitiva inte­ grada por Quiroga, su secretario José Santos Ortiz, un negro asis­ tente, dos correos, un postillón y 1 Basándose en la carta de la Hacienda de Figueroa, algunos historiadores afirman que en esas circunstancias las relaciones entre Quiroga y Rosas no eran cordiales, por cuanto el primero quería organizar el país por medio de una Constitución y el segundo no lo veía oportuno por la situación política imperante. E n consecuencia —se afirma— Rosas tenía inte­ rés en la muerte del comisionado. E l historiador Enrique Barba, al comentar- la 8? instrucción de que era portador el cau­ dillo riojano, afirma que ella “ da en tierra con la aventurada opinión de un Quiroga entu­ siasta por la organización del país y enfrentado en ese punto con Rosas” . Dicha instruc­ ción decía: “ En el presente es vano clamar por Congreso y por Constitución bajo el sistema federal, mientras cada Estado no se arregle interiormente,\ 365 un niño atravesaba el lugar deno­ minado Barranca Yaco (norte de Córdoba) fue rodeado por una partida de hombres armados, a las órdenes del capitán Santos Pérez, persona de confianza de los Reinafé. Acto seguido el caudillo rio- jano fue ultimado junto con sus acompañantes, con excepción de dos de ellos, que lograron huir. La carta escrita en la Hacienda de Figueroa, que Quiroga llevaba en el bolsillo de su chaqueta, que­ dó manchada con sangre. — C U E S T I O N A R I O ---------------------------------------------------------1. ¿Q ué importancia tiene el nombramiento de Dorrego para el cargo de gobernador de la provincia dé Buenos Aires? 2. ¿Cuál fue su política con los caudillos? 3. ¿Q ué dispusieron las provincias? .4 . ¿Por qué era necesaria la p az con el Brasil? 5. ¿Q ué reconocía la Convención Prelim inar de Paz? 6. ¿Q ué dificultades se presen­ taron a Dorrego debidas a la agitación política? 7. ¿Quiénes en­ cabezaron la revolución del 1 de diciembre de 1828? 8. ¿Cómo fue elegido Lavalle? 9. ¿Por qué fue fusilado Dorrego? 10. ¿Q u é plan de acción trazó La va lle ? 11. ¿Cómo terminó su cam paña? 12. ¿Q ué triunfos obtuvo el general Paz en el interior? 13. ¿Q u é medidas tomó Lavalle al frente del gobierno? 14. ¿Q ué dispuso la Convención de Cañ u elas? 15. ¿Dónde se entrevistaron nuevamente Lavalle y Rosas? 16. ¿Q ué resolvieron? 17. ¿Con qué atribuciones fue elegido Rosas? 18. ¿Q ué sucedió en O ncativo? 19. ¿Q ué pro­ vincias formaron la Liga U nitaria? 20. ¿A quién confiaron el Supremo Poder M ilitar? 21. ¿Q ué disponía el Pacto Federal de 1831? 22. ¿C uál es su im portancia? 23. ¿Q ué encuentros libraron los unitarios y los federales? 24. ¿Cómo fue apresado el general Paz? 25. ¿Dónde desarrolló su personalidad física y política Juan M anuel de Rosas? 26. ¿Cómo inició su vida política? 27. ¿C uál era su aspecto físico? 28. ¿Cómo inició su primer gobierno? 29. ¿C uál fue su labor adm i­ nistrativa y su política exterior? 30. ¿Por qué Rosas rechazó su reelección? 31. ¿Cómo se dividió el pqrtido fe d eral? 32. ¿Q ué peligro representaban los indígenas en esa época? 33. ¿En cuántas columnas dividió Rosas sus efectivos p ara iniciar la conquista del desierto? 34. ¿Cuáles fueron los resultados de la cam paña? 35. ¿Cómo se originó la Revolución de los Restauradores? 36. ¿Q ué medidas tomó Viamonte al frente del gobierno de la provincia de Buenos Aires? 37. ¿Cuándo se creó la M azo rca? 38. ¿Cómo llegó al poder Manuel Vicente M aza ? 39. ¿P a ra qué partió hacia el norte Facundo Q uirog a? 40. ¿Dónde fue asesinado? Rosas asume nuevamente el poder. Dictadura de Rosas. La vida social en la época de Rosas. El am biente cultural. Usur­ pación de las M alvinas. Conflicto con la Confederación Pe­ ruano-Boliviana. El Uruguay. O ribe y Rivera. La intervención francesa en el Río de la Plata. La actividad de los opositores. Los proscritos. La acción arm ada contra Rosas. La Coalición del Norte. El general Paz. La guerra en el Litoral. Intervención anglo-francesa. Acción de Urquiza en el litoral. Relaciones con países limítrofes. RO SA S A SU M E N UEVAM EN TE EL PODER El plebiscito de m arzo de 1835 La trágica muerte de Facundo Quiroga produjo consternación en Buenos Aires. Los federales culpa­ ron del asesinato a los unitarios y afirmaron que el episodio era el comienzo de un plan destinado a elim inar a las autoridades consti­ tuidas. Se sabía que el litoral era un foco de conspiración que ac­ tuaba en connivencia con los uni­ tarios emigrados en la Banda Oriental. Debido a la situación política y a las amenazas contra la seguridad pública, la Legislatura de Buenos Aires se reunió en sesión perma­ nente. E l 7 de marzo de 1835, el citado organismo aceptó la renun­ cia presentada por el doctor M aza y nombró en su reemplazo gober367 nador y capitán general de la pro­ vincia al brigadier general Juan M a n u el de Rosas, por el término de cinco años. Tam bién le confirió “ la suma del poder público de la provincia, por todo el tiempo que a su juicio fuere necesario, sin más condiciones que las de defender la religión católica, apostólica, ro­ mana y la causa nacional de la Federación, que han proclamado todos los pueblos de la República” . Rosas demoró unos días en res­ ponder y luego, consciente del ex­ traordinario poder que se le otor­ gaba, pidió a modo de garantía que tanto la Legislatura en pleno como los ciudadanos “ expresen su voto precisa y categóricamente so­ bre el particular” x. E l criterio fue aceptado y luego de tres días de plebiscito — entre el 26 y el 28 de marzo—■ resultó que 9.320 ciudadanos sufragaron en favor de la ley y sólo ocho en contra 2" Seguidamente la L e­ gislatura reabrió la discusión re­ lativa a la suma del poder público y, puesto el temario a votación, treinta y seis diputados sanciona­ ron nuevamente la ley, contra cua­ tro sufragios en contra. Cuando la Legislatura comuni­ có a Rosas el resultado del plebis­ cito, le aclaró que no se había consultado a los pobladores de la campaña porque se descontaba — por “ actos muy repetidos y tes­ timonios inequívocos” — que adhe­ rían por unanimidad. Prim eras disposiciones El 13 de abril de 1835, Juan M anuel de Rosas se hizo cargo por segunda vez del gobierno con la 1 L a extensa nota con qu e Rosas respondió a la Legislatura el 16 de marzo concluía con estos conceptos: “ E l infrascrito ruega a los señores representantes que para poder deli­ berar sobre la admisión o renuncia del elevado cargo, tengan a bien reconsiderar a sala plena tan delicado negocio, y acordar el medio que juzguen más adaptable para que todos y cada uno de los ciudadanos de esta ciudad, de cualquier clase y condición que sean, expresen 6U voto precisa y categóricamente sobre el particular.” 2 Los que votaron en contra fueron: Jacinto R odríguez Peña, Juan José Bosch, Juan B. Escobar, general Gervasio Espinosa, coronel Antonio Aguirre, deán Zavaleta, Pedro Castellote y Ram ón Romero. 368 suma del poder público; en otras palabras, nacía la dictadura, por cuanto se le habían „ otorgado fa­ cultades omnímodas y la Legisla­ tura no estaba autorizada para controlar sus actos. Las calles por donde debía pasar la comitiva fueron engalanadas y una entusiasta muchedumbre si­ guió la ceremonia desde la Legis­ latura hasta el Fuerte. Rosas leyó una proclama amena­ zante en la que sostenía la nece­ sidad del poder sin límites “ en las circunstancias aciagas en que se halla nuestra infortunada patria” . A firm ó que los enemigos políticos habían introducido “ el desorden y la inmoralidad” y más adelante agregó: “ resolvámonos a combatir con denuedo a esos malvados que han puesto en confusión nuestra tierra” . . “ que su persecución sea tan tenaz y vigorosa que sirva de terror y espanto a los demás que puedan venir en adelante” . Rosas vaticinaba un porvenir trágico mientras las manifestacio­ nes de adhesión a su persona se sucedían sin interrupción. Nombró ministro de Relaciones Exteriores al doctor F elip e Arana; de Hacien­ da, a José M a ría Roxas y Patrón, y al general Pinedo en la cartera de Guerra. Las provincias no tarda­ ron en reconocerlo en su cargo de Brigadier general y en delegarle las atribuciones correspondientes al Poder Ejecutivo Nacional. Poco después de la muerte de Quiroga, Rosas inició proceso a los sindicados como asesinos, quienes finalmente fueron ejecutados en C ará tu la del "Himno de los Restaura­ dores", dedicado a Rosas, con letra de José Rivera Indarte, publicado en Buenos Aires en el año 1835. Buenos Aires el 25 de octubre de 1837. A pesar de todo, falta el do­ cumento que aclare totalmente la tragedia de Barranco Yaco. Desde e l p rim e r m om ento, Rosas am enazó con el patíbulo a los culpa­ bles d el asesinato, m ientras los R ein a fé y demás cóm p lices, trataban de huir. Estanislao L ó p e z •— tam bién vinculado al caso— ■ quedó en d ifíc il situación y , ante la eviden cia de la sospecha, p re ­ firió sincerarse con e l dictador y de­ m ostrar arrepentim iento. José V ic e n te R ein a fé debió ren u n ­ ciar a la gobern ación de Córdoba y cuando preten dió escapar fu e apresado; igu al suerte su frieron sus herm anos G u ille rm o y José A n to n io ; en cuanto a Santos P é re z — e l autor m a terial— tam bién fu e encarcelado. M a n u e l L ó ­ pez reem plazó a José V ic en te R ein afé en e l go b iern o de Córdoba. Rosas obtuvo la au torización de las provincias para ju z g a r el crim en como un delito de orden fed e ra l; en conse- R osas o rd e n ó e je m p la r c a stig o a los c u lp a b le s d e la t r a g e d ia d e B a rra n c a Y a c o . Un g r a b a d o d e la é p o c a nos m u e stra los cu e rp o s d e Jo s é V ice n te y G u ille rm o R e in a fé y d e l c a p itó n S an o ; Pér z, co lg a d o s a la vista d e l p ú ­ blico lu eg o d e su ejecu ció n . paró de sus cargos a numerosos funcionarios y empleados de la administración y a varios jefes m i­ litares “ por no ser fielm ente adic­ tos a la causa nacional de la fe­ deración” . En nombre del partido triunfante, exigió nuevamente el uso de la divisa punzó como norma de conducta diaria y ordenó que todas las notas oficiales debían ir precedidas con el “ V iva la Fede­ ración” . Mientras tanto, no cesaba la exaltación colectiva de homenaje a Rosas, con numerosos festejos en la ciudad, los suburbios y la cam­ paña; Rivera Indarte — más tarde tenaz opositor— redactó el “ H im ­ no de los Restauradores” . cuencia, los complicados — unos sesenta individuos— fueron conducidos a Bue­ nos Aires. El proceso estuvo a cargo del doctor Manuel Vicente Maza, designado juez al efecto, y terminó con la condena a muerte de los sindicados como cabeci­ llas. Rosas aprobó la sentencia como juez supremo e inapelable.El 25 de octubre de 1837, los her­ manos José Vicente y Guillermo Reinafé 1 fueron fusilados y colgados por seis horas en la Plaza de la Victoria; otros tres cómplices cayeron ejecutados el mismo día en la Plaza de Marte, en el Retiro. Realizaciones concretas. La econom ía Rosas declaró abolida la confis­ cación de bienes y llegó a un acuerdo con Gran Bretaña para suprimir el tráfico negrero; tam­ bién dispuso que no sería admitido ningún diplomático extranjero cu­ yo gobierno no hubiera reconocido la Independencia argentina. En materia religiosa, la Com­ pañía de Jesús — expulsada en 1767— fue autorizada para regre­ sar al país y reabrir las aulas de sus colegios 2. No había transcurrido un mes al frente del gobierno cuando Ro­ sas — por sucesivos decretos— se- henn* nos, Rem afé eran cuatro: dos fueron ejecutados; otro, José A n to n io , murió l< S iíeS en CxrCej y p0r ultlmo F ra n cis co no fue capturado y pereció más tarde -m a r z o , T? en accl° n de guerra, en lucha contra Rosas. c i o n e s V '- W - V í T la iraPla."tada P“ P o T la c L s a n ^ o L r r 1la aFed^raaaóñ”eStarSe Rosas, los religiosos debían adÍCt° S> y P ~ reunir condi- iad° s decididamente Con respecto a las finanzas se estableció un severo control en el manejo de los fondos públicos y fueron reorganizadas la Contadu­ ría y la Tesorería G en era l1. Sobre la base del extinguido Banco de Descuentos — de la época de R i­ vadavia— se erigió la Casa de M o ­ neda y el Banco de la P rovincia de Buenos Aires, bajo la dirección de una junta nombrada por el go­ bierno. Además entró en vigencia una nueva ley de Aduana, que benefi­ ció al comercio y protegió la in ­ cipiente industria local, al gravar con fuertes derechos las mercade­ rías extranjeras. Cuando se produjo el bloqueo de las flotas francesa e inglesa, las finanzas soportaron ¡ dificultades insuperables, que se agravaron al aumentar los gastos ocasionados por la guerra civil que se libraba en el país. La ganadería se desarrolló con rapidez. Fueron importados ani­ males finos de raza ovina que m e­ joraron los planteles existentes y permitieron la exportación de la lana; también el ganado bovino, cuyo mestizaje se había iniciado en 1823, elevó su calidad 2. Desde muy antiguo, la hacienda pastaba dispersa y para concentrarla sus dueños debían hacer largos rodeos. El inglés Ricardo Newton, propietario de la estancia Santa María (en el partido de Chascomús), trajo de In­ glaterra, en 1844, alambre de hierro que utilizó t>ara cercar su estableci­ miento. A l comprobarse los beneficios del sistema se extendió su uso, el que — junto con la marca de fuego— eli­ minó los problemas derivados de la propiedad de los animales y también de la tierra. Las industrias agropecuarias se desarrollaron en la época de Ro­ sas, particularmente los saladeros y las graserias. La agricultura ■ — en especial el cultivo del trigo— re­ cibió protección del gobierno. DICTADURA DE RO SA S Surgim iento del régim en dictatorial Rosas ocupó por segunda vez el mando desde 1835 hasta 1852, lar­ go período en que aplicó sistemá­ ticamente su anunciado propósito de castigar a todos los que se opu­ sieran a su voluntad. Había acep­ tado el gobierno luego de que sus conciudadanos le otorgaron la su­ ma del poder y desde un principio hizo pública la dura misión a cumplir. La dictadura de Rosas fue la consecuencia del proceso de des­ composición social que siguió a la anarquía. E l elemento popular y autóctono — en su mayoría pobre e inculto.— fue alzado por los cau­ dillos en defensa del federalismo y la tradición, contra la minoría aristocrática y liberal de la ciu­ dad, de tendencia europea, que trataba de imponer los principios unitarios. La época de Rosas coincidió con el auge del absolutismo en Euro­ pa, donde las monarquías constitu­ yeron la Santa A lianza para ins­ taurar el antiguo régimen, comba­ 1 E l gobierno publicó periódicamente en la C a ceta M e rc a n til y en el R e g is t-o O fic ia l el movimiento financiero. E n esas constancias documentales se puede observar el estado de la Tesorería General y los informes de la Contaduría sobre las cuentas examinadas. 2 En ese año, el hacendado John M ille r introdujo —procedente de Inglaterra— para su estancia de Cañuelas el primer toro de raza Durham o Shorthom, denominado Tarquino. 370 371 E u se b io d e la S a n t a F e d e ra c ió n , uno d e los b u fo n es q u e s e rv ía a R o sa s, se­ gún un ó leo existen te en e l M useo H istórico N a c io n a l. V e m o s a este im ­ b écil v estid o com o un im p o rtan te d i­ p lo m ático. de un proceso anárquico que mar­ ca una época funesta en la histo­ ria de los pueblos. La política interna tido por los reformadores liberales. De tal manera, la restauración absolutista fue un proceso interna­ cional contrarrevolucionario que — bajo otras circunstancias— tam­ bién se produjo en nuestro país a partir de 1835 Las dos fuerzas históricas argen­ tinas que impulsaron los aconteci­ mientos desde el año 1810 llega­ ron a su crisis después del fusila­ miento de Dorrego, el legítim o gobernador de la provincia de Buenos Aires. Los unitarios y los federales, ya en manifiesto encono durante el gobierno de Rivadavia, se desatan en mutua violencia y engendran la dictadura, resultante 1929RÍCard° 372 Levene: E l segundo gobierno de Rosas surgió como consecuencia del de­ sorden, de los fracasos y las vacila­ ciones anteriores. Sin tardanza se dedicó a contentar los deseos de una mayoría rural, apegada a las expresiones^ genuinas de la tierra, que prefería las faenas pastoriles al progreso material y cultural del país. La autoridad de Rosas fue acep­ tada en todo el territorio y los caudillos provinciales, que lo res­ petaban y temían, le delegaron periódicamente la representación exterior. En política interna no admitió la menor oposición y su persona fue endiosada con enfermiza obse­ cuencia. La Federación se trans­ formó en un mito, en una especie de fe religiosa que el Restaurador — hábil y astuto— atizaba al efec­ to de conseguir la unidad de pen­ samiento. La efigie de Rosas presidía las cere­ monias, aun las religiosas, y en su ho­ menaje se escribieron numerosas déci­ mas, letrillas, odas y marchas. La Mazorca o Sociedad Popular Res­ tauradora dirigida varios años por el pulpero Julián González Salomón, or­ ganizaba los grandes actos de adhesión “ Lecciones de Historia Argentina” , tomo II, pág. 334. Buenos Aires, las fiestas parroquiales *. El Restau­ rador podía faltar a una reunión pro­ tocolar con un cónsul extranjero, pero asistía puntualmente al “ barrio del tambor” (Montserrat) donde los ne­ gros danzaban estrepitosamente el can­ dombe. Cuando la situación política se tor­ naba amenazante debido a la actividad de los opositores, la Mazorca — apo­ yada por el populacho irritado— desa­ taba oleadas de terror, como aconteció a partir del año 1840. Fatigado con tantos problemas, el dictador realizaba convites en Palermo, que eran a veces presididos por uno de sus “ locos” , Don Eusebio, quien — en determinado momento— debía be­ ber con avidez una botella de ginebra o saltaba por el aire al estallar un cohete colocado ex profeso bajo la silla del imbécil 2. V practicado por los gobiernos para los altos fines de la independencia, pero no con el carácter organizado de un sistema; 39 porque la psicología social de la época determinaba la creación de este producto, fundado en los sen­ timientos de la plebe inculta, que era la mayoría de la negrada, que era el suburbio y que hicieron una manifes­ tación explícita de la voluntad pública cuando en el plebiscito de 1835, el pue­ blo dio a Rosas la suma del poder pú­ blico. ” Rosas fue una época, porque la in­ mensa mayoría del país — resultante de un estado de desorganización social— sustentaba su poder.” LA V ID A SO C IA L EN LA ÉPO C A DE RO SA S Amante del orden, Rosas aplicó este principio al manejo de las fi­ nanzas públicas y puede afirm ar­ se que en este aspecto su adminis­ tración fue correcta. La época de Rosas es el período más discutido de nuestra historia, que da motivo a sostenidas polém i­ cas entre los partidarios de la es­ cuela tradicional o unitaria y la revisionista o rosista. La fam ilia mantuvo la tradición patriarcal y el catolicismo hereda­ do de España. Los hacendados, sa­ cerdotes, jefes militares, funciona­ rios y los profesionales formaban la clase superior, denominada “ de­ cente” ; los humildes integraban la “ clase baja” y a ella pertene­ cían comúnmente los trabajadores manuales y en un plano más in fe­ rior los negros. El historiador Ricardo Levene es­ cribió al respecto: “ Decimos que Rosas es un producto social: l 9 porque era la resultante de la anarquía y de las crisis sucesivas de los gobiernos que desde 1810 no habían durado el tér­ mino fijado por la ley o por la consti­ tución y habían caído por efecto de explosiones revolucionarias anárquicas; porque el terror que Rosas implantó como régimen tenía antecedentes his­ tóricos en nuestro país y había sido Las familias acomodadas acostum­ braban a ofrecer tertulias, por lo me­ nos, una vez en la semana. En esas reuniones hogareñas se bailaba el mi­ nué federal y la contradanza. Existía buena cantidad de negros, aunque su número no tardó en decli­ nar por las deficientes condiciones de vida, el clima que les era adverso y la cruza con los blancos. Recibieron trato humanitario y en su gran ma­ yoría se ocupaban en el servicio do- 1 Entre los miembros de la Mazorca figuraban L e a n d ro A le m (p ad re del famoso tribuno Leandro N . A le m ), C iría c o C u itiñ o , A n d rés Parra, N ic o lá s M a riñ o , etc. 3 Transcribimos los títulos con que Rosas h abía “ consagrado** a D o n Eusebio: " G o ­ bernador de la Provincia, Majestad de la tierra, Conde de M artín G arcía, Señor de las Islas Malvinas, General de las Californias, Conde de la quinta de Palerm o de San Benito y G ran Mariscal de la Am érica de Buenos Aires” . 373 U n a e sq u in a t íp ic a d e l B uenos A rres en la é p o c a d e R osas. El d ib u jo es o b ra d ? l a rtista a rg e n tin o Jucfn L. Cam aña. méstico, la venta de golosinas calleje­ ras, la enseñanza de la música, etc. De acuerdo con el lugar de su naci­ miento, los negros se agrupaban en “ naciones” o sociedades (Congo, Ango­ la, etc.) a las órdenes de un rey y de una reina, establecidas en el barrio de Montserrat. La gente de color manifestó calurosa adhesión a Rosas. “ La sociedad modelada por la dictadura — escribe Carlos Ibarguren— ofreció el aspecto unifor­ me de un inmenso rodeo humano, bien amansado, del mismo pelo y de la misma marca.” Las festividades patriótico-federales contaban con la adhesión de todas las clases sociales de la época. Los actos los presidía la efi­ gie de Su Excelencia sobre un carro alegórico que era arrastrado a mano por los asistentes, mien­ tras una gran comitiva formaba séquito entonando algunos de los himnos de los restauradores. Las familias adineradas y los persona­ jes influyentes decoraban sus v i­ viendas con tapices rojos e inscrip­ ciones laudatorias del Restaurador. E l clero le rendía homenaje y en el interioí- de los templos ondeaban las divisas federales. La política también influyó so­ bre el modo de vestir, el color de las prendas y el tamaño del bigote, que debía usarse postizo — o pin­ tarse— en caso de haberlo cortado. El 19 de octubre de 1838 fa lle­ ció doña Encarnación, la enérgica esposa de Rosas, a quien llamaban la “ Heroína de la Federación” ; se decretó “ luto federal” hasta octu­ bre de 1840 1. Manuelita, la hija del Restaura­ dor, se destacó por su bondad, to­ lerancia y delicadeza femenina; los propios unitarios reconocieron los méritos de aquella joven, que logró salvar la vida de numero­ sos condenados por causas polí­ ticas. 1 E l gobierno decretó que el -luto “ sea igual y conforme al que usa nuestro ilustre Kestaurador, que consiste en pañuelo o corbata negra, en una faja con m oño negro en el brazo izquierdo y tres dedos de cinta negra en el sombrero, debiendo quedar bien visible abajo la divisa punzó . 374 E n c a rn a ció n E zc u rra d e R osas. N o sólo fu e en su h o g a r la e sp o sa d e l d ictad o r sino tam b ié n su c o n se je ra , c o la b o r a d o ­ ra e instrum ento e fic a z d e su acción p o lític a . ( Ó le o d e l p in tor Fe rn a n d o G a r c ía d e l M o lin o.) Rosas tenía la pasión del mando y también la del trabajo. El jefe de la secretaría y también hombre de confianza de Rosas escribió al respecto: “ Rosas no tenía hora se­ ñalada para su despacho: cuando se acababa el día, se dejaba el trabajo y se despachaban los expedientes; nueva­ mente la noche se pasaba en el trabajo. Se llamaban del ministerio cuatro o seis escribientes cuando estábamos muy apurados.” . “ Generalmente, Rosas dejaba el tra­ bajo a la madrugada, a veces a las ocho o nueve de la mañana y lo retomaba a las tres o cuatro de la tarde. Inme­ diatamente que se despertaba y abría la puerta de su despacho y dormitorio, si aún yo no había llegado, me man­ daba llamar y ya empezaba el tra’1 1 E l trozo que se transcribe pertenece a A n to n in o Reyes, cuya “ Memoria Póstuma” publicó Ad olfo Saldías ( “ Papeles de Rosas” ). Periódicamente y para descan­ sar, Rosas se trasladaba a su resi­ dencia de San Benito de Palermo (próxima a donde hoy se levanta la estatua de Sarm iento); a llí re­ cibía a sus amistades íntimas. La expresión más dolorosa de la dictadura lo constituyó el campa­ mento de Santos Lugares, con su numerosa población de indios, cuarteles y prisión. U n testigo de la época lo ha des­ crito en esta form a: “ E n Santos L u ­ gares h a y otra población india. Se cuentan a llí más de m il ochocientos in dividuos establecidos en chozas de barro cubiertas de juncos. Sustraídos a su existencia nóm ada y sujetos al p o ­ d er a que han sido confiados, arrastran una especie de v id a an im a l sin alien to y sin fu erza .” “ H a c ia cada lado del sitio que ocu­ pan los indios, se extien den las alas del cam po form ad o p or Rosas hace diez años (se re fie re a 1840) sobre un espacio de dos leguas y que encierra unos cinco m il hom bres divididos en tres cuerpos: in fa n tería, cab allería y artille ría , mandadas p or tres coroneles y un gen era l.” “ E l e d ificio p rin cip a l de la p olítica de Rosas es la prisión de Santos L u ­ gares. U n a denuncia innoble, una pa­ labra, un gesto d el dictador, pueden hacer que e l sospechoso sea conducido a esa prisión y confundido con lad ro­ nes y asesinos o condenado a fab ricar lad rillos para e l gob iern o o para los oficiales de Rosas.” 1 1 X a v ie r Busanicne. M a rm ie r: “ Buenos Aires y Durante la época de Rosas, la mayoría de los intelectuales — que se mostraron opositores— debieron huir del país. La figura más des­ tacada que actuó en Buenos Aires fue el publicista napolitano Pedro de Angelis, llegado a la Argentina en 1827. Poseedor de sólida y vas­ ta cultura, al principio m ilitó po­ líticamente al lado de Rivadavia, pero más tarde fue asesor intelec­ tual de Rosas, durante todo su mandato. EL AMBIENTE CULTURAL Los problemas económicos deri­ vados de los conflictos internacio­ nales y la subordinación de la cultura a la política determina­ ron que en la época de Rosas la instrucción pública sufriera un re­ troceso, con respecto al impulso dado por los gobiernos anteriores. Los docentes de la enseñanza elemental y superior debieron ma­ nifestar su adhesión al Restaura­ dor, quien dispuso controlar la ideología política, de los candida­ tos a los nombramientos. La So­ ciedad de Beneficencia proporcio­ naba la casi totalidad de la ins­ trucción primaria. Con respecto a la Universidad, hasta el año 1849 ocupó el cargo de Rector el presbítero doctor Pau­ lino Garri, quien luego fue reem­ plazado por otro religioso, el doc­ tor M igu el García. En 1838 y debido al desequili- Montevideo en 1850” . Traducción de José Luis Designado A r c h iv e ro y A d m in is tra ­ dor de la Im p re n ta d el Estado, de A n gelis se dedicó a la in vestiga ción histó­ rica y entre 1835 y 1837 p u b licó su fa ­ mosa “ Colección de Obras y D ocu m en ­ tos relativos a la H is to ria antigua y m oderna de las P ro vin cias U n idas del R ío de la P la ta ” . brio financiero provocado por el bloqueo francés, el gobierno privó de su apoyo económico a la ense­ ñanza, cuyos establecimientos sub­ sistieron precariamente con el es­ fuerzo de los alumnos. En lo referente al periodismo, puede afirmarse qué los impresos de tendencia unitaria desaparecie­ ron desde el momento en que el Restaurador subió por segunda vez al gobierno. Las casi úhicas expresiones del periodismo rosista en Buenos Aires, por largos años, lo constituyeron cuatro publica­ ciones: L a Gaceta M erca n til, E l Archivero Am ericano, E l D iario de la Tarde y el British Packet. A diferencia de otras manifes­ taciones culturales, el teatro porC a b e c e r a d e " L a G a c e t a M e r c a n t il" c o ­ rre s p o n d ie n te a l n ú m e ro d e l lu n e s 8 d e ju n io d e 1 8 4 6 . Este p e rió d ic o fu e e l m ás im p o rta n te d e la é p o c a d e R o s a s ; e n sus c o lu m n a s e s c rib ie ro n d e A n g e lis , M a rin o y m ie m b ro s d e la L e g i s l a t u r a b o n a e re n s e . F u n d a d o ^n 1 8 2 3 , a p a r t ir d e l a ñ o 1 8 3 5 p u b lic ó los d o c u m e n to s e m a n a d o s d e l g o ­ b ie rn o , sin a te n e rs e a la c ró n ic a p o lít ic a p -íro d e s p u é s d e la a g re s ió n fr a n c e s a co m ­ b a tió d u ra m e n te a esos e x t r a n je r o s y a los u n ita r io s e x ilia d o s en M o n te v id e o . C u a n d o L a v a lle in ic ió su c a m p a ñ a c o n tra R o s a s , e i c e r ió d ic o re c ru d e c ió en sus a ta q u e s . 377 teño progresó y al incorporar obras del repertorio español, junto con sainetes y pantomimas, consiguió la adhesión de la masa popular. Como era natural, no fa ltó la sá­ tira política n i tampoco el tema autóctono, con sus costumbres y bailes típicos. U SURPACIÓN DE LAS M ALVIN AS El ataq ue de una corbeta norteam ericana En el año 1829, Luis Vernet fue nombrado gobernador de las islas Malvinas, a fin de que organizase una población. En 1831 apresó tres goletas norteamericanas que se dedicaban a la caza clandestina de lobos marinos. El incidente dio origen a una serie de tramitaciones diplomáti­ cas; sin embargo, cuando éstas se realizaban, la corbeta norteameri­ cana Lexin gton , a las órdenes del comandante Duncan, se dirigió a las Malvinas y, luego de desem­ barcar en puerto Soledad con sus efectivos, destruyó las instalacio­ nes argentinas en un acto de clá­ sica piratería (31 de diciem bre). El atropello produjo indigna­ ción en Buenos Aires. Por inter­ medio de su ministro M anuel José García, Rosas exigió directamente al gobierno de Estados Unidos una reparación form al por los daños causados, mientras el encargado de negocios de ese país en Buenos Aires pedía sus pasaportes. La sa­ tisfacción exigida no obtuvo una respuesta concreta. In glaterra se ap o dera por la fu erza En esas circunstancias, Inglate­ rra sostuvo que las M alvinas le 378 pertenecían y de inmediato envió desde el Brasil a la corbeta Clío, al mando del capitán Onslow, quien desembarcó con sus efectivos en puerto Soledad, el 2 de enero de 1833. Anclada en esas aguas se encon­ traba la goletá argentina “ Sarandí” , cuya escasa tripulación, a las órdenes del comandante José M a ­ ría Pineda, no pudo ofrecer resis­ tencia a los intrusos. Éstos arriaron el pabellón nacional y en su lugar elevaron la bandera inglesa, que flamea hasta el presente en las Malvinas. El gobernador Ramón Balcarce, por intermedio del doctor M aza — ministrq de Relaciones Exterio­ res—- pidió explicaciones al en­ cargado de negocios de aquella na­ ción agresora en Buenos Aires. Por su parte, el doctor M anuel M o ­ reno, representante argentino en Londres, elevó enérgicas reclama­ ciones ante el gabinete inglés. Rosas insistió por intermedio de negociaciones diplomáticas y des­ pués de su caída los gobiernos pos­ teriores continuaron reclamando sin obtener la devolución de las islas Malvinas. En el mismo Par­ lamento británico, el diputado M alesw orth dijo en julio de 1848, refiriéndose a los gastos que oca­ sionaban dichas islas: “ Decidida­ mente soy del parecer que esta inútil posesión se devuelva desde luego al gobierno de Buenos Aires que justamente la reclama E l derecho argentino sobre las islas es permanente, pues ellas in ­ tegran una prolongación de la plataforma continental patagónica y nuestro país ha heredado de Es­ paña los justos títulos de posesión que defiende y sobre los cuales no hay ni puede haber ninguna duda. CON FLICTO CO N LA CO N FED ER A CIÓ N PERU AN O -BO LIVIA N A El mariscal Santa Cruz unió las repúblicas de Perú y Bolivia en una Confederación, de la que fue nombrado protector supremo. In i­ ció una administración progresista, pero en política exterior dispuso llevar a cabo un plan de agresión sobre los países limítrofes. Las relaciones no eran muy cordiales con el gobierno de Buenos Aires, que desde tiempo atrás había reclamado a Bolivia la restitución de la pro­ vincia de Tarija. La situación empeoró cuando Santa Cruz apoyó las activi­ dades de los unitarios emigrados en su territorio y fomentó las expediciones armadas que se organizaban en el norte contra Rosas. En realidad, el movimiento tenía mayores alcances y estaba en connivencia con los uni­ tarios que conspiraban desde la Banda Oriental. Deseoso de extender su hegemo­ nía, Santa Cruz invadió a Chile con tropas procedentes del Perú. Disolución de la Confederación Peruano-Boliviana En febrero de 1837, Rosas rom­ pió relaciones con la Confederación Peruano-Boliviana y en el mes de mayo — de acuerdo con Chile— declaró la guerra al ambicioso ve­ cino. En un manifiesto explicati­ vo, dio a conocer los motivos de tal actitud: derrocar a Santa Cruz por el apoyo que brindaba a los unitarios y poner término a los ataques bolivianos contra la pro­ vincia de Jujuy. Alejandro Heredia, gobernador de Tucumán, fue designado co­ mandante en jefe de las tropas de la Confederación A rg e n tin a 1. Este ejército de operaciones, cons­ tituido en su mayor parte por m i­ licias jujeñas, avanzó hacia el norte, a mediados de junio. El enemigo no ofreció un com­ bate definitivo a nuestras tropas, las que se limitaron en consecuen­ cia a librar encuentros parciales, en su mayor parte favorables. Los chilenos tuvieron mejor oportunidad y el 20 de enero de 1839 el general Bulnes venció a Santa Cruz en la batalla de Yungay. Esta derrota motivó la diso­ lución de la Confederación Perua­ no-Boliviana. Luego se produjo en Bolivia un movimiento armado que derrocó al régimen del maris­ cal Santa Cruz y el gobierno su­ cesor optó por pedir la paz. En marzo de 1839, Rosas anun­ ció el término de las hostilidades y el restablecimiento de las rela­ ciones con Bolivia. N o debe olvidarse que la pro­ vincia de Tarija había originado un problema de límites, todavía pendiente, en esa época, con Boli­ via. Rosas manifestó que no de­ seaba posesionarse de parte algu­ na del territorio considerado de su pertenencia por el país vecino. EL U RU G UA Y. ORIBE Y RIVERA Después de jurada la Constitu­ ción uruguaya — 18 de julio de 1 C o n fe d e ra ció n A rg en tin a es uno de los nombres con que oficialmente se designó a nuestro país. L a denominación se empleó en la época de Rosas. D e acuerdo con las cons­ tancias documentales, aparece por vez primera en un decreto del mes de junio de 1835, pero se le otorga seis años de antigüedad, pues allí figura: “ 6 de la Confederación Argentina**. E l término “ Confederación** se utilizó para designar a todas nuestras provincias. 379 derrotó al ejército de Oribe y vol­ vió a asumir el gobierno del Es­ tado Oriental. Rivera intervino activamente en la campaña con­ tra Rosas. LA IN TERVEN CIÓ N FRAN CESA EN EL RÍO DE LA PLATA 1830— el general Fructuoso R i­ vera fue elegido presidente de la nueva nación. En marzo de 1835, le sucedió en el cargo de presi­ dente constitucional de la Repú­ blica el general M a n u el O ribe, enemistado con el anterior y apo­ yado desde Buenos Aires por Rosas. A liado con los unitarios expa­ triados, Rivera no tardó en levan­ tarse en armas contra Oribe. Para distinguirse en la lucha, el ú lti­ mo dispuso que sus partidarios llevasen una cinta blanca con la inscripción “ Defensor de las le­ yes” . Así surgió en el Uruguay el partido Blanco, de tendencia rosista, en contraposición al organi­ zado por Rivera y los emigrados argentinos denominado Colorado. Rivera fue derrotado por las fuerzas gubernamentales y debió marchar rumbo a la frontera con el Brasil, donde pudo reorganizar­ se. Entró nuevamente en lucha, 380 En la época de Rosas, Buenos Aires y el litoral argentino sobre el Plata fueron bloqueados dos ve­ ces por naves extranjeras. El pri­ mer asedio lo efectuaron embarca­ ciones francesas y se prolongó desde marzo de 1838 a octubre de 1840; el segundo estuvo a cargo de una poderosa flota anglo-francesa desde setiembre de 1845 a julio de 1847, en que Inglaterra retiró sus efectivos, pero las naves francesas continuaron el asedio hasta junio de 1848. La primera intervención fran­ cesa, es decir el primer bloqueo, obedeció a causas sobre las cuales discrepan los historiadores. E l historiador Carlos Ibarguren es terminante en sus juicios y afirma que desde tiempo atrás Francia perseguía como objetivo fundamental “ implantar de una manera estable en el Río de la Plata su influencia política y eco­ nómica, bajo una forma, disimulada o no, de protectorado o de colonización” . El motivo inmediato fue la de­ fensa de los derechos de los ciuda­ danos franceses residentes en nues­ tro país. En 1830, el cónsul de esa potencia en Buenos Aires, M a r­ qués de Vins de Paysac, elevó una protesta a Rosas por la aplicación de una le y — bastante antigua en nuestra legislación— que obliga­ ba a los extranjeros a incorporarse en las m ilicias; el citado diplomá­ tico exigió que sus connacionales fueran exentos de esa obligación. El bloqueo fran cés A la muerte de Vins de Paysac, lo reemplazó el vicecónsul A im é Roger, quien el 30 de noviembre de 1837 protestó ante Rosas por la prisión del dibujante y grabador César H ip ólito Bacle, y de otros franceses residentes. A pesar de haber nacido en Ginebra, Bacle era ciudadano francés. Además de impresor, dominaba la cartografía y era un experto en geodesia y topo­ grafía. Con motivo de la guerra contra el general Santa Cruz, Rosas envió a Ba­ cle a la frontera con Bolivia, a fin de que levantara planos de utilidad para la lucha. Más tarde, el ginebrino fue acusado de vender información militar al extranjero y de estar en conniven­ cia con los unitarios. Reducido a pri­ sión, solicitó la ayuda del cónsul fran­ cés y también de Enrique Mandeville, el diplomático inglés. Debido a las ges­ tiones del último, Bacle fue libertado, pero no tardó en fallecer en su casa, como consecuencia de una enfermedad contraída en la cárcel (4 de enero de 1838). E l vicecónsul francés se conside­ desautorizado en su demanda y entonces pidió sus pasaportes, los que le fueron remitidos el 13 de marzo de 1838. Luego pasó a M on ­ tevideo donde solicitó la ayuda del almirante Luis Leblanc, el jefe de la escuadra francesa en el Río de la Plata. En esos momentos, la situación del gobierno de Buenos Aires era delicada, pues debía hacer frente a la guerra contra Bolivia y en el Uruguay triunfaba Rivera, a ró quien apoyaban los unitarios ex­ patriados. Leblanc consideró el momento oportuno para dirigirse con sus naves frente a Buenos Aires y pre­ sentar nueva reclamación ante Ro­ sas, pero éste le respondió que “ exigir sobre la boca del cañón privilegios que solamente pueden concederse por tratados, es a lo que este gobierno — tan insignifi­ cante como se quiera— nunca se someterá” . Ante el rechazo de las proposi­ ciones francesas — que incluían el pago de una fuerte indemniza­ ción—■ Leblanc declaró bloqueado ‘el puerto de Buenos Aires como el litoral del Río de la Plata per­ teneciente a la Confederación A r­ gentina” (28 de marzo de 1838). El riguroso asedio provocó una afligente situación económica y comercial. A fines de setiembre, el vicecón­ sul francés dirigió un ultimátum al gobierno de Buenos Aires, ame­ nazándolo con emplear todos los medios a su alcance para poner fin al conflicto. La perentoria decla­ ración fue rechazada, pero, ante la posibilidad de una lucha abier­ 381 ta con Francia, Rosas solicitó la mediación del ministro inglés M andeville, quien aceptó gustoso porque el bloqueo perjudicaba el comercio británico. La situación política en el U ru­ guay im pidió el arreglo. Rivera y los integrantes de la Comisión A r­ gentina — formada con unitarios emigrados— convencieron al vice­ cónsul Roger para que no pactara con Rosas, y, por su parte, estable­ cieron una alianza con el diplo­ mático francés. El 11 de octubre de 1838, contin­ gentes franceses y tropas de Rive­ ra se apoderaron de la isla argen­ tina de M a rtín García. La isla estaba defendida por 125 hombres a las órdenes del teniente co­ ronel Jerónimo Costa y de su segundo el sargento Juan Thorne. En la mañana del 11 de octubre, el capitán Hipólito Daguenet desembarcó en Martín García al frente de efectivos franceses y uruguayos. Después de un combate de hora y media, en que los argentinos se defendieron con bravura, los atacantes ocuparon la posición. El propio capitán francés elogió el com­ portamiento de la guarnición defen­ sora. Los franceses y la política rioplatense En el mes de diciembre se con­ certó otra alianza ofensiva y de­ fensiva entre el encargado de ne­ gocios francés en Montevideo, marqués de M artigny , el gobierno uruguayo (R ivera) y el de Co­ rrientes (Berón de Astrada). Su finalidad era “ remover del mando de la provincia de Buenos Aires y de toda influencia en los nego­ cios políticos de la Confederación Argentina, a la persona de don Juan M anuel de Rosas” . El pacto 382 El a b o g a d o y h á b il d ip lo m ático arg é n tino F e lip e A r a n a , c u y a c a p a c id a d q u e ­ dó d e m o stra d a en la convención que puso fin a l b lo q u e o fran cé s. — como veremos— fracasó derrotas del gobernador rrientes y del general quien no pudo llegar con pas hasta Buenos Aires. ante las de Co­ Lavalle, sus tro­ Era evidente que la prolongación del bloqueo más del tiempo calculado re­ sultaba beneficioso para Rosas, pues lo congraciaba ante sus adictos y lo afir­ maba en su régimen político. Las noticias que llegaban a Francia provocaban gran malestar y compro­ metían el comercio exterior de dicha potencia. Ante el curso de los sucesos, el rey Luis Felipe aconsejó a sus agentes “ evitar toda posible interven­ ción en los asuntos internos de los go­ biernos de Montevideo y Buenos A i­ res” . A pesar de esto, conviene desta­ car que el gabinete francés cambió varias veces de directivas con respecto al problema planteado en el Río de le Plata. No debe olvidarse tampoco que la política expansiva iniciada por Francia en América latina originó desde un principio la oposición de Inglaterra, que temía perjudicarse en sus intereses co­ merciales. El tratado A ran a-M ackau A comienzos de 1840 y por me­ diación del ministro inglés Man- deville, se iniciaron conversacio­ nes entre el almirante Dupotet — quien sucedió a Leblanc— y el ministro argentino Arana, a bor­ do de una corbeta británica. Enviadas al gabinete del rey Luis Felipe las bases del arreglo y aceptadas en principio, llegó al Río de la Plata el barón Á ngel de Mackau, quien el 29 de octu­ bre de 1840 firm ó un tratado con Felipe Arana, encargado de las relaciones exteriores de la Confe­ deración Argentina. La Convención Arana-Mackau dispuso lo siguiente: Art. 1) Los residentes franceses que habían experimentado pérdidas o sufrido perjuicios, debían ser indemniza­ dos por el gobierno de Buenos Aires. Art. 2) Quedaba levantado el bloqueo y restituida la isla de M artín García, en el término de ocho días, a contar de la ratifica­ ción del acuerdo. Art. 3) Francia conseguía de Rosas la amnistía en favor de los argentinos proscri­ tos, siempre que éstos depusieran las armas en el plazo fijado por el artículo anterior. No estaban com­ prendidos en el indulto los gene­ rales y los oficiales superiores. Art. 4) E l gobierno de Buenos Aires debía respetar la indepen­ dencia del Uruguay, pero, “ sin per­ juicio de sus derechos naturales, toda vez que lo reclamen la jústicia, el honor y la seguridad de la Confederación Argentina” . Art. 5) Disponía que — hasta la conclu­ sión de un tratado de comercio y navegación— los ciudadanos de ambos países firmantes serían con­ siderados como “ súbditos de la nación más favorecida” . Los fran­ ceses residentes en nuestro terri­ torio no estaban obligados a incor­ porarse en el ejército. La convención fue aprobada por la Legislatura y ratificada por Rosas. El cese del bloqueo y la paz con Francia se celebraron con bu­ lliciosas fiestas populares 1. El puerto de Buenos Aires reco­ bró inmediatamente su actividad y durante el mes de noviembre arribaron más de cien naves mer­ cantes. 1 L os adversarios de Rosas recibieron con desagrado la firm a d el convenio. E scribe el h istoriador H é c to r R a tto : “ L a n oticia de la firm a de la C on ven ción M ackau desencantó no sólo a los unitarios de M o n tevid eo , sino tam bién a las muchas personas in te­ nsadas en la p rolo n ga ción de las hostilidades. L a opinión más corriente era que los fran ­ ceses habían traicionado a sus aliados de la vísp era .” ( “ H om bres de M a r en la H istoria ■Argentina” . Buenos A ires, 1941, piág. 3 0 6 .) LA ACTIVID A D DE LOS OPOSITORES El Salón Literario Cuando Juan M anuel de Rosas asumía la dictadura, comenzaban a actuar los jóvenes de la primera generación surgida del pronuncia­ miento de Mayo. Partidarios de las ideas liberales, esa pléyade de intelectuales había recibido las enseñanzas del período cultural rivadaviano, donde forjaron su in ­ clinación a la controversia políti­ ca, a la filosofía y a la oratoria. A partir del año 1830, esa mino­ ría culta y fogosa de jóvenes por­ teños — inclinada a los autores l i ­ berales franceses— solía reunirse en la casa de M ig u e l Cañé \ don­ de establecieron la Asociación de Estudios Históricos y Sociales. En 1835, la juventud ávida de saber se congregó en el Gabinete de Lectura establecido por Marcos Sastre en una habitación conti­ gua a su comercio de librería. Los sábados por la noche los estudio­ sos se reunían para discutir traba­ jos presentados por Esteban Eche­ verría, M ig u e l Cañé, Vicente Fid el López, Juan Bautista Alberdi, Juan M a ría G utiérrez y otros. En 1837, y ante el aumento de la concurrencia, Marcos Sastre trasladó su librería a un local pró­ ximo, pero más amplio — ubicado en la calle Victoria N 9 59— , e inauguró en el mes de junio el Salón Literario, donde se congre­ garon las figuras más destacadas del movimiento romántico de la época. Su misión era evidentemen­ te cultural y aunque sus miembros recibían las influencias ideológi­ cas europeas el movimiento tenía marcado carácter nacional. Las inquietudes del Salón L ite­ rario se dieron a conocer por m e­ dio del periódico “ La M oda” , di­ rigido por Juan Bautista Alberdi. Figuraba como “ gacetín semanal de música, de poesía, de literatu­ ra, de costumbres” . La difusión de las nuevas ideas se hizo con suma prudencia y por esto cada número estaba encabezado por un “ V iva la Federación” . El Salón Literario sólo desarro­ lló cuatro meses de intensa activi­ dad. Más tarde las reuniones de­ bieron interrumpirse por orden del gobierno. La prédica liberal que desarrollaban esos “ mucha­ chos reformistas y regeneradores” no fue del agrado de Rosas y Sas­ tre debió cerrar el Salón — mayo i M iguel Cañé (1 8 1 2 -1 8 6 3 ). Colaboró en la lucha contra Rosas, aunquej también se dedicó a las actividades literarias al margen de la política. N o debe confundírsele con su hijo —de igual nombre— autor de la conocida obra “ Juvenilia” . 384 llamada más 'Jtarde — cuando se reconstruyó en Montevideo, en 1846— Asociación de Mayo. En la noche del 23 de junio de 1838, se reunieron más de treinta y cinco jóvenes para escuchar a Echeverría, quien leyó el dogma o credo de la nueva asociación, con­ tenido en quince “ palabras sim­ bólicas” . de 1838— y desprenderse de las existencias de su librería, en tres remates sucesivos. Tam bién dejó de aparecer “ La M oda” . La A sociación de M ayo Esteban Echeverría se destacó en el Salón Literario por su pré­ dica cultural, sociológica y políti­ ca; había regresado de un viaje a París y esta circunstancia le otor­ gaba gran prestigio ante su audi­ torio. Después de cerrado el Salón, convocó a la juventud intelectual Para “ promover una asociación de jovenes que quisieran consagrarse a trabajar por la Patria” . Echeve­ rría, secundado principalmente por Alberdi y Gutiérrez, organizaron sociedad secreta, semejante a *as que se habían creado en esa ®Poca por Europa. Así surgió la ■Asociación de la Joven Argentina, Las “ palabras simbólicas” eran las siguientes: 1. Asociación. 2. Progreso. 3. Fra­ ternidad. 4. Igualdad. 5. Libertad. 6. Dios, centro y periferia de nuestra creencia religiosa: el cristianismo su ley. 7. El honor y el sacrificio, móvil y norma de nuestra conducta social. 8. Adopción de todas las glorias legí­ timas, tanto individuales como colec­ tivas de la Revolución; menosprecio de toda reputación usurpada o ilegítima. 9. Continuación de las tradiciones pro­ gresivas de la Revolución de Mayo. 10. Independencia de las tradiciones retró­ gradas que nos subordinan al antiguo régimen. 11. Emancipación del espí­ ritu americano. 12. Organización de la patria sobre la base democrática. 13. Confraternidad de principios. 14. Fu­ sión de todas las doctrinas progresivas en un centro unitario. 15. Abnegación de las simpatías que puedan ligarnos a las dos grandes facciones que se han disputado el poderío durante la Revo­ lución. El 8 de julio, los asociados pres­ taron juramento. La nueva enti­ dad de carácter político no tardó en contar con filiales en el inte­ rior del país. En San Juan ingresa­ ron Dom ingo Faustino Sarmiento, Dionisio Rodríguez, A ntonio Abe385 rastain y otros; en Córdoba lo h i­ cieron Vicente Fid el López, Fran­ cisco Álvarez, etc.; en Tucumán, M arco Avellaneda, B rígido Silva; en Catamarca, José Cubas, Eufra­ sio Quiroga, etc. Rosas consideró a los miembros de la Asociación como integrantes de una logia unitaria y en conse­ cuencia persiguió a los jóvenes adherentes. E l grupo se disolvió y Echeverría marchó a la campaña de Buenós Aires. Poco después, aquél redactó los comentarios a cada una de las palabras simbóli­ cas, escritos que fueron llevados por Alberdi a la vecina orilla 1 y publicados en el periódico “ El Iniciador” , de M ontevideo — 1 de enero de 1839— , con el título de: Código o declaración de principios que constituyen la creencia social de la República Argentina 2. En 1846, encontrándose Echeve­ rría proscrito, hizo publicar nue­ vamente su trabajo en M ontevi­ deo, esta vez en forma de libro y con el título que ha prevalecido: D ogm a Socialista de la Asociación de M ayo, precedido de una Ojeada Retrospectiva, que historia, amplía y comenta la obra. LOS PROSCRITOS Los hombres cultos de la época, de tendencia liberal, fueron los más tenaces opositores de Rosas. Aquellos que no compartían las directivas políticas del Restaura­ dor — unitarios o federales disi­ dentes—■ debieron trasladarse a países limítrofes para eludir las persecuciones de que eran objeto. Los proscritos se destacaron por su actividad literaria, en su ma­ yor parte de combate político. En el Uruguay podemos mencio­ nar al ya citado Echeverría; a Juan Bautista A lberdi, eminente jurista y erudito en ciencias socia­ les; a Juan M . Gutiérrez, verda­ dero exponente de la generación romántica; F lorencio Varela diri­ gió el periódico “ El Comercio del Plata” ; M ig u e l Cañé y Andrés Lamas fundaron “ E l Iniciador” . José Rivera lndarte, en princi­ pio partidario fanático de Rosas, más tarde lo combatió con pasión y violencia. En Montevideo diri­ gió el periódico “ El N acional” — órgano oficial de la revolu­ ción— y publicó varios escritos, entre ellos las “ Tablas de Sangre” y el panfleto “ Es acción santa ma­ tar a Rosas” . Según el historiador Adolfo Saldías, Rivera lndarte fue el que planeó un frustrado atentado contra Rosas. Éste era miembro de una sociedad de an­ ticuarios europea, organismo que le envió una caja de medallas por inter­ medio del ministro de Portugal. El obsequio fue interceptado en Mon­ tevideo por Rivera lndarte, quien re­ emplazó el contenido por dieciséis pe­ queños cañones con balas, que debían hacer fuego simultáneamente al abrir la tapa. Rosas recibió la caja y al día si­ guiente — 28 de marzo de 184-1—- la abrió su hija Manuelita, pero los re­ sortes de percusión fallaron; conviene aclarar que el dictador se encontraba en otra habitación. 1 Cuando se iniciaron las persecuciones contra los integrantes de la Joven Argentina, A lberdi —su vicepresidente— debió emigrar a Montevideo con varios partidarios y allí orga­ nizó la A s o c ia ció n de M a y o. Otros quedaron en Buenos Aires, en el llam ado C lu b d e los C in c o . Am bas agrupaciones lucharon tenazmente contra Rosas. 2 E l Código también fue publicado en el periódico “ E l Nacion al” , de Montevideo, entre los meses de febrero y marzo de 1839. 386 LA A C C IÓ N A RM A D A CON TRA ROSAS Levantam iento de Berón de A strad a El atentado sólo sirvió para ahondar las pasiones políticas y acrecentar los actos de homenaje al Restaurador. En Montevideo se creó la Co­ misión A rgentina, especie de go­ bierno en el exilio, cuya principal ocupación fue establecer alianzas con Francia, Inglaterra y Brasil, para derrocar a Rosas. En Chile se radicaron otros pros­ critos, entre ellos D om ingo Faus­ tino Sarmiento, quien colaboró en los periódicos “ E l M ercurio” , “ El Nacional” y “ E l Progreso” ; en este último publicó en forma de folletín su obra más destacada: F acundo. Otros perseguidos políticos mar­ charon a Bolivia, donde publica­ ron el periódico “ La Época” . El bloqueo francés perjudicaba no sólo a Buenos Aires sino tam­ bién a las provincias del litoral, debido a la paralización del tráfi­ co mesopotámico. Los gobiernos de Santa Fe y Corrientes — ene­ mistados con Rosas—- juzgaron que el conflicto se había producido a causa de una ley local, es decir, de Buentts Aires; por esto, se con­ sideraron ajenos al incidente y sostuvieron además que no habían sido consultados en la emergencia. El gobernador de Corrientes, Genaro Berón de Astrada, se su­ blevó contra Rosas y negoció una alianza con Rivera, jefe del Esta­ do Oriental, y con los franceses, por medio de la Comisión A rgen ­ tina. Luego declaró que la provin­ cia de Corrientes se consideraba “ desligada de la política e influen­ cia ominosa del gobernador de Buenos A ires” . El gobernador de Santa Fe, Es­ tanislao López, tampoco secundó a Rosas ante el conflicto. Estableció una alianza con Berón de Astrada y comisionó a su ministro D o m in ­ go Cullen para que entrara en negociaciones con el jefe de la es­ cuadra francesa. En esas circuns­ tancias falleció López y entonces Cullen fue elegido gobernador de Santa Fe. Los sublevados habían dispuesto que Rivera atacaría al rosista Pas­ cual Echagüe, gobernador de Entre Ríos, pero el caudillo oriental no movió sus efectivos, pues había iniciado negociaciones con Rosas. Por otra parte, la muerte de López alteró los planes. Su sucesor 387 Domingo Cullen fue depuesto por una revolución y reemplazado por el rosista Juan Pablo López, her­ mano del caudillo desaparecido. Acusado de conspirar en fa v o r de los unitarios y franceses, C u llen se re fu gió en la p rovin cia de Santiago d el Estero, pero su am igo e l gobernador F e lip e Ib a rra debió re m itirlo e n g rillad o a Buenos A ires , ante las exigencias de Rosas. P o r orden d el ú ltim o, C u llen fu e fusilado cuando la com itiva llegab a a l A r r o y o d el M e d io (2 2 de jun io de 1839). Terminada la guerra con Boli­ via, Rosas dispuso de tropas que envió al general Echagüe, quien entonces invadió la provincia de Corrientes para enfrentar a Berón de Astrada. La vanguardia federal, a las ór­ denes de Justo José de ZJrquiza, hi­ zo replegar a los defensores. F i­ nalmente, el grueso de ambos ejércitos chocó en la localidad de Pago Largo, el 31 de marzo de 1839. Después de una sangrienta batalla, los correntinos fueron completamente derrotados y más de ochocientos prisioneros cayeron pasados por las armas, entre ellos Berón de Astrada. Corrientes vol­ vió a depender de la Confedera­ ción Argentina y Rosas entregó medallas a los vencedores. Los M aza y la conjuración de 1839 Dijimos que después de haber sido disuelta la Asociación de la Joven Argentina los más compro­ metidos emigraron a Montevideo, donde organizaron la Asociación de Mayo. Otros quedaron en Bue­ nos Aires y a comienzos de 1839 formaron el Club de los Cinco \ cuya finalidad era derrocar a Rosas. Pronto consiguieron adhesiones, no sólo de unitarios sino también de federales distinguidos. E l co­ mandante Ramón Maza, de gran prestigio entre los partidarios del 1 Recibió este nombre porque en principio sus miembros fueron cinco jóvenes: Carlos T e je d o r, Jacin to R o d ríg u e z Peña, E n riq u e L a fu e n te , Santiago A lb a rra c ín y R afael Corválán. 388 Restaurador1, prometió apoyar el movimiento con sus tropas. Su pa­ dre era el doctor M a n u el Vicente M aza — amigo personal de Rosas y también entre los conjurados— , que ejercía las presidencias del Supremo Tribunal de Justicia y de la Legislatura. El plan consistía en un levanta­ miento armado de la campaña del sur de la provincia de Buenos Aires y el desembarco en ella de Lavalle, auxiliado por los france­ ses y los unitarios de Montevideo. Rodeado y sin el dominio de las aguas, el dictador no podría es­ capar. Las actividades de los complotados — reuniones secretas, corres­ pondencias con Montevideo— tras­ cendieron al conocimiento públi­ co 2; por su parte, Lavalle demoró más de lo convenido y los efectivos del sur tampoco respondieron con la rapidez requerida. Enterado desde tiempo atrás del movimiento, Rosas ordenó el 24 de junio la detención del comandan­ te Ramón Maza, cuando éste se disponía a partir para la campaña a fin de iniciar las operaciones. A su vez, y por mediación del cónsul norteamericano, ofreció al doctor M anuel Vicente M aza los medios para que se ausentara in ­ mediatamente de Buenos Aires; el último no aceptó a fin de poder ayudar a su hijo. En la noche del 27 de junio, el doctor M aza — ante la situación creada— se dirigió a la Legislatura para renunciar los cargos que des­ empeñaba. A llí fue asesinado. E l doctor M a z a pen etró en su des­ pacho y a la lu z de u n qu inqué escribió varios borradores, que destruyó al no sa­ tisfacerle los térm inos en que eleva ría su renuncia. E n esas circunstancias, dos hom bres emponchados irru m p ieron en la habitación y uno de ellos, M a ­ n u e l G aetán, hundió varias veces su puñal en el cuerpo d el anciano m a­ gistrado. A c to seguido, tom ó una hoja de la mesa y secó en ella el acero en ­ sangrentado de su arma. 1 Ramón M aza era un hombre joven y elegante —tenía 29 años— y estaba recién casado con Rosa Fuente, prima hermana de Encarnación Ezcurra, la esposa de Rosas, ya fallecida. 2 E l general Paz en sus “ Memorias” destaca que era imposible “ conservar un secreto que rodaba entre miles de depositarios” . Los detalles precisos de la conjuración fueron llevados a Rosas por el capitán M a rtín e z F on tes y los hermanos M ed in a Cam argo. 389 Amparados en la obscuridad de la noche, los asesinos h uyeron1. En la madrugada del día si­ guiente — 28 de junio— el coman­ dante Ramón M aza fue fusilado en la cárcel por orden de Rosas, quien luego dispuso archivar el sumario levantado con motivo de la conjuración, pues de otro modo, afirmó, “ habría sido preciso orde­ nar la ejecución de no pocos fede­ rales y unitarios de importancia” . La Revolución del Sur La conspiración ie los M aza te­ nía ramificaciones en la campaña sur de la provincia de Buenos Aires. Este nuevo movimiento es­ taba encabezado por Pedro Caste­ lli, M a n u el Rico y Am brosio Crámer, quienes — fracasada la con­ juración de la capital— solicitaron a Lavalle que desembarcara con su expedición en la costa sur; sin embargo, el último optó por mar­ char hacia el norte, para invadir por Entre Ríos, como luego estu­ diaremos. A pesar de todo, a mediados de octubre los revolucionarios dis­ pusieron que Rico levantaría el pueblo de Dolores, Crámer actua­ ría en Chascomús y Castelli apo­ yaría a éstos con los efectivos que se comprometió a reunir. Cuando Rosas supo que los revo­ lucionarios del sur no contaban con el apoyo de Lavalle, tomó las precauciones militares necesarias para sofocar el estallido; en segui­ da varias divisiones federales mar­ charon hacia los focos insurrectos. E l 7 de noviembre de 1839, las tropas de Prudencio Rosas vencie­ ron a los rebeldes en las proxim i­ dades de la Laguna de Chasco­ mús. Crámer cayó en la acción, y Pedro Castelli, hecho prisionero, fue degollado 2. El coronel Rico tu­ 1 G aetán fue luego fusilado por orden de Rosas. L a muerte del doctor M aza no está perfectamente aclarada, pues ambas facciones en pugna —unitarios y federales— se culparon mutuamente. Falta la constancia documental que arroje una luz definitiva sobre el crimen y destaque quiénes fueron los instigadores. 2 Castelli —hijo del procer— huyó, pero fue alcanzado por una partida y degollado por el soldado federal Juan Durán. L a cabeza del jefe revolucionario fue enviada a Dolores y allí expuesta en una pica por varios días en la plaza pública. 390 vo mejor suerte, pues se retiró en dirección a Tuyú, donde con 500 de sus hombres embarcó en naves francesas, para incorporarse luego en el ejército expedicionario de Lavalle. C am p añ a de La v alle en el litoral En repetidas oportunidades, los emigrados argentinos solicitaron al general Lavalle que encabezara una expedición contra Rosas. Des­ pués de iniciado el bloqueo, la Co­ misión Argentina -— por interme­ dio de Florencio Varela— insistió y finalmente, aunque con reparos, Lavalle resolvió organizaría, de­ bido a la colaboración de los fran­ ceses, quienes habían prometido barcos, armas y también aporte monetario. Por su parte, Rivera — el cau­ dillo oriental— postergó su ayuda, pues había iniciado un acerca­ miento secreto con Rosas, que no llegó a concretarse. Lavalle agrupó1 sus fuerzas — unos 600 hombres— en la isla de M artín García y resolvió in ­ vadir la provincia de Entre Ríos. Desembarcó cerca' de Gualeguaychú y el 22 de setiembre de 1839 venció en el combate de Yeruá. Después del triunfo, Lavalle se trasladó a Corrientes, donde reci­ bió la adhesión del nuevo gober­ nador, Pedro Ferré, quien había ocupado el cargo poco antes, debi­ do a una revolución. Aumentó sus fuerzas con efectivos correntinos y material bélico entregado por los franceses. Entretanto, el jefe rosista Echagüe — que luchaba en la Banda Oriental a favor de Oribe— fue derrotado por Rivera en los cam­ pos de Cagancha (29 de diciem­ bre) y debió replegarse a Entre Ríos. 391 Lavalle — al frente de unos 4.000 hombres— marchó hasta la localidad entrerriana de Diamante y en las alturas del arroyo Don Cristóbal libró un combate inde­ ciso contra Echagüe (10 de abril de 1840). El jefe unitario se retiró en dirección al río Paraná y el 16 de junio volvió a guerrear con­ tra Echagüe, esta vez en Sauce Grande. El triunfo correspondió al caudillo federal. Lavalle abandonó la provincia de Entre Ríos y utilizando naves francesas descendió por el Paraná hasta San Pedro, al norte de la provincia de Buenos Aires, donde desembarcó. De allí avanzó en di­ rección a Buenos Aires y cuando parecía que sus efectivos atacarían la capital se detuvo en Merlo. El jefe unitario demoró varios días en ese pueblo, a la espera de que la campaña se levantara en su apoyo y contingentes franceses reforzaran sus líneas, Pero no su­ cedió así, y entonces -—cuando Rosas ya había organizado su con­ traataque— Lavalle levantó el campamento y emprendió la reti­ rada en dirección a la provincia de Santa Fe, cuya capital pudo tomar después de vencer la resis­ tencia del general Eugenio Gar­ zón (25 de setiembre). Por esa época, llegó al general Lavalle la noticia del convenio celebrado entre Rosas y el barón Mackau, lo cual significaba un duro golpe para la campaña, por cuanto el jefe unitario perdía el apoyo de Francia, necesario en esas circunstancias en que la po­ blación santafecina se mostraba hostil y ejércitos rosistás avanza­ ban para combatirlo. LA C O A L IC IÓ N DEL N O R TE Las provincias coaligadab Después de la muerte de A le­ jandro Heredia 1, el gobernador de Tucumán, los unitarios de esa pro­ vincia *—vinculados a la Asocia­ ción de Mayo— se levantaron con­ tra Rosas por la prédica del doctor Marco Avellaneda, ministro de go­ bierno. El 7 de abril de 1840, el último — que presidía la Legisla­ tura— dio a conocer un decreto 1 Cierto día, encontrándose el gobernador Heredia en Salta, abofeteó al comandante G abino Robles en el transcurso de una reunión. E l humillado juró vengarse y el 12 de setiembre de 1838, cuando Heredia se dirigía a su estancia, Robles detuvo la galera en que viajaba el gobernador y lo último de tres balazos. 392 por el cual desconocía la autoridad del dictador y le retiraba la auto­ rización para dirigir las relaciones exteriores. Entretanto, Rosas había enviado a Tucumán al general Gregorio Aráoz de Lam adrid a retirar las armas facilitadas al difunto Here­ dia para su lucha contra Bolivia. Cuando el comisionado llegó a destino, no tardó en adherir al pronunciamiento, actitud que im i­ taron los gobiernos de Salta, Jujuy, Catamarca y L a Rioja, los cuales, juntamente con Tucumán, concre­ taron su alianza el 24 de se­ tiembre. Así surgió la denominada 1Coa­ lición del Norte” , cuyo jefe m ili­ tar fue Tomás Brizuela, goberna­ dor de La Rioja. 393 C a m p a ñ a s de Lavalle y Lam adrid Iniciada la lucha, Lamadrid avanzó sobre Córdoba y pudo ocu­ par la provincia ayudado por una revolución unitaria, que depuso al gobernador M anuel López. Lavalle se encontraba en Santa Fe y hostilizado por tropas federa­ les resolvió unir sus fuerzas con el g;eneral Lam adrid; con este propó­ sito, marchó a Córdoba; persegui­ do por Oribe, éste lo alcanzó con el ejército en Quebracho Herrado el 28 de noviembre de 1840. Lavalle sufrió una completa de­ rrota de funestas consecuencias, pues le significó — prácticamen­ te— el fin de su ejército. Por úl­ timo se encontró con Lamadrid e impuso su plan de operar con pe­ queñas divisiones separadas, frente a un enemigo superior en número. Mientras tanto, Oribe pudo pene­ trar en Córdoba y repuso al go­ bernador federal. Lamadrid se dirigió hacia Tucu­ mán y Lavalle a La Rioja, provin­ cias que — junto con Catamarca y Salta— eran las únicas que podían apoyar la campaña unitaria, pues las demás obedecían a las directi­ vas de Rosas. Oribe controlaba la provincia de Córdoba; el general Félix A ldao1 la de Mendoza; lo mismo sucedía con Nazario Benavídez en San Juan e /ba­ rra en Santiago del Estero; también San Luis obedecía al federal Lucio Lucero. Deseoso de dominar la región cuyana, L avalle destacó hacia Mendoza una división a las órde­ nes del coronel José Vilela, pero éste fue derrotado en San Calá (provincia de Córdoba) por efec­ tivos a las órdenes de Á n gel Pa­ checoi, enviado por Oribe. Otra columna unitaria, a las ór­ denes del coronel M ariano Acha, fue vencida por el caudillo Félix Aldao en Machigasta, La Rioja. En la misma provincia, el citado caudillo derrotó al general Brizuela -—jefe de la Coalición del N o r­ te— en la quebrada de Sañogasta y este último perdió la vida 2. Entretanto, Lamadrid avanzó con sus tropas hacia el sur y su vanguardia, a las órdenes del coro­ nel Acha, penetró en San Juan y derrotó a Félix Aldao en Angaco. El m ilitar unitario ocupó la pro­ vincia, pero el gobernador federal Benavídez reunió fuerzas superio­ res y consiguió vencer al coronel Acha, quien posteriormente fue decapitado 3. Lamadrid continuó la campaña y penetró con su ejército en la provincia de Mendoza, pero el ge­ neral Á ngel Pacheco, al frente de las fuerzas federales, lo derrotó el 24 de setiembre de 1841, en el sangriento combate de Rodeo del M edio. Ante la imposibilidad de reagrupar sus efectivos, Lamadrid — seguido por algunos oficiales— buscó refugio en Chile por el paso de Uspallata. J-°'S ,fx ° (1 7 8 5 -1 8 4 5 ), natural de Mendoza, fue religioso dominico, por eso también se le conoce como el fraile A ld a o ” . Desempeñó honroso comportamiento en la’ expedición de San M artin, aunque más tarde se mezcló en las guerras civiles y desde ese momento su personalidad es discutida. 2 Brizuela fue herido por su propio asistente, llamado Villafañe, y poco después murió. decanftádnld‘V _remill,° al cor°n e l.A e h a al campamento de Pacheco, donde el prisionero fue decapitado y su cabeza puesta a la expectación publica” . Fin de la coalición. Muerte de Lavalle Después de la derrota sufrida por los coaligados en Rodeo del Medio, los rosistas dominaban nuevamente en las provincias cuyanas y en La Rioja. Los federales salteños se habían reorganizado nuevamente y, para controlar la situación, el goberna­ dor de Tucumán, doctor Marco Avellaneda y el general Lavalle se dirigieron a Salta. En esas circunstancias, el gene­ ral Oribe — transformado en im ­ placable adversario— invadió T u ­ cumán, lo que obligó al m ilitar unitario y al doctor Avellaneda a bajar a la última provincia para oponerse a los federales. Con fuerzas desorganizadas y aunque la prudencia aconsejaba rehusar la lucha, Lavalle enfren­ tó a Oribe en Fam aillá — 19 de setiembre de 1841— y fue derro­ tado. E l primero logró salvarse di­ ficultosamente y emprendió el camino de Salta; no tuvo igual suerte Avellaneda, quien fue cap­ turado en M etán y su cabeza — cortada a cercén— expuesta cla­ vada en una lanza en la capital tucumana. José Cubas, de Catamarca, era el único gobernador coaligado que quedaba al frente de su gobierno. Para vencerlo, Oribe envió hacia esa provincia un batallón a las órdenes del coronel M ariano M a ­ za, quien logró imponerse y de­ mostró extrema crueldad para con los vencidos. La Coalición del N orte había llegado a su fin. Entretanto, Lavalle con un gru­ po de sus hombres se retiró hacia el norte con ánimo de ofrecer re­ sistencia, pese a sus escasos recur­ sos, y al llegar a Jujuy ocupó la casa que hasta poco antes habita­ ba el doctor Elias Bedoya. E l 9 de octubre, una partida del ejército federal descargó sus armas contra el portón de entrada y una 1 M arco Avellaneda h abía sido nombrado gobernador de Tucum án el 29 de mayo de 1841. 395 bala causó la muerte del general Lavalle, quien se había acercado hasta el zaguán. Los montoneros se alejaron sin enterarse de lo ocu­ rrido. Ante la proximidad de los ene­ migos y para evitar los acostum­ brados ultrajes, los despojos del general Lavalle — envueltos en su poncho y a lomo de caballo— fue­ ron conducidos a Bolivia por dos pequeñas columnas de sus hom­ bres 1. E l 24 de octubre de 1841, los restos fueron sepultados en la Catedral de Potosí, en el transcur­ so de una solemne ceremonia. EL G EN ERAL PAZ. LA GUERRA EN EL LITORAL La cam p añ a del general Paz La derrota de la Coalición del Norte permitió restablecer las autoridades federales en las pro­ vincias sublevadas; la guerra con­ tra Rosas prosiguió en el litoral, donde también intervino Fructuoso Rivera, el jefe del gobierno uru­ guayo. Después de ocho años de cárcel, el general José M a ría P a z 2 se trasladó a la Banda Oriental y luego pasó a Corrientes, cuyo go­ bernador, Pedro Ferré, lo nombró general en jefe del Ejército de Re­ serva. Con escasos medios y gra­ cias a sus brillantes aptitudes m i­ litares, Paz organizó en su campa­ mento de Villanueva un ejército aguerrido y disciplinado de unos 3.000 hombres. Enterado Rosas, dispuso que Pascual Echagüe — gobernador de Entre Ríos— invadiese la provin­ cia de Corrientes con sus efectivos, unos 5.000 hombres. Debido a la superioridad de las fuerzas atacan­ tes, Paz eludió en principio la batalla, pero interceptando con guerrillas las comunicaciones del enemigo, a la espera de que éste debilitara sus líneas. Apostados ambos ejércitos a ori­ llas del río Corrientes, Paz vadeó sigilosamente las aguas con sus tro­ pas y el 28 de noviembre de 1841, en las proximidades del paso de Caaguazú, derrotó completamente a Echagüe, después de dirigir el combate con habilidad de estrate­ go. “ Lástima grande — escribe el historiador Levene— que fuera una batalla de la guerra civil y no de la guerra emancipadora.” La victoria consolidó la posición de los unitarios en Corrientes y obligó a Echagüe a retirarse a su provincia, donde fue reemplazado en el gobierno por Justo José de Urquiza (15 de diciembre). La derrota federal in flu ya para que Juan Pablo López, goberna­ dor de Santa Fe, se pronunciara contra Rosas. Todo indicaba que Paz, por sus excelentes condiciones de guerrero, continuaría al frente de la campa­ L a difícil empresa de eludir a los enemigos con el cadáver de Lavalle fue dirigida por el oficial Juan Esteban Pcdernera. Cuando la comitiva llegó al pueblo de Huancalera los restos en descomposición fueron descarnados en las aguas de un arroyo. Hasta abandonar el territorio salteño. los soldados debieron luchar en varias ocasiones para defender los huesos del bravo guerrero de la Independencia. Como sabemos —capítulo X I I — el general Paz fue apresado el 10 de mayo de 1831 por una partida federal en la provincia de Córdoba. Permaneció detenido en la Aduana tti "oí? a° • 1A A £ , m SStieiV e ™ der, 1835’ en que fue trasladado al Cabildo de Luján. r® 2?’ Rosas ordenó su excarcelación, pero dándole por cárcel vistó con c o f Lavalle T n v lu 08 yA luego ¡reS' E1 3- da e Corrientes. r?brÜ de 1-840 logró fu « ar a> U ru « uay> d " " de » visto pasó la entre­ ña, que debía culminar en Buenos Aires; pero las ambiciones de R i­ vera sobre la provincia de Entre Ríos — y el resto del litoral— pro­ vocaron disidencias entre los jefes unitarios. Convencido del éxito de una campaña inmediata sobre Entre Ríos, el general Paz, contrariando disposiciones de Ferré, invadió di­ cha provincia; enterado de esto, el jefe oriental Rivera cruzó el río Uruguay al frente de sus tropas y también avanzó sobre territorio entrerriano. Entretanto Urquiza, que ya ha­ bía sido designado gobernador por los federales, debió retirarse ante la presión de las fuerzas adver­ sarias. Paz llegó a la ciudad de Paraná y allí fue nombrado gobernador, pero su mandato fue efímero, pues Ferré dispuso llevarse las tropas correntinas a su provincia y dejó indefenso al general unitario; éste optó por renunciar y marchó al Uruguay. La derrota de los unitarios Alejado Paz, Rivera quedó al frente de la campaña contra Rosas. Después de sus victorias en el interior del país, Oribe con un po­ deroso ejército federal penetró en Santa Fe y venció a Juan Pablo López. Luego marchó hacia la cos­ ta entrerriana sobre el río Uru­ guay y el 6 de diciembre de 1842 derrotó a Rivera en la encarnizada batalla de A rroyo Grande. E l úl­ timo, que operaba en territorio ar­ gentino con tropas de Ferré y L ó ­ pez, huyó precipitadamente del campo de acción. A l frente de la caballería fede­ ral entrerriana se destacó Urquiza, quien luego ocupó la provincia de Corrientes al abandonarla Ferré. El "sitio grande" de Montevideo Luego de su derrota, Rivera cru­ zó el río Uruguay y marchó a la Banda Oriental, mientras el ejér­ cito de Oribe tenía abierto el ca­ 397 S o ld a d o s d e l e jército d e O r ib e qu e lu ch aro n en el lla m a d o "sitio g r a n d e " d e M o n tev id e o , se g ú n u n a a c u a re la de la é p o ca . rrestres, Oribe no se decidió a to­ mar por asalto la plaza y en con­ secuencia la lucha se redujo a encuentros parciales con contin­ gentes defensores que operaban en la campaña. En ayuda de Oribe, Rosas envió a Justo José de Urquiza, quien venció a Rivera en India M uerta, el 27 de marzo de 1845; el último volvió a sufrir otra gran derrota y debió buscar refugio en el Brasil. La victoria federal no hizo variar la situación en Montevideo. mino a Montevideo. Ante el curso de los sucesos, los emigrados de la Comisión Argentina influyeron pa­ ra que la última ciudad fuera co­ locada en estado de defensa. Se or­ ganizó un ejército de reserva, pues­ to en principio bajo el mando su­ premo del general Paz, pero luego — debido a la oposición de Rive­ ra—- sólo fue designado coman­ dante de armas. E l m ilitar argentino demostró nuevamente sus relevantes condi­ ciones y con escasos recursos arti­ lló los lugares estratégicos y trazó una eficaz línea de fortificaciones. Oribe avanzó en territorio orien­ tal y el 16 de febrero de 1843, al frente de unos 9.000 hombres, acampó en el Cerrito, donde enarboló la bandera argentina. Así se inició el sitio de Montevideo — lla ­ mado “ sitio grande” — que se pro­ longó hasta el 8 de octubre de 1851. Voluntarios organizados en le­ giones sostuvieron la tenaz defen­ sa de Montevideo, que ha sido ca­ lificada de “ episodio troyano” 1. Así se destacaron la L egión A rgen­ tina (500 hombres) a las órdenes de Eustaquio D íaz Vélez; la L e ­ gión Italiana (600 hombres) al mando de José G a rib a ld i2 y la L e ­ gión Francesa (2.000 hombres) di­ rigida por el coronel Juan T h iebaut. En su m ayor parte, el sitio se lim itó a la campaña, por cuanto Montevideo recibió ayuda de v í­ veres por parte de naves de Fran­ cia e Inglaterra, potencias que nuevamente participaban en la po­ lítica rioplatense, como en seguida estudiaremos. Con respecto a las acciones te­ 1 Por Bartolomé Mitre, que participó en el sitio como 2 G a rib a ld i (1 8 0 7 -1 8 8 2 ), patriota italiano que y militó en las filas de la Joven Italia. Cuando fracasó al Kio de la Plata y luego -v u e lt o a E u r o p a - luchó en artillero de Rivera. abrazó la causa del liberalismo la revolución de 1830, se dirigió fa v o r de la unificación de Italia. INTERVENCIÓN A N G LO -FR A N C ESA Fra casa la misión O useley-D effaudis Después de ordenar el sitio de Montevideo, Rosas también decla­ ró bloqueado el puerto y cerrada la navegación por los ríos Paraná y Uruguay. E l almirante G u ille r­ mo Brown fiie designado jefe de la flotilla bloqueadora. Ante el peligro de una inminen­ te rendición, Rivera y los em igra­ dos de la Comisión Argentina so­ licitaron nuevamente la ayuda de Francia e Inglaterra. E l comodoro Purvis — comandante naval britá­ nico en Sudamérica— protestó an­ te Rosas per el bloqueo, debido a la nacionalidad del jefe y de los tripulantes de las naves argenti­ nas Cuando el almirante Brown se disponía a operar sobre una isla próxima a Montevideo, su flotilla fue interceptada por naves britá­ nicas y debió desistir de su inten­ to. Por su parte, las últimas reaprovisionaban a Montevideo y des­ embarcaban material bélico. En agosto de 1843, Florencio Vareía partió hacia Londres — envia­ do por el gobierno uruguayo y los emigrados argentinos—• para ges­ tionar una ayuda más activa de Inglaterra en la lucha contra Ro­ sas. E l comisionado no obtuvo una respuesta categórica y entonces pa­ só a París, donde tampoco sus ges­ tiones alcanzaron mayor éxito. A mediados de 1845, llegó a Buenos Aires G u illerm o Ouseley, enviado diplomático de Gran Bre­ taña, con el propósito de poner fin a la guerra en la Banda Oriental y garantizar la independencia de esa república. Poco después, arribó el barón Deffaudis en representa­ ción de Francia. N o se llegó a ningún acuerdo porque los diplomáticos exigieron i Purvis argumentó que la mayoría de los oficiales y tripulantes de las naves argentinas eran británicos y que de la misma nacionalidad era el almirante Brown. Sostuvo ademas que de producirse actos de hostilidad contra Montevideo, las embarcaciones de Buenos Aires serían tratadas como si fueran piratas. 399 El combate de O b lig ad o el retiro de las tropas argentinas que actuaban en la Banda Oriental. Ouseley y Deffaudis pasaron a Montevideo y reforzaron la defen­ sa de la plaza con tropas anglofrancesas. Naves de las potencias aliadas se apoderaron de las pocas embarcaciones de Brown, las cuales — ahora con pabellón oriental— fueron puestas a las órdenes de Jo­ sé Garibaldi, quien con el apoyo de la escuadra europea tomó la Colonia y poco después la isla de M artín García. Los anglo-franceses remontaron el río Uruguay y Garibaldi saqueó la población de Gualeguaychú. El 18 de setiembre de 1845, los ministros Ouseley y Deffaudis de­ clararon el bloqueo al puerto y a las costas de Buenos Aires. Ante la certeza de que las naves europeas remontarían el Paraná, Rosas dispuso fortificar la orilla derecha del río, en el paraje co­ nocido por Vuelta de Obligado, al norte de la provincia de Buenos Aires 1. En ese lugar, el ancho del Paraná no excede los 700 metros y por allí debían pasar forzosa­ mente las naves enemigas, si pre­ tendían incursionar por el norte mesopotámico. Sobre un recodo de la costa y aprovechando como de­ fensa natural un barranco, el ge­ neral L ucio M ansilla instaló cua­ tro baterías 2. Para obstruir el paso de la flota anglo-francesa aguas arriba y obli­ garla a batirse si pretendía cru­ zarlo, fueron colocadas — de costa a costa— gruesas cadenas de hie­ rro, sujetas a unos veinte lanchones. Protegidos tras las sinuosida­ des del terreno y los montes de la región, unos 2.000 hombres se aprestaron a la defensa. El 20 de noviembre de 1845, on­ ce naves anglo-francesas, poderosa­ mente artilladas 3, trataron de cru­ zar la Vuelta de Obligado y en­ tonces se originó un violento com­ bate, que concluyó al cabo de siete horas con la destrucción de las fortificaciones. 1 E n t r e la s a c t u a l e s p o b l a c i o n e s d e S a n P e d r o y R a m 2 L a s c u a t r o b a t e r í a s e s t a b a n a la s ó r d e n e s d e lo s ( h i j o d e l a l m i r a n t e ) , Felipe Palacios y ■’ L a s e m b a r c a c i o n e s e u r o p e a s u t i l i z a b a n c a ñ o n e s d e b a l a s d e n o m i n a d a s “ p a i x h a n s " , p r o v i s t a s d e e s p o le t a s e n r e la c ió n c o n o tra s a rm a s d e esa é p o c a . Eduardo Brown a llo . s ig u ie n t e s m i l i t a r e s : Alvaro Alzogaray, Juan Bautista Thorne. g ru e s o c a lib r e , o d e to n a d o res , v a r io s d e e llo s c o n d e m o r tífe r o poder Forzado el paso, las naves euro­ peas ascendieron por el Paraná, precediendo a numerosos barcos mercantes cargados de mercaderías. La expedición llegó hasta las pro­ ximidades de la Asunción, aunque su éxito comercial fue escaso. Fin de la intervención europea La larga cuestión del Río de la Plata, que ya provocaba rozamien­ tos entre los diplomáticos anglofranceses, motivó el envío por am­ bas potencias de dos comisionados destacados: el inglés lord Juan Howden y el francés conde A le ­ jandro Walewsky, quienes arriba­ ron a Buenos Aires en los prime­ ros días de mayo de 1847. Las negociaciones se iniciaron satisfactoriamente, pero debieron interrumpirse cuando Rosas exigió que su aliado Oribe fuera recono­ cido presidente del Uruguay y sos­ tuvo que la navegación del Paraná era un atributo de la soberanía argentina. Los diplomáticos europeos par­ tieron de Buenos Aires en direc­ ción a Montevideo y desde a llí se trasladaron al campamento de Ori­ be, a quien propusieron un armis­ ticio. El último accedió y entonces Howden — el 15 de julio de 1847— comunicó al jefe de las fuerzas na­ vales británicas en el Plata que procediera a levantar el bloqueo de Buenos Aires. W alew sky no adhi­ rió a esa actitud y en consecuencia los franceses continuaron el asedio. Entretanto, los gobiernos de Francia e Inglaterra dispusieron llegar a un acercamiento con am­ bos bandos uruguayos en lucha — Oribe y Rivera— sin la interven­ ción de Rosas. De tal manera, se confió una nueva misión al inglés Roberto Gore y al francés barón de Gros. Los plenipotenciarios lle ­ garon a Montevideo el 21 de mar­ zo de 1848, un día después de caer asesinado Florencio Varela, uno de los más destacados adversarios de Rosas 1. 1 F lo r e n c io V a r e la f u e t e m ib le a d v e r s a r io d e B o s a s y d e O r ib e . E n a g o s t o d e 1 8 2 9 se h a b í a r a d i c a d o e n M o n t e v i d e o y h a b it a b a c o n su e s p o s a e h ijo s e n l a f i n c a N ? 9 0 d e la c a l l e d e la s M i s i o n e s . A l l í f u e a s e s i n a d o p o r l a e s p a l d a e n l a n o c h e d e l 2 0 d e m a r z o d e 1 8 4 8 , c u a n d o p r e t e n d ía e n tra r e n su casa. E l a s e s in o f u e d e t e n i d o y s e l l a m a b a Andrés Cabrera. A l g u n o s h i s t o r i a d o r e s o p i n a n q u e O r i b e i n s t ig ó e l c r im e n , y o t r o s , q u e s e d e b i ó a m o t iv o s p a s io n a le s . 400 401 Los mediadores se dedicaron a cumplir con su tarea y, aunque las negociaciones fueron aceptadas por los jefes de ambas facciones orien­ tales, debieron interrumpirse por la oposición de Rosas, quien no deseaba verse eliminado en su fun­ ción de árbitro. A pesar de todo, Francia levantó el bloqueo al puer­ to de Buenos Aires el 16 de junio de 1848. A l promediar el siglo xix, Eu­ ropa se hallaba convulsionada por el .auge de las doctrinas liberales. En febrero de 1848, abdicó el rey Luis Felipe de Francia y se pro­ clamó la segunda República; mo­ vimientos liberales también se pro­ dujeron en Italia, Alem ania y Aus­ tria. El nuevo gobierno francés dis­ puso mejorar sus relaciones inter­ nacionales y poner término al con­ flicto con la Confederación A rgen ­ tina. Por su parte, el gabinete in­ glés — ante las ventajas derivadas del levantamiento del bloqueo— envió a E nriqu e Southern, cuya habilidad y diplomacia le permi­ tieron conseguir la adhesión de Ro­ sas y en esta forma suscribir, el 24 de noviembre de 1849, una Con­ vención definitiva de paz. Francia destacó con nuevas ins­ trucciones al contraalmirante Le Prédour, quien debió ceder ante las exigencias de Rosas y firm ó el 31 de agosto de 1850 un tratado de paz — semejante al subscrito por Inglaterra— por el cual la po­ tencia europea retiraba sus tropas del Plata, reconocía la soberanía argentina sobre los ríos interiores y devolvía la isla de M artín Gar­ cía. La intervención de Francia e Inglaterra en nuestras disensiones internas motivó que el general San M artín — desde su ostracismo en Europa— censurara la actitud de dichas potencias. Por cláusula testamentaria dispuso que su sable fuera entregado “ al ge­ neral de la República Argentina Juan Manuel de Rosas, como una prueba de satisfacción que como argentino, he tenido al ver la firmeza con que ha sostenido el honor de la República, con­ tra las injustas pretensiones de los ex­ tranjeros que trataban de humillarla” . A C C IÓ N DE URQUIZA EN EL LITORAL Corrientes se pronuncia contra Rosas Luego de la derrota de Pedro Ferré en Arroyo Grande, Corrien­ tes se incorporó al resto de la Con­ federación Argentina. Sin embar­ go, la provincia era hostil a Rosas, lo que motivó que unos cien emi­ grados en territorio brasileño, a las órdenes de los hermanos Joaquín y Juan Madariaga, cruzaran a f nado el río Uruguay y penetraran en el territorio para deponer a las autoridades rosistas. Se produjo una revolución a cuyo término Joa­ quín Madariaga fue nombrado go­ bernador de Corrientes (agosto de 1843). Éste firm ó una alianza con el Paraguay y con Juan Pablo López — hermano de Estanislao— , gobernador de Santa Fe. También llamó al general Paz y lo puso al frente del ejército, para que ejer­ ciera la dirección de la guerra en el litoral. Por su parte, Urquiza estaba amenazado por las fuerzas nava­ les anglo-francesas y por el ejército del general Paz en Corrientes; a comienzos de enero de 1846, el caudillo entrerriano dispuso avan­ zar sobre la última provincia, pa­ ra adelantarse al general unitario, antes que éste recibiera refuerzos del Paraguay. Urquiza avanzó sobre Corrien­ tes y el 4 de febrero de 1846 ven­ ció y tomó prisionero en Laguna L im p ia a Juan Madariaga. A pe­ sar de su triunfo, el caudillo en­ trerriano se retiró y dio por terminada su campaña sobre Corrientes El Tratado de A lc a ra z El^ prisionero Juan Madariaga entró en negociaciones con U rqu i­ za, sobre la base de quitar del mando de las tropas correntinas al general Paz; así se hizo, y el úl­ timo fue destituido y se retiró a la Asunción. Entonces Urquiza invitó al go­ bernador Joaquín Madariaga a una entrevista en Alcaraz, provincia de Entre Ríos, donde ambos — en agosto de 1846— firmaron un tra­ tado de alianza. De acuerdo con sus cláusulas, las provincias de Entre Ríos y Corrientes deponían las armas y la última adhería a la Confederación, delegaba en Ro­ sas las relaciones exteriores y se comprometía a respetar el Pactó Federal de 1831. Por una dispo­ sición secreta, Corrientes no coope­ raría ante la intervención anglofrancesa y en el sitio de M onte­ video. El Tratado de Alcaraz debía ser ratificado por Rosas, pero éste lo rechazó. Urquiza debió anularlo y las hostilidades se reanudaron en­ tre ambas provincias. El caudillo entrerriano avanzó sobre Corrientes al frente de 7.000 hombres y entonces Madariaga — con 5.000 hombres— tomó posi­ ciones en el campo de Vences. El encuentro se produjo el 27 de no­ viembre de 1847 y después de san­ grienta lucha Urquiza obtuvo una completa victoria. En reemplazo de Madariaga — que huyó— la Legislatura correntina designó gobernador al co­ ronel Benjamín Virasoro, amigo de Urquiza. RELACIO NES CO N PAISES LIMÍTROFES P arag u ay Parte integrante del virreinato del Río de la Plata, el Paraguay inició — después de la Revolución de M ayo— una política exterior de aislamiento durante el mando del dictador Gaspar Rodríguez de Francia, quien proclamó desde un principio la independencia de su país. Organizado el nuevo Estado, resistió no sólo el dominio espa­ ñol, sino también la influencia de sus vecinos, la Argentina y el Brasil. En setiembre de 1840, falleció Rodríguez de Francia y dos años después un Congreso General Ex­ traordinario dispuso ratificar la in­ dependencia y creó el pabellón y los sellos nacionales. Poco después fue elegido presidente de la repú­ blica Carlos A ntonio López, quien a pesar de su título siguió man­ teniendo el despotismo. La ante­ rior política aislacionista fue mo­ dificada y el Paraguay entró por vez primera en relaciones con los países vecinos. Fue enviado un comisionado a Buenos Aires para recabar el reco­ nocimiento de la independencia paraguaya, pero Rosas se negó, ar­ gumentando que aquel territorio pertenecía a la Confederación A r­ gentina y que una medida de tanta importancia sólo podía aceptarla después de consultar a las demás provincias. López no tardó en incorporarse en la turbulenta política del Río de la Plata en contra de Rosas y con el apoyo del Brasil. Decidió in ­ tervenir en el litoral argentino y cuando Rosas cerró el tráfico por el Paraná, para impedir el comer­ cio flu vial de Corrientes, López firm ó una alianza con la última provincia y envió tropas al gene­ ral Paz, en un intento que fracasó. Brasil Después de jurada la indepen­ dencia del U ruguay —-julio de 1830— , el Brasil se lim itó a man­ tener vina neutralidad aparente, vacilante y a veces contradictoria. Debió afrontar graves problemas de política interna, como la revo­ lución de carácter republicano y separatista de Río Grande 1, cuyos dirigentes habían establecido un convenio de ayuda recíproca con los orientales partidarios de Rivera y con los emigrados argentinos. Después de la pacificación de Río Grande, el imperio se mostró cauteloso en política exterior, pues desconfiaba de Rivera y de Oribe, al mismo tiempo que temía una agresión de Rosas; en previsión de esta última, se inclinó hacia el Pa­ raguay, cuya independencia reco­ noció. La participación de Rosas en fa ­ vor de Oribe en la Banda Oriental motivó una protesta del Brasil, pero cuando el gobierno de Buenos Aires exigió que — de acuerdo con el artículo V de la Convención de 1828— se pronunciara ante la in ­ tervención anglo-francesa, la can­ cillería imperial no se expidió. quien trataba de atraer desde 1845— para derrocar a Rosas. C h ile Los emigrados argentinos en Chile iniciaron una activa campa­ ña contra Rosas, mientras el go­ bierno de aquel país — aprove­ chando la difícil situación creada por el bloqueo anglo-francés— en­ vió una expedición al sur, que des­ embarcó el 21 de setiembre de 1843 en Puerto Hambre (península de Brunswick) y tomó posesión “ del estrecho de Magallanes en nombre de la República de Chile” . Rosas presentó una form al pro­ testa ante el gobierno trasandino, por cuanto el poblado — Puerto Hambre— había sido erigido en territorio argentino. Chile se mantuvo en su posición, pero se ofreció a resolver amiga­ blemente el entredicho, mientras Rosas comisionaba a los publicis­ tas Dalmacio Vélez Sársfield y Pe­ dro de Angelis para que compul­ saran los antecedentes y títulos le­ gítimos de la Argentina. El problema siguió pendiente hasta 1902, en que por fallo arbi­ tral correspondió a Chile el domi­ nio del estrecho. Era evidente que el Brasil había re­ conocido la independencia oriental pe­ ro en forma clandestina intentaba nue­ vamente su anexión. Cuando Florencio Varela se dirigió a Europa para solicitar un más amplio apoyo por parte de Francia e Ingla­ terra, el Brasil comisionó al vizconde de Abrantes para que cumpliera idén­ ticas gestiones en Londres, las que tam­ poco prosperaron. Temeroso de Rosas, el Brasil no descansó en aplicar su plan para derribarlo y lograr su antigua am­ bición de dominio sobre la cuenca del Plata. Después de sus triunfos en el litoral, Urquiza se convirtió en una destacada figura política, por lo cual la diplomacia brasileña apoyó al caudillo entrerriano — a 1 Acaudillada por Bentos G ongalves, la revolución de los “ farrapos” (h arap os) se inició en Porto Alegre (1 8 3 5 ) y no tardó en extenderse a otras regiones del sur del Brasil. A l cabo de nueve años de guerra, fue sofocada por el C on d e de Caxias. 404 405 CUESTIONARIO 1. ¿Q ué dispuso el plebiscito de marzo de 1835? 2. ¿Cuáles fueron las primeras disposiciones de Rosas al frente del gobierno? 3. ¿Q ué medidas tomó en materia de economía? 4. ¿Cómo surgió el régimen dictatorial? 5. ¿Q ué política interna aplicó Rosas? 6. ¿Cómo era la vida social modelada por la dictadura? 7. ¿Y el ambiente cultu­ ral? 8. ¿Q ué incidente produjo en las M alvinas la corbeta norteame­ ricana "Lexington"? 9. ¿Cómo Inglaterra las tomó por la fu erza? 10. ¿Q ué política internacional siguió Bolivia bajo el m andato del mariscal Santa C ruz? 11. ¿Cómo fue disuelta la Confederación Peruano-Boliviana? 12. ¿Cómo llegó nuevamente Rivera al gobierno de la Banda O riental? 13. ¿C uál fue el motivo inmediato del con­ flicto con Francia? 14. ¿Por qué fue apresado el ginebrino Bacle? 15. ¿Cuándo se inició el bloqueo francés? 16. ¿Q ué dispuso la con­ vención A rana-M ackau? 17. ¿Q ué estudiosos se reunían en el G a ­ binete de Lectura de Marcos Sastre? 18. ¿Cuándo se inauguró el Salón Literario? 19. ¿Cómo surgió la Asociación de la Joven A r­ gentina? 20. ¿Q ué actividad opositora cumplieron los proscritos? 21. ¿Cómo se produjo el levantamiento de Berón de A strad a? 22. ¿Cómo lo sofocó Rosas? 23. ¿Q ué finalid ad persiguió el Club de los Cinco? .24. ¿Q ué plan revolucionario concibieron los M aza ? 25. ¿Cómo fracasó la Revolución del Sur? 26. ¿Q ué cam paña cumplió Lavalle en el litoral? 27. ¿Por qué no cumplió el objetivo de su cam paña? 28. ¿Q ué provincias integraron la Coalición del Norte? 29. ¿Q ué luchas libraron Lavalle y Lam adrid contra las fuerzas rosistas? 30. ¿Cómo llegó a su fin la Coalición del Norte? 31. ¿Dónde cayó asesinado Lavalle? 32. ¿Q ué cam paña cumplió Paz en el litoral? 33. ¿Q ué actitud asumió Rivera? 34. ¿Dónde fue derrotado? 35. ¿Cuándo se inició el sitio grande de Montevideo? 36. ¿Cómo intervinieron Francia e Inglaterra en esos momentos? 37. ¿Por qué se produjo el combate de O bligado ? 38. ¿Q ué tram itaciones diplo­ máticas permitieron llegar al fin de la intervención europea? 39. ^ ¿Cómo enfrentó a Rosas el gobierno de Corrientes? 40. ¿Q ué dis­ puso el Tratado de A lc a ra z ? 41. Resuma las relaciones internacio­ nales seguidas por el gobierno de Rosas con P arag u ay, Brasil y Chile. Pronunciamiento de Urquiza. Se inicia la cam paña. Caseros. Los sucesos inmediatos. Acuerdo de San N icolás. Actitud de Buenos Aires frente a Urquiza. La Constitución de 1853. Pre­ sidencia de Urquiza. La provincia de Buenos Aires. Buenos Aires y la Confederación. Presidencia de Derqui. P R O N U N C IA M IE N T O DE U R Q U IZ A Los antecedentes En 1850 no se libraban luchas en el territorio de la Confederación Argentina. Todas las reacciones unitarias habían fracasado y hasta las más destacadas figuras de la oposición — que bregaban con la Pluma— ya no combatían con su antiguo ardor. Rosas había resuelto favora­ blemente las enojosas cuestiones con Francia e Inglaterra, mientras que el sitio de Montevideo — sos­ tenido por Oribe— no significaba un problema de gravedad para su gobierno. Las provincias permane­ cían subordinadas y los goberna­ dores repetían con obsecuencia su adhesión al Restaurador. En Entre Ríos la situación era distinta. Desde tiempo atrás Justo José de U rquiza estaba distanciado de Rosas y conspiraba para derri­ barlo. Aquella provincia había me­ jorado su administración, elevado el orden cultural y ambicionaba mejoras económicas; en este último aspecto, el proteccionismo comer­ cial decretado para su provincia por el gobierno de Buenos Aires perjudicaba a Entre Ríos, que de­ bía soportar el cierre de la nave407 gación de los ríos Paraná y U ru­ guay. Las divergencias entre Urquiza y Rosas se hicieron públicas cuan­ do el segundo rechazó el Tratado de Alcaraz — que había sido fir­ mado sin su consentimiento— y desautorizó al caudillo entrerriano. Con todo, Urquiza acrecentó su prestigio m ilitar después de la vic­ toria obtenida en Vences. A comienzos de 1850, los pro­ yectos de Urquiza para derribar a Rosas estaban en plena madurez. El movimiento se preparaba desde tiempo atrás, por medio de agen­ tes confidenciales que mantenían vinculaciones con las autoridades de la plaza sitiada de Montevideo y con representantes diplomáticos del Brasil. Las relaciones entre este último país y el gobierno de Buenos A i­ res eran tensas, pues Rosas obraba como protector de la Banda Orien408 tal y apoyaba militarmente al ge­ neral Oribe. Por su parte, el impe­ rio temía la expansión territorial argentina y desde m uy antiguo ambicionaba el dominio de los ríos mesopotámicos, para beneficiar las comunicaciones y el comercio de los estados brasileños del sur. Por esas épocas, bandas armadas de aquella nación invadieron el territorio uruguayo — con apoyo de los riveristas— y arrearon gran cantidad de ganado. El general Guido — ministro de Rosas ante el gabinete brasileño— presentó una enérgica protesta, que culminó con la ruptura de relaciones entre Bue­ nos Aires y el gobierno de Río de Janeiro (octubre de 1850). Desde ese momento, el Brasil resolvió participar activamente en la cam­ paña a iniciarse para vencer a Oribe y derrocar a Rosas. Urquiza se unió con el goberna­ dor de Corrientes — Virasoro— pa­ ra derribar a Rosas. Enterado Ori­ be de las negociaciones, comunicó a Rosas que estaba pronto para marchar sobre Entre Ríos con su inactivo ejército, pero el segundo — inexplicablemente, no se daba cuenta de la situación imperante— lo contuvo, para que continuara con el sitio de Montevideo. El pronunciam iento Mientras en los círculos allega­ dos a Rosas ya se hablaba de “ trai­ ción” , U rquiza dirigió el 5 de abril una circular a los goberna­ dores de las provincias, exhortán­ dolos a aceptar la renuncia que periódicamente presentaba el go­ bernador de Buenos Aires y que era costumbre rechazar. El 1 de mayo de 1851, Urquiza anunció su ruptura con Rosas por medio de un decreto conocido his­ tóricamente como “ el pronuncia­ miento” . Después de aceptar la re­ nuncia presentada repetidas veces por el último, declaraba que la provincia de Entre Ríos reasumía el ejercicio de las relaciones ex­ teriores — que habían sido otor­ gadas a Rosas por el Pacto Federal de 1831— y también el derecho a “ entenderse directamente con los demás gobiernos del mundo” . En consecuencia, la provincia de En­ tre Bíos quedaba separada del resto de la Confederación. Por otro decreto de la misma fe­ cha, Urquiza dispuso abolir el le­ ma “ /M ueran los salvajes unita­ rios!" reemplazándolo por “jM u e ­ ran los enemigos de la Organiza­ ción N a cion al!” . La adhesión solicitada por U r­ quiza a los demás gobernadores de la Confederación no halló eco favorable y — con excepción de Corrientes— esos mandatarios se mantuvieron obedientes a Rosas. SE IN ICIA LA C A M PA Ñ A Capitulación de O ribe A fines de marzo de 1851, el go­ bierno de la provincia de Entre Ríos suscribió con el de Uruguay y del Brasil una alianza ofensiva La d isposición p o lític a por la cu a l U r­ q u iz a se p ro n u n ció co n tra el g o b ie rn o de R osas fu e el d e cre to d e l 1 de m ayo de 1851 q u e fig u r a en la ilu s­ tració n . y defensiva, destinada a terminar con el largo sitio de Montevideo, expulsar a Oribe y luego iniciar operaciones para derribar a Rosas. De acuerdo con lo pactado, U r­ quiza al frente de unos 6.500 hom­ bres cruzó el río U ruguay e in ­ vadió el territorio oriental, mien­ tras parte de la escuadra brasileña penetraba en el Río de la Plata. Ante el avance de las tropas de Urquiza, buena parte de las fuer­ zas de Oribe se dispersaron. Fin al­ mente, el último — considerando inútil toda resistencia— firm ó el 8 de octubre de 1851 una capitu­ lación honrosa. Se consideraban le­ gales todos sus actos de gobierno y no se establecían diferencias entre vencedores y vencidos. Así term i­ nó el largo sitio de Montevideo. Concluida sin derramamiento de sangre esta primera etapa de la Justo José de U rquiza (1801-1870). M ilitar y estadista argentino. Dio tér­ mino a la dictura de Rosas al triunfar en la batalla de Caseros. Director Pro­ visorio de la Confederación, logró reu­ nir un Congreso G e n e ral Constituyente. No pudo dom inar la rebeldía de la p r o v in c ia d e B u e n o s Aires. Pereció asesinado. Iniciada la cam paña contra Rosas, el Ejér­ cito G ra n d e a las órdenes de Urquiza cruza el río P araná, cerca de Diamante, e invade la provincia de Santa Fe. (G ra ­ bado publicado en París, en el año 1852.) campaña, los aliados resolvieron concretar la acción directa contra Rosas y para esto se reunieron en Montevideo los representantes de Entre Ríos (agregada Corrientes), Brasil y Uruguay. Por la convención firmada el 21 de noviembre de 1851 se establecía — artículo V — que el propósito de los aliados era “ liberar al pueblo argentino de la opresión que sufre bajo la dom inación tiránica del go­ bernador Juan M an u el de Rosas” . Por otras cláusulas se entregaba el mando de los efectivos al general Urquiza, mientras el Brasil coope­ raría con 3,000 infantes, un regi­ miento de caballería, dos batallo­ nes de artillería y la escuadra. 1 ambién aportaba un subsidio mensual de 100.000 patacones, pa­ ra cubrir los gastos bélicos que debían pagarse concluido el con­ flicto, al 6 % de interés anual. El Uruguay debía suministrar hom­ bres y armamentos. El avance del Ejército Grande Urquiza acampó a orillas del Paraná, próximo a Diamante. En esos momentos, el ejército aliado, denominado E jército Grande, se componía de unos 30.000 hombres, de los cuales cerca de 24.000 eran argentinos y el resto brasileños y uruguayos. En el territorio orien­ tal estaba listo un ejército de re­ serva, integrado por 10.000 brasi­ leños. Mientras tanto, Rosas no tomaba ninguna medida que la prudencia le hubiera aconsejado en tales cir­ cunstancias. A mediados de diciembre, U r­ quiza inició las operaciones con el cruce del río Paraná y la inva­ sión de la provincia de Santa Fe. A llí no encontró resistencia, pues el gobernador Echagüe retrocedió para unirse con Rosas. En la marcha hacia Buenos A i­ res, un episodio provocó alarma. Los 700 hombres puestos a las ór­ denes del coronel A quino se suble­ varon y, luego de asesinar a sus jefes, se incorporaron a los efecti­ vos de Rosas. El Ejército Grande prosiguió su avance favorecido por los desacier­ tos del enemigo. E l general Pache­ co — jefe de las fuerzas rosistas— no supo aprovechar las ventajas que le ofrecía el A rroyo del M e ­ dio, para tender una línea defen­ siva. A fines de enero, el ejército aliado llegó a Luján y prosiguió su avance hasta el arroyo Morón. Entretanto, Rosas en persona to­ mó el mando de sus fuerzas y el 2 de febrero reunió en el campa­ mento de Santos Lugares una jun­ ta de guerra, a la que asistieron el general Chilavert y los coroneles Lagos, José Díaz, Jerónim o Costa y otros. En la conferencia se resolvió confiarlo todo a una batalla cam­ pal. La batalla. Derrota de Rosas El grueso del ejército aliado con­ tinuó su avance y en la madrugada del 3 de febrero de 1852 atravesó sin dificultad el arroyo M orón y extendió sus líneas frente a la po­ sición que ya ocupaba el de Rosas. Éste había dispuesto sus efectivos en las alturas de Caseros (h oy es­ tación E l Palom ar), a tres leguas de Buenos Aires. El Ejército Grande contaba con 24.000 hombres y 50 piezas de artille­ ría, distribuidos en la forma siguiente: ala derecha: batallones de infantería y caballería entrerriana y correntina y caballería brasileña a las órdenes de los generales Lamadrid, Medina y de los coroneles Galán, Mitre y otros. En el centro: la división brasileña dirigida por Márquez de Souza y dos batallones ar­ gentinos a las órdenes del coronel Rivero. El ala izquierda: cuatro batallo­ nes uruguayos encabezados por el co­ ronel César Díaz y otros contingentes dirigidos por Juan Pablo López. Por su parte, Rosas contaba con 22.000 hombres y 60 piezas de artille- 411 sido unitario—- y dispuso no inno­ var, tomando como base el Pacto del año 1831; en consecuencia, las provincias de la Confederación continuarían dirigidas por los mis­ mos gobernadores, pues derribarlos y reemplazarlos por otros hubiera significado desatar una nueva gue­ rra civil. exteriores — hasta ese momento a cargo de Buenos Aires—- y de los asuntos generales de la República. El gobernador de Entre Ríos reci­ bía esas atribuciones “ hasta tanto que, reunido el Congreso Nacio­ nal, se establezca definitivamente el poder a quien competa el ejer­ cicio de ese cargo” . Protocolo de Palerm o La Legislatura Para considerar las tareas pre­ vias a la organización, Urquiza se reunió en la residencia de Paler­ mo con Vicente López, gobernador provisional de Buenos Aires, el ge­ neral Virasoro, de Corrientes, y M a n u el Leiva, delegado de Santa Fe. E l 6 de abril suscribieron el lla ­ mado Protocolo de Palerm o, por el cual las provincias signatarias delegaron en la persona de U rqui­ za el manejo de las relaciones La Legislatura de la época re­ sista fue disuelta y entonces el go­ bernador provisional de Buenos Aires convocó a los habitantes de la ciudad y de la campaña para designar a esos representantes. Los comicios motivaron gran agitación política. Urquiza propi­ ciaba la confirmación del gober­ nador provisorio Vicente López. Por su parte, los opositores — in ­ tegrados en mayoría por unita­ rios— sostenían a V alentín A lsina, defendido por Bartolom é M itr e , Dalm acio Vélez Sársfield y otros. Las elecciones .dieron el triunfo a estos últimos, de manera que la Legislatura de Buenos Aires se in­ tegró con adversarios políticos de Urquiza. Todo indicaba que Alsina sería el futuro gobernador, sin embargo, en el transcurso de una fiesta cam­ pestre, U rquiza sostuvo nuevamen­ te la candidatura de Vicente Ló­ pez. La Legislatura no se atrevió a desautorizar tan importante opi­ nión y a fines de mayo de 1852 confirmó al gobernador López. de Buenos A ires El 8 de abril de 1852, dos días después de firmado el Protocolo de Palermo, fueron invitados los go- bernadores de las provincias a una reunión a efectuarse en San N ico­ lás de los Arroyos el 20 de mayo, con el propósito de convenir las bases de la organización nacional. A fines de mayo se reunieron en la mencionada ciudad diez go­ bernadores x. Catamarca designó representante al general Urquiza — gobernador dé Entre Ríos— , mientras que Salta, Jujuy y Cór­ doba firmaron más tarde su adhe­ sión. En consecuencia, el acuerdo contó con el apoyo de todas las provincias. El 29 de mayo se iniciaron o fi­ cialmente las deliberaciones. El Acuerdo de San Nicolás consta de 19 artículos dispositivos y uno adicional. Establece la v i­ gencia del Pacto de 1831 — que califica de “ ley fundamental” — , sobre el cual se organizará la Re­ pública dentro del sistema federal. Con el objeto de sancionar la Cons­ titución, determina reunir un Con­ greso en la ciudad de Santa Fe con plena igualdad de representan­ tes: dos por cada provincia. Tam ­ bién reglamenta las inmunidades y privilegios de los constituyentes. Dicha asamblea cesaría en sus fun­ ciones una vez nombrado el presi­ dente constitucional de la Repú­ blica. El Acuerdo otorga a Urquiza el título de D irector Provisorio de la República Argentina, con impor­ tantes atribuciones, como el man­ do supremo de las fuerzas arma­ das de todo el país y la facultad de intervem r — en caso necesa­ rio— en cualquier conflicto pro­ vincial. Debía nombrar un Con- 1 Fueron los siguientes: Justo José de U rq u iz a (E n tre Ríos y Catam arca); V ic e n te L ó p e z V Planes (Buenos A ire s ); B e n ja m ín V ira so ro (C orrien tes); P a b lo L u c e r o (S a n L u is ); N a z a rio B enavíd ez (S a n Ju an ); C e le d o n io G u tié rre z (T u c u m á n ); Pascual Segura (M e n d o z a ); M a n u e l Taboada (Santiago del Estero); V ic e n te Bustos ( L a R io ja ). y D o m in g o Crespo (Santa F e ). 415 ACTITUD DE BUEN OS AIRES FRENTE A URQUIZA La hostilidad de los porteños Desde el momento en que U r­ quiza hizo su entrada triunfal en Buenos Aires, los porteños obser­ varon con desconfianza la línea política a seguir por el vencedor de Caseros. sejo de Estado, cuya misión sería asesorar al Ejecutivo provisional en los casos de gravedad. E l Acuerdo suprime los “ dere­ chos de tránsito” sobre las merca­ derías que pasaban de una provin­ cia a otra y dispone — por parte del Director Provisorio— regla­ mentar la navegación de nuestros ríos interiores. Para sufragar los gastos genera­ les de la administración, las pro­ vincias debían aportar proporcio­ nalmente, con el producto de sus aduanas exteriores 1. E l artículo adicional dispone que las provincias ausentes serían invitadas a adherir a lo resuelto. El mismo día de la firm a del Acuerdo, el general U rquiza asu­ mió el cargo de Director Provisorio y prestó juramento ante la asam­ blea en pleno. Urquiza penetró en la ciudad vis­ tiendo uniforme de gala, pero cubierto con poncho blanco y galera de felpa, extraño indumento que causó desagra­ do entre el culto elemento porteño. El desfile de los ejércitos extranjeros a bandera desplegada fue un espectáculo nuevo desde las invasiones inglesas y que no se había repetido. Por la no­ che se efectuó en el teatro una función de gala en homenaje al vencedor, pero éste se excusó de asistir, actitud que motivó general desconcierto. Aunque Urquiza proclamó el gene­ roso principio de “ ni vencedores ni vencidos” , en los días que siguieron a la batalla las matanzas de los m ili­ tares derrotados se sucedieron con fre­ cuencia. El bravo coronel Martiniano Chilavert fue ajusticiado a golpes de espada y bayoneta, y el coronel Santa Coloma pereció a lancetazos. El regi­ miento sublevado que había dirigido el coronel Aquino fue eliminado en gran parte. Los unitarios expatriados habían regresado al país con ánimo de 1 Esta cláusula (artículo 1 9) fue más tarde resistida por Buenos Aires, pues sólo su aduana —debido a la posición geográfica— estaba en condiciones de responder a esa exigencia. Tam bién provocaron malestar las grandes atribuciones políticas y militares que se le otor­ gaban a Urquiza. 416 imponer sus teorías de gobierno y guardaban rencor a Urquiza, quien había servido a las órdenes de Ro­ sas. Tampoco apoyaban al vence­ dor los federales porteños, quienes lo acusaban de traidor a la causa. De tal manera, la política de fu­ sión que pretendía aplicar U rqui­ za para restablecer la paz y la confianza, no tardaría en fracasar. La divisa punzó era un distin­ tivo político y no un símbolo pa­ triótico; sin embargo, el general entrerriano — de acuerdo con sus ideas federales— decretó nueva­ mente su uso, pero el ministro A l­ sina lo declaró optativo. Entonces el primero publicó una violenta proclama contra sus opositores, en la que acusaba a “ los salvajes uni­ tarios” de reclamar “ la herencia de una revolución que no les per­ tenece” 1. Guiados por su espíritu localista, los porteños censuraron las atri­ buciones concedidas a U rquiza por el Protocolo de Palermo y más tarde la ruptura fue definitiva cuando proclamó gobernador a Ló­ pez contra la candidatura de A l­ sina. E l descontento aumentó al trascender las cláusulas del Acuer­ do de San Nicolás que quitaban a Buenos Aires privilegios económi­ cos, políticos y militares, hereda­ dos a través de los años. En resumen, se decía que U r­ quiza sólo había reemplazado a Rosas para gobernar amparado por una Constitución sin tener en cuenta las exigencias de la oposi­ ción unitaria, minoría culta que bregaba nuevamente por imponer sus principios en todo el país 2. Las jo rn ad as de junio. Sus consecuencias La Legislatura de Buenos Aires autorizó al gobernador López y Planes para concurrir a San N ico­ lás, pero no le dio atribuciones pa­ ra que firm ara por su cuenta nin­ gún acuerdo. No había regresado el último, cuando se conoció en Buenos Aires el texto del docu­ mento — publicado por el diario oficialista “ E l Progreso”— lo que provocó gran excitación. Los opo­ sitores juzgaban que López era un simple instrumento de U rquiza y que el acuerdo lesionaba intereses fundamentales para la provincia más importante del país, entre ellos, la igualdad de representa­ ción ante el futuro Congreso. López reasumió el mando el 14 de junio y al día siguiente envió a la Legislatura un proyecto de ley por el cual entraba en vigen­ cia en todo el territorio de la pro­ vincia de Buenos Aires el Acuerdo de San Nicolás. Los debates a que dio origen la aprobación o el re­ chazo del pedido se conocen en nuestra historia con el nombre de “ jomadas de junio” . El descontento fue atizado por la prensa opositora, representada por dos grandes periódicos: “ Los Debates” , de Bartolom é M itr e , y “ E l Nacional” , de V élez Sársfield. 1 L a proclama tiene fecha 27 de febrero y dice: “ H oy mismo asoman la cabeza y después de tantos desengaños, de tantas lágrimas y sangre, se empeñan en hacerse acreedores al renombre odioso de salvajes unitarios y con inmediata impavidez reclaman la herencia de una revolución que no les pertenece, de una victoria en que no han tenido parte, de una patria cuyo sosiego perturbaron, cuya independencia comprometieron y cuya libertad sacrificaron con su ambición y anárquica conducta.” 2 L a oposición a U rquiza dio origen a la L o gia “ Juan-Juan” , entre cuyos miembros figuraban A d olfo Alsina, Estévez Seguí, Julio Crám er y otros. L a asociación trazó los planes Para eliminar al general entrerriano. En medio de un hervidero de inquietudes, la Legislatura se reu­ nió el 21 de junio — primer día del invierno de 1852-— para tratar el problema en cuestión. Un público entusiasta, en su mayor parte ju­ ventud porteña, llenó totalmente el recinto. M itre inició el debate y mani­ festó que no rechazaba la idea de la organización del país, pero que el acuerdo otorgaba a Urquiza po­ deres dictatoriales; en consecuen­ cia, su voto sería “ por la no admi­ sión del tratado” . Estos conceptos fueron rebatidos por el ministro de Gobierno, Juan M aría Gutiérrez , quien argumentó la necesidad de un “ poder fuerte” para organizar la nación en esas difíciles circuns­ tancias. La reunión continuó al día si­ guiente mientras Urquiza — de re­ greso en Palermo— seguía con atención los acontecimientos. Co­ mo en la víspera, gran cantidad de personas llenó la sala ubicada en Perú entre Alsina y Moreno. Vélez Sársfield pronunció un largo discurso y con argumentos jurídicos rechazó el acuerdo; le siguió en el uso de la palabra Vi- D ijo el jo ven L ó p e z en uno de sus pasajes: “ Y aquí, señores, m e honro con la declaración que hago: amo como el que más al pueblo de Buenos A ires , en donde he nacido, pero alzo mi v o z tam bién, para d ecir que mi p atria es la R epública A r g e n tin a y no Buenos A ir e s .” cente F id el López, ministro de Instrucción Pública de Buenos A i­ res e hijo del gobernador, quien fue escuchado con viva ansiedad. Enfrentó a la multitud enardecida, al sostener que el acuerdo “ era el punto de partida del proceso ins­ titucional” y reprochó el excesivo localismo de sus opositores porte­ ños. Varios incidentes obligaron a in­ terrumpir la sesión y López debió abandonar la Legislatura — con G utiérrez— bajo protección po­ licial. Debido a estos sucesos, el gober­ nador López y Planes, con sus mi­ nistros, elevó la renuncia a la Le­ gislatura el 23 de junio. Aceptada de inmediato, la Cámara nombró en su reemplazo a Guillerm o Pin­ to, presidente de la asamblea. Pero Urquiza también procedió con ra­ pidez y en uso de las atribuciones que le confirió el acuerdo, por me­ dio de un golpe de estado, declaró disuelta la Legislatura de Buenos Aires. Sus tropas ocuparon la ciu­ dad y expulsó del país a los prin­ cipales opositores: Mitre, Alsina, Vélez Sársfield. El anciano López y Planes, re­ puesto en su cargo de gobernador, no tardó en renunciar, y entonces Urquiza quedó por breve tiempo al frente de la provincia de Buenos Aires. Nombró un Consejo de Es­ tado, que no alcanzó a actuar. Revolución del 11 de setiembre Mientras la República había quedado nuevamente dividida en Luego d e d iso lver la L eg islatu ra d e Buenos A ires, el g e n e r a l U rq u iza, en su ca rá cte r d e Director Provisorio d e la C o n fe d era ció n A rg e n tin a , o rd en ó e x p u l­ sar del p a ís a los o p o sito res d e l a c u e r­ do. El g r a b a d o rep ro d u ce el decreto respectivo. dos facciones antagónicas, Salva­ dor M aría del Carril y Eduardo Lahitte fueron nombrados dipu­ tados por Buenos Aires ante el Congreso constituyente a reunirse en Santa Fe. Urquiza marchó ha­ cia esa ciudad y delegó el mando de la provincia de Buenos Aires en su ministro general Galán. Alejado el Director Provisorio, los opositores juzgaron llegado el momento oportuno para provocar el estallido de una revolución, cu­ yo objeto era restablecer el predo­ minio político y económico de la provincia de Buenos Aires sobre el resto del país. El jefe civil del movimiento fue Valentín Alsina, quien contó con la adhesión de los generales José M aría Pirán — de­ signado jefe militar— y Juan Ma- dariaga. L a revolu ción fu e preparada en el seno de la L o g ia Juan-Juan, presidida p or E stévez Seguí, cuyos in tegrantes efectuaban reuniones secretas de ca­ rá cter político. U n o de los m iem bros, Federico M iró , se trasladó a M o n tev id e o y regresó el 9 de setiem bre en com pañía del coro- nel Bartolomé Mitre, uno de los más destacados dirigentes revolucionarios. En la madrugada del 11 de se­ tiembre de 1852, el general M ada­ riaga al frente de los regimientos correntinos ocupó la plaza de la Victoria, mientras otros cuerpos porteños emplazaban sus hombres en los lugares estratégicos. En esas circunstancias, Estévez Seguí llegó hasta la torre del Cabildo e hizo sonar repetidas veces la campana, para anunciar a la población el estallido revolucionario. Sorprendido por el movimiento, el general Galán —-gobernador de­ legado— nada pudo hacer para impedirlo y entonces levantó su campamento de Palermo y con tro­ pas entrerrianas marchó hacia San Nicolás, para esperar órdenes de Urquiza. 1 L o s alsinistas s o s t e n í a n e l p r e d o m i n i o v i n c i a s , e n c a m b i o l o s mitristas a d m i t í a n s u p r e m a c ía p o r te ñ a . 420 A l amanecer la revolución ha­ bía triunfado. La Legislatura vo l­ vió a reunirse y su presidente, el general G u illerm o P in to , fue ele­ gido gobernador interino de la provincia de Buenos Aires. Enterado de los sucesos, Urquiza decidió en principio sofocar el le­ vantamiento por medio de las ar­ mas, aunque luego desistió de sus propósitos. La Legislatura de Buenos Aires retiró los diputados ante el Con greso de Santa Fe y no reconoció a U rquiza en el mando de las re­ laciones exteriores. La revolución no tardó en triunfar en toda la provincia y en consecuencia ésta quedó separada del resto de la Con­ federación que — con excepción de Corrientes— dispuso apoyar a U r­ quiza. Por su parte, Buenos Aires aceptó un convenio de no agresión con el Director Provisorio. Aisina, gobernador. Sitio de Lagos Mientras las provincias se expe­ dían contra la revolución de se­ tiembre y apresuraban el envío de diputados al Congreso de Santa Fe, Buenos Aires comisionaba al general Paz en una misión des tinada al fracaso. E l anciano mi litar debía conseguir la adhesión del interior para los fines revolu cionarios: la unidad nacional sin Urquiza sobre las bases de los principios proclamados por los je­ fes del movimiento x. a b s o lu t o d e B u e n o s A ir e s u n a o r g a n iz a c ió n fe d e r a l, s o b r e la s d e m á s p r (; p e r o s ie m p r e b a jo I a Partió a mediados de octubre, pero al llegar al Arroyo del M e­ dio el gobernador de Santa Fe le im pidió continuar hacia el interior a través de su provincia. El 30 de octubre de 1852, Valen­ tín Aisina fue elegido gobernador titular de la provincia de Buenos Aires — en reemplazo del general Pinto— , cargo que no pudo ejercer mucho tiempo, debido a los suce­ sos políticos. Nombró ministro de Gobierno y Relaciones Exteriores a Bartolomé M itr e , quien desde ese momento dirigió la lucha ar­ mada tendiente a derribar a U r­ quiza. Como sabemos, el nuevo gober­ nador era partidario de la hege­ monía porteña y para operar sobre Urquiza envió dos expediciones que fueron derrotadas en territorio entrerriano. El fracaso de la acción armada y también de la penetración pací­ fica a cargo del general Paz, per­ m itió al comandante en jefe del centro de la campaña de Buenos Aires, coronel H ila rio Lagos, su­ blevarse el 1 de diciembre contra el gobernador. El citado jefe pro­ clamó su adhesión al Congreso de Santa Fe, sitió con sus tropas la ciudad al tiempo que exigía la renuncia de Aisina, quien — junto con sus ministros— debió presen­ tar su dimisión a la Legislatura. Ésta la aceptó el 6 de diciembre y al día siguiente se hizo cargo del gobierno el general Pinto. Urquiza recibió con simpatía el movimiento, se trasladó a San José de Flores y se puso al frente de las tropas sitiadoras. Se reanudaron las hostilidades y el jefe de la es­ cuadra de la Confederación, el almirante inglés Juan Coe, inició en abril de 1853 el bloqueo del puerto de Buenos Aires. % E l anciano gen era l P a z — que ocu­ paba el cargo de m inistro de G u erra— se dedicó a o rga n iza r la defensa de Buenos A ires. Se lib raron una serie de encuentros parciales en las afueras de la ciudad. E l 2 de junio, en un tiroteo con el enem igo, B artolom é M itr e recib ió una herida de bala en la fren te, cuya ci­ catriz perduró a través de los años. Causas ajenas a la lucha arma­ da, darían término al conflicto. Como el bloqueo perjudicaba a los comerciantes porteños, éstos, por intermedio de Juan B. Peña, so­ bornaron al almirante Coe, quien levantó el sitio y puso su escuadra a las órdenes de Buenos Aires, por la suma de 26.000 onzas de oro. Por su parte, las tropas federales que asediaban por tierra también desertaron cuando trascendió que la Constitución recientemente san­ cionada designaba a la ciudad de M itre fu e h e rid o en la fren te en u n a d e la s lu c h a s p a r c ia le s q u e se lib ra ro n entre la s tro p a s d e la C o n fe d e ra ció n y los e fec­ tivos p orteños, en las a fu e r a s d e B uenos A ire s. (Ó le o d e N ic o la u C o ta n d a .) apartamiento para siempre; es un ac­ cidente transitorio. La geografía, la historia, los pactos vinculan a Buenos Aires, al resto de la Nación. Ni ella puede existir sin sus hermanas, ni sus hermanas sin ella.” Buenos Aires capital de la N a ­ ción; consideraban que esa medi­ da atentaba contra la autonomía de la provincia. El 13 de julio de 1853, Urquiza debió levantar el sitio y se trasladó a Entre Ríos. El Congreso de Santa Fe E l 20 de noviembre, en horas de la mañana, el Congreso General Constituyente se instaló con toda solemnidad en la ciudad de San­ ta Fe. Reunido en el edificio del Cabildo, eligió presidente al salteño Facundo Zuviría. Urquiza no pudo asistir porque se encontraba luchando en la cam­ paña y su mensaje inaugural fue leído por el doctor Luis José de la Peña, ministro de Relaciones Ex­ teriores de la Confederación. Al referirse a la separación de Bue­ nos Aires, dijo: “ M e duele la ausencia de los representantes de Buenos Aires, pero su ausencia no quiere significar 422 Una comisión redactó el proyec­ to constitucional que luego fue presentado en la sesión del 18 de abril. Dos días después se produjo un episodio que de prosperar hu­ biera malogrado la organización del país. E l presidente Zuviría pi­ dió aplazar para más adelante la sanción del proyecto, argumentan­ do l a . ausencia de la provincia de Buenos. Aires. N o encontró apoyo en la asamblea y esa misma no­ che su moción fue rechazada por amplia mayoría. El 1 de mayo de 1853, el Con­ greso sancionó la Constitución, que fue firmada por todos los di­ putados. Una comisión especial la presentó ante Urquiza — que se encontraba en San José de Flores— , quien dispuso promulgarla como ley fundamental de la Nación el 25 de mayo. La jura solemne por todo el país — con excepción de la provincia de Buenos Aires— se realizó el 9 de julio. La Constitución “ La Constitución de 1853 — es­ cribe Ricardo Levene— pacificó el país sobre la base de la unión de todos los argentinos y lo organizó como no lo habían logrado los Es­ tatutos y Reglamentos de 1811, 1815, 1817 y las Constituciones de 1819 y 1826.” A las fuentes citadas, particular­ mente la Constitución de 1826 — y también el Pacto Federal de 1831— , debe agregarse la influen­ cia doctrinaria de la obra “ Las Bases” , de Juan Bautista Alberdi; del “ Dogma Socialista” , de Este­ ban Echeverría, y del libro de los norteamericanos Hamilton, Madison y Jay titulado “ El Federalis­ ta” , que analiza la Constitución de los Estados Unidos de Norteamé­ rica. La Constitución de 1853 consta de un Preámbulo y de 107 artícu­ los, estos últimos divididos en dos partes: la Prim era titulada “ De­ claraciones, derechos y garantías” (Art. 1 al 31) y la Segunda deno­ minada “ Autoridades de la N a ­ ción” (A rt. 32 al 107). Esta se­ gunda parte comprende dos sub­ divisiones: “ Gobierno Federal” y “ Gobiernos de Provincia” ; la pri­ mera se ocupa a su vez de los tres Poderes: Legislativo, Ejecutivo y Judicial. La Constitución establece para la Nación Argentina la forma de gobierno representativa, republi­ cana y federal. Las autoridades re­ siden en la ciudad de Buenos A i­ res, designada capital por ley del Congreso. El Poder Legislativo comprende dos cámaras: Diputados y Sena­ dores. E l Ejecutivo es desempe­ ñado por un ciudadano con el tí­ tulo de presidente de la Nación, y el Poder Judicial está formado por la Corte Suprema de Justicia y los Tribunales inferiores. Cumplida su misión constitu­ yente, el Congreso de Santa Fe Ju a n B au tista A lb e r d i (1 8 1 0 -1 8 8 4 ). Econo­ m ista, so ciólog o y ju rista , sus escritos — in­ clu yen d o fo lleto s y a rtíc u lo s— a lc a n z a n a v ein ticu a tro volú m enes. asumió carácter legislativo, pues sancionó varias leyes orgánicas, como la de capitalización de Bue­ nos Aires y la de Aduanas; aprobó los tratados sobre la libre navega­ ción de los ríos, etc. PRESIDENCIA DE URQUIZA A fines de agosto de 1853, U r­ quiza convocó al pueblo de todo el país con el propósito de elegir el primer presidente constitucional. Los comicios para designar electo­ res se efectuaron a comienzos de noviembre y luego los votos fue­ ron enviados al Congreso de Santa Fe, que practicó el escrutinio de­ finitivo el 20 de febrero de 1854. Por amplia mayoría fue elegido presidente de la Nación el general U rquiza y para el cargo de vice­ presidente la asamblea designó al doctor Salvador M a ría del Carril. Los electos prestaron juramento el 5 de marzo ante el Congreso C on stitu y en te, que al instante clausuró sus sesiones. U rquiza y y se sancionó la le y orgánica de la justicia federal. Buenos Aires se mantuvo en po­ sición hostil con el resto de la Nación, aunque por un tratado del mes de enero de 1855 se compro­ metió a mantener relaciones po­ líticas y comerciales en un clima de cordialidad. U rquiza mejoró el sistema de postas a fin de agilitar el trans­ porte de pasajeros y el envío de la correspondencia, adoptó las estam­ pillas para el franqueo, estableció nuevas rutas interprovinciales, re­ glamentó la navegación de los ríos e inició estudios para el trazado de futuras líneas férreas. sus ministros 1 se trasladaron a la ciudad entrerriana de Paraná, donde quedó establecida provisio­ nalmente la capital de la Confe­ deración Argentina. Luego de asumir el mando, U r­ quiza convocó a elecciones para formar el Congreso, de acuerdo con lo dispuesto por la Constitu­ ción. Elegidos los miembros, am­ bas Cámaras iniciaron sus sesiones en la capital provisional el 22 de octubre de 1854. A l frente del país, U rquiza de­ bió vencer numerosas dificultades, debido a la precaria situación eco­ nómica y al problema político que significaba la separación de Bue­ nos Aires, actitud precursora de una nueva guerra fratricida. La labor desarrollada en los dis­ tintos aspectos gubernativos, puede agruparse en los siguientes puntos: a) P o l ític a in t e r io r De acuerdo con lo dispuesto por el artículo 5" de la Constitución Nacional, dispuso que las provin cías dictaran sus propias constitu­ ciones y entregaran los textos para su análisis por el Congreso. Fueron designados los miembros de la Corte Suprema de Justicia 1 U rquiza nombró los siguientes ministros: B e n ja m ín G orostiaga (In te rio r); F a cu n d o Z u v ir ía (Relaciones Exteriores); Juan M a ría G u tié rre z (Justicia e Instrucción P ú b lic a ); M a ria n o F ra g u e iro (H a c ie n d a ), y R u d ecin d o A lva ra d o (G u erra y M a rin a ). Zuviría renunció fue reemplazado por Santiago D e rq u i. Durante su gobierno se produjo la llamada “ crisis rentística de la Confederación” a causa de la se­ paración de Buenos Aires, cuya aduana era la principal fuente de recursos. En febrero de 1854 se estableció el Banco Nacional, pero debió ser clausurado al cabo de seis meses. Urquiza se vio forzado a contratar empréstitos a fin de re­ solver en parte los crecientes dé­ ficit anuales. El presidente dio gran impor­ tancia a la obra colonizadora y creó establecimientos agrícolas con inmigrantes europeos. En enero de 1853, el médico francés Augusto Brougnes se comprometió con el gobierno de Corrientes a traer com­ patriotas europeos, los cuales recibirían 35 hectáreas, semillas, anímales e ins­ trumentos de labranza. En setiembre de 1856, Aarón Caste­ llanos fundó en Santa Fe la colonia “ Esperanza” , con pobladores suizos y franceses. Inmigrantes llegados a las órdenes de Juan Lelong se instalaron en la pro­ vincia de Entre Ríos, en la Calera de Spiro. A llí se estableció la colonia “ San José” , que tras duros comienzos alcan­ zó luego rápida prosperidad y sobre la cual se erigió la ciudad de Colón. Urquiza dedicó preferente aten­ ción a las tareas educativas. Fueron nacionalizados la Universidad de Córdoba y los colegios de M on t- A sp ecto e x te rio r d e l C o le g io d e C o n ce p ció n d e l U ru g u a y , segú n un g r a b a d o d e la é p o c a . A in ic ia tiv a d e U rq u iz a , a b r ió sus p u ertas en 18 5 1 . Tres a ñ o s m ás ta rd e e sta c a sa de e studios se c u n d a rio s a d q u ir ió g ra n prestig io a l o c u p a r el re c to ra d o A lb e rto L a rro q u e , q u ien refo rm ó lo s p la n e s d e e n se ñ a n z a y co n virtió a l e stab le cim ien to en c o le g io su p e rio r o u ni­ v e rsita rio . Su im p o rtan cia d e clin ó cu a n d o el g o b ie rn o n a c io n a l se tr a s la d ó a B uenos A ire s, d e sp u és d e la b a t a lla d e P avó n. P astor O b lig a d o (1 8 1 8 -1 8 7 0 ). D octor en D erecho y C ie n c ia s S o c ia le s, fue e le g id o por la Le g isla tu ra p rim e r g o ­ b e rn a d o r con stitu cio n al de la p ro v in ­ c ia d e B uenos A ire s. S u b ió a l p o d er unos d ía s an te s d e cum plir los trein ta y cinco añ o s, la e d a d m ín im a req u e ­ r id a p a r a o c u p a r d ich o c a rg o . organizados el Banco de la Pro­ vincia y la Casa de Moneda. Se fundaron varios pueblos, en­ tre ellos Chivilcoy y Bragado, que hasta esa época eran simples forti­ nes contra los indios. Fueron crea­ dos varios establecimientos educal" cionales en la ciudad de Buenos Aires, y Sarmiento — de regreso de Chile— ocupó el cargo de director del Departamento de Escuelas. señal y Concepción del Uruguay. Se decretaron subvenciones escola­ res a las provincias y fue creada en Entre Ríos la Junta Directiva de la enseñanza primaria. En esas épocas llegaron al país des­ tacados científicos europeos, entre los que podemos citar al alemán Germán Burmeister, quien fue un erudito en ciencias naturales; Augusto Bravard, eminente geólogo francés, y su com­ patriota M artín de Moussy, autor de una descripción geográfica de nuestro territorio que fue impresa por orden del gobierno. d) R e l a c i o n e s e x t e r io r e s En este aspecto de la adminis­ tración, Urquiza siguió una polí­ tica de cordialidad hacia los países extranjeros. Se celebraron tratados de paz, comercio y amistad entre la Confederación Argentina y los gobiernos de Estados Unidos, Pa­ raguay, Uruguay, Brasil y Chile. Tampoco fueron descuidadas las relaciones con las potencias euro­ peas, particularmente Inglaterra y Francia. Merece destacarse la la­ bor diplomática de Juan Bautista Alberdi, que culminó con el reco­ nocimiento de nuestra Indepen­ dencia por España Urquiza envió comisionados al Vaticano y finalmente obtuvo del Pontífice — en 1859— la creación de la Diócesis del L ito ra l, instala­ da en la ciudad de Paraná. pre i LA PR O V IN CIA DE BUENOS AIRES Mientras la Confederación A r ­ gentina había jurado la Constitu­ ción Nacional, la provincia de Buenos Aires se organizaba e n u n Estado disidente. La Legislatura se atribuyó funciones constituyentes y designó una comisión de siete miembros para redactar un pro­ yecto de Constitución. Ésta fue sancionada en abril de 1854 y e n sy conjunto trataba de satisfacer el localismo político. Reunidas ambas cámaras de Buenos Aires en asamblea, desig­ naron primer gobernador consti­ tucional al doctor Pastor Obligado, a quien secundaron M itre, Alsina, Vélez Sársfield y otros. La provincia inició un período de franco progreso. A diferencia del resto del país, las finanzas con­ tinuaron mejorando y fueron re- aüetr‘¡m d h,inispí!nía qU~ ,E sp añ a. < « * * * » * » » reconocer la Independencia argentina, siem- la nacionalidad de *“ C ° " fed™ Urquiza lo rechazó por considerarlo contrario a la Constitución. 426 i “ " continuaran ; ~ f Un paso importante en el futuro des­ arrollo del transporte se produjo en agosto de 1857, cuando se inauguró oficiaimente la primera linea ferroviaria en un tramo de diez kilómetros, desde la estación del Parque (hoy Plaza Lavalle) hasta Floresta. Los vagones fueron arrastrados por la locomotora La Porteña” . Se instaló en Retiro la “ Compañía Primitiva de Gas” , que suministró el fluido necesario para alumbrar calles y casas ubicadas en el radio céntrico, manteniéndose en el resto los débiles candiles con aceite. Los pactos de convivencia La separación de Buenos Aires de la Confederación no represen­ taba la opinión unánime de la pro­ vincia y un importante grupo de civiles y militares — partidarios del federalismo— intentó derribar al gobierno, mas fracasó. Las relaciones entre ambos Es­ tados se agravaron cuando el te­ rritorio de Buenos Aires fue in ­ vadido por el general Jerónimo Costa, cuyas tropas fueron ven­ cidas. El gobierno de Buenos Aires culpó a Urquiza de los incidentes, pe­ ro ante la respuesta satisfactoria del último, dispuso firm ar dos tra­ tados, conocidos como “ pactos de convivencia” . E l primero se suscri­ bió el 20 de diciembre de 1854_y el segundo el 8 de enero del año siguiente. Un so ld a d o p e rte n e cien te a l ejército d e .a C o n fe d e ra ció n A rg e n tin a , a r m a ­ d o con e sp a d a y la n z a . (D ib u jo de N ico lá s G ro n d o n a .) de este partido fue el periódico “ La Reforma Pacífica” , dirigido por Nicolás Calvo. De acuerdo con su titulo propiciaba una política con­ ciliatoria, sobre la base de revisar la Constitución sancionada. Los defensores de la política por tena, de carácter separatista y ene­ miga de Urquiza, contaban con el penodico ‘La Tribuna” , dirigido por Carlos Gómez, en cuyas co­ lumnas también colaboraban M i­ tre, Sarmiento, Héctor Varela, el poeta M árm ol y otros. , La ‘ ‘Re( ° ™ a Pacífica” atacó a Jos oficialistas calificándolos de pandilla , porque recorrían las calles en forma tumultuosa; de allí derivó el mote de pandilleros con que fueron reconocidos los parti­ darios del gobierno de Buenos A i ­ res. Por su parte, los últimos de­ nominaron a los unionistas fede­ rales chupandinos, porque efec­ tuaban frecuentes reuniones parti­ darias donde no escaseaba el vino. Los derechos diferenciales Ambos gobiernos se comprometían a mantener la situación imperante an­ tes de la lucha, a defender la sobera­ nía nacional y a no consentir en des­ membrar parte alguna del territorio aa° ataque exterior. Además disponían no recargar con Estados*0* C0Klerd0 entre ambos Dijimos que en Buenos Aires surgió un partido opositor, de ten­ dencia federal, que bregaba por la unión de la provincia con el resto ael país. El organo representativo Sabemos que la Confederación afrontaba un serio problema economico; basta citar que en 1856, sobre un gasto de tres millones de pesos, el déficit superaba el millón. El puerto de Buenos Aires en­ cauzaba la corriente comercial procedente del extranjero, desde la época de la dominación espa­ ñola. Las ganancias de su Aduana enriquecían al pueblo bonaerense, mientras el resto del país debía afrontar graves dificultades econó­ micas. Separada la provincia, sur­ gió la idea de desviar esa especie de monopolio de puerto único ejer­ cido tradicionalmente por Buenos Aires. Lo expuesto motivó que los “ pactos de convivencia” no fueran bien recibidos en la Confedera­ ción. En esa misma época — di­ ciembre de 1854— el diputado cordobés M anuel Lucero presentó un proyecto de “ derechos diferen­ ciales”, por el cual los productos extranjeros que pasaban por Bue­ nos Aires eran gravados con un elevado impuesto, no así los que penetraban directamente por el puerto de Rosario, perteneciente a la Confederación. En esas circunstancias, el pro­ yecto de Lucero no fue tratado, pero la rivalidad existente entre ambos Estados en 1856 permitió, a fines de junio de dicho año, que las cámaras del Congreso de Para­ ná lo sancionasen luego de acalo­ rados debates. El propósito que guió la aplica­ ción de los “ derechos diferenciales” fracasó en la práctica y no resol­ vió el problema económico de la Confederación. Sólo el puerto de Rosario recibió algunos beneficios, mientras la Aduana de Buenos Aires continuó acumulando ga­ nancias. En el aspecto político, la mencionada ley aumentó la hosti­ lidad entre ambos gobiernos en pugna. Nuevo gobierno de A lsin a La lucha entre los unionistas y oficialistas — “ chupandinos” y “ pandilleros” — se tom ó más agresiva cuando se dispuso que en marzo de 1857 debía realizarse la elección de diputados y senadores, quienes a su vez elegirían el nue­ vo gobernador de la provincia de Buenos Aires. Se descontaba de antemano el triunfo del gobierno, el cual ha­ bía tomado las medidas necesarias para asegurarse el éxito elecciona­ rio. Después de numerosos inci­ dentes, ganó la lista de los “ pan­ dilleros” , cuyo candidato era Va­ lentín Alsina, representante del más intransigente porteñismo y dispuesto a imponerse sobre U r­ quiza por medio de las armas. Alsina asumió el poder el 5 de mayo y en seguida se dedicó a mejorar el poder combativo del ejército bonaerense, ante la segu­ ridad de un nuevo conflicto. Por esa época comenzaron nuevas per­ secuciones contra los opositores, dispuestas por varias logias a las que pertenecían los miembros del gobierno. Mientras en la Confederación aumentaba el encono hacia Buenos Aires, un suceso sirvió para preci­ pitar los acontecimientos. Habían asumido el gobierno de San Juan hombres partidarios de la política porteña, quienes apresaron a N azario Benavídez —-federal que por largos años había dirigido la pro­ vincia cuyana— acusado de cons­ piración. Urquiza envió una comisión in ­ terventora, pero poco antes de arribar esos emisarios Benavídez fue asesinado (octubre de 1858). El episodio provocó hondo males­ tar en el gobierno de Paraná y en el resto de la Confederación, no así en Buenos Aires, donde se juz­ gó acertada la medida. B atalla de C ep eda El curso de los acontecimientos motivó que el Congreso de Paraná dictase, el 1 de abril de 1859, una 428 429 le y por la cual Urquiza debía rein­ corporar en forma pacífica la pro­ vincia disidente, pero si esto no era posible ordenaba emplear las armas a la brevedad. El gobierno de Buenos Aires in­ terpretó esta le y como una form al declaración de guerra y en el mes de mayo la Legislatura porteña dispuso repeler con sus tropas cualquiera agresión. Alsina confió el mando de esos efectivos al gene­ ral Bartolom é M itre. Ante la inminencia del conflic­ to, Estados Unidos, Inglaterra, brasil y Paraguay trataron de im ­ pedirlo e intercedieron amistosa­ mente. Paraguay envió al joven m ilitar Francisco Solano López — hijo de su presidente— , que en la emergencia fue designado m i­ nistro plenipotenciario. Todas las tratativas fracasaron, debido a la actitud de Alsina, quien exigía la renuncia de Urquiza. Iniciada de esta manera la luj Urquiza avanzó con el ejérci­ to de la Confederación sobre Bue­ nos Aires, pero avistó a los efecti­ vos de M itre en la cañada de Lepeda, al norte de Pergamino. Después de algunos movim ien­ tos tácticos previos, ambas fuerzas chocaron el 23 de octubre de 1859. tu ejército porteño fue derrotado y al caer la tarde se replegó en dirección a San Nicolás, donde M itre — sin mayor d ific u lta d pudo embarcar buena parte de sus nombres y regresar a Buenos Aires. Pacto de San José de Flores Libre de enemigos, el vencedor prosiguió su avance y dio a cono­ cer una proclama en la que soste­ nía su política de integración y pacificación nacionales 1. Urquiza avanzó hasta San José ., es y antes de iniciar una acción armada dispuso negociar la paz por intermedio del emisario paraguayo Francisco Solano López. Los comisionados federales exi­ gieron la renuncia de Alsina quien finalmente accedió. Eliminadas las dificultades, el Convenio de Paz — conocido histó­ ricamente como “ Pacto de San José de Flores” — fue firmado el m is m a t ie r r a y T e r S r o ^ d e d e s e o q u e lo s h ijo s d e B u e n o s m f s m aU s'íorfa n T s e A ir e s s e a n a n L t L , o tro s lo s m is m o s , ab razo de de lo s h erm a n o. buenos y P a tr io ta s I n t e g r i d a d " n D e X a rm en ,E s p e r 0 “ I? es f 0 m a s lo s p “ ra q u e lo s h iJ ° s d e u n a u n o s c o n t r a lo s o t r o s ; «n° a c i o ^ ^ k a ^ t i t ^ s ^ ^ U el S c o n cu rs o s ” Sah' d ° de vos- ^ *' 11 de noviembre de 1859. Según el tratado, Buenos Aires se decla­ raba “ parte integrante de la Re­ pública Argentina” y con el obje­ to de incorporarse al resto del país debía reunirse — en un lapso de veinte días— una Convención provincial a fin de estudiar la Constitución promulgada en mayo de 1853. En caso de reformas a dicha Carta Fundamental, se reuniría una Convención Nacional, cuyas resoluciones serían aceptadas por la provincia de Buenos Aires. Ésta aseguraba la integridad de su te­ rritorio 1 — “ que no podia ser di­ vidido sin el consentimiento de la Legislatura” — como también la propiedad de sus establecimientos oficiales, no así de la Aduana, que desde ese momento pertenecía a la Confederación. E l Pacto decretaba el olvido de los rencores políticos y el cese de las persecuciones, tanto de civiles como de militares. E l ejército de la Confederación se comprometía a evacuar la provincia de Buenos Aires a breve plazo. La República del Paraguay garantizaba el cum­ plimiento de todo lo estipulado. La paz fue celebrada con gran entusiasmo; sin embargo, la lucha no tardaría en reanudarse. Alsina había abandonado el gobierno de Buenos Aires, pero continuaban a su frente otros hombres de tenden­ cia porteñista y separatista. La Convención provincial de Buenos A ires De acuerdo con lo dispuesto por el Pacto de San José de Flores, el gobierno provisorio de Buenos de 1 E s t a c l á u s u la B u e n o s A ir e s . rech azab a to d o in t e n to de Aíres convocó a elecciones de con­ vencionales, para resolver si la Constitución debía ser reformada antes de su juramento por las autoridades bonaerenses. Practica­ do el escrutinio, ganó por mayo­ ría el partido gobernante. En enero de 1860 se instaló la asamblea y formó una comisión con destacadas figuras de la polí­ tica porteña, entre ellas M itre, Sarmiento y V élez Sársfield. Las reformas propuestas intro­ ducían algunas modificaciones a través de veintidós puntos. La Constitución de 1853 dispo­ nía que la ciudad de Buenos Aires fuera capital de la República; la reforma resolvió que una ley del Congreso — previa cesión por la provincia respectiva del territorio a federalizarse— establecería el lugar de residencia del gobierno nacional. En consecuencia, y hasta nueva resolución, la capital sería la ciudad de Paraná. La Constitución había naciona­ lizado la Aduana porteña y esta­ blecido derechos de importación y exportación. La reforma dispuso que los últimos correspondían a Buenos Aires hasta el año 1866, cláusula que beneficiaba al gobier­ no de dicha provincia. La Convención porteña resolvió que la República debía denomi­ narse: “ Provincias Unidas del Río de la Plata” . Las enmiendas fueron a su vez estudiadas por una Convención N acional que se reunió en Santa Fe en setiembre de 1860. A llí me­ recieron aprobación todas las re­ formas, aunque con respecto a la denominación del país se dispuso que serían nombres oficiales “ Prod e s ig n a r c a p ita l de la R e p ú b lic a a la c iu d a d 431 S a n tia g o D e rq u ! (1 8 1 0 -1 8 6 7 ). E le g id o p resid e n te d e la C o n fe d e ra c ió n , in ten ­ tó un a c e rc a m ie n to con B uenos A ire s, p e ro su p o lític a fra c a s ó y enton ces d e b ió re n u n c ia r. (Ó le o d e Tom ás d e l V illa r , en el M useo H istórico N a c io n a l.) vincias Unidas del Río de la Pla­ ta” , “ República Argentina” y “ Confederación Argentina” , pero en la formación y sanción de las leyes debería utilizarse “ Nación Argentina” . El 21 de octubre de 1860, la Constitución Nacional fue jurada solemnemente por el gobierno y el pueblo de Buenos Aires. PRESIDEN CIA DE DERQUI Entretanto, en noviembre de 1859 — en medio de las agitaciones de la lucha civil— se realizaron elecciones nacionales para reem­ plazar a Urquiza, quien termina­ ba su período. Practicado el escru­ tinio, fue elegido presidente de las trece provincias de la Confedera­ ción Santiago D erqu i y vicepresi­ dente el general Esteban Pederñera. A n to n in o A b e r a s ta in (1 8 1 0 -1 8 6 1 ). O c u ­ pó el g o b ie rn o d e S a n J u a n — su p ro ­ v in c ia n a t a l— en é p o c a d e lu ch as y enconos p o lítico s. P ereció fu sila d o . 432 Asumieron el mando el 5 de marzo de 1860, cuando el país se encontraba momentáneamente pa­ cificado. A l dejar la presidencia, el general Urquiza fue electo go­ bernador de Entre Ríos (1 de m ayo). Tam bién en Buenos Aires se produjeron cambios de gobierno. En el mes de mayo, la Legislatura provincial eligió gobernador por gran mayoría al general Bartolo­ m é M itre , quien nombró ministro de gobierno a Sarmiento. Los sucesos de San Ju an Las relaciones entre Buenos Aires y la Confederación no tar­ darían en romperse debido a dos episodios de trascendencia políti­ ca, ocurridos uno en San Juan y otro en el Congreso Nacional. El correntino José Virasoro fue nombrado gobernador de San Juan por influencia de Urquiza y Derqui. E l nuevo mandatario — hombre irascible y despótico— fue resistido por el pueblo, pues no era natural de la provincia. Por su parte, el gobierno porteño sostenía la candidatura del doctor A ntonino Aberastain, amigo del ministro Sarmiento, quien desde Buenos Aires participaba en los sucesos de su provincia. En noviembre de 1860, Virasoro y varios acompañantes cayeron asesinados — fue atacada la casa de Gobierno— por partidarios de Aberastain. Éste fue elegido go­ bernador por los revolucionarios, pero el presidente Derqui — ante el descontento que provocó el epi­ sodio en la Confederación— desig­ nó interventor de aquella provin­ cia a Juan Saá, gobernador de San Luis. Aberastain organizó un ejército para impedir la intervención del comisionado, pero Saá al frente de sus fuerzas lo derrotó en el Pocito (enero de 1861). E l vencedor or­ denó la ejecución de los prisione­ ros — entre los que cayó el doctor Aberastain— , actitud que provocó gran descontento en Buenos Aires. Derqui desaprobó los excesos de su comisionado, pero igualmente el gobierno porteño presentó una enérgica protesta ante la Confede­ ración. Por su parte, Urquiza y M itre intercambiaban cartas que indicaban un próximo rompi­ miento. Cuando las relaciones se tom a­ ban nuevamente difíciles, se efec­ tuó en Buenos Aires la elección de los diputados y senadores que de­ bían representar en el Congreso Nacional a la provincia bonaeren­ se. Ésta eligió a sus diputados de acuerdo con una ley local — dic­ tada para los convencionales , pero que violaba lo dispuesto por la Constitución Nacional El Congreso Nacional rechazó los diplomas de esos representan­ tes de Buenos Aires, lo que provo­ có general descontento en la pro­ vincia. Ante el curso de los suce­ sos, la última y la Confederación reiniciaron sus aprestos bélicos pa­ ra emprender una nueva guerra civil. 1 D e acuerdo con esa ley provincial, Bue consecuencia envió un número mayor de di] titución Nacional en su artículo 37. )s Aires dividió su territorio en distritos y en itados, que alteraba lo dispuesto por la Cons- 433 B atalla de Pavón E l 5 de julio, el Congreso N a ­ cional sancionó una ley en la que acusaba a Buenos Aires de romper pactos amistosos anteriores en una actitud de sedición y, en conse­ cuencia, la asamblea facultaba al Poder Ejecutivo a intervenir en la provincia “ a efectos de resta­ blecer el orden legal perturbado” . Debido a la inminencia de la lucha, Urquiza se dedicó a orga­ nizar las tropas entrerrianas y correntinas, mientras Derqui — dis­ tanciado del primero— se diri­ gía a Córdoba para equipar por su cuenta un ejército en el centro del país. Las fuerzas de Buenos Aires fueron confiadas al general Mitre. Urquiza al frente del ejército dé la Confederación — unos 17.000 hombres— inició su avance desde el norte, mientras los efectivos de 434 Buenos Aires — 22.000 hombres— a las órdenes de M itre penetraban en territorio de Santa Fe. Ambas fuerzas chocaron el 17 de setiembre de 1861 en las proxi­ midades del arroyo Pavón, donde se libró una encarnizada batalla que concluyó con el triunfo del general M itre, mientras Urquiza sólo pudo salvar contingentes entrerrianos, con los cuales inició la retirada hacia su provincia. El vencedor avanzó hasta Rosario. derrotaron nuevamente a efectivos federales en la Cañada de Gómez. Después del triunfo, M itre se diri­ gió a Buenos Aires. La escuadra federal se entregó y el ejército del centro depuso las armas sin ofrecer resistencia. El 1 de diciembre, la provincia de Entre Ríos reasumió su soberanía y en esta forma privó al gobierno nacional que residiera en Paraná. Sin ningún apoyo, el vicepresi­ dente Pedernera decretó el 13 de diciembre la disolución de las autoridades nacionales, hasta que un Congreso con representantes de todo el país resolviera las medidas a adoptar. E l triunfo sobre U rquiza convir­ tió a M itre en la figura política más destacada del momento. Los porteños de ideas localistas creye­ ron llegada la oportunidad de aplicar sus principios unitarios, para que Buenos Aires destruyera los gobiernos federales y se impu­ siera sobre toda la Nación. Los elementos moderados juzgaron que el unitarismo no respondía a la realidad del país y que era con­ veniente reorganizar las institu­ ciones sobre la base de la Consti­ tución Nacional, aceptada por unanimidad. M itre procedió con sereno pa­ triotismo y sin ceder ante las exi­ gencias de los exaltados de su pro­ pio partido dio un nuevo rumbo a su actuación política y se pro­ nunció por la reorganización fede­ ral. Inmediatamente se puso en contacto am istoso con U rq u iz a — sin cuya cooperación le hubiera sido más difícil la tarea a em­ prender— y a instancias del ul­ timo prometió respetar la Consti­ tución y las instituciones entre­ rrianas. Acéfalo el gobierno nacional, las provincias confiaron el Poder Eje­ cutivo en el general M itre, a fin de que convocase un nuevo Con­ greso para elegir un futuro presi­ dente. La resolución de Mitre Después de la derrota sufrida por Urquiza en Pavón, el presiden­ te Derqui se trasladó a Santa Fe, donde el 5 de noviembre presentó la renuncia de su cargo y se ausen­ tó del país rumbo a Montevideo. Las fuerzas de Buenos Aires con­ tinuaron su avance en territorio santafecino y el 22 de noviembre 435 C U ESTIO N A R IO 1. ¿Cuándo se hicieron públicas las divergencias entre Urquiza y Rosas? 2. ¿Q ué establecía el decreto de Urquiza conocido históri­ camente como "el pronunciamiento"? 3. ¿Con quiénes se alió Ur­ quiza para derribar a Rosas? 4. ¿En qué condiciones capituló O ribe? 5. ¿Q ué se resolvió en la convención firm ada en noviembre de 1851? 6. ¿Por dónde avanzó el Ejército G ran d e? 7. ¿Cómo se libró la b a ­ ta lla de Caseros? 8. ¿En qué forma huyó Rosas? 9. ¿Q ué problema debió encarar Urquiza luego de su victoria? 10. ¿Q ué dispusieron las provincias signatarias del Protocolo de Palermo? 11. ¿Por qué Alsina retiró su candidatura a la gobernación de Buenos A ires? 12. ¿Cuándo fueron convocados los gobernadores para la reunión en San N icolás? 13. ¿Q ué resoluciones tomaron los signatarios del histórico Acuerdo? 14. ¿C uál era la actitud de los porteños frente a Urquiza? 15. ¿Q ué se entiende por " la s ¡ornadas de junio"? 16. ¿Cuáles fueron las consecuencias de esos debates? 17. ¿En qué forma triunfó la revolución del 11 de setiembre? 18. ¿Q ué política siguió el gobierno de la provincia de Buenos Aires? 19. ¿Por qué debió renunciar el gobernador A lsina? 20. ¿Cómo terminó el con­ flicto entre Urquiza y el gobierno de Buenos Aires? 21. ¿Cuándo se instaló el Congreso Constituyente de Santa Fe? 22. ¿C uáles son los antecedentes de la Constitución de 1853? 23. ¿Q ué form a de go­ bierno establece? 24. ¿Cómo divide los poderes? 25. ¿Dónde esta­ bleció el presidente Urquiza la capital de la Confederación? 26. ¿Cómo puede agruparse la labor desarro llada por Urquiza al frente del gobierno? 27. ¿En qué form a la provincia de Buenos Aires se organizó en Estado disidente? 28. ¿Q ué dispusieron los "pactos de convivencia"? 29. ¿Por qué los derechos diferenciales aum enta­ ron la hostilidad entre Buenos Aires y la Confederación? 30. ¿Q u é sucesos precipitaron la b atalla de C ep ed a? 31. ¿Q ué decretaba el Pacto de San José de Flores? 32. ¿C uáles fueron las disposiciones de la Convención porteño referentes a la Constitución del 53? 33. ¿C uál era la situación política al subir Derqui a la presidencia? 34. ¿Q ué episodios volvieron a romper las relaciones entre la provincia de Buenos Aires y la Confederación? 35. ¿Quién fue derrotado en Pavón? 36. ¿Q ué patriótica actitud asumió Mitre? Presidencia de Mitre. La guerra con el Paragu ay. Las princi­ pales operaciones militares. Presidencia de Sarm iento (18681874). Labor orgánica de la presidencia de Sarm iento. Pre­ sidencia de A vellan eda (1874-1880). La conquista del desierto. Buenos Aires, capital de la República. PRESIDENCIA DE MITRE 1 ( 1862 - 1868 ) Sabemos que el general M itre, sin abandonar el cargo de gober­ nador de Buenos Aires, desempe­ ñaba provisionalmente el mando del país como Encargado del Poder Ejecutivo Nacional. En esas I circunstancias, convocó al pueblo de las provincias para elecciones j de representantes, y el 25 de ma­ yo de 1862 inició sus sesiones el Congreso Nacional en la ciudad de Buenos Aires. En el mes de junio, la Asamblea aprobó la actuación cumplida por M itre al frente del gobierno provi­ sional e inmediatamente dispuso realizar la elección de presidente y vicepresidente de la República. Los comicios se efectuaron en todo el país, con excepción de Catamar­ ca que no participó. Practicado el escrutinio, M itre resultó elegido presidente consti­ tucional de la Nación por unani­ midad de sufragios, y vicepresi­ dente el doctor M arcos Paz. Los nuevos mandatarios tomaron po­ sesión de sus cargos el 12 de octu­ bre de 1862, en la ciudad de Buenos Aires, donde quedó insta­ lada la sede del gobierno nacional. M itre designó ministros a un calificado grupo de hombres pú­ blicos de reconocido talento. Fue­ ron los siguientes: Dr. G u illerm o 437 Bartolomé Mitre (1821-1906). Fue po­ lítico, militar, legislador, historiador, orador, poeta, lingüista y traductor. ciudad de Buenos Aires, donde a la vez se encontraba el asiento del gobierno provincial. La situación culminó en 1867, año en que debía establecerse la capital definitiva de la República. Consultadas las provincias, Córdoba ofreció su pro­ pia capital y Santa Fe propuso a Ro­ sario, pero nada se concretó. Rawson (In terio r), Dr. Dalm acio Vélez Sársfield (H acienda), Dr. Eduardo Costa (Justicia, Culto e Instrucción Pública), Dr. R ufino de Elizalde (Relaciones Exterio­ res) y general Andrés G elly y Obes (Guerra y M arin a). La cuestión de la capital El Congreso dispuso tratar el grave problema político de la ca­ pital definitiva de la República. Aunque Buenos Aires reunía las condiciones requeridas, la provin­ cia se oponía — desde tiempo atrás— a desprenderse de dicha ciudad. El 1 de octubre de 1862, el Con­ greso Nacional aprobó la llamada Ley de Compromiso, que fue acep­ tada por la Legislatura provincial y promulgada por el presidente. A modo de transacción y por cinco años, se concedía a las auto­ ridades nacionales residir en la 438 Recién en 1880 y bajo la presi­ dencia de Avellaneda sería resuel­ to el ya largo problema. La cuestión de la capital hizo perder a M itre popularidad en Buenos Aires y dio origen a la di­ visión de su partido en dos fraccio­ nes: los que seguían sus principios — convertir a Buenos Aires en ca­ pital de la República— se denomi­ naron “ nacionalistas” , y sus opo­ sitores, encabezados por Adolfo Alsina, fueron llamados “ autono­ mistas” , porque defendían el lo­ calismo porteño y la autonomía de la provincia de Buenos Aires. En el lenguaje político, los últimos fueron apodados “ crudos” y los na­ cionalistas “ cocidos” , o bien, alsinistas y mitristas, respectivamente. O b ra d esarro llad a durante la presidencia de Mitre Con la eficaz colaboración de sus destacados ministros, el presi­ dente M itre desarrolló una amplia labor progresista. Justicia. El gobierno organizó la Suprema Corte de Justicia — inte­ grada por cinco miembros y un procurador— y creó juzgados fe­ derales en las provincias, cargos que fueron ocupados por ciudada­ nos sin compromisos políticos, ho­ nestos en el desempeño de sus fun­ ciones. E l Poder Ejecutivo designó al doctor Carlos Tejedor para que redactara ún proyecto de Código Penal que no fue promulgado has­ ta 1886. Con respecto a las relaciones exteriores, España reconoció la Independencia argentina y se re­ solvió — sobre la base de acatar las leyes de los respectivos países—• el entredicho a que había dado origen la nacionalidad de los h i­ jos de peninsulares nacidos en nuestra patria. Economía. Cuando M itre inició su mandato, las finanzas tenían un marcado déficit, no sólo en el interior del país, sino también en Buenos Aires. Una importante me­ dida fue la reorganización del Banco de la Provincia y el control de la emisión monetaria, para evitar la pérdida de su valor ad­ quisitivo. En julio de 1862, fue nacionali­ A sp ecto H ipólito sesiones bre d e ed ificio zada la Aduana del puerto de Bue­ nos Aires, medida que permitió solventar buena parte de los gas­ tos generales y disminuir las deudas. En 1862 se derogó la legislación mercantil del período hispánico — fue clausurado el Consulado— y se aprobó el Código de Comercio, obra de los doctores Eduardo Acevedo y Dalmacio Vélez Sársfield. En julio de 1866 abrió sus puer­ tas la Sociedad R ural Argentina, organismo que favoreció el des­ arrollo económico del agro. Las vías de comunicación reci­ bieron gran impulso, especialmen­ te los ferrocarriles, que contaron con el apoyo de capitales britá­ nicos. Se incrementó la inmigración, y en este período llegaron a nues­ tro país más de 100.000 europeos. Educación. La enseñanza reci­ bió gran impulso, de acuerdo con lo que anunció el ministro Eduar­ do Costa: “ la difusión de la ense­ ñanza es la primera de nuestras d e l a n tig u o C o n g re so N a c io n a l, q u e e sta b a u b ica d o en la c a lle V ic to ria 3 2 8 (hoy Y rig o y e n ). En u na a m p lia s a la in te rio r, la L e g isla tu ra d e B uenos A ire s in ició sus p r e p a r a t o r ia s en el a ñ o 18 6 4 . La últim a reu nión se re a liz ó el d ía 15 d e d iciem ­ 19 05. A p a rtir d e esa fe c h a , a m b a s c á m a r a s le g isla tiv a s se tra s la d a r o n a l a c tu a l d e la c a lle E n tre R íos. necesidades, como es el deber más imperioso que a los gobiernos li­ bres imponen las instituciones de­ mocráticas” . El Poder Ejecutivo asignó a las provincias subsidios para la fun­ dación de escuelas, y en Buenos Aires se creó el “ Consejo de Ins­ trucción Pública” . En 1860 abrió sus puertas la escuela primaria Catedral al Norte, actualmente “ José M anuel Estrada” ; respecto de la enseñanza secundaria merece citarse el “ Colegio Nacional de Buenos A ires” , reorganizado sobre la base del antiguo San Carlos. La Universidad, con el rectora­ do de Juan M aría Gutiérrez, me­ joró su plan de estudios y lo adap­ tó a los adelantos de la época. Conflictos en el interior del país. La pacificación En el transcurso de su presiden­ cia, M itre debió afrontar serios problemas internos debidos no só­ lo a la tenaz oposición de los auto­ nomistas o alsinistas en Buenos 440 Aires, sino también por la acción de las montoneras del interior, que se pronunciaron contra el go­ bierno nacional — al que volvieron a calificar de “ porteño” — en de­ fensa de sus intereses locales. La resistencia fue encabezada por el caudillo riojano Á ngel V i­ cente Peñaloza — apodado “ El Chacho” — , descendiente de una vieja fam ilia de su provincia, quien por su larga actuación ha­ bía sido promovido al grado de co­ ronel mayor del ejército nacional. Lamentablemente, los jefes en­ viados por el gobierno de Buenos Aires procedieron con extremo ri­ gor, en una acción represiva que atizó el descontento y encendió nuevamente — en 1862— la guerra civil en el norte y oeste del terri­ torio. Las luchas contra las montone­ ras se extendieron a Catamarca, Córdoba, San Luis y San Juan, a cuyo gobernador Sarmiento le fue encomendada la dirección de la guerra. E l caudillo riojano debió enfrentar a los efectivos mejor ar- rnados del general Paunero y de los coroneles Rivas y Sandes. U n armisticio tuvo corta dura­ ción y las hostilidades se reanuda­ ron en marzo de 1863. E l 20 de mayo Peñaloza fue derrotado por Sandes en Lomas Blancas, pero el caudillo logró rehacer sus efecti­ vos y marchó a la ciudad de Cór­ doba, donde fue alcanzado por las tropas ' las órdenes de Paunero y volvió a caer derrotado en el san­ griento encuentro de Las Playas (28 de junio). E l Chacho huyó a su provincia natal, pero fue apresado en Olta y ajusticiado de inmediato (no­ viem bre de 1863). La cabeza del rebelde fue colocada en una pica y exhibida a modo de escarmiento. A fines de 1866 se originó otra revuelta contra las autoridades na­ cionales en las provincias de Cuyo, esta vez a las órdenes de Juan Saá, apodado “ Lanza Seca” . A l frente de unos 5.000 hombres emprendió la marcha sobre Buenos Aires, pero fue vencido en San Ignacio, el 1 de abril de 1867, por tropas nacio­ nales destacadas en la guerra que en esas épocas se libraba contra el Paraguay. A causa de revueltas estalladas en el interior del país, el general M itre decretó durante su mandato intervenciones a las provincias de Córdoba, Catamarca, La Rioja, Mendoza, Santa Fe y Corrientes. LA GUERRA C O N EL P A R A G U A Y Actitud del P ara g u a y frente a la A rgentina y el Brasil En 1844, Carlos A ntonio López fue nombrado presidente del Para­ guay con atribuciones de dictador. Dispuso aumentar los efectivos del ejército, construyó arsenales y fá ­ bricas de pólvora, erigió líneas de­ fensivas y equipó una flo tilla de once naves. Rodeado de poderosos vecinos y sin determinar las fron­ teras de su país, López se preparó para defender sus derechos por m e­ dio de las armas. Desde tiempo atrás, las relacio­ nes entre el Paraguay y la Con­ federación Argentina distaban de ser cordiales, por cuanto Rosas siempre se había negado a recono­ cer la independencia del vecino país. Carlos Antonio López disputaba con Brasil una extensa región si­ tuada al norte y al este del río Paraguay, mientras el imperio — desde muy antiguo— ambicio­ naba el dominio de los ríos Paraná y Paraguay para beneficiar a las comunicaciones del Matto-Grosso. Con respecto a la Argentina, tampoco estaban delimitadas las respectivas jurisdicciones, y el go­ bierno de Asunción pretendía no sólo la amplia región chaqueña sino también parte de las provin­ cias de Corrientes y Misiones. En 1862 murió el presidente del Paraguay y le sucedió su hijo, el general Francisco Solano López, quien aprovechó la oportunidad para intervenir en los problemas del Río de la Plata con su país fortalecido y bien armado. N om b rad o gen era l a los dieciocho años, L ó p e z era un h om bre am bicioso y m edianam ente instruido, que había podido observar la cultura europea en el transcurso de un v ia je p o r los países d el V ie jo M undo. H em os visto que en 1859 fu e de­ signado p or su padre para in te rv e n ir com o m ediador en los conflictos entre Buenos A ir e s y la Confederación. Cuando ocupó el gobiern o paragu ayo, 441 López desconfió de la Argentina y del Brasil y sostuvo la necesidad de man­ tener el “ equilibrio del poder” , es de­ cir, impedir todo desarrollo excesivo de sus poderosos vecinos. La cuestión u ru g u aya En el año 1854 se produjo en el Uruguay una revolución y subió al poder el presidente Berro, miembro del partido Blanco, quien seguía la anterior línea política de Oribe, enemiga de los brasileños. El general Venancio Flores — que había integrado el gobierno depuesto— marchó a Buenos Aires, donde se enroló en las fuer­ zas adictas a M itre, en las luchas contra la Confederación. Flores pertenecía al partido Colorado, antiguo aliado de los unitarios ar­ gentinos y del imperio. E l citado m ilitar organizó un ejército en Buenos Aires, y en 1863 invadió el territorio oriental, con el apoyo de contingentes brasileños. Argumentando el apoyo presta­ do a los revolucionarios, el Uru­ guay rompió sus relaciones con la Argentina y el Brasil, aunque es­ tos dos últimos países rechazaron los cargos y se mantuvieron neu­ trales. Debido a la situación creada por la invasión de Flores, el gobierno blanco solicitó la intervención pa­ raguaya y entonces Francisco So­ lano,López — cuyo ejército alcan­ zaba los 64.000 hombres— dirigió una enérgica nota al ministro bra­ sileño en la Asunción, acusando al imperio de romper el equilibrio entre las naciones del Plata. Sin hacer caso a la reclamación paraguaya, el Brasil invadió con un ejército el territorio uruguayo, a través de la frontera de Río Grande, mientras la flota secun­ daba las operaciones. 442 Como réplica, López ordenó apresar y rem itir a la Asunción a. la nave mercante M arqués de Olinda, perteneciente a una com­ pañía brasileña. En otro acto de hostilidad el dictador paraguayo invadió MattoGrosso y logró ocupar ese Esta­ do brasileño, luego de vencer es­ casa resistencia. Mientras se desarrollaban estos sucesos, los colorados uruguayos y sus aliados los imperiales arrolla­ ban a los blancos, y en febrero de 1865 la ciudad de Montevideo se rindió. E l general Venancio Flo­ res fue designado presidente pro­ visional del Uruguay. La A rgentina interviene en el conflicto La guerra civil estallada en la vecina orilla entre blancos y colo­ rados y su repercusión en las na­ ciones limítrofes dividió nueva­ mente las opiniones en nuestro país e hizo resurgir los viejos an­ tagonismos partidarios. Los anti­ guos federales culparon a M itre de alianza con los brasileños en contra de los blancos uruguayos; a este descontento no fue ajeno el levantamiento de Juan Saá. Cuan­ do Francisco Solano López inter­ vino en los sucesos, los federales del interior lo apoyaron por su ac­ titud frente al Brasil. Por otra parte, los hombres del . partido gobernante en nuestro país — cuya simpatía por Flores era indudable— contaban con la adhesión de los núcleos de tenden­ cia porteñista. En el transcurso del conflicto, el presidente M itre había mante­ nido una cautelosa neutralidad di­ plomática, sosteniendo que el pro blema era una cuestión interna de los uruguayos. El Paraguay se encontraba en guerra con el Brasil desde fines de 1864. Para llevar la lucha al te­ rritorio enemigo de Río Grande, el presidente López solicitó permiso al gobierno argentino para que tropas paraguayas cruzasen la pro­ vincia de Corrientes. El presidente M itre negó la autorización, pues violaba la neutralidad y daría ori­ gen a un “ derecho recíproco” por parte del Brasil. La respuesta argentina alteraba los fla n es de López, quien se de­ cidió a obrar. En marzo de 1865, la Legislatura paraguaya declaró la guerra a la República Argentina y el 13 de abril fue atacado él puerto de Corrientes y apresadas dos naves de nuestra bandera; al día siguiente, las tropas paragua­ yas se apoderaron de la ciudad. La Triple A lia n za La actitud de López frente a la Argentina y el Brasil determinó que ambos países agredidos unie­ ran sus esfuerzos en contra del enemigo común, sobre la base de una alianza en la que también ingresó el gobierno uruguayo de Venancio Flores, del partido polí­ tico colorado. El 1 de mayo de 1865, los go­ biernos de Argentina, Brasil y U ruguay firmaron un tratado ofen­ sivo y defensivo contra el gobierno paraguayo de Francisco Solano Ló­ pez, documento conocido como la T rip le Alianza. El mando supremo de los ejér­ citos fue confiado al general M itre, mientras las fuerzas navales serían dirigidas por el vicealm irante bra­ sileño vizconde de Tamandaré. De acuerdo con otras cláusulas, los firmantes se comprometían a no deponer las armas hasta que el gobierno de López fuera derrotado y a respetar la integridad territo­ rial y la soberanía del Paraguay. También quedaban fijados los lí­ mites entre la Argentina y el Bra­ sil con el Paraguay, aunque al tér­ mino de la lucha — como Vere­ mos— la oposición del imperio moti’ ó que nuestro país renunciara a la ocupación del actual Chaco paraguayo, como lo estableció la T rip le Alianza. E l 9 de mayo, la Argentina anunció oficialmente que se en­ contraba en guerra con el Para­ guayLAS PRINCIPALES O PERA CIO N ES MILITARES La lucha en las riberas del P aran á y el U ruguay Aunque los jefes aliados creye­ ron en un primer momento que la guerra sería breve, la tenaz re­ sistencia de los paraguayos prolon­ gó las hostilidades por cinco años (1865-1870) \ El ejército del Paraguay,^ al mando del general Robles, tomó la ofensiva, invadió territorio argen­ tino y ocupó la ciudad de Corrien­ tes. Una división a las órdenes del general Paunero consiguió recha­ zarlos y recuperar la plaza, el 25 de mayo de 1865. El triunfo fue efímero y poco después los efec­ tivos argentinos debieron replegar­ se ante la presión del enemigo, que volvió a penetrar en la ciudad. La flota brasileña remontó el Paraná y venció a la escuadra pa­ raguaya en el combate del Ria­ chuelo 2. En junio de 1865, el presidente M itre delegó el poder en el vice­ presidente Marcos Paz y se dirigió a la localidad entrerriana de Concor­ dia, donde estaban concentrados los efectivos del ejército aliado — cuyo mando supremo ejercía— , integra­ do también por los brasileños a cuyo frente se hallaba Osorio, y los uruguayos dirigidos por Flores. Las tropas estaban bastante indiscipli­ nadas y así unos 3.000 milicianos entrerrianos reclutados por U rqu i­ za se dispersaron para no luchar contra los paraguayos. El ejército aliado de vanguardia, bajo el mando del general Flores, marchó hacia el norte, para en­ frentar a los efectivos paraguayos del teniente coronel Juan Estigarribia, los que avanzaron costean­ 1 Mitre confiaba terminar en corto plazo con los paraguayos. E n cierta oportunidad dijo: “ en tres dias en los cuarteles, en tres semanas en el campo de batalla y en tres meses en la «Asunción” . 2 Un poco más hacia el sur de la ciudad de Corrientes. 444 do el río Uruguay hasta ocupar — el 5 de mayo— la ciudad brasi­ leña de Uruguayana. Otro contingente paraguayo, di­ rigido por el mayor Duarte — quien también costeaba el río— , fue ven­ cido por las tropas argentino-uruguayas del general Flores en el riacho Yatay, el 17 de agosto. Poco después, el general M itre consiguió la capitulación de las fuerzas invasoras de Estigarribia, que habían ocupado a Uruguayana. La ofensiva de los paraguayos había fracasado y entonces López ordenó el repliegue de sus efecti­ vos, los que evacuaron el territorio argentino. Los aliados avanzaron hacia el norte, y el 3 de noviembre M itre retomó la ciudad de Corrientes y se dispuso a llevar la guerra so­ bre el propio territorio enemigo. Las hostilidades en territorio p a rag u a yo El 16 de abril de 1866, el gene­ ral M itre al frente de 60.000 hom­ bres cruzó el Paraná por el lugar denominado Paso de la Patria y costeando el río Paraguay se in­ ternó en territorio enemigo. El 2 de mayo, los ejércitos ad­ versarios chocaron en el Estero Be­ llaco, donde las tropas de López embistieron a la vanguardia alia­ da — efectivos uruguayos del ge­ neral Flores— y la hicieron re­ troceder, pero el general M itre contraatacó y logró vencer al ge­ neral Díaz, jefe de los efectivos paraguayos. Los aliados continuaron su avan­ ce y el 24 de mayo fueron nueva­ mente atacados en Tuyutí, donde se libró un sangriento combate de más de cuatro horas de duración y a cuyo término los paraguayos se retiraron del campo de la lucha donde dejaron 14.000 cadáveres, contra 4.000 de los aliados, en su mayoría brasileños. A causa de los contrastes sufri­ dos, López reorganizó sus tropas y hasta debió incorporar a los es­ clavos. En el transcurso del mes de julio, se produjeron combates aislados como los de Yataití Corá y Boquerón, que concluyeron con la retirada de los paraguayos, pero con grandes bajas para ambos bandos. El curso de la guerra era desfavora­ ble para los defensores, por lo que el presidente López decidió capitular y para esto convocó al general Mitre a una entrevista en Yataití Corá, el 12 de setiembre de 1866. Los dos mandatarios se reunieron por espacio de cinco horas, aunque no lle­ garon a ningún acuerdo, porque Mitre exigió a López que aceptara las cláu­ sulas de la Triple Alianza, pero el úl­ timo se negó. Antes de separarse para reanudar la lucha, ambos presidentes brindaron con coñac y cambiaron sus látigos en recuerdo de la entrevista. Las tropas aliadas continuaron su avance y el 22 de setiembre el general M itre — persuadido por los jefes brasileños— dispuso ata­ car a la fortaleza paraguaya de Curupaití, defendida por el gene­ ral Días La escuadra, a las órdenes de Tamandaré, arrojó durante varias . ' Mitre tenía planeado atacar la fortaleza por el flanco izquierdo, pero los jefes brasileños insistieron en hacerlo por el derecho, que daba al río Paraguay y permitía entonces contar con el apoyo de la flota. 445 horas más de cinco m il bombas so­ bre las trincheras y parapetos, a fin de silenciar a las baterías ene­ migas. Cuando los brasileños creye­ ron cumplida su m isión 1, M itre ordenó al ejército tomar la forta­ leza por asalto, pero las defen­ sas estaban intactas, con sus hom­ bres armados y erizadas de caño­ nes. Aunque los atacantes hicieron derroche de valor, sus filas fueron diezmadas en verdadera matanza 2. Entre las numerosas bajas se con­ tó a Dominguito, hijo adoptivo de Sarmiento. El ejército aliado desistió de su intento y luego se mantuvo en in­ actividad por un año y medio, de­ bido a una epidemia de cólera que afectó a ambos adversarios. En febrero de 1867, M itre — al frente de dos divisiones— regresó a Buenos Aires para sofocar los levantamientos de las montoneras del interior; en julio volvió al Pa­ raguay, donde el general brasi­ leño marqués de Caxias ya había reorganizado los efectivos. Las tropas terrestres aliadas en combinación con la flota lograron vencer la resistencia enemiga en Curupaití y luego, más hacia el norte, repitieron la operación con la fortaleza de H um aitá, que capi­ tuló luego de tenaz defensa (agos­ to de 1868). Entretanto, en febrero de 1868, el general M itre había regresado nuevamente a Buenos Aires para hacerse cargo de la presidencia de la República por fallecim iento del vicepresidente Marcos Paz. E l curso de la guerra continuaba desfavorable para López, quien — para impedir la caída de Asun­ ción— replegó el grueso de su ejército tras la defensa natural del * L a s n a v e s b r a s ile ñ a s b om b a rd ea ron d e s d e u n a d is ta n c ia s u p e r io r a l a l c a n c e d e sus c á n o n e s , p o r l o q u e d e j a r o n lo s o b j e t i v o s p r á c t i c a m e n t e in t a c t o s . E l r u d o c o n tra s te ^ p r o v o c ó m a l e s t a r e n n u e s t r o p a í s , d o n d e c a d a d í a a u m e n t a b a n lo s p a r t i d a r i o s d e p o n e r f i n a l a g u e r r a . E l d o c t o r J u a n B a u t is t a A l b e r d i , q u e s e e n c o n t r a b a en J iu r o p a , c e n s u r ó l a p o l í t i c a d e l a T r i p l e A l i a n z a c o n r e s p e c t o a l P a r a g u a y y d e f e n d i ó l a a c t it u d de L óp ez. río Pikisiri. A llí esperó el avance del ejército aliado a las órdenes del marqués de Caxias, pero el jefe brasileño, en hábil maniobra, efectuó un movimiento envolvente y colocó a sus tropas sobre la re­ taguardia de López. Luego de una serie de encuen­ tros parciales, los aliados atacaron el campamento enemigo de Lomas Valentinas. Después de varios días de combate — 21 al 27 de diciem­ bre de 1868— , López huyó hacia el norte, mientras los aliados ocuf paron Angostura y finalmente en­ traron en Asunción, el 1 de enero de 1869. L a capital del Paraguay había r caído en poder de los atacantes, pe: ro López proseguiría la resistencia ¡ un año más. ¡PRESID EN CIA DE SARM IENTO 1(1868-1874) El proceso electoral En 1867, cuando todavía faltaba un año para que M itre terminara su mandato, el pueblo de Buenos Aires comenzó a agitarse con los preparativos de la próxima elec­ ción presidencial. Los dos partidos políticos opositores eran el “ nacio­ nalista” y el “ autonomista” , aun­ que el primero — encabezado por M itre— había perdido apoyo poE pular debido a la cuestión de la capital y al largo conflicto con el Paraguay. E l partido mitrista, o nacionalis­ ta, sostenía la candidatura presi> dencial del ministro de Relaciones | Exteriores, R ufino de E lizalde, mientras el autonomista — al que adhería buena parte de los anti­ guos federales— propiciaba a su jefe el doctor Adolfo Alsina. Este último, aunque adversario político de Urquiza, entró en tratos con el general entrerriano para combinar una fórmula que permitiera derro­ tar a los candidatos propuestos por el partido gobernante. Nada posi­ tivo se logró en esas circunstancias. A fines de 1867, el presidente M itre se encontraba guerreando en el Paraguay, y enterado del ar­ dor cívico de sus conciudadanos envió desde su campamento en Tuyú-Cué, el 28 de noviembre, una extensa carta al doctor José M aría Gutiérrez, la que luego se dio a publicidad con el título de “ testamento político” . A través del escrito, el presiden­ te aseguraba la imparcialidad del gobierno ante las próximas elec­ ciones y a fin de que el pueblo expresara libremente su voluntad negaba la existencia de un can­ didato oficial. N o obstante, en cier­ tos pasajes dejaba entrever su pre­ ferencia en favor de Elizalde, no así del doctor Adolfo Alsina, cu­ ya ascensión al poder sería — a su juicio— inconveniente para el país 1. A instancias del coronel Lucio V. Mansilla, el ejército propició la candidatura presidencial de D o ­ m ingo Faustino Sarmiento — a la sazón ministro en W ashington— , quien también fue apoyado por el periódico “ La Tribuna” , cuyos pro­ pietarios eran los hermanos Héctor y Mariano Varela. Para el segun­ do término de la fórmula fue ele­ 1 La p u b lic a c ió n d e l a c a r t a r e d a c t a d a p o r M i t r e p e r j u d i c ó a A l s i n a , p o r c u a n t o la s c r í t i c a s t e n í a n su s f u n d a m e n t o s , p e r o t a m b i é n d e s p r e s t i g i ó a E l i z a l d e , q u i e n r e p r e s e n t a b a la c o n t in u a c ió n p o l ít ic a d e l g o b ie r n o d u r a m e n te c o m b a tid o . 447 446 D om ing o Fau stin o S arm ien to . P re sid en ­ te d e la R e p ú b lica d u ra n te los a ñ o s 1 8 6 8 -1 8 7 4 . De re c ia p e rs o n a lid a d , lu­ chó to d a su v id a en fa v o r d e la^ educació n p o p u la r. E l nuevo presidente se hizo car­ go del poder con su compañero de fórmula el 12 de octubre de 1868. Designó ministros a hombres capa­ ces que representaban distintos sec­ tores de la opinión; fueron los si­ guientes: Dalm acio Vélez Sárs­ field (In terio r), Nicolás A vellane­ da (Justicia e Instrucción Públi­ ca), José Gorostiaga (H acienda), M ariano Varela (Relaciones Exte­ riores), y coronel M a rtín de Gainza (Guerra y M arin a). Term inación de la guerra con el P a ra g u a y gido el doctor Adolfo Alsina, la fi­ gura más destacada del autonomismo y muy popular en Buenos Aires. Sarmiento estaba alejado de las luchas políticas y carecía de agru­ pación propia y de apoyo oficial. Su candidatura había surgido co­ mo una transacción entre las ten­ dencias opositoras. Las elecciones se efectuaron en el mes de abril de 1868 y Sarmien­ to se embarcó desde Estados U n i­ dos de regreso a Buenos Aires en el mes de julio. Después de un complicado pro­ ceso electoral, las Cámaras del Congreso se reunieron el 16 de agosto para efectuar el escrutinio, el que arrojó 79 votos en favor de Sarmiento, 26 para U rquiza y sólo 22 para Elizalde. Alsina fue ele­ gido vicepresidente por 82 sufra­ gios. 448 Después de la toma de Asunción por los aliados, Francisco Solano López se retiró hacia el norte, has­ ta que finalmente logró atrinche­ rarse en Cerro Corá. Las tropas perseguidoras rodearon el campa­ mento y entonces López ■—viéndo­ se perdido— consiguió huir pero no tardó en ser alcanzado por el general brasileño Cámara, quien lo ultimó (1 de marzo de 1870). La última resistencia de los pa­ raguayos había terminado, pero la concertación de la paz con el país vencido daría lugar a enojosas cuestiones diplomáticas entre el Brasil y la Argentina. E l territorio paraguayo quedó ocupado por el ejército im perial y escasos contingentes argentinos a las órdenes del general Em ilio M itre. Fue nombrado un gobierno provisional en la Asunción y des­ de ese momento el Brasil impuso sus directivas y trató de obtener 1 ■ I 1 I j L I | L ventajas territoriales, a la vez que se opuso a los reclamos de la A r­ gentina basados en las cláusulas de la T rip le Alianza. De acuerdo con lo dispuesto en el citado do­ cumento, los límites de nuestro país debían prolongarse por el norte, más allá del río Pilcomayo. En noviembre de 1869, el gene­ ral Em ilio M itre — de acuerdo con órdenes de Buenos Aires— ocupó territorios chaqueños situados al norte del Pilcomayo y acampó en la población de V illa Occidental (h oy V illa Hayes). A pesar de esto, en el mes de diciembre de ese año, el doctor Varela — ministro de Relaciones Exteriores argentino— dio a conocer una importante Declaración en uno de cuyos pasajes afirmaba “ que la victoria no da derechos a las naciones aliadas pa­ ra declarar por sí límites suyos” . La astuta diplomacia brasileña interpretó que la Argentina renunciaba a lo dispuesto en la T r i­ ple A lianza y cedía sus derechos sobre la región chaqueña situada al norte del Pilcomayo. Ante el La ilustración — un dibujo de A. Methfessel— nos muestra la muerte de Fran­ cisco Solano López, el presidente p a ra ­ guayo. L u e g o de su derrota en C e ­ rro C o rá, pretendió huir, pero sus per­ seguidores lo ulti­ maron al cru zar un arroyo. curso de los sucesos, nuestro país sostuvo la validez de sus reclamos sobre los territorios en cuestión. E l Brasil prosiguió con su po­ lítica y firm ó por separado un tratado de paz con el Paraguay. Ante la situación creada, que ha­ cía prever una guerra contra el imperio, Sarmiento confió al ge­ neral M itre una misión ante el gobierno de Río de Janeiro. El comisionado aceptó y logró entrevistarse con Pedro II, lo que permitió reanudar las relaciones amistosas, alejando el peligro de un choque armado (setiembre de 1872). A l año siguiente M itre marchó al Paraguay, aunque sus negocia­ ciones con el ministro de Relacio­ nes Exteriores de aquel país tam­ poco le permitieron resolver la cuestión territorial en conflicto. El enojoso problema llegó a su término el 3 de febrero de 1876, cuando la Argentina — bajo el go­ bierno de Avellaneda— fijó sus límites en la línea del Pilcomayo y aceptó someter al arbitraje del presidente Hoyes, de los Estados Unidos, el territorio comprendido al norte del Pilcomayo hasta el río Verde. En noviembre de 1878, el mediador concedió dicha región al Paraguay. A sesinato de U rquiza. La intervención en Entre Ríos En el año 1866, Urquiza había sido reelegido gobernador de En­ tre Ríos y desde tiempo atrás ha­ bitaba en el palacio San José, her­ mosa residencia que superaba en belleza y amplitud a cualquiera otra construcción de la época. Sus relaciones con el gobierno nacional eran cordiales y a co­ mienzos de febrero de 1870 Sar­ miento llegó hasta el palacio, don­ de vínculos de amistad surgieron entre el presidente y el gobernador de Entre Ríos. Este acercamiento entre ambas figuras — hasta esa época distanciadas— no fue bien recibido en Buenos Aires n i tam­ poco en Entre Ríos, donde se en­ cendieron nuevamente las pasiones al amparo del sentimiento localista. Ricardo López Jordán acusó a Urquiza de “ entregarse a los por­ teños” y dispuso que varios de sus hombres eliminaran de la escena política al vencedor de Caseros. En la noche del 11 de abril de 1870, un grupo de unos sesenta in divi­ duos dominó la pequeña guardia del palacio San José y a los gritos de “ ¡Viva López Jordán!” irrum ­ pió dentro de ía vivienda. Ante la certeza de un atentado, Urquiza trató de buscar un arma, pero fue alcanzado por un tiro en pleno rostro y una vez moribundo ultimado por Nico Coronel. A los pocos días del crimen la Legislatura de Entre Ríos nombró gobernador a López Jordán, quien asumió la responsabilidad del gra­ ve suceso. Ante la situación creada, el gobierno nacional decretó la in ­ tervención de aquella provincia, medida que sería apoyada por fuerzas militares. Considerando avasallada su au­ tonomía, los entrerrianos dispusie­ ron resistir, bajo las órdenes de Ló­ pez Jordán, actitud que encendió una nueva guerra civil en el li­ toral. Las tropas de la intervención vencieron al gobernador de Entre Ríos en Santa Rosa. Todavía cón " L a fie b re a m a r illa " , por el pintor J u a n M an u el B la n e s. C o n g ra n d ram atism o el c u a d ro re p ro d u ce u n a escen a d e la cru e l e p id e m ia . A l a b r ir la p u e rta de u n a v iv ie n d a , dos m iem bros de una com isión d e a u x ilio e n cu e n tran a una m ujer e x á n im e , víctim a d e l te rrib le m al, y a su h ijo , aú n vivo . fuerzas considerables, López Jor­ dán se internó en la provincia de Corrientes pero fue derrotado en el combate de Ñaembé (enero de 1871) y buscó refugio en el Brasil, Dos años más tarde emprendió una nueva campaña en Entre Ríos. Vencido en el combate de D on Gonzalo (diciem bre de 1873), Ló­ pez Jordán huyó al Uruguay. D ificultades internas En el transcurso de su presiden­ cia, Sarmiento debió superar gra­ ves dificultades. A la situación ex­ terna con el Paraguay, Brasil y Chile, se sumaron en el orden in­ terno los alzamientos de López Jordán, seguidos de otras revolu­ ciones menores en Corrientes y en Mendoza. Distraídas las fuerzas militares en mantener la tranquilidad inter­ na, recrudecieron los malones de los indios y en el transcurso del prim er año de gobierno se produ­ jeron doce ataques contra centros poblados, en los que no faltaron los asesinatos y las depredaciones. A comienzos de 1871, las dificul­ tades aumentaron cuando se inició en Buenos Aires una grave epide­ mia de fiebre amarilla, que diezmó familias enteras e impidió el nor­ m al desarrollo de las actividades. Felizmente, el flagelo declinó a mediados de año. A la contar desde m ediados de febrero, epidem ia se g en era lizó en form a alarm ante y d iariam en te se producían casos fatales. E l 10 de a b ril se re gis ­ traron 545 decesos. C o n vien e aclarar que la población de Buenos A ir e s no pasaba de 180.000 personas y que en cifras generales los atacados fu eron unos 45.000. Las oficinas públicas y las escuelas cerraron sus puertas y los altos fu n ­ cionarios del gobierno abandonáron sus puestos y se d irigie ro n a la campaña para salvar sus vidas. D e b ió habilitarse el cem enterio de la Chacarita, aunque centenares de cadáveres quedaban in ­ sepultos debido a la cantidad de dece­ sos y al pánico colectivo. Sin la intensidad del año 1871, la fie ­ bre am arilla atacó n u eva m en te a la población porteña en 1872 y 1896. En el orden político local, Sar­ miento debió enfrentar la oposi­ ción de la Legislatura, cuyos inte­ grantes — partidarios de M itren censuraban al gobierno nacional y su intervención en la provincia de Entre Ríos. Tam bién el presidente 451 fue criticado a través de varios pe­ riódicos. E l 22 de agosto de 1873, fracasó un atentado contra la vida de Sar­ miento. En la noche del 22 de agosto, el pre­ sidente viajaba en su carruaje por una calle céntrica de la ciudad de Buenos Aires, cuando dos italianos, los her­ manos Francisco y Pedro Guerri, pre­ tendieron herirlo desde corta distancia. A l tratar de hacer fuego, reventó el trabuco que llevaba uno de los agre­ sores, lo que hizo fracasar el atentado. Los hermanos Guerri, junto con Luis Casimiro — otro de los complotados— , fueron detenidos. Se considera a López Jordán como el instigador del episodio. LABOR O R G Á N IC A DE LA PRESIDENCIA DE SARM IENTO O b ra cultural Hombre de pensamiento y tam­ bién de acción al servicio de sus ideas, Sarmiento fue el autodidacto que dedicó todos sus esfuerzos a la lucha contra la ignorancia y a la formación cultural del pueblo. Promulgó la Ley N acional de Subvenciones (setiembre de 1871), cuyo objeto era destinar fondos para la construcción de edificios escolares en toda la República, ad­ quirir libros y elementos de traba­ jo y atender el pago de sueldos a los maestros. Fueron actualizados los planes de estudio de los establecimientos de segunda enseñanza y a falta de pedagogos en el país contrató edu­ cadores norteamericanos. Por decreto del mes de junio de 1870, se fundó la Escuela N orm a l de Paraná, cuya dirección fue con­ fiada al profesor norteamericano Jorge Stearns, a quien más tarde reemplazó el educador José M aría Torres. El establecimiento sirvió de modelo para la creación de otros similares, puestos en principio ba­ jo la dirección de pedagogos nor­ teamericanos. Para difundir la lec­ tura se fundó la Comisión Protec­ tora de Bibliotecas Populares con filiales en diversos puntos del país. Para apreciar la obra educativa de Sarmiento basta mencionar que en el año 1872 funcionaban 1.644 escuelas primarias, con una pobla­ ción escolar de 97.500 niños, quie­ nes eran atendidos por 2.778 maes­ tros *. Los centros superiores de cultura tampoco fueron descuidados. En octubre de 1871 se inauguró en Córdoba el primer Observatorio Astronóm ico Argentino, dirigido por el sabio norteamericano Benja­ m ín G ould ; de este organismo de­ rivó la O ficina M eteorológica N a ­ cional, que luego fue trasladada a Buenos Aires. Tam bién en Córdoba se erigie­ ron la Academia de Ciencias — di­ rigida por el naturalista alemán Germán Burmeister— y la Facul­ tad de Ciencias Físicas y M atem á­ ticas. En otro aspecto y durante el go­ bierno de Sarmiento aparecieron los actuales diarios “ La Prensa” y “ La Nación” , fundados por José C. Paz y Bartolom é M itre , respecti­ vamente. O b ra adm in istrativa En 1869, la Legislatura aprobó el Código C iv il redactado por Vé- 1 Cuando Sarmiento inició su mandato las escuelas primarias no pasaban de 600 y sólo 30.000 niños recibían educación elemental. La s m á q u in a s a g r í­ c o la s p e r m i t i e r o n un rá p id o a v a n c e en el d e sa rro llo de n u e stra in d u s t ria a g r o p e c u a ria . En el g r a b a d o vem os a u n a d e la s p rim e ras m á q u in a s c o r t a d o ­ ra s d e p asto , a r r a s ­ tra d a por dos ca ­ b a llo s. lez Sársfield, que entró en vigencia al año siguiente. Tam bién fue san­ cionada la ley de ciudadanía, que otorgaba derechos a los extranje­ ro?, previo cumplimiento de deter­ minados requisitos. Para dar a pu­ blicidad las disposiciones de los organismos de gobierno, se creó el Boletín O ficial de la Nación. La industria realizó marcados progresos, que fueron exhibidos en Córdoba en una exposición inau­ gurada en el año 1870. Para el fo­ mento y protección de la riqueza agropecuaria se estableció el D e­ partamento de A gricultura. En este período se dio gran im ­ pulso a la construcción de nuevos caminos y puentes; lo mismo suce­ dió con los ferrocarriles, que exten­ dieron sus líneas no sólo en Bue­ nos Aires, sino también en las pro­ vincias de Santa Fe, Córdoba, Co­ rrientes y Tucumán. La red telegráfica alcanzó a 5.000 kilómetros de extensión y nuestro país pudo comunicarse con Europa por intermedio de la A gen ­ cia “ Havas” . En setiembre de 1869 se efectuó el prim er censo nacional, que per­ m itió calcular una población de 1.800.000 habitantes. Con respecto a la inmigración, en el año 1874 llegaron para radicarse en la A r ­ gentina unas 70.000 personas. O b ra m ilitar Para elevar la capacidad cientí­ fica de los oficiales de las fuerzas armadas, el presidente Sarmiento creó — 22 de junio de 1870— el Colegio M ilita r en el edificio de la ex residencia de Rosas en Pa­ lermo y su prim er Director fue el coronel húngaro Juan Czetz. El mejoramiento dé las naves de guerra y las nuevas tacticas hicie­ ron visible la necesidad de contar con personal superior capacitado, para lo cual fue creada la Escuela Naval M ilita r, el 5 de octubre de 1872. Bajo las órdenes del Direc­ tor, comandante Clodom iro U rtu bey, los cursos se iniciaron a bordo de la nave “ General Brown” , que inició su prim er crucero en abril del año siguiente. Sarmiento dispuso crear una mo­ derna escuadra y con este propósito adquirió en astilleros ingleses varias naves, entre ellas las caño­ neras “ Paraná” y “ U ruguay y el monitor “ Los Andes” . Tam bién mejoró el poder combativo del ejército nacional con nuevos ca­ ñones, fusiles y algunas ametralla­ doras. Las últimas — empleadas 453 452 por vez primera en Europa en 1870— llegaron a nuestro país en 1873 y fueron utilizadas, en escaso número, contra el segundo levan­ tamiento de López Jordán en En­ tre Ríos. Después de abandonar la más alta magistratura del país, Sarmiento fue designado senador por San Juan y lue­ go Director General de Escuelas de la provincia de Buenos Aires, cargo este último que consideraba un ascenso. En febrero de 1881 fue nombrado presiden­ te del Consejo Nacional de Educación. Por razones de salud debió viajar al Paraguay, donde falleció el 11 de se­ tiembre de 1888. La revolución de 1874 Poco antes de terminar Sarmien­ to su mandato, el debatido proble­ ma de la sucesión presidencial dio origen a un movimiento revolu­ cionario. M itre y A hina, los jefes de los dos principales partidos políticos, se disputaban el mando futuro del país, aunque ambos eran resistidos en buena parte de las provincias por su condición de porteños. La actividad del interior favoreció las aspiraciones del doctor Nicolás Avellaneda — ministro de Justicia e Instrucción Pública de Sarmien­ to—-, nacido en Tucumán. La can­ didatura de Avellaneda logró la adhesión de diez provincias, por lo que Alsina retiró la propia y dispuso apoyarlo con su partido Autonomista. En medio de gran tensión polí­ tica, las elecciones se efectuaron el 14 de abril de 1874. Como se pre­ veía, el triunfo correspondió a la fórmula encabezada por el doctor Avellaneda, seguido del doctor M a ­ riano Acosta para el cargo de v i­ cepresidente. 454 M itre sólo ganó en Buenos A i­ res, Santiago del Estero y San Juan. Con todo, los mitristas re­ chazaron la victoria de sus adver­ sarios políticos y sostuvieron que ella se debía a la influencia ofi­ cialista, puesta al servicio del es­ crutinio. Desde tiempo atrás se incubaba una revolución, la que estalló fi­ nalmente el 24 de setiembre. Des­ pués de varios combates parciales, el intento de M itre fracasó y las fuerzas gubernamentales obtuvie­ ron la victoria final. PRESIDEN CIA DE A VELLA N ED A (1874-1880) El 12 de octubre de 1874, Sar­ miento entregó el mando al nue­ vo presidente Nicolás Avellaneda, quien integró su ministerio con destacadas figuras de la época, en­ tre ellas los doctores Adolfo A lsi­ na, en la cartera de Guerra y M a ­ rina, y Bernardo de Irigoyen al frente de la de Relaciones Exte­ riores. La situación económica Cuando Avellaneda asumió la presidencia, el país soportaba una aguda crisis económica, debido a la guerra contra el Paraguay, a las luchas internas y a las epidemias. Era necesario amortizar un em­ préstito contraído tiempo atrás con Inglaterra, pero las exportaciones habían disminuido y los gastos del país excedían a los ingresos. Avellaneda dispuso cumplir con los compromisos contraídos con el extranjero y entonces aplicó enér­ gicas medidas económicas, lo que permitió reducir el presupuesto y saldar las obligaciones del go­ bierno. N ic o lá s A v e lla n e d a (1 8 3 6 -1 8 8 5 ). D es­ t a c a d o o r a d o r, hom bre d e le tra s y d e e stud io, le g is la d o r y m inistro, ocu pó la p re sid e n c ia d e la N a c ió n en el p e ­ río d o 18 74-80. Seis mil empleados nacionales quedaron cesantes y el resto sufrió rebajas de un 15 % en sus sueldos; otras dolorosas medidas de carácter económico permitieron reducir el presupuesto a 22.000.000 de pesos. Avellaneda confió en el esfuerzo de todos los habitantes, a pesar de la te­ naz oposición de la Legislatura y del periodismo a la política del gobierno. En un discurso, el presidente manifes­ tó: “ La República puede estar dividi­ da hondamente por partidos internos, pero no tiene sino un honor y un cré­ dito, como sólo tiene un nombre y una bandera ante los pueblos extraños. Hay dos millones de argentinos que econo­ mizarán sobre su hambre y sobre su sed para responder en una situación suprema a los compromisos de nuestra fe pública en los mercados extranjeros.” La grave crisis no tardó en ser dominada y el intercambio comer­ cial comenzó a señalar saldos fa­ vorables. Se intensificó el cultivo de trigo — que en seguida fue exportado junto con otros cerea­ les— , lo que permitió el progreso de la industria harinera. La ganadería recibió gran im ­ pulso y debido al sistema creado por el ingeniero francés Carlos T e llie r se enviaron a Europa, en 1876, las primeras reses vacunas conservadas a cero grado. En otros aspectos de su obra de gobierno, Avellaneda fomentó la llegada de extranjeros al país, por medio de una ley de inmigración, en la que colaboró activamente el ministro Sim ón de Iriondo. Los ferrocarriles extendieron sus líneas y en materia cultural fue­ ron creados varios establecimientos de enseñanza. La conciliación política Avellaneda dispuso seguir una política de pacificación interna, pero era evidente que existía una enconada tirantez con el partido opositor — nacionalista—• que en­ cabezaba el general M itre, quien sin abandonar su posición revolu­ cionaria había resuelto la absten­ ción cívica para alejarse de los problemas de interés público. De acuerdo con su ministro A l­ sina — caudillo del partido Auto­ nomista^—, el presidente expuso ante el Congreso su política conci­ liatoria (en mayo de 1877) y anunció la amnistía para los cabe­ cillas de la revolución de 1874. El acercamiento fue aceptado por el general M itre, quien dispuso de­ clinar toda actitud de violencia. 455 Soldados de la C a r ic a t u r a p u b lic a d a en el p e rió d ico sa tírico " E l M o sq u ito ". A lu d e a los g ra v e s p ro b lem as in terno s y exte rn o s q u e d e b ió a fr o n ta r A v e lla n e d a d e sd e la p rim e ra m a g istra tu ra . Una fracción del partido Auto­ nomista, encabezada por los doc­ tores Aristóbulo del V alle y Lean­ dro N . A lem , no aceptó la con­ ciliación y se pronunció en contra. Como era necesario elegir nue­ vas autoridades para la provincia de Buenos Aires, los partidos con­ cillados presentaron la fórmula Carlos Tejedor - José M a ría M o re ­ no., que se impuso en las eleccio­ nes de 1878 sobre la integrada por Aristóbulo del V a lle - Leandro N. Alem . país “ que tras el nombre argenti­ no hay un pueblo que sabe llevar­ lo con honor” . Como previsión ante cualquier incidente armado, nuestra flota zarpó hacia los mares del sur, a las órdenes del comodoro Luis Py. Chile no tardó en deponer su actitud hostil y prefirió iniciar nuevas negociaciones, que culmi­ naron años después con la firm a de un tratado. Con respecto a la cuestión de límites derivada de la guerra con el Paraguay, ya nos hemos refe­ rido al resultado del arbitraje nor­ teamericano del presidente Hayes, quien otorgó a la jurisdicción pa­ raguaya el Chaco hasta la fron­ tera con el Pilcomayo (noviembre de 1878). LA C O N Q U ISTA DEL DESIERTO Relaciones con p aíses lim ítrofes El problem a del indio E l gobierno argentino estableció una línea de navegación entre Buenos Aires y la costa patagónica, lo que motivó la protesta de Chile, cuyas autoridades argumentaban que el sur de nuestro territorio per­ tenecía a su jurisdicción. A vella ­ neda expuso los fundamentos de la soberanía nacional sobre esas re­ giones e hizo presente al vecino A l asumir el mando el presiden­ te Avellaneda, la actitud hostil de los indígenas constituía un grave problema, pues los últimos impe­ dían el avance de los blancos y pe­ riódicamente atacaban en malones los centros poblados x. En esas cir­ cunstancias, el gobierno nacional — ante la belicosa actitud de los salvajes—- estaba impedido de ejer- 1 Rosas había extendido las fronteras por el sur hasta los ríos Colorado y Negro. E n 1855, los indígenas iniciaron una violenta ofensiva y derrotaron a diversos efectivos que envió el gobierno de Buenos Aires para contenerlos. L a frontera sufrió un sensible retroceso y quedó fijada por las poblaciones de Balcarce, Ayacucho, Rauch, Las Flores, Saladillo, Veinticinco de Mayo, Chivilcoy, Chacabuco y Pergamino. cer la soberanía efectiva sobre la actual provincia de La Pampa y la región patagónica. La gran extensión desértica de la Patagonia, habitada en algunos lugares por diversas tribus erran­ tes, favorecía las aspiraciones de Chile, cuyo gobierno reclamaba esos territorios ante la falta de ocupación efectiva. En 1870, el coronel Lucio Mansilla — comandante de la frontera sur— se internó en regiones ocupadas por los indios ranqueles y entró en hábiles ne­ gociaciones con ellos. Con sólo dieciocho compañeros, Man­ silla exploró el sur de Córdoba y bue­ na parte de la actual provincia de La Pampa. Basado en sus recuerdos, más tarde escribió el libro “ Una excursión a los indios ranqueles” , publicado pri­ meramente como folletín por el diario “ La Tribuna” . Los indígenas de la región pam­ peana, confederados a las órdenes del temible cacique Calfucurá — a quien más tarde sucedió su hijo Nam uncurá— y con el apoyo de otras tribus, arrasaban periódica­ mente diversas poblaciones, en particular de la provincia de Bue­ nos Aires. El problema del indio se agu­ dizó al perjudicar la economía del país, por cuanto las futuras líneas férreas debían cruzar territorios bajo el dominio de los aborígenes. El ministro A dolfo Alsina dis­ puso enfrentar el peligro sobre la base de un sistema defensivo. Es­ tableció una nueva línea de for- El ca c iq u e C a lfu c u r á , q u ien d e sd e el a ñ o 18 35 im