138 Samarcanda Uzbekistán Samarcanda Jizzakh Zaarnin Chelek Uzbekistán río Am uD ari a Samarcanda Panjakent Urgut Tayikistán Situación: Al sureste de la República de Uzbekistán. Patrimonio de la humanidad desde: 2001. Samarcanda es una ciudad de nombre mítico. Surgió como un oasis de arte y vida en los yermos del Asia Central gracias a la actividad caravanera que fluía por la Ruta de la Seda, uno de los itinerarios comerciales más importantes de la Antigüedad, vía de tránsito hacia Occidente de las especias y los lujos de Oriente. Ciudad mimada por el gran Tamerlán, kan de los mongoles, sus monumentos evocan el fasto que valió a la ciudad el sobrenombre de «piedra preciosa del mundo». La cúpula de la madraza Tillakari, en la plaza de Arena de Samarcanda, preside la parte alta de la ciudad, la más antigua de Asia Central. 139 140 Samarcanda Uzbekistán 141 La madraza de Ulug-Beg albergó un observatorio astronómico. Es la primera construida en Samarcanda (1417-1420) y se conservan de ella dos minaretes. Decoración geométrica y caligráfica en la cúpula de la mezquita de Bibi Khanym, que Tamerlán dedicó a su esposa favorita. Pocos lugares han tenido una personalidad tan acusada, ligada en este caso a la cultura islámica centroasiática, y a la vez han sido punto de reunión de gentes de tan diversa procedencia geográfica y cultural como la uzbeka Samarcanda, una ciudad abierta al mundo a través de las rutas comerciales de la Antigüedad, que obtuvo inmensos beneficios materiales de este encuentro pacífico entre culturas. La corte de Tamerlán Precedente de la opulenta Samarcanda de las mezquitas doradas, las sedas y los caravaneros fue la ciudad-fortaleza de Maracanda, poderoso enclave rodeado por diez kilómetros de muralla. En el siglo III a.C. Alejandro Magno conquistó la plaza. El primer momento de esplendor económico y cultural llegó para Samarcanda con la expansión árabe del siglo VII, que aportó el islam a estas tierras. Pese al asalto y saqueo protagonizado por las hordas de Gengis Khan (1220), el célebre viajero veneciano Marco Polo, que visitó la ciudad medio siglo después, tuvo oportunidad de comprobar la calidad de sus edificios y la maestría de los artesanos locales. El verdadero renacer de Samarcanda se produjo en tiempos del kan Timur Lang (el Gran Tamerlán de las crónicas cristianas), que la convirtió en capital de su inmenso imperio y quiso poblarla, para mayor gloria de su memoria, de palacios, jardines, mezquitas y mausoleos; en esta corte magnificente recibió Tamerlán la visita de embajadores europeos, entre ellos el castellano Ruy González de Clavijo, que visitó Samarcanda en 1404 y describió las maravillas de la ciudad en la crónica de su periplo asiático. Tras la muerte del kan, Samarcanda fue gobernada por el astrónomo Ulug-beg (1409-1449), bajo cuyo mandato la universidad de Kalinderkani iba a convertirse en el principal foco cultural del mundo islámico. A partir del siglo XV, cuando el descubrimiento de las Indias Occidentales enfocó los intereses mercantiles europeos hacia el Nuevo Mundo, Samarcanda cayó en el olvido de Occidente. Se abría por esas fechas una nueva y larga época de crisis, provocada por las guerras entre mongoles y uzbekos. La ciudad vio languidecer su iniciativa mercantil y cultural y perdió a marchas forzadas la mayor parte de sus habitantes, hasta quedar prácticamente despoblada durante trescientos años: a principios del siglo XIX apenas sumaba 30.000 vecinos, cuando en tiempos de Tamerlán fueron más de medio millón. En 1868, Samarcanda quedó integrada en el imperio ruso, del que pasaría a la Unión Soviética (1924) hasta la independencia de la República de Uzbekistán (1991). Monumentos sin cuento El Reghistán (plaza de Arena) corona con su explanada el punto más alto de la ciudad antigua. Flanquean la plaza la mezquita de Kukeldash (1430) y tres madrazas (escuelas coránicas) con cuidadosa decoración de cerámicas, mármoles y yeserías, que fueron construidas entre los siglos XV y XVIII. Junto a una de estas madrazas –la de Shir Dor, erigida entre 1619 y 1636– puede verse el Tcharsu (siglo XVIII), un mercado de planta dodecagonal, cubierto por cúpula central y seis pequeñas cúpulas laterales. Próxima al Reghistán se encuentra la tumba de Tamerlán, el mausoleo Gur-Emir (Tumba del Emir). El sepulcro del kan mongol, esculpido en nefrita verde, quedó alojado en la cripta del mausoleo; sobre ella se alza un gran edificio de planta octogonal, rematado por cúpula de 64 lados sostenida por trompas, con 15 metros de diámetro y 12,5 metros de altura. En los ángulos del mausoleo despuntan bellos minaretes. Predomina en todo el conjunto el azulejo de color azul (símbolo de luto en el islam), pero se hacen igualmente visibles las grandes cantidades de oro y ónice empleadas como ornamentación. La mezquita de Bibi Khanym se encuentra al norte del Reghistán. El kan hizo construir este santuario musulmán a finales del siglo XIV, para conmemorar una expedición victoriosa al Indostán; el templo tomó su nombre de la favorita entre las mujeres de Tamerlán, hija del emperador de China. Mide 167 metros de longitud por 109 de ancho y en su momento contó con más de quinientas columnas. Hoy sólo perviven de esta construcción la cúpula, un minarete y dos arcos. Ubicada al sur del enclave de Aferasyab, la necrópolis de Shah i-Zinda (El Rey Viviente) suma cuatro mezquitas, doce mausoleos, una madraza y el cenotafio de Kussam; todo este magnífico complejo arquitectónico fue construido en torno a la tumba de Qutham ibn Abbas, primo hermano de Mahoma y apóstol del islam en Samarcanda, en el siglo VII. La ornamentación de la necrópolis ofrece al espectador toda una sinfonía de colores en sus más vivas tonalidades. Aparte de otras muchas mezquitas, madrazas y mausoleos que convierten Samarcanda en una ciudad de belleza legendaria, adquieren especial interés las ruinas del observatorio del astrónomo Ulug-beg, construido en 1428, y de la ciudad de Maracanda, sitas en la carretera de Tachkent; el yacimiento –han sido excavadas 219 hectáreas– posee un interesante museo arqueológico. Doble página siguiente: Detalle de la decoración en ladrillo vidriado de colores azules y verdes de la necrópolis de Shah-i-Zinda, el conjunto de mayor interés artístico de Samarcanda.