Rosa Valero - Rillo de Gallo

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Por R. Valero Martínez
MÁS USOS Y COSTUMBRES: JUEGOS Y CELEBRACIONES :
Nací en un tiempo que, contemplando el actual, ve su infancia - adolescencia
como la invención de una novela .Transcurrió en un pueblo de la Sierra que tenía, con
escasos matices de desviación, comportamientos, pensamientos y sentimientos similares,
en su hacer y transcurrir diario, a los que tenían la mayoría de los pueblos de nuestra
provincia y que pertenecen a la historia del momento. La intrahistoria de sus tierras y
gentes, escasamente recordada, por el paso del tiempo y la venida de nuevas generaciones,
nos ha dejado retazos de algo que quedó en el poso más recóndito de nuestro corazón. Así
era , fue, y mucho más … nuestro modo de jugar, vivir y sentir; lo que sigue solo son unas
fugaces impresiones momentáneas :
Jugábamos con botes de tomate en conserva, gastados, sujetos por cuerdas a
nuestras pantorrillas, que hacían de zancos y un ruido a latón oxidado que alertaba de
nuestra presencia por las piedras o adoquines del pueblo que los tenía. Nuestras madres
nos daban, para merendar, chocolates Hueso y así reunir puntos para una vajilla,
cubertería o accesorios de ajuar similares; en muchas ocasiones nos daban para merendar
sopetas ,pan con vino y azúcar(mi selectiva memoria desconoce si alguna vez nos
emborrachamos… afirmaría que no) . Íbamos a la escuela(nada de colegio) con nuestro
leño debajo del brazo para poder nutrir a la calefacción del momento: estufa de leña y
humo incluido, con agua cuando llovía y nevaba , esto hacía que aquel artefacto funcionara
muchas veces con bastante dificultad; con los hielos invernales a muchos de nosotros nos
salían sabañones(ahora ni se conoce su significado) en los dedos, especialmente los
sentíamos ,por el dolor, cuando íbamos a la iglesia que entonces era de carácter obligado y
con velo, no cabían excusas de abstención ni cabía plantearse, por aquellos años, ninguna
negativa metafísica, ni de las otras, como haríamos después . En otoño comíamos patatas
asadas en la lumbre , la hoguera o sanda que se hacía al aire libre en el campo,
acompañadas, en alguna ocasión, con sardinas arenques ( por entonces no teníamos
problemas de tensión alta o baja, ni azúcar, ni colesterol…si padecíamos alguna
enfermedad el remedio era similar para un catarro que para unas paperas: sudar y echar
el bicho del cuerpo en la cama con un vaso de leche caliente con galletas …y de postre
recuerdo especialmente el melocotón en almíbar a la semana estábamos de nuevo como
robles, salvo, eso sí, raras excepciones que siempre las hay). Nuestro uniforme de los
domingos era el vestido que habíamos estrenado en de las fiestas del año en curso;
celebrábamos el Jueves Lardero, los Carnavales ; los disfraces , que estaban poco
permitidos por no decir prohibidos, consistían en una “media de cristal” por la cabeza,
alguna saya o mantón de las abuelas y poco más, la sofisticación de disfraces de
posteriores años , competitivos e imaginativos, no existía aunque quizás fuesen más
imaginativos. Las amigas solíamos juntarnos para “hacer meriendas” y fabricábamos
turrón guirlache con azúcar garbanzos y cacahuetes,( las almendras, nueces, alcachofas…
eran un lujo y por lo tanto exquisiteces escasas para las juergas, alternes y meriendas
vigentes del momento). En Navidades el turrón que se compraba eran barretas de
guirlache de cacahuete y anisetes. Las cabezas, cuando se lavaban, el último aclarado se
hacía con vinagre para que nuestros cabellos quedasen brillantes , finos y libres de cal.
Previamente a un enlace matrimonial, entonces siempre era religiosos además de civiles,
se hacían las tres amonestaciones para evitar inconvenientes no previstos, en la segunda
por la noche después de cenar se preparaban cánticos festivos de ronda y los contrayentes
invitaban a los señores, hombres, a cañamones y vino y a las señoras, mujeres, a torta…
después las calorías se desgastaban bailando. Las pelotas nos las hacíamos nosotros con
un boliche de goma enrollado con algodón y lana, las muñecas realizadas con telas en
desuso a las que se vestía con vestuario imaginado y creado por la propietaria. Hemos
hablado de esos sabores de la infancia que hemos perdido como el de los y gallinas y
pollos criados en las casas que se cocinaban o asaban en ocasiones especiales para
celebrar algún acontecimiento. Podría seguir con una retahíla de usos y costumbres que
los que nacieron décadas después ni se imaginan en sus mejores sueños…Cada generación
tiene los suyos y permanecen en sus recuerdos como algo muy querido y añorado. Mª del
Rosario Valero Martínez
ESBOZOS
Como este año académico 2013/2014 he pasado largas temporadas, en todas las
estaciones, en el pueblo he recordado algunas breves anécdotas de mis cortas estancias de
épocas pasadas, que han estado protagonizadas por personajes de nuestra tierra y que a
continuación os cuento ; posteriormente os deleito con tres anécdotas o cuentecillos
escritos por don J. Valera :
1) Hubo un sacerdote muy peculiar que entonaba todas las canciones ,
independiente de la letra que tuviesen con el universal ”la, la, la” con un ritmo y tono que
solo él seguía; este curioso y arraigado “espécimen” un domingo de Ramos nos espetó en
la homilía la siguiente parrafada, se aproxima bastante a lo literal: ”hermanos como sabéis
hoy es D. de Ramos y tenemos casi todos los elementos para celebrar este gran día pero
nos falta uno y muy principal: el burro, pues bien, si alguno quiere hacer las funciones de
tal animal que suba al altar a cuatro patas para realizar tan loable labor”. Si, eran
realmente chocantes sus palabras y procederes.
2) Otro chascarrillo de un amigo del pueblo: se le preguntó por su hijo y contestó:
está en Estados Unidos pero ¡calla!, ¡calla!, ¡no me hables!, que se ha ido tan lejos para
aprender inglés y va y se pone a festejar con una chica de Albacete…¡No tenía que haberse
ido tan lejos para terminar así!
3) Como, en las últimas décadas, somos tan internacionales, importamos y
exportamos los productos de cada país, nuestras artes y aficiones en la cocina, nuestro
buen hacer entre ollas y sartenes y últimamente enseñamos y nos enseñan cocina
internacional uno de nuestros paisanos quiso demostrar sus artes culinarias a los
americanos estadounidenses y se le ocurrió obsequiarles con una tortilla de patatas, hasta
aquí la idea era buena lo original fue cuando pasó a la acción: peló y cortó las patatas, batió
los huevos , lo mezcló todo lo puso a freír en la sartén y salió una bonita tortilla de patatas
crudas que loaron con muchos gestos risueños quienes se la comieron…; la ignorancia del
uno y de los otros hizo de la misma un éxito.
Para terminar con esas migajas de recuerdos diré que podemos visitar las mejores
avenidas del mundo los mejores paisajes los mejores museos que si la luz de la felicidad no
conecta con la chispa de tu contemplación de nada te servirá pues ese momento se da en
pocas ocasiones tienen que coincidir la hora, colores, luces y el sentimiento para que la
contemplación haga sentirte en el séptimo cielo ; desearías que ese momento perdurase y
quisieras podértelo llevar en un bolsillo pero la belleza es imposible guardarla, enseñarla y
mucho más intentar que nos pertenezca .Ese sentimiento de estar contemplando algo
extraordinario me ha sucedido a mí en Rillo en donde a través de su paisaje con una
mezcla de colores ocres marrones rojos, tonalidades imprecisas de verdes con verde
botella, verde manzana verde amarillento, amarillo verdoso y azul impreciso del cielo(
colores chispeantes de un sueño de infancia, hadas y hermosos duendecillos guiñando los
ojos…)he paladeado instantes de nirvana, de néctar y paz inefables. Mª del Rosario Valero
Martínez
BREVES CUENTECILLOS DE J.VALERA
(Recopilados por R. Valero)
Llamaron a la puerta. El mismo tío Pedro salió a abrir y se encontró cara a cara con
su compadre Vicentico.
-Buenos días, compadre. ¿Qué buen viento le trae a usted por aquí? ¿Qué se le ofrece a
usted?
-Pues nada... confío en su amistad de usted... y espero...
-Desembuche usted, compadre.
-La verdad, yo he podado los olivos, tengo en mi olivar lo menos cinco cargas de leña que
quiero traerme a casa y vengo a que me empreste usted su burro.
-¡Cuánto lo siento, compadre! Parece que el demonio lo hace. ¡Qué maldita casualidad! Esta
mañana se fue mi chico a Córdoba, caballero en el burro. Si no fuera por esto podría usted
contar con el burro como si fuese suyo propio. Pero, qué diablos, el burro estará ya lo
menos a cuatro leguas de aquí.
El pícaro del burro, que estaba en la caballeriza, se puso entonces a rebuznar con
grandes bríos.
El que le pedía prestado dijo con enojo:
-No creía yo, tío Pedro, que usted fuese tan cicatero que para no hacerme este pequeño
servicio, se valiese de un engaño. El burro está en casa.
-Oiga usted, replicó el tío Pedro. Quien aquí debe enojarse soy yo.
-¿Y por qué el enojo?
-Porque usted me quita el crédito y se lo da al burro.(Juan Valera)
LA KARABA
Había en la feria de Mairena un cobertizo formado con esteras viejas de esparto; la
puerta tapada con no muy limpia cortina, y sobre la puerta un rótulo que decía con letras
muy gordas:
LA KARABA
SE VE POR CUATRO CUARTOS
Atraídos por la curiosidad, y pensando que iban a ver un animal rarísimo, traído del
centro del África o de regiones o climas más remotos, hombres, mujeres y niños acudían a
la tienda, pagaban la entrada a un gitano y entraban a ver la Karaba.
-¿Qué diantre de Karaba es esta? -dijo enojado un campesino. -Esta es una mula muy
estropeada y muy vieja.
-Pues por eso es la Karaba, -dijo el gitano: -porque araba y ya no ara, (J. Valera)
EL MILAGRO DE LA DIALÉCTICA
De vuelta a su lugar cierto joven estudiante muy atiborrado de doctrina y con el
entendimiento más aguzado que punta de lezna, quiso lucirse mientras almorzaba con su
padre y su madre. De un par de huevos pasados por agua que había en un plato escondió
uno con ligereza. Luego preguntó a su padre:
-¿Cuántos huevos hay en el plato?
El padre contestó:
-Uno.
El estudiante puso en el plato el otro que tenía en la mano diciendo:
-¿Y ahora cuántos hay?
El padre volvió a contestar:
-Dos.
-Pues entonces -replicó el estudiante,- dos que hay ahora y uno que había antes suman
tres. Luego son tres los huevos que hay en el plato.
El padre se maravilló mucho del saber de su hijo, se quedó atortolado y no atinó a
desenredarse del sofisma. El sentido de la vista le persuadía de que allí no había más que
dos huevos; pero la dialéctica especulativa y profunda le inclinaba a afirmar que había
tres.
La madre decidió al fin la cuestión prácticamente. Puso un huevo en el plato de su marido
para que se le comiera; tomó otro huevo para ella, y dijo a su sabio vástago:
-El tercero cómetele tú. (J.Valera)
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