Pieza del trimestre JULIO-SEPTIEMBRE 2014 El biombo y otros juegos ópticos del Museo del Romanticismo Sala XXIV (Serre) Carmen Cabrejas Almena Historiadora del Arte ÍNDICE …. 1.Ficha técnica y descripción. 2.¡Pasen y vean! Espectáculos visuales en el siglo XIX. 3.Maravillas en el salón de casa: entretenimientos visuales domésticos. 4.El biombo-linterna mágica, una pieza singular del Museo del Romanticismo. 5.Otros entretenimientos visuales domésticos en la colección del Museo del Romanticismo. a) Litofanías b) Diaphanoramas c) Fotomontajes y fotografías estereoscópicas. 6.Bibliografía. Fig. 1 Placas de linterna mágica (detalle del biombo). Autor desconocido Vidrio policromado, ca. 1860 Inv. 1090 Sala XXIV (Serre) 1. FICHA TÉCNICA Y DESCRIPCIÓN .... Fig. 2. Biombo Ca. 1860 160 x 130 cm. (cada hoja, 160 x 43,50 cm.) Estructura: madera de pino. Sistema de bastidores y paneles mediante ensamblaje y encolado. Decoración: vidrio policromado. Aplicaciones: Metal dorado. Inv. 1090 Sala XXIV (Serre) E l biombo es un mueble de origen asiático que durante el siglo XIX alcanzará un gran apogeo en occidente como elemento decorativo y funcional, usado en las viviendas acomodadas para separar los espacios en una misma estancia, permitiendo la creación de distintos ambientes, y como objeto ornamental, símbolo de la capacidad adquisitiva y buen gusto de sus propietarios. Su decoración reflejó fundamentalmente la estética oriental, toda una moda en Europa durante el Romanticismo, aunque poco a poco se empezaron a incorporar otros motivos. El biombo al que dedicamos este estudio, de origen francés, está formado por tres hojas rectangulares de madera, unidas entre sí mediante bisagras metálicas. Cada una de las hojas contiene cuatro vidrios traslúcidos con escenas coloreadas, dispuestos en sentido vertical y dotados con un resorte de palancas en su parte posterior que, al accionarse, otorga movimiento a las escenas. Estas placas de vidrio ilustradas y móviles, convierten a este modelo de biombo en una pieza muy singular, ya que es una decoración altamente inusual en un mueble de estas características, y que se relaciona con las placas de linterna mágica, uno de los entretenimientos visuales más populares de la época. El gusto por este tipo de artilugios es típico del siglo XIX, y alcanzó gran desarrollo en España durante la etapa isabelina, momento en el que proliferaron los espectáculos y juguetes ópticos caseros, como veremos a lo largo de este texto. 2. ¡PASEN Y VEAN! ESPECTÁCULOS VISUALES EN EL SIGLO XIX .... “¿Quién no querrá ver, en un cuarto de hora, tantas embrollas, que asombran, que aturden, que pasman, que admiran, que encantan? ¿Quién no quiere reír, llorar y divertirse a poca costa?”1 A unque pueda sorprendernos, los habitantes del siglo XXI tenemos muchas cosas en común con nuestros antepasados decimonónicos, y eso es algo que una visita al Museo del Romanticismo, con su ambientación y sus colecciones que nos trasladan a la vida cotidiana de la época, transmite a la perfección. Uno de los múltiples aspectos que nos unen, es la importancia que las imágenes tienen en nuestra cultura como forma de ocio. El siglo XIX es un periodo de gran desarrollo en ese sentido, no solo en cuanto a los medios de reproducción y difusión de imágenes (de la estampa a la fotografía), sino también en lo que respecta a los espectáculos visuales. La centuria se va a cerrar precisamente con la invención del cine (diciembre de 1895), pero antes de su aparición fueron muchos los pasatiempos basados en la proyección de imágenes que alcanzaron un gran éxito de masas y a los que las damas y caballeros del siglo XIX, al igual que nosotros actualmente, acudía a sorprenderse, emocionarse, informarse y entretenerse. Fueron muchos los ingenios ópticos que amenizaron a nuestros antepasados decimonónicos, y a ellos eran aficionados no solo las clases acomodadas, sino también las más humildes. Entre los entretenimientos visuales más corrientes, destacaban las cajas ópticas, espectáculos callejeros asociados a feriantes y buhoneros, que fueron muy populares ya desde mediados del siglo XVIII. En su forma más básica, consistían en unas cajas en cuyo interior se encontraba una imagen coloreada, que se observaba amplificada a través de un agujero con una lente, pero fueron evolucionando desde esta tipología más simple, apta solo para la contemplación individual, hasta grandes cajones con múltiples agujeros para que varias personas a la 1 La óptica del ciego de la Embrolla, y del mundi-novi en España, Miguel Estevan y Cervera, Valencia, 1809 (http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000128414&page=1). El “mundi-novi” (también conocido como mundonuevo y tutilimundi) era uno de los espectáculos visuales que se describen en el texto a continuación. En ese contexto, “embrollas” se utiliza como sinónimo de historias. vez pudiesen asomarse a contemplar las escenas de su interior. En España, estas cajas eran conocidas como mundonuevo o tutilimundi (derivado del italiano), nombres que hacían referencia a la capacidad casi mágica para encerrar todas las maravillas del mundo en el interior de esas cajas (la reacción de sus primeros usuarios debió ser algo similar a la sorpresa de varias generaciones hace unas décadas al observar a esas personas de dimensiones reducidas “encerradas” dentro del aparato televisor…). Los tutilimundi albergaban imágenes de paisajes lejanos, suntuosos palacios o sucesos contemporáneos, y a lo largo del siglo, con la introducción de espejos y luces, incluso permitieron ver el paso del tiempo (el día convertirse en noche, el verano transformarse en otoño) y figuras en movimiento. Además, para aumentar la impresión de los espectadores, el feriante acompañaba el espectáculo de comentarios y música de tambor o algún otro instrumento musical, de manera que la contemplación de esas imágenes fue adquiriendo con el paso del tiempo el carácter de todo un espectáculo narrativo. Fig. 3 “El tuti-li-mundi” Francisco Javier Ortego El Museo Universal, 28 de julio de 1861 Hemeroteca Digital Pero además de estos entretenimientos callejeros, también hubo espectáculos públicos encaminados a satisfacer el ocio burgués, que se establecían en espacios fijos para su exhibición (de hecho, a menudo el nombre del dispositivo servía también para dar nombre al edificio en el que se proyectaba). Los más famosos fueron el panorama (inventado por el inglés Robert Barker en 1787, consistente en una pintura circular, generalmente la vista de un paisaje o una batalla representada desde un punto de vista alto, que se extendía alrededor del espectador, quien lo contemplaba desde una plataforma central) y el diorama (creado en 1822 por Louis Daguerre, posterior inventor del daguerrotipo, y consistente en un cuadro pintado sobre tela transparente por delante y detrás, que se iba iluminando gradualmente creando diferentes efectos), que rápidamente se extendieron por Europa y América. Su popularidad por supuesto llegó a España, y en Madrid existieron dos establecimientos construidos ex profeso para albergar estos espectáculos, ambos situados en las cercanías del paseo del Prado, foco del ocio burgués de la zona: la Galería Topográfica, Diorama y Cosmorama, emplazada en el paseo de Recoletos, que abrió sus puertas en febrero de 1836 y funcionó al menos hasta el año 1856; y el Diorama, establecido junto a la fábrica de Platerías Martínez en 1838 y que permaneció abierto aproximadamente hasta el año 1860. Durante varias décadas hicieron las delicias del público madrileño (incluida la propia reina Isabel II y el resto de la familia real). Los dueños del Diorama lo calificaban de “octava maravilla” y su atracción más famosa fue una vista del monasterio de El Escorial que “nada tenía que envidiar al de verdad”, según los cronistas de la época, y cuyo efecto de realismo se veía potenciado al oírse los “cantos solemnes religiosos acompañados de sus magníficos órganos”, pues las proyecciones del diorama se acompañaban de música y efectos. Persiguiendo esa ilusión de realidad y con intención de epatar a los visitantes (que poco a poco, ante la creciente oferta de espectáculos de este tipo, podían perder la capacidad de sorprenderse con ellos), estos establecimientos contaban también con dispositivos móviles (bien en los paneles, bien en el propio patio de butacas) que ayudaban al espectador a introducirse de lleno en la ficción, como era el caso de la Galería de Recoletos: “(…) allí, simulando una diligencia, tomaba el espectador un asiento, se asomaba a la ventanilla del coche, y al son de sonoros cascabeles movidos a compás y una voz de un supuesto mayoral que arreaba unas supuestas mulas, sin olvidar el trañido de la tralla, iba contemplando diferentes vistas nacionales y extranjeras, y a veces poblaciones ultramarinas a las cuales no se puede llegar si no por mar; pero como la ilusión, y la ilusión infantil, no se para en barras, los muchachos gozábamos con tan anacrónico espectáculo (…)”2 Siendo los más destacados, estos dos no fueron ni mucho menos los únicos espacios dedicados a este tipo de espectáculos. Por seguir centrándonos en el ejemplo madrileño, en la capital destacaron otros, que se establecieron en fondas, cafés, teatros o incluso viviendas particulares habilitadas* al efecto: el Neorama (que, inaugurado en 1841, pasó por diversas sedes, cambiando posteriormente su nombre por el muy elocuente de “Templo de Ilusión”); el Cosmorama (espectáculo que desde 1828 se venía presentando de forma intermitente pero con gran éxito en diversos establecimientos y que hacia 1840 se estableció en la calle de la Gorguera, 13); y el Poliorama (situado en la calle de Alcalá, 48, uno de los más completos, que en el año 1848 pasa a denominarse “Salón de Recreo”, nombre que reflejaba mucho mejor el espíritu de este establecimiento y en general de todos sus semejantes, pues en ellos se combinaba la proyección de vistas con la exhibición de autómatas, instrumentos ópticos y de física recreativa, números de ilusionismo, etc.); amén de otros muchos gabinetes ópticos, teatros mecánicos y espectáculos similares que se exhibieron con carácter temporal en la capital y que se anunciaban constantemente en la sección de “Diversiones públicas” y “Espectáculos” de los diarios de la ciudad3. 2 3 Ramiro, “Antaño y ogaño”, Revista Contemporánea, Madrid, Julio de 1893. En 1838, el Semanario Pintoresco Español trataba de hacer un inventario de los diversos tipos de espectáculos específicos que había surgido en relación con el diorama, entre los cuales distinguía el Alporama (vistas de los Alpes), Uranorama (representación de cuerpos celestes en movimiento), Georama (vistas de la Tierra), Junto a los mencionados, uno de los entretenimientos más populares del siglo fueron las proyecciones de linterna mágica y sus derivados. Aunque conocida desde antiguo, el uso de la linterna mágica se popularizó en el siglo XVII, gracias a las obras y representaciones de estudiosos como Athanasio Kircher, Thomas Walgenstein y Christian Huygens4. En su forma más básica, la linterna mágica es un aparato opaco que alberga en su interior placas de vidrio traslúcidas con imágenes coloreadas, las cuales al ser iluminadas a través de la luz que penetra por un orificio, se proyectan sobre una superficie (las imágenes se iluminaban en principio situando una lámpara de aceite en su interior, por lo que se hacía necesario un orificio superior en forma de chimenea para expulsar el humo), pero a lo largo de los siglos surgieron numerosos modelos, algunos más sofisticados usados para las proyecciones públicas, y otros destinados al uso doméstico y sobre todo infantil (linternas de reducidas dimensiones, o incluso placas móviles montadas sobre un soporte que no necesitaban de linterna propiamente dicha para proyectarse). Desde el siglo XVIII, la linterna mágica ya era usada por feriantes que la incluían en su repertorio de espectáculos callejeros junto a las cajas ópticas, y también en sesiones de teatro o representaciones caseras, pero fue en el siglo XIX cuando se produjo el auge de este tipo de proyecciones, que se acompañaba de música y narraciones. Una particular y exitosa forma de espectáculo derivada de la linterna mágica, fue la fantasmagoría, creada por Etienne Gaspard Robertson en 1796, que empleaba la técnica de este dispositivo para contar historias terroríficas5 (no hay que olvidar que las historias de terror fueron otro de los pasatiempos más populares durante el siglo XIX, desde la novela gótica hasta los relatos publicados por entregas en la prensa con gran éxito). Sus sesiones se acompañaban de multitud de efectos especiales: proyectaba las imágenes sobre humo, desplazaba la linterna sobre raíles para agrandar y empequeñecer las imágenes (de manera que daba la sensación de que las figuras se acercaban y alejaban, moviéndose amenazadoramente entre los espectadores), y empleaba simultáneamente dos linternas, una frontal y otra trasera, para superponer diferentes escenas. La maquinaria que utilizaba en sus proyecciones, quedaba fuera de la vista del espectador, lo que Fig. 4 Ilustración para el artículo “La acentuaba la sensación de realismo, y todo ello se acompañaba de linterna mágica” efectos sonoros y luminosos, que imitaban relámpagos, truenos, El Instructor o repertorio de Historia, Bellas fuego o carcajadas diabólicas. Letras y Artes, 1839 Hemeroteca Digital Panstereorama (vistas de ciudades en relieve) o Pyrrorama (vidrios transparentes con un mecanismo musical), entre otros “infinitos nombres tan exóticos como los ya dichos” (8 de julio de 1838). 4 Para un análisis más detallado de los orígenes de la linterna mágica véase JÉREZ MOLINER, F., “Luz y sombra para la diversión y el aprendizaje: breve historia de la linterna mágica (siglos XVII-XIX)”, en BENITO GOERLICH, D. (coord.), Arena numerosa: colección de fotografía histórica de la Universitat de València, Valencia, Universidad de Valencia, 2006, págs.41-70. 5 Ya en el siglo XVII, uno de los primeros desarrolladores de la linterna mágica, Walgenstein, había denominado a su artefacto “lámpara de brujas”, y en Francia, la denominación inicial del aparato fue “linterna de miedo” (Ibid., p. 49). Como hemos visto, en los espectáculos de linterna mágica y simil ares, se enseñaban las maravillas del mundo (vistas de paisajes y reproducciones de monumentos) y se contaban historias de ficción (cómicas, terroríficas, basadas en los clásicos de la literatura o tomadas de la Biblia y las narraciones mitológicas), pero también se incluían noticias dramatizadas de sucesos contemporáneos. Por ejemplo, en la madrileña Galería Topográfica de Recoletos se exhibían escenas de batallas de la Primera Guerra Carlista, y años después fue muy famoso en la capital el panorama exhibido en el Paseo de la Castellana en 1876 sobre la batalla de Tetuán de 1860, lo que convertía a estos espectáculos en unos particulares “noticieros”. Como sucede hoy mismo con el cine o la televisión, estos dispositivos eran fundamentalmente un medio de entretenimiento y de información, pero no únicamente. La linterna mágica, por ejemplo, se aplicó también a divulgaciones científicas, y como medio educativo y de catequesis (siendo precisamente estos los usos que más continuidad tuvieron, prolongándose hasta bien entrado el siglo XX). Estos diversos espectáculos tenían un precio asequible: en Madrid costaban generalmente entre 4 y 8 reales, y se ofrecía la entrada a mitad de precio para el público infantil (pues desde el principio se vieron como espectáculos aptos para el entretenimiento de toda la familia). Tuvieron un grandísimo éxito a lo largo de todo el siglo, conviviendo durante varios años con las primeras proyecciones cinematográficas que a partir de 1896 comenzaron a llegar a las grandes ciudades. 3. MARAVILLAS EN EL SALÓN DE CASA: ENTRETENIMIENTOS VISUALES DOMÉSTICOS .... D entro del ocio decimonónico, tan importantes como los espectáculos públicos que hemos mencionado antes (amén de otros tan destacados como el teatro, la ópera, los conciertos, el circo o las veladas de magia), fueron los entretenimientos visuales caseros. De hecho, en la mayoría de los establecimientos antes mencionados, como el Diorama o la Galería Topográfica, solía haber una sala dedicada a la exhibición de dispositivos ópticos, ejemplo de los instrumentos recreativos que poco a poco iban a introducirse también en los hogares. A medida que fue avanzando el siglo XIX, las linternas mágicas y otros dispositivos como panoramas o dioramas, tuvieron su correspondiente versión portátil, y se convirtieron en objetos populares para el esparcimiento doméstico. Su sistema cada vez más simplificado de uso dio paso a una notable afición entre las clases medias (fascinadas por las aplicaciones de la “ciencia recreativa”6), y a un lucrativo negocio, desarrollándose una producción industrial. En el caso de la linterna mágica, pasó de ser vista poco menos que como un prodigio cuyo funcionamiento era desvelado en los manuales científicos del 6 Desde finales del siglo XVIII, y durante todo el siglo XIX comienzan a proliferar los textos sobre “ciencia recreativa”, en los que se detallan experimentos y aparatos de diversa índole (químicos, físicos, ópticos, matemáticos…) aptos para el entretenimiento casero. siglo XVII, a venderse como regalo acompañada de sencillos folletos con instrucciones para su uso por parte de los aficionados. Las cajas ópticas fueron uno de los primeros dispositivos en tener su versión doméstica, reduciéndose su tamaño y convirtiéndose en entretenimientos de salón y perfectos souvenirs de viaje. A medida que avanzaba el siglo y se perdía su capacidad de sorpresa frente a otros instrumentos más sofisticados, fueron desarrollándose tipologías curiosas, en forma de botellas, de pipas, etc., siendo los más famosos los peep-eggs, muy de moda en la Inglaterra victoriana, que tenían forma de huevo. De la misma manera, dioramas y panoramas (y sus variantes) pronto se hicieron también un hueco en los hogares decimonónicos (ya en 1826, cuando Samuel Leigh patentó su Portable Diorama lo calificó de “regalo elegante para las familias nobles y distinguidas”7. En esa pasión por las imágenes, por poseer todas las maravillas del universo y poder meterlas en el salón de casa, tuvo un papel destacadísimo la fotografía, que merecerá mención aparte al hablar de la colección del Museo del Romanticismo. Pero además, a lo largo del siglo XIX se desarrollaron numerosos juguetes ópticos que, explotando el principio de la persistencia de la visión (gracias al cual el cerebro puede enlazar imágenes fijas que se sucedan en un breve intervalo de tiempo), consiguieron crear la ilusión de escenas en movimiento. El más sencillo de todos, el taumatropo o “maravilla giratoria” fue inventado por John Ayrton Paris en 1824 y consistía en un disco con dos imágenes diferentes dibujadas en cada lado y un trozo de cuerda a cada lado del disco. Al estirar la cuerda, el disco giraba rápidamente, creando la ilusión de que ambas imágenes se juntaban en la misma cara del disco (el ejemplo clásico es el del pájaro que parece meterse dentro de una jaula). De este sencillo mecanismo y principio, derivaron instrumentos cada vez más sofisticados, siendo los más famosos el fenaquistiscopio (inventado por Joseph Plateau en 1829, un disco circular con varias ranuras en cuyo extremo se dibujaban imágenes de un mismo objeto o figura en posiciones ligeramente diferentes, y que al hacerlo girar frente a un espejo producía la ilusión de movimiento), el zootropo o “tambor mágico” (creado por William George Horner en 1834, un tambor circular en cuyo interior se disponía una tira de dibujos. El tambor tenía una serie de ranuras por las cuales el espectador contemplaba las escenas, que al hacer girar el tambor formaban una secuencia de imágenes en movimiento); o el praxinoscopio (inventado por Émile Reynaud en 1877 y similar al zootropo, aunque en este caso el espectador miraba por encima del tambor, dentro del cual había una rueda con unos espejos en ángulo, que al girar el tambor permitían contemplar las imágenes en movimiento al reflejarse en ellos). Los más famosos pero no los únicos, porque a lo largo del siglo surgieron muchos más, como el estroboscopio, el cinetoscopio, o el corotoscopio (que precisamente permitía aplicar este principio de la persistencia retiniana a las proyecciones de linterna mágica), por citar solo unos cuantos de los instrumentos con nombres derivados del griego skopos, “mirar”, cuya finalidad era conseguir la creación de escenas en movimiento, anticipando la llegada del cinematógrafo8. 7 FONTANELLA, L., Diaphanoramas en el Museo Romántico, Madrid, Centro Nacional de Exposiciones y Promoción Artística, 1994, p. 10. 8 En la página web del Museo del Cine-Colección Tomás Mallol de Girona podemos ver el funcionamiento de varios de estos y otros juguetes ópticos decimonónicos: http://www.museudelcinema.cat/esp/colleccio_recursos.php Fig. 5 Zootropo realizado en el taller infantil “Mi juguete favorito” Museo del Romanticismo, diciembre de 2012 Fig. 6 Ilustración para el artículo “El praxinoscopio, juguete óptico” La Moda Elegante, 30 de agosto de 1879 Hemeroteca Digital Al margen de la imagen en movimiento, muchos juguetes ópticos domésticos guardaban relación con la futura invención del cine, o con los espectáculos visuales contemporáneos, ya que se utilizaban para la proyección de imágenes y narración de historias en el interior del hogar. En ese sentido, entre los entretenimientos visuales de más éxito a lo largo del siglo XIX destacaron las linternas mágicas (otros, como los teatritos de sombras existían hacía tiempo, y es que la moda de sombras y siluetas había hecho furor durante el siglo XVIII). A medida que avanzaba la centuria, mientras las linternas mágicas para proyecciones públicas se volvían cada vez más sofisticadas, surgía paralelamente una producción industrial de linternas de reducido tamaño y uso simplificado, destinadas al consumo doméstico, y en su mayoría dirigidas al público infantil: “No puede menos, a la verdad, llamar la atención del niño, un juguete cuyos efectos son para él maravillosos y sorprendentes. Reproducir en una pared, notablemente amplificados, con todos sus colores y variados detalles, los objetos pintados en un cristal (…) es entretenida diversión, y merece que las infantiles imaginaciones se fijen en los detalles de un juego que, al propio tiempo que les deleita, puede conducirles a enseñanzas muy útiles y provechosas en su vida futura”.9 Junto a las linternas, se comercializaban también en serie las placas para su proyección, generalmente tiras de varias escenas. Simplificando aún más el proceso, comenzaron también a producirse placas dobles, superpuestas y montadas sobre un soporte, que contaban con un sencillo 9 El mundo de los niños, 10 de enero de 1887. mecanismo de desplazamiento (mediante una palanca, que movía uno de los vidrios de forma horizontal o vertical, aunque a lo largo del siglo se fueron introduciendo sistemas más complicados: de manivela, de obturación, etc.) que creaba la ilusión de movimiento al alternar la vista de la escena pintada en la placa delantera con la posterior. A esta tipología pertenecen precisamente las placas que se encuentran insertas en el biombo del Museo. 4. EL BIOMBO-LINTERNA MÁGICA, UNA PIEZA SINGULAR DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO .... E l biombo que exhibe el Museo del Romanticismo en la sala denominada Serre es un buen ejemplo del gusto decimonónico por los artilugios visuales domésticos. Está decorado con el sistema de placas móviles que mencionábamos antes, escenas dobles que se montaban sobre madera, incorporando un sistema de palancas en su parte trasera, que al deslizarse producían el movimiento y la transformación de la escena. Si bien, como hemos visto, las linternas mágicas y las placas portátiles fueron diversiones frecuentes en las casas durante el siglo XIX, un ejemplar como el biombo del Museo del Romanticismo es altamente inusual, ya que no era habitual insertar estas placas a modo de decoración en el mobiliario. Fig. 7 Placas de linterna mágica (detalle del biombo). Autor desconocido Vidrio policromado, ca. 1860 Inv. 1090 Sala XXIV (Serre) Los biombos eran piezas de mobiliario originarias de China (s. III), de donde pasaron a Japón en el siglo VIII y que en la Edad Moderna comenzaron a importarse a Europa, popularizándose fundamentalmente a partir del siglo XVIII. Elaborados en principio con madera lacada, más tarde pasaron a realizarse también con otros materiales: telas tendidas en bastidores, papeles pintados, etc., e introdujeron en su decoración escenas y motivos típicos del arte europeo, aunque conservaron también las referencias al mundo oriental. A finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX en la estructura del biombo comenzaron a enmarcarse pinturas, grabados o acuarelas, e incluso en la década de 1880 se puso de moda en la Inglaterra victoriana la decoración con la técnica del découpage (composiciones a base de recortes de papeles o telas, que se barnizaban hasta dar la impresión de estar pintados a mano). A pesar de esta variedad de materiales y técnicas decorativas, una pieza que alberga placas de linterna mágica puede considerarse extraordinaria. Se desconoce el autor y la fecha exacta de fabricación de estas placas, así como del resto del mueble. En varias de las placas se conservan algunas inscripciones, prácticamente ilegibles, y una cifra, “1867”, que nos ofrece una datación aproximada. Estilísticamente, el diseño de los personajes y los colores coincide con los propios de la segunda mitad del siglo XIX. En la Cinemathèque française, por ejemplo, se conservan ejemplos de placas similares del mismo periodo, en las que tampoco está identificado el fabricante10. A pesar de estar incluidas en un mueble de características funcionales y decorativas como es el biombo, las placas conservan el carácter de entretenimiento narrativo propio de las linternas mágicas domésticas convencionales, con las que comparten también los temas y motivos. La mayoría de las escenas representadas en el biombo tienen un claro componente humorístico, rasgo esencial de las linternas destinadas al consumo privado. El movimiento de las placas se aprovecha para convertir una imagen cotidiana e intrascendente en algo cómico y sorprendente: un cocinero que transporta la cabeza de un cerdo sobre una bandeja, pero al accionar la palanca va a ser su cabeza la que acabe siendo servida, o una campesina que lucha para que su burro eche a andar, con tanto ahínco que en la siguiente imagen le ha arrancado la cabeza... Estas escenas formaban parte de la iconografía habitual de las placas de linterna mágica, y estaban muy relacionadas con las incipientes tiras cómicas de la prensa de la época (otro modelo de narración visual que comenzaba a desarrollarse en el siglo XIX). Tan populares fueron estas historias humorísticas que acabaron por aparecer también en las primeras películas (es el caso de Le jardinier et le petit espiègle, conocida como El regador regado, de los hermanos Lumière, que desarrolla un motivo que había aparecido por primera vez en una tira cómica de Hermann Vogel de 1887 y que había sido utilizado frecuentemente por la linterna mágica11, lo que nos habla una vez más de la relación de estos dispositivos con el posterior invento del cinematógrafo). 10 Pueden consultarse en el sitio web de la Cinématheque dedicado en exclusiva a las placas de linterna mágica: http://www.laternamagica.fr/collection.php?collection=Plaques+anim%E9es 11 FRUTOS ESTEBAN, F. J., Los ecos de una lámpara maravillosa: la linterna mágica en su contexto mediático, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2011, p. 80: https://www.youtube.com/watch?v=Kd4jSTBhYDw&mode. En el catálogo de los Lumière también figura una serie titulada Vues fantasmagoriques (Scènes de genre et à trasnformation) del año 1902, inspirada en las fantasmagorías que había puesto de moda Robertson, y que especialmente en su vertiente cómica fueron fuente de inspiración para muchos de los cineastas pioneros, desde George Méliès (Le diable noir, 1905) hasta Walt Disney (The Skeleton Dance, 1929). Figs. 8 y 9 Placas de linterna mágica (detalle del biombo). Autor desconocido Vidrio policromado, ca. 1860 Inv. 1090 Sala XXIV (Serre) En la decoración de este biombo también aparecen otras escenas típicas de este artefacto, cuya única función es precisamente la de recrearse en el movimiento animado de las imágenes (como la figura de un malabarista, o un violinista cuyo perro salta al son de la música) y una imagen asociada a las proyecciones de fantasmagorías (un demonio que arroja a un cocinero al caldero, pero igualmente con un tono cómico). Por último, una de las placas representa a un Cupido que aparece sobre una nube dispuesto a lanzarnos sus flechas, otra de las imágenes habituales de las linternas mágicas caseras y cuya estética es muy similar a la de los cromos infantiles de la época (lo que nos habla de la relación de este dispositivo con otra modalidad de entretenimiento visual de la época, los álbumes, en este caso los álbumes de cromos y destinados al coleccionismo por parte de los niños).Y es que las iconografías que hemos mencionado acabaron quedando vinculadas al mundo infantil, por su mayor simplicidad, frente a las sofisticadas narraciones que podían conseguirse con las linternas mágicas utilizadas en las proyecciones públicas. Los espectáculos públicos de linterna mágica comenzaron a decaer tras la popularización del cine, en los primeros años del siglo XX (aunque durante algún tiempo ambas modalidades convivieron), mientras que su uso doméstico (y también el divulgativo) se extendió hasta las décadas de 1920-1930 (en el Museo del Romanticismo por ejemplo, se conservan varias placas fechadas en 1933 con vistas de las cuevas del Drach de Palma de Mallorca). Poco después, estos entretenimientos también acabarían siendo sustituidos en los hogares por cámaras y proyectores cinematográficos caseros. 5. OTROS ENTRETENIMIENTOS VISUALES DOMÉSTICOS EN LA COLECCIÓN DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO .... A parte de este ejemplar de biombo con placas de linterna mágica tan original, el Museo del Romanticismo conserva otras modalidades de entretenimientos visuales populares durante el siglo XIX. a) Litofanías L a litofanía es otra de las curiosidades ópticas propias del Romanticismo. Consiste en una placa de porcelana, sobre la que se han tallado con gran delicadeza dos imágenes: una en bajo relieve, que se manifiesta a simple vista, y otra apenas insinuada, que solo aparece al aplicarse una fuente de luz en la parte posterior de la placa. La escena completa, que emerge al iluminarse, da una sensación de realidad y profundidad, gracias al efecto de claroscuro y los diferentes tonos de grises que se distinguen. Además, sugiere tímidamente una ilusión de movimiento, al producirse la transformación entre una escena y otra, por lo que las litofanias están consideradas entre los entretenimientos precursores del cine. Su origen se fecha hacia 1827 (siendo dudoso todavía a quien atribuir su invención, al barón francés Charles de Bourgoing, o al director de la fábrica de porcelana de Berlín, Friedrich Christoph Frick) y su producción vivió su momento de máximo esplendor a mediados de siglo. Las litofanías eran de pequeño tamaño (desde ocho centímetros las más pequeñas, hasta veinticinco las más grandes) y variadas formas, empleándose como objetos decorativos, pero también funcionales. Su aplicación más frecuente fue utilizarlas a modo de lámparas, bien como placas independientes (enmarcadas en un soporte en cuya parte posterior existía un recipiente para situar una vela), o bien como pantallas multipaneladas, con formas cilíndricas o cúbicas, para situar en el interior la fuente de luz. Pero además, también se le dieron otras formas y usos más originales, situándolas por ejemplo a modo de fondo en jarras de cerveza, de tal manera que al alzar el vaso para beber se pudiese observar al trasluz la imagen en relieve. Figs. 10 y 11 Litofanías Porcelana, último cuarto del siglo XIX Inv. 1464 y 7697 En consonancia con esa variedad de formas, las litofanías ilustraban un sinfín de temas: religiosos, costumbristas, familiares, bucólicos, galantes y también eróticos, en muchos casos tomados de la pintura y el grabado. Por ello, entre las litofanias es frecuente encontrar reproducciones de famosas obras de arte (entre las que alberga el Museo del Romanticismo encontramos representaciones de obras de Rafael o John Everett Millais). Con la extensión del uso de la luz de gas en los hogares decimonónicos, las litofanias fueron perdiendo su carácter funcional, y aunque durante un tiempo conservaron el decorativo, este también comenzó a pasar de moda a finales de siglo. A diferencia de lo que sucedió con la linterna mágica y otros ingenios ópticos de la época, cuya fabricación acabó desarrollándose industrialmente, la técnica de elaboración de las litofanías era compleja y casi artesanal (para fabricarlas se utilizaba un molde de cera, que solo servía para hacer un número reducido de copias). Por ello, su producción fue limitada, incluso a pesar de su éxito, y hoy en día pocos museos y particulares cuentan entre sus fondos con esta tipología. La colección más importante del mundo se encuentra actualmente en el Blair Museum of Litophanies de Toledo (Ohio, Estados Unidos), donde se conservan más de dos mil ejemplares, y el Museo del Romanticismo tiene el lujo de contar en sus fondos con más de cien litofanías, algunas de las cuales pueden verse actualmente expuestas en la Sala IX del Museo. b) Diaphanoramas E l Museo del Romanticismo conserva también un conjunto de curiosas piezas, a medio camino entre la fotografía y los dioramas portátiles, llamados diaphanoramas. Se trata de un grupo de 46 fotografías de gran formato (entre 27 y 36 cm., dependiendo de la pieza), positivadas en papel albuminado casi traslúcido, sobre las que se ha intervenido pintando una imagen a la acuarela en su parte posterior. Están montadas sobre un marco de madera, que se ha curvado para acentuar el carácter panorámico de la imagen, y originalmente se presentarían situadas en el frente de una caja, convenientemente pintada de negro y en cuyo interior se situaría una fuente de luz (inicialmente una vela, aunque en la exposición realizada en el Museo del Romanticismo en el año 1995 se utilizó una bombilla de luz fría12). Al iluminarse el conjunto por detrás, se haría visible la imagen pintada en la parte posterior, superponiéndose con la imagen fotográfica original. Los retoques pintados convierten las escenas fotografiadas en escenas nocturnas, iluminadas por la luz de la luna o por lámparas de gas, en algunos casos otorgándoles efectos dramáticos (por ejemplo, reproduciendo el incendio del Ayuntamiento de París durante la Comuna de 187113) o vistosos (añadiendo figuras que no existen en la imagen original, como se aprecia en la escena que reproducimos del Gran Canal de Venecia, que al iluminarse se llena de góndolas y gondoleros entonando serenatas a sus pasajeros). 12 FONTANELLA, L., op. cit., p. 12. Los incendios fueron un tema especialmente popular para los dispositivos ópticos, ya desde el Diorama parisino de Daguerre, que en 1827 reflejaba el devastador incendio de Edimburgo del año 24. Entre otros, tenemos noticias de que en el Neorama de la Carrera de San Jerónimo en Madrid se presentó en 1844 una vista del pavoroso incendio de la ciudad de Hamburgo acaecidos dos años antes, y en el Cosmorama de la calle de la Gorguera, en octubre de 1845 se exhibía una vista del incendio del arsenal de Tolón acaecido el 1 de agosto de ese mismo año (Diario de Avisos de Madrid, 26-11-1844 y 26-10-1845). 13 Fig. 12 Diaphanorama (tres estadios de iluminación) Venecia. Gran Canal. Serenata14 Autor desconocido Albúmina y acuarela, ca. 1875 24,5 x 33,5 cm. Inv. 6182 Museo del Romanticismo 14 Hay que señalar que los títulos que se conservan, inscritos en el reverso de los diaphanoramas, sobre el bastidor, hacen referencia en la mayoría de los casos a las escenas ya retocadas, como en este caso, en el que la “serenata” es una invención del pintor que ha intervenido sobre las fotografías. No conocemos datos sobre los autores de las imágenes (o de las intervenciones sobre ellas), pero todo parece indicar que las fotografías utilizadas seguramente no fueron realizadas con esta finalidad. Probablemente se trata de fotografías distribuidas comercialmente que se alteraron para producir esas escenas nocturnas, tanto pintándolas como agujereándolas o raspándolas en sitios estratégicos para dejar pasar mayor cantidad de luz por esos puntos y simular así el efecto de una farola, un candelabro, la luz de la luna… En ese sentido, los diaphanoramas compartían con un espectáculo como el diorama su carácter como experiencia pre-cinematográfica, ya que permitían simular el paso del tiempo al transformar una escena diurna en una imagen nocturna, si bien las escenas tenían un movimiento y un sentido de la narración escaso. Los temas que presentan eran también los habituales de estos espectáculos públicos ya mencionados. Abundan las vistas de viajes y paisajes (sobre todo de Italia, meca del Grand Tour, pero también de Alemania, Suiza o Francia), y es que uno de los grandes objetivos de todos estos juguetes ópticos era permitir al espectador viajar a través de las imágenes, meter el mundo entre las paredes de casa o del teatro. También se trataba de acercar al público las maravillas artísticas (y así, en los diaphanoramas del Museo del Romanticismo aparecen representadas varias obras de arte, todas ellas de tema religioso, que se prestaba muy bien a los fantásticos efectos de iluminación) y, una vez más, de actuar como “noticiero”, recreando sucesos recientes (de este modo, como hemos comentado antes, de manos del pintor de los diaphanoramas podemos ver las Casas Consistoriales de París arder de nuevo en el incendio de la Comuna de París del año 1871, o asistir al estreno de Carmen de Bizet en el Teatro San Carlos de Nápoles). Fig. 13 Diaphanorama (dos estadios de iluminación) París. Casas Consistoriales Autor desconocido Albúmina y acuarela, ca. 1875 Inv. 6216 Museo del Romanticismo c) Fotomontajes y fotografías estereoscópicas D entro de las formas de ocio visual de la sociedad decimonónica, la contemplación de fotografías cobró un papel destacado a partir de mediados de siglo. Gracias a los avances técnicos que se produjeron en ese momento (la simplificación del proceso de elaboración, el abaratamiento de los costes y la posibilidad de obtener copias en papel de reducido tamaño a partir de los negativos), la fotografía se convirtió en un fenómeno de masas y en un lucrativo negocio. Surgió así el coleccionismo doméstico, la adquisición de imágenes fotográficas que eran reunidas en álbumes, cuya elaboración, contemplación y análisis eran fuente de entretenimiento durante horas (nada que tenga que extrañarnos en la actualidad a los usuarios de redes sociales como Facebook o Instagram). Fig. 14 Álbum de José López Domínguez Páginas 4 y 5 del álbum15 Albúmina, ca. 1860-1870 Inv. 35142 Museo del Romanticismo 15 Este álbum reúne una colección de ciento setenta y seis fotografías en formato tarjeta de visita, en su mayoría retratos de personajes célebres de la época y de familiares de José López Domínguez, el propietario del álbum. En las páginas 4 y 5 que aparecen reproducidas en el texto, vemos (de arriba abajo, y de izquierda a derecha) retratos de la princesa Victoria de Reino Unido (esposa del rey de Prusia, Federico III) y su madre la reina Victoria; una princesa de la casa Bonaparte sin identificar; la princesa Luisa Isabel de Mecklenburg; la princesa Laetitia Christine Bonaparte; la emperatriz de Rusia; la emperatriz Isabel, Sissi, de Austria; y la princesa Maria Alexandrovna de Hesse-Darmstadt. Las imágenes están tomadas por prestigiosos fotógrafos como el francés Disdéri, los ingleses Southwell Brothers o el alemán Haase. Dentro del coleccionismo doméstico de fotografías del siglo XIX tenían cabida los temas que eran habituales en los espectáculos que hemos analizado: las vistas de paisajes y ciudades o las reproducciones de monumentos y obras de arte, pero también los retratos de amigos y conocidos, y los rostros de las celebridades de la época. “Hoy (...) todos tenemos un álbum, o dos, o tres, o los que podamos llenar de retratos de nuestros amigos; y cada uno de ellos tiene a su vez el nuestro. Porque de ese cambio recíproco prescinden ya pocas personas.Y el que no tiene amigos, como no puede prescindir del álbum de retratos, compra los que quiere, o los que puede, porque ya nos venden a todos en pública almoneda. Solo así es posible tener el retrato de todos los reyes, de todos los sabios, de todos los artistas y de todos los fenómenos del Universo. Nadie se escapa ya de ser retratado y de ser vendido”16. De esa pasión decimonónica da fe la ingente colección del Museo del Romanticismo, que posee más de 7.000 fotografías entre sus fondos. Para que la afición por ese coleccionismo doméstico no decayese, los estudios fotográficos buscaron incrementar la diversión que suponía la recopilación y contemplación de esas imágenes, comenzando a elaborar nuevas e ingeniosas tipologías, con la intención de explotar comercialmente aún más esa moda. Entre ellas, destacaron los sofisticados fotomontajes, llamados “fotomosaico” (una invención del francés André Adolphe Eugène Disdéri, al que se puede considerar el padre de la fotografía comercial), en los que se reproducían varios retratos (podían ser decenas o cientos de ellos) de personajes célebres agrupados en el reducido espacio de una “tarjeta de visita” (el formato fotográfico más de moda a lo largo del siglo XIX, de un tamaño de unos 9x5 cm.). En el Museo del Romanticismo se conserva un ejemplo magnífico, realizado por los fotógrafos ingleses Ashford Brothers, en el que con gran virtuosísimo se reúnen en apenas unos pocos centímetros los rostros de más de 500 celebridades de la época, pese a lo cual, como los propios Ashford indican, ayudándose de una lupa “cada retrato podrá ser visto a la perfección”. Damos fe de que así es, y no nos resulta difícil imaginar a nuestros antepasados decimonónicos pasando veladas enteras tratando de identificar a los 500 personajes. Por eso, no nos resistimos a incluir una reproducción a toda página, para aquellos lectores actuales que se animen a intentarlo. 16 FLORES, A., “La sociedad de 1850”, en Madrid, ayer y hoy, citado en LÓPEZ MONDÉJAR, P., Madrid, laberinto de memorias (cien años de fotografía: 1839-1936), Barcelona, Lunwerg, 1999, p. 54. Fig. 15 Foto-mosaico Ashford Brothers Carte de visite, ca. 1863 Inv. 30395 Museo del Romanticismo Por último, la colección del Museo del Romanticismo cuenta con una nutrida representación (casi 100 piezas) de una tipología fotográfica inmensamente popular a lo largo del siglo XIX (y buena parte del siglo XX): la estereoscopía. La fotografía estereoscópica, basada en el principio de la visión binocular, consistía en la toma de dos imágenes prácticamente iguales de la misma escena, separadas por unos 6,5 centímetros de distancia (la misma distancia que existe entre los ojos humanos), que montadas juntas y al observarse a través de un visor (que recibe el nombre de estereoscopio o estereoscopo), daban la impresión de una única imagen en tres dimensiones. El procedimiento era anterior a la invención de la fotografía (Charles Wheatstone ya lo había puesto en práctica en 1838), pero a partir de las innovaciones de David Brewster y Jules Duboscq, presentadas en la Exposición Universal de Londres de 1851, las fotografías estereoscópicas, fundamentalmente destinadas a la reproducción de vistas de paisajes y monumentos, alcanzaron una enorme difusión como producto para el ocio y la distracción familiar, convirtiéndose junto a las tarjetas de visita en el principal producto fotográfico industrializado y comercializado durante el siglo XIX, extendiéndose por todo el mundo. En 1854 surgía en Inglaterra la primera empresa especializada en este artículo, la London Stereoscopic Company, que ese mismo año alcanzaba un volumen de ventas de medio millón de visores estereoscópicos, haciendo casi realidad su lema publicitario, “ningún hogar está completo sin un estereoscopo”. Su presencia en las casas españoles comenzó a ser notable hacia finales de la década de 1850, momento en el que ya se dice que “no hay casa medianamente acomodada, ni hay tertulia donde el estereoscopio no forme parte de las distracciones a que se entregan las familias en las noches de invierno”17. Con el fenómeno de las fotografías estereoscópicas, se pone de manifiesto una vez más que, ante la cantidad de estímulos visuales que proliferan en la época, es importante renovar constantemente el repertorio para que el entretenimiento no decaiga. Así, los establecimientos de la época comienzan a ofrecer a los usuarios la posibilidad de suscribirse para recibir semanalmente nuevas y variadas vistas que hagan las delicias de la familia e invitados. Fig. 16 Anuncio en el diario El Clamor Público, 8 de enero de 1859 Hemeroteca Digital 17 “El estereoscopio”, El Museo Universal, 25 de noviembre de 1860. A medida que fue avanzando el siglo, además de las vistas de paisajes y monumentos, las fotografías estereoscópicas fueron introduciendo componentes narrativos, comercializándose también representaciones de escenas o incluso de historias completas, que se desarrollaban a lo largo de varias fotografías, a modo de primitivas “fotonovelas”, que sirvieron para perpetuar el éxito de la estereoscopía en el ámbito doméstico en las primeras décadas del siglo XX. La invención y popularización del cine, como en el caso del resto de dispositivos que hemos analizado, fue la causa de su decadencia. Sin embargo, en la actualidad, la moda del cine en 3-D sirve para recordarnos, como decíamos al comienzo, que no estamos tan lejos de nuestros antepasados decimonónicos… Fig. 16 Alcoba de Catalina de Médicis. Palacio de Fointeneblau. Francia Jarris, J. F. (Editor); Underwood & Underwood (Distribuidor) Albúmina, ca. 1889 Inv. 31730 Museo del Romanticismo Si quieres conocer cómo funcionaban todos estos juegos ópticos, puedes verlos en acción en esta playlist del canal del Museo del Romanticismo en Youtube: http://bit.ly/1sTU9x8 6. BIBLIOGRAFÍA .... CANTOS CASENAVE, M., “Los dispositivos ópticos y su recepción en la prensa del romanticismo (1835 1868). Una aproximación”, en Anales de Literatura Española, nº 25, 2013, pp. 105-130. CARNEY, M., Lithophanes, Atglen, Schiffer Publishing, 2008. FONTANELLA, L., Diaphanoramas en el Museo Romántico, Madrid, Centro Nacional de Exposiciones y Promoción Artística, 1994 FRUTOS ESTEBAN, F. J, Los ecos de una lámpara maravillosa: la linterna mágica en su contexto mediático, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2011. - La fascinación de la mirada. Los aparatos precinematográficos y sus posibilidades expresivas, Valladolid, Junta de Castilla y León, Consejería de Educación, 1996. GARCÍA FELGUERA, M. de los S., “Entretenimientos ópticos del siglo XIX”, en MANTILLA, J.M.Y PORTÚS, J. (ed.), El grafoscopio. Un siglo de miradas al Museo del Prado (1819-1920), Madrid, Museo Nacional del Prado, 2004, pp. 277-290. JÉREZ MOLINER, F., “Luz y sombra para la diversión y el aprendizaje: breve historia de la linterna mágica (siglos XVII-XIX)”, en BENITO GOERLICH, D. (coord.), Arena numerosa: colección de fotografía histórica de la Universitat deValència, Valencia, Universidad de Valencia, 2006, pp.41-70. VAREY, J. E., Cartelera de los títeres y otras diversiones populares de Madrid, 1758-1840: estudios y documentos, Londres, Madrid, Boydell & Brewer, Támesis, 1995. Fuentes: - Diario de avisos de Madrid - El Clamor público - El Espectador - El Instructor, o Repertorio de Historia, Bellas letras y artes - El Mundo de los niños - El Museo universal - La Moda Elegante - Semanario Pintoresco Español Recursos de internet: http://www.laternamagica.fr http://www.magiclantern.org.uk/index.php http://www.museudelcinema.cat http://www.slides.uni-trier.de/ Fotografías: Pablo Linés Viñuales y Archivo del Museo del Romanticismo Coordinación: Mª Jesús Cabrera Bravo Diseño y maquetación: Carmen Cabrejas Almena y Álvaro Gómez González Agradecimientos: A mis compañeros del Museo del Romanticismo y en especial a Mª Jesús Cabrera Bravo y Paloma Dorado Pérez. LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que su propio autor explica los detalles más interesantes: Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes http://bit.ly/YSS7u1 Mensualmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo Este trimestre, dedicaremos el jueves 25 de septiembre a contaros todos los detalles sobre el maravilloso mundo de los juegos ópticos del siglo XIX con la etiqueta #pasenyvean LA PIEZA DEL MES. CICLO 2014 .... Primer trimestre: enero – marzo Raquel Sigüenza Martín ESCULTURA RELIGIOSA DEL ORATORIO Segundo trimestre: abril – junio Nuria Lázaro Milla LA JOYERÍA MASCULINA EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO Tercer trimestre: julio - septiembre Carmen Cabrejas Almena EL BIOMBO Y OTROS JUEGOS ÓPTICOS DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO Cuarto trimestre: octubre - diciembre Carolina Miguel Arroyo JUAN PRIM A CABALLO, ANTONIO Mª ESQUIVEL, 1844