El biombo y otros juegos ópticos del Museo del Romanticismo

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Pieza del trimestre
JULIO-SEPTIEMBRE 2014
El biombo y otros juegos ópticos del Museo del
Romanticismo
Sala XXIV (Serre)
Carmen Cabrejas Almena
Historiadora del Arte
ÍNDICE
….
1.Ficha técnica y descripción.
2.¡Pasen y vean! Espectáculos visuales en el siglo XIX.
3.Maravillas en el salón de casa: entretenimientos visuales domésticos.
4.El biombo-linterna mágica, una pieza singular del Museo del
Romanticismo.
5.Otros entretenimientos visuales domésticos en la colección del
Museo del Romanticismo.
a) Litofanías
b) Diaphanoramas
c) Fotomontajes y fotografías estereoscópicas.
6.Bibliografía.
Fig. 1 Placas de linterna mágica (detalle del biombo).
Autor desconocido
Vidrio policromado, ca. 1860
Inv. 1090
Sala XXIV (Serre)
1. FICHA TÉCNICA Y DESCRIPCIÓN
....
Fig. 2. Biombo
Ca. 1860
160 x 130 cm. (cada hoja, 160 x 43,50 cm.)
Estructura: madera de pino. Sistema de bastidores y paneles mediante ensamblaje y encolado.
Decoración: vidrio policromado.
Aplicaciones: Metal dorado.
Inv. 1090
Sala XXIV (Serre)
E
l biombo es un mueble de origen asiático que durante el siglo XIX alcanzará un gran apogeo en
occidente como elemento decorativo y funcional, usado en las viviendas acomodadas para separar
los espacios en una misma estancia, permitiendo la creación de distintos ambientes, y como objeto
ornamental, símbolo de la capacidad adquisitiva y buen gusto de sus propietarios. Su decoración reflejó
fundamentalmente la estética oriental, toda una moda en Europa durante el Romanticismo, aunque poco a
poco se empezaron a incorporar otros motivos.
El biombo al que dedicamos este estudio, de origen francés, está formado por tres hojas rectangulares
de madera, unidas entre sí mediante bisagras metálicas. Cada una de las hojas contiene cuatro vidrios
traslúcidos con escenas coloreadas, dispuestos en sentido vertical y dotados con un resorte de palancas en
su parte posterior que, al accionarse, otorga movimiento a las escenas.
Estas placas de vidrio ilustradas y móviles, convierten a este modelo de biombo en una pieza muy
singular, ya que es una decoración altamente inusual en un mueble de estas características, y que se
relaciona con las placas de linterna mágica, uno de los entretenimientos visuales más populares de la época.
El gusto por este tipo de artilugios es típico del siglo XIX, y alcanzó gran desarrollo en España durante la
etapa isabelina, momento en el que proliferaron los espectáculos y juguetes ópticos caseros, como veremos
a lo largo de este texto.
2. ¡PASEN Y VEAN! ESPECTÁCULOS VISUALES EN EL
SIGLO XIX
....
“¿Quién no querrá ver, en un cuarto de hora, tantas embrollas, que asombran, que aturden, que
pasman, que admiran, que encantan? ¿Quién no quiere reír, llorar y divertirse a poca costa?”1
A
unque pueda sorprendernos, los habitantes del siglo XXI tenemos muchas cosas en común
con nuestros antepasados decimonónicos, y eso es algo que una visita al Museo del
Romanticismo, con su ambientación y sus colecciones que nos trasladan a la vida cotidiana de la
época, transmite a la perfección. Uno de los múltiples aspectos que nos unen, es la importancia que las
imágenes tienen en nuestra cultura como forma de ocio. El siglo XIX es un periodo de gran desarrollo en
ese sentido, no solo en cuanto a los medios de reproducción y difusión de imágenes (de la estampa a la
fotografía), sino también en lo que respecta a los espectáculos visuales. La centuria se va a cerrar
precisamente con la invención del cine (diciembre de 1895), pero antes de su aparición fueron muchos los
pasatiempos basados en la proyección de imágenes que alcanzaron un gran éxito de masas y a los que las
damas y caballeros del siglo XIX, al igual que nosotros actualmente, acudía a sorprenderse, emocionarse,
informarse y entretenerse.
Fueron muchos los ingenios ópticos que amenizaron a nuestros antepasados decimonónicos, y a ellos
eran aficionados no solo las clases acomodadas, sino también las más humildes. Entre los entretenimientos
visuales más corrientes, destacaban las cajas ópticas, espectáculos callejeros asociados a feriantes y
buhoneros, que fueron muy populares ya desde mediados del siglo XVIII. En su forma más básica,
consistían en unas cajas en cuyo interior se encontraba una imagen coloreada, que se observaba amplificada
a través de un agujero con una lente, pero fueron evolucionando desde esta tipología más simple, apta solo
para la contemplación individual, hasta grandes cajones con múltiples agujeros para que varias personas a la
1
La óptica del ciego de la Embrolla, y del mundi-novi en España, Miguel Estevan y Cervera, Valencia, 1809
(http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000128414&page=1). El “mundi-novi” (también conocido como mundonuevo
y tutilimundi) era uno de los espectáculos visuales que se describen en el texto a continuación. En ese contexto,
“embrollas” se utiliza como sinónimo de historias.
vez pudiesen asomarse a contemplar las escenas de su interior. En España, estas cajas eran conocidas como
mundonuevo o tutilimundi (derivado del italiano), nombres que hacían referencia a la capacidad casi
mágica para encerrar todas las maravillas del mundo en el interior de esas cajas (la reacción de sus
primeros usuarios debió ser algo similar a la sorpresa de varias generaciones hace unas décadas al observar
a esas personas de dimensiones reducidas “encerradas” dentro del aparato televisor…). Los tutilimundi
albergaban imágenes de paisajes lejanos, suntuosos palacios o sucesos contemporáneos, y a lo largo del
siglo, con la introducción de espejos y luces, incluso permitieron ver el paso del tiempo (el día convertirse
en noche, el verano transformarse en otoño) y figuras en movimiento. Además, para aumentar la impresión
de los espectadores, el feriante acompañaba el espectáculo de comentarios y música de tambor o algún
otro instrumento musical, de manera que la contemplación de esas imágenes fue adquiriendo con el paso
del tiempo el carácter de todo un espectáculo narrativo.
Fig. 3 “El tuti-li-mundi”
Francisco Javier Ortego
El Museo Universal, 28 de julio de 1861
Hemeroteca Digital
Pero además de estos entretenimientos callejeros, también hubo espectáculos públicos encaminados a
satisfacer el ocio burgués, que se establecían en espacios fijos para su exhibición (de hecho, a menudo el
nombre del dispositivo servía también para dar nombre al edificio en el que se proyectaba). Los más
famosos fueron el panorama (inventado por el inglés Robert Barker en 1787, consistente en una pintura
circular, generalmente la vista de un paisaje o una batalla representada desde un punto de vista alto, que se
extendía alrededor del espectador, quien lo contemplaba desde una plataforma central) y el diorama
(creado en 1822 por Louis Daguerre, posterior inventor del daguerrotipo, y consistente en un cuadro
pintado sobre tela transparente por delante y detrás, que se iba iluminando gradualmente creando
diferentes efectos), que rápidamente se extendieron por Europa y América. Su popularidad por supuesto
llegó a España, y en Madrid existieron dos establecimientos construidos ex profeso para albergar estos
espectáculos, ambos situados en las cercanías del paseo del Prado, foco del ocio burgués de la zona: la
Galería Topográfica, Diorama y Cosmorama, emplazada en el paseo de Recoletos, que abrió sus puertas en
febrero de 1836 y funcionó al menos hasta el año 1856; y el Diorama, establecido junto a la fábrica de
Platerías Martínez en 1838 y que permaneció abierto aproximadamente hasta el año 1860. Durante varias
décadas hicieron las delicias del público madrileño (incluida la propia reina Isabel II y el resto de la familia
real). Los dueños del Diorama lo calificaban de “octava maravilla” y su atracción más famosa fue una vista
del monasterio de El Escorial que “nada tenía que envidiar al de verdad”, según los cronistas de la época, y
cuyo efecto de realismo se veía potenciado al oírse los “cantos solemnes religiosos acompañados de sus
magníficos órganos”, pues las proyecciones del diorama se acompañaban de música y efectos. Persiguiendo
esa ilusión de realidad y con intención de epatar a los visitantes (que poco a poco, ante la creciente oferta
de espectáculos de este tipo, podían perder la capacidad de sorprenderse con ellos), estos establecimientos
contaban también con dispositivos móviles (bien en los paneles, bien en el propio patio de butacas) que
ayudaban al espectador a introducirse de lleno en la ficción, como era el caso de la Galería de Recoletos:
“(…) allí, simulando una diligencia, tomaba el espectador un asiento, se asomaba a la ventanilla del
coche, y al son de sonoros cascabeles movidos a compás y una voz de un supuesto mayoral que arreaba unas
supuestas mulas, sin olvidar el trañido de la tralla, iba contemplando diferentes vistas nacionales y
extranjeras, y a veces poblaciones ultramarinas a las cuales no se puede llegar si no por mar; pero como la
ilusión, y la ilusión infantil, no se para en barras, los muchachos gozábamos con tan anacrónico espectáculo
(…)”2
Siendo los más destacados, estos dos no fueron ni mucho menos los únicos espacios dedicados a este
tipo de espectáculos. Por seguir centrándonos en el ejemplo madrileño, en la capital destacaron otros, que
se establecieron en fondas, cafés, teatros o incluso viviendas particulares habilitadas* al efecto: el
Neorama (que, inaugurado en 1841, pasó por diversas sedes, cambiando posteriormente su nombre por
el muy elocuente de “Templo de Ilusión”); el Cosmorama (espectáculo que desde 1828 se venía
presentando de forma intermitente pero con gran éxito en diversos establecimientos y que hacia 1840 se
estableció en la calle de la Gorguera, 13); y el Poliorama (situado en la calle de Alcalá, 48, uno de los más
completos, que en el año 1848 pasa a denominarse “Salón de Recreo”, nombre que reflejaba mucho mejor
el espíritu de este establecimiento y en general de todos sus semejantes, pues en ellos se combinaba la
proyección de vistas con la exhibición de autómatas, instrumentos ópticos y de física recreativa, números
de ilusionismo, etc.); amén de otros muchos gabinetes ópticos, teatros mecánicos y espectáculos similares
que se exhibieron con carácter temporal en la capital y que se anunciaban constantemente en la sección de
“Diversiones públicas” y “Espectáculos” de los diarios de la ciudad3.
2
3
Ramiro, “Antaño y ogaño”, Revista Contemporánea, Madrid, Julio de 1893.
En 1838, el Semanario Pintoresco Español trataba de hacer un inventario de los diversos tipos de espectáculos
específicos que había surgido en relación con el diorama, entre los cuales distinguía el Alporama (vistas de los
Alpes), Uranorama (representación de cuerpos celestes en movimiento), Georama (vistas de la Tierra),
Junto a los mencionados, uno de los entretenimientos más populares del siglo fueron las proyecciones
de linterna mágica y sus derivados. Aunque conocida desde antiguo, el uso de la linterna mágica se
popularizó en el siglo XVII, gracias a las obras y representaciones de estudiosos como Athanasio Kircher,
Thomas Walgenstein y Christian Huygens4. En su forma más básica, la linterna mágica es un aparato opaco
que alberga en su interior placas de vidrio traslúcidas con imágenes coloreadas, las cuales al ser iluminadas
a través de la luz que penetra por un orificio, se proyectan sobre una superficie (las imágenes se iluminaban
en principio situando una lámpara de aceite en su interior, por lo que se hacía necesario un orificio
superior en forma de chimenea para expulsar el humo), pero a lo largo de los siglos surgieron numerosos
modelos, algunos más sofisticados usados para las proyecciones públicas, y otros destinados al uso
doméstico y sobre todo infantil (linternas de reducidas dimensiones, o incluso placas móviles montadas
sobre un soporte que no necesitaban de linterna propiamente dicha para proyectarse).
Desde el siglo XVIII, la linterna mágica ya era usada por feriantes
que la incluían en su repertorio de espectáculos callejeros junto a las
cajas ópticas, y también en sesiones de teatro o representaciones
caseras, pero fue en el siglo XIX cuando se produjo el auge de este
tipo de proyecciones, que se acompañaba de música y narraciones.
Una particular y exitosa forma de espectáculo derivada de la linterna
mágica, fue la fantasmagoría, creada por Etienne Gaspard
Robertson en 1796, que empleaba la técnica de este dispositivo para
contar historias terroríficas5 (no hay que olvidar que las historias de
terror fueron otro de los pasatiempos más populares durante el siglo
XIX, desde la novela gótica hasta los relatos publicados por entregas
en la prensa con gran éxito). Sus sesiones se acompañaban de multitud
de efectos especiales: proyectaba las imágenes sobre humo, desplazaba
la linterna sobre raíles para agrandar y empequeñecer las imágenes (de
manera que daba la sensación de que las figuras se acercaban y
alejaban, moviéndose amenazadoramente entre los espectadores), y
empleaba simultáneamente dos linternas, una frontal y otra trasera,
para superponer diferentes escenas. La maquinaria que utilizaba en sus
proyecciones, quedaba fuera de la vista del espectador, lo que
Fig. 4 Ilustración para el artículo “La
acentuaba la sensación de realismo, y todo ello se acompañaba de
linterna mágica”
efectos sonoros y luminosos, que imitaban relámpagos, truenos,
El Instructor o repertorio de Historia, Bellas
fuego o carcajadas diabólicas.
Letras y Artes, 1839
Hemeroteca Digital
Panstereorama (vistas de ciudades en relieve) o Pyrrorama (vidrios transparentes con un mecanismo musical), entre
otros “infinitos nombres tan exóticos como los ya dichos” (8 de julio de 1838).
4
Para un análisis más detallado de los orígenes de la linterna mágica véase JÉREZ MOLINER, F., “Luz y sombra para
la diversión y el aprendizaje: breve historia de la linterna mágica (siglos XVII-XIX)”, en BENITO GOERLICH, D.
(coord.), Arena numerosa: colección de fotografía histórica de la Universitat de València, Valencia, Universidad de
Valencia, 2006, págs.41-70.
5
Ya en el siglo XVII, uno de los primeros desarrolladores de la linterna mágica, Walgenstein, había denominado a su
artefacto “lámpara de brujas”, y en Francia, la denominación inicial del aparato fue “linterna de miedo” (Ibid., p.
49).
Como hemos visto, en los espectáculos de linterna mágica y simil ares, se enseñaban las maravillas del
mundo (vistas de paisajes y reproducciones de monumentos) y se contaban historias de ficción (cómicas,
terroríficas, basadas en los clásicos de la literatura o tomadas de la Biblia y las narraciones mitológicas),
pero también se incluían noticias dramatizadas de sucesos contemporáneos. Por ejemplo, en la madrileña
Galería Topográfica de Recoletos se exhibían escenas de batallas de la Primera Guerra Carlista, y años
después fue muy famoso en la capital el panorama exhibido en el Paseo de la Castellana en 1876 sobre la
batalla de Tetuán de 1860, lo que convertía a estos espectáculos en unos particulares “noticieros”. Como
sucede hoy mismo con el cine o la televisión, estos dispositivos eran fundamentalmente un medio de
entretenimiento y de información, pero no únicamente. La linterna mágica, por ejemplo, se aplicó también
a divulgaciones científicas, y como medio educativo y de catequesis (siendo precisamente estos los usos que
más continuidad tuvieron, prolongándose hasta bien entrado el siglo XX).
Estos diversos espectáculos tenían un precio asequible: en Madrid costaban generalmente entre 4 y 8
reales, y se ofrecía la entrada a mitad de precio para el público infantil (pues desde el principio se vieron
como espectáculos aptos para el entretenimiento de toda la familia). Tuvieron un grandísimo éxito a lo
largo de todo el siglo, conviviendo durante varios años con las primeras proyecciones cinematográficas que
a partir de 1896 comenzaron a llegar a las grandes ciudades.
3. MARAVILLAS EN EL SALÓN DE CASA:
ENTRETENIMIENTOS VISUALES DOMÉSTICOS
....
D
entro del ocio decimonónico, tan importantes como los espectáculos públicos que hemos
mencionado antes (amén de otros tan destacados como el teatro, la ópera, los conciertos, el
circo o las veladas de magia), fueron los entretenimientos visuales caseros. De hecho, en la
mayoría de los establecimientos antes mencionados, como el Diorama o la Galería Topográfica, solía
haber una sala dedicada a la exhibición de dispositivos ópticos, ejemplo de los instrumentos recreativos
que poco a poco iban a introducirse también en los hogares.
A medida que fue avanzando el siglo XIX, las linternas mágicas y otros dispositivos como panoramas
o dioramas, tuvieron su correspondiente versión portátil, y se convirtieron en objetos populares para el
esparcimiento doméstico. Su sistema cada vez más simplificado de uso dio paso a una notable afición
entre las clases medias (fascinadas por las aplicaciones de la “ciencia recreativa”6), y a un lucrativo
negocio, desarrollándose una producción industrial. En el caso de la linterna mágica, pasó de ser vista
poco menos que como un prodigio cuyo funcionamiento era desvelado en los manuales científicos del
6
Desde finales del siglo XVIII, y durante todo el siglo XIX comienzan a proliferar los textos sobre “ciencia recreativa”,
en los que se detallan experimentos y aparatos de diversa índole (químicos, físicos, ópticos, matemáticos…) aptos para
el entretenimiento casero.
siglo XVII, a venderse como regalo acompañada de sencillos folletos con instrucciones para su uso por
parte de los aficionados.
Las cajas ópticas fueron uno de los primeros dispositivos en tener su versión doméstica,
reduciéndose su tamaño y convirtiéndose en entretenimientos de salón y perfectos souvenirs de viaje. A
medida que avanzaba el siglo y se perdía su capacidad de sorpresa frente a otros instrumentos más
sofisticados, fueron desarrollándose tipologías curiosas, en forma de botellas, de pipas, etc., siendo los
más famosos los peep-eggs, muy de moda en la Inglaterra victoriana, que tenían forma de huevo. De la
misma manera, dioramas y panoramas (y sus variantes) pronto se hicieron también un hueco en los
hogares decimonónicos (ya en 1826, cuando Samuel Leigh patentó su Portable Diorama lo calificó de
“regalo elegante para las familias nobles y distinguidas”7. En esa pasión por las imágenes, por poseer
todas las maravillas del universo y poder meterlas en el salón de casa, tuvo un papel destacadísimo la
fotografía, que merecerá mención aparte al hablar de la colección del Museo del Romanticismo.
Pero además, a lo largo del siglo XIX se desarrollaron numerosos juguetes ópticos que, explotando
el principio de la persistencia de la visión (gracias al cual el cerebro puede enlazar imágenes fijas que se
sucedan en un breve intervalo de tiempo), consiguieron crear la ilusión de escenas en movimiento. El
más sencillo de todos, el taumatropo o “maravilla giratoria” fue inventado por John Ayrton Paris en
1824 y consistía en un disco con dos imágenes diferentes dibujadas en cada lado y un trozo de cuerda a
cada lado del disco. Al estirar la cuerda, el disco giraba rápidamente, creando la ilusión de que ambas
imágenes se juntaban en la misma cara del disco (el ejemplo clásico es el del pájaro que parece meterse
dentro de una jaula). De este sencillo mecanismo y principio, derivaron instrumentos cada vez más
sofisticados, siendo los más famosos el fenaquistiscopio (inventado por Joseph Plateau en 1829, un
disco circular con varias ranuras en cuyo extremo se dibujaban imágenes de un mismo objeto o figura
en posiciones ligeramente diferentes, y que al hacerlo girar frente a un espejo producía la ilusión de
movimiento), el zootropo o “tambor mágico” (creado por William George Horner en 1834, un
tambor circular en cuyo interior se disponía una tira de dibujos. El tambor tenía una serie de ranuras
por las cuales el espectador contemplaba las escenas, que al hacer girar el tambor formaban una
secuencia de imágenes en movimiento); o el praxinoscopio (inventado por Émile Reynaud en 1877 y
similar al zootropo, aunque en este caso el espectador miraba por encima del tambor, dentro del cual
había una rueda con unos espejos en ángulo, que al girar el tambor permitían contemplar las imágenes
en movimiento al reflejarse en ellos). Los más famosos pero no los únicos, porque a lo largo del siglo
surgieron muchos más, como el estroboscopio, el cinetoscopio, o el corotoscopio (que precisamente
permitía aplicar este principio de la persistencia retiniana a las proyecciones de linterna mágica), por
citar solo unos cuantos de los instrumentos con nombres derivados del griego skopos, “mirar”, cuya
finalidad era conseguir la creación de escenas en movimiento, anticipando la llegada del cinematógrafo8.
7
FONTANELLA, L., Diaphanoramas en el Museo Romántico, Madrid, Centro Nacional de Exposiciones y Promoción
Artística, 1994, p. 10.
8
En la página web del Museo del Cine-Colección Tomás Mallol de Girona podemos ver el funcionamiento de varios de
estos y otros juguetes ópticos decimonónicos: http://www.museudelcinema.cat/esp/colleccio_recursos.php
Fig. 5 Zootropo realizado en el taller infantil “Mi juguete favorito”
Museo del Romanticismo, diciembre de 2012
Fig. 6 Ilustración para el artículo “El praxinoscopio, juguete óptico”
La Moda Elegante, 30 de agosto de 1879
Hemeroteca Digital
Al margen de la imagen en movimiento, muchos juguetes ópticos domésticos guardaban relación
con la futura invención del cine, o con los espectáculos visuales contemporáneos, ya que se utilizaban
para la proyección de imágenes y narración de historias en el interior del hogar. En ese sentido, entre
los entretenimientos visuales de más éxito a lo largo del siglo XIX destacaron las linternas mágicas
(otros, como los teatritos de sombras existían hacía tiempo, y es que la moda de sombras y siluetas
había hecho furor durante el siglo XVIII). A medida que avanzaba la centuria, mientras las linternas
mágicas para proyecciones públicas se volvían cada vez más sofisticadas, surgía paralelamente una
producción industrial de linternas de reducido tamaño y uso simplificado, destinadas al consumo
doméstico, y en su mayoría dirigidas al público infantil:
“No puede menos, a la verdad, llamar la atención del niño, un juguete cuyos efectos son para él
maravillosos y sorprendentes. Reproducir en una pared, notablemente amplificados, con todos sus
colores y variados detalles, los objetos pintados en un cristal (…) es entretenida diversión, y merece
que las infantiles imaginaciones se fijen en los detalles de un juego que, al propio tiempo que les deleita,
puede conducirles a enseñanzas muy útiles y provechosas en su vida futura”.9
Junto a las linternas, se comercializaban también en serie las placas para su proyección,
generalmente tiras de varias escenas. Simplificando aún más el proceso, comenzaron también a
producirse placas dobles, superpuestas y montadas sobre un soporte, que contaban con un sencillo
9
El mundo de los niños, 10 de enero de 1887.
mecanismo de desplazamiento (mediante una palanca, que movía uno de los vidrios de forma horizontal
o vertical, aunque a lo largo del siglo se fueron introduciendo sistemas más complicados: de manivela,
de obturación, etc.) que creaba la ilusión de movimiento al alternar la vista de la escena pintada en la
placa delantera con la posterior. A esta tipología pertenecen precisamente las placas que se encuentran
insertas en el biombo del Museo.
4. EL BIOMBO-LINTERNA MÁGICA, UNA PIEZA
SINGULAR DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO
....
E
l biombo que exhibe el Museo del Romanticismo en la sala denominada Serre es un buen
ejemplo del gusto decimonónico por los artilugios visuales domésticos. Está decorado con el
sistema de placas móviles que mencionábamos antes, escenas dobles que se montaban sobre
madera, incorporando un sistema de palancas en su parte trasera, que al deslizarse producían el
movimiento y la transformación de la escena. Si bien, como hemos visto, las linternas mágicas y las placas
portátiles fueron diversiones frecuentes en las casas durante el siglo XIX, un ejemplar como el biombo del
Museo del Romanticismo es altamente inusual, ya que no era habitual insertar estas placas a modo de
decoración en el mobiliario.
Fig. 7 Placas de linterna mágica (detalle del biombo).
Autor desconocido
Vidrio policromado, ca. 1860
Inv. 1090
Sala XXIV (Serre)
Los biombos eran piezas de mobiliario originarias de China (s. III), de donde pasaron a Japón en el siglo
VIII y que en la Edad Moderna comenzaron a importarse a Europa, popularizándose fundamentalmente a
partir del siglo XVIII. Elaborados en principio con madera lacada, más tarde pasaron a realizarse también
con otros materiales: telas tendidas en bastidores, papeles pintados, etc., e introdujeron en su decoración
escenas y motivos típicos del arte europeo, aunque conservaron también las referencias al mundo oriental.
A finales del siglo XVIII y durante el siglo XIX en la estructura del biombo comenzaron a enmarcarse
pinturas, grabados o acuarelas, e incluso en la década de 1880 se puso de moda en la Inglaterra victoriana la
decoración con la técnica del découpage (composiciones a base de recortes de papeles o telas, que se
barnizaban hasta dar la impresión de estar pintados a mano). A pesar de esta variedad de materiales y
técnicas decorativas, una pieza que alberga placas de linterna mágica puede considerarse extraordinaria.
Se desconoce el autor y la fecha exacta de fabricación de estas placas, así como del resto del mueble. En
varias de las placas se conservan algunas inscripciones, prácticamente ilegibles, y una cifra, “1867”, que nos
ofrece una datación aproximada. Estilísticamente, el diseño de los personajes y los colores coincide con los
propios de la segunda mitad del siglo XIX. En la Cinemathèque française, por ejemplo, se conservan
ejemplos de placas similares del mismo periodo, en las que tampoco está identificado el fabricante10.
A pesar de estar incluidas en un mueble de características funcionales y decorativas como es el biombo,
las placas conservan el carácter de entretenimiento narrativo propio de las linternas mágicas domésticas
convencionales, con las que comparten también los temas y motivos. La mayoría de las escenas
representadas en el biombo tienen un claro componente humorístico, rasgo esencial de las linternas
destinadas al consumo privado. El movimiento de las placas se aprovecha para convertir una imagen
cotidiana e intrascendente en algo cómico y sorprendente: un cocinero que transporta la cabeza de un
cerdo sobre una bandeja, pero al accionar la palanca va a ser su cabeza la que acabe siendo servida, o una
campesina que lucha para que su burro eche a andar, con tanto ahínco que en la siguiente imagen le ha
arrancado la cabeza... Estas escenas formaban parte de la iconografía habitual de las placas de linterna
mágica, y estaban muy relacionadas con las incipientes tiras cómicas de la prensa de la época (otro modelo
de narración visual que comenzaba a desarrollarse en el siglo XIX). Tan populares fueron estas historias
humorísticas que acabaron por aparecer también en las primeras películas (es el caso de Le jardinier et le
petit espiègle, conocida como El regador regado, de los hermanos Lumière, que desarrolla un motivo que había
aparecido por primera vez en una tira cómica de Hermann Vogel de 1887 y que había sido utilizado
frecuentemente por la linterna mágica11, lo que nos habla una vez más de la relación de estos dispositivos
con el posterior invento del cinematógrafo).
10
Pueden consultarse en el sitio web de la Cinématheque dedicado en exclusiva a las placas de linterna mágica:
http://www.laternamagica.fr/collection.php?collection=Plaques+anim%E9es
11
FRUTOS ESTEBAN, F. J., Los ecos de una lámpara maravillosa: la linterna mágica en su contexto mediático,
Salamanca, Universidad de Salamanca, 2011, p. 80: https://www.youtube.com/watch?v=Kd4jSTBhYDw&mode. En el
catálogo de los Lumière también figura una serie titulada Vues fantasmagoriques (Scènes de genre et à trasnformation)
del año 1902, inspirada en las fantasmagorías que había puesto de moda Robertson, y que especialmente en su vertiente
cómica fueron fuente de inspiración para muchos de los cineastas pioneros, desde George Méliès (Le diable noir, 1905)
hasta Walt Disney (The Skeleton Dance, 1929).
Figs. 8 y 9 Placas de linterna mágica (detalle del biombo).
Autor desconocido
Vidrio policromado, ca. 1860
Inv. 1090
Sala XXIV (Serre)
En la decoración de este biombo también aparecen otras escenas típicas de este artefacto, cuya única
función es precisamente la de recrearse en el movimiento animado de las imágenes (como la figura de un
malabarista, o un violinista cuyo perro salta al son de la música) y una imagen asociada a las proyecciones
de fantasmagorías (un demonio que arroja a un cocinero al caldero, pero igualmente con un tono cómico).
Por último, una de las placas representa a un Cupido que aparece sobre una nube dispuesto a lanzarnos sus
flechas, otra de las imágenes habituales de las linternas mágicas caseras y cuya estética es muy similar a la
de los cromos infantiles de la época (lo que nos habla de la relación de este dispositivo con otra modalidad
de entretenimiento visual de la época, los álbumes, en este caso los álbumes de cromos y destinados al
coleccionismo por parte de los niños).Y es que las iconografías que hemos mencionado acabaron quedando
vinculadas al mundo infantil, por su mayor simplicidad, frente a las sofisticadas narraciones que podían
conseguirse con las linternas mágicas utilizadas en las proyecciones públicas.
Los espectáculos públicos de linterna mágica comenzaron a decaer tras la popularización del cine, en los
primeros años del siglo XX (aunque durante algún tiempo ambas modalidades convivieron), mientras que
su uso doméstico (y también el divulgativo) se extendió hasta las décadas de 1920-1930 (en el Museo del
Romanticismo por ejemplo, se conservan varias placas fechadas en 1933 con vistas de las cuevas del Drach
de Palma de Mallorca). Poco después, estos entretenimientos también acabarían siendo sustituidos en los
hogares por cámaras y proyectores cinematográficos caseros.
5. OTROS ENTRETENIMIENTOS VISUALES DOMÉSTICOS
EN LA COLECCIÓN DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO
....
A
parte de este ejemplar de biombo con placas de linterna mágica tan original, el Museo del
Romanticismo conserva otras modalidades de entretenimientos visuales populares durante el
siglo XIX.
a) Litofanías
L
a litofanía es otra de las curiosidades ópticas propias del Romanticismo. Consiste en una
placa de porcelana, sobre la que se han tallado con gran delicadeza dos imágenes: una en bajo
relieve, que se manifiesta a simple vista, y otra apenas insinuada, que solo aparece al aplicarse
una fuente de luz en la parte posterior de la placa. La escena completa, que emerge al iluminarse, da una
sensación de realidad y profundidad, gracias al efecto de claroscuro y los diferentes tonos de grises que se
distinguen. Además, sugiere tímidamente una ilusión de movimiento, al producirse la transformación entre
una escena y otra, por lo que las litofanias están consideradas entre los entretenimientos precursores del
cine.
Su origen se fecha hacia 1827 (siendo dudoso todavía a quien atribuir su invención, al barón francés
Charles de Bourgoing, o al director de la fábrica de porcelana de Berlín, Friedrich Christoph Frick) y su
producción vivió su momento de máximo esplendor a mediados de siglo. Las litofanías eran de pequeño
tamaño (desde ocho centímetros las más pequeñas, hasta veinticinco las más grandes) y variadas formas,
empleándose como objetos decorativos, pero también funcionales. Su aplicación más frecuente fue
utilizarlas a modo de lámparas, bien como placas independientes (enmarcadas en un soporte en cuya parte
posterior existía un recipiente para situar una vela), o bien como pantallas multipaneladas, con formas
cilíndricas o cúbicas, para situar en el interior la fuente de luz. Pero además, también se le dieron otras
formas y usos más originales, situándolas por ejemplo a modo de fondo en jarras de cerveza, de tal manera
que al alzar el vaso para beber se pudiese observar al trasluz la imagen en relieve.
Figs. 10 y 11 Litofanías
Porcelana, último cuarto del siglo XIX
Inv. 1464 y 7697
En consonancia con esa variedad de formas, las litofanías ilustraban un sinfín de temas: religiosos,
costumbristas, familiares, bucólicos, galantes y también eróticos, en muchos casos tomados de la pintura y
el grabado. Por ello, entre las litofanias es frecuente encontrar reproducciones de famosas obras de arte
(entre las que alberga el Museo del Romanticismo encontramos representaciones de obras de Rafael o John
Everett Millais).
Con la extensión del uso de la luz de gas en los hogares decimonónicos, las litofanias fueron perdiendo
su carácter funcional, y aunque durante un tiempo conservaron el decorativo, este también comenzó a
pasar de moda a finales de siglo.
A diferencia de lo que sucedió con la linterna mágica y otros ingenios ópticos de la época, cuya
fabricación acabó desarrollándose industrialmente, la técnica de elaboración de las litofanías era compleja y
casi artesanal (para fabricarlas se utilizaba un molde de cera, que solo servía para hacer un número
reducido de copias). Por ello, su producción fue limitada, incluso a pesar de su éxito, y hoy en día pocos
museos y particulares cuentan entre sus fondos con esta tipología. La colección más importante del mundo
se encuentra actualmente en el Blair Museum of Litophanies de Toledo (Ohio, Estados Unidos), donde se
conservan más de dos mil ejemplares, y el Museo del Romanticismo tiene el lujo de contar en sus fondos
con más de cien litofanías, algunas de las cuales pueden verse actualmente expuestas en la Sala IX del
Museo.
b) Diaphanoramas
E
l Museo del Romanticismo conserva también un conjunto de curiosas piezas, a medio
camino entre la fotografía y los dioramas portátiles, llamados diaphanoramas. Se trata de un
grupo de 46 fotografías de gran formato (entre 27 y 36 cm., dependiendo de la pieza),
positivadas en papel albuminado casi traslúcido, sobre las que se ha intervenido pintando una imagen a la
acuarela en su parte posterior. Están montadas sobre un marco de madera, que se ha curvado para acentuar
el carácter panorámico de la imagen, y originalmente se presentarían situadas en el frente de una caja,
convenientemente pintada de negro y en cuyo interior se situaría una fuente de luz (inicialmente una vela,
aunque en la exposición realizada en el Museo del Romanticismo en el año 1995 se utilizó una bombilla de
luz fría12). Al iluminarse el conjunto por detrás, se haría visible la imagen pintada en la parte posterior,
superponiéndose con la imagen fotográfica original. Los retoques pintados convierten las escenas
fotografiadas en escenas nocturnas, iluminadas por la luz de la luna o por lámparas de gas, en algunos casos
otorgándoles efectos dramáticos (por ejemplo, reproduciendo el incendio del Ayuntamiento de París
durante la Comuna de 187113) o vistosos (añadiendo figuras que no existen en la imagen original, como se
aprecia en la escena que reproducimos del Gran Canal de Venecia, que al iluminarse se llena de góndolas y
gondoleros entonando serenatas a sus pasajeros).
12
FONTANELLA, L., op. cit., p. 12.
Los incendios fueron un tema especialmente popular para los dispositivos ópticos, ya desde el Diorama parisino de
Daguerre, que en 1827 reflejaba el devastador incendio de Edimburgo del año 24. Entre otros, tenemos noticias de que
en el Neorama de la Carrera de San Jerónimo en Madrid se presentó en 1844 una vista del pavoroso incendio de la
ciudad de Hamburgo acaecidos dos años antes, y en el Cosmorama de la calle de la Gorguera, en octubre de 1845 se
exhibía una vista del incendio del arsenal de Tolón acaecido el 1 de agosto de ese mismo año (Diario de Avisos de
Madrid, 26-11-1844 y 26-10-1845).
13
Fig. 12 Diaphanorama (tres estadios de iluminación)
Venecia. Gran Canal. Serenata14
Autor desconocido
Albúmina y acuarela, ca. 1875
24,5 x 33,5 cm.
Inv. 6182
Museo del Romanticismo
14
Hay que señalar que los títulos que se conservan, inscritos en el reverso de los diaphanoramas, sobre el bastidor,
hacen referencia en la mayoría de los casos a las escenas ya retocadas, como en este caso, en el que la “serenata” es una
invención del pintor que ha intervenido sobre las fotografías.
No conocemos datos sobre los autores de las imágenes (o de las intervenciones sobre ellas), pero todo
parece indicar que las fotografías utilizadas seguramente no fueron realizadas con esta finalidad.
Probablemente se trata de fotografías distribuidas comercialmente que se alteraron para producir esas
escenas nocturnas, tanto pintándolas como agujereándolas o raspándolas en sitios estratégicos para dejar
pasar mayor cantidad de luz por esos puntos y simular así el efecto de una farola, un candelabro, la luz de la
luna…
En ese sentido, los diaphanoramas compartían con un espectáculo como el diorama su carácter como
experiencia pre-cinematográfica, ya que permitían simular el paso del tiempo al transformar una escena
diurna en una imagen nocturna, si bien las escenas tenían un movimiento y un sentido de la narración
escaso.
Los temas que presentan eran también los habituales de estos espectáculos públicos ya mencionados.
Abundan las vistas de viajes y paisajes (sobre todo de Italia, meca del Grand Tour, pero también de Alemania,
Suiza o Francia), y es que uno de los grandes objetivos de todos estos juguetes ópticos era permitir al
espectador viajar a través de las imágenes, meter el mundo entre las paredes de casa o del teatro. También
se trataba de acercar al público las maravillas artísticas (y así, en los diaphanoramas del Museo del
Romanticismo aparecen representadas varias obras de arte, todas ellas de tema religioso, que se prestaba
muy bien a los fantásticos efectos de iluminación) y, una vez más, de actuar como “noticiero”, recreando
sucesos recientes (de este modo, como hemos comentado antes, de manos del pintor de los diaphanoramas
podemos ver las Casas Consistoriales de París arder de nuevo en el incendio de la Comuna de París del año
1871, o asistir al estreno de Carmen de Bizet en el Teatro San Carlos de Nápoles).
Fig. 13 Diaphanorama (dos estadios de iluminación)
París. Casas Consistoriales
Autor desconocido
Albúmina y acuarela, ca. 1875
Inv. 6216
Museo del Romanticismo
c) Fotomontajes y fotografías estereoscópicas
D
entro de las formas de ocio visual de la sociedad decimonónica, la contemplación de
fotografías cobró un papel destacado a partir de mediados de siglo. Gracias a los avances técnicos
que se produjeron en ese momento (la simplificación del proceso de elaboración, el abaratamiento de los
costes y la posibilidad de obtener copias en papel de reducido tamaño a partir de los negativos), la
fotografía se convirtió en un fenómeno de masas y en un lucrativo negocio. Surgió así el coleccionismo
doméstico, la adquisición de imágenes fotográficas que eran reunidas en álbumes, cuya elaboración,
contemplación y análisis eran fuente de entretenimiento durante horas (nada que tenga que extrañarnos en
la actualidad a los usuarios de redes sociales como Facebook o Instagram).
Fig. 14 Álbum de José López Domínguez
Páginas 4 y 5 del álbum15
Albúmina, ca. 1860-1870
Inv. 35142
Museo del Romanticismo
15
Este álbum reúne una colección de ciento setenta y seis fotografías en formato tarjeta de visita, en su mayoría retratos
de personajes célebres de la época y de familiares de José López Domínguez, el propietario del álbum. En las páginas 4
y 5 que aparecen reproducidas en el texto, vemos (de arriba abajo, y de izquierda a derecha) retratos de la princesa
Victoria de Reino Unido (esposa del rey de Prusia, Federico III) y su madre la reina Victoria; una princesa de la casa
Bonaparte sin identificar; la princesa Luisa Isabel de Mecklenburg; la princesa Laetitia Christine Bonaparte; la
emperatriz de Rusia; la emperatriz Isabel, Sissi, de Austria; y la princesa Maria Alexandrovna de Hesse-Darmstadt. Las
imágenes están tomadas por prestigiosos fotógrafos como el francés Disdéri, los ingleses Southwell Brothers o el
alemán Haase.
Dentro del coleccionismo doméstico de fotografías del siglo XIX tenían cabida los temas que eran
habituales en los espectáculos que hemos analizado: las vistas de paisajes y ciudades o las reproducciones de
monumentos y obras de arte, pero también los retratos de amigos y conocidos, y los rostros de las
celebridades de la época.
“Hoy (...) todos tenemos un álbum, o dos, o tres, o los que podamos llenar de retratos de nuestros
amigos; y cada uno de ellos tiene a su vez el nuestro. Porque de ese cambio recíproco prescinden ya pocas
personas.Y el que no tiene amigos, como no puede prescindir del álbum de retratos, compra los que
quiere, o los que puede, porque ya nos venden a todos en pública almoneda. Solo así es posible tener el
retrato de todos los reyes, de todos los sabios, de todos los artistas y de todos los fenómenos del Universo.
Nadie se escapa ya de ser retratado y de ser vendido”16.
De esa pasión decimonónica da fe la ingente colección del Museo del Romanticismo, que posee más de
7.000 fotografías entre sus fondos. Para que la afición por ese coleccionismo doméstico no decayese, los
estudios fotográficos buscaron incrementar la diversión que suponía la recopilación y contemplación de
esas imágenes, comenzando a elaborar nuevas e ingeniosas tipologías, con la intención de explotar
comercialmente aún más esa moda. Entre ellas, destacaron los sofisticados fotomontajes, llamados “fotomosaico” (una invención del francés André Adolphe Eugène Disdéri, al que se puede considerar el padre
de la fotografía comercial), en los que se reproducían varios retratos (podían ser decenas o cientos de ellos)
de personajes célebres agrupados en el reducido espacio de una “tarjeta de visita” (el formato fotográfico
más de moda a lo largo del siglo XIX, de un tamaño de unos 9x5 cm.). En el Museo del Romanticismo se
conserva un ejemplo magnífico, realizado por los fotógrafos ingleses Ashford Brothers, en el que con gran
virtuosísimo se reúnen en apenas unos pocos centímetros los rostros de más de 500 celebridades de la
época, pese a lo cual, como los propios Ashford indican, ayudándose de una lupa “cada retrato podrá ser
visto a la perfección”. Damos fe de que así es, y no nos resulta difícil imaginar a nuestros antepasados
decimonónicos pasando veladas enteras tratando de identificar a los 500 personajes. Por eso, no nos
resistimos a incluir una reproducción a toda página, para aquellos lectores actuales que se animen a
intentarlo.
16
FLORES, A., “La sociedad de 1850”, en Madrid, ayer y hoy, citado en LÓPEZ MONDÉJAR, P., Madrid, laberinto
de memorias (cien años de fotografía: 1839-1936), Barcelona, Lunwerg, 1999, p. 54. Fig. 15 Foto-mosaico
Ashford Brothers
Carte de visite, ca. 1863
Inv. 30395
Museo del Romanticismo
Por último, la colección del Museo del Romanticismo cuenta con una nutrida representación (casi 100
piezas) de una tipología fotográfica inmensamente popular a lo largo del siglo XIX (y buena parte del siglo
XX): la estereoscopía. La fotografía estereoscópica, basada en el principio de la visión binocular,
consistía en la toma de dos imágenes prácticamente iguales de la misma escena, separadas por unos 6,5
centímetros de distancia (la misma distancia que existe entre los ojos humanos), que montadas juntas y al
observarse a través de un visor (que recibe el nombre de estereoscopio o estereoscopo), daban la
impresión de una única imagen en tres dimensiones. El procedimiento era anterior a la invención de la
fotografía (Charles Wheatstone ya lo había puesto en práctica en 1838), pero a partir de las innovaciones de
David Brewster y Jules Duboscq, presentadas en la Exposición Universal de Londres de 1851, las
fotografías estereoscópicas, fundamentalmente destinadas a la reproducción de vistas de paisajes y
monumentos, alcanzaron una enorme difusión como producto para el ocio y la distracción familiar,
convirtiéndose junto a las tarjetas de visita en el principal producto fotográfico industrializado y
comercializado durante el siglo XIX, extendiéndose por todo el mundo. En 1854 surgía en Inglaterra la
primera empresa especializada en este artículo, la London Stereoscopic Company, que ese mismo año
alcanzaba un volumen de ventas de medio millón de visores estereoscópicos, haciendo casi realidad su lema
publicitario, “ningún hogar está completo sin un estereoscopo”.
Su presencia en las casas españoles comenzó a ser notable hacia finales de la década de 1850, momento
en el que ya se dice que “no hay casa medianamente acomodada, ni hay tertulia donde el estereoscopio no
forme parte de las distracciones a que se entregan las familias en las noches de invierno”17. Con el
fenómeno de las fotografías estereoscópicas, se pone de manifiesto una vez más que, ante la cantidad de
estímulos visuales que proliferan en la época, es importante renovar constantemente el repertorio para que
el entretenimiento no decaiga. Así, los establecimientos de la época comienzan a ofrecer a los usuarios la
posibilidad de suscribirse para recibir semanalmente nuevas y variadas vistas que hagan las delicias de la
familia e invitados.
Fig. 16 Anuncio en el diario El Clamor Público, 8 de enero de 1859
Hemeroteca Digital
17
“El estereoscopio”, El Museo Universal, 25 de noviembre de 1860.
A medida que fue avanzando el siglo, además de las vistas de paisajes y monumentos, las fotografías
estereoscópicas fueron introduciendo componentes narrativos, comercializándose también
representaciones de escenas o incluso de historias completas, que se desarrollaban a lo largo de varias
fotografías, a modo de primitivas “fotonovelas”, que sirvieron para perpetuar el éxito de la estereoscopía en
el ámbito doméstico en las primeras décadas del siglo XX. La invención y popularización del cine, como en
el caso del resto de dispositivos que hemos analizado, fue la causa de su decadencia. Sin embargo, en la
actualidad, la moda del cine en 3-D sirve para recordarnos, como decíamos al comienzo, que no estamos
tan lejos de nuestros antepasados decimonónicos…
Fig. 16 Alcoba de Catalina de Médicis. Palacio de Fointeneblau. Francia
Jarris, J. F. (Editor); Underwood & Underwood (Distribuidor)
Albúmina, ca. 1889
Inv. 31730
Museo del Romanticismo
Si quieres conocer cómo funcionaban todos estos juegos ópticos, puedes verlos
en acción en esta playlist del canal del Museo del Romanticismo en Youtube:
http://bit.ly/1sTU9x8
6. BIBLIOGRAFÍA
....
CANTOS CASENAVE, M., “Los dispositivos ópticos y su recepción en la prensa del romanticismo (1835
1868). Una aproximación”, en Anales de Literatura Española, nº 25, 2013, pp. 105-130.
CARNEY, M., Lithophanes, Atglen, Schiffer Publishing, 2008.
FONTANELLA, L., Diaphanoramas en el Museo Romántico, Madrid, Centro Nacional de Exposiciones y
Promoción Artística, 1994
FRUTOS ESTEBAN, F. J, Los ecos de una lámpara maravillosa: la linterna mágica en su contexto
mediático, Salamanca, Universidad de Salamanca, 2011.
- La fascinación de la mirada. Los aparatos precinematográficos y sus posibilidades expresivas, Valladolid, Junta de
Castilla y León, Consejería de Educación, 1996.
GARCÍA FELGUERA, M. de los S., “Entretenimientos ópticos del siglo XIX”, en MANTILLA, J.M.Y
PORTÚS, J. (ed.), El grafoscopio. Un siglo de miradas al Museo del Prado (1819-1920), Madrid, Museo Nacional
del Prado, 2004, pp. 277-290.
JÉREZ MOLINER, F., “Luz y sombra para la diversión y el aprendizaje: breve historia de la linterna mágica
(siglos XVII-XIX)”, en BENITO GOERLICH, D. (coord.), Arena numerosa: colección de fotografía histórica de
la Universitat deValència, Valencia, Universidad de Valencia, 2006, pp.41-70.
VAREY, J. E., Cartelera de los títeres y otras diversiones populares de Madrid, 1758-1840: estudios y documentos,
Londres, Madrid, Boydell & Brewer, Támesis, 1995.
Fuentes:
- Diario de avisos de Madrid
- El Clamor público
- El Espectador
- El Instructor, o Repertorio de Historia, Bellas letras y artes
- El Mundo de los niños
- El Museo universal
- La Moda Elegante
- Semanario Pintoresco Español
Recursos de internet:
http://www.laternamagica.fr
http://www.magiclantern.org.uk/index.php
http://www.museudelcinema.cat
http://www.slides.uni-trier.de/
Fotografías: Pablo Linés Viñuales y Archivo del Museo del Romanticismo
Coordinación: Mª Jesús Cabrera Bravo
Diseño y maquetación: Carmen Cabrejas Almena y Álvaro Gómez González
Agradecimientos: A mis compañeros del Museo del Romanticismo y en especial a Mª Jesús Cabrera Bravo y
Paloma Dorado Pérez.
LA PIEZA DEL MES EN LAS REDES DEL MUSEO
En nuestro canal de Youtube, podéis encontrar todos los meses un resumen de la pieza analizada, en la que
su propio autor explica los detalles más interesantes:
Canal de Youtube del Museo del Romanticismo: Piezas del mes
http://bit.ly/YSS7u1
Mensualmente dedicamos un día a tuitear de modo monográfico las curiosidades más destacadas
relacionadas con la pieza del mes en nuestra cuenta @MRomanticismo
Este trimestre, dedicaremos el jueves 25 de septiembre a contaros todos los detalles sobre el
maravilloso mundo de los juegos ópticos del siglo XIX con la etiqueta #pasenyvean
LA PIEZA DEL MES. CICLO 2014
....
Primer trimestre: enero – marzo
Raquel Sigüenza Martín
ESCULTURA RELIGIOSA DEL ORATORIO
Segundo trimestre: abril – junio
Nuria Lázaro Milla
LA JOYERÍA MASCULINA EN EL MUSEO DEL ROMANTICISMO
Tercer trimestre: julio - septiembre
Carmen Cabrejas Almena
EL BIOMBO Y OTROS JUEGOS ÓPTICOS DEL MUSEO DEL ROMANTICISMO
Cuarto trimestre: octubre - diciembre
Carolina Miguel Arroyo
JUAN PRIM A CABALLO, ANTONIO Mª ESQUIVEL, 1844
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