Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación: la lógica de la abducción en Peirce 1 Christiane Chauviré2 R esumen El pragmatismo de Peirce proviene del deseo de ir más allá de la visión positivista de la ciencia hacia una concepción dinámica de la investigación, como dialéctica de la duda y la creencia, y de la lógica de la abducción que ofrece una explicación de los hechos por medio de hipótesis probables. Él unifica así su filosofía a través de la relación entre la abducción, el pragmatismo y el realismo. Este estudio presenta la articulación de las tres formas de inferencia como tres etapas complementarias de la investigación: a) la abducción, basada en el principio de economía de la investigación, determina la eliminación rápida de las hipótesis susceptibles de fallar en la prueba y sugiere que algo puede ser; b) la inducción, que es auto-correctiva a largo plazo, determina su valor y muestra que alguna cosa es realmente operativa; c) la deducción desarrolla las consecuencias necesarias de una pura hipótesis, prueba que algo debe ser. Su justificación es que, a partir de esta sugerencia, la deducción extrae una predicción que puede ser probada por inducción y que, si debemos aprender alguna cosa, debe ser a través de la abducción, de que aquello se debe hacer, siendo así la abducción un aspecto clave en la investigación. Así mismo se muestra el contexto epistemológico y filosófico de Peirce: su polémica con el determinismo (superioridad de la irregularidad de la naturaleza), su filosofía naturalista de lo mental, integralista con la interrelación de la lógica, la psicología y la fisiología del razonamiento (no es un anti-psicologista fanático). En esta última las tres formas de inferencia tienen fundamentos fisiológicos diferentes: la inducción es la fórmula lógica que expresa el proceso fisiológico de la formación de un hábito, la creencia en una regla es un hábito; la deducción corresponde al elemento volitivo del pensamiento; la abducción se presenta como forma de adquisición de una sensación secundaria. Igualmente, se muestra su interés por la inteligencia artificial y la cibernética antes de sus primeras bases de los años 40. Palabras clave: pragmatismo, abducción, inferencia, investigación científica, deducción, inducción fisiología de la lógica. 1 Agradezco a Mathias Girel y Guillaume Garreta que dieron sugerencias preciosas, así mismo a Bruno Karsenti y Louis Quéré por los aportes que dieron a mi texto. 2 Doctor en Filosofía. Profesora de Filosofía en la Université de la Sorbonne-Paris I. Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré “Que no se detenga el camino de la investigación”. “La duda viviente es la vida de la investigación. Cuando la duda desaparece, la investigación debe terminar” (Charles Sanders Peirce). El pragmatismo y la abducción: una concepción no-positivista de la investigación Tal vez es en la crítica de la epistemología positivista (cuyo blanco es Augusto Comte), basada en lo factual y la verificación, o de su versión nominalista (que al reducir los universales de la ciencia no cree en la realidad de las leyes de la naturaleza)3, que Peirce es uno de los más ilustrados en materia de la filosofía de la ciencia. La invención del pragmatismo proviene del deseo de ir más allá de la visión positivista de la ciencia hacia una concepción dinámica de la investigación (Research), paralela a la teoría de la encuesta (Inquiry) como dialéctica de la duda y la creencia, y a una lógica de la abducción4 (o retroducción) como procedimiento que ofrece una explicación de los hechos. La muy innovadora dialéctica de la duda y la creencia que él propone en 1877 en “Comment se fixe la croyance” (“Cómo se fija la creencia”) tomada como esquema de regulación de toda encuesta, se aplica perfectamente en el caso de las ciencias, en el que el motor de la encuesta es la ‘irritación’ de la duda que viene a atacar un estado en reposo y estable de la creencia5. Pero el espíritu no se satisface de la duda, al contrario el aspira a encontrar otra creencia estable en la cual descansar6 . Además, a la derrota de la teoría dominante, sucede 3 Al reaccionar a las visiones descriptivas o instrumentalistas de la ciencia, muy ‘nominalistas’ a su parecer, el Peirce maduro se pronuncia por un realismo de leyes naturales, disposiciones (would be) que operan realmente en el universo, lo cual está sin embargo regido por el azar objetivo (él va a polemizar, a partir de este tema, contra el determinismo de Paul Carus). Las leyes aún toleran las desviaciones, lo que prueba que éstas se formaron a partir de un caos inicial; el determinismo es una ilusión cientificista. El desorden es físicamente real sobre el realismo peirciano que concierne las leyes (cf. van Fraassen 1994; cap. 2). 4 Es a Chomsky (1968) más que a N’R. Hanson a quien se debe una popularización de la abducción peirceana, caído en el olvido desde hace mucho tiempo. 5 Los textos de C. S. Peirce en el contenido del texto se referencian así: para aquellos extraídos de los Collected Papers (1931-1958), 5 123 significa vol. 5, § 123; para aquellos extraídos de Writings (1982- ),W3: 123 significa vol. 3, p. 123. 6 La interacción duda/creencia parece gobernada por un principio de regulación psico-fisiológica [58] Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia • Vol. X ∙ No. 20 - 21 • 2010 • Págs. 57-86 siempre la búsqueda y el establecimiento de un nuevo estado de la creencia7, un esquema que se aparta de los cánones positivistas para prolongar la visión dinámica de la ciencia de Whewell y anticipar tanto a Popper como a Kuhn, con el requerimiento para las ciencias naturales, de una explicación cuando aparecen hechos contrarios a lo que esperamos. Pero esta explicación debe cumplir criterios racionales en línea con la ‘máxima pragmatista’ según la cual el significado de una expresión reside en las consecuencias prácticas concebibles que se pueda alcanzar: si el significado de un término (que la semántica del siglo XX ha llamado ‘disposicional’, según Carnap y Popper) como ‘duro’ en ‘este diamante es duro’, se explica completamente por una lista de condicionales ‘contrafactuales’8, en la que el antecedente enuncia una operación o una experiencia que debe efectuarse y el consecuente como el resultado observado paralelamente, [L]a explicación debe ser una propuesta que conduzca a la predicción de hechos observados como consecuencias necesarias, o al menos muy probables en dichas circunstancias. Entonces, se debe adoptar una hipótesis que sea plausible en sí misma y que hace que los hechos sean creíbles. Lo que llamo “abducción” es la etapa en la que se adopta una hipótesis, en la medida que ésta es sugerida por los hechos (7 202)9. que supone la tendencia del espíritu para encontrar un estado estable después de una perturbación: existen antes de esta época, los textos sobre las ciencias normativas que colocan prioritariamente los fenómenos de auto contrato y de auto regulación en la ‘maquina’ humana (8 320); Peirce parece anunciar ciertas ideas cibernéticas de Ashby. Se podría acercar esta idea a una tendencia de lo mental, volver a la estabilidad de un principio enunciado por Valéry en los Cahiers, y que anticipa, él también, la cibernética, en donde el espíritu se manifiesta por el retorno (o la tentativa de retorno) del sistema vivo a un estado que se ha dejado de lado. La fijación de las creencias participa entonces de un proceso espontáneo de regulación mental. 7 Cf sobre la revisión de Peirce de la teoría de la investigación, Murphey (357). 8 ‘Contrafactuales’ luego del giro realista de Peirce pero, en un primer tiempo, materiales. (Cf. Chauviré 2004 97-106). La concepción realista y disposicional que tiene leyes naturales (como fuerzas que operan realmente en la naturaleza) del Peirce de la madurez lo obliga a utilizar condicionales contrafactuales para enunciarlos. 9 La abducción extrae su capacidad innovadora al introducir en la investigación la formulación de una hipótesis que puede ir más allá de los fenómenos observados, incluso observables, hipótesis que dice que hay una buena razón para creer en ella porque, si ella fuera verdadera, el hecho observado se produciría. Este contrafáctico une de manera nómica lo observado a la hipótesis que lo explica. Este tipo de razonamiento no tiene nada que ver con una inducción o una deducción, es por excelencia el razonamiento de los detectives de la novela policiaca, como lo ha anotado claramente Hintikka. [59] Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré Así entendido el pragmatismo, no como doctrina, sino como aplicación de una máxima, es tanto lo que puede explicar el sentido o tenor racional (rational purport) (5 428)10 de las palabras y frases, purificando de esta manera la filosofía de su falta de sentido metafísico, y aquello que puede orientar la investigación científica en la dirección correcta, la de la propuesta racional y regulada de nuevas hipótesis que deben ser probadas en la experiencia. Peirce no dice que su famosa máxima es en realidad salida del laboratorio, obtenida de la sana metodología experimental, del método del físico o químico; la máxima pragmatista aplicada a las Ciencias Naturales proporciona a su vez los medios para exponer la verdadera lógica (dinámica) de la investigación, el buen orden de la ciencia. Por lo tanto, para identificar pragmatismo y lógica de la abducción, no hay más que un paso, que Peirce no duda en hacerlo, en la Séptima Conferencia de Harvard de 1903 (5 196-5 197), regresando más de treinta años después a la máxima pragmatista y a la pregunta sobre la abducción. El futuro de la ciencia Hemos demostrado previamente en un estudio que la lógica peirceana de la abducción podría ser calificada sin duda de ‘falsacionista’, siendo en realidad gobernada por una meta-regla: el principio de economía de la investigación (economy of research), que determina eliminar, lo más rápidamente posible, las hipótesis susceptibles de fallar en la prueba, con el fin de no perder tiempo y dinero para despejar el camino de la investigación: la refutación es, como más tarde en Popper, el motor de la investigación. La economía implica el ‘refutar’. Cualquier ‘verdad’ científica está al margen, pero si la investigación humana en el corto plazo va de refutación en refutación, a largo plazo tiene un significado definido, predestinado; las opiniones, estando entonces destinadas (fated) a converger para producir la única representación verdadera de la realidad. De hecho, si hay en la ciencia un trabajo de lo negativo, los hombres no siempre pueden estar condenados a fracasar en sus inducciones11. La inducción tiene una característica auto-correctiva a largo plazo (no a corto plazo), sobre la cual las compañías de seguros prevén: “sólo sabemos que al aceptar las conclusiones inductivas, nuestros errores se equilibran. En efecto, las compañías de 10 Anotemos el paralelismo entre este ‘tono racional’ y la ‘significación cognitiva’ explicada por la máxima verificacionista de los neo-positivistas, cincuenta años más tarde. 11 Como lo hacía notar espiritualmente Quine “Las criaturas que se equivocan de manera persistente en sus inducciones tienen una tendencia patética aunque loable al morir antes de reproducir su especie” (1969). [60] Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia • Vol. X ∙ No. 20 - 21 • 2010 • Págs. 57-86 seguros proceden por inducción, estas no saben qué pasará con los asegurados individuales, sólo saben que a largo plazo no tienen nada que temer” (5 350). La razón es, según Peirce (“Quelques conséquences de quatre incapacités” (“Algunas consecuencias de cuatro incapacidades”) 2002 37-72) que existe o existiría un real bajo el cual, si la investigación es llevada a largo término, todos los hombres están destinados a llegar a un acuerdo de realidad, identificándose a aquello sobre lo cual hay o habrá un acuerdo definitivo de la comunidad ilimitada de investigadores (5 311). Así, la ‘perfección ideal del conocimiento’ sería a largo plazo12 una característica de esta comunidad perfectamente desinteresada. Los investigadores obedecen, en consecuencia, a una norma de racionalidad, como diría Davidson. No porque ellos sólo obedecen a su instinto, que pasa a ser, según la evolución y la adaptación de nuestra espíritu a su entorno, un instinto racional; éste los empuja a tener confianza en un proceso destinado a llegar, a largo plazo, a la verdad absoluta, aunque, de hecho y en el corto plazo, los científicos están buscando a tientas o vagan por siglos. Esto no tiene nada que ver con la adopción de un estándar de racionalidad para interpretar la realidad en el sentido de Davidson o de Dennett, que concuerda con una epistemología no instrumentalista. Sin embargo, Peirce es realista, o más bien lo será totalmente a su edad madura. Este acuerdo último supone ‘la teoría social de la lógica’ o el ‘socialismo lógico’13, según el cual ninguna inferencia no sabría tener, por pequeña que puede ser, un carácter no-comunitario, puramente egoísta e interesado (se puede llamar a esto community view de la lógica de la ciencia, o ‘el argumento en contra de la naturaleza privada de las inferencias’): “El que reconoce la necesidad lógica de una identificación completa de sí mismo, de sus propios intereses a los de la comunidad [...] percibirá que sólo las inferencias del hombre que hizo ésta [identificación] son lógicas” (5 356). “El que no sacrificara su alma por salvar el mundo, es ilógico en todas sus inferencias, colectivamente. Así, el principio social está intrínsecamente arraigado en la lógica” (5 354). 12 13 Notemos que la expresión in the long run se usa por los economistas de la época. A propósito de la convergencia a largo plazo de las opiniones, se puede anotar que Peirce propuso en 1873, en “On the theory of errors of observation” (W 3), un modelo probabilístico para la aproximación inductiva de un punto de convergencia, modelo en el cual se inspira sin duda en “Comment rendre nos idées claires” (cf. Kuhn 1996). Peirce se inspira, a este propósito, en Alexander Bain, frecuentemente mencionado, pero también de John Venn que evoca la comunidad ilimitada como sujeto ‘lógico’ de una justificación probabilista de las decisiones individuales. Acordémonos también que Kant hablaba de un ‘egoísmo lógico’ (para estigmatizarlo). [61] Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré Si pudiéramos llamar ‘argumento de no-apuesta de Peirce’ a la idea de que si nosotros estamos ya encaminados —contrariamente a lo que dice Pascal— no hay ninguna apuesta: [N]osotros no queremos saber el peso de las razones por y de las razones en contra —es decir cuánto es lo que deseamos apostar en tal empresa de largo plazo— porque no hay largo plazo en ese caso […]. Estamos en la situación de un hombre para quien se trata de una cuestión de vida o muerte (5 354). La creencia es como la apuesta, que asume riesgos financieros para apoyar una propuesta, que no tiene cabida en la ciencia pura, [C]uyos puntos problemáticos son nulos en el caso de empresa temporal, pero que al contrario está en búsqueda de verdades eternas [...] y que concibe esta búsqueda, no como la obra de una sola y única vida, pero como aquella, perseguida indefinidamente, por varias generaciones (7 606). No podemos actuar de manera racional, con la esperanza de tener éxito, sentimiento que es ‘imperativamente exigido por la lógica’. Desinteresada, la ciencia no tiene nada que ver a largo plazo con los problemas prácticos en la resolución de los cuales ella no trabaja, al menos en un principio, aún si es posible que en el corto plazo ella contribuya (cf. Hookway 142; Chauviré 2000 64). Razón por la cual no hay ningún lugar para la creencia en la ciencia: [L]a creencia plena es la voluntad de actuar como se propone en las crisis vitales [...]. Pero la ciencia pura no tiene nada que ver con la acción. La proposición que ella acepta, simplemente se inscribe en la lista de las premisas que ella se propone utilizar (Primera Conferencia de Cambridge 1 635). Esto, porque los científicos no ‘creen’ en sus enunciados (en el sentido de que si uno cree en una proposición, se está dispuesto a apostar por ella), que no tienen miedo a buscar sus defectos y están dispuestos a dejarlos del todo, si la experiencia los encuentra ‘falseables’. Se muestra a qué punto Peirce se presenta aquí muy poco pragmatista en el sentido banal del término, oponiéndose a toda visión utilitaria de la ciencia, no privilegiando ninguna racionalidad instrumental en el sentido de Max Weber dentro del campo científico; la racionalidad práctica es absorbida por la racionalidad teórica. El desinterés del investigador14 puede aparecer perfecta14 Nosotros ya habíamos anotado que en realidad Peirce define aquí un ethos científico o una [62] Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia • Vol. X ∙ No. 20 - 21 • 2010 • Págs. 57-86 mente en contradicción con los intereses de la economía que requiere de una investigación planificada; pero una cosa es la gestión de la investigación y otra cosa es el estudio de sus verdaderos motivos y resortes, y de su destino final. A lo cual podemos añadir, con un guiño a Chomsky y Putnam, la ‘hipótesis de la mismidad’, basada en la lectura de Darwin: si el espíritu no estuviera, en el curso de la evolución, adaptado a la comprensión del mundo, ninguna ciencia sería posible15, tenemos por lo tanto concepciones innatas como las tres categorías: “el organismo entero de la lógica puede ser mentalmente extraído y desarrollado a partir de las tres concepciones de Primero, Segundo y Tercero” (3 W: 3 \ 9; citado en Hookway 168). El socialismo lógico, [E]n materia de la filosofía de las ciencias es intrínseco al pragmatismo de Peirce, no obstante, será separado del pragmatismo ulterior para alimentar la ética comunicacional de Apel y de Habermas, o para ponerse al servicio de una visión idealizada, incluso utópica, de la investigación científica (Chauviré 2000 64). Sólo Putnam y Hookway reconsideraron críticamente la idea de una verdad fatalmente obtenida en última instancia, en el límite ideal de la investigación de una comunidad ilimitada, incluyendo toda inteligencia científica, humana o no. L a forma lógica de la abducción Paralelamente a la teoría de la investigación científica, Peirce trabaja desde los años 1860 en un estudio formal de tres tipos de inferencia lógica: la deducción, la inducción y la abducción. Los desarrollos considerables de su concepto de abducción, a raíz de su trabajo en lógica formal, y de su re-lectura muy personal deontología profesional, incluso una ideología, porque él no describe los verdaderos procesos de los investigadores (Chauviré 2000 82). Peirce parece pensar que el ideal que él define es real, e inclusive que el descubrimiento a largo plazo de la verdad en el límite de la investigación es necesaria porque es predestinada. 15 “¿Cómo se ha hecho para que el hombre no haya llegado a concebir una teoría verdadera?”, escribe Peirce en 1903. “¡No es de casualidad porque hay más de un ‘trillón’ de teorías posibles! Así como el polluelo que, apenas nacido, tiene la ‘idea innata’ de picotear su comida, el hombre está “dotado de una disposición innata al descubrimiento de verdades positivas” (2003 178). Estas ideas innatas resultan de la evolución y tienen un valor de sobrevivencia: “el intelecto humano está implantado en el hombre sea por un creador, sea por un efecto casi intencional de la lucha por la existencia, casi y solamente para asegurar la continuación de la humanidad” (196). Cf. también: “habiéndose desarrollado bajo la influencia de las leyes de la naturaleza el espíritu del hombre piensa naturalmente, por esta razón, según el patrón [pattern] de la naturaleza” (7 39, Ms 687, Guessing. 1907). Se puede pensar en las ideas a priori naturalizadas de Popper, él también epistemólogo evolucionista. [63] Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré de los Analíticos Primeros, interferirán y alimentarán su reflexión sobre la dinámica de las ciencias. Una de las tareas importantes a las que se dedicó el joven Peirce fue la clasificación de los argumentos lógicos y la evaluación de su validez. La gran novedad que él aporta es que agrega una tercera forma de inferencia, la abducción, a las otras dos, reconocidas por Aristóteles: la deducción y la inducción. Tomando en principio el término de Kant, Peirce llama esta inferencia ‘hipotética’, término que luego abandonará por denominaciones menos clásicas como presunción, ‘retroducción’ y en especial la abducción, palabra que traduciría la apagōgé de Aristóteles16. Él se propone identificar la especificidad de esta tercera forma de inferencia con respecto a las otras dos; la cuestión no es sólo lógica, es epistemológica, ya que también se trata de ver en esta tercera forma aquella que introduce una hipótesis científica, y que —ésta es la originalidad de Peirce— no se limita solamente a la inducción. Hasta entonces, los autores veían en la inducción ya sea la fuente de las hipótesis, o ya sea que consideraban que esta introducción no tenía nada que ver con una buena inferencia en debida forma. Sin embargo, y aquí es donde Peirce innova, la propuesta de una nueva hipótesis es una inferencia, y una inferencia irreductible a la inducción (y a la deducción). En términos generales, la abducción incluye todos los procedimientos que conducen a la adopción de una nueva hipótesis, es decir, 1) la invención propiamente dicha de la hipótesis (acto de adivinación o de conjetura basado en un instinto racional como il lume naturale que inspiró a Galileo), 2) la formulación del razonamiento abductivo, y 3) la selección de la hipótesis para probarla con preferencia a otras. Sólo el paso 2 pertenece en realidad a la lógica formal: es la abducción en sentido estricto. Las tres formas de la inferencia se estructuran así, Peirce retoma el vocabulario de la lógica de Kant: • Inferencia • Explicativa (analítica) Deducción • Abducción • Complementaria (sintética) • Inducción Las inferencias explicativa y complementaria, analítica y sintética se diferencian, como en Kant, en que sólo la deducción es una inferencia necesaria; en los otros dos casos [abducción e inducción], la conclusión amplifica en lugar de explicar 16 Traducción bastante problemática porque Aristóteles emplea el apageîn (reducir, traer) de los geómetras, para designar las formas de razonamiento como la reducción al absurdo o para el procedimiento que consiste en llevar la demostración de un teorema a aquella de un teorema ya demostrado. [64] Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia • Vol. X ∙ No. 20 - 21 • 2010 • Págs. 57-86 simplemente lo que se presenta en las premisas: estas formas de razonamiento existen en las ciencias naturales, donde es fundamental introducir nuevas ideas para incrementar el conocimiento. La originalidad de Peirce está en la introducción de la abducción al lado de la inducción; la adopción de una hipótesis de ensayo no es una inducción, y “sin embargo es un argumento, y así mientras que su seguridad es baja, su fecundidad es alta” (8 388)17. De la deducción a la abducción, “la seguridad se disminuye radicalmente mientras que la fertilidad aumenta espectacularmente”. Además Peirce admite que si la abducción “tiene una forma lógica perfectamente definida”, “acompañando su conclusión de forma problemática o meramente conjetural”, sin embargo, “ésta [la conclusión] se colma muy poco por reglas lógicas” (5 188): es en la Séptima Conferencia de Harvard de 1903 que Peirce nos procura una de las últimas declaraciones de su lógica de la abducción, que toma la forma canónica siguiente: El hecho sorprendente C es observado. Pero si A fuera verdadera, C es evidente. Entonces, hay motivos para sospechar que A es verdad (5 189). El valor epistemológico de este razonamiento no tiene duda, incluso si es verdad a los ojos de Peirce que Kant debería haber presentado la pregunta de la posibilidad del juicio, es decir del razonamiento sintético en general, y no solamente aquel del sintético a priori (“Fondements de la validité des lois de la logique” (“Fundamentos de la validez de las leyes de la lógica”) 5 342). Pero, es desde el punto de vista lógico que tiene que ser justificado, ya que, a la inversa de la deducción que es cierta, “carece de valor probatorio” (8 209). Sin embargo, a los ojos de Peirce, basta con señalar que la abducción es razonada, y que “ciertas premisas procuran una hipótesis probable” (2 511, nota): “Una hipótesis [...] es una inferencia, porque es adoptada por una razón buena o mala y además porque esta razón [...] es considerada como la que le confiriere a la hipótesis un carácter plausible” (ibíd). Esto es suficiente para legitimarla desde la perspectiva del investigador que no la presenta aparte de su valor de verdad: “en la abducción, la aceptación de la hipótesis nunca puede ser justificable sino como pregunta. Pero hasta que se cumple esta condición, ninguna falsedad positiva se puede temer” (6 258). La modalidad (‘problemática’ en sentido kantiano) de la hipótesis avanzada, la preserva epistemológicamente y aquí es un punto donde Peirce se separa de 17 Cf. el texto consagrado a esta pregunta, y redactado por Peirce en 1913, poco antes de su muerte: “An essay toward improving our reasoning in security and in uberty”. [65] Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré la concepción positivista de la hipótesis y de Auguste Comte, pero sin llegar a decir, como él lo haría, que ella “cierra el camino a la investigación”. Y si la abducción es un verdadero argumento provisto de una forma lógica irreductible a aquellas de los otros dos tipos de inferencia, su estudio proviene, en pleno derecho, de una lógica formal que examina la validez de las inferencias, así mismo que de una ‘lógica de la ciencia’, que se interesa también en la metodología y en la heurística del investigador. Por lo tanto, es necesario escuchar la afirmación de Peirce, tantas veces repetida, en el que el problema de la abducción es un verdadero problema de lógica, donde ninguno de sus predecesores ha sido capaz de ver; el nuevo Aristóteles en suma, reivindica para la lógica un proceso, hasta ahora dejado a la sombra por los lógicos (y que presupone un ‘instinto racional’) o considerado como dependiendo de la psicología, de un “flash of insight irrationnal” —que es el caso del aún joven Popper en su Lógica de la Investigación Científica (1973)—, a saber, “el proceso de formación de una hipótesis explicativa” (5 171), “la adopción de una hipótesis de prueba” (8 388): estamos en la fuente de la teoría de la investigación que se desarrolla notablemente en Dewey. Por supuesto, podemos decir que la lógica de la hipótesis se trata, por ejemplo en Bacon, en el contexto de la inducción que este autor asimila a un procedimiento que, de una acumulación de observaciones repetidas, da lugar a una hipótesis para explicar los hechos observados. Sin embargo, desde sus primeros textos, Peirce arranca esta operación a la inducción18 para volcarla a otro procedimiento formal; la abducción define de otra manera la inducción: ella “infiere la existencia de fenómenos análogos a los que hemos observado en los casos que son similares”, mientras que la abducción, “supone una cierta cosa de un tipo diferente [énfasis agregado] de aquellos que hemos observado directamente y con frecuencia de algo que sería imposible observar directamente” (2 640 [vemos aquí una alusión crítica a Comte y su exclusión de los no-observables19]). “La primera clasifica, la segunda explica” (2 363), escribe él, otra manera de decir que la teorización o la explicación científica sería imposible sin la abducción, incluso si sólo depende de ella. Ciertamente, en un sentido, Peirce define la inducción como aquello que, para hablar como Stuart Mill, “va de lo conocido a lo desconocido”, de fenómenos observados a otros no observados, de ciertos elementos de una clase a la clase, pero no 18 Cf. sobre este punto y sobre la realidad de las leyes en Peirce, van Fraassen (1994 cap. 2). 19 Escribe Peirce en 1903: “piensen en Auguste Comte que, mientras se le pide designar una cosa que no se pudiera descubrir nunca, presenta como ejemplo la composición química de las estrellas fijas; y antes inclusive que su libro sea conocido en el mundo, se asistía a los primeros pasos del análisis espectral” (2002 354). [66] Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia • Vol. X ∙ No. 20 - 21 • 2010 • Págs. 57-86 es una operación de generalización, engendrando una ley o una teoría, es la inferencia que va de un ejemplo a un todo; la abducción al contrario, no va de la parte al todo, pero pasa de la observación de algunos hechos sorprendentes (anomalías, diría Kuhn) al supuesto de un enunciado más general, que explique estos hechos, de un conjunto de datos a una hipótesis explicativa. En la década de 1860, Peirce, envuelto todavía en la silogística 20, ve aún la inducción y la abducción como variaciones a partir del silogismo: ellas no son, como el diría más tarde en 1898 que “transformaciones apagógicas de la deducción”; estas dos formas de inferencia son obtenidas por permutación de la Regla, del Caso y del Resultado21 (“Deducción, inducción e hipótesis” 2 619-644). Peirce no afirma todavía que en la lógica de la ciencia estos dos procedimientos irreductibles son complementarios; más tarde, abducción, deducción e inducción serían articuladas como las tres etapas sucesivas y fundamentales de la investigación científica: la inducción es el método que permite probar experimentalmente la hipótesis, la abducción permite descubrirlos (2 776). Sobre Stuart Mill afirma: “este filósofo muy fuerte, aunque filisteo, cuyas inconsecuencias lo llevaron a convertirse en el líder de una escuela popular” (5 167) – culpable de haber mezclado la inducción y la abducción (5 277), caso definitivamente resuelto... L as tres etapas de la investigación Mientras tanto, Peirce ha sistematizado su filosofía y elaborado su semiótica, que desde ese momento incluye una gramática especulativa, una lógica y una retórica especulativa. La retórica es una especie de metodología general y comprende los elementos de una heurística. Dentro de este marco, aparecen 20 Su decisivo descubrimiento del cálculo de los predicados monádicos y poliádicos (que él llama su ‘lógica de los relativos’) está fechada alrededor de 1885 (“Sur l’algèbre de la logique” 3 359 & sig.), sus trabajos sobre el cálculo de proposiciones comenzaron antes, con su estudio de la implicación ‘philoniana’ (material). En 1898, en su “Segunda Conferencia de Cambridge”, Peirce considera la silogística como un andamio provisional que le permite construir su teoría de las tres formas de razonamiento: “Retiremos ahora el andamio de las formas silogísticas que nos han servido de soportes para la construcción de esta teoría y contemplemos nuestro edificio sin este andamio” (1995 194). 21 En sus textos de los años 1860-1870, influenciado por la Lógica de Kant-Jasche, Peirce considera la mayor (premisa) del silogismo deductivo en Bárbara como una regla aplicada a un caso (menorpremisa), lo que da un resultado enunciado en la conclusión. Él sigue en esto a Aristóteles que en los Primeros Analíticos, presenta ya la inducción, apagógica, como la inferencia de la mayor de un silogismo en Bárbara o en Celarent a partir de la menor y de la conclusión (7 249). Y el imagina a Aristóteles que se pregunta si no se puede inferir la menor a partir de la mayor y de la conclusión, descubriendo así la abducción peirceana; este homenaje a Aristóteles es bastante problemático. [67] Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré desde entonces, los “tres tipos de razonamiento” (Sexta Conferencia de Harvard 1903). La palabra ‘inducción’ es utilizada en la parte del “curso de la investigación científica” (5 168), una clasificación llamada ‘natural’. La posibilidad de una lógica del descubrimiento (que sucede al flash of insight) se estableció muy bien, sin disgusto del positivismo: La abducción es el proceso de formación de una hipótesis explicativa. Esta es la única operación lógica que introduce una idea nueva, porque la inducción no hace más que determinar un valor y la deducción sólo desarrolla las consecuencias necesarias de una pura hipótesis (5 168)22 . La inducción sirve sólo para probar, no para descubrir la hipótesis. Peirce no es, en este sentido, más inductivista que Popper (aunque es algo más ‘justificacionista’ que él y mantiene, a diferencia de él, el término ‘inducción’). Se puede, entonces modelar estas tres formas de inferencia. La deducción prueba que algo debe ser; inducción muestra que alguna cosa es realmente operativa, la abducción se limita a sugerir que algo puede ser. Su única justificación es que a partir de esta sugerencia, la deducción puede extraer una predicción que puede ser probada por inducción y que, si debemos aprender alguna cosa o comprender los fenómenos, debe ser a través de la abducción que aquello se debe hacer (5 171). Al volver a examinar su problemática de la abducción en 1903, Peirce muestra el papel central de su pensamiento y los lazos íntimos con el pragmatismo y el realismo, unificando su filosofía. Al ir a las fuentes de lo que será en la teoría de Dewey la teoría de la encuesta, nos encontramos primero, en el joven Peirce, con un juego formal del silogismo que conduce a la posición, por permutación de las tres propuestas, de una forma de inferencia irreductible a las otras dos, por otro lado, una problemática de la fijación de la creencia implicando una reflexión sobre la superioridad del método científico sobre los otros, y de la regulación de la lógica de la encuesta y, más precisamente, aquella de la ciencia como destinada a producir a largo plazo, y de una manera comunitaria, la verdad. 22 En los trabajos anteriores hemos mostrado la estricta analogía de este esquema con aquel de Popper en Logik der Forschung; de la evicción cerca de la palabra “inducción” en Popper (Chauviré 2004). Peirce específicamente, insiste lo mismo que Popper sobre este motor de la investigación que es la sorpresa provocada por una espera no realizada, que supone lo que Popper llama un ‘marco de esperas’: Peirce va inclusive hasta definir la experiencia en términos de sorpresa en la Cuarta Conferencia de Harvard de 1903: “un hombre espera más o menos plácidamente un resultado y de golpe descubre alguna cosa que se opone e impone su reconocimiento a la fuerza” (2002 365). [68] Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia • Vol. X ∙ No. 20 - 21 • 2010 • Págs. 57-86 En 1859, a los veinte años, Peirce establece su concepción inferencialista de la percepción, anterior tres años, al menos, de aquella establecida por Helmholtz23: el juicio de percepción incluye una inferencia, o puede ser asimilada a una inferencia explicativa (o asimilada solamente a su conclusión), cuyo esquema es ya aquel de la abducción: “cualquier juicio, que conduce a lo experimentado o lo conocido a lo admitido y a lo desconocido —Peirce sigue siendo influenciado por Mill—, es entonces, una explicación de un fenómeno a través de una hipótesis, y es de hecho una inferencia” (“A treatise of the major premises of natural science” (“Un Tratado de las premisas principales de Ciencias Naturales”) W 5: 152)24. La tesis de la naturaleza inferencial de todo conocimiento, de todo pensamiento, de cualquier proceso mental, o algún proceso fisiológico (veremos posteriormente el ejemplo de la rana sin cabeza, que efectúa un silogismo, reimpreso en 1892 en “Law of mind” (“La ley de la mente”) (6 102 & sig.). Muestra que la inferencia ha recibido una pronta aceptación bastante amplia, que se extiende más allá del marco del silogismo —en nosotros también “algo que se realiza en el cuerpo, es equivalente al proceso silogístico” (5 267). En los años 1868-1870, Peirce comenzó a “reducir toda acción mental a la fórmula de razonamiento válido” (5 267); de acuerdo con su declaración de 1868, “el espíritu es un signo de desarrollo de acuerdo con las leyes de la inferencia” (5 313). Si cualquier proceso mental que cumple con las leyes de la inferencia válida, y si todo conocimiento está continuamente determinado por un conocimiento previo sin principios primeros, entonces la inclusión de un nuevo término puede considerarse el resultado de una inferencia hipotética; así, el concepto de color, que unifica las impresiones de color diferentes, trabaja como una hipótesis explicativa. Posteriormente, en la “Law of mind” (“Ley de la mente”) (6 102 & sig.), Peirce toma la idea de que el ‘acto mental’ sigue las formas de la lógica en un movimiento continuo, esta continuidad se mantiene desde 1869: “la acción del espíritu es por decirlo así, casi un movimiento continuo” (5 329). Para volver a la crítica del positivismo implicada en la teoría de la abducción (o de la inferencia hipotética), Peirce evoca en 1877 la teoría cinética de los 23 Según Mathias Girel, no se conoce la referencia explícita de Peirce de la óptica fisiológica de Helmholtz antes del inventario de la edición Frazer en 1871; sin embargo hay referencias a Wundt en los textos de 1869, y alusiones a este autor en 1868. Peirce pretende, hasta en sus últimos textos, haber descubierto la psico-fisiología en los Vorlesungen de Wundt desde su salida en 1863. Peirce encuentra a Wundt en el momento mismo en que él va más allá de Wundt. Éste comprende las inferencias inconscientes implicadas en la percepción como inducciones, así como Helmholtz, mientras que según Peirce la sensación ella misma es hipótesis desde 1869... 24 En 1903, en su “Séptima Conferencia”, Peirce vuelve sobre este tema: “la inferencia abductiva se confunde con el juicio de la percepción sin línea neta de demarcación” (5 181) – y lo desarrolla a lo largo del texto. [69] Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré gases (5 364), su ejemplo favorito cuando se trata de apoyar su indeterminismo y su visión de frecuencia de la probabilidad 25 heredada de John Venn. Para el positivismo, la palabra “hipótesis” tiene una connotación negativa de la incertidumbre que no pertenece en absoluto al uso peirciano (2 707). Este último es totalmente positivo, expresando la necesidad de ir más allá de las leyes hacia las teorías que las explican por medio de la formulación de hipótesis, las leyes se tornan “más pronto o más tarde la base de una hipótesis destinada a explicarlas”. La inexactitud de las simples generalizaciones empíricas se encuentra compensada en un nivel superior. […] porque el gran triunfo de la hipótesis es el de explicar no sólo la fórmula, sino también las desviaciones que se relacionan con la fórmula. En el lenguaje de los físicos, una hipótesis de esta magnitud se llama teoría, el término hipótesis se reserva a las sugerencias que tienen poca evidencia en su favor (2 638). Pero, lejos de limitar el recurso a las hipótesis, Peirce ve allí un procedimiento racional: “las teorías que funcionan no son meras conjeturas, pero se guían por razones” (2 638). Tal es el caso de la teoría cinética de los gases, adoptada para explicar la ley de Boyle, y según la cual los gases están hechos de pequeñas partículas sólidas muy distantes unas de otras y se mueven a gran velocidad, sin que haya atracción o repulsión, en tanto que ellas no están muy próximas las unas de las otras: se trata de un caso típico de explicación haciendo referencia a entidades inobservables. Si el gas está bajo presión, lo que impide que se derrumbe no es la incompresibilidad de las moléculas, ya que no se tocan, sino el martilleo sobre el pistón [que permite la presión del gas]. Así, más el émbolo cae, más el gas es comprimido, las moléculas están más cerca unas de la otras, habrá más a una distancia dada del pistón, y ellas vendrán a golpearlo [al pistón] con mayor frecuencia. Peirce ve en la teoría cinética de los gases el ejemplo perfecto de una teoría que se desprende totalmente de la escala de observación y que va mucho más allá de la mera operación de inducción en el sentido de una generalización empírica. Si le damos todo el crédito a esta teoría, no se da solamente en razón de su confirmación empírica, sino como una explicación de la ley de Boyle, corroborada también por la teoría del calor. Se siente, entonces, los beneficios de la hipótesis. 25 El indeterminismo de Peirce está ligado a su metafísica del azar (tychismo) desarrollado luego con su cosmología evolucionista. El indeterminismo demanda una realización física de la probabilidad que llega a ser ‘propensionista’ después de haber sido frecuencial al inicio en Peirce, tomando el término de Popper que se aplica muy bien al caso de Peirce. En general el pasa de una concepción de la probabilidad a la Venn -Reichenbach a una concepción popperiana antes de la carta que acuerda un marco ontológico a las probabilidades que sustentan la realidad de las disposiciones o would be. [70] Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia • Vol. X ∙ No. 20 - 21 • 2010 • Págs. 57-86 En ese momento Peirce cree también que las simples generalizaciones empíricas se encuentran por la inducción que no desempeña un papel sino en esta etapa preliminar. Posteriormente él va a redistribuir las respectivas funciones de inferencia hipotética y de la inducción; ésta interviene luego para corroborar o falsear tanto las teorías como las leyes. Sin embargo, en 1878, la inferencia hipotética no es sino una inferencia inductiva llevada más allá [de ella], más audaz, más concisa, que va más allá de lo observado, asumiendo parte de los inobservables, mientras que la inducción se limita como lo exige la epistemología positivista al campo de lo observado, sin que, sin embargo, no exista una línea divisoria entre los dos: “solamente más lejos la llevamos, más se la debilita” (2 640). Peirce admite que “la mayoría de las teorías físicas son de este tipo”. Entendemos porque en 1910, él había reconocido haber “mezclado hipótesis e inducción” en todo aquello que él publicó “desde el comienzo de este siglo” (8 227). Esto es especialmente cierto en los textos de los años 1860-1870. El lector debe saber que, siendo los artículos de 1877-1878 los textos más conocidos de Peirce, no reflejan las condiciones definitivas de la teoría peirciana de la abducción: es mejor referirse para tener una idea justa, a la sexta y séptima conferencias de 1903. Pero la vena antipositivista está presente muy pronto y siendo uno de los retos de la teoría de la abducción el de superar el positivismo, ampliando a Whewell, Herschel, Jevons y a su concepción hipotético-deductiva de la ciencia (que el Popper de 1935 fue de hecho el heredero, sin saberlo). El joven Peirce distinguía inducción y abducción en sus respectivas relaciones con lo observado como dos procedimientos independientes para obtener enunciados de carácter general, de un grado mayor de generalidad en el caso de la abducción. Posteriormente, la idea de que todo el conocimiento va más allá de la observación —“incluye adiciones a los hechos observados” (6 523)—, desarrollándose más y en ese sentido, no existe diferencia entre la inducción y la abducción. Sin embargo, Peirce reintroduce también la diferencia epistemológica siguiente, dando a la abducción sólo el papel de introducir cualquier nueva hipótesis, quitando así ésta función a la inducción para asignarle aquella de mostrar en qué medida los hechos experimentales confirman los enunciados hipotéticos, a menos que no los refuten; esta función es complementaria a la de la abducción. Este dispositivo se reviste de un sentido anti-positivista, Peirce se pronunciaba, como antes que él Whewell y más tarde Popper a favor de la introducción de hipótesis tan audaces como era posible. En 1878 él además evacuó la pregunta de Hume, Kant y John Stuart Mill de saber si la validez de la inducción supone la uniformidad de la naturaleza: la inferencia sintética no necesita ser fundada para y sobre la tesis de la uniformidad de la naturaleza, incluso si la identificación de ciertas regularidades naturales puede fortalecer una hipótesis. Además, en 1868, Peirce argumentó de manera muy innovadora, [71] Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré que “la naturaleza no es regular, las irregularidades son” infinitamente más frecuentes “que los elementos de orden y de uniformidad” (5 342); el árbol de la regularidad esconde el bosque del caos real. Aunque si desde el comienzo de la evolución cosmológica de las regularidades de más en más numerosas tienden a instalarse, disminuye un poco la parte de azar objetivo. Él introduce así su polémica contra el determinismo (defendida por Paul Carus, director del Monista) y a la elaboración de una cosmología que implica una metafísica de la casualidad, que tiene también su contrapartida en Popper (1992). Fisiología de la lógica “Deducción, inducción e hipótesis” (1878) no merece tal vez la autocrítica de 1910 (Peirce cree entonces haber mezclado en ese momento inducción e hipótesis), porque ambas formas de inferencia se distinguen claramente: si la inducción es una inferencia ‘más fuerte’ que la abducción, ésta última es irremplazable, porque sola permite inferir los inobservables (las moléculas de un gas), lo que ninguna inducción sabría realizar. No se infiere inductivamente conclusiones hipotéticas. Además, las tres formas de inferencia tienen fundamentos fisiológicos diferentes, como lo quiere mostrar Peirce presentando su teoría de la costumbre. Así, la inducción permite inferir una regla, de manera que [L]a creencia en una regla es un hábito. Que un hábito sea una regla activa en nosotros, es evidente. Que cada creencia sea de la naturaleza de un hábito, en la medida que ella tenga un carácter general, esto se ha demostrado en anteriores escritos de esta serie. La inducción es la fórmula lógica que expresa el proceso fisiológico de la formación de un hábito (2 643). La hipótesis, formulada en 1878 como una forma de reducción de la diversidad a la unidad, como en 1868 (cf. 5 276), “sustituye a una maraña complicada de predicados unidos a un sujeto, a una sola concepción”. Se puede ver una analogía entre el pensamiento de la inherencia de cada uno de estos predicados a un sujeto y una sensación particular: “En la inferencia hipotética, ese sentimiento complicado y producido de esa manera es reemplazado por un sentimiento de gran intensidad, la conclusión hipotética, que pertenece al acto de pensar”. Comparando esta emoción con aquella que produce en nosotros todos los instrumentos de una orquesta (cada inferencia hipotética implica la formación de tal emoción), Peirce concluye que “la hipótesis produce el elemento sensorial del pensamiento, y la inducción el elemento de habito” mientras que la deducción, que no añade nada a las premisas, pero [72] Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia • Vol. X ∙ No. 20 - 21 • 2010 • Págs. 57-86 que al seleccionar uno de los “hechos representados en las premisas, concentra en él la atención, es la fórmula lógica correspondiente al proceso de atención, es decir, el elemento volitivo del pensamiento (2 643). Peirce sistematizará este análisis en 1883 en “A theory of probable inference” (“Una teoría de la inferencia probable”), al partir de la tríada regla-caso-resultado: el conocimiento de una regla se asimila a un hábito (que puede no ser consciente), el conocimiento de un caso en una sensación, aquel de un resultado en una decisión que se debe tomar en una ocasión dada. La deducción (regla-casoresultado) (Peirce no reconoció el carácter diagramático y extraordinariamente matemático)26 es también definida como una ‘fórmula de volición’, la inducción (caso-resultado-regla) como la fórmula de la formación de un hábito o una concepción general, “un proceso que, tanto psicológica como lógicamente depende de la repetición de los ejemplos o las sensaciones”, y la hipótesis (reglaresultado-caso) como “una forma de la adquisición de una sensación secundaria, proceso por el cual una concatenación confusa de predicados se pone en orden bajo un predicado que la sintetice”. Esta definición psico-fisiológica de las tres formas de inferencia permite a Peirce fundamentar su clasificación ‘natural’ (como enraizada en la fisiología) de las ciencias: si él ve el primer criterio para distinguir las ciencias en la diferencia de técnicas utilizadas [oponiendo aquellas de laboratorio a aquellas de seminario], el clasifica el segundo [criterio] en la diferencia de los modos de razonamiento empleado. Por lo tanto, el podrá distinguir las ciencias inductivas: la ciencia de la clasificación: la botánica, la zoología, la mineralogía, la química; las ciencias de la hipótesis: la biología, la geología; y las ciencias teóricas: la astronomía, la física pura (2 644). Se trata, para el Peirce de ese tiempo, de inscribir su teoría del racionamiento como una forma de actividad mental, en el marco de una epistemología evolutiva (la referencia a Darwin es fundamental): nuestras capacidades de conocer y el contenido de nuestro conocimiento se han ido adaptado a nuestro medio ambiente, logrando así una armonía, no pre- sino post-establecida. Esta epistemología está aún más justificada porque se basa en distinciones de la psico-fisiología; y el razonamiento que se reintegra a un conjunto de procesos psicológicos y especialmente vitales con los cuales él toma especialmente sentido. 26 Peirce aquí todavía está imbuido en la silogística y la lógica de Kant para discernir claramente una tesis innovadora que él va a sustentar más tarde, aquella del carácter matemático de toda deducción, que se efectúa por construcción, observación, incluso modificación de diagramas, donde sólo el procedimiento es capaz de conducir, según él, a una conclusión necesaria. Y desde ese momento la deducción se va a partir en dos, las inferencias teoremáticas, no triviales, y las inferencias corolarias, triviales; cf. Sobre ese punto C. Chauviré (2004 183). [73] Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré Vemos aquí un eco de la erudicción de Peirce en psico-fisiología: es un gran lector de Helmholtz, Wundt y Fechner27. Muy en la línea de trabajo de Helmholtz y de la reflexología rusa de la que se inspira, sustenta en un famoso texto que, una rana decapitada reacciona a una irritación por un movimiento reflejo, efectuado por decirlo así, por un silogismo (la rana sin cabeza es funcionalmente una máquina lógica, se podría decir en términos de Putnam): Un silogismo en Bárbara28 tiene lugar prácticamente cuando estimulamos la pata de una rana decapitada. La conexión entre los nervios aferentes y eferentes, cualquiera que sea, constituye un hábito nervioso, una regla de acción que la análoga fisiológica [de la mayor]. Los trastornos del equilibrio del sistema linfático causado por la irritación son la forma más fisiológica de lo que es la ocurrencia de un caso, desde el punto de vista psicológico, el sentimiento y el punto de vista lógico. La descarga a través de los nervios eferentes es la forma fisiológica de lo que psicológicamente es una volición, y lógicamente, la inferencia de un resultado. Cuando nos movemos a partir de formas inferiores de la inervación a sus formas superiores, los equivalentes fisiológicos escapan fácilmente a nuestra atención. Pero desde un punto de vista psicológico, siempre tenemos: 1) un hábito que, en su forma más elevada es la comprensión y corresponde a la mayor de Bárbara, 2) el sentimiento o la conciencia presente que corresponde a la [premisa] menor de Barbara, y 3) la volición que corresponde a la conclusión de Barbara29 (2 711; cf. 6 144; 6 286). Así, la lógica, la psicología y fisiología del razonamiento se entrecruzan, y no se verá en Peirce un anti-psicologista fanático en materia de lógica: “La lógica formal no debe ser puramente formal; ésta debe representar un hecho psicológico, de lo contrario se corre el riesgo de degenerar en una diversión matemática” (2 710)30. 27 Cf. Jastrow y Peirce (1884), un ensayo que rechaza la idea de ‘límite’. 28 Un silogismo en Bárbara es de la forma: todos los atenienses son griegos; todos los griegos son mortales; entonces todos los atenienses son mortales. 29 El arco reflejo interesó igualmente a Dewey (1896). 30 Cf. Sobre estas preguntas varios textos del volumen 6 de los Writings. Notemos que el caso de la rana decapitada evoca claramente el funcionalismo de Putnam y Fodor porque el razonamiento se efectúa sin el cerebro, anuncia también en un cierto sentido el behaviorismo. Es entonces natural mostrar la semejanza, paradójica pero muchas veces anotada, entre el funcionalismo y el behaviorismo: según el primero, poco importa qué sea el cerebro u otra cosa que sea la que razone entre la entrada y la salida, según el último, el razonamiento puede describirse enteramente en términos no mentales, no cerebrales, de estímulos (entrada) y de respuesta comportamental (salida). [74] Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia • Vol. X ∙ No. 20 - 21 • 2010 • Págs. 57-86 En 1880, en su primer ensayo “Sobre el álgebra de la lógica” (3 154-161), luego en 1892, Peirce persiste en incluir los procedimientos lógicos en los procesos psico-fisiológicos (en los cuales los procedimientos lógicos aparecen, dirían los filósofos del espíritu contemporáneos) e igualmente Peirce persiste en practicar una epistemología evolucionista. El pensamiento como “la actividad cerebral” está “sujeto a las leyes generales de la acción nerviosa” (3 155); si la estimulación de un grupo de nervios causa una irritación que la acción refleja tiende a eliminar, la adquisición de un hábito como respuesta a una irritación dada se explica por el hecho de que “todos los procesos vitales tienden a ser más fáciles por la repetición”. Es posible que, desde la noción de hábito cerebral, se reconstruya, de forma relativa, la génesis de los procedimientos lógicos en su totalidad: Un hábito cerebral de la forma más alta que determinaría nuestra forma de actuar tanto en la imaginación como en la realidad, se llama creencia. Cuando nos representamos que tenemos un hábito específico de esta clase, se llama un juicio [...]. El proceso de desarrollo (del hábito de la creencia), en la medida en que él tiene lugar en la imaginación, se llama pensamiento. Un juicio se forma, e indica una adición a la creencia. Un tal proceso se llama inferencia, el juicio antecedente se llama premisa; el consecuente, conclusión; el hábito de pensamiento que determina la transición del uno al otro es el principio rector. (3 160). Estos procesos tienen como objetivo final de llegar de manera comunitaria a la verdad: “El lógico sustenta que [...] [los estímulos periféricos] son todos adecuados para un propósito, el de transmitir la creencia en el largo plazo, hacia ciertas conclusiones predestinados que son las mismas para todos” (3 160). M áquinas lógicas31 Si agregamos que los hábitos de inferencia terminan por constituir una logica utens, lógica natural implícita en el trabajo de nuestros razonamientos espontáneos, codificados en nuestros nervios, por ejemplo en el caso del jugador de billar: “Una logica utens como la mecánica analítica [...] se encuentra en los nervios del jugador de billar” (Peirce 1995 155). Una vez que se tematiza y se El punto es interesante para resaltar porque se atribuye a veces la emergencia del behaviorismo a los USA bajo la influencia del pragmatismo (pero en realidad él se deriva sobretodo de la reflexología rusa), y que los textos externalistas del joven Peirce sobre lo mental suenan como del behaviorismo. La realidad de los textos de Peirce se debe tomar en toda su complejidad. 31 Cf. “Our senses as reasoning machines” (ms 1101). [75] Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré codifica, la logica utens se vuelve una lógica docens, superficial en la creación matemática espontánea que sigue su propia logica utens: “Alguien que razone sostiene casi ipso facto una doctrina lógica, logica utens32” (2002 373). Por otra parte, según Peirce, algunos de los dispositivos físicos cuyo funcionamiento implementa una teoría son máquinas lógicas mucho mejores que las calculadoras de la época, limitadas a la aritmética básica. Los sólidos de diferentes formas que los diseñadores de buques dragan a través del agua, llegan a conocer los arcanos de la hidrodinámica. Unos trozos de madera serían aparentemente mejores razonadores que el cerebro de un Gauss o un Stokes33 . ¿Por qué detenerse ahí? Cualquier dispositivo que se utiliza en los experimentos podrían, según el mismo principio, ser una máquina lógica. Una máquina de vapor elaboraría en cada revolución el problema de la termodinámica (2 58). Estas reflexiones están en línea con las de la rana decapitada, que lleva a un silogismo, como ella, más que ella, la máquina de vapor razona en la realización de una revolución. La concepción de Peirce puede ser descrita en términos funcionales, en el sentido definido por Putnam y Fodor: si uno es funcionalista, se puede señalar que estos artefactos no mentales, no cerebrales, no humanos, no-vivientes, realizan un trabajo de cálculo (por ejemplo, resolver un problema de la termodinámica): desde el punto de vista funcional, son máquinas lógicas más sofisticadas que las máquinas de Babbage, Jevons y Marquand; en el lenguaje de Putnam, su funcionamiento es irrelevante a la materia en la que se hacen. Sólo cuentan los roles funcionales en el seno de la máquina, el cerebro humano no siendo necesariamente, como Peirce ha sostenido siempre, el medio en el que se lleva a cabo el razonamiento34 (médula espinal y los nervios de la rana decapitada son suficientes en el ejemplo anterior) y, finalmente, para Peirce 32 Se puede eventualmente traducir logica utens por “lógica de uso” y logica docens por “doctrina lógica”. La logica utens es según Peirce una lógica natural y espontánea que codifica la logica docens. En los años 1970, ciertos lingüistas como Lakoff buscaron en las lenguas naturales una clase de lógica empírica que estaría operando en ellas (cf. McCawley 1981 1). 33 No olvidemos que para entender este pasaje, según Peirce, las leyes operan realmente en la naturaleza: entonces es la operación que se asimila a una inferencia. 34 “El pensamiento no está unido a un cerebro; él aparece en el trabajo de las abejas, en los cristales y por todas partes en el mundo puramente físico” (4 550). Peirce ‘des-sicologiza’ el pensamiento para dar un modelo formal ‘semiotizado’ en términos de acción tríadica) que permite en principio ‘externalizarlo’ con relación al cerebro humano; así la noción de ‘inteligencia científica’ permite entrever una forma de pensamiento – de operación con signos – no necesariamente humana (Chauviré 1995 51 & sig.; 2000 53 & sig.). Las bases son dadas para el desarrollo de la idea de una inteligencia artificial. [76] Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia • Vol. X ∙ No. 20 - 21 • 2010 • Págs. 57-86 como para Putnam, el funcionamiento de estas “máquinas” se puede describir en términos mentales (la máquina de vapor razona). Peirce habría, entonces tenido allí un augurio de funcionalismo, en armonía con su tendencia a ‘semiotizar’ y [‘]externalizar[’] lo mental? Él se interesó muchísimo en la prehistoria de la inteligencia artificial y la cibernética, yendo hasta construir él mismo una máquina lógica eléctrica con conmutadores. Sin embargo, considera que para razonar verdaderamente como un espíritu humano, una máquina debería mostrar una conducta deliberada y finalizada, y ser capaz de tomar decisiones; las únicas actividades inteligentes son las actividades terminadas, donde opera la terceridad, que no es ni siquiera el caso del telar de Jaquard con sus tarjetas perforadas, demasiado ‘mecánica’ para encarnar una terceridad, o el termostato (5 473): la simple regulación automática no es suficiente para realizar una acción [‘]triádica[’] como por ejemplo la ‘semiosis’ o acción del signo. De los propósitos de Peirce resulta que una máquina lógica digna de ese nombre, es decir, capaz de ‘realizar’ inferencias no triviales, resolver problemas matemáticos difíciles, sería a las máquinas lógicas del cambio de siglo, lo que el telar de Jaquard es al telar a mano. Ella —la máquina lógica— debería ser capaz de controlarse a sí misma y ejercer, lo que más tarde se denomina retroalimentación (Peirce supone también la existencia, en el espíritu humano, de una jerarquía de controles durante la discusión, sin ir completamente a la idea reciente de una arquitectura funcional)35. Todas estas intuiciones son interesantes, pero todavía está lejos de la máquina de Turing: Peirce no pasó de la idea, clásica desde Pascal, de un mecanismo que realiza cálculos como un molino de moler trigo a un autómata abstracto como el descrito por Turing, quien no tiene nada que ver con relojes y autómatas, de la época clásica, muy bien descritos por Descartes. Tendría que suceder un gran avance en la lógica matemática (con Gödel, Church y Turing, notablemente) que Peirce nunca había imaginado. 35 A propósito de la noción importante de auto-control (self control) Peirce estima que la ‘máquina humana’ está, en el conjunto de estas acciones (no se trata aquí solamente del espíritu), “dotada de un control automático, como cualquier motor artificial; se sabe que si la máquina va muy rápido, el controlador de la máquina es él mismo automáticamente controlado de manera que se pueda evitar cualquier otro error, aquel de un cambio precipitado; así mismo y más aún, la maquinaria humana está dotada de un controlador automático que actúa sobre todos los otros controladores con el fin de regularlos por medio de una reflexión que a su vez, la máquina no tiene” (citado en Holmes 1966 122-123). [77] Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré L a estrategia de investigación abductiva Para volver a esta especie de lógica natural que Peirce reconstruye en términos de hábito nervioso basado en las reacciones reflejas el aun sostiene en “The Law of Mind” (“La Ley de la Mente”) en 1892, que los tres tipos de inferencia “corresponden a los tres principales modos de acción del alma humana” (6 144); en la deducción, [E]l espíritu está bajo el dominio de un hábito o asociación en virtud de la cual una idea general sugiere en cada caso una asociación correspondiente. Entonces, se ve que una cierta sensación implica esta idea. Así, esta sensación es seguida de esta reacción y la reacción de la rana pellizcada es ‘la forma más baja de la manifestación psíquica’ (6 144). Peirce suscribe siempre al asociacionismo, que tendrá en su caso una escala sin precedentes, por ejemplo en “The Law of Mind” (“La Ley de la Mente”). La inducción es aquella por la que se establece un hábito: cuando ciertas sensaciones, en donde todas implican una idea general, son seguidas por la misma reacción, una asociación se establece y la idea general es sugerida por las sensaciones en el proceso psíquico correspondiente a la inferencia hipotética. Poco a poco Peirce se preocupa menos de la lógica natural y más en articular la deducción, la inducción y la abducción como las tres etapas complementarias de la investigación; la inducción sólo servirá para la prueba (en comparación con los hechos experimentales) de las predicciones deductivamente sacadas de la hipótesis obtenida por la abducción. El procedimiento abductivo será definitivamente puesto en el centro de atención, notablemente en un texto sobre el descubrimiento de Kepler sobre la elipsidad de la órbita de Marte, “el más bello ejemplo de razonamiento reproductivo que no se había producido antes” (1 74), donde, su inspirador es Whewell, Peirce marca otro punto en contra del empirismo de Mill, que había sacado en un sentido empirista, el De Motu Stellae Martis. El enfoque de Kepler en este libro le parece a Peirce el mejor ejemplo de rigor y honestidad de sumisión paciente de una hipótesis audaz a las pruebas de más alto rigor. Otro magnífico ejemplo: Pasteur, genio del adivino (guessing), tomando las hipótesis como ‘cargas’ antes de eliminarlas una a una por bisección (1 533-555); sin olvidar a Mendeleiev... La estrategia creativa y la eliminativa de la abducción se afirma de más en más como alternativa propuesta por Peirce a la epistemología positivista. El fundador del pragmatismo crítica frontalmente el verificacionismo directo de Stuart Mill —“Ninguna hipótesis es admisible si no está sujeta a verificación por la observación directa” (2 511, nota)—, Él [Peirce] argumenta que eliminaría la historia, [78] Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia • Vol. X ∙ No. 20 - 21 • 2010 • Págs. 57-86 enteramente basada en la hipótesis basada sobre el pasado. En el mismo sentido, también critica a Mach36, Pearson, autor de una gramática de la ciencia, Poincaré (todos ‘nominalistas’37, según Peirce), e incluso su amigo William James, quien considera que la metafísica es “cualquier intento de explicar nuestras ideas fenomenalmente dadas como productos de las entidades más profundas y subyacentes” (8 59): el culto a esta concepción no refleja la práctica real de los físicos, que no se abstienen de referirse a los inobservables en la teoría cinética de los gases, ella [la concepción] tiende por naturaleza a “bloquear el camino a la investigación”. El pragmatismo no impide, de ninguna manera, la referencia a los inobservables, incluso si, como en el positivismo, el dota de valor a la verificación, pero entendida en un sentido no-positivista, lo importante es que la hipótesis resultante de la abducción tenga consecuencias experimentables que se puedan comprobar; no es, entonces, la hipótesis que se verifica directamente: la confirmación de las consecuencias confirma a su vez (más o menos) la hipótesis. Al deprimir las explicaciones especulativas, el positivismo (o al menos la idea que se hace Peirce) amputaría a la ciencia buena parte de sus ganancias. La historia ya no existiría (se notará que la lógica de la abducción vale tanto para la historia como para la física y la química). El conocimiento científico siempre añade algo más a lo dado, a los hechos observados (6 524), que determinan, como diría Quine más tarde, las teorías. Como después de él Popper, Peirce reivindica una epistemología más fiel a la dinámica real de la ciencia que el positivismo, valorizando la audacia de las conjeturas. Como Meyerson al criticar a Auguste Comte en 1921, él [Peirce] reclama para la ciencia un estatuto verdaderamente explicativo. Así, es en reacción a Comte que se desarrolló la lógica de la abducción. El naturalismo de peirce A la luz del análisis ‘naturalista’ del silogismo efectuado por la rana sin cabeza, uno se pregunta, en términos contemporáneos, si la filosofía del espíritu de 36 Mach no se critica tanto como positivista, sino por su rechazo a la metafísica o su rechazo a priori, metafísico, del espacio absoluto newtoniano (7 485), que toma los hechos y la experimentación de manera prejuiciosa; los a priori de Mach son de naturaleza a cortar el camino a la investigación. Además, su concepción ‘económica’ de las leyes es juzgada ‘nominalista’ como aquella de Poincaré, y Peirce tiene cuidado en disociar su ‘economía’ de la investigación de la idea de Mach de economía del pensamiento. Va de sí que Comte, Mach y Poincaré son todos muy diferentes, pero Peirce es sobretodo sensible a aquello que los une: su concepción no realista de las leyes naturales, típica según él del épistèmè de esta época... 37 El término en Peirce está revestido de un sentido muy amplio, con idiosincrasia, englobando todos los filósofos (Leibniz como Hegel) que no creen en la realidad de los universales en sentido scotista, y notablemente en la realidad de las leyes naturales. [79] Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré Peirce se anticipa a la teoría de la aparición de lo mental sobre lo cerebral (o de la dependencia unilateral de lo mental con respecto a lo cerebral: no hay diferencia mental sin diferencia cerebral), o al menos las primeras formas de su aparición en el siglo XX (como, por ejemplo, Samuel Alexander). Un texto de Peirce, sugiere una especie de paralelismo psico-fisiológico (en particular, se ilustra en el siglo XIX por Fechner) según el cual el espíritu es materia vista del interior y la materia, del espíritu visto del exterior: “mirando una cosa desde el exterior, teniendo en cuenta sus relaciones de acción y reacción con otras cosas, aparece como materia. Al considerarla del interior, viendo que su carácter inmediato es el sentimiento, aparece como conciencia” (6 268)38. La materia que, en última instancia, no es sino una forma debilitada o degradada (effete) del espíritu, esto equivale a espiritualizar más la materia que a materializar o naturalizar el espíritu (se nota las similitudes con Bergson). Sin embargo, si la materia es espíritu adormecido, el espíritu es alguna cosa de la naturaleza, como dirían hoy los filósofos del espíritu naturalistas. Peirce no lo niega: “todo espíritu participa más o menos de la naturaleza de la materia” (6 268), admite él voluntariamente. Pero a diferencia de los naturalistas contemporáneos, esta tesis se plantea como un postulado, en lugar de ser obtenida después de operaciones de reducción de lo mental a entidades físicas, descritas en lenguaje fisicalista en interacción causal. La filosofía de lo mental de Peirce, tan compleja y abundante, no tiene nada que ver con los conceptos precisos y estrictamente identificados de la filosofía del espíritu contemporánea, y no tiene sentido buscar con cuál de estos ella es compatible; la concepción de Peirce es probablemente una amalgama de varios de ellos. Es cierto que Peirce es en cierto sentido naturalista en la cuestión de lo mental (el espíritu está arraigado en la naturaleza), pero no en el sentido del materialismo reduccionista de algunos de nuestros contemporáneos, debido a su posición integralista, una especie de pan-psiquismo (como también la de Fechner), poco compatible con las opciones de Dretske o de Millikan (el único punto en común entre ellos y Peirce sería la lealtad a Darwin). El privilegio exclusivo concedido por estos autores a las relaciones causales (reducido a la causalidad eficiente39) es difícilmente compatible con una filosofía que instala la causalidad eficiente en el universo de los Segundos para dejar espacio a la causalidad final en el universo de los Terceros40. Además, la materia está más arraigada 38 De hecho Peirce critica esta misma doctrina en 1903 en una Conferencia. 39 La reducción a la causa eficiente, que olvida otras causas distinguidas por Aristóteles, es criticada por Peirce en la Sexta Conferencia de Cambridge de 1898 (1995 259 & sig.). Dretske termina reintroduciendo una causalidad estructural además de la causalidad eficiente. 40 Según Peirce las entidades de la segunda categoría —los individuos físicos dotados de existencia [80] Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia • Vol. X ∙ No. 20 - 21 • 2010 • Págs. 57-86 en el espíritu que el espíritu en la materia, ya que, en su cosmología evolutiva, el espíritu que viene antes no engendra la materia más que paralizándose41. Muy pronto se evidencia que él está claramente más cerca del ‘positivismo espiritual’ francés42 de Ravaisson (es difícil creer que no haya leído el admirable ensayo De l´habitude, 183843), y de sus contemporáneos Lachelier, Boutroux o posteriormente de Bergson, como de los fisicalistas hoy, resueltamente materialistas. Más cerca también de James, cuyo naturalismo es alimentado por la psico-fisiología, pero compatible con el espiritualismo, o el espiritismo y que soñaba a menudo formas afines en los Principles of Psychology44. están en interacción causal y dual (el viento causa la posición de la veleta)—; aquellos de la tercera (leyes, hábitos, significaciones), que no existen sino encarnándose en los Segundos (la ley tiene necesidad del brazo del sheriff para ser aplicada) que además ellos controlan, operan según una causalidad final que necesita la existencia de una relación a tres términos (a hizo b para obtener c). La acción causal no existe sino entre los Segundos, y lo mental no sabría estar concernida por la causalidad porque el exige una relación tríadica: ésto pertenece entonces a la tercera categoría, excediendo el dominio de la causalidad bruta. Es la razón por la cual la concepción peircena de lo mental tiene poco que ver con el fisicalismo contemporáneo, inclusive en sus versiones no reduccionistas, a causa del carácter omnipresente dado por éste a las relaciones causales. 41 “Aquello que llamamos materia no está completamente muerta, sino encerrada en los hábitos” (6 158); “las leyes mecánicas no son nada más que hábitos adquiridos, como todas las regularidades del espíritu, comprendiendo también la tendencia a adquirir hábitos ellos mismos” (6 268). En la cosmología evolucionista de Peirce, las leyes de la naturaleza no son sino hábitos del espíritu apático que degenera en materia, pero todo esto siguiendo “la ley general de la acción mental” (“The Law of Mind” 1892). La disyunción espíritu/materia es impensable en el marco del continuismo generalizado (‘sinecismo’) de Peirce; la naturaleza no hace un salto cuando ella pasa del espíritu a la materia e inversamente (Peirce 1992 231 & sig.). El ‘sinecismo’ excluye el dualismo espíritu/materia. Las leyes de la naturaleza no han existido siempre, según la cosmología de Peirce; aquello que es extraño, es que ellas existan: al origen reinaba el azar, que se ha poco a poco reducido (cf. sobre este punto, el azar para Wundt es algo que se elimina poco a poco) con la instauración progresiva de leyes de menos en menos inexactas (al tolerar las desviaciones, las leyes actuales están lejos de ser exactas): las leyes ellas mismas son evolutivas, como lo sustenta Poincaré en La valeur de la science (1970 174175). Es una ilusión cientista creer en un mondo determinista: según Peirce la parte de las leyes es muy débil en el universo. El azar, o la contingencia, predomina todavía: se piensa en Boutroux y en su Contingence des lois de la nature de 1874, dedicada a Ravaisson. Se puede también pensar en el texto tardío de Schrödinger, Cómo el orden nace del desorden (1929), que figura en apéndice de Bouveresse (1993 295 & sig.) 40. Para volver a la filosofía del espíritu de Peirce, como al paralelismo de Fechner (cf. I. Dupéron), se refiere a una sola substancia bi-fase (según el punto de vista tomado sobre ésta, ella es materia o espíritu), como en Pechner también, que tiene un pan-psiquismo animista. El espíritu no es entonces el privilegio exclusivo del hombre pero lo transciende en gran parte. 42 Muy descrito por A. Fagot-Largeault (A. Fagot-Largeault, D. Andler & B. Saint Sernin 2002. 956 & sig.), que cita Peirce (958). Acordémonos que Peirce era perfectamente francófono, leía Fouillée, Renouvier, Delbœuf, y se escribía con Renouvier. 43 Ravaisson y Peirce tienen en común profusas referencias de Aristóteles y Schelling. 44 En cuanto a Dewey, la comparación de su naturalismo con aquel de Peirce merecería un gran [81] Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré Peirce y lo falible La mayoría de las tesis metodológicas y epistemológicas del joven Peirce se acumulan para formar, al final del siglo XIX, una lógica de investigación en armonía con el pragmatismo y su máxima, sensible a la naturaleza dinámica de la investigación científica. Los textos de juventud establecen: 1) que la investigación es un proceso que se auto-corrige y un trabajo comunitario enfocado a encontrar a largo plazo la verdad (suscrito sin embargo, a una concepción de lo falible del conocimiento científico, Peirce ha de combinar el optimismo a largo plazo y el pesimismo de corto plazo: puede que los investigadores divaguen durante siglos, nuestros logros científicos están estancados), y 2) que la propuesta de una nueva hipótesis para explicar un hecho sorprendente es una abducción que pide ser completada por una deducción y una inducción. En su madurez, Peirce considera estos tres argumentos como las tres etapas complementarias y articuladas de la investigación, la cual deberá ser manejada dentro de un espíritu de economía. El espíritu general de esta concepción de investigación es generalmente falsacionista45: la inducción, que consiste en comparar las predicciones derivadas de la teoría con los hechos experimentales, “nos permite apoyar una teoría que sea de tal manera, que si ella implica la menor falsedad, la experimentación pueda un día u otro ubicarla” (Peirce 2002 434) o, eventualmente, débilmente justificacionista: los resultados científicos que llamamos ‘verdades establecidas’ sólo son “propuestas sobre las cuales la economía de las pruebas requiere que, en ese momento, toda investigación suplementaria cese” (Cuarta Conferencia de Cambridge, 1898). La estrategia del investigador es fundamentalmente eliminatoria, yendo sin tropiezos a las hipótesis más fáciles de refutar. Peirce atribuye a la inducción el papel débilmente justificacionista de una confirmación, la cual, sin embargo, no implica ninguna probabilidad definida (que está más lejos del inductivismo probabilista de Carnap, e incluso al de Reichenbach, que anticipa, la concepción frecuentista de probabilidad46): las estudio, que no se realizará aquí. 45 En esto Peirce anticipa evidentemente a Popper, pero también a Jean Nicod (1923) y su teoría de la “inducción por información”. Antes de Popper, Nicod encontró la disimetría que existe entre confirmación e información: “un caso favorable hace crecer más o menos la verosimilitud de la ley, mientras que un caso contrario la decrece completamente [...] De las dos acciones elementales de los hechos sobre las leyes, la acción negadora es entonces la única certera” (24). 46 En 1905, la probabilidad se define siempre como “la relación (ratio) conocida de la frecuencia de un evento futuro específico a un evento futuro genérico que lo incluye” (Peirce 2003 196). Atribuir, según él, una probabilidad definida a una teoría no tendría sentido si no pudiéramos comparar varios universos y decir cuál es la proporción verdadera de ellos: “Esto quiere decir que si presentamos un gran número de universos en la bolsa, lo sacudimos bien y sacamos uno al azar, este sería el resultado [82] Revista Colombiana de Filosofía de la Ciencia • Vol. X ∙ No. 20 - 21 • 2010 • Págs. 57-86 predicciones obtenidas mediante la deducción a partir de la teoría, concerniendo también lo que sucedería si la teoría no fuera cierta, son sometidas a la prueba inductiva (Séptima Conferencia de 1903; 2002 431). Pero es sólo desde el punto de vista de la práctica que podemos confiar de esta corroboración: Una gran muestra ha sido formada por el conjunto completo de ocasiones en que la teoría se compara con el hecho, y una proporción abrumadora de estas oportunidades —de hecho, todos los casos que han surgido— se revelan para confirmar la teoría. Además, dice la práctica, podemos suponer de manera segura que esto sería así en la mayoría de los casos donde yo me basaré sobre la teoría, sobre todo porque ellos se parecen muchísimo a aquellos que ya se han puesto a prueba” (Peirce 1995 237). La teoría por lo tanto puede ser objeto de creencia: “creer es estar dispuesto a arriesgar mucho en una propuesta”, pero desde el punto de vista de la práctica. Entonces, desde el punto de vista de la ciencia pura, que, con ideales muy elevados, y un ‘objetivo final’47 no tiene nada que ver con la creencia, tales conclusiones científicas “no tienen ninguna posibilidad y no están sujetos a la creencia” (Peirce 1995 237). La ‘probabilidad’ que ofrece la prueba inductiva tiene valor solamente en la práctica. Esta conferencia de 1903 permite jerarquizar la investigación pura y desinteresada. Animados por el ‘verdadero Eros científico’ (amor a la verdad) válida en el largo plazo, y la economía de la investigación válida en el corto o mediano plazo —dos puntos de vista que parecían incompatibles—: de hecho, aunque los requisitos de la práctica prevalezcan en la vida cotidiana, la ciencia sólo tiene sentido como una búsqueda de la verdad que finalmente está condenada a cumplir. En cualquier caso, el propósito de una hipótesis explicativa está de acuerdo con la dialéctica de la duda y la creencia, “hacer de manera que se pueda evitar cualquier sorpresa y conducir a la creación de una expectativa positiva que no sea decepcionante” (Séptima Conferencia de 1903; en Peirce 2002 432). En esta misma conferencia, que representa el estado más adelantado de su pensamiento sobre la cuestión, Peirce, finalmente destaca el pleno acuerdo del pragmatismo con la lógica de la abducción; es más, las dos no hacen sino una sola, sin los inconvenientes del positivismo, permitiendo “el medio” (196). Tal procedimiento no tiene ningún sentido para él (cf. 2 673, 2 780, 2 748, 1 92, 5 195). Por no poder atribuir una probabilidad definida a una teoría, la inducción permite “una confianza proporcional en el caso que las experimentaciones que pueden ser intentadas confirmarían la teoría” (2003 195). 47 En la Quinta Conferencia de Harvard de 1903, Peirce define un enfoque último como “aquello que sería buscado en todas las circunstancias posibles —es decir, inclusive si los hechos contingentes establecidos por las ciencias fueran enteramente diferentes de lo que son” (2002 376). [83] Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré vuelo de la imaginación, siempre que esta imaginación aterrice para terminar en un efecto práctico posible” (2002 432). Él volvía a las conferencias de 1903 para completar esta síntesis epistemológica. Peirce probablemente no se hubiera imaginado la fortuna que debía conocer a finales del siglo XX, gracias a la inteligencia artificial, su noción de razonamiento abductivo: “La Inteligencia Artificial (AI) utiliza con frecuencia el razonamiento abductivo como un método para generar hipótesis para un conjunto de eventos, una teoría del dominio dada. El campo preferido de aplicación es el diagnóstico”, incluyendo el diagnóstico médico, dice Philippe Dague, un investigador en inteligencia artificial (Houdé et al. 1998 23-24). Debidamente formalizada, la abducción también juega un papel en varias otras tareas de resolución de problemas tales como la planificación, la comprensión del lenguaje natural, aprendizaje de máquinas, etc. De hecho, el ámbito de aplicación de la abducción es aún más amplia, incluyendo la psicología, y si todavía no se trata de una lógica unificada del descubrimiento, la abducción ofrece, en cualquier caso gran parte de características interesantes, queda sola en el camino en materia de “inferencia hacia la mejor explicación”. Trabajos citados Bouveresse, Jacques. L’ homme probable. Robert Musil, le hasard, la moyenne et l’escargot de l’Histoire. Paris: Éditions de l’Éclat, 1993. Chauviré, Christiane. Peirce et la signification: Introduction à la logique du vague. Paris: PUF, 1995. ---. La philosophie dans la boîte noire. Cinq pièces faciles sur Wittgensttein. Paris: Kimè, 2000. ---. “De Vienne à Cambridge. 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Edited (1–6) by Charles Hartshorne and Paul Weiss and (7–8) by Arthur Burks, Cambridge: Harvard University Press, 1931–1958. ---. 1859 -1892, Writings of Charles S. Peirce, A Chronological Edition (W), Vol. 1–6 & 8. Peirce Edition Project (PEP), 1982–. ---. The fixation of belief. Popular Science Monthly 12 (November 1877), 1-15. New York: D. Appleton–The Science Press. [Traduction française: Comment se fixe la croyance]. ---. “La Logique de la Science”, avec deux articles: “Comment se fixe la croyance” et “Comment rendre nos idées claires”, publiés en français dans la Revue philosophique de la France et de l’étranger en 1878 et 1879. Troisième année, Tome VI, décembre 1878 et quatrième année, tome VII, janvier 1879. Paris: PUF. ---. Écrits sur le signe. Rassemblés traduits et commentés par G. Deledalle. Paris: Le Seuil, 1978. Coll. L’ordre philosophique. ---. The Essential Peirce [EP], 2 volumes, Edited (1) by Nathan Hauser and Christian Kloesel and (2) by PEP editors. Indiana University-Bloomington, 1992-1998. [85] Acerca de los orígenes de la teoría de la investigación - Christiane Chauviré ---. Œuvres de C.S.Peirce, sous la direction de C. Tiercelin chez CERF, Paris, 2002, 2003, 2006. Trois volumes sont déjà parus: vol 1 Pragmatisme et pragmaticisme, 2002. Vol. 2 Pragmatismes et sciences normatives, 2003. Vol. 3 Écrits logiques, 2006. ---. Reasoning and the Logic of Things collects in one place Peirce’s 1898 series of lectures invited by William James. Edited by Kenneth Laine Ketner, with commentary by Hilary Putnam. Harvard, 1992. Poincaré, Henri. La valeur de la science. 1ère. édition, Paris: Gallimard, 1905. Popper, Karl. Un univers de propensions: deux études sur la causalité. 1990, trad. Alain Boyer. Combas: Editions de l’Eclat, 1992. ---. Lógica de la Investigación Científica, 1934 (1959 pour la traduction anglaise), trad. Nicole Thyssen-Rutten et Philippe Devaux, préface de Jacques Monod, Paris: Payot, 1973. Quine, Willard Van Orman. 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