JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y PARTICIPACIÓN POLÍTICA∗ Allan Brewer-Carías La justicia constitucional puede ser un instrumento fundamental para promover la participación política. Como un ejemplo reciente de esta instrumentalidad puede mencionarse el proceso constituyente de Venezuela de 1999: la Constitución de 1961, que ha sido sustituida por la de 1999, no regulaba en su texto una Asamblea Nacional Constituyente, es decir, no era una institución constitucionalizada, como en cambio si ocurría en la Constitución del Paraguay, donde se establece con claridad la figura de la Asamblea Nacional Constituyente, como mecanismo de revisión de la Constitución. La Constitución venezolana de 1961, en cambio, no establecía nada similar, y se limitaba a regular los mecanismos de revisión constitucional a través de la reforma general y de la enmienda. En 1999, sin embargo, se planteó la necesidad de promover un cambio político constitucional a través de una Asamblea Nacional Constituyente, que no estaba prevista constitucionalmente. Por supuesto, por ello, se desarrolló un gran debate político, bien importante, pues por una parte, el Presidente de la República recién electo en diciembre de 1998 Hugo Chávez Frías, planteaba como su bandera política fundamental la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, apelando a la soberanía popular; pero por la otra, estaba el principio de la supremacía constitucional que exigía respetar la Constitución, que regulaba mecanismos de revisión ∗ Conferencia dictada en el Panel sobre Participación Política frente a los sistemas de justicia: de lo constitucional a lo electoral en el XIX Curso Interdisciplinario de Derechos Humanos, Instituto Interamericano de Derechos Humanos, San José, Costa Rica, 21 de junio de 2001. constitucional que no implicaban posibilidad alguna de convocar una Asamblea Nacional Constituyente. El asunto fue sometido al conocimiento y decisión de la Corte Suprema de Justicia, la cual, en una sentencia de 22 de enero de 1999, adoptada como juez constitucional, interpretando la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política y la propia Constitución, dedujo que el derecho a la participación política era un derecho inherente a la persona humana, que tenía plena vigencia a pesar de que no estaba expresamente formulado en el texto constitucional como en cambio si lo hacía la Convención Americana de Derechos Humanos. El texto constitucional regulaba el sistema electoral, el sufragio, y el derecho a elegir, pero no consagraba expresamente un “derecho a la participación política”. En consecuencia, la Corte Suprema, como juez constitucional, interpretó la cláusula abierta de derechos de la Constitución, deduciendo que el derecho a la participación política era un derecho inherente a la persona humana y, por tanto, que resultaba posible hacer una convocatoria a un referéndum, como mecanismo de participación política, para que el pueblo, por vía de referéndum consultivo, se pronunciara sobre la convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente. Con esa sentencia de 22 de enero del 99, puede decirse que se inició el proceso constituyente en Venezuela. Este proceso, en todo caso, se desarrolló en el marco de la Constitución de 1961. Posteriormente, fue la propia Asamblea Nacional Constituyente, una vez electa, la que se salió del marco constitucional y dio un golpe de estado violando la Constitución. No hay que olvidar que con frecuencia son órganos constitucionales los que dan los golpes de estado, como hace una década ocurrió en Perú, apelando el Presidente de la República a su popularidad. La Asamblea Nacional Constituyente en Venezuela, sin duda, dio un golpe de estado, pues se puso por encima de la Constitución de 1961, por encima de los poderes constituidos y asumió el poder constituyente originario que sólo el pueblo podía ejercer. 2 Sin embargo, en su origen la Asamblea Nacional Constituyente surgió de una interpretación judicial de la Constitución de 1961, de cuyo texto dedujo el derecho a la participación política. Este es un ejemplo de cómo un juez constitucional puede promover la participación política por la vía de la interpretación constitucional. Pero sin duda, la justicia constitucional tiene siempre una doble cara: así como en este caso fue un instrumento fenomenal para la promoción de la participación política, también ha sido un instrumento maléfico para frenar dicha participación. Para darse cuenta, citemos dos ejemplos, también vinculados al proceso constituyente venezolano: La Constitución de 1999, regula extensamente la idea de la participación como derecho político e, incluso, regula la participación popular en diversas áreas sociales y económicas. La palabra participación, se utiliza, incluso, en más de 50 artículos, de manera que es una Constitución cargada de participación. En ella regulan, como se mencionó, mecanismos de participación directa de la sociedad civil los cuales, incluso, son únicos comparativamente hablando. Por ejemplo, para que la Asamblea Nacional pueda elegir a los titulares de los órganos del Poder Público que no son electos popularmente, o sea los magistrados del Tribunal Supremo, el Fiscal General de la República, el Contralor General de la República, el Defensor del Pueblo y los miembros del Consejo Nacional Electoral, debe asegurarse previamente la participación de la sociedad civil, en una forma que limita mucho la libertad de elección de la Asamblea. En efecto, para elegir a los titulares de estos órganos, los mismos tienen que ser postulados por unos Comités de Postulaciones que regula la propia Constitución, integrados por “representantes de los diversos sectores de la sociedad civil”. En esta materia, por tanto, se le da una “participación protagónica” a la sociedad civil, al establecerse que la elección de los altos funcionarios del Poder Público antes mencionados, ya no es una facultad discrecional de la Asamblea Nacional como lo era antes del Congreso. Ahora deben existir Comités de Postulaciones integrados por 3 representantes de la sociedad civil, que son los únicos que pueden hacer las postulaciones de candidatos ante la Asamblea, para que entre los postulados, la Asamblea los designe. Incluso, de acuerdo a la Constitución, no puede haber una designación por la Asamblea que no sea de entre las personas postuladas por los Comités de postulaciones. Esta reforma fue motivada por la reacción frente a la situación política anterior, que era de total discrecionalidad del antiguo Congreso para la designación de estos altos funcionarios, sin participación posible de ningún otro órgano del Estado o de la sociedad. La reacción contra esta situación condujo, incluso, a quitarle a la Asamblea el poder discrecional de nombrar estos funcionarios, y atribuirle a los Comités de Postulaciones su selección inicial. Esta exigencia, sin embargo, fue violada por la propia Asamblea Nacional en 2000, al haber dictado, con base en un supuesto régimen transitorio, una ley para la designación provisional transitoria de todas estas autoridades, sin ningún tipo de consideración en cuanto a la participación de la sociedad civil, salvo en unas llamadas “mesas de diálogo”, reduciéndose entonces la participación a formar parte de tales mesas. Eso, por supuesto, no es participar políticamente; es una forma de dar opinión, pero no es ser parte de una decisión. En este caso, entonces, teniendo en cuenta que la Constitución establece un mecanismo de participación, ante su violación por la Asamblea, era el Tribunal Supremo, justamente como tribunal constitucional, el que debía servir como instrumento de control constitucional. Sin embargo, para lo que sirvió fue para poner de lado las normas constitucionales sobre participación a cuyo efecto dictó una sentencia a través de la Sala Constitucional en la cual, además, lamentablemente e inexplicablemente limitó a la propia sociedad civil: primero, al excluirla e interpretar que en virtud de un supuesto régimen transitorio, la Constitución no se aplicaba en 2000 para la designación de las altas autoridades del Estado. Incluso, la Corte fue mucho más lejos, porque en otra sentencia llegó a decidir que la Constitución no era obligatoria para los casos de ratificación de los 4 propios Magistrados del Tribunal Supremo. Caso insólito, porque eran los mismos Magistrados que iban a ser ratificados, los que decidieron, ellos mismos, que la Constitución no se les aplicaba a ellos. El más elemental criterio de inhibición judicial fue puesto de lado. Pero no sólo esto, sino que hubo otras dos sentencias adicionales, una de la Sala Constitucional y otra de la Sala Electoral del Tribunal Supremo que deben destacar en relación con el tema de la participación, que ponen en evidencia que en lugar de un fenomenal instrumento de promoción de la participación política, un Tribunal Constitucional puede ser lo contrario, es decir, un maléfico instrumento respecto a la participación política. El Tribunal Supremo, en efecto, dictó sentencia en 2000, precisamente con motivo de las demandas, amparos y recursos que la Defensora del Pueblo y los organismos de la sociedad civil plantearon para participar en la toma de las decisiones de nombramiento de los altos funcionarios del Estado. La Sala Constitucional llegó, incluso, a definir qué era y qué no era “sociedad civil”, llegando a afirmar que no podía ser considerada sociedad civil, una ONG que recibiera financiamiento del exterior, con lo cual abrió el campo para la creación de organizaciones alentadas por el gobierno y las organizaciones partidistas que lo apoyan, las cuales entonces serán las recipiendarias de fondos públicos nacionales; y esas sí eran entonces, sociedad civil. Otra regulación en la Constitución también nos muestra esta doble cara que pueden tener de un juez constitucional, y es la norma, que atribuye al Poder Electoral, es decir, al Consejo Nacional Electoral, la competencia para organizar las elecciones de los sindicatos y de los demás gremios profesionales. Es decir, en un país donde supuestamente se promueve la participación y se habla de sociedad civil, sin embargo, se atribuye al Estado, es decir, al órgano nacional electoral la potestad de organizar las elecciones sindicales y de los gremios profesionales; con lo cual la libertad sindical queda intervenida por el Estado. 5 Con base en esta norma, lamentablemente, se ha efectuado una segunda interpretación, por la Sala Electoral, sobre lo qué es gremio profesional. En el derecho público tradicional, han sido considerados como tales, los Colegios Profesionales, es decir, aquellas organizaciones creadas por ley como consecuencia de una obligación de pertenencia. Normalmente esos son los colegios profesionales, regulados y creados por ley, en la cual, como sucede por ejemplo, en cuanto al ejercicio de la abogacía, se exige para ello el estar inscrito en un Colegio de Abogados. Además, estos colegios tienen la potestad de control del ejercicio de la profesión y la potestad sancionatoria; por eso normalmente son creados por ley. Estimamos que la idea en atribuir la organización de la elección de los gremios profesionales al Consejo Nacional Electoral, estaba referida de este tipo de gremios. Sin embargo, la Sala Electoral del Tribunal Supremo ha interpretado que gremios profesionales no sólo son los colegios profesionales creados por ley, sino toda agrupación de profesionales con lo cual hasta una asociación de profesores universitarios, está sometida a la intervención del Consejo Nacional Electoral como el órgano encargado de realizar las elecciones de los directivos. La Sala Electoral interpretó que esa expresión “gremio profesional” no se refería sólo a los colegios profesionales regulados por ley, sino a toda agrupación de profesionales. Y todo esto ha sucedido a fuerza de interpretación constitucional. Por ello, si bien en Venezuela tenemos un esquema de justicia constitucional incomparable desde el punto de vista del derecho constitucional comparado, que lo convierte en un instrumento excepcional para la promoción de la participación política; también puede servir como un instrumento realmente perjudicial para la participación política, como ha ocurrido en estos casos. Ahora, en cuanto a la justicia constitucional y a los diversos instrumentos de control que existen, en Venezuela estimamos de interés hacer un recuento rápido de dicho sistema, tal como ha sido 6 consolidado después de una larga evolución en la Constitución de 1999. Se trata de un sistema que se viene desarrollando desde mitades del siglo XIX, de manera que en 1858 ya aparece en la Constitución venezolana un control de constitucionalidad directo, a través de una acción popular que se ejercía ante la Corte Federal. Desde el siglo XIX, por tanto, se adopta el control concentrado de constitucionalidad de los actos del Estado, que se va moldeando al establecerse, primero, para impugnar las leyes provinciales estatales y luego leyes en general, mediante acción popular, que corresponde a cualquier ciudadano. Ese sistema de control concentrado de la constitucionalidad, ha existido en paralelo a un sistema de control difuso de la constitucionalidad, que se incorporó también al constitucionalismo desde el siglo XIX, como consecuencia del principio de la supremacía constitucional y de la nulidad objetiva, es decir, de la nulidad de los actos estatales contrarios a la Constitución. Con esos principios constitucionales, el control difuso es una institución que también se incorpora al constitucionalismo desde el siglo XIX. Ahora aparece en la Constitución venezolana, expresamente, con lo cual se consolida el sistema mixto de control concentrado y difuso de la constitucionalidad; sistema que está muy extendido en América Latina. En efecto, el sistema mixto lo tienen buena parte de los países latinoamericanos, aún cuando no con las mismas características. Primero, no necesariamente existe acción popular y el control difuso no necesariamente puede ejercerse de oficio, como es el caso de Venezuela. Además, constitucionalmente se regulan otros seis mecanismos de justicia constitucional. Por una parte, existe el control constitucional basado en la protección de los derechos y garantías constitucionales mediante el amparo constitucional. 7 Por otra parte existe el control previo de constitucionalidad siguiendo experiencias europeas, que se ejerce antes de la entrada en vigencia de la ley, en materia de leyes aprobatorias de tratados. Además, siguiendo el esquema español, en materia de leyes orgánicas también hay un control previo obligatorio para determinar si la ley orgánica es de aquellas que permite la Constitución. Además se regula otro sistema de control previo de la constitucionalidad respecto de las leyes sancionadas antes de la promulgación a requerimiento del Presidente de la República, sin que haya necesariamente veto presidencial. Antes, este control estaba vinculado al veto presidencial a la ley, pero ahora puede no haber veto de devolución a la Asamblea, y el Presidente puede directamente ir a la Sala Constitucional para exigir el control previo de la constitucionalidad de cualquier ley. Además, existe un control obligatorio de los decretos de estado de excepción, como sucede en Colombia; es decir, estos decretos de estado de excepción al dictarse por el Presidente, obligatoriamente deben someterse al control de la Sala Constitucional. Existe además, un sistema de control por omisión legislativa que abre la posibilidad de acudir ante la Sala Constitucional para que declare la inconstitucionalidad de la conducta omisiva del legislador o cualquiera otra autoridad representativa, en dictar determinadas leyes o actos normativos para el desarrollo de la Constitución; siguiendo aquí el esquema del control por omisión del sistema originalmente de Portugal. Luego fue adoptado también por Colombia con la llamada acción de cumplimiento. También corresponde a la Sala Constitucional, el contencioso constitucional de las controversias entre los órganos constitucionales, por lo que cualquier conflicto, sea originado en la distribución vertical del poder o en su distribución horizontal, debe ser resuelto por el Tribunal Constitucional. 8 Además, la Sala Constitucional ha desarrollado una nueva vía de control de constitucionalidad, que es un recurso de interpretación constitucional. Esta acción, que es excepcional en el derecho comparado, es una acción directa ante el tribunal con el objeto de lograr una interpretación constitucional. No es una acción popular, sino que para poder ser intentada tiene que alegarse un interés personal, legítimo y directo, en la interpretación de las normas constitucionales. Se trata, sin duda, de un sistema que cuando uno lo analiza bajo el ángulo del derecho comparado, es único. Es un esquema que en malas manos puede ser un desastre, como acaba de suceder también en Venezuela con la sentencia dictada en materia de libertad de expresión, en la cual por vía de interpretación, al decidir un recurso de amparo que es personalísimo, la Sala sin embargo dictó normas que han limitado la libertad y contrariado la Convención Americana de Derechos Humanos, que es de rango constitucional y la propia Constitución. De manera que volviendo al vínculo entre participación política y el juez constitucional, éste si bien puede ser el instrumento más importante para promover la participación política, pero también puede ser un instrumento contra la propia Constitución. USR:Atorres/DISCURSOS-ARTICULO/ JUSTICIA CONSTITUCIONAL Y PARTICIPACION POLITICA.DOC 9