IX LOS ÓRGANOS DEL ESTADO PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES I. LA INMUNIDAD DE LOS JEFES DE ESTADO 1. ASPECTOS GENERALES 9.1. CONVENCIÓN SOBRE LA PREVENCIÓN Y EL CASTIGO DE DELITOS CONTRA PERSONAS INTERNACIONALMENTE PROTEGIDAS, INCLUSIVE LOS AGENTES DIPLOMÁTICOS. NUEVA YORK, 14 DE DICIEMBRE DE 1973 Art. 1.o Para los efectos de la presente Convención: 1. Se entiende por «persona internacionalmente protegida». a) Un jefe de Estado, incluso cada uno de los miembros de un órgano colegiado cuando, de conformidad con la constitución respectiva, cumpla las funciones de Jefe de Estado, un Jefe de Gobierno, un Ministro de Relaciones Exteriores, siempre que tal persona se encuentre en un Estado extranjero, así como los miembros de su familia que lo acompañen. b) Cualquier representante, funcionario o personalidad oficial de un Estado, o cualquier funcionario, personalidad oficial u otro agente de una organización intergubernamental que, en el momento y en el lugar en que se cometa un delito contra él, sus locales oficiales, su residencia particular o sus medios de transporte, tenga derecho, conforme al derecho internacional, a una protección especial contra todo atentado a su persona, libertad o dignidad, así como los miembros de su familia que formen parte de su casa. 2. Se entiende por «presunto culpable» la persona respecto de quien existan suficientes elementos de prueba para determinar prima facie que ha cometido o participado en uno o más de los delitos previstos en el artículo 2. Art. 2.o 1. Serán calificados por cada Estado parte como delitos en su legislación interna, cuando se realicen intencionalmente: a) La comisión de un homicidio, secuestro u otro atentado contra la integridad física o la libertad de una persona internacionalmente protegida; b) La comisión de un atentado violento contra los locales oficiales, la residencia particular o los medios de transporte de una persona internacionalmente protegida que pueda poner en peligro su integrada física o su libertad; c) La amenaza de cometer tal atentado; d) La tentativa de cometer tal atentado, y e) La complicidad en tal atentado. 2. Cada Estado parte hará que esos delitos sean castigados con penas adecuadas que tengan en cuenta el carácter grave de los mismos. 3. Los dos párrafos que anteceden no afectan en forma alguna las obligaciones que tienen los Estados partes, en virtud del derecho internacional de adoptar todas las medidas adecuadas para prevenir otros atentados contra la persona, libertad o dignidad de una persona internacionalmente protegida. Art. 3.o 1. Cada Estado parte dispondrá lo que sea necesario para instituir su jurisdicción sobre los delitos previstos en el párrafo 1 del artículo 2 en los siguientes casos: [418] ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 419 a) Cuando el delito se haya cometido en el territorio de ese Estado a bordo de un buque o aeronave matriculado en ese Estado; b) Cuando el presunto culpable sea nacional de ese Estado; c) Cuando el delito se haya cometido contra una persona internacionalmente protegida, según se define en el artículo 1, que disfrute de esa condición en virtud de las funciones que ejerza en nombre de dicho Estado. 2. Asimismo, cada Estado parte dispondrá lo que sea necesario para instituir su jurisdicción sobre esos delitos en el caso de que el presunto culpable se encuentre en su territorio y de que dicho Estado no conceda su extradición conforme al artículo 8 a ninguno de los Estados mencionados en el párrafo 1 del presente artículo. 3. La presente Convención no excluirá ninguna jurisdicción penal ejercida de conformidad con la legislación nacional. Art. 4.o Los Estados partes cooperarán en la prevención de los delitos previstos en el artículo 2, en particular: a) Adoptando todas las medidas factibles a fin de impedir que se prepare en sus respectivos territorios la comisión de tales delitos tanto dentro como fuera de su territorio. b) Intercambiando información y coordinando la adopción de medidas administrativas y de otra índole, según convenga, para impedir que se cometan esos delitos. [...] [BOE, 7 de febrero de 1986.] 9.2. CÓDIGO PENAL DE 23 DE NOVIEMBRE DE 1995 [...] Art. 605. 1. El que matare al Jefe de un Estado extranjero, o a otra persona internacionalmente protegida por un Tratado, que se halle en España, será castigado con la pena de prisión de veinte a veinticinco años. Si concurrieran en el hecho dos o más circunstancias agravantes se impondrá la pena de prisión de veinticinco a treinta años. 2. El que causare lesiones de las previstas en el artículo 149 a las personas mencionadas en el apartado anterior, será castigado con la pena de prisión de quince a veinte años. Si se tratara de alguna de las lesiones previstas en el artículo 150 se castigará con la pena de prisión de ocho a quince años, y de cuatro a ocho años si fuera cualquier otra lesión. 3. Cualquier otro delito cometido contra las personas mencionadas en los números precedentes, o contra los locales oficiales, la residencia particular o los medios de transporte de dichas personas, será castigado con las penas establecidas en este Código para los respectivos delitos, en su mitad superior. Art. 606. 1. El que violare la inmunidad personal del Jefe de otro Estado o de otra persona internacionalmente protegida por un Tratado, será castigado con la pena de prisión de seis meses a tres años. 2. Cuando los delitos comprendidos en este artículo y en el anterior no tengan señalada una penalidad recíproca en las leyes del país a que correspondan las personas ofendidas, se impondrá al delincuente la pena que sería propia del delito, con arreglo a las disposiciones de este Código, si la persona ofendida no tuviese el carácter oficial mencionado en el apartado anterior. [BOE, 24 de noviembre de 1995.] 9.3. COMUNICADO DE LA DIRECCIÓN DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO DEL DEPARTAMENTO FEDERAL DE ASUNTOS EXTERIORES DE LA CONFEDERACIÓN HELVÉTICA, DE 12 DE DICIEMBRE DE 1997, SOBRE INMUNIDAD DE JURISDICCIÓN Y DE EJECUCIÓN DE LOS JEFES DE ESTADO, JEFES DE GOBIERNO, MINISTROS, OTRAS PERSONALIDADES Y AGENTES DIPLOMÁTICOS EXTRANJEROS [...] El Convenio de Viena de 18 de abril de 1961 sobre relaciones diplomáticas regula el estatuto de los miembros de la misión diplomática que ejercen sus funciones en el Estado receptor. En Suiza, ésta se aplica directamente a las misiones establecidas en Berna y en sus miembros 420 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO y, por analogía, a las misiones permanentes asentadas en Ginebra ante las organizaciones internacionales y a sus miembros. El artículo 30, párrafo 2, del convenio arriba mancionado consagra el principio de la inviolabilidad de los documentos, de la correspondencia y de los bienes del agente diplomático, bajo reserva del artículo 31, párrafo 3, del referido convenio. Esta inviolabilidad de los bienes deriva de la inviolabilidad de la persona (art. 30), de la inviolabilidad de la morada privada (art. 30, párrafo primero), de la inmunidad de jurisdicción penal (art. 31, párrafo primero) y de la inmunidad de jurisdicción civil y administrativa (cfr. las excepciones enunciadas en el art. 31, párrafo 3) de las que goza el agente diplomático. Estas disposiciones deben igualmente leerse en relación con el artículo 37, párrafo 2, del referido convenio, de tal manera que ésas se aplican a los miembros del personal administrativo y técnico, salvo que, por esta categoría de personas, la inmunidad de jurisdicción civil y administrativa se aplique sólo por los actos cometidos en el ejercicio de las funciones. Finalmente, debemos mencionar que las disposiciones arriba mencionadas abarcan igualmente los altos funcionarios de las organizaciones internacionales, es decir, los que gozan del estatuto diplomático de conformidad con el acuerdo de sede celebrado entre el Consejo federal y la referida organización internacional. Por «bienes» en sentido del artículo 30, párrafo 2, del Convenio de Viena sobre relaciones diplomáticas, la doctrina entiende los bienes muebles que son susceptibles de cubrir, además del salario, los equipajes, los vehículos, los muebles, los efectos personales y las cuentas bancarias. La inviolabilidad se extiende a esos bienes, en cualquier lugar en el que se encuentren en el Estado receptor, es decir en la morada privada del agente diplomático o en el exterior de esta última. Eso comporta que esos bienes, que comprenden las cuentas bancarias, no pueden ser objeto de apropiación, o sea de embargo. La inmunidad de la que se beneficia el agente diplomático por lo que se refiere a sus cuentas bancarias es absoluta, salvo en el caso en que la cuenta bancaria está destinada a una actividad profesional o mercantil del agente diplomático, un inmueble privado de este último o forma el objeto de una sucesión (cfr. las tres excepciones a la inmunidad de ejecución previstas por el art. 31, párrafo 3, que está en conexión con el art. 31, párrafo primero, del referido Convenio). Recordemos finalmente que el fin de los privilegios e inmunidades no es beneficiar a los particulares, sino asegurar el cumplimiento eficaz de las funciones de las misiones diplomáticas en calidad de representantes de los Estados. Este fundamento funcional de los privilegios e inmunidades está consagrado en el preámbulo del Convenio de Viena sobre relaciones diplomáticas. Por lo que se refiere al estatuto del jefe extranjero y a su séquito... A este propósito, os señalamos que el Tribunal federal ha tenido la ocasión de pronunciarse sobre la inmunidad de los Jefes de Estado en el asunto Marcos. La sentencia del Tribunal, de 2 de noviembre de 1989, afirma especialmente esto: «Los Jefes de Estado están absolutamente exentos, ratione personae, de cualquier medida de constricción y de cualquier acto de ejercicio de jurisdicción por un Estado extranjero por razón de actos que hubieren cometido, donde sea, en el ejercicio de funciones oficiales. Contrariamente a la inmunidad de la jurisdicción civil, siempre discutida y entendida de manera relativa, la inmunidad de jurisdicción penal del Jefe de Estado es completa [...]. Esta inmunidad parece del mismo modo abarcar, sin reserva, las actividades privadas de los Jefes de Estado [...]». El tribunal federal admite por lo tanto que la inmunidad de jurisdicción penal de los Jefes de Estado es completa, cualquiera que sea la naturaleza del acto en cuestión y cualquiera que sea el lugar donde se encuentren. Basándose en esta sentencia, el profesor Salmon enuncia que en lo que concierne las acciones emprendidas en ausencia del Jefe de Estado en el territorio del foro, la inmunidad de jurisdicción penal sigue siendo completa para cualquier Jefe de Estado en funciones. ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 421 Nuestra Alta Corte estima de todas formas que el privilegio de la inmunidad de jurisdicción completa de la que se benefician los Jefes de Estado en los Estados extranjeros por todos los actos que recaerían originariamente bajo la jurisdicción de esos Estados, cualquiera que sea el criterio de conexión de los actos incriminados, encuentra sus límites, por una parte, en la voluntad de este Estado y, por otra, en la permanencia en funciones del Jefe de Estado extranjero. Para llegar a esto el Tribunal federal aplica por analogía los artículos 32 (renuncia a la inmunidad de jurisdicción) y 39 (inmunidad de jurisdicción que subsiste tras el fin de las funciones sólo para los actos oficiales), del Convenio de Viena de 18 de abril de 1961 sobre relaciones diplomáticas. Por lo que afecta los miembros de gobierno (ministros), el derecho internacional no les reconoce privilegios e inmunidad sino cuando forman parte a una misión especial del Estado de envío (cfr. art. 21, párrafo 2, del Convenio de Nueva York sobre misiones especiales, de 8 de diciembre de 1969). Además, se consideran «personas que gozan de una protección internacional» según el Convenio de 14 de diciembre de 1973 sobre la prevención y la represión de las infracciones contra las personas que gozan de una protección internacional, inclusive los agentes diplomáticos, y tienen así derecho a una protección especial contra cualquier agresión a su persona, su libertad o su dignidad. Finalmente, los miembros de la familia del Jefe de Estado son igualmente considerados personas que gozan de una protección internacional de conformidad con los convenios arriba mencionados. Este estatuto privilegiado se basa en el derecho consuetudinario, que reconoce a los miembros de la familia cercana del soberano los mismos privilegios e inmunidades que los otorgados a este último cuando le acompañan en su misión en un Estado extranjero. [Revue Suisse de Droit International et Droit Européen, 1998, pp. 667-670.] 9.4. ACUERDO ENTRE EL REINO DE ESPAÑA Y EL PRINCIPADO DE ANDORRA RELATIVO AL ESTATUTO DEL COPRÍNCIPE EPISCOPAL, HECHO EN MADRID EL 23 DE JULIO DE 1993 El Reino de España y el Principado de Andorra, Considerando que el Copríncipe Episcopal tiene su sede en territorio español, y habiendo sido reconocida la personalidad internacional de Andorra mediante el Tratado de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación entre el Reino de España, la República Francesa y el Principado de Andorra, se hace preciso regular el estatuto del Copríncipe Episcopal como persona internacionalmente protegida y el de sus servicios en cuanto Jefe del Estado andorrano, en territorio español; por ello. Han convenido lo siguiente: Art. 1.o El Estado español reconoce al Obispo de Urgel, en su calidad de Copríncipe del Principado de Andorra, la condición de persona internacionalmente protegida, y tomará todas las medidas adecuadas para impedir cualquier atentado contra su persona, su libertad o su dignidad. Art. 2.o La persona del Copríncipe de Andorra es inviolable. No puede ser objeto de ninguna forma de detención o arresto. Gozará de inmunidad de jurisdicción penal. Igualmente gozará de inmunidad de jurisdicción civil y administrativa en el ejercicio de sus funciones públicas como Jefe de Estado andorrano. En ningún caso incurrirán en responsabilidad por el ejercicio de sus funciones como delegados del Copríncipe de Andorra las autoridades a las que les haya sido otorgada dicha delegación de acuerdo con el artículo 46.2 de la Constitución del Principado. El Estado español reconoce los títulos de acreditación de tales personas o autoridades expedidos por la autoridad del Copríncipe. Art. 3.o Gonzará de inviolabilidad la residencia privada del Copríncipe de Andorra, los documentos, correspondencia y archivos y los locales destinados en forma exclusiva a constituir la sede de los servicios a disposición del Obispo de Urgel para el ejercicio de sus funciones como Jefe del Estado andorrano. La inviolabilidad consistirá en que los agentes del Reino de España no podrán penetrar en la residencia o locales citados en el párrafo anterior sin consentimiento expreso del Copríncipe o autoridad en quien éste delegue. La correspondencia y archivos serán siempre inviolables donde quiera que se hallen. 422 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO En el momento de la entrada en vigor del presente tratado, el Gobierno andorrano facilitará información a la otra parte contratante para la identificación de los edificios, locales y archivos a los que se refiere este artículo. Art. 4.o El Estado español autoriza y protege la libre comunicación del Copríncipe de Andorra con el Principado y la inviolabilidad de los agentes y de los medios de transporte de la correspondencia oficial. Art. 5.o El presente Acuerdo entrará en vigor una vez que ambas partes se hayan comunicado, por vía diplomática, el cumplimiento de sus respectivos requisitos constitucionales y asimismo haya entrado en vigor el Tratado de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación entre el Reino de España, la República Francesa y el Principado de Andorra. Art. 6.o El presente Acuerdo, redactado en un ejemplar único en castellano y catalán, siendo ambos textos igualmente fehacientes, será depositado en los archivos del gobierno del Principado de Andorra que entregará una copia certificada conforme al Gobierno de la otra parte contratante. En fe de lo cual, los plenipotenciarios infrascritos estampan sus firmas al pie del presente Acuerdo. Hecho en Madrid, 23 de julio de 1993. Por el Reino de España, Ministro de Asuntos Exteriores Por el Principado de Andorra, Jefe de Gobierno El presente Acuerdo, según se dispone en su artículo 5, entró en vigor el 1 de diciembre de 1994, fecha de la última notificación cruzada entre las partes comunicando el cumplimiento de los respectivos requisitos constitucionales y en la que asimismo entró en vigor el Tratado de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación entre el Reino de España y la República Francesa y el Principado de Andorra. [BOE, 6 de mayo de 1995.] 2. INMUNIDAD DEL JEFE DE ESTADO Y CRÍMENES CONTRA LA HUMANIDAD 9.5. ESTATUTO DEL TRIBUNAL MILITAR INTERNACIONAL, HECHO EN LONDRES EL 8 DE AGOSTO DE 1945 [...] II. JURISDICCIÓN Y PRINCIPIOS GENERALES Art. 6.o El Tribunal establecido por el Acuerdo mencionado en el artículo 1.o para juzgar y castigar a los principales criminales de guerra de los países europeos del Eje, tendrá competencia para juzgar y castigar a las personas que actuando en favor de los intereses de los países europeos del Eje, como individuos o como miembros de organizaciones, hubieran cometido alguno de los crímenes que se enumeran a continuación. Los siguientes actos, o uno cualquiera de ellos, son crímenes sujetos a la jurisdicción del Tribunal, por los cuales habrá responsabilidad individual: a) Crímenes contra la paz: es decir, planeamiento, preparación, violación de tratados internacionales, acuerdos y seguridades, o la participación en un plan común o en una conspiración para ejecutar cualquiera de los actos precedentes: b) Crímenes de guerra: es decir, violaciones de las leyes y de iniciación o ejecución de una guerra de agresión o de una guerra contra costumbres de la guerra. Estas violaciones incluyen, pero no están limitadas, asesinatos, maltratamientos y deportaciones para trabajos forzados o para cualquier otro propósito, de poblaciones civiles de territorios ocupados o que se encuen- ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 423 tren en ellos; asesinatos o maltratamientos de prisioneros de guerra o de personas en los mares; ejecución de rehenes, despojo de la propiedad pública o privada; injustificable destrucción de ciudades, pueblos y aldeas, devastación no justificada por necesidades militares; c) Crímenes contra la humanidad: es decir, asesinatos, exterminación, sometimiento a esclavitud, deportación y otros actos inhumanos cometidos contra cualquier población civil antes o durante la guerra, o persecuciones por motivos políticos, raciales o religiosos, en ejecución o en conexión con cualquier crimen de la jurisdicción del Tribunal, sean o no una violación de la legislación interna del país donde hubieran sido perpetrados. Los dirigentes, organizadores, instigadores y cómplices participantes en la elaboración o en la ejecución de un plan común o de una conspiración para cometer cualquiera de los crímenes antedichos son responsables de todos los actos realizados por toda persona en ejecución a tales planes. Art. 7.o La posición oficial de los acusados, sea como jefes de Estado o como funcionarios de responsabilidad en dependencias gubernamentales, no será considerada como excusa eximente para librarles de responsabilidad o para mitigar el castigo. Art. 8.o El hecho de que el acusado hubiera actuado en cumplimiento de órdenes de su gobierno o de un superior jerárquico no librará al acusado de responsabilidad, pero ese hecho podrá considerarse para la atenuación de la pena, si el Tribunal determina que la justicia así lo requiere. [Reprod. en A. QUINTANO RIPOLLÉS, Tratado de Derecho Penal Internacional e internacional penal, CSIC, Madrid, 1955, pp. 409-410.] 9.6. PRINCIPIOS DE DERECHO INTERNACIONAL RECONOCIDOS POR EL ESTATUTO DEL TRIBUNAL DE NUREMBERG Y POR LA SENTENCIA DEL TRIBUNAL [...] PRINCIPIO III El hecho de que la persona que haya cometido un acto que constituya un delito según el derecho internacional haya actuado como Jefe de Estado o como autoridad del Estado no la exime de responsabilidad internacional conforme al derecho internacional. 103. Este principio está basado en el artículo 7 del Estatuto del Tribunal de Núremberg. Según los términos del Estatuto y del fallo, el hecho de que un individuo haya actuado como Jefe de Estado o como autoridad del Estado no le exime de su responsabilidad en derecho internacional. «El principio de derecho internacional que, en ciertas circunstancias, protege a los representantes del Estado», dijo el Tribunal, «no puede aplicarse a actos condenados como delitos por el derecho internacional. Los autores de esos actos no pueden escudarse con su cargo oficial a fin de sustraerse a la sanción...» La misma idea fue además expresada en el siguiente pasaje de las conclusiones: «Quien viola las leyes de la guerra no puede obtener inmunidad por el hecho de actuar en cumplimiento de las órdenes del Estado, si el Estado al ordenar un acto, se excede de su competencia en derecho internacional.» 104. La última frase del artículo 7 de la Carta, «ni como atenuante de la pena», no ha sido retenida en la formulación del Principio III. La Comisión considera que la cuestión de la atenuación de la pena es de la competencia del Tribunal. [Yearbook of the International Law Commision, 1950, vol. II, p. 375.] 9.7. CONVENIO SOBRE LA PREVENCIÓN Y CASTIGO DEL DELITO DE GENOCIDIO, DE 9 DE DICIEMBRE DE 1948 [...] Art. IV. Las personas que hayan cometido genocidio o cualquiera de los otros actos enumerados en el artículo III serán castigadas, ya se trate de gobernantes, funcionarios o particulares. [BOE, 8 de febrero de 1969.] 424 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 9.8. ESTATUTO DE ROMA DE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL, DE 17 DE JULIO DE 1998 [...] Art. 27. Improcedencia del cargo oficial.—1. El presente Estatuto será aplicable por igual a todos sin distinción alguna basada en el cargo oficial. En particular, el cargo oficial de una persona, sea Jefe de Estado o de Gobierno, miembro de un gobierno o parlamento, representante elegido o funcionario de gobierno, en ningún caso la eximirá de responsabilidad penal ni constituirá per se motivo para reducir la pena. 2. Las inmunidades y las normas de procedimiento especiales que conlleve el cargo oficial de una persona, con arreglo al derecho interno o al derecho internacional, no obstarán para que la Corte ejerza su competencia sobre ella. 9.9. DECISIÓN DEL CONSEJO CONSTITUCIONAL FRANCÉS DE 22 DE ENERO DE 1999 SOBRE EL ESTATUTO DE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL Sobre el respeto de las disposiciones de la Constitución relativas a la responsabilidad penal de los titulares de determinadas calidades oficiales: Considerando que según los términos del párrafo 1 del artículo 27 del Estatuto: «El presente Estatuto será aplicable por igual a todos sin distinción alguna basada en el cargo oficial. En particular, el cargo oficial de una persona, sea Jefe de Estado o de Gobierno, miembro de un gobierno o parlamento, representante elegido o funcionario de gobierno, en ningún caso le eximirá de responsabilidad penal ni constituirá per se motivo para reducir la pena»; y que se añade, en el párrafo 2 del artículo 27 que: «Las inmunidades y las normas de procedimiento especiales que conlleve el cargo oficial de una persona, con arreglo al derecho interno o al derecho internacional no obstarán para que la Corte ejerza su competencia sobre ella»; Considerando que se deriva del artículo 68 de la Constitución que el Presidente de la República, se beneficia de inmunidad por los actos cometidos en el ejercicio de sus funciones y fuera de los casos de alta traición; que además, mientras esté en funciones, su responsabilidad penal no puede ser enjuiciada sino ante la Alta Corte de Justicia, según las modalidades fijadas por el mismo artículo: que en virtud del artículo 68.1 de la Constitución, los miembros del Gobierno no pueden ser juzgados por los crímenes y delitos cometidos en el ejercicio de sus funciones sino por la Corte de Justicia de la República; finalmente que, los miembros del Parlamento, en virtud de la primera frase del artículo 26 de la Constitución, se benefician de inmunidad por las opiniones y votos emitidos en el ejercicio de sus funciones, y, en aplicación de la segunda frase del mismo artículo, no pueden ser objeto, en materia criminal o correccional, fuera de los casos de flagrancia o de condena definitiva, de arresto o de cualquier otra medida privativa o restrictiva de libertad sino con la autorización de la oficina de la Asamblea de la cual forman parte; Considerando que esto comporta que el artículo 27 del Estatuto es contrario a los regímenes particulares de responsabilidad establecidos por los artículos 26, 68 y 68.1 de la Constitución; [...]. [La documentation français. Problèmes politiques et sociaux, n.o 826. La justice pénale internationale, pp. 64-65.] 9.10. DICTAMEN NÚMERO 1374/99 DEL CONSEJO DE ESTADO, DE 22 DE JULIO DE 1999, SOBRE EXPEDIENTE RELATIVO AL ESTATUTO DE ROMA QUE INSTITUYE LA CORTE PENAL INTERNACIONAL [...] Segundo.—Figura en el expediente instruido en relación con el Estatuto reseñado un informe del Ministerio de Justicia, acompañado de una «nota singular sobre la inmunidad del Rey» (ambos de 23 de febrero de 1999). ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 425 El informe sobre el Estatuto de la Corte Penal Internacional comienza con una introducción que ilustra sobre su génesis (en la que participó activamente el Ministerio de Justicia español). Se indica que, durante el período comprendido entre el 15 de junio y el 17 de julio de 1998, tuvo lugar en Roma una Conferencia Diplomática de Plenipotenciarios de las Naciones Unidas que concluyó con la adopción del texto que contiene el mencionado Estatuto, el cual fue votado favorablemente por 120 Estados, entre ellos España con 7 votos en contra y 21 abstenciones. El 18 de julio de 1998 fue firmado por España junto con 28 Estados más. A continuación, el informe se ocupa de algunos aspectos jurídicos del Estatuto de la Corte Penal Internacional y aclara, respecto de algunos de ellos, la posición mantenida por España en la negociación del texto. En la «nota sobre la inviolabilidad del Rey en relación al Estatuto de la Corte Penal Internacional» se alcanzan las siguientes conclusiones: 1. La responsabilidad de los Jefes de Estado por violaciones del Derecho Internacional es un principio de derecho internacional. 2. Las normas sobre inmunidad de los Jefes de Estado, en tales hipótesis, no son extrapolables al plano internacional. 3. La Constitución no ha regulado, ni podía regular, la proyección internacional del principio interno de inviolabilidad. 4. Aceptado el principio abstracto de la responsabilidad de los Jefes de Estado, deben entrar en juego los principios internos a efectos de determinar la responsabilidad penal individual, en función de la imputabilidad de los actos internos de adopción de los actos regios, de manera que, si constitucionalmente el Jefe del Estado no puede tomar decisiones autónomas, la responsabilidad penal se desplaza al refrendante. 5. No se advierte oposición irreductible entre la Constitución y el Estatuto de la Corte y, en consecuencia, no necesita ser modificada aquélla. Tercero.—Obra asimismo en el expediente un informe sobre el Estatuto de la Corte Penal Internacional elaborado el 17 de febrero de 1999 por la Asesoría Jurídica General del Ministerio de Defensa (y transmitido al Ministerio de Asuntos Exteriores el 26 de marzo siguiente). Dicho informe se desglosa en cinco apartados, a saber: 1. Consideraciones previas, con exposición de antecedentes y observaciones sobre la incidencia del Estatuto en el ordenamiento español. Entre ellas pueden destacarse las siguientes: [...] — Respecto de la «improcedencia del cargo oficial» regulada en el artículo 27 del Estatuto, no se aprecia antinomia insalvable con el artículo 56.3 de la Constitución, proponiendo que España, al ratificar el Estatuto, formule una declaración interpretativa del siguiente tenor: «El Gobierno del Reino de España entiende que la disposición contenida en el párrafo segundo del artículo 27 del Estatuto, según la cual las inmunidades y las normas de procedimiento especiales que conlleve el cargo oficial de una persona, con arreglo al derecho interno o al derecho internacional, no obstarán para que la Corte ejerza su competencia sobre ella, resulta aplicable en relación con los actos de que dicha persona sea responsable». No siendo el Rey responsable de sus actos, que están siempre sujetos a refrendo, tal vez por esta vía pudiera salvarse el problema constitucional apuntado. [...] 2. DECLARACIONES INTERPRETATIVAS Se reitera lo antes expuesto en relación a la que se podría formular respecto del artículo 27 y, en todo caso, se estima que de no efectuarla se podría sostener que «el tratamiento competencial y funcional de la Corona en la legislación española permitiría, desde un punto de vista técnico-jurídico y doctrinal, mantener su inmunidad, situación ésta que no se produciría en los casos de otras Jefaturas de Estado, precisamente por el tratamiento constitucional de su esfera competencial, funcional y de decisión». [...] 426 5. MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO CONCLUSIÓN No existe objeción alguna para la ratificación por parte de España del Estatuto, sin perjuicio de las reflexiones y consideraciones expuestas, por lo que se informa favorablemente en tal sentido. [...] Y, en tal estado el expediente, el consejo de Estado emite la presente consulta. [...] B) El artículo 27 del Estatuto de la CPI establece la «improcedencia del cargo oficial» en los siguientes términos: «1. El presente Estatuto será aplicable por igual a todos sin distinción alguna basada en el cargo oficial. En particular, el cargo oficial de una persona, sea Jefe de Estado o de Gobierno, miembro de un gobierno o parlamento, representante elegido o funcionario de gobierno, en ningún caso la eximirá de responsabilidad penal ni constituirá per se motivo para reducir la pena. 2. Las inmunidades y las normas de procedimiento especiales que conlleve el cargo oficial de una persona, con arreglo al derecho interno o al derecho internacional, no obstarán para que la Corte ejerza su competencia sobre ella.» Este precepto tiene su antecedente inmediato en el artículo 7 del Proyecto de la Comisión de Derecho Internacional de las Naciones Unidas, en cuyo informe rendido a la Asamblea General sobre la labor realizada en su 48o período de sesiones se indica que el sentido último de la inadmisibilidad del cargo oficial como excusa absolutoria es evitar —como ya se hizo en el Estatuto del Tribunal de Núremberg— la alegación de «actos de Estado», de modo que quienes los ejecuten no sean responsables penalmente sino que estarían protegidos por la doctrina de la soberanía de Estado. «Las palabras “incluso si actuó como Jefe de Estado o de Gobierno” reafirman la aplicación del principio contenido en el presente artículo a los individuos que... tengan los mayores poderes de decisión». El tenor del artículo del Estatuto de Roma, más amplio que el del citado precepto, conduce a tratar la posible colisión de éste con diversos artículos constitucionales. [...] El artículo 56.3 de la Constitución recoge la inviolabilidad de la persona del Rey y declara que no está sujeta a responsabilidad. Resulta palmario que, pese a la identidad del significante («inviolabilidad») empleado en este artículo y en el 71, su significado no es unívoco en uno y otro. Si la inviolabilidad parlamentaria se funda en la protección de la libertad de expresión de los parlamentarios (a los que, aun siendo responsables de sus actos, no puede exigírseles responsabilidad por ellos en vía judicial penal, según quiere la Constitución), la del Jefe del Estado se fundamenta en su posición, ajena a toda controversia, dado el carácter debido de sus actos en el modelo constitucional de 1978. Es más, no se puede hablar en este último caso de ausencia absoluta de responsabilidad exigible por unos actos —que sería la consecuencia última de la inviolabilidad parlamentaria— sino de imputación de la que pueda derivarse de ellos al órgano refrendante (arts. 56.3 y 64.2 de la Constitución). En suma, la irresponsabilidad personal del Monarca no se concibe sin su corolario esencial, esto es, la responsabilidad de quien refrenda y que, por ello, es el que incurriría en la eventual «responsabilidad penal individual» a que se refiere el artículo 25 del Estatuto. La interpretación esbozada, cimentada sobre categorías dogmáticas acuñadas en el Derecho Constitucional comparado por referencia al régimen parlamentario más intenso y, en particular, a la forma política de las Monarquías parlamentarias (caracterización asumida por la Constitución de 1978 en el art. 1.2), no ha de representar una fractura de los propósitos y fines del Estatuto de Roma ni de los términos en que define la competencia de la CPI sino una aplicación plena de aquél con respeto de las variadas concepciones políticas vigentes en los que serán sus Estados Partes, aun entendiendo el Consejo de Estado que sobre este extremo cabrían otras orientaciones interpretativas. En todo caso, naturalmente, no se trataría de operar una limitación de la competencia de la CPI sino una delimitación de su ámbito propio y pleno en su proyección respecto de España. Atribuir al Estatuto, en cambio, un efecto modificativo de principios esenciales en la forma política de los Estados parece sobrepasar el objeto y fin ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 427 que le son propios. En tal sentido, se constata que en su propio texto existen pasajes que permiten mantener la posición defendida, ya sea en preceptos de alcance general [el art. 21.1.c) incluye entre las fuentes del derecho aplicables por la CPI el derecho interno de los Estados que normalmente ejercerían jurisdicción, siempre que esos principios no sean incompatibles con el Estatuto, y a él se remite el art. 31.3], ya sea en artículos específicos (como el 28.1, que insiste reiteradamente, respecto de la responsabilidad de los jefes militares y superiores, en la efectividad de su mando y control). [...] [Consejo de Estado, Recopilación de Doctrina Legal, 1999, pp. 1-22.] 9.11. AUTO DEL JUZGADO CENTRAL DE INSTRUCCIÓN NÚMERO CINCO, DE 3 DE NOVIEMBRE DE 1998. MAGISTRADO SR. GARZÓN [...] Segundo.—Conviene ahora hacer algunas reflexiones sobre la cuestión suscitada acerca de la aplicación del principio de «inmunidad soberana» o inmunidad respecto de los hechos presuntamente delictivos cometidos cuando JOSÉ AUGUSTO PINOCHET UGARTE era Jefe de Estado en Chile. En primer lugar, ha de decirse que dicho argumento aunque se aceptara a efectos dialécticos cede ante la evidencia que se refleja en el hecho de que el Sr. Pinochet no es nombrado Presidente de la República de Chile hasta el 17 de diciembre de 1974 en virtud del DecretoLey 806, de 1974, y, previamente, se constituye en Jefe de Gobierno el día 11 de septiembre de 1973 por la noche en virtud del Decreto Ley 1/1973, de la Junta de Gobierno. Por tanto, al menos en esos dos períodos no estaría amparado por dicha inmunidad. En segundo lugar, debe decirse categóricamente que tal inmunidad no existe en el Ordenamiento Jurídico español, ni tampoco tiene apoyo en la legislación internacional aplicable y que vincula tanto a España como al Reino Unido. Al respecto conviene hacer un poco de historia, que dará una idea de la evolución de este principio: Esta institución, que data del siglo XV, en Gran Bretaña ha sido varias veces cuestionada. En la segunda mitad del siglo XVI, la Reina de Escocia, María Estuardo es arrestada en Londres. Frente a esa detención invoca la inmunidad soberana que le es denegada por la Cámara de los Lores. Tras catorce años de cárcel, es ejecutada por decapitación. Al margen de este antecedente histórico, puede decirse que en los grandes avances del Derecho en materia de derechos humanos y en la prevención de atrocidades cometidas por algunos Estados es especialmente importante el desarrollo del concepto jurídico que finalmente alumbró las llamadas «leyes Anti-Genocidio». El primer antecedente importante se puede encontrar en la llamada «Cláusula Martens» en 1907 en la Convención de La Haya. Esa cláusula aprobada por todas las Naciones participantes establecía que «Los principios de las Leyes de las Naciones como Norma de conducta entre las Naciones civilizadas, estarán establecidos y prevalencen por las leyes de la humanidad y las demandas de la conciencia pública». A partir de esta declaración el Mundo ha vivido todos los horrores de las guerras y sobre todo de la eliminación sistemática de una parte de su población por la actuación coordinada de gobiernos que han exterminado colectivos enteros en contra de ese concepto denominado primero «Leyes de la Humanidad», después «Crímenes contra la Humanidad» y, finalmente, «Holocausto y Genocidio». Estremece pensar que el comportamiento de las Naciones llamadas civilizadas sólo haya tenido muestra de esa preocupación Universal de protección frente a las masacres por hechos que han tenido lugar en Europa en el que se hayan visto involucradas las potencias más desarrolladas económicamente del Planeta. La cuestión suscitada lleva a hacerse la consideración de si sólo los Países desarrollados tienen minorías o personas a las que proteger. Y qué sucede cuando esos crímenes contra la Humanidad suceden fuera de ese espacio físico o de los intereses de las grandes potencias. De todas formas, la multiplicación de guerras que afectan a varios países en el siglo XX y sus consecuencias sobre la población civil han exigido a los responsables políticos de los diferentes países que se revisen los principios, algunos obsoletos, sobre los que se apoyaba 428 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO la convivencia internacional con el fin de poder perseguir, juzgar y condenar a los responsables de tales hechos. En esta evolución, y por lo que se refiere a los actos contra las Leyes de la Humanidad, la Comisión Multinacional de Responsabilidades, reunida en París el 29 de marzo, de 1919. Esta Comisión, formada por juristas de los países vencedores de la Primera Gran Guerra, acuerda que «La Comisión desea establecer expresamente que la jerarquía de personas en puestos de autoridad no supone que el rango, así que sea el más alto, deba en ninguna circunstancia proteger al que lo tiene de ninguna responsabilidad, cuando esa responsabilidad se haya establecido ante un Tribunal debidamente constituido». Esto se extiende incluso al caso de los Jefes de Estado, frente a la llamada inmunidad o inviolabilidad de un soberano de un Estado que en todo caso tendrá carácter local y no fundamental y, por ello, desde el punto de vista internacional, la cuestión resulta diferente. La Comisión continúa diciendo que con posterioridad a su informe «se ha propuesto la creación de un Alto Tribunal compuesto por jueces de diferentes países, que incluye la posibilidad de que el Juicio se realice contra un ex-jefe de Estado cuando se trate de imputaciones de atrocidades contra las Leyes y Costumbres de la guerra y Leyes de la Humanidad, ya que, si así no se acordara, se daría la paradoja de que se juzgaría a los que habían cumplido las órdenes y no al que las dictó, y, por tanto, no podía haber mitigado las barbaridades cometidas durante la guerra por sus subordinados». La Comisión concluye que, «habiendo examinado multiplicidad de crímenes cometidos por esos poderes que, poco tiempo antes y en La Haya habían profesado su reverencia por el Derecho y su respeto por los principios de la Humanidad, la conciencia del pueblo exige una sanción que ponga luz y establezca que no se permite despreciar cínicamente las leyes más sagradas». Así, la Comisión establece las responsabilidades básicamente en dos categorías: A) Actos que provocan una guerra mundial y su inicio; y B) Actos que suponen violaciones de las Leyes y Costumbres de la Guerra y las Leyes de la Humanidad. El informe realizado fue aceptado por Inglaterra, que participó en su elaboración y no cuestionó el principio establecido de reclamar responsabilidades y juzgar a los Jefes de Estado. Sin embargo, EEUU y Japón no lo aceptaron. El artículo 227 del Tratado de Versalles, sobre esta cuestión estableció: «Los aliados y los poderes asociados denuncian públicamente a Guillermo II de Honenzollen, ex Emperador alemán, por una ofensa suprema contra la moralidad internacional y lo sagrado de los Tratados. Se constituirá un tribunal especial para juzgar al acusado, asegurándole la garantía esencial de sus derechos a la defensa. Este tribunal estará compuesto de cinco jueces, uno por cada uno de los siguientes poderes: Estados Unidos, Gran Bretaña, Francia, Italia y Japón. En sus decisiones este Tribunal se verá guiado por los más altos motivos de las normas internacionales con vista a justificar las obligaciones de las garantías de los compromisos internacionales y de la validez de la moralidad internacional. Será su obligación imponer los castigos que considere deban ser impuestos. Los Aliados y la Asociación de Poderes solicitarán al Gobierno de Holanda la entrega del ex Emperador para someterle a juicio». Como se ve, pese a las reticencias de algunos países, la inmunidad soberana fue levantada con el voto favorable de Gran Bretaña. El juicio nunca se llegó a celebrar, entre otras cosas porque Holanda no entregó al Káiser. No obstante, y pese al contexto de Leyes hechas al final de una Guerra, obsérvese que tanto en los trabajos de la comisión de Responsabilidades como en el Tratado de Versalles se incorpora el concepto de delitos cometidos contra las llamadas «Leyes de la Humanidad», que luego sería sustituido por la denominación de «Leyes contra la humanidad» y, a partir de 1948 se incluye el delito de Genocidio. El antecedente más inmediato y que forma parte del Derecho Internacional consuetudinario está en el Reglamento del Tribunal Internacional Militar de Nuremberg, aprobado en Londres en 1945. Esta iniciativa supondrá una serie de renuncias por parte de las potencias aliadas, entre las que se halla Inglaterra, que tendrá que redefinir, en esa época, los preceptos legales afectados. Especialmente el concepto de Inmunidad Soberana, como ya había hecho en el Tratado de Versalles de 1919. ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 429 No debe olvidarse que el Juez que presidió la mayoría de la sesiones del tribunal fue Sir Geoffrey Lawrence, de nacionalidad británica; así como el ex fiscal general inglés Hartley Shawcross, quien, en su intervención en la apertura de las sesiones, el 4 de diciembre de 1945 en Núremberg dijo: «Gran Bretaña acepta totalmente que la soberanía absoluta y la total libertad de acción sólo pertenece a esos Estados que no se han comprometido con obligaciones internacionales. Tan pronto como un Estado acepta las obligaciones internacionales limita su soberanía...». El artículo 1 del Reglamento del Tribunal establece: «Siguiendo el acuerdo firmado el 8 de agosto de 1945 por el Gobierno de los Estados Unidos de América, el Gobierno Provisional de la República Francesa, el Gobierno del Reino Unido de Gran Bretaña y el Norte de Irlanda, y el Gobierno de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, quedará establecido un Tribunal Militar Internacional (El Tribunal), para el juicio justo y el castigo de los principales criminales de Guerra del Eje». En su artículo 6 define los crímenes y delitos que serán de su competencia; éstos se dividen en tres: 1. Crímenes contra la paz; 2. Crímenes de guerra, y 3. Crímenes contra la humanidad. Este tercer grupo de delitos son los más directamente aplicables al caso que nos ocupa, y dice literalmente: «Crímenes contra la Humanidad: Principalmente asesinato, exterminación, exclavitud, deportación y otros actos inhumanos cometidos contra la población civil antes o durante la Guerra o persecuciones por razones políticas, raciales o religiosas en ejecución de o en conexión con cualquier crimen dentro de la jurisdicción del Tribunal, ya sea o no sea de violación de las Leyes nacionales del país en el que fueran perpetrados. Líderes, organizadores, instigadores y cómplices que participen en la formulación o ejecución de un plan general o conspiración para cometer cualquiera de los crímenes antes citados son responsables de todos los actos realizados por cualquier persona que ejecute dicho plan.» El artículo 7 de dicho Tribunal establece: «La posición oficial de los acusados, ya sea como Jefes de Estado o responsables oficiales en Departamentos gubernamentales, no deberá ser considerado como eximente de responsabilidad o como razón para un menor castigo». Como se ve, este artículo tenía por objeto la eliminación de cualquier traba en el sentido de que ninguno de los acusados pudiese basarse en su posición para eludir la acción de la justicia y ésto es especialmente notable en el caso del Almirante Karl D’nit, Jefe del Estado Mayor Alemán o lo que quedaba de él tras la muerte de Hitler, que fue juzgado y conducido sin que pudiera acogerse al principio de la Inmunidad Soberana. Igual sucedió con Rudolf Hess en 1944. El Reino Unido lo detiene en suelo británico y, a pesar de que era Ministro Alemán y tenía inmunidad le entregaron al Tribunal de Núremberg, donde fue condenado a cadena perpetua. Parece difícil, con estos argumentos que tienen ya casi ochenta años de edad, el pensar que ninguna Ley promulgada con posterioridad tenga menos vocación de castigar a los culpables de esta clase de delitos que la que ya se ha aplicado desde el punto de vista conceptual, primero tras la Primera Guerra Mundial y, de manera práctica, al finalizar la Segunda Guerra y que, ahora como nunca, se convierte en esenciales para la persecución y castigo de los responsables de hechos gravísimos contra la humanidad como los que aquí se investigan. El Reino Unido, al ratificar el Convenio de Prevención y Castigo de Delitos Contra Personas Internacionalmente Protegidas de 1973, formuló una objeción a la reserva formulada por la República de Burundi, haciendo constar que la perseguibilidad de tales crímenes era un elemento esencial del Convenio y que por ello no podía considerarse parte del mismo a Burundi mientras no retirara la reserva. Nótese que en autos existen varias personas que debían gozar de esa protección y fueron asesinadas. Por último, cuando Filipinas hizo reserva respecto del artículo 4 del Convenio sobre Genocidio, que establece la obligación de castigar por delito incluso a los gobernantes, Gran Bretaña objetó la reserva filipina. Tercero.—Es preciso destacar que las órdenes de detención libradas por este Juzgado los días 16 y 18 de octubre de 1998 lo han sido a efectos de extradición por presuntos delitos de genocidio, terrorismo y torturas, contra el Sr. Pinochet Ugarte. 430 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO La institución de la Inmunidad Soberana no puede proteger a quien se le imputa delito de genocidio, ya que aquélla no puede ir en contra de la Convención sobre Genocidio de 1948, ya que ésta obliga al Reino Unido. La resolución inglesa se apoya, al parecer, en que el artículo 4 de la Convención «que excluye la inmunidad» no se incorporó al Estatuto cuando se le concedió efecto parcial a aquella Convención en el Reino Unido. Si la Convención, con su artículo 4, está vigente en este país, entonces la comisión del genocidio fuera de Inglaterra carece de la menor relevancia frente a una orden de detención vinculada a un procedimiento de extradición. El artículo 11 de la Convención sobre genocidio establece, en síntesis, que la Convención estará abierta a la firma de los Estados Miembros hasta el 31 de diciembre de 1949; sería posteriormente ratificada y sus instrumentos de ratificación depositados en la Secretaría General de la ONU, y que a partir del 1 de enero de 1950 podrían adherirse otros Estados. De acuerdo con ese calendario, el artículo 13 establece: «La presente Convención entrará en vigor el nonagésimo día después de la fecha en que se haga el depósito del vigésimo instrumento de ratificación o de adhesión. Toda ratificación o adhesión efectuada posteriormente a la última fecha tendrá efecto el nonagésimo día después de la fecha en que se haga el depósito del instrumento de ratificación o adhesión». Tras su entrada en vigor, el artículo 14 de la Convención prevé una duración inicial de su vigencia de diez años, después de cinco años, «y así sucesivamente respecto de las Partes contratantes que no la hayan denunciado por lo menos seis meses antes de la expiración del plazo. La denuncia se hará por notificación escrita dirigida al Secretario General de las Naciones Unidas». Es conocido «y así lo recoge el Informe Whitaker en su página 12 que la Convención entró en vigor el 12 de enero de 1951, conforme a su artículo 13». Por tanto, la vigencia de la Convención en un determinado país no depende de su legislación interna, sino de si la ratificó o se adhirió y desde entonces se ha denunciado formalmente. Es decir, el Genocide Act de 1969. Si no hubieran existido tales reservas o denuncia, no sería verdad, porque la Convención no haya tenido efecto, siquiera parcial, en el Reino Unido, el Genocide Act de 1969, ni tendría el menor valor que esta ley interna no ha incorporado el artículo 4 de la Convención, referido a la ausencia de inmunidad frente al genocidio. Cuarto.—Para agotar las posibilidades sobre la cuestión de si el querellado Sr. Pinochet Ugarte tiene o no derecho a la inmunidad como Jefe de Estado, que impida su extradición a España desde el Reino Unido, es preciso ver algunas consideraciones más: 1) El Sr. Pinochet se convirtió en Jefe de Estado al derrocar por la fuerza a un Gobierno democráticamente elegido. 2) Los crímenes que se le imputan son crímenes, contemplados por el Derecho Internacional. 3) Cuando fueron cometido estos crímenes también violaron las legislaciones criminales chilenas, aunque fueron posteriormente amnistiados. 4) Si bien un Estado tiene el poder de otorgar amnistías por crímenes cometidos en su territorio o sujetos a su jurisdicción, dichas amnistías no proceden a quien cometió los actos amnistiados de responsabilidad penal ante el Derecho Internacional si los actos constituyen crímenes bajo el Derecho Internacional. 5) Al interpretar el Acta de Inmunidad de Estado de 1978, aplicable en el Reino Unido, inmunidades y privilegios, a jefes de Estado en su «calidad de funcionarios públicos», no se deben perder de vista los criterios que justifican el otorgamiento de dichas inmunidades. Aunque el Acta habla conjuntamente de la inmunidad diplomática, la inmunidad soberana y la inmunidad de jefe de Estado, los criterios jurídicos para cada una de estas inmunidades no son los mismos. a) Las inmunidades diplomáticas se consideran necesarias para permitir relaciones diplomáticas sin dificultades entre Estados y deben ser respetadas como un aspecto habitual y tradicional del Derecho Internacional. Dicha inmunidad diplomática subsiste para actos oficiales incluso después de que la misión diplomática haya terminado con el objeto de dar al diplomático toda la libertad para actuar en beneficio de los intereses de su país. ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 431 b) La inmunidad soberana, que no es obligatoria en el Derecho Internacional pero que se otorga como cortesía internacional recíproca, ha sido establecida para impedir que los gobiernos extranjeros y sus propiedades sean sujetos a la jurisdicción de tribunales de otros países. Antaño absoluta, esta inmunidad se ha visto restringida cada vez más en la mayor parte de las naciones y se refiere solamente a actos oficiales de naturaleza pública, para distinguirlos de los de naturaleza privada. La inmunidad soberana puede no aplicarse expresa o implícitamente. c) La inmunidad soberana se complementa con la así llamada doctrina de Acto de Estado, tampoco considerada obligatoria por el Derecho Internacional, pero reconocida como un asunto de cortesía, que mantiene que los tribunales de un país no juzgarán los actos de Estado (actos de gobierno) de un Estado extranjero que hayan sido llevados a cabo completamente en dicho Estado. Cabe hacer notar aquí que muchas autoridades de tribunales locales de varios países mantienen hoy en día que los actos de Estados extranjeros que representen una clara violación del Derecho Internacional no tienen derecho a la protección de la doctrina del Acto de Estado, entre otras razones porque la comunidad internacional no tiene ningún interés en proteger Actos de Estado extranjeros que violen claramente las leyes internacionales (véase el nada ambiguo dictamen sobre este punto hecho por la Suprema Corte de los Estados Unidos en el famoso caso «Sabbatino»). d) La inmunidad de jefe de Estado, que en el pasado estaba muy vinculada a la inmunidad soberana cuando el soberano era el Estado, actualmente sólo está parcialmente relacionada con la inmunidad soberana en su estricto sentido técnico. Es indiscutible que los jefes de Estado en funciones gozan de inmunidad por la misma razón que el Estado extranjero goza de inmunidad soberana para actos de gobierno de naturaleza no privada. La situación es muy distinta, sin embargo, con respecto a ex jefes de Estado. El Derecho Internacional no obliga a su protección, y por los mismos principios aplicables a la doctrina del Acto de Estado, que no se extiende a los crímenes bajo el Derecho Internacional. En este sentido, todo el Derecho Penal Internacional moderno rechaza, sea expresamente o implícita pero claramente, las defensas basadas en doctrinas de actos oficiales y en inmunidades de jefes de Estado o similares. 6) Dado que los tribunales británicos tienen una larga tradición de interpretar que el derecho local es compatible con reglas aplicables del Derecho Internacional, es perfectamente posible que interpreten que el Acta de Inmunidad de Estado es compatible con el Derecho Penal Internacional contemporáneo, tanto el tradicional como el convencional, y llegar a la conclusión de que el Acta no protege a ex jefes de Estado acusados de crímenes contra la humanidad y de crímenes igual de graves bajo el Derecho Internacional. No es una respuesta adecuada a lo anterior argumentar que dicha interpretación sometería a todos los ex jefes de Estado, incluyendo a la Reina, a la jurisdicción penal fuera de sus propios países. La verdadera preocupación en esto, claro está, es que los ex jefes de Estado podrían verse sujetos a acusaciones fabricadas de imputaciones falsas. Hay una gran variedad de otros métodos jurídicos internacionales y diplomáticos para enfrentarse a estos casos si llegaran a ocurrir. El hecho de que los tribunales británicos no levanten la inmunidad de un ex jefe de Estado por graves violaciones al Derecho Penal Internacional tampoco puede impedir que un país deshonesto pueda levantar falsas acusaciones contra un ex jefe de Estado. La idea de que el querellado, señor Pinochet Ugarte, pueda disfrutar de inmunidad de jefe de Estado en el Reino Unido para prevenir que la negociación de dicha inmunidad pudiera sentar precedentes que luego fueran utilizados de manera tramposa en otras partes, es difícil de aceptar a la luz del obviamente mayor y más fuerte interés que tiene Gran Bretaña en combatir los crímenes contra la humanidad y otros graves crímenes comparables bajo el Derecho Internacional. 7) Finalmente, hay que subrayar que, al aplicar la doctrina de la inmunidad de Jefe de Estado a ex jefes de Estado, se puede y debe hacer una distinción entre juzgar en Gran Bretaña a un ex jefe de Estado y extraditarlo a un país que aparentemente tiene jurisdicción para juzgarlo, como en el caso de España sobre el señor Pinochet. En este caso, al no extraditarlo, Gran Bretaña frustraría los legítimos intereses de políticas gubernamentales de España en juzgar a Pinochet, debido a que la política pública del Reino Unido se opone a que se juzgue en el Reino Unido a ex jefes de Estado incluso si están acusados de graves crímenes bajo el Derecho Internacional. De hacerlo así, los tribunales del Reino Unido estarían imponiendo 432 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO sus propias políticas a España en un caso en el que los intereses de España son mayores y se han enunciado con mayor claridad y, por tanto, tienen derecho a prevalecer. La situación sería distinta si los tribunales británicos simplemente mantuvieran que, en ausencia de legislación local específica, los ex jefes de Estado no pueden ser juzgados en el Reino Unido por actos criminales, hayan violado o no el Derecho Internacional. Este criterio no entraría en conflicto con las políticas gubernamentales de ningún Estado extranjero. Más aún, al decidir si extraditar o no a un ex jefe de Estado a su propio país o a un tercero, el Reino Unido claramente conservaría el derecho de determinar si el Estado solicitante tiene un caso prima facie que justifique la extradición por los crímenes imputados y si el país solicitante protegería completamente los derechos fundamentales de la persona. La detención, necesaria solamente para el propósito de efectuar la extradición, no debería entonces considerarse como una violación al Acta de Inmunidad Soberana. Debe finalizarse este apartado con la transcripción del artículo 4 de la Constitución Política de la República de Chile de 18 de septiembre de 1925, vigente en el momento del golpe de Estado de 11 de septiembre de 1973 y hasta 1980. Según este precepto: «Ninguna Magistratura, ninguna persona ni reunión de personas pueden atribuirse, ni aun a pretexto de circunstancias extraordinarias, otra autoridad o derechos que los que expresamente se les haya concedido por las leyes. Todo acto en contravención a este artículo es nulo». [Texto localizado en Internet: <http://www.derechos.org>.] 9.12. PROVIDENCIA DEL JUEZ DE INSTRUCCIÓN DE BRUSELAS, SR. D. VANDERMEERSCH, DE 6 DE NOVIEMBRE DE 1998 [...] 3.1. La competencia personal y la cuestión de las inmunidades reconocidas a los Jefes de Estado extranjeros. El Sr. Augusto Pinochet llegó al poder en septiembre de 1973 tras un golpe de Estado en el que el Presidente Allende fue derrocado, perdiendo la vida. A continuación, habría ejercido de hecho las funciones de jefe de Estado de Chile de acuerdo con ciertas características que habrán de ser comprobadas. El General Pinochet Ugarte abandonó sus funciones en el ejército en marzo de 1998. En primer lugar, habrá de verificarse, en el marco de la presente instrucción, en qué medida el Estado belga ha reconocido al Sr. Pinochet su condición de Jefe de Estado legítimo de Chile. Tras ello, si la condición de Jefe de Estado hubiera de serle reconocida al interesado, será preciso examinar si tal condición le confiere actualmente una inmunidad personal. Con carácter general, un Jefe de Estado extranjero en el ejercicio de sus funciones se beneficia de una inmunidad de jurisdicción y ejecución absolutas (ver en tal sentido, J. SALMON, Manuel de Droit Diplomatique, Bruylant, 1994, pp. 591 ss.) ahora bien, parece que el Sr. Pinochet no posee actualmente la condición de Jefe de Estado en ejercicio. Por lo que respecta a la persona que posee el estatuto de antiguo Jefe de Estado, cesa de disfrutar de las inmunidades atribuidas al ejercicio de su función cuando aquélla concluye. Sin embargo, continúa disfrutando de la inmunidad respecto de todos los actos realizados durante el desempeño de sus funciones como Jefe de Estado en tanto que esta inmunidad no le sea retirada por el Estado que envía (J. SALMON, Manuel de Droit Diplomatique, Bruylant, 1994, p. 602). Si los delitos imputados actualmente al Sr. Pinochet fueren considerados probados, no sería posible sin embargo considerar que habrían sido realizados en el ámbito de sus funciones: tales actos delictivos no pueden conceptuarse comprendidos en el ejercicio normal de las funciones de un Jefe de Estado, una de cuyas misiones consiste, precisamente, en garantizar la protección de sus conciudadanos. Por otra parte, la inmunidad reconocida a los Jefes de Estado no parece aplicable en materia de crímenes de derecho internacional, crímenes contra la paz o los crímenes contra la paz o los crímenes contra la humanidad (E. DAVID, Eléments du Droit pénal international, 19971998, PUB, pp. 36-37). ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 433 «La protección que el derecho internacional garantiza a los representantes del Estado no se aplica en relación con los actos delictivos. Los autores de tales actos no pueden invocar su condición oficial para sustraerse al procedimiento ordinario y eludir el castigo» (Tribunal militar internacional de Núremberg, 1 de octubre de 1946, citado por J. SALMON, Manuel de Droit Diplomatique, Bruylant, 1994, p. 603). [Journal des Tribunaux, 1999, p. 308.] 9.13. TRIBUNAL SUPERIOR DE JUSTICIA DE INGLATERRA Y GALES. SENTENCIA DE 28 DE OCTUBRE DE 1998 [...] 34. A continuación abordo el argumento de la inmunidad soberana, cuestión que es común a ambos requerimientos. La premisa fáctica de este argumento es que desde la primera fecha especificada en el segundo requerimiento provisional, enero de 1976, el solicitante era Jefe de Estado de la República de Chile. Él cesó antes de enero de 1992, que es la última fecha en el requerimiento provisional, pero no hay en ningún documento que nosotros hayamos visto en los que se alegue cualquier conducta específica contra el solicitante después de que hubiese cesado como Jefe de Estado en marzo de 1990. Es además destacable que la segunda orden internacional de arresto distribuida en España el 18 de octubre cubre el período septiembre de 1973 a 1979. El Sr. Jones QC del Servicio de la Fiscalía de la Corona reconoce que no había sido intención de su cliente confiar en cualquier cosa dicha después de que el solicitante hubiese cesado como Jefe de Estado en marzo de 1990. Aquella prueba no ha sido contradicha y nosotros no vemos razón para dudar de ello. [...] 48. El Sr. Jones, en un argumento obtenido del Servicio de la Fiscalía de la Corona, refuerza su argumentación con esta interpretación de las Leyes de 1964 y 1978. Él señala que, si la sección 20(1) de la Ley de 1978 y el artículo 39 de la Convención de Viena son leídos conjuntamente, la inmunidad sólo se aplica a un antiguo Jefe de Estado en relación con actos soberanos realizados en este país. Éste es un argumento que yo no puedo aceptar. Tal limitación geográfica no se encuentra en las previsiones; ni tal limitación geográfica se aplica a los jefes de misión; y no es quizás muy probable que un soberano extranjero pueda ejercer su poder soberano en este país. Esta argumentación es en todo momento incoherente con la racionalidad que subyace en la norma, que es una norma de carácter consuetudinario que restringe a un Estado soberano la posibilidad de someter a su jurisdicción el comportamiento de otro Estado. Entonces, él argumenta que la protección acordada a un soberano extranjero le afecta sólo en relación con el desempeño de sus funciones como Jefe de Estado, el Sr. Jones sostiene que no puede incluir conductas tales como las acusaciones contra el solicitante. Éste es un argumento que tiene algún atractivo. Pero un antiguo Jefe de Estado es claramente titular de inmunidad en relación con actos criminales realizados en el curso del ejercicio de funciones públicas. Uno no puede por lo tanto señalar que cualquier desviación de una buena práctica democrática está excluida de inmunidad. Si el antiguo soberano está inmune respecto de procesos en los que se juzga algunos delitos, ¿dónde ponemos la línea de separación? El Sr. Jones responde que algunos delitos son profundamente repugnantes para cualquier noción de moralidad hasta tal punto que constituyen un crimen contra la humanidad y que no puede existir inmunidad respecto de ellos. En consecuencia, señala que un antiguo Jefe de Estado (o presumiblemente un Jefe de Estado) puede ser declarado criminalmente responsable por tales actos como por cualesquiera otros. En esa categoría se colocarían crímenes como genocidio, tortura, secuestro de rehenes y otros de similar carácter ofensivo. 49. En apoyo del argumento que los crímenes tales como el genocidio tiene una peculiar cualidad de horror, el Sr. Jones apunta el artículo 4 de la Convención sobre la prevención y castigo del delito de genocidio, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 1948. Ese artículo prevé: «Las personas que hayan cometido genocidio o cualquiera de los otros actos enumerados en el artículo III serán castigadas, ya se trate de gobernantes, funcionarios o particulares». 434 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 50. La dificultad del argumento del Sr. Jones se encuentra, sin embargo, en el efecto parcial que la Convención posee en el Reino Unido por la Ley sobre Genocidio de 1969, pues el artículo 4 no ha sido incorporado en el Estatuto. En cualquier caso, el genocidio no es uno de los delitos especificados en la segunda orden provisional de la legislación del Reino Unido que está implícitamente citada en los apartados 1 a 4 de la segunda orden provisional, ya mencionada, es la Ley de toma de rehenes de 1982 y la sección 134 de la Ley de Justicia Criminal de 1988 en relación con la tortura. Ellas no contienen previsiones análogas al artículo 4 de la Convención sobre el delito de genocidio. 51. Es, por supuesto, un asunto de consideración pública que quien abusa del poder soberano para cometer crímenes contra la humanidad no debe escaparse de un proceso judicial ni de una pena apropiada. Nosotros nos hemos referido al Estatuto que estableció el Tribunal Internacional Militar en Núremberg en 1945. Su artículo 7 preveía: «La posición oficial de los acusados, sea como Jefes de Estado o como funcionarios de responsabilidad en dependencias gubernamentales, no será considerada como causa eximente para librarles de responsabilidad o para mitigar el castigo.» [...] 64. Estos procesos se refieren, y afectan exclusivamente, a la inmunidad del Jefe del Estado. Es una inmunidad absoluta que le afecta sólo a él en virtud de su cargo, mientras actúe como Jefe de Estado y limitada por la tanto a los actos realizados en el ejercicio de sus funciones como Jefe de Estado. En realidad la situación a la que nos referimos no es posible que se produzca, excepto en los casos en los que el Jefe del Estado tiene el control de los poderes ejecutivos. 65. El argumento se enunció señalando que nunca se podría estar en el ejercicio de tales funciones para cometer crímenes tan serios como los cometidos por el solicitante. Desafortunadamente, la historia muestra que han existido ocasiones en las que la policía estatal ha exterminado u oprimido grupos particulares. Uno no tiene que mirar muy lejos en la historia para ver ejemplos de esta clase. No hay en mi sentencia justificación alguna para apreciar cualquier limitación basada en la naturaleza de los crímenes cometidos dentro de la inmunidad existente. 66. Hay, en casos como el presente, una gran tentación para afirmar, habiendo oído la seriedad de los asuntos: si el responsable merece pagar por los terribles delitos que ha cometido; si los tribunales españoles tienen jurisdicción, por qué no enviarle a él allí para que sea juzgado. Pero uno no puede forzar el derecho para encontrar los argumentos aparentes de cada caso individual. De acuerdo con esto, y por las razones dadas a mi Lord, yo estoy de acuerdo con la conclusión que él ha alcanzado. [<http://www.law.wits.ac.za/docs/pinochet.html>.] 9.14. CÁMARA DE LOS LORES. ASUNTO REGINA C. BARTLE, EX PARTE PINOCHET. OPINIONES DE LOS LORES DE APELACIÓN. DECISIÓN DE 25 DE NOVIEMBRE DE 1998 LORD SLYNN OF HADLEY [...] Por tanto, la duda estriba en qué actos se pueden considerar actos oficiales efectuados en el ejercicio del cargo de jefe de Estado. Se dice (además del argumento, que rechazo, de que las funciones mencionadas son únicamente las funciones internacionales): i) que las funciones del jefe de Estado deben estar definidas por el derecho internacional, y no sólo dentro del derecho y las prácticas nacionales, y ii) que el genocidio, la tortura y el secuestro no se pueden considerar funciones de un jefe de Estado en aplicación del derecho internacional, ya que estos actos constituyen delitos contra el derecho internacional. Respecto al punto i), no considero que el derecho internacional estipule en un listado cuáles son y cuáles no son funciones de esta índole en lo que respecta al artículo 32. El papel del ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 435 jefe de Estado varía en gran medida de un país a otro, así como entre los presidentes de los distintos Estados de Europa y Estados Unidos. El derecho internacional reconoce estas funciones que el derecho, o en realidad, el Estado del que es jefe, le atribuye como jefe de Estado, como funciones a estos fines, sujetas a todos los principios generales del derecho internacional o nacional que puedan evitar que se considere una función lo que se ha hecho. Respecto al punto ii), es evidente que el derecho internacional no reconoce la tortura ni el genocidio como funciones propias de un jefe de Estado. Pero el hecho de que, mientras desempeña otras funciones, un jefe de Estado cometa un acto ilegal no significa que no se pueda seguir considerando que está ejerciendo estas funciones. Si fuera así, la inmunidad respecto a los actos delictivos perdería gran parte de su significado. No me parece adecuado establecer una distinción a estos fines entre los actos cuya ilegalidad e inmoralidad sean mayores o menores. Acepto la interpretación de Sir Arthur Watts, Consejero de la Reina, en sus Conferencias de La Haya, en las páginas 56-57: «Evidentemente, un jefe de Estado puede cometer un delito a título personal, pero es igual de evidente que, en el curso de sus funciones públicas como jefe de Estado, puede incurrir en una conducta que pueda ser considerada delictiva o ilícita. La prueba crucial parece radicar en que haya incurrido en esta conducta de en el ejercicio ostensible de la autoridad pública del jefe de Estado o en representación de ésta. (90) Si así ha sido, se debe considerar una conducta oficial, y por tanto, no sujeta a la jurisdicción de otros Estados, tanto si fue una conducta ilícita o ilegal en su propio Estado como si no fue así». [...] El concepto original de la inmunidad de un jefe de Estado en el derecho internacional se basaba en parte en el hecho de que un monarca, por motivos de dignidad personal y respecto, no debía ser juzgado en un Estado extranjero; estaba vinculado a la idea de que el jefe de Estado era, o representaba, el Estado, y que demandarlo equivalía a demandar a un Estado independiente de forma extraterritorial, algo que el comité de naciones no permitía. Además, aunque los conceptos de inmunidad estatal e inmunidad soberana tienen distintos orígenes, en mi opinión, el segundo es un atributo del primero, y ambos se basan esencialmente en los principios de la independencia y al dignidad soberanas; ver, por ejemplo, el informe de Suchariktul a la Comisión de Derecho Internacional (1980), Vol. II, Doc (LN 4-331 and Add.J.) Marshall C.J. en Schooner Exchange contra McFaddon (1812) 11 US (7 Cranch) 116. [...] Una diferencia crucial entre un jefe de Estado y el Estado en sí reside en el hecho de que un jefe de Estado puede dimitir o ser depuesto. Como explican estos autores, el derecho internacional, aunque confiere al jefe de Estado inmunidad permanente por los actos efectuados en el ejercicio de su cargo, no le confiere inmunidad por sus actos personales. No siempre es fácil establecer la diferencia, pero se pueden encontrar ejemplos. Por un lado, en Estados Unidos se dieron los casos Hatch contra Báez, que he mencionado, Nobili contra Carlos I de Austria (1921) (Annual Digest of Public International Law Cases; Compendio anual de casos públicos de derecho internacional, volumen I, 1932, caso n.o 90, p. 136). Por otro lado, en Francia se dio el caso de Mellerio contra Isabel de Borbón, antigua reina de España, Journal of International Law (1974) (p. 32); más recientemente, se consideró que el antiguo rey Faruk no era inmune de los cargos por los bienes entregados a su antigua esposa mientras era jefe de Estado (Review Critique, 1964, p. 689). Por lo general, los motivos de esta inmunidad, tanto para los jefes de Estado actuales como para los anteriores, siguen en vigor, y a pesar de los cambios experimentados en muchos países por el cometido y la persona del jefe de Estado, la inmunidad sigue existiendo en el derecho internacional. Como se dijo sobre un jefe de Estado actual en Estados Unidos contra Noriega (1990) 746 F. Sup. 1506, el motivo era garantizar que «los dirigentes tienen libertad para llevar a cabo sus tareas respaldada por una larga tradición, bien reconocida y basada en motivos razonables». [...] Se debe presuponer que los Estados la reconocen, de forma que prevalece sobre cualquier acto delictivo, sea nacional o internacional. Se trata de una regla claramente delimitada, que por ese motivo tiene un atractivo considerable. Sin embargo, pasa por alto el hecho de que el derecho internacional no es estático y que este principio puede verse modificado por los 436 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO cambios provocados por las prácticas habituales, por convenios y por la opinión informada de juristas internacionales. Igual que en la actualidad se acepta esta norma, y no el antiguo principio de inmunidad absoluta, los Estados pueden limitar la inmunidad estatal a los actos de autoridad soberana (acta jure imperii) y excluir los actos comerciales (acta iure gestionis), como ha hecho el Reino Unido, e igual que la inmunidad de un antiguo jefe de Estado está ahora limitada a los actos que haya efectuado en el ejercicio de su cargo, quedando excluidos los actos personales, se puede alegar que la inmunidad no comprende determinados actos de naturaleza delictiva. La posición extrema opuesta es que todos los delitos reconocidos o aceptados como delitos internacionales se encuentran fuera de la protección de la inmunidad de antiguos jefes de Estado. No acepto esta postura. El hecho de que un acto se pueda considerar delictivo a la luz del derecho internacional no significa que los tribunales de todos los Estados tengan potestad para juzgarlo, ni en mi opinión significa que el derecho internacional elimine automáticamente la inmunidad que reconocen los Estados como parte de sus relaciones internacionales. No hay una jurisdicción universal para los delitos contra el derecho internacional: no hay una regla universal según la cual todos los delitos se encuentren fuera de la inmunidad ratione materiae. No obstante, se debe plantear otra pregunta: ¿Reconoce actualmente el derecho internacional que algunos delitos se encuentran fuera de la protección de la inmunidad de antiguo jefe de Estado, de modo que la inmunidad del artículo 39.2 está igualmente limitada como parte del derecho nacional? Y si es así, ¿cómo se establece? Éstas son las preguntas clave, y es difícil encontrar la respuesta. Es difícil en parte porque los cambios del derecho internacional tienen lugar muy lentamente, a medida que los Estados van modificando los principios establecidos. Es difícil porque, en muchos aspectos de este problema, no han cristalizado los principios del derecho internacional. Aún existe mucha controversia, y creo que mucha incertidumbre, por lo que los jueces nacionales deben actuar con cautela. Pueden tener que decir que esta postura, como práctica estatal, no ha alcanzado una fase en la que se pueda identificar una norma positiva en el momento en que deben considerar la postura. Los avances que han tenido lugar en relación con los crímenes contra la humanidad lo demuestran claramente. Como dije, el concepto de la existencia de estos delitos se reconoció en 1946 para los tribunales de Núremberg y Tokio, en el contexto de un conflicto armado internacional tras el cual se concedió a estos tribunales potestad para juzgar crímenes contra la humanidad. La Declaración de los Principios de Derecho Internacional adoptada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en diciembre de 1945, los informes de la Comisión Internacional de Derecho y el Convenio Europeo sobre los Derechos Humanos y las Libertades Básicas reconocían también estos delitos como internacionales. Dado que ha habido, como he comentado, convenios relacionados con delitos específicos, y que se ha dado a algunos tribunales jurisdicción sobre delitos internacionales, con instrucciones para no considerar una eximente del delito la ostentación de un cargo oficial, incluido el de jefe de Estado. Algunos tribunales nacionales, como en el caso Eichmann, han sostenido que tenían jurisdicción para aceptar a trámite delitos internacionales [ver también Re Honecker (1984) 80 I.L.R. 36 y Demanjanjuk 776F 2d 511]. Pero, excepto en relación con los delitos en situaciones determinadas ante tribunales internacionales, en general estas medidas no se ocupan de la cuestión de si es posible retirar otras inmunidades existentes. Tampoco han reconocido siempre expresamente la jurisdicción, ni la han concedido, de los tribunales nacionales para juzgar estos delitos. No me sorprende que éste haya sido un proceso largo, ni que la Comisión de Derecho Internacional haya acabado por abandonar sus esfuerzos de firmar un convenio relacionado con la inmunidad del jefe de Estado. De hecho, hasta La fiscalía contra Tadic (105 I.L.R. 419), después de años de discusión, y tal vez incluso después, imperaba la sensación de que los crímenes contra la humanidad sólo se cometían dentro de conflictos armados, de índole nacional o internacional. Si los Estados han avanzado lentamente, los jueces nacionales deben actuar con cautela respecto a la reducción de la inmunidad de los antiguos jefes de Estado. Se debe recordar que ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 437 la inmunidad refleja las relaciones entre los Estados por los que reconocen mutuamente la situación legal y el papel que desempeñan los jefes de Estado y los antiguos jefes de Estado. Por tanto, a falta de un convenio internacional general que defina o reduzca la inmunidad del jefe de Estado, es necesario definir o limitar la inmunidad del antiguo jefe de Estado en casos particulares. En mi opinión, es necesario estipular en un convenio internacional que el Estado que solicite que se haga valer o se deniegue la inmunidad de un antiguo jefe de Estado por un acto oficial actúe como parte; el convenio debe definir con claridad los delitos contra el derecho internacional y solicitar o facultar a un país para que evite o juzgue el delito, se haya cometido o no en su jurisdicción, y lo haya cometido o no uno de sus ciudadanos; debe establecer claramente que un tribunal nacional tiene potestad para juzgar un delito atribuido a un antiguo jefe de Estado, o que el haber sido jefe de Estado no sirve como defensa, y que, explícita o implícitamente, la inmunidad no es aplicable en lo relativo al proceso instituido contra él. Este convenio se debe aplicar con categoría de ley en los tribunales nacionales del Estado; en un país dual como el Reino Unido, esto supone hacerlo por medio de la legislación, de modo que con los procedimientos y la maquinaria necesarios, el delito se juzgue en el país correspondiente de acuerdo con las condiciones que se estipulen en el convenio. [...] Por tanto, en mi opinión, el acusado tenía derecho a solicitar, como antiguo jefe de Estado, la inmunidad respecto a los procedimientos de detención y extradición en el Reino Unido, en relación con los actos oficiales efectuados por él mientras era jefe de Estado, respecto a los cargos de la orden de detención provisional del 22 de octubre de 1998. Por tanto, propongo que se desestime la apelación. LORD LLOYD OF BERWICK [...] ¿cuál es el papel relevante del derecho internacional? No lo puedo explicar mejor que los mismos demandantes en el párrafo 26 del documento presentado: «No existe ningún acuerdo internacional que estipule específicamente la inmunidad de los antiguos jefes de Estado. No obstante, en el derecho internacional consuetudinario se acepta que los Estados tienen derecho a esperar que sus antiguos jefes de Estado no se vean sujetos a la jurisdicción de los tribunales de otro Estado por distintas categorías de acciones llevadas a cabo mientras era jefe de Estado, excepto si el Gobierno actual del Estado del que fue jefe de Estado le retira esta inmunidad. La inmunidad no se ha acordado por deferencia al antiguo jefe de Estado en sí, sino al Estado cuyo Gobierno encabezó, y no hay ninguna obligación del derecho internacional que se deba al Estado y no a la persona.» Lo más importante que se debe observar en esta exposición del principio de inmunidad es que las razones son las mismas para los jefes de Estado anteriores y para los actuales. En los dos casos, la obligación del derecho internacional es para con el Estado, y no para con la persona, aunque en el caso del jefe de Estado actual coincide con la inmunidad ratione personae. Estos motivos explican por qué es el Estado, y sólo el Estado, el que puede retirar la inmunidad. Por tanto, cuando un Estado solicita la extradición de su antiguo jefe de Estado, como ha ocurrido en varias ocasiones, la inmunidad se retira ex hypotesi. El antiguo jefe de Estado no puede alegar inmunidad. Pero aquí la situación es la contraria. Chile no retira la inmunidad respecto a los actos del senador Pinochet como antiguo jefe de Estado; reivindica esta inmunidad en los términos más contundentes posibles, tanto respecto a la orden de arresto internacional expedida por España como respecto al procedimiento de extradición del Reino Unido. Otro punto que se debe tener en cuenta es que el antiguo jefe de Estado sólo tiene inmunidad ante la jurisdicción en tribunales municipales respecto a «determinadas categorías de acciones». La distinción que establece el derecho internacional, consuetudinario en este contexto se encuentra entre las acciones personales, por un lado, y la públicas, oficiales y gubernamentales, por otro. De nuevo, no lo puedo explicar mejor que los demandantes en el párrafo 27 del documento presentado. Como el párrafo 26, está respaldado por la autoridad del profesor Greenwood; y como el párrafo 26, es indiscutible: 438 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO «Normalmente se presupone que las acciones personales efectuadas por el antiguo jefe de Estado no gozan de esta inmunidad. Las acciones oficiales, sin embargo, gozan normalmente de inmunidad [...] La inmunidad respecto a estas acciones, que en ocasiones se ha aplicado a cargos oficiales con rango inferior al de jefe de Estado, es un aspecto del principio de que los tribunales de un Estado no tienen por lo general jurisdicción respecto a los actos soberanos de otro Estado». La regla que establece que no se puede procesar a un antiguo jefe de Estado en los juzgados municipales de un Estado extranjero por sus actos oficiales como jefe de Estado cuenta con el apoyo universal de los especialistas en derecho internacional. Todos hablan con una voz. Así, Sir Arthur Watts K.C.M.G., Consejero de la Reina, en su monografía sobre la condición jurídica en el derecho internacional de los jefes de Estado, jefes de Gobierno y ministros de asuntos exteriores (1994), publicada en Recueil des Cours, vol. 247 dice en la página 89: «No obstante, las acciones oficiales de un jefe de Estado, efectuadas en su calidad de jefe de Estado, están sujetas a consideraciones distintas. Estas acciones son acciones del Estado, y no acciones personales del jefe de Estado, y no puede ser juzgado por ellas ni siquiera después de dejar de ser jefe de Estado». En la Guide to Diplomatic Practice de Satow, 5.a edición, podemos leer: «2.2. Por tanto, la condición jurídica personal del jefe de un Estado extranjero sigue regulada por las antiguas normas de derecho internacional, que se pueden exponer en términos sencillos. Tiene derecho a inmunidad, probablemente sin excepción, de índole penal y civil [...] 2.4. Los jefes de Estado que hayan sido depuestos o sucedidos, o hayan dimitido, dejan por supuesto de gozar de los privilegios e inmunidades de jefe de Estado. Disfrutará de inmunidad por lo que respecta a actos realizados en su cargo de jefe de Estado, siempre que los hubiera llevado a cabo como actos oficiales; en este punto no es diferente de cualquier otro agente del Estado». [...] El Tribunal llegaba a la conclusión de que la presunta actividad de tráfico de drogas de Noriega no podía bajo ningún concepto constituir una acción pública efectuada en nombre del Estado panameño. Estos casos (y hay muchos otros a los que se hizo mención) subrayan la distinción crucial entre actos personales o privados, por una parte, y actos públicos o oficiales efectuados en la ejecución o en nombre de la autoridad soberana, por otra parte. A pesar de la plétora de autoridades, especialmente en Estados Unidos, los apelantes fueron incapaces de señalar un solo caso en el que las acciones oficiales cometidas por un jefe de Estado hayan sido objeto de juicio o persecución después de haber abandonado su cargo. El caso más cercano que consiguieron fue Hilao contra Marcos (1994) 25F. 3d 1467, en el que fue desestimada una petición de inmunidad por parte de los herederos del antiguo presidente Marcos. Pero los hechos eran extraordinarios. Aunque no hubo exención formal de inmunidad en este caso, el Gobierno de Filipinas expresó claramente su opinión de que la demanda debía continuar. De hecho, entregaron un informe en el que afirmaban que las relaciones diplomáticas con Estados Unidos no se verían adversamente afectadas si las demandas contra el ex presidente Marcos y sus herederos seguían su curso en los tribunales de Estados Unidos. Existe un obvio contraste con los hechos del presente caso. Así pues, la cuestión se reduce a lo siguiente: ¿en qué extremo de la línea de argumentación se sitúa el presente caso? Al cometer los delitos de los que se le acusa, ¿actuaba el senador Pinochet a título privado o actuaba en su condición soberana de jefe de Estado? En mi opinión, sólo puede haber una respuesta. Actuaba en capacidad soberana. No se ha indicado que fuera personalmente culpable de ninguno de los crímenes de tortura o secuestro, en el sentido de que los hubiera realizado con sus propias manos. De lo que se le acusa es de haber organizado la comisión de dichos delitos, incluida la eliminación de sus oponentes políticos, como jefe del Gobierno chileno, y haberlo hecho en cooperación con otros Gobiernos en virtud del Plan Cóndor, y en particular con el gobierno de Argentina. No veo cómo en tales circunstancias puede considerarse que actuaba a título personal. [...] En cuanto al segundo alegato, la cuestión es si debe existir una excepción de la regla general de inmunidad en caso de delitos que hayan sido objeto de convenios internacionales, tales ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 439 como el Convenio Internacional contra el Secuestro (1980) y el Convenio contra la Tortura (1984). La finalidad de estos convenios, en términos muy amplios, era la de garantizar que los actos de tortura y secuestro fuesen declarados (o siguieran siendo considerados) delitos bajo la legislación penal de todos los Estados firmantes, y que todos los Estados firmantes deberían tomar medidas para establecer la jurisdicción extraterritorial en casos específicos. De este modo, en el caso de tortura, un Estado firmante está obligado a establecer la jurisdicción extraterritorial cuando el presunto delincuente sea súbdito de dicho Estado, pero no cuando lo sea la víctima. En este último caso, el Estado tiene potestad: véase artículo 5.1.b) y c). Además, existe la obligación por parte de un Estado de extraditar o iniciar procedimiento judicial cuando una persona acusada de tortura se encuentre dentro de su territorio (aut dedere aut judicare: véase art. 7). Pero no hay nada en el Convenio sobre la tortura que se refiera a la inmunidad estatal. El contraste con respecto al Convenio sobre la prevención y castigo del delito de genocidio (1948) no podría ser más marcado. El artículo 4 del Convenio sobre genocidio señala: «Las personas que cometan genocidio o alguno de los otros actos enumerados en el artículo 3 deben ser castigadas, tanto si son gobernantes constitucionales como si son funcionarios públicos o personas físicas». No existe disposición equivalente ni en el Convenio sobre la Tortura ni en el Convenio sobre el Secuestro. [...] Por estos motivos, y por los motivos expuestos en el veredicto del Tribunal Superior con el que coincido, desestimaría la apelación. LORD NICHOLLS [...] La siguiente cuestión que se plantea es la cuestión decisiva en el presente caso. Es si los actos de tortura y secuestro de los que se acusa al senador Pinochet fueron realizados en el ejercicio de sus funciones como jefe de Estado. El Tribunal Supremo decidió que fue así, porque, según las alegaciones de la orden judicial española en la que se basa la emisión de la orden de arresto provisional en este país, fueron cometidos bajo la autoridad del Gobierno de Chile. El senador Pinochet no fue acusado de torturar personalmente a las víctimas o de causar su desaparición, sino de utilizar el poder el Estado, del que era jefe, para dichos fines. De este modo, el Tribunal Supremo sostuvo que, a los efectos del artículo 39.2, las funciones del jefe de Estado incluían todos los actos realizados bajo la supuesta autoridad pública de Chile. El presidente del tribunal dijo que la razón de fondo de la inmunidad otorgada por el artículo 39.2 era «una norma de cortesía internacional que impedía a un Estado soberano juzgar el comportamiento soberano de otro». Por tanto, se aplicaba a toda conducta soberana en el interior de Chile. Sus Señorías han podido gozar de una argumentación mucho más amplia y una mayor variedad de citas de autoridades que el Tribunal Supremo. Respetuosamente, supongo que, al llegar a esta conclusión, el presidente del tribunal confundió la doctrina de acciones de Estado de la legislación nacional, que a menudo se ha declarado en los amplios términos que él utilizó, con las obligaciones de este país en relación con el derecho internacional respecto a los jefes de Estado extranjeros, que la sección 20 de la Ley de 1978 pretendía recoger en su texto. En mi opinión, el artículo 39.2 del Convenio de Viena, modificado y aplicado a antiguos jefes de Estado por la sección 20 de la Ley de 1978, es válido para conferir inmunidad con respecto a actos realizados en el ejercicio de funciones que el derecho internacional reconoce como funciones de un jefe de Estado, con independencia de las condiciones de su constitución nacional. Esta formulación, y el criterio para determinar cuáles son las funciones del jefe de Estado a estos efectos, son apropiadas en principio y no constituyen objeto de discusión ante Sus Señorías. El derecho internacional no exige la concesión de ninguna inmunidad más amplia. Ni que decir tiene que la tortura de los súbditos propios, o de extranjeros, no puede ser considerada por la legislación internacional como una función del jefe 440 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO de Estado. Todos los Estados reniegan del uso de la tortura como abominable, aunque de vez en cuando algunos todavía recurran a ella. Asimismo, el secuestro, igual que la tortura, ha sido proscrito por la comunidad internacional como delito. Las leyes internacionales reconocen, por supuesto, que las funciones de un jefe de Estado pueden incluir actividades ilícitas, incluso ilegales, según la ley de su propio Estado o las leyes de otros Estados. Pero la legislación internacional ha establecido claramente que ciertas conductas, entre las que se cuentan la tortura y el secuestro, no son aceptables por parte de nadie. Esto es aplicable tanto o más a los jefes de Estado que a cualquier otra persona; la conclusión contraria constituiría una burla del derecho internacional. Todo esto fue clarificado mucho antes de 1973 y de los acontecimientos que tuvieron lugar en Chile entonces y con posterioridad. Unas pocas referencias serán suficientes. Bajo el fuero del Tribunal militar internacional de Núremberg (8 de agosto de 1945), los crímenes contra la humanidad, cometidos antes de la segunda guerra mundial y durante ella, fueron declarados dentro de la jurisdicción del tribunal, y la posición oficial de los acusados, «bien como jefes de Estado o como funcionarios responsables del Gobierno», no los eximiría de la responsabilidad (arts. 6 y 7). El dictamen del tribunal incluía el siguiente párrafo: «El principio de derecho internacional que, bajo ciertas circunstancias, protege a los representantes de un Estado, no puede aplicarse a los actos condenados como delictivos por la legislación internacional. Los autores de estos actos no pueden escudarse en su posición oficial para librarse del castigo.» Con referencia específica al derecho de guerra, pero en el contexto de que la observación es igualmente aplicable a los crímenes contra la humanidad, el tribunal declara: «Aquel que transgrede el derecho de guerra no puede obtener inmunidad mientras actúe en ejercicio de la autoridad del Estado si el Estado, en acción autorizada, se sale de su competencia según el derecho internacional.» En la resolución aprobada por unanimidad el día 11 de diciembre de 1946, la Asamblea General de las Naciones Unidas afirmó los principios de derecho internacional reconocidos en el acta fundacional del tribunal de Núremberg y por el juicio del tribunal. Desde entonces, ningún jefe de Estado puede haber dudado sobre su eventual responsabilidad personal si ha participado en actos calificados como crímenes contra la humanidad en el derecho internacional. En 1973, las Naciones Unidas pusieron las cosas en su sitio al aprobar que los sospechosos de haber cometido tales crímenes pudieran ser juzgados en los tribunales de cualquier Estado. En virtud de ello, los Estados tienen que colaborar entre sí para llevar a juicio a los individuos citados, no pueden conceder asilo político a dichas personas, y no pueden tomar medidas legislativas, ni de ninguna otra clase, en perjuicio de las obligaciones internacionales asumidas por dichos Estados, en lo relativo a la detención, la extradición y la condena de las personas mencionadas. Todo ello se encuentra en la resolución 3074, adoptada el 3 de diciembre de 1973. [...] Yo aceptaría esta apelación. No cabe duda alguna de que los actos de tortura y secuestro de los que se acusa al senador Pinochet constituyen delitos penados en la legislación del Reino Unido. Este país, por otra parte, dispone de una legislación extraterritorial para los delitos mencionados. La única cuestión que deben debatir Sus Señorías es la posibilidad de que el senador Pinochet, en su calidad de antiguo jefe de Estado, tenga inmunidad respecto a una causa penal en este país, de la que forma parte la extradición. Las argumentaciones sobre el efecto que tendría la concesión de la extradición en las relaciones diplomáticas entre Chile y el Reino Unido, o entre España y el Reino Unido si se rechazara, no tienen cabida en esta sala. Dichas argumentaciones son, por excelencia, cuestiones políticas que tendrá que considerar el Secretario de Estado en el ejercicio de su albedrío, de acuerdo con la sección 12 de la Ley de Extradición. LORD STEYN [...] En base a la suposición de que los hechos mencionados en la orden de detención y en la petición son exactos, la cuestión primordial consiste en dilucidar si estos actos debe ser consi- ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 441 derados actos desarrollados en el ejercicio de las funciones de la jefatura del Estado. El portavoz del Tribunal Supremo observó que un antiguo jefe de Estado goza claramente de inmunidad legal con respecto a ciertos delitos, proposición que yo aceptaría. De forma retórica, el portavoz se preguntó: «¿Dónde se debe trazar la línea de separación?» Después de una detallada revisión de los casos legales y de la información pertinente, llegó a la conclusión de que la inmunidad de un jefe de Estado debería prevalecer incluso en los casos de tortura, opinión que equivale a decir que no hay, o no existe virtualmente, una línea de separación. Collins J. llegó más lejos al decir: «Se ha dicho que en el ejercicio de tales funciones no se pueden cometer delitos como los presuntamente cometidos por el apelante. Por desgracia, la historia demuestra que la política del Estado ha consistido, en ocasiones, en el exterminio y la opresión de grupos concretos de la población. No hace falta remontarse mucho en la historia para encontrar ejemplos de las cosas que han llegado a ocurrir. Desde mi punto de vista, sin embargo, no hay justificación para limitar la inmunidad en base a la naturaleza de los crímenes cometidos.» La conclusión de que, teórica o prácticamente, no hay línea divisoria, es inherente a las palabras citadas. En consecuencia, cuando Hitler ordenó la «solución final» su acto se debería interpretar como un acto oficial derivado del ejercicio de sus funciones como jefe de Estado. En el razonamiento del Tribunal Supremo no cabe otra interpretación, y los asesores del general Pinochet insisten en que la conclusión del Supremo no es más que el resultado innegable de la formulación legal. Milores, el concepto de un acto individual en sus funciones como jefe de Estado incluye una norma legal que se debe aplicar a los hechos de los casos particulares, e invita a clasificar las circunstancias como un caso establecido a uno u otro lado de la línea mencionada, lo que significa que ciertos actos de un jefe de Estado son catalogables, al menos, más allá de la más amplia interpretación de un acto oficial realizado en el ejercicio de las funciones como jefe de Estado. Si un jefe de Estado asesina a su jardinero en un momento de enajenación, no cabe en la imaginación de nadie que dicho acto pueda ser interpretado como un acto llevado a cabo en el ejercicio de sus funciones como jefe de Estado. Si un jefe de Estado ordena que se torture a personas en su presencia, con el único objetivo de disfrutar del espectáculo de contemplar la penosa agonía de las víctimas (lo que Montaigne definió como el punto máximo que puede alcanzar la crueldad), dicha decisión no se puede interpretar como un acto llevado a cabo en el ejercicio de sus funciones como jefe de Estado. Los asesores del general Pinochet han aceptado expresamente, y con exactitud, que dichos delitos no se pueden clasificar como actos oficiales realizados en el ejercicio de la jefatura del Estado. Los ejemplos mencionados demuestran que existen una línea fundamental, de hecho, que debe ser trazada. [...] Conclusiones Milores, el caso ha cambiado en varios sentidos desde que se realizó la audiencia en el Tribunal Supremo. La naturaleza del caso presentado contra el general Pinochet es mucho más clara ahora, y la Cámara cuenta con las valiosas alegaciones presentadas por distinguidos abogados internacionales. Considerando todo el material disponible en este momento, debo llegar a la conclusión de que el Tribunal Supremo se equivocó. Por las razones que acabo de exponer, aceptaría la apelación. LORD HOFFMANN Milores: He tenido ocasión de leer por adelantado el discurso escrito de mi noble y letrado amigo Lord Nicholls of Birkenhead, y por las razones que expone, yo también permitiría la apelación. Texto localizado en Internet: <http://www.derechos. org>. [Traducción de Natalia Cervera de la Torre y Jesús Gómez Gutiérrez.] 442 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 9.15. CÁMARA DE LOS LORES. OPINIÓN DE LOS LORES DE APELACIÓN PARA EL JUICIO EN LA CAUSA REGINA C. BARTLE, EX PARTE PINOCHET. DECISIÓN DE 24 DE MARZO DE 1999 [...] LORD PHILLIPS OF WORTH MATRAVERS [...] La Ley de inmunidad del Estado de 1978 Me he referido a la Ley de Inmunidad del Estado de 1978 en la Parte I, que no se aplica a los procedimientos penales. La Parte III de la Ley, que es de aplicación general, se denomina «Miscelánea y Suplemento». En esta parte, la sección 20 prevé: «(1) Sujetos a las previsiones de esta sección y a cualesquiera modificaciones necesarias, la ley de Privilegios Diplomáticos de 1964 se aplicará tanto a a) un soberano u otro jefe de Estado; b) miembros de su familia que formen parte de su casa; y c) sus criados particulares, como al jefe de la misión diplomática, los miembros de su familia que formen parte de su casa y sus criados particulares.» La Ley de Privilegios Diplomáticos de 1964 fue aprobada para dar efecto a la Convención de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 1961. El preámbulo de la Convención señala que «los pueblos de todas las naciones han reconocido el estatuto de los funcionarios diplomáticos». La Convención codifica antiguas normas de derecho internacional público relativas a los privilegios e inmunidades que son disfrutadas por una misión diplomática. La Ley de 1964 hace aplicable aquellos artículos de la Convención que están recogidos en la Ley. Esto incluye el artículo 29, el cual afirma que la persona del agente diplomático es inmune a cualquier detención o arresto, el artículo 31 que confiere a un agente diplomático inmunidad de jurisdicción penal y civil del Estado receptor y el artículo 39, que incluye las siguientes previsiones: «1. Toda persona que tenga derecho a privilegios e inmunidades gozará de ellos desde que penetre en el territorio del Estado receptor para tomar posesión de su cargo o, si se encuentra ya en este territorio, desde que su nombramiento haya sido comunicado al Ministerio de Relaciones Exteriores o al Ministerio que se haya convenido. 2. Cuando terminen las funciones de una persona que goce de privilegios e inmunidades, tales privilegios e inmunidades cesarán normalmente en el momento en que esa persona salga del país o en el que expire el plazo razonable que le haya sido concedido para permitirle salir de él, pero subsistirán hasta entonces, aun en el caso de conflicto armado. Sin embargo, no cesará la inmunidad respecto de los actos realizados por tal persona en el ejercicio de las funciones como miembro de la misión.» La cuestión que surge es cómo, después de las «modificaciones necesarias», estas previsiones se aplicarían al Jefe del Estado. Todos aquellos que han abordado la cuestión en procedimientos judiciales han concluido que estas previsiones sólo para conferir las inmunidades disfrutadas por un diplomático o un Jefe de Estado en relación a sus acciones desarrolladas en cualquier lugar del mundo. Esto conduce a la conclusión que un antiguo Jefe de Estado continúa disfrutando disfrutando de la inmunidad en relación con los actos cometidos «en el ejercicio de sus funciones» como Jefe de Estado, donde quiera que esos actos hayan ocurrido. ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 443 En mi opinión, yo no afirmaría que la sección 20 de la Ley de 1978 tuviera tan amplio efecto. No se puede equiparar la posición de un Jefe de Estado a la de su séquito visitando este país con la de una misión diplomática dentro de este país. En consecuencia, interpretando la sección 20 conforme a lo establecido por los principios de derecho internacional, es correctamente aplicable y puede ser descrito apropiadamente como suplementario de otras partes de la Ley. Como Lord Browne-Wilkinson ha demostrado, la referencia a la historia parlamentaria de la sección revela que ésta fue precisamente la intención original de la sección 20, expresamente prevista para su aplicación a un Jefe de Estado que estaba «en el Reino Unido con la invitación o con el consentimiento del gobierno del Reino Unido». Estas palabras fueron eliminadas por medio de una enmienda. El autor de la enmienda explicó que su objeto era asegurar que los Jefes de Estado fuesen tratados como jefes de misiones diplomáticas «independientemente de la presencia en el Reino Unido». El senador Pinochet y Chile han manifestado que la sección 20, enmendada, otorga al senador Pinochet la inmunidad en relación a cualquier acto cometido en el desempeño de sus funciones como Jefe de Estado en cualquier lugar del mundo, y que los comportamientos que son objeto de la demanda de extradición, en tanto que han ocurrido cuando el senador Pinochet era Jefe de Estado, eran actos cometidos por él en el desempeño de sus funciones como Jefe de Estado. Si estos argumentos fueran correctos, la Ley de 1978 requeriría de los tribunales ingleses un resultado que estaría en contradicción con el derecho internacional y con nuestras obligaciones según la Convención contra la Tortura. En mi opinión esa argumentación no es correcta, por los siguientes argumentos: Como he explicado, no considero que la sección 20 de la Ley de 1978 tenga aplicación a los comportamientos de un Jefe de Estado fuera del Reino Unido, tal conducta permanece regida por las normas del derecho internacional público. La referencia a la historia parlamentaria de la sección, la cual no estimo apropiada, revela correctamente la confusión que a mi, en particular, me parece relativamente clara. Si yo estuviera en un error en mi opinión y nosotros estuviésemos obligados por la Ley de 1978 a otorgar al senador Pinochet inmunidad en relación a todos los actos cometidos «en el desempeño de sus funciones como Jefe de Estado», yo no estimaría que las conductas alegadas por España cayesen dentro de esa descripción. El artículo 3 de la Convención de Viena, que de modo extraño no es uno de los incluidos en la Ley de 1964, al definir las funciones de una misión diplomática recoge la de «proteger en el Estado receptor los intereses del Estado acreditante y los de sus nacionales, dentro de los límites permitidos por el derecho internacional» (el énfasis es mío). En tanto que la Parte III de la Ley de 1978 otorga al antiguo Jefe de Estado inmunidad en relación con sus funciones oficiales yo no creo que esas funciones puedan, conforme a una interpretación estatutaria, extenderse a acciones que son prohibidas por ser delictivas conforme al derecho internacional. De esta forma se puede reconciliar, y uno debe intentar hacerlo, las previsiones de la Ley de 1978 con los requerimientos del derecho internacional público. Por estas razones, yo permitiría la apelación en relación con las conductas alegadas contra el senador Pinochet como constitutivas de delitos objeto de extradición. Estoy de acuerdo con Lord Hope tanto en las consecuencias que seguirían al caso como en el resultado de un cambio en el enfoque del asunto. [ILM, 1999, pp. 662-663.] 9.16. AUTO AN (SALA DE LO PENAL), DE 4 DE MARZO DE 1999. PONENTE: SR. CAMPOS MARTÍNEZ Primero.—El recurso de apelación se inicia con una referencia al Fundamento séptimo del auto recurrido, y expresa su conformidad con el criterio del Instructor de no apreciar inmunidad de jurisdicción respecto del querellado excelentísimo señor F. C. R., pese a su condición de Presidente del Consejo de Estado de la República de Cuba, rechazando así la opinión del Ministerio fiscal, cuyo informe postulaba que, atribuyendo la querella supuestos hechos delictivos al principal querellado, excelentísimo señor don F. C. R., cuando asumía la Jefatura del 444 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO Estado de Cuba, condición que sigue ostentando en la actualidad, goza del principio de inmunidad in parem non habet imperium reconocido en la legislación española en el artículo 21.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, por remisión a las normas internacionales en la materia. En el auto recurrido, como se ha dicho, se prescinde de este motivo o causa de oposición a la admisión a trámite de la querella, y en el auto se opta por abundar en el tema de la inexistencia de los delitos de genocidio, terrorismo y torturas, en atención a la propia descripción fáctica que se contiene en la querella. El Pleno entiende que un orden lógico exige examinar en primer término si concurre o no la inmunidad de jurisdicción, pues lo que debe hacer todo órgano jurisdiccional es determinar, ante todo, si tiene atribuida jurisdicción, y en su caso competencia, sobre la cuestión que le plantea la parte para resolver, y sólo en caso afirmativo es cuando podrá satisfacer, positiva o negativamente la pretensión deducida. [...] Tercero.—En materia penal corresponde a la jurisdicción española el conocimiento de las causas por delitos a que hace referencia el artículo 23 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, viniendo dada la atribución por el juego del principio de territorialidad, fundamentalmente, y por el principio de personalidad, real o de protección y de universalidad, recogido cada uno de ellos en los cuatro apartados del citado artículo 23. En la sentencia de la Sala Segunda del Tribunal Supremo de fecha 1 de junio de 1987 (sentencia 87/4315) se establece «sin embargo, la territorialidad antedicha y proclamada por cuerpos legales fundamentales, así como el consecutivo principio de igualdad de todos ante la ley, consagrado en el artículo 14 de la Constitución española, tienen importantes excepciones, unas de derecho público interno, otras generadas en la naturaleza del acto, y, finalmente, las restantes, fundadas en normas de derecho público externo o internacional, lo que en cuanto a estas últimas excepciones se refleja en el artículo 334 de la antigua Ley Orgánica del Poder Judicial de 1870, donde se preceptúa»: exceptúase de lo ordenado en el artículo anterior los Príncipes de las familias reinantes, los Presidentes, o Jefes de otros Estados, los Embajadores, los Ministros plenipotenciarios y los Ministros residentes, los Encargados de negocios y los extranjeros empleados de planta en las legaciones, los cuales, cuando delinquieren, serán puestos a disposición de sus gobiernos respectivos. No hay duda por tanto dada la expresa mención a Presidentes o Jefes de otros Estados de dicho artículo 334 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1870, que hasta la entrada en vigor de la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1 de julio de 1985, la inmunidad de jurisdicción del Jefe de Estado extranjero era una realidad insoslayable por imperativo legal. En la situación actual hay que partir del párrafo 2.o del artículo 21 de la Ley Orgánica del Poder Judicial vigente, cuyo precepto dispone, «se exceptúan los supuestos de inmunidad de jurisdicción y de ejecución establecidos por las normas de Derecho Internacional Público», lo que debe completarse con el inciso final del artículo 23 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, que dice así: «Sin perjuicio de lo previsto en los Tratados Internacionales en que España sea parte». Cuarto.—Conviene volver a la sentencia del Tribunal Constitucional 107/1992, de 1 de julio pues, como se ha dicho antes contiene una referencia obiter dicta a la inmunidad de jurisdicción, a efectos de hallar el hilo conductor sobre el tema que se plantea. En el Fundamento Jurídico 4.o se señala, «dado que la inmunidad de jurisdicción no forma parte de los problemas planteados en el presente recurso de amparo, baste decir al respecto que, desde la tradicional regla absoluta de inmunidad de jurisdicción, fundada en la igual soberanía de los Estados que expresaba el adagio par in parem imperium non habet, el ordenamiento internacional ha evolucionado a lo largo de este siglo hacia la cristalización de una regla relativa de inmunidad, que habilita a los Tribunales nacionales a ejercer jurisdicción respecto de aquellos actos del Estado extranjero que no hayan sido realizados en virtud de imperio, sino con sujeción a las reglas ordinarias del tráfico privado. La distinción entre actos iure imperium y actos iure gestionis, por compleja que pueda ser su concreción en casos concretos y por diverso que sea su desarrollo en la práctica de los Estados y en las codificaciones internacionales, se ha abierto paso como norma internacional general. Y ello sin perjuicio de que en el ordenamiento internacional subsistan otro tipo de inmunidades de carácter ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 445 absoluto o cuasi absoluto, como son las del personal diplomático y consular o la inviolabilidad de las sedes de los locales diplomáticos y consulares y de sus bienes. Conviene señalar en este punto que las inmunidades del Estado extranjero y otro tipo de inmunidades de Derecho Internacional (en especial, las diplomáticas y consulares) no deben ser confundidas o identificadas, sin perjuicio de que en ciertos supuestos ambos tipos de inmunidades puedan solaparse, lo cierto es que se trata de instituciones diferentes y resulta erróneo que la remisión que el artículo 21.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, hace a las normas internacionales se concrete sin más en las Convenciones de Viena sobre relaciones diplomáticas y consulares, cuando se está en presencia de supuestos de inmunidad del Estado extranjero y sus órganos». «Estas directrices aplicadas al caso de autos, permite afirmar la existencia de una inmunidad, o si se quiere de exención jurisdiccional, según otra terminología a la que se muestran más proclive la doctrina, distinguiendo entre inviolabilidad, inmunidad y exención jurisdiccional, esta última relativa al Jefe de Estado extranjero, que tiene como fuente no ya las Convenciones de Viena sobre relaciones diplomáticas y consulares, sino los propios Tratados bilaterales firmados por los Estados y la costumbre internacional.» El carácter de Jefe de Estado del excelentísimo señor don F. C. R. no ofrece duda a la luz del cargo que ostenta, pues el artículo 74 de la Constitución de la República de Cuba dice que el Presidente del Consejo del Estado es Jefe de Estado y Jefe de Gobierno y por lo establecido en el artículo 93 de dicha Constitución de 1976, reformada en julio de 1992: «Las atribuciones del Presidente del Consejo de Estado y Jefe de Gobierno son las siguientes: a) Representar al Estado y al Gobierno y dirigir la política nacional». Hay pues exenciones jurisdiccionales de Derecho interno, y a ello se refiere el artículo 53.3 de la Constitución española que proclama la inviolabilidad del Rey, y exenciones jurisdiccionales de Derecho externo, cual es la del Jefe de Estado extranjero, que se configura como inmunidad de carácter general dentro del orden penal y jurisdiccional del Estado receptor, tratándose de una exención jurisdiccional absoluta. El criterio es unánime en la doctrina penal y procesal, y así, aparte de los catedráticos Gimeno Sendra, Moreno Catena, Almagro Nosete y Cortés Domínguez, de quienes procede la cita anterior, en su comentario al artículo 21.2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, los catedráticos Cobo del Rosal y Vives señalan que la norma se orienta a la inmunidad de los Jefes de Estado extranjeros y tiene su fuente en los Tratados bilaterales y en la propia costumbre internacional. De igual modo el profesor Prieto Castro señala que es un derecho que tiene alguien (persona o Estado) frente a otro (autoridad o Estado) que no puede ejercer su poder, definición de inmunidad en el sentido de exención jurisdiccional a que nos estamos refiriendo para el Jefe de Estado extranjero. Por último el también catedrático Polaino Navarrete se refiere a la sustitución del propio ordenamiento por el ajeno en razón a exigencias políticas de índole internacional, que aconsejan remisiones punitivas a ordenamientos penales foráneos, a fin de que conforme a ellos se juzguen los comportamientos delictivos realizados por Jefes de Estado extranjeros. Quinto.—En conclusión, si España reconoce la soberanía del pueblo cubano y mantiene con dicho país relaciones diplomáticas, la jurisdicción penal española no puede atribuirse el conocimiento de los hechos, supuestamente delictivos (sean o no genocidio, terrorismo y torturas los delitos a que la querella se refiere) en cuanto que uno de los querellados es el excelentísimo señor don F. C. R. que representa, frente a España, la soberanía del pueblo cubano. La querella, pues lo que el pleno fija como razón de ser de la inadmisión de la querella es la no posibilidad de que el conocimiento de aquélla corresponda a la jurisdicción penal española. Innecesario es decir que la solución anterior en nada contradice una reciente resolución de este mismo Pleno, en el que el querellado era el Senador de la República de Chile General P., dado que no se trataba de un Jefe de Estado extranjero, al haber cesado en dicho cargo cuando se desestimó el recurso contra la admisión de la querella. Sexto.—Del ordinal anterior se desprende que se confirma, la inadmisión a trámite de la querella y se desestima el recurso, y ello aun cuando figuren en la querella otros querellados que indudablemente no tienen el carácter de Jefes de Estado extranjeros. 446 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO Ello es así por darse un claro supuesto, en la realización de los hechos que relata la querella y de ser ciertos los mismos, de conexidad subjetiva con el principal querellado, como se desprende de todo el relato fáctico que desarrolla el querellante, siendo de aplicación al caso los números 1.o y 2.o del artículo 17 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, con la consecuencia de que todos deben ser juzgados, si así procediese, en un único procedimiento, toda vez que la inmunidad del excelentísimo señor don F. C. R. que declaramos no ha de ser sólo directa, sino además indirecta, esto es, evitando la repercusión que para aquél tendría el enjuiciamiento de los demás querellados en proceso aparte. [RGD, 1999, pp. 13034-13038.] II. LAS INMUNIDADES DE LOS AGENTES DIPLOMÁTICOS Y CONSULARES 1. ASPECTOS GENERALES 9.17. TIJ. ASUNTO DEL PERSONAL DIPLOMÁTICO Y CONSULAR DE LOS ESTADOS UNIDOS EN TEHERÁN. SENTENCIA DE 24 DE MAYO DE 1980 [...] 79. El Tribunal no podría concluir sus observaciones sobre la serie de actos que juzga imputables al Estado iraní y manifiestamente incompatibles con sus obligaciones internacionales en los términos de las Convenciones de Viena de 1961 y de 1963 sin evocar otro hecho: las autoridades judiciales de la República Islámica de Irán y el Ministro de Asuntos Exteriores han proferido a menudo la amenaza, o se han asociado a la amenaza proferida en primer lugar por los militares, de someter a juicio a alguno de los rehenes. Estas amenazas son quizá actualmente simples eventualidades. Sin embargo, el Tribunal considera necesario subrayar desde ahora que, si la intención de someter a los rehenes a cualquier tipo de proceso penal llegase a traducirse en hechos, ello constituiría una grave violación de las obligaciones que incumben a Irán en virtud del artículo 31, párrafo 1, de la Convención de Viena de 1961. Este párrafo es de lo más expresivos: «El Agente diplomático goza de inmunidad de jurisdicción penal en el Estado receptor» [...]. 80. Los hechos del caso, a la luz de las reglas jurídicas aplicables, hacen surgir de manera nítida las faltas de Irán sucesivas y persistentes a día de hoy, de las obligaciones que tiene frente a Estados Unidos en virtud de las Convenciones de Viena de 1961 y de 1963 así como del Tratado de 1955. Antes de extraer de esta constatación las conclusiones que derivan de ella en el plano de la responsabilidad internacional de Irán respecto a Estados Unidos, el Tribunal estima que debe examinar otro punto. No puede ignorar, en efecto, que por parte de Irán, de forma a veces imprecisa, se ha sugerido la idea de que el comportamiento iraní, en los acontecimientos del 4 de noviembre de 1979 y después, podría tener justificación por la existencia de circunstancias especiales. [...] 82. El Tribunal debe, sin embargo, subrayar ante todo que los hechos alegados en las cartas del Ministro de Asuntos Exteriores de Irán de 9 de diciembre de 1979 y de 16 de marzo de 1980 son de tal naturaleza que si fueran invocadas ante una instancia judicial, deberían estar claramente probadas a satisfacción de tal instancia. En su Providencia de 15 de diciembre de 1979, el Tribunal ha observado que si el Gobierno de Irán estimaba que las actividades alegadas de Estados Unidos en Irán tenían estrecha conexión jurídica con el objeto de la demanda, Irán podía haber desarrollado su argumentación con este objeto ante el Tribunal como medio de defensa contra las demandas de Estados Unidos. Sin embargo, el Gobierno de Irán no ha comparecido. [...] 83. De todas maneras, incluso en la hipótesis en que los actos criminales alegados contra los Estados Unidos en Irán pudieran ser considerados como establecidos, quedaría por determinar si, en opinión del Tribunal, podrían constituir una justificación del comportamiento de ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 447 Irán y, como consecuencia de un medio de defensa oponible a las demandas de Estados Unidos en el presente caso. El Tribunal no puede aceptar esta interpretación. En efecto, el Derecho diplomático mismo suministra los medios de defensa necesarios así como las sanciones contra las actividades ilícitas de los miembros de las misiones diplomáticas o consulares. 84. Las Convenciones de Viena de 1961 y 1963 incluyen disposiciones expresas para el supuesto en que miembros de una misión diplomática, cubiertos por los privilegios e inmunidades diplomáticos, lleven a cabo abusos de sus funciones, tales como el espionaje o la injerencia en asuntos internos del Estado receptor. Precisamente porque tales abusos son posibles, el artículo 41, parágrafo 1, de la Convención de Viena sobre relaciones diplomáticas, en el que se inspira el artículo 55, parágrafo 1, de la Convención de Viena sobre relaciones consulares, dispone: «Sin perjuicio de sus privilegios e inmunidades todas las personas que gocen de esos privilegios e inmunidades deberán respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor. También están obligadas a no inmiscuirse en los asuntos internos de ese Estado». El artículo 41, parágrafo 3, de la Convención de 1961 específica además: «Los locales de la misión no deben ser utilizados de manera incompatible con las funciones de la misión [...]». 85. Precisamente para proporcionar un remedio frente a tales posibles abusos de las funciones diplomáticas, el artículo 9 de la Convención de 1961 sobre las relaciones diplomáticas establece: «1. El Estado receptor podrá, en cualquier momento y sin tener que exponer los motivos de su decisión, comunicar al Estado acreditante que el jefe u otro miembro del personal diplomático de la misión es persona non grata, o que cualquier otro miembro del personal de la misión no es aceptable. El Estado acreditante retirará entonces a esa persona o pondrá término a sus funciones en la misión, según proceda. Toda persona podrá ser declarada non grata o no aceptable antes de su llegada al territorio del Estado receptor. 2. Si el Estado acreditante se niega a ejecutar o no ejecuta en un plazo razonable las obligaciones que le incumben a tenor de lo dispuesto en el párrafo 1, el Estado receptor podrá negarse a reconocer como miembro de la misión a la persona de que se trate.» [...] Además de esta vía para remediar los abusos de la función diplomática que pueden cometer los miembros de una misión a título individual, el Estado receptor dispone de un remedio más radical si el abuso es de graves proporciones. Posee la facultad discrecional de romper las relaciones diplomáticas con el Estado acreditante y pedir el cierre inmediato de la misión. 86. Las reglas de Derecho internacional constituyen un régimen autosuficiente en sí mismo que, por una parte, establece las obligaciones del Estado receptor relativas a las facilidades, privilegios e inmunidades que deben concederse a las misiones diplomáticas y, por otra, contempla el posible uso indebido que de ellas pueden hacer los miembros de la misión y precisa los medios de que dispone el Estado receptor para hacer frente a dichos abusos. Por su propia naturaleza, dichos medios son de una eficacia total pues si el Estado acreditante no hace regresar en el acto al miembro de la misión que se haya indicado, la perspectiva de la pérdida casi inmediata de sus privilegios e inmunidades, dado que el Estado receptor no lo reconocerá ya como miembro de la misión, producirá en la práctica como resultado obligarle, por su propio interés, a regresar sin tardanza. El principio de inviolabilidad de las personas de los agentes diplomáticos y de los locales de las misiones diplomáticas es una de las bases de este régimen, hace mucho tiempo establecido y a cuya evolución han aportado una contribución esencial las propias tradiciones del Islam. El carácter fundamental del principio 448 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO de inviolabilidad es además subrayado por las disposiciones de los artículos 44 y 45 de la Convención de 1961. Incluso en caso de conflicto armado o de ruptura de relaciones diplomáticas, estas disposiciones obligan al Estado receptor a respetar la inviolabilidad de los miembros de una misión diplomática, así como la de sus locales, sus bienes y sus archivos. Naturalmente, la observación de este principio no quiere decir [...] que un agente diplomático sorprendido en flagrante delito de agresión u otra infracción no pueda, en determinadas circunstancias, ser brevemente detenido por la policía del Estado receptor con fines preventivos. Pero tal eventualidad no tiene ninguna relación con el presente caso. 87. En este caso, el Gobierno de Irán no rompió sus relaciones diplomáticas con los Estados Unidos; respondiendo a la pregunta de un miembro del Tribunal, el agente de los Estados Unidos ha indicado que en ningún momento antes de los acontecimientos del 4 de noviembre de 1979 el referido gobierno hubiese declarado o manifestado la intención de declarar persona non grata a cualquier miembro del personal diplomático o consular de los Estados Unidos en Teherán. El gobierno de Irán no ha utilizado, pues, los medios que ponía a su disposición el Derecho diplomático, precisamente con el fin de hacer frente al tipo de actividades de las que ahora se queja. Por el contrario, dejó que un grupo de militantes atacara y ocupara por la fuerza la Embajada de los Estados Unidos y tomara como rehenes a los miembros de su personal diplomático o consular; por el contrario, aprobó dicha acción de los militantes y deliberadamente dejó que se prolongara la ocupación de la Embajada y la detención del personal para coaccionar al Estado acreditante. Al propio tiempo, rechazó absolutamente la posibilidad de discutir la situación con representantes de los Estados Unidos. El Tribunal sólo puede concluir, pues, que el Gobierno de Irán no utilizó los medios normales y eficaces que estaban a su disposición, sino que recurrió a medidas de coacción contra la Embajada de los Estados Unidos y su personal. [...] 91. [...] En su providencia de 15 de diciembre de 1979, el Tribunal quiso señalar que las obligaciones impuestas a los Estados por las dos Convenciones de Viena son de importancia capital para el mantenimiento de buenas relaciones entre los Estados en el mundo interdependiente de hoy. Como dijo entonces el Tribunal: «En la conducta recíproca de los Estados no hay exigencia más fundamental que la inviolabilidad de los diplomáticos y de las Embajadas y [...] así, en el curso de la historia las naciones de todas las creencias y culturas han observado obligaciones recíprocas con este fin». La institución de la diplomacia, seguía diciendo, «se ha revelado como un instrumento esencial de cooperación eficaz en la comunidad internacional que permite a los Estados, pese a las diferencias de sus sistemas constitucionales y sociales, llegar a la comprensión mutua y arreglar sus diferencias por medios pacíficos» (CIJ Recueil, 1979, p. 19). 92. [...] Vista su importancia, el Tribunal estima esencial reiterar tales observaciones en esta sentencia. La frecuencia con la cual, en esta época, los principios de Derecho internacional que rigen las relaciones diplomáticas y consulares son reducidos a la nada por individuos o grupos de individuos es ya deplorable en sí misma. Pero el asunto planteado al Tribunal es único y de una especial gravedad porque en este caso no son sólo individuos o grupos de individuos los que han actuado con menosprecio de la inviolabilidad de una Embajada extranjera; es el propio Gobierno del Estado receptor quien lo ha hecho. [...] Estos acontecimientos minan la base de un edificio jurídico pacientemente construido por la humanidad durante el transcurso de siglos y cuya salvaguardia es esencial para la seguridad y el bienestar de una comunidad internacional tan compleja como la de hoy, que tiene necesidad, más que nunca, del respeto constante y escrupuloso de las reglas que presiden el desarrollo ordenado de las relaciones entre sus miembros. [CIJ Recueil, 1980, pp. 38-44.] 9.18. NOTA DEL DEPARTAMENTO DE ESTADO DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA, DE 22 DE DICIEMBRE DE 1993, SOBRE EL PAGO DE LAS MULTAS DE APARCAMIENTO EN EL DISTRITO DE COLUMBIA POR LOS VEHÍCULOS PERTENECIENTES A LAS MISIONES EXTRANJERAS Y SU PERSONAL [...] La nueva política en materia de aparcamientos se basa... en el principio de que las personas que gozan de privilegios e inmunidades en los Estados Unidos están de todos modos ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 449 obligadas a respetar las leyes y reglamentos de los Estados Unidos. La política además se funda en el principio de que la conducción de un vehículo de motor en los Estados Unidos por esas personas no es un derecho sino un privilegio que puede ser retirado en caso de abuso. Finalmente esta política viene promulgada con la expectativa de que mejorando el cumplimiento por los miembros del cuerpo diplomático de la legislación sobre aparcamientos al que el público general está sometido, e incrementando la fiscalización cuando esta legislación viene desatendida, desaparecerá el sentimiento de irritación percibido desde hace largo tiempo que ha tendido a erosionar el prestigio y respeto tradicionalmente gozado por el cuerpo diplomático. La política indicada aquí se hará efectiva el 1 de enero de 1994. De todos modos, el Departamento evitará renovar el registro de los vehículos que tengan multas sin pagar o pendientes de decisión judicial posteriores a esa fecha que tengan más de un año de antigüedad. Por ejemplo, si un vehículo es objeto de una multa en enero de 1994, y su renovación ordinaria de registro debe tener lugar en marzo, esa multa debe estar pagada o decidida judicialmente antes de marzo de 1995. Si no lo ha sido, ese vehículo no recibirá una nueva pegatina o cualquier documento de registro, y no podrá ser conducido legalmente en los Estados Unidos. Los vehículos cuya fecha de registro haya ya finalizado pueden ser parados por la policía. Dependiendo de las leyes aplicables en la jurisdicción local, ese vehículo puede no ser autorizado a seguir. Mientras que la inviolabilidad del personal diplomático y de los vehículos debe ser estrictamente respetado en esas circunstancias, eso no significa que las autoridades locales estén obligadas a permitir a los vehículos no registrados poder ser conducidos en las calles. En estos casos, el propietario puede ser requerido de aparcar el vehículo en las proximidades, si fuere legalmente posible, o disponer a expensas del propietario que el vehículo sea remolcado hasta la misión o a la residencia del propietario o a otro lugar seguro. [AJIL, 1994, pp. 312-313.] 9.19. CIRCULAR DEL SECRETARIO DE ESTADO DE LOS ESTADOS UNIDOS DE AMÉRICA A LOS JEFES DE MISIÓN EN WASHINGTON, DE 20 DE MAYO DE 1996 El Departamento está interesado en conocer los problemas que siguen produciéndose en las relaciones laborales entre algunos miembros de la comunidad diplomática y consular y los empleados de su servicio doméstico. Por ejemplo, de vez en cuando, el Departamento ha sido informado de casos en los que los salarios no han sido pagados al personal doméstico por períodos excesivos; en los que los salarios actualmente pagados son sustancialmente inferiores a los convenidos en el momento de la contratación; en los que los pasaportes han sido retenidos a los empleados; en los que el número actual de horas de trabajo semanal es sustancialmente superior al contemplado originariamente y sin pagamento adicional; y en los que al empleado le ha sido prohibido abandonar la residencia del empleador incluso cuando se encuentra fuera de servicio. El Departamento quiere también expresar su preocupación acerca de las personas que entran en los Estados Unidos como empleados del servicio doméstico de miembros de las misiones diplomáticas y consulares, y que dejan sus empleos después de un breve período de tiempo y permanecen en el país ilegalmente. Está claro que algunas de esas personas aceptan el empleo sólo como medio para entrar en los Estados Unidos y no tienen bona fide la intención de trabajar como empleados del servicio doméstico después de haber llegado aquí. El Departamento está preocupado de que esas acciones de los empleados del servicio doméstico no sólo constituyen abusos desde el punto de vista de los visados concedidos, sino que también trastornan la confianza de sus empleadores diplomáticos y consulares en una relación de empleo de buena fe. El Departamento confía que las misiones compartan estas preocupaciones y su compromiso en el respeto de unas condiciones de trabajo y de vida justas y razonables para todos los asistentes, sirvientes y trabajadores domésticos empleados por los funcionarios de gobiernos extranjeros en los Estados Unidos. Consecuentemente, el Departamento quiere dar a conocer a las misiones las siguientes informaciones concernientes a las directrices para los agentes consulares de los Estados Unidos cuando toman en consideración solicitudes para visados del tipo A-3 y, si procede, toman en consideración su renovación. 450 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO Cada probable empleado viene firmemente conminado a presentar con su solicitud de visado una copia de su contrato de empleo, escrito en inglés o en una lengua comprendida por el empleado, que contenga condiciones de empleo que sean justas y razonables en relación con las prestaciones que deberán realizarse y refleje el coste de la vida en los Estados Unidos y la legislación relativa al empleo doméstico y las prácticas más seguidas en los Estados Unidos... Aunque los empleados del servicio doméstico sean empleados de un miembro de la misión, el Departamento sugiere que la misión podría examinar cada contrato de empleo, y sugiere que mantenga una copia en el archivo de la misión y asegure que los miembros de la misión respeten sus obligaciones como empleadores. Como está indicado en su circular de 15 de noviembre de 1989, «en última instancia, los Estados Unidos considerarán al jefe de la Misión y al gobierno de envío responsables por el comportamiento de las personas enviadas a los Estados Unidos como representantes diplomáticos o que tengan por otras razones derecho a la inmunidad». Se requiere a la misión que recuerden a sus miembros que el artículo 41, párrafo 1, del Convenio de Viena sobre relaciones diplomáticas y el artículo 55, párrafo 1, del Convenio de Viena sobre relaciones consulares establecen que: «sin perjuicio de sus privilegios e inmunidades, todas las personas que gocen de esos privilegios e inmunidades deberán respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor», incluyendo, por ejemplo, la legislación laboral. [AJIL, 1997, pp. 104-105.] 9.20. CDI. PROYECTO DE ARTÍCULOS SOBRE EL ESTATUTO DEL CORREO DIPLOMÁTICO Y DE LA VALIJA DIPLOMÁTICA NO ACOMPAÑADA POR UN CORREO DIPLOMÁTICO APROBADO EN SEGUNDA LECTURA EN 1989 [...] PARTE III ESTATUTO DE LA VALIJA DIPLOMÁTICA Art. 24. Identificación de la valija diplomática.—1. Los bultos que constituyan la valija diplomática deberán llevar signos exteriores visibles indicadores de su carácter. 2. Los bultos que constituyan la valija diplomática, si no van acompañados por un correo diplomático, deberán llevar también indicaciones visibles de su destino y su destinatario. Art. 25. Contenido de la valija diplomática.—1. La valija diplomática sólo podrá contener correspondencia oficial y documentos u objetos destinados exclusivamente al uso oficial. 2. El Estado que envía adoptará las medidas adecuadas para impedir que se expidan por su valija diplomática cosas distintas de las mencionadas en el párrafo 1. Art. 26. Envío de la valija diplomática por correo o cualquier modo de transporte.—Las condiciones por las que se rija el uso del servicio postal o de cualquier modo de transporte, establecidas por las normas internacionales o nacionales pertinentes, se aplicarán al transporte de los bultos que constituyan la valija diplomática de tal manera que se cuente con las máximas facilidades posibles para la expedición de la valija. Art. 27. Seguridad y rapidez en la expedición de la valija diplomática.—El Estado receptor y el Estado de tránsito procurarán que la expedición de la valija diplomática se efectúe con seguridad y rapidez y, en particular, velarán por que tal expedición no sea indebidamente demorada ni entorpecida por requisitos formales o técnicos. Art. 28. Protección de la valija diplomática.—1. La valija diplomática será inviolable dondequiera que se encuentre; no podrá ser abierta ni retenida y estará exenta de inspección, directamente o por medios electrónicos u otros medios técnicos. 2. No obstante, las autoridades competentes el Estado receptor o del Estado de tránsito, si tienen razones fundadas para creer que la valija consular contiene algo que no sea la correspondencia, documentos u objetos a que se refiere el párrafo 1 del artículo 25, podrán pedir que la valija sea abierta, en su presencia, por un representante autorizado del Estado que envía. ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 451 Si las autoridades del Estado que envía rechazan esta petición, la valija será devuelta a su lugar de origen. Art. 29. Exención de derechos de aduana e impuestos.—El Estado receptor y el Estado de tránsito, con arreglo a las leyes y reglamentos que promulguen, permitirán la entrada, el tránsito y la salida de la valija diplomática y concederán la exención de los derechos de aduana, impuestos y gravámenes conexos, salvo los gastos de almacenaje, acarreo y servicios análogos. [...] [Anuario CDI, 1989, vol. II, 2.a parte, pp. 16-43.] 9.21. NOTA DE LA DIRECCIÓN DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO DEL DEPARTAMENTO FEDERAL DE ASUNTOS EXTERIORES DE LA CONFEDERACIÓN HELVÉTICA, DE 1 DE MAYO DE 1997, SOBRE INMUNIDAD DE LA VALIJA DIPLOMÁTICA [...] El Convenio de Viena de 18 de abril de 1961 sobre relaciones diplomáticas, en particular su artículo 27, párrafo 3, ha erigido la inviolabilidad de la valija diplomática en un derecho absoluto. Es cierto que esta disposición viene interpretada diversamente por los Estados. Por nuestra parte, consideramos que el control de la valija diplomática por rayos magnéticos (que detectan sólo los objetos metálicos) no es incompatible con el convenio en cuestión mientras que otros Estados ya se levantan contra este género de inspección. Por el contrario, rechazamos cualquier competencia a las autoridades de los aeropuertos de Cointrin y Kloten para hacer pasar las valijas diplomáticas por los rayos X y, por consiguiente, no admitimos que este procedimiento pueda ser aplicado a nuestras propias valijas. Justificamos nuestra posición por el hecho de que el control por rayos X somete la valija diplomática a una inspección más profundizada que la de los rayos magnéticos. Si admitimos que los aparatos de control instalados en los aeropuertos no son todavía de potencia suficiente para que los textos puedan aparecer en pantalla y violar de ese modo el secreto de la correspondencia diplomática, constatamos de todas formas que esos aparatos están en condición de revelar, con más o menos precisión, los objetos contenidos en la valija. Oponiéndonos con firmeza a las medidas tomadas, por ejemplo (por los países B y C), esos últimos años, Suiza ha podido llevar a su opinión al cuerpo diplomático, de tal manera que B y C han tenido que renunciar a introducir el control de valija diplomática por los rayos X. Es por lo tanto a justo título que las representaciones diplomáticas (acreditadas en el Estado X) han protestado ante el Ministerio de Asuntos Exteriores... [...] [Revue Suisse de Droit International et Droit Européen, 1998, p. 670.] 9.22. VIOLACIÓN DE LA VALIJA DIPLOMÁTICA BRITÁNICA POR AGENTES DE ZIMBABUE (4 DE MARZO DE 2000) Las relaciones entre Gran Bretaña y Zimbabue han continuado deteriorándose tras la llamada a consultas a Londres del embajador británico en Harare y las declaraciones del Secretario de Estado del Foreign Office en las que denunciaba al gobierno «económicamente analfabeto» del Sr. Mugabe, culpable de más de un acto «indigno de un país civilizado». El acto en cuestión consistió en la requisa y apertura por un soldado de Zimbabue de una valija diplomática con el inusual peso de seis toneladas, enviada por Londres a su embajada en aquel Estado. Los militares encontraron en las cajas «material sensible de telecomunicaciones», extremo que no fue negado por el Foreign Office, al precisar que la valija en cuestión contenía «el equipo necesario para la protección de las comunicaciones» de su antena diplomática, y que, «en todo caso, los envíos diplomáticos, lacrados con el sello de Su Majestad, están protegidos por la Convención de Viena sobre los privilegios diplomáticos» (sic). Urgida por Londres, la Unión Europea ha expresado oficialmente su protesta y se ha declarado «gravemente preocupada por esta violación sin precedentes del artículo 27 de la Convención de 452 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO Viena». [BALMOND, L. (dir.), MILLET, A.-S. (col.), «Chronique des faits internationaux», RGDIP, 2000, pp. 490-491.] 2. PRÁCTICA ESPAÑOLA 9.23. LEY 6/1997, DE 14 DE ABRIL, SOBRE ORGANIZACIÓN Y FUNCIONAMIENTO DE LA ADMINISTRACIÓN GENERAL DEL ESTADO [...] CAPÍTULO III LA ADMINISTRACIÓN GENERAL DEL ESTADO EN EL EXTERIOR Art. 36. Organización de la Administración General del Estado en el exterior.—1. Integran la Administración General del Estado en el exterior: a) Las Misiones Diplomáticas, Permanentes o Especiales. b) Las Representaciones o Misiones Permanentes. c) Las Delegaciones. d) Las Oficinas Consulares. e) Las Instituciones y Organismos públicos de la Administración General del Estado cuya actualización se desarrolle en el exterior. 2. Las Misiones Diplomáticas Permanentes representan con este carácter al Reino de España ante el o los Estados con los que tienen establecidas relaciones diplomáticas. Las Misiones Diplomáticas Especiales representan temporalmente al Reino de España ante un Estado, con el consentimiento de éste, para un cometido determinado. 3. Las Representaciones o Misiones Permanentes representan con este carácter al Reino de España ante una Organización internacional. 4. Las Delegaciones representan al Reino de España en un órgano de una Organización internacional o en una Conferencia de Estados convocada por una Organización internacional o bajo sus auspicios. 5. Las Oficinas Consulares son los órganos encargados del ejercicio de las funciones consulares, en los términos definidos por las disposiciones legales pertinentes, y por los acuerdos internacionales suscritos por España. 6. Las Instituciones y Organismos públicos de la Administración General del Estado en el exterior son los establecidos con autorización expresa del Consejo de Ministros, previo informe favorable del Ministro de Asuntos Exteriores, para el desempeño sin carácter representativo, de las actividades que tengan encomendadas en el exterior. 7. En cumplimiento de las funciones que tiene encomendadas y teniendo en cuenta los objetivos e intereses de la política exterior de España, la Administración General del Estado en el exterior colaborará con todas las instituciones y organismos españoles que actúen en el exterior y en especial con las oficinas de las Comunidades Autónomas. Art. 37. Los Embajadores y representantes permanentes ante Organizaciones internacionales.—1. Los Embajadores y representantes permanentes ante Organizaciones internacionales, representan al Reino de España en el Estado u Organización internacional ante los que están acreditados. 2. Dirigen la Administración General del Estado en el exterior y colaboran en la formulación y ejecución de la política exterior del Estado, definida por el Gobierno, bajo las instrucciones del Ministro de Asuntos Exteriores, de quien funcionalmente dependen, y, en su caso, del o de los Secretarios de Estado del Departamento. 3. Coordinan la actividad de todos los órganos unidades administrativas que integran la Administración General del Estado en el exterior, a efectos de su adecuación a los criterios ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 453 generales de la política exterior definida por el Gobierno, de acuerdo con el principio de unidad de acción del Estado en el exterior. 4. Son nombrados en la forma dispuesta en la normativa reguladora de Servicio exterior. 5. El representante permanente adjunto ante la Unión Europea se equipara a los Embajadores y representantes permanentes, a los efectos del apartado 4, del artículo 6 y de los apartados 2, 3 y 4 del presente artículo. [...] [BOE, 15 de abril de 1997.] 9.24. REAL DECRETO 632/1987, DE 8 DE MAYO, SOBRE ORGANIZACIÓN DE LA ADMINISTRACIÓN DEL ESTADO EN EL EXTERIOR La Administración del Estado en el exterior, a la que corresponde ejecutar la política exterior del Gobierno, está constituida por los Órganos, Servicios e Instituciones del Estado que desempeñan sus funciones en el extranjero o ante una Organización internacional, cuya sede se encuentre en territorio español. El rasgo específico de la Administración del Estado en el exterior es que desarrolla su actividad en el marco de tres ordenamientos jurídicos diferentes: El ordenamiento jurídico español, el ordenamiento jurídico internacional y el ordenamiento jurídico interno de cada uno de los Estados donde ejerce su actividad. Hasta el momento presente no se hallan suficientemente reguladas en el ordenamiento jurídico español, ni la organización, ni las competencias y funciones de la Administración del Estado en el exterior, carencia que trata de colmar el presente Real Decreto. Se pretende así conseguir una mayor coordinación y eficacia en el Servicio Exterior y concretar y reforzar administrativamente el principio de unidad de acción en el exterior hasta ahora recogido solamente de manera tangencial en el artículo 1 del Real Decreto 1.485/1985, de 28 de agosto, sobre estructura orgánica básica del Ministerio de Asuntos Exteriores. De esa forma se pretende configurar un modelo de Servicio Exterior que coordine este principio con el de especialización de la gestión. Otro de los objetivos previstos con esta normativa es configurar en el ordenamiento administrativo español las Misiones Diplomáticas y las Oficinas Consulares cuya regulación en el Derecho Internacional Público se basa en los Convenios de Viena sobre relaciones diplomáticas y consulares, de 18 de abril de 1961 y de 24 de abril de 1963, respectivamente. Con este Real Decreto se potencia también la figura del Jefe de Misión que representa a España y que, por consiguiente, ostenta la máxima autoridad del Estado español ante el Estado u Organismo internacional en el que haya sido acreditado y, por tanto, ejerce la jefatura superior de todo el personal de la Misión. Con el fin de asegurar una más eficaz coordinación de la Administración del Estado en el exterior, el presente Real Decreto regula también el sistema de comunicaciones oficiales entre los Organismos que la componen y la Administración Central, configurándose como cauce y agente coordinador el Ministro de Asuntos Exteriores. En su virtud, a iniciativa del Ministro de Asuntos Exteriores y a propuesta del Ministro para las Administraciones Públicas, previa deliberación del Consejo de Ministros, en su reunión del día 8 de mayo de 1987, dispongo: CAPÍTULO PRIMERO DISPOSICIONES GENERALES Art. 1. La Administración del Estado en el exterior, a la que corresponde la ejecución de la política exterior del Gobierno, está constituida por los Órganos, Servicios e Instituciones de la Administración del Estado que desempeñan sus funciones en el extranjero o ante una Organización internacional cuya sede se encuentre en territorio español. Art. 2. La Administración del Estado en el exterior se articula en: 454 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO a) Misiones Diplomáticas para el desarrollo de las relaciones diplomáticas bilaterales. b) Representaciones Permanentes y Delegaciones para el desarrollo de las relaciones diplomáticas multilaterales. c) Oficinas Consulares para el ejercicio de las funciones consulares. d) Instituciones y Servicios de la Administración del Estado en el extranjero. [...] 9.25. SENTENCIA TS (SALA 2.ª), DE 5 DE ENERO DE 1965. PONENTE: SR. GONZÁLEZ DÍAZ Considerando: Que el principio de territorialidad de las leyes penales, consagrado en el artículo 8.o del Código Civil, como expresión de la soberanía del Estado, no tiene más limitaciones que las que el mismo Estado en ejercicio de esa soberanía ha querido imponerse, y que en el ordenamiento jurídico actual están contenidas en el artículo 334 de la Ley Orgánica del Poder Judicial; limitaciones que al ser excepción a un principio general, universal hoy en los países civilizados, representativo a su vez de un privilegio, ha de tener interpretación estricta, no pudiéndose extender más que a las personas expresamente designadas en la excepción y no a las que, aun vinculadas a aquéllas por cualquier título —parentesco, servicio u otra índole— no estén comprendidas nominativamente por la función pública en el texto de la exención, toda vez que esta razón de servicio a otro Estado en funciones reconocidas por el Estado del territorio es la que sirve de fundamento al citado artículo 334, donde se excluyen del principio de territorialidad del artículo 333 a los Príncipes de familias reinantes, Presidentes, Jefes de otros Estados, Embajadores y Ministros Plenipontenciarios y residentes, y a «los extranjeros empleados de planta en las Legaciones»; por lo que la recurrente ha debido justificar, para poder disfrutar de la extraterritorialidad que pretende, que es empleada de plantilla en la Embajada de los Estados Unidos, no que es esposa de un agregado naval de esa Embajada, ya que esta circunstancia, no acreditada documentalmente, no le concede tal privilegio, porque el precepto no hace referencia a cónyuges y familiares, ni contiene expresión, giro o concepto que permita ampliar los casos de excepción; por eso, aunque la mujer casada disfrute en España de los honores concedidos al marido según el artículo 64 del Código Civil y la recurrente goce de status diplomático como cónyuge de un agregado de Embajada, según invoca y ha justificado con un oficio del Ministerio de Asuntos Exteriores, tal disfrute no puede tener más alcance que los puramente honoríficos o los que procedan en el orden administrativo, sin entrañar privilegio jurisdiccional como derecho nacido del ejercicio de una función que la interesada no desempeña, según se acaba de decir; evidenciándose esta conclusión con la misma lectura de ese artículo 64 que excluye a la mujer de los honores que sean estricta y exclusivamente personales del marido, y no utiliza la palabra «derechos» dando a entender con ello que éstos no son comunicables fuera de los casos expresamente determinados en la Ley; y si a lo dicho se añade que en el recurso no se cita un solo precepto legal que ampare la tesis sostenida en el mismo, y que el artículo 12 del tratado de amistad entre España y los Estados Unidos de 3 de julio de 1902, que también se invoca, se limita a decir que a los Agentes Diplomáticos de ambas naciones, se concederán los mismos privilegios, inmunidades y exenciones que los que se hayan concedido o concedan en lo sucesivo a los Agentes de la nación más favorecida, sin que se diga a quiénes se haya hecho la concesión que ahora se pretende, se comprenderá que el recurso se fundamenta en meras opiniones de tratadistas de Derecho internacional que por muy respetables que sean, no son preceptos de carácter substantivo o procesal de índole penal que puedan fundamentar un recurso de casación por infracción de ley; procediendo por todo ello desestimar el único motivo del recurso interpuesto. [RAJ, 1965, n.o 2.] 9.26. SENTENCIA AP DE MÁLAGA, DE 14 DE MAYO DE 1973. PONENTE: SR. PARODY MARTÍN «Considerando: Que el artículo 334 de la Ley Orgánica del Poder Judicial establece que los Agentes diplomáticos (Embajadores, Ministros plenipotenciarios, Ministros residentes, ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 455 Encargados de negocios y extranjeros empleados de planta en las legaciones) cuando delinquieren serán puestos a disposición de sus Gobiernos respectivos, con lo que consagra la inmunidad de tales personas o su independencia absoluta de la legislación penal patria; precepto que se complementa para su efectividad con la Real Orden de 9 de abril de 1884 que en su primer apartado indica que toda comunicación que los Tribunales españoles de cualquier orden dirijan a los referidos Agentes diplomáticos, en el sentido amplio expresado, se dirigirán necesariamente por conducto del Ministerio de Justicia que lo comunicará al de Asuntos Exteriores siempre que conste el carácter y condiciones de la persona citada, y en su segundo, que se regulará el procedimiento respecto a tales personas tan pronto se tenga noticia en lo que les sea referente, a no ser que conste la expresa renuncia de su inmunidad. Considerando: Que por la efectividad de este criterio legal ha de estimarse el recurso de apelación interpuesto por la defensa de la acusada por el primero de los motivos apuntados y en consecuencia declarar la nulidad de actuaciones, igualmente solicitada por el Ministerio Fiscal en el acto de la vista, y ello a partir del momento en que tuvo entrada en el sumario el documento expedido por la Embajada de España en Bogotá en el que se contiene una comparecencia de doña V. O. B. y otro del Ministerio de Relaciones Exteriores de Colombia, debidamente legalizado, en el que se acredita el carácter de funcionaria diplomática colombiana de la inculpada con expresión de la fecha en que cumplió su cometido en nuestro país, pues fue en tal momento (diligencia de 15 de enero del presente año) cuando el Instructor tuvo conocimiento fehaciente de la condición de diplomática extranjera de la misma y, en consecuencia, debió cumplir con lo establecido en la Real Orden de 1884 de la que se ha hecho mérito dirigiéndose a la interesada por vía diplomática a fin de que se pronunciase, en primer término, sobre la inmunidad a que la legislación española se refiere, y al no haberlo acordado así el Instructor es incuestionable que se produjo indefensión a la acusada.» [Sentencias en Apelación de las Audiencias Provinciales en materia civil y penal. Centro de Publicaciones del Ministerio de Justicia, primer trimestre, 1973, Málaga, n.o 393.] 9.27. SENTENCIA TS (SALA 2.a), DE 1 DE JUNIO DE 1987. PONENTE: SR. VIVAS MARZAL Primero.—Las leyes penales, las procesales criminales e incluso las determinantes de la jurisdicción, son eminentes territoriales, como lo demuestran el artículo 8 del Código civil [...], el artículo 333 de la antigua Ley Orgánica del Poder Judicial de 1870 [...] y por los artículos 21 y 23.1 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1 de julio de 1985 [...], cuyo citado artículo 21, en su apartado 1, dice que «los Juzgados y Tribunales españoles conocerán de los juicios que se susciten en territorio español entre españoles, entre extranjeros y entre españoles y extranjeros con arreglo a lo establecido en la presente Ley...», mientras que el referido artículo 23, en su apartado 1, prescribe textualmente que «en el orden penal corresponderá a la jurisdicción española el conocimiento de las causas por delitos o faltas cometidas en territorio español o cometidos a bordo de buques o aeronaves españoles». Sin embargo, la territorialidad antedicha y proclamada por cuerpos legales fundamentales, así como el consecutivo principio de igualdad de todos ante la Ley, consagrado en el artículo 14 de la Constitución [...], tienen importantes excepciones, unas de derecho público interno, otras generadas en la naturaleza del acto y, finalmente, las restantes fundadas en normas de derecho público externo o internacional, lo cual, en cuanto a estas últimas excepciones, se refleja en el artículo 334 de la antigua Ley Orgánica del Poder Judicial de 1870, donde se preceptúa: «Exceptúase de lo ordenado en el artículo anterior los Príncipes de las familias reinantes, los Presidentes o Jefes de otros Estados, los Ministros plenipotenciarios y los Ministros residentes, los Encargados de Negocios y los extranjeros empleados de planta en las Legaciones, los cuales, cuando delinquieren, serán puestos a disposición de sus Gobiernos respectivos»; en el párrafo 2 del artículo 21 de la Ley Orgánica del Poder Judicial de 1 de julio de 1985, cuyo precepto dispone: «Se exceptúan los supuestos de inmunidad de jurisdicción y de ejecución establecidos por las normas de Derecho Internacional Público», y, finalmente, en el inciso final del antecitado artículo 23, cuyo inciso dice así: «sin perjuicio de lo previsto en los tratados internacio- 456 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO nales en los que España sea parte»; hallándose regulada esta cuestión, es decir, la excepción a la aplicación territorial de la Ley penal española, en el Convenio de Viena de 18 de abril de 1961, publicado, y con la adhesión de España, el 21 de noviembre de 1967 [...], en cuyo artículo 31.1 se dispone que «el agente diplomático gozará de inmunidad de la jurisdicción penal del Estado receptor», agregándose, en el número 1 de su artículo 32, que «el Estado acreditante puede renunciar a la inmunidad de jurisdicción de sus agentes diplomáticos», y en el número 2 del citado precepto que «la renuncia ha de ser siempre expresa», debiéndose realizar al respecto las siguientes consideraciones, las cuales tenderán a interpretar y a aplicar, con corrección, todas las normas antedichas: a) Superada la antigua ficción de extraterritorialidad que constituía antaño el fundamento de los privilegios diplomáticos, hoy día, se entiende que la ratio de la inviolabilidad del personal de la mentada índole es doble: por una parte, el agente diplomático, como representante de su país, cerca del gobierno ante el que está acreditado, no puede ser sometido a la Ley extranjera, y, por otra, los representantes diplomáticos deben gozar de la libertad necesaria para desempeñar cumplidamente sus funciones, libertad de la que carecerían si pudieran ser acusados o denunciados, más o menos mendazmente, y juzgados o encausados por dichos Tribunales, lo que, en definitiva, redundaría en mengua y desdoro de la Potencia acreditante; b) la renuncia expresa a la que alude el apartado 2 del artículo 32 del Convenio de Viena puede formularse a priori, anticipadamente y con carácter general, lo que es infrecuente, revela excesiva generosidad por parte del Estado acreditante e implicaría abdicación de su propia soberanía, o a posteriori, de modo singular, para un caso concreto y una infracción o infracciones específicas y atendiendo a la índole de las mismas y a todas las circunstancias concurrentes en el caso referido, sin que dicha renuncia a posteriori suponga retroactividad de ninguna clase ni infracción de lo dispuesto en los artículos 23 del Código Penal y 9.3 de la Constitución española vigente, tratándose exclusivamente de abdicar de un privilegio y de un status especial, removiendo el óbice de procedibilidad que implica la inmunidad diplomática, dejando camino expedito para que puedan actuar, sin vilipendio de dicha inviolabilidad, los Tribunales del Estado receptor, [...]; c) tanto el representante diplomático como el Estado acreditante son beneficiarios de la inmunidad que concede a los primeros el Convenio de Viena, pero el titular de dicha inmunidad es el citado Estado acreditante, como lo evidencia, sin ningún género de dudas, el número 1 del artículo 32 de dicho Convenio, al disponer [...], disipándose toda duda con la lectura del cuarto párrafo del Convenio, cuyo párrafo dice así: [...]. Segundo.—[...], designando como documento que apoya la tesis del recurrente, el télex obrante al folio 57 del sumario, en el que aparece Decreto del Jefe del Estado colombiano, puesto que dicho télex no contiene la renuncia expresa a la que alude el número 2 del artículo 32 del Convenio de Viena, limitándose el mentado Decreto allí transcrito a prescribir o disponer la «insubsistencia» del nombramiento como Secretario segundo de la Embajada de Colombia en España del acusado, Gustavo J. L., señalando como fecha de la destitución, del cese o de la «insubsistencia» la misma en la que se refrenda el citado Decreto Presidencial, es decir, el 22 de diciembre de 1984. Pero, aunque se prescinda de las diferencias de vocabulario entre dos países que tienen como lengua oficial el castellano, lo cierto es que la insubsistencia referida equivale a privar al agente diplomático dicho de su condición privilegiada, dejando con ello libre y expedito el camino a las autoridades judiciales españolas para poder proceder contra el mismo por el delito de tráfico de estupefacientes previsto y penado en el artículo 344 del Código Penal. Es cierto que el Decreto susodicho y su transcripción mediante télex remitido al Excmo. señor Embajador de Colombia en España no emplea las palabras sacramentales que hubiera sido preferible usara para desvanecer toda interesada duda, pero también lo es que el precitado Decreto, así como su texto, han sido corroborados en primer lugar por la declaración del citado señor Embajador, [...], en la cual el citado diplomático entendió de modo inequívoco que el señor J. L. había sido desposeído de su inmunidad diplomática por decisión del Jefe de Estado de Colombia. Tercero.—En el motivo segundo, [...], se invoca el error de hecho en la apreciación de las pruebas resultantes y puesto de manifiesto en el télex tantas veces citado, sosteniéndose que el Decreto correspondiente y la comunicación dirigida al Excelentísimo señor Embajador de Colombia en España carecieron de efectos retroactivos, tal como se expresa en el propio ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 457 Decreto, donde paladinamente se dice que la insubsistencia surtirá efecto exclusivamente desde la fecha del Decreto, esto es, desde el 24 de diciembre de 1984. Pero al argumentar así el recurrente olvida que, como ya se ha dicho antes, el facilitar la condición de procedibilidad para que pueda enjuiciarse a personas pertenecientes al Cuerpo Diplomático, no supone aplicación retroactiva de las leyes penales prescrita en los artículos 23 del Código Penal y 9 de la Constitución, sino formulación a posteriori de la renuncia de un privilegio por parte del Estado acreditante, cuya renuncia, precisamente porque se efectuó con posterioridad a la perpetración de los supuestos hechos delictivos, ha de surtir efectos respecto a los mismos, removiendo el óbice procesal que lo impedía y permitiendo, como ya se ha dicho a las autoridades judiciales del Estado receptor enjuiciar al agente diplomático por hechos que en la fecha de su presunta comisión eran ya reputados delictivos por la legislación interna del Estado receptor. Cuarto.—[...], la renuncia que potestativamente se puede formular incumbe al Estado acreditante por conducto de su suprema representación y no al funcionario afectado, lo que es lógico y plausible no sólo por disponerlo así el Convenio de Viena, sino, en primer lugar, porque el Jefe del Estado de que se trate renunciará o no al privilegio de la inmunidad, atendiendo a la índole de la infracción presuntamente perpetrada y a todas las circunstancias del caso, y, en segundo término, porque de este modo se evita excesos y abusos de la condición de diplomático cometidos al socaire de los privilegios de que gozan, equivalentes, al menos en el Estado receptor, a una impunidad inmerecida. [...], no sin antes recordar que las excepciones a la aplicación de la ley penal en cuanto a las personas deben interpretarse restrictivamente, pues de otra suerte se infringiría el artículo 14 de la Constitución y se fomentarían auténticos abusos de derecho. [RAJ, 1987, n.o 4.065.] 9.28. SENTENCIA TC 140/1995, DE 28 DE SEPTIEMBRE DE 1995. PONENTE: D. JULIO D. GONZÁLEZ CAMPOS [...] 2. [...] nuestro examen ha de ceñirse exclusivamente a determinar si ha existido o no en el presente caso una vulneración del derecho constitucional a la tutela judicial efectiva y sin indefensión que el artículo 24.1 CE garantiza a todas las personas. Lesión que a juicio de la recurrente se ha producido, como antes se ha dicho, por cuanto los órganos jurisdiccionales cuyas resoluciones se impugnan en ese proceso acogieron la excepción de incompetencia basada en la inmunidad de la jurisdicción civil del demandado como Agente diplomático acreditado en España, en lugar de entrar a conocer del fondo del asunto y resolver sobre la pretensión resolutoria del arrendamiento ejercitada en el proceso a quo, privándole con ello del acceso a la jurisdicción para reclamar la protección de sus derechos e intereses legítimos. Lo que no es compartido tanto por el interviniente en este proceso como por el Ministerio Fiscal, quienes consideran, en esencia, que las resoluciones judiciales impugnadas se han limitado a aplicar, de forma razonable y no arbitraria, la norma legal aplicable al caso, en concreto el artículo 31.1 del Convenio sobre relaciones diplomáticas, hecho en Viena el 18 de abril de 1961 (en adelante, Convenio de Viena de 1961), que atribuye inmunidad de la jurisdicción civil del Estado receptor a los Agentes diplomáticos, como era el caso del demandado, cuya condición de Consejero de la Embajada de Italia en Madrid en ningún momento se ha cuestionado en el proceso a quo. 3. Así delimitado el objeto de este proceso y pasando ya al examen de la queja basada en la eventual lesión del artículo 24.1 CE, en relación con el planteamiento expuesto tanto por el demandado en el proceso a quo y el Ministerio Fiscal cabe observar, en primer lugar, que de las actuaciones recibidas resulta que tanto el Juzgado de Primera Instancia como la Audiencia Provincial de Madrid, en el ejercicio de la función jurisdiccional que les corresponde con carácter exclusivo (art. 117.3 CE), han considerado aplicable al caso la mencionada norma del Convenio de Viena de 1961 (al que España prestó su adhesión el 21 de noviembre de 1967 e Italia ratificó el 25 de junio de 1969), que tempestivamente fue invocada por el demandado 458 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO en el proceso a quo como fundamento de la excepción de incompetencia jurisdiccional formulada. De este modo —y a diferencia de los casos resueltos por las SSTC 107/1992 y 292/1994, relativos a la inmunidad de ejecución de los Estados extranjeros—, en el presente la determinación de cuál sea el contenido y alcance de la inmunidad de jurisdicción en materia civil de los Agentes diplomáticos no entraña una especial dificultad para el Juzgador y la existencia de una lex certa satisface las exigencias de seguridad jurídica (STC 107/1992, fundamento jurídico 4.o). La amplia remisión normativa al «Derecho Internacional público» que se contiene en el artículo 21.2 de la Ley Orgánica 6/1985, de 1 de julio, del Poder Judicial (LOPJ), en efecto, no conduce aquí al Derecho internacional general (de carácter consuetudinario y cuyo contenido y alcance, por tanto, ha de ser determinado de acuerdo con la práctica constante y uniforme y la opinio juris de la generalidad de los Estados), sino al Derecho internacional convencional (que, en principio, es derecho escrito) y, en concreto, a la norma contenida en un tratado internacional adoptado precisamente en el curso del proceso de desarrollo progresivo y codificación del primero, encomendado a las Naciones Unidas [art. 13.1, apartado a), de la Carta de la Organización]. Tratado que, una vez publicado en España (art. 1.5 del Código Civil), forma parte de nuestro ordenamiento y goza frente a la ley interna posterior de la reserva establecida por el artículo 96.1 CE, debiendo ser aplicado por los órganos jurisdiccionales y autoridades españolas (SSTC 49/1988, 28/1991 y 187/1991). En concreto, diferenciando adecuadamente la inmunidad jurisdiccional del Estado extranjero y la de sus representantes, como se ha indicado en la mencionada STC 107/1992, fundamento jurídico 4.o, los órganos jurisdiccionales, al seleccionar la norma aplicable al caso, han estimado que la remisión del artículo 21.2 LOPJ conducida al artículo 31.1 del referido Convenio de Viena de 1961, cuyo contenido normativo, efectivamente, atribuye a los «Agentes diplomáticos» [esto es, a las personas definidas en el apartado e) en relación con el d) del art. 1 de este texto], tanto la inmunidad de la jurisdicción penal y administrativa respecto a los Tribunales del Estado receptor, como también, en lo que aquí importa, «la inmunidad de la jurisdicción civil». Si bien esta exención no es absoluta, pues se excluye en los tres supuestos contemplados en los apartados a), b) y c) del mencionado precepto, como se verá seguidamente. Por lo que ha de estimarse que no es en modo alguno manifiestamente irrazonable o arbitraria la selección de la norma aplicable al presente caso. 4. En segundo término, ha de tenerse presente que los órganos jurisdiccionales cuyas resoluciones se impugnan, tras recabar informe del Ministerio de Asuntos Exteriores, han interpretado que el supuesto no quedaba comprendido en la excepción del apartado a) del artículo 31.1 del Convenio de Viena de 1961, dado que esta excepción se limita al supuesto de ejercicio «de una acción real sobre bienes inmuebles particulares radicados en el territorio del Estado receptor, a menos que el Agente diplomático los posea por cuenta del Estado acreditante para fines de la misión» diplomática, mientras que en el proceso a quo se había ejercitado por la actora una acción personal, derivada de un contrato de arrendamiento. Por lo que tanto el Juzgado de Primera Instancia como la Audiencia Provincial han estimado, consecuentemente, que en el presente caso debía operar la regla general establecida en el artículo 31.1 del referido Convenio, que excluye al Agente diplomático de la jurisdicción civil del Estado receptor. En relación con dicha excepción a la inmunidad de jurisdicción civil del Agente diplomático, la conclusión alcanzada por los órganos jurisdiccionales tampoco resulta manifiestamente irrazonable o arbitraria si el referido apartado a) del artículo 31.1 del Convenio de Viena de 1961 se interpreta, como es obligado por su carácter de norma convencional internacional, de acuerdo a las «reglas de interpretación de los tratados» contenidas en los artículos 31 a 33 del Convenio sobre el Derecho de los Tratados, hecho en Viena el 23 de mayo de 1969, en el que España es parte. Pues según el sentido corriente de los términos empleados en dicha excepción («acción real»), interpretados en el contexto de dicho apartado a) («bienes inmuebles particulares» y «a menos que el Agente diplomático los posea...») y teniendo en cuenta el objeto y fin del Tratado, es indudable que cabe obtener razonablemente dicha conclusión interpretativa. ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 459 Ello se confirma, además, si se examina la jurisprudencia de otros Estados [dado que el contexto del Tratado incluye «toda práctica ulteriormente seguida en la aplicación del Tratado por la cual conste el acuerdo de las partes acerca de su interpretación», según el art. 31.3.b) del Convenio de Viena de 1969], pues ésta es conforme en reconocer que dicha excepción no comprende las acciones contra Agentes diplomáticos derivadas de un contrato de arrendamiento [así, la Sentencia del Tribunal de Casación de Bélgica de 4 de octubre de 1984, en el asunto Hildebrand c. Champagne; Sentencia de High Court, Queen’s Bench División, de 26 de noviembre de 1982, en el asunto Intpro Properties (.K) Lted. c. Sauvel y otros; Sentencia del Tribunal de Apelación de París (Sala Primera) de 30 de junio de 1981 en el asunto Ribeyro c. Masson; Resolución del Pretor de Roma de 12 de noviembre de 1983 en el asunto Caruzzo c. Sartaj Aziz; Sentencia número 2626/1965 del Tribunal de Primera Instancia de Atenas, entre otras]. Y a la misma conclusión también se llegaría, por último, si se recurriera a otros medios de interpretación complementarios, como es el caso de los trabajos preparatorios del Convenio de Viena de 1961 (Conferencia de las Naciones Unidas sobre Relaciones e Inmunidades Diplomáticas, Viena, 2 de marzo a 14 de abril de 1961, Documentos oficiales, en relación con las enmiendas y debates sobre el art. 29 del Proyecto de tratado elaborado por la Comisión de Derecho Internacional). De lo que resulta, asimismo, que en el presente caso las resoluciones judiciales, al interpretar la excepción contenida en el apartado a) del artículo 31.1 del Convenio de Viena de 1961, no han dado una «indebida extensión» de la inmunidad de jurisdicción civil del Agente diplomático que pueda entrañar, correlativamente, una indebida restricción del derecho de acceso a la jurisdicción (STC 107/1992, fundamento jurídico 4.o). 5. En suma, de lo expuesto en los dos fundamentos precedentes se desprende, en primer lugar, que la recurrente ha recibido una respuesta en Derecho por parte de los órganos jurisdiccionales, aunque ésta haya sido contraria a su pretensión por haber estimado aquéllos la excepción de incompetencia opuesta por el demandado. Y al ser la competencia judicial un presupuesto del proceso cuya inexistencia, una vez comprobada en el caso enjuiciado, impide a los órganos jurisdiccionales entrar a conocer del fondo del asunto, no cabe estimar, como ha declarado este Tribunal, que en principio vulneren el artículo 24.1 CE las resoluciones judiciales que se abstengan de conocer de una litis cuya solución entienden aquellos que no les está legalmente atribuida (STC 280/1994, fundamento jurídico 4.o). A lo que se agrega, en segundo término, que en el presente caso tampoco cabe considerar, por lo antes expuesto, que dicha respuesta, suficientemente motivada y fundada en la aplicación e interpretación por los órganos jurisdiccionales de la legalidad ordinaria, sea manifiestamente irrazonable ni arbitraria, por lo que no cabe considerarla contraria al derecho que el artículo 24.1 CE garantiza (STC 148/1994). Esta conclusión, ciertamente, haría innecesario cualquier examen ulterior, pues habría de llevar directamente a la denegación del amparo solicitado. Sin embargo, a de tenerse presente que la recurrente ha alegado en su demanda que el resultado al que conduce no es otro que el de una privación de su derecho constitucional a recabar la tutela efectiva de los Jueces y Tribunales españoles y, en concreto, a la exclusión de toda reclamación judicial por su parte frente a quien es Agente diplomático acreditado en España en relación con el contrato de arrendamiento concertado con éste. Lo que entrañaría, dicho en otros términos, que la norma aplicada por los órganos jurisdiccionales como fundamento de su incompetencia para conocer del fondo de la litis vendría a constituirse en obstáculo o límite infranqueable para que la recurrente pueda lograr la tutela judicial efectiva de sus derechos e intereses legítimos generando una eventual vulneración del contenido esencial del derecho de acceso a la jurisdicción que el artículo 24.1 CE garantiza a todos. Y dado que a la jurisdicción de amparo corresponde, pese a su carácter excepcional y subsidario, la protección última de los ciudadanos frente a una eventual violación de un derecho constitucional como el mencionado, para restablecerlo o preservarlo (art. 41.2 y 3 LOTC), es conveniente considerar, para corroborar o modificar la anterior conclusión, si el límite u obstáculo para el acceso a la jurisdicción de la recurrente que se deriva del artículo 31.1 del Convenio de Viena de 1961 en relación con el artículo 21.2 LOPJ es constitucionalmente legítimo, por responder a fines o bienes que la Norma fundamental ampara y, asimismo, si resulta razonable y proporcionado a dichos fines, al igual 460 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO que hemos hecho en supuestos en los que se planteaba la inmunidad de ejecución de Estados extranjeros (SSTC 107/1992 y 292/1994). [...] 7. Sentado lo anterior, ha de partirse de un dato relevante a los fines de nuestro examen: Que la inmunidad jurisdiccional aquí considerada no opera respecto al derecho sustantivo cuya sanción judicial el actor trata de obtener en el proceso, sino frente al sometimiento al proceso del Agente diplomático. Pues si es indudable que la inmunidad de la jurisdicción civil se establece en el artículo 31.1 del Convenio de Viena de 1961 con un carácter relativo dadas las tres excepciones que en el mismo se contemplan, a diferencia de lo establecido respecto a la inmunidad de la jurisdicción penal, no es menos cierto que, caso de no concurrir alguna de esas excepciones, como han estimado las resoluciones judiciales aquí impugnadas, el resultado que dicho precepto persigue no es otro que la incompetencia del órgano jurisdiccional cuando un particular ejercita una pretensión en materia civil contra un Agente diplomático acreditado en el Estado receptor. Tal finalidad, no es ocioso indicarlo, fue admitida por el Derecho internacional desde el siglo XVIII para excluir los supuestos en los que el incumplimiento de una deuda u obligación civil podía entrañar, según la legislación de ciertos Estados en aquella época, la prisión del Agente diplomático. Y aun cuando esta consecuencia haya hoy desaparecido en las legislaciones, sin embargo la ratio de la inmunidad de jurisdicción en materia civil continúa siendo la misma, como es generalmente reconocido. Permitir el libre y eficaz ejercicio de las funciones de la misión diplomática en el Estado receptor, que se vería perturbado si el Jefe de la misión o un miembro del personal diplomático de ésta tuviera que hacer frente como demandado a las pretensiones de particulares derivadas de los diversos actos sometidos al Derecho privado que aquellos llevan a cabo durante su residencia en dicho Estado. Objetivo que si tradicionalmente se ha expresado mediante el adagio ne impediatur legatio hoy ha sido elevado por el Convenio de Viena de 1961 a fundamento de las inmunidades y privilegios de que gozan los Agentes diplomáticos, ya que en su Preámbulo se afirma que éstas «se conceden no en beneficio de las personas, sino con el fin de garantizar el desempeño eficaz de las funciones de las misiones diplomáticas en calidad de representantes de los Estados». Por tanto, los llamados privilegios e inmunidades de los Agentes diplomáticos han de ser entendidos como garantías para el libre y eficaz ejercicio de las funciones que llevan a cabo en representación del Estado que los envía. Configurando tales garantías, en su conjunto, un estatuto singular de dichas personas, establecido por el Derecho internacional, que ha de ser respetado por los órganos y autoridades del Estado receptor. Y ello permite explicar, de otra parte, que el Agente diplomático, aun siendo el titular de la inmunidad jurisdiccional, no pueda renunciar voluntariamente a la misma cuando es demandado por un particular y sí pueda hacerlo el Estado acreditante, como se establece en el artículo 32.1 del referido Convenio de Viena de 1961. 8. Pasando ya al examen de la legitimidad constitucional de este obstáculo o límite a la jurisdicción de los Juzgados y Tribunales españoles en materia civil, ha de afirmarse que si en nuestra STC 107/1992, fundamento jurídico 3.o, se declaró que «el régimen de inmunidad de ejecución de los Estados extranjeros no es contrario, cualquiera que éste sea, al derecho a la tutela judicial efectiva consagrado por el artículo 24.1 CE», otro tanto cabe decir ahora respecto a la inmunidad de la jurisdicción civil de los Agentes diplomáticos. En efecto, esta limitación ha de reputarse legítima desde un punto de vista constitucional pues posee un doble fundamento objetivo y razonable: En primer lugar, en el principio de igualdad soberana de los Estados consagrado en el artículo 2.1 de la Carta de las Naciones Unidas y al que expresamente se refiere el Preámbulo del Convenio de Viena de 1961. En segundo término en el principio de cooperación pacífica, que también se deriva de aquel tratado internacional. Pues si el primero implica la igualdad jurídica de todos los Estados y el mutuo respeto de su personalidad, de ello se sigue que un Estado soberano no puede, en principio, someter a otro Estado sin su consentimiento a la justicia de sus Tribunales (par in parem non habet imperium). Consecuencia que claramente se proyecta en la institución de la inmunidad de la jurisdicción civil de los Agentes diplomáticos dado que se concede por el Derecho internacional para garantizar el desempeño eficaz de la misiones diplomáticas y éstas ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 461 son, conviene subrayarlo, órganos de un Estado extranjero que le representan ante el Estado receptor. En segundo término, si el Preámbulo de nuestra Constitución proclama la voluntad de la Nación española de «colaborar en el fortalecimiento de unas relaciones pacíficas y de eficaz cooperación entre todos los pueblos de la Tierra», es indudable que a ese fortalecimiento contribuyen las funciones que llevan a cabo las misiones diplomáticas (art. 3.1 del Convenio de Viena de 1961). Y ello se confirma por lo dispuesto en el artículo 63.1 de la Norma fundamental, ya que la expresa referencia a que «El Rey acredita a los Embajadores y otros representantes diplomáticos», y a que «Los representantes extranjeros están acreditados ante él» pone de relieve la importancia que la Norma fundamental atribuye a las misiones diplomáticas en el desarrollo de las relaciones pacíficas y de cooperación de España con todos los pueblos y Estados. Este fundamento objetivo y razonable de la inmunidad de jurisdicción de los Agentes diplomáticos puede ser corroborado, además, examinando la jurisprudencia de otros Estados y, en lo que aquí especialmente interesa, la de los Tribunales italianos, ya que el presente caso nos sitúa precisamente ante la inmunidad de un miembro de la misión diplomática de la República de Italia en Madrid. En efecto, si la Corte de Casación de Italia, en su Sentencia de 18 de enero de 1940 en el asunto De Meeüs c. Forzano, excluyó definitivamente ciertas dudas anteriores y admitió que los Agentes diplomáticos estaban exentos de la jurisdicción civil italiana incluso por actos sometidos al Derecho privado, es significativo que la Corte Constitucional, directamente confrontada con la posible contradicción del límite a la jurisdicción que establece el artículo 31.1 del Convenio de Viena de 1961 con el derecho reconocido por el artículo 24, párrafo 1.o, de la Constitución, haya declarado en su Sentencia de 18 de junio de 1979, que tal exclusión no podía considerarse incompatible con el derecho a la tutela judicial de los particulares en la medida en que era necesaria para garantizar la actuación de la misión diplomática, institución imprescindible del Derecho internacional. Y este dato viene a añadir una justificación complementaria a la limitación del acceso a la jurisdicción para los particulares que se deriva del artículo 31.1 del Convenio de Viena de 1961, la basada en el principio de reciprocidad, ya que tal límite no sólo opera en beneficio de las misiones diplomáticas extranjeras en nuestro país, sino también respecto a las misiones que España envía a otros Estados, entre ellos a Italia. 9. En relación con lo anterior no es ocioso precisar, además, que la exclusión de la jurisdicción civil de los Agentes diplomáticos, cuando no concurre alguna de las excepciones establecidas por el artículo 31.1 del Convenio de Viena de 1961, se halla justificada objetivamente por las obligaciones que el Derecho Internacional impone a los Estados al establecer la extensión y límites de la jurisdicción de sus Juzgados y Tribunales. Y ello pese a que la potestad jurisdiccional sea ciertamente una emanación de la soberanía del Estado, como reiteradamente ha declarado la jurisprudencia del Tribunal Supremo. Efectivamente, cuando la soberanía estatal se proyecta en el ámbito internacional en cualquiera de sus dimensiones, incluida la potestad jurisdiccional, no cabe entender que la Constitución la configure como un poder absoluto o ilimitado frente a otros Estados, sino como un haz de potestades cuyo ejercicio por los poderes públicos está sujeto al Derecho. En primer lugar, a los concretos objetivos, mandatos y facultades que la misma Constitución consagra (Preámbulo y arts. 10.2, 63, 93, 94, 96 y 97) y, en particular, al límite que el artículo 95 establece, garantizando que un Tratado internacional concertado por España no pueda disponer de las normas constitucionales sin la previa reforma de la Norma fundamental. Pues hemos dicho que los poderes públicos españoles «no están menos sujetos a la Constitución cuando actúan en las relaciones internacionales o supranacionales que al ejercer ad intra sus atribuciones» (Declaración del Tribunal Constitucional de 1 de julio de 1992, fundamento jurídico 4. o). Ahora bien, es indudable que también la soberanía estatal está limitada por las obligaciones que el Derecho internacional público impone a los Estados. Lo que es relevante en relación con el artículo 21.2 LOPJ, ya que el legislador se ha remitido precisamente en este precepto al Derecho internacional público para determinar el contenido y alcance de las inmunidades de jurisdicción y de ejecución que dicho ordenamiento establece. Y si nos preguntamos cual es la extensión de la potestad jurisdiccional de los Estados en el ámbito internacional ha de tenerse presente que el Tribunal Permanente de Justicia Internacional (Sentencia de 1927 en 462 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO el asunto del Lotus, Francia c. Turquía, Serie A, n.o 10) ha declarado al respecto que aunque el Derecho internacional atribuye a los Estados una amplia libertad en esta materia, permitiéndoles extender su jurisdicción a supuestos relacionados con personas, actos y bienes que se hallan fuera de su territorio, no es menos cierto que también les impone determinadas prohibiciones y límites. Entre ellos, el límite negativo que se deriva de la inmunidad jurisdiccional atribuida a los Estados extranjeros y sus órganos, así como a sus representantes, incluidos los Agentes diplomáticos, que posteriormente se ha extendido, en ciertos supuestos, a las Organizaciones internacionales. De este modo, si al determinar la extensión de la jurisdicción de los Juzgados y Tribunales españoles —como ha hecho en los artículos 21 a 25 LOPJ— el legislador necesariamente ha de tener presente los límites, positivos y negativos, que el Derecho internacional impone a los Estados, ello viene a corroborar la justificación objetiva y razonable de la inmunidad de la jurisdicción civil que el artículo 21.2 de dicho cuerpo legal consagra, dado que la jurisdicción de los Juzgados y Tribunales españoles ha de operar dentro del ámbito que el Derecho internacional deja al Estado en esta materia. Pues caso de que se extendiera más allá del ámbito delimitado por el Derecho internacional y tratara de hacer efectiva en todo caso la tutela jurisdiccional en el orden interno, el Estado podría incurrir, al hacerlo así, en un hecho ilícito por la violación de una obligación internacional, lo que entrañaría su responsabilidad internacional frente a otro Estado. 10. Por último, para determinar si la exclusión de un particular al acceso a la jurisdicción civil de los Juzgados y Tribunales españoles cuando el demandado es un Agente diplomático acreditado en España resulta o no desproporcionada en atención al contenido del derecho reconocido en el artículo 24.1 CE, hemos de examinar si el régimen de dicha inmunidad previsto en el Convenio de Viena de 1961 excluye o permite —y en caso afirmativo, en qué medida y por qué vías— una protección de los derechos e intereses de los particulares afectados. A este fin ha de tenerse presente, en primer lugar, que el referido Convenio permite lograr esta protección por parte del Estado receptor del Agente diplomático, a quien corresponde velar por una correcta aplicación del Convenio de Viena de 1961 en España y evitar así cualquier posible abuso en los privilegios e inmunidades que en él se establecen, cuando el particular actúa diligentemente. En efecto, si el titular de la inmunidad tiene el deber de respetar las leyes y reglamentos del Estado receptor (art. 41.1 del mencionado Convenio) de ello se deriva que en un supuesto como el presente el arrendador tiene la posibilidad de poner en conocimiento del Ministerio de Asuntos Exteriores el incumplimiento del pago de la renta pactada, para que dicho órgano solicite del Estado acreditante bien que compela al Agente diplomático a cumplir dicha obligación o bien que renuncie a la inmunidad de jurisdicción civil (art. 32.1 del mismo Convenio). Pues si el Estado acreditante no accede a ello, podrá comunicarle que el Agente diplomático es considerado persona non grata en España, lo que entrañará la retirada o el término de las funciones diplomáticas de éste, acordada por el Estado acreditante, y, caso de no acordarla, el Estado receptor podrá negarse a reconocerlo como miembro de la misión (art. 9.1 y 2 del mismo Convenio). De suerte que si existe una conducta diligente del particular y ésta va seguida de la acción del Estado receptor frente al Estado acreditante, ello puede permitir que quede expedito para el arrendador el acceso a la jurisdicción civil en nuestro país. Debiendo señalarse, asimismo, que si los poderes públicos no adoptaran las medidas adecuadas para proteger los derechos e intereses del particular, por ejemplo, no ejerciendo la protección diplomática cuando la misma sea procedente (STC 107/1992, fundamento jurídico 3.o), pese a haberla solicitado, éste podrá eventualmente ejercitar una petición indemnizatoria ante los Juzgados y Tribunales españoles por la lesión sufrida en sus bienes y derechos (art. 106.1 CE). Lo que también posibilita, aunque indirectamente, la satisfacción judicial de los derechos e intereses de los particulares por esta vía, pese a que no esté exenta de desventajas para aquéllos. En segundo término, tampoco cabe olvidar que el reconocimiento de la inmunidad jurisdiccional al Agente diplomático no priva al particular con el que contrata el arrendamiento de la protección judicial, ya que el artículo 31.4 del Convenio de Viena de 1961 ha determinado un Tribunal competente para hacer valer su pretensión, aun cuando éste sea el de otro Estado, al disponer que «La inmunidad de jurisdicción de un Agente diplomático en el Estado ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 463 receptor no le exime de la jurisdicción del Estado acreditante». Lo que implica, en las circunstancias del presente caso, que la recurrente de amparo pudo hacer valer su pretensión dirigida al pago de la renta ante los Tribunales italianos. Y aunque pudiera alegarse que ello genera inconvenientes o cargas para el demandante, no es menos cierto que tal alegación carece de contenido constitucional, como se dijo en la STC 43/1986, fundamento jurídico 8.o Y esa carga del demandante no es distinta de la que se produce en otros muchos supuestos en los que la litis se entabla por un nacional contra un extranjero, como se evidencia del examen de los foros de competencia judicial internacional en el orden civil que se contienen en el artículo 22 LOPJ, al no haber querido el legislador atribuir una ilimitada extensión a la competencia de los Juzgados y Tribunales españoles sino sólo un volumen razonable en atención a la proximidad o vinculación de los supuestos con nuestro ordenamiento. Por lo que en muchos casos el nacional español que se propone reclamar judicialmente frente a un extranjero habrá de ejercitar su pretensión ante el Tribunal competente de otro Estado, al igual que ocurre en el supuesto aquí considerado. Lo que lleva a estimar, en suma, que el obstáculo que se deriva del artículo 31.1 del Convenio de Viena de 1961 no es desproporcionado o excesivo para el particular, dado que éste puede lograr en ciertos supuesto el acceso a los órganos jurisdiccionales españoles y, en todo caso, puede recurrir a los del Estado acreditante del Agente diplomático. 11. En definitiva, los órganos jurisdiccionales han seleccionado e interpretado, de forma razonable y no arbitraria, el precepto legal aplicable al caso. Y el examen ulterior ha llevado a la conclusión de que la inmunidad del Agente diplomático de la jurisdicción civil de los Juzgados y Tribunales españoles, en cuanto obstáculo o límite del acceso a la jurisdicción interna que se deriva del artículo 21.1 LOPJ en relación con el artículo 31.1 del Convenio de Viena de 1961, es constitucionalmente legítima y su resultado no desproporcionado en relación con el contenido del derecho fundamental que el artículo 24.1 CE reconoce, por las razones expuestas en los fundamentos precedentes. Sin que de otra parte se desprenda de las actuaciones que la recurrente haya solicitado diligentemente de los poderes públicos las medidas apropiadas para lograr la satisfacción de sus derechos por otras vías, ni tampoco que haya ejercitado su pretensión ante el Tribunal competente. Todo lo cual ha de conducir, necesariamente, a la desestimación del amparo solicitado. [BOE, 14 de octubre de 1995.] 9.29. SENTENCIA TS (SALA 2.a), DE 31 DE OCTUBRE DE 1991. PONENTE: SR. MONTERO FERNÁNDEZ-CID Primero.—El motivo inicial del recurso, admitido en base a la norma contenida en el párrafo segundo del artículo 676 de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, se residencia procesalmente en el número 2.o del artículo 849 de la misma Ley Procesal, citando como documento pretendidamente acreditativo del error de hecho en la valoración de la prueba la certificación obrante al rollo de Sala de la Audiencia de esta capital, expresiva, de un lado, que el pasaporte diplomático exhibido por la procesada, D/008358-89 expedido por la República de Liberia, es auténtico y, de otro, que tras consulta con el Ministerio de Asuntos Exteriores de la República de Liberia que la misma gozaba de inmunidad diplomática y que pasó por Ginebra para la realización de entrega de documentos del Departamento de Estado, pasando en tránsito por Madrid. El motivo no muestra la existencia de error probatorio alguno por parte del tribunal provincial y por ello debe ser desestimado, ya que: a) La existencia y autenticidad del pasaporte diplomático fue admitida por el órgano jurisidiccional a quo, por lo que tal admisión mal se compadece con la existencia del error tratado de demostrar mediante el documento. b) Los demás extremos «certificados» no pertenecen al área propia de la norma invocada como sede procesal del motivo, determinar si la procesada gozaba o no de inmunidad diplomática es algo perteneciente a la calificación jurídica y por ello ajeno al ámbito de fijación de hechos mediante prueba. La entrega de documentación diplomática tampoco resulta de la 464 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO indicada certificación y tendría que haber sido justificada mediante otro tipo de documentación. c) A mayor abundamiento, en la causa aparecen otros elementos de prueba que esterilizan el supuesto error. La certificación de la Dirección General de Asuntos Consulares del Ministerio Español de Asuntos Exteriores obrante también al rollo de la Audiencia expresa que la procesada no goza de inmunidad diplomática ni consular acreditada en España y que su viaje a España estuvo amparado en un visado de cortesía para viaje de carácter particular que le permitía una instancia limitada en España hasta 30 días en total, con tres entradas y salidas; tratándose por tanto de un viaje privado y de corta duración sin vinculación representativa alguna. Es obvio, pues, que a partir de todo ello no quepa apreciar la existencia de error alguno en la apreciación de la prueba y por ello, este primer motivo del recurso debe ser desestimado. Segundo.—Bastaría con la desestimación del motivo precedente para, por aplicación de la norma contenida en el artículo 884.3.o de la Ley de Enjuiciamiento Criminal, desestimar ya in limite litis el motivo segundo, en el que con sede procesal en el número 1.o del citado artículo 849 de la misma Ley Procesal se denuncia la vulneración de los artículos 29, 31, 40 y 27.5 y 6 del Convenio de Viena de 18 de abril de 1961, ratificado por España en Instrumento de 21 de noviembre de 1967 (R. 1968, 155 y N. Dicc. 26103) y que entró en vigor para la misma el día 21 de diciembre de dicho año. Sin embargo, dada lo singular y poco frecuente de alegaciones de esta naturaleza no será ocioso ni descentrado verificar algunas precisiones corroborativas para desestimar el motivo. Y así: a) La inmunidad diplomática a que se refieren los artículos 21.2 y 23 de la Ley Orgánica del Poder Judicial (R. 1985, 1578, 2635 y Ap. 1975-1985, 8375), en su remisión a los Tratados Internacionales en los que España sea parte y que con anterioridad se regulaba en el artículo 334 de la Ley Orgánica de 1870 (N. Dicc. 6437) ofrece, como señala la reciente Sentencia de esta Sala de 1 de junio de 1987 (R. 4065) —una vez superada la ficción de la extraterritorialidad— un doble fundamento: el representante diplomático acreditado ante el país receptor no puede ser sometido a la ley extranjera y, por otra parte, los representantes diplomáticos deben gozar de la libertad necesaria para desempeñar cumplidamente su misión: libertad de la que carecerían si pudieran ser acusados, más o menos mendazmente, ante las autoridades judiciales del país donde ejerzan su ministerio y juzgados y encausados por dichos tribunales, lo que, en definitiva, redundaría en mengua y desdoro de la soberanía de la Potencia acreditante. En realidad, se añade, no se trata, singularmente en los casos de comisión de un delito común en el país receptor, de una concesión de impunidad, sino, como señala la doctrina científica internacionalista, de que la nación o Estado ante el que se halle acreditado le declare persona non grata y sea enjuiciado por su propio país, tras removerle del puesto diplomático, en virtud del llamado en Derecho Internacional Público «principio de representación». b) Los artículos citados como infringidos del referido Convenio de 1961 no han sido vulnerados. Los artículos 29 y 31 del mismo hacen referencia a las normas generales sobre inmunidad y tienen por ello un carácter genérico. Los preceptos en realidad tratados de aplicar son los contenidos en los artículos 27.5 y 6, y 40, en cuanto la condición convocada como justificativa de la pretendida inmunidad no es otra que la de «correo diplomático», es decir, una situación distinta a la de agente acreditado ante un país ya no receptor, sino en el que se circula en tránsito. Pero tales artículos no sólo no han sido infringidos, sino que en manera alguna se ha justificado la existencia de sus presupuestos de aplicación. Frente a la «acreditación» precisa en los supuestos del ejercicio ante el Estado receptor, en los casos de un tercer país «en tránsito», también éste, con arreglo al citado artículo 40, es el que deberá conceder «la inviolabilidad y todas las demás inmunidades necesarias para facilitarle el tránsito o el regreso» (art. 40.1) y nada de ello se ha justificado como se señaló en el fundamento anterior. Por otra parte, aun aceptando hipotéticamente la tesis del recurrente, la mera aplicación del artículo 27.6, en cuanto establece que «las inmunidades en él mencionadas dejarán de ser aplicadas cuando dicho correo haya entregado la valija diplomática que se le haya encomendado», bastaría para, con la simple exposición impugnativa, rechazar ésta. [RAJ, 1991, n.o 7.320.] ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 465 9.30. SENTENCIA TS (SALA 3.a), DE 23 DE ENERO DE 1997. PONENTE: SR. ROVANET MOSCARDÓ [...] Tercero.—[...] tal como refleja en las Notas Verbales y en la Certificación emitida por el Ministerio de Asuntos Exteriores Español que figuran unidas a la escritura de 21 de septiembre de 1982, «la Oficina Popular-Misión Diplomática Libia (que había obtenido la preceptiva y previa autorización para la adquisición del chalé de autos con destino a la Escuela AlFateh árabe) está exenta de todos los impuestos y gravámenes nacionales, regionales o municipales, sobre el citado chalé, según lo establecido en el Convenio de Viena sobre Relaciones Diplomáticas y el principio de reciprocidad diplomática». En efecto, el artículo 23 del Convenio de Viena sobre Relaciones Diplomáticas de 18 de abril de 1961 establece, completando lo dispuesto en el artículo 12 sobre la autorización o consentimiento —por el Estado español receptor— sobre el establecimiento de las oficinas que formen parte de la Misión Diplomática, que «el estado acreditante —en este caso, Libia— y el Jefe de la Misión están exentos de todos los impuestos y gravámenes nacionales, regionales o municipales sobre los locales de la Misión de que sean propietarios o inquilinos..., excepción hecha de los impuestos y gravámenes nacionales, regionales que, conforme a las disposiciones legales del Estado receptor, estén a cargo del particular —en este caso, el matrimonio mejicano vendedor del chalé— que contrate con el Estado receptor o con el Jefe de la Misión». [...] establecido [por] el artículo 1.5 del Código Civil que «las normas jurídicas contenidas en los Tratados Internacionales serán de aplicación directa en España una vez que hayan pasado a formar parte del ordenamiento interno mediante su publicación íntegra en el Boletín Oficial del Estado, es evidente que el mencionado artículo 23 del Convenio de Viena de 1961, que ha sido publicado en el Boletín Oficial del Estado Español de 24 de enero de 1968, [...] [...] resulta, sin embargo, evidente que, si el comentado artículo 23 del Convenio establece una exención tanto objetiva (al referirse a los impuestos que afecten a los locales de la Misión) como subjetiva (al excluir del gravamen al Estado acreditante y al jefe de la Misión, con la excepción de los particulares que contraten con estos últimos) [...], la Misión Diplomática de Libia no puede considerarse obligada tributaria del Impuesto controvertido ni siquiera en su condición de sujeto pasivo sustituto, pues la redacción del referido artículo 23 es tan taxativa y radical que la excluye de tal obligación o carga fiscal tanto en su potencial condición de contribuyente como en la real —que es la que asume en la escritura pública de 21 de septiembre de 1982— de sustituto. [RAJ, 1997, n.o 351.] 9.31. SENTENCIA TSJ DE MADRID (SECCIÓN 6.a), DE 27 DE OCTUBRE DE 1997. PONENTE: SR. TRUJILLO CALVO Primero.—[...] el primer tema de análisis que nos conducirá al núcleo de la litis es el principio de territorialidad invocado, por la parte demandada, con el fin de que se consideren los servicios prestados en la embajada como servicios prestados en el extranjero. Interpretación no aplicable al supuesto que nos ocupa, al no regir la ficción jurídica en el moderno Derecho Internacional, no existiendo ya sino aspectos muy concretos de tal doctrina, aplicables por cortesía y reciprocidad, a las personas de los funcionarios diplomáticos y consulares y a la valija diplomática, todos ellos protegidos en su inmunidad, del mismo modo que se establecen determinados privilegios procesales para la sede de la representación pero que en ningún caso alcanzan al supuesto que nos ocupa. Destacar finalmente que en modo alguno se infringe el artículo 33.2 del Convenio de Viena, dado que: Primero.—El precepto únicamente refiere las exenciones en materia de Seguridad Social que posee el agente diplomático, no afectando la competencia. Segundo.—El apartado segundo en nada afecta al tema de litigio, dado que nos encontramos con que la actora poseía residencia habitual en España y no podría encuadrarse dentro 466 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO de la categoría de criado particular del agente diplomático al prestar servicios de limpieza en la Embajada. [...] Cuarto.—El motivo décimo de recurso, insta nuevamente el examen de las normas sustantivas, al considerar infringido el artículo 41.2 del Convenio de Viena, en relación con el artículo 1.5 del Código Civil y el artículo 240.1 y 2 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, al no haber notificado al Ministerio de Asuntos Exteriores la admisión de la demanda y la citación al juicio al tratarse de una misión diplomática acreditada en España. Al respecto debe indicarse que el meritado artículo 41.2 señala: «Todos los asuntos oficiales de que la misión esté encargada por el Estado acreditante han de ser tratados con el Ministerio de Relaciones Exteriores del Estado por conducto de él o con el Ministerio que se haya convenido». Lógicamente tales términos no afectan al supuesto que nos ocupa, dado que la contratación de una persona para que lleve a cabo labores de limpieza en modo alguno puede conceptuarse como misión oficial encargada a la Embajada, debiendo desestimarse el motivo de recurso. [Aranzadi Social, enero 1998, marginal 3.753.] 3. LA DIPLOMACIA MULTILATERAL 9.32. TIJ. ASUNTO RELATIVO A LA APLICABILIDAD DE LA OBLIGACIÓN DE ARBITRAJE EN VIRTUD DE LA SECCIÓN 21 DEL ACUERDO DE 26 DE JUNIO DE 1947 RELATIVO A LA SEDE DE LA ORGANIZACIÓN DE LAS NACIONES UNIDAS. OPINIÓN CONSULTIVA DE 26 DE ABRIL DE 1988 [...] 43. La ley americana contra el terrorismo fue promulgada el 22 de diciembre de 1987. Ésta entró en vigor automáticamente noventa días más tarde. Aunque la ley se extienda a cualquier oficina de la OLP (Organización para la Liberación de Palestina) que se encuentre en el territorio bajo jurisdicción de los Estados Unidos y no contenga ninguna referencia expresa a la oficina de la misión permanente de la OLP ante las Naciones Unidas en Nueva York, parece que su objetivo principal, sino exclusivo, era el cierre de esa oficina. El 11 de marzo de 1988, el fiscal general de los Estados Unidos consideró que tenía la obligación de proceder a ese cierre; ha informado de la misma misión y ha pedido a los tribunales americanos una orden que prohibía a los interesados «continuar infringiendo la ley». Como se ha recordado más arriba, el Secretario general actuando tanto por su cuenta cuanto siguiendo instrucciones de la Asamblea General, ha constantemente contestado las decisiones contempladas y luego tomadas por el Congreso y la Administración de los Estados Unidos. En estas circunstancias, el Tribunal debe constatar que las actitudes opuestas de la Organización y de los Estados Unidos muestran la existencia de una controversia entre las dos partes del acuerdo de sede. 44. Para los fines de la presente opinión consultiva no es necesario intentar determinar la fecha a partir de la cual la controvesia ha empezado a existir, ya que el Tribunal ha llegado a la conclusión que existe esa controversia en la fecha en la que debe dar su opinión consultiva. 45. A continuación el Tribunal debe examinar si la controversia se refiere a la interpretación o aplicación del acuerdo de sede. De todas formas no es de incumbencia del Tribunal el establecer si la adopción o la aplicación de la ley americana contra el territorismo constituyen o no una violación de las disposiciones del acuerdo de sede; esta cuestión concierne al tribunal arbitral del cual el Secretario general pide su constitución de conformidad con la sección 21 del acuerdo de sede. 46. En el presente caso, el Secretario general y la Asamblea General de las Naciones Unidas han constantemente recordado que la OLP había sido invitada «a participar a las sesio- ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 467 nes y a los trabajos de la Asamblea General con la condición de observador» [resolución 3237(XXIX)]. La misión de observador de la OLP ante la Organización de las Naciones Unidas estaba por consiguiente, por su condición, cubierta por las disposiciones de las secciones 11, 12 y 13 del acuerdo de sede. Ésta debía por eso tener «la posibilidad de establecer y de mantener locales e instalaciones adecuadas para el cumplimiento de sus tareas» (resolución de la Asamblea General 42/229 A, párrafo 2). El Secretario general y la Asamblea General han llegado a la conclusión que la adopción de las diversas medidas contempladas, y luego adoptadas por el Congreso y la Administración de los Estados Unidos serían contrarias al acuerdo de sede en el caso de ser aplicadas y han llegado también a la conclusión que la adopción de esas medidas había producido el nacimiento de una controversia entre la Organización de las Naciones Unidas y los Estados Unidos acerca de la interpretación y aplicación del acuerdo de sede. 47. Por lo que se refiere a la posición de los Estados Unidos, el Tribunal toma nota que, ya el 29 de enero de 1987, el secretario de Estado americano había escrito al senador Dole que: «la misión de observador de la OLP en Nueva York ha sido establecida como consecuencia de la resolución 3237(XXIX) adoptada por la Asamblea General, el 22 de noviembre de 1974, que invitaba a la OLP a participar en las secciones y trabajos de la Asamblea General con la condición de observador». Éste añadía que: «los miembros del personal de la misión de observador de la OLP están presentes en los Estados Unidos sólo por su condición de “personas invitadas” por la Organización de las Naciones Unidas, en sentido del acuerdo de sede. Por lo tanto, tenemos la obligación de autorizar a los miembros del personal de la misión de observador OLP a entrar y permanecer en los Estados Unidos para llevar a cabo sus funciones oficiales en la sede de la Organización de las Naciones Unidas...» (Actas del Congreso, vol. 133, n.o 78, p. S6449). Después de la adopción de la ley contra el terrorismo, el representante permanente interino de los Estados Unidos ante la Organización de las Naciones Unidas ha precisado al Secretario general que las disposiciones de esta ley «concernientes la misión de observador de la OLP [...], si se hubieran aplicado, [...] serían contrarias (a las) obligaciones jurídicas internacionales» derivadas para el país huésped del acuerdo de sede (párrafo 15 arriba). Entonces, los Estados Unidos ha intentado interpretar esta ley de manera compatible con sus obligaciones (párrafo 17 arriba). Sin embargo, con posterioridad el representante permanente interino de los Estados Unidos en una carta de 11 de marzo de 1988 (párrafo 24 arriba), ha puesto en conocimiento del Secretario general de las Naciones Unidas que el fiscal general de los Estados Unidos había estimado que la ley contra el terrorismo le imponía el cierre de la misión de observación de la OLP, «cualquiera que fuesen las obligaciones que incumbían a los Estados Unidos en virtud» del acuerdo de sede. Al mismo tiempo, un fiscal general adjunto ha declarado el mismo día que la ley «tiene una aplicación preferente respecto de las disposiciones del acuerdo relativo a la sede de la ONU en la medida en que sus disposiciones son contrarias a ésta...» (párrafo 26 arriba). El Secretario general, en su respuesta de 15 de marzo de 1988 a la carta del representante permanente interino de los Estados Unidos, contestó la opinión expresada, invocando la primacía del derecho internacional sobre el derecho interno. 48. De este modo, en una primera fase, las discusiones han tenido por objeto la interpretación del acuerdo de sede y en esta perspectiva los Estados Unidos no han puesto en tela de juicio que determinadas disposiciones de este acuerdo se aplicasen a la misión de la OLP ante la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York. Sin embargo, en una segunda fase, éstos han hecho prevalecer sobre el acuerdo de sede la ley contra el terrorismo, y el Secretario general se ha opuesto a esta tesis. 468 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 49. En conclusión, los Estados Unidos han tomado diferentes medidas contra la misión de observador de la OLP ante la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York. El Secretario general ha considerado estas medidas contrarias al acuerdo de sede. Sin contestar expresamente este punto de vista, los Estados Unidos han declarado haber tomado estas medidas «cualquiera que sean las obligaciones que (les) incumben... en virtual del acuerdo». Este comportamiento está en abierta contradicción con la posición del Secretario general. Por este hecho, existe una controversia entre la Organización de las Naciones Unidas y los Estados Unidos relativa a la aplicación del acuerdo de sede, por lo que se refiere a los privilegios de la sección 21. 50. Ciertamente podría cuestionarse si según el derecho interno americano las decisiones tomadas por el fiscal general de los Estados Unidos el 11 y 21 de marzo de 1988 aseguran por sí la aplicación de la ley contra el terrorismo o si esta ley no podría considerarse efectivamente aplicada sino en el caso en que, como consecuencia de la conclusión de los procedimientos judiciales en curso, la misión de la OLP fuese efectivamente cerrada. Pero esto no es determinante en relación con la sección 21 del acuerdo de sede que se refiere a cualquier controversia «sobre la interpretación o la aplicación» del acuerdo y no a la aplicación de las medidas tomadas en el derecho interno de los Estados Unidos. Por consiguiente, el Tribunal no encuentra razones para no concluir que existe una controversia entre la Organización de las Naciones Unidas y los Estados Unidos sobre la «interpretación o la aplicación» del acuerdo de sede. [CIJ Recueil, 1988, pp. 30-32.] 9.33. A) DESIGNACIÓN DE LA OLP COMO «MISIÓN DIPLOMÁTICA» Comunicado del Departamento de Estado Norteamericano de 1 de junio de 1994 La designación de la OLP como misión diplomática está basada en los siguientes datos: — Es una «agencia o entidad en los Estados Unidos». — Actúa como representante de la OLP, con capacidad reconocida por el gobierno de los Estados Unidos, y está implicada en «otras actividades» en nombre de la OLP. — Pertenece sustantivamente y está efectivamente controlada por la OLP. — La OLP es «una organización... que representa un territorio o entidad política que ha gozado de privilegios diplomáticos y otros privilegios oficiales o inmunidades con arreglo a las leyes norteamericanas [en virtud de su estatuto de observador en las Naciones Unidas] o que compromete en alguna medida el comportamiento de los asuntos internacionales de tal territorio o entidad política» [...] Conforme a la Sección 4302 (a) (1) de la Ley, por este medio se confirma la adquisición por la Oficina de la OLP, o sus agentes o empleados actuando en su nombre, de las siguientes mercancías y servicios de cualquier persona o entidad sujeta a la jurisdicción de los Estados Unidos, como un beneficio para los propósitos de la Ley: Mercancías 1) Vehículos de motor; 2) Equipos y materiales de construcción; 3) Equipos y materiales para el mantenimiento de la misión, incluyendo máquinas de escribir, teléfonos y otros equipos de telecomunicaciones, máquinas fotocopiadoras y material conexo; 4) Ordenadores y equipos de procesos de datos; y 5) Mobiliario de oficina. Servicios 1) Servicios públicos, incluyendo teléfono, telégrafo, y otros servicios de telecomunicaciones, correo, transporte público y servicio sanitarios; y ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 469 2) Servicios personales contratados en los Estados Unidos para cualquier propósito, bien sobre base temporal o regular. Tales servicios personales incluyen: a) Servicios relativos a las relaciones públicas, información, publicaciones, imprenta, anuncios, distribución, o correo; b) Fontanería, electricidad, construcción, mantenimiento, ingeniería, arquitectura o servicios conexos; c) Embalaje, embarque, porte y servicios conexos, incluyendo la provisión de los materiales de embalaje, y d) Servicios financieros. En suma, por este medio se determina que para que sean razonablemente conseguidos los propósitos enunciados en la sección 204.b) de la ley [...], requerir a la oficina de la OLP, y a sus agentes o empleados actuando en su nombre, que cumplan con los términos y condiciones especificados por el Director de la Oficina de misiones diplomáticas como condición para la ejecución o actuación en los Estados Unidos de cualquier contrato u otro acuerdo, la adquisición, retención, o uso de cualquier propiedad, o la solicitud o la aceptación de cualquier beneficio (incluyendo cualquier beneficio procedente o autorizado por cualquier Estado federal o autoridad local, o cualquier otra entidad dotada de poderes públicos). La publicación de este comunicado en el Registro Federal constituye un anuncio para las personas sujetas a la jurisdicción de los Estados Unidos que lleven a cabo actividades vinculadas a mercancías y servicios con la OLP de que los términos y condiciones en relación a los beneficios tal como son descritos en esta norma son impuestos de este modo. Personas que deseen una clarificación sobre la aplicación pueden contactar con la Oficina de Misiones Diplomáticas, Departamento de Estado de los Estados Unidos de América, Washington, DC 20520. B) Memorándum del Secretario de Estado, determinación presidencial n.o 94-30, de 30 de junio de 1994, «suspensión de las restricciones en las relaciones entre los Estados Unidos y la Organización para la Liberación de Palestina» El Presidente William J. Clinton ha certificado: 1) que por razones de interés nacional suspende de aplicación de las siguientes provisiones legislativas hasta el 1 de enero de 1995: A) Sección 307 de la Ley de Asistencia Extranjera de 1961 [...], tal como se aplica con relación a la Organización de Liberación Palestina o entidades asociadas a ella; B) Sección 114 de la Ley de Autorización del Departamento de Estado, años fiscales 1984 y 1985 [...], tal como se aplica con relación a la Organización de Liberación Palestina o entidades asociadas a ella; C) Sección 1003 de la Ley de Autorización de Relaciones Exteriores, años fiscales 1988 y 1989 [...]; y D) Sección 37 de la Ley relativa al Acuerdo de Bretton Woods [...], como se aplica al garantizar a la Organización para la Liberación de Palestina el estatuto de observador u otro estatuto oficial en cualquier encuentro promovido o asociado con el Fondo Monetario Internacional. [AJIL, 1994, pp. 731-732.] 9.34. TIJ. ASUNTO RELATIVO A LA APLICABILIDAD DE LA SECCIÓN 22 DEL ARTÍCULO VI DE LA CONVENCIÓN SOBRE PRIVILEGIOS E INMUNIDADES DE LAS NACIONES UNIDAS. OPINIÓN CONSULTIVA DE 15 DE DICIEMBRE DE 1989 [...] 40. Con el fin de pronunciarse acerca de la aplicabilidad de la sección 22 del artículo VI del convenio general a los relatores especiales de la Subcomisión, y luego sobre su aplicabi- 470 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO lidad en el caso del Sr. Dumitru Mazilu, el Tribunal debe en primer lugar establecer el sentido de ese texto. 41. Según el párrafo 1 del artículo 105 de la Carta de las Naciones Unidas: «La Organización gozará, en el territorio de cada uno de los Estados miembros de los privilegios e inmunidades necesarios para la realización de sus propósitos» Además, según el párrafo 2 del mismo artículo: «Los representantes de los miembros de la Organización y los funcionarios de ésta, gozarán asimismo de los privilegios e inmunidades necesarios para desempeñar con independencia sus funciones en relación con la Organización». Finalmente, en virtud del párrafo 3, la Asamblea General puede «[...] proponer convenciones a los miembros de las Naciones Unidas [...]» para fijar los detalles de la aplicación de los párrafos 1 y 2. 42. Actuando de conformidad con el artículo 105 de la Carta, la Asamblea General ha aprobado, el 13 de febrero de 1946, el convenio general y la propuesta para su adhesión a cada uno de los miembros de la Organización. Ciento veinticuatro Estados, entre ellos Rumania, son partes en este convenio. 43. Como se había previsto por el artículo 105 de la Carta, el convenio general especifica en sus artículos II y III los privilegios e inmunidades de los que se beneficia la Organización de las Naciones Unidas por su condición, fija en el artículo IV los privilegios e inmunidades de los representantes de los miembros de las Naciones Unidas y precisa en su artículo V los de los funcionarios de la Organización. Éste contiene además un artículo VI intitulado «peritos que formen parte de misiones de las Naciones Unidas» y dividido en dos secciones. La sección 22 establece lo siguiente: «A los peritos (aparte de los funcionarios comprendidos en el art. V) en el desempeño de misiones de las Naciones Unidas, se les otorgarán las prerrogativas e inmunidades que sean necesarias para el ejercicio independiente de sus funciones, durante el período de sus misiones, inclusive el tiempo necesario para realizar los viajes relacionados con la misma. En especial gozarán de: a) Inmunidad contra arresto y detención y contra el embargo de su equipaje personal; b) Inmunidad contra toda acción judicial respecto a palabras habladas o escritas y a sus actos en el cumplimiento de su misión. Esta inmunidad contra toda acción judicial continuará aunque las personas interesadas hayan cesado ya de trabajar en misiones para las Naciones Unidas; c) Inviolabilidad de todo papel o documento; d) Para los fines de comunicarse con las Naciones Unidas, el derecho a usar claves y de recibir papeles o correspondencia por estafeta o en valijas selladas; e) En lo que respecta a moneda o regulaciones de cambio, las mismas facilidades que se dispensan a los representantes de Gobiernos extranjeros en misiones oficiales temporales; f) Las mismas inmunidades y facilidades con respecto a su equipaje personal que las que se dispensan a los enviados diplomáticos». La sección 23 añade: «Las prerrogativas e inmunidades se conceden a los peritos en beneficio de las Naciones Unidas y no en provecho de los propios individuos. El Secretario General tendrá el derecho y el deber de renunciar a la inmunidad de cualquier perito, en cualquier caso en que a su juicio la inmunidad impida el curso de la justicia y pueda renunciarse a ella sin que se perjudiquen los intereses de las Naciones Unidas». ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 471 Finalmente, el artículo VII, sección 26, del convenio general concede a los expertos determinadas facilitaciones cuando viajan por cuenta de la Organización. 44. El Tribunal debe examinar la aplicabilidad ratione personae, ratione temporis y ratione loci de la sección 22. Éste debe buscar por lo tanto en primer lugar lo que son los «peritos que formen parte de misiones» en el sentido de la sección 22, luego lo que debe entenderse por «período de sus misiones», antes de tomar en consideración la situación de los peritos en sus relaciones con el Estado del que son nacionales o en cuyo territorio tienen su residencia. 45. El convenio general no da ninguna definición de los «peritos que formen parte de misiones». A lo sumo éste aclara dos puntos, uno negativo y otro positivo. En primer lugar, se deduce de las disposiciones de la sección 22 que los funcionarios de la Organización, aunque sí han sido designados en consideración de su competencia técnica en una determinada materia, no vienen incluidos en la categoría de los peritos en el sentido de esta disposición. Además sólo vienen comprendidos en la sección 22 los peritos que cumplen misiones para la organización. Sin embargo, esta sección no proporciona ninguna indicación sobre la naturaleza, el período y el lugar de esas misiones. 46. Los trabajos preparatorios tampoco resultan ser más instructivos al respecto. El convenio ha sido inicialmente redactado y presentado a la Asamblea General por la Comisión preparatoria constituida en San Francisco en junio de 1945; este proyecto inicial no contenía las disposiciones correspondientes al actual artículo VI. Este último fue añadido por la subcomisión sobre privilegios e inmunidades creada por la sexta comisión para el examen del texto, pero los documentos oficiales de la época no permiten establecer los motivos de esta adición. 47. El objetivo perseguido por la sección 22 es de todos modos evidente, a saber, permitir a la Organización de las Naciones Unidas confiar misiones a personas que no tengan el estatuto de funcionario de la Organización y de garantizarles los «privilegios e inmunidades necesarios para ejercer sus funciones con total independencia». Los peritos así designados o elegidos pueden ser o no remunerados, beneficiarse o no de un contrato, verse asignada una tarea que necesite un trabajo más o menos prolongado. Lo esencial no reside en su situación administrativa, sino en la naturaleza de su misión. 48. En la práctica, y según las informaciones proporcionadas por el Secretario general, la Organización de las Naciones Unidas ha tenido ocasión de confiar misiones cada vez más variadas a personas que no tenían el estatuto de funcionario de la Organización. Esas personas han sido encargadas de mediaciones, de la preparación de informes, de la elaboración de estudios, de la realización de investigaciones o de la búsqueda y establecimiento de los hechos. Éstas han participado en fuerzas para el mantenimiento de la paz, en tarea de asistencia técnica y en muchas otras actividades. Además numerosos comités, comisiones u organismos similares cuyos miembros vienen designados no como representantes de los Estados sino a título personal, han sido constituidos en el seno de la Organización. De este modo han sido creados la Comisión de derecho internacional, el comité consultivo para las cuestiones administrativas y presupuestarias, la comisión de la función pública internacional, el comité de derechos humanos instituido en aplicación del pacto sobre los derechos civiles y políticos y otros diferentes comités de la misma naturaleza, como el comité para la eliminación de la discriminación racial o el comité para la eliminación de la discriminación contra la mujer. En todos esos casos, la práctica de las Naciones Unidas muestra que las personas designadas de esa manera, y en particular los miembros de estos comités o comisiones, han sido considerados como peritos que forman parte de misiones en el sentido de la sección 22. [...] 52. Para resumir, el Tribunal considera que la sección 22 de convenio general es aplicable a las personas (distintas de los funcionarios de la Organización de las Naciones Unidas) a las que se ha confiado una misión por parte de la Organización y que tienen por ello el derecho a beneficiarse de los privilegios e inmunidades previstos por ese texto para ejercer sus funciones con total independencia. Durante el entero período de su misión, los peritos gozan de los privilegios e inmunidades funcionales, se hayan o no desplazado. Éstos pueden ser invocados respecto del Estado de nacionalidad o de residencia, a no ser que ese Estado haya formulado válidamente una reserva a la sección 22 del convenio general. 472 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO 53. A la luz de lo que precede, el Tribunal ahora debe tomar en consideración la situación de los relatores especiales de la Subcomisión. Se trata de una cuestión que afecta al estatuto jurídico de los relatores en general, categoría de personas que la Organización de las Naciones Unidas y los organismos especializados estiman necesario reclutar para llevar a cabo tareas cada vez más variadas, y es una cuestión importante para el sistema de las Naciones Unidas en su conjunto. 54. El párrafo 9 mencionado arriba ha recordado las condiciones en las que la Comisión y la Subcomisión han sido creadas en 1946 y 1947, así como el mandato atribuido a esta última en 1949. El 28 de marzo de 1947, el Consejo (Económico y Social) había decidido que la Subcomisión estaría integrada de doce personalidades, que había designado nominalmente, bajo reserva del consentimiento de los respectivos gobiernos nacionales. Los miembros de la Subcomisión, cuyo número actualmente es de 25, han sido sucesivamente elegidos por la Comisión de derechos humanos en condiciones similares; el Consejo, en su resolución 1983/32, de 27 de mayo de 1983, ha expresamente «recordado... que los miembros de la Subcomisión vienen elegidos por la Comisión de derechos humanos en calidad de peritos y a título personal» y de eso ha deducido que sus suplentes deberían ser elegidos y prestarían sus servicios en las mismas condiciones. No teniendo ni la condición de representante de Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas ni la de funcionario de la Organización, y por el hecho de que realizan independientemente a favor de las Naciones Unidas las funciones previstas por el mandato de la Subcomisión, sus miembros deben ser considerados peritos en misión en el sentido de la sección 22. 55. Según la práctica seguida por numerosos órganos de la Organización de las Naciones Unidas, la Subcomisión ha designado a veces relatores o relatores especiales a los que ha confiado la tarea de estudiar determinados temas. Estos relatores o relatores especiales son normalmente elegidos entre los miembros de la Subcomisión. Sin embargo, a lo largo de los últimos diez años, los relatores especiales han sido, por lo menos en tres ocasiones, designados fuera de la Subcomisión. Además, en numerosos casos, relatores especiales miembros de la Subcomisión no han terminado su informe sino después de la expiración de su mandato de miembro de la Subcomisión. En cualquier caso, a los relatores o relatores especiales se les ha confiado por la Subcomisión una misión de estudio. Sus funciones son diferentes, porque deben recopilar, analizar y verificar la documentación existente sobre el problema y presentar un informe a la Subcomisión. No teniendo ni la condición de representante de Estados miembros de la Organización de las Naciones Unidas ni la de funcionario de la Organización, y realizando este estudio independientemente a favor de esta última, deben ser considerados peritos en misión en el sentido de la sección 22, también en el caso de que no pertenezcan o ya no pertenezcan a la Subcomisión. Por consiguiente, gozan, de conformidad con la sección 22, de los privilegios e inmunidades necesarios para el ejercicio de sus funciones, y en particular para establecer cualquier contacto útil para la preparación, redacción y presentación de sus informes a la Subcomisión. [CIJ Recueil, 1989, pp. 192-197.] 9.35. CONVENIO ENTRE ESPAÑA Y LA ORGANIZACIÓN MUNDIAL DEL TURISMO, RELATIVO AL ESTATUTO JURÍDICO DE DICHA ORGANIZACIÓN EN ESPAÑA [...] Art. 12. Libertad de acceso y de estancia.—1. El Gobierno español adoptará las medidas adecuadas para facilitar la entrada, salida y permanencia en el territorio español de las siguientes categorías de personas cualquiera que fuere su nacionalidad. a) Representante de los Miembros de la Organización. b) Secretario general y personal del la Organización. c) Cónyuges, hijos y miembros de las familias de las personas a que se refieren los apartados anteriores que convivan con ellas. d) Cualesquiera otras personas que, por razón de su función, deban tener acceso a la sede de la Organización, con carácter oficial. ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 473 2. Los visados que necesiten las personas mencionadas en este artículo se concederán gratuitamente y en el menor plazo posible. 3. Las personas a las que se refiere este artículo 12 estarán exentas de todas las formalidades prescritas por las leyes y reglamentos del Estado español relativas a la inscripción de extranjeros, permiso de residencia y permiso de trabajo, siempre que no ejerzan en España ninguna otra actividad lucrativa o profesional. Art. 13. Estatuto de los representantes de los miembros de la Organización.—1. Los representantes de los miembros de la Organización que asistan a las asambleas, conferencias o reuniones convocadas por ella disfrutarán en España de los siguientes privilegios e inmunidades. a) Inviolabilidad personal, del lugar de residencia y de todos los objetos propiedad del interesado. b) Inmunidad de arresto y de detención e inmunidad de jurisdicción con respecto a sus palabras, escritos y todos los actos ejecutados en el ejercicio de sus funciones oficiales. c) Facilidades aduaneras para sus efectos personales y exención de la inspección de su equipaje personal en las mismas condiciones concedidas a los agentes diplomáticos en misión temporal. d) Derecho a utilizar claves en sus comunicaciones oficiales y a recibir o enviar documentos y correspondencia oficial por medio de correos diplomáticos o valijas selladas. e) Exención de toda restricción en materia de inmigración y de formalidades de registro de extranjeros, en los términos previstos en el artículo 12, así como de todo servicio nacional. f) Exención de las restricciones de la libertad de cambio en condiciones idénticas a las concedidas a los agentes diplomáticos en misión temporal. 2. Los representantes de miembros afiliados gozarán, solamente, de los privilegios enunciados en los apartados b), e) y f). [...] [BOE, 6 de julio de 1977.] 9.36. ACUERDO DE SEDE ENTRE EL REINO DE ESPAÑA Y LA SECRETARÍA DE COOPERACIÓN IBEROAMERICANA [...] Art. 9.o Libertad de acceso y estancia.—1. El Gobierno español adoptará las medidas adecuadas para facilitar la entrada, salida y permanencia en el territorio español de las siguientes categorías de personas cualquiera que fuera su nacionalidad: a) Representantes de los Estados miembros de la SECIB. b) Secretario de Cooperación Iberoamericana y personal de la SECIB. c) Cónyuges, hijos solteros menores de 23 años que vivan a cargo de sus padres o mayores de edad que vivan a cargo de sus padres y tengan alguna incapacidad física o mental. d) Cualesquiera otras personas que, por razón de su función, deban tener acceso a la sede de la SECIB con carácter oficial, siempre que el Ministerio de Asuntos Exteriores haya sido debidamente informado. 2. Los visados que necesiten las personas mencionadas en este artículo se concederán gratuitamente y en el menor plazo posible. 3. Las personas a las que se refiere este artículo estarán exentas de todas las formalidades prescritas por las leyes y reglamentos de España relativas a la inscripción de extranjeros, permiso de residencia y permiso de trabajo, siempre que no ejerzan en España ninguna otra actividad lucrativa o profesional. Art. 10. Estatuto de los representantes de los Estados miembros de la SECIB.—1. Los representantes de los Estados miembros de la SECIB que asistan a las asambleas, conferencias o reuniones convocadas por ella disfrutarán en España de los siguientes privilegios e inmunidades: a) Inviolabilidad personal, del lugar de residencia y de todos los objetos propiedad del interesado. b) Inmunidad de arresto y de detención e inmunidad de jurisdicción con respecto a sus palabras, escritos y todos los actos ejecutados en el ejercicio de sus funciones oficiales. 474 MATERIALES DE PRÁCTICAS DE DERECHO INTERNACIONAL PÚBLICO c) Facilidades aduaneras para sus efectos personales y exención de la inspección de su equipaje personal en las mismas condiciones concedidas a los agentes diplomáticos en misión temporal. d) Exención de toda restricción en materia de inmigración y de formalidades de registro de extranjeros. [BOE, 23 de marzo de 2000.] BIBLIOGRAFÍA SELECCIONADA 1. Entre los manuales españoles que se ocupan de la materia, vid. 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A Legal and constitucional Analysis (D. Woodhouse, ed.), Hart Publishing, Oxford/Portland (Oregón), 2000. Por lo que hace a las cuestiones afines planteadas en el marco del Estatuto de la Corte Penal Internacional, vid. de entre la ingente bibliografía, el vol. 10 (1999), n.o 1 del EJIL, que en parte se dedica al tema, así como las obras colectivas La criminalización de la barbarie: La Corte Penal Internacional, CGPJ, Madrid, 2000, con contribuciones de J. A. Carrillo Salcedo y A. J. Rodríguez Carrión, entre otros; Creación de una jurisdicción penal internacional (F. J. Quel López, ed.), AEPDIRI-Escuela Diplomática, Madrid, 2000; Droit International Pénal (H. Ascen- ÓRGANOS PARA LAS RELACIONES INTERNACIONALES 475 sio, E. Decaux, A. Pellet, eds.), A. Pedone, París, 2000, y la de LIROLA DELGADO, I., MARTÍN MARTÍNEZ, M. M., La Corte Penal Internacional. Justicia versus Impunidad, Ariel, Barcelona, 2001. 4. Respecto a las relaciones diplomáticas bilaterales y en particular respecto a los privilegios e inmunidades de los agentes diplomáticos, además de las obras generales mencionadas más arriba, vid. ANDRÉS SÁENZ DE SANTA MARÍA, M. P., «La crisis de la inviolabilidad de las misiones diplomáticas. Una perspectiva estructural de análisis», REI, n.o 2, 1981, pp. 261-303; ANGELET, N., «Le droit des rélations diplomatiques dans la pratique récente du Conseil de Sécurité», RBDI, 1999, pp. 149-177; BORZI ALBA, M., Inmunidades y privilegios de los funcionarios diplomáticos, 2.a ed., Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1982; BROWN, J., «Diplomatic Inmunity: State practice under the Vienna Convention on Diplomatic Relations», ICLQ, 1988, vol. 37, pp. 53-88; DENZA, E., Diplomatic Law. 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