La Luna y el Sol como elementos poéticos en Julio Cortázar Tatiana Litvinenko Universidad Lingüística de Irkutsk En el extraño mundo de Julio Cortázar la existencia del hombre y su enigmática ruta en el caos de la vida parecen, a veces, ajustarse a leyes simbólicas, algunas de las cuales son las leyes de la astronomía mitológica europea y latinoamericana. Esas leyes, que descubren a los escogidos el oculto sentido del nacimiento de los cuerpos celestes, el código del movimiento del Sol y de las fases naturales de la Luna desempeñan un muy importante papel en la prosa del autor argentino y, en algunos casos, se erigen en elementos clave de su poética. Custodios de quienes residen en su planeta fantástico, la Luna y el Sol regulan las evoluciones de los protagonistas de las novelas de Cortázar en los dos hemisferios de su Tierra imaginaria, sincronizan el ritmo secreto de sus vidas y su peregrinaje desde el tiempo hasta la eternidad y al revés. Los mitos astrales crean para su hombre otros microcosmos y macrocosmos, en los que él se convierte en una estrella errante cuya señal luminosa, junto con las de su Sol y su Luna nosotros debemos descifrar. Sin recoger aquí todos los textos de Cortázar que contienen referencias a fenómenos celestiales, sí nos vamos a referir al análisis de dos cuentos muy conocidos, “Axolotl” y “Lejana”1, de contenido incomprensible si no se toma en consideración el “ discurso” de los astros. Es preciso decir que no los hemos escogido casualmente, aunque el criterio principal que distingue esos textos de otros, también relevantes, es un criterio formal y casi paradójico, un criterio, cuyo absurdo tal vez fuese admitido por el mismo maestro argentino. El caso es que en los mencionados cuentos no se menciona ni a la Luna ni al Sol y ni siquiera las palabras que los designan, salvo en dos ocasiones: en el cuento “Lejana” se cita el verso de otro autor (F. García Lorca) y se emplea el modismo de “ luna de miel”. En el primer cuento, ”Axolotl”, en que se trata de la metamorfosis zooantropomórfica del hombre y los animales, el simbolismo del Sol surge gracias al mismo título que se asocia con el nombre de la divinidad azteca Xólotl. Este dios de los gemelos y los monstruos desempeñó un papel muy importante en la creación del quinto Sol, el Sol que, según la cosmogonía azteca, es el actual. El mito dedicado al quinto Sol dice que, a diferencia de los cuatro anteriores, el movimiento de este último astro en el cielo no provoca el incendio y la destrucción del mundo inferior. Los dioses que personifican aquel mundo acordaron matarse y sacrificarse para que el Sol se apoderara de su energía vital y pudiera seguir su camino. Pero Xólotl, que ofició de sacerdote ritual y mató a los demás dioses, no quiso morir. Se escondió transformándose en una serie de objetos duales, cuya encarnación acuática y final — axolotl — fue descubierta y eliminada por el Sol. Se considera que de este mismo accidente proviene la tradición de los sacrificios humanos ofrecidos al Sol 2. El cuento de Cortázar desarrolla los motivos del Sol devorador y monstruoso y atribuye aspectos solares a sus animales. Son, ante todo, los axolotl, nombrados así, de manera arcaica, aunque el autor a quien le “parecía fácil, casi obvio, caer en la mitología”, 1 Cortázar, Julio, Los relatos, Madrid, Alianza Editorial, 9-a ed., 1996, Vol.1 “Ritos”; vol.3, “Pasajes”. 2 Álvarez Constantino, Jesús, El pensamiento mítico de los aztecas, México, Balsal, 1987. da la variante moderna de la palabra ajolote. Pero esa palabra que se emplea por Cortázar solamente una vez y en la forma del término de algún diccionario citado, más parece al lexema de un metalenguaje cuyos elementos no convienen para la nominación de las cosas en el mundo metarreal del autor. Siguiendo las definiciones semánticas de Cortázar que aparecen en otra parte del cuento, esas palabras son comparables a las larvas, porque “larva quiere decir máscara y también fantasma”. Esas “palabras - larvas” o “palabras - fantasmas” que son determinativos verdaderos, no abarcan la profundidad del contenido de las cosas, se hacen innecesarias en el mundo del “Axolotl”. Sus protagonistas inventan su propia lengua, una lengua muda, sin palabras ni emociones expresadas, una lengua que transmite la información con la mirada, que es la forma principal de comunicación entre el hombre y el Sol. Podemos presuponer que la capacidad de la comunicación con los ojos, del verdadero diálogo sin sonidos ni movimientos fue también la causa por la que los axolotl, es decir los animales acuáticos, fuesen los escogidos como personificaciones del Sol en su contacto con el hombre. No eran peces que, aun conociendo la lengua muda del océano, sus ojos hermosos y estúpidos no podían reflejar lo divino. Tampoco eran leones o panteras, los animales que visitó el héroe antes de encontrar a los axolotl, aunque los primeros le gustaban y hasta su mitología tenía muchos motivos paralelos con la de los axolotl. Siendo también símbolos zoomórficos solares del otro “pueblo de las pirámides”, el egipcio, el león y la pantera se asocian con la imagen de una hija del dios solar que se encarnó en una forma animal. La hija de Ra, que en su variante cósmica fue representada como el ojo del mismo sol y en la variante terrestre, como leona, mataba a los enemigos de su padre quemándolos o devorándolos. Se consideraba, además, diosa de la humedad, y en una variante sincrética representada por la pantera, la diosa de la escritura3, en alusión a la tarea del personaje cortazariano quien debe escribir el cuento. Pero en el texto del ”Axolotl”, leones y panteras no son animales carnívoros ni símbolos de fuerzas cósmicas. Son amigos del hombre, su lenguaje y su conducta es comprensible, habitual para él y no tienen el aspecto horrible del misterio solar. Los axolotl sí tienen ese aspecto horrible. Son extraños e inquietantes animales, anfibios de doble naturaleza que pueden permanecer toda la vida y reproducirse en el agua en estado larvario y, sin embargo, en ciertas ocasiones, acuciados por la falta de nutrición o escasez de agua, transformarse en adultos y residentes en la tierra 4. Esa extraordinaria capacidad de metamorfosis y su adaptación al medio ambiente que hace a los axolotl casi eternos, crean en el texto de Cortázar unas metáforas siniestras y amenazantes basadas en su semejanza a la piedra, a unas estatuillas con caras inmóviles e inexpresivas. Son testigos de algo remoto, jueces crueles que atesoran el secreto de la abolición del tiempo y del espacio, un modo de dominar en el mundo. Un secreto que también conoce el Sol, el Sol mitológico que borra los límites del tiempo y la eternidad y que ilumina el mundo del cuento cortazariano con los ojos de los axolotl. Los ojos de los axolotl, que destacan especialmente en el texto por encima de otros detalles de su apariencia física, son descritos por el autor como discos de oro transparente, sin iris ni pupilas, inexpresivos pero terriblemente lúcidos. Sus rasgos principales permiten compararlos con los discos simbólicos del Sol azteca, tanto más que ambos discos solares requieren rituales de sacrificios humanos. Igual que el Sol azteca los axolotl devoran al hombre “por los ojos en un canibalismo de oro”. 3 4 Коростовцев М.А. Религия древнего Египта. — М.: Наука, 1976. Diccionario enciclopédico Espasa. — Madrid: Espasa-Calpe, 1978. Otro detalle que aproxima los dos cultos es la comparación del ojo del axolotl con un orificio pequeño tras el cual el personaje de Cortázar comunica con su enigmático mundo interior. Este orificio que se halla en “el rostro de piedra” del axolotl, puede asemejarse a aquel otro que se encontraba en el centro de la piedra de sacrificios azteca, dedicada también al culto del Sol, y tras el cual ataban a la víctima que mataban después. El tema del sacrificio humano, reflejado en las imágenes fóbicas, en las obsesiones del hombre “prisionero en el cuerpo de axolotl”, en una serie de visiones de alguien que está “enterrado vivo” en una forma zoomórfica, convierte al personaje de Cortázar en un doble del animal también predispuesto para el sacrificio. Se convierten así en unos gemelos divinos, monstruosas víctimas del mito eterno, condenados a padecer en el “infierno líquido” del acuario mundial. Pero la unión entre el hombre y el animal, su transformación ambigua, permite evocar el inicio de su mito creativo, es decir, el período en el que todavía no había sido aniquilado el señorío de los anfibios, cuando “el mundo había sido de los axolotl”. Sus ansias de aquella libertad remota se asemejan a una añoranza por el paraíso perdido, otro tema universal de la prosa de Cortázar. El contenido del cuento permite presuponer que, a diferencia del infierno actual, el paraíso antiguo contenía en sí una posibilidad de algún otro tipo de evolución de los seres vivos, algún otro camino que podría salvarlos del terror de los laberintos de la historia. Aquel otro camino desde las aguas maternas hacia el sol podría convertirlos en verdaderas salamandras tigres encarnando esta vez en ellos el simbolismo del segundo nombre científico de los axolotl 5. Es sabido que las salamandras, que en la tradición alquímica y mágica europea simbolizan la substancia del fuego solar, representan también en sí mismas la noción de la piedra filosofal. Son, como dice la doctrina alquímica, una piedra filosofal en su condición roja. Continuando el desciframiento del término podemos añadir que la piedra filosofal es uno de los sinónimos metafóricos de la perfección humana. En este caso, la imagen del hombreaxolotl que combina la “piedra rosa” de la cabeza bestial, sus misteriosos ojos de oro alquímico con la conciencia y sentimientos humanos, se convierte en una alegoría del Superhombre, aunque monstruoso, trágico y desdoblado. El anhelo de misterium coniunctionis y las obsesiones de personificación que caracterizan al personaje de Cortázar permiten describir sus problemas en los términos de K.G. Jung6. Su existencia desdoblada entre las aguas infernales del animal y el paraíso del sol divino se puede comparar con la vacilación del hombre mitológico del siglo XX, que no encuentra una “tierra firme”, escindido entre la zona de lo inconsciente de su alma y sus capacidades mentales superiores. La lucha constante entre lo primitivo y lo perfecto de la conciencia es su auténtico sacrificio, cuyo resultado más significativo es el mismo cuento, es decir, la literatura, el último testamento lúcido que posee el hombre. La historia contada por Cortázar en su segundo relato, “Lejana”, se desarrolla bajo otro signo astral, el de la Luna. Su dominio revela muchos rasgos textuales (aunque no, como hemos dicho, en el nivel léxico denotativo), pero los detalles “lunares” más notorios son dos: el apellido de la protagonista, Alina Reyes, transformado durante uno de los juegos nocturnos en la palabra “reina” - el símbolo emblemático de la Luna; y el calendario, una cronología específica que regula los días y las noches de la vida y del diario de la muchacha. 5 6 Ibídem. Юнг К.Г. Психология и алхимия. — М.: Рефл-бук, 1997. La primera fecha que aparece en el cuento como fecha escrita por Alina es la del 12 de enero, la última, ofrecida ya por el mismo autor, la del 6 de abril. En este período acontecen todos los sucesos principales de la vida de la protagonista desde la aparición de un fantasma misterioso en la conciencia marginal de la muchacha hasta el encuentro de Alina con su doble en la ciudad de Budapest. El caso es que entre esas dos fechas transcurren exactamente tres ciclos de 28 días, es decir, la tragedia de Alina/Lejana dura tres meses lunares. Es sabido que la Luna, cuyos ciclos están sincronizados con los ritmos biológicos terrestres y, especialmente, con los de las mujeres, adquiere en los mitos muchos rasgos de divinidad femenina. Es una diosa de procedencia arcaica, representada en todas las culturas y, aunque con diferentes nombres, la mayoría de sus funciones son iguales en todos los pueblos. En el cuento de Cortázar, la velada diosa lunar se parece a la Hécate griega. Sin desvelarse como tal, sí cumple las mismas funciones divinas, principalmente negativas: provoca pesadillas, alucinaciones obsesivas y enseña las artes mágicas para entrar en contacto con el mundo de los fantasmas. Se puede añadir que a la Luna en el aspecto de Hécate/Trivia está atribuida la cifra 3 que correlaciona metafóricamente con los tres meses lunares de Alina Reyes y, también, más directamente, con tres vías o direcciones de su vida, tanto reales, “... a Budapest,... o Jujuy, o a Quetzaltenango”, como simbólicas, es decir, a la virginidad, el casamiento o la reencarnación de la muchacha en su doble. Además, en el cuento de Cortázar se destaca textualmente el período de tres días, — desde el 25 hasta el 28 de enero, — durante el cual “no viene nada de la lejana”. Por esta causa el período parece ser insignificante, pero, dado que las visiones no acaban por producirse, podemos presuponer que el intervalo mencionado corresponde a esos tres días, o mejor dicho, a las tres noches en que la Luna desaparece del cielo. En este caso el 12 de enero, así como el 6 de abril se convierten en las fechas de plenilunio, lo que confirma, por un lado, la diferencia aproximada de catorce días (o la mitad del ciclo) entre el 12 y 25/28 de enero, y por otro lado, la actividad que demuestran los fantasmas en la primera y la última noche. Para concluir con el tema de los numerales ligados a la Luna podemos nombrar también la edad de Alina Reyes, que cumple 28 años y una de sus visiones de Lejana cuando imagina que “le pegarán dentro de catorce años”. Y hasta la misma fecha inicial, el 12 de enero, puede, aunque en la forma muy abstracta, demostrar el dominio de la Luna, simbolizando el primer día del calendario lunar, más breve que el solar, de once días. El análisis de los apuntes de Alina datados el 12 de enero permite concluir que todo lo que hace aquella noche imita, casi en cada detalle, un ritual mágico. Ese ritual, cuya protectora principal es la Luna, requiere que su participante se encuentre en un lugar apartado, donde nadie le moleste, una condición que cumple Alina Reyes, aunque con dificultades. Después, según la tradición establecida, ella pronuncia una oración especial, representada en el texto por la primera frase de la oración inglesa Now I lay me down to sleep, que sirve, además, de título de uno de los cuentos de Hemingway que correlaciona con la “Lejana” en sus temas de insomnio, pesadillas y visiones. Más adelante siguen unas palabras que al profano pueden parecer desprovistas de sentido. Pero en realidad son unos signos sistematizados que revelan los poderes de la maga, conocedora del código misterioso de la lengua habitual. Las palabras se alternan con los versos. Esta vez Alina cita “Romance de la luna, luna” de Federico García Lorca. Con la frase de “Romancero gitano” en el texto de Cortázar entra la primera nominación explícita del astro mágico. Y también aparecen sus connotaciones negativas, los aspectos espantosos de la diosa que lleva las ánimas humanas al reino de la muerte. Siguen a continuación palíndromos y anagramas, es decir, unos juegos de palabras que permiten leer el sentido inverso de la realidad nombrada o convertirla, alterando el orden lineal de sus miembros, en una nueva realidad misteriosa. La combinación de las palabras y letras, que contienen en sí mismas un asombroso potencial creativo, el invento de nuevos sentidos y seres enigmáticos terminan el ritual de Alina. El encantamiento da su resultado. La personalidad de Alina Reyes, convertida en un elemento de la fórmula mágica “es la reina y...”, se desdobla transformándola en un fantasma que, como espíritu maligno, devora a su dueña inexperta. A lo dicho hay que añadir que el estado transpersonal de Alina, sus visiones extraordinarias son provocadas también por la música. Sin tener posibilidad de analizar el importante tema musical, mencionaremos únicamente una alusión implícita al carácter “lunar” que reviste en “Lejana”. Alina acompaña a su hermana, quien canta una obra de Fauré, con una letra que resulta ser en realidad el soneto de Verlaine titulado “Clair de lune”. Como ya hemos dicho antes la palabra “Luna” como tal aparece en “Lejana” dos veces. La primera mención se refiere a la fecha inicial de su cronología, es decir, al 12 de enero, y la segunda, aunque se encuentra en los apuntes hechos entre el 25 y 28 de enero, se refiere, en efecto, al 6 de abril, es decir, a la última fecha del calendario de la Alina auténtica. La cosa es que en el segundo caso se trata de “la luna de miel” que Alina pasará en Budapest. Sin discutir ahora el problema del simbolismo de la ciudad misma querríamos llamar la atención al aspecto pavoroso de ese lugar. Alina lo determina como una “ciudad terrible” cuyos rasgos principales son el frío, la nieve y el viento. Allí le pegan y ultrajan. En la topografía lúgubre de Budapest destaca un río “enfurecidísimo”, ”trozante de hielos rotos”, una vez cruzado el cual Alina no podrá ya volver a su vida anterior o, simplemente, volver a la vida. Es por eso que en sus visiones la doble se convierte en una mendiga (símbolo alegórico de la muerte) o en “una cruz y una cifra en el cementerio de Santa Úrsula”. En otras palabras, Budapest adquiere los rasgos característicos del espacio infernal, del Hades, con sus fantasmas, tinieblas, el río fronterizo y hasta el “perrito” Luis María, quien hace inevitable el destino de su esposa. Pero también es una zona de la Luna que, en su aspecto de diosa demoníaca (como la Hécate antes mencionada) domina el mundo de las sombras. Así pues, tanto la Luna de “Lejana” como el Sol de “Axolotl” aparecen en los cuentos de Cortázar como dos astros misteriosos en los que el hombre proyecta su destino y que, a su vez, transforman su vida, haciéndola irreal y mitológica. Los mitos astrales utilizados por el escritor argentino como medios poéticos textuales se convierten en su prosa en mitos humanos. Así surgen en literatura unos mitos modernos que pueden aproximar al hombre al secreto de su existencia y que, por desgracia, no son menos enigmáticos que el simbolismo de las estrellas, con las que el hombre siempre ha buscado un parentesco.